Upadesha

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  • Pages: 9
Daniel Medvedov •

U A padesh

La Iniciación Mística del Maestro Espiritual

• Madrid 2009 / 2016

UPADESHA Ceremonia de Iniciación oficiada por un Maestro. Uno de los más importantes retos de la UPADESHA es el momento de la ABHYSHEKA, preludio del rito de purificación, cuando el maestro, o la maestra, en un instante sin duración, de repente, está rociando con agua bendita la cara del cándido candidato, al que se le pide previamente a cerrar sus ojos. Esas gotas de agua parecen luz instantánea que se escurre sobre nuestra cara, y luego, somos otro. El rito se oficia en la consagración de los reyes. * No es que ser iniciado sea un privilegio que situaría a una persona sobre un pedestal, pero la iniciación es un verdadero regalo y a la vez, un signo de reconocimiento y aceptación de la energía natural que mueve a las cosas, para acercarlas, o separarlas, distanciándolas, para gozo o desespero de los sujetos en ello involucrados.

¿Quien puede llamarse “maestro”? Lo de “maestro” no es una categoría que alcanza alguien después de estudiar mucho, o luego de arduas austeridades, o luego de realizar no sé cuantos otros secretos trabajos. El Maestro es un simple trabajador, un sujeto que es reconocido como tal, por el buscador. Por tanto, yo no puedo decir de mi mismo que soy “tu maestro”, si tú no me reconoces como tu maestro. Si ocurre este reconocimiento, que la mayoría de los perdidos se niegan a aceptar, por desconfianza, presunción o dudas de todo tipo, el maestro que yo he reconocido debe poseer los conocimientos necesarios para “iniciarme” como discípulo, es decir como alguien que se va a sujetar a una “disciplina” específica, hacia la meta de alcanzar el conocimiento de si mismo. Ahora bien, el maestro debe ser, a su vez, un “iniciado”, aunque no sea tan ilustrado como uno desearía. Alguien que no ha sido, el mismo, “iniciado” en los misterios de la búsqueda existencial, no puede “iniciar” a otros. Claro que hay una manera retórica de designar y nombrar a cualquiera como “maestro”- “maestro” para acá, “maestro” para allá - pues tenemos tal privilegio con el uso las palabras. La labor del maestro es una tarea muy seria.

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Durante la vida entera, y aún después, el nexo que se establece entre el iniciador y el iniciado es indestructible. Por otra parte, el maestro, dado que él mismo es un adepto, LUEGO DE LA INICIACIÓN, va a considerar al iniciado como otro adepto más, es decir como un verdadero “hermano”. Lo que aquí escribo no es que lo haya leído en libros u otros documentos, tampoco me lo dijo alguien. Es fruto de una labor iniciática continuada durante décadas y yo también, a mi vez, he sido iniciado, no en una ciencia, sino en muchas, por seres ilustrados a quienes he reconocido como “mis maestros”. Tampoco es conveniente comportarse luego de la iniciación como hijitos de nuestros padres, es decir publicar a los cuatro vientos que somos “discípulos” de un maestro o de otro. Esto es un asunto privado, y, no obstante, es necesario que se sepa, pues cada quien va a querer saber en qué se está metiendo con la iniciación, no sea que se vea involucrado, por ingenuo, en los trabajos de no se qué secta diabólica. En la iniciación, el discípulo es “situado” en el punto cero de un nuevo camino: es como tocar el contador de una grabadora, o de un coche, y con un toque, ponerlo a cero. Depende del trabajo del iniciado el bello hecho de florecer, así como se dice en la célebre parábola cristiana del sembrador. El maestro siembra una semilla y la tierra, el agua, o la piedra decidirán si la semilla va a florecer o se va secar, o podrir al sol, o en las profundidades. El camino más alto de la iniciación es la vía del Sonido. Nosotros mismos somos una Luz y un Son y este Son, llamado por los griegos LOGOS, por los chinos TAO, por los sufíes KALMA, por los hindúes SHABDA, -“el susurro” - y por los mayas JUUM, se puede llegar a ”oír”, literalmente hablando, en nuestros adentros, con unos métodos que el maestro indicará en la iniciación. Si alguien desearía entender los procesos internos que ocurren durante y luego de la ceremonia de iniciación, le recomiendo la película “La Misión”. Allí, lo que ocurre con el personaje encarnado por Robert de Niro es un ejemplo perfecto para lo que significa “iniciarse” – morir en lo que fuiste y renacer, para empezar de nuevo, desde cero, como si fueras otra persona. La metáfora mítica del Ave Fénix viene a representar este maravillosa historia personal del “renacer de las propias cenizas”. El iniciado es un sujeto regido por las normas visinvisibles de la vía energética de las acciones humanas. Hay un cierto malentendido en la iniciación masónica, pues luego de ser iniciado, se alcanza el estado de aprendiz,- AM. Años después, el aprendiz llega a ser compañero- CM, y más tarde, años más tarde, alcanza el grado de maestro MM. Según este trayecto, ser maestro es una meta de altos vuelos, cuando, en realidad, es un trabajo que se te impone y solicita, como cuando se te impone una medalla, o un título como SIR, que puedes aceptar o rechazar, tal como hizo Hitchcock con ese título, pues lo rechazó primero y años después, lo aceptó. Cuando reconocí como maestro a algún individuo que me merecía un alto respeto, muchos de ellos no estaban preparados para tal labor, pues me respondían casi asustados – ¡nooo, nooo, yo no soy ningún maestro! Pues no se trataba de que ellos mismos se creyeran el cuento de ser maestro, sino del hecho de ser reconocidos por otro como tal. El buscador de la verdad llega en cierto momento, a un estado de plenitud y contentura y deja ya de buscar a otro maestro más, pues, con el que tiene, le basta. Este instante de plenitud ocurre cuando te das cuenta que eres tú mismo quien tiene que trabajar, preparar y aplicar los conocimientos que recibiste, para que florezcan en la práctica. Con un padre, me basta, ¿Por qué tendría que buscar otro padre?

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¿Puedo acaso tener varios maestros? Claro que puedes, pero ello es fruto de tu inmadurez y de falta de comprensión mística del camino a andar. El maestro, un guía, como el baquiano, no está siempre contigo, para charlar en el camino, se queda fuera de tu vista, pero aparece cuando hayas perdido el camino y con generosidad, te indica por dónde hay que agarrar. En la meta, se encontrarán, pues allí nos encontraremos todos. El maestro es un león, un guerrero, y como en las caravanas del desierto, un solo hombre de esas cualidades, empleado para cuidar a todos los demás, basta. Versado en las artes marciales, este sujeto excepcional puede ahuyentar a una caterva de ladrones que sólo al verlo, huyen despavoridos, porque su mirada es un relámpago. Eso lo relataba Saadi, el poeta persa, en sus libros, el Gulistan y el Bustan. Basta con un sólo hombre guerrero que tenga el espíritu del combate circulando por sus venas, como era el indio apache Jerónimo, por su verdadero nombre GOYATHLAY, para vencer una peña de ladrones. Los interesados pueden acudir a la autobiografía, de Jerónimo, dictada en 1906 – “Gerónimo, His Own Story”. Si eres modesto, no tomes la postura de un león. Si estás dormido, no puedes ser un maestro. No todo el mundo es merecedor del asiento principal. El honor es proporcional al rango y el rango, al mérito, pero ser maestro espiritual requiere algo más. Saadi cuenta, por los años 1290, la siguiente historia, en su Bustan: “Uuo debiera aspirar y aceptar un grado de eminencia si está acorde con sus propios méritos. He oído decir que un borracho alterado agarró a un hombre guerrero por el cuello. Éste último recibió los golpes en silencio, y con paciencia, ni levantó su cabeza. Alguien que pasaba comentó: ¿No eres hombre? Es una pena ser paciente con ese idiota.” El guerrero sonrió y dijo: “No me hables así. Un borracho estúpido lo toma a uno por el cuello pensando que está luchando con un león. No hay peligro en que un hombre versado acepte las tonterías de un ebrio.. Los verdaderos guerreros siguen esta regla en la vida: cuando padecen injusticias de los imbéciles, muestran amabilidad” El que ejerce de maestro espiritual, guía y baquiano de perdidos y viajeros buscadores, debe haber recibido el permiso de “mostrar”, de “enseñar” y de “guiar”, de manos de otro guía, maestro o tutor. Yo recibí, en 1981, 1985 y 2000, el permiso, (permisos) internacional de enseñar, de cuatro maestros: •





en 1981, de Nan Huai Chin, Maestro Zen de China, llamado “Su Santidad NAN HUAI CHIN” en miles de páginas de Internet, pero yo lo llamo simplemente – NAN. Del maestro Nan recibí el permiso internacional para enseñar la Filosofía del Cambio en el mismo año 1981, recibí el permiso para enseñar internacionalmente las artes marciales, del Gran Maestro LIU YUEN CHIAO, Calígrafo y Experto en Artes Marciales, y por muchos años, Jefe de la Guardia Privada del Presidente de China. en 1985, recibí el permiso de abrir mi propia escuela, empresa en la cual me ayudó con dinero y tiempo, el Maestro Internacional, mi querido SHIH FU y amigo, Su YU CHANG, cuyo apodo “mano - relámpago” surgió de la extraña paradoja fotográfica que se tejió alrededor de su velocidad de movimientos, pues ninguna cámara podía retratar sus manos al moverse.

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A propósito de esa anécdota, otro gracioso cuento era el hecho de que su maestro y mi “abuelomaestro” Liu Yuen Chiao ¡no salía en las fotos de los documentos de identidad! ¡Era NADIE! • en el año 2000, Yoguí Shankara me da el permiso de enseñar y de abrir mi propia escuela de yoga. Amigo y maestro, el Yoguí Shankara terminó la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela con una tesis de grado cuyo tutor fue el que suscribe. Luego, el maestro Blas, Yogui Shankara, se graduó también de abogado. Algunos maestros rehúsan a dar este tipo de permisos a sus alumnos. Eso suena como si no le permitieras a una hija a casase. Personalmente, me parece una idiotez dejar que el discípulo sea toda su vida un arrimado a la escuela y a la autoridad de su maestro. Llega un momento en el cual el alumno debe volar solo, tiene que madurar, debe llegar a ser autónomo, independiente, libre – y eso es, precisamente, lo que significa ser un adepto. Pero en estas esferas hay también egoísmos y presunción.

Por mi parte, después de la iniciación, a todos mis alumnos, discípulos, o estudiantes, les doy libertad total – pues algunos piensan que tú eres su profesor, otros, que eres su maestro, y otros, que sólo eres su instructor, respectivamente, aunque me da igual lo que piensan que soy – todos ellos, después de la iniciación alcanzan la categoría de adeptos, libres como un pájaro, independientes como halcones, y además, autónomos, pues tienen permiso automático de abrir sus propias escuelas y de ser reconocidos como guías, instructores, tutores, maestros, baquianos, o como más rabia les de a los buscadores para nombrarlos y a considerarlos. Sin embargo, el maestro siempre estará allí para darte un consejo y para apoyarte en tu labor. Estoy cansado de oír por doquier que fulano no es un maestro, que mengano es un pirata, que aquél ha usurpado la autoridad de no se quien, o que tal maestro es un mequetrefe. Si al buscador tal le provoca reconocer a fulano equis, como su maestro, pues libre está de hacerlo, y nadie puede oponerse a ésta decisión privada. Ahora bien, si mi padre es un borracho, o un idiota, es algo privado, un asunto que sólo me concierne a mí, y nadie tiene derecho de decir que aquel ¡no es mi padre! Es bueno saber todo eso, para cerrar la boca de los come-mierda. Hace unos meses, he iniciado a una persona querida que sospechaba que iba a morir, lo que realmente ocurrió días después, en vísperas de la Navidad. ¡Qué bueno que se haya iniciado, la Manuela Farid! ¡Qué personaje! El temor de la gente que te reconoce como maestro y, en consecuencia, que piden la iniciación, es no saber con claridad en qué se están metiendo. Manuela preguntó: ¿Eso no es una secta, verdad? Pregunta frecuente: ¿En qué estoy yo iniciando a los buscadores? Respuesta única: “Por la potestad que me ha sido dada y entregada, estoy iniciando a los buscadores en el camino de la energía, camino llamado ALMATERIA, la vía de conocimiento y re-conocimiento de si mismo”. Una vez, otro, iba a viajar lejos, a Brasil, y me pidió la iniciación en mi casa, a las doce de la noche. Eso de pedir la iniciación es reconocer a alguien como maestro espiritual y ello no es ninguna tontería, pues estarás atado hasta siempre a tus maestros espirituales.

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Tuve que iniciarlo, pues, al que pida la iniciación, en mi escuela, se le inicia. Uno de mis maestros, CHARÁN, de Punjab, Satsang Beas, Radha Soami, recibía diariamente a miles de peregrinos que le solicitaban la iniciación. A algunos los aceptaba y a otros rechazaba. Hacía eso con un movimiento de cabeza, a la derecha, o a la izquierda, respectivamente. Los dos sevadares, guardias guerreros personales del maestro, agarraban al rechazado y lo sacaban del recinto. No obstante, el día siguiente, el que no fuera aceptado, tenía la posibilidad de presentarse otra vez en fila, y, por lo general era aceptado, con generosidad. Tal vez era ello una prueba de fe y confianza en el maestro, quien sabe. A mi me inició en el SHABDA YOGA, el Yoga del Sonido, el querido PAPA LUKS, representante del Maestro CHARÁN en Caracas, y mi número de iniciación es 136 LL, por si quieren buscarlo en los archivos akashicos. Cuando, años después, digamos siete, a los dirigentes del grupo Radha Soami les llegó la noticia de que yo estaba haciendo las veces de “maestro”, en Caracas, y ofrecía la iniciación mística a diversos buscadores del camino espiritual, me visitaron y me preguntaron qué palabras entregaba yo en la iniciación, luego de advertirme que ello era algo muy peligroso, si se hacía sin el permiso del maestro principal, Charan Singh. Les respondí que estuvieran quietos, que ello era none of their biz, pues yo sabía muy bien lo que estaba haciendo y además tenía todos los permisos, derechos y las aduanas requeridas en estos asuntos sagrados. Yo entregaba a mis iniciados otras palabras, mis palabras, y ellas son YO, YA, ESO, ASÍ, AQUÍ, además de las palabras palindrómicas SUTRA URAOR TANAT ROARU ARTUS variante personal del famoso palíndromo mágico eclesiástico que está esculpido en forma de glifos literales en el muro externo de muchas iglesias cristianas y encontrado hasta en Pompeya, SATOR AREPO TENET OPERA ROTAS Estas son las famosas CINCO palabras de Pablo, ahora San Pablo, discípulo de Cristo. A Cristo, a su vez necesitado de un maestro espiritual, lo inició en el desierto, Juan el Bautista. Modesto como ninguno, Juan el Bautista, seis meses mayor que Jesús, y el único santo con dos días en el calendario - pues su día de nacimiento es el 24 de Junio, cuando la de Jesús es un poco después, el 24 de Diciembre, la Navidad, a la medianoche - y su día de muerte es el seis de Enero, día de Reyes, - le respondió a Jesús que no era digno de iniciarle, y ni siquiera de atarle las trenzas de sus sandalias. Pero El Iluminado le dijo que hiciera su trabajo, pues ésta es la labor de un maestro, un trabajo místico de apertura e indicación del camino de la realización personal.

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Así como es necesario reconocer a un maestro, también el maestro debe reconocer la luz de un discípulo. Se decía que ZALMOXIS, el Dios-Guía de los Geto-Dacios, era “esclavo” de Pitágoras. En realidad, la palabra griega “doulos”, que significa “esclavo”, en una acepción profana, quiere decir, místicamente, “discípulo”, y con ello se reconocía a Zalmoxis como discípulo de la escuela pitagórica. Abre el dialogo platónico llamado CHARMIDES y encontrarás allí, en las palabras de Sócrates, nada menos, - quien era ese ZALMOXIS de los tracios. Esa es mi historia de la UPADESHA. Ya no es secreta, pues la he publicado, pero secreto es el trabajo que estoy llevando a cabo, para la alegría de los buscadores y el respeto del mundo visinvisible de las potencias espirituales, que nos guardan y protegen.

Como Saadi, bajo la sombra protectora de mis maestros he intentado complacer a todos, excepto a los envidiosos a quienes nada satisface salvo el menoscabo de mi influencia. Donde quiera que mana una fuente de agua dulce, los hombres, pájaros y hormigas, allí se reúnen. ¡Oh, Tú a quien nunca olvido, ¿Recordarás acaso a aquellos que se han olvidado? Si en el sueño, por la montaña rueda un elefante de piedra, y por la calle de una extraña ciudad, arremete una carreta con caballos desbocados, No es un iniciado aquél que se aparta de su camino. Si otros están en CRISIS, Yo sobrevivo, ¿Qué ha de temer un sapo en una inundación? Uno de mis maestros me contó eso: “Un día un imbécil me insultó a causa de un debate lingüístico. Yo le menté la madre y a su vez, me desgarró el abrigo, y yo le rompí la mandíbula. Caí sobre él y él sobre mí. La gente corría tras nosotros y reía. Éramos objeto de la diversión general debido a nuestro debate. Había llegado en aquél punto en el cual los demás ya no se reían de lo que yo decía, sino que yo mismo llegué a ser objeto de su burla. Un alumno mío que por allí pasaba, quedó pasmado con la ocurrencia y me recriminó, diciéndome que ese no era comportamiento de un maestro zen. Yo le sonreí irónicamente y pensé que era igual de idiota que mi contrincante, pero como era también mi alumno, me digné decirle lo siguiente: “Tú que estás tan sorprendido, donde hay una rosa hay una espina y el mar huracanado está tranquilo en sus adentros. Cuando se bebe vino uno tiene resaca y donde entierras un tesoro hay una serpiente. Donde se hallan perlas hay tiburones y el dolor de la enfermedad sigue a los placeres de la vida. Y entre amigos y alumnos hay también muchos come-mierda! La mirada del Maestro, DARSHANA – “el espejo”, una sola mirada suya produce consuelo instantáneo.

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Me contó Saadi: “¡Llegó uno por la noche que iluminó mi oscuridad!” ¡Déjame! ¡Busca tu propio camino Mejor dicho, Tú propio modo de caminar, pues el camino es el mismo y uno sólo. ¡Ve por tu lado! ¡No me tengas en cuenta! Es eso lo que me dijeron mis maestros. AUM * * ** *** ****

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