Estigma, Prejuicio E Identidad. Un Modelo De Análisis Para Su Estudio..docx

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Estigma, prejuicio e identidad en la práctica del tatuaje. Un modelo de análisis para su estudio.

Nelson Eduardo Alvarez Licona.

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CONTENIDO Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 Tatuajes en la historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Tatuajes e identidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 La idea que de nosotros tenemos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 La identidad es un proceso constante de cambio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 La racionalidad en la toma de decisiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Estigma y tatuaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Prejuicio en las interpretaciones a la práctica de tatuarse. . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Crítica a las interpretaciones prejuiciadas de la práctica de tatuarse. . . . . . . . . 53 La mirada prejuiciada en la clasificación de los tatuajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 La mirada sistémica. Adaptación y Habitus: los tatuajes en las Islas Marías. . . 65 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

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INTRODUCCIÓN. La palabra tatuaje se originó del vocablo polinesio tatau, que está compuesto de "ta" dibujo y "tau" piel, y no es de sorprender que el vocablo se haya tomado de las Islas Polinesias, ya que estos lugares marcaron la conciencia y también la piel de los navegantes occidentales que al recorrer por tan extraños lugares se encontraron habitantes que mostraban su piel grabada con dibujos indelebles. Si bien la palabra tatuaje tiene su origen en las Islas Polinesias, no podemos decir que la práctica del tatuaje se halla originado ahí, pues el tatuarse es y ha sido una expresión cultural de muchas sociedades que muestran al hombre en posibilidad de modificar la naturaleza, incluso su propia naturaleza. Las disciplinas que hasta la fecha se han abocado al estudio de los tatuajes en la cultura occidental han sido la criminalística y la psicología. Siendo para la primera común relacionar al tatuaje con la delincuencia, debido a que la práctica de tatuarse se ha seguido estudiando dentro de las cárceles, continuando con las propuestas interpretativas de los positivistas italianos de finales del siglo XIX, que se oponen a toda posibilidad analítica, ya que implica que el observador use de referencia a una entidad tal que, como argumento de validación, tiene una existencia independiente de él (como observador), al no asociar este fenómeno (de existir) con otros elementos que puedan estar presentes y en interacción, en la construcción lógica de modelos explicativos, quedando solamente para construir la explicación, la aplicación mecánica de su presencia: tatuaje = delincuencia. Interpretación a la que se agrega la psicopatía como otra característica que se convierte en indicador de la observación para el estudio de la práctica del tatuaje (Martínez Baca, 1899; Marchiori, 1978). Ubicando desde estas ópticas a los tatuajes como manifestación de “anomalías de la conducta”, de ahí que, en sus perspectivas del ver, frecuentemente encontramos juicios descalificadores a partir de que consideran que la práctica de tatuarse en la cultura occidental es manifestación de conductas antisociales y/o patológicas, y que estas pueden ser estudiadas a través de los tatuajes. De ahí que se ha utilizado como metodología de estudio la clasificación de los tatuajes de acuerdo a los temas que en ellos tratan o que suponen que tratan, dando como resultado propuestas cosificadoras de la conducta humana que muestran al hombre desde una perspectiva estática y con una determinación invariable de su identidad; sin embargo esta perspectiva del ver ha resultado práctica, ya que el registro de los tatuajes y su pertenencia a determinados individuos, facilita el reconocer a los sujetos individualizándolos y ubicándolos dentro de determinadas clasificaciones que resultan útiles para el control social.

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También se han realizado desde la Antropología valiosos estudios de casos, existiendo interesantes trabajos etnográficos sobre el tema (Lowie, 1936; Cola Alberich, 1949; Mesquitela, 1956; Domalain, s/f; Jordi, 1992; López-Coira, 1992; Álvarez, 2002), incorporando, desde el registro de la diversidad, las múltiples lecturas de significación y sentidos que tienen los tatuajes, interpretaciones que sólo pueden partir de la consideración necesaria de las condiciones sociales de producción y reproducción simbólica de la cultura. De ahí que este trabajo se inicie mostrando esta diversidad de manifestaciones de la práctica del tatuaje, que se realiza y se ha realizado en muy diversas culturas y en muy distintos tiempos. La lógica de la exposición se estructura iniciando con un primer capítulo (Tatuajes en la historia) en el que se muestra que la práctica del tatuaje ha estado presente en muchas culturas, para mostrar la diversidad de elementos, que como criterios para el análisis han de ser tomados en cuenta en el estudio de esta práctica, estos referentes encuentran en la organización social su lógica y justificación para su existencia. Posteriormente se propone una perspectiva analítica basada en el estudio de la identidad (Tatuajes e identidad), argumentando que la identidad es una construcción dinámica y en este sentido los tatuajes nos muestran -al contrario de la cosificación (tatuaje = delincuencia / tatuaje = psicopatología) que han dado lugar al prejuicio con el que se valora esta práctica en la cultura occidental-, la dinámica de construcción de la realidad de los sujetos y que está, nuevamente, en su irrenunciable relación con los contextos socioculturales, ya que de ahí es donde se toman los referentes a partir de los cuales se formaliza la realidad, pues sólo así éstos significan dando sentido a la percepción; el instrumentar la perspectiva del ver desde una teoría de la identidad, permite acercarnos a la realidad del comportamiento de los fenómenos de identidad colectiva, cristalizados en los individuos donde las regularidades se expresan a través de la “homología” (Boudieu , 1992) propia de la diversidad, de ahí la relevancia del estudio de la identidad como referente para el estudio de la práctica del tatuaje. Una vez establecidos estos elementos teóricos, se hace una propuesta metodológica (La racionalidad en la toma de decisiones), basada en la teoría de toma de decisiones, argumentando que los análisis de los fenómenos sociales de identidad han de hacerse desde la consideración del necesario acercamiento no prejuiciado a los fenómenos, la parte fenomenológica (émic) del procedimiento, para tomar la construcción de realidad de los sujetos desde sus lógicas y así entender los comportamientos; para introducir el momento genético (étic) y de esta manera instrumentar la imagen de realidad como una variable, donde la estructuración de la observación nos lleve a las determinaciones objetivas y al

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reconocimiento de los mecanismos sociales de producción y reproducción de la imagen (Pérez-Argote, 1986: 89), que permita pasar de la descripción a la explicación. Desde ésta perspectiva metodológica de análisis se propone, en este capítulo, presentar los elementos para la construcción de un modelo de análisis basado en la teoría de sistemas, para construir desde ahí, los mecanismos explicativos del funcionamiento del fenómeno que se estudia: la práctica del tatuaje. Ya con estos marcos teóricos referenciales, se procede en el siguiente capítulo (Estigma y tatuaje) a presentar la relación que existió entre el estigma y el tatuaje, como una muestra de la brutalidad que ha acompañado al hombre en el ejercicio del poder, ilustrando el capítulo con ejemplos de tatuajes que se han utilizado para el escarnio o marcas que patentizaran atributos descalificadores a quienes las portaban. Para continuar con el siguiente capítulo (Prejuicio en las interpretaciones a la práctica de tatuarse), donde se parte con las aportaciones que realizó Allport (1962) y que continúan siendo el referente para el estudio del prejuicio, para de ahí iniciar haciendo un repaso de las propuestas interpretativas de la práctica de tatuarse en le cultura occidental y que parten de los positivistas italianos de finales del siglo XIX, quienes van construyendo el abordaje del estudio del tatuaje desde la criminalística, que inicia en los primeros años del siglo XX; para después presentar, en la lógica de aparición de las propuestas explicativas de la práctica de tatuarse, las perspectivas planteadas en trabajos realizados por psicólogos. Presentados estos documentos, el siguiente capítulo trata ya de la crítica a estas propuestas (Crítica a las interpretaciones prejuiciadas de la práctica de tatuarse). En el siguiente capítulo (La mirada prejuiciada en la clasificación de los tatuajes) se sigue con la misma lógica, utilizando el método de estudio basado en la clasificación que las anteriores propuestas instrumentan para el estudio de los tatuajes. Habiendo realizado el recuento de las prácticas estigmatizadoras en las que se empleó el tatuaje como instrumento de escarnio o para marcar a los sujetos como mercancía; y después de revisar y criticar las visiones prejuiciadas que pretenden explicar la práctica del tatuaje desde una perspectiva que parte de la interpretación del tatuaje; delincuencia y tatuaje = psicopatología. Con la intención de rebasar la crítica respecto a estas propuestas y presentar un trabajo propositivo, se presenta una perspectiva analítica instrumentada con la teoría ya presentada y con la perspectiva teórica y práctica que se propone desde las categorías de Adaptación y Habitus, para una cárcel mexicana. El estudio que se presenta (La mirada sistémica: Adaptación y Habitus: los tatuajes en las Islas Marías), se estructura desde modelos sistémicos para el estudio de la práctica del tatuaje que permitan observar las interacciones de los elementos, donde éstos se

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estructuren por razonamientos abstractos -deducción, analogía, oposición, implicación-, pero inspirados en el comportamiento de los objetos reales y los conocimientos adquiridos con anterioridad sobre dichos objetos, para así construir una estructuración de relaciones entre los elementos de un sistema basado en relaciones lógicas, donde la transformación de uno de los elementos incida en los demás de forma diferente, estudiando éstos, desde sus relaciones internas, para desde ahí estructurar mecanismos interpretativos que expliquen la práctica del tatuaje en esta colonia penal. Esta investigación partió del estudio de la práctica del tatuaje y no de la grafía, ya que es al hombre quien porta la marca y no al tatuaje a quien se considera en el estudio. Para partir de ahí y contraponer a las valorizaciones prejuiciadas que se hacen de la práctica de tatuarse, presentando propuestas analíticas que se construyan mediante modelos sistémicos, como metodologías de análisis para interpretar la práctica de tatuarse, sin buscar una generalización, producto de la inducción, que como criterio se pueda aplicar a la variadísima diversidad que existe en la práctica de tatuarse; pero sí proponiendo, mediante estudios de caso, modelos teóricos que permitan construir mecanismos explicativos del fenómeno. El reconocimiento de las variables anteriormente mencionadas, permitirían observar a los diferentes elementos actuando en interacción y mostrando así a los tatuajes en su posibilidad polisémica, en la expresión múltiple que son estas grafías, tanto para quienes los portan, como para quienes los observan; y así poder entender el sentido que en diferentes grupos sociales, en distintos contextos e incluso a diferentes personas, les significan estas prácticas sociales. Significaciones que, como construcciones que son, se van modificando y que en la práctica del tatuaje se manifiesta en el frecuente deseo de gente tatuada que desea borrar la huella de sus deseos, pasiones, historias, recuerdos de memorias petrificadas en tatuajes donde la reminiscencia remite a cosa trocada. En la cultura occidental la valoración que tenemos con respecto a este tipo de grafías corporales van cambiando, aún para el mismo tatuado, así con el paso del tiempo los tatuajes no significan lo mismo que significaban. No somos seres acabados, inamovibles, con una identidad estática, sin posibilidad de cambiar nuestros juicios evaluativos. Estamos constantemente construyendo la realidad en base a las nuevas experiencias que vamos teniendo, a los nuevos conocimientos que vamos asimilando, a la influencia que el entorno tiene sobre nosotros y que nos proporciona facilidades, dificultades o impedimentos que habrán de ser evaluados en la toma de decisiones. De tal forma que al reconocimiento de las variables elegidas para el estudio de la práctica de tatuarse y al buscar en el hombre y no precisamente en los tatuajes las respuestas al comportamiento, se

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pasa de la descripción del fenómeno a la explicación del mismo, de manera que se pueda interpretar este tipo de expresión cultural sin encajonar a los tatuajes en arbitrarias clasificaciones. Metodología utilizada para el estudio de la práctica del tatuaje: El corpus de la investigación está formado por 70 entrevistas informales y semi-dirigidas realizadas a gente tatuada, con una duración de las entrevistas de 10 a 20 minutos cada una, dando la posibilidad de que surgieran nuevos datos. Estas entrevistas fueron hechas en base a 7 preguntas iniciales de las que se partió para ir desvelando nuevos elementos presentes en la práctica del tatuaje, lo que les dio la característica de ser semi-dirigidas, permitiendo la posibilidad de abordar otros temas no contemplados dentro de las preguntas, que fueron las siguientes: 1.- ¿Donde y cuando se tatuó? 2.- ¿Con qué y cómo? 3.- ¿Por qué y qué significa? 4.- ¿Qué relación existe entre el tatuaje y la zona del cuerpo elegida? Las preguntas se plantearon en ese orden, a manera de iniciar las entrevistas con preguntas meramente técnicas, que permitieran el acercamiento entre entrevistado y entrevistador al ir compartiendo información que resultara valiosa para ambos a manera de poder establecer intercambios recíprocos, lo que facilitó la obtención de la información; para posteriormente tratar aspectos más íntimos como serían: ¿por qué se tatuó y que significación tienen sus grafías para el sujeto tatuado?. El corpus también se compone del material etnográfico recopilado en la búsqueda realizada en las bibliotecas: Nacional de México y Nacional de Madrid; de donde se obtuvieron un centenar de descripciones etnográficas de la práctica de tatuarse. El trabajo instrumenta la propuesta de análisis con el estudio de la práctica de tatuarse en la Colonia Penal Federal Islas Marías, donde fue realizada una estancia de trabajo de campo durante un período de 11 meses, el material obtenido proporciona muestras de tatuajes efectuados en una "Institución Total" (Goffman, 1992), además de otros materiales que han dado lugar al estudio etnológico de esta colonia penal. Se realizaron entrevistas en las ciudades de Madrid y de México para obtener muestras procedentes de la sociedad civil en la cultura occidental. Y entrevistas a mujeres musulmanas bereber de Sidi-Fatma, que es una población que se encuentra a 50 km. de Marrakech, en las montañas de los Grandes Atlas de Marruecos, que proporcionó información de la práctica de tatuarse en una sociedad tradicional.

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TATUAJES EN LA HISTORIA. Se tiene constancia que la práctica de tatuarse existe desde tiempos lejanos y podemos ver testimonios de tatuajes "en el menhir de Saint Sernin (Aveyron), donde existe la representación de una deidad femenina que aparece de cuerpo entero" (Salomón, 1904). "Del Neolítico existen muchas pruebas de la persistencia del tatuaje. Así, el cilindro de Folha de Barradas muestra <>" (Virgilio, 1921). "Neolíticos son, también, los hallazgos de la estación de Tordos, en Europa oriental de figuritas que muestran claros tatuajes y los de la estación de Jablanica, en Servia” (Salomón, 1901). "En Africa encontramos vestigios de tatuajes desde las primeras épocas. Así lo demuestra la estatuilla recogida por Petrie en Nagada (necrópolis que data del 3000 a. de J. C.) (Bertholón, 1904); y en las pinturas murales que decoran la tumba de Seti I, donde figuran los tamahus ostentando variadísimos tatuajes, algunos de los cuales persisten actualmente en el Rif Marroquí" (Cola, 1949: 80). En Egipto la práctica del tatuaje se muestra de muy antigua, así "Las egipcias se tatúan el dorso de la mano, el pecho, la barbilla y la frente y ha durado el tatuaje en Egipto para fines curativos, cuatro mil á cinco mil años. La momia de una sacerdotisa de Hathov tenía tres hileras en el demacrado bajo vientre, y las mujeres de hoy siguen este método para jaquecas1, neuralgias y reuma" (Enciclopedia Universal, 1988: t. LIX: 878). En México prehispánico la presencia de tatuajes la muestran las figurillas que se encuentran en las salas Maya y de Culturas de Occidente, en el Museo

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Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México. También nos sugiere la presencia de tatuajes hechos por medio de incisión o sajadura, las marcas que aparecen a los lados de los ojos en las representaciones de los sacerdotes que están en el Códice Mendoza, manuscrito azteca encargado por D. Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, poco después de la conquista, para ser enviado al Emperador Carlos V; fue transcrito por un escriba azteca (tlacuilo), y para que el monarca español pudiera leerlo, un sacerdote español familiarizado con el náhuatl se encargó de escribir una explicación detallada en castellano. En la tercera parte del Códice aparece la siguiente explicación: "Al sacerdote se le distingue fácilmente por la cara obscura y por la mancha vertical de sangre cerca de la oreja, causada por arañazos de penitencia hechos con púas de maguey". En el poema sacro épico "El Quinto Sol": después de que el lleno de llagas (Nanáhuatzin) hace penitencia de 4 días punzándose con espinas de agave las piernas en sacrificio ritual y arrojarse al fuego para dar vida al Sol, se "Encumbra al cielo el dios llagado y los dioses de la vida le dan aposento allí. Lo ponen en rico solio de plumas de mil colores. Le colocan en la frente una rica manta de plumas y le tatúan el rostro" (Garibay, 1964: 16). Diego de Landa, al hablar de los Mayas, nos menciona el carácter distintivo que el tatuaje tenía: "Labrábanse los cuerpos, y cuanto más, (por) tanto más valientes y bravos se tenían, porque el labrarse era gran tormento. Y era de esta manera: los oficiales de ello labraban la parte que querían con tinta y después sajábanle delicadamente las pinturas y así, con la sangre y tinta, quedaban en el cuerpo las señales; y el que se labraban poco a poco por el grande tormento que era y también se (ponían) malos porque se les enconaban las labores supurábanse". Relacionando también a los tatuajes con la estética, nos dice el autor: "Agujereábanse las narices por la ternilla que divide las ventanas por en medio, para ponerse en el agujero una piedra de ámbar y teníanlo por gala. Horadábanse las orejas para ponerse zarcillos al modo de sus maridos; labrábanse el cuerpo de la cintura para arriba, -salvo los pechos por criar- de labores más delicadas que los hombres" (Landa, cap, XXII Y XXXI, 1941). Los Pimas y los Opatas, quienes también engalanaban su cuerpo por medio de tatuajes, se los imprimían conforme avanzaban en edad: "Recién nacidos los niños, con una espina les picaban al rededor de los párpados, dejándoles impresos con tizne dos arcos de puntos negros, repitiendo la operación por el rostro y cuerpo conforme van entrando en edad: los Pimas tienen estas pinturas como medio para realzar su hermosura" (Orozco y Berra, "Opatas y sus afines"). Tatuarse por medio de incisiones o sajaduras estaba presente en México Prehispánico. El historiador Manuel Orozco y Berra al hablar de los Mayas describen como se tatuaban: "Tenían por gala y valentía labrarse los cuerpos. Para ello pintaban sobre la carne las labores que querían, y los oficiales que en ello entendían sajaban delicadamente sobre el contorno, poniendo a las heridas cierta tierra negra o carbón molido, con lo cual la pintura se hacía indeleble.

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"Aquella labor se llevaba a cabo poco a poco, no solo por ser el dolor mucho, sino porque a veces se enconaban y empodrecían las sajaduras. Ya sanos ostentaban figuras de sierpes, águilas, aves y animales, con diferentes labores" (Orozco y Berra; "Los Mayas"). Entre los Otomíes también se daba la práctica de tatuarse por medio de incisiones o sajaduras y Fray Bernardino de Sahagún nos dice que las mujeres Otomíes: "Se pintaban los pechos y los brazos de una labor que queda de azul muy fino; pintada en la misma carne, cortándola con navajuela" (Sahagún, 1999: libro décimo, cap. XXIX). En Asia Occidental, aproximadamente dos siglos antes de Cristo, los frigios asociaban la frescura permanente de los pinos con la fertilidad, por lo que sus eunucos sacerdotes se tatuaban hojas de yedra, símbolo de Atis, dios de la fertilidad y espíritu arbóreo (Frazer, 1974: 408). Con hermosos diseños en China también se tatuaba a las mujeres púberes en el momento de su matrimonio: "En la historia de China escrita por Ma-Tien-Lin, en el siglo XII, se narra una ceremonia del tatuaje, que se ejecuta en una joven en el momento de su matrimonio en la isla Hay-ham. Solamente en las clases nobles se acostumbra ésta ceremonia. Tan pronto como la niña llega a la edad núbil, los parientes ofrecen una gran fiesta a todos los parientes de la familia. Las compañeras de la joven llevan las agujas y los pinceles y le trazan en la cara dibujos de flores, mariposas, de insectos finamente ejecutados. Los dibujos son gravados después por un artista que es generalmente una vieja, y las imágenes trazadas por piquetes, se desprenden de fondo punteado que parece imitar un semillero de mijo. La ceremonia se llama Sieou-Mien" (Martínez Baca, 1899: 14). El tatuaje fue ajeno a los griegos, cuya atención estética se centraba en la belleza de un cuerpo musculoso y libre de ornamentos; los desnudos que los escultores griegos esculpieron están exentos de adornos epidérmicos, por lo que se puede presuponer que el tatuaje fue introducido en Europa Central por los bárbaros. Los "Celtas, los Tarcios y principalmente los Britanios se tatuaban en los brazos las fechas de las victorias, la efigie de los enemigos muertos y los símbolos de la tribu a la que pertenecían. Los soldados romanos marcaban sobre su brazo el nombre de su jefe. Los primitivos cristianos grababan los símbolos de su comunidad. En la edad media era común la costumbre entre los operarios tatuarse los símbolos de su oficio" (Voce, 1959). Los tatuajes en Europa Central pueden ser rastreados desde el siglo II d.C., cuando el imperio romano comenzó a ser invadido por tribus bárbaras provenientes del norte de Europa. Uno de los primeros pueblos bárbaros que atravesó las fronteras del imperio fueron los "Pictos", quienes eran habitantes de la antigua Caledonia. Celtas. Un cronista romano de nombre desconocido, los describe así: "Comían carne cruda, tenían comunidad de mujeres, luchaban desnudos y tatuados y desconocían la agricultura" (Nueva Historia Universal, 1968: t.2). Al parecer el cronista describe las costumbres de los Pictos en oposición a los Romanos, ejemplificando la

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barbarie mediante el señalamiento de las costumbres no practicadas por los romanos, antes de la llegada de las invasiones bárbaras, de donde se infiere que los romanos no conocían los tatuajes antes de estos contactos culturales. Además de que resulta interesante una visión filológica, que hace derivar el nombre de Pictos del significado Pintados. En Polinesia se pierde en el tiempo la antigüedad de la práctica de tatuarse, donde la encontramos presente prácticamente en todas las islas y es una referencia constante que aparece en los libros de viajeros que en el siglo XIX se adentraron en estas latitudes. La práctica de tatuarse la encontramos prácticamente en todo el mundo y desde muy remotas épocas, es tan común esta práctica que sería difícil precisar donde se realiza o se ha realizado y donde no. Así como a aquellos antiguos marineros que visitaron las Islas Polinesias y se impresionaron al ver cuerpos marcados de manera indeleble, aún ahora los tatuajes son tan llamativos que siguen siendo objeto de espectáculos circenses. En Edimburgo (El País, agosto de 1993) un circo sadomasoquista presentó a "Enigma", abriendo la boca para que el público lo viera comiendo lombrices y grillos vivos, mientras lucía todo su cuerpo tatuado”. Aún nos suena familiar el letrero en la carpa anunciando a la mujer tatuada. ¿Y quién no voltea a ver a un tatuado?, ¿curiosidad?, ¿morbo?, ¿placer?; pero ¿a quién no le dan ganas de ver con detenimiento un tatuaje?, ¿será el estar ante lo extraño, lo exótico?, ¿quizá el placer de estar ante lo monstruoso?, ¿será quizá esa característica humana de lo lúdico? El Guinness Records nos asombra con impresionantes cifras: "Tom Leppard de la isla Syke ostenta el record del hombre más tatuado del mundo. El 99.2 % de su cuerpo se haya tatuado a modo de leopardo (manchas negras sobre fondo amarillento). Berd Moeller de Pennsylvania (EEUU) en octubre de 1991 tenía 14 000 tatuajes diferentes sobre su cuerpo. La mujer más tatuada del mundo es la actriz striptease Krystyne Kolorful de Alberta (Canadá). Nacida el 5 de diciembre de 1952, tardó 10 años en tatuarse el 95 % de su cuerpo" (Guinness, 1993: 78).

TATUAJES E IDENTIDAD.

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Los tatuajes siguen siendo un espectáculo circense, pero también dicen más cosas, hablan de quienes somos desde la perspectiva de nuestra apropia mirada, de la forma de entendernos, de la manera en que formalizamos la realidad, de nuestra identidad. La identidad es un estado de realidad, un constructo que hacemos de lo que percibimos. Utilizo la categoría "estado", en razón que manifiesta: calidad, condición, circunstancia, carácter, naturaleza, temperamento. Y la categoría "constructo", en el sentido que expresa: construcción, creación, disposición, ordenamiento. Entiendo por estado de realidad, al momento de nuestra existencia en el cual estamos siendo, en el cual estamos existiendo. En la concreción de nuestro existir nos encontramos con la condición de que a la vez que somos encarnación de la sociedad que nos proporciona los contextos a partir de los cuales interpretamos lo que percibimos, somos a la vez una existencia propia, en la que formalizamos la realidad desde nuestra óptica particular. La identidad es una experiencia constante en la concreción de nuestro existir. La identidad es un acontecimiento que sucede, es una respuesta a una situación determinada, es un proceso constante de cambio que tiene como referente necesario a la historia, que nos permite entender quienes somos, ya que a partir de este referente nuestras acciones tienen sentido, un sentido de continuidad con la idea que de nosotros tenemos. Referente que está en base a la forma en que interpretamos la realidad. En todo momento estamos construyendo la realidad, ya que ésta es una interpretación que hacemos de lo que capturamos mediante nuestros sentidos, al percibir formalizamos, es a partir de la forma que damos sentido a lo que capturamos, lo que nos permite estar ante realidades conocidas. Solo lo informe es incomprensible. La formalización que hacemos de lo que percibimos depende de los criterios de interpretación que hemos incorporado en nuestro desarrollo cognitivo, en base a los procesos de aprendizaje que recibimos, que son acordes a las estructuras propias de la sociedad de donde hemos tomado estos contextos y están en relación a las condiciones de vida de los miembros que los comparten. Somos la encarnación de la historia, de la forma como interpretamos los fenómenos del pasado. Somos manifestación del futuro, que desde la prospectiva construimos como imagen y aparece manifiesta en la tecnología. Somos, sobre todo, un presente que está en constante transformación, en el cual los múltiples elementos que nos conforman ocupan distintos grados de jerarquía, incidiendo en las valoraciones y en la toma de decisiones que en todo momento estamos haciendo. Nuestra imagen de realidad, nuestro comportamiento y apariencia, manifiestan las estructuras que subyacen y se mantienen dentro de los grupos

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sociales, debido a condiciones sociales de existencia, en esta producción y reproducción de las imágenes de la realidad que nos vamos construyendo. Estas estructuras son la base de las interpretaciones y comportamientos, que se dan lugar a la construcción de la identidad.

La Identidad Social parte del conocimiento que tiene el individuo de pertenecer a un grupo social, donde nos encontramos con significaciones evaluativas y afectivas, que están en relación a la pertenencia que implica la segmentación del entorno social y la autoubicación en uno de los segmentos, a los que se denomina habitualmente “grupo de pertenencia”. El sentimiento de pertenencia a un colectivo territorialmente determinado, es uno de los fundamentos de la identidad social, al que se le denomina “identidad territorial”, que si bien varía en cuanto a la intensidad y el sentido del afecto (negativo – positivo, en diferentes gradaciones), depende de los diferentes individuos y de la circunstancia en la que se encuentran cuando valoran su adscripción al espacio de pertenencia. Es de gran relevancia la identidad territorial, siendo una dimensión básica a partir de la cual se elabora la construcción de la identidad social, llegando a ser para algunas personas la base fundamental en la construcción de su identidad social. Pudiendo encontrarnos en esta dimensión diferentes niveles de adscripción, al ser estos lazos territoriales cercanos y focalizados (ciudad, pueblo) o corresponder a contextos más amplios (país, continente), los que se complementan y adquieren relevancia dependiendo de las condiciones particulares en las se encuentren los sujetos que realizan su valoración de pertenencia, ya que el espacio es el soporte significativo en el que los sujetos articulan una serie de vivencias a las que valoriza de modo distinto, en diferentes contextos. El espacio es el lugar de las interacciones con “los otros”, que se integrará, como reconocimiento en el “nosotros”, a partir de mismo espacio. En los distintos espacios los sujetos construyen su tiempo en base a las interacciones que establezca con otros y vaya construyendo su biografía. En relación al espacio se crean pertenencias, que son adscripciones comunes con otros sujetos, junto con los que formaliza la percepción del mismo espacio y sin embargo la construcción de las adscripciones son personales y subjetivas, aunque parta de designaciones objetivas y objetivaciones culturales que serian propias de la identidad social. Es a partir de la consideración del espacio que se estructuran derechos sobre el mismo, derechos sobre la tierra e incluso lo que sería la soberanía nacional. Si bien existen elementos subjetivos de auto-identificación compartida entre los miembros del grupo social de adscripción, conformando la conciencia del

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“nosotros”; existen también elementos objetivos basados en la lengua, la cultura, el pasado histórico compartido, el territorio. Sin embargo el elemento subjetivo, que es la autoconciencia de pertenencia grupal, es realmente la base fundamental para la formación de la identidad social; siendo prescindibles los elementos objetivos y no así los subjetivos, “es la conciencia de pertenencia lo realmente importante, la autoidentidad como miembro de dicho grupo. . .” (Sangrador, 1996). En la construcción de una identidad grupal se requiere de una realidad multigrupal, que es necesaria para la distinción entre los miembros del grupo y los que no lo son, ya que es a partir de esto que se conforma la identidad basada en el <<nosotros>>, que se realiza en comparación al <<ellos>>. “Tener identidad es saberse diferente...la identidad social surge de la comparación y diferenciación con otros grupos...En ese sentido la identidad nacional no sería tanto <> (en un sentido abstracto), sino el resultado de un proceso racional por el que nos percibimos diferentes (y por lo general mejores) de los colectivos que nos rodean” (Sangrador, 1996: 26). Si bien la identidad colectiva se crea dentro del reconocimiento de cierta homogeneidad que existe en cuanto somos producto de la socialización, somos experiencia propia, con nuestras necesidades concretas, incluyendo a las propias de nuestra biología. De manera que si la homogeneidad existe en cuanto compartimos la forma de interpretar la realidad, ésta, al ser producto de nuestra subjetividad, es construcción particular de quien la percibe. Así el mismo estímulo no es interpretado, exactamente de la misma manera, por todos los que lo perciben, a pesar de que se compartan condiciones sociales de existencia y formalicemos de manera semejante. Formamos a la vez que una Identidad Social, una Identidad Personal, que no se contraponen sino que se insertan estructuradamente conformando la construcción que hacemos de la realidad y que se manifiesta a través de idea que de nosotros tenemos y en la forma en cómo interpretamos a los otros, pues nos reconocemos fundamentalmente en base a la diferenciación, lo que sería propiamente la Identidad. Somos nuestra propia experiencia, en mucho determinada por los criterios de interpretación que se nos han ido formando y como experiencia que es resulta necesariamente personal, siendo en este sentido la realidad una construcción. Compartimos criterios de interpretación en base a la idea que de nosotros tenemos, la que se va adquiriendo en base a un "nosotros", que como elemento de identidad se fomenta dentro de la misma sociedad, reafirmando los elementos de homogeneidad que de la realidad se tiene al vernos reflejados en nuestros semejantes. Sin embargo, existe la particularidad en la homogeneidad, de hecho

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la homogeneidad es manifestación de acuerdos entre las particularidades. Lo objetivo es de hecho un acuerdo de subjetividades. No solo no debemos pensarnos en términos estrictos de homogeneidad, somos, además un proceso de constante cambio, en el que los diferentes elementos que nos conforman inciden en nuestra percepción e imagen de la realidad, dependiendo de la significación que tengan en un momento determinado. Por ejemplo, la significación del mismo tatuaje en diferentes contextos, como el caso del interno en la Colonia Penal Federal Islas Marías a quien al preguntarle dentro de la misma cárcel y en el contexto de la subcultura carcelaria, ¿qué respondería si se le preguntara donde se hizo sus tatuajes?, sin titubeo contestó ¡en las Islas Marías!, en una afirmación de un orgullo de haber vivido (sobrevivido) en este penal; seguramente si en libertad y en un contexto de solicitud de empleo se le preguntara por sus tatuajes, no referiría a las Islas Marías como un lugar donde hubiera estado, ya que resulta desacreditador para el contexto en el que se valoriza el fenómeno. La significación valorativa de las marcas corporales se corresponden a las construcciones sociales, que además de tener referentes en los elementos a partir de los cuales hemos aprendido a interpretar, son estos instrumentados como elementos para formalizar en relación a contextos, de ahí que las marcas corporales propias las culturas tradicionales, como es el caso de los tatuajes que se realzan en la cultura bebere en Marruecos (nota 1, al final del documento), que son cruces, puntos y líneas, producto de cultos “Heliolátricos”, que han quedado en estas poblaciones provenientes de migraciones de Egipto y que ocuparon las cordilleras de los Grandes Atlas en el norte de África, estos tatuajes no son valorados desde una perspectiva desacreditadora, sino que además de la función mágico protectora y terapéutica, se convierten en un elemento de identidad social, tanto para los miembros de la misma cultura, como para la población de Marruecos. En Egipto la práctica del tatuaje se muestra de muy antigua, así "Las egipcias se tatúan el dorso de la mano, el pecho, la barbilla y la frente y ha durado el tatuaje en Egipto para fines curativos, cuatro mil á cinco mil años. La momia de una sacerdotisa de Hathov tenía tres hileras en el demacrado bajo vientre, y las mujeres de hoy siguen este método para jaquecas, neuralgias y reuma"(Enciclopedia Universal, 1988: t. LIX: 878) Muchas sociedades utilizan tatuajes como distintivo que identifica a la vez que diferencia, como es el caso de algunas comunidades donde el tatuaje ha sido utilizado con carácter distintivo ubicando a los tatuados dentro de una estructura específica y mostrando a la vez el grado jerárquico que ocupa al interior de la estructura social. En Borneo y Nueva Guinea con tatuajes se distingue a los guerreros quienes en sus marcas, muestran si han matado a algún enemigo

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(Addon, 1922, T. I: 24 y 25). "En las islas Marquesas el tatuaje h. paheke o pihe (oblicuo bilateral) es destinado a los jefes principales, es de color azul; el tatuaje paheke simple (oblicuo unilateral) corresponde a los jefes secundarios y el jiapú que consiste esencialmente en dos cintas transversales en la cara, es común a los naturales del grupo sudeste" (Clavel, s/f: 15). Es en estos casos la misma sociedad quien ya tiene establecido el lugar y tipo de marca que se debe de hacer, como en Borneo entre los Ibans los guerreros por distinción llevan tatuado el cuello (Geografía Universal, 1981). En Melanesia el tatuaje tiene un carácter distintivo que indica el clan al cual pertenece la persona (Williamson, 1922, T. I: 47). Y las mujeres Maories de elevada posición social, se tatúan los labios y el mentón (Williamson, 1922; T. I: 48). Su función llega a ser tan efectiva que en Costa de Marfil, por medio de tatuajes, se puede diferenciar a las distintas etnias, el carácter distintivo del tatuaje es tan cierto, que el gobierno prohibió la práctica de tatuarse por ser perjudicial para la unidad nacional (Leiris, 1901: 21). En el proceso de conformación de la cultura occidental la formación de una conciencia de lo individual ha sido el soporte de la organización social, las estructuras en las que descansa el derecho -que es la base sobre la que se rige o debiera regirse la sociedad- supedita a ésta en función del individuo. Cosa muy distinta a otras culturas donde el ser individual no existe, como en el caso de la India donde el ser social lo es todo y la persona está en función de la sociedad encontrando su lógica en estructuras jerárquicas a las que la persona está supeditada. En base a que las sociedades holistas se entienden jerárquicamente es que resulta difícil que sean comprendidas en la cultura occidental donde se entiende y enseña que el individuo lo es todo, mientras para estas otras culturas es la sociedad y no el individuo de donde parte la forma de interpretar la realidad. "La sociedad, con sus instituciones, valores, conceptos y lengua es sociológicamente anterior a sus miembros particulares, que solo se convierten en hombres a través de la educación o adaptación a una sociedad determinada" (Doumont, 1987: 51). Entender la existencia en base a un principio igualitario o jerárquico resultan realidades fundamentales a partir de las que se interpreta la realidad. Pero ya sean sociedades que se fundamentan en la conciencia individual o en una conciencia holista, estas formas de entender la realidad parten de un adiestramiento social. De manera que aun siendo sociedades diferentes, sus formas particulares de organización son una forma de lo universal. De modo que las sociedades tradicionales, quienes no tienen a la igualdad como valor e incluso no podría utilizarse la categoría de individuo para designar a sus miembros, tienen en común con las sociedades modernas al hombre social, que es vínculo que las une y es gracias a esto que podemos aproximarnos a su comprensión (Dumont,

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1970: 5-11). "Hoy es moda, sin más valor que el de una mera moda, reprochar a los antropólogos el fundir culturas radicalmente distintas en el molino de nuestras categorías y clasificaciones y el sacrificar su originalidad distintiva y su carácter inefable al someterlas a formas mentales específicas de una época y de una civilización. Si con ello se quiere decir que una traducción no es nunca perfecta y que es inevitable que se le escape un resto de sentido, no cabe duda de que se está en lo cierto, pero con ello no se hace más que enunciar un mero lugar común, y de los más simples. En cambio, los que pretenden que la experiencia del otro -individual o colectiva- es incomunicable en su esencia, y que es en absoluto imposible, e incluso culpable, pretender la elaboración de un lenguaje en el que las experiencias humanas más alejadas en el tiempo y en el espacio se volverían, al menos en parte, mutuamente inteligibles, éstos, digo, no hacen otra cosa que refugiarse en un nuevo oscurantismo" (Levi-Strauss, 1981: 8). Los hombres ven su imagen en el espejo de un "nosotros", en quienes se refleja la idea que de uno se tiene. "El individuo se ve a sí mismo como <<siendo>> una serie de atributos y <> a una serie de colectivos, y organiza individualmente estos atributos y pertenencias, que son materia social....es la conciencia de los individuos la que corporeiza el grupo, pues los individuos constituyen un grupo, en principio, por el mero hecho de referirse recíprocamente a un <<nosotros>>, de sentirse perteneciente a un <<nosotros>>, provocando la existencia de un <<ellos>>" (Pérez-Argote, 1986: 80). Aún en los casos en los que al relacionarse con "los otros", resulte en no reconocerse en otra apariencia, nos habla que se tienen juicios previos. "Aprendemos a percibir, diferenciar, clasificar y valorar a los objetos sociales, como son los grupos étnicos; y cada cultura y subcultura enseña a sus miembros un sistema y código axiológico específico de <<enjuiciar>> a los <>" (Calvo, 1990: 349). Interpretamos y somos interpretados en un proceso de constante retroalimentación y los juicios de los demás influyen en nuestros propios juicios. Nos valoramos al ser valorados y con estos juicios, que también están en un constante cambio, hacemos valoraciones aún de nuestra propia imagen y comportamiento. Muchos de los comportamientos se aceptan y no son cuestionados por el llamado "sentido común", en un saber, como si fuera innato, lo que es válido, lo que no es válido, lo que puede ser hermoso, lo justo y todo lo que va conformando la interpretación que de la realidad se tiene y de donde parten los elementos afines en amplios sectores sociales, el sentido común son un conjunto relativamente organizado de pensamiento especulativo, son liberaciones inmediatas de la experiencia, y no reflexiones deliberadas sobre esta (Geertz, 1994:95). La sociedad nos reafirma al encarnar en nuestra imagen los valores que

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ésta sostiene y en los que ésta se sostiene. En ocasiones este compartir elementos afines se da en grupos restringidos y aunque algunas características de la apariencia no sean compartidas por amplios sectores sociales, basta con que lo comparta un grupo social, para que estas manifestaciones culturales se mantengan. Esta permanencia en el tiempo, es producto de las estructuras sociales que se basan en las condiciones particulares de vida de los grupos en cuestión, manifestándose en forma de "habitus" (Bourdieu, 1991). Al preguntar a una joven mujer gitana por su tatuaje, que es un punto en la mejilla, muy común que entre los gitanos en España se lleve, contestó: -

¿Quiénes se lo pintan?: "Los gitanos aquí en Madrid, las portuguesas más que nosotros, porque nosotros somos gitanos, las portuguesas lo tienen que llevar más que nosotros, hay quién las portuguesas lo llevan tanto en la frente como aquí, o dos en un lao, según". - ¿Por qué te lo pusiste?: "Por ilusión, lo vi a la gente el lunar y dije, yo también me lo voy a poner". - ¿Y qué significa tu punto?: "Pues una ilusión ya le digo, que a la gente se lo vía, digo: yo también lo voy a hacer. Porque tengo dos hermanas mías y también lo llevan, es una ilusión que, te gusta, se le va a la gente y dices: yo también me lo voy a hacer a ver que tan bien sienta a la cara". - ¿Y Tamara por que tiene su punto? (en referencia a su hija de aproximadamente 11 años y quién también trae tatuado el punto en la mejilla): "También ya le digo, míralo, también, lo ves, desde pequeñita, ésta tenía 3 años cuando se la hacieron, la pincharon, la pincharon un poquito y se la hacieron". Preguntándole por el punto en la mejilla a una gitana que lee la mano en el Parque del Retiro, en Madrid, contesto: -

-

-

¿El punto que se ponen, que significa?: "Es la tradición gitana". ¿No tiene que ver con algún amuleto o algo?: "No, no, no, en absoluto, es una tradición gitana. En la tradición gitana se marcan puntos o lunares". Me ha llamado la atención porque siempre es a la misma altura, no es en el labio: "No también este tengo (señalándose un lunar en el labio)". Pero este es natural: "Como este también es natural (señalando otro que tiene en la ceja). Pero este punto es por la tradición nuestra, pero no significa ninguna cosa". Yo pensé que era algún Don: "No, no, no, los puntos de lunares naturales son símbolos de suerte, cuantos más lunares tengas, más suerte va a tener la persona en el futuro. Ahora los puntos marcaos es

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por tradición ya de raza". Preguntándole a un joven gitano, quién también trae tatuado el punto en la mejilla, dijo: -

Y el punto que traes en la cara?: "Me lo hice porque se veía bien". ¿Por eso te lo hiciste?: "Si, son las Junteras". ¿Que son las junteras?: "Pues es que se junta uno con otro y si ves que trae algo pintado, pues ¿por qué no pintárselo uno también?". Por medio de tatuajes también se afirman fraternidades y en ocasiones es precisamente el mismo motivo lo que se busca, de manera que puedan, por medio de tatuajes, quedar unidas dos o más personas. Utilizando en lazo indisoluble el sellar la fraternidad marcándose de manera permanente el mismo motivo, tan permanente como las razones que en un momento así se pensaron y que han hecho que se pinte para siempre la piel, aunque es común que muchos tatuados se arrepientan de sus marcas. Al preguntarle a una persona que tiene tatuada una mano haciendo la V de la victoria, por qué se la tatúo, me comentó: "Por dos amigos que tengo, éramos tres amigos, los tres tenemos la mano con victoria y libertad". Al ser la humanidad el resultado de la socialización, los tatuajes en muchas ocasiones se muestran como una característica común en una sociedad, al grado de ser el elemento distintivo de algunas comunidades. En Polinesia, entre los Maori, el tatuaje llamado "moko" se utiliza como distintivo de grupo social (Athol, 1922, T.I: 196). Muchas sociedades utilizan tatuajes como distintivo que identifica a la vez que diferencia, como es el caso de algunas comunidades donde el tatuaje ha sido utilizado con carácter distintivo, que ubica a los tatuados dentro de una estructura específica, mostrando a la vez el grado jerárquico que ocupa al interior de la estructura social. En Borneo y Nueva Guinea con tatuajes se distingue a los guerreros quienes en sus marcas, incluso, muestran si han matado a algún enemigo (Haddon, 1922, T. I: 24 y 25). "En las islas Marquesas el tatuaje h. paheke o pihe (oblicuo bilateral) es destinado a los jefes principales, es de color azul; el tatuaje paheke simple (oblicuo unilateral) corresponde a los jefes secundarios y el jiapú que consiste esencialmente en dos cintas transversales en la cara, es común a los naturales del grupo sudeste" (Clavel, s/f). Es en estos casos, la misma sociedad quien ya tiene establecido el lugar y tipo de marca que se debe de hacer, como en Borneo entre los Ibans, los guerreros por distinción llevan tatuado el cuello (Geografía Universal, 1981). En Melanesia el tatuaje tiene un carácter distintivo que indica el clan al cual pertenece la persona (Williamson, 1922, T. I: 47). Y las mujeres Maories de elevada posición social, se tatúan los labios y el mentón (Williamson, 1922, T. I: 48). Su función llega a ser tan efectiva

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que en Costa de Marfil, por medio de tatuajes, se puede diferenciar a las distintas etnias. El carácter distintivo del tatuaje es tan cierto, que el gobierno prohibió la práctica de tatuarse por ser perjudicial para la unidad nacional (Leiris, 1901: 21). En algunas ocasiones no se encuentra establecido con precisión el lugar del tatuaje, pero se llegan a utilizar modelos generales a los que se recurre para obtener el reconocimiento de pertenencia. Los violentos clubes de motoristas en Estados Unidos, a los que se les conoce como Los Ángeles del Infierno, tienen por emblema general un cráneo alado que lleva un casco y utilizan tatuajes, entre otras cosas, como forma de identificación. Como parte de la iniciación los nuevos miembros se tienen que tatuar, siendo las calaveras y las insignias de la Luftwaffe los motivos más usuales (Hunter, 1980: 16).

LA IDEA QUE DE NOSOTROS TENEMOS. Somos productores y producto de la cultura, pero si bien compartimos muchos elementos de identidad colectiva, no por eso debemos de pensarnos de manera homogénea, pues somos nuestra propia experiencia. Y aunque valoremos los fenómenos de manera similares al haber sido educados dentro de determinados contextos, no por esto interpretamos la realidad exactamente de la misma forma. Las valoraciones de comportamientos semejantes, por ejemplo, no tienen para todos las mismas significaciones y lo que es importante para unos, puede no serlo para otros, ni aún para uno mismo en distintos contextos, los juicios de valor que emitimos respecto a algunos fenómenos van variando con el tiempo. Aunque se compartan muchos elementos de identidad al interior de una sociedad, no debemos pensarnos de modo homogéneo en términos estrictos. Somos, además de seres sociales, seres particulares, formalizamos la realidad desde una óptica propia. Damos forma a partir de nuestros contextos, pues también somos una historia personal, con nuestros deseos, pasiones, temores y todas las experiencias que nos han hecho ser: ¿parecidos?, ¡sí!, pero no iguales. Los tatuajes en la cultura occidental no solo son una marca en la piel, son una actitud, una forma de asumir la vida en la que se ejerce el derecho de hacer con su cuerpo lo que uno desee. Un tipo de tatuaje contestatario que es común en España son los Puntos Talegueros, que son 5 puntos, de los cuales 4 están formando un cuadrado y el otro está en el centro. Al preguntarles a unos jóvenes de Cádiz que los traen tatuados, contesto: - ¿Por qué Puntos Talegueros?: "Talego es la cárcel, se ponen en zonas escondidas, porque hacía años no se podía llevar visto, porque eso significaba arriba la golfería, abajo la policía. Es anti-todo". - ¿Cómo van los cinco puntos?: "Como un dado" (los puntos son la cara

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de un dado). A otra persona que le vimos estos puntos dijo: - ¿Qué significan los puntos talegueros?: "Anti-fuerzas-represivas. La época de la "mili" te hace pensar en otra serie de cosas, como por ejemplo; tener un mando por encima de ti, que porque el quiere, te hace lo que el quiere y en contra de tu propia voluntad. Y esto es uno de los motivos por los que muchas veces se hace objetor de conciencia, insumiso. Esto es una protesta (señalando sus puntos talegueros)". La sociedad está compuesta por actores particulares, son los hombres quienes hacen la historia, con sus decisiones y sus actos concretos, aunque estos encuentren razón en la sociedad donde se crean, en su irrenunciable relación con su biológica y en variables ambientales. Al no entender a los hombres como los actores reales, nos engañamos ante un ser determinado y sin posibilidad de variar lo que se esperaba de él, lo que espera la sociedad que en él encarna. Si bien es cierto que es la sociedad de donde obtenemos los contextos y que es gracias a éstos que formalizamos nuestra realidad. También es necesario agregar que el pensarnos de una manera uniforme resulta demasiado impreciso, ya que en muchos de los aspectos de la apariencia se encuentra presente nuestra particularidad, con nuestras pasiones, gustos, temores, sueños, afanes y en fin todas las cosas particulares, que nos hacen ser ¿parecidos?, ¡si!, ¡pero no iguales!. Un tatuaje que habla de la idea que de nosotros tenemos, es el barco que trae un joven en el pecho, al preguntarle por su tatuaje contestó: "No sé, una idea muy mía, personalmente me gustan mucho, pero luego también como aquel que dice que en la vida hay que coger un vagón, pues yo cojo un barco no, o sea, la libertad". LA IDENTIDAD ES UN PROCESO CONSTANTE DE CAMBIO. Somos un instante, un tiempo en el que se realiza la existencia, no ayer, ni mañana, ni siquiera hace un momento en el que comenzabas a ver estas hojas, es ahora en el que tus ojos se posan sobre estas letras que te dicen la existencia es un instante en el tiempo y dentro de un momento no se qué pasará, posiblemente continuarás o te levantarás y comerás algo o te irás a recostar, no lo sé, incluso posiblemente tampoco tú, pero lo que puedo asegurar es que la existencia es este momento en el que pasas tu vista sobre estas líneas que interpretas, incluso podríamos decir que aún la próxima palabra que leerás no es la existencia y que lo será solo cuando estés en ella y no antes, ni después, lo que no niega la historia o la posibilidad de certeza de la prospectiva, pero el ser empírico, es este ser de la experiencia que vive en el instante aunque no se dé cuenta, independientemente que se afane por su futuro o que su vida transcurra llena de recuerdos. Pocas veces nos percatamos de que la vida transcurre en un río constante,

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en un fluir sin enterarnos y cuando nos damos cuenta que la vida es instante de existencia, se nos vierte espléndidamente y en ese momento nos percatamos de que Somos, de que existimos además de los afanes que como meta nos planteamos. El futuro es una abstracción que utilizamos para poder situarnos en el tiempo, que nos permite organizar nuestra vida en base a nuestras prioridades que jerarquizamos para determinar cómo conducirnos, algunos se deciden por la inmediatez y viven apasionados, aunque quizá más cerca del abismo, en la línea, al límite: "vale la pena perder el paraíso por un instante de placer" afirma Baudelaire y nos estremece al atentar contra nuestros valores o mejor sería decir, al tentar nuestras pasiones; otros, que son los más, planean la vida para llegar a un futuro que esperan dichoso en el que tendrán asegurado el sustento por medio del ahorro o en la inversión en alguno de sus hijos, parientes o allegados, en un intercambio en el que la reciprocidad no se da de manera inmediata o de la que se obtiene en un principio poca parte, pero que será cobrada cuando más se necesite; y muchos otros han orientado sus pasos en función a un futuro más lejano, en el que la recompensa les será dada cuando se mueran, en espera de alcanzar en ese momento el estado pleno del ser. ¿Y del pasado? Legajo amarillento que se almacena en los estantes de la memoria, experiencias que se pierden en el archivo que va mermando el tiempo, al que nos acercamos para seleccionar los tomos que nos cuentan la historia que queremos, esa historia en la que aparece el ser ideal al que siempre nos tratamos de acercar y que creemos nos abarca, pero que solo es una parte de nosotros, pues somos muchos cuentos, aunque seleccionemos solo algunos para contarlos: la imagen que de nosotros tenemos y que tratamos de mostrar. "Mi memoria no me vale para mentir, me enseña a sobrellevarme, a respirar. Cuando le conviene, me chantajea. ¿Tiene algo que ver conmigo? Exhibicionista soñado por alguien, quizá por el verdadero. ¿Cómo saber si es el verdadero? No sabe uno cómo es pero sí algo de cómo ha sido. La realidad es un mito por cada uno inventado, que nos inventa a cada uno" (Cardoza y Aragón, 1986: 808). No podemos negar lo transitorio del presente, por el carácter instantáneo de la existencia. Ni tampoco que tenemos una cuenta pendiente con nuestros actos, con lo que hicimos o no hicimos. O que nuestra vida puede cambiar por un hecho fortuito. Pasado y futuro nos son más ciertos y esta construcción que hacemos de lo que percibimos y por lo tanto de formalizar lo que nos rodea, tienen que ver con la forma como nos enseñaron a interpretar la realidad, que es también la historia de la sociedad de donde hemos tomado esos contextos, que le dan sentido a lo que captamos y le dan sustento a lo que decimos. Es por eso que no existe forma sin fondo, ni texto sin contexto.

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Es el sujeto quien formaliza la realidad según su mundo de objetos, es por esto que cada uno está ante realidades diferentes, pues cada quien formaliza su realidad de acuerdo al mundo que se construye o al que le han ido construyendo. Pero a pesar de ser diferentes, al interior de una cultura aparecen elementos simbólicos que nos hacen tener elementos de identidad colectiva que nos hacen ser: parecidos sí, pero no iguales. Ya que la subjetividad cognoscente se construye, se elabora y ésta dependerá de cada uno, de la cultura donde se ha gestado, de su biografía, de su biología. La realidad en uno va variando con el tiempo y con el paso de los años va uno dejando de ser, aunque no del todo, quien era. La identidad es un proceso constante de cambio, nada terminado, todo en transformación, pues la vida es movimiento. La identidad no es algo inamovible que está siempre ahí presente, es un acontecimiento que sucede, es una respuesta a una situación determinada, al grado que ante otro tipo de estímulo, es otra la identidad que surge, con otra respuesta. No podemos hablar de que tenemos una identidad única, y aún así, no somos la suma de múltiples identidades. La identidad es un estado de realidad, un constructo, un proceso constante de cambio. Y esto se refleja en los tatuajes, que así como aparece en su inamovilidad los recuerdos o vivencias, también es posible ver en éstos los cambios que vamos teniendo conforme nos vamos modificando. Hay tatuajes que nos muestran al hombre marcando las transformaciones ocurridas en su persona al ir grabando sobre su piel los cambios significativos en su existencia. De ahí que en muchos ritos de paso, el tatuaje esté presente. El tatuar a los jóvenes que han llegado a la pubertad es acontecimiento celebrado con tatuajes en algunas culturas y en Melanesia se tatúa a los hombres y a las mujeres que han llegado a la edad de la pubertad. La misma práctica se realiza en las Islas Fiyi, solo que aquí solamente se tatúa a las mujeres (Athol, 1922, T. I: 170). En Tunes, la práctica de tatuar a los niños se llega a observar y las madres punzando con agujas de cactos van marcando diseños que luego tiñen con el dedo que han pasado por una marmita en la que hay negro de humo, a este tatuaje se le llama "ayacha" que quiere decir "el que hace vivir"; las mujeres, una vez que llegan a la pubertad se le tatúa nuevamente, aunque en ocasiones este no se realiza sino hasta el matrimonio. "Al igual que ocurre entre los beréberes marroquíes, principalmente en el Rif. La frente de la mujeres, ya señalada por el <> al nacer, sufre ahora la incisión de la <<sayaba>>. Entre los hombres no es operación imprescindible y son muchos los que no lo efectúan" (Cola, 1949: 91). Muestra de estos cambios, también lo son los hermosos tatuajes que embellecen la piel de los habitantes de Samoa y de las Islas Marquesas, resultado de un delicado y elaborado trabajo que puede llevar años para terminarse, siendo algunos completados hasta la madurez y en ocasiones hasta la ancianidad,

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mostrando en sus líneas y sombreados el rango y linaje, en el que se cuentan sus hazañas en la guerra y las distinciones personales que convierten al tatuaje en huella personal (Virel, 1980: 34). Los tatuajes llegan a ser tan personales, que existe un caso en Nueva Zelanda en el que se realizó un contrato de transmisión de un terreno, donde el jefe de la comunidad firmó copiando parte del tatuaje de su cara en el documento (Athol, 1922, T. I: 196). Así como existen tatuajes que se realizan en la pubertad, encontramos en Australia marcas que se imprimen a los hombres y a las mujeres generalmente en el pecho y en los hombros conforme crecen, a la vez que se les va quitando la prohibición a ciertos alimentos (Brown, 1922, T. I: 251). Y aunque no tienen pintura, son marcas indelebles, producto de la intencionalidad, que encuentra su sentido en el contexto en el que se crean y para el que está dirigido su significado. En este caso el tatuaje corresponde a la “unidad última de la estructura específica en un contexto ritual…El símbolo es una cosa de la que, por general consenso representa, o recuerda algo, ya sea por la posesión de de cualidades análogas, ya por asociación de hecho o de pensamiento” (Turner, 1990: 21). Así podemos observar estas marcas indelebles representan, debido a cualidades análogas, la edad del tatuado, ya que estas aumentan con forma avanza en edad. Es mediante un mecanismo explicativo que se estructure a partir de la relación de los elementos presentes, en la medida que incidan en el producto cultural, que el mismo autor se plantea que el análisis de los símbolos rituales debe realizarse estudiándolos como “una secuencia temporal en su relación con otros acontecimientos, porque los están esencialmente implicados en el proceso social…En esta perspectiva, el símbolo ritual se convierte en un factor de acción social, una fuerza positiva en un campo de actividad. El símbolo viene a asociarse a los humanos intereses, propósitos, fines, medios, tanto si éstos están explícitamente formulados como si han de inferirse a partir de la conducta observada. La estructura y las propiedades de un símbolo son las de una entidad dinámica, al menos dentro del contexto de acción adecuado” (Turner: 1990: 22). La práctica de tatuarse conforme avanza en edad es utilizada en Nueva Guinea y empieza cuando la mujer va a cumplir cinco años y al aumentar en edad, aumenta también en tatuajes, imprimiendo los últimos en el pecho y en forma de "V" cuando la mujer ya está en edad de casarse (Williamson, 1922, T. I: 37). La identidad no es algo inamovible, es un acontecimiento que sucede, es una respuesta a una situación determinada, que incide de modo determinante en la toma de decisiones. Qué previsibles y mecánicos seríamos si siempre nos mantuviéramos con una misma e invariable identidad. Pero ante un determinado suceso y en condiciones particulares, nuestra respuesta es también particular. Al variar alguna de las determinantes que influyen en nuestras decisiones, la respuesta también varía, ya que el hombre responde tomando decisiones

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determinadas por los sucesos a los que se enfrenta y en base a una evaluación anticipada donde se espera que la elección tenga respuestas esperadas. Considerar a estos elementos incidiendo en la toma de decisiones, es lo que permite proponer mecanismos explicativos coherentemente estructurados. El tatuaje ha sido un recurso al que se han acogido algunos, que entendiendo la significación de estar tatuado con un tipo de signo, en un momento dado les permitió librarse del castigo o de la muerte. Así el portar un tatuaje como elemento de religiosidad distingue y da respeto a su portador, como es el caso "en el cual muestra al Delawere pronto a ser sacrificado por otros Delaweres, y que se hizo sagrado por llevar en el pecho la marca de la tortuga, el escudo sagrado que hace inviolable al que lo lleva" (Martínez Baca, 1899: 15). Y en este mismo sentido mágico el tatuaje es utilizado como talismán protector al ser en Esparta robada Helena del castillo de Menéalo, Alejandro se ve precisado a refugiarse en el templo de Hércules en Egipto, para ampararse al resguardo que brindaba este templo a todo aquel que se acogía a su protección, marcándose las armas o sello sagrado que lo hacía inviolable (Herodoto; 2º libro, cap. CXIII). Decisión que no se explica solamente a partir del carácter mágico atribuido a estas marcas, sino también al cálculo de efecto esperado, que como recurso estratégico, resulta una decisión racional, que refuerza la función mágico protectora del símbolo; así ambas construcciones de realidad, que aparentemente están contrapuestas, se influyen interactuando estructuradamente, al satisfacer los deseos de los actores sociales, en base a las creencias, las posibilidades y las restricciones, que solo pueden ser observadas a partir del conocimiento de los contextos donde se suceden los fenómenos culturales. Decisiones convenientes por oportunas y la efectividad de marcarse en determinadas circunstancias está demostrada en las imágenes religiosas que se tatuaban en la espalda los marineros en el siglo XVII, para evitar ser flagelados como castigo, costumbre muy común en la época, pensando en que nadie se atrevería a golpearlos y que aún en caso de que lo hicieran, el látigo desviaría su trayectoria (Wroblewski, 1981).

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LA RACIONALIDAD EN LA TOMA DE DECISIONES. La racionalidad como acto, está en función a fines y creencias, que a su vez dependen de las evidencias disponibles; así las metas resultan solamente un referente que permite entender la elección de los medios a los que acuden los actores sociales para alcanzarlas; sin embargo las opciones no se objetivizan si no es a partir de las consideraciones de los propios actores sociales, de ahí el carácter subjetivo de la toma de decisiones (Di Castro; 2002: 50). Decisiones que se juzgan convenientes y se toman, como sería el caso de buscar cierta eficiencia funcional al tatuarse, para que se observe una característica que permita el reconocimiento de una condición biológica determinada. Entrevistando en Madrid a una persona que vive en la calle y que tiene varios tatuajes, comenta acerca de uno muy curioso ("SAN", abajo una "X", y abajo una "B"), que tiene en el brazo: - ¿Y este tatuaje?: "Es mi tipo de sangre, mi sangre es B". - ¿Y por qué te lo pusiste?: "Porque en caso de que haiga un accidente de coche o algo, es algo que se ve este dibujo". - ¿Entonces eres sangre tipo B Positivo?: "¡Ya estás!". Desde otra lógica este acto no podría entenderse, si tomamos en cuenta que el tatuaje es muy poco claro en cuanto al sentido de lo que quiere comunicar, difícilmente en una emergencia médica el personal de salud que lo atienda podría entender el sentido de la marca, por otro lado una transfusión solo se hace después de realizar la determinación del tipo sanguíneo del transfundido y toda vía más si agregamos que el tipo de sangre al que alude al tatuado es del tipo más común de hecho se le denomina también como tipo de sangre universal. Desde esta lógica no podría entenderse la toma de decisiones de los actores sociales. De ahí la valiosa observación metodológica que hace Alfonso Pérez Argote (1986: 89), cuando propone que en el momento Fenomenológico se ha de aceptar “la identidad, la creencia, el sentimiento, la conciencia en cuestión, su definición de la realidad y se observa cómo determina el comportamiento”, lo que nos permite tener un control en la intervención del investigador, en la medida que no se emitan “juicios sobre la cientificidad de la imagen de la realidad, lo que constituiría un auténtico juicio de valor”. Momento metodológico que ha de complementarse con la el momento que llama Genético, en el que la imagen ha de ser considerada “como variable dependiente, acercándonos a sus determinaciones objetivas y a los mecanismos sociales de producción y

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reproducción de la imagen”. Así la toma de decisiones se puede estructura en una lógica de relaciones, donde los diferentes elementos que interactúan se influyen al estar interconectados, pero esta interconexión ha de ser entendida con un carácter analítico, que se basa en la estructuración de la lógica de los elementos considerados en el sistema. Así estos no son fenómenos que se expresen por sí mismos, son en todo caso resultado de la observación, que es también arbitraria, en el sentido que resulta de la decisión del observador y que responde a los indicadores que conforman las variables consideradas. Así el trabajo de observación requiere de datos pertinentes, del establecimiento del campo de análisis y de la selección de las unidades de observación y del diseño de los instrumentos de observación; de modo que sean considerados solamente los datos que sean pertinentes, que son lo que se inscriben en el marco del modelo de análisis, que es una decisión–construcción del observador. Es por esto que Cada investigador resuelve la pertinencia de acuerdo a su reflexión y sentido común. La elección racional tiene un carácter subjetivo y las opciones que se le presentan a un actor social, pueden ser diferentes en otro contexto y en otras circunstancias, de ahí que la construcción de la realidad sea diferentes entre los distintos sujetos y aún en el mismo al cambiar las circunstancias en las que se consideran las distintas opciones de conducta. Esto se puede abordar al considerar que la identidad como un acontecimiento que sucede; así es común que uno cambie de opinión y lo que en un momento fue una buena idea, cambiando las circunstancias ya no lo sea tanto. Platicando con una persona tatuada, decía: - ¿Has tenido problemas por los tatuajes?: "Si, la policía, si me miran esto me dicen que si he estado en la cárcel". - ¿Te han llegado a parar nada más por estar tatuado?: "Si". - ¿Qué es lo primero que te preguntan?: "Que si ya he estado preso o no, y ¿por qué?, y no sé qué". - ¿Te los quisieras borrar?: "Querría yo y bien, pero ¿cómo?". - ¿Y te borrarías, también la palmera (que es una palmera con una serpiente que tienen tatuados también su padre y su hermano)?: "Este no (señala la palmera); pero estos sí". Pero si en algunas cosas vamos cambiando, hay otras que permanecen inalterables o muy poco alterables, mantienen en todo caso mucho de su sentido original; y el tatuaje es marca indeleble como la razón que les dio origen. Si algunas experiencias pueden no tener mayor trascendencia, hay otras que marcan permanentemente a quien las vive y a las que no se renuncia, aunque en la medida en que se van alejando conforme transcurre el tiempo, cada vez van siendo menos presentes o se observan con otra perspectiva, pues la vivencia es una y otro es el recuerdo. Así las vivencias, como fotografías en las que se atrapa

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el tiempo, se sumergen en una lenta y constante transformación en la conciencia, pues el hombre no se petrifica y va, aunque no lo quiera, cambiando, al incorporar nuevas experiencias. Aun los tatuajes se van diluyendo con el tiempo, como si reflejaran la realidad de las experiencias. Se perpetúan solo algunas que son las que forman parte sustancial de la vida, de nuestra vida, esta vida en la se jerarquiza, esta vida donde las pasiones se enfrían y las rectificaciones se dan, esta vida en la que el hombre se encuentra marcado por algunas experiencias y las perpetúa al seguir presentes en su conciencia y sin embargo aun estas no significan lo mismo que significaron en su momento y aunque todo tiempo es su momento hubo uno en el que se vivía la experiencia de otro modo, en este constante estar cambiando. Es común que al preguntarle a alguna persona que este tatuada ¿que si se borraría sus tatuajes?, contesten que "algunos sí, pero otros no", pues estas experiencias perpetuadas en forma de tatuajes tienen una profunda significación. Jorge, quien fue activo participante del movimiento estudiantil de México en 1968, miembro del C.N.H. (Consejo Nacional de Huelga), comenta que en ese año surgió un concurso convocado por el C. N. H. para dotar de un emblema al movimiento. El diseño que ganó representa una L (roja) de Libertad y una D (negra) de Democracia, ambas dentro de un círculo. Una vez seleccionado el símbolo del "68", este se empezó a utilizar masivamente en pintas, volantes, mantas. Años después del movimiento y cuando regreso del exilio, se tatuó este símbolo en el brazo izquierdo, solo que invirtió los colores en el tatuaje como una señal de duelo por los muertos del movimiento. Preguntándole a un hombre de aproximadamente 70 años, que venía platicando con un amigo de aproximadamente si misma edad; acerca del tatuaje que trae en el brazo y que es la cara de una mujer y en la base del rostro dos iniciales "J A", decían: - ¿Cuando se tatuó?: "En el año 31". - ¿Y quién es exactamente?: "¿Era la novia no?" (contesta preguntándole su amigo que le acompaña). - ¿Y las iniciales J. A.?: "Jota, ella también, porque se llamaba Josefa". - ¿Y la A?: "Alonso". - ¿Y qué paso?: "Nada". - ¿Se quedo en tatuaje?: "Hombre, no". "No, se ha quedado viudo hace poco (contesta nuevamente su amigo)". Sucesos, vivencias que son importantes y que se perpetúan porque resulta un orgullo el haberlas vivido, como el escudo de la legión española que se tatuó un joven estando en el ejército: - ¿Por qué te tatuaste?: "Me lo hice porque era un momento bastante importante en el transcurso de mi vida, porque ha sido una experiencia, que creo que la única manera de recordar un poco era haciéndome un

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tatuaje". - ¿No te los borrarías?: "Hay algunas veces que lo pienso, pero no tengo porque pensarlo; en mi pensamiento que la gente a mí que más me da, si yo voy agusto conmigo, a mi que más me da la gente. Piensas eso porque la sociedad es así, sabes, en seguida de que te ven un tatuaje ya en seguida lo asocian con la delincuencia, ellos no saben a la mejor porque yo lo llevo". No todos los tatuajes hablan, algunas veces hablan solo cuando lo deseamos. Incluso aunque uno vea con detenimiento un tatuaje, éste no muestra su sentido original, la significación en toda la magnitud o con la precisión que le dio lugar, a menos que el tatuado desee explicar el significado que para él tiene esa marca, la razón por la cual se ha tatuado. Un tatuaje que ejerce el derecho al silencio, a la privacia, a que no se entrometan en la intimidad, es el que trae pintado en la muñeca una persona, que como sombra anda por Madrid y que lleva la leyenda "NO ME ACUERDO", al preguntarle sobre su tatuaje contesto: - "No me acuerdo era, bueno yo esa época estaba, casi me vuelvo loco la verdad, estaba yo solo viviendo en el piso, por toda la depresión tan grande que tenía, estaba ahí con un amigo y me dio por ahí. Como él se estaba también pinchando, él era legionario, vamos había sido legionario, tenía muchos y me dio por ahí y me vino a la cabeza y le digo: mira cuando me digan algo, esto, tal, cual, pos ni siquiera los hablo, pos digo les enseño pues esto y ya está". Este tatuaje se reafirma con otro que dice ¡¡BALE!! pues cuando muestra el "NO ME ACUERDO", mueve el brazo hacia arriba rotándolo y golpeando con la otra mano la articulación del codo, quedando a la vista el ¡¡BALE!!, que en color rojo esta tatuado en la base del dedo pulgar a la altura de la muñeca.

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ESTIGMA Y TATUAJE. Estigma es una palabra que proviene de los griegos y se empleaba para designar los signos corporales con los que se señalaba un atributo descalificador de quienes los portaban y consistían en cortes o quemaduras que indicaban que quien los portaba era un criminal, esclavo o traidor; más adelante en el cristianismo esto hace referencia también a los brotes eruptivos que indicaban gracia divina y también se relacionaban con perturbaciones físicas (Goffman, 1993: 11). La práctica de tatuarse en occidente tiene una relación directa con la creación de la palabra estigma, que surge con los griegos y hace referencia a las señalizaciones realizadas en el cuerpo para denotar atributos descalificadores de los sujetos que los portaban por imposición, como procedimiento para marcar a los criminales, traidores o a los esclavos, que consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo, práctica que se extendió por muchos siglos. Va a ser posterior y ya en el cristianismo que el termino emplea con en alusión con signos corporales divinos en el cuerpo a manera de brotes eruptivo en la piel (Goffman, 1993). Así, para señalar, algunos tatuajes fueron hechos como escarnio y en el esclavismo esta práctica era usual, mercando a los esclavos como mercancía para distinguir la calidad de esta: "A cada uno se le marcaba en el pecho con hierro candente que le imprimía la señal de las respectivas compañías francesas, inglesas u holandesas a que pertenecían, con objeto de que cada nación pudiera distinguir a sus esclavos y evitar que los nativos cambiasen luego los mejores por los peores, como muchas veces lo intentaron hacer. Se ponía cuidado en que las mujeres, por ser más débiles de constitución no resultaran quemadas en exceso" (Manix, 1970: 55). Estas marcas hablan de la infamia y la brutalidad que empleaban y que algunas veces llegaban a poner en la frente de los criminales y de los esclavos fugitivos. En Francia "según la legislación de 1791, a los reincidentes podía imponérseles en casi todos los casos una duplicación de la pena; según la ley Floreal del año X debían ser marcados con la letra R" (Foucault, 1995: 105l); a finales de la edad media el régimen penal utilizaba entre las diferentes tácticas punitivas “Exponer a la vista pública, marcar, herir, amputar, señalar con una cicatriz, marcar con un signo en el rostro o la espalda, imponer una terea de un modo artificial y visible, en suma, apoderarse del cuerpo y grabar en él las marcas del poder” (Foucault, 1996: 379). Al hablarnos sobre la "acumulación originaria" Carlos Marx reproduce algunas leyes sobre las que se fincó este proceso: "Eduardo VII: Un estatuto dictado en el primer año de su reinado, en 1547, ordena

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que si alguien se niega a trabajar se le asigne como esclavo a la persona que le denuncie... Si el esclavo desaparece durante dos semanas, se le condenará a la esclavitud de por vida, marcándole a fuego con una B en la frente o en el carrillo... Si se averigua que un vagabundo lleva tres días haraganeando, se le expedirá a su pueblo natal con una V marcada a fuego en el pecho..."Isabel, 1752: los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y marcados con un hierro candente en la oreja izquierda..."Jacobo I: ...Los vagabundos peligrosos e incorregibles deberán ser marcados a fuego con una R en el hombro izquierdo y sujetos a trabajos forzados..." (Marx, 1981: cap. XXIV). No olvidemos que los Nazis tatuaban números a los presos en sus campos de concentración; y en los juicios de Nuremberg los tatuajes asomaron en los cuerpos de los torturados, como muestra de la brutalidad con la que se sostuvo este régimen. En la religión Judeocristiana la prohibición a tatuarse aparece en el Antiguo Testamento, cuando Jehová habló a Moisés diciéndole: "No haréis rasguño en vuestro cuerpo por un muerto ni imprimiréis en vosotros señal alguna" (Biblia, Levítico 19:28). Aunque la iglesia se volvió ciega ante los peregrinos europeos que iban a Palestina a la conquista de las tierras santas y quienes traían como prueba irrefutable de su viaje, tatuajes con motivos religiosos. Muestra de ello la ilustra "Las Tumbas de los Reyes" en Saint Denis, Francia, donde en la estatua de Enrique II (muerto en 1559), se muestran tatuajes que atestiguan su estancia por Tierra Santa. Pero las cualidades objetables del tatuaje provienen de procesos de aprendizaje a partir de los cuales formalizamos lo que percibimos y que encuentran, para el caso de las valorizaciones que se hacen respecto a la práctica de tatuarse, fundamento en simples propuestas teóricas que han sido vulgarizadas y se han integrado al sentido común en amplios sectores de las sociedades en occidente, convirtiéndose en “un conjunto de pensamiento relativamente organizado de pensamiento especulativo…son (por tanto) liberaciones inmediatas de la experiencia, y no reflexiones deliberadas sobre esta” (Gertz, 1994: 95). La estigmatización de la práctica de tatuarse y de los sujetos tatuados muestra lo infundado de un atributo desacreditador, que descansa en estereotipos que pretenden el control de los sujetos bajo las normas de comportamiento que no hace sino someter lo imposible, ya que si algo caracteriza a las sociedades es la diversidad y a la pluralidad, que habrá de entenderse no solo como una realidad social, sino también como un valor. Estas construcciones prejuiciadas respecto al tatuaje, construidos como juicios inmediatos y no como reflexiones, provienen de experiencias no directas en las que la asociación entre tatuaje y delincuencia o tatuaje y psicopatología

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crean generan que llevan a la discriminación que sería la última etapa del proceso de rechazo que inicia con el prejuicio y lleva a la discriminación de los sujetos tatuados, lo que es tan cierto que muchas personas que deciden tatuarse eligen un lugar donde puedan mostrar a voluntad su tatuaje. Así como el que este tatuado en base al rechazo que experimenta debido a sus tatuajes decida borrárselos.

PREJUICIO EN LAS INTERPRETACIONES A LA PRÁCTICA DE TATUARSE. Cuando una persona se presenta ante los demás genera a su vez una interpretación que puede ser muy variada y en ocasiones no corresponde necesariamente a la imagen que la persona trató de proyectar, de manera que la imagen aporta información que a su vez pone en acción referentes previos que los interlocutores o los observadores tienen de personas similares, de ahí que los estereotipos son falsos, en la medida que no tienen la aplicabilidad que pretenden tener al proponerse como explicativos del comportamiento humano, son por otro lado elementos de conocimiento que, aunque falsos en el sentido antes dicho, entran en juego cuando las personas interaccionan. Nuestra imagen genera expectativas en el principio de la interacción, ya que experiencias previas con personas similares, tanto por experiencia del observador o por inferencia, crean información que es aplicada hacia la persona con quién se está interactuando, surgiendo juicios previos y la espera de determinado tipo de comportamiento, sobre todo cuando se inicia una interacción (Goffman, 1994). Este señalamiento en la piel conlleva valoraciones que sustentan la intención de la marca, donde esta intención se refuerza en la valoración y esta a su vez manifiesta la efectividad del sentido común en cuanto a la explicación de la realidad que se requiere para dar sentido a la percepción. W. Allport en su libro La Naturaleza del Prejuicio (1962), nos da varias definiciones de la categoría “Prejuicio”, en las que avanza en el análisis en la medida que las propone. “Quizá

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la definición más breve que se puede dar del prejuicio es la siguiente: “pensar mal de otras personas sin motivo suficiente”, esto hace referencia a lo infundado del juicio y al tono afectivo; continúa el autor haciendo mención que el pensar mal de otras personas “incluye sentimientos de desprecio o desagrado, de miedo y aversión, así como varias formas de conducta hostil, tales como hablar en contra de ciertas personas, practicar algún tipo de discriminación contra ellas o atacarlas con violencia” (Allport, 1962: 21); por lo que hace a la frase “sin motivo suficiente”, implica un juicio no fundamentado en hechos. Otra definición que nos da W. Allport es: “Una actitud hostil o prevenida hacia una persona que pertenece a un grupo, suponiéndose por lo tanto que posee las cualidades objetables atribuidas a ese grupo” W. Allport (1962: 20). Las primeras propuestas de interpretación a la práctica de tatuarse, parten de la Escuela Positivista Italiana. Cesare Lombroso en 1876, publica su libro EL HOMBRE DELINCUENTE, donde desarrolla, en la parte III "BIOLOGIA Y PSICOLOGIA DEL DELINCUENTE NATO"; en el capítulo I "Del tatuaje en el delincuente", su explicación a la práctica de tatuarse. Para Cesare Lombroso, desde la perspectiva que le da el Positivismo, concluye que las causas que hacen que la gente se tatúe son las siguientes: "IV. Causas.- Entre las causas por las que semejante uso se mantiene en las clases bajas, y más todavía en las criminales, son de mencionar sobre todo las siguientes: "1) La religión, como se ve en las bandadas de peregrinos. "2) La imitación, que obra tanto en el ejército, como en la marina, como en las cárceles. "3) La venganza, que de esta suerte quieren perpetuar, al menos en efigie, como un compromiso y una amenaza: es importante, porque corresponde al registro de que se sirven los salvajes, y porque demuestra la imprudencia de los criminales. "4) El ocio y la vanidad, como acontece en los salvajes. "5) Sobre todo, el atavismo, como reproducción de una costumbre difundida entre los pueblos primitivos y entre los salvajes, con quienes los delincuentes tienen tantas afinidades, según ya se ha advertido, por la violencia de las pasiones, por lo torpe de la sensibilidad, por la vanidad pueril y el ocio prolongado, y también el atavismo histórico, como sustitución de una escritura con símbolos y jeroglíficos a la escritura común alfabética" (Peset, 1945: 451). Ejemplo claro de las ideas que guiaban la sociología, la psiquiatría y el derecho, donde la evolución era el punto de apoyo a partir del cual se interpretaba y justificaba la organización social. Corre el siglo XX y el carácter estigmatizador que se le atribuye a los tatuajes sigue siendo el juicio que impera para calificarlos. Mientras que las disciplinas que se encargan del estudio de los tatuajes continúan siendo, la Antropología Criminal que después da lugar a al Criminalística2, la Medicina Legal y la Psicología. Debido a que los tatuajes se siguen estudiando dentro de las

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prisiones y por lo tanto se le sigue relacionando con prácticas carcelarias, cuando no psicopáticas. Para el Dr. Casanova (1937: 183) al finalizar la descripción de un extenso tatuaje que cubría gran parte del cuerpo del marcado, concluye diciendo: "¡Cuanto estéril sacrificio, cuanta paciencia malgastada, para tan denigrante resultado". Había pasado ya medio siglo desde la interpretación de Lombroso y ahora la psicología hacia su entrada con otra opinión que se agregaba a la regresión atávica del primitivo deseo de adornarse, la manifestación de conflictos neuróticos. Garner (1953) califica al tatuaje de la siguiente manera: "Entre todas las formas del voluminoso masoquismo practicado por esa fragilidad conocida como hombre, ninguna es completamente tan necia como la de la adquisición del tatuaje. Esta perversión egocéntrica ha tenido sus devotos desde los primeros albores de la Humanidad, y en un orden de sucesión un tanto alterado, ha sido una costumbre gentilicia, un estigma penal, una manía de clase, un adorno fachendoso y finalmente una vulgar afectación. Entre los maoríes y varias sectas indostánicas, es todavía una señal de casta y de belleza, pero entre la mayor parte de los pueblos occidentales es en el mejor de los casos una indiscreción juvenil, y en el peor un motivo de rubor y disgusto para aquellos de los nuestros que se encuentran tatuados. Ello hace que el tatuado, lentamente se separe de la vida social de las personas" (Garner, 1953). Pasan otros 10 años y el estudio del tatuaje sigue siendo ámbito de la Criminalística, la Psicología y la Medicina Legal y la asociación entre estigma y tatuaje continúa. En 1964 Donderis Torrens, llega a la siguiente conclusión: "En la actualidad el tatuaje es práctica empleada en sujetos de escasa cultura y de baja moralidad, con sensibilidad dolorosa disminuida notablemente"(Donderis, 1964: 124). Como se puede apreciar, y a pesar del tiempo que ha pasado, la estigmatización que se tiene hacia la práctica de tatuarse se ha mantenido. Y parecía que las ideas positivistas, que como fundamento de explicación de la cultura, ya no tenía mayor imperio. Pero la práctica de tatuarse en la cultura occidental se le ha seguido asociando con la delincuencia, como un resabio de esta anacrónica interpretación, que desde la óptica del más añejo positivismo crea la idea: tatuaje = delincuencia. En su libro de psicología, Marchiori (1978) llega a las siguientes conclusiones: "- El tatuaje es una característica psicopatológica. "- En donde existe una identidad como delincuente y una conducta de autodestrucción. "- Donde el tatuador y el tatuado establecen una relación sadomasoquista. "- Muchos sujetos se tatúan ellos mismos ya que tienen una gran necesidad de autocastigarse.

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"- A pesar de que es una conducta que les causará daño, aceptan someterse a ella por la tendencia al autocastigo, por los componentes sadomasoquistas y por los sentimientos de culpa del tatuado" (Marchiori, 1978: 10-14).

Crítica a las interpretaciones prejuiciadas de la práctica de tatuarse. Este tipo de interpretaciones adolece de una seria reflexión, utilizando argumentos esgrimidos desde el siglo XIX, a los que por comodidad se regresa en una reiterada aplicación mecánica, que les responde cómodamente la pregunta. La utilización de una sola vertiente de explicación, como es el caso de esta visión psicopatológica, ofrece juicios aventurados, a partir de los cuales se permiten hacer generalizaciones absurdas a la práctica de tatuarse. Estas propuestas no toman en consideración otros aspectos del comportamiento que están presentes en la decisión de tatuarse y que están relacionados con la forma en que interpretamos la realidad, con este constructo constante que es la identidad; como tampoco plantean el estudio de la sociedad donde se gestan estas prácticas sociales. Este tipo de interpretación tampoco toma en cuenta otros aspectos como el que los tatuajes sean impuestos y no sean el resultado de una decisión personal. No dudo que en algunos tatuajes esté presente algún indicador que se relacione con organizaciones delincuenciales o que manifieste algún tipo de fenómenos de la psicopatología, pero hacer de esto una generalización llega hasta el absurdo, mediante inducción que ni siquiera se puede probar, donde se muestra que estas propuestas son aplicaciones anacrónicas que no se han enterado de la validez que en ciencia tienen los modelos sistémicos. El problema más importante en estas explicaciones que se hacen sobre la práctica del tatuaje, es que estos criterios son los que juzgan la conducta de las personas, dentro y fuera de los presidios. Al preguntarse sobre el ¿por qué de la prohibición a tatuarse dentro de las cárceles? ¿o de los juicios estigmatizados a partir de los cuales se evalúa esta práctica en la sociedad civil?, la respuesta la encontramos involucrada entre proposiciones cuestionables en cuanto a su validez científica, las actitudes no reflexivas policiacas y la elementalidad apasionada y poco inteligente del sentido común. Si por un lado el tatuaje es una práctica de psicópatas, habría que preguntarse ¿si acaso el prohibir la práctica del tatuaje quita lo enfermo al psicópata?, y por otro lado, ¿si es que se pretende con esta prohibición que el enfermo no sea rechazado en la calle por sus tatuajes, ¿por qué difundir y mantener la idea tatuaje = delincuencia?, al ser la policía la primera en asociar el tatuaje con el delito, pues si una persona es detenida en la calle, se le interroga inmediatamente con respecto a sus tatuajes, e incluso el que sus tatuajes lleguen a ser motivo para que a alguien se le detenga y se le interrogue. El expediente que se abre a la gente procesada, tiene un apartado para identificar a las personas que llegan tatuadas. De hecho mucha gente no se

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tatúa por no tener problemas con la policía y muchos tatuados es por esto que desean borrar sus marcas. Lo que existe en el fondo de la prohibición a tatuarse dentro de las cárceles (prohibición que se justifica en las absurdas propuestas interpretativas antes mencionadas), es el control absoluto de los espacios de expresión de aquellos que han perdido su libertad y quienes ya no son parte de la sociedad civil, pasando a pertenecer a los obscuros espacios de la sociedad política, como los llamaba Gramsci, castigando ya no el cuerpo de manera directa, y si "el alma"1, al atentar contra la libertad. “Pero podemos, indudablemente, sentar la tesis general de que en nuestras sociedades, hay que situar a los sistemas punitivos en cierta "economía política" del cuerpo, incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos, incluso cuando utilizan los métodos "suaves" que encierran o corrigen, siempre es el cuerpo del que se trata - del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión" (Foucault, 1995: 32). Sumisión que también vemos dentro de la sociedad civil, donde, si no está prohibido tatuarse, si existen prejuicios que hacen que esta práctica no se desarrolle sin que estén presentes estos juicios que conllevan atributos estereotipados descalificadores (Goffman, 1994: 14), que si bien confirman la identidad del sujeto evaluador, en cuanto a que uno de los elementos que permiten la construcción de esta se da en base a la diferenciación, por otro lado imposibilita o por lo menos dificulta la comunicación impidiendo la interacción en un plano de la tolerancia, el respeto y la igualdad, si esta interacción se construyera en base a las semejanzas. Llevando el rechazo, producto del prejuicio, a niveles de un trato diferenciado excluyente, a individuos o grupos, estamos ante problemas de discriminación. “La discriminación incluye toda conducta basada en distinciones que se hacen en base a su categoría natural o social, sin que ello tenga relación 1

Entiendo la categoría de "alma", como la utiliza Foucault: "Mas que ver en esta alma los restos reactivados de una ideología, reconoceríase en ella más bien el correlato actual de cierta tecnología del poder sobre el cuerpo. No se debería decir que el alma es una ilusión, o un efecto ideológico. Pero si que existe, que tiene una realidad, que está producida permanentemente en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige ... Esta alma real e incorpórea no es en absoluto sustancia, es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado tipo de poder y la referencia de un saber, el engranaje por el cual las referencias de un saber dan lugar a un saber posible y el saber prolonga y refuerza los efectos del poder. Sobre esta realidad-referencia se han construido conceptos diversos y se han delimitado campos de análisis: psique, subjetividad, personalidad, conciencia, etc. . . ." (Foucault, 1995: 36).

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con las capacidades o méritos individuales ni con conducta concreta de la persona individual. Es una distinción que se hace en detrimento de alguien sin tomar en cuenta las características particulares del individuo como tal” (Allport, 1962: 70). Las prácticas discriminatorias hacia la gente tatuada son comunes y algunas instituciones públicas y privadas no contratan personas tatuadas, de ahí que sea frecuente que la gente elija el lugar del cuerpo donde ha de hacerse el tatuaje, en base a buscar cierta eficiencia funcional, en la que mostrar el tatuaje o poderlo ocultar a voluntad, es, entre otras cosas, una de las razones que ayudan a explicar la elección del lugar tatuado. Estas teorías explicativas que ven en el tatuaje la delincuencia o psicopatías, son fundamento teórico y justificación de dominación mediante la exclusión, ya que en estos juicios valorativos donde el prejuicio se anticipa a la interacción real de los sujetos y la condiciona e incluso la determina, se manifiesta una forma en la que se expresa el control social que se pretende hacer de los hombres, en estas relaciones de poder y dominación que atentan condicionando la libertad de hacer con nuestro cuerpo un ejercicio de libre. No tienen por qué atentar contra el derecho de los otros. De ahí que el control del cuerpo se vea en este intento de crear seres dóciles y sumisos en todos los espacios, desde la familia, la iglesia, la escuela, hasta las relaciones laborales. Controlando y supervisando a los individuos, determinando cual es la forma en que deben comportarse, decidiendo cual es la utilización que debemos de hacer con nuestro cuerpo, que no es nuestro en términos de propiedad, sino de este cuerpo que somos. Estas relaciones de poder y de dominación, pretenden hacernos más redituables en esta "economía política del cuerpo". "Pero el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político, las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos. Este cerco político del cuerpo va unido, de acuerdo con unas relaciones complejas y recíprocas, a la utilización económica del cuerpo; el cuerpo, en una buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción; pero en cambio, su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción (en el que la necesidad es también un instrumento político cuidadosamente dispuesto, calculado y utilizado). El cuerpo solo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido" (Foucault, 1995: 33). ¿Pero a quien le pertenece el cuerpo, su cuerpo o el mío? El cuerpo en tanto tal, no es sino nosotros mismos; si podemos estar seguros que tenemos algo como posesión, es nuestro cuerpo; y estamos seguros porque somos cuerpo, en el que se realizan procesos cognitivos que tienen como sustento estructuras biológicas (cuerpo) y estructuras mentales, que como sistemas de

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relaciones y sistemas de representaciones se gestan socialmente. Pedro Laín Entralgo (1995: 313), dice del cuerpo: “No <<mi cuerpo y yo>>, sino <<mi cuerpo: yo>>. No la autoafirmación de un <> para el cual algo unidísimo a él, pero distinto de él, el cuerpo, fuese dócil o rebelde servidor –implícitamente, eso lleva dentro de sí la expresión <<mi cuerpo>>-, sino la autoafirmación de un cuerpo que tiene como posibilidad decir de sí mismo <>”. Es por eso que el ejercicio del poder, en la expresión más brutal que tiene el estado, es disponer del cuerpo y es ahí donde se realiza el castigo. De ahí la brutalidad que implica la pena de muerte, ya que con este castigo se quitar todo lo que uno es: el cuerpo; y quitando el cuerpo, se quita la conciencia de ser y por lo tanto pierde sentido la posesión de cualquier otra existencia, sea la que fuere. Es en el cuerpo donde se realizan el proceso perceptivo - cognitivo. Receptáculo de las sensaciones. Lugar de construcción de las interpretaciones. La pertenencia del cuerpo es la pertenencia de uno, de Mí, de Yo. Así que habría que preguntarnos ¿si el cuerpo, el suyo, el mío, le debe pertenecer a la sociedad?. Cuerpo sometido y chantajeado por convenciones sociales que determinan nuestro atuendo y como criterios de verdad se van conformando en leyes morales, que pretenden hacer descansar en sus prescripciones la paz, el orden y la felicidad de los hombres. Determinando como jueces implacables la forma como debemos aparecer ante la sociedad. Vigencia de tratados añejos de moral y urbanidad, que refleja en humorismo involuntario a estas absurdas leyes, normas y reglas. Cuerpos sometidos y chantajeados con necesidades tan primarias como la de comer, cuando vemos que la gente oculta sus tatuajes para ir a pedir empleo, mientras retumba en nuestra conciencia la voz de la madre: <<no te pintes, que no estás en la cárcel>>; y vemos los cuerpos domados y sometidos en éste, su estar uniformados. Sin embargo, es clara la inutilidad de los reglamentos que prohíben la práctica del tatuaje, y cada vez son menos válidos estos juicios morales basados en prejuicios, que sustentan estas relaciones de poder y tratan de ahogar esta expresión cultural. En muchas ciudades, en la cultura occidental, cada vez es más común el uso de tatuajes; basta con mirar las revistas en los puestos de periódicos y encontramos que muchas, sobre todo las que son dirigidas a los jóvenes, se ilustran con llamativos tatuajes. Muchos actores y cantantes de rock traen su cuerpo llenos de historias, de sus propias historias que se contaron sobre la piel. Pero a pesar de los juicios que descalifican el tatuaje sigue presente dentro y fuera de las cárceles, como expresión contracultural. Las manifestaciones contraculturales seguirán existiendo mientras no se aprenda a vivir en la diversidad. En la medida en que no se acepte y se asuma que: "El respeto al derecho ajeno, es la paz" (Don Benito Juárez).

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LA MIRADA PREJUICIADA EN LA CLASIFICACION DE LOS TATUAJES. Dentro de los trabajos de criminalística, el estudio del tatuaje se ha hecho con un carácter más bien práctico, resaltando principalmente el valor que los tatuajes tienen para ayudar a la identificación, de ahí la constante insistencia en clasificar los tatuajes. En los estudios de psicología, la clasificación es también el recurso por medio del cual se pretende interpretar la práctica de tatuarse, y ver en estas grafías comportamientos psicopatológicos. De ahí que tanto desde la mirada de la criminalística como de muchos trabajos de psicología los estudios parten de los sesgos que se producen en la ecuación personal que provoca el acercamiento del investigador con el fenómeno de estudio, pero al realizarse este acercamiento desde una perspectiva teórica, la construcción del objeto de estudio lleva ya la perspectiva prejuiciada, en la medida que las categorías teóricas con las que el investigador percibe el fenómeno de estudio, son representaciones abstractas que dan sentido, formalizando el fenómeno que es observado, es por esto que al partir de clasificaciones entendidas como mecanismo que en si mismo lleva a la inmovilidad y a la anticipación explicativa del fenómeno, a partir de una supuesta función, que ha de decirse es trascendente en la medida que no parte del fenómeno empírico, el juicio evaluativo se tiene por adelantado, sin permitir el análisis sistémico de los fenómenos, donde habría que considerar la arbitrariedad lógica de todo fenómeno de identidad. De esta manera estructurar la interpretación de tatuaje, entendido como una práctica, la práctica de tatuarse, desde presupuestos teóricos implícitos en las grafías, donde encontramos en las clasificaciones ubicaciones con referentes estigmatizadores, nos lleva a que el proceso interpretativo que de ahí se desprenda llevará el sesgo de la descalificación proveniente de estructuras que parten de visiones prejuiciadas de la práctica de tatuarse, donde encontramos en las clasificaciones tanto juicios descalificadores del la práctica debido a que es realizada entre presos, criminales, prostitutas, proxenetas o del uso de sustancias de uso prohibido como la morfina que deja marcas epidérmicas. El carácter científico que se le da a la criminalística surge a partir del trabajo de Cesar Lombroso en 1876, con su libro "El Hombre Delincuente", ya que esta disciplina se auxilia de otras como la antropología, la psicología, la medicina, la sociología, el derecho; por lo que los estudios que se han hecho sobre los tatuajes, se enmarcan dentro del buscar explicaciones a las conductas antisociales, fundamentalmente las señaladas como delitos; tratando de explicar los motivos, las causas o los factores que inciden en el hombre para delinquir (Orellana, 1993: 33). Es desde esta perspectiva que se han realizado los estudios de los tatuajes, utilizado así el criterio de clasificación como forma anticipada de entender el comportamiento. En las siguientes estructuras clasificatorias se podrán observar el encasillamiento de los comportamientos a partir de supuestos implícitos en las

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grafías corporales que se observan sin la consideración necesaria de la arbitrariedad lógica, que nos permite entender la toma de decisiones de los sujetos para realizar el tatuaje, tanto en la elección de la grafía, el lugar del cuerpo donde se realiza el tatuaje, como la construcción del sentido que a este se le atribuye por parte de los sujetos tatuados, construcción que varía dependiendo del contexto en el que observa el sujeto, lo que no es posible instrumentar si se parte de un encasillamiento que se encuentra más allá de la práctica de los actores sociales. "Locard distingue desde el punto de vista etiológico las siguientes variedades: 1. El <> considerado como un adorno. 2. El <>, que lo llevan los individuos pertenecientes a una misma raza (musulmana), una religión, una secta, una misma asociación (banda de malhechores), una misma profesión, un mismo regimiento, etc. 3. El <>, en uso entre los musulmanes para prevenir o curar la enfermedad. 4. El <> de colorantes blancos, destinado a disminuir los nevus, los tumores, las placas purpúreas, etc. 5. El <> debido a la pigmentación por abandono, en los morfinómanos, por las inyecciones sucias. 6. El <> determinado por la incrustación durante el trabajo, sobre las partes descubiertas, de polvos de carbón, de arcillas metálicas, etc. 7. El <> por granos de pólvora de un golpe de fuego hecho de cerca" (Locard, s/f: 25-27). En México, Martínez Baca (1899) nos da su clasificación, proponiendo que: "Seis son los móviles que los impulsan (a los criminales) á grabar en su cuerpo signos y símbolos, á saber: sentimientos religiosos, erótico-religiosos, eróticos, simplemente decorativos, decorativo-representativos y antirreligiosos. Hemos hecho esta clasificación, porque á ello nos obliga la significación de los símbolos y los signos, y la que mejor nos dará á conocer el estado pasional de nuestros delincuentes en las tres categorías en que hemos encontrado el tatuaje, ó sea en los reos de lesiones, en los homicidas y en los ladrones" (Martínez Baca, 1899: 63). Agregando, para el caso de los tatuajes entre los militares, los "Tatuajes Técnicos". En l966, Benigno di Tullio en su tratado de Criminología Clínica y Psiquiatría Forense, presenta la siguiente clasificación: "...en general, los tatuajes se dividen en: afectivos (figuras de mujeres que recuerdan la madre, la mujer, la novia, frases de sentimentalismo afectivo, promesas de fidelidad y de amor hasta la muerte, etcétera); ornamentales (flores especialmente, variados objetos de ornamentación, diseños, etcétera); artísticos (reproducción de figuras, especialmente y de cuadros); étnicos (paisajes conocidos, costumbres locales);

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religiosos (imágenes de santos, ritos religiosos); políticos (nombres de hombres políticos, ideas políticas); sexuales (figuras de mujer que recuerdan episodios de amor, besos, entregas amorosas); obscenos (figuras de mujeres desnudas en actitudes obscenas, etcétera); criminales (figuras de objetos o instrumentos aptos para cometer delitos, puñales, y armas en general, episodios criminales, figuras simbólicas de delincuencia profesional); humorísticos, etcétera" (Di Tullio, 1966: 203). Esta forma de interpretar los tatuajes continúa y en 1966 aparece en Brasil otra muy desglosada clasificación: "En cuanto a grupos humanos: 1) Presidiarios; 2) Delincuentes; 3) Psicóticos o Neuróticos; 4) Prostitutas, proxenetas y homosexuales; 5) Marítimos; 6) Militares; 7) Operarios y artesanos; 8) De esnobes. "En cuanto a motivación: 1.- Eróticas: a) amorosas, b) lujuria y perversión, c) obscenas, d) pornográficas. 2.- Humor: a) odio (venganza), b) tristeza, c) alegría, d) desesperación. 3.- Religiosas: a) votivas, b) supersticiosas y cabalísticas, c) Exorcísticas. 4.- Políticas: a) pseudo patrióticas y sectarias, b) belicosas, c) jerárquicas. 5.-Episódicas: a) conmemorativas, b) autobiográficas, c) humorísticas. 6.- Identificación: a) profesionales, b) judiciales" (Meton, 1966: 73). Rebasando la perspectiva prejuiciada, pero continuando con la clasificación como sistema de estudio al que le imprime cierta movilidad (tatuajes complejos) en cuanto a la construcción que pueda realizar el sujeto que los observa, en l970, Sergio García Ramírez en México, retoma la clasificación hecha por Martínez Baca en 1899, y propone: "sustituirla por otra de tres términos: tatuajes religiosos, ornamentales y amoroso (en lato sentido), términos que a su turno pueden -y suelen- aparecer combinados para dar lugar a tatuajes complejos en cuanto asocian varias figuras más o menos independientes de una misma especie (complejo específico), sea en tanto que ofrecen -y esto es lo más frecuentedistintas figuras correspondientes a especies diversas (complejo genérico)" (García Ramírez, 1994: 217). En los estudios que se han hecho de los tatuajes a partir de la clasificación de estos, nos muestran a estos símbolos encajonados, donde los tatuajes son observados como una expresión estática, al quitarle la posibilidad del análisis sistémico para el estudio de los fenómenos de identidad colectiva, que parta de la consideración del doble momento metodológico “Un momento fenomenológico en el que se acepta la identidad, la creencia, el sentimiento, la conciencia en cuestión, su definición de la realidad y se observa cómo determina el comportamiento; este momento garantiza la inexistencia de un juicio sobre la cientificidad de la imagen de la realidad, lo que constituiría un auténtico juicio de valor. El momento genético garantiza la consideración de la imagen como variable dependiente, acercándonos a sus determinaciones objetivas y a los mecanismos

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sociales de producción y reproducción de la imagen. Este doble momento nos acerca a la arbitrariedad lógica y a la determinación social de todo fenómeno social...ignorar los fetiches y las ilusiones de una época es ignorar aquello que mueve a los seres humanos; reconocerlos como única realidad sería reconocer que no hay mejor sociología que el sentido común, en el sentido más estadístico que podamos otorgar a la expresión" (Pérez-Argote, 1986: 89-90) Al ser los tatuajes observados desde la perspectiva de la clasificación, se nos presentan como una expresión estática cosificando al hombre y en este sentido lo que se pretende es proponer mecanismos explicativos de la conducta (la práctica de tatuarse), ya que el interés es respecto al hombre que porta estas marcas y no de la grafía, de la sociedad que encarna en los hombres, que a su vez son actores particulares, con sus propios intereses e inmersos en situaciones concretas que es la que los lleva, en muchas ocasiones, a decidir tatuarse. Al clasificar a los tatuajes, se deja de lado que en estos símbolos están presentes diferentes razones que preceden al tatuaje y que tienen su explicación en la sociedad que las crea, pues como manifestación cultural que son los tatuajes, se generan y se recrean en la sociedad misma. Y si bien, debemos partir de la sociedad como generadora de la identidad, debemos también aceptar que no reproducimos de manera mecánica las pautas de comportamiento que se difunden socialmente, y aceptar que existen respuestas divergentes, las que están centradas en el interés propio; además que en estas clasificaciones se ha dejado de lado, o mejor sería decir, no se a tomado en cuanta, el ¿por qué? de la toma de decisiones, la decisión de tatuarse ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Con Quién?, ¿Por qué?. Al clasificar a los tatuajes, se nos muestran como una manifestación cultural desvinculada de la sociedad y sin interacción con la misma sociedad; en el caso de los tatuajes hechos como escarnio, la presencia de la sociedad en la práctica del tatuaje es directa y sin tomar en cuenta la opinión del tatuado. En estas interpretaciones basadas en la clasificación, se está ante la imposibilidad de hacer generalizaciones. Al mostrarnos al tatuaje de manera estática se pasa por alto, o mejor sería decir que no se observan las relaciones causales de las que se desprende esta práctica; razones que generalmente actúan de manera conjunta y no necesariamente una a la vez. Como sería en el caso de los tatuajes que se hacen como ritos de paso en la pubertad, que tiene a la vez: un sentido mágico ayudando a la fertilidad, un sentido estético, identifican y diferencian, representan un grado jerárquico dentro de una sociedad, además de otros motivos que puedan estar detrás de estas marcas. Las razones que dan origen a los tatuajes, no tiene porqué mantenerse por siempre influyendo y ocupando el mismo grado de jerarquía que tuvieron cuando se decidió marcarse el cuerpo. Sería no entender a la identidad como un constructo.

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LA MIRADA SISTÉMICA. ADAPTACIÓN Y HABITUS: LOS TATUAJES EN LAS ISLAS MARIAS. Si bien el estudio que se presenta parte de la crítica a las teoría que han tratado de explicar la práctica del tatuaje desde una perspectiva prejuiciada, donde la descalificación se da de inicio, como un referente que pretende imponer las formas de dominio de cuerpo “todo lo que se considera extraño recibe, en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión, cuando se trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de explicar” (Foucault, 1996: 13), sería insuficiente mantener el trabajo en la crítica, si no se propone una perspectiva analítica que sea congruente con la mirada sistémica a partir de las categorías propuestas para la instrumentación del análisis y la construcción de un mecanismo explicativo del fenómeno en cuestión, en la medida que se construye con los hechos que suceden en la realidad. Proponer un modelo explicativo donde su estructuración se base en la construcción de un sistema de relaciones racional y lógicamente elaborado, implica que los tatuajes no sean interpretados como una manifestación estática de la cultura, por lo que estas grafías en sí mismas, resultan insuficientes para entender el sentido atribuido, que es producto de las condiciones sociales de producción y reproducción de las imágenes. Proponer un modelo explicativo de la práctica del tatuaje implica rebasar la interpretación parcial y valorativa que se puede hacer de estas grafías, lo que hablaría más del sujeto que emite los juicios, que de quien se ha (o le han) realizado estas marcas. Lo que importa, para entender esta práctica, es estudiar al hombre que porta los tatuajes y el contexto en el que se realizaron. Es considerar como elementos fundamentales en un sistema de relaciones lógicas, las condiciones sociales de producción, que nos den cuenta del sentido de estas prácticas. Entender, también que la sociedad encarna en los hombres, que a su vez son actores particulares, con sus propios intereses e inmersos en situaciones concretas que los llevan, en muchas ocasiones, a decidir tatuarse. En los tatuajes están presentes diferentes fenómenos que preceden e inciden en la práctica y en los juicios evaluativos que se tiene respecto a estas grafías. Juicios que se van modificando con el tiempo en los diferentes actores sociales, aún en un mismo actor social que lleva el tatuaje, en quién no solo cambia su juicio evaluativo respecto a estas grafías corporales conforme pasa el tiempo, sino que éste juicio también se modifica en diferentes contextos, de ahí que mucho se marquen en zonas donde poderlos mostrar a conveniencia o el que mucho deseen quitárselos, pues somos producto de constantes construcciones que hacemos de lo que percibimos, aún nuestra propia auto-percepción. Si bien es a partir de los contextos sociales de donde se construye de la identidad, debemos también aceptar que no reproducimos de manera mecánica las pautas de comportamiento que se difunden socialmente; y reconocer las respuestas divergentes, que están centradas en el interés propio y

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en evaluaciones, incluyendo las estéticas, que responden a circunstancias, que deben llevar a considerar los contextos en los que se realizan los fenómenos, a la evaluación de estos, donde encontramos frecuentemente juicios valorativos. De manera que este capítulo no incluirá, como categorías operativas, la de “Estigma” y “Prejuicio”, ya que la práctica del tatuaje se observa desde las categorías de “Adaptación” y “Habitus”. Categorías que se sustentan una a otra, ya que la categoría “Adaptación” implica la “Toma de Decisiones Racionales”, en busca de beneficios calculados, pero estas decisiones solo se pueden comprender si se toma en consideración al entorno, donde encontramos las facilidades y restricción, que son los indicadores que nos permiten observar desde la perspectiva de los “Habitus”, entendidos como las estructuras estructuradas que proporcionan las condiciones que posibilitan las prácticas sociales. Con estas categorías se propone un mecanismo explicativo lógico y coherente que, permita construir una explicación de la práctica del tatuaje, desde la Teoría de Sistemas. Desde la teoría de sistemas se puede observar las implicaciones que existen entre los elementos ya que los sistemas son conjuntos de elementos que tienen una cierta conexión entre sí, de tal manera que el cambio en uno de los elementos lleva consigo cambios, al menos en alguno de los otros elementos. Un sistema es una unidad de carácter analítico, que puede servir para analizar un conjunto de fenómenos, la estructuración se basa en la lógica de las relaciones entre los elementos de un sistema. Las condiciones que permiten hablar de sistemas son las siguientes: Primera condición, sería la conexión de los elementos entre sí, ésta conexión admite grados, así la coherencia de un sistema es un fenómeno relativo; por coherencia se entiende el grado en el cual los cambios producidos en alguno o algunos elementos produce cambio o cambios en los otros. Segunda condición, se refiere a los elementos. Estos se definen dentro del sistema, no por su sustrato o sus características, sino por lo que realiza dentro del todo. Lo que interesa en el análisis sistémico son las funciones de los elementos y no las características ontológicas de los elementos. La tercera condición es distinguir entre el sistema y el entorno. La estrategia de investigación en el caso de la “ecología cultural”, consiste en partir del presupuesto de que las prácticas culturales funcionan como partes de un sistema dentro del cual se incluyen los fenómenos ambientales, entendiendo por ambientación también al entrono cultural (Martínez; 1985: 24). El modelo de análisis estructurado desde las categorías de “adaptación” encuentra su correlato, complementando la perspectiva de observación en la de “habitus” (Bourdieu, 1991). La Categoría adaptación parte de que los seres humanos responden a su medio mediante ajustes funcionales (para el fenómenos que estudiamos ya que también considera ajustes morfológicos), a través de

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diferentes formas que para el caso sería la regulación del comportamiento; así el concepto de adaptación en el caso del la vida de los presos en las Islas Marías, se refiere un proceso de cambio o de modificación que produce una mayor o mejor adecuación al entorno. Ésta adecuación se estudia a partir del concepto procesual, donde habrá que subrayar tres elementos: a) es central la variabilidad en todo proceso adaptático, por lo que será fundamental comprender la fuente de variabilidad dentro del sistema o individuos que se estudian; b) la adaptación es diferencial, las variantes son más o menos adaptadas ante las presiones selectivas del entorno; y c) la adaptación tiene lugar con respecto a un entorno determinado, las características especialmente interesantes de este entorno son la heterogeneidad o variabilidad espacial, así como la variabilidad temporal. Este estudio utiliza el concepto de adaptación calculativa o racional, para su funcionalización, ya que consiste en la elección en base al cálculo, de tal manera que se maximiza algún tipo de ventaja o se minimiza algún tipo de desventaja, lo que se observa en los estudios sobre los sistemas de reciprocidad, en los que se finca la realización del tatuaje por un tatuador y la compensación de este servicio, que parten de que las cosas que se pongan en juego no sobrepasen lo invertido a lo que se obtiene o por lo menos se espera que de esta inversión resulte un intercambio recíproco. Esta interacción se da en base a que existan expectativas de interacción continua y prolongada en el tiempo, existiendo en este tipo de relación una influencia dada por el grado de parentesco y de amistad, aumentando la obligación en la devolución de lo recibido, en la medida en que se aleja la proximidad del parentesco y la amistad. La Adaptación Selectiva, como categoría de análisis, también resulta funcional ya que implica la inclusión de variantes culturales que se introducen y consolidan a expensas de otras variantes en cuanto que ellas son más aptas para responder a condiciones nuevas, lo que está en correlación con la subcultura carcelaria que les proporciona seguridad a los internos solo si participan de ella, aún estando en contraposición a los reglamentos institucionales. Es precisamente a partir de estas estructuras que es posible entender las condiciones de facilidad y libertad que el entorno proporciona a los internos en esta cárcel y que es lo que posibilita la práctica de tatuarse en este lugar. Propongo que los estudios de adaptación han de realizarse desde los Modelos de Toma de Decisiones, donde el actor social es entendido como un conjunto de creencias, de deseos y preferencias, en base a esto instrumenta estrategias posibles que están condicionadas por una serie de posibilidades y restricciones (habitus); es en base a esto que decide racionalmente tatuarse, maximizando a partir de un cálculo estratégico de efecto esperado. “Aquí decidir racionalmente es resolver un problema de maximización; es decir, elegir la estrategia que mejor satisface los deseos del agente dadas sus creencias y

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restricciones” (Di Castro, 2002: 46). En el marco de la adaptación, el tatuarse dentro de las cárceles, se puede instrumentar en la elección de los observables desde la categoría “habitus" propuesta por Bourdieu (1991). En las Colonia Penal Federal Islas Marías el tatuarse está prohibido, lo que resulta un obstáculo para que ésta práctica se realice en condiciones higiénicas, es común que a los tatuadores que se les sorprenda trabajando se les aplique un castigo, además de recogerles sus instrumentos de trabajo, junto con las revistas, muestrarios de bordados y dibujos en donde alimentan sus ideas plásticas. Pero a pesar de estos impedimentos, el tatuaje nutre la subcultura carcelaria en las Islas Marías, existiendo de una manera vigorosa. Es curioso observar, cuando uno está enterado del objetivo, a una persona ávida de encontrar dibujos en revistas y libros en la biblioteca de la isla, que tiene como finalidad apoyar al sistema educativo, y que en realidad apoya a quien la utilice. Regidas por severos reglamentos, en las Islas Marías los internos han encontrado la forma de pasar, más que por encima, por debajo, de las normas institucionales que regulan su conducta. Por esto, en este lugar, en el que se requiere ocultarse para poderse tatuar, la valentía, la clandestinidad, lo prohibido, el riesgo, la complicidad, el no denunciar y la reproducción de comportamientos y prácticas habituales, juegan un papel dentro de la Subcultura Carcelaria que existe al margen de lo permitido, donde el tatuaje aparece como una expresión de otro código de valores que regula la vida de los presos. Tatuarse en las Islas Marías, implica penetrar al espacio de lo prohibido por la cultura institucional, pero habitual dentro de la subcultura carcelaria, y es aquí donde florecen las prácticas culturales que comparten a los participantes en el proceso de tatuaje, y participantes también de esta subcultura. A un "chiva" ni se le pinta, ni se le invita a ver tatuar (se le dice “chiva” a los delatores). El tatuarse dentro de las cárceles, se puede explicar desde la categoría “habitus” en tanto que instrumenta las observaciones de las condiciones medioambientales que posibilitan la práctica de tatuarse. Entendiendo al “habitus” como una práctica proveniente de estructuras que se han mantenido dentro de un grupo social determinado, debido a condicionamientos asociados a determinadas condiciones de existencia. "Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consiente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente <> y <> sin ser el producto de la obediencia a reglas y, a

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la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser producto de la acción organizada de un director de orquesta" (Bourdieu, 1991: 92). El “habitus”, así entendido, no es libre y original en el sentido que tiene los límites propios de sus condiciones de producción y de ser el resultado de prácticas homólogas. La decisión de tatuarse, no es producto de una práctica forzada o instituida, es el resultado de una decisión personal, que es inducida por prácticas semejantes en condiciones particulares, como lo sería el tatuarse dentro de una cárcel donde aproximadamente el 75% de la población lo está, por lo que resulta ser una decisión particular desde la perspectiva de que provienen de la toma de decisiones, donde los referentes evaluativos provienen de la construcción de realidad, que hacemos de los que percibimos, siendo así un fenómeno subjetivo, que si bien resulta del proceso de socialización, no por eso deja de ser subjetivo y por lo tanto particular. Si bien la construcción de la realidad es en muchos aspectos compartida por los miembros de la misma comunidad o del mismo grupo conformando los elementos propios de la identidad colectiva, como podría ser la idea de marginalidad que se crea en las personas que han estado recluidas; no por eso debe ser pensada la construcción de la realidad en términos estrictos de homogeneidad, sino como resultante de “habitus”, que tienen su origen en estructuras que tienden a la homogeneización de la concepción de la realidad, pero que en última instancia se realizan en el individuo. Así el tatuarse en este tipo de instituciones es resultado de prácticas homólogas, sin ser el producto de prácticas forzadas o instituidas. Se explica a partir de estímulos condicionantes que solo actúan a condición de reencontrar a los agentes ya condicionados. En Antropología el trabajo de campo permite que se puedan observar fenómenos que no están a simple vista y que se desvelen mediante la práctica. La observación como un conjunto de operaciones, mediante las cuales el modelo de análisis (hipótesis y conceptos) se someten a la prueba de los hechos al confrontarlos con los datos observados, nos muestra a la práctica como parte integrante del proceso de investigación. Es la práctica la que da las pistas acerca de la teoría que habrá de buscarse para construir una explicación del fenómeno que se observa, con otra perspectiva diferente a las que se tiene desde el escritorio. La investigación se presenta siempre como una relación entre reflexión teórica y trabajo empírico que no constituye un simple análisis de lo real, a partir de un modelo de análisis. Es en esta necesaria confrontación entre teoría y realidad (y esta se da en la práctica), lo que modula la misma teoría, que modula a su vez la observación – interpretación, de los fenómenos que se estudian. La práctica de tatuarse tiene de particular a la práctica misma, realizándose en seres concretos en los que está presente su biografía, su historia cosificada en

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temores, valores, deseos, y en fin todas las cosas que nos hacen ser particulares en nuestra concreción de existencia, independientemente de todo lo semejante que seamos, somos historias particulares, si bien semejantes en muchos aspectos, particulares en cuanto a realidad concreta que somos. El “habitus” entonces será entendido como resultado de la interrelación que se da entre la reproducción de las regularidades presentes en determinados estilos de vida, y las condiciones presentes que hacen que los hombres estén, en todo momento, tomando decisiones, que a su vez están dadas en función de intereses particulares. De manera que si bien los “habitus” no son originales, pero si son particulares, en cuanto práctica que son. En la interacción aprendemos y nos apropiamos de comportamientos, los que resultan permitidos y aceptados en determinados grupos, los “habitus” son producto de la historia colectiva, que es la que conforma las estructuras objetivas que se reproducen en formas diversas, manteniendo en su fundamento estos elementos de identidad colectiva que hacen que sean propias de determinados grupos sociales, pero que adquieren formas particulares en la medida en que son realizados por individuos. Son así estas prácticas previsibles, pero no obligadas, ya que como prácticas de grupo van conformando el sentido común de determinado grupo social. "En realidad, es una relación de homología, es decir, de diversidad en la homogeneidad reflejando la diversidad en la homogeneidad característica de las condiciones sociales de producción, la que une los habitus singulares de los diferentes miembros de una misma clase: cada sistema de disposiciones individual es una variante estructural de los otros, en el que se expresa la singularidad de la posición en el interior de la clase y de la trayectoria. El estilo <>, de la marca particular que llevan todos los productos de un mismo habitus, prácticas u obras, es solo una desviación con respecto al estilo propio de una época o una clase" (Bourdieu, 1991: 104). La decisión de tatuarse dentro de este tipo de institución no es un acto que tenga como propósito consiente la consecución de alguna meta, pero es factible que la práctica de tatuarse obedezca a la búsqueda de cierta eficiencia funcional, como la de marcarse para poder ser reconocido en un momento dado. En base a la búsqueda de esta eficiencia, por ejemplo, una persona que se tatuó su tipo de sangre, en prevención de algún accidente o el interno que se tatuó un naipe con una A y una V, que son las iniciales de su nombre, pensando en la posibilidad de que si sufría algún accidente o fallecía, por medio de este tatuaje su madre lo podría reconocer. En la búsqueda de la eficiencia funcional, solo que en otro sentido, es posible encontrarnos con tatuajes que han servido de práctica, mientras se adquiere la destreza; así es común que los tatuadores estén marcados con dibujos inconclusos o no bien terminados, abundando los tatuajes

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muy pequeños, estos se encuentran por lo general en los lugares que se les facilita para tatuarse ellos mismos, debido a que en un principio los tatuadores practican en su propio cuerpo, por lo que predominan en el lado izquierdo del cuerpo, principalmente en los brazos y en las piernas, donde además se puede ocultar un tatuaje mal hecho. También en búsqueda de cierta eficiencia funcional, es común encontrarnos con pequeños tatuajes que son puntos o líneas, y que la gente se los hace para ver si la técnica o el colorante funcionan, así es común observar en la gente tatuada un pequeño tatuaje de prueba, junto a sus tatuajes principales. También es factible que pueda estar presente la práctica de tatuarse como rito de iniciación o como parte del acuerdo de un grupo que comparte elementos de identidad, he incluso que el tatuarse sea una forma de estrategia a la que recurra alguien para lograr una mayor aceptación por parte del grupo en el que está inmerso o al que pretende integrarse. "No se excluye de ningún modo que las respuestas del habitus vayan acompañadas de un cálculo estratégico que trata de realizar conscientemente la operación que el habitus realiza de otro modo, a saber, una estimación de las probabilidades suponiendo la transformación de efecto pasado en el objetivo anticipado, esas respuestas se definen en primer lugar fuera de todo cálculo, en relación con potencialidades objetivas, inmediatamente inscritas en el presente, cosas por hacer o no hacer, decir o no decir, en relación con un porvenir probable" (Bordieu, 1991: 93). Las disposiciones para que el “habitus” se realice están dadas por:   

Posibilidades – Imposibilidades Libertades y Necesidades Facilidades y Prohibiciones.

Las Posibilidades, se muestran a partir de la existencia de tatuadores, que son muy fáciles de localizar en este lugar y de hecho muchos es aquí donde se capacitan, debido a que es un recurso para la subsistencia, mediante sistemas de intercambio. Las imposibilidades, se muestran mediante las tecnologías, ya que en las Islas Marías es difícil poderse realizar un tatuaje con diferentes tipos de colorante, al estar prohibido este tipo de práctica las autoridades de la institución no permiten que entren a esta cárcel colorantes que se puedan utilizar para que los internos se tatúen, así como tampoco permiten que se introduzca al penal revistas especializadas sobre tatuaje, lo que incide en el tipo de grafías que se tatúan al interior de esta cárcel.

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Libertades, que están dadas en base a la subcultura carcelaria, que se fundamenta en el no denunciar, protegiendo y posibilitando este tipo de “habitus” de manera tan efectiva y que hace muy poco efectiva la prohibición que mantiene la institución con respecto a la práctica de tatuarse dentro de las Islas Marías. Necesidades, que impulsan ésta práctica ya que es precisamente de su trabajo que los tatuadores obtienen los recursos para su subsistencia, en un lugar donde es muy difícil vender la fuerza de trabajo o generar recursos económicos. Facilidades, que están dadas tanto por la subcultura carcelaria, como por los precios muy económicos que puede costar la realización de un tatuaje: un tatuaje de aproximadamente 5 cm. de diámetro tiene el costo del equivalente al precio de un frasco de café mediano; aunque en muchas ocasiones el costo de un tatuaje está dado por otro tipo de intercambio, en el que influye la proximidad en cuanto a la amistad o el parentesco, pudiendo intercambiarse un trabajo de tatuaje por ropa, cigarrillos o por algunos servicios, e incluso no costar nada en un momento determinado, cuando la sesión de tatuaje adquiere tal intensidad que resultan más tatuados de los que se esperaba, se dice de este tipo de sesiones que al tatuador se le calentó la mano. Prohibiciones: por lo que hace a la subcultura carcelaria se dice que a un “chiva” ni se le pinta ni se le invita a ver tatuar, además de ser una práctica prohibida por la institución carcelaria. La construcción de mecanismos interpretativos a partir de análisis sistémicos, se estructura desde el diseño de los “Modelos de Análisis” que parten desde el trabajo exploratorio donde amplían su perspectiva de análisis, permitiendo guiar el trabajo en forma sistemática, lo que sería propiamente la estructuración de un modelo de análisis, que se construye de la unión entre las problemáticas y el trabajo de indagación. De hecho el modelo de análisis se prepara a medida que se avanza en la fase exploratoria. Lo mismo sucede con la conceptualización, que si bien constituye una estructuración abstracta que da cuenta de lo real, si bien no da cuanta de todos los aspectos de la realidad a la que se refiere, expresa lo esencial desde la perspectiva del investigador, de ahí que sea una estructuración – selección. Esta estructuración no es una especulación, su objetivo es situar a la realidad y confrontarla. Así los indicadores son manifestaciones objetivamente localizables y medibles de las dimensiones del concepto, que como manifestación fenomenológica, se eligen como variables, que adquieren validez externa en la medida que dan cuanta del fenómeno que se pretende estudiar; para ello se han de definir fenómenos que sean susceptibles de ser observados, medidos y expresados en datos. Así los análisis sistémicos se estructuran por un razonamiento abstracto: deducción, analogía, oposición, implicación; parten del comportamiento de los objetos reales y los conocimientos

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que se tienen de estos objetos, así la estructuración se basa en la lógica de las relaciones entre los elementos dentro de un sistema. En este contexto habrá que estructurar en el sistema de relaciones, otros elementos presentes en las interacciones. Dentro de la práctica del tatuaje encontramos a la estrategia de "Toma y Daca" (Alxerod, 1986) como forma de adaptación dentro de las Islas Marías, pues es a partir del intercambio equilibrado (Shalins, 1977) que los tatuadores, por medio de su trabajo, obtienen los recursos para su manutención. En el intercambio tatuadores y tatuados están constantemente ante la cooperación de los demás presos, ya que en esta práctica encontramos presentes los principios de identidad colectiva de los internos, que son propios de la subcultura carcelaria, como son: la valentía, el no denunciar, le heterosexualidad y los acuerdos sociales informulados (García, 1992); y en la medida que ésta práctica está prohibida, y por lo tanto requiere del ocultamiento, la complicidad, el no meterse en asuntos ajenos; la práctica del tatuaje requiere de la cooperación para que se pueda realizar. La cooperación observada sobre la base de la reciprocidad, en la que se busca el equilibrio de lo que se invierte y lo que se obtiene de lo invertido, esperándose de esto una relación proporcional, cobra una peculiaridad ya que está condicionada por las características del entorno, cuando se habla del entorno en Antropología Ecológica, se consideran a los factores del entorno medioambientales, como agentes que inciden en la cultura, así se requiere de incluir en el concepto de entorno tanto al entorno natural como social, la interacción de ambos. En cuanto al entrono natural, habrá que decir que no debe de considerarse como un área pasiva, el entorno es un conjunto de recursos cuya obtención plantea problemas y oportunidades para el comportamiento humano, por lo que habrá que evaluar los factores limitantes, que hacen que las características de los recursos varíen, así como su importancia. La variabilidad de entorno, tanto espacial como temporal, hacen que los recursos no puedan ser considerados de modo estático, las adaptaciones también cambian y varían (Martínez; 1985: 30). En este lugar al ser los recursos económicos muy escasos, los intercambios se dan sin la estricta mediación del dinero, aunque los tatuadores tengan establecidas las tarifas de precios para la realización de su trabajo, tarifas que son muy económicas y actúan como facilidades, que son parte de las estructuras estructurantes que permiten que se mantenga está práctica. Así la cooperación permite una forma de intercambio de toma y daca, en el cual no se requiere la compensación inmediata, aunque se espera, y se establece como compromiso la devolución de los bienes o favores dados, lo que es muy factible en estos espacios, ya que dentro de la cárcel existen expectativas reales de interacción continua y prolongada entre los internos. Sin embargo, no debemos de pensar que los internos, tan solo por el hecho de serlo, interaccionan en términos

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de cooperación; la cooperación como forma de intercambio se encuentra influenciada por el grado de parentesco y amistad, que obliga a la devolución de lo recibido en la medida en que se aleja la proximidad del parentesco y amistad (Shalins, 1977). Siendo la seguridad una de las principales prioridades dentro de las Islas Marías, obliga a la cooperación que se apoya como necesidades, posibilidades, libertades y facilidades en los contratos sociales informulados. Lo que no quiere decir que los internos cooperen entre sí constantemente en su interacción, de hecho la cooperación no se da a partir de una conciencia grupal con un fundamento moral como principal razón; se da por motivos de conveniencia, para que se puedan cumplir los intereses propios que aparecen como intereses comunes. La cooperación esta fincada en el compartir intereses comunes, que encuentran su explicación en el interés propio. Al estar la práctica del tatuaje apoyada en la necesidad de obtener recursos, que junto a la seguridad son las prioridades que existen dentro de las Islas Marías, lo que a su vez se apoyan en la cooperación basada en contratos sociales informulados que son los que permiten la realización de esta práctica, encontramos la práctica de tatuarse formando parte de las estrategias de toma y daca, como un intercambio que se realiza en una integración no conflictiva entre los internos, que conlleva elementos de identidad colectiva, sustentados en la subcultura carcelaria, lo que facilita, en su medida, la adaptación al medio. Si la identidad colectiva se inicia a partir de la adscripción a la misma institución, donde existen dos grupos perfectamente diferenciados: internos y personal (Goffman, 1992), esta adscripción se sostiene, por parte de los internos, en la medida en que se mantengan y se respeten los elementos que conforman la subcultura carcelaria. Así el hecho de que muchos internos decidan tatuarse, reproduce los elementos de identidad colectiva propios del grupo social; y en la medida en que la práctica de tatuarse reproduce y mantiene “habitus”, forma parte de un "saber tirar el tiempo", que como estrategia de adaptación tiende hacia la "colonización" (Goffman, 1992), permitiéndole al interno, en cierta medida, una mejor integración a la subcultura carcelaria que comparte y reproduce, y dentro de la cual resultaría muy peligroso estar excluido; por lo que esta práctica responde y mantiene a las estructuras estructurantes propias de la condición de vida de los internos. Es por estas razones que la práctica de tatuarse incide en el proceso de colonización como estrategia de adaptación, en la medida que hace más aceptables a los que participan de esta práctica. En las Islas Marías es común encontrarnos con personas que están tatuadas desde el cuello, hasta los pies; y que procuran balancear sus tatuajes al irlos

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poniendo: un diablo igual en cada muslo; dos calaveras idénticas en los antebrazos; en un pecho un tupido ramo de flores y en el otro dos corazones entrelazados, atravesados por una flecha y en medio el nombre de una mujer. Es difícil observar un dibujo que abarque todo el cuerpo o una gran parte de él, salvo el caso de las vírgenes o los cristos que ocupan todo el pecho o toda la espalda. La forma como van surgiendo los tatuajes en este lugar es por medio de dibujos no muy grandes, que se van posesionando poco a poco del cuerpo, a excepción de la cara. en donde si acaso se llegan a tatuar se pintan cosas muy delicadas como el tatuaje del “burro” quien se hizo tatuar dos pequeñas lágrimas escurriendo del ojo izquierdo, que es un tipo de tatuaje común en la cárcel y que su sentido es la asociación que la estancia en la cárcel se acompaña de sufrimiento. Muchos de los tatuajes, sobre todo los de gran tamaño, tiene que hacerse por partes, pues el dolor y la irritación a la que se somete la piel llega a ser tan severa, que hace imposible que en una sola sesión se lleve a cabo todo el proceso, por lo que es muy común en este lugar observar tatuajes a medio terminar, vi una virgen de la que había nacido apenas su silueta y que ocupaba el contorno de una espalda musculosa, que no podía terminar de surgir, hasta que los efectos de la primera sesión amainaran, pues la irritación era tan grande que se iba a requerir mínimamente de una semana de descanso, para poder continuar el trabajo. Pasar por cualquiera de las calles de las Islas Marías es una experiencia rica para los curiosos y vemos los tatuajes asomándose por los hombros, cuello, en los pies o en cualquier otra parte del cuerpo. En este lugar tan común es encontrar cristos y vírgenes, como diablos y claveras, que son de los tatuajes más comunes junto con las mujeres, los nombres, las fechas que hacen compañía en el encierro, además de los pavorreales que son un recurso para borrar antiguas marcas fundiendo en el exuberante plumaje la huella no deseada, aunque es factible encontrarse cualquier cosa. La gente se jacta de traer dibujos originales, en esta construcción de identidad donde se exacerba el carácter de individuo al vivir en un espacio donde la institución los con-funde al despersonalizarlos en la categoría de internos. De api que se posible encontrarnos con king-kong atrapado en un pecho o una mano cubierta por una telaraña; los personajes alusivos a la mariguana son frecuentes y los vemos sosteniendo un “porro” retratados en la espalda, en las piernas o en cualquier lugar; no falta algún arpón de morfina o un hongo decorando a quienes han tenido la experiencia, tampoco faltan los motivos marineros pudiendo ser Popeye, anclas o tiburones. Los tatuajes de mujeres son muy frecuentes, precisamente por su ausencia, siendo la práctica heterosexual lo que más se extraña y se desea en el encierro. Tatuajes de mujeres hermosas que con ternura abrazan un hombre, mujeres sensuales que desbordan su cabellera en un brazo, mujeres sirenas, mujeres

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obscenas, mujeres desnudas, semidesnudas, ocultas en un velo, mujeres charras enfundadas en sombrero de ala ancha, mujeres demonio que por rostro tienen calavera y por pubis otro diablo; pero mujeres, siempre mujeres. Los tatuajes de diablos son impresionantes y muchos de éstos llegan a captar en sus muecas la maldad, la ferocidad y la ironía, mientras enseñan la babeante lengua, fijando sus penetrantes ojos inyectados, coronados por cuernos retorcidos; diablos catrines que con su vestir no ocultan su maldad, sino que hacen pensar que el vestido también es un recurso en los malévolos propósitos; diablos desnudos de larga cola, diablos sonrientes, pero nunca inocentes diablos; vi un diablo que fornicaba con una mujer, cuando el tatuado movía el bíceps. Un tatuaje que desgarra la conciencia es el hermoso "MADRE MIA", que como grito suplicante la llama y la recuerda desde el lugar más profundo de la cárcel. Envuelta entre rosas como virgen, es uno de los tatuajes más bellos de las Islas Marías. En los estudios que se han hecho de los tatuajes, nos muestran a estos símbolos encajonados en arbitrarias clasificaciones, en las que presentan a los tatuajes como una expresión estática, al quitarle la posibilidad de múltiple lectura que tiene estas grafías corporales, lectura que depende de su relación con otros acontecimientos implicados en el proceso social en el que fueron realizados y en el que son leídos, por eso la visión estática que conlleva la clasificación los muestra con un sentido unívoco, que le asigna quien los clasifica. Para explicarnos la práctica del tatuaje, comparto la opinión de Alfonso Pérez Argote, en cuanto a la metodología con la que se tienen que abordar los estudios de construcción de la identidad colectiva: "El análisis de los fenómenos sociales de identidad colectiva debe hacerse, en mi opinión, a través de un doble momento metodológico. Un momento fenomenológico en el que se acepta la identidad, la creencia, el sentimiento, la conciencia en cuestión, su definición de la realidad y se observa cómo determina el comportamiento; este momento garantiza la inexistencia de un juicio sobre la cientificidad de la imagen de la realidad, lo que constituiría un auténtico juicio de valor. El momento genético garantiza la consideración de la imagen como variable dependiente, acercándonos a sus determinaciones objetivas y a los mecanismos sociales de producción y reproducción de la imagen. Este doble momento nos acerca a la arbitrariedad lógica y a la determinación social de todo fenómeno social...ignorar los fetiches y las ilusiones de una época es ignorar aquello que mueve a los seres humanos; reconocerlos como única realidad sería reconocer que no hay mejor sociología que el sentido común, en el sentido más estadístico que podamos otorgar a la expresión" (Pérez Argote, 1986: 89). Así con un sentido mágico protector que vi en las Islas Marías un tatuaje que traía pintado un colono, quién en su brazo derecho

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tiene tatuada "La Espada del Retiro", que pendiente de un gancho se sostiene en serpenteante cinturón, del que cuelgan de sus extremos dos mechudas borlas. Este tatuaje defensor retira de quién lo porta, al acechante peligro, a la terrible compañía que es la mala suerte, a las envidias y a las malas influencias. En el Mercado de Sonora, en México D. F. encontré la estampa de "La Espada del Retiro", acompañada de un sahumerio que se quema mientras se invoca esta oración: "Casa de Jerusalén, donde Jesucristo entró, el mal al punto salió entrando a la vez al bien, yo pido a Jesús también, que el mal se vaya de aquí, y el bien venga para mí, por éste Sahumerio. Amén". Los "pintos"2 viejos saben que quien sale de la cárcel no debe de llevarse nada, salvo la ropa que trae puesta y ya cuando dejan la cárcel la tiran o la queman. Dicen también que cuando alguien sale libre de las islas, no debe de voltear la vista atrás mientras atraviesa el muelle para abordar el barco, pues quien mira atrás, regresa. Nada quisieran llevarse, pero el recuerdo imborrable los acompañará durante toda su vida, al igual que sus tatuajes que se hicieron dentro de las Islas Marías, único recuerdo que vale la pena conservar y que será mostrado con orgullo, pues manifiesta como en los antiguos marineros, la prueba de su estancia por lugares extraños.

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A las cárceles se les conoce como "pintas", esto es debido a que en estos lugares es muy común que la gente se tatúe.

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NOTAS 1

La práctica de tatuarse líneas en las partes afectadas por dolores reumáticos y el utilizar tatuajes para combatir dolores de cabeza, así como el tatuar sobre tumoraciones, la pude observar y registrar en Marrakech, en junio de 1994. - Al preguntarle a la mujer que me tatuó, quién traía varios tatuajes curativos en las rodillas y en las muñecas: ¿que si ella curaba?, me contestó que sí, mostrándome unos tatuajes en sus muñecas y en sus piernas, que consisten en dos líneas arriba de las rodillas. Me dijo que eran para el dolor articular. - ¿Y el tatuaje de la mano?: "Para el dolor de huesos". - En las muñecas tiene tatuadas unas estrellas y unos puntos, y me dijo que eran para el dolor de cabeza, que tenía mucha calentura y con eso se quito el dolor. - ¿Y estas? (refiriéndome a los tatuajes de sus rodillas):"Porque para el dolor de los pies hay una medicina muy tradicional y va con este médico muy tradicional y le jala el dolor (el tatuaje le jala el dolor). En Sidi Fadma, comunidad bereber que se encuentra a 50 km. de Marrakech, Marruecos, pude observar mujeres con tumoraciones en el cuello, quienes habían recurrido al empleo de tatuajes para enfrentar su enfermedad, marcando con cruces en la zona del tumor. 2

La Antropología Criminal, "se inició propiamente con las investigaciones de César Lombroso y se popularizó con la idea del criminal mato. Esta ciencia dio lugar a la Antropometría" (Orellana, 1978)

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