Comunicación y cultura popular - COPU 6510 (sem01-16-17) | Yasmine Vargas Ramirez Lo que hoy está en discusión no es la noción arnoliana esencializada o idealizada de la <<cultura>> como un montaje arquitectónico de lo hebreo y lo helénico. Homi K. Bhabha: El entre-medio de la cultura
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de cultura popular? Stuart Hall (1984) nos señala que debemos de empezar, cuando hablamos de ella, con “el doble movimiento de contención y resistencia…” (p.2) Sin embargo, en primer lugar y antes de ver estas relaciones, para poder entender la noción de cultura popular, sus elementos y su relación con los procesos comunicativos hay que acercarse a una definición de los conceptos: cultura y popular. Pensar la cultura cuando esta permea la propia existencia social se torna en un ejercicio aterrador; esto ante la imposibilidad de salir fuera de la misma para observarla. Por lo cual, fijar ambos conceptos en una definición se torna en una tarea homérica por no decir casi imposible. La dificultad origina de la naturaleza polisémica de ambas nociones. Sólo entonces, podemos acércanos a una definición de cultura popular mediante las relaciones de poder entre los actores sociales; por consiguiente, habrá de definirse conceptos tales como ideología, hegemonía y discurso. Este ensayo abordará estos conceptos desde una perspectiva histórico-teórica para así poder ver lo que estos nos enseñan sobre nuestras prácticas comunicativas. Últimamente, esto permitirá examinar los retos que el quehacer teórico en la comunicación enfrentará en la segunda década del siglo XXI. De cultura y lo popular Raymond Williams (1962, como citado en Lull, 1995, p. 92) definió cultura como “un particular modo de vida moldeado por valores, tradiciones, creencias, objetos materiales y un territorio.” Por su parte, Stuart Hall (1996, como citado en Barker, 2003, p.34) a su vez señala: “por cultura entiendo aquí el terreno bien cimentado de las practicas, representaciones, lenguas y costumbres de una sociedad concreta. También incluyo las formas contradictorias del sentido 1
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común, que a la vez se fundamentan en, y ayudan a configurar, la vida popular.” Sin embargo, es la mirada de James Lull (1995) que define la cultura como “un contexto”, la más interesante de estas definiciones. (p.92) Desde la cual se podría proponer una metáfora sobre la cultura como el líquido amniótico de nuestra existencia social. Asimismo, se podría expresar que el término cultura se ha relacionado con los ritos, mitos, creencias, costumbres, identidades, significaciones y por demás modos de vida de los individuos dentro del contexto de la sociedad. Históricamente se ha atado el concepto cultura a la elite mientras que se ha hecho la acepción de cultura popular como aquella proveniente del pueblo, o sea de la masa. La cultura del pueblo se ha naturalizado a través de las transiciones durante el siglo XIX hacia un capitalismo agrario y luego en el siglo XX con la llegada de las masas a la ciudad y la transición al capitalismo como nos es conocido. Asimismo, ha sido objeto de luchas y resistencias debido a que la creación de un orden ha sido de gran interés para el capital. Es a través de este orden que aseguran la reproducción de las condiciones de producción, o sea los obreros como materia prima. Una clara línea divisoria se ha creado para demarcar los territorios de ambas. La cultura se ha visto dividida en tres estratos: cultura alta, cultura mediana y cultura baja o vulgar. La cultura alta como se evoca de la elite se ha visto como aquellas representaciones nacionales y tradicionales que representan los valores de la buena sociedad y del buen gusto. Los objetos de la cultura de la clase dominante se perciben como unos de mayor valor cultural y profundidad debido a su supuesta originalidad y por estos mantener tradiciones que responden al poder hegemónico. Estos se encuentran en museos e instituciones de cultura, en los ministerios de cultura nacional y los grandes teatros. Mientras que la cultura mediana y vulgar al pertenecer al ámbito de la masa es vista como vulgar y de bajo valor artístico. Los objetos de la cultura popular se encuentran en las salas de estar y las estanterías de los grandes centros comerciales, son vistas 2
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como productos para el consumo ligero. Sin embargo, la cultura popular no es una comodidad, está hecha por la gente y no por la industria cultural como bien nos señala Fiske. (1989, p. 24) La palabra popular origina del Latín popularis y se refiere a lo que pertenece o es referente al pueblo. Stuart Hall (1984) nos ofrece una definición tentativa de lo popular como aquello que “contempla aquellas formas y actividades cuyas raíces estén en las condiciones sociales y materiales de determinadas clases; que hayan quedado incorporadas a tradiciones y prácticas populares.” (p.6) Esta definición es muy cercana a la que nos ofrece de cultura. Sin embargo, cabe señalar que lo popular no es un ente fijo y determinado, sino que es fluido. García Canclini (2001/2004) nos señala que “la noción del público es peligrosa si la tomamos como un conjunto homogéneo y de comportamientos constantes.” (p. 149) Para Fiske (1989) lo popular es parte de la estructura dominante desde su oposición y la relación de poder entre la ideología dominante y el pueblo. Para él, el pueblo no es una masa subordinada al sistema ideológico, pero tampoco son individuos completamente poseedores de libre albedrío, más bien: un grupo de alianzas cambiantes formadas por agentes sociales en el terreno social. Ideología, discurso e hegemonía A raíz de esta fluidez del carácter de las significaciones y las formas que los agentes sociales construyen estas significaciones, aspectos de lo particular y lo universal, y la relación dialéctica entre el yo y la otredad, deben de ser tomados en cuenta cuando hablamos de lo popular. Es común pensar que lo universal corresponde a la masa, sin embargo, lo universal cae en el ámbito de un discurso homogénizante. Laclau (2000) señala que lo universal es pensado como una fuerza “que unificara una multiplicidad de voluntades individuales dispersas…” (p.3) La afirmación universalista desea fijar significaciones y darlas como ciertas de manera indiscutible. Esto se
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intenta lograr mediante el uso del discurso. Sin embargo, como nos revela Hall (1980) no existe necesariamente correspondencia. Tanto lo popular como la cultura son términos que intrínsecamente están atados a unas relaciones esenciales de poder. La cultura como el lugar desde donde se producen significados esta intrínsecamente atada a la producción simbólica, misma que se da desde la ideología en contraposición a la misma. Según Hall (1980), existen tres tipos de lectura posibles de los objetos mediatizados, una lectura dominada donde los significados fijos del discurso de la clase hegemónica predominan y no son opuestos por el receptor, una lectura negociada desde la cual pese a la aceptación de los significados predominantes el receptor adapta sus propias significaciones en un tira y afloja con el objeto de significación, por ultimo una lectura oposicional donde se rechaza por completo las significaciones dadas. Tanto el concepto de ideología, discurso y hegemonía son vistos como herramientas del poder, y están entrelazados. Las ideologías son afianzadas mediante el discurso, y la hegemonía es la ideología hecha poder. Según Foucault (1972), el discurso es un ejercicio de poder desde donde se constituye el conocimiento y lo verdadero, a su vez es una forma específica de hablar. Esta dinámica está ligada a unos conceptos: will to knowledge y will to truth. Este ejercicio de conocimiento “depende del apoyo y distribución institucional, además tiende a ejercer cierta presión, un poder de amarre sobre otras formas de discurso”1, y está atado a las practicas discursivas ya que “cualquier práctica discursiva puede ser definida por el conocimiento que forma”2. (Foucault, 1972, p.118, p.183) Foucault delinea también el concepto will to truth como esta verdad que permea el discurso, misma que se intenta pasar por absoluta y por consiguiente es un sistema de exclusión. El discurso como
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Traducción propia. Thus reliant upon institutional support and distribution, tends to exercise a sort of pressure, a power of constraint upon other forms of discourse. (p.118) 2 Traducción propia. Any discursive practice may be defined by the knowledge that it forms. (p.183)
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en todo ejercicio de poder existe en una dinámica donde se presupone la existencia de unos sujetos que se pueden controlar. El discurso funciona como una justificación de las prácticas de poder. Sobre la noción de ideología, Foucault (1972) se expresa en forma crítica y señala que siempre se encuentra en oposición a otro objeto que se presupone como verdadero. (parafraseado p.118) Asimismo, todo discurso es un constructo que se supone como verdadero. Es el discurso el que rige la ideología, además es poseedor del potencial de cambiar la forma en que piensan los otros debido a que interpela al receptor. Para Althuser (1971) la ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia. Las ideologías no corresponden a la realidad, y más bien son representaciones de la misma dadas por verdades; como toda representación no son verdades absolutas. James Lull (1995) la define como “pensamiento organizado: complementos de valores, orientaciones y predisposiciones que forman perspectivas ideacionales”. (p.19) Las ideologías se consumen mediante interacciones de significación comunicativas. Son visiones determinadas del mundo e impulsadas por unos aparatos ideológicos, mismos que Althuser llama los Aparatos Ideológicos del Estado. Los medios de comunicación fungen como el engranaje de estos aparatos, funcionando como aparato de producción y distribución de fragmentos o visiones de la realidad. Canalizado a través de estos aparatos ideológicos se establece una hegemonía. La hegemonía se produce mediante relaciones de poder, sobre estas Gramsci (2000) nos dice: “la realización de un aparato ideológico, mientras establezca un nuevo terreno hegemónico determina una reforma de la consciencia y de los métodos del conocimiento”3. (p.192) El concepto de hegemonía está atado al poder, y se podría definir como “el poder o dominación que un grupo social ejerce sobre otros.
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Traducción propia. The realization of a hegemonic apparatus, in so far as it creates a new ideological terrain, determines a reform of consciousness and of methods of knowledge. (p. 192)
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(Lull, 1995, p.50) Este concepto fue delineado por Gramsci en Cuadernos de la Cárcel, sus escritos desde prisión. Por hegemonía, Gramsci se refiere a la capacidad de dirigir, así como del dominio de una clase sobre otra. Para Lull (1995), la hegemonia es “más que el poder social mismo; es un método destinado a obtener y mantener el poder”. (p.50) A través de la representación se distribuye el discurso ideológico del poder. Para Hall (1985) la cultura es un sistema de representación; misma que, según Stuart Hall (1997), conecta la significación y el lenguaje a la cultura. Por representación, Stuart Hall (1985) se refiere a un sistema complejo que produce significado y que no son reflejos fieles4 del objeto ni el objeto real si no un objeto mediado; pasado por el crisol de nuestras propias significaciones, por lo cual una foto o una pintura de una mariposa no es una mariposa si no la representación de la misma. El público interpreta estas representaciones. No obstante, debido a la naturaleza elusiva de la significación, la interpretación se lleva a cabo desde varios ámbitos entre ellos el cultural. Los medios de comunicación sirven como una de las herramientas del poder hegemónico, y, a su vez, se hacen de la representación como herramienta para distribuir su ideología mediante el discurso. Los mismos influencian y administran el poder cultural. Por poder cultural entendemos “la capacidad que tienen los individuos y los grupos de producir sentidos y de construir (en general de manera parcial y temporaria) formas de vida (o constelaciones de zonas culturales) que apelan a los sentidos, a las emociones y a los pensamientos de uno mismo y de los demás.” (Lull, 1997. P.99) Este poder cultural está atado y en relación constante con el poder simbólico, mismo que se da en el ámbito de la ideología dominante y la hegemonía. El poder simbólico está
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Mirror images.
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institucionalizado a través de la capacidad comunicativa de las instituciones. (parafraseado de Lull, 1997, p.98). La cultura popular y la comunicación A través de estas páginas se han ofrecido definiciones para cultura, popular, ideología, discurso y hegemonía. La cultura popular es hecha por la gente desde sus ámbitos y espacios. Como todo comportamiento humano tiene un valor comunicativo. Como señala De Certeau (1984, como es citado en Fiske, 1989, p. 25), “la cultura popular es el arte de hacer con lo que el sistema ha provisto5.” Además, se ha delineado como la ideología hace uso del discurso para crear una hegemonía, misma que busca fijar unas significaciones, y naturalizarlas. Al naturalizarlas se supondría que estas se volviesen populares, aunque no necesariamente un objeto se volverá popular mediante el ejercicio del poder, ya que el pueblo, como dice Fiske (1989) puede y ha roto sus jeans. Qué el pueblo hace con los objetos discursivos que le son alimentados mediante aparatos ideológicos, como los medios de comunicación, nos hace entender como nos comunicamos. ¿Cuáles son las lecturas que hacemos de los diversos discursos? ¿Cómo estos influencian a su vez los procesos culturales? Martin-Barbero (1987) señala que “pensar los procesos de comunicación desde ahí, desde la cultura, significa dejar de pensarlos desde las disciplinas y los medios.” (p. 227) Por lo cual, entender la complejidad de la cultura popular nos habla de nuestros propios procesos comunicativos que también son enmarañados y complejos. A su vez se ha visto como es en el ente vivo de la cultura y mediante el proceso dialectico de poder donde se forman las significaciones. Por lo que se ha visto a grandes rasgos el papel que juega la comunicación en este complicado sistema, mismo que es crucial, ya que el discurso es
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Traducción propia. The art of making do with what the system provides.
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codificado y decodificado mediante procesos comunicativos. Los agentes sociales hacen uso de su bagaje cultural, esto sería los frameworks of knowledge de los que habla Stuart Hall, para codificar y decodificar; tomando prestado lo significativo y quedándose con lo que les interpela. Por lo que no se puede obviar que el concepto de lo popular, con su carga histórica, está sujeto a las subjetividades de los individuos. Pese a parecer que lo popular pertenece al macro, es desde la subjetividad que se define; esa dialéctica se reproduce en cada ejercicio comunicativo. Entonces podríamos entender a lo popular cual fuese una mirada a lo universal desde el yo en la perenne lucha de poder entre subjetividades. En el umbral del siglo XXI surgen nuevas reformulaciones de los procesos culturales y comunicativos. La comunicación se da como un proceso en la cultura, es parte intrínseca de ella. Todo objeto comunica, y los individuos usan el mundo de significados propios de sus culturas para hacer sus lecturas. Existe una especie de retroalimentación donde los significados son consumidos, apropiados, regurgitados ad infinitum como una reformulación de las negociaciones que ocurren al momento de la recepción. Por lo cual, se ha visto la apropiación como remezcla de significaciones como propone Jenkins en Convergence Culture (2006). En esta cultura de la convergencia, los productores del poder cultural persiguen nuevas estrategias y a su vez los actores sociales se comportan de forma dinámica y selectiva haciendo lecturas negociadas de los textos. Entender estas reformulaciones son uno de los retos que los teóricos de la comunicación podrían enfrentar ya que se podría suponer que la creación y distribución de nuevos dispositivos de mediación crearán nuevas dinámicas de interacción entre los agentes sociales que, por lo tanto, nos llevaran a nuevas reformulaciones sobre los procesos comunicativos. Por lo cual y debido a los cambios tecnológicos a los cuales nos enfrentamos es desde la cultura que se podrán entender los procesos comunicativos.
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