Cartas De Claudina Carta 15

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Carta 15:

A su sobrino Claudio Mayet

Gozo por la ordenación sacerdotal y 1a Misa de su sobrino. Interés por su salud. Estancia de Claudio en Pommiers; capilla en la casa.

Sean por siempre alabados los santos Corazones de Jesús, María y José

Me agradeces demasiado lo que he hecho por ti; créeme que es muy poco comparado con lo mucho que te quiero. Adiós, mi querido Claudio; cuídate mucho, te lo pido por favor; piensa que ya no te perteneces sino que perteneces a Dios de quien eres ministro, y a la santísima Virgen que es tu Madre, y por cuya intercesión confío que recuperarás la salud. Adiós, todavía otra vez. Está seguro del tierno afecto de tu tía,

(Fourviére), 4 de junio de 1836. Mi muy querido Claudio: He recibido tu cariñosa carta; me ha conmovido la expresión de tu afecto, pero tengo mucha pena de que no te encuentres bien, lo cual no me extraña; la ceremonia del sábado pasado fue muy larga y tú estabas en ayunas y casi todo el tiempo de pie; yo temía que tuvieran que sacarte de San Juan. Gracias a Dios, pudiste resistir hasta el final, pero a costa de gran fatiga de la que seguramente te resentirás varios días. Tu cariñosa madre ha interpretado bien mis sentimientos al decirte que yo no querría procurarme un gusto a costa de tu salud; no, mi querido sobrino, sin duda alguna, y me daría mucha pena que subieras la santa montaña antes de que el Señor te haya devuelto las fuerzas. Incluso preferiría esperar hasta que regreses de Pommiers en donde yo creo que te restabler un ejercicio moderado. y tendrás los cuidados de la buenísima Emma \ de su excelente marido, a quien agradezco infinitamente que haya hecho hacer ex profeso una capilla para tenerte en su casa. En ninguna parte podrías encontrar un sitio mejor para restablecerte. Sé muy bien que en casa de tu madre no te faltan los cuidados, pero allí no puedes hacer ejercicio como podrás hacerlo en el campo y, además, para ir a decir la santa misa te supone hacer cada día una caminata demasiado pesada para tu estado actual. Ahora hago rogar para que recobres la salud a fin de que puedas trabajar en hacer glorificar a Dios y honrar a María nuestra divina Madre. Yo me gozo en el Señor de tener un sobrino y ahijado revestido del sacerdocio y que será, no lo dudo, un digno ministro de nuestro Señor puesto que está enteramente consagrado a su santa Madre que jamás niega su protección a los que recurren a Ella; y yo estoy bien segura de que mi querido Claudio recurrirá a Ella toda la vida y trabajará por hacerla venerar y amar. No necesito decirte la gran parte que tomé en tu felicidad y en la de toda la familia el día de tu ordenación y el de tu primera Misa; ¡qué feliz hubiera sido de poder asistir!, pero mi condición me ha impuesto esta privación. Te ruego, mi querido sobrino, que me concedas un pequeño recuerdo en el memento de la santa Misa; ¡si quisieras ofrecerlo en general para cada vez que celebres el santo sacrificio!

María Ignacio Mil cosas a toda la santa familia. Te deseo una feliz fiesta de tu santo; tú me la desearás mañana, te lo ruego, en el memento de la santa Misa. D. Claudio Mayet, presbítero Lyón CARTA N° 15: Anotaciones El P. Claudio Mayet acababa de bajar a Lyón a casa de sus padres. La carta que le escribió su tía le fue llevada a mano; le contesta a la que él le acababa de escribir excusándose por no poder ir a verla. El novel sacerdote, deseando pasar en recogimiento el gran día de la ordenación, 28 de mayo, no había acudido luego de la ceremonia a comer con sus familiares que le esperaban. Se conserva la hermosa carta que les envió explicándoles los motivos de su conducta. De nuevo, el día de su Primera Misa, el 31 de mayo en el santuario de Fourviére, quiso permanecer en oración y silencio junto al altar de la Virgen. Paulina María Jaricot, «amiga del alma» de Claudina su tía, le ofreció su casa que comunicaba con el santuario; a última hora de la tarde, regresaba a los Mínimos. Claudio, muy abnegado, trabajaba por encima de sus fuerzas y sin tenerse en cuenta. Su madre refleja en sus cartas la preocupación por la salud del hijo. Entre todos habían decidido que terminado el curso y después de la ordenación y Primera Misa, tenía que tomar un tiempo largo de descanso y recuperar fuerzas. El sitio ideal era la casa de campo de los Perroud en Pommiers. Pero la iglesia del pueblo quedaba lejos, y por su estado de salud no sería posible ir todos los días a celebrar la santa Misa. Ante esto, Claudio dijo rotundamente que no. El Sr. Perroud que quería mucho a su cuñado y deseaba, como su mujer, que pudiera gozar de los beneficios de la campaña, le preguntó: ¿Y si tuviéramos capilla en casa, vendrías? La respuesta fue pronta y afirmativa. El Sr. Perroud, que en aquel momento estaba construyendo un cobertizo junto a su casa, había tenido la idea de poner un piso encima que comunicara con las habitaciones de la familia y allí poner la capilla. Todo se había arreglado y hecho rápidamente. Esta capilla fue motivo de grandes gozos para los Perroud tan piadosos; podían tener el Santísimo cuando había en la casa un sacerdote. El Padre Mayet, por motivos de salud, fue mucho, y

también otros temporalmente, entre los que se cuenta a un santo canonizado: San Pedro Julián Eymard, fundador de los Padres sacramentinos, por entonces religioso Marista. Esta capilla ya no existe; hace pocos años, la edificación amenazaba ruina por falta de fundamentos, y con gran pena de todos, hubo que derribarla. La Madre San Ignacio quiso también participar en el arreglo de la capilla familiar: hizo pintar unos cuadros —como sabemos por la carta siguiente de Claudina, por la carta de la M. San Andrés (Positio, pp. 425-426), y por cartas familiares de los Mayet—, dio los candelabros que habían servido para la primera capilla de la Angélica y les enviaba flores de su jardín. La Sra. Mayet, al ver a su hijo, comprendió que no le convenía fatigarse y subir a Fourviére. La Madre San Ignacio no había podido todavía abrazar a su querido sobrino y ahijado ya sacerdote, y lo deseaba de veras; también Claudio, y al no poder ir, le había escrito una carta. En la respuesta que le da su tía, vemos perfectamente sus sentimientos. Aparte de dejarnos entrever el corazón afectuoso de Claudina, esta carta que estamos comentando nos da a conocer el aprecio tan grande que tenía del sacerdocio y del santo Sacrificio del Altar. La Eucaristía fue uno de los grandes amores de la Madre y que legó a su Congregación. El Corazón Eucarístico escogería a una de sus hijas: la Beata Dina Bélanger (M. María de Santa Cecilia de Roma), por una de sus más grandes confidentes. También esta carta nos da a conocer una vez más su devoción mariana. Asimismo, el Padre Claudio Mayet fue gran devoto de la Virgen; y él creyó siempre que la especial protección que le había otorgado, se debía en gran parte a la consagración a la Madre del cielo que su madrina hizo por él después de su bautismo. San Claudio, patrono de Claudina y de su ahijado, como hemos indicado antes, es el 6 de junio. La Madre escribiría, pues, la postdata el día 5.

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