Daniel Medvedov • LAS DIECIOCHO COSAS DE LA MUJER BELLA Ciencia y Civilización Maya •
• Madrid 2009
• Hace unos años, en Books & Books de Coral Gables, en Miami, cada tercer miércoles del mes, se reunía, bajo mi conducción, un grupo de discusión tipo tabla redonda, para conversar sobre materias inusuales, por aquellos lares: el texto del Popol Vuh y del Chilam Balam de Chumayel, los castillos digitales en la cerámica de Yucatán, las jerarquías angélicas mayas y otros temas más. En un curioso libro —Los Místicos Voladores del Budismo Tibetano (The Flying Mystics of Tibetan Buddhism), publicado en 2006, por el Rubin Museum of Art, New York, y escrito por Glenn H. Mullin, encuentro en la pagina 105, el siguiente comentario: “....Nagarjuna ha volado también hacia lugares no-budistas, para hacer madurar a los seres humanos en la vía de la iluminación. Por ejemplo, un texto tibetano declara que Nagarjuna voló a Kurava, en numerosas ocasiones, un país identificado por algunos eruditos con la zona de Yucatán y Guatemala de nuestros días. Allí, Nagarjuna dio nombres budistas a pueblos y lugares. El propio nombre de Guatemala significa “El Rosario (mala) de Gautama”, Gautama siendo el nombre de ordenación sacerdotal de Buddha. El llamo a los que allí vivían, “Mayas”, según el nombre de la madre de Buddha, Mahamaya.” Me hacen sonreír tales palabras, pero me abstengo de hacer comentarios. Mi maestro maya, Marc Cellier de Civrieux, me contaba que, en el folio 30 del Manuscrito del Códice Pérez (el original esta en mi biblioteca de Caracas), copiado por Ermilo Solís Alcalá en el ano 1926, se encuentra una curiosa historia intercalada en las frases calendaricas. Esta allí por desconocidas razones. Según la nota de Solís-Alcalá, al pie de pagina, esta misma historia se encuentra en el manuscrito de Tizimin, en el folio 110 y siguientes (el original está en mi biblioteca). En el texto maya hay una nota que informa al lector que la historia que sigue “se halla intercalada entre esta multitud de predicciones que se copiaron y tradujeron (SolísAlcalá agrega “a la lengua maya”)... en la pagina de enfrente de los antiguos almanaques españoles.” A nosotros nos interesa sobremanera, no tanto por las informaciones esotéricas que contiene, sino por haber adivinado la intención del escriba maya. Introducir en un texto como este una historia casual de una tal doncella TEODORA, y de lo que ocurrió con la doncella al Rey ALMANZOR, conocido personaje de los cuentos épicos españoles, es un acertijo que esconde su encanto. En realidad, se trata de una burla graciosa, una historia ejemplar que posee un profundo sentido histórico e iniciático. El escriba maya comprendió el alcance simbólico de la historia y deseó comunicárselo a sus congéneres y a los lectores del futuro. - .”.. La doncella TEODORA iba a ser “vendida” al Rey ALMANZOR, por su padre, un viejo “mercader”.
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- Señor, traigo ante Vuestra Majestad una doncella, por si quiere comprarla —dijo el mercader. El rey dijo: – Tal vez la compre: dime cuanto vale. El vendedor respondió: – Diez mil escudos de oro.” Eso era como decir “todo el dinero del mundo”. El rey se asustó y aconsejó que se le dijera al vendedor que el precio era muy caro ¿Quién era esa “doncella” que tan alto precio merecía en los ojos de su “padre”? Según el desarrollo de la historia, el lector descubre que se trata de la misma “sabiduría”. El sabio maya ofrecía a los nuevos llegados a sus tierras, a la SABIDURÍA, en venta por todo el dinero del mundo, no como regalo. La doncella “Sabiduría”, TEO-DORA, “regalo- de- Dios”, habla por si misma y se encarga de mostrarle al rey que el precio era digno de sus dones y aun escaso, si se comparasen con el dinero los ‘privilegios” adquiridos con su compra. Los sabios del rey están retados a un desafío de conocimientos y uno por uno, pierden todas las pruebas. Había otro allí, un tal ABRAHAM, obviamente, el digno representante de la religión bíblica. Este sabio observa la contienda y a poco rato se levanta y dice: – Doncella, piensa bien lo que me vas a responder y no tardes en explicarte. La doncella le dijo al sabio: – Señor, con la licencia de nuestro Rey y Señor, voy a contestar a tus preguntas. Nos podemos dar cuenta a lo largo del texto, que la doncella está muy versada en la esencia del protocolo de la corte. Ella ostenta un arte natural de la palabra. Su retórica es directa y fulminante: responde a las preguntas con decisión y gran elegancia. Comparando su lenguaje con el de los sabios de la corte, resalta el dominio del sentido y el lector discreto puede descubrir lo poco acertadas que resultan las palabras de los cortesanos. Antes de toda conclusión, vamos a presenciar el dialogo entre el sabio ABRAHAM y TEODORA: – Dime doncella, ¿Como empezó el hombre? El hombre fue creado por Dios, Nuestro Señor. Dime doncella, ¿Por qué envejece el hombre? Señor, esos viejos de quienes me preguntas, ni los envidies, porque están llenos de enfermedades peligrosas. Doncella, dime algo acerca de las mujeres. Las mujeres de quienes me preguntas, señor, cautivan para el bien y también cautivan para el mal, imitan al hombre y también imitan a los animales. Dime doncella, ¿quién es más firme que el acero? El que dice la verdad sin mezclar mentira. Me vas a decir, doncella, ¿quién es dulce como la miel? Un hijo que es bueno y honra a Dios Nuestro Señor y a su Padre. (mi nota., Abraham queda atónito) Dime, doncella, ¿qué es lo que se mueve con mayor rapidez entre todo?
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Señor, el pensamiento del hombre: no tan pronto está a.C., cuando ya está en España y hasta en el fin de la tierra. Dime doncella, ¿cuántas y cuales son las señales de la mujer bella? ¡Ay! Nuestro Señor, para ser bella se necesitan dieciocho cosas: tres para las partes negras, tres para las blancas: tres para las partes pequeñas, y tres para las largas; tres para las partes anchas y tres para las gordas.” Y cuando el viejo maestro ABRAHAM terminó, ya que TEODORA lo dejó satisfecho, le pidió entonces a la doncella que explicara, de una en una, cada una de las tres señales estas. - ¡Ay! Maestro, Señor, he aquí. las tres cosas negras de que te hablé: los cabellos, los ojos y las cejas; las tres cosas blancas: la cara, el cuerpo y los dientes; las tres cosas pequeñas son: la nariz, la boca y los pies; las tres largas: el cuello las caderas y el cuerpo; las tres anchas: la palma de la mano, la mitad del cuerpo y el pecho; las tres gruesas: los brazos, las piernas y los muslos. Así fue vencido ABRAHAM por la doncella TEODORA. Agotados los conocimientos de ABRAHAM y derrotados los que hablaron, TEODORA dijo así: - Al que se le acaben sus conocimientos, pues, que se sienta como cuando nació del seno de su madre; Tu y yo. Ya que lo que se agotó fue la ciencia de ABRAHAM, empezó la doncella a quitarse la ropa toda y todos sus vestidos, pidiéndole al anciano que hiciera lo mismo. La contemplaban los que conferenciaron con ella y cuando vio ABRAHAM que ya no le quedaba sino el blanco calzón, le suplicó que lo dejara con el calzón blanco, y dijo que le diesen ya a la doncella los diez mil escudos de oro. Cuando recibió el dinero, Teodora le pidió al rey por caridad que se fuese con el padre y que no fuera vendida. Así fue como ocurrió esta historia que ustedes deben comprender, para el caso de que no les ocurra así como paso en este breve relato. . . La narración es una graciosa historia ejemplar que enseña la universalidad de la cultura sapiencial. La ironía que se esconde detrás de las líneas, está llena de humor y agudeza despierta. La gracia y la suavidad de sus palabras poseen, sin embargo, la amargura del dolor de la Conquista. No cabe duda que el mercader que viene a vender a la “doncella” Sabiduría al rey de los nuevos llegados, es la imagen metafórica del pueblo maya. Ellos poseen la sabiduría y la quieren “vender”, sólo para enfrentar los conocimientos teóricos de Teodora con los áridos conocimientos de los grandes “sabios” de la corte. Pero TEODORA no quiere ser vendida, a pesar de que el sabio Maestro “Abraham” rogó al Rey que diera por ella los diez mil escudos de oro. Teodora quiere irse con su “padre” — el pueblo maya—; ella no desea ser negociada, no desea quedarse en la “corte del rey”.
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El último fragmento de la historia esconde una enseñanza sexual. Obviamente, el viejo Abraham teme enfrentarse a la joven TEODORA, en asuntos de sexo. Sin embargo, Teodora, a pesar de ser tan versada en el conocimiento esotérico, quiere también demostrar su ciencia en el plano natural y práctico de la enseñanza amorosa. Los mayas sabían algo sobre este tema. ¿Para qué le sirve al sabio su ciencia, si no puede dominar, ni esconder sus deseos, e impulsos, ni su ignorancia en el arte de amar? ¿Para qué le sirve a la mujer la ciencia, si no posee la técnica de dar a luz sin dolor? TEODORA está dispuesta a compartir sus conocimientos en el plano del cuerpo, in situ, puesto que las preguntas teóricas del sabio Abraham fueron dirigidas hacia el mundo de las mujeres y ella supuso que el viejo estaría realmente interesado en ello — y no sólo en teoría— en “ese mundo de las mujeres”. El sabio es aquel que entrelaza la teoría con la práctica, es el que practica sus conocimientos teóricos en la cama, digamos. Pero Abraham supo, con sólo mirarla, que jamás podría “vencer” a la joven TEODORA en los asuntos del arte amoroso y por ello suplicó a la joven permitirle quedarse con el “blanco calzón”, que cubría sus “vergüenzas”. Para nosotros, lectores cautelosos para con estas palabras de sabiduría, el asunto puede parecer hasta cómico, pero la realidad es cruda: reconocer frente a una audiencia versada en todas las ciencias que aquello por lo cual uno está en contienda “se le ha acabado”, es una verdadera vergüenza. - Cuando se le acabe a uno su “ciencia”, debe quedarse como en el vientre de su madre — dice TEODORA. Por supuesto que la desnudez no implica solamente un “quitarse los calzones” sino también la desnudez mental y existencial, una blancura, una limpieza en los pensamientos y en las intenciones, una pureza auténtica. Ese estado es un estado iniciático. El texto agrega: “. . . y los que estaban presentes contemplaban a la doncella (desnuda).” Contemplar a la sabiduría desnuda es otro acierto iniciático. No cabe duda que el pensamiento tiene sus complicaciones: una cosa es sorprender a la diosa desnuda en su lecho, o bañándose, como ocurre en las historias simbólicas de los libros alquímicos, y otra cosa es presenciar cómo la sabiduría misma se quita sus vestidos, consciente de que la estarán contemplando varios mirones. Esa desnudez es un acto intencional y aparece como un privilegio para aquel que asiste al streaptease sapiencial. Como TEODORA es una doncella, puede sacarse la conclusión de que también es una “virgen”. En maya, “doncella“ es SUHUY —“virgen” y SUHUY CH’UPLAL —mujer virgen.
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El termino SUHUY significa “no contaminado, libre de contacto con el mundo, virgen”. SUHUYTAL es “volverse virgen”, es decir ser “iniciado” o “retornar al vientre de su madre”, como dijo la doncella TEODORA en la instancia de la consumación del conocimiento. Como ya lo hemos percibido entre las líneas, la doncella TEODORA está iniciada en todas las artes y en todas las ciencias. Además de ello, posee la técnica sagrada del arte de amar y demuestra grandes conocimientos y dominio de la etiqueta y de la retórica de la corte. El precio de la sabiduría fue establecido en diez mil escudos de oro, solo para confirmar un numero, pero la expresión significa “la sin precio” o “la que vale todo”. TEODORA es modesta: – Teodora, dime si tu sabiduría es mayor que la de todo el mundo. Ella respondió: – Rey y Señor, vas a saber el origen del mundo, helo aquí: en siete grupos están comprendidas todas las cosas del agua, del cielo, las plantas, los animales, las aves, todo cuanto Dios creó en el mundo. Además, la doncella sabia tocar y cantar. – Se les pregunta a los gobernantes del país si alguno de ellos sabe cómo fue creado el mundo —reza el texto del Chilam Balam en el mismo Códice Pérez, pagina 191. El principio de las cosas y del mundo era el motivo místico más importante para aquellos que deseaban entrar en la esfera de la sabiduría iniciática: tenían que conocer el origen de las cosas, principalmente, el origen del mundo. Las preguntas a las que respondió TEODORA se pueden separar en tres clases: preguntas teológicas, diseñadas por un sacerdote de la corte; preguntas de escritura sagrada, que fueron requeridas por los sabios médicos, astrónomos y filósofos; y preguntas temporales y calendáricas, requeridas por el sabio del Tiempo. Teodora respondió perfectamente y de modo original a las preguntas zodiacales y planetarias de los sabios astrónomos. Los mayas tenían sus propios nombres para las estrellas y sin embargo, en el manuscrito original aparecen los términos castellanos de los signos zodiacales, traducidos en la lengua maya.
En el texto asistimos a un enfrentamiento entre los conocimientos del viejo continente, o viejo mundo, y la sabiduría maya. Es una ciencia de la retórica y de la prosémica, el arte de los gestos y de las posturas, la Gaya Ciencia o el GAY SABER de los sabios cortesanos medievales. Pero la doncella TEODORA enseña cómo meditar, cómo quedarse en concentración, cuando uno siente que se ha “acabado toda la ciencia”. La enseñanza no es desdeñable: hay que quedarse como en el vientre de su madre, o sea limpio de los pensamientos e intenciones del diario convivir. Los dieciocho signos de la mujer tienen que ver con los dieciocho meses del calendario maya. Es una ciencia femenina y como tal debe el hombre aprenderla, dominarla y practicarla y no sólo “teorizar” sobre asuntos amorosos.
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En este fascinante texto se encuentran los principios iniciáticos de todo acercamiento a la ciencia y civilización maya. Su ciencia era una ciencia de la modestia y de la discreción, su técnica era una técnica superior e iniciática, que rechazó la utilización de la rueda sólo porque imaginó y prefiguró los estragos que proporcionaría el uso de los mecanismos con ruedas dentadas en la sociedad humana. El NO uso de la rueda fue un asunto de profilaxis sapiencial y por ende, de salud social. El arte de los mayas está sellado por los signos de la eternidad de la historia. En las estelas está plasmado su contacto con el tiempo y con el retorno de las épocas. Las estelas mayas y sus glifos son los testigos de su ciencia y las huellas de su civilización. •
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