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LAS LETRAS ESTÁN AQUÍ
Jorge M. Gómez Bocanegra
Germán L. Mora
Abril Medina Luis Vicente de Aguinaga
Patricia Mata Jorge Pérez
Maribel Castorena
Casandra Gómez
enero-marzo 2009
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Índice Coincidencias
LAS LETRAS ESTÁN AQUÍ
Jorge M. Gómez Bocanegra / 2
Notas para un feliz cumpleaños
Editorial
Germán L. Mora / 4
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ara los antiguos latinos, numen no sólo era el nombre genérico de todas las deidades que regían su cotidianidad y designaban sus hados. Era también la inspiración y magia que acompañaba al artista y la creación. Inspiración con la que se juega y se trabaja, que nos lleva por los caminos más inhóspitos y recónditos de nuestro ser, por los sentimientos de soledad, amor, deseo, locura, pasión y felicidad. Inspiración que hoy retomamos y mostramos como proyecto editorial. Todo comenzó en alguna de las muchas charlas que a diario tenemos en los pasillos de la universidad. La idea y objetivo eran claros: generar un espacio propositivo para la promoción y difusión de la literatura. El camino natural para hacerlo era a través de la publicación de una revista. Ahí recogeríamos los frutos de la inspiración, creatividad e imaginación de quienes eligieron la literatura como plan de vida profesional. Así emergemos con Numen, para apoyar y difundir las voces de la literatura contemporánea que se gestaron o se gestan en la actualidad como estudiantes de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara. Y con el propósito de mostrar a la comunidad jalisciense la valiosa aportación artística y cultural de los egresados y alumnos de esa institución. Para este número de presentación, Luis Vicente de Aguinaga, Jorge M. Gómez Bocanegra, Abril Medina, Patricia Mata, Germán L. Mora, Jorge Pérez, Maribel Castorena y Casandra Gómez nos dan una muestra del resultado de su interacción con el numen. Agradecemos el apoyo cordial de todos ellos y de quienes creyeron en esta nueva propuesta.
¡Oh! pero adentro de ti hay un niño Abril Medina / 6
Romance de frontera
Luis Vicente de Aguinaga / 7
Nueve
Patricia Mata / 8
Elsinore, un relato Jorge Pérez / 10
Beso de Sade
Maribel Castorena / 13
La desesperación de esperar Casandra Gómez / 15 Director Joel Castillo Coordinación editorial Samuel Bernal Francisco Estrada Corrección Daniel Barragán Diseño Postof
[email protected] Impreso en Grafisma editores Emilio González Márquez Gobernador Constitucional del Estado de Jalisco
Numen se realizó con el apoyo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco, luego de haber sido seleccionada en la Convocatoria CECA 2008, en la disciplina de Letras, en la categoría de publicación de revista. D.R. © Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Gobierno de Jalisco / Avenida Jesús García 720, Col. El Santuario, Guadalajara, Jalisco. / C. P. 44260. Teléfonos: 01 (33) 36 14 68 55, 01 (33) 36 14 68 64. Fax: 01 (33) 36 58 00 26 Correo electrónico:
[email protected] / www.ceca.jalisco.gob.mx / Foto de portada: Postof, de la serie “Poesía visual callejera Numenen1el/ EDeEfe”. nero-marzo 2009
Lic. Fernando A. Guzmán Pérez Peláez Secretario General de Gobierno
Arq. J. Alejandro Cravioto Lebrija Secretario de Cultura
Mtro. Martín Almádez
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residente del
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes
Coincidencias Jorge M. Gómez Bocanegra
D El sonido del vidrio molido bajo los pies, el susurro del caer de las palabras sobre el papel, el carraspeo de algunas páginas de libros, el silbar de otras, el grito anhelante de una novela con las hojas en blanco, la musicalidad del beso del aire... comenzaron el acecho, en un relampagueante instante del año 1960, a las terminales sensibles de un Jorge Gómez Bocanegra recién inmerso en las geografías, entonces inimaginables, de la ciudad de Guadalajara. Fue tanta la persecución de estos y otros que se fueron sumando a la causa, que Bocanegra llegó a comprender la sutileza de su lenguaje: lo tradujo y plasmó… orquestó su sinfonía de composición con la palabra como instrumento principal [publica Lateralidades (1996), Nubes alas destrozo (2003) y Umbrales y paisajes (2003). También fue director de la sección musical en el suplemento cultural “La cultura en Occidente” del periódico El Occidental, además de columnista literario en éste y otros suplementos culturales]. En la actualidad, como eje indisociable del bilingüismo adquirido, Bocanegra funge como instructor de jóvenes que han oído de la existencia de ese otro lenguaje [Jorge M. Gómez Bocanegra es profesor-investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la U de G, en los departamentos de Letras y Filosofía].
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esde cierta perspectiva, el cuerpo de ella era un caos habitando el misterio. Desde otra, el cuerpo de ella era la materia misma en formas que hacían sentir el deseo llevado a extremos impensables. Por supuesto que ella no sabía nada de lo que pensaba el muchacho que la miraba, hacía rato, desde el balcón de su casa. Ella, para ella misma, era nada más y nada menos que la realidad de varias sensaciones entretejidas que se le hacían en todo el cuerpo, comprendido por el silencio de la suave luz de la tarde, fascinante para el muchacho; más que todo lo demás. Los ojos del muchacho hicieron, al poco tiempo, que en el cuerpo de ella naciera la emoción de unos pasos sobre la piel, constantes, de invisibles seres que ambulaban. Era como si allí, en ese cuerpo de cuatro lustros —o más—, pasearan, acariciantes, los dedos de /// Para quitarse esa sensación de frío —y de granulado deseo—, estiró varias veces, hacia abajo, el tejido de la blusa verde, hasta sentir que recuperaba una cierta armonía, aunque pasajera, por la que todo iba y venía del cuerpo a la mente, de la consciencia a la inconciencia y de lo cierto a lo incierto. La pieza musical que empezó a sonar en el celular, sacó a la muchacha de los Numen 1 / Enero-marzo 2009
agujeros negros en que habían estado flotando sus pensamientos. Antes de contestar, leyó en la minúscula pantalla el nombre y el número. Tras descubrir que era en quien estaba pensando, sonrió, y confesó con voz grave, como si en ese momento acabara de despertar: “Estaba pensando en ti, ¿lo creerías?”. Al tiempo que escuchaba todo lo que del otro lado le decían, no dejó ni un instante de mover las puntas de los pies, tallándolas sobre el concreto para borrar eso que sólo sus ojos habían podido descubrir. En el lado de acá, con tristeza, el muchacho trataba de imaginar lo que ella estaba escuchando. Sabía que no habría otra ocasión, que ésta sería la última vez que ella estaría allí y él estaría del lado de acá. Escuchaba lo que él le habría dicho si estuviera al teléfono hablando con ella. Minutos más tarde, la muchacha guardó el celular y aprovechó para sacar, del bolso de charol blanco, un tubo de colores y un espejuelo. Quitó la tapa dorada, hizo con los dedos varios giros en la base del tubo, y luego de hacer brotar la barra carmesí, comenzó a untarla sobre los labios, los que luego apretó varias veces para acomodar la grasa de color. Tras mirar en el espejo su cara, introdujo éste en el bolso y sacó
nuevamente el celular. Picó las teclas y esperó a que del otro lado contestaran. El muchacho metió las manos en los bolsillos, sin dejar escapar ningún detalle, y pensó, tal vez, en el nombre que tendría ella. En ese momento apareció el autobús y se detuvo. Subieron los otros personajes que estaban allí, menos ella. Ella continuó hablando con la cara dirigida hacia el vacío de la tarde. Esta vez no movía las puntas de los pies; ahora eran sus dedos los que jugaban con las conchas del collar. Era ella la que hablaba, la que decía cosas que el muchacho hubiera querido conocer. De pronto, como suelen ocurrir las cosas más importantes en la vida, el muchacho recordó, en el perfil que ella le ofrecía, el sueño que, días —o semanas— antes, había tenido. Pensó: “Es ella. Sí. Son esos sus cabellos: oscuros, lacios, estilando en la curva de sus hombros. Son esos sus brazos, sus manos, sus…”. Desde luego que la muchacha ni se imaginaba lo que en ese momento estaba ocurriendo allá, al otro lado del balcón. Allá estaba el muchacho mordiendo los labios, mordiéndolos hasta hacerse daño. Haber descubierto que ese era el cuerpo de ella que había estado junto a él, desnudo y frágil en la plenitud de otra tarde, hizo que todo, en ese momento, le pareciera despreciable. Allá estaba ella y // Fue hasta sentir dolor, que el muchacho
destrabó los dientes. La muchacha guardó el celular y esperó, con la mirada tranquila, ajena a todo lo demás, oyendo, tal vez, las palabras que se le habían quedado en la boca y que ahora le hacían gracia, pues de pronto comenzó a dibujarse una sonrisa en el encarnado de sus labios. Pese al dolor, al intenso dolor, el muchacho continuó observando, deseando que el sueño fuera éste, y que aquello, aquello que había ocurrido en aquella tarde, fuera la realidad misma en que había estado con ella. Se intensificó tanto el dolor, que el muchacho tuvo que apretar la boca contra la manga de la chamarra. Hasta entonces, hasta que vio la enorme mancha de sangre que había dejado allí, se dio cuenta de que estaba herido, que el labio inferior estaba profundamente afectado y que todo ese dolor era real, tan real como el coche que acababa de detenerse en la esquina, de donde descendió un hombre, tal vez un ejecutivo, quien abrió la portezuela e invitó a pasar, colocando una mano en la cadera, a la muchacha. Ésta se acomodó en el asiento; el hombre, entonces, empujó la puerta —visiblemente contento de lo que iba a ocurrir después— y se dirigió a ocupar su asiento. Luego de besar a la muchacha, se perdieron hacia donde iniciaba la noche. “¡¡¡Te odioooo!!!”, gritó el herido, viendo el humo blanco de los otros carros.
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Notas para un feliz cumpleaños Germán L. Mora
Siempre me alejé desde muy joven de las reuniones familiares. Para mí, bodas, posadas, navidades y cumpleaños siempre fueron mero chivo expiatorio para reunir a una familia hipócrita de la cual jamás me sentí parte. LA FAMILIA ES UNA INSTITUCIÓN ANTICUADA siempre fluctuando entre el chisme de si uno iba a la cárcel, de si otro al matrimonio u otra la quedada; siempre comentando y comparando el alcoholismo y desempleo de uno con el éxito y la mujer de otro. LA FAMILIA ES UNA INSTITUCIÓN ANACRÓNICA, me repetía constantemente en aquel entonces, mientras me ausentaba de mis propias fiestas de cumpleaños, cuando aún me recordaban. Entonces todo el desprecio que sentía por ellos era contrarrestado con los calcetines y calzones que me hacían como regalos; no faltaba la tía hacendosa que hasta envolvía un desodorante barato con un billete de doscientos pesos.
Nació aquí, en Guadalajara. El año se conoce (1983), pero el día, a falta de globos y serpentinas, se ha perdido en el calendario. Poco importa; a él, ciertamente, no le importa. Su pluma —poeta como él— se pasea entre lo beat y lo infrarrealista, potenciada a la tapatía. Ha colaborado, nacionalmente, en diferentes revistas: Pléyade en Zacatecas, Reverso en Guadalajara y Tierra adentro en el D.F.
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entonces se aceptaban con gran gusto mientras me decía a mí mismo que un cumpleaños sólo es disfrutable desde el punto en que con cada año que pasa se está más cercano a la tumba, Numen 1 / Enero-marzo 2009
que el haber nacido es ya de por sí una pérdida, que entre más se vive, menos parece útil haber vivido. entonces me decía que el nacimiento era una negra broma más del destino y creía firmemente en que Nietzsche sólo había invertido los términos: que no fue el nacimiento de la tragedia, sino que es la tragedia del nacimiento. entonces me decía todo eso y otras tantas cosas; ahora estoy seguro de que no estaba tan equivocado, de que un cumpleaños, cada vez que pasa, se pasa un poco más como un cadáver.
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¡Oh! pero adentro de ti hay un niño Abril Medina
¡Oh! pero adentro de ti hay un niño –dices atemorizado y dócil eres el gran aparato de diablo y acá afuera te burlas como defectible cínico del accidente ajeno sólo para conectarte con más gusto la botella porque eres el incendiario más húmedo y con la verga menos muerta ¡Oh! pero adentro, es cierto, sugieres, hay un niño enfermo y atormentado Eres el vástago señalado que sólo intercambia insultos con las personas calificadas, improvisa categorías de ingenio que le parecen originales o destacables pero ahí, dices, al fondo, hay un niño herido esperando que lo abracen (porque es muy pequeño y suave) 1985. La tierra tembló (¡Cobarde!). Abril llegaba a romper madres. Siembra minas en el papel y no corre a taparse los oídos como cualquier otro; no, se queda ahí, paradita, viéndolas estallar o –cuando le da por jugar– provocando que exploten. Cuidado, lector, que aquí hay pólvora. No te vayas a quemar. Ha colaborado en diez antologías colectivas de poesía y ha publicado dos individuales: De amarillo a jueves (2007), en Guadalajara, su ciudad, y Cualquier abismo se parece al útero (2008), en España. Actualmente es editora de la revista Reverso.
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ya sin las oficialidades del hombre irascible, ese que vocifera virtud, arrogancia a la cara de algún ingenuo, donde le ha parecido; florece una vagina al calce de la nariz Pero dentro, claro, quietecito y hambriento, hay niño que no juega nunca –no te hará daño, insinúas, –no te hará daño.
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Romance de frontera Luis Vicente de Aguinaga
Tengo que decidirme, tras un almuerzo de conejo, entre dos tardes enemigas: una de zorros, otra de lechugas apenas mordisqueadas en los bordes. La ballena y el témpano, expertos en la sal, merodean por las olas al ritmo de la siesta. En los jardines callejeros llueve, al anochecer, polvo de pájaros. Van quedándose mudos los relojes del puerto. Sólo yo he visto la primera estrella. Puedo volver al monte o empezar, en tinieblas, a buscarte a la orilla de un mar que huele a sueño.
Padre de familia, profesor, investigador, periodista, escritor; pero de oficio poeta. Luis Vicente de Aguinaga (Guadalajara 1971) es la voz más sólida de la poesía jalisciense de los últimos diez años; esto lo confirma el premio Aguascalientes (2004) y el reconocimiento de publicaciones como Nexos y Letras libres. Su más reciente publicación es Fractura expuesta (2008).
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Nueve Patricia Mata
nueve entre cien posibilidades de perder la cordura en la sangre nueve ella fue por un milagro y en la carretera las luces de los coches advertían algo todo el mundo sabe la catástrofe había algo oculto y triste en decir sé lo que me inyectas va a matarme pero no te sientas mal los oídos de mi padre ya no necesitan caracoles para tener olas, ruido que pertenezca a lugares soñados
Aficionada a los avioncitos de papel y a coleccionar bufandas, Patricia Mata (Guadalajara 1985) es editora de la revista Papalotzi y maestra de talleres infantiles de creación literaria. Su trabajo ha sido publicado en revistas literarias y en los libros Mariposario, Cien poetas del mundo y La mujer rota. Su primer libro Sé del paso a los dementes se edita este año con la editorial española Baile del Sol.
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para sanar heridas había limones montes negros para la caída traduzco el lenguaje de una llamada que se corta mi padre es compositor porque es sordo me gustaba sentarme en una silla y probar mis pocas ganas de jugar, el estado insano es lo más puro para decir casa
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Celia, pero ahora con estambre porque yo era desesperada, niña, mosca Celia contando cuadras
nos dieron el ánimo tres veces al día cada ocho horas
pero el amor es una mano limpiando enfermedades sin asco
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Elsinore, un relato Jorge Pérez
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Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1983. Fue fundador y colaborador de la revista Antes de dormir. Además de escritor, es músico y pintor. Pertenece a la generación 2003-2007. Bajo la consigna de crear porque las circunstancias y el áncora de los sentidos nos exigen hacerlo —la creación como acto escurridizo de todos los días, como acción ineludible de lo social y dependiente de esto. En el siguiente cuento, Jorge Pérez nos transparenta que los actos mismos de leer y escribir son material poético contundente.
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bsesionado por las palabras y las frases, Elsinore decidió convertirse en vampiro el día que escuchó la línea de hincarle el diente a un libro. En el fondo, Elsinore sabía que eran en un sentido metafórico esas palabras, para referirse al acto de emprender la lectura de un tomo que se significaba un poco complicado según los estándares. Pero eso era en el fondo, y Elsinore quiso tomarse en serio el comentario e ignorar lo que conocía de antemano. El primer día, ya de noche, pretendió comenzar su actividad vampiresca, así que fue a su librero personal para realizar su tarea. Desde la puerta vio el panorama que se le ofrecía: novelas, cuentos, poesía y, hasta abajo, los libros técnicos, los cuales descartó por augurar un mal sabor de boca posterior. Sin pensarlo más, se fue por la poesía, ¿pero qué? Nacional o extranjera, en traducción o en original. No atinaba a responder ese dilema cuando se le vino otro encima: ¿obras completas o sueltas? Con unas se dislocaría la quijada, mientras que con otras quizá quedaría con apetito. Esto último no le importó por considerarlo alegórico. Entonces se fue por un plaquette, mucho mejor, más breve y discreto para comenzar. Tomó uno al azar y sin meditarlo mayormente le soltó una mordida. No tenía un sabor muy agradaNumen 1 / Enero-marzo 2009
ble, tal vez algo de polvo, pero nada fuera de lo común, fuera de esa ausencia de sabor de lo cotidiano. Ya lejos de su boca el libro, vio la marca de sus dientes en él. Se arrepintió y decidió meditarlo mejor y hacerlo de otra manera, ya luego vería cómo. Al día siguiente fue a su trabajo —antes hay que aclarar que de día no era vampiro por obvios convencionalismos; era un simple trabajador bancario, como cualquiera, con gafas puestas, a veces sombrero, y otras cosas para ocultar su verdadera identidad de Elsinore. Durante su labor diaria, pensó y repensó cómo hincarle el diente a un libro, cómo ser un vampiro libresco, ¿cómo? La solución fue empezar a trastocar el sentido literal de la frase pero no en el orden convencional —pues eso sería regresar a lo común—, sino de otra manera. Puesto que la idea de hincarle el diente le daba a pensar que se trataba de un acto de consumo, vio la posibilidad de convertir el libro en otra cosa, no en un alimento sólido, más bien en uno líquido. Y, claro, la idea de consumir para sí un libro es lo que al principio lo llevó al vampirismo, por la energía que de él se toma, más allá de leerlo, ya luego de hojearlo… Infusiones de libro fue su siguiente proyecto, y al llegar a casa fue corriendo a la biblioteca
y de inmediato a la cocina para hacerse su té de libro. El ejemplar señalado fue de antropología filosófica, pues se proponía llevar a cabo una acción de culturofagia. En una gran olla repleta de agua colocó el volumen para verlo llegar a un punto de ebullición irredimible. Y así fue: cuando el pobre libro fue desprendiéndose en partículas cogió una taza y, sin más, se sirvió de golpe metiéndola en la olla. Dejó pasar unos minutos para que se enfriara un poco y comenzó a dar sorbos para calar su sabor. Reprobó la textura pero la sensación no fue del todo negativa. Consumió el resto de lo preparado y entrevió la posibilidad de repetir la experiencia, pero de plano no era lo que en realidad buscaba. Al día siguiente, de nuevo rondaba la idea de abandonar el proyecto, pero algo le decía que no podía, que era parte de su destino ser un vampiro, un Elsinore digno de portar ese nombre. Tuvo un momento de revelación, claro, si no fuera un vampiro diríamos que algo lo deslumbró, que tuvo una idea definitiva, que se le presentó la verdad de golpe, sin saber de dónde venía o por qué justo así. Cuando ya había casi abandonado las esperanzas de triunfar en esta empresa, se dio cuenta de que la idea del vampiro no era consumir el todo del otro sujeto, sino apenas penetrarlo un poco con los colmillos para sacarle provecho al elemento más importante, fundacional y substancial: la sangre. Pero cuál era la sangre en un libro, pensó. Qué otra cosa más allá de sus frases, sus mejores líneas, las fundamentales. De nuevo en su casa, corrió por su novela favorita para empezar su nuevo proyecto.
Claro que antes previó qué haría con esos fragmentos y se inclinó por reusarlos para su propio libro: no un libro escrito por Elsinore, sino uno hecho a mano con los retazos de otros pegados. Fue a comprar una libreta negra, tijeras y pegamento. Seleccionó las mejores partes y fue pegándolas aleatoriamente, pues dejaba espacios para luego poner material de otros libros y no tener de uno solo de corrido. Al concluir, se dio cuenta de que su libro —no el que hacía, sino el otro, del que alimentaba el que hacía— había quedado mancillado. Entonces se le reveló otra cosa: es incoherente mutilar sus propios libros, es como si un vampiro se bebiera su propia sangre, apenas sería jugar a ser vampiro, y la cosa era serlo; es preciso lo ajeno para que no se cree una reacción de entropía. Su destino fueron las librerías, las bibliotecas, todo lugar donde se albergaran libros, de preferencia viejos, algo añejos, como el vino, sangre. Irrumpía en los estantes como una persona más, sin que nadie advirtiera que entre los dientes guardaba una pequeña navaja para abrir los libros en una página al azar, y ahí buscar la mejor frase, lo más rápido posible para que nadie sospechara de su labor. Y ya que encontraba la línea perfecta, la contorneaba con el filo más fino y la doblaba para colocarla en su pantalón, fingiendo ver su cartera para checar el dinero que llevaba consigo, engañando a los encargados. Regresaba el libro al estante, como si nada hubiera pasado. Novelas, cuentos, poesía, etc., sus géneros favoritos vistieron su cuaderno de
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notas fragmentadas, arrancadas, violentadas y vampirizadas. Con tinta roja escribía el lugar y la fecha de sus crímenes; con cierto orgullo hedonista revisaba las horas anteriores y procuraba no repetir autores, librerías, editoriales. Aunque fuera lo menos posible para dar un sentido de diversidad. Cuando acabó el cuaderno —y no he de decir que tardó mucho, toda vez que entró en ritmo y le agarró el sabor a este vampirismo—, decidió que otro libro sería insuficiente, es decir, otra libreta sería repetirse. Aunque la idea de una pequeña biblioteca de fragmentarios era tentadora. Pero no. Fue por maderas e improvisó un ataúd para en él rodear las frases que conseguía, en el interior y exterior. Y, ya encaminados, más tarde llegó a comprar grandes lienzos para en ellos hacer lo mis-
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mo, y con el tiempo hasta logró mostrar uno o dos en paredes afuera de su casa con el pretexto de que las palabras impresas y puestas sobre colores y figuras eran también una especie de arte. Ahora que la vejez lo ha dejado cansado y le es casi imposible salir, Elsinore se considera un vampiro jubilado y vive de reciclar lo que le llega del periódico, las secciones de literatura sobre todo. También utiliza las viejas frases que nunca usó. Se ha convertido en un minimalista, pues sus obras son cada vez más pequeñas y menos recargadas, a diferencia de sus inicios. No es un secreto que llega al final de sus días. Habrá el momento en que le reste sólo una última frase y tenga que usarla a riesgo de no volver a tener otra palabra en sus manos. Así será el final de su vida como un vampiro verbal.
Beso de Sade Maribel Castorena
Duermo abierta con las ventanas y los túneles abiertos, aunque nunca despegues tu dedo del gatillo duermo abierta contando historias de jardines encantados o leyendo la nota roja del día, lo mismo da un asesinato cruento que la disolución de las nubes duermo abierta con los ojos como de gata trashumante que utiliza los “m i a u” para hipnotizar la tempestad y el nocturno que te devora mientras tu dedo en el gatillo, tu dedo índice, levanta los pezones y contorsiona el pulgar con el botón que florece como clítoris libado duermo abierta como nube hinchada de lluvia cielo listo para la implosión, una descarga en el centro de la nube y esos colmillos, con su acercamiento triangular en quiebre de ingles, hacen de la yugular un grito lubricado y todos los labios se hacen maullidos y guadañas que se agrietan, se colapsan, se d-e-l-e-t-r-e-a-n color lava color baba de mar y beso de Sade,
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Considerada como un icono tapatío ochentero, Maribel Castorena (Guadalajara1982) ha tomado por asalto la red y a través de ella ha encontrado la plataforma ideal para difundir sus textos. Colabora además en las revistas La rueda, Al margen y Papalotzi. Su cuento “No leas a Sexton sin mí” ganó el segundo concurso de cuento de la publicación Palabras Malditas.
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poco a poco el índice aprieta no se despega, perdura, colisiona, sacude, enerva, pasma; por favor: ¡Nunca despegues el dedo del gatillo! Duermo abierta Como así guarecernos en la misma bala.
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La desesperación de esperar Casandra Gómez
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entada sobre mi grano de café, mi detector de nicotina hace clic, busco desesperadamente la fotografía que día a día me recuerda que algo estuvo mal, que desde aquel momento dejó de funcionar. La veo, te veo, me veo, no quisiera haber estado ahí, quizás porque aun en mis momentos de aturdimiento sigues en mi ser. Espera, mi cigarrillo me habla, me dice que ahora ya todo va mejorando, que estoy cerca de él, eso me tranquiliza, y en un placer oral lo liquido con pasión. Mi pecho está sofocado, mi cabeza da vueltas, cierro los ojos y está esa imagen… Maldita imagen, si tan sólo el tiempo retrocediera, si hubiese tenido la oportunidad de no nacer. La libertad absoluta sólo la tienen los abortados, me lleno de rabia poco a poco. Necesito una taza con cafeína, cada paso que doy, cada uno de ellos por algunos granos de café; el piso es helado y algo disparejo, pero eso no me importa. Tomé la taza, la llene de agua y tú ya te acercabas, mi corazón lo presentía, metí la taza de porcelana al aparato de microondas… Giraba al igual que este mundo que te traía hacía mí. Cuando tocaste la puerta te abrí, fue una extraña sensación, te apetecí y te aborrecí, fue raro, lloré en tu pecho, y me besaste… Odio tus besos.
Tus ojos y los míos se unieron, dialogaban, ¿recuerdas? Todo quedaba en el subconsciente, ya había terminado, fue delicioso disfrutarte, sentirte humeante, caliente. Un puñetazo en mi estomago me decía que no te debía de ver más, que era un adiós definitivo. Encendí un cigarrillo más en tu honor, por ti, por todos los momentos juntos; por mí, por mis tonterías, por mi sonrisa, por mi cuerpo. El humo del cigarrillo dibujaba figuras inimaginables, pasaban frente a mis ojos una serie de actos parecidos a un accidente de tráfico: sangre, sirenas, gente, gritos, sollozos, muerte. Todo pasó lento, el tiempo se acababa, al igual que el humo, pensé que después de todo, mi vida había valido la pena, sonreí… Es más: reí, recordé a Tom Sawyer, y qué decir de El Sueño de Albión, aún más divertido y escalofriante que Jumanji, caí de la risa al pensar en un final alterno para Crimen y Castigo y, ¿qué hubiese pasado si Pito Pérez no hubiese sido un gran filósofo? Seria uno más en esta sociedad como lo fui al estar alcoholizada en casa de algunos cuantos amigos, y de todo lo que nos dejamos en esos momentos tan absurdos pero tan llenos de veracidad. Así llegaron mil y un pensamientos y recuerdos, fue un Numen 1 / Enero-marzo 2009
1988 fue testigo de su nacimiento. Es tapatía desde entonces. Con su alegre irreverencia, Casandra ha logrado armonizar el estudio de las letras y su incansable labor cinéfila con su faceta como reportera colaboradora, desde hace dos años, en Mujer Hoy. Recientemente se le ha oído como locutora en proyectos de radio independientes.
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gran viaje, pero ahora sólo estoy sobre mi grano de café y mi detector de nicotina hace clic. Todo mientras espero en la nada de una gastritis desesperada.
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