CASO CLÍNICO La paciente trabaja en un centro comercial como asesora de ventas. Tiene 38 años de edad es casada y tiene dos hijos adolescentes. MOTIVO DE CONSULTA La paciente explica que constantemente cambiaba de trabajo. Además, su estado anímico variaba frente a cualquier situación que le generara estrés, tomando decisiones muy impulsivas que luego le hacían sentir culpable y triste. Asimismo, ella comenta haber sido siempre una persona muy tolerante y hacer esfuerzos por mantener una buena relación con las personas de su entorno para no verse abandonada, sin embargo, su esposo afirma que durante su convivencia mostraba ciertas conductas variables sobre sus deseos. También, era inconstante a la hora de tomar decisiones personales y respecto a su familia. Al tener a sus hijos mostró ciertas descargas de ira que le costaba controlar, peleaba constantemente con su pareja así como con sus hijos por las cosas más simples. Según su esposo, su relación personal, sexual y sentimental era intensa al inicio y durante el trascurso de su vida matrimonial, volviéndose inestable e inconstante pues la paciente se aislaba aduciendo que su familia era mala y no la amaban, ello provocó problemas familiares mostrando sentimientos de vacío al realizar sus actividades. Antes de asistir a consulta, la paciente se comportó de una manera muy violenta y explosiva con su esposo, debido al reclamo de este por el aumento exagerado de gastos del hogar. Antecedentes: La paciente vive con su esposo y sus dos hijos, ella había sido promotora en una central automotriz pero dejo de ejercer por no tener bien decidido sus planes. Su esposo la describió como una persona problemática. Constantemente mostraba problemas en su matrimonio y con sus hijos. El esposo le sugirió buscar ayuda psicológica a lo que se negó y se excusaba diciendo que solo era un estrés pasajero. El padre de la paciente de 80 años de edad, actualmente se encuentra internado en un Hospital Psiquiátrico, ya que padece de un trastorno mental no especificado. Al entrevistar a los hijos, mostraban cierta incomodidad al recordar las actitudes de su madre, mencionando que al explicarle a su madre algún logro personal, ella mostraba una “alegría pasajera”, mientras que, ante una mala acción por parte de los hijos, la madre reaccionaba con ira y momentos después se calmaba, pero, volvía a reaccionar con ira. Datos actuales Al examinar a la paciente se pudo notar que no estaba muy cómoda en la consulta ya que fue traída por su marido y no por voluntad propia. Asimismo, la paciente era bastante alta y exageraba en su forma de su vestir. Así mismo cuando se le pregunto sobre sus preferencias sexuales, dijo que tenía mucha impulsividad sexual y sentía cierta insatisfacción en el acto conyugal. También admitió que amenazó con suicidarse después de una pelea con su pareja la razón de esas amenazas era porque no se sentía realizada ni comprendida de esa manera castigaría a su familia. Creía que las malas acciones de sus hijos eran para que ella estuviera enferma y no rindiera en ningún trabajo. Durante este tiempo ha recibido tratamiento farmacológico diverso. Asimismo se ha realizado tratamiento psicoterapéutico con ella y con la familia, intentando reducir la conflictiva familiar.
Discusión: Los síntomas de la paciente responden a los criterios para el trastorno límite de personalidad F60.3 según el CIE – 10 Presenta esfuerzos por evitar el rechazo y abandono, patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizadas por extremos de idealización y devaluación, impulsividad en los gastos, comportamientos intensos y amenazas suicidas, inestabilidad afectiva debido a la reactividad del estado anímico, ira inapropiada. Criterios de diagnóstico: María tiene 38 años, tiene una larga trayectoria como paciente psiquiátrica y psicoterapéutica, en algunos casos con profesionales reconocidos y de probada capacidad. Ha sido diagnosticada ya hace años como TLP y cumple sobradamente los criterios diagnósticos del DSM (7 sobre 5 requeridos). 1º- Relaciones personales inestables con alternancia de idealización y desvalorización. 2º- Impulsividad. 3º- Inestabilidad afectiva con alternancia de alegría, tristeza e irritabilidad. 4º- Ira inapropiada que da lugar a frecuentes discusiones y peleas. 5º- Trastornos de identidad con errónea percepción de sí misma y sus deseos. 6º- Sentimiento crónico de vacío. 7º- Esfuerzos por evitarlo, tan titánicos como ineficaces. Su trastorno es diagnosticable como TLP también según los criterios del CIE-10 (6 sobre 3 requeridos para el diagnóstico): •
1-Impulsividad.
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2-Ánimo inestable.
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3-Incapacidad de planificación.
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4-Respuesta agresiva o auto agresiva a la frustración.
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5-Alteración de la imagen de sí misma y sus deseos.
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6-Relaciones tan intensas como inestables
Su síntoma más manifiesto, o al menos el que ella misma nos ofrece como tal, es la impulsividad y promiscuidad sexual, por las que ella se califica de zorra y otros epítetos igualmente denigratorios. Lo primero que le señalamos es que la consulta no es un confesionario y que no vamos a juzgar moralmente su conducta sexual. Emerge entonces el carácter compulsivo e insatisfactorio de su vida sexual: no busca en ella amor (o lo busca mal, ya que no lo obtiene) ni placer; se entrega a hombres que la denigran más por impulso que por deseo; puede alcanzar el orgasmo, pero una vez concluida la relación la invaden sentimientos de culpa, vacío y angustia.
Decidimos entonces atender al carácter patológico, sintomático, de una sexualidad que, más allá de su intensidad o frecuencia, la hace infeliz, sin ninguna intención moralizante. Y le pedimos que ella haga lo mismo, y que deje de usar palabras feas para referirse a sí misma. En un tiempo relativamente breve aprende a no responder siempre al deseo del otro, a decir “no” cuando cree que la relación no le resultará satisfactoria, que no la hará más feliz, sobre todo con hombres que no la respeten, que no la reconozcan en su integridad de ser humano. El no responder a su expectativa de condena moral la ayuda a interrumpir un cortocircuito de acción impulsiva y autocastigo (sentimiento de culpa) que conduce fatalmente a un nuevo acting y una nueva culpa, relanzando el ciclo. Restringida su actividad sexual (no por razones morales sino porque uno debe intentar evitar aquello que no le hace bien), revalorizada por sí misma, María comienza a cuestionar su idealización ambivalente del macho ibérico y su terapia se abre a otros problemas: tendencia a la acción impulsiva, intensa ambivalencia afectiva, reivindicación de una compensación por las injusticias padecidas en la infancia. Al resolverse algunos síntomas deja entonces de cumplir el mínimo de criterios requeridos para el diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad. Si el diagnóstico de TLP sirvió en su momento a María para nombrar su malestar y dejar de sentirse un bicho raro, la puesta en cuestión de ese mismo diagnóstico le ha permitido dejar de verse a sí misma como un caso, como una enferma, para comenzar a considerarse como una persona con dificultades psicológicas, primer paso para hacerse responsable de su actitud en la vida y los problemas que esta actitud le produce. La psicoterapia no es un jardín de rosas ni obra milagros. María continúa luchando en su terapia y su vida con sus trastornos, sus síntomas, sus problemas y de vez en cuando sufre una recaída. Pero las situaciones han perdido parte de su dramatismo, y esto porque empieza a vislumbrar que su trastorno no es una condena a perpetuidad y comienza a intuir una salida. A la familia de María le resulta más difícil reconocer los progresos logrados por ella, permanecen atados a una imagen ya formada. Puede que con el tiempo lleguen a acompañarla, o puede que tenga que seguir sola en este camino. El tiempo lo dirá. En la actualidad continuamos el tratamiento con antidepresivos y psicoterapia psicodinámica.