La Minimización Del Gasto Público Como Pilar Del Desarrollo Para Los Países. Una Propuesta Viable..docx

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"La minimización del Gasto Público como pilar del desarrollo para los países: Una propuesta viable" Autor: David Alejandro Maco Cano1

Abogado titulado en el año 2014 por la Universidad Católica de Santa María de Arequipa – Perú, con una Segunda Especialidad en Procesos Constitucionales y Derecho Administrativo por la misma Universidad en el año 2014. Master en Economía del Centro de Estudios OMMA de España y por la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala en el año 2018. Teléfono : 51-1-984865161 Mail : [email protected] Ciudad : Lima - Perú 1

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Palabras Clave: Gasto Público - Presupuesto Público - Equilibrio Fiscal - Desarrollo Económico - Libertad Económica. Resumen.- El tema del Gasto Público es uno sobre el que se ha debatido y debate mucho. Hay quienes hablan de aumentarlo en ciertas épocas y otros de reducirlo a la par de controlarlo; pero de lo que nadie habla, en extensión, es de su existencia en sí, los problemas que genera, lo importante que podría ser llevarlo a su mínima expresión (minimizarlo) y de poder mantenerlo siempre sometido a los designios del libre mercado. Este trabajo pretende, en primera cuenta, demostrar el daño que genera este gasto y, luego, las ventajas de minimizarlo; dando finalmente una propuesta viable de minimización que dé el puntapié inicial para poner en el centro del debate esta cuestión… hasta, quizá, su extinción.

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Introducción Corre el año 1939 en Valencia (España). En los campos de batalla se viene desarrollando la guerra civil entre “fascistas” y los llamados “rojos”, que han invadido España – principalmente al campesinado español- con sus ideas de “propiedad común” e “igualdad para todas las clases”, traídas en particular desde la Unión Soviética (URSS); no obstante, la guerra lleva ya bastante tiempo de iniciada y parece que, después de casi tres años de batallas sangrientas, la victoria está a punto de inclinarse definitivamente en favor de los bandos fascistas, quedando apenas resistencia de los bandos republicanos que han sido relegados, refugiados y ya cuentan con pocas opciones de ganar la guerra; coyuntura que dará, en pocos meses –se espera-, por terminada la horrible época que toda guerra genera para cualquier país. En ese marco contextual, una historia mucho más pequeña, discreta o quizá insignificante, pero también mucho más interesante, se desarrolla en la casa de Jaume Planc, quien es un viejo comisario de la policía valenciana que, a la par de sus ya olvidadas obligaciones para con “la sociedad civil” -representada por los fascistas- y el estado –debido a los años de guerra que lo han alejado de su Comisaría-, intenta crear junto a su hija menor una lengua artificial -el Katac- que sea capaz de hacer que todos los seres humanos del mundo se entiendan a razón de hablar el mismo idioma: Uno creado, delineado y justificado por él y su hija con delirios de poseída por fuerzas demoniacas –lo cual le estaría ayudando, supuestamente, a conseguir el invento milagroso-. Es esta la trama principal de “La terquedad”, obra teatral de Rafael Spregelburd y que, ambientada en los tiempos ya descritos, busca contar la historia de un tipo fascista confeso que cree el problema del mundo es que la gente no se entiende porque hablan idiomas radicalmente distintos, a lo que él pretende dar solución inventando un idioma universal que sea reconocido por cualquier persona –por su naturalidad-, fácil de entender –por su simpleza- y capaz de expresar todas las ideas que rondan nuestra cabeza con gran exactitud. No obstante, eso parece algo difícil –como pretende hacerle ver el oficial soviético que le acompaña en la puesta en escena- porque, aunque muchas lenguas tienen raíces latinas y pueden ser fácilmente familiarizables, otras no, como el chino, japonés, el árabe u otras, lo que hace difícil llevar a la realidad este proyecto; pero eso siempre parece importar poco a Jaume que, con ideas bastante dictatoriales, se empeña en crear un idioma único –basado en las matemáticas, ¡cuando no!que sea capaz de regir todas las interrelaciones comunicacionales de los seres humanos y que evitará caigan en el error constante o, lo que le da más miedo, la incomprensión total. En pocas palabras, Jaume aspira a convertirse en el todopoderoso del lenguaje, que determinará qué palabras usar, en qué momentos y cómo hacerlo según el Katac. Evidentemente la obra culmina con el fracaso del proyecto, por un azar del destino, es cierto –una muerte precipitada del protagonista-, pero tampoco creo que la nueva lengua hubiera podido tener mayores logros que los de el Esperanto, en su momento, por las razones que expliqué líneas arriba sobre las raíces de la lengua –no todas son familiares entre sí y sus raíces son variadas lo que dificulta la homogenización-; salvo, claro está, que algún estado la imponga y obligue a su uso, pero ese es otro tema en el que no pretendo profundizar… Sin 3

embargo, lo realmente formidable de la obra, que rescato y pretendo evidenciar aún más en este trabajo -usándolo como analogía del estado- es encontrar a un Jaume convencido de que puede solucionar todos los problemas de comunicación del mundo a partir de una creación suya y eso, definitivamente, me ha hecho reflexionar sobre la realidad actual de nuestras vidas en relación con el poder del estado y sobre ese pensamiento “fascista de la vida” que no es tan poco común como podríamos pensar, es más, podría ser “el pan nuestro de cada día” si nos ponernos a pensar en personas o grupos de personas que creen que con sus “creaciones milagrosas”, “directrices formidables” o “descubrimientos geniales” pueden resolver todos nuestros problemas sociales, coordinarnos mejor que el mercado y ayudarnos a salir adelante de nuestras dificultades personales o materiales, siempre por medio del estado. Esta obra teatral, en concreto, me ha hecho reflexionar sobre el Gasto Público, que es una de las tantas formas en que el estado aplica su poder –ius imperium- para decirte lo que debes o no hacer porque, “por supuesto”, ellos lo saben mejor que millones de personas en el mundo coordinadas por medio del mercado y su transmisión de información. No pretenderé a raíz de este trabajo demostrar solamente que el aumento del Gasto Público es malo, sino más bien iré un poco más allá y resaltaré otras facetas del mismo Gasto Público, pero en tanto a su existencia: Sus serias dificultades de cara a las necesidades de las personas, los beneficios de minimizarlo o eliminarlo por sectores y cómo esta decisión puede ayudar a que un país sea lo que hoy llamamos “desarrollado”; dando al final del trabajo una suerte de lineamientos generales para la minimización del Gasto Público, los cuales ayuden al lector a encontrar luces de cómo ir desmontando algo que parece enquistado en la sociedad y del cual es difícil sacudirse. La estructura del trabajo consta de cinco apartados. El Primero, que brindará el marco teórico en el que se desenvuelve el trabajo; El Segundo, que pretende demostrar concretamente las dificultades serias que genera el Gasto Público cuando se aplica a una gran sociedad –como son los países-; El Terceros, que nos contará de los beneficios de minimizarle y sustituirle por más la libertad económica; El Cuarto, que será una propuesta original sobre cómo minimizar este Gasto Público al interior de un país; y El Quinto, las conclusiones, que buscan englobar lo mejor posible el trabajo de las cuatro partes anteriores y dar ideas ya más consolidadas con respecto al tema particular.

EL AUTOR.

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I.

Primero: Marco Teórico.-

En primer lugar, conviene dar un marco de referencia sobre las investigaciones previas conexas al tema que pretendo abordar; de ese modo no redundaré en lo que ya fue abordado por otros autores –siempre que llegue yo a la misma conclusión-, profundizaré en lo que siento falta concretizar y así dar mayor valor a la propuesta al final. Uno de los estudiosos que más ahondó en el tema de Hacienda Pública y su manejo fue James Buchanan; este, en su texto “Hacienda Pública, proceso democrático y economía constitucional”, indica que, siguiendo a la teoría organicista de la hacienda pública, el estado se erige como una unidad que toma decisiones en favor de la sociedad, en particular de lo que se ha dado por llamar de “utilidad social” (Buchanan, 2014); por lo cual las variables de impuesto y de gasto son dependientes de la fijación de valores necesarios para maximizar esta utilidad (Buchanan, 2014). Es así que tenemos que el Gasto Público está directamente relacionado con las decisiones que un Gobierno puede adoptar en post de lo que entienda es mejor para la sociedad, siendo un marco dentro del cual hay cuestiones, decisiones políticas y formulas íntimamente ligadas al sistema fiscal de un país (Buchanan, 2014). Como bien señala el autor, esta teoría es quizá la más aplicable al Gasto Público, ya que pone al estado como un buscador activo de bienestar y capaz de lograr maximización de resultados a través de sus políticas, situación que nos ayuda a entender cómo es que razona un gobierno al tomar decisiones que implican gastar lo recaudado de los contribuyentes: El gobierno utiliza el gasto, según cree, en post de dar bienestar y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. El objetivo de este trabajo es demostrar que no lo está haciendo y, lejos de lo que se cree –quiere creer-, el gasto público no hace más que dificultar el avance al bienestar de la población que pretende ayudar. Por otro lado, según Buchanan, en el enfoque de la teoría individualista –que se opone a la organicista- encontramos al gobierno como un intérprete de la voluntad colectiva y no como un maximizador, sino como un mero canalizador de los deseos del colectivo; en tanto a ello podríamos posicionar a nuestro estado moderno con un sistema fiscal de carácter redistributivo; es decir que los individuos de menos recursos, reciben más beneficios de los que pagan en impuestos, lo cual se entiende como una tributación progresiva que lleva a tributar menos a los colectivos que menos ingresos poseen (Buchanan, 2014). A partir de esta visión se podría entender mejor la figura de la recaudación tributaria que, precisamente, busca que los colectivos con menos recursos tributen menos –o no lo hagan, mediante exoneraciones- y los de más caudal lo hagan más y en mayor medida. He ahí cuando el estado, a través del Gasto Público, se va a pretender encargar de llevar a cabo este proceso de redistribución dando, en teoría, mejor calidad de vida a las personas con menos recursos y quitando los mismos a personas con “sobreabundancia” de ellos; esto, según razona el estado, ayuda a que las personas de menos recursos tengan más y las que tienen más ayuden a los que menos tienen. Este trabajo pretende demostrar que esto no es así y esta recaudación en post de generar gasto público no es más que una trampa que impide el desarrollo, estancando a las sociedades que lo aplican.

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A partir de lo señalado hasta aquí por Buchanan, lo que sí podemos enfatizar de su texto es que el Gasto Público, sea cual sea el enfoque fiscal que sintamos es el adecuado –organicista o individualista-, no puede estar de espaldas a la repartición de la carga tributaria, que a su vez está íntimamente ligado a las políticas aplicadas por el gobierno de turno. El autor hace énfasis en que podemos usar una visión para algunas coyunturas y la otra visión para otras, pero lo que sí es claro es que hay dos figuras que siempre van de la mano: Gasto Público y Recaudación tributaria. Este punto es importante para el trabajo que presento porque ayudará a evidenciar lo que el Gasto Público no deja surgir y su minimización haría florecer, de la mano con la recaudación. En otro texto más explícito del mismo autor, “Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes”, Buchanan hace una crítica más aguda al abandono de la austeridad y considera como gran incitador de ello a Lord Keynes quien con sus ideas en el lapso del siglo pasado, no hizo más que agrandar el tamaño del estado, aumentar su presencia y perjudicar seriamente a los países que adoptaron dicha postura, llevándolos a coyunturas de ciclo económico que fueron financiadas, principalmente, con deuda pública (Buchanan, 1977). El análisis sobre el particular evidencia que el pensamiento de Keynes no hizo más que abandonar ideas de equilibrio fiscal predominantes en el siglo antepasado y promover las de Gasto Público excesivo a través de deuda –justificándolo como impulso al crecimiento- (Buchanan, 1977). En palabras de Buchanan, sería Keynes quien nos hizo olvidar las políticas de austeridad y pasar a las de gasto sin control que conllevan a crisis futuras, aún hoy. Esto es importante porque es lógico que existe un momento –por ende una coyuntura- que dio el puntapié inicial para que se inicie con las políticas de gasto excesivo y lo llevaran a los extremos que tiene hoy, demostrando que el gasto excesivo no fue una constante en tiempos pasados, ni aún con la existencia del estado, sino reciente y producto de ciertas políticas. Además, Buchanan tenía claro que es cuando el Gasto Público crece que se reduce la productividad total de los recursos en la economía y, por consiguiente, se reduce el bienestar de la población (Buchanan, 1977). En ese entendido, Buchanan tenía claro ya que el incremento del Gasto Público es nocivo para el crecimiento. A su vez, Buchanan resalta que los riesgos de un endeudamiento –para financiar Gasto Público- son mucho más peligroso en el estado que en una familia puesto que, si un alguien se endeuda con patrimonio personal, mi acreedor podrá solicitar el pago de lo que adeudo a lo que, si sucede esto en un estado, la situación se hace mucho más compleja y el cobro, sencillamente, imposible (Buchanan, 1977); no obstante, el Gasto es cada vez más creciente y se genera este con cargo a que los demás contribuyentes le financien (Buchanan, 1977), lo cual da cierta credibilidad a la deuda del país, pero perjudica a sus generaciones futuras ya cargándola con impuesto desde hoy. Por tanto, es evidente que el Gasto Público es un mal que, si se genera con deuda, es muy dañino para la sociedad; aunque siento que faltó especificar y detallar al autor el daño que genera este Gasto cuando no este generado con deuda, sino simplemente con su existencia: el daño que hace este, aun con cuentas equilibradas porque, si bien es cierto que al desbalancear el presupuesto fiscal hay graves problemas para quienes luego tienen que pagar, el Gasto Público también daña cuando no se está recurriendo a endeudamiento o mayor recaudación y es eso lo que buscaré hacer notar a partir de este trabajo.

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A su turno, Mises, en “La restauración de las finanzas de los estados europeos”, señala que hubo un tiempo en el que los impuestos eran un mal a evitar, sin embargo, al lado de la guerra llegó la idea de que el estado no tenía límite para sus gastos y así las cuentas se fueron saldando con inflación (Ebeling, 2002); por ello la idea del Gasto Público en exceso, notamos, no nació de Keynes, sino de la etapa de guerra a inicio del siglo pasado, momento en el cual era necesario financiar estas con carga a lo recaudado por el estado y, como esto no era suficiente, se fue financiado a partir de monetización de deuda. En ese entendido, Mises también comprende que un aumento del Gasto Público es dañino para la sociedad, aun cuando sea para financiar guerra, pero tampoco explica lo qué sucede con el gasto público que no es creciente o recurre a deuda para financiarse. Eso es importante puntualizar porque un Gasto Público estable o controlado, también podría llevar a que un país no crezca o desarrolle como debe a razón de que lo limita en su crecimiento. En ese entendido de ideas, tanto Buchanan como Mises hablan de un control del Gasto Público –apuntando a la austeridad-, no obstante, no profundizan en el daño que genera este cuando es controlado, no se recurre a deuda y se paga solo con la recaudación, lo cual es, entiendo, también grave. No quiero decir que los autores no hayan encontrado daño por parte del Gasto Público cuando este se daba en cuentas equilibradas, sino que siento que no profundizaron en ese extremo y pretenderé hacerlo evidente yo en este trabajo. Lo que sí podemos encontrar en los textos de ambos autores es que discrepan en tanto al momento que se inició la remontada salvaje del Gasto del estado, pero entiendo también que no hay error por parte de ambos, sino que Mises se refiere a los incrementos de gasto en época de guerra –que eran altos, pero en exclusividad para ella- y fue, más bien, Keynes quien extrapolo estas ideas de tiempo de guerra y las hizo aplicable al día a día, con los desastrosos resultados que hoy tenemos –digamos, expandiéndola-. Tener claro esto es importante porque ayuda también a qué sepamos en qué sectores son los que principalmente afecta el Gasto Público ya que hoy este está disperso por varios sectores económicos y no solo en algunos específicos, como el siglo pasado, cuando se inició con él para financiar guerras. Otros estudios, más cortos, pero no menos importantes sobre el Gasto Público nos demuestran que con sus existencia… No existe modo de asignar racionalmente el dinero fiscal porque ya le hemos despojado del mercado que es quien mejor lo hace (Mcmaken, 2016), siendo el Gasto Público un ejercicio ineficiente por donde se le vea; no hay modo de asegurar que el Gasto Público sea limitado porque mientras exista Banco Central, este podrá solventar el gasto con cargo a los ciudadanos (Mcmaken, 2016), lo cual no me asegura que limitando impuestos pueda atar de manos al estado y su descontrol de gasto; el gasto distorsiona la economía porque lleva la demanda de bienes a un sector que elevará precios y variará los presupuestos del empresariado que puede requerir ese mismo bien (Mcmaken, 2016), del mismo modo que elegirá a quien beneficiar con el gasto y no siempre será quien ofrezca mejores servicios o tenga más satisfecha a la población; pero sobretodo, el gasto nos hace dependiente del estado y fortalece el crecimiento del mismo, al punto que le consideramos inextinguible (Mcmaken, 2016), que podría tomarse como la mejor victoria del estado puesto que ha logrado que un mal se haga imprescindible al punto de legitimarle la mayoría de integrantes de la

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Sociedad. A lo dicho por McMaken no tengo más que aunarme y tratar de aterrizar las ideas preliminares que en su corto estudio planteo y ampliar con otras nuevas referentes al daño que genera el Gasto Público. A su turno, Iván Carrino nos dice que: “El gobierno toma dinero del sector privado y gasta buscando supuestamente generar bienes públicos. Desde el punto de vista keynesiano, este sistema es beneficioso para la economía, puesto que el gasto estimula la demanda y eso genera crecimiento económico por la vía del famoso “multiplicador”. Sin embargo… El gasto del gobierno es de mala calidad y, dado que hay que pagarlo con mayor carga tributaria, desincentiva el ahorro, el trabajo y la inversión” (Carrino, 2017) … El autor centra su afirmación de que el gasto es ineficiente a partir de dos problemas principales del estado: problemas de incentivos y problemas de información, siendo ambas variables las que hacen ciego al estado en cuanto a gasto eficiente y lo que hace que cada vez requiera más recursos para hacer lo mismo y deba trasladarlo en forma de impuestos (Carrino, 2017). Lo dicho por él también es compartido por mi posición, pero a las dos dificultades que él presenta –en particular los desincentivos al empresariado-, siento deben agregarse y complementarse con otras como las expuestas por McMaken. Del mismo modo, Juan Ramón Rallo desmiente la idea de que el Gasto Público es un motor de la economía en épocas de recesión –ni fuera de ellas lo es-; esto porque muchas veces, los costes de oportunidad de factores que se emplean superan la utilidad de los productos que fabrican; es por ello que, aun en épocas de crisis, la inversión que hace el estado es estéril ya que asume deuda, pero lo que produzca no podrá superar la misma y será pagado con tributos futuros que, finalmente, son más carga para el contribuyente del mañana –generaciones futuras(Rallo, 2011); es por ello que, aumentar gasto en épocas de freno económico no es una receta mágica, sino una trampa mortal que llevará a generar deuda futura que pagará alguien que no la pidió, no lo benefició y nada ganó. Finalmente, Orlando Ferreres no dice que “el sector público va gastando progresivamente más de lo que entra de impuestos. Así parece el déficit fiscal, pero nadie se detiene, nadie frena el gasto. Se aumentan los impuestos, pero no alcanza. Sigue el endeudamiento para seguir gastando, pero aun así no alcanza. Se apela a la emisión monetaria para seguir financiando el déficit. Aparece cada vez más fuerte la inflación, pero no se pone un límite a este proceso…” (Ferreres, 2017); ello, según apunta, gracias a la coyuntura de una caída en las economías capitalistas en los años 30 y un iluminado como Keynes que brindó las vías para, “mágicamente”, salir de las desocupación que afectaba a varios países. El autor reconoce que se hace necesario imponer límites al Gasto Público que ha creciendo exponencialmente desde los años 30 (Ferreres, 2017), pero no explica los beneficios de ello y tampoco lo importante que sería no solo reducirlo para que no sea mastodóntico, sino llevarlo también a su mínima expresión. En ese contexto de ideas desarrolladas en las líneas precedentes, habiendo atendido las investigaciones preliminares de otros autores, este trabajo se propone ser punto de partida no solo para criticar el aumento del Gasto Público –que ya se ha hecho antes, como hemos notado-

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, sino también para hacer más evidentes las limitaciones y problemas de su existencia de cara a eliminar problemas, resaltar el beneficio de minimizarle lo más posible –si es que no se puede todo- y, sobretodo, cómo hacerlo; siempre en directa concordancia con lo previamente apuntado por otros autores. A eso nos abocamos.

II.

Segundo: Dificultades que genera el Gasto Público.-

Es cierto que el Gasto Público puede parecer de mucha ayuda a una sociedad y sus integrantes cuando vemos un colegio nuevo, una obra de irrigación recién inaugurada o un hospital amplificado, realizados con fondos públicos; en estos casos no podemos más que pensar “que bueno que la administración pública haga algo por nosotros y nos ayude a estar mejor”; no obstante, hay situaciones del Gasto Público que no se ven, estas son necesarias evidenciar porque son las dificultades que este genera a la sociedad en su desarrollo y crecimiento. Para mejor entender, un ejemplo aislado, pero esclarecedor: Recuerdo que me parecía estupenda la idea de TOMS –marca de zapatos iternacional- de regalar un par de zapatos a un niño pobre por cada par de zapatos que una persona pudiese comprar en sus tiendas a nivel mundial. Si uno lo ve a primera vista no puede dudar que el acto es bueno y de mucha ayuda, claro que de sobra está decir que es desinteresado, pero ¿realmente es bueno y beneficioso para los pobres?... Hace unos años leí un artículo de Alfredo Bullard (Bullard, 2016) y noté que esto no era tan bueno como se podía pensar. Es cierto que una persona de escasos recursos obtuvo un par de zapatos gratis gracias a un acto de caridad, pero lo que no se ve es el par de zapatos que se dejó de fabricar en el país que se regalaron esos zapatos, los insumos que se dejaron de usar, las materias que se dejaron de producir y, sobretodo, los empleos que no se llegaron a materializar. No lo vemos muchas veces así, pero las cosas que nos dicen son gratis y nos van a ayudar pueden destruir mucho más de lo que pensamos y el estado es especialista en hacernos creer que tenemos muchos bienes o servicios gratis gracias a él, cuando en realidad no lo es; más bien, estamos pagando un precio muy alto: atraso y pobreza. En el ejemplo anterior he demostrado como algo que parece gratis y bueno puede perjudicar a quien, precisamente, se busca beneficiar, pero al menos ese era un ejemplo de un privado, en un solo sector, una empresa pretendiendo hacer algo por la gente pobre, pero ¿qué sucede cuando esta decisión es del estado? ¿No es más grave? ¿No genera más destrucción? ¿No se magnifica el daño?... En esta parte del trabajo voy a enfocarme a esas cosas que no vemos del Gasto estadual, pero afectan gravemente a la economía nacional y, por consiguiente, al desarrollo de los países: a) Genera y hace necesaria la existencia de impuestos confusos. Es evidente que el Gasto Público no solo genera impuesto confusos, sino también altos –para mantener su estructura creciente-; pero ese extremo no me interesa hacerlo evidente en este momento porque, como he indicado, no abarcaré en exceso el tema del Gasto Público alto o creciente, sino meramente la existencia del gasto como tal y sus

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dificultades. Por tanto, es cierto que un impuesto, alto o bajo, quita recursos a los legítimos propietarios, pero eso lo tocaremos más adelante en un apartado posterior, por ahora, los trascendente es evidenciar las confusiones que se pueden generar en los que tributan, a raíz de impuestos complejos. Como bien ha hecho evidente Buchanan en los estudios mencionados de manera precedente2, el Gasto Público y la tributación están ligados directamente puesto que el gasto que pretenda acometer cualquier gobierno va a depender directamente de lo que este haya recaudado previamente; es más, llegado el momento, si se presentan dificultades, sirve de referencia o parámetro puesto que si esta recaudación no alcanza para cubrir los gastos proyectados, se podría recurrir a deuda –que es impuesto a futuroo inflación –que es otro tipo de impuesto, pero más oculto-. Ahora, el problema del gasto público actual es que este es bastante abarcativo –no minimizado- y, por consiguiente, requiere: 1) Diversos y complejos impuestos que le permitan mantener su presencia en todos los sectores en que se ha posicionado y 2) Cobrar a todos los ciudadanos que pueda –ampliar base tributaria-. Como es lógico, estos impuesto necesarios no pueden cargarse de un solo golpe a las personas, ni por igual o en la misma proporción, lo que conlleva a echar mano a ilusiones fiscales que den la sensación de estar tributando poco y recibiendo más, fraccionando el impuesto o “maquillándolo” (Rocabert, 2017), pero en realidad es solo una trampa del gobierno para recaudar lo necesario para mantener su nivel de gasto estructurado en todos los sectores en los que ya se ha entrometido; esto, por así decirlo, es un efecto del Gasto Público ya que el gobierno de turno, por cuestión de racionalidad, se ve obligado a generar impuestos complejos –varios- que son poco entendibles para la población, pero que ocultan bien lo verdaderamente expropiado a los legítimos propietarios. En ese entender, nadie detecta el grave daño de contar unos impuestos complejos. No obstante, hemos de interiorizar dos cosas: 1) Impuesto complejos es sinónimo de inversión para hacerles frente, que, a su vez, retira recursos que se podrían usar en otros rubros o sectores, y 2) Que estos pueden ser asumidos con facilidad y sin mayores contratiempos para alguien que ya tiene recursos acumulados o la educación necesaria para poder hacerles frente, pero las dificultades serias las sufren aquellas personas que apenas y tienen recursos y/o no cuentan con estudios suficientes para salir airosos de la carga que se les impone. En el segundo extremo nos podemos topar con gente de bajos recursos o emprendedores que estén tributando de más o recibiendo multas injustas del Administrador Tributario por tener que afrontar impuestos complejos que no pueden manejar o comprender en su plenitud; en cambio, las personas con más recursos podrán acceder a asesoría o educación que les haga tributar solo lo justo y sin riesgo de ser multado o sancionado de manera indebida por la Administración Tributaria. Por lo tanto, entendemos que el Gasto Público conlleva a la generación de mucho impuestos confusos que le permitan disfrutar de recaudación suficiente, sin notar el daño

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Vid. Supra. Pág. 5 y 6.

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que hacen al retirar recursos de ciertos sectores, sobre todo a los de menos recursos y en particular a los que podrían estar emprendiendo nuevos proyectos. b) No lleva los recursos disponibles a los lugares donde mejor son valorados o más productividad generarían. Como indicó McMaken en las líneas precedentes3, una vez que el dinero ha abandona el mercado, este pasa a formar parte del sector público y a solventar su estructura, quien le asignara a diversos gastos ya preestablecidos, pero según el criterio o preferencias particulares de los gobernantes de turno o personas que estos hayan puesto a cargo. Por consiguiente, al no estar el dinero en el mercado –que es el mejor transmisor de información- los recursos podrían ser mal asignados –considerando los problemas de información del estado que también hicimos evidentes líneas arriba- a sectores que no les valoran o valoran menos que en otros, o a sectores donde su productividad es menor y se genera pérdida de la misma al no tener lo que se debería de producir efectivamente. Es decir, como ejemplo, yo podría estar dando recursos a las fuerzas armadas para que aumenten la protección y defensa exterior del país, pero la realidad indica que si ese dinero estuviera en el mercado, estaríamos invirtiendo en el sector educación o salud, o bien ya se podría estar dando recursos a los sectores salud y educación, como lo haría el mercado, pero a grupos que producen menos de lo esperado, generando problemas de productividad al no asignarlo a los más productivos. En otras palabras, con esta dificultad nos enfrentamos a dos frentes: 1) Los recursos disponibles podrían estar yendo a sectores que, de no ser porque el estado lo asigna, no estarían recibiendo inversión o el nivel de inversión que reciben en la actualidad, quitándosela a otros que le valoran más; y 2) Los recursos podrían estar dándose a grupos donde la productividad es X, pero si el mercado los asignara podrían estar en grupos donde la producción es 2X (el doble) o más -de más está indicar que más productividad es más bienestar para la sociedad y, por tanto, desarrollo-. En ese orden de ideas, cuando el estado nos pide o captura recursos y los asigna a libre voluntad, nada me asegura que lo estará haciendo en los sectores que mejor lo valoran o más productividad generan, lo cual es una evidente perdida porque estoy sacrificando productividad actual o futura a razón de que no se están sirviendo de la información que brinda el mercado, sino de los dictámenes de unos pocos que toman la decisión, por así decirlo, a ciegas. c) Distorsiona la economía de un país porque asigna recursos según preferencias particulares de unos pocos y no de mercado. Como también hizo evidente McMaken en las líneas precedentes4, no solo sucede que el Gasto Público lleva recursos disponibles a sectores que no le valoran lo suficiente, no le sabrán dar buen uso o el mejor uso posible para maximizar productividad, sino que además los retirará del mercado –porque precisamente son recursos escasos- y, por consiguiente, tampoco estarán disponibles para que las personas que sí les valoran lo suficiente o les sepan utilizar mejor, los puedan usar o adquirir. Es así que hay un doble 3 4

Vid. Supra. Pág. 7. Vid. Supra. Pág. 7.

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efecto: 1) Doy a quien no debería tener y 2) El que debería tener se queda sin posibilidad de obtener. Esto es lógico porque cuando yo le asigno un recurso a alguien, se lo dejo de asignar a otro –costo de oportunidad-, lo cual no está mal porque no estamos en un mundo de recursos infinitos, pero lo que sí está mal o no es idóneo es que quien deje de tener acceso a los recursos sea quien más valor les da o mejor puede producir con ellos. En ese caso, lo que sucede es que quien puede producir más y valora más el recurso se quedará sin producir y, por ende, distorsionaría la economía interna al tener los recursos yendo a sectores inadecuados y produciendo lo que la sociedad no está demandando. Es de agregar que esto no es todo. No queda solo en la primera mala asignación por parte del gasto; hemos de tomar en cuenta que después de la primera asignación errada por parte del gobierno, las personas que se vieron beneficiadas con el recurso también demandaran nuevos recursos, que también serán retirados de la posibilidad de caer en manos de quien más valor les asignarían o productividad generarían… y así una larga cadena de recursos que son retirados de las manos de las personas que más valor les dan o mejor uso le dan y generando productos o servicios que no están siendo requeridos por el mercado. Por lo que, de lo expresado, vemos como el Gasto Público genera una mala asignación que luego deviene en otras posteriores que distorsionaran la economía al grado de hacer que proyectos interesantes puedan quedar inconclusos y malos proyectos vean la luz, a pesar de que no sea lo que el mercado demanda o necesita. d) Las innovaciones o mejoras se van ralentizando. Como el sector público va haciéndose presente cada vez más en determinados sectores en los que presta bienes y servicios, el privado se va reduciendo a su mínima expresión y languideciendo; esto conlleva a que las innovaciones que la actividad empresarial normalmente realiza, por la competencia entre privados, se vayan ralentizando debido a que la presencia del sector privado es insuficiente para acometerlas. A cambio ha quedado a cargo el sector público que guarda en sí serias dificultades para generar innovaciones empresariales o mejoras continuas, lo cual es sinónimo de vivir congelados en el tiempo y recibiendo bienes y servicios del estado que no van de la mano con las mejoras tecnológicas, o de cualquier tipo, que sí existirían en caso de que el privado fuera quien las acometiera. Por consiguiente, cuando el gasto público está presente, además de la reducción evidente de agentes privados y productividad, también tenemos venida a menos las innovaciones que sirven, en muy buena cuenta, para generar bienestar y desarrollo al interior de los países. e) Quita la posibilidad de ahorrar para, luego, invertir en proyectos nuevos. Como indiqué en el punto precedente, el Gobierno de turno quita dinero, por medio de impuestos, para invertir en gasto público, cuando ese dinero bien podría estar siendo ahorrado para luego ser puesto a mi disposición o de otros emprendedores que lo requieran para iniciar proyectos de desarrollo que puedan multiplicar la productividad del país y dar crecimiento sostenible.

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Es decir, cuando yo y muchas personas ahorramos, lo que se genera es mucho ahorro y, por tanto, exceso de capital ofertado; así cae la tasa de interés y gran cantidad de personas, con proyectos en mente, pueden hacer realidad estos al aumentar la rentabilidad de los mismos –cayendo el costo del capital-; en cambio, si el ahorro no se da previamente, no habrá capital que asignar a mí mismo o los emprendedores y, por tanto, los proyectos se verán frustrados, dejándose en el tintero muchos proyectos que ayudarían a multiplicar productividad y elevar el desarrollo del país. Es este un punto muy grave porque destruye, el gasto público, la cadena lógica del desarrollo. Como bien ha indicado el profesor Bastos muchas veces, es el ahorro el pilar para el desarrollo; por consiguiente, si el Gasto Público me obliga a gastar dinero ahora en proyectos que no son de mi interés, no solo provoca que ellos se lleven a cabo, sino también que deje de ver en un futuro los proyectos que sí son de mi interés, pero por falta de capital no se han podido materializar. f) Su uso puede llevar a generar deuda futura que estancará a generaciones venideras. Si el gasto público, aun controlado y regulado, se junta con una etapa de escases en un determinado país, no quedará más remedio que generar deuda a través de préstamos que generarán estancamiento a generaciones futuras porque, tarde o temprano, serán estas quienes deberán de pagarlos llegado el momento –así como hoy nosotros pagamos las de las generaciones pasadas-. Es decir, aún con un gasto controlado y que se limite a lo recaudado en un ejercicio, si ya he destruido suficiente iniciativa empresarial que haga mermar la productividad de los agentes privados, me encontraré con falta de recursos recaudados, lo que inexorablemente me va a llevar a endeudar generaciones futuras para poder seguir solventando el gasto ya estructurado y que no puede reducir. Como es evidente, si reduzco la productividad, también iré reduciendo recaudación; por lo cual, llegado a un punto, aun sin aumentar el gasto público, no podré cubrir el presupuesto anual. Este efecto va de la mano con la destrucción de la iniciativa empresarial que pasa factura en los años venideros a la inversión de Gasto Público. g) Pone la dirección de servicios importantes en manos temporales. El Gasto Público tiene la característica principal de que es promovido por el gobierno, en específico, por las personas designadas por el gobierno en sus diferentes direcciones que, por mucho conocimiento previo que tengan y preparadas que estén, solo estarán en los cargos poco tiempo o tiempos determinados y no estables; además, ocuparan el cargo por sus cualidades, pero estas no siempre son las de ser el más entendido en el tema y quien mejor puede dirigir el área en específico, sino en su capacidad para satisfacer lo que en ese momento el gobierno necesita, sea votos, crédito político, etc. En ese particular caso, vemos cómo podría asignarse de manera arbitraría los recursos por gente que tiene cargos temporales y, por consiguiente, no les importa brindar un servicio perdurable o de calidad. Es decir, la persona a cargo puede que busque lo mejor, pero la pregunta es ¿para qué?, mientras el sector privado se esfuerza en mejorar en tanto al servicio que este presta, el sector público puede considerar bueno invertir en corto para ganar las elecciones, mejorar la imagen política o favorecer a algún contratista en particular; pero esto no siempre es lo que el mercado necesita o solicitaría,

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sino que se guían por indicadores diferentes a los de la mejora especifica en el servicio que se presta o bien que se provee. A su vez, podríamos encontrarnos con situaciones en las que las decisiones del gasto vayan variando según cada cambio del gobierno o de encargado de las direcciones y esto, al no tener tiempos definidos, podría dar giros que es imposible prever o podría ser grave para el servicio que se pretende prestar. En ese sentido, nada me asegura que retirar recursos de manos del privado para dárselos a público vaya a ser mejor que dejarlas en sus manos porque, como he indicado, al ser personas en cargos temporales, no tiene por qué tomar las mejores decisiones posibles para lo que solicitaría el mercado.

III.

Tercero: Bondades de minimizar el Gasto Público.-

Como hemos podido apreciar y puntualizar en el punto anterior, el Gasto Público genera diversas dificultades que no hacen más que estancarnos y provocar que no podamos ser desarrollados, como esperamos. Es cierto que a los habitantes de países tercer mundistas nos gusta creer que prosperamos cuando el precio de una materia prima que poseemos se eleva y nos permite obtener mejores ganancias por la venta de esta al mercado exterior, lo cual permite, a su vez, tener más gasto público y la economía de todos mejora; pero, aunque esto es bueno y lo reconozco, no podemos negar que esto es solo temporal: El precio del commodity volverá a caer en algún momento –por coyuntura o innovación de otros- y regresaremos a la realidad de que no tenemos un verdadero desarrollo económico que nos acompañe y haga perdurables en el tiempo. La realidad es que, la única vía para poder transformarse verdaderamente al desarrollo económico es hacerlo de la forma larga: ahorrar, invertir y producir; todo esto con libertad económica. Pero también es evidente que con todas las dificultades que hemos visto genera el Gasto de la Administración Publica, es necesario minimizarlo –indicaré cómo más adelantepara dar paso a los beneficios que procedo a enumerar: a) Los impuestos serían entendibles para todos. Si el Gasto Público se reduce a su mínima expresión, es decir, apenas estuviera presente en algunos sectores en los que, se dice, este sería imprescindible, ya no habría necesidad de recurrir a ilusiones fiscales o a gran cantidad de impuestos confusos que hagan aún más confusa la tributación por parte de personas naturales y jurídicas. El principal beneficio de ello es: 1) Que las personas, naturales o jurídicas, podrán destinar los recursos, que antes invertían en contratar a alguien que maneje estos impuestos confusos, ahora en diversificar inversión o mejorar la productividad de la actividad ya iniciada –incluso, reducir precios a los consumidores de sus bienes o servicios-., y 2) Que los emprendedores y personas de menos recursos ya no tendrían dificultades al enfrentar lo diversos impuestos –con sus distintos modos de tributar-, necesidad de invertir una parte de sus recursos en contratar a personas especializadas que les lleven a cabo el pago de estos, sin caer en multa, o, simplemente, ya no estarían

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expuestos al riesgo de pagar multas por no entender el modo de tributar que ha impuesto el Administrador Tributario. Entonces, notamos que los beneficios de tener impuestos entendibles es muy rentable para todos los integrantes de la sociedad, ricos o pobres; es más, aun cuando las personas que se han especializado en pagos de impuestos complejos se verían afectadas con la simplificación de ellos, el sector privado tendría más recursos para innovar o diversificar y estas personas que han quedado sin campo de trabajo, encontrarían labor en estos nuevos sectores que se aperturarán gracias al desarrollo económico. En sí, la sociedad se ve beneficiada porque vamos a tener más recursos puestos en mejorar y menos en entender las complejidades creadas por el estado. b) Aumentaría la productividad de los recursos disponibles. Si bien es cierto que no siempre que un recurso se valore más en un determinado sector, esto quiera decir que va a mejorar la productividad inmediatamente, la más de las veces sí es así y, las que no, deja la experiencia para los futuros emprendedores o les motiva para iniciar nuevos proyectos que sí hagan productivo el sector con el mismo recurso o con otros. Por eso, al ya no tener al sector público invirtiendo en los sectores que más le antoje –a libre elección-, pudiendo equivocarse, el sector privado vuelve a tener en su poder la decisión de llevar estos recursos donde sean más valorados hoy y, con muchas más precisión, más productividad generen, lo que generará mayor productividad presente o futura. En ese orden de ideas, si minimizo el gasto público, vuelvo a poner los recursos al mejor postor y, por tanto, se quedará con ellos quien más les valore o pugne por ellos. Muchas veces esto viene aparejado de aumento de la productividad inmediata y, por consiguiente, reducción de precios o mejora de la calidad del bien o servicio, que será un beneficio, colateral, también para el consumidor. Entonces, si la decisión vuelve a manos del mercado y ya no está en manos de uno pocos, nos aseguramos de que efectivamente se esté produciendo lo que las personas están solicitando y no lo que el estado quiera imponer. Así aseguramos que la producción, ante todo, satisfaga necesidades. Es necesario recordar que es cierto que otros sectores que valoran menos el recurso se quedarán sin él, pero esto no hará desaparecer el sector, sino que le hará buscar otras alternativas que hagan que el sector también se haga rentable y pueda competir por el mismo recurso, con mejores precios, o utilizar otros recursos por los que pueda ofrecer lo necesario. El libre mercado y su transmisión de información estarán en acción. c) La economía no sería direccionada y las inversiones que se acometerían tendrían seguridad de que se hacen sin más preferencias que las detectadas en el mercado. Como narré en el punto de la distorsión de la economía, vemos que el estado distorsiona la economía al asignar recursos y llevarlos por donde el mercado no lo haría; así quita posibilidad a otros de acceder a estos recursos, aun cuando les valoren más o puedan extraerles más productividad. Si el Gasto Público se minimiza, lo inmediatamente evidente es que la economía dejaría de estar direccionada e inmediatamente pasaríamos

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d)

e)

f)

g)

a depender de las preferencias del mercado; este con la información que genera, indicaría a los productores lo que deben de estar produciendo y en qué medida. No quiero decir que el mercado siempre sepa mejor en qué invertir o que no, pero sí es cierto que su capacidad de depuración y trasmisión de información es mucho más óptima que la que tiene el estado, lo que hace que los inversionistas pongan recursos con más confianza porque solo deben guiarse de su experiencia en el mercado o sus previsiones futuras y no en los direccionamientos del sector público. Habrían mejoras e innovaciones constantes. La propia competencia entre privados no solo reactivará la competencia por calidad o precios bajos, sino también en innovación para ganar adeptos o mantener los propios, así pueden obtener mejores productos a mejores precios y sin necesidad de que el gobierno lo esté pretendiendo acometer. Habrá más recursos destinados al ahorro y que luego se podrán utilizar para inversión. Aparejado a la reducción de Gasto Público está la reducción de los impuestos, en ese entendido, las personas tendrán más recursos económicos de los cuales, seguramente, un alto porcentaje irá al ahorro personal. En consecuencia, al haber mucho ahorro, la oferta de este crecerá y estará a disposición de los nuevos proyectos empresariales que estarán destinados a solidificar el crecimiento económico. El camino lógico se concretaría con: Ahorro, inversión en proyectos nuevos y desarrollo económico de los países. No se generaría deuda futura. No quiere decir que las personas no vayan a generar deudas propias porque lo más probable es que sí lo hagan; lo que dejaría de pasar es que dejemos de adoptar deudas que no hemos pedido y por las que pagamos sin, muchas veces, recibir ningún beneficio sobre ellas. Tal es el caso que hoy pagamos muchas deudas que fueron contraídas por generaciones pasadas sin haber podido disfrutar de nada de lo que ellas recibieron. Con la minimización del gasto público las deudas pasan a ser exclusivamente privadas y, por lo tanto, no pagan terceros en el futuro por beneficios que vengo recibiendo hoy. La dirección de la provisión de bienes y servicios estarían en las manos de los más idóneos. Al dejar de tener dirigentes puestos para buscar beneficios que no son mejoras para el producto o el servicio que se presta, se pueden colocar a las personas idóneas para ello por el Sector privado. Como la satisfacción del consumidor vuelve a ser lo más importante, el sector privado colocará a las personas con mejores cualidades para conseguir adeptos o mejores superlativas, lo cual deja en buena posición al consumidor frente a los bienes y servicios que antes le eran provistos.

IV.

Cuarto: Propuesta.-

Visión General de la Propuesta:

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Es muy cierto, y se ha demostrado en los puntos anteriores, que el Gasto Público mínimo puede llevar a un país a ser desarrollado; no obstante, la pregunta que surge de inmediato es “¿Cómo hacer la minimización?”. En el ejemplo de los zapatos TOMS, líneas arriba, vamos a encontrar fácil solución al problema que generan con la eliminación o disminución gradual – hasta llegar a 0 o cercano a él- de esta promoción que permite comprar un par de zapatos en sus tienes y, gracias a ello, regalar otro par a un niño de escasos recursos de algún lugar del mundo. Esto no afectaría de manera desmedida a nadie en la población porque el apoyo era ocasional, no mensual y no había generado dependencia –en lo cual el estado es especialista-. Sin embargo, con el estado y su Gasto Público el tema es más grande y complejo por la cantidad de bienes y servicios que este brinda y su presencia diaria –constante- en la vida de los ciudadanos, abarcando casi todos los sectores; por lo tanto, no es tarea fácil hablar de minimizar gasto en educación, salud, trabajo, seguridad social, etc. No obstante, no es objetivo de esta parte del trabajo decir qué hacer en cada sector y en cada país en específico porque eso es parte de un trabajo mucho más extenso y que implicaría hacer una análisis país por país, realidad por realidad y coyuntura por coyuntura sobre cada sector que tiene presente Gasto Público; pero lo que sí pretendo hacer es dar lineamientos generales, que habrán el panorama, de qué hacer con cada sector en que el estado haya invertido. Los sectores que vamos a abordar son: i. ii. iii. iv. v.

Servicios Públicos. Empresas Públicas. Subsidios. Programas Sociales. Obras Públicas.

Estos son los 5 puntos sobre los que girará la propuesta de minimización y que analizaremos una por una en la sección que viene. ¿Qué bienes o servicios sí? Antes de proponer el modo de minimizar el Gasto Público, es imperante señalar qué servicios o bienes sí pueden ser prestados por el estado con cargo al Gasto Público: En tanto a bienes, habiéndose demostrado, sobretodo, que la posibilidad de innovación del sector privado es más eficiente y optima, la competencia por la preferencia debe ser la del consumidor y la información que maneja el mercado es mucho más precisa, me parece innecesario dejarle esta labor al sector público; por tanto, en cuanto a bienes, no es necesario que el sector público provea a la sociedad con cargo a Gasto Público. En cuanto a servicios pasa algo similar a lo que acontece con los bienes. Es cierto que también el privado provee e innova mejor que el público en casi todos ellos, que la pugna por la preferencia debe ser la del consumidor y la información que maneja el sector privado es mucho más precisa que la del público, pero hay una excepción que no se puede obviar: Defensa Externa.

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En el extremo de la defensa externa, al ser muy difícil –se argumenta-, aunque no imposible, la presencia del sector privado en ese sector, lo que corresponde es mantenerlo con cargo a Gasto Público; un gasto mínimo y el personal estrictamente necesario que no demande más de 0.5% anual en impuestos de los ingresos del ciudadano. Es decir, apenas un monto ínfimo que sea capaz de solventar la defensa externa de los países, pero sin activar ninguno de los efectos que hemos comentado tiene el Gasto Público contra el desarrollo de los países. Es necesario precisar que si bien es cierto que solamente reconozco a un servicio como válido como pasible de recibir dinero de impuestos y, por tanto, ser objeto de Gasto Público, esto no quiere decir que pretenda eliminar todo el Gasto de golpe y desaparecerlo plenamente, sino que entiendo que, al acabar el proceso de minimización, solo este deberá de quedar como único gasto válido –si no encontramos otro modo de que el mercado lo provea-. Lo que yo pretendo evidenciar es que, en el camino de minimización, habrá todavía inversiones de Gasto Público con cargo a impuestos. Habiéndose demostrado y entendido ya que el Gasto Público no es más que nocivo para la sociedad, corresponde ahora plantear una propuesta de minimización de gasto para 5 sectores que son los principales sobre los que invierte la administración pública: a) Servicios Públicos.Los servicios públicos, llámese educación, salud y servicios similares, deben ser entregados a los profesionales que laboran en ellos, con todo y materiales, infraestructuras, etc. Todas las personas que trabajen dentro de estos sectores, pasaran a ser dueños de los colegios, hospitales, postas, o infraestructuras que antes fueron del estado y estuvieron mantenidas por Gasto Público. Una vez entregados los bienes muebles e inmuebles en calidad de propiedad, se debe privatizar el servicio, dejando que cualquier persona pueda invertir en ella o comprar la propiedad a los trabajadores que les fue entregada; así nos aseguramos que los servicios estén en manos de quienes mejor pueden hacerlo producir y más le valoren. El único compromiso asumido por quienes reciben en propiedad bienes o inmuebles del estado es que, pasado un tiempo -10 años propongo-, los trabajadores o personas que recibieron gratis, o los que compraron a quienes recibieron gratis, todos los bienes muebles e inmuebles de estos sectores, paguen el valor de mercado de estos a un fondo común que sirva para financiar el gasto público minimizado –sector defensa- por algunos años. b) Empresas Públicas.Con las empresas públicas, todas las que haya, se debe dividir estas –sus acciones- entre todos los ciudadanos –teniendo cada uno un número irrisorio de acciones-, lo cual no afrontaría a una sociedad con gran cantidad de acciones y con una muy difícil toma de decisiones con respecto a los rumbos de la empresa. Esto conllevará a que las personas vendan su porcentaje irrisorio de acciones y estas pasen a manos de las personas que más les valoran o, en su defecto, que un gran número de personas quede con las acciones

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esperando que el valor suba, pero encargando la dirección a un grupo más reducido – tipos de acciones-. En el peor de los casos podríamos encontrarnos con quiebras de estas sociedades por el manejo que no pueda llegar a darse a raíz de la difícil toma de decisiones, pero al liquidarse sus activos, estos ingresarán al mercado y, por tanto, podrán trasladarse nuevamente a las personas que más les valoran. Al igual que el punto anterior, el único compromiso es que, pasado un tiempo -10 años propongo-, las personas que recibieron gratis estas acciones o compraron las acciones de esta sociedad a quienes inicialmente fue entregada, paguen el valor de estas a un fondo común que sirva para financiar el gasto público minimizado –sector defensa- por algunos años. c) Subsidios.En el caso de subsidios, es cierto que lo ideal es retirarlos, pero debe de hacerse gradualmente porque hay personas que depende casi íntegramente de ellos hoy en día; en ese caso, si los quitamos de golpe, podríamos ocasionar una convulsión social violenta porque enviaríamos a muchas gente pobre a la extrema pobreza de un solo golpe y sin atenuante. Lo mejor es, por un lapso de tiempo -10 años máximo-, consentir la entrega de vales para acceder a servicios o bienes, en el sector privado, para las personas que menos recursos económicos tienen –salud, educación, compra de comida, etc-. Esto se haría con cargo a un impuesto general y único del 5% sobre el ingreso anual de todos los ciudadanos, el cual estaría destinado solamente a la provisión de estos vales. Transcurrido el plazo, al igual que en los puntos anteriores, el único compromiso es que las personas que recibieron los vales para acceder a bienes o servicios, paguen el valor de estos a un fondo común que sirva para financiar el gasto público minimizado –sector defensa- por algunos años para que las personas no tengan que retirar parte de sus recursos para hacerlo. d) Programas Sociales.Los programas sociales sí deben de desaparecer de plano y rápidamente. Considerando que habrá vales para acceder a bienes y servicios –salud, educación, compra de comida, etc-, los programas sociales que entregan bienes y servicios gratis se hacen innecesarios. Su existencia determinaría seguir solventando y cargando las responsabilidades de un tercero, que es lo que en cierto modo de busca evitar; por consiguiente, estos deben eliminarse y cualquier bien o servicio sea otorgado por el privado en libre competencia. e) Obras Públicas.Las obras públicas se eliminarían de plano también. Al minimizar el estado y llevarlo a lo estrictamente necesario, este ya no tendría campo que abarcar en tanto a obras de infraestructura porque bien esto podría ser cubierto por el sector privado con nuevas infraestructuras a realizar o manteniendo las existentes. Todo ello supeditado a los designios de la libre competencia y lo que requiera el mercado. En cuanto a la propiedad de las infraestructuras públicas existentes, estas serían entregadas del modo que narro

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en el punto b) de este apartado, es decir, como una fábrica pasible de ser dividida en acciones y entregadas a los ciudadanos para que decidan sobre ellas.

V.

Quinto: Conclusiones.-

PRIMERO.- Acorde a lo sostenido a lo largo de todo el trabajo que he presentado, encontramos que el Gasto Público, con su existencia dentro de los países, genera muchas dificultades al interior de estos para que puedan desarrollarse plenamente, pero no hablamos solo en el extremo de no permitirle crecer económicamente obteniendo ganancias monetarias idóneas a los recursos que posee, sino –además- en cuanto a que no permite desarrollarse. SEGUNDO.- Es, entonces, conclusión mía que el Gasto Público no solo debe ser recortado para que sea “bajo”, sino que es mejor llevarlo a su mínima expresión; lo que conlleva a minimizarlo. La minimización que sugiero hará, casi de inmediato, que los países empiecen a ganar productividad sostenible con los recursos que poseen. TERCERO.- Entiendo yo que el único servicio que debe permanecer como Gasto Público permanente es el destinado a Defensa Externa del país; esto porque es el único que, teóricamente, no encontraría suficiente acogida en el Sector Privado para ser asumida por este; sin embargo, dejó abierta la posibilidad a que también sea eliminado por el mercado.

VI. 1. 2. 3. 4.

1. 2. 3. 4. 5. 6.

Referencias bibliográficas:

Libros: BUCHANAN, James. (2014). Escritos escogidos. Navarra: Aranzadi. BUCHANAN, James. (1977). Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes. United States of America: Liberty Fund. EBELING, Richard. (2002). Selected Writings of Ludwig von Mises. United States of America: Liberty Fund. ROCABERT, Pasqual. (1997). La Ilusión Fiscal. abril 28, 2017, de Universidad Francisco Marroquín. Artículos: BULLARD, Alfredo. (2016). Pobreza S.A. agosto 20, 2017, de El Comercio. CARRINO, Iván. (2017). Gasto público: enemigo del crecimiento económico. agosto 14, 2017, de IvanCarrino.com. FERRERES, Orlando. (2015). Déficit fiscal y gasto público excesivo. agosto 10, 2017, de LA NACIÓN. MCMAKEN, Ryan. (2016). Cuatro razones por las que el gasto público es incluso peor que los impuestos. agosto 12, 2017, de Instituto Mises. RALLO, Juan Ramón. (2011). El gasto público no estimula la economía. agosto 12, 2017, de Juan Ramón Rallo. SOLANET, Manuel. (2012). La reducción del Gasto Público: Enfoque General. agosto 14, 2017, de Studylib.

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