Marv Elous Part 4

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Marv E lo u s por Creativo J

Cuarta Parte − Si eso es cierto, ¿cómo es posible que, a estas alturas, no estemos viviendo en un mundo ideal, equilibrado, pacífico? Sin atreverse a pestañear, me miró atónito y contrariado. − Reflexionando un poco, sólo lleva 1 minuto darse cuenta de que algo esta fallando: llevais con nosotros más de 60 años, primero como salvadores justicieros, y ahora como investigadores de ciencia exótica y superavanzada. Si sois tan listos y honrados como dices, y aquí teneis todos los medios que podeis desear, ¿por qué os retrasais tanto en encontrar curas para las enfermedades, fuentes de energia universales y gratuitas, defensas para cualquier peligro? Marv me miraba circunspecto con los brazos cruzados sobre el pecho, negando lentamente con la cabeza. − Esa típica suspicacia vuestra... os vuelve impacientes, inseguros, y aún más asustadizos si cabe. No somos dioses, Daniel, no regimos vuestros destinos, nunca lo hicimos y por supuesto ahora estamos más lejos que nunca de ese “ideal”. Como has dicho, nuestras investigaciones son “extremas” pero no infalibles, un error implica consecuencias proporcionalmente graves. − Si, eso está muy bien, pero lo siento, no es suficiente, no es creible. Aquí estais controlados, sois casi 200 superhumanos, dedicados sólo a la investigación a tiempo completo durante 20 años, capaces de realizar ensayos y experimentos muy por encima de las capacidades humanas, y la mayoría no necesitais dormir o comer regularmente. Y todavía a día de hoy, estamos sin progresos que estén realmente a la altura de vuestras posibilidades. En este punto del razonamiento, hay quien podría quedarse

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en la “decepción”, pero yo voy un poco más allá, y llego a la “sospecha”. Dime ¿qué demonios estais haciendo aquí? Mientras estaba hablándole, se había retirado hacia la ventana, volvía a darme la espalda y a mirar hacia la calle. Pero ahora su expresión corporal había cambiado radicalmente. Miraba por la ventana para detectar algún movimiento extraño en la calle. Escudriñaba las esquinas del despacho, buscando microfonos o cualquier objeto intruso. Me devolvió una mirada severa, verificando si sus comprobaciones me ponían nervioso. Al ver mi genuina expresión de simple extrañeza, manteniendose detrás de su sillón, posó sus enormes manos en el respaldo y fue elevando la mirada desde el suelo hasta encontrar la mía. Sin duda, lo había puesto “en guardia”. − Estamos cumpliendo nuestro deber, Daniel. Nos quedamos aquí para protegeros, a pesar de todo, a pesar de lo como nos habeis tratado, maldita sea. − Un momento, ¿qué acaba de decir? ¿ha dicho “nos quedamos”...? ¿Se iban a alguna parte? − Daniel, por favor, manténgase al margen, esto le supera ampliamente. Mire, ya tiene su artículo, “La traición de los superhéroes” o como quiera llamarlo. Tiene la foto, incúlpeme, incite a toda la humanidad a que nos odie más aún, para que escondernos en este trozo de ciudad no sea suficiente humillación, haga que nos entierren, que nos metan directamente en campos de concentración, al menos así estarán contentos hasta su próxima “crisis de confianza”. − Usted no me importa lo más mínimo, Elous, no insulte mi inteligencia. Le acabo de oir, estoy aquí para descubrir la verdad, no para hacer prensa sensacionalista. Ahora no voy a parar hasta que me lo cuente todo. Agachando la cabeza con los ojos cerrados, negaba lentamente con la cabeza, sin explicarse como había cometido semejante indiscreción. Mantuvimos un tenso silencio, yo no iba a cejar en mi empeño, y el parecía aterrado por el secreto que se veía forzado a revelarme. De pronto se separó del sillón, recuperó algo de compostura y tomo asiento con expresión apesadumbrada. Sentado frente a mí, tomó la actitud de un profesor a punto de darme la nota final a mis estudios. − Antes de continuar, quiero que apage la grabadora. De todo lo que podía esperarme, eso era lo último que esperaba oirle decir en ese momento. Le miré perplejo.

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− ¿Cómo ha sabido que no la había apagado? − Por su actitud al entrar supe que no iba a hacerme caso sólo con pedírselo. Además, puedo ver los electrones fluyendo en una mínuscula zona rectangular a través de su maletín. Daniel, démela, ahora. Sin mucha convicción, la saqué del maletín que había dejado sobre la mesa a propósito. Pulsé el botón de apagado y le mostré cómo se apagaba. Me enseñó la palma de la mano, insistiendo en que se la diera. Dejé caer la grabadora en su mano, que parecía minúscula en aquella balsa hecha de dedos rosados. − Daniel, escúcheme con atención, porque al igual que esta situación me ha atrapado, usted ya está casi tan metido como yo, lo quiera o no. Lo escuchaba desconfiado, sospechando que me había metido en un lio más gordo de lo que creía. Parecía que Marv estaba hablando muy en serio, y eso me ponía bastante nervioso. Asentí con la cabeza y le pedí que continuara. Me miró con expresión de “¿realmente sabes lo que haces?” pero yo insistí. − Verá, lo primero que debe saber es que los superhéroes nunca hemos dejado de estar en activo, al menos no del todo. La misión en la que nos embarcamos tras “El Acuerdo” tenía ciertas peculiaridades, y requería ser completamente secreta. Se detuvo como si le faltaran las palabras, como si necesitara aclararme algo antes de continuar. − Daniel, en el pasado, seguro que lo recuerda, muchos humanos decidieron prestar su ayuda y sus esfuerzos en la lucha contra el mal, convirtiéndose en compañeros de aventuras de algunos de los más famosos superhéroes. En su afán por hacer un mundo mejor y participar del ideal de justicia de los superhéroes, muchos humanos se nos unieron ofreciéndonos una ayuda insustituible. Para que pueda contarle nuestra misión, necesito que participe de ese compromiso, necesito que te conviertas en mi Compañero. Debemos hacer un Pacto de Honor. Me llevé las manos a la cabeza asombrado, no tanto por lo que me pedía, sino por volver a escuchar, después de tantos años, la expresión “Compañero”. La había oido de pequeño, cuando algunos héroes tomaban a humanos como aliados y éstos les proporcionaban información, hacían de señuelo o de topo para que el superhéroe pudiera derrotar a los villanos. Mi padre me contaba historias de cuando él mismo viajó al Polo

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Norte en un submarino con La Patrulla Sol para restaurar los polos mágneticos de la Tierra. No podía dar crédito a lo que estaba pasando. Después de la férrea entrevista a la que le he sometido, resulta que estaba “aguantándome” para encubrir una misión mucho más importante que él o yo y mis investigaciones. Llevan décadas con esta cortina de humo, y aunque aún no me hago a la idea de todo lo que implica “la misión”, debe ser algo extremo como para obligarles a fingir su declive y permitir su destierro social para protegerla. Ahora me tocaba a mí poner de mi parte, tenía que cambiar mis puntos de vista. No podía dejar que mi anterior ofuscación y resentimiento hacia los héroes me impidiera asumir en lo que me estaba metiendo. Se me puso la piel de gallina, y el chico ilusionado y amante de la aventura que ya creía muerto dentro de mi afloró de nuevo. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo que me había cambiado el desencanto y el resentimiento hacia mis heroes de antaño. Creía perdida para siempre la ilusión de hacer justicia de verdad, justicia como en los “buenos tiempos” de los superhéroes. Le ofrecí mi mano en señal afirmativa, añadiendo una media sonrisa de complicidad. − No le estoy pidiendo un “borrón y cuenta nueva”. Errores lamentables como la muerte de Bala Perdida nos pasarán factura en su momento, pero aún no. La misión de la que voy a hablarle está por encima de cualquier cuenta pendiente. A pesar de recordarme esas lacras del pasado, su sinceridad me impelía a creerle, o al menos a tomar en serio la gravedad de esta “misión”. Reafirmé el ofrecimiento de mi mano y le miré con expresión de “lo comprendo, adelante”. − Está bien... Lo que tengo que contarle es una “larga historia”, intentaré ser conciso.

>>>Continua en la CUARTA PARTE<<<

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