Pastoral

  • June 2020
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«Allí, abajo la cárcel, la fábrica del llanto, el telar de la lágrima que no ha de ser estéril, el casco de los odios y de las esperanzas, fabrican, tejen, hunden». (MIGUEL HERNÁNDEZ1)

Cuando empecé a ir a la cárcel, predominaban los hombres adultos. Desde entonces, la población penal se ha rejuvenecido y hecho más femenina. Ambos cambios tienen que ver con tres hechos: droga, cambio social de la mujer y las autodenominadas «presas políticas» («terroristas »). Los delitos de toda la vida (lindes, herencias, robos, venganzas, celos o infidelidades, peleas tras borracheras...) eran de adultos: «Caballito», viejo descuidero del metro, me decía que «hasta los ladrones hemos perdido la vergüenza». Los gitanos que antes delinquían en propiedad o violencia ya no son meros traficantes; consumen ferozmente. Dejaré que mis amigas hablen del antes, del durante y del después de la cárcel. sal terrae

Voces contra el muro. Fábricas del llanto. Telares de la lágrima ST 97 (2009) 733-745

1. Miguel HERNÁNDEZ, «Las cárceles», en El hombre acecha (1937-1939), [Obra poética completa], Ed. Zero, Bilbao 1976, p. 362.

I. Antes: Vidas que desembocan en las cárceles como los ríos en la mar Hay internas variadas. Me limito a las del círculo más inescapable (desestructuración familiar, pobreza cultural, pobreza real, violencia padecida, drogas, amistades peligrosas...). Delito como huida de todas las carencias, y cárcel como destino fatal. Hay entornos que no quiero nombrar para no herir a vecinos honrados, pero todas ellas saben de las Barranquillas, las Palmeras, las tres mil, las siete Calles, las Cortes, la Palmilla, etc. Esto es tan así que, con este guión aprendido, las presas, gitanas incluidas, me tenían por gran echador de buenaventura. Les tomo la palma de la mano y con variantes, arriba o abajo, les puedo decir: «Pareces un animal acorralado, pues me entregas tu mano con recelo. No te voy a hacer nada. Veo mucha gente que no te ha tratado bien. Eres mejor por dentro que por fuera. Te defiendes con la misma violencia con la que te marcaron. La línea del cariño está muy rota. ¿La ves? Hubo una persona que te trató con cariño, pero poco podía hacer por ti. Pierdes pie cuando recibes mensajes de cariño, de ternura. No te sabes manejar. ¿Quién ha cuidado de ti sin pedir nada? La línea de la vida está rota por líneas inesperadas y bruscas. Nada era tranquilo para ti. De las personas que más se debían a ti podía venir la amenaza, el castigo. Llegó un día en que te buscaste la vida en la calle, que al poco tiempo se te puso chunga. Amigos que lo parecían te hundieron, tomando de ti lo que les interesaba... Así hasta llegar aquí...». Un ejemplo entre otros. «Crecer con viento contrario» «¡Hola! ¡Me encanta verlo todas las semanas, me hace reír, me siento protegida y feliz hablando con usted! »Vivíamos en una casa abandonada. Yo, la más pequeñita de varias hermanas y un hermano paralítico. Nos metieron en un internado de monjas; nos sacaban cuando les daba la gana. Dos hermanas se engancharon a la droga y se prostituían; lógico, mi papá se “endrogaba” con el dinero que les quitaba. Salíamos contentas por ver a la mamá; mi padre, borracho y con cocaína. Se nos caía la noche, no aguantábamos

del hambre; veíamos un bar, y una de nosotras pedía un bocata. Dormíamos con cartones en el suelo; un frío terrible, juntitos nos dábamos calorcito. Mi mamá con la pensión alquiló una casita y no pasábamos frío, y nos daba alegría, porque nunca habíamos tenido casa. 734 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

»Un día, padre dice: “¿Por qué no te echas conmigo?”. “Vale”. Me quedé dormidita. Mi papá me bajó la braguita y me penetró. Iba a chillar. Me tapó la boca. Me asfixiaba, ¡mucho daño! Abrió la puerta mi mamá y le vio encima mía. ¡Buá! Chillaba como loca: “Por Dios, ¿qué haces? ¡Loco! ¡Deja a la niña!”. Yo no decía nada, llorando y tocándome. Mis hermanas veían cómo saltaba de dolor. Mi mamá me dijo: “Ven, hija, ¿qué te ha hecho?”. Cuando iba a hablar, viene padre: “A que no te hecho nada malo?”. Hice un gesto negando. Mi madre: “¡Jamás estéis solas con el papa”. »Padre pegaba y daba puñaladas a mi madre en las piernas delante de nosotras. Si llorábamos, también nos daba con “el palo”. Me decía: “Venga, hijo (me gustaban las cosas de niño), pide lo que quieras, que tu padre lo paga, que estás hecho un mozo”. Diez añitos. Otro día, me dice: “Espera en el coche, que no tardo”. Espera que te espera, pensando cosas raras. Me bajo del coche por el camino de piedras grandes y lo veo ¡con tres mujeres haciendo el amor! Me vio, pero no dijo nada, ni yo a mi madre por miedo. »Dormíamos en el coche. Comíamos de los cubos de basura. Mi papá se inyectaba heroína y enganchó a mi pobre madre. Ella no quería, pero le pegaba. ¡Se la ponía el desgraciado! Llevaba a mi madre a prostituirla, pero mi madre sólo les robaba la cartera. Nosotras en el coche, esperando, con una tristeza en nuestras caras y muertas de hambre. Mi mamá, enganchada del todo, nos metió otra vez en las monjas. Un día, viene la mayor, llorando: “Se ha muerto la mamá”. Era el día de mi comunión, muy feliz, esperaba que mi mamá me viera, pero ¡claro!, cómo iba a venir si falleció ese mismo día. Yo quería que me vistieran de marinerito, no con vestidito blanco con cinturón rosa. ¡El día en que murió mi mamá hice la primera comunión! »Las monjitas me buscaron unos papás: “Aquí están tus papás, dales un besito”. Me acerco y les doy los besitos. Yo no quería. Aparece mi padre chillando como loco: “¡Mi hija, ahora mismo, o sos abro la cabeza de arriba abajo! ¡Os saco las tripas por la boca!”. Los señores desaparecieron. »Mis hermanas hacían la calle; mi hermano en el carrito; y mi padre borracho y con sida. Me llevaron a otro colegio. Allí me dieron 500 pesetas para comprar folios; pero compré tabaco con mi novio y no íbamos a clase. Nos escapamos varias veces, hasta que un primo firmó y nos llevó a su casa. ¡Ay, si supiera lo cruel que iba a vivir en esa FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 735

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casa! Era un barrio de prostitutas, negros y marroquíes que venden droga, maricones medio desnudos. Yo veía a mis hermanas “trabajando”, a mi padre tirado por las calles. »Vino lo peor: tenía que pillar droga superlejos. Mis hermanas trabajaban para él. Si no hacíamos lo que mandaba, nos metía una paliza increíble. Como yo parecía más niño y traía droga, me trataba mejor. La nevera –hambrientas– no la podíamos tocar. Iba donde mi tía: “Tía estamos desmayadas de hambre”. Decía: “Haz lo que tus hermanas”. Aguantamos un año como esclavas. “¡Vámonos de este pozo!”. Nos fuimos. Olíamos a perros muertos y, echando todo el frasco de colonia, “entodavía” el olor no se iba. En una fuente nos aseamos y cambiamos: parecía el príncipe de España con un chándal y un jersey. Yo feliz al ver

a mis hermanas alegres, aunque tenía heridas en la cabeza de tantos piojos, y una en el pie de tanto arrascarme. Al quitarme el calcetín, “Bua, ¡qué dolor que pasé!”. Mis hermanas soplándome. La costra se levantó entera. Mis hermanas parecían de Bosnia. Cuando llegamos donde la otra hermana, encendió velas, porque era chabola. Nos hinchamos de carne y coca-cola, que hacía un año no probábamos. En nuestros ojos había felicidad y paz, que es lo más bonito. Nos compraron ropa, colonia y un líquido que no dejó un piojo ¡Buá! Yo iba todos los días a curarme el pie. »Un día, mi cuñado robó y lo metieron en la cárcel. Otro, viene el terror de la casa, mi padre. ¡Con el odio que le teníamos! Teníamos que ir a pedir para su cerveza, y si llegábamos tarde, ¡buá!, nos pegaba. Dormíamos una noche, y de repente una de mis hermanas, sale corriendo de la cama y se tapa la cabeza. ¡Buá!, el cerdo de mi padre que le tocaba sus pechos. »Me escapé con mi novio, tres días durmiendo por las calles. No estaba muy enamorado de mí, pero no podía echarse atrás, porque, una vez que te escapas con una mujer, ya es tu mujer. Llegó mi padre. “¡A mi hija no te la llevas!”. Le digo a mi chico: “¡Me quedo contigo!”. Él dice: “Vamos al bar a beber”. Mi padre: “Venga, yerno, ¿qué quieres tomar?”. Ya era mi marido, y yo su mujer, aunque estaba a tiempo porque no me había acostado con él. Se emborracharon los dos. Me quedé embarazada. Un día, vi a mi hermana en la cama con mi padre. Mi hermana dice: “¿No sabes que el papá es mi marido y nos vamos a casar?”. Buá. »Empezó mi mala vida con mi marido. Por celos, no veas las palizas que me daba. Tenía que ir a robar con él; si no, me pegaba aun em736 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

barazada. Me dio una paliza tan grande que, si no voy al hospital, pierdo a mi hija. Me acostumbré a las palizas. Me dice: “Acompáñame a pillar droga”. Yo: “No; me dan miedo los poblados”. “Como no vengas, te mato a palos”. Tenía 14 años. Me dijo: “Prueba esto, que está muy bueno, y te sentirás como uno moto”. Lo probé y me gustó. Sus palabras: “A que está rico ¿eh, cariño?”. Digo: “La verdad que sí, muy amargo, pero una sensación de estar en una nube”. Entonces tuve a mi hija; la dejaba a mi hermana, y a robar. Un día me dolían las piernas con calambres. Le digo: “Cariño no puedo levantarme, no sé lo que me pasa”. Me dice “quédate en la cama, no tardo”. Vino con heroína, nos la fumamos los dos, y como nueva. Me dice: “Eso era mono; y vístete, que vamos a robar. Si no fumas heroína, te repite”·. Robar, comprar droga, así todos los días. Estaba muy harta, y una noche que no quise acostarme con él porque estaba cansada, me cogió por los pelos, me tiró al suelo y me pisoteó la cabeza. Me sacó fuera. Me bajó los pantalones; era puro invierno. Me lo hizo a la fuerza, me ató las dos manos y los dos pies abiertos. Un daño increíble. Cuando terminó, me dice: “Si chillas, no te suelto hasta mañana”. “Te lo juro”. ¡Buá! »Entró en la cárcel, ocho años; salió a los 27. Una vez vino mi hermana con el periódico: “R.B.H. violador, cuidado con él, es peligroso”. Le dije: “¿Esto qué significa?”. “Te lo voy a contar”. Me contó una de vaqueros. Lo pensé: “Las fatigas que estoy pasando no quiero que las pase mi hija”. Me fui al Servicio de Menores. Dije: “Ayúdenme. Mi marido, me quiere matar”. Me dicen: “Vamos donde no te pueda encontrar”. Cuando subíamos las escaleras, me topo con él. “¡Dame la niña puta, perra desgraciada, chivata!”. Vino la Policía. La niña, aterrorizada: “Yo quiero ir con la mamá”. Desde el coche de la policía le dije adiós con la mano. Chillaba: “Perra, chivata, puta”. Quería a mi marido y le escribí con mis señas. Quería olvidarlo, pero era incapaz.

»Un día, me dicen: “Está tu marido fuera. ¿Vas a permitir que te vea?”. Contenta digo: “Sólo quiero que vea a mi hija”. Él con los ojos me decía: “¿Por qué me has hecho daño si te amo?”. Mis ojos decían: “Te quiero con locura”. Se puso de rodillas: “Te lo juro por mi padrecito que ya no vuelvo a la droga y no te pongo la mano encima”. Yo: “Me lo tienes que demostrar con el tiempo”. Él: “Déjame coger a mi hija”. La niña se puso muy contenta. Me dio una foto con los dos riéndonos con la niña y la colgué en mi cabecera. Amenazó a la Directora: “Como no me deje verla, ahora mismo le pincho con este cuchillo”. FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 737

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Ella, muerta de miedo: “Espera cinco minutos”. Llamó a la policía, pero ya se había marchado. Lo detuvieron. No temía ni al juez. Un día me dio la locura y me fui al tren; no tenía ni cinco. Vino el señor que pica los billetes: “Jovencita su billete”. Le digo: “Mire, han tenido un accidente mis padres”. Pasó una hora, y se acerca uno de unos 30 y me dice: “¿De dónde eres?”. “De XX, pero me he escapado de un Centro”. En NN me estaba esperando la policía, que me dijo: “Anda, vete, pero que no te vean”. Llegué donde estaba mi hombre. ¡Menuda alegría al verme! No me dejaba de dar besos y va y me pega un tortazo: “¡Bueno, ya vienen los palos!”. Me dice: “Eres una chivata y una paya”. »Pedía con la niña, y al robo con él. Yo ya no me drogaba. Nos cogían, nos soltaban. Me metió otra vez en la heroína como venganza: “Sé que no me vas a ver a la cárcel, pues te dejo enganchada pa’l resto de tu vida”. ¡Es un perro desgraciao! ¡Buá! Me dejó bien enganchada: todos los días, cocaína y heroína. Pedía para la droga. Un día una chavala me dice: “Te vienes a trabajar conmigo; ganas un montón de dinero”. Nos fuimos de prostitutas. Yo ya sabía lo que era eso, porque mi padre me puso en un “putiblu” de carretera; con mi amiga era un pisito. Tenía 18 años y cara de niñata. Me acostaba con hombres; me daba igual raza, color, mientras me pagaran la droga. Un día, fumando en el poblado, conocí a un joven inyectándoselo, y verlo me dio escalofríos. Me dice: “Eres muy joven para estar fumando”. Total, me fui con él. Me daba droga. Me compró unos pantalones vaqueros pegados al cuerpo, un niki por la barriguita y una chaqueta de “eskai”. Era abogado. Íbamos de Hotel en Hotel de cinco estrellas. Yo alucinaba; guapa, con mi pelo negro y largo y con un chico precioso, alto, moreno, ojos marrones, de unos 34 años. Había pisado la cárcel. Estuve con él 5 meses. No me hacía prostituirme ni ir a robar. Pagaba todo. Un cuento feliz del que no quería salir. Desapareció... »¡De prostituta, me han pasado casos! No me pagaban o me dejaban tirada, o un marroquí me quería llevar a su casa. ¡Bua!, yo cogía el volante para que parara. ¡Ay, madre! Paró el coche, me cogió de los pelos y me quería tirar por un puente. Un señor de una gasolinera me llevaba adonde quería si me usaba guarramente. No quería, pero, ¡claro!, El hijo de... En el coche le dije que me pondriera (sic) la calefacción. ¡Qué mal! »Cumplí 18 años, y contenta por hacer lo que quisiera. Conocí a un gitano de cuarenta o más. Su madre me pregunta: “¿Te gusta el 738 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

Curri?”; yo: “Sí”. A él: “¿Quieres ajuntarte con esa niña?”. Dice: “Sí, pero si ella quiere”. “Pues, venga, poner una cama de matrimonio y limpiar la habitación”. Era muy celoso: ¡hasta de su sobrino de 11 añitos! Me llama, y detrás de su brazo una goma naranja de bombona de gas. ¡Qué paliza! ¡Madre mía! Lo dejé. Estaba solita. »Pasaban los días, y me encuentro a un chico con las piernas inválidas que me invitaba a cocaína para que estuviera con él. Otros me

querían para robar. Dos entretenían a la dependienta, y una se escondía agachada detrás de nosotras; cuando salía la dependienta, la de detrás se metía al mostrador, y para salir nos íbamos a otro lado para que la chica estuviera de espaldas. No me daban la mitad del dinero, pero por no estar en las calles pasando frío, me callaba. Un día tras otro, otro día tras otro, robando hasta que nos cogieron presas. ¡Qué vida la mía! ¡Buá!». II. Dentro de la fábrica del llanto: calamidades sin cuento 1. Reencuentro milagroso «Mamá, estoy encantada de haberte localizado, no me lo puedo creer. ¡Tanto tiempo! Estoy contentísima. Espero verte pronto. Estoy pagando condena de un “segurata” que se enfrentó conmigo en el Metro y le saqué un cuchillo para defenderme. El Juez me ha metido un año y tres meses. No se pasa nada bien, pero me alegra la esperanza de encontrarme contigo. ¡Qué contenta de saber de ti para podernos reencontrar pronto! ¡Más de veinte años sin saber de ti, cuando nos dejaste a los tres hijos...! Tenía tus señas, pero dormía en la calle, y de noche me quitaron la bolsa. Me quitaron mis hijos por estar tan metida en la droga. Ahora no tomo. El cura me vio muy triste en Nochebuena y me dice: “¿No tienes a nadie?, ¿y tu madre?”. Le conté. Le dije tu nombre y el país en el que estabas. Lo demás lo sabes tú, porque te han encontrado sus hermanos. Ven cuando saliese, así podríamos hacer y deshacer juntas sin que nadie nos controle. Mamá necesito dinero que me prestes para comprarme utensilios de higiene personal. Soy indigente. Te lo devuelvo cuando salga”. FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 739

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2. Desastre «¡Dios te vendiga (sic)! Me trajeron de “cunda” a toda ostia (sic); salí el Domingo, y el Lunes tenía juicio. Doi (sic) gracias a nuestro Dios porque salí asuerta. La otra cosa buena es que el 29 tengo “un familiar” con mi madre. ¡Tengo muchas ganas de abrazarla! Lo estoy pasando muy mal, porque me he encerrado en una cosa de depresión que me molesta hasta la luz de la ventana. Esta “jente” al enterarse y saber que yevo tanto tiempo en primer grado, pues no te digo, vino la sicóloga, el sikiatra, la asistenta, la educadora. Todos visitándome y haciéndome tanta pregunta me pusieron más nerviosa. El día de antes me había cortado el brazo. Lo que me pasa es muy “rraro”, pero la sikiatra dice que me estoi escondiendo de la vida. ¡Pa no esconderse! Sólo salgo de mi chabolo para la ducha. Pa que no “chine” miran por la rejilla. Yo me moskeo. En los recuentos me ponen de pie por si llevo algo... Que dios me vendiga a mi madre y me dure asta que salga. Que no se me valla estando yo akí, porque me volvería loca. A lo mejor me muero antes, porque tengo 170 de defensas». 3. Enrolladas «Yo sé que me pasa esto porque soy pecadora y estoy con una mujer, pero yo me pienso que por eso Dios no me puede dejar de su mano. Tengo fe, y él lo sabe muy bien. ¿Me voy a condenar después de toda la mala vida que he llevado? Tú sabes que huir de la soledad atormenta mucho y es muy difícil de calmar. Tú me dices que he estado ya con muchos malos “royos” y que vienen a mí porque mi madre me envía dinero. Es verdad, pero yo no aguanto tanta soledad. Lo malo es que se lo he dicho a mis hijas de 10 y 12, y dicen que las olvide, que no quieren saber de mí. Tienen razón. Soy una “ruinera” y lo que toco lo mato. Por eso, será que tus palabras amables aquí me valen más que los regalos más bonitos cuando estaba en la calle. De verdad, todo se me hace muy cuesta arriba. ¡Tanto sufrir...!».

4. Cundas «¿Sabe lo que me hicieron en la cunda? No me dieron bolsa con agua y el bocadillo para el camino. De dinero, me dejaron sin un centavo, que yo tenía 110 euros en mi peculio. Los de aquí se movieron y me lo 740 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

han mandado. La guardia civil se portó muy amable. Pero allí me jodieron asta última hora. En el furgón estuve devolviendo todo. Ayer me comunicaron que había llegado otra carta tuya, pero que no me la darían porque contenía salutaciones de conocidos... Tampoco me entregarán las fotos. Lástima. Es la tercera vez que ocurre. Me obligan a escribirte sólo de mí misma. Me meto en mí misma para resistir. Hace dos años que mi contacto físico con la gente (aparte de algún ligero roce casual y los sueños) se limita a tus visitas. Y, fíjate, bajo con miedo al rato de patio. ¡Tanta dureza entre nosotras! ¿Sabes? Me doy cuenta que las chicas que llegan sensibles corren el peligro, con una larga estancia en la cárcel, de volverse amargadas, rencorosas, cerradas, resignadas y egoístas». 5. Espacio «Me hunde darme cuenta de lo desconsolador que es el espacio donde vivo: ¡esa tapia de cemento de ocho metros! Ningún espacio verde ¡Talaron el pino que teníamos en el patio con pájaros anidando y dando vida! Nos dijeron que era para dormir; sería el descanso eterno. Tanta puerta de acero, tanta ventana enrejada. Los ruidos me matan. No sólo los golpes de los cerrojos, sino los gritos y los insultos más brutales de las compañeras (¡vaya nombre!) a lo más sagrado. Los muertos están en todas las bocas. La cárcel es muy aburrida, ¿a quién le puede gustar pasarse los días clavados en la pared?... Aburrimiento y monotonía infinitos con una sola preocupación: que el tiempo pase deprisa. Cuando tacho un día del calendario que me regalaste, lo hago como si fuese la garra de un animal. Ese vacío se convierte a veces en un estado en el que todo parece perder sentido, todo es inútil, vano, absurdo y desesperadamente triste. Ya no sé ni llorar. Miento: ayer lloré como una niña, desde mayo de 1997, en que me retorcía de dolor y me negaron la visita del médico. Pegué tal puñetazo en la pared que me la he lesionado y duele». 6. Tiempo «Se me echa encima una especie de desesperación al ver que el tiempo pasa, que todo el mundo lo malgasta igual que yo: tele todo el día, comerme el coco con mis malos rollos y los de mi familia. Comer, dorFÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 741

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mir y ver pasar las moscas. ¡Menos mal que hay muchas! Las talegueras de toda la vida me dicen que cuanto más se acerca el final, más lenta y difícil se hace la estancia. ¡Es verdad, me quedan ocho meses, y el candelario (sic) se ha parado! Lo bueno de tus visitas es que parten el tiempo. Me acuerdo del Principito porque los días de la semana los lleno con que vas a venir (tú dices que te esperamos por los cigarros y caramelos, pero sabes que no es verdad). Los días que siguen, te traigo al recuerdo muchas veces porque eres de bellos colores. No te molestes, pero yo te veo con alma de niño –por tu alegría contagiosa–, aunque en el coco tienes mucha cosa dentro». 7. No están todos los que son «Soy de un país del Este, ingeniera, y he llegado a este Centro desde la cárcel... que tú conoces. Ya me voy avanzando en español. En el traslado me ha surgido un problema. Yo había entregado 8 alianzas de oro y una cruz colgante de oro con las cenizas de mis padres, que murieron conmigo, de 10 años, en un accidente de coche en el que me salvé.

¡Al perderles, empezaron mis miserias! También volaron el carnet de identidad y de conducir y un llavero de metal en forma de botas. El funcionario de ingresos de XX me pidió el original del justificante de la entrega, pero no me lo habían dado, aunque tengo la fotocopia. Estoy muy preocupada por la posibilidad de perder estos objetos de gran valor afectivo (y no sólo afectivo). ¿Cómo recuperarlos? No sé qué hacer. No me fío de mi abogado, por verle más interesado en mi bolsa que en mi caso. ¡Ayúdame!». 8. Verdad «El mundo aquí parece más verdadero que el de fuera. Aquí las cosas y las personas se revelan en su verdadera substancia (¿se dice así?) Desaparece la mentira y la hipocresía. La tuya y la de los demás. Yo en la calle me decía: si no doy el timo de la estampita, lo van a dar otros... Las trampas que te han traído aquí aparecen al desnudo, y en sueños oigo como carcajadas sobre todas mis fachadas. (Tú me dices que me estoy siempre mirando al espejo y vistiendo ropitas). ¡Es verdad! Ayer pensé esto: cuanto más solitaria estoy, tanto menos sola me siento, porque al menos estoy conmigo misma después de tantos años de huirme 742 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

con droga y aventuras. Recuerdo una canción que empezaba así: “Soy solitario, pero no estoy solo”. ¡Qué cosa! Crezco por dentro y me derrumbo por fuera... Una funcionaria me llama “sudaca”». 9. Arrepentimiento «La cárcel nos malea, y muchas empeoramos. Me ayudaría que me ayudasen a hacer algo con mis sentimientos de culpa, porque son muy míos y me gritan cambio. Los barrotes son duros; pero ¡anda que la propia conciencia de lo que hiciste y que ya no tiene remedio...! Tú me dijiste que eso en Yeserías lo llamaban “barrenar”. Estas instituciones pasan de estos sentimientos –de haber hecho llorar tanto a tu madre, antes y ahora, de tener a los hijos abandonados, de no saber a cuántas personas has matado con tu puta droga. Cuando a veces me leen trozos de la Biblia, siento como que acarician mi alma. Estoy llorando. ¡Dios mío, qué cosas!». 10. Abogados y otros apoyos «Estoy en difícil situación con mi abogado. Lo buscó mi marido pensando que yo conseguiría el dinero. Me tocó decirle que dejara mi caso, pero no quiere dejarlo hasta que yo le dé 3.000 euros que no tengo. Me dijo que se los tenía que dar o, si no, que me fuera haciendo a la idea de que tenía que pagar 14 años de condena. Mi esposo se encuentra también en prisión. ¿Qué debo hacer? Mi amiga me dice que su causa ya pasó a Sala y que a su abogada ni la conoce ni ha venido a ninguna diligencia. Está muy preocupada... Claro, como es indigente... Me siento sin fuerzas. Me pediste que mirara las cosas que animan. Las cartas son lo único que uno tiene aquí, las leo diez veces, les doy mil vueltas, y cada detalle te llena de ilusión o te atormenta: Uno toma conciencia de su desamparo: ¡escríbeme cartas amables! Aquí basta con una pequeñez para que a una le mejore el humor: una palabra amable, un poco de interés del prójimo, la vista de un árbol. A falta de cualquier cosa bella, de experiencias sentimentales positivas, uno está sediento y se deja impresionar hasta por una película de la tele: esa amabilidad, buena disposición, sabiduría y delicadeza, el hecho de que las personas no se humillan ni se ofendan, y de que su comportamiento tiene algún sentido, visto desde aquí, le exalta a uno fuera de lo norFÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 743

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mal. Me ayudan hasta las catástrofes para no quejarme de mi destino: hambre, guerra, incendios. Me ayudan mucho las buenas funcionarias

–más de las que pensamos– con su trato paciente, educado, o en el modo en que esperan para ir a la ducha, ¡Ah! Me ayuda los que venís de voluntarios, porque habláis de otras cosas. Nosotras sólo nos podemos contar tristezas...». III. Ya soy libre; y ahora, ¿qué? Cogida en el aeropuerto «Como sabes, soy brasileira, peruana cogida con droga en el aeropuerto. Me dijo el Director, cuando ya sólo me quedaban 4 meses, que la cárcel se encargaba de llevarme al aeropuerto y devolverme a mi país, pues no nos podemos quedar en España. Ya sabes el horror que a mí me producía volver a los mismos desastres y amistades que me trajeron aquí. Te lo anuncié que en el primer permiso de seis días me escapaba. Ya lo he hecho. Estoy en “fuga y captura”. Creía que sabía lo duro que era eso, porque conviví con una así. Me decías que no lo hiciera. Tenías razón, sin papeles, voy por la calle temiendo que me venga un policía y qué. Me coloqué con la señora que tú me buscaste, y cuando supo que venía de la cárcel y que tú no se lo habías dicho, dejó de pagarme. No sé si sabes que bebe a todas horas. ¡Que le aproveche mi dinero! En la cárcel estuve deprimida desde el principio, y al salir, vivo en un estado de neurosis obsesiva; me siento peor que antes. Soy incapaz de sentir alegría, y mis angustias son más frecuentes». Ya voy saliendo «Cada día me encuentro un poco mejor, ya voy para adelante, despacio, despacio. Me ayuda el que las monjas de esta residencia saben lo mío y me han colocado en la cocina, donde aprendo todo lo que puedo. Como me aconsejaste, estoy trabajando mi persona y procuro ponerme optimista ante todo y olvidar todo lo pasado. Todavía no lo consigo, pero estoy segura –sabes lo luchona que soy– que algún día no muy lejano lo conseguiré... Sé que no puedo perdonarme nada; no tengo tierra firme que pisar, un paso en falso me llevaría al precipi744 VOCES CONTRA EL MURO sal terrae

cio... Sueño con ayudar a drogatas a salir del cuelgue. Mi experiencia les valdría». (Me lo escribió el 19 de Marzo de 1989. El 26, una monja me comunica que ha muerto de sobredosis. Había perdido el hábito y calculó mal...). Cometí un error. Basta «Recuperé a mis hijas. Lo de atrás, atrás queda. Tengo trabajo, y me han ayudado mucho en la ONG... Asisto a cursos de informática. De aquel hombre trato de olvidar hasta el nombre. Lucho con todas mis fuerzas, con lo mucho aprendido en el dolor y el fracaso. La cárcel, a mi me enseñó... a huir de ella». FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 745

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