PROYECTO PASTORAL ARQUIDIOCESANO DISCIPULOS - MISIONEROS DE JESUCRISTO, EL SEÑOR RESUCITADO, JUNTOS, TODOS Y SIEMPRE, ENVIADOS COMO TESTIGOS PARA QUE NUESTRO PUEBLO EN ÉL TENGA VIDA..
OBJETIVO GENERAL Que toda nuestra Iglesia Arquidiocesana se renueve a la luz del IV Sínodo y de la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida, formando discípulos-misioneros de Jesucristo Resucitado, anunciando el Reino de la Vida, en un estado de Misión Permanente.
INTRODUCCIÓN Nuestra Iglesia en la renovación impulsada por el IV Sínodo Arquidiocesano, y a la luz de la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida, quiere responder, en el comienzo de este tercer milenio cristiano, a los nuevos desafíos. Conscientes que esta tarea implica una conversión pastoral, que va unida a una conversión personal, queremos seguir al Señor renovando nuestra vivencia de la común vocación a la santidad, fuente de fidelidad al Espíritu y de credibilidad en el servicio a la humanidad. Queremos redescubrir nuestro ser discípulos del único Maestro, que nos ha elegido por amor, nos ha llamado para estar con Él, y nos envía para ser sus testigos en el mundo. El texto bíblico de los discípulos de Emaús nos guiará en este itinerario.
1. NUESTRA MIRADA COMO DISCÍPULOS DEL SEÑOR
“Mientras los discípulos conversaban y dialogaban, Jesús se acercó y caminaba con ellos... entonces se les abrieron los ojos” Lc. 24, 15.31
La historia de nuestro pueblo montevideano es el lugar en el que el Señor va desarrollando la Historia de Salvación para nosotros. Como discípulos y testigos, estamos llamados a descubrir los signos del Reino en medio de la ciudad, a anunciarlos, y colaborar en su desarrollo. La lectura de “los discípulos de Emaús” nos da una clave que permite adentrarnos en la “mirada del discípulo”. No es cualquier mirada, sino que es aquella en la que Jesús nos acompaña y que él mismo posibilita al abrirnos los ojos. Los discípulos “buscaban juntos” (así dice literalmente el texto v. 15). También nosotros como discípulos buscamos juntos y vemos con la luz que viene de Èl.
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A lo largo de los años en que fuimos realizando el IV Sínodo Arquidiocesano (2001-2005), desde las parroquias, pequeñas comunidades, movimientos, servicios, y las estructuras diocesanas, estuvimos analizando nuestra realidad y buscando respuestas adecuadas a ella. Fue una tarea profunda, referida a cuestiones específicas, que dio un fruto inapreciable a través de los once documentos elaborados. El análisis que se hizo de las diferentes realidades estudiadas constituye un punto de partida ineludible para nuestro Proyecto Pastoral Arquidiocesano, así como los aportes realizados por nuestro Arzobispo en el Discurso Inaugural del Sínodo, en el Teatro Solís, y, más recientemente, la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida. La vivencia de un cambio de época trae consigo numerosos desafíos, tanto a nivel social como eclesial. A la vez es una oportunidad para sembrar el Evangelio de Vida en la nueva cultura que se está gestando. En esta realidad nos vemos urgidos, entre otras, por las siguientes situaciones que son un importante desafío para nuestra labor pastoral: •
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La necesidad de dar una respuesta pastoral orgánica y coordinada en un contexto de Nueva Evangelización. La actual situación cultural, que pasa del agnosticismo al indiferentismo religioso El grito de nuestros hermanos más pobres en los asentamientos de la ciudad La importancia del diálogo interreligioso, y con las nuevas expresiones culturales de nuestra sociedad. La necesidad de nuestros agentes pastorales de tener una formación acorde a los desafíos de este tiempo. El avasallante clima de violencia.
Esta mirada impulsa nuestro compromiso para potenciar una cultura de la vida que devuelva la esperanza y ahuyente los miedos que paralizan.
2. CRISTO RESUCITADO ILUMINA NUESTRO CAMINAR
“Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. ...y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.” Lc. 24, 27. 30
LES EXPLICÓ LAS ESCRITURAS... EL ANUNCIO KERIGMÁTICO La Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI, Evangelii nuntiandi (1975), sobre “La evangelización del mundo contemporáneo”, ha precisado con claridad las dos líneas convergentes que conjuntamente constituyen el complejo proceso de la evangelización:
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“La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios”1. La primera gran realidad que hay que testimoniar en nuestro anuncio cristiano es el acontecimiento Jesucristo: su manifestación histórica, los actos y las palabras, la Pascua y, el envío de su Espíritu. Lo que sucedió en Jerusalén es el cumplimiento de la Historia de la Salvación. Jesucristo es el Evangelio de Dios.2 El segundo aspecto, es la interpretación de lo que ha sucedido y de lo que dan testimonio los apóstoles, ello pone de manifiesto el significado escatológico o definitivo del acontecimiento Jesucristo. Es decir, se realizan las intenciones últimas de Dios en la historia: el juicio; la convocación de los hombres a una nueva alianza y al Reino; Dios ofrece su salvación que elimina el pecado y abre a la vida eterna. El tercer gran aspecto del anuncio es la exhortación a la conversión evangélica: aceptar la salvación; entrar en la nueva relación con Dios a través del único mediador Jesucristo. El Espíritu Santo enviado por Cristo Resucitado y la predicación apostólica exhortan al hombre a la conversión. “Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo”.3
TOMÓ EL PAN, LO PARTIÓ... LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA Jesús nos aseguró que estaría siempre con nosotros hasta el fin de los tiempos, en la Fracción del Pan Él se nos aparece. “En efecto, la celebración de la Eucaristía implica la Tradición viva. A partir de la experiencia del Resucitado y de la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia celebra el Sacrificio eucarístico obedeciendo el mandato de Cristo. Por este motivo, al inicio, la comunidad cristiana se reúne el día del Señor para la “fracción del pan”. El día en que Cristo resucitó de entre los muertos, el domingo, es también el primer día de la semana, el día que según la tradición veterotestamentaria representaba el principio de la creación. Ahora, el día de la creación se ha convertido en el día de la « nueva creación », el día de nuestra liberación en el que conmemoramos a Cristo muerto y resucitado.”4 De aquí la importancia de la misa dominical donde la Iglesia celebra la victoria de Cristo, y renueva su identidad que brota de la Pascua. En ella la comunidad de los discípulos se encuentra con su Señor, escucha su Palabra y se alimenta con su Cuerpo. Esta celebración abarca toda la vida cristiana transfigurándola, de este modo la vida del discípulo adquiere su forma eucarística.5 1
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, 22. 1975. Cfr. Mons. Cotugno, Nicolás. Carta de Presentación del IV Sínodo Arquidiocesano, 22. 2006 3 Documento Conclusivo de Aparecida, 14. 2007. 4 Benedicto XVI. Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum Caritatis, 37. 2006 5 “Todo lo que hay de auténticamente humano —pensamientos y afectos, palabras y obras— encuentra en el sacramento de la Eucaristía la forma adecuada para ser vivido en plenitud. Aparece aquí todo el valor antropológico de la novedad radical traída por Cristo con la Eucaristía: el culto a Dios en la vida humana no puede quedar relegado a un momento particular y privado, sino que, por su naturaleza, tiende a impregnar todos los aspectos de la realidad 2
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“Así pues, el domingo es el día en que el cristiano encuentra aquella forma eucarística de su existencia que está llamado a vivir constantemente. « Vivir según el domingo » quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada.”6 La forma eucarística de la vida cristiana es sin duda una forma eclesial y comunitaria, y nos muestra la relación entre la realidad eucarística y la vida cristiana en su cotidianidad. De la vivencia eucarística brota el dinamismo misionero.
Y SE LOS DIO. LA CARIDAD FRATERNA El anuncio de Jesucristo, muerto y resucitado transforma el corazón humano y lo abre al prójimo, la fe se hace operante en la caridad. El hombre que se encuentra con el Señor no puede abstraerse de su realidad social e interpersonal. Esta se vuelve también lugar de conversión evangélica. “La relación con Dios se establece a través de la comunión con Jesús, pues solos y únicamente con nuestras fuerzas no la podemos alcanzar. En cambio, la relación con Jesús es una relación con Aquel que se entregó a sí mismo en rescate por todos nosotros (cf. 1 Tim 2,6). Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser « para todos », hace que éste sea nuestro modo de ser. Nos compromete en favor de los demás, pero sólo estando en comunión con Él podemos realmente llegar a ser para los demás, para todos. Vivir para Él significa dejarse moldear en su « ser-para »7. En la Fracción del Pan Jesús se nos aparece y nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. “Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo, que consiste precisamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco.”8 Aprendemos de este modo a mirar a los otros no ya únicamente con nuestros ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Así, en las personas que nos rodean reconocemos a hermanos y hermanas por los que el Señor ha dado su vida amándolos « hasta el extremo » (Jn 13,1). “La Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse « pan partido » para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo”9. De este encuentro con el Señor nace la conciencia y la voluntad de transformar también las estructuras injustas para restablecer el respeto de la dignidad del hombre, creado a imagen y
del individuo. El culto agradable a Dios se convierte así en un nuevo modo de vivir todas las circunstancias de la existencia, en la que cada detalle queda exaltado al ser vivido dentro de la relación con Cristo y como ofrenda a Dios” Sacramentum Caritatis, 71 6 Sacramentum Caritatis, 72 7 Benedicto XVI. Carta Encíclica Spe Savi, 28. 2007. 8 Sacramentum Caritatis, 88. 9 Idem.
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semejanza de Dios. La Eucaristía, a través de la puesta en práctica de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la celebración.10 Precisamente, gracias al Misterio que celebramos, deben denunciarse las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el alto valor de cada persona. De aquí que el discípulo se siente interpelado a reconocer la presencia del Señor en el rostro del más pequeño y del más desvalido. En este sentido nos indica el Documento de Aparecida: “Las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e integral que con la asistencia, la promoción humana, se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada. En el centro de esta acción está cada persona, que es acogida y servida con calidez cristiana.”11 El Señor nos llama a reconocerlo y hacerlo presente en todas estas situaciones.
2.4
ENCONTRARON REUNIDOS A LOS ONCE...
EL MODELO DE LAS PRIMERAS COMUNIDADES En una cultura secularizada, que busca marginar a Dios de su vida y de sus costumbres se vuelve faro y paradigma de la Nueva Evangelización la vida de las primeras comunidades cristianas. Ellas animadas por el fuego del Espíritu supieron transmitir la alegría y la novedad del Evangelio, la buena noticia de la Resurrección, en un tiempo y en una cultura pagana. Como afirma nuestro Arzobispo: “Me parece que en este momento de prueba y de dificultad para la fe en un mundo que concretamente prescinde de Dios, la Iglesia de Montevideo, unida a todas las Iglesias diseminadas en el mundo, debe redescubrir, vivir y actualizar la Iglesia de los Apóstoles, la Iglesia de los primeros cristianos, aquella en la que eran proclamados los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas, Juan; aquella descrita en los Hechos de los Apóstoles, que se transparenta en las Cartas apostólicas y en el libro del Apocalipsis” 12 Contemplar las primeras comunidades (Hch. 2,42 - 47) nos ayudará a renovar el “amor primero”, fortalecer nuestra vida comunitaria y recrear el anuncio del Evangelio. En este sentido nos indica el Documento de Aparecida: “Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas, que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. (...) No olvidamos que, como nos asegura Jesús, «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt.18,20)”13
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Cfr. Sacramentum Caritatis, 89. Documento de Aparecida, 401. 12 Carta de Presentación del IV Sínodo Arquidiocesano, 21. 13 Documento de Aparecida, 369. 11
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3. EL SEÑOR ME LLAMÓ PARA EVANGELIZAR
¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás discípulos, que afirmaban: Realmente ha resucitado el Señor...” Lc. 24, 32-34
Nos sentimos urgidos a responder eclesialmente con las siguientes opciones pastorales:
A. Dar un renovado énfasis a la Eucaristía Dominical, centro de toda nuestra vida cristiana, fuente y culmen de toda la acción pastoral. En ella el Señor Resucitado sigue convocando a sus discípulos para ponerse a la escucha de su Palabra y alimentarse con su Cuerpo glorificado.
B. Promover el encuentro existencial y profundo con Jesucristo, teniendo en cuenta las búsquedas de sentido y de vida en plenitud que laten en los hombres y mujeres de nuestra diócesis. Esto nos lleva a un anuncio kerygmático de la Buena Noticia, y a generar procesos de fe que conduzcan a un crecimiento permanente del discípulo, para que sea testigo con toda su vida en medio de nuestra sociedad.
C. Promover la cultura de la vida en todos sus ámbitos, sobre todo en la familia, para transformar la cultura de la muerte que menosprecia la vida humana, la manipula y la vuelve un objeto de consumo. Cómo Jesús, que “nos amó hasta el extremo”, queremos acercarnos solidariamente al hombre de hoy, herido por la injusticia, la pobreza, una cultura que promueve la indiferencia religiosa, y que margina al más débil. D. Buscar el itinerario y los medios para una mayor presencia de la Iglesia en los asentamientos de Montevideo.
E. Formar agentes pastorales en los distintos ámbitos del quehacer diocesano, que sean capaces de llevar adelante la conversión pastoral, desde una identidad cristiana y eclesial. F. Crecer en una orgánica Pastoral de Conjunto, animada por una espiritualidad de comunión, que favorezca la comunicación y la corresponsabilidad entre todos los agentes pastorales de nuestra diócesis, para una más efectiva evangelización. Para esto contamos con los siguientes instrumentos:
1. Los lineamientos y opciones sinodales, que piden una renovación pastoral en los distintos ámbitos de la tarea evangelizadora, y las Conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida. 2. El proyecto de Misión Diocesana 2008 – 2013, con la finalidad de llevar a nuestra Iglesia a un estado de Misión Permanente.
3. El Centro Pastoral Arquidiocesano, lugar de comunión, y centro de animación de todas las dimensiones14 de la Pastoral Arquidiocesana. 14
Biblia, Liturgia, Familia, Catequesis, Educación y Cultura, Comunicación Social, Jóvenes, Vocaciones, Solidaridad, Salud, Bioética, Misiones, Arte y Música, Movimientos, Ecumenismo, Pastoral Popular, Animación de Pequeñas Comunidades y Comunidades Eclesiales.
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4. El Centro de Formación Pastoral, que capacita agentes pastorales cualificados para llevar adelante la nueva evangelización según los lineamientos sinodales y de la V Conferencia General del Episcopado. Este Proyecto Pastoral tendrá una duración de ocho años, y se llevará a cabo por medio de Planes Pastorales con objetivos y prioridades a mediano plazo, que concretarán los lineamientos generales.
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