AROMA DE AMOR Cuento by Ismael Berroeta
www.tarotparatodos.com www.tarotparatodos.cl - septiembre 1999 -
Aroma de amor
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Él, un pícaro rompecorazones, había dejado olvidado en el balcón de su casa un canasto de ropa sucia. El viento, traicionero, no encontró mejor lugar que formar un pequeño tornado en ese mismo sitio y lanzó a volar diversas piezas, entre ellas, una prenda interior masculina bastante desaseada. Casualmente, en esos instantes, por la callejuela pasaba Ella, una doncella generosa de cuerpo y sonrosado rostro, quien amaba en silencio al Casanova de mala muerte. La joven, sin quererlo, recibió en su cabeza la fragante prenda. Bastante sorprendida, pensó que Él era tímido y quería insinuarle su amor con aquel destemplado gesto. La muchacha guardó en un bolso, con delicadeza y discreción, la pieza de ropa.
Al llegar a su casa, ilusionada y entusiasmada, no encontró mejor
forma que contestarle por escrito, según consideraba su obligación, con una carta pletórica de amorosos sentimientos. Aunque no era muy dada a la literatura, lectura y esos menesteres, se sintió inspirada, escribiendo la nota que decía así:
Querido Él: Me has enviado, mi ternura, ni más ni menos que tus calzoncillos. No me ofende, mi amor, su falta de blancura.
Los has lanzado, vida mía, con
elegancia. Las vecinas vieron todo, por ser el mediodía. Se rieron, pero nada comprendieron. Serán el estandarte de mis amores, por lo que en mi terraza lucirán como mudo testigo de nuestro secreto.
Las dudas han
comenzado a picarme: ¿tendrás otros, mi pobre corazón?, ¿andará tu
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cuerpecito casi al aire?, ¿te resfriarás con estos ventarrones?. ¿ Estarás, vida mía, en la indigencia ?. Tendré que confiar en tu solvencia,
a
lo
menos llevarás tus pantalones. ¡ Tantas dudas romperán mi corazón !. Me fijé que tienen unos hoyitos, están demasiado usados y poco dignos de ti, mi gran amor. Aquí te envío otros, nuevos, en su reemplazo. Te jura eterno amor, Ella.
Cuando se insinuaba la doncellez de Ella, no era por broma. De verdad, se trata de una joven completamente virgen.
Ella es ingenua, honesta, hasta cándida.
No sabe las
prácticas del amor, las cuales no son sólo platónicas. Además, la dulce muchacha tiene un factor en contra: es demasiado subida de volumen y de peso, lo cual no ha provocado mucho interés en los donjuanes del barrio y, menos aún, de parte de Él. Cuando Ella, al llegar a su casa, procedió a lavar los calzoncillos, se desprendió de entre los pliegues un preservativo. El muy descuidado lo había olvidado, usado y perforado, en la ropa sucia. Ella, inocente en arte de usar esos artefactos, lo confundió tontamente con un globo roto. Para darle una sorpresa cariñosa al presunto galán, se encaminó a una juguetería para comprarle otro. El juguetero era un tipo que no estaba para bromas, prefería se las gastaran a otros. La mandó a buena parte. Toda llorosa, aunque siempre con su vena literaria inspirada, Ella le envió una nueva misiva a su adorado tormento, parte de la cual decía así:
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Querido Él: Entre los calzoncillos encontré algo raro: una especie de globito con aspecto usado. Quise probar inflarlo, soplé y soplé, hice varios intentos. Otra, en mi lugar, se habría acobardado. Sin embargo, no hubo caso, el globo estaba perforado. ¿ De qué marca será este artefacto ?. Decidí ir a comprar uno nuevo en el acto, llevando de muestra el globo malo. Fui a la juguetería a comprar la cosa rara. Desde allí he salido más que furibunda. El grosero vendedor me mandó con aire destemplado a la farmacia. Me dijo: “- Eres una tonta, mujer viejota, despistada y borrica, ¡ los condones se compran en la botica !”. ¡ Horror ! ¡ Qué situación tan bochornosa !. Se despide con vergüenza y pena, tu eterno amor,
Ella
Han pasado unos pocos días. Ella ha sufrido intensamente porque Él no ha concretado la relación que imaginó haberse iniciado. Más aún, en su generosidad de mujer enamorada, ha olvidado la vergüenza sufrida en la juguetería. Además, cumpliendo con la primera amenaza de su primera carta, instaló los calzoncillos, como al descuido, después de lavarlos, en una cuerda de tender en el balcón de su casa. El rompecorazones, pobre como una rata, que aún no recibía los calzoncillos nuevos que Ella le envió, ha echado en
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falta su prenda íntima, pues no poseía otra de repuesto ni para muestra.
Se ha
conformado con cubrirse solamente con los pantalones. Al pasar por la callejuela donde habitaba la doncella, ha visto con horror la exhibición pública de sus calzoncillos, con el globito incluido. Presa del temor que sus amigotes se enteren de que Ella tiene retenida la prenda, Él trepa por las rejas para eliminar el testimonio de la deshonra. Para su desgracia, resbala y cae, ensartando su pantalón en el gancho de la reja de una ventana, quedando suspendido como un pollo faenado, dejando al descubierto partes de su cuerpo que ofenden al pudor.
Al ruido provocado por la caída, Ella se asoma a la ventana,
quedando sorprendida, pero infinitamente contenta. Para peor, comienzan a asomarse los vecinos.
- ¡ Ay !. ¡ Dios mío !. ¡ Qué sorpresa ! -no pudo evitar exclamar Ella-. Has llegado, mi buenmozo, hasta mi casa. Que es por mí, no cabe duda -le besa mientras Él permanece impotente para rechazarla-. Mira, picaroncillo, ¡ si has venido a juntarte en mi ventana con tus calzoncillos !.
- ... -.
- Tu acción atrevida me ha dejado sin aliento. ¡ Me tiene tan sorprendida tu valiente escalamiento !.
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- ... -.
- Te confieso que me rindo ante un hombre tan decidido, que avanza hacia adelante como tú, sin vacilaciones. Has transformado la llama de mi amor en un volcán, que no podrá extinguirse jamás.
- ... -.
- Pero, ¿ qué te ocurre, mi cielo ? Estás tan pálido, tu cara me asusta.
En esos momentos, Él sentía como si hubiese nacido sin lengua, ni garganta, ni cuerdas vocales: no podía articular palabra ni sonido.
El miedo y la vergüenza lo habían
enmudecido como a una piedra. Ella no reparó en esta flaqueza de su héroe y lo tomó, mas bien, como dignidad de varón que pasa un momento difícil. Sin parar mientes que las personas han comenzado a reunirse frente a la casa, prosiguió:
- No te preocupes si hay gente que me pone sobrenombres y se burlan porque soy gordita. Eso tú lo sabes. Por mi parte, lo que vale por sobretodo es mi belleza interior y la ternura que siento por ti. Tanto tiempo te he esperado, tanto te he amado en silencio, a la distancia, que éste es el momento más dichoso de mi vida.
Nuestros
caminos se han juntado al fin, y mis ruegos no han sido en vano. Estoy aquí sólo para ti y
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para ningún otro.
Aunque a nuestro casamiento no vengan tus amigos, aunque en el
registro civil no se encuentren testigos, no importa. En esta misma calle hay presentes un montón de curiosos, de amigos míos, de vecinos. No temas, que este batallón que se ha juntado frente a mi casa servirá para algo.
Con su habitual candidez, Ella no tiene temor de nada ni de nadie.
Sin embargo, el
enorme gentío que se ha reunido frente a su vivienda no lo ha hecho por nada. Algunos vienen simplemente a curiosear; otros, a burlarse de Él, que cuelga como un chorizo en el figón. Sin embargo, hay un grupo numeroso, bastante decidido, que piensa que Él es un ladrón y violador de doncellas y han sacado cuerdas y palos para lincharlo de inmediato. Al ver los puños que se alzan de la multitud abajo suyo y escuchar los denuestos de los más decididos, el héroe ha comenzado a temblar y está a punto de hacerse de todo.
La joven, por fin, se ha dado cuenta del peligro que corre el bribón y, con una decisión y un desplante que ella misma no se conocía, se ha dirigido así a los presentes:
- ¡ Queridos vecinos, viejas habladoras y mirones !. ¡ Me dirijo a todos los presentes: a los ociosos, a los policías e incluso a los ladrones!. ¡ Jóvenes que me escuchan, ancianos, chiquillos !. ¡ Óiganme los comerciantes, incluso los vendedores de calzoncillos!.
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Su voz decidida ha logrado que todo el mundo guarde silencio y se aquiete para ver en qué para todo aquello. Ella prosiguió:
- Este hombre que cuelga aquí no pretende robarme. Él viene por amor y no quiere deshonrarme.
En este momento parece derrotado, como si fuese un don nadie y un
cobarde, pero tiene pantalones.
Pongo a todos los presentes por testigos de lo que
ahora digo: que este ardiente enamorado es del todo honrado, que a esta fecha no me ha visto ni el ombligo, que jamás atacar esta casa ni a su dueña ha pensado.
La gran mayoría de los que estaban en la calle rompen en aplausos y vivas. La joven abre sus dos brazos y con las palmas de las manos extendidas hace a todos un gesto de silencio. Esta vez se dirige a Él:
- Estas buenas personas no quieren hacerte daño, tan sólo se confundieron. ¿Por qué no dejamos todo aclarado casándonos ahora mismo? En ese grupo de allá atrás veo al señor cura. ¡ Bastará con que se lo pidamos para que lo haga de inmediato !. ¿ Qué dices ?.
Él comprendió sin tardanza que, si no contestaba afirmativamente, era hombre muerto allí mismo y de la manera más atroz. Con un hilo de voz dijo:
- Sssiii...
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Un nuevo grito de alegría lanzó la muchedumbre. El sacerdote se abrió lugar hasta las primeras filas, subió al balcón y, utilizándolo a la vez de altar y púlpito, ejecutó la boda en plena calle. En cuanto terminó la frase “que sean marido y mujer”, Ella se dirigió al novio, al tiempo que hacía una seña para que lo bajaran:
- Venga aquí, mi adorado conejito. Ahora sé para que sirven los condones, tus queridos juguetitos. Los compré por miles: tengo cajas, cajones y cajoncitos. Usaremos esos globos, apretados, muy unidos.
Ismael Berroeta