Pico Para El Pueblo Tercera Parte

  • May 2020
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  • Pages: 12
Capitulo tres

El verano incendiado me acoge bestia azuzando a el sol furioso que se perpetúa sulfurante sobre el adoquín de esta callejuela que llaman paseo, lleno de transeúntes apurados mirando como me retuerzo en el piso despertando de algún sueño cataclismico, retorciéndome como un gusano en una sartén hirviente, buscando algún arbusto que me cobije con su sombra casual, una especie de cordel frena mi arremeter taciturno. Siento el húmedo escupir que rechina en mi espalda maltratada, trato de enfocar mas mi visión de este confundido momento, tirado entre el peatonal , curioseando, entre este anestesiado despertar, viendo los gordos traseros desnudos que desfilan prosaicos ante mis ojos, como rimbombantes carnes, redondas suplicas de algún encuentro sexualmente desgarrador, encandilados por la parafernalia diurna que arremete entre aquella moda de mostrar glúteos que exceden aquel apretuje de pantalones que moldean aquellas irascibles carnes para atraer al macho distraído. La muchedumbre se alborota alrededor de las vitrinas curioseando los escaparates embaucados por el último grito de la moda. Entre medio el reflejo virulento del vidrial arroja a un animal amarrado a una especie de poste casual, desorientado animal con sus brazos amordazados en su espalda, con sus pies llagados por heridas que asoman como minúsculas laceraciones que reciben la visita de minúsculos mosquitos que depredan en aquellas heridas que se arquean al sol . La cosa esta vestido apenas por una especie de pañal para adultos, previendo algún cataclismo estomacal que arruine los

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adoquines lustrosos que se aletargan a través de aquel corredor impersonal. Trato de levantarme pero un manotazo me tira al suelo y esta vez veo a aquel animal de costado, con una leyenda en el pecho, escrita con tinta roja, tirada como una especie de graffiti, chorreada al fin para que se vea como un desordenado epígrafe, como una insinuación insolente, para los que allí transitan, intranquilos con aquellos individuos molestosos que estorban el ancho pasillo que se atesta de centollas caminantes. El mensaje se asoma furibundo de entre medio del gentío. “Pico para el Pueblo”. Los pies transeúntes lanzan insultos y a veces detienen su caminar para lanzar patadas en mi torso desnudo, trato de girar para ver hacia lo que siento es la bocacalle, a cien metros veo a otro animal que yace aun mas herido, tirado desnudo achicharrándose, tratando de llegar a una especie de recipiente que recibe su moreno semblante tratando de beber algo parecido al agua, sospecho que es el negro Cardemia, y siento cierto regocijo pues pienso que unos metros mas allá están los otros (deduzco que somos parte de un montaje para distraer la mente de los ciudadanos aburridos). Sus movimientos son lentos e igual de confundidos, su moreno rostro bebe de aquel liquido clariturbio, igual como lo haría un perro herido , amarrado con sus manos detrás de la espalda, con aquella fatal soga que se incrusta en sus tobillos . Cierro los ojos y el transitar centolla me recuerda como el río se hace sonido en aquel traquetear citadino con sus pasos apurados, cierro los ojos y el río me recibe en su fresco clarinete asociando su música a pajarillos que corretean su plumar por aquel caudal fresco e inturbiable, acogiéndome sereno y entregado a esa satisfacción natural que roza mi

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Espalda, como una pequeña mano, suave mano que se desliza cariñosa por mi anatomía reencontrada con el sosiego de algún atardecer complaciente, calmo, dulce. Satian y sus juegos. Satian y lo subjetivo , como una pandemia lúgubre que se incrusta pegajosa e infame, rayando con su caligrafía mortal, lo subjetivo que tuerce la historia, acalambrando la mano de aquellos mentirosos escribanos, vendidos a los mas oscuros propósitos de interminables cadenas de favores y traiciones, manejando al pueblo hacia al abismo de un mundo que nunca tuvo una explicación clara y consistente, un mundo que siguió los hilos de las cofradías que vaciaron todo su vomitivo prejuicio en aquellos libros para alimentar la intriga de una chusma ansiosa de historias que plasmaran el sentido de tener aquello que llaman patria, aquello que tiene una bandera, un destino, un poema lacrimógeno, lanzando al barranco que llaman institucionalidad, a infantiles suicidas que vacían sus entrañas en aquel genero que llaman bandera, pintarrajeado, listo para suavizar las lagrimas de aquellas madres que creyeron todo lo que les decía la historia, la patria, el fundamento, los dueños del negocio de matar, siempre lo mismo, siempre silenciando, siempre lanzando la verdad por el acantilado miserable e infinito , que traga todo como un monstruo hambriento de las entrañas de aquellos niños que se jugaron por la causa total, aquellos inventos de los poderosos que arrastran desde tiempos inmemorables, la mismas farsas de siempre, a los mismos inocentes de siempre. Trato de atrapar en mi memoria todo lo que pueda para encontrar la salida de este problema casual, rebobino en mi mente mientras fijo mi mirada como una especie de terapia en aquel animal que observa casi confundido con su rostro amoratado, de repente se atraviesa una especie de cazanoticias que me tira su gran lente en mi cara, en una acción espontánea, le escupo aquel traga imágenes, el tipo reacciona

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deja la cámara a un costado y me agarra a patadas, el muy hijo de puta, luego limpia el lente de la cámara de aquella saliva roja, y se va no sin antes gritarme sandeces y tirar aquel paño manchado por la afrenta, de repente asoma una sonrisa en aquel amoratado rostro que fija la mirada en los recuerdos. El animal vuelve a aparecer en aquel lustrado ventanal resplandeciente, levanta su rostro y muestra la insignificancia de aquella maltratada figura con ciertos rasgos humanos, morado rostro vendado a la altura de la frente. Trato de sentarme, estoy aun anestesiado por las patadas que me hicieron revolcar en el cuartel, donde los delegados ministeriales para el orden y la paz, metieron sus nudillos entre mis costillas, acogotándome con sus frases pendencieras e irónicamente superlativas. Arrastrándome del pelo por toda la dependencia gritando a los cuatro vientos que éramos culpable de la muerte de la democracia, que los anarquistas eran unos hijos de puta inservibles y para lo único que servían era para alimentar ideas huevonas y para andar destruyendo y saqueando y que mejor nos colgaban de los testículos mientras se nos pasaba la loquera. El hierro al rojo vivo anunciaba con su chirriar su incursión en la entrepierna, lacerando. Vomitábamos lágrimas de sufrimiento inconsolables apretujando nuestros estómagos ulcerados y vacíos, que lanzaban furiosos gemidos animales, aun sabiendo que a esas alturas, solo percibíamos un porcentaje mínimo de conciencia total, transformándonos en seres afiebrados y entregados como suculento sacrificio de la causa fatal. El sufrimiento daba paso a cierta anestesia casual, a cierto control mental, parecidos a los que usan en el Himalaya los budistas para contrarrestar el dolor y el sufrimiento. Dejando chispazos de conciencia solo para abrir los ojos de vez en cuando, y mirar aquellos rostros alocados, babosos rostros enturbiados por la perversidad que aplasta el sentido común, solo para ver el

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ímpetu alocado de aquellos hijo de puta, mientras apagaba sus cigarrillos en nuestras carnes, lacerando cada escondrijo de piel juvenil y lozana. _ ¿Eso era lo que buscabas? La cadenciosa voz de Santiana me arranca de aquel “lugar apacible”. Abro los ojos y trato de encontrarlo entre el gentío girando suavemente la cabeza. De repente lo veo unos metros mas recargado hacia un banco que lo sostiene sombrío e impertérrito, cubierto con una especie de boina. _ Quien busca encuentra- balbuceo. _ estás acusado de traición a la patria. _ tu sabes que eso es mentira-_rezongo débilmente. _ Lo que yo sepa vale un carajo, importa lo que la gente sepa, lo que los medios le cuenten, tu sabes... _ Ni hay con esos conchas de su madre… ¿tienes… merca?_replico casi con el ultimo suspiro. _ ¡huevon ni siquiera has comido! – santiana replica en una actitud alharaca y lastimera, como si estuviesen burlándose de algún buen propósito suyo. _Pico…. Vuelvo a aquel lugar maravilloso en aquel río que humedece, el aire fresco que se entremezcla con el verdor de árboles suaves como una esponja. Cuando abro los ojos el crepúsculo subyuga al día empujándolo hacia el abismo del nocturno, hacia el lugar donde Set, aquella deidad egipcia, se levanta de la muerte para aparecer y preparar su cena de media noche. Las luces comienzan a aparecer tímidas entre el gris anaranjado infiltrándose tenues entre el gentío que no disminuye su transitar. El frescor se deja caer casi como una brisa desganada que aun carga con el sopor tibio que se desparrama sobre el pavimento lustrado por las gomas de los calzados transeúntes. La inflexión de aquellas voces se dejan caer como todo el día, lanzando insultos, desprendiéndose de palabras poco

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alentadoras para esta situación de perro atormentado, bebiendo de aquella vasija plástica sorbeteando mi propia saliva que se desprende de aquella posición infortunada, poco propicia para beber en forma aun mas decorosa (por no decir otra cosa). Los centollas mientras tanto casi no nos observan, debe ser por cierto asqueamiento, no están para dar vuelta la cabeza a situaciones que los enfrenten con sus propios prejuicios, todo lo extraño choca por la convicción de la belleza superlativa , de la felicidad como una cosa cavilando en las mentes que se estremece con cosas mínimas, agradables, o por la enseñanza del que es o que no es, de lo que corresponde o no, porque lo cotidiano, el día a día se convierte en una rutina demencial , aparcándolos en sitios propicios para el convivir: si eres pobre no puedes tener mas de lo que tienes pues serías infeliz , si tienes dinero no puedes tener menos pues la miseria roería todo tu interior mal acostumbrado a la confortable vida inútil que hace que todo te llegue con solo levantar el dedo, convirtiéndote en un ser despreciablemente indefenso. El lugar de repente se trastorna con un acontecimiento inusual la gente se desprende de su apatía para llevar los ojos a los ventanales superiores desde donde salen hombrecillos rapados enfundados en un disfraz, una especie de vestimenta que los enfunda enteros en un color negro, con una mascara parecidas a aquellas que usan en las guerras bacteriológicas, bajando por cordeles al estilo ninja, cargando en sus espaldas sendos sables, la policía se hace la desentendida y de repente desaparece de aquel lugar. La gente se hace un lado mientras los jóvenes desfilan en gran numero por aquel paseo, la música incidental exclama un susurro calmo, mientras uno a uno , los escupidos animales , van siendo subidos a una especie de vehículo parecido a aquellos que usan en las granjas para apilar heno, las naves policiales sobrevuelan los techos de aquellos edificios lanzando sus colorinches luces por el gris atardecer, y su bizarra forma ovalada, que se

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sustenta en el aire suspendida como una pluma inactiva, cuidando a la ciudadanía que exuda cierta inquietud, el transporte para animales se acerca lentamente, veo como el que parece ser Cardemia lo tiran encima de aquel vehiculo en un vuelo sin alas, aterrizando incomodo encima de los que allí supuestamente, atiborran aquel tosco carromato. El animal que antes se reflejaba en aquel vidrio lustrado y brilloso, lo agarran de sus pies llagados y lo lanzan entre al menos tres extrañas criaturas que babean mientras la risa se les escapa como vómitos efusivos, que se escapan infantilmente tenebrosos por sus raquíticas mandíbulas malolientes. El dolor es solo un estado que luego trato de sobornar con una exhalación cuidadosamente trabajada, colando en mis bronquios todo el hollín que se revuelca en el aire, para que ingrese a mi mente algo filtrado que parece oxigeno y que me recuerda que aun tengo defensas. En el carromato tratamos de acomodar a los que están abajo, nadie puede sentir mas dolor que otros y aunque la mayoría esta mal herida, el orgullo sienta en ellos una especie de escudo, una coraza impenetrable en que chocan todos los estamentos fraticidas que lograsen embaucarnos en emociones mediocres, en sentimientos arrancados de alguna producción medial lacrimógena y estupida, no nacimos para aquello, no estamos en aquel patético tranvía. _ ¿alguien quiere merca? Una voz chillonamente infantil escapa de los que cuelgan del carromato, las risas escapan de las aun mas pálidas fauces de aquellos hijos de perra. El trayecto nos lleva como un desfile entre medio de aquellas avenidas infectadas de vehículos albergando a centollas que vuelven de algún lado, parece ser que de algún lado no muy agradable pues los chillidos que mandan con aquellos aparatos inútiles llamados bocinas irritan aun mas mi exaltada postura, un chillido que rasga en mi interior como si

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pusieran brasas en mi cerebro, mas con mis manos atadas no logro silenciar aquellos sonidos bobalicones esperpentos citadinos, aunque aquellos cuellos raquíticos se levantan desafiantes contra aquellos extraordinarios imbéciles y los hacen callar solo con un movimiento de los sables desafiantes, los bocinazos se acallan. Mejor llegar entero a casa; hay que ser valiente y no huevon. La avenida sulfurante nos deposita en algo que parece ser una especie de pasaje, que presumo no es parte de buena esperanza. Ya la noche cubre con su manto oscuro nuestras pieles amoratadas, por aquellos pellejos quemados en aquel día de sol, uno a uno vamos siendo arrastrados de los pies, sonajeándonos en la reseca maleza que adorna el tierral de aquella que parece ser la entrada a una especie de bodega, un caserío impostado, algún resabio arquitectónico del año del pico. Nuestros cuerpos rebotan en el ripio que hiere en nuestro arrastre obligado, mientras dos perros hijos de puta nos tiran mordiscones, tratando de engullirnos, tratando de sacarnos algún pedazo para saciar el hambre que parecieran tener, aunque salen dando alaridos cuando sienten una vara romperles la espalda por que quisieron arrancar el pellejo de alguna huesuda canilla de los mocosos que nos llevan arrastrando, pareciera que al muy hijo de puta se le ocurrió raer el hueso que no le correspondía. Luego somos depositados en habitaciones separadas, habitaciones donde la luz no existe, por que al muy hijo de puta que las construyo, lo hizo al fin para relegar algún tipo de escoria al encierro eterno en aquellas catacumbas con el humedal refugiándose primitivo e imperecedero. El humedal posa sus manos sobre mi quemada Superficie estremecida en aquel cuartucho lúgubre, tan oscuro que no veo ni la punta de la nariz de aquel animal herido, el animal da un par de sorbetes del aire enrarecido, de un millar de hongos de las mas diversas

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especies y cae en los brazos de Morfeo como una criatura que lo único que quiere es dormir. Y no puede dormir. Las cuatro paredes se encienden en una luz de interminables colores que se alternan con variadas voces que escapan de algún parlante etéreo, las paredes se encienden en su totalidad lanzando imágenes como en una especie de zapping eterno, diversos canales que hablan en variados idiomas me estremecen en un volumen envolvente que me ahoga y me hace retorcer de ira , cualquier luz hace que la oscuridad relegue su imperio sombrío huyendo desvirtuada por la constelación etérea, pero esta luz es distinta, la locura quiere hacerme parte de su juego pero la respiración sube a mi cerebro alertando a los lóbulos para que ejerzan un equilibrio sustentable, trato de respirar como en una sesión de yoga asfixiada, pienso demasiado rápido , mientras el interminable zapping lanza las imágenes como radiaciones eternas , las imágenes se suceden y cambian al segundo, la tecnología me enceguece, esto es la tortura verdadera , aquella que retuerce la mente como una pantalón apretujado que cruje silencioso entre aquellas manos nerviosas que tiritan por el esfuerzo, por la teoría de la acción y la reacción, como un múltiplo infinito que atormenta aquella especie de pizarra interconectada, alaridos sexuales, caricaturas pintadas, caricaturas reales, sobajeos , disparos, íntimos encuentros, disparos, amor , disparos, niños , disparos, cocinerías, animales jugando, animales sobreviviendo, animales fornicando, disparos, el intermitente alarido visual hace que rechinen mis dientes , y que mis ojos quieran salir para cualquier lado. De repente se apaga después de dos horas al menos. El silencio se cuela como un antídoto total, estoy muy confundido, ni siquiera escucho mi respiración ni menos alguna especie de quejido, puede que este solo ,puede que a los demás los maten en otros cuartos , presiento que debe ser una especie de cité, una de aquellos antiguos palacetes que

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inventaron exclusivamente para asilar a las sombras. La calma hace que me entre un extraordinario relajo , pero me es imposible reanudar el letargo, las tripas empiezan a chillar, me recuerdan que la ultima vez que comí fue un mendrugo que sabía a naftalina, el insensato estomago me retuerce aun mas del dolor, el dolor se acalla y empieza luego la otra sinfonía de imágenes y sonidos envolventes que me vuelven a arrojar en la incertidumbre del razonamiento puro, de la lógica como un pensamiento a punto de explotar en aquel cerebro que se expande como un músculo exaltado e irascible , aquel sustento que deambula ahora en un zapping intermitente , en un relampagueo cósmico , en una especie de constricción de alguna galaxia que se apretuja en un montón de cuerpos que rechinan con el apretuje estelar, parecido al sonido exaltado de una frenada de algún antiguo tren que resbala en aquel reseco fierro, aquel oxidado artefacto que lanza chispas por la fricción de dos metales , abandonados en algún caliente desierto, las imágenes mantienen su ritmo encolerizado, de repente en la locura empiezo a gritar desaforado, mi voz rebota entre aquella radiación sádica. Algo parecido a disparos acallan mi acción por un momento, los disparos se multiplican y comienza la loca correría suicida, pienso en mis compañeros, debe de ser una especie de juego , si quieres vivir corre, corre por lontananza como un bicharraco desbocado, listo para caer despedazado por un fusil calibre mil, que te despedace y se acabe por fin aquel infierno que conociste como mundo. Las luces se confunden entre las imágenes, destellos que aparecen de debajo de la puerta, gritos desgarradores, siento un escalofrió que parte mi espalda , de pronto explosiones lanzan chispas por debajo de la puerta, las imágenes que se desvanecen y que vuelven a aparecer, como en una especie de apagón casual, de repente la puerta se viene abajo y soy aun mas desvalido, atrapado entre el fulgor

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radiactivo que destruye mi alocada mente con aquellas intermitentes imágenes, con aquellos sonidos coléricos. Una figura se acerca presurosa, embutida en aquel atuendo negruzco, con aquella mascaras que parecen sacadas del retrato de alguna mosca embutida en aquella vestidura espacial, sus pasos los veo venir mirando de costado, echado en el piso esperando mi suerte para huir cuando ellos decidan que empiece mi carrera suicida, corriendo como un loco desbocado y morir por fin para terminar con este asunto infame, el personaje es escoltado por tres figuras que aparecen detrás de la puerta envueltos en el mismo traje infame. El personaje curiosamente acerca su cubierto rostro quizás para cerciorarme que soy la otra victima, se queda quieto mirando por al menos un par de segundos, la imagen se coloca difusa pues mis cavilaciones mentales me quieren desmayar del cansancio, aparece un rostro blanquecino, finamente dibujado, cubierto por un pelirrojo rizado, el negro resalta su semblante relucido y su rizado rojizo que resalta entre aquel azulino iluminado e intermitente, es una deidad, es Cala, y me refugia entre su pelo oloroso de humanidad, y su boca rosada apretuja mis desorientados labios mientras una gota salada se escurre por mi mejilla emocionada. Cierro los ojos y estoy en aquel río junto a tu dulzor infinito.

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Fin del tercer capitulo

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