Dejar de Preocuparse: Comprender los Problemas
Nuestra cultura es una cultura de resolución de problemas. Corremos para hallar una solución, algo que tiene un alto costo (esfuerzo + energía) personal y colectivo. No hemos sido enseñados para vivir en la pregunta – exigiéndonos nosotros mismos – abrirse, abrirse, abrirse a la vida, hasta que la respuesta requerida simple y obviamente “aparece”. Si examináramos con detención qué es un problema nos daríamos cuenta que hay dos situaciones fundamentales: “saber lo que Recuerda, no puedes elegir tu familia, pero sí tus relaciones.
quieres,
pero
no
saber
cómo
obtenerlo” y “no saber lo que quieres”. Obviamente,
la
última
es
la
más
compleja. Si somos rigurosos tendría que llega a la conclusión de que lo que definimos como problema, se reduce a una de las situaciones anteriormente referidas. El tema es como abordarlas. Existe un camino lineal – lógico, y un
camino
imaginativo,
gestáltico.
El
lógico
se
desarrolla
principalmente desde la capacidad algorítmica del cerebro: paso a paso lógico hasta encontrar la solución. El imaginativo tiene que ver
con el darse cuenta ("awareness" en inglés): es uno quien ha de darse cuenta de lo que le pasa. Sólo se necesita ser consciente para cambiar (si se quiere) una forma de ser; en aceptar lo que uno es: no buscar ídolos, no aceptar los "deberías", ser responsable de los propios actos. Enfatiza el cómo o en el para qué más que en el porqué: ¿Cómo me siento?, ¿Cómo me siento en esta situación?, ¿Cómo me siento ahora?, ¿Para qué estoy haciendo esto?, ¿Para qué me sirve sentirme de este modo? ¿Qué tengo que hacer que no quisiera hacer? ¿Que dejado de hacer? ¿Qué me gustaría hacer y no hago? Uno aprende a reconocer sus emociones y expresarlas, a conectarse con el presente, con el aquí y el ahora, a darse cuenta de sus necesidades y aprender a satisfacerlas de forma fluida y responsable. Y a la voracidad que nos acostumbra: “todo para uno”, un aprende a ponerse más generoso, y cuando uno se pone más generoso está en posición de dar en el mundo. Uno se interesa más por lo que ocurre en torno y está más sensible. Paul Goodman, ya en la década de los sesenta, afirmaba premonitoriamente que “es necesario que empecemos a hablar más de la estructura de quien aprende y su aprendizaje y menos acerca de la estructura de la asignatura”. Esto, en cierto modo, es lo que hicieron algunas aportaciones que se produjeron en el terreno de la Identifica a una persona real y conocida que haya ejercido o ejerza una gran influencia en tu vida: ¿Qué características tiene? ¿Qué la hace diferente?
pedagogía en los siguientes años, pero
si
bien
estas
aportaciones
contribuyeron a una mayor y más eficaz comprensión de los contenidos impartidos en
la escuela y, por
tanto, fueron valiosas funcionalmente en su momento, algo sigue fallando y/o algo nuevo se ha añadido a la enseñanza para que se hable tan insistentemente de crisis de la educación, fracaso escolar, aumento de los trastornos mentales entre los docentes, etc. Quizás lo
que
faltaría
añadir
es
“estructura” del alumno,
que
cuando
Goodman
hablaba
de
la
no sólo hacía referencia a la estructura
cognitiva del mismo sino también y, sobre todo, al conjunto de su estructura como persona. Cita Claudio Naranjo a Tótila Albert, pensador, poeta y escultor chileno apodado por sus contemporáneos en Berlín como “el Rodin alemán”. Tótila Albert hablaba de tres principios Padre, Madre e Hijo, que no sólo harían alusión a los seres biológicos que reciben dicho nombre,
sino que estarían presentes en la propia estructura del
cuerpo humano y tendrían manifestaciones tanto externas (a nivel social) , como internas. Cada uno de estos principios ejercería una “función” distinta. Claudio Naranjo recoge sus ideas de este modo: la función del principio paterno es “fecundar, producir y dar forma al don de la vida, ya sea como pan o como creación artística”; las funciones maternas son las de “recibir, nutrir, educar, y devolver a la vida toda su esencia”; mientras que las funciones propias del hijo son las de “crecer, aprender, desear y ser libre” (La agonía del patriarcado, p. 59). Estos principios tienen, como ya he apuntado anteriormente, un reflejo en la estructura física y psíquica del individuo. Cabeza, pecho y vientre son en el plano físico las representaciones de los principios paterno, materno y filial respectivamente. Intelecto, emoción y acción son sus manifestaciones funcionales. Claudio Naranjo los relaciona de este modo con la teoría freudiana: en términos freudianos, el principio
“Padre”
correspondería
al
Super
Ego
freudiano,
que
representa el dictado de la sociedad, de lo aprendido. El principio “Madre”, vinculado al mundo instintivo, es un poco como el id o ello freudiano, la voz de la naturaleza dentro de nosotros. Y el principio “Hijo”, como el “yo” freudiano, es una instancia sintetizante que está entre las dos anteriores. A su vez, todo esto tiene un reflejo en la estructura del propio cerebro. Somos seres “tricerebrados”, en palabras del propio Claudio
Naranjo. Evolutivamente, se sabe que el cerebro humano ha ido creciendo de abajo a arriba, de manera que los centros superiores constituyen derivaciones de los centros inferiores más antiguos. El tronco encefálico es la parte más primitiva del cerebro humano y su función consiste en regular las funciones básicas para sobrevivir. De él salió el centro emocional que, junto con el anterior y gracias a la evolución, dio lugar a su vez al centro pensante o neocórtex. Precisamente, los problemas emergen cuando separamos lo que es una unidad en la persona. Somos río que vamos a dar a la mar». El inmenso genio del poeta certifica que el desplazamiento es inherente a la naturaleza humana. ¿De qué se trata entonces? De aprender a nadar en aguas turbulentas, único modo de viajar y llegar a buen puerto. Cuando se trata de navegar en corrientes desatadas, ¿ofrecemos resistencias los humanos? Sí, en cantidad y calidad. ¿Qué hace la persona que quiere una
transformación?
Estudiarlas,
comprenderlas
y
salvarlas,
facilitando los medios para eliminar los miedos que atenazan y socavan cualquier atisbo con sabor a novedad. Es legítimo aspirar y llegar a zonas de comodidad, pero sólo como estancia para repostar y cargar baterías, no es ese nuestro destino y condición. Viajan más lejos y seguros los que montan tiendas de campaña, depositando su confianza en el talento y espíritu humanos, que los que invierten en ladrillos y estructuras anquilosadas en el tiempo. Quien asocie vivir con ausencia de problemas, tiene un problema. El punto anterior me empuja en los brazos del conflicto, tabú innombrable en tantas instituciones. «La salud se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío entre lo que se es y lo que se debería ser…». El drama es la indiferencia y la apatía es la ausencia de controversia, debate, crítica, contraste ¿Que no es fácil manejarlo con espíritu constructivo y sentido de la oportunidad? Evidente, para eso le pagan, y si no, dimita. ¿Qué
la crisis es insaciable y puede devorar nuestras mejores energías? Claro, y si le asusta, dedíquese a otro asunto. ¿Qué el estrés me acecha y atrapa entre sus garras? Esa no es la cuestión, sino arbitrar una respuesta inteligente y sólida para que el conflicto sea civilizado, leal y enriquecedor. Repase su biografía, la vida nos susurra al oído que la sorpresa, el susto y el disenso son nuestro hábitat natural, por tanto, fuera excusas y racionalizaciones interesadas. Somos responsables en el momento en que en nuestra reflexión, nos damos cuenta de si queremos o no queremos las consecuencias de nuestras acciones.