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EN QUÉ CREEN LOS ARGENTINOS QUE CREEN EN KRISHNA
La vía del mantra
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Se acercaron por un viejo tema de George Harrison, la tapa de un disco, una lectura en principio azarosa o una crisis existencial. El Movimiento Hare Krishna llegó al país hace 35 años. Sus dos mil iniciados conforman una rara molécula, residual y persistente, de los viejos tiempos de hippismo y gurúes. Éstas son historias de quienes confían en que a la felicidad se llega cantando mantras. Incluyendo a Celeste, oficial hare hare de la Policía Federal. Diego Oscar Ramos 09.09.2008
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Lunes 15 de septiembre Año I | Edición Nº197
El país Mundo Sociedad Central
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Crítica de libros
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Crítica en de el blogs Ceremonia templo. “Ahora – Crítica delos discos cuenta uno de iniciados– hay cosasDeportes que ni se me ocurriría hacer, comoBambalinas fumar, tomar drogas o andar con mujeres”. Contratapa La ciudad de la furia Actualidad Ciencia Es el último año de esta casona de Villa Urquiza como sede argentina de la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna. En algún tiempoSalud más habrá mudanza a una casa propia en Belgrano. Ahora acaban de hacer las ofrendas en homenaje al nacimiento de Tecnología Srila Prabhupada (1896-1977). Y comienzan las bhajanas, músicas devocionales con instrumentos indios dedicadas al gurú hindú que llevó a Occidente una tradición con eje en el canto de un mantra sagrado. Una de esas cosas rápidamente incorporadas por un Occidente tan ávido de misticismo genuino en los 60 como interesado por un orientalismo pregonado primero por los filósofos beats y luego por la cultura pop. Como simbolizando ese ciclo, Maitreya Muni se deja retratar con una foto de Prabhupada y cuenta que si bien la lectura de un libro sobre el fundador fue un imán para hacerse krishna, antes llegó la música. Maitreya Muni tenía entonces 12 años y aún hablaba de sí mismo como Miguel Ángel Antonelli.
Estaba fascinado por el tema My Sweet Lord, aquel en el que George Harrison, con los Beatles recién separados, unía el aleluya cristiano con el mantra oriental. –Escuché en el coro que decía Hare Krishna, no sabía bien qué era, pero sabía que Harrison estaba en la filosofía hindú. A los 15 compré el disco Viviendo en un mundo material y un dibujo de Krishna que tenía adentro me atrajo mucho. Después supe que en sánscrito quiere decir “aquel que es el más atractivo”. Cuando se decidió a ir al templo, Maitreya tenía 33 años, tres matrimonios, tres divorcios y unos cuantos libros leídos, entre ellos el Bhagavad Gita, el equivalente de la Biblia para el movimiento. Por entonces era piloto comercial, el trabajo andaba flojo, su pelo estaba largo desde sus 12, había tocado la guitarra en varias bandas de Olivos, su barrio natal, y se había dejado mecer por alguna que otra sustancia. Se sintió bien, empezó a ir todas las tardes a la sede de los krishna y a las dos semanas se quedó a vivir. Había fallecido su papá. No había tenido hijos. Le dio una sorpresa interesante a su madre católica cuando se le apareció http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=11527 (1 of 4) [9/15/2008 6:30:28 PM]
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pelado –versión extrema del viejo anhelo materno de que se cortara el pelo–, y con algunos libros para que leyera. LOS LIBROS, LO VEDADO. “Le gusta mucho leer sobre Prabhupada y está muy agradecida a él por mi cambio”, dice hoy Maitreya Muni, con 51 años y 18 de canto del mantra que, con más fuerza, se escucha ahora en el templo donde hace de tesorero y administrador de la Oficina de Libros. El área es importante, ya que el fundador creía que los textos eran fundamentales para transmitir con fidelidad las doctrinas. Entre ellas, los cuatro principios a cumplir aquí dentro: el no comer carne, no ingerir tóxicos, no participar de juegos de azar y ser célibe si no se está casado y con disposición consciente a la procreación. –Ahora hay cosas que ni se me ocurriría hacer, como fumar, tomar drogas o andar con mujeres. Y se puede pasar perfectamente, porque la historia es encontrar un gusto superior, explica con mirada calma y un poco melancólica. Hay venenos que son tan sutiles que para saber su efecto hay que tomarlos –dice citando a Oscar Wilde. Y afirma que ofrecerle a Krishna todos los actos con el corazón inaugura una relación con la deidad que va creciendo hasta que su presencia se vuelve palpable. En todo este tiempo, Maitreya viajó casi una veintena de veces a India, vivió dos años en una granja krishna en España, sintió una devoción tan religiosa como beatle en el templo de Londres donado por Harrison. Y se le hizo transparente que su misión está en formarse filosóficamente para dar clases y en administrar económicamente la sede, tareas a las que puede darles muchas horas por el respaldo económico que le dio su padre. Y/o porque no tuvo hijos. “Son arreglos de Krish-na, porque quizás le interesaba que esté acá más que ganándome la vida, mientras otros devotos tienen que cuidar a su familia”, dice y aclara que, además de estar bien presente ante una actual enfermedad de su madre, también le da espacio a placeres como tocar en la guitarra algún tema del beatle místico al que siente como un amigo. Es que por él llegó a Krishna y a su mantra, “la morada donde está su nombre y él mismo”. SER ENERGÍA. Un chico de probables 20 años y mirada un tanto perdida, está sentado de cuclillas en la puerta y parece recitar el mantra. “Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare”, susurra en sintonía con los devotos que, de viva voz, continúan adentro con los festejos. La vibración sonora, según transmitió el homenajeado Prabhupada a sus primeros seguidores norteamericanos, libera la mente de la ansiedad y genera felicidad al religar al que canta con la energía de Krishna. A él le dedican la preparación de alimentos diversos una decena de devotos dedicado al prasadam, el banquete espiritualizado que se servirá al final de la noche. Notorio entre ellos, por su enorme corporalidad y una mirada de siglos, Mahabasu Das pide unos momentos para un baño que alivie su cansancio. Vuelve con ropa ceremonial y densamente perfumado. Cuenta que nació hace 51 años como Héctor Velasco en este mismo barrio. Cuenta también que para el tiempo en que el movimiento se instaló en el barrio de Once, en 1973, él estaba en crisis existencial. De familia de laburantes, “sin necesidades y sin derroches”, con trabajo, dinero para comprarse ropa, salir a tomarse unos tragos con amigos o hacer algunos viajes, como comenta, lo que le pasaba era la pérdida de atractivo de sus relaciones. Había terminado el secundario, trabajaba de noche en una confitería bailable, vendía enciclopedias en cuotas y en medio de lecturas urgentes de Rampa, Khalil Gibran o Tagore su madre le dio un libro krishna que sintonizó más con su búsqueda. Quiso varias veces pasar por el templo de Ecuador y Corrientes, pero su novia de entonces pudo frenar los impulsos. Terminó la relación y “la depresión y soledad” le dieron coraje. Entró al templo. “Me sentí muy impresionado, la hospitalidad fue impactante, percibí un deseo de dar atención y ocuparse por el prójimo, algo extraño en esa época de represión, con el pueblo alzado en revanchismos políticos y sindicales”, explica Mahabasu Das, que rápidamente se hizo devoto. Varios de sus amigos lo acompañaron y su padre cristiano se hizo vegetariano. No hubo rechazo familiar, su madre también se hizo devota en el 86, pero conoció la persecución y la violencia policial en la calle, fue golpeado y vivió de cerca el cierre del templo en el 77, poco después de que balearan su frente, cuando “la Iglesia veía como peligrosas a las doctrinas orientales”, como detalla. Ahí empezó a viajar junto a otros monjes: Brasil, Perú, Bolivia. Se casó dentro del movimiento, tuvo una hija hoy adolescente que comparte con él y su madre las tradiciones y estéticas orientales, que convierten este lugar en una foto posible de ciudades como Vrndavana, hogar de la niñez de Krishna. Saciado de lo que considera la verdad de la vida, dice que en la Argentina, con cerca de dos mil iniciados frente a un total aproximado de cinco millones en Occidente, el movimiento está bien establecido. “Tenemos jóvenes muy capacitados, con un talento brillante, que se sienten contenidos y practican la doctrina porque tienen resultados prácticos en su conciencia”, señala Mahabasu. Después, delicadamente pide retirarse para darle los toques finales al prasadam. EL MONJE Y EL SEXO. En la entrada del salón, de túnica enteramente blanca y una picardía en sus ojos que hace eco con el imaginario popular sobre la sensualidad centroamericana, el dominicano Baghavata Nitaydas atiende la mesa de venta de libros. Llegó hace unos meses para perfeccionarse como monje. Y es justamente la sexualidad una de las zonas que admite como más precisas para ordenar, porque cree fundamental no dejar asuntos sin resolver antes de llegar a ser maestro. –Y en la vida sexual está la parte sutil y la burda, puedes ser monje y tener deseos subconscientes –explica el devoto de 32 años cuyo nombre social es Héctor Benjamín Medina de Rosa. Dice que en India se sintió atraído por mujeres, que eso demostró que su destino no era ser http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=11527 (2 of 4) [9/15/2008 6:30:28 PM]
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célibe. Eligió una compañera argentina para casarse en un futuro. “Valoré su conciencia de Krishna más que su cuerpo físico, porque aunque no sea una estrella de Hollywood me ayuda a despertar mi devoción”, cuenta, y asegura que a partir del noviazgo dejó de sentir lo sexual inconsciente como un conflicto latente. Ahora se siente más firme en el camino que inició en su país después de tres años de un seminario católico del que escapó antes del noviciado. Tuvo un período de lecturas metafísicas, de discusiones feroces con una madre que le inculcaba al Dios de la culpa y le llegó la respuesta que buscaba en el Bhagavad Gita. Se hizo monje en su país y luego de varios viajes espirituales llegó a este templo donde hoy practica el servicio junto a esos libros de los que habla diariamente, cuando los vende por la calle o en dietéticas. Es efusivo. Las palabras son sus amigas, pero dice que lo esencial para entender el movimiento está en las sensaciones. “He podido saborear un poco de trance, el néctar del bhakti yoga, del que una gotita te hace sentir firme, porque acá sabemos cómo es Dios”, sentencia y nos invita a la fiesta. MUJER POLICÍA. La postal hindú, dentro del recinto ceremonial, se vuelve 3D. Decenas de mujeres y hombres danzan y cantan. Una escultura a escala real de Prabhupada amenaza con decidirse a levitar en cualquier momento. Y más amenazará horas más tarde, cuando le arrojen cientos de pétalos de flores. Un aroma exótico de lo que se cocina acompaña la embriaguez creciente nacida del mantra, que se repite, se repite, como si fuera el software del éxtasis colectivo. Ésta podría ser otra postal de la India si no fuera que la escena incluye no sólo jóvenes rapados sino murgueros y una mujer policía. Cuando llega el prasadam, alimentos vegetarianos salados y dulces, la oficial de la Federal se acerca y cuenta su historia, apenas con la reserva de su apellido. Se llama Celeste, tiene 24 años, aún no tiene nombre religioso, hace diez años que está en el templo y es factible que de aquí se vaya directo al patrullero que muchas veces también maneja, provista siempre de un calmante: música krishna por el MP3. La visión del mundo de una oficial de policía krishna: –Siempre fui media satria, que en sánscrito significa los que luchan. Ser devota me ayuda a tener misericordia. Saber que cuando hay suicidio o muertes es lo que les tocaba, por el karma, me ayuda a no sufrir. Y Krishna me protege todo el tiempo, hace que no vaya a lugares donde hubo tiroteos, siempre me pasa, siempre, siempre. Eso cuenta Celeste, abre su uniforme, muestra collares sagrados que nunca se quita de encima y dice que en su trabajo es indispensable estar todo el tiempo con la conciencia de Dios. Y como le hace bien lo predica entre sus compañeros, la mayoría evangelistas amantes de los asados. Vive a fuerza de ensalada de frutas o sándwiches de queso. Pero más de una vez se lleva prasadam para compartir, segura de que Kri-shna sabe entrar por las papilas gustativas. Y por los oídos, como le pasó a los 12: “Me gustaban los Beatles y como fanática quise ser hare krishna como ellos. Mi mamá decía que estaba loca, pero en el primer año del secundario encontré en la calle a una devota que me dio un libro. Ese mismo día fui al templo, a las tres semanas me puse la túnica, empecé a hacer servicio. Dejé la carne y no me fui nunca más”. Las cuatro reglas • No juego de azar: porque vuelve a la mente turbulenta y agitada, alejándola de la claridad y estabilidad. • No intoxicación: porque drogas, alcohol y hasta café, té y cigarrillos alejan de la sobriedad. Aunque expandan la mente, no liberan ni son necesarias para dar alegría o felicidad, que vienen de la purificación. • No comer carne: porque el sufrimiento ocasionado a otros seres vivientes regresará por las leyes del karma. La naturaleza da abundancia de frutas, vegetales, granos y productos de leche. • No sexo ilícito: porque fuera del casamiento y con el objeto de tener niños, trae enredo, explotación, frustración e ilusión. La creencia El Movimiento por la Conciencia de Krishna es monoteísta y su libro sagrado es el Bhagavad Gita, registro de las palabras de Krishna, la “eterna, omnisciente, omnipresente, todopoderosa y supremamente atractiva personalidad de Dios”. Krishna es considerado fuente de todas las encarnaciones divinas, incluyendo a Buda y Jesucristo. A él ofrecen todos sus actos, en un servicio devocional llamado bhakti-yoga que reemplaza a la vida de complacencia al ego. Creen que el ser humano no es el cuerpo material sino un alma espiritual eterna integrada a Krishna, con cuya energía es posible conectarse cantando el mantra que incluye su nombre, para llegar progresivamente a un estado de conciencia espiritual máximo.
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