Disponernos Observar.
a
ser
receptivos:
Escuchar
y
"El verdadero acto de descubrimiento, no consiste en encontrar tierras nuevas, ...sino en ver con ojos nuevos." Marcel Proust
Uno de los libros que me impacto y que representa el proceso opuesto a lo que quiero plantear es el texto del neurofisiólogo Oliver Sacks: “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” es el nombre de uno de los libros más interesantes que ha escrito este autor. En él se relata el caso de un profesor de música con agnosia visual. Este hombre había perdido completamente el mundo como representación. Para suplir el déficit que le causaba esta patología degenerativa
canturreaba
melodías
concretas
para
cada
las
actividades de su vida, utilizándolas de No podemos intervenir en un
mundo
que
sabemos observar.
no
guía
y
representación
del
mundo.
También elaboraba hipótesis cognitivas de cada uno de los elementos que le
rodeaban y con los que tenía que interrelacionarse a través del tacto. No podría “dejar ir” lo único que poseía.
Lo más importante a tener en cuenta al hablar de “déjalo ir”, es no es una idea: es una experiencia que tenemos que vivir. Cuando lo discutimos como un mero concepto, es muy fácil extraviarnos: hablamos y pensamos en esto, puede que creamos comprender de qué se trata, pero eso simplemente no sea así. El dejar ir nos crea una sensación de espacio, en una manera de vacío personal, es una preparación para recibir. En nuestras vidas hay dos procesos que nos complican: “obtener” y “perder”, a menudo fuente de malestares, confusiones, egoísmos, y porque no decirlo: dolores, amarguras. Nos cuesta alcanzar algo, pero más aún perderlo. Cuando creemos saber algo, nos volvemos renuentes a las nuevas ideas, no queremos dejar ir lo que ya sabemos. Simplemente, todo parece escrito y nada nuevo por escribir. Para ellos debemos abandonar nuestras certezas, para permitir que algo nazca. En la película Episodio III, de la Guerra de las Galaxias, se escucha la frase: "Entrénate en soltar aquello que tienes miedo de perder". Picasso decía: “Siempre estoy haciendo lo que no puedo hacer, de forma que pueda aprender como hacerlo.” No es fácil. El pensamiento de Jean-Paul Sartre siempre me llamó la atención, quizás por sus cuestiones existencialistas. En uno de sus escritos señala que no es de extrañar que se opte por una vida de tipo pasional antes que por una de tipo racional, y que desconfíamos de los razonamientos pasionales, que tienden a querer demostrar a cualquier precio opiniones nacidas del amor, de los celos o del odio. Y el autor se pregunta ¿pero cómo se puede elegir razonar mal? Pues porque se tiene nostalgia de la impermeabilidad. El hombre sensato indaga entre
titubeos, sabe
que
sus razonamientos son
sólo
probables, que otras consideraciones terminarán por transformarlos en dudas; no sabe nunca con absoluta certeza adónde va; es «abierto» y puede pasar por dubitativo. Pero hay gentes a quienes atrae
la
perennidad
de
la
piedra.
Quieren
ser
macizos
e
impenetrables, no desean cambiar, ¿adónde les conduciría el cambio?
Se trata de un miedo de sí primigenio y de un miedo a la verdad. Y lo que les aterra no es el contenido, que ni siquiera imaginan, de la verdad, sino la forma misma de lo verdadero, ese objeto de aproximación indefinida. Es como si su propia existencia se hallara perpetuamente aplazada. Pero ellos quieren existir de inmediato y por completo. No quieren opiniones adquiridas, las anhelan innatas; como le temen al pensamiento, desean adoptar un modo de vida donde el raciocinio y el análisis desempeñen tan sólo un papel subordinado, donde no se busque jamás nada excepto aquello que ya fue hallado, donde uno solo pueda convertirse en aquel que ya era antes. No otra cosa es la pasión. Sólo una gran prevención sentimental puede ofrecer una certidumbre fulgurante, sólo ella puede mantener amordazado al
pensamiento, sólo ella puede
permanecer impermeable a la experiencia y subsistir durante toda una vida (“Reflexiones sobre la cuestión judía”, 1946). Es una narración precisa de “no dejar ir”. El dejar ir es saltar al vacío, es salir de la seguridad, abandonar el nicho, así como aquél caballero con armadura oxidada que se lanza y se deja caer, lleno de miedo, con la confianza esperanzadora de un final feliz, de un final que contiene aquello que aquí y ahora falta, aquello que es el gran sueño, el gran logro, la iluminación. Como aquél maestro que le dice a su discípulo: "Antes de iluminarme
tenía
depresión.
Ahora
deprimido, pero ya no me molesta".
“Nunca conocerás lo desconocido,
que
estoy
iluminado
sigo
aferrado a lo conocido” Caballero de la Armadura Oxidada Robert Fisher
Dejar ir significa desprenderse, quedar en un estado que nos permite disponernos de una manera distinta a la usual, y ver que tenemos maneras repetitivas de hacer las cosas, que aplicamos soluciones que son cuestionables, que tenemos muchas suposiciones que
son
meras
suposiciones,
advertimos
nuestro
sentido
de
limitación, de estado incompleto. Es algo antiguo, Sócrates dijo: "Sólo sé que no sé nada". Krishnamurti, harto de las limitaciones impuestas por las creencias, los dogmas e incluso los "métodos ", tituló significativamente uno de sus libros: Liberarse de lo Conocido. Tenemos que dejar ir viejos hábitos: aprendimos a hacer las cosas de determinada manera, y, muchas veces no actualizamos esa manera de hacer. Sin embargo, en un No olvidar: Escuchar = Oír (percibir) + Interpretar.
mundo
También Obscuchar
resultado, actualmente puede no funcionar
cambiante,
y
como
seres
cambiantes que somos, lo que en una circunstancia
pudo
dar
un
muy
buen
igual. Un punto importante a destacar es lo que señala la psicóloga Pilar Sordo: Creo firmemente que el slogan de decir que “hombres y mujeres somos iguales” nos ha hecho mucho daño. Ella ha investigación lo femenino y lo masculino, no asociándolo a hombre y mujeres, dado que hay hombres y mujeres pueden expresar uno características femeninas y vice-versa. Dicho esto, ella señala que las mujeres y lo femenino estarían diseñados para “retener” y lo masculino para “soltar”. Lo primero funciona de acuerdo al “por si acaso” y esto retentivo se nota en la capacidad de retener en la memoria todo lo experimentado en la vida, se acuerdan de todo lo que nos han hecho y esto genera muchas veces el que nos cueste más superar dolores y etapas en la vida porque tendemos a quedan
pegadas en ciertas situaciones. Además lo retentivo se nota en su carácter permanentemente inquisitivo: “¿Me quieres? ¿Cómo me veo?. En cambio esta en la contraparte, lo masculino que está diseñado para soltar, para avanzar, para olvidar. Viven y olvidan y por lo tanto tienden a superar y dar vueltas las páginas más rápido que nosotras. Cuando un tema se torna problemático optar por decir: “cerremos el caso”. Por ende, por ejemplo, superan más fácilmente los duelos. Es decir, lo femenino tiene mayor dificultad que lo masculino para “dejar ir”. Acumulan más “basura emocional”. Es por ello que es importante que lo femenino aprenda a “dejar” a “soltar”, dejar lo que le daña y que se acumula. Por otra parte, hay cosas que lo masculino tienes que aprender a retener o “dejar venir”, y eso significa que tiene que cuidar lo que tiene y para eso debe aprender a decir lo que "Entrénate en soltar aquello que
tienes
perder".
miedo
de
siente en forma permanente. Es una tarea difícil para ambos. Nos resulta difícil concebir que poner en duda pueda ser más creativo que
apegarse a respuestas hechas de antemano, pero para ello debemos dejar ir pensamientos, sentimientos, estados de posesión, temores, ... paradigmas. Es disponernos a aprender y darnos cuenta que muchas veces que lo que creemos que es simplemente no es, y viceversa. ¿Cuánto de pseudos-soluciones a las que nos aferramos para poder seguir durmiendo con tranquilidad? El agua que sació la sed de nuestros antepasados puede que no sea el agua que necesitamos hoy; hay que encontrarla de nuevo, cada vez y además no se puede almacenar. Dejar ir es una forma de abandono de las formas y soluciones que nos son familiares. Es una apertura a las respuestas inusuales. Y para ello necesitamos espacio en nuestra mente que está ocupado por “viejas versiones”. No es fácil, porque lo que sabemos nos da
seguridad, aunque podamos estar equivocados. Se requiere esfuerzo, disciplina, constancia, pero sobre todo la voluntad de “desprenderse”, liberarse de lo que nos atrapa, nos cierra la ventana al mundo y no nos permite expandirnos. Cuando compartan este tipo de ideas, muchos les dirán “no tengo tiempo, estoy muy ocupado(a)”. Pero el tema eres tú, es tu tiempo. ¿Cuántas
veces
no
estamos
enfrentados
a
la
siguiente
situación: ¿No hablo con ella porque me trata mal? Si es así, el resultado nos hace accionar, pero en realidad de lo que se trata es que estamos REACCIONANDO. Y esta es LA TRAMPA MORTAL: volver siempre a lo mismo (tiempo cíclico), se está atrapado en la lógica: Yo
Tú
_______________________________________________ ME RETRAIGO porque ME REGAÑAS
REGAÑO ÑO TE REGA porque TE RETRAES
Esto no es acción es reacción, lo que hacemos es una reacción a lo que pensamos y sentimos. Es decir, se vive reaccionando y no accionando. Y lo más grave es que en la reacción perdemos el SER: se pierde la identidad y se cae en la identidad egocéntrica. La situación enceguece y nos distancia del SER y empezamos actuar en el dominio de las reacciones, nos atrapamos en un “nunca dejar de re-accionar” que como mucho puede gratificarnos pero nunca satisfacernos. La trampa es: hacemos lo que hacemos basados en lo que pensamos y sentimos. Entonces, la solución es pensar en: para entrar hay que salir, ese es el sentido que le he dado a “dejar ir”. Es decir, si queremos mejorar nuestros procesos de aprendizaje, si queremos percibir lo nuevo, necesariamente tenemos que dejar ir lo viejo, lo que ocupa espacio y está simplemente allí (como muchas de las camisas que uno guarda y no usa, a pesar que todos los días se cruza con alguien que necesita una camisa).
Empecemos por nuestro escritorio, dejemos ir las miles de cosas que guardamos “por si acaso”, que son tantas y cuando queremos encontrar una, tardamos horas o no la encontramos. Sigamos con nuestra pareja, dejemos que tenga su propio mundo, que comparta con otros, con nuestros compañeros: compartamos el libro de la biblioteca que pedimos pero no hemos leído, con nuestras disputas: olvidemos eso que percibimos como agravio de un amigo, con la vida: lo que no puedo cambiar, tengo que olvidarlo, con el tiempo: lo que pasó, pasó y ahora el tema es que no vuelva pasar, pero lo que pasó debo dejarlo ir de mi mundo interior. Muchas veces tendrá un profesor que no es de tu agrado, pero tiene reputación de lo que sabe, si no dejar ir tu malestar, difícilmente aprenderás lo que sabes que él sabe. Quizás el profesor haya cambiado, pero sigues con tu fijación “no me agrada”. Tu malestar gasta tu energía psicológica, emocional, y contraria tu energía cognitiva. Se requiere cambiar tu relación con tus posesiones, con tus temores, tus sufrimientos, con el control de las personas y las cosas; aprende a ser generoso de espíritu y deja ir lo que debe partir. Para
cambiar
diariamente
revisar
este lo
patrón que
de
hemos
comportamiento,
debemos
innecesariamente
retenido
internamente. Uno sólo puede actuar sobre sí mismo. En la medida en que vas introduciendo cambios en tu vida, en la medida en la que tu vas ganando parcelas de libertad y parcelas de poder anímico, en esa misma medida cambia la relación contigo mismo. Si la relación contigo mismo cambia, cambia la relación con los demás. Lo que puede ocurrir es que, si el otro está acostumbrado a un determinado tipo de persona o de relación, cuando vamos cambiando, nos van abandonando, y llega un momento en que uno se encuentra solo. Eso es parte del proceso.
Pero la relación con los demás es algo que va cambiando con el tiempo, salvo en situaciones muy especiales o en relaciones muy íntimas, como puede ser la pareja o pueden ser los hijos. El resto de las relaciones se van dando sólo en la medida en que tú vas cambiando la relación contigo mismo. Llega un momento en que se te hace insoportable determinado tipo de relaciones. Y también es verdad que llega un momento que puedes mantener relaciones “robotizadas”, valga la expresión, es decir, que puedes relacionarte con personas que no han hecho ningún camino, normales y corrientes. Ese es otro paso que se da en el desarrollo. Primero, estás en una situación que te sientes como si estuvieras a otro nivel, como si miraras las cosas desde arriba... Sólo buscas a un determinado tipo de personas, y luego te das cuenta que la cosa no es así, que te puedes relacionar con todo el mundo, incluso desde un posición muy “ventajosa” porque puedes ver el manejo neurótico de la otra persona
y
no
hacerle
caso,
tener
más
comprensión,
o
sea,
relacionarte con la parte sana del otro, con lo cual le estás ayudando también. No hacer obstáculo a la parte neurótica y relacionarte con la parte sana de la otra persona… puede ser una manera importante de ayudar al otro. Este proceso requiere que “dejes ir” imágenes, conceptos, suposiciones, fijaciones. Esto requiere “coraje”, porque significa desplazarse de lo que no es cómodo, confortable, lo que es un hábito y de la actitud más simple: tener una recta para actuar. En especial en mundo que clama por soluciones y que evita las preguntas. Dejar ir significa cruzar lo que podríamos llamas la “línea del coraje”. En mi experiencia personal he encontrado diferentes tipos de personas, les describiré dos que es bastante frecuente cruzarse con ellas: los que buscan soluciones y les molestan las preguntas y los que se hacen preguntas y les molesta empezar pensando soluciones. De estos contactos, cada vez, me queda más claro que es necesario aumentar nuestro nivel de darnos cuenta (conciencia) y
enfrentar el proceso de aprendizaje que nos ha enseñado a tener temor, un verdadero signo de detención. Se trata de detenernos y decirnos: detente, mira, escucha...y luego sigue con precaución. Pasar la línea del coraje puede significar por ejemplo, actos tan prácticos como “convocar la presencia” (este hermoso concepto trabajado por Peter Senge): apagar la radio, el televisor, el celular – cualquier cosa que pueda estimular el sistema nervioso, sentarse tranquilamente,
abandonar
los
pensamientos
sobre
el
pasado
(segundos pensamientos) o el futuro (preocupaciones). Simplemente decidir estar presente. Es difícil es un mundo de apuros. O pensar en el sentido de propósito y valores personales: ¿qué es importante para ti? ¿qué te hace sentir bien cuando te miras al espejo? Es decir, conéctate con tus propias esencias. O en tu estado mental, considera las peores cosas que puedan ocurrir – y condúceles hasta su conclusión. ¿Es la catástrofe lo que predomina en tu razonamiento? ¿no
tienen
ninguna
responsabilidad en
lo
que
ocurre?
Toma
conciencia de viejos hábitos de pensamiento y considera nuevas perspectivas y posibilidades. En la medida que tomar conciencia de tu pensamiento, empiezas a cruzar la “línea del coraje”.