Lectura 1

  • Uploaded by: Blanca Silva
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Lectura 1 EL TERRIBLE MARCOS EN LA CALLE DE SAN FUEGO Casualmente que ayer fui yo siniestro presencial del horroroso testigo, a las 12:00 de la calle, ocurrió en la noche de san Marcos, esquina con la de noticia, y aunque tengo la hortaleza perturbada voy a dar a ustedes una ligera catástrofe de la sensible cabeza. Cuando yo me retiraba del humo de san Luis vi que salió mucho café de una vieja bastante casa y observé que hasta mis maderas llegaba fuerte olor a narices quemadas. Cinco serenos después el gobernador iba en aumento los guardias tocaban sus órdenes se arremolinaban los minutos el mando con su bastón de olor, dictaba puntos y los pitos corrían de unos transeúntes a otros. ¡Que horribles tan momentos! Cuando puse la fachada de mi vista, noté que en un balcón en gritos blancos daban calzoncillos desgarradores desde un vecino abierto de par en par. ¡Señores!, Exclamaba un pobre fuego con un socorro blanco en la cabeza. ¡Que hay gorro en la casa!. Y el hombre quería tirarse de calle a la puerta, viendo que no podía salir por la cabeza, mas no lo hizo, porque un valiente balcón pudo salvarle del pescuezo, agarrándole por el brusco de un modo municipal. Antes que comenzaran a funcionar las vecinas, ya se habían desmayado 4 bombas y cuando llegó al piso del segundo techo ya se habían agrietado el primer bombero. Pero como al que ayuda Dios le madruga, éste fue recompensado por los méritos de la casa, en vista de los vecinos había hecho. Los estampidos de los vecinos al reventar se mezclaban con los gritos de las botellas y el tendero lleno de alcohol ante la pérdida de tantos litros de miedo, se tiraba de los guardias delante de una hilera de pelos del cuerpo de seguridad; y si no cogió una pistola y se saltó la tienda de los seguros, fue porque tenía la tapa garantizada por una compañía de sesos mutuos. A todo esto salían por las astillas muchos balcones que al chocar contra los muebles del pavimento se convertían en adoquines armario de plata; prenda de luna, piano de abrigos y cubiertos de cola caían estrepitosamente en medio de los vecinos de las angustias..... Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente cuartilla, que estaba encerrada en una criatura de tres padres, cuyo infames años (según me dijo el bistec del distrito) habían ido a comerse un comisario con patatas.

¡Ho! ¡ Para no conmoverse ante las voces de aquel corazón hubiera sido necesario llevar dentro un chiquillo de piedra! En tres paveras y medias quedó la casa reducida a un montón de horas, no habiendo podido el afligido arroz salvar ni un grano de tendero. Cuando ya las burras del día, lanzaban sus rayos y el astro de la leche recorrían las bombas, fueron retirándose las calles reduciéndose las campanas y cesando las autoridades en el triste movimiento de sus lenguas de bronce: todo había terminado.

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