Tercera clase – JESÚS, revelación del Padre
Conoce a tu Dios! Ama a tu Dios! No se puede obtener el conocimiento de este Ser sólo por medio del estudio. Ese conocimiento nos viene por una sabiduría de la que el hombre natural no conoce nada, ni puede conocer nada, porque se discierne espiritualmente. Todo el largo camino recorrido en búsqueda del rostro de Dios llega a su plenitud en Jesús. De la mano del Nuevo Testamento vamos a ir desgranando la nueva experiencia de Dios que nos transmite él. La única forma de que nosotros conozcamos a Dios es reconociéndolo en el mismo Jesús. El no revela “cosas” sobre Dios, sino que Jesús es la forma humana, vital, de decírsenos Dios. En el decir y actuar de Jesús se transparenta, realiza y comunica humanamente Dios. Pablo dice que Jesús es “la imagen de Dios” (Col 1,15; 2Cor 4,4). Dios se nos hace plenamente presente y activo en la humanidad de Jesús; no “a pesar de” o “al margen de” su humanidad, sino en su misma humanidad (Heb 1,1-4). “A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios[a] y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.” (Jn 1,18). Todas las explicaciones de Dios dadas antes de Jesucristo eran parciales. Lo que se dice en el Antiguo Testamento no es sino anuncio, preparación o figura de la esperanza que se cumple en Jesús. Solamente él, por su experiencia personal e íntima, puede expresar lo que es Dios Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; sólo él ha visto al Padre. (Jn 6,46). Toda idea de Dios que no pueda verificarse en Jesús, es un invento humano sin valor. La atrevida petición de Felipe: “Señor, muéstranos al Padre, que eso nos basta” (Jn 14,8), expresa la más profunda aspiración de la humanidad en busca de Dios. Y la respuesta de Jesús asegura que esta aspiración ya puede ser colmada: “Quien me ve a mí, está viendo al Padre” (Jn 14,9). Éste es el único “camino” para poder conocer y llegar a Dios. Ésta es la“verdad” de Jesús: “Nadie se acerca al Padre sino por mí; si ustedes me conocen a mí, conocerán también a mi Padre” (Jn 14,7). Ésta es justamente la “vida” que él nos trae. El hombre Jesús es la imagen pura y fiel del Dios invisible. Toda su existencia humana tiende a hacer ver al Padre. En Jesús se nos ha comunicado de tal manera la presencia amorosa, perdonadora y regeneradora de Dios, que hemos experimentado en él de una manera nueva y definitiva la concreta cercanía de Dios. Cristo es considerado con todo derecho como el sacramento primero de Dios, pues él es Dios de una manera humana y es hombre de una manera divina. Oír y palpar a Jesús es oír y palpar a Dios (1Jn 1,1); experimentar a Jesús es experimentar a Dios mismo.
Después de Jesús ya no podemos creer en un Dios alejado e intocable, que vive en las alturas de su cielo, ajeno a los problemas de los hombres. El es imagen de la bondad de Dios, un Dios bueno, que se hizo pequeño, se hizo historia, tomó nuestra condición humana y se entregó totalmente a nuestro servicio. Los hombres solos no hubiéramos pensado jamás que Dios se podría acercar tanto a los humanos. No multiplica sus palabras sobre Dios, sino que lo vive y lo da a conocer con actitudes concretas. Su vida es un continuo permanecer en el amor del Padre (Jn 15,10). Deja siempre a Dios ser Dios, un Dios radicalmente diferente de las imágenes que los hombres manipulamos sobre la divinidad.
La enseñanza insistente de Jesús sobre la compasión divina muestra que, en su omnipotencia, Dios tiene poder para exponerse libremente por amor a experimentar en sí un eco vivo del sufrimiento humano. Este poder está en la línea del amor más grande y puro. Por eso, como reflejo del Padre, Jesús siente profundamente en su corazón las necesidades de sus hermanos. Le llegan al alma las enfermedades de su pueblo. La vida de Jesús nunca está centrada en sí mismo, sino en su Padre. Ayuda a cada uno a partir de su realidad. Comprende al pecador, pero sin condescender con el mal. A cada uno sabe decirle lo necesario para levantarlo de su miseria. Sabe usar palabras duras, cuando hay que usarlas, y alabar, cuando hay que alabar; pero siempre con el fin de ayudar. Esta actitud de servicio total de Cristo a los hombres está maravillosamente caracterizada en el hecho de ponerse de rodillas delante de sus discípulos para lavarles los pies. La trascendencia de este hecho es enorme, pues el pasaje evangélico subraya su divinidad Para sus propios amigos aquello era un escándalo. Pero es la imagen de Dios hecho hombre por amor a los hombres. Y es imagen también de lo que debemos hacer todos los que queramos seguir sus huellas. Así lo dijo él mismo: “Pues si Yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (Jn 13,14). Jesús es para nosotros la semejanza perfecta del propio Dios. “El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra.” Hebreos 1.3 El afirmó ser uno con el Padre. “El Padre y yo somos uno.” Juan 10:30 Y que por El Dios podría ser visto! “Si ustedes realmente me conocieran, también sabrían quién es mi Padre.[a] De ahora en adelante, ya lo conocen y lo han visto.” Juan 14:7 Experimente Dios por la FE!! El camino para esa experiencia es Cristo!!