¡Una locura de amor! En este momento son las 09:16 horas del sábado 28 de abril de 2007 y amanecí con ganas de escribir y relatarles mi más grande locura de cuando alguna vez estuve enamorado. Habemos como cinco personas que actuamos en este relato pero por obvias razones cambiaré el nombre de la protagonista de esta historia y la nombraré Samantha. Era el año 2001, era un joven estudiante de Ing. Industrial en la prestigiosa Universidad de Las Américas (UDLA) ¡qué tiempos aquéllos! En aquél entonces tenía 20 años, era una persona que todavía creía en el amor sincero y real en una pareja. Me gustaba escribir cartas y poemas (y ahora aunque no tengan destinataria lo sigo haciendo por gusto), leía autores como Amado Nervo, Sor Juana Inés de la Cruz o diversos libros de poemas y cartas de amor de diferentes autores en uno sólo. Aunado a esto, tenía -y sigo teniendo- varios libros económicos sobre cómo es el proceso de enamoramiento hacia una mujer ¡estudiaba todos estos libros! Como notarán, en aquélla época era un chico enamorado del amor (pobre iluso). Más adelante cuando mi personalidad cambió empecé a adquirir literatura no para enamorar mujeres sino para hacerles creer que estabas enamorado y que cayeran, te divirtieras un rato y adiós ¡jaja! Pero bueno, esa es otra historia que en alguna ocasión futura les contaré. Habiéndoles dado un panorama sobre mi personalidad a principios del año 2001 continúo con la introducción de mi historia. Aunque es cierto que puedo de lleno relatarles lo más trascendente de esta historia es para mí muy importante explicarles algunas situaciones previas para que cuando en la lectura, lleguen a lo más interesante, sepan relacionar cómo y por qué se dio todo. Recuerdo que cursé semestre de verano en el año 2000, en contra de lo que todos me recomendaron incluido mi asesor de carrera di de alta tres materias y fue una carga pesada para un verano. Las materias fueron LI-112 (Lectura y Redacción Intermedia), MA-131 (Cálculo Diferencial), DL-201 (Inglés Intermedio), a esta última asistía de lunes a viernes y ahí conocí a Rocío, que aunque no es la protagonista de esta historia, fue quien originó que ésta se diera. Con Rocío -aunque era estudiante de la carrera de Economía- me tocó cursar la clase de inglés. Su lugar era hasta el frente y yo me ubicaba en la última columna, en pocas palabras la tenía lejos de mi lugar. Recuerdo que en el lugar donde me encontraba nos tocó por azar juntos a los inquietos del grupo. Para mí el ir a la clase de Inglés era diversión segura y hacer tontería y media, sin embargo, hubo un día que me fijé en esa compañera de hasta adelante y observé en ella unos detalles dulces y tiernos que me encantaron y que hicieron que me olvidara del ambiente de mi zona. Pudiera contar qué pasó en ese verano a partir de que me empezó a gustar Rocío pero sería nuevamente querer desviarse del tema central de este relato. Yo sólo quería que la conocieran y ubicaran a ella para poder continuar con mi historia. Terminó ese verano y continuó el semestre regular de otoño de 2000. Durante el verano viví en una casa con una familia poblana pero para otoño me mudé a algo diferente, me
cambié a unas residencias estudiantiles que se ubicaban atrás de la universidad. Era un edificio con pequeños departamentos y los estudiantes que vivíamos ahí éramos como veinticinco de todas partes de la república desde el lejano noroeste hasta los de la frontera sur, yo era el único xalapeño. Inicié ese semestre con una gran motivación, mi horario lo comprendían unas seis materias y dentro de lo que cabía estaba relajado. En mi residencia vivía en el departamento número cuatro y mi vecina del número cinco era Samantha (estudiante de Biología, de 18 años y de la ciudad de Oaxaca). Como saben yo en esos momentos andaba puede decirse que enamorado de Rocío y me desvivía por ella. Recuerdo que la tenía súper consentida, toda mi atención la absorbía ella. Cartas, flores, dulces y hasta tenía planeado contratar un anuncio espectacular en Puebla sólo para pedirle que fuera mi novia. Estaba muy concentrado en la estrategia para llegar al corazón de Rocío. Llegué a tener tan saturada la cabeza de ideas que empecé a necesitar una segunda opinión sobre todo lo que planeaba y hacía. Necesitaba compartir mis planes con alguien para poder perfeccionarlos. Obviamente como soy de Xalapa en Puebla no estaban mis amigos de toda la vida (y si hubieran estado no me hubieran dado grandes consejos, si acaso me dirían: "deja de hacerle al enamorado y actúa de lleno" ¡jaja!) entonces necesitaba a alguien de confianza en Puebla para poder compartirle todo. Pensé de inmediato en la visión femenina para todo, a pesar de esos libros y técnicas ya estudiadas, no estaba de más una opinión femenina para todo acto que realizara, ¿quién creen que fue la persona que se unió a mí para planear todas mis estrategias de conquista? ¡Mi vecina Samantha! Le conté a Samantha todo lo qué significaba para mí Rocío y lo que había hecho para llegar a su corazón. Después de mucho hablar con ella en los ratos en los que coincidíamos en las residencias ella y yo nos entendimos y de lleno nos pusimos a trabajar en el "proyecto". Continué escribiendo cartas pero ahora pedía opinión de Samantha, seguí teniendo detalles sólo que para este momento ya había quien hacía observaciones e incluso mejoras a mis ideas. Yo siempre proponía y ella pulía mis planes desde el punto de vista femenino. Formamos un bonito equipo. Lamentablemente tanto tiempo e ideas invertidas no fueron suficientes para que llegara a darse eso por lo que tanto soñé durante meses: cuando el momento llegó simplemente Rocío me dijo "Moisés eres muy lindo conmigo pero no estoy pensando en una relación en este momento, pero gracias por todo lo que has hecho por mí". Yo caí en una depresión que no se la deseo a nadie. A finales del semestre de otoño (en el mes de diciembre) estando yo todavía sin terminar de aceptar lo que me había pasado -pero poco a poco recuperándome del fuerte golpe emocional que recibí- con Samantha había pasado a otro tipo de relación, ella se volvió mi mejor amiga, mi compañera para salir a comer, cenar, un café, jugar o el cine. Incluso aunque llevábamos carreras distintas también fue mi compañera oficial en esas jornadas largas para estudiar en la biblioteca. Un día en las residencias estaba en mi habitación viendo el televisor y ocupado en lo mío cuando Samantha toca la puerta y abro. Ella me dio un beso en la mejilla y me dijo: "te quiero mucho Moisés" y de inmediato se fue corriendo a su habitación y cerré la puerta. Obviamente quedé anonanado, no podía comprender esa reacción espontánea de ella. Aunque continué haciendo lo mío no niego que pensé en preguntarle a ella por qué ese gesto tan bonito y espontáneo.
Pasó un día más y cuando regresé de clases y la encontré a ella en lo que se puede decir que era nuestro domicilio en Puebla le pregunté con una sonrisa sobre su actitud de la noche anterior. Ella me dijo que lo hizo porque le nació, porque se había dado cuenta que yo era alguien especial y que valía mucho. Que si Rocío no supo apreciar todo lo que había en mi interior ella sí podía notarlo. Fue en ese momento cuando me di cuenta que estuve volteando desde un principio al lado equivocado si siempre Samantha estuvo conmigo y era realmente adonde desde un principio debía de mirar. Samantha y yo iniciamos un bonito, sano y tierno noviazgo. Terminó el semestre escolar casi en los últimos días del año y me fui con ella a Oaxaca a conocer a su familia. Unas personas completamente amables y atentas. Sentía que había llegado a conocer por azares del destino a una niña hermosa con quien me sentía muy feliz. Así terminamos el año: juntos. Iniciamos el año 2001 contentos y con muchas ilusiones. Para todo siempre formábamos la pareja ideal. Desde simplemente ver el chavo del ocho juntos hasta discutir sobre temas de química pasando por todas las actividades clásicas de una pareja joven. Bueno -estimado lector- hasta acá has leído la introducción de mi historia. Has conocido todo lo que antecede al 14 de febrero de 2001 que es la fecha en la que realicé la mayor locura de amor que en mi vida he tenido y que es lo que me lleva a escribir esta larga narración. Gracias por llegar hasta acá. A partir de este momento empezarás a leer y comprender por qué estoy tan motivado a compartirles esta experiencia inolvidable. Llegamos al mes de febrero, el mes del amor y la amistad. Se acercaba ese día de los enamorados: 14 de febrero. Tenía que hacer algo muy especial, algo con lo que trascendiera y pasara lo que pasara quedara siempre en el recuerdo de Samantha. Nuevamente estuve quebrándome la cabeza con ideas innovadoras, ideas originales pero tenía un gran reto: ¡Samantha muy bien sabía cómo pensaba y qué es lo que hacía por alguien especial! Tenía ahora que sorprenderla con algo para lo cual no estuviera preparada, sencillamente algo genial. Me sumergí en mis ideas y pensamientos, después de tanto ponderar cada uno de ellos hice una mezcla de varias ideas. Llegó el 13 de febrero ¡era hora de empezar a actuar! Para el día 13 de febrero ya había seleccionado dónde iba a cenar con Samantha para el siguiente día. Un restaurante llamado 1800, un lugar precioso y romántico. La noche del 13 de febrero llegué únicamente a cenar. Me senté en una mesa de las que estaban cerca del show que esa noche acontecía. Pedí una cena normal y estaba tranquilamente cavilando todo lo que iba a hacer en ese momento, exactamente un día después. Pasado un rato de mi estancia, llamé al capitán de meseros y sucedió lo relatado a continuación: Moisés: Hola, mucho gusto, necesito que mañana me hagan un favor especial y te voy a explicar bien desde ahora. Capitán: Dígame en qué le puedo ayudar señor.
Moisés: Primero siéntate, pídete una copa y platiquemos. Capitán: No señor, no puedo hacerlo. Moisés: Mira, estamos prácticamente solos en el restaurante y te pido en buena onda que te sientes un rato conmigo. No te voy a quitar mucho tiempo. Capitán: Está bien lo acompaño, dígame de qué se trata. Moisés: Mañana vengo con mi novia y quiero la mesa de hasta el frente, donde va a estar el cantante. Capitán: Claro, esa mesa la reservamos para usted. Moisés: Además quiero un trato especial acá. Capitán: ¿A qué se refiere? Moisés: Yo casi no vengo acá, son esporádicas las veces que vengo pero mañana quiero que tú y tus meseros me traten como alguien asiduo a este lugar y que siempre viene acá. Quiero que me traten como señor y buen cliente desde que el valet parking me recibe hasta el mesero que me llegue a atender. Capitán: No hay ningún problema, voy a dar indicaciones de que así sea cuando llegue usted. Moisés: Quiero que hasta por lo que pida de cenar ustedes digan: "excelente decisión señor". En ese momento el capitán se rió y asintió a todo. Capitán: Mañana va su novia a quedar impresionada con todo lo que hagamos nosotros. Moisés: Perfecto, me da gusto que nos hayamos entendido. Se retira el capitán y me quedé sólo disfrutando de mi cena. Pasado un rato inicia el show de esa noche. La música es romántica, suave y en Inglés. El cantante es Bobby Moore (que para quien no lo conoce él fue integrante del grupo "The Platters" que fue exitoso en las décadas de los 60's y 70's) y esa noche interpretó buenos temas. En un receso del show, llamé a Bobby a mi mesa y sucedió lo siguiente: - Hola Bobby mi nombre es Moisés y quiero comentarte que me gusta cómo cantas, haces de una velada algo especial. - Muchas gracias es lo que trato de hacer. - Oye, quiero pedirte un favor algo especial. - Dime. - Como sabes mañana es el día del amor y la amistad, voy a traer a mi novia y quiero que todo sea muy especial. ¿Te puedo pedir de favor que le entregues este anillo mañana a mi novia cuando estés en el show? - ¡Claro! - Yo voy a estar en la mesa de hasta el frente. Sé que eres de Los Platters y me encantaría que de mi parte le dedicaras a Samantha (así se llama mi novia) la canción de "Only You" y digas alguna frase especial. - Perfecto, así lo haremos. - Muchas gracias Bobby. - De nada, nos vemos mañana acá entonces. - Sí, hasta luego.
Para este momento estaba la cena casi preparada, sólo hacía falta una cosa más en el restaurante para cerrar con broche de oro mis preparativos en ese lugar. Chequé las medidas de la mesa y hablando con el capitán acordé que al otro día alrededor de las 12 p.m. pasaría con un centro de mesa floral para adornarla. ¡Perfecto! El plan de la cena estaba bien organizado. Samantha pensaba que esa noche había salido con mis amigos ¡jaja! Llega el tan esperado 14 de febrero, en la universidad por todos lados se respiraba y veía amor, cariño, hermandad. Corazoncitos por un lado, declaraciones de amor colgadas en otros lados, las alumnas caminando con sus rosas por los jardines y pasillos. El Moisés de aquélla época veía ese día como un día muy especial. El Moisés de ahora ve que todo eso es lo que la mercadotecnia nos quiere meter para vender en esa fecha más que en cualquier otra. Busqué en la base de datos de la universidad el horario específico de clases de Samantha para ese día. Sabía en teoría en qué lugar iba a estar y a qué hora. Noté que al medio día iba a estar en clase de matemáticas con la catedrática Viorica Balint, averigüé en dónde estaba su oficina y la fui a buscar. Toqué la puerta de su privado y seguido a su autorización para ingresar esta fue nuestra plática: Moisés: Buenos días ¿maestra Viorica? Viorica: Sí, dígame ¿qué se le ofrece? Moisés: Maestra lo que pasa es que hoy le quiero mandar flores a mi novia y quiero pedirle permiso de que sea a la mitad de su clase. Viorica: ¿No podrías mandárselas a su casa o en algún lugar donde esté en su tiempo libre? Moisés: Sí puedo pero quiero que sea a la mitad de una clase donde todos vean ese detalle para ella, ya sabe la emoción de recibir algo y que todos los demás sonrían, la molesten y todo eso. Viorica en ese momento sonrió. Viorica: ¿A qué hora me toca clase con ella? Moisés: A la 1:15. Viorica: ¿Cómo se llama ella? Moisés: Samantha Vásquez, número 131533 (dije el número de estudiante porque en la UDLA es muy común que a los alumnos se nos identifique por un número más que por nuestro propio nombre). Viorica: Sí, sé quién es ella, una morenita de cabello corto. Moisés: Así es. Viorica: Bueno, sólo por la fecha y como una excepción especial voy a permitir que lleven las flores en mi clase. Moisés: Muchas gracias maestra. Viorica: De nada, suerte. Moisés: Nuevamente gracias, hasta luego. Viorica: Hasta luego. Hasta acá llevaba poco menos de la mitad de todo lo planeado. Unos días antes había hecho un pendón grande como de unos 2 metros de largo por 1 metro de ancho que decía: "Quiero que todo el que pase por esta vía sepa que amo a Samantha Vásquez de Biología" y abajo tenía mi nombre. Necesitaba colgarlo en lo alto de un puente
peatonal en la recta a Cholula con dirección a Puebla (para los que no conocen la recta a Cholula es la vía rápida de comunicación entre Cholula y Puebla, son 7 kilómetros y tiene varios puentes peatonales). Salí a media mañana de la universidad y como mencioné anteriormente vivía con varios compañeros y me llevaba bien con la mayoría. Era necesario para mí buscar ayuda para colgar eso en un puente. Busqué a Juan en las residencias. Juan era de mis mejores amigos ahí y era uno de los que siempre convivía con Samantha y conmigo. Hablé con él y acordamos ir a un puente por el que forzosamente tenía que pasar en la noche. Y ahí estuvimos cerca del medio día como empleados del ayuntamiento colgando el pendón en lo alto del puente. Con la ayuda de Juan fue fácil y rápido. De regreso a casa le comento a Juan lo siguiente: Moisés: Gracias por la ayuda que me diste Juan. Juan: Es buena tu idea. Moisés: Y ahora necesito que por favor me ayudes con otra cosa más. Juan: Dime de qué se trata. Moisés: Hoy en la noche voy a salir a cenar con Samantha y tengo una caja llena de globos, dulces, peluches y cosas para adornar su habitación y quiero que cuando yo esté con ella tú te metas a su habitación y la arregles para que cuando ella vuelva y abra su habitación se lleve una gran sorpresa. Juan: ¿Pero cómo le voy a hacer? ¿Cómo me voy a meter si va a estar cerrada? Moisés: ¡Ah! Sencillo. Cuando pase por Samantha para irnos en un descuido de ella voy a abrir el seguro de la ventana y quedará libre para que después tú desde afuera sólo la empujes y te metas por ahí. Juan: ¡Cómo crees que voy a hacer eso! Moisés: Tú hazlo por favor, no pasa nada malo con que te metas por la ventana y si alguien te pregunta algo pues le explicas. Total todos somos amigos en las residencias. Juan: Está bien, lo hago pero espero no equivocarme en algo. Moisés: Gracias. En eso llegamos a la casa y le entrego la caja con todo lo necesario para adornar la habitación a Juan. Veo mi reloj y ¡eran casi las doce del día! Tenía que apurarme por las flores y el centro de mesa. Me apuré y fui a una florería en Puebla, necesitaba un ramo de flores original, seleccioné flores delicadas y de todos los colores y formé algo que no era muy aparatoso y que tenía un toque de belleza especial. Después le especifiqué al encargado de la florería qué debía llevar el centro de mesa para esa noche y qué dimensiones debía tener. Pasados unos minutos el centro de mesa estaba listo, una combinación de flores y follaje perfecta. Era hora de pasar al restaurante a dejarlo. De manera rápida sabiendo que el tiempo se me estaba acabando me fui al restaurante el cuál al medio día estaba vacío, sin embargo por la prisa que llevaba apenas sí pude especificar en qué mesa tenían que poner el centro de mesa y recordarles que en la noche iba a pasar y qué era lo que ahí debían hacer. Estando todos de acuerdo me marché de
inmediato a la universidad. ¡Llegué a la entrada trasera de la Universidad a la 1.15 pm! Ya había empezado la clase de la maestra Viorica y tenía que actuar de manera rápida, afortunadamente detrás de la universidad hay taxistas y como eran los mismos que siempre hacían sitio ahí yo me llevaba con varios de ellos, busco al que más confianza me daba y me dirijo a él con mi ramo de flores en los brazos: Moisés: Hola buenas tardes. Taxista: ¿Qué tal Moi, cómo estás? ¿Qué haces con esas flores? ¿Son para Samantha? (El taxista sabía que ella era mi novia). Moisés: Así es, ¿cómo las ves? Taxista: Le va a encantar el ramo. Moisés: De eso se trata y necesito que tú me ayudes. Taxista: Dime cómo. Moisés: Necesito que me apoyes con írselas a dejar tú a su salón de clases, así como si fueras el mensajero de la florería. Taxista: ¡Jajaja! No me lo permiten. Moisés: No te preocupes, es como si te hiciera un pedido a domicilio, avisa a la central que vas a entregar un pedido y de lo de la clase tampoco hay problema, ya hablé con la maestra con la que está y sabe que llegarás con este arreglo. Taxista: ¿Seguro? Moisés: Sí, no hay problema, además pues te coopero con lo que cobrarías en una corrida normal. Taxista: Dime dónde y a qué hora entrego las flores. Moisés: Necesito que la entregues en el salón HU-131 en 20 minutos. En sí la clase ya inició pero quedé con la maestra que sería alrededor de la mitad de la clase. Taxista: ¿Cómo se apellida Samantha? Moisés: Es Samantha Vásquez. Taxista: Entonces en unos 20 minutos, ¿verdad? Moisés: Así es. Taxista: De acuerdo. Le pagué por adelantado 20 pesos y listo. Todo era cosa de esperar menos de 20 minutos a qué él fuera a cumplir con el encargo. Era momento de tomar un breve descanso y organizar mis ideas para la tarde y la noche. Esperé a que dieran las 3 de la tarde y a que Samantha me llamara para salir a comer. Por increíble que parezca después de todo lo que había hecho hasta ese momento para la hora de la comida no tenía nada preparado. Iba a ser una comida normal en la cafetería de la escuela o en la casa donde vivíamos. Tan normal fue la comida que realmente no me acuerdo dónde fue, pero de lo que sí me acuerdo es de cuando vi a Samantha a esa hora. Llevaba su ramo de rosas en los brazos e irradiaba una gran felicidad. Llega frente a mí y nos saludamos: Moisés: Hola mi amor, ¿cómo te ha ido hoy?
Samantha con una plena sonrisa me abraza y de inmediato me ve y me dice: ¡Muchas gracias mi vida! Fue un súper detalle de tu parte. Sentí muy bonito al verla feliz. Moisés: Qué bueno que te haya gustado ese detalle fue con todo mi amor para ti. Samantha: Todos en el salón me estaban molestando y me puse bien apenada con todos. ¡Muy bien! Mi estrategia había dado resultado. Sabía que ella al recibir algo frente a todos y recibir comentarios de ellos se sentiría muy alagada. La primera idea de ese 14 de febrero surtió el efecto que yo deseaba. Comimos como en un día normal, hablamos de varias cosas como siempre y al final del almuerzo acordamos que yo pasaría por ella a su departamento a las 9 de la noche para ir a cenar. Era hora de empezar con el único preparativo que tenía para esa tarde. Así como tenía varios detalles que Juan iba a acomodar en su habitación en la noche también tenía unos más pequeños que quería acomodar en el locker de Samantha en la universidad. Recuerdo que era un chocolate oscuro en forma de corazón con su nombre grabado en chocolate blanco, algunas tarjetas, un peluche y otros pequeños detalles que pudieran caber en su locker. A pesar de todo esto que tenía preparado yo no podía abrir el locker de Samantha sólo porque tenía ganas de abrirlo, había seguridad privada y si lo abría y no podía dar una explicación razonable me podían amonestar. Así que mejor fui a la segura, primero busqué y hablé con el encargado de seguridad del área donde estaba ese locker y le expliqué lo que deseaba hacer. Aunque no lo crean tuve la fortuna de que el encargado de esa área era uno de los agentes con los que me llevaba bien ¡jaja! Moisés: Hola Antonio, ¿cómo estás? Antonio (el de seguridad): Bien, gracias. Moisés: Fíjate que tengo que pedirte un favor. Antonio: ¿Ah sí? Y dime, ¿qué puedo hacer? Moisés: Es que tengo una bolsa llena de detalles para Samantha y quisiera abrir su locker y llenarlo con ellos, ¿me darías permiso de hacerlo? Antonio: Claro Moisés, ¿no le vas a meter droga o armas verdad? (Me lo dijo en plan de broma). Moisés: ¡Jajaja! Vamos me conoces y sabes que no haría eso, sólo deseo que cuando Samantha vaya a depositar ahí sus libros se lleve una grata sorpresa. Antonio: Vamos, yo te acompaño para que no tengas ningún problema por si uno de mis compañeros te ve. Moisés: ¡Gracias! Entonces Antonio y yo fuimos, abrí el locker de Samantha y lo llené y arreglé a como sentía desde mi gusto que mejor se iba a ver. Fue cosa de unos cinco minutos. Cerré el locker le agradecí a Antonio su apoyo y me fui a mi casa a esperar que se acercara la hora en la que iba a ir a cenar con Samantha. Eran unos minutos antes de las 9 de la noche, escuché cuando Samantha llegó a su habitación y se metió directo. Yo entonces empecé a prepararme. Dieron las 9 en punto, salgo de mi habitación y paso a la puerta de mi novia para ir a cenar. Toco la puerta y abrió Samantha y lucía encantadora. Traía un conjunto formal con el cuál se veía espectacular.
Fue un momento muy emocionante para mí el ver que a mi lado estaba la mujer más hermosa del mundo. Samantha así como en la tarde me sonrió y me da un abrazo y me dice: Samantha: Hola mi amor. Moisés: Hola, qué hermosa. Te ves divina. Samantha: ¡Ay! Muchas gracias. En eso toma su bolso y estaba dispuesta a cerrar la puerta para que nos vayamos. Moisés: ¡Espera! Tengo que pasar a tu baño de rápido, perdón. Samantha: Moisés... Vienes saliendo de tu habitación ¿y no fuiste al baño ahí? Moisés: Perdón, es que mi taza está tapada y no he podido arreglarla. Samantha: ¡Jaja! Pasa entonces. Pasé y ella estaba afuera esperándome, me tardé deliberadamente unos dos minutos para que creyera que realmente necesitaba ir al baño y cuando salí le quité el seguro a la ventana y dejé la puerta también sin seguro. Moisés: Listo mi amor, gracias. Ahora sí vámonos, tengo reservada una sorpresa para ti. Nos fuimos tranquilamente y tomamos la recta a Cholula, era hora de la primera sorpresa de la noche, sin embargo antes de que llegáramos al punto en donde tenía el pendón colgado me extrañaba el que no me hubiera dicho nada de todo lo que dejé en su locker, dentro de mí pasaban ideas sobre si esa tarde no pasó a su locker, o sobre si pasó pero no le dio importancia, mi mente estaba viajando sobre ese asunto ya que me extrañaba que no me dijera nada al respecto. En el camino hablamos de cosas normales, de cómo le fue en el día, de cómo me fue a mí (claro que tuve que sacarme historias bajo la manga y no contarle todo lo que realmente estuve haciendo) y llegamos a unos metros del puente donde estaba mi pendón, disminuyo la velocidad con la que estaba circulando y pongo las luces altas a la distancia ideal para que Samantha alcance a leer lo que puse. Sin yo decir nada en ese momento Samantha al ver que había algo colgado en el puente alzó la vista, se da cuenta de que era algo dedicado para ella y le dio un ataque de emoción, estaba muy feliz ella: Samantha: ¿Eso es para mí mi amor? Moisés: ¡Claro que sí! ¿Te gustó? Samantha: ¡Me encanta! ¡Te amo mi vida! En eso en plena recta a Cholula sin importarle que venía yo conduciendo algo rápido se me lanzó a los besos pero como nunca lo había hecho. Moisés: Mi vida, no puedo manejar así, compréndeme por favor. Samantha entendió y su emoción tuvo que contenerla, sin embargo entrando a la ciudad de Puebla donde ya era más lento el tráfico en cada semáforo en rojo que nos tocaba me quería comer a besos ¡jaja!
Ya casi llegando al restaurante mi novia me dice: Samantha: ¿Sabes mi amor? Te quiero también agradecer por el detalle tan especial que tuviste en la escuela conmigo. Cuando abrí mi locker y vi todo lo que preparaste no lo podía creer. Me puse súper contenta. Muchas gracias mi amor. Moisés: ¿Te digo algo? Yo ya no sabía qué pensar al respecto. Creía varias cosas pero ya en resumen creí que no lo habías visto y no te habías enterado de ello. Quizá llevaste tus libros en tu mochila, o por algún otro motivo no pasaste a tu locker y no te habías dado cuenta. Eso me tenía pensando la verdad. Samantha: ¡Ay mi amor! Nada de eso. Lo que pasó es que estaba esperando el momento más adecuado para decirte qué tan contenta me puso ello y este es el momento, me siento súper feliz. Considero que Samantha creía que las grandes emociones de la noche habían terminado. Que lo que seguía podía ser una cena romántica, escuchar algunas palabras de mi corazón y ya. Si eso pensaba Samantha estaba equivocada. Por fin después de unos veinte minutos de trayecto y donde pasó todo esto que les acabo de narrar llegamos al restaurante 1800. En el preciso momento que con el automóvil estaba yo en la entrada del restaurante el valet parking me abrió paso para que le dejara el automóvil; este valet se posicionó del lado de la puerta de Samantha y le abrió para ayudarle a bajar. Después de que ayudó a Samantha se acerca el valet y me dice: - Bienvenido Don Moisés, ¡qué gusto tenerlo por acá de nuevo! Deseo que tenga una noche excelente y se divierta. - Muchas gracias. Una vez que entramos Samantha y yo nos recibe de inmediato el capitán de meseros. Al verlo yo sólo sonreí y estaba a la espectativa de lo que iba a decir o hacer. Reconozco que andaba un poco nervioso. Capitán: Buenas noches Don Moisés, como siempre es un placer que nos visite y hoy en una noche tan especial nos es muy grato el que nos haya elegido para atenderlo como se lo merece. Moisés: Buenas noches, muchas gracias por tus atenciones. Te presento a Samantha mi adorada novia. - Es un placer conocerla señorita. - Bueno y ¿dónde tienes lugar esta noche? - Donde usted diga señor, no es necesario que usted tenga reservación para elegir la mesa de su agrado. Entonces mi novia y yo entramos al área principal escoltados por el capitán. A la hora en que llegamos prácticamente el restaurante estaba vacío y se veían ampliamente todas las mesas, sin embargo, había una mesa al frente del escenario que sobresalía por su estratégica
ubicación y además por ser la única mesa que tenía un arreglo floral encima. De manera casi automática y sin decir nada acerca de las demás mesas Samantha nota la mesa que era de nosotros y sin saberlo todavía me dice señalando en dirección a aquélla mesa: Samantha: ¡Mira mi amor! Esa mesa está divina, está divina, muy bien ubicada y además arreglada. Pero por lo mismo yo creo que ya la tienen reservada. Moisés: Cierto, luce muy linda, ¿te gusta mucho mucho? - ¡Pues claro! - ¿Qué te parece si nos sentamos ahí? - Pero cómo crees, esa mesa ya alguien la tiene reservada. - Es muy cierto lo que dices, quien la reservó y arregló con mucho amor fui y yo y especialmente pesando en que te encantara el detalle. - ¿En serio? Samantha tenía una gran sonrisa en su rostro y me veía con una mirada de asombro. No olvidaré jamás esa bella expresión en ella. - Claro que sí mi vida, todo lo mejor de esta noche estará dedicado a ti. - Te amo Moisés. Atrás el capitán de meseros estaba sonriendo pero yo siento que en el fondo realmente estaba conteniendo las ganas de reírse. Y así con esa sonrisa que tenía se me acerca y me dice: - ¿Ha seleccionado ya su mesa señor? - Claro que sí, a Samantha le encantó la mesa que le preparé y vamos a ella. - Muy bien, acompáñenme por favor. El capitán nos guía hacia nuestra mesa y tomamos asiento en nuestros lugares. Capitán: ¿Les ofrezco algo de tomar para iniciar? Moisés: Sí, deseo un buen vino. - ¿Le traigo la carta de vinos? - No es necesario, deseo un Château Lafitte cosecha 1983. Cuando el capitán escuchó eso me miró con un asombro, osea no podía creer lo que yo había pedido. Supongo que él se esperaba que pidiera un vino normal o incluso que yo sin saber de vinos pidiera algo de baja calidad. Afortunadamente ya iba preparado para ese momento y hasta al mismo capitán impresioné ¡jajaja! Capitán: Una más que excelente decisión señor. Como siempre se nota su gusto distinguido y se sabe que es un conocedor. Moisés: Muchas gracias. - Compermiso, voy por su orden. - Adelante. El capitán se retira y me quedo sólo con Samantha. Ella me decía cosas como lo bien que se
había sentido durante todo el día por todos los gestos bonitos que había tenido hacia su persona y que no paraba en cada momento de sorprenderla. Pasados unos minutos llega un mesero enviado por el capitán con la botella de vino. Mesero: Buenas noches Don Moisés. Moisés: Hola, buenas noches. - ¿Gusta revisar la botella? - Claro. En eso me enseña la botella, checo sólo la región y la cosecha y la acepto. El mesero empezó a abrir la botella, me ofreció el corcho, lo revisé y olfateé su aroma en lo que el mesero me decía que ese era uno de los mejores vinos que ahí tenían en existencia y que era muy adecuado para compartirlo con alguien totalmente especial (haciendo alusión a Samantha). Dejó abierta la botella unos minutos para que respirara, después volvió, me sirvió un poco en mi copa para que yo lo catara y lo aceptara, después nos sirvió bien a los dos. Al ver todo este ritual del vino que son como ocho pasos Samantha me veía con curiosidad y me dijo: Samantha: Mi amor, no sabía que fueras un conocedor en lo que a vino de uva se refiere. Moisés: ¡Claro! Es algo que habitualmente tomo cuando vengo acá o a otro de los lugares elegantes que frecuento. ¡Jajaja! Más falso no pude ser. Eran mis primeras veces tomando vino. Hoy en día sí reconozco ser alguien que sabe un poco de enología pero en aquél entonces nada de eso. Lo importante es que Samanta estaba muy gratamente impresionada por todo. Samantha y yo continuamos hablando un rato, riendo, diciendo cuánto era el cariño y amor que nos teníamos y todo aquéllo que normalmente una pareja de enamorados habla cuando tienen un momento especial juntos. Y así continuamos unos minutos más hasta que llegó el capitán nuevamente para preguntarnos si ya estábamos listos para pedir la cena. Capitán: Don Moisés, ¿les puedo tomar su orden? Moisés: Samantha, ¿ya escogiste qué deseas cenar? Samantha: Deseo que tú elijas por mí mi vida. Moisés: De acuerdo mi amor. ¡Bien! Nuevamente algo más de lo que tenía planeado funcionó. Supuse que Samantha no iba a pedir por ella misma y me dejaría la responsabilidad a mí. Como la noche anterior ya había estudiado la carta de alimentos ya tenía yo preparado lo que iba a pedir para mí y para ella, así que no me fue complicado hacer una selección de entrada, sopa y platillo fuerte en cuestión de segundos basado en el gusto de los dos y que obviamente hacían una combinación ideal entre ellos. Le digo al capitán lo que deseo para los dos. Capitán: ¡Muy bien Don Moisés! Es usted todo un gourmet. Moisés: Gracias, trato de ser selectivo en mis alimentos.
Se retira el capitán y Samantha me mira y me dice: Samantha: Se ve que el capitán te tiene estima ¡eh! Moisés: Bueno, es que he venido algunas veces acá y normalmente hablo con él. Continuó todo bien y emotivo, poco a poco se fue llenando el restaurante, nos sirvieron la cena. Samantha y yo hablando bonito, todo muy romántico. El restaurante se llenó por fin y poco después se llegó la hora del show. Había llegado un momento más de sorpresa para mi novia. Entra Bobby Moore al escenario, se presenta, da felicitaciones a todos por el día de los enamorados. Da unos pocos pasos al frente y se acerca a mi mesa y me saluda de la mano en una acción rápida en donde también saludó a Samantha. Y empezó de lleno con su show. Tengo que reconocer que Bobby Moore es muy bueno, el lugar estaba lleno de un ambiente de felicidad y romanticismo. Todos los comensales esa noche e incluso las personas que en restaurante trabajaban estaban atentos a las melodías envolventes de Bobby Moore. Quiero agregar a la fecha no he conocido a nadie en persona que cante mejor que el señor Moore y es una lástima que le perdí el rastro, no sé nada de él. Pasado un rato, después de escuchar temas como The great pretender, Smoke in your eyes, When a man loves a woman, Stand by me y otros más de ese estilo en inglés y teniendo al público anonadado pide la atención y el silencio de todos porque tenía unas palabras que decir: Bobby: Se ha creado un ambiente agradable, veo con agrado cómo todas las parejas durante este rato que he estado se han acercado más, he visto sonrisas y en general se siente todo el amor que aquí hay. Tengo acá a un gran amigo que viene con su novia y a quien quiere dedicarle una canción. En eso Bobby da unos pasos adelante y se acerca a mi mesa. ¡Ay! Yo estaba muy nervioso en ese momento. No sabía qué iba a decir exáctamente el cantante y cómo iba a reaccionar Samantha. Llega a mi mesa y todos en el restaurante estaban a la expectativa de lo que Bobby fuera a hacer. Bobby: ¡Qué tal Moisés! ¿Has pasado una velada agradable? Moisés: ¡Claro! Bobby: Debe de ser teniendo a tu lado a una hermosa dama. Moisés: Bobby, ella es Samantha. Samantha con una cara de asombro y una sonrisa que no podía evitar le tiende la mano en señal de saludo. Samantha: Mucho gusto. Bobby: Es un gusto para mí conocer a la novia de mi amigo Moisés. Y es más, tengo algo para ti de parte de él. Samantha: ¿En serio? Bobby: Así es.
En eso Bobby mete la mano al bolsillo de su traje, saca un estuche negro, lo abre y se lo acerca a Samantha en lo que él le dice: Bobby: Moisés me ha pedido de favor en esta noche especial que fuera yo quien te entregara este anillo que con todo su amor quiere llevar a ti. Que este sea un símbolo para ti cada día el cuál cada que mires recuerdes que hay alguien que te ama y que siempre así será. Samantha en ese momento se quedó paralizada y todos en el restaurante empezaron a aplaudir. Los hombres con gusto aplaudían, las mujeres igual y hubo una que otra incluso que a Samantha la vio reflejando una envidia en sus ojos. Samantha derramó unas lágrimas. Todos en el restaurante gritaban: "beso, beso, beso". Fue este instante el punto más elevado de mi proyecto. Todo el plan que había creado en este preciso momento había llegado a su máximo nivel. Nos dimos un beso pequeño y Bobby Moore sonriendo nos felicitó a los dos, se retiró y pasó al escenario de nuevo. Bobby: La siguiente canción fue uno de los más grandes éxitos de Los Platters, se llama "Only You" y va dedicada a Samantha de parte de Moisés. Mientras Bobby interpretaba su canción, Samantha me tomó de la mano me miró a los ojos, me agradeció por haberle hecho pasar el día más feliz de su vida. Se puso a llorar de felicidad y me abrazó mientras me decía que yo era lo mejor que le había pasado en su vida. ¿Pueden imaginarse cómo me sentía yo en ese momento? El ver que todo lo que había planeado estaba saliendo mejor de lo que yo tenía pensado y el ver que Samantha se sentía inmensamente feliz era lo que más gusto me daba. Yo mismo no podía creer hasta dónde había llegado todo lo que creé. Continuamos con la cena, Samantha no podía contener la felicidad que sentía, se podía ver en sus ojos, se podía escuchar en sus palabras y se podía mirar en su sonrisa. Yo obviamente sentía que había cumplido con la finalidad que tenía y que era el hacer algo especial para ella y que fuera inolvidable. Así siguió el ambiente de felicidad y romanticismo durante el resto de la velada. Al final de la cena y después de unas horas de compartir mucho, pasamos a retirarnos. Me despedí del capitán de meseros agradeciéndole por todas sus atenciones así como también hice lo mismo con aquéllas personas que nos atendieron en el restaurante. Subimos al automóvil y nos dirigimos de regreso a casa. Del trayecto que hubo del restaurante a casa no tengo mucho que relatarles, fue más tranquilo el regreso que la ida. Samantha sentada a mi lado tomándome de la mano y hablamos poco realmente. Ella estaba inmersa en sus pensamientos, yo... Recordando todo lo que fui haciendo y pasando para hacer especial ese 14 de febrero. La cena un día antes con el capitán para arreglar todo; el taxista que se convirtió en mensajero; la maestra Viorica que con su dureza que se le veía en el rostro pude sacarle una sonrisa y su
consentimiento; Juan que aunque inseguro y con miedo de "allanar" el espacio de Samantha me supo apoyar; el vigilante de la universidad que faltando a una regla me permitió abrir el locker de mi novia; Bobby quién con sus palabras, su canción y el anillo fue la persona que se encargó de lo más impactante esa noche. No hubiera podido hacer ese día tan mágico sin la intervención de cada uno de ellos. Y así seguimos Samantha y yo en el camino cruzando sólo algunas palabras. Ella consideraba que era el final de la noche, que ya no habría más sorpresas ese día pero estaba equivocada, había que cerrar con broche de oro. Después de un viaje de unos 25 minutos llegamos a casa y la acompañé a la puerta de su habitación. Samantha me dio las gracias por todo y se despidió. Mete su llave en la chapa de la puerta, la abre, enciende la luz y yo todavía estando a sus espaldas vi todo. Al encender la luz y dar los primeros pasos hacia el interior se quedó sin palabras, sólo miraba anonadada a su alrededor. Yo di unos pasos estando aún atrás de ella y pude comprender por qué su asombro. Abrí un poco más la puerta para poder bien y no lo podía creer, su habitación era de unos doce metros cuadrados y cada rincón de ella tenía un detalle. Estaba increíblemente arreglada, peluches por unos lados, globos por otros lados, listones de colores, cartas, confeti (que no estaba en mis planes y que agregó Juan), velas decorativas de diversos colores, jamás he vuelto a ver tan decorado un espacio tan pequeño. La cantidad de detalles en esos doce metros cuadrados eran la cantidad ideal para hacerlos lucir espectaculares. Samantha dio un grito de alegría que a más de uno debe de haber despertado en las residencias, se dio la vuelta, dio unos pasos rápidamente y me abrazó con todas sus fuerzas. Y con una alegría inmensa exclamó algunas palabras: Samantha: ¡Moisés! ¡Mi amor! ¡Gracias! ¡Me haces la persona más feliz de este mundo! Moisés: No tienes nada que agradecer, te adoro y quise hacer este 14 de febrero inolvidable para ti. Samantha: ¡Y lo lograste! ¡Jamás voy a olvidar este día! Moisés: Me da mucho gusto saber eso. Me despedí de Samantha, me dio otro fuerte abrazo y un beso para al final decirme que era yo lo más importante que existía en su vida. Me retiré y me fui a mi habitación y me dormí casi de inmediato. Fueron dos días agotadores pero que permitieron irme a dormir feliz y con una sonrisa plena. Moisés Cuevas, septiembre de 2007.