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COLEGIO MAYOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO, RELACIONES INTERNACIONALES Y GESTIÓN Y DESARROLLO URBANOS FORMACIÓN DE LA NACIÓN COLOMBIANA

“¿CÓMO VIVIERON LOS ABUELOS Y PADRES DE MI TÍO POLÍTICO EL PERÍODO DE LA VIOLENCIA EN EL LÍBANO, TOLIMA?”

AUTORA: ISABELLA YAJAIRA SIERRA ATENCIA

DOCENTE(S): SILVIA ALEJANDRA OTERO BAHAMÓN MARCELA PATRICIA ESCANDÓN VEGA

BOGOTÁ, COLOMBIA 2018

¿Cómo vivieron los abuelos y madre de mi tío político el período de La Violencia en El Líbano, Tolima? La nación colombiana está llena de innumerables historias. Es imposible determinar cuál ha sido el momento cumbre que marcó la cronología de esta tierra, pero, sin duda, uno de los acontecimientos que puede disputar ese título es el período de “La Violencia”. La denominación del período no necesita explicación. La Violencia no tiene una concreta fecha de inicio, ni siquiera de fin. Lo único que logran establecer en concordancia los historiadores, es el punto de inflexión que dio lugar a que esta se desatara y tuviera repercusión en cada rincón del territorio colombiano: el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, el 19 de abril de 1948 en Bogotá, la ciudad capital, hecho que abriría paso a “El bogotazo”, otro de los oscuros capítulos de la vida nacional. “El bogotazo” se puede reconocer como la gota que rebosó la copa en la agenda de la época en el país. Una intensiva alteración del orden público y jornadas masivas de represión y destrucción del centro de Bogotá, luego de ver las balas que impactaron el cuerpo del líder del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, fueron el denominador común del distrito capital durante tres días. La historia nos cuenta que la figura de Gaitán, como consecuencia inmediata, se convirtió en aclamada mártir y

pervive

hasta

nuestros

días.

Las

consecuencias

generales

son

las

verdaderamente importantes, y ese es el objeto de este trabajo: reconocer al período de la Violencia, derivación visible del capítulo de “El bogotazo”, como la

fuente de diversas luchas que golpean día a día la historia colombiana y la de su pueblo, compuesto por familias; tanto ideológicas, como armadas. Primeramente, expreso la variedad de justificaciones que hallo para inquietarme por indagar esta materia de mis memorias familiares. Sin duda alguna, es un tema de indiscutible interés para cualquier persona que busque comprender las dinámicas según las cuales la nación colombiana se ha desarrollado hasta llegar al día de hoy, ya que es el principio y causa de una cantidad considerable de fenómenos y problemáticas que se van a derivar de las decisiones que se tomaron en el momento para frenar la mencionada violencia partidista. Más que ser un asunto capital en la formación de la nación, es un punto de partida que marca un antes y un después en la cronología colombiana. Ahora bien, mi atracción por estudiar y analizar la manera en la que mi familia política se vio afectada por los acontecimientos de la época tienen una razón de ser: quiero entender el origen de las tendencias liberales de mi familia política, que, al parecer, se encuentran ligadas a una serie de sucesos que padecieron los abuelos y madre de mi tío Juan Carlos Salinas, debido a los niveles de crueldad a la que llegó “La Violencia” en su municipio, consecuencia del hecho de que un gobierno conservador como el de Laureano Gómez y su sucesor designado, Roberto Urdaneta Arbeláez, tomaran el poder y control del centro del país luego de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, cuya trascendencia significó el antes y el después del conflicto que estaba a punto de explotar. Al día de hoy, mi tío político, hermanos, primos y familiares cercanos a él; se inclinan por ideales de centro izquierda e izquierda moderada. Pero, ¿qué los llevó a esto?

¿qué relatos de sus antepasados tuvieron influencia en sus espectros políticos? ¿de qué manera el período de La Violencia marcó un hito en el sendero ideológico de mi familia política? Todas estas son dudas que quiero resolver mediante una profundización en la investigación de historia familiar de este momento esencial de Colombia. Pero estas no son las únicas preguntas que quiero responder al realizar este trabajo final. Encuentro mucha curiosidad en el asunto de que el abuelo de mi tío, siendo liberal radical y perteneciendo a la junta comunal del Partido Liberal en su pueblo, El Líbano, Tolima, haya logrado permanecer con vida en la época de La Violencia, cuando está documentado que el departamento del Tolima fue una de las regiones que más sintió el momento de agitación y en donde los niveles de violencia por parte de los conservadores y su grupo de sicarios (los llamados “pájaros”) excedieron los límites y se reflejaron en el casi completo exterminio de los liberales en estos pueblos, que por tradición eran fortines de las ideas abanderadas del color rojo. Ahora, a pesar de tener claro y haber sido mencionado con anterioridad el hecho de que La Violencia no tiene su origen en el 9 de abril de 1948, teniendo en cuenta que los intelectuales y estudiosos de la historia de Colombia tampoco han podido llegar a un consenso, partiremos desde esta fecha para lograr una mayor claridad en la investigación. Es importante aclarar que La Violencia no es una época del todo estudiada, mucho menos analizada. Como afirma Germán Guzmán Campos (2005), “la nación carece de la noción exacta de lo que fue La Violencia: ni la ha sopesado en toda su brutalidad aberrante, ni tiene indicios de su efecto disolvente sobre las estructuras,

ni de su etiología, ni de su incidencia en la dinámica social, ni de su significado como fenómeno y mucho menos de su trascendencia en la psicología del conglomerado campesino; ni de las tensiones que creó”. Aquellos que tienen una noción considerablemente lúcida acerca de este acontecimiento, son precisamente quienes lo presenciaron. Las víctimas. Los sobrevivientes. Los protagonistas. Bajo esta lógica, enfocamos la indagación en la voz de doña Amparo Cárdenas Cruz, madre de mi tío político, Juan Carlos Salinas Cárdenas; e hija de Olimpo Cárdenas, partidario liberal en El Líbano “desde que poseía consciencia”, expresa Amparo entre risas. “Era muy pequeña cuando noté el cambio por la violencia bipartidista. Mi primer recuerdo acerca de aquella transformación en nuestra vida familiar, fue el día que corría con mis amigos en la calle y sonaron unas campanas. Mis hermanos mayores me dijeron que eso significaba un toque de queda”, dice Amparo. La Violencia como tal, se pronunció de forma repentina en El Líbano, un municipio anteriormente golpeado por el problema de la tierra a finales de los años 20 y en la década de los 30. Esta recogió antiguas luchas por el poder, diferencias entre castas, conflictos personales, odios heredados, para luego dividirse en dos grandes bandos que acogerían a todos los contrarios y los ayudaría a identificarse en sus respectivas filas: liberales y conservadores. Porque afirmativamente, esta era la verdadera importancia de pertenecer a uno de los grupos: la identidad. Así lo reconoció el ensayista Eduardo Santa (1960), al tocar un punto clave en el desarrollo del conflicto sociopolítico y sus actores: “En Colombia se nace liberal o conservador. Se es una u otra cosa por tradición. Es esta una posición más

sentimental que intelectual, más de impulso que de conocimiento, frente al problema de los partidos políticos. Casi pudiéramos decir que en Colombia el individuo nace con el carnet político atado al cordón umbilical”. Al parecer, don Olimpo Cárdenas fue la pura representación de las palabras de Santa. Liberal de pura cepa, nació con el carnet político atado al cordón umbilical. Sus hijos cuentan que en sí, nunca supieron las razones, solo venía condicionado por las tendencias de sus padres, la región en la que vivía y algo muy llamativo, el rechazo a la Iglesia (no confundir con “religión”). Joyero, padre de ocho hijos, esposo de Magdalena Cruz, Olimpo sufrió las consecuencias de sus tradiciones. “Lo supimos la primera noche en la que no llegó a dormir en casa”, cuenta doña Amparo. Luego del asesinato de Gaitán, los gaitanistas del pueblo, incluyéndolo, se tomaron las calles y se sublevaron en contra del gobierno laureanista. La represión que iban a vivir por parte de la policía “chulavita”, la cual era comandada por el gobierno, sería instantánea. Cualquier persona reconocida como liberal en El Líbano era perseguida, con el objetivo final de ser exterminada por el régimen de Gómez. Para ese entonces, no habría policía nacional, sino partidista. Por esta razón, Olimpo Cárdenas, de un día para otro, dejó de dormir en casa. En El Líbano, vivía bajo una amenaza inminente. Los solares, donde abundaba la caña, serían su refugio nocturno desde 1950, y durante varios años más. “Fue durísimo para todos. Casi no veíamos a papá, ni siquiera en el trabajo porque no se podía dejar notar de los señaladores. Esto nos significó hasta (días de)

hambre”, reproduce Amparo. Los señaladores eran aquellos encargados de suministrarle a la policía chulavita información acerca de las tendencias políticas de todos los habitantes del pueblo. Según Manuel Cárdenas, hermano de doña Amparo e hijo de Olimpo, <>. De esta manera, se reconocía a los “rebeldes”. Esa era la dinámica en el período de La Violencia. Pero La Violencia en este municipio tolimense pasaría a tener tintes más agrios que los de señalamiento y persecución. Las masacres y los arremetimientos en contra de actores “sensibles” del conflicto empezarían a ser frecuentes y a empeorar el clima de violencia que de por sí se vivía. “Vivíamos por un camino de herradura. La cosa se puso caliente cuando un día común y corriente, vimos pasar unas mulas que llevaban de a dos muertos cada una. Contamos veinte, y ponían sus cabezas una a la izquierda, otra a la derecha. Mi mamá nos regañó porque no le gustaba que viéramos”, comentaba don Manuel. Luis Gaitán. Archivo Revista Semana. Campesinos liberales exhibidos

como

trofeos

guerra (GMH, 2013).

de

Luis

Ángel

Rengifo. "Corte de

franela".

Aguafuerte de la

serie

"Violencia", 1963. de Moderno

Museo Arte de

Bogotá.

Los niveles de coacción superaron todos los límites en el municipio. Las mulas cargando en sus lomos varias personas asesinadas serían el nuevo denominador común del día a día, y ya no serían solo muertos liberales. Pronto, se supo que esto no era acto solamente de la policía. “No podían exponerse así, por obvias razones, por ello tenían que haber otros involucrados ilegales”, opinaba Juan Carlos Salinas, mi tío político, hijo de Amparo Cárdenas. Con esto hace referencia a la entrada de grupos armados al margen de la ley y sicarios a sueldo, los famosos “pájaros”, “chulavitas” y “bandoleros”. El terror de La Violencia llegó a su punto más alto y desproporcionado. Hablamos aproximadamente del año 1951.

Doña Amparo tenía 10 años, cuando se acostumbró a escuchar las balas en el aire. Cuenta que muchas noches dormían debajo de las camas, por miedo a un impacto perdido; que su madre aseguraba las puertas con todo tipo de objetos, porque tipos armados las golpeaban en busca de su esposo; que tuvo que dejar de ir al colegio, debido a que se abstuvieron de impartir clases en medio del ambiente de pánico; que con o sin toque de queda, todos sabían que antes de las 5 pm tenían que estar resguardados en sus hogares; y lo más triste, que no vieron a su padre por mucho tiempo. “Tuvo que irse a cuidar una finca de gente muy adinerada en otro municipio, acá no podía estar”, explicaba Amparo. La guerra estaba servida. Para contrarrestar los ataques de los grupos armados conservadores, nacerían guerrillas liberales que estaban en las mismas condiciones, y las cuales protagonizarían los enfrentamientos nocturnos. Estas eran lideradas por Desquite y Sangre Negra, el primero adherido a estos grupos por venganza debido al asesinato de sus padres, y el segundo por razones desconocidas, según nos informa Manuel Cárdenas. Transcurrirían dos años bajo esta lógica de violencia desenfrenada. Amparo nos cuenta que volvió a respirar cierto aire de tranquilidad en 1953, ya con 12 años, con la llegada del general Gustavo Rojas Pinilla al poder. “Cayó muy bien acá”, afirma. “Las élites partidistas más moderadas optaron por una transición política que permitiera poner fin a la violencia en 1953 con el ‘golpe de opinión’ que permitió el ascenso del general Gustavo Rojas Pinilla a la presidencia de la República (1953-1957). Con el mandato de pacificar el país y poner fin a la violencia bipartidista, el gobierno militar de Rojas Pinillas ofreció una amnistía a las guerrillas

liberales y a las autodefensas campesinas” (GMH, 2013). De esta manera, por lo menos en el municipio de El Líbano, se logró pacificar la confrontación entre la insurgencia liberal y conservadora, según los testimonios de Manuel y Amparo,

aunque en muchos otros sitios del país no se haya logrado el mismo cometido. Fuente: El Tiempo, 3 de septiembre de 1958. Firma de un micropacto entre los comisionados y los alzados en armas en el Tolima.

Aproximadamente en 1955, el pueblo volvió a sentirse en normalidad. Y con la normalidad, Olimpo Cárdenas volvió a casa. “Extrañábamos tanto verlo en la joyería, gracias a Dios pudo, muchos de sus amigos liberales no corrieron con la misma suerte”, expresa Manuel.

Don Olimpo Cárdenas fue uno de los sobrevivientes al exterminio liberal en el régimen de Laureano Gómez. Según el informe del Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta Ya!, la crudeza de La Violencia en el Tolima fue la segunda que más muertos dejó por departamentos, con el 17,2% de los asesinatos documentados en todo el país. “En primer lugar, estimaron “16.219 muertos entre 1949 y 1957, sin incluir los muertos habidos con fuerzas regulares del Ejército, ni en masacres colectivas, que generalmente eran abandonados a los animales, o arrojados a los ríos y precipicios, y tampoco las bajas sufridas por las Fuerzas Armadas”. En segundo lugar, cuantificaron que 321.621 personas (es decir, el 42,6% de la población del Tolima) sufrieron “el exilio en forma permanente o transitoria”.” (GMH, 2013).

El cristo campesino, fotografía emblemática de la violencia liberal - conservadora en el periodo comprendido entre 1946 a 1953. Fotógrafo desconocido. Colección Guzmán. (GMH, 2013)

Bibliografía Fuentes primarias El Tiempo, Bogotá. Archivo Revista Semana. Fuentes secundarias Rehm, L. La construcción de las subculturas políticas en Colombia: los partidos tradicionales como antípodas políticas durante La Violencia, 1946-1964*. Medellín, 2014. Henderson, J. (1984). Cuando la Violencia se desangró. Un estudio de la Violencia en Metrópoli y Provincia. Bogotá: El Áncora. Guzmán, G., Fals Borda, O. y Umaña, E. (2005). [1962, 1963]. La Violencia en Colombia (tomos I y II). Bogotá: Taurus. Centro Nacional de Memoria Histórica, DPS. ¡Basta Ya! Colombia! Memorias de Guerra y Dignidad. Bogotá, 2013. Secretaria de Agricultura de 1958. La Violencia en Tolima. Documentos 13. Segunda Época, V 2, No. 1, Ibagué –Tolima, 1985. Sánchez, Gonzalo. “Los Bolcheviques del Líbano (Tolima)”, Volumen 23 de Biblioteca Libanense de Cultura, Editorial Códice. 2009. Sánchez, Gonzalo, La Violencia: de Rojas al Frente Nacional, en Nueva Historia de Colombia Vol. II. Planeta Colombiana editorial, 1998.

Santa, Eduardo. “Arrieros y Fundadores”. Edición Cosmo. Bogotá, 1961. Uribe, María Victoria. “Violencia y Masacres en el Tolima: Desde la muerte de Gaitán al Frente Nacional”. Revista Credencial de Historia, edición 18, Junio de 1991. Bogotá, Colombia. Cartagena, C. Los estudios de La Violencia en Colombia antes de la Violentología. Diálogos Revista Electrónica de Historia, vol. 17, núm. 1. 2016.

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