Las Voces Del Espanto - Toto Balestri

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Las voces del espanto ToTo Balestri El largo y agobiante conflicto entre el Gobierno y un ente complejo que le gusta llamarse “el campo”, cuya representatividad está asumida por cuatro asociaciones gremiales de productores agropecuarios parece haber entrado en un nuevo tiempo. El día viernes, Clarín anunció que en el seno del Gobierno se analiza la recreación de un “organismo para intervenir en el mercado de granos”. Que yo conozca, no hubo ni confirmación ni negativa por parte del Gobierno, con lo cual no puede saberse de la seriedad de la propuesta: ¿es un proyecto que apunta a avanzar en el terreno que requieren las actuales circunstancias económicas mundiales o es una espada adicional que el gobierno agrega a su armamento para presionar al contrincante? El año pasado, cuando recrudecía la batalla cuyo desenlace transitorio en el Senado significó una especie de tregua en la guerra por la renta extraordinaria que genera la producción agropecuaria, recuerdo haber escrito, “si verdaderamente queremos tomar la renta extraordinaria y garantizar precios razonables que permitan el ejercicio del derecho a la alimentación se debe avanzar sin tregua a la creación de un organismo específico con capacidad de regular, intervenir, comprar y exportar”[1]. Recordémoslo como una definición del paradigma desde donde intentaré analizar la situación. Cuando comencé a escribir, sólo percibí el trascendido y no cuento con elementos suficientes para un análisis de la propuesta. Buscando información recorrí los diarios del sábado y descubrí con espanto el mensaje obsceno, viejo, cargado de ideología y rencor de las entidades que salieron a cuestionar el proyecto, aún sin saber bien de que se trata. No era mi intención ocuparme de las “entidades representativas del campo”. Quizás podría haberlo resumido en el concepto de “gorilas”. Pero la lectura más serena de la solicitada y sus declaraciones me plantearon la necesidad de responder sobre los concepto vertidos, porque vuelven a recurrir a las mismas falacias de los economistas “al uso del sistema”, intentando vender como verdades lo que no son más que apotegmas ideológicos. Escuchemos algunas posiciones sobre el tema. La solicitada habla de “Argentina en retroceso” ¿porqué? “un sistema de esas características sólo generará perjuicios para consumidores y productores”, “provocará una disminución en la producción” y “paralizará la comercialización”. Más adelante comenta que “ya están provocando serios daños a la imagen de Argentina como proveedor confiable para los mercados internacionales de granos y derivados” y el último de los comentarios se refiere a la agroindustria estimando que se verá “en serio riesgo”. Cierra, y lo podemos aceptar a partir de reconocer un conflicto, con una amenaza de ejercicio de la fuerza, uno de los componentes del poder, cuando al comentar las nuevas instancias del agotador conflicto dicen que puede provocar “consecuencias impredecibles”. Consultado sobre el tema en el mismo medio, Weskamp, Presidente de la Bolsa de Cereales de Rosario repitió el comentario de la solicitada acerca de la confiabilidad para los mercados

granarios y agregó “el Estado hará desaparecer a todas las cadenas e intermediarios que fijan el precio por oferta y demanda, sólo el ONCCA formará como le parezca el precio y los productores irán a la quiebra”[2]. ¿Qué hay de verdad en esto? Los argumentos de la solicitada no son más que falacias ideológicas sustentadas en el viejo mito del “mercado libre” como “el más eficiente asignador de recursos”. La pavorosa crisis mundial es el ejemplo evidente de adonde conduce ese tipo de ideologías. La experiencia histórica de la Argentina y de otros países donde mantienen entes estatales interviniendo y regulando los mercados, desmiente la situación. En Argentina tenemos una rica historia de intervenciones con momentos de aciertos y desaciertos, según los objetivos de la política económica imperante en cada uno de ellos, hasta su desaparición en los inicios de los famosos noventa. Si evalúo resultados de la existencia de reguladores a través de indicadores y busco la evolución de los que miden pobreza, exclusión y desocupación, nunca fueron tan graves como cuando el modelo de “libre mercado” derivado del Consenso de Washington mostró sus conclusiones. Si busco las consecuencias sobre los pequeños y medianos productores, la comparación entre los censos agropecuarios nos indica que nunca hubo una caída tan grande de este tipo de productores. La conclusión es muy clara, estos organismos “reguladores” garantizaban su continuidad y disimulaban las posibles “deseconomías” que padecían por tamaño y desarrollo tecnológico. Sin el elemento protector, el mercado cumplió su cometido, un enorme porcentaje debió vender su campo y dedicarse a otra cosa. Podemos recordar la justificación de estas caídas, repetidas tanto por los voceros de gobiernos, de instituciones comerciales, como así también en los ámbitos académicos: “eran inviables”. Los tiempos, marcados por el paradigma de la “globalización hegemónica” requerían de una inserción “eficiente” en el mercado mundial y para alcanzar esa eficiencia colectiva era necesaria la desaparición de los productores ineficientes. ¿Donde existen sistemas similares de regulación e intervención en el mercado que nos permitan realizar la comparación? Y cuando pienso esto no puedo menos que esbozar una sonrisa. No los encontraremos ni en Venezuela, ni en Cuba. Ni en Corea del Norte, ni en Irán, ni en la extinta Unión Soviética. Lo hallaremos en Canadá, en Australia y en Nueva Zelanda. Organismos parecidos tendremos en la Unión Europea y en Japón. En la Unión Europea existen las organizaciones comunes de mercado con complejos mecanismos que van evolucionando desde el subsidio por producción y los precios sostén a posturas más liberales como remunerar al productor por la función de sostener los ecosistemas. Algo parecido hay en Japón. En ambos casos son instrumentos de política económica planificada. En los primeros países citados, estos entes que operan con una especialización por producto, vienen trabajando desde los tiempos que aquí se crearon las juntas reguladoras, en la década del 30. Han sufrido los embates del paradigma privatizador y desregulador, pero sobrevivieron. ¿Cuál es la causa de su sobrevida? Le utilidad para el Estado en el momento de formular políticas económicas, de garantizar el derecho a la alimentación.

Y, además, cada vez que quisieron tocarlos, los pequeños productores se pusieron en pie de guerra y salieron en su defensa, con lo cual los proyectos privatizadores impulsados por economistas con intereses en las transnacionales granarias, la prédica mediática y la complicidad de dirigentes políticos y gremiales, cayeron. Si en otros países los entes reguladores fueron defendidos por los pequeños productores, ¿no los hay en Argentina? Lamentablemente, nosotros fuimos el “prototipo” de la aplicación de políticas sustentadas en el viejo paradigma liberal de la globalización hegemónica, hoy en crisis. Los atisbos de defensa fueron muy precarios y no soportaron el embate de los poderes del mercado y del Estado. En el tiempo, el impacto del modelo fue modificando la base social de un modo casi perverso. Hoy son pocos los pequeños y medianos productores que perduran en su actividad. Al amparo de la sojización y las extraordinarias e irrazonables ganancias que obtenían con sólo arrendar sus campos, fueron ingresando en esta forma no productiva de rentabilidad y muchos de ellos hasta se deshicieron de sus herramientas. Por eso no asumen el proyecto en danza. Para quienes arrendaron sus campos, su proyecto personal no es producir, sino seguir obteniendo una renta fácil a través del alquiler. No les interesa un precio sostén. Si defienden el buen precio para la soja, para lo cual es necesario que se terminen las retenciones. Buscan el beneficio del arrendador que les garantiza un precio por hectárea impresionante. Lamentablemente para ellos eso se terminó con el reventón de la burbuja financiera sobre los commodities, que han vuelto a valores normales. Aún a estos valores, para el que arrienda y siembra los números cierran, pero más expuestos al riesgo y no podrán pagar los valores que pagaban por la tierra. Muchos ya han devuelto los campos a sus propietarios. En consecuencia, es falaz el argumento del perjuicio a consumidores y a los productores que aún producen. Es posible que exista perjuicio para los que alquilan sus campos. Pero este perjuicio existirá aun sin el organismo a crearse. ¿Disminución de la producción y parálisis de la comercialización? Sobre estos temas los argentinos y, quizás, el mundo nos debemos un debate. Es bueno pensar en aumentar la producción, pero ¿de qué? La pregunta nos lleva a otra ¿cómo? Si el aumento de la producción nos lleva al monocultivo, pensando en mis nietos, yo no lo quiero. Si el modo de producir enferma en el presente y ponen dudas sobre el futuro, tampoco lo quiero. Está claro que el mercado libre y los poderes que se entronizan en él llevaron a esa forma enfermiza de producción. Ya se han empezado a manifestar las consecuencias tóxicas de los agroquímicos y en poco tiempo tendremos la casuística necesaria para demostrar la relación. Es como el tabaco, hubo que esperar cincuenta años para demostrar las consecuencias sobre la salud y comenzar a regular su consumo. También en este ejemplo queda en evidencia el poder de los oligopolios productores: se sabe que enferma y mata, pero se sigue consumiendo, únicamente se evita el estímulo publicitario. Sólo a través de una intervención en el mercado que de señales diferentes a los productores será posible avanzar hacia una producción más equilibrada, sustentable, y que genere justicia. Aquí el

argumento no es falaz, pero esconde una contraparte. La disminución productiva debería darse en aquello que nos daña, pero aumentar en aquello que debemos cambiar. Y esto es lo bueno. A veces es necesario recordar que en esta toma de decisiones puede convenir convocar a los diversos actores en un proceso de planificación participativa que defina modelos de producción, sostenga a los pequeños productores y permitan a los consumidores conservar su derecho humano a la alimentación. ¿Y la comercialización? La situación es similar. El comercio de cualquier producto agropecuario supone una serie de funciones (transporte, almacenaje, transformación, intercambio, financiación, cobertura del riesgo) que habrán de cumplirse de cualquier modo. Lo que si puede ocurrir es un recambio de sujetos y el traspaso de funciones. Éstas siempre deben cumplirse, aunque pueden ser realizadas por diferentes actores. Pero cuidado, que estos cambios pueden producirse sin presencia estatal. Hoy, sin intervención gubernamental, nos encontramos que muchos comercializadores están soportando el avance de otros más poderosos que los desplazan del mercado. Por ejemplo, las exportadoras están instalando sus plantas en áreas productivas con la amenaza de desaparición del “acopiador”. ¿Constituye este cambio una mejora al productor? Estimaría que no. La ganancia que antes tenía el acopiador se la queda el exportador que además consolida su presencia en el mercado: más poder para formar el precio como se le antoja. En el proyecto en estudio parecería que la intención es que muchas funciones la realice el Estado. Si en el caso de la caída de los acopiadores no paralizó la comercialización, tampoco debería hacerlo la entrada del Estado. No obstante puede haber problemas, parecidos a los que originó el otro recambio y por el cual nadie reclamó. Siempre que algo se modifica algunos salen perjudicados y otros beneficiados. Esperemos que las cosas estén instrumentadas como para que los beneficiados sean los humildes, los desprotegidos y los perjudicados los grandes, los exportadores. Una dificultad que tendrá el Estado, en cualquier proyecto de intervención, será la carencia de infraestructura para la comercialización. En tiempos anteriores, la intervención estatal se realizaba a partir de una red de elevadores que facilitaban la presencia en zonas productivas. Además teníamos los ferrocarriles, la flota mercante y los puertos. Hoy están todos privatizados. Obligará a arrendar, a pensar como resulta posible avanzar en la intervención y control de mercado sin disponer de estructura adecuada. ¿Los daños a la imagen Argentina? Si hablamos de “imagen” ¿Cómo estará la de Estados Unidos con la quiebra de sus bancos y la crisis mundial? Sin embargo, no se conoce su riesgo país. ¿Cuál será la imagen de las corporaciones que provocaron la crisis? ¿Es ante ellas que debemos sostener una “buena imagen”? Si la imagen dañada, es la de una Argentina “prendida” de los negocios de los “traficantes de granos”, enhorabuena. Además estoy convencido que en el marco de la crisis mundial no hay imagen que se sostenga.

No obstante, se podrá vender, el problema de los alimentos hará que haya compradores y en determinados casos será más importante abastecer el mercado interno que las exportaciones. En ambos casos, será posible operar sin la participación de las corporaciones transnacionales del comercio granario. A mí me preocupa otra imagen de la Argentina: la que nos ubica como un títere alcahuete de los “poderes globales”. Sería positivo que esa imagen comience a modificarse y aparezca una Argentina responsable, que decida que y como producir según los intereses de su pueblo, que respete a las generaciones venideras, que tenga un proyecto que le sirva de guía, que comience a plantearse la “insubordinación fundante” que describe Gullo[3]. Finalmente, el argumento más serio escuchado ayer: el presidente de la Bolsa de Cereales de Rosario. No es cierto que las cadenas desaparecerán porque las funciones encadenadas deberán seguir cumpliéndose, pero sí habrá cambios en los actores que comercializan. Ya lo explicamos. No se como se conformará el organismo a crearse, pero si el proyecto en análisis esta basado en la propuesta presentada por el oficialismo en el Congreso en el año 2007 (Diputado Cantero y otros)[4], a lo sumo el Estado tendrá alguna participación en la formación del precio, pero seguirá habiendo actores privados operando y posiciones concentradas en mercados donde se formarán los precios. Solo que, supongo, ahora será supervisado, regulado. Algo parecido a lo que ocurre con los mercados de la energía eléctrica, el gas y algún otro servicio privatizado, solo que al ser los mercados agropecuarios de naturaleza oligopólica, requerirá de una mayor intervención estatal, No obstante, el tema mercado y entes reguladores merecen una atención particular, una reflexión aparte. Pero quien probablemente no lo pasará bien es el organismo cuyo presidente hizo declaraciones. No debería haber problemas en el mercado disponible. A lo sumo pasará un porcentaje bastante menor de las transacciones por la institución, si es que el Estado comercializa buena parte de la producción. Si esto ocurriese, sólo tendrá ajustar un poco su presupuesto de funcionamiento, pero podrá seguir operando. El impacto estará en el llamado gran instrumento del capitalismo: los mercados a término. Se dice que la principal función de los mercados a términos es permitir a los actores de la comercialización cubrirse de los riesgos provenientes de la evolución de los precios. Para cumplir esta función, estas instituciones requieren indefectiblemente de la afluencia de una importante cantidad de capitales que recurren en una instancia especulativa. Cualquier librito de estudio sobre los mercados de futuros y opciones nos indica que sin la especulación no pueden funcionar. Si estoy esperando cosechar, el riesgo es que el precio baje: Si estoy produciendo pollos, el riesgo que el precio suba. En estos casos quienes están expuestos al riesgo pueden ir al mercado y a través de la operatoria de “opciones” adquirir algo así como un seguro del precio a una determinada fecha. No es espacio para desarrollar la operatoria de este tipo de mercados. Dejemos en claro que su finalidad es cubrir riesgos de precios, pero su principal acción es permitir la especulación: ¿Timba? Pero si el Estado opera, puede garantizar un precio a cosecha o puede garantizar el precio de un insumo al industrial, con lo cual el riesgo también desaparece. ¿Para que necesitamos de la

especulación, si la situación se puede resolver de un modo más fácil y que no genera crisis como la financiera mundial actual? Por lo demás, ¿cuantos pequeños productores van a buscar su cobertura en el mercado a término? Casi ninguno. La mayoría ni siquiera entiende su funcionamiento. Operan los grandes intermediarios y los especuladores. Sirve para crear derivativos sobre los cuales opera la gran timba mundial. Sobre ellos se generaron espacios que sin regulación de ningún estado tuvieron una multiplicación asombrosa y llevaron a comportamientos que ocasionaron el escenario que hoy padecemos. La pérdida de importancia de los mercados a término, o lisa y llanamente su desaparición, consecuencia de un Estado activo que garantiza precios y programa su accionar no es una preocupación. Hasta sería deseable que ello ocurra. En fin, esperemos ver el proyecto de organismo y hacia donde evoluciona para volver a escribir. Pero sepamos que los argumentos de quienes se oponen sin saber sobre el mismo, no tienen razón de ser. Es un rebrote del viejo gorilismo argentino. Un volver a repetir viejos argumentos económicos de raíz liberal en defensa de la institución que permite la opresión de los poderosos: el mercado Las expresiones me causaron espanto. A veces, uno supone que la crisis deja enseñanzas. Pero evidentemente la avaricia sigue viva y ante la sorpresa de la propuesta, sólo pudieron reaccionar con un discurso que significa reafirmar la ideología que fue reestablecida en 1976 y perdura hasta nuestros tiempos. Sólo que después del 2001 aparecía de una manera velada, tenue, como un trasfondo. Nadie se animaba a realizar una reivindicación del modo se expresaron ante la noticia periodística. ToTo BaLesTri [1] Balestri. “Crisis Alimentaria” 2008 [2] Todas las citas son de Clarín de sábado 28 de febrero. [3] Gullo, Marcelo: La insubordinación fundante. Editorial Biblos. 2008. [4] Ver Balestri. ¿Llegaremos a ente para intervenir en la comercialización?. 2008

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