Bocaditos De Realidad, De Ana Patricia Moya

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  • Pages: 78
“Bocaditos de Realidad”, por Ana Patricia Moya Rodríguez. ©2008 Ana Patricia Moya Rodríguez ©2012 Ana Patricia Moya Rodríguez Primer prólogo de Rafael Infantes Lubián Segundo prólogo de Luisa Fernández Epílogo de Andrés Ramón Pérez Blanco Primera edición de la obra: 2008 Reedición revisada, corregida y ampliada: 2012 Todos los derechos reservados. Directora: Ana Patricia Moya Rodríguez Corrección: Ana Patricia Moya Rodríguez Maquetación: Ana Patricia Moya Rodríguez Diseño: Jesús Taguas Ruiz (portada y contraportada) \ Juan Carlos Cardesín (ilustraciones de interior) \ Ana Patricia Moya Rodríguez

Depósito legal: CO-1206-2008 Córdoba, 2012

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Conozco a Ana Patricia desde hace ya un buen puñado de años y en todo este tiempo puedo decir que si hay algo de lo que nunca he dudado es de su talento. El poemario “Bocaditos de realidad” - al que el presente texto sirve modestamente de prólogo - es una muestra del mismo y también, como descubrirán aquellos que ya la conocen, es ante todo Ana-Patricia-en-estado-puro (así del tirón y casi aguantando la respiración). Desde que trabé amistad con esta singular “loba de la estepa” (como a ella le gusta autodenominarse) comprendí que andaba liada en un particular empeño vital a mordiscos literarios con una realidad en la que no siempre se siente a gusto. Inconformista,

combativa,

persistente

como

pocas

creadoras, el subtitulo con que presenta su obra, esos “poemas de amor, realidad y sesos destrozaos” ya nos muestra

a

las

claras

que

Ana

Patricia

no

hace

concesiones a la galería de las buenas intenciones y los sentimientos edulcorados, y eso, afortunado lector, es lo que encontrarás en estas páginas, una entrega al deseo tan real que en definitiva sólo puede conducir a la desolación y al resentimiento. Porque seamos claros, la poesía de Ana Patricia es ante todo poesía de la autenticidad, habla de sensaciones y de sentimientos que primero se viven y después se escriben a la manera de un

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fármaco en la imposible tarea de cicatrizar la herida que la vida provoca. “Hoy me duele tu cicatriz, / hoy me duele la noche”, escribe Ana Patricia, para recordarnos en sus poemas cuán duraderas son las heridas que una relación frustrada provoca, de la profunda huella que ésta deja cuando se vive expuesto sin reservas al riesgo de sus mentiras. Por ello, en estos poemas los recuerdos nos gastan muy malas pasadas, activando a cada estímulo las derrotas de nuestra existencia. Curiosamente, la poesía de Ana Patricia no sólo se lee, también se huele, se saborea, se palpa, esta llena de esas siniestras “magdalenas de Proust” que para la ocasión adoptan la forma del aroma del café recién hecho, de la vainilla, del incienso o un cigarrillo mentolado y que conducen irremediablemente

al

odio:

“solución

definitiva,

imposible, deseada e indeseada / que te mueras”, como única

salida

posible

para

evitar

sucumbir

a

una

resignación que resuena a fracaso: “¿para qué joderse la existencia si hay placeres cobardes y fáciles?”. Pero hay más, pues lo que es pura confidencia en la primera parte del poemario, se transforma en el resto de la obra en un conjunto de versos cargados de una forma agria pero sentida de denuncia social y reivindicación del “ser una misma”, de su “mujereidad” (si se me permite el término de esa feminidad poética que Ana Patricia

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exhibe). No pierde con ello su autenticidad la poesía de Ana Patricia aunque parezca responder a un esfuerzo no exigido de mostrarnos que su poesía puede moverse en registros diversos y llenos de otras muchas posibilidades creativas. Quizás algún crítico avispado desearía aconsejarle en alguna ocasión a Ana Patricia que deje reposar más sus ideas, que las tamice por la criba de la mesura y la corrección,

pero lo cierto es que estoy convencido de

que esta “loba de la estepa”, esta depredadora ávida de presas literarias, nunca se dejará seducir por aduladores en-cantos de sirena. Sus seguidores esperamos que siga siendo por mucho tiempo la autora visceral y auténtica que deja que su literatura escape sin restricciones desde las mismas entrañas de su ser, tal y como ella misma nos recuerda sin cesar: “Reconozco lo que soy, protejo con uñas y dientes lo que soy / porque es lo único que en mi vida garantizará lo auténtico”.

 

Rafael Infantes Lubián 5

Partiendo de la base de que no existe un manual para abrir almas,

he

intentado

profundizar

en

estos

poemas

guardando a buen recaudo la llave de la mía, no vaya a ser que tenga que desdecirme de “no leo los prólogos”, una frase que sale a menudo de mi boca cuando me enfrento a cualquier libro. Como no es vuestro caso, dado que estáis leyendo éste, intentaré acercaros a mi visión particular, y quién sabe si acertada, de lo que os vais a encontrar en “Bocaditos de Realidad” (reedición revisada, corregida y ampliada), que en definitiva es lo que se pretende con este preámbulo. Aquí encontraremos, con una claridad que arrasa, no sólo a la poeta que pernocta entre sus versos, también al ser humano. Siempre solemos dejar algo nuestro en el camino cuando escribimos, y estas páginas están sembradas de las huellas de Ana Patricia Moya. Sigámoslas. Primera Parte: hay que ver lo que me dueles, amor. En esta primera parte ella nos adentra más allá de la piel de la mujer, del caparazón de cartílagos fabricado de pasiones que se sujeta al alma con el esparadrapo de las utopías. Enseña las cicatrices que hay tras sus vendas, las heridas de los amores clavados que todavía bostezan bajo la dermis como animales exóticos y que lanzan a traición algún que

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otro zarpazo. “Vuelvo a llorar por ti, en secreto. Mancho las sábanas / de incontables lágrimas, de lágrimas sucias llenas de rabia, / de lágrimas negras por culpa del rimel que apenas utilizo”. Y sentimos que son también las nuestras. Volvemos, una y otra vez, a revolcarnos en ese fango viejo, tan gastado ya, pero tan íntimo, que se reblandece al contacto del agua salada o de una lluvia pasajera, que nos cala. “Y es que la lluvia es símbolo y huella / de la esencia de tu amor… sí, un amor falso, / pero yo era feliz sumergida en la ignorancia propia / de la inocencia del que ama lealmente”. Hay muchas preguntas cuando nos detenemos en los versos de Ana Patricia y son como hacérnoslas frente a un espejo. “Problema: que existes. / Circunstancia: que me dueles”. La consecución de poemas nos lleva a la respuesta. Sus etapas son comparables a las que afrontaríamos ante una enfermedad terminal: el recuerdo, las lágrimas, la negación ante la pérdida y el intento de enterrar algo que creímos único e inmortal. Ataúd y licor de uva para el amor frustrado, para luego, enfrentarnos a la certeza de que es imposible el verdadero

olvido

si

se

sigue

amando.

No

hay

que

engañarse, no existe. Los pequeños gestos diarios y los objetos están impregnados de esa presencia que tropieza con la cordura. “Miro el fondo / de la taza. Huele a tu memoria. Huele a ti, huele a dolor. / Yo dejé de soñar contigo, pero lo que llevo en las manos, / me lleva a ti”.

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Seis Estaciones (cuasi – no haikus), son pequeños racimos de uva alcohólica, con la que atemperar el vino de la indiferencia. Pero no hay borrachera posible que ayude, cuando a la vuelta de la esquina está la vida con sus noches en blanco. “Hoy me duele tu cicatriz / hoy me duele la noche”. El día a día cuesta y está lleno de perras y perros con

los

que

siempre

nos

toparemos

y

que

mendigan

nuestras caricias, para después asestarnos el mordisco de Judas.

Es

dolorosas

aquí

cuando

señales

de

Ana esos

Patricia

nos

colmillos.

destapa Marcas

las que

compartimos todos y que nos acercan un poco más al abismo que ella siente bajo sus pies, hacia esa soledad que la libera del dolor pero que nunca podrá salvarla. ¿Y a nosotros? Segunda parte: Planeta Prozak. Su palabra descarnada llega a veces de forma brutal y aplastante, pero al mismo tiempo logra suavizar su peso con la mano de la sinceridad. La verdad hiere, ella lo sabe y lo plasma para hacernos partícipes. Basado en hechos reales resume a la perfección lo que sentimos las mujeres al enfrentarnos al mundo como seres humanos, donde no debería haber diferencias entre sexos. Una quimera. Llevamos la “Letra Escarlata” grabada en las tetas y sólo nos queda seguir echándole ovarios, aunque estemos ya hartas de llevar la capa de súpermujeres y queramos, simplemente, igualdad. ¿Somos libres

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o vivimos esclavas de una dicotomía? Lo que se espera de nosotras puede llegar a ser, a veces, nuestra propia cárcel. Los cuentos de princesas navegan con la ironía que Ana Patricia sabe imprimir en pinceladas dispersas, pero es amarga, desgarradora. “Demasiada nostalgia… la Heidi, mi Heidi, esa con la que me embobaba todas las tardes delante del televisor, ahora es otra. Es Heidi López”. Historia de amor convencional es un claro exponente de la vida cotidiana de algunas mujeres entre las cuatro paredes donde se las encierra, y que caldean las más tristes verdades y los infiernos que se cuecen de puertas para adentro. “Me acuerdo de tu primer beso (leve mordisco), / tu primer puñetazo (en mi estómago), / y tu primera paliza (cuerpo sangrante)”. Aquí nos uniremos todas a su grito desesperado: “Ni una mujer más, ni una”. Tercera parte: yo, yo misma y mis sesos. El vacío ocupa un lugar indiscutible en todos sus poemas, pero es un vacío invadido de instantes que se respiran sin la protección de una coraza. Nos llega esa nada absoluta. Nos asalta y termina por asfixiarnos. “Miedo a desprender de este estuche de carne mi carácter de carámbano, / a someterme a las incomprensibles leyes generales del amor”. Los dedos de Ana Patricia son tijeras recortando el contraluz de la realidad; habladoras, de filos como lenguas. “Mis dedos: pequeños héroes vestidos con anillos / heridos por astillas

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de plata…”. Es imposible no sentir su caricia o el seco tajo. Existe el ser humano hastiado que se muestra ante los demás con una sonrisa, pero su grito interior escupe una verdad reconocible para casi todos, que nos roza y se instala quedándose a vivir, despojándonos de aquello que creíamos tan nuestro. Ana es Ana en De rodillas delante de mi cama, sin creencias. Sólo las suyas. Arranca las cruces de su carne para luego colgárnoslas al cuello y hundirnos en una realidad que escuece, pero que curará nuestros pecados. “Conciencia sin limpiar. / Pedazos / ásperos que murmuro para mis adentros / pecados de mi insignificante existencia / Antes había terror: debajo de la cama estaba Dios”. La escalera que lleva al mundo interior es infinita, sus peldaños son cada una de las historias que colapsan este manicomio que dicen es el mundo y al que llegaremos de la mano de esta escritora y poeta, pluriempleada a tiempo completo y artista a destiempo; a la que todavía le sobra un poco para aullar a la luna, como una buena loba esteparia que se precie. Sujetaros el pellejo porque estáis a punto de comprobar en vuestras

propias

carnes

lo

que

llevo

rato

intentando

contaros. Os dejo con Ana Patricia Moya.

Luisa Fernández

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“He cubierto con sábanas Santas los espejos de mi casa por miedo a que salgan mis fantasmas”. (Leopoldo María Panero)

“…y estoy aquí solo como un animal sin nombre, por nada consagrado, a nadie perteneciente, libre de una masacrante libertad”. (Pier Paolo Pasolini)

“La paciencia es indispensable para ingresar en la nada”. (Begoña Paz)

“Es tan poca cosa el llorar, cosa tan breve el suspirar… ¡y, no obstante, por artes de este grandor morimos hombres y mujeres!” (Emily Dickinson)

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Bajo la piel, más allá de la carne, los huesos, la sangre, estoy yo: dolor y vida.

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Rabia odio de tanto amor que por ti siento. [Maritza Núñez]

Vuelvo a llorar por ti, en secreto. Mancho las sábanas de incontables lágrimas, de lágrimas sucias llenas de rabia, de lágrimas negras por culpa del rimel que apenas utilizo. Mi cama ha escrito demasiadas historias en su colcha, la almohada apenas soporta el peso del silencio de la / humedad de mis ojos, deja de ser la cómoda cuna de los sueños para convertirse en el único sitio donde me consume la / tortura de mi interior dolido. Mi cama es útero de tela que me acoge, echa un ovillo, después de mis sollozos, de mis gritos silenciosos y desgarrados ante lo que me jode. Si tuviera que juntar todo lo que he llorado por ti en estas sábanas, construiría un inmenso océano salado con olas de súplicas, de deseo, de la ilusión de verte en esta cama junto a mí, enfrentando a tu ser con el mío; pero en la realidad, yo me ahogo en mi propia melancolía

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y en la desesperación de saber que no podrás pertenecerme / jamás.

Jamás…

 

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El campo reposa en soledad. Hace frío. El césped está húmedo. Qué precioso el cielo de noche tapado con esas nubes cargadas de lluvia. Me abandono al ritual de las gotas - resbalan sobre la piel, tímidas, frescas y el aroma de la tierra mojada me lleva a las imágenes de tu recuerdo. El barro pinta mis pies de marrón oscuro - qué placer caminar descalza, cuando nadie mira y en mis ojos, instantáneamente, también empieza a llover. Y llueve, y llueve… llueves sobre mí. Y es que la lluvia es símbolo y huella de la esencia de tu amor… sí, un amor falso, pero yo era feliz sumergida en la ignorancia propia de la inocencia del que ama lealmente. Hoy es el aniversario del descubrimiento de una de las tres verdades universales del amor. Del amor al odio, un paso; del odio a la nostalgia, otro.

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Echo de menos tus promesas, tus palabras de cariño y ánimo, tus “buenas noches, amor”, hasta tus silencios…

…aunque todo fuera una puta mentira, animabas a este amargado corazón que ahora sólo sabe cagarse en ti y en todos tus muertos.

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El amor perfecto existe: es el sueño, el imposible, lo que jamás tendré en mis manos.

Prefiero colocarte en un altar roto y mantener la inocencia de la niña que se enamora por primera vez.

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Problema: que existes. Circunstancia: que me dueles. Solución temporal: vino y limón, tiritas y vendas alcohólicas para la conciencia.

Solución definitiva, imposible, deseada e indeseada: que te mueras.

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Bostezo. El agradable aroma del café penetra en mi olfato. Escapo de las viejas sábanas, huyo a la cocina, no hay nadie. Era café fantasma. Yo me sirvo la infusión caliente de vigor y mi pereza me impide hacer una incursión al frigorífico. Todavía estoy pegada al colchón, parecen caerse mis ojos ante un surco de cansancio. Mi cerebro hace coletear trocitos del pasado, trocitos que me remiten al amor perdido. Para mi garganta afónica la taza está llena de calidez, me espabila para afrontar el reto diario. Miro el fondo de la taza. Huele a tu memoria. Huele a ti, huele a dolor. Yo dejé de soñar contigo, pero lo que llevo en las manos, me lleva a ti. Has compartido demasiados descafeinados conmigo, has marcado tu símbolo en todos los cafés que huelo a distancia: en la facultad, en la casa, en la calle. Estás en todos lados. Tú eres un nudo que ahoga mis entrañas. Por eso nunca bebo café. No es por los efectos negativos que podrían provocar en mi intestino; es que, si bebo café, estoy bebiendo retales de recuerdos…

…te estaría bebiendo a sorbitos.

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En celo te busco en la humedad de mi cerebro.

Me fugo en la imaginación para tener un recuerdo líquido de ti en los dedos.

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Estos días de lluvias intensas me recuerdan mucho a ti…

Te corrías igual cuando susurraba, al teléfono, “te quiero”.

Que lástima que tuvieras el corazón tan vacío, pero siempre disponible tu sexo.

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Me dueles… …y, sin embargo, sigo dedicándote poesía.

No sé si merece la pena gastar mina de lápiz, folios en blanco y tiempo para señalar la herida.

La poesía y el amor: amantes masoquistas.

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Estación I - Diferencias Amor y cariño. Pasión y (demasiada) frialdad. Tú y yo.

Estación II – Piel Odio tus palabras. Odio este confuso amor. Necesito tu cuerpo.

Estación III – Verdad Cartas de amor. Letras con promesas. Mentiras que ilusionan.

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Estación IV - Otoño Caen hojas secas. Cae fuerte la lluvia. Cae tu recuerdo.

Estación V – Primavera Tu lejana presencia. Nostalgia de un pasado. Primavera de recuerdos.

Estación VI – Poesía Versos de torpeza. Versos de puro sentimiento. Aprendiz de poeta.

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El precio que se paga por tener la conciencia limpia es la soledad.

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Poesía: inútil en tu boca,

honesta en mis manos.

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I. Noche: reflexiones nocturnas Hoy me duele tu cicatriz, hoy me duele la noche. Las cuatro de la mañana; totalmente desvelada - con unas antiestéticas ojeras que me llegan al suelo me pongo a cavilar, cavilar y más cavilar. Aspiro el rico aroma a incienso de canela; tomo (la tercera) tila y en la taza, se encuentra el recuerdo que rasga mi cerebro en pedacitos pequeñitos, pequeñitos… Me pregunto por qué coño me dueles tanto… …me pregunto por qué coño existes.

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II. Tarde: placer en el dolor Tarde de comida de olla en el salón. Qué frío está el suelo (tengo el culo congelado), qué amargo el sabor del cigarrillo mentolado. Qué cínico tu carácter a través del teléfono. ¿Eres la misma persona? Y la naturaleza humana jamás dejará de sorprenderme: ¿cómo cojones se halla placer en el dolor ajeno? Tu satisfacción está en las lágrimas.

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III. Madrugada: gritos Estás en todos lados, joder… en todos lados. Tan poderosa es mi necesidad de ti que la puta imaginación me ha jugado muy malas pasadas: he intentado inventarte en otra existencia, en otro cuerpo, y así me hallo, con todo mi ser gritando el deseo no contenido y el error del momento. A mi lado, con poca ropa, no estás tú… creí que lo eras, cuando te deseo, todos tienen tu rostro. Te divaga mi cerebro saturado de alcohol y, en el silencio, después de la calidez y los besos, acurrucada en el cómodo rincón del sofá, encuentro en mí la sutil desesperación. Mi interior grita y con ansiedad te reclama.

Pero tú no me escuchas.

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Soy incapaz de pronunciar tu nombre - la fortaleza de la herida amputa el recuerdo amargo -,

por eso te vomito en estos rincones sórdidos, entre renglones torcidos.

Te extraño,

te odio.

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El amor.

…aunque duela.

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Tú.

…aunque no me hagas ni puto caso.

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Me abandonas con el pretexto: “eres fría”. Te equivocas: tú no tienes la calidez suficiente

para dos camas.

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Desgarro mi corazón, mi coño y los arrojo a la papelera junto a la excusa oficial de tu despedida (la verdadera: tu nariz dentro de otras bragas).

No besaré ni a ranas ni a sapos, me condeno al egoísmo, a odiarme y amarme a mí misma.

Misantropía.

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Te quiero comer el coño, te amo porque eres la aspirante perfecta para sustituir al candidato principal - el imposible o el que padece el síndrome del péndulo emocional -, te deseo porque a falta de pan qué buena es la tonta - la inocente, la legal, la estúpida, la carroña -, te adoro porque tú eres él, porque tú eres ella - reconstruyo su rostro sobre el tuyo te extraño cuando me patean el orgullo y rememoro el nombre de la perra fiel que a pesar de los cortes se mantuvo a mi lado

y que ahora, soberbia, me escupe en la frente cuando me humilla con este diccionario de frases inacabadas, mi sepulcro de palabras vacías.

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Hoy me abriré las venas se cerrará la tarde al ver tu corazón de yeso, regado con mi sangre, abierto para verte así… [“Perra enamorada”, Mónica Naranjo]

Me da asco el poema de amor,

me doy asco a mí misma.

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I. Perra Le meneas el rabo a tu dueño; a sus espaldas, cobarde, me miras con esos ojos de Husky Siberiano y tu voluntad tamaño Chihuahua. Buscas sus golosinas para burlar la soledad y rechazas el cariño de manos honestas, el que no te conviene. Cuando te canses de jugar con las pelotas de tu amo, no busques el rastro de esta miserable que te mostraba el corazón en la mano y en la otra, un cuchillo oxidado, la que jamás encontrará compensación de tantos y tantos años de lágrimas y cama vacía.

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II. Perro

Te hacías el desorientado en la última estación del amor: tu propietaria se resistía a despedirse de ti y tú, no te decidías, me vigilabas desde el umbral, deseando que yo agarrara la cadena y el collar para amarrarte y así evitar ser un triste vagabundo de emociones. Los perros no saben estar solos, y yo soy incapaz de aferrarme al miedo.

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III.

Y que sigan ladrando:

sólo deseo la compañía de mi sombra.

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La vida es igual, igualita que un lienzo que pintaban los maestros y genios de la distorsión de la realidad y de lo absurdo.

Puro surrealismo.

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No me gusta jurar. Sin embargo, te puedo asegurar que cuando la asquerosa religión se extinga, la puñetera política deje de ser teatro, se levante la verdadera justicia, desaparezca la maldad del ser humano (contra la naturaleza, contra sus semejantes) y la vida sea menos complicada... ...yo te perdonaré. Tienes mi palabra... ...aunque será mejor que te hagas a la idea de lo imposible, cariño: sería muchísimo más práctico.

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Así os veo, queridas mujeres trabajadoras, simplemente por tener un coño entre las piernas: limpiando la mierda que dejan los demás, cobrando la mitad de lo que cobra un hombre, soportando la justicia de raíces machistas, ocultando vuestros méritos detrás de sus espaldas.

Y, con cierto pavor, tiemblo al pensar que como vuestro presente será mi posible futuro.

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Pertenezco a la generación de reliquias infantiles que ahora / regresan con intención de recuperar un pasado de buenos momentos. / De nuevo, en mi vida, se planta Heidi y Pedro con su séquito de cabras / alpinas; demasiada inocencia para nuestros días de exagerada / modernidad, demasiada dulzura ante la insensibilidad de la generación / actual. Demasiada nostalgia… la Heidi, mi Heidi, esa con la que / me embobaba todas las tardes delante del televisor, ahora es otra. Es / Heidi López. Heidi López, de niña, era una macarra reputada que nunca / fue al colegio, montaba unos botellones mañaneros en horas de instituto / que te cagas. Su primer polvo fue con Pedro Ramírez, un famoso chulo / de discoteca que buscaba de ese cuerpecillo de metro cincuenta un coño. Ante la / cruda desolación del amor imposible - no ayudó mucho que su única familia,

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/ el abuelo, le pegara palizas - Heidi convirtió las vomiteras en hábito, / en enfermedad. Presumida por capricho, se enorgullecía de lucir tallas / microscópicas y de haber abandonado los libros para dedicarse a desfilar / y a cantar. Heidi López, ahora, es una mezcla de mujer - niña que ha / desperdiciado su dorada juventud; arruinada, piensa ir a Salsa Rosa a / contar impactantes trolas - lo de la afición de su ex a la zoofilia - a ver si así la pobre / sale de la mala racha. Heidi López es la Heidi de este mundo decadente que necesita atiborrarse de Prozak, que necesita recordar que cualquier tiempo pasado fue mucho, muchísimo mejor.

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Los hombres de otra edad, cuando el planeta madure, y no haya amores ni deseo ni mentes soñadoras, ni alma inquieta, disecarán al último poeta y lo pondrán, cual momia, en un museo. [Amado Nervo]

En este extraño lugar donde se lee más el Marca o el Sport, donde la cultura se halla en una revista del corazón, donde el acontecimiento más importante es un puto partido de fútbol, donde los libros son sustituidos por el móvil de última generación... ...yo me cuestiono si hay sitio para el poeta. No sé si guardo esperanzas por el cambio o me resisto a tirar los poemas a la papelera.

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Ni una mujer más. Ni una.

Me acuerdo de tu primer beso (leve mordisco), de tu primer puñetazo (en el estómago) y de tu primera paliza (cuerpo sangrante). Y el amor no tiene dulzura, tiene la cara de un hijo de la gran puta que duerme - todavía - a mi lado. Cuando llegue el fin de mis días, no mencionéis a la bestia en el epitafio de mi tumba. La justicia fue el verdugo, el machismo fue la sentencia.

¿De qué me sirve ser mujer?

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El sonido de los tacones en el asfalto anuncian la llegada de las reinas, sin corona, de la solitaria ciudad. Amazonas que se enfrentan a su destino armadas con poca ropa y condones; con el deseo obtienen platos calientes para sus mesas; reclaman territorio legítimo por barrios, calles, aceras, con la cabeza bien alta, señoras dignas sin apellido que a cambio de billetes y sudor se mofan de lo que mueve el mundo: las tristes pollas de los hombres que lloran espesas sombras blancas de “amor” en boca o coño. Valientes son las mujeres que aprenden a sobrevivir con el orgullo de su cuerpo.

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Si quieres olvidar, si no te basta con ahuyentar heridas y desprecios acuérdate del día en que un poema te liberó del mundo y sus engaños. [María Sanz]

De alguna manera u otra, todos tenemos algo de poeta. La vida es pura poesía, y nosotros la escribimos con versos de realidad.

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A ti, que seguro que lo leerás con amargura

El amor en la penumbra no es desconfiado:

es cobarde.

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Se contabiliza el amor con cuentagotas, como un buen vino: lleno, es pasión, medio, es ternura, casi vacío, es cariño, y nada, es nada.

[Y lo peor, es que no se puede rellenar: sólo te queda comprar otra botella]

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Aislado del amor cualquier coño es violento. [Isla Correyero]

Cuando me cabreo, escribo con el coño, cuando lloro, escribo con el coño.

¿Ordinaria yo? Sólo soy sincera: en la identidad del útero y los ovarios está mi fuerza.

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Miedo a desprender de este estuche de carne mi carácter / de carámbano, a someterme a las incomprensibles leyes generales del amor cuando me encuentre un cepillo de dientes ajeno junto al / mío, a despedir a mi libertad de la que gozo sin condiciones y a no conseguirla para identificar mis verdaderas raíces, a no saber dónde situar mis pasos en un mundo de / obstáculos, a no hallar los sentidos de esta existencia que me / encadenan aquí, a no saber que es lo que hacen exactamente mis manos, al mismo mundo donde habito y soporto la carga de / heridas cubiertas con tiritas de ilusiones, sueños y esperanzas. Esta soy yo: una caja de temores, llenita de temores con la única virtud de la paciencia, mi santa paciencia.

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Mis dedos: delgados héroes vestidos con anillos, heridos por astillas de plata, ensuciados con la mierda de cacharros milenarios, aburridos de pasar cientos de páginas manuscritas, doloridos por amontonar cajas y libros, adaptados a diversos esfuerzos cotidianos y caricias sometidas a temprana fecha de caducidad. Los observo, convencida de su fuerza, pero por orgullo no los admiro: son capaces de gritar y llorar, en silencio.

La poesía es mi vergüenza.

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Soy la princesa de negro: mi corazón siempre está de luto porque siempre hay algo por lo que llorar. Soy una princesa divina de mitología griega: armada hasta los dientes que intenta no entrar por la puerta fácil y romper el muro donde se esconde lo más preciado. Soy la copia - en rellenito - de Blancanieves, abandonada por una madrastra - maestra de la vida / y acompañada de siete enanitos que son mis verdaderos enemigos: pereza, rabia, intranquilidad, resentimiento, inseguridad, impaciencia, miedo. Soy la versión agria y pesimista de la currante de / Cenicienta: tengo dos hermanas ficticias que me duelen - la que no se merece nada, la que tiene suerte -, tengo la nula esperanza de que me devuelvan el zapato / de cristal. Soy lo que soy, lo que muestra el espejo: una princesa de carne y hueso

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con heridas en las manos llenas de tinta, el vestido roto / y mil veces remendado, con una corona regalada del todo a cien y sucia, llena de / mierda, de mucha mierda. La mierda que me regalan en el día a día, la puta mierda que no se comen los demás.

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De niña, tenía una cruz dorada clavada en la carne; ahora, mis oraciones salpicadas de culpa se reflejan en un rosario con cuentas de lágrimas. Conciencia sin limpiar. Pedazos ásperos que murmuro para mis adentros, pecados de mi insignificante existencia. Antes había terror: debajo de la cama estaba Dios. Pero Dios no está. Ya no hay ni bondades ni castigos. Tampoco creo en los poetas, ni en los políticos, ni en las putas promesas de amor eternas ni tampoco en los hombres ni en las mujeres. Mis plegarias, cantos de desilusión en la noche cómplice de mis bajones, asoman en estas manos la gran evidencia. Sólo creo en mi misma. Porque es lo único que me queda.

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No quiero besos vacíos. Quiero golpes de realidad.

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Sólo por ella soy capaz de plantar batalla a la aterradora página en blanco. Por mi jefa. Autora de los poemas que acaban ustedes de leer, amigos lectores. Ella merece esto. Y más. En cuanto a ustedes, amigos lectores, espero que hayan sido partícipes de las emociones y mordiscos que este poemario me ha transmitido. A mí, me ha emocionado sobremanera,

aunque

existe

un

pequeño

pero

que

aclararemos después. La autora de estos poemas, que no poesías, nos ha regalado a todos una época muy dura de su vida. Todas las vidas son duras, pero casi nadie se atreve a mostrar el interior de su vida y, mucho menos, a regalarla, a compartirla con todos ustedes, amigos lectores, en forma de poemas, que no poesías, repito. Dentro de este poemario y, en mí muy personal opinión de subalterno, hay poemas de gran calado, de los que duelen. El amor, el auténtico amor es una inagotable fuente de

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dolor. Esto es una constante que se nos ha mostrado a lo largo de estos poemas. Que no poesías, repito, de nuevo. Hay poemas que homenajean a las mujeres, hay

poemas

que degradan al hombre… (aquí meto yo la pulla, que no la polla, sobre el por qué de la manera de escribir de las mujeres, tan distante, tan distinta; los hombres no sólo somos quiénes expulsan sombras blancas, tenemos nuestros sentimientos, aunque no sabemos dónde). Hay poemas que invitan a hacer reflexión sobre lo absurdo que es el amor. Amor que mueve el mundo y, a la vez, lo destruye. Estos poemas escritos con el coño de mi jefa. Estos bocaditos de realidad me han mordisqueado tanto por su honestidad como por su intensidad. Poemas vívidos, quién no sufre no vive, quién no vive no puede escribir. Espero que a ustedes, amigos lectores, estos bocaditos de realidad les hayan mordido también.

Andrés Ramón Pérez Blanco (Kebrantaversos) 73

Esta

publicación

es

la

reedición

del

poemario

“Bocaditos de Realidad” (primera edición publicada en el año 2008), obra de Ana Patricia Moya; ésta ha sido revisada, corregida y ampliada por la propia autora; se han incluido catorce poemas y también nuevos textos: un prólogo más de la escritora Luisa Fernández y un epílogo del poeta Andrés Ramón Pérez Blanco. La portada y la contraportada son obra de Jesús Taguas Ruiz, (utilizadas también para anteriores

ediciones).

Con

respecto

a

las

ilustraciones de interior, utilizadas para dividir las tres partes de este libro de poesía, pertenecen a Juan

Carlos

Cardesín

(páginas

18,

48

y

58

respectivamente).

74

Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982). Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba. Ha trabajado

como

bibliotecaria,

arqueóloga,

profesora,

gestora

investigadora

documental, de

fondo

joyera, antiguo,

correctora, etc. Ahora sobrevive como puede, estudia un postgrado, intenta sacarse el título de Técnico Especialista en Recursos Humanos, es directora \ editora \ coordinadora de Editorial Groenlandia y cofundadora de la editorial andaluza Origami. Ha publicado el poemario “Bocaditos de Realidad” (2008, segunda reedición del 2012) y el libro de relatos eróticos “Cuentos de la carne” (2009). Sus poemas y relatos han aparecido en distintas publicaciones (panfletos, plaquettes, revistas, fanzines, etc), digitales e impresas, de España e Hispanoamérica, así como en blogs, páginas Web y antologías literarias, tales como “Anuncios (Des)clasificados”, “Lo que habita en el cristal” (ambas en Cinosargo Ediciones), “La vida por delante: antología de jóvenes poetas andaluces” (Ediciones En Huida), “Heterogéneos” (Editorial Escaletra), “Poetrastos” (LVR Ediciones), etc. Ha sido traducida a seis idiomas. Ha obtenido alguna que otra mención por sus despropósitos lírico-narrativos. Gran parte de su obra permanece inédita. Actualmente, escribe su sexto poemario y nuevos relatos eróticos. Misántropa, ermitaña, huraña: un personaje entrañable.

75

A mordiscos con la cruda realidad

3

Intento de manual de instrucciones para abrir almas

6

HAY QUE VER LO QUE ME DUELES, AMOR Desde las sábanas

20

Aniversario

22

Nostalgia

23

Sin título

24

Ataúd y licor de uva para el amor frustrado

25

Mañanas

26

Fugitiva

27

Lluvia

28

Paradoja

29

Seis estaciones (cuasi no haikus)

30

Sin título

32

Sin título

33

Día, tarde, noche

34

Masticaste mi corazón lentamente…

37

Esto es poesía

38

Inspiración

39

Hambrienta de soledad

40

Adán y Eva pecan: yo me abstengo

41

Paseando por tu perturbado cerebro de psicópata…

42

Sin título

43

Perros y perras

44

76

MUNDO PROZAK Mundo Prozak

50

Exigencias

51

Basado en hechos reales

52

Generación Heidi

53

Planeta bizarro

55

Historia de amor convencional

56

Jungla de asfalto

57

YO, YO MISMA Y MIS SESOS Sin título

60

Advertencia de un corazón descosido

61

Botella irrellenable

62

Honestidad brutal

63

Desnudo integral

64

Dedos

65

Princesa

66

De rodillas delante de mi cama

68

He terminado mordisqueado por bocaditos de realidad

72

Nota de edición

74

Sobre la autora

75

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