La primera vez que vi a Prabhupada Por: Vaisnava-Dharma dasa En el año73, con un amigo visité el templo de Argentina. Estaba en un primer piso y el suelo era de parquet muy limpio y brillante. Hanuman Swami que era canadiense estaba dando la clase mitad en inglés mitad en castellano, yo estaba sentado en el fondo y como no pude entender mucho, esperé un poco y luego me fui. Más tarde con Jagannatha-Nrshinga fuimos en “auto-stop” hasta la India y con el jeep de un amigo español la cruzamos toda hasta llegar a la ciudad de Goa. Allí había mucho rock y drogas, y como esto me aburría nos fuimos a Nepal. Luego fui a Benares donde estuve dos o tres meses, y allí un italiano me dijo que fuera a Vrindavana. Yo ya estaba cansa-do, había visto a varios maestros y había estado en muchos lugares pero siempre era todo lo mismo. Entonces con Jagannatha-Nrshinga fuimos a Vrindavana, estuvimos viviendo en el río Yamuna tres o cuatro días y un día cuando fuimos al “Loi Bazar” le preguntamos al Señor Sharma, que era el sastre de Prabhupada, donde podíamos comer. Él nos respondió que fuéramos al “American Mandir”, yo le pregunté: ¿Qué es eso?, y él me dijo que era un templo de los devotos de Krishna americanos. Fuimos caminando y por el camino nos cruzamos con una tanga (un carro tirado por caballos), allí iba Pramana Maharaja con una sonrisa enorme, recuerdo que le dije a Jagannatha: “Mira que sonrisa tiene esa persona, tiene una cara tan increíble y tan especial”. Cuando llegamos al templo a finales del mes de marzo había algún tipo de festival con muchos sannyasis. Cuando vimos las Deidades nos quedamos muy asombrados y pensamos que todo esto era algo muy increíble. Luego apareció Pramana Maharaja y me dijo que era argentino y yo como estaba muy aburrido de los argentinos, le dije que a mí no me gustaban los argentinos, y él me respondió: “¡No!, si yo soy venezolano y he estado en el templo de Argentina…”
Barcelona, Febrero de 1.994. Vaisnava-Dharma dasa, su esposa Madhavi dasi y sus tres hijos, Vrikodhara, Bhakti y Sundari
Luego me llevó a su cuarto y me leyó el “Caitanya-Caritamrta” durante una o dos horas, me quedé tan asombrado por su personalidad tan abierta y amorosa. Recuerdo que me dijo: ¿Por qué
no te quedas?, y le dije: “Bueno, me voy a quedar”, y me quedé dos semanas llevando el programa y haciendo servicio. En esa época Prabhupada estaba enfermo y por ahora no vendría a Vrindavana. A la hora de prasadam, todos se peleaban y había mucha pasión, y como estaba acostumbrado a vivir en las montañas y tranquilo decidí irme a Hrisikesa con otro devoto americano, pero luego lo perdí. Allí estuve en el “Sivananda Asrama” varios días pero tampoco me gustó. Un día me senté a orillas del Ganges en un gran estado de depresión y sin saber que hacer cuando de repente veo un pequeño barco que se va acercando hacia mí. Veo que había gente de naranja y entre ellos identifico a Pramana Maharaja, Srila Prabhupada y otros sannyasis como Tamal Krishna Maharaja, Trivikrama Maharaja, Bhakti Caru Swami y Gopal Krishna Maharaja. Esa fue la primera vez que vi a Srila Prabhupada. Recuerdo que Pramana Maharaja me dijo: “¿Qué estás haciendo aquí, si te dejé en Vrindavana?”. Y yo le dije que allí era todo muy bonito pero que había muchos problemas, luego me invitó a una conferencia que daba Srila Prabhupada al otro día. Al día siguiente compré unos melones y sandías, fui hasta el lugar que era una casa particular y dejé la ofrenda cerca de Prabhupada que en esos momentos estaba hablando de la vida sexual a un alemán que estaba allí. Él decía que la vida sexual era como un picor que cuando uno más se rasca más pica. Todo el mundo se estaba riendo y esto a mí me gustó mucho. Prabhupada estaba enfermo y su voz era muy débil. Luego Trivikrama hizo un kirtana y después Pramana me preguntó que iba a hacer y que por qué no me rapaba la cabeza y me iba a vivir con ellos. Todo iba muy rápido y como yo estaba muy deprimido le respondí: “Bueno, sí”. Entonces me llevó hasta un barbero que estaba en la calle y este me cortó todo el largo pelo que tenía y que me llegaba hasta la cintura, y toda la barba. Me sentía como una oveja, tan raro y con una mezcla de felicidad y ansiedad al mismo tiempo. Luego me llevó a ver a Prabhupada y en ese momento estaba enseñando a hacer chapatis. Pramana le dijo: “Prabhupada, aquí hay un devoto nuevo” y Prabhupada me dijo: “Bienvenido a casa”. En ese momento sentí la necesidad de dar mis reverencias, me postré y allí me quedé… Al día siguiente me mandó a mí y a Trivikrama Maharaja a hacer harinama. Trivikrama cantaba con mucha devoción pero con un tono fatal. Él me dijo que mientras cantaba yo debería poner la mano para que la gente me diese donativos. Yo no lo creía pero él empezó a cantar con los karatales mientras yo iba cerca de él. Entonces la gente empezó a ponerme dinero en la mano, y mucho como 30 o 40 rupis. La gente se comportaba muy bien y yo me sentía muy feliz. Recuerdo que cuando vi a Srila Prabhupada para mi fue como encontrar de nuevo a mi padre. En Hrisikesa había muchos Gurus con discípulos alemanes y suecos pero utilizaban a la gente para quitarles el dinero, pero con Prabhupada era algo muy distinto, él era una persona mayor, recta, con una visión y una cara honrada, ya había encontrado lo que estaba buscando, por eso me quedé. Siempre había sido bastante agnóstico y no creía en nada, pero simplemente la presencia de Prabhupada me motivó a quedarme Al otro día me pusieron de guardia en la puerta del cuarto de Prabhupada para que nadie entrase ya que estaba traduciendo. Upendra lo cuidaba por que estaba un poco enfermo. Mientras tanto estaba cantando las rondas muy fuertemente por que en Vrindavana me habían dicho que para controlar la mente tenía que cantar fuerte. De repente sale Upendra y me dice: “¡Prabhú, por favor, canta más bajo que Prabhupada no puede traducir…!” Después de unos siete días Prabhupada seguía enfermo y me pidieron de ir a Delhi por que hacían falta devotos, pero yo les dije que las ciudades no me gustaban por lo que me fui a Vrindavana vestido de devoto. Como ya no tenía ni mi pelo ni mi barba nadie me reconocía.
Me encontré con Jagannatha y le conté que había estado con Prabhupada y me dijo: “¡Al final tú lo has visto antes que yo…!” En sólo quince días había cambiado tanto… Prabhupada me había cambiado, ese era el poder del devoto puro.