PERFIL DE LOS ASESORES EN UN MOVIMIENTO LAICAL Carta circular Buenos días juventud emproísta. A lo largo de la reflexión que este año me he propuesto he visto la necesidad de escribir estas páginas orientadas a la formación y renovación de algunos aspectos de nuestro movimiento, creí que sería importante continuar con una catequesis sobre los asesores espirituales. El objetivo de esta nueva circular no está dirigido exclusivamente a ellos -hombres y mujeres que acompañan voluntariamente al movimiento en esta tarea- cómo a quienes crecen acompañados por su testimonio. Esta página puede contribuir para que nosotros apoyemos y acompañemos también los procesos de santificación de nuestros asesores, así como hoy aspiramos continuar con el proceso de beatificación de nuestro primer asesor el P. José María Pujadas. Al escribir estas líneas pienso especialmente en todos aquellos hombres y mujeres que en el movimiento siempre me han edificado con su disponibilidad y entrega incondicional a los jóvenes, que no sólo ejercen una autoridad de animación sino que principalmente muestran su cercanía fraterna y su sencillez que sorprende y edifica. A todos los asesores y asesoras debemos confesar nuestra gratitud en todos los momentos, aún en los más difíciles e incomprensibles. •
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No seré exhaustivo, tan sólo unas pinceladas que dejen abierta nuestra carta a la reflexión. En primer lugar, aunque parece innecesario, el asesor es un hombre de Dios abierto al Espíritu, por eso es posible que en ocasiones se pueda mostrar sin miedo ni rigideces. El mensaje de vida nueva en el Espíritu nos dice que el hombre nuevo es una persona creativa, libre, y con frecuencia desconcertante; no pretendamos programar a nadie para que piense como nosotros, me parece mejor reconocer los propios ministerios, servicios y carismas. Un buen apostolado de los guías podría ser el de permitir que el asesor crezca en su serenidad, en su fidelidad creativa, en la comunión con la iglesia el Obispo y el Santo Padre. Un asesor puede pasar pruebas y alegrías, y continuar compartiendo luchas y esperanzas con el movimiento. No es raro que en algún momento el asesor hable como un profeta, un poco fuerte quizá, movido por su amor a Jesucristo, siempre que lo haga será para traernos una buena noticia, aquella que exige el evangelio. Es decir que el asesor es el hombre que lucha en el movimiento por la promoción, y que él se siente responsable de animar esa promoción juvenil en nuestros centroguías.
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Pero siempre recordemos que el asesor es el servidor de la unidad del grupo, nunca de la uniformidad pues ese no es el ideal de la iglesia, esa no es la unidad de la Santísima Trinidad. El asesor en el movimiento juega un papel importante en la unidad de os grupos y de nuestro servicio a los jóvenes. Muchas veces he creído que el asesor es el centro de la unidad del movimiento, no piramidalmente sino porque él da a Cristo que es el centro y garantiza esa espiritualidad. El movimiento de Encuentros es una experiencia Cristocentrica en la iglesia. Que los asesores nos conscienticemos que estamos al servicio de la unidad es nuestro desafío, que la diferencia es posible e incluso necesaria para enriquecer nuestra formación de clérigos es urgente, la iglesia son también los laicos y el Espíritu en ellos. Aprender a respetar sin imponer las propias formas personales es tarea de todos. Por su buen juicio y espíritu cristiano por y su lucidez para mirar de lejos y proyectar al movimiento, por su sensibilidad para comprender a los jóvenes, por su saber comunicar el evangelio y estudiarlo, es que se debe escoger un asesor para nuestro movimiento y para nuestros centroguías. Eso garantizará una excelente compañía y muchas posibilidades de crecer en el compromiso de ser hombres y mujeres nuevos. Porque los asesores somos como el símbolo de la unidad, tenemos el encargo de abrir espacios para la libertad, para la corresponsabilidad y para la participación. Nuestra función no la entiendo en la dirección de constituirnos en centro motor, sino en mantener y articular la comunión en los pequeños grupos y entre las distintas posturas. Por eso es sano que el movimiento desde su reglamento oficial en la iglesia nos haya entendido con una voz privilegiada, pero sin voto, pues escuchar enseñar, servir, animar, comprender, es siempre más virtuoso que levantar la mano para juzgar, o para dictaminar lo que hay que hacer. A los asesores de alguna manera nos corresponde una función más alegre y bondadosa entre los diferentes servicios del movimiento. La autoridad del asesor no está pues en la norma, como en el estilo de Jesús. Por eso les pediremos a los jóvenes que nos ayuden con su confianza y oración para que nos ocupemos más a la escucha y animación de la juventud, para revelarles al Jesús que nos habla dentro de nosotros y desde la realidad de nuestros ambientes. Nuestra función de asesores no es entendernos en lo estrictamente litúrgico, estético, logístico, e incluso doctrinal. A los asesores nos conviene por eso que en los grupos del movimiento se fomenten actitudes cálidas y amorosas, y esto se consigue con mayor fuerza si somos hombres de diálogo. Que en ninguno de nuestros grupos caigamos, por ningún motivo, en la trampa de la sospecha, la desconfianza, los prejuicios. El diálogo es
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la medicina preventiva contra esta enfermedad y contra todos los conflictos. El asesor es pues una persona de corazón sencillo, que se renueva por la oración, por su pobreza, por su humildad y por su servicio a todos (cfr. Mt 12,18). No buscamos el autoritarismo nunca, queremos servir voluntariamente a los jóvenes, por eso enseñamos muchas veces con el estilo de Jesús, es decir al paso por el camino. Así debe ser entendido el servicio del asesor entre los jóvenes que vengan al movimiento. Finalmente, y este debería ser el secreto de todos, el asesor como los guías del encuentro nos hemos apasionado por Dios, a él le queremos servir, no lo olvidemos nunca; evitaríamos muchos malos entendidos.
Que el Señor continúe con nosotros MáS MáS Y MáS. P. Germán Méndez Cortés Asesor espiritual nacional