Síntesis Liches. Kant Arte Y Belleza Filo Estética.docx

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KANT

Kant (1724-1804), expone su pensamiento estético en su obra: La crítica del juicio, (1790), con la intención de resolver problemas suscitados en La crítica de la razón pura y la Critica de la razón práctica. Entre los que se encuentran el arte y la belleza que para él constituyen un problema filosófico, que adquiere las características específicas de su método trascendental al margen de cualquier preocupación ontológica y psicológica. En Kant, la dimensión trascendental no pertenece a las cosas, sino a la sensibilidad y a la razón del sujeto, provistas de forma a priori. Los trascendentales kantianos explican la limitación propia de la sensibilidad y del conocimiento humano porque contraseñan no la realidad, sino las formas propias de la sensibilidad y del intelecto del sujeto cognoscente; así, no considerará la belleza en cuanto propiedad constitutiva de las cosas, sino más bien en cuanto produce en nosotros una reacción subjetiva en el acto de percibirla. Este tratamiento kantiano propone la posibilidad de un conocimiento que supere la dicotomía entre el mundo sensible y el mundo inteligible, entre fenómeno y noúmeno. La crítica de la razón pura, presentaba una concepción construida sobre la base del modelo físico-matemático. Cuando Kant se refiere a la estética trascendental no se ocupa en ningún momento de la belleza, sino de la determinación del estatus del conocimiento sensible, de las formas puras de la sensibilidad. Según éste autor, la razón teórica pura es limitada, a él no le interesa la realidad del mundo exterior, sino la posibilidad de un conocimiento objetivo, es decir, universal y necesario. El mundo de la razón es cerrado y coherente; más que en descubrir la verdad, la razón debe empeñarse en evitar los errores, como razón pura no puede traspasar sus límites, no tiene la capacidad de objetivar la realidad en sí, sobre la que solamente posee ideas no verificables, de la razón o trascendentales: el alma, el mundo y Dios, por tanto la razón es consciente de la insuficiencia de la experiencia y de su tendencia a unificar todo. Esto obliga al hombre a pasar de la posición teórica a la práctica para conquistar existencial y dinámicamente aquello que no puede alcanzar en el conocimiento conceptual. Ser libre, significa obrar de acuerdo a las exigencias de la naturaleza racional del hombre, de conformar las propias acciones a la ley moral que siendo formal no está ligada a ningún conocimiento exterior y por eso es pura, a priori y, por lo tanto autónoma. La actividad del hombre no puede ser determinada por nada exterior a él, sino solamente por su capacidad de formular la ley racional.

La crítica del juicio Recordemos que en sus dos Críticas Kant crea una incomunicabilidad entre el mundo de la naturaleza y el mundo de la libertad, las condiciones de posibilidad tanto del conocimiento teórico como del práctico. En esta Crítica del juicio, propone la posibilidad de un acuerdo entre uno y otro mundo, el de la necesidad y el de la libertad; la preocupación aquí es metódica, crítica: la búsqueda de la unión entre el mundo de los fenómenos, sometido a las leyes de la necesidad, y el de la moralidad, del noúmeno, constituido esencialmente por la libertad. El entendimiento es legislador a priori de la naturaleza como objeto sensible, para un conocimiento teórico de la misma en una experiencia posible. La razón es legisladora a priori de la libertad y su propia causalidad, como lo suprasensible en el sujeto, para un conocimiento incondicional práctico. El concepto de la libertad, el noúmeno, debería poder ser pensado en relación con la naturaleza, con las leyes que rigen el fenómeno. La naturaleza debería poder ser pensada en modo tal que exista un acuerdo entre la sumisión a las leyes (necesidad) y la posibilidad de una finalidad (libertad). El concepto de belleza debe realizar en el mundo sensible el fin propuesto por sus leyes, y la naturaleza por lo tanto, debe poder pensarse de tal modo que al menos la conformidad a leyes que constituyen su forma concuerde con la posibilidad de los fines, según leyes de libertad, que se han de realizar en ella. Kant utiliza la distinción entre Juicio reflexionante porque está limitado a consideraciones puramente formales que no afectan a la constitución del objeto, mientras el juicio determinante constituye el objeto, lo determina, haciendo de este modo que sea aquello que es. La belleza no es otra cosa que la expresión de esta finalidad sin fin, universalidad sin concepto, placer sin interés. Kant considera que la clave de la Crítica del Juicio está justamente en encontrar el fundamento de la universalidad de tales juicios. Tal fundamento será, el libre juego de las facultades cognoscitivas, es decir, la imaginación, que produce el esquema trascendental que permite la relación entre las representaciones sensibles y los conceptos puros, y el intelecto. Kant distingue lo bello de lo sublime. Si lo bello implica limitación, lo sublime puede encontrarse, también, en un objeto informe. Mientras el objeto bello parece dirigirse hacia nosotros, en cuanto que es adecuado a nuestras facultades cognoscitivas, lo sublime traspasa los límites de la imaginación y parecería, a primera vista, chocar con las expectativas del sujeto. Lo propiamente sublime no puede estar encerrado en forma sensible alguna, sino que se refiere tan sólo a ideas de la razón.

En la contemplación de la belleza, el mundo natural encuentra al mundo de la libertad, como si encontrase así su verdadera esencia. Además el autor distingue el juicio estético y el juicio teleológico; en el primero el principio de finalidad es inmediato, en este juicio no se conoce nada del objeto; en el juicio teleológico, aunque el principio de la finalidad no sea propiamente un concepto, es mediado por una representación objetiva. El interés que la belleza natural despierta conduce a Kant a buscar en el hombre una facultad que manifieste el poder de la naturaleza, a introducir, en resumidas cuentas, el arte en la naturaleza. Por este motivo, la teoría kantiana de la creación artística es esencialmente la defensa de una facultad creativa en el hombre –el genio– a través de la cual la naturaleza reglamenta el arte. El genio no es otra cosa que una capacidad creativa innata, natural. El arte no se debe confundir ni con la naturaleza ni con la ciencia. En el primer caso, porque los productos naturales no proceden de ninguna reflexión; en el segundo, porque el arte no es fruto de la sola reflexión racional. El arte procede de una actividad racional, pero no objetiva. Las bellas artes son posibles como producto del genio. El genio es, por lo tanto, la capacidad espiritual innata mediante la cual la naturaleza reglamenta el arte. El arte del genio representa, pues, según Kant, la capacidad de hacer comunicable el libre juego de las facultades cognoscitivas, siendo éste la capacidad espiritual innata mediante la cual la naturaleza da la regla al arte. La libertad de la experiencia estética encuentra su fundamento en la naturaleza misma.

Ulises Pejendino Santacruz III Filosofía

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