La no petición de matrimonio. “No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas, según los tangos, son todas putas (menos mamá). En los países del sur del mundo, una de cada tres mujeres recibe palizas, como parte de la rutina conyugal, en castigo por lo que ha hecho o por lo que podría hacer…” Eduardo Galeano. Todas las mañanas de lunes a viernes, las calles se llenan de mujeres desaliñadas, con el cabello enmarañado y enredado con las bolitas de los cobertores de la cama donde duermen, llenas ojeras o bolsas debajo de los ojos, con la cara sin lavar, mal encaradas, nadie al parecer las ha “mandado a tener hijos” y aun así sacrifican su imagen de mujeres solteras, por una de casadas, las que hacen y paran el tránsito todas las mañanas en las escuelas o en las iglesias, los domingos. Las amas de casa se apoderan de la luz del día, del trabajo del hogar y de lo único que puede haber y existir dentro de un hogar, de cómo los niños deben vestir, qué alimentos hacer en el tiempo indicado y cómo enseñar a las más jóvenes a ser una verdadera ama de casa. Todas las mujeres tienen un trabajo desde que nacen, sin ganar dinero por ello y es conforme al tiempo si éstas, deciden o no declinar al empleo, algunas no por gusto, sino porque no encontraron quién les justificara el trabajo, algunas por resistencia y otras tantas por amor al sacrilegio. Las amas de casa atiborran los mercados a horas pico, en la verdulería revisando que los nopales no estén espinudos, pero sí gruesos; el tomate rojo, peor no duro o el tomate verde casi amarillo, manosean las verduras y si no les gusta se van ante la mirada de odio del vendedor y en los tianguis dan doble vuelta revisando precios y comparando producto, g