SERMÓN DEL DESCENDIMIENTO Cuando Jesús desciende de la cruz, se besa el cielo con la tierra, la divinidad con la humanidad, la muerte con la vida, la alegría con la tristeza, la fe con la duda y la desilusión con la esperanza. Santos Varones, quiten de la cabeza de Jesús la Corona de espinas, y al hacerlo pidámosle a Dios que nosotros no sigamos coronando a Jesús con coronas confeccionadas de angustia y de tristeza, ni lo sigamos coronando con espinas de muerte y de miseria; ni lo coronemos con coronas ensangrentadas por esta violencia sinsentido que atormenta nuestra patria. Eso sí, dejémonos coronar por Él con la corona de su amor y su alegría. ¡Coronemos al Señor de la Vida con la corona de nuestros buenos sentimientos y propósitos! Santos Varones, bajen el brazo derecho de Jesús: el brazo del progreso, el brazo de la bendición, el brazo de la ternura; el brazo que levanta al caído, el brazo que corrige, que orienta, que sana, que redime. Y pidámosle, que nuestro brazo derecho sea signo de victoria en medio del conflicto, signo de altivez en medio de nuestros sollozos, signo de valentía en medio de la guerra cobarde presente en nuestra sociedad…Padres y madres de familia, que su brazo derecho sea para bendecir a sus hijos, para señalarles el camino que deben seguir para construir grandes proyectos, para estrecharlos en su pecho, para corregirlos cuando se equivocan, pero, también, para levantarlos cuando caigan… ¡Hoy quitemos el clavo derecho de Cristo para liberar su mano bienhechora! Quitemos el mal de nuestras vidas, y luchemos contra todo aquello que estorba al bien. Prestemos a Cristo nuestro brazo para promover el logro del bien común. Santos Varones, bajen el brazo izquierdo de nuestro Salvador: es el brazo de la Resurrección, el brazo que empuña la bandera de la vida sobre las huestes de la muerte; el brazo que alentó a sus discípulos cuando en cierta población fueron despreciados, o que les animó a la profesión de fe, señalando el monte de la Transfiguración; es el brazo que sostuvo al ciego, al paralítico y a tantos hombres y mujeres que se acercaron al Señor buscando consuelo y esperanza. Qué este brazo izquierdo de Jesús sea nuestro propio brazo hábil y capaz en la construcción y edificación de nuestra vida, haciéndonos verdaderos hijos de Dios en la humildad y en el servicio.
¡Hoy quitemos el clavo izquierdo de Cristo para que con su divina habilidad persuada a los alejados de la necesidad de volver al amor! Prestemos a Cristo nuestro brazo para edificar el reino de la justicia, la vida y la verdad. Santos Varones, bajen los pies de Jesús: esos pies que se desgastaron dejando a su paso alegría y bendición, pies descalzos que devolvieron dignidad a los pobres; pies sagrados que con sus dulces huellas bendicen nuestra tierra; son los pies descalzos de los pobres que anhelan calzarse las sandalias de las oportunidades de trabajo para su sustento diario y el de su familia; son los pies de los militares mutilados por el fantasma de la guerra y la barbarie; los pies del campesino que, después de correr cual ciervo libre por las praderas de su propiedad, ahora camina acongojado por sus campos, con el temor de encontrarse una mina anti-persona; son los pies del desplazado que después de acariciar el rocío de la mañana depositado en los pastos frescos de su parcela, ahora acarician el frío asfalto de las grandes ciudades…En ellos queremos desclavar a los que anhelan la oportunidad de encontrar un trabajo para su sustento, los pies de los que huyen del hambre o la barbarie de sus países (refugiados, inmigrantes, exiliados…), los pies de los que tropiezan con las piedras que la sociedad materialista y falta de solidaridad pone en el camino, como obstáculos insalvables que impiden el auténtico desarrollo. ¡Hoy quitemos los clavos de los pies a Cristo para que siga acercándose a las gentes llevándoles esperanza y fe! Santos Varones, bajen el cuerpo de Jesús y pónganlo en el sepulcro: pero no en el sepulcro de la muerte y el luto, sino en el sepulcro hecho puente para contemplar la vida; pónganlo, no en el sepulcro de la condena, sino de la salvación; pónganlo en el sepulcro de la gloria, en el sepulcro de nuestra humanidad que con viva ilusión desea contemplar la luz del resucitado, junto a los días de gozo representados en la paz para nuestro pueblo. ¡Hoy quitemos los clavos que inmovilizan a Jesús y le impiden llegar a todos los corazones! Y prestémosle nuestros propios pies para dirigir los pasos de la sociedad por caminos de verdadera justicia y promoción de la dignidad humana! Queridos hermanos, que la piadosa escena que contemplamos nos ayude a descubrir aquellas actitudes personales o comunitarias que crucifican a Cristo impidiéndole bendecir y hacer el bien y que nos ayude a revisar nuestras actitudes, acciones y palabras para poder resucitar junto con Jesucristo nuestro Señor.
María Santísima, concédenos acompañar a Jesús en su muerte y caminar con él hacia la resurrección.