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LAS LETRAS ESTÁN AQUÍ
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NUMEN invita a colaborar con obra inédita en poesía y cuento a los estudiantes y egresados de la licenciatura en Letras. En documento de Word, la extensión de los textos no deberá rebasar las tres cuartillas a doble espacio, tipografía Times New Roman, 12 puntos y márgenes de 2x2x2x2 cm.
También la puedes encontrar en: Librerías: Cervantes El Aguaje FCE Ítaca El Sótano Kiosco CUCSH Librería Mariano Azuela Siglo XXI
La convocatoria para la conformación del número 4 cierra el día 15 de octubre de 2009. Esperamos el producto de tu numen en:
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Cafés:
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Contraportada Numen 3.indd 1
20/08/09 05:25 p.m.
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Índice LAS LETRAS ESTÁN AQUÍ
Inmutable
Alejandro Piña / 2
Rencor de anhelo
Editorial
Selene Villarreal / 4
C
on la misma emoción de un amanecer navideño en país próspero, las yemas de unos dedos anónimos arrancaban los gajos de una caja. Luz gratuita de todos los días exhibía penosamente un interior sobrecogido por el allanamiento. Levedad de algunos pliegos de papel —clonados por cientos y apilados con cierta decencia— que exudaban el orgullo de quien tiene bien ceñidas dos grapas en su ombligo. Numen reaparece, valdría que algún presidiario añejo tallara una sutil tercera línea vertical al margen de su propio registro [a propósito, mejor ni hablemos de aquello que trae siempre cargado al 3 y le ha dado su tan contrahecha postura]. Como bailarín que insiste sudoroso en los mismos pasos, frente a los reflectores y un discreto auditorio, Numen sigue ensayando para aspirar a perder de a poco algo de la gracia de los robles y hacer más confortable su primer nido a las palabras incubadas por los profesionales de las letras. Marcar la diferencia entre la caja de contenido precioso, cerrada y arrumbada, y la misma, abierta a sus anchas, que deja que las manos y ojos curioseen libremente. La portada de esta edición se debe a la nominalización del apellido del artista plástico tapatío Carlos Cortés. La caja del Diablo, además de una muestra ingente de virtuosismo, es la exposición al desnudo de una pequeña dosis de neuralgia placentera, el escenario de una sorpresa que irrumpió cuando las tapas de una caja fueron corridas: la apertura, parece ser, es el evento favorito de la sorpresa. Esta Numen encierra, en sus dieciséis páginas-cajas, el trabajo de los escritores que comienzan a ser enlistados bajo el margen superior derecho de este mismo espacio: ¡pulgares en alto y sonrisas sostenidas de agradecimiento para todos ellos y los demás colaboradores! Como siempre, el lector y sus opciones: o romper el sello de esta primera página y leer o mandar al diablo este ejemplar con un pentagrama y un 666 como estampillas.
Sirenas de mercurio Cecilia Eudave / 6
Rápido
José Israel Carranza / 8
Anémona de ciudad Andrea Olson / 10
Lucía
Angélica Cota / 11
Efecto Dalí
Renata Armas / 13
La panza es tu retrato Dante Medina / 15
Director Samuel Bernal Consejo editorial Joel Castillo Francisco Estrada Corrección Daniel Barragán Diseño Postof
[email protected] Impreso en Grafisma editores
Numen se realizó con el apoyo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco, luego de haber sido seleccionada en la Convocatoria CECA 2008, en la disciplina de Letras, en la categoría de publicación de revista. D.R. © Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Gobierno de Jalisco / Avenida Jesús García 720, Col. El Santuario, Guadalajara, Jalisco. / C. P. 44260. Teléfonos: 01 (33) 36 14 68 55, 01 (33) 36 14 68 64. Fax: 01 (33) 36 58 00 26 Correo electrónico:
[email protected] / www.ceca.jalisco.gob.mx / Portada: La caja del Diablo (2008) de Carlos Cortés. Óleo sobre tela. 145x145 cms.
Numen 3 / Julio-septiembre 2009
Emilio González Márquez
Gobernador Constitucional del Estado de Jalisco
Lic. Fernando A. Guzmán Pérez Peláez Secretario General de Gobierno
Arq. J. Alejandro Cravioto Lebrija Secretario de Cultura
Mtro. Martín Almádez
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residente del
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes
Inmutable Alejandro Piña
No hay narración sin cambios de estado Joanna Zeromska Urn with dead flowers in a drained pool PJ Harvey + John Parish
L
1986 era apenas un retoño. Alejandro arribó un día con la primera oleada de una invasión de pequeños bultos de carne desnuda que reconocieron de inmediato su fracaso y se corrompieron con la leche. Resignación en el ceño para acostumbrarse al lugar que se desodoriza siempre con el olor de la tierra mojada. En estos últimos días, él anda confesando sin ruborizarse que pertenece a la generación 2004 y que ha colaborado para la revista Cauces. Aunque lo disimule, casi podemos asegurar que también le ha dado por traducir algunos guiones cinematográficos y uno que otro verso de William Blake.
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a mujer ya estaba en la silla. Podíamos verla en el centro de la habitación, ni a la izquierda ni a la derecha, empecinada con que la novela debía terminarse pronto. Su juventud era transparente como un espejismo. Probablemente no mueva un dedo, ella sabe. Ella sabe, además, que el infinito no es explosivo, sino implosivo: el universo puede condensarse en una habitación, ahondar entre las moléculas de lo inocuo, entre la no-materia que la rodea: una silla, una cama desarreglada y empolvada, una mesa callada sobre la que reposa el silencio de una máquina de escribir, el huracán estático e inamovible que arrasa todo desde hace dos siglos. Lo usual. Si fuese posible poner los ojos sobre una ventana que no hay en esa habitación, quizás habría una urna con flores en el fondo de una piscina vacía. La visión de la escritora es como la de un arpa mágica que no puede emitir sonidos. Es tan muda como la página en blanco que había empezado a quemarse desde hace dos siglos: la llama se tersa inmóvil sobre la albura y el viento es un espectador eterno que aviva sólo la imaginación. Pensar es probable en su cabeza; entre su cabello color cetáceo adivinar un movimiento es impensable. Un ser sin manecillas ha inundado el cuarto, más o menos desde hace dos siglos, y siempre ha permanecido. Siempre ha estado quieto, observando desde su inmovilidad. Numen 3 / Julio-septiembre 2009
La novela es un pretexto, un preludio de la revuelta; pero moverse no es una opción. Ella ha decidido conservarse abúlica, embebida en una fijación estática desde cuarenta lustros atrás. Vivir es lo más cercano a lo eterno, al Primer Motor Inamovible. La muerte quizás sea un remedio, aunque improbable. Las paredes han estado resquebrajadas como fallas que podrían llevar al centro de lo inexistente. Cronos se acuesta con Morfeo durante veinte décadas y la mujer y su página, el huracán estático, la silla y la mesa calladas, un perro durmiendo; igual, siempre. Detrás de todos los cuerpos, en el fondo de aquel escenario imposible, una sombra parece trazarse delicadamente, como si de alguna manera su presencia fuera el único asomo de vitalidad o quizás una quimera: una urna con flores muertas en el fondo de una piscina con una ínfima gota, quizás.
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Rencor de anhelo Selene Villarreal
Letras pintaban flor perfecta cuando el stop le detuvo el arte nubes lloraron perfume de pena con el sol escondido a la sombra de la noche. Enorme tsunami gritó la Z y mojó su cabello sin trova viento que se corta cuando no evade, cuerpo Entre tanto, el numerador del cielo bautiza estrellas, caza, sumerge en el cuenco rebosante de vía láctea, aprovecha: El Creador duerme tranquilo (la humanidad hará el apocalipsis por él)
Coleccionista de imágenes, Selene camina las calles semipobladas de su ciudad —imposible hablar de caminos vacíos pues, además de evitarte a ti, lector, el lugar común, hace ya mucho se catalogaron en peligro de extinción en esta tierra—, con los ojos y el cuaderno bien abiertos y la tinta lista para lazar cualquier motivo que le permita inventarse un recuerdo que papirizará como prueba de que ella y esa reminiscencia de probeta-tintero estuvieron aquí, en Guadalajara. Selene Villarreal (1990) cursa actualmente el segundo semestre de Letras y ganó en diversas categorías de los concursos que fil Joven organizó en 2008.
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Y si de Dios hablamos, quejo que no me deja robarte albedrío —¿O no me dejo convencerlo?— Es que te quiero con grilletes a la cama, de ojos atrapados bajo un pañuelo, centinela preso de atavismo. Pero que no y ¡qué se hace! Germinar flores con dedos temblando mientras el verde me rige la vida y el sol entre rayos lunares se esconde del reconcomio sobre nubes dormidas. Escupen a gritos las olas tus letras, te me ocultas el rastro arrastrándome al viento. ¡Que te quiero compartir mis lunas con leche caliente antes de ir al lecho! a cogernos Numen 3 / Julio-septiembre 2009
del tiempo crudo que ata a la cama, funde la mirada, pasea de puerta a puerta el elíxir que mantiene azaroso el deseo. Quien gira la llave y cierra esta utopía adolece que no Dios oposición, yo que a las edades espero desgastar la piedra que te cubre la entrada; que no imagen ficticia, tú desprotegido, solo, suplicante. Después de tanto media vuelta mis trazos lejos lejos al e j á n d o s e náufragos en soledades yertas, ajenos a tu pernicioso alcance.
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Sirenas de mercurio Cecilia Eudave
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1968: protestas, juegos, denuncias, masacre, Eudave. La mayor parte de su tiempo, Cecilia (doctora en Letras Romances por la Paul Valéry) se dedica a grabar en piedra historias sobre ese mundo, aquél que se asomó al nuestro el mismo año que ella lo hizo: un lugar bizarro donde lo cotidiano y lo inverosímil llegan a una tregua (momentánea), un sitio donde nadie se impresiona si compra el pan codo a codo con un ser mitológico o si cientos de cadáveres se evanescen de las plazas. Cecilia, cuando vive aquí, es profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara; y cuando regresa allá, al 68, publica libros como Registro de Imposibles, Sirenas de Mercurio o La criatura en el espejo.
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urante los siglos xix y xx, las sirenas fueron duramente cazadas por los hombres. Cuentan que una noche el barco Perséfone cazó cerca de una docena. Curiosamente, no se les buscaba como fenómenos de la naturaleza, pues ya existían en la imaginación humana nuevas y poderosas bestias más apetecibles para la pesadilla. Tampoco las cazaban por su voz que podía ser robada y transferida a la garganta de una mujer en parto. Ya habían dejado de construir peceras gigantescas para contenerlas y exhibirlas, y también prescindieron de sus servicios como cocineras, según cuentan el libro Las puertas de Casiopea. Ahora se les apreciaba en el mundo del comercio por su carne afrodisíaca. Bueno, por lo menos la de la cola de pescado con la que se hace un caldo delicioso, que al dar de comer a las mujeres, provoca en ellas tal desenvoltura, tal desinhibición sexual, que los hombres enloquecen mientras dura el efecto del potaje. Por esta lujuria humana murieron miles de sirenas cercenadas de la cintura para abajo; algunas, las menos ¿desafortunadas?, quedaron condenadas a unos terribles y lastimeros carritos de madera que cargaban sus mutilados cuerpos con los senos al aire y sus largas cabelleras sucias; portaban, además, un letrerito que decía: “Una moneda para esta pobre sirena”. Así vagaban por los puertos, mientras sus hermanas esquivaban cualquier cantidad de penurias arriesgando sus colas, para observar la tristeza de su congéneres y lanzarles algas para que se alimentaran. Hartas decidieron vengarse. Los tiburones de los mares orientales les aconsejaron vivir en sus aguas y atascarse el cuerpo de mercurio; sabido era que esos mares están contaminados por la nueva industria, de tal manera que sus cuerpos se convertirían en veneno mortal para los hombres. Ellas siguieron el consejo con la ilusión de matar a su raptor a pesar de su misma muerte reivindicando a sus hermanas.
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Y sí, cuando una sirena cayó en las redes de un mortal y fue cercenada de la cintura para abajo, pasó algo que ellas no contemplaron ni esperaron: la cola saturada de mercurio buscó de nuevo unirse con el dorso hasta lograrlo. Una y otra vez se repitió la operación y, una y otra vez, el cuerpo se reintegró. Los hombres quedaron maravillados de esta nueva condición fantástica en ellas. Ahora, las sirenas atrapadas son objeto de la mutilación perpetua en las carpas dominicales de las ciudades… Publicado originalmente en Sirenas de mercurio, Madrid, Amargord, 2007 (Colección: 1003 libros para cruzar la noche).
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Rápido José Israel Carranza
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Contar historias de lo cotidiano es su oficio; el cuento y el ensayo son sus herramientas. Ha participado en proyectos editoriales que dieron lustre a las letras tapatías desde la década pasada: fue editor en El Zair y actualmente en Luvina. Muestras de su creatividad se pueden leer semanalmente en el diario Mural y en internet —del cual se declara un cautivo— en su blog. José Israel nació un primero de marzo del 1972 y a mediados de la década de los noventa egresó de Letras.
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ADEO MANRÍQUEZ (Hermosillo, 1961). Procede de una familia más o menos convencional —cosa que, quizá, sea causa de las particularidades más o menos excéntricas de su personalidad. El padre fue ferrocarrilero y murió en un accidente tremendo cuando Tadeo cumplió 16 años y apenas estaba por seguir el mismo destino, como porter en los coches Pullman que hacían el recorrido entre Guadalajara y Nogales. Tadeo se juró, entonces, que nunca viajaría en tren, y por ello mejor estudió para ser técnico en refrigeración, oficio que jamás ha ejercido; pese a esta decisión, se obstina hoy en día en armar una maqueta interminable a la que añade concienzudamente tramos de vías, vaquitas, granjitas, semaforitos, gentecita, cerros de papel maché y cascadas figuradas sobre las que cruzan puentes construidos con minucia y denuedo, si bien lo único que falta en esa maqueta es un tren eléctrico. Su madre se quedó en Hermosillo —y ahí va a morirse— cuando Tadeo abandonó la casa paterna por ir tras los pasos de una gringa de la que se enamoró irremediablemente a los 19 años. La siguió hasta Tucson, primero, y luego de una pelea que tuvieron (culpa de la madre de Tadeo, cuando descubrió que la gringa era negra), él no dudó en seguir camino hacia Omaha, donde consiguió trabajo tripulando una trilladora. Parece que la mujer tuvo un hijo suyo, pero él nunca ha estado seguro, y hace mucho tiempo que dejó de torturarse con esa duda; lo que no perdió fue el rencor a su madre, a quien nunca ha vuelto a visitar. La aventura en Omaha duró lo suficiente como para permitirle ahorrar (es un tacaño de dimensiones épicas) y, pasados unos doce años, tomar por primera vez unas vacaciones en Puerto Vallarta: craso error, porque ya nunca pudo regresar a Estados Unidos —siempre estuvo allá como ilegal. De manera que sólo atinó a comprar un caserón en Guadalajara para convertirlo en pensión, y ahí mismo es donde ha comenzado a envejecer: solo —jamás Numen 3 / Julio-septiembre 2009
olvidó a la negra, y nunca tuvo ánimos de buscar otra relación—, miserable, sin más alegría que su maqueta sin trenes e inventándose manías, así sea únicamente para molestar a sus inquilinos. Por ejemplo: a escondidas es un fumador asqueroso, pero prohíbe que alguien encienda un cigarro en su presencia; ha dado en “estudiar” lo que entiende que son los fundamentos del budismo —en volúmenes ridículos que consigue en librerías de viejo: los más baratos—, pero alardea de tener un alto sentido católico de la moral. Pasa largas horas viendo televisión (infomerciales, básicamente), o tiñéndose las barbas (para enjuagarse el colorante de inmediato), o serruchando y taladrando en su maqueta monstruosa, y todo únicamente con tal de hacer mucho ruido, todo el tiempo, a fin de poder darse el gusto de encarar a quien tenga el atrevimiento de venir a pedirle que se calle. Va volviéndose un viejo pendenciero y aborrecible —cosa que demuestra que no va comprendiendo un carajo de budismo, o que lo comprende a su muy particular modo. Le gusta mucho el olor del desinfectante con que se trapea la casa: es la sola voluptuosidad que se permite. Porque su tacañería, la carencia absoluta de ilusiones y los años que tiene esmerándose en el desdén de los demás (es altanero, socarrón, mezquino: un mal bicho, para decirlo rápido) lo han persuadido —aunque quizás se sorprendería si se lo dijéramos— de que toda forma de vida, empezando por la suya, es sinónimo de desperdicio, y de que no hay gozo que valga ningún esfuerzo más allá de levantarse cada mañana y cumplir, malamente, con las obligaciones de la rutina. En este momento acaba de tener lugar la inauguración del cáncer en su páncreas. Y mejor para él: el fin llegará rápido.
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Anémona de ciudad Andrea Olson
Un poema es un parque donde se hace el amor y una ciudad, una mujer dormida a la que se ama Demián Lister
Mastico tus huesos hasta romperme para robarle tu silueta al asfalto, esa acuarela de luces pardas donde todo se queda inmóvil Soy un acróbata de barrio, de país desconocido: sostengo un corazón en cada mano entre el caos y la prisa, entre el aire gris y los pájaros muertos
Observar lo complejo de las cosas simples es su consigna, pues con una sola palabra otros mundos son posibles, por ejemplo, aquellos creados por la ciencia, la mitología, la magia y el esoterismo. Andrea (Guadalajara, 1985), estudiante del cuarto semestre de la licenciatura en Letras, se declara así voraz lectora de textos, sonidos e imágenes que la transporten a lugares donde sólo la imaginación puede habitar y contemplar. Ha publicado poemas en la revista electrónica española Almiar y en el apartado “Espejo de letras” de la antología Arrojos (La Luciérnaga, 2007).
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Mis zapatos tristes, huérfanos de asombro recorren los vestigios de otra tierra siguiendo el mapa de tus talones, la historia que escribes en este lienzo de concreto y hojas amarillas Tu lluvia es imperio de mis pasos y la calle, confidente desesperado de tu cuerpo Mujer, ¿no lo entiendes? La ciudad sólo es una de las tantas rutas de tu espalda
Numen 3 / Julio-septiembre 2009
Lucía Angélica Cota
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l espejo en las manos de Lucía se calentaba poco a poco. La chica cerró los ojos y giró la cabeza antes de golpearlo varias veces contra la pared. Cuando por fin soltó lo que quedaba del marco, tenía los dedos cubiertos de pequeños cortes. Se frotó la cara cubriéndola de marcas rojas. Mientras tanto, en el suelo, los fragmentos siguieron calentándose hasta que se derritieron y volvieron a su forma previa. Lucía se dejó caer sobre sus rodillas. Se sentía vacía; no tenía ni siquiera ganas de sollozar. —Te lo dije —susurró el hombre incorpóreo inclinándose sobre ella—. Los accidentes pasan, no es culpa de nadie. —Cállate. —Vamos, alégrate. Tendrás un lugar privilegiado. —Me está mirando —dijo Lucía sin descubrirse la cara. —Claro que te mira, siempre está mirando. —Me quema... —Se acabará pronto, le agradas. Más tarde, el hombre (in)corpóreo hizo ruido al caminar por la habitación. Levantó el espejo con una sonrisa satisfecha. —Las cosas van bien —dijo. Lucía sollozó. El hombre corpóreo buscó un lugar al cual poder llamar privilegiado y colgar el objeto de su reverencia. Lucía tomó el martillo con el que antes había intentado romper el espejo y lo lanzó contra el cráneo del hombre (in)corpóreo, pero lo atravesó y se impactó en la pared. —Vas a lastimarte —dijo el hombre corpóreo. Tomó el martillo y fue a ponerlo en un estante al otro extremo de la habitación. Lucía se asomó al espejo. Los ojos que la miraban brillaron con una intensidad roja y la boca se torció en un saludo sardónico. —Debí haberlo sabido —dijo Lucía—. Todo esto es culpa de mi ignorancia, pero de mi ignorancia nadie tiene la culpa... Numen 3 / Julio-septiembre 2009
Llegó un 2-3 de mayo a esta tierra —dicen— de machos y tequila. Uno no se explica cómo —pues en su tiempo ya se usaba la TV, ¡y hasta por cable!—, pero desde niña le dio por leer. Igual que la mayoría, comenzó por eso que algunos han clasificado como literatura infantil y juvenil, fantástica o maravillosa y, desde entonces, no ha querido soltarla. ¡Maravillosa (¿o fantástica?) elección, Angélica! Sus trazos, por [E]nde, lo siguen a él, con olfato cazador de [B]eagle, y a otros autores similares; pero siempre a su manera, claro: fantasticomaravillosamente.
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No hubo reacción por parte del reflejo. El hombre corpóreo tomó la mano de Lucía. —Déjalo ya. No puedes hacer nada, casi es la hora. Resígnate. —No. El hombre corpóreo le pasó el brazo por los hombros y besó su mejilla. —Te angustias por nada. Entonces se colocó a la derecha del espejo a montar guardia. Se escuchó el timbre del teléfono. Una eternidad más tarde, Lucía levantó el auricular y escuchó. Llorando, volteó a gritar la noticia. El hombre incorpóreo se había desvanecido y el espejo se había transformado en una ventana.
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Efecto Dalí Renata Armas
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a luz de la mañana le da en la cara. El sonido del reloj lo despabila un poco. Se levanta de la cama y camina hacia el baño tallándose los ojos, se detiene frente al lavabo, enjuaga su rostro y voltea hacia el espejo, ve las arrugas en su frente que se alargan hacia el contorno de los ojos, las mira con extrañeza por un momento, las palpa y se cuestiona: “¿Por qué el tiempo no pasa inadvertido?”. Toma la toalla para secarse, descubre que está desnudo —no se había percatado, anoche traía la ropa puesta. Regresa hacia la cama, se tira boca arriba sobre el colchón, toma una sábana blanca y se cubre de pies a cabeza. Es domingo, un día como cualquier otro, un día para aguardar. Espera: “La luz de los ojos ya no brilla” Espera: “A que la luz regrese a ellos” Y piensa en las sombras, en el significado de la vida, en los recuerdos que le vienen uno tras otro, cual película incoherente que no se sabe dónde termina. Se imagina como parte de un gran lienzo blanco, un personaje invisible que existe en algún lugar, allá donde nacen las ideas. Juega en ese mundo, sueña despierto, quisiera reír otra vez pero no puede, hace tiempo que le enmudeció la risa. Se en-
corva poco a poco, se abraza las rodillas, habla en voz baja: “No quisiera salir de aquí; si ella estuviera a mi lado, seríamos la obra perfecta…”. Llora: “Las lágrimas masculinas se evaporan con el calor” Llora: “Las lágrimas masculinas se pierden en el viento” Ya no le importa su desnudez, no es él quien está expuesto, son los vestigios de él que no lo dejan desaparecer. Cree que el alimento no sirve más que para mantener vivo el cuerpo enflaquecido. Acaricia su cabello largo y canoso, ahora de ceniza tenue blanquecina; el roce en los dedos, los hilos que entre ellos suenan al tocar el violín ausente lo obligan a estirar las piernas hasta tocar el suelo. Afuera juguetean las sombras, corren por el departamento, el sol se esconde entre las nubes y las figuras de la habitación resaltan como manchas de neblina, entre negras y grises; mientras, él permanece, dentro. Suspira: “Los suspiros son añoranzas” Suspira: “Los suspiros son aire que asfixia” Piensa en ella, en lo que pudieron haber sido, en lo que pudo hacer él para Numen 3 / Julio-septiembre 2009
El doble es su sino. Sabe perfectamente que Renata es ‘la nacida dos veces’ y, así, va en busca de la doble oportunidad de vivir, aprender y morir. Lo hace cursando el octavo semestre de Letras, asistiendo a cursos, como los que imparte el cuentista y crítico literario Juan Domingo Argüelles, cuidando a sus dos críos y, recientemente, siendo promotora literaria y cultural. Todo en ella es doble… como su alias: “Bisnácida”, bajo el cual ha publicado en internet ensayos académicos y textos de creación.
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retenerla en un trazo antes de los besos, antes del llanto, antes de que el cuerpo de ella rodara por los cuadros dibujados en el piso y se redujera por escalas: primero como mancha roja, después como un punto en el infinito que fue desvaneciéndose lento, constante, de cálido a frígido en descendencia constante hasta ser nada. Gime: “Los gemidos son lamentos de un espíritu inerte” Gime: “Los gemidos son esperanza ciega” El sonido del tictac aumenta, rompe el silencio de la habitación, estremece los cristales, le lastima los oídos; él aprieta sus orejas con las manos como si de verdad apareciera un silenciador falso y lo desapareciera del ruido; se dispersa en el espacio, se aleja como eco en el ambiente. Nunca fueron tan delgadas las paredes, ni los túneles sonoros tan cercanos, ni los brazos tan cortos para alcanzar a callar la voz-sesina.
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Escucha: “Las voces cantan a lo perdido” Escucha: “Las voces son nostalgia en la memoria” A partir de aquello, cruza los brazos y apoya su cabeza, cierra los ojos mientras sus rodillas permanecen en toque de queda en el piso, la genuflexión sostenida por la cama. La figura se derrite y absorbe entre la tela, el óleo donde hay una franja entre la vida real y la imaginaria. Si se apresa, pronto podrá adquirir la belleza necesaria para dominarlo todo, hasta la partida de ella, y comprender al fin que no pertenecen. Él dijo: “Quedarse es darle vida a una mentira” Él dijo: “Quedarse es ponerle buena cara a un muerto” Él tiembla un poco. Hace frío.
La panza es tu retrato Dante Medina
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or un error, a una le retratan la cara. Y es que los fotógrafos no tienen imaginación. A quien sabe quién se le ocurrió la cara, y de ahí en adelante foto que a una le pidan se entiende que es de la cara: sea tamaño infantil, credencial, pasaporte, identificación, título, medio cuerpo o cuerpo entero, sale la cara, muy de protagonista. Una se pasa la vida cuidándose la panza, y vienen los fotógrafos y le retratan la cara. Nos dejan sin modo de defendernos. Con la panza se pueden hacer mil cosas, y la cara ya le nació a cada quien así, y comer cantidades o ayunar en poquísimo la modifican. ¡No hay abdominales para la cara! Cuando yo paseo en lo que voy pensando es en mi panza, y la puedo ver sin necesidad de voltear a un aparador o a un espejo. La gente apenas revisa las nalgas y se detiene en la panza: de la cara ya nadie se acuerda. La cara es un atractivo del pasado. ¿Quién por ejemplo, como hace tantísimo tiempo, te pide la cara? ¿Quién como hace no tanto te pide las nalgas? Ahora lo que todos quieren es tu panza. Las de panza fea están perdidas, obsoletas, pasadas de moda. Las de panza bonita son las chidas. A la basura las barrigonas. Orita la onda es la panza. ¿Entonces, por qué siguen retratándole a una la cara? Las caras son casi todas iguales. Una cara u otra da lo mismo. Con maquillaje y con peinado uno pone la cara que quiere. Dos ojos una nariz y una boca siempre se parecerán a dos ojos una nariz y una boca. No hay dos panzas iguales. Tu panza es tu retrato. Cambia con el tiempo, la panza. Se amolda a la personalidad. Representa los verdaderos sentimientos. Alardea de lo que uno hace, presume los esfuerzos para ponerse bonita, los sacrificios para verse esbelta, exhibe las batallas ganadas a la grasa, los combates contra la celulitis, las alegatas tramposas con las que vencimos al calendario, los dolores bien ganados de las cirugías... Numen 3 / Julio-septiembre 2009
Estrenó sus pulmones con el aire —respirado por la tierra que se raja a diario— de Jilotlán de los Dolores; para entonces el año 1954 corría jadeante y cuesta arriba. Había pasado poquito tiempo y ya de plano no pudo aguantar su rol de espectador ante el baile sugerente de las letras y mejor las condujo con mimos sobre el papel, de tal suerte surge Cómo perder amigos; Te ve, mi amor, TV; Léérere: manual para hispanoandantes; Tola: la delicuescencia del lenguaje y La dama de la gardenia; entre otros más: la tinta se desparramó con desenfado y sigue haciéndolo. Pero no sólo eso, se sabe que Dante es propenso a aparecer haciendo un montón de cosas más: desde director de teatro, actor, compositor, performancero, libretista… hasta profesor, conferencista e investigador.
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No es, la panza, como la comodina cara que se pone en manos de otros para que traten, desesperadamente, de arreglar los desastres del tiempo, en los salones de belleza. Señoras y señoritas: enseñar la cara es fácil. Lo difícil es esconder la panza. Pido, en nombre de todas las mujeres, que en nuestros documentos oficiales aparezca la foto de nuestra panza. Y si las que se creen muy bonitas quieren que se les retrate la cara, allá ellas, que hagan lo que se les dé la gana: yo no me voy a poner a discutir con panzonas.
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