Cartas De Claudina Carta 3

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Carta 3:

A su sobrina Emma Mayet

Condolencia por la pérdida del primer hijo. Interés por la salud de Emma. Procesión del Corpus en Fourvière. Fourviére, 6 de julio de 1832 Mi muy querida Emma: Tú sabes bien cuánto te quiero y por tanto comprendes mi preocupación y pena por tu situación y por tus sufrimientos. No lo he sabido hasta después de tu alumbramiento; aquí se sabía: se lo habían comunicado a la Madre San Andrés que me lo ocultó. Ella rogó e hizo rogar por ti; tú sabes bien cuánto se interesa por todo lo tuyo. Cuando supe lo que te había sucedido, me inquieté pensando en ti, pero Elisabeth, a quien vi el mismo día, me dijo que estabas lo mejor que puede darse en tu estado. Cuando quedé tranquila respecto a mi querida Emma, pensé en tu angelito a quien Dios había llamado a su lado desde su nacimiento. Dios te ha dado fuerzas para aceptar con santa resignación esta cruz, como también a tu marido que se ha apenado y afligido tanto al verte tan mal. Si el Señor os ha afligido, os ha dado al mismo tiempo el mayor consuelo que pueden tener los esposos piadosos: el que vuestro feliz hijito recibiera el santo Bautismo. Tenéis en el cielo un pequeño protector: este pobre angelito que sin haber hecho nada para merecer el cielo, se encuentra, sin pena ni sacrificio alguno, en posesión de la visión beatífica de Dios y gozando de la dicha de los predestinados. ¡Qué gratitud tan inmensa debe sentir por aquellos de quienes Dios se ha servido para darle la vida! El rogará por vosotros, pedirá a Dios que os bendiga y os otorgue las gracias que necesitéis. El Señor te ha concedido también un gran consuelo: tener contigo a Alina, pues en estas circunstancias, nuestras penas son mucho más llevaderas cuando estamos rodeados de las personas que amamos y que sabemos nos quieren. El domingo pasado vi a Alina, a su marido y a la pequeña María siempre tan encantadora. Tuvimos aquí Primera Comunión y la procesión del Corpus. Tu padre llevaba el palio con el St. Cattet, padre del Rdo. Cattet; Tony llevaba la bolsa, tenía el aire de un hombre formal, aire que no toma a menudo. El Sr. Nicod seguía detrás del palio con el hermano de una de nuestras pensionistas. Llevaba la custodia el vicario general, Rdo. Cattet. Tu mamá mejora de día en día; esperamos que el buen tiempo contribuirá a que se reponga totalmente. Espero que tu marido se encuentre mejor que cuando se marchó Alina. Me dijo ésta que entonces tenía dolores de estómago; no es de extrañar, ¡ha sufrido tanto al ver padecer a su querida Emma! Pero cuando vea que tú te vas restableciendo, él

mejorará también. Tu querida cuñada sufre mucho; ¿se encuentra mejor ? Alina no se cansa de ponderar los cuidados y atenciones que tiene contigo. Adios, mi querida sobrina; cuídate, toma todas las precauciones que exige tu estado. Tu tía que te quiere mucho, María Thévenet Te ruego que des de mi parte a tu marido y a tu cuñada, mis más afectuosos recuerdos.

Señora Mayet de Perroud (Madame Perroud née Mayet) Casa Perroud Villef ranche departamento del Ródano

CARTA N° 3: Anotaciones No tenemos ninguna carta de la M. María Ignacio desde la anterior de septiembre de 1828 a ésta de julio de 1832. Su familia vivía en Lyón y con frecuencia iban a Fourviére a verla; no era necesario escribirles. La única que en estos años estaba fuera era la sobrina mayor, Alina; probablemente, su tía le escribiría alguna vez, pero debido a las circunstancias difíciles que vivió esta sobrina, no se han conservado las cartas. Ahora, Emma, desde su boda con Justo Perroud (7 de diciembre de 1831), rico propietario de Villefranche, vive en esta población. Gracias a ello, y a partir de este momento, la Madre le escribirá, y la sobrina conservará sus cartas. En estos cuatro años que han pasado, han sucedido muchas cosas importantes para Claudina y para su Congregación. Destacamos algunas. La Madre había seguido su vida ordinaria de Superiora general, madre y formadora de sus religiosas y de las niñas confiadas a su cuidado. Las vocaciones han seguido afluyendo a Fourviere, y el fervor reina en las comunidades. A fines de 1828, Monseñor de Pins nombró como capellán de la casa de Fourviere a un celoso sacerdote, el P. José Rey. Hasta 1835 será una gran ayuda para la Madre y para su obra. En el verano de 1829, ante las dificultades y las tensiones en Belleville, se decidió cerrar el externado y el pensionado que tenía allí la Congregación; quedaba sólo la Providencia. También económicamente ha tenido la Madre serias dificultades según se desprende de lo que ella misma dice en octubre de 1830: «De no ser las circunstancias desgraciadas en que nos encontramos, mi intención era haberlo pagado este año» (ver Pasitio, p. 317). También la enfermedad la había visitado. En mayo de 1831, su hermana Elisabeth, en una carta a sus hijos, les pide con insistencia que le den noticias de ella. Política y socialmente, ha habido graves perturbaciones. En 1830 son destronados los Borbones y

sube al trono de Francia Luís Felipe de Orleáns, de tendencias liberales. El cambio y las nuevas tensones tienen gran repercusión en Lyón, especialmente con la gran sublevación obrera de 1831; afortunadamente, esta vez la lucha armada no llegó a Fourviére. La Historia de la Congregación nos dice de esta época: «La enérgica Fundadora no dejaba traslucir nada de sus angustias; sostenía, levantaba el ánimo de unas y otras, velaba para que a las niñas y a la comunidad no les faltara nada, y se mantenía firmemente unida a la santa voluntad de Dios » (Positio, p. 590). El año 1831 se concluyó con la visita canónica del vicario general de la diócesis y Superior religioso, Rdo. Cattet. El año 1832, más tranquilo, dio por fin la oportunidad de llevar a la práctica un gran deseo: tener una capilla de planta. El capellán, Padre Rey, aficionado a las construcciones, se ofreció a ser el arquitecto y maestro de obras. Religiosas y niñas colaborarían con gusto. Y en este mismo año se puso la primera piedra. Como contraste, otras grandes tribulaciones. Una común, terrible: el cólera que avanzaba hacia Lyón. Los lioneses redoblaron sus súplicas y votos a la Virgen de Fourviére. La Madre María Ignacio se destacó entre ellos. El cólera no entró en Lyón. Otra, de la Congregación: había que cerrar lo único que quedaba en Belleville: la Providencia. Religiosas y niñas marcharon a Fourviére. La Congregación queda reducida a dos poblaciones: Lyón y Le Puy. Y así será hasta después de la muerte de Claudina. Las raíces se ahondan, la savia se fortifica y, más tarde, el crecimiento y la expansión serán prodigiosos. Y ahora, una pena familiar: Emma, la sobrina que tanto quería, ha estado gravemente enferma y ha perdido su primer hijo que con tanta ilusión esperaban. La Madre María Ignacio no debía estar muy buena esta temporada puesto que su Asistente teme que le perjudique la inquietud por la suerte de Emma y no le dice nada hasta que el peligro ha pasado. Entonces, la Madre toma en seguida la pluma para comunicarle a su querida sobrina sus sentimientos. Alina, la mayor, había ido a asistir a su hermana ya que su madre estaba enferma y no podía ir. Antes de regresar a su casa, a Arbent, fue con su marido, Augusto Nicod, y con su hijita mayor, a visitar a la tía y darle noticias. Curiosa es la firma de Claudina en esta carta. Seguramente fue una distracción. Puso la primera parte de su firma habitual: «María Ignacio», y la segunda de la oficial: «Claudina Thévenet».

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