Clasificación de las leucemias ¿Qué es la leucemia? La leucemia es un cáncer de los glóbulos blancos que se origina en la médula ósea, pero puede propagarse a la sangre, los ganglios linfáticos, el bazo, el hígado, el sistema nervioso central y otros órganos. En contraste, otros tipos de cáncer pueden originarse en estos órganos, y luego se propagan a la médula ósea (o a otras partes). Estos tumores cancerosos no son leucemia. La leucemia puede desarrollarse tanto en niños como en adultos. La leucemia es una enfermedad compleja que tiene muchos tipos y subtipos diferentes. La clase de tratamiento administrado y el pronóstico del paciente leucémico varían grandemente, de acuerdo con el tipo exacto de leucemia y otros factores individuales. El objetivo de este artículo consiste en ofrecer un resumen de los diferentes tipos de leucemia: de cómo se desarrollan, a quiénes afectan y la manera en que se tratan. La Sociedad Americana del Cáncer (American Cancer Society) dispone de información más detallada acerca de cada uno de estos tipos. La sangre y el sistema linfático Para poder entender los diferentes tipos de leucemia, resulta útil disponer de algunos datos básicos acerca de la sangre y del sistema linfático. A continuación presentamos una explicación de algunos de los componentes de estos sistemas. La médula ósea es la parte interna, blanda y esponjosa, de los huesos. Todos los tipos diferentes de células sanguíneas se forman en la médula ósea. En los bebés, la médula ósea se encuentra en casi todos los huesos del cuerpo; pero durante la adolescencia, se encuentra principalmente en los huesos planos, tales como los del cráneo, los omóplatos, las costillas, la pelvis y los huesos de la columna vertebral. La médula ósea está compuesta de células formadoras de sangre, células grasas y tejidos que contribuyen al crecimiento de las células sanguíneas. Las células sanguíneas originales (primitivas) se llaman células madres. Estas células crecen (maduran) ordenadamente para producir los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. Los glóbulos rojos transportan el oxígeno de los pulmones a todos los demás tejidos del cuerpo, y también eliminan el dióxido de carbono, un producto de desecho de la actividad celular. La escasez de glóbulos rojos (anemia) causa debilidad, falta de aire y cansancio. Los glóbulos blancos (leucocitos) protegen el organismo contra los gérmenes (los virus y las bacterias). Existen numerosos tipos (y subtipos) de glóbulos blancos, desempeñando cada uno de éstos un papel especial en la protección del organismo contra las infecciones. Los tres tipos principales de glóbulos blancos son los granulocitos, los monocitos y los linfocitos. El sufijo cito significa célula. En realidad, las plaquetas son fragmentos que se desprenden de ciertas células de la médula ósea. Se les llama plaquetas porque, en el microscopio, parecen pequeñas placas. Las plaquetas ayudan a evitar las hemorragias al obstruir las áreas de vasos sanguíneos dañados por cortaduras o contusiones. El sistema linfático consta de vasos linfáticos, ganglios linfáticos y linfa. Los vasos linfáticos son como venas, salvo que transportan un líquido claro, la linfa, en lugar de sangre. La linfa está compuesta del exceso de líquido procedente de los tejidos, productos de desecho y células del sistema inmunológico.
Los ganglios linfáticos (a veces llamados glándulas linfáticas) son órganos del tamaño de frijoles, situados a lo largo de los vasos linfáticos, que contienen las células del sistema inmunológico. Estos ganglios aumentan de tamaño cuando combaten alguna infección. Por lo general, la inflamación de los ganglios linfáticos no es nada serio, especialmente en los niños, pero, en raros casos, pueden ser señal de leucemia, cuando el cáncer se ha propagado fuera de la médula ósea. Los diferentes tipos de leucemia Existen cuatro tipos principales de leucemia: aguda linfocítica versus mielógena o mieloide
versus
crónica
El término aguda significa "de rápido desarrollo". Aunque las células crecen rápidamente, no pueden madurar de forma adecuada. El término crónica se refiere a una condición en la que las células parecen ser maduras, pero no son completamente normales. Éstas viven demasiado tiempo y causan una acumulación de ciertos tipos de glóbulos blancos. Los términos linfocítica y mielógena (o mieloide) se refieren a dos tipos de células diferentes, a partir de las cuales se originan las leucemias. Las leucemias linfocíticas se desarrollan a partir de los linfocitos de la médula ósea. La leucemia mielógena (a veces llamada mielocítica) se desarrolla a partir de uno de los dos tipos de glóbulos blancos: los granulocitos o los monocitos. Al analizar si una leucemia es aguda o crónica y mielógena o linfocítica, la mayoría de los casos de leucemia pueden ser clasificados dentro de uno de los cuatro tipos principales señalados en la tabla que aparece a continuación. Y, aunque tanto niños como adultos pueden desarrollar leucemia, ciertos tipos son más frecuentes en un grupo de edades que en otro. Por ejemplo, la gran mayoría de los casos de leucemia infantil son del tipo agudo. El único tipo de leucemia crónica detectado en niños es la leucemia mielógena crónica, y es muy poco frecuente. La tabla siguiente muestra los cuatro tipos principales de leucemia, así como la distribución de los mismos entre niños y adultos.
Leucemia linfocítica aguda
Afecta a niños y adultos Más frecuente en niños Representa poco más del 50% de todos los casos de leucemia infantil
Leucemia mielógena aguda (también llamada leucemia no linfocítica aguda)
Afecta a niños y adultos Representa poco menos del 50% de los casos de leucemia infantil
Leucemia linfocítica crónica
Afecta a adultos Casi dos veces más frecuente que la leucemia mielógena crónica
Leucemia mielógena crónica
Afecta principalmente a adultos; muy poco frecuente en niños Casi un 50% de la frecuencia de la leucemia linfocítica crónica
¿Cuáles son las causas de la leucemia? Se desconoce la causa exacta de la mayoría de los casos de leucemia. Sin embargo, durante los últimos años, los científicos han hecho considerables avances en la comprensión de cómo ciertos cambios en el ADN (conocido en inglés como DNA) pueden hacer que las células madres de la médula ósea se conviertan en leucemia. El DNA es la estructura química portadora de las instrucciones para casi todo lo que nuestras células hacen. Por lo general, nos parecemos a nuestros padres porque ellos son el origen de nuestro DNA. Sin embargo, el DNA afecta más que nuestra apariencia externa. Algunos genes (que forman parte de nuestro DNA) contienen instrucciones para controlar el momento en que nuestras células crecen y se dividen. Ciertos genes que promueven la división celular reciben el nombre de oncogenes. Otros, llamados genes supresores de tumores, hacen más lenta la división celular, o bien que las células mueran en el momento adecuado. El cáncer puede ser causado por cambios (mutaciones) en el DNA que activan los oncogenes o desactivan los genes supresores de tumores.
Los cambios en el DNA relacionados con la leucemia suelen presentarse después del nacimiento, en lugar de ser heredados. Estos cambios pueden ser causados por exposición a radiación o a productos químicos cancerígenos (que causan cáncer), pero, por lo general, ocurren sin motivo aparente. Cada vez que una célula se prepara para dividirse en dos nuevas células, debe hacer una copia de su DNA. Este proceso, sin embargo, no es perfecto, y a veces se producen errores al copiar. Afortunadamente, las células tienen enzimas reparadoras que corrigen el DNA. No obstante, es posible que se escapen algunos errores, especialmente si las células crecen con rapidez. Las translocaciones son otro tipo de problema del DNA que puede provocar el desarrollo de una leucemia. El DNA humano está contenido en 23 pares de cromosomas. Si el DNA de un cromosoma se une a un cromosoma equivocado, el error puede activar los oncogenes. Con frecuencia, diferentes tipos de leucemia experimentan translocaciones que afectan diferentes cromosomas. En ocasiones, las pruebas destinadas a detectar estas translocaciones resultan muy útiles para diagnosticar la leucemia, pronosticar el desenlace y determinar si la enfermedad ha recurrido (regresa) después del tratamiento. ¿Se puede prevenir la leucemia? Actualmente, no se conoce ninguna forma de prevenir la mayoría de los casos de leucemia. A diferencia de otros tipos de cáncer, la mayor parte de las leucemias no están vinculadas a factores de riesgo relativos al estilo de vida. Una excepción, no obstante, es el hábito de fumar. Se estima que hasta un 20% de los casos de leucemia mielógena aguda en adultos están relacionados con este hábito. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que la exposición a radiación o a productos químicos en el lugar de trabajo o en el medio ambiente es responsable de sólo un pequeño número de casos de leucemia, principalmente de leucemia aguda. Algunos niños que padecen de una enfermedad llamada síndrome de Li-Fraumeni, resultante de mutaciones heredadas del gen supresor de tumores llamado p53, tienen mayor riesgo de desarrollar leucemia. Además, en algunas personas, el tratamiento de otros tumores cancerosos anteriores con quimioterapia o radiación puede causar leucemias secundarias (posteriores al tratamiento). Repetimos que se desconoce la causa de la mayoría de los casos de leucemia. Los padres de niños que padecen de leucemia deben recordar que no hay nada que pudieran haber hecho para prevenir esta enfermedad. Síntomas de la leucemia La leucemia puede causar muchos signos y síntomas, algunos de éstos de carácter muy general. Tenga en cuenta que los síntomas que se mencionan a continuación también pudieran ser causados por otras enfermedades. Los síntomas generales de la leucemia pueden incluir cansancio, debilidad, pérdida de peso, fiebre y pérdida del apetito. La mayoría de los síntomas de la leucemia aguda se deben a la escasez de células sanguíneas normales, debido a que las células leucémicas desplazan a la médula ósea formadora de células sanguíneas normales. Por consiguiente, la persona no cuenta con suficientes glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas que funcionen adecuadamente. La anemia es el resultado de una escasez de glóbulos rojos, y puede causar falta de aire, cansancio y palidez. Una cantidad insuficiente de glóbulos blancos normales puede aumentar el riesgo de infección. Aunque las personas que padecen de leucemia pueden tener niveles
muy altos de glóbulos blancos, las células no son normales y no ofrecen una buena protección contra las infecciones. Una cantidad insuficiente de plaquetas puede dar lugar a moretones, pérdida de sangre, hemorragias nasales frecuentes o graves y encías sangrantes. La propagación de la leucemia fuera de la médula ósea a otros órganos o al sistema nervioso central puede causar diversos síntomas, tales como dolores de cabeza, debilidad, convulsiones, vómitos, dificultad para mantener el equilibrio y visión borrosa. Algunas personas sienten dolores en los huesos o en las articulaciones debido a la propagación de las células cancerosas a la superficie del hueso o al interior de la articulación. La leucemia también puede causar inflamación del hígado y del bazo. Si la enfermedad se ha propagado a los ganglios linfáticos, éstos pueden inflamarse. Un tipo de leucemia mielógena aguda tiende a propagarse a las encías, haciendo que éstas se inflamen, duelan y sangren. La propagación a la piel puede ocasionar pequeñas manchas coloreadas que parecen erupciones comunes. Cierto tipo de leucemia linfocítica aguda (de linfocitos tipo T) a menudo afecta el timo. Una gran vena, la vena cava superior, que transporta la sangre de la cabeza y los brazos de regreso al corazón, pasa cerca del timo. Un timo agrandado puede comprimir la tráquea contigua, causando tos, falta de aire o incluso asfixia. Si las células leucémicas comprimen la vena cava superior, pueden inflamarse los brazos y la cabeza (síndrome de la vena cava superior). Esta condición puede afectar el cerebro y pone en peligro la vida del paciente. Las personas que presentan este síndrome necesitan tratamiento inmediato. Pruebas para diagnosticar y clasificar la leucemia El simple hecho de que una persona manifieste algunos de los síntomas antes mencionados no significa que tenga leucemia. El médico deberá llevar a cabo ciertas pruebas para determinar si la enfermedad está presente y, de ser así, el tipo de leucemia de que se trata. Niveles de células sanguíneas y examen de células sanguíneas Los cambios en las cantidades de diferentes tipos de células sanguíneas y el aspecto de éstas en el microscopio pueden sugerir la presencia de una leucemia. Por ejemplo, la mayoría de las personas que padecen de leucemia aguda (mielógena o linfocítica) tendrán demasiados glóbulos blancos, insuficientes glóbulos rojos e insuficientes plaquetas. Además, muchos de los glóbulos blancos serán blastos, un tipo de célula inmadura que no se encuentra normalmente en la sangre circulante. Estas células no funcionan de la forma en que debieran hacerlo. Pruebas de médula ósea En el procedimiento de aspiración de médula ósea, se utiliza una aguja fina para extraer una pequeña cantidad de médula ósea líquida. Durante una biopsia de médula ósea, se extrae un pequeño cilindro de hueso y de médula (de aproximadamente 1/2 pulgada de largo) con una aguja ligeramente mayor. Por lo general, ambas muestras se toman al mismo tiempo de la parte posterior del hueso de la cadera. Estas pruebas se utilizan para determinar la presencia de una leucemia, y también, si la persona está recibiendo tratamiento, cómo responde la enfermedad al mismo. Biopsia escisional de ganglios linfáticos En este procedimiento, se extirpa el ganglio linfático completo. Si el ganglio se encuentra cerca de la superficie de la piel, ésta es una operación sencilla que puede llevarse a cabo
insensibilizando solamente el área circundante; pero si éste se encuentra dentro del tórax o del abdomen, será necesario administrar anestesia general al paciente. Este procedimiento sólo se utiliza en contadas ocasiones para las personas con leucemia. Punción lumbar En este procedimiento, se introduce una pequeña aguja en la cavidad vertebral de la región lumbar para extraer una pequeña cantidad de líquido cefalorraquídeo, el cual se examina para ver si contiene células leucémicas. La punción lumbar también puede emplearse para administrar medicamentos quimioterapéuticos directamente al líquido cefalorraquídeo. Pruebas de química sanguínea Estas pruebas miden la cantidad de ciertas sustancias químicas presentes en la sangre. No se utilizan para diagnosticar una leucemia, sino más bien para ayudar a detectar problemas del hígado o de los riñones causados por esta enfermedad, o por ciertos medicamentos quimioterapéuticos. Pruebas de laboratorio Los médicos utilizan una serie de pruebas de laboratorio muy precisas para diagnosticar y clasificar la leucemia. Es importante saber el tipo exacto de leucemia que padece la persona para seleccionar el mejor tratamiento. Todas las muestras de biopsia (médula ósea, tejido de ganglios linfáticos, sangre y líquido cefalorraquídeo) son examinadas en el microscopio por un médico especializado en enfermedades de la sangre y del tejido linfoide. El médico analiza el tamaño y la forma de las células, así como otras características, para clasificarlas en tipos específicos. Un objetivo importante de este proceso es ver si las células parecen ser maduras o no. Las células más inmaduras se denominan blastos. Estos blastos son ineficaces para combatir las infecciones, pero pueden reproducirse y desplazar a las células maduras normales. El porcentaje de blastos ayuda al médico a determinar la presencia de una leucemia aguda. Por lo general, un 30% de blastos en la médula indica una leucemia aguda. Para que una persona se considere en remisión (cuando el cáncer no es detectado por cierto período de tiempo), el porcentaje de blastos no deberá ser mayor del 5%. Estudios radiológicos Los estudios radiológicos se utilizan para producir imágenes del interior del cuerpo. En las personas con leucemia, se pueden hacer varios tipos de estos estudios. A menudo se toman radiografías para detectar la presencia de alguna masa en el tórax, o bien de leucemia en los huesos o, en raros casos, en las articulaciones. La tomografía computadorizada (CT, por sus siglas en inglés) es un procedimiento especial, en el cual una máquina radiográfica se mueve alrededor del cuerpo del paciente, mientras toma impresiones desde diferentes ángulos. Este tipo de estudio no se utiliza con frecuencia en los casos de leucemia, pero puede mostrar si la enfermedad se encuentra en los ganglios linfáticos del tórax o en la parte posterior del abdomen. El examen de resonancia magnética (MRI, por sus siglas en inglés) es un método que utiliza poderosos magnetos (imanes) y ondas radiales para producir imágenes computadorizadas
precisas del cuerpo. El ultrasonido utiliza ondas sonoras para producir imágenes de los órganos internos. Esta prueba puede distinguir las masas sólidas de las que están llenas de líquido. También se utiliza para ver si los riñones, el hígado o el bazo han sido afectados por la leucemia. ¿Cómo se clasifica la leucemia? A la mayoría de los tipos de cáncer se les asigna una etapa (I, II, III o IV) según el tamaño y la extensión del tumor. Por lo general, este sistema no se aplica a la leucemia, ya que ésta es una enfermedad de las células sanguíneas que no suele formar tumores ni masas sólidas. La leucemia afecta la totalidad de la médula ósea y, en muchos casos, ya se ha propagado a otros órganos del cuerpo. En el caso de la leucemia, las pruebas de laboratorio se concentran en proporcionar una descripción clara de diferentes características de la enfermedad, las cuales, a su vez, ayudan a pronosticar el posible desenlace de la enfermedad, y a orientar las decisiones en cuanto a tratamiento. Cada tipo principal de leucemia tiene su propio sistema de clasificación. La información que aparece a continuación ofrece un breve resumen de estos sistemas. La Sociedad Americana del Cáncer cuenta con más información detallada en documentos por separado sobre todos los principales tipos de leucemia. Clasificación de las leucemias infantiles Debido que el tratamiento de la leucemia ha mejorado en los últimos 20 años, las investigaciones se han concentrado en averiguar la razón por la cual algunos pacientes tienen más probabilidades de curarse que otros. Entre los pacientes que tuvieron buenas o malas respuestas al tratamiento, se encontraron ciertas características de pronóstico, llamadas así porque ayudan a predecir el curso de la enfermedad. Estas características se utilizan para ayudar a los médicos a decidir el tipo de tratamiento más adecuado para un paciente dado. Casi todos los casos de leucemia infantil son del tipo agudo: leucemia linfocítica aguda o leucemia mielógena aguda. Los niños que padecen de leucemia se dividen en dos grupos: de bajo riesgo y de alto riesgo. El grupo de alto riesgo recibe un tratamiento más intensivo. A continuación presentamos algunas de las características de pronóstico utilizadas en la leucemia linfocítica aguda para separar los dos grupos:
Edad: Los niños menores de 1 a 2 años y los mayores de 10 son pacientes de riesgo más alto. Nivel de glóbulos blancos: Los niños con niveles de glóbulos blancos superiores a 50,000 por milímetro cúbico al diagnosticarse la leucemia, suelen tener peor respuesta con el tratamiento estándar. Citogenética (estudio de los cromosomas): Ciertas características de los cromosomas pueden indicar un riesgo mayor o menor. Sexo: Las niñas tienen mayores probabilidades de curarse que los varones. Raza: En los niños de la raza negra, la leucemia linfocítica aguda tiende a responder peor al tratamiento que en los niños de otras razas. Enfermedad del sistema nervioso central: Por lo general, la afección del sistema nervioso central significa una peor respuesta al tratamiento. Respuesta al tratamiento: Los niños que responden bien al tratamiento durante la primera semana, o durante las dos primeras semanas, suelen tener un mejor desenlace a largo plazo.
En el caso de la leucemia mielógena aguda, éstas son algunas de las características de
pronóstico:
Nivel de glóbulos blancos: Los pacientes con un nivel de glóbulos blancos superior a 100,000 por milímetro cúbico tienen peor respuesta con el tratamiento estándar. Citogenética: Ciertas características de los cromosomas pueden indicar un riesgo mayor o menor. Forma/aspecto (morfología): Ciertas características de las células indican un peor pronóstico. Síndrome de Down: Los niños con síndrome de Down tienen un índice de curación superior al de los que no padecen de esta condición. Respuesta al tratamiento: Los niños que responden después del primer tratamiento de quimioterapia suelen tener un mejor desenlace a largo plazo.
Clasificación de la leucemia en adultos Por diversas razones, los sistemas de clasificación (o de clasificación por etapas) de la leucemia en adultos resultan muy complicados. En primer lugar, puede haber muchos subtipos dentro de los tipos principales. Y, además de estos subtipos, ciertas características de pronóstico también desempeñan un papel importante en la clasificación de la leucemia. Por último, para al menos uno de los tipos principales, la leucemia linfocítica crónica, se utilizan dos sistemas diferentes de clasificación por etapas. La Sociedad Americana del Cáncer cuenta con información detallada acerca de cada una de las leucemias en adultos. Esta información incluye una explicación de los sistemas de clasificación pertinentes. Algunas personas hallarán útil esta información para comprender el tipo de leucemia de que padecen. Es posible que otras estén menos interesadas en los detalles de estas pruebas, y quieran concentrarse en la información concerniente al tratamiento. Una vez que usted conozca el tipo de leucemia al que se enfrenta, puede comunicarse con la Sociedad Americana del Cáncer (1-800-227-2345) para solicitar el documento en que se explica detalladamente dicho tipo. ¿Cómo se trata la leucemia? Como se señaló anteriormente, la leucemia no es una sola enfermedad, sino, en realidad, un grupo de enfermedades; las opciones de tratamiento para cada paciente se basan en el tipo de leucemia, la etapa en que ésta se encuentra y ciertas características de pronóstico. Esta sección ofrece información general acerca de los tratamientos correspondientes a los tipos principales de leucemia. No obstante, tenga en cuenta que cada persona es un caso único, y que la decisión con respecto al tratamiento de cada persona se basará en una serie de factores individuales. Quimioterapia La quimioterapia se refiere al uso de medicamentos contra el cáncer que entran en la sangre y llegan a todas las áreas del cuerpo para destruir las células cancerosas. La quimioterapia es el tratamiento principal para casi todos los tipos de leucemia. Aunque los medicamentos quimioterapéuticos destruyen las células cancerosas, también pueden destruir las normales. Esto sucede porque atacan las células de rápido crecimiento, tales como las cancerosas, pero, durante el proceso, también dañan otras células que crecen con rapidez. Es probable que el revestimiento de la boca y de los intestinos, los folículos pilosos y otros tejidos de rápido crecimiento se vean afectados por la quimioterapia.
Por consiguiente, las personas tratadas con quimioterapia pueden tener un mayor riesgo de infección (debido a los bajos niveles de glóbulos blancos), pueden presentar contusiones o sangrar con facilidad (debido a los bajos niveles de plaquetas), y pueden cansarse con frecuencia (debido a los bajos niveles de glóbulos rojos). Otros efectos secundarios de la quimioterapia pueden incluir una pérdida temporal del cabello, náuseas, vómitos y pérdida del apetito. Estos efectos secundarios suelen desaparecer poco después de finalizado el tratamiento. Además, a menudo hay formas de controlarlos durante el mismo. Por ejemplo, existen medicamentos que se pueden tomar junto con la quimioterapia para prevenir o reducir las náuseas y los vómitos. En ocasiones, se administran ciertos medicamentos conocidos como factores de crecimiento para mantener más altos los niveles de sangre y reducir las probabilidades de infección. Otras formas en que las personas pueden reducir el riesgo de infección son evitando lo más posible la exposición a los gérmenes, lavándose las manos, así como no ingiriendo frutas y vegetales no cocinados. Los pacientes que están recibiendo tratamiento también deben evitar las aglomeraciones (estar cerca de muchas personas) y no acercarse a personas enfermas. Durante el tratamiento, los pacientes también pudieran recibir potentes antibióticos como protección adicional. Podrían empezar a tomarlos a la primera señal de infección, o incluso antes, como medida preventiva. Si los niveles de plaquetas fueran bajos, podrían recibir transfusiones de plaquetas, y transfusiones de glóbulos rojos si los niveles bajos de glóbulos rojos estuvieran causando cansancio o falta de aire. El síndrome de lisis tumoral es un efecto secundario causado por la rápida descomposición de las células leucémicas. Cuando estas células son destruidas, liberan sustancias en la sangre que pueden afectar los riñones, el corazón y el sistema nervioso. Este problema se puede evitar administrándole al paciente líquidos adicionales o ciertos medicamentos que ayudan al cuerpo a eliminar estas toxinas. En algunos tipos de leucemia aguda, los tratamientos quimioterapéuticos se administran en fases. En general, el objetivo de la primera fase (llamada inducción) es destruir la mayor cantidad de células lo más rápidamente posible. Este tratamiento intensivo inicial dura hasta que la mayoría de las células leucémicas han sido destruidas. La segunda fase (llamada terapia de consolidación, intensificación o posremisión) procura destruir las células cancerosas remanentes y prevenir una recaída. Una vez que el número de células leucémicas ha sido reducido mediante el tratamiento en las dos primeras fases, puede empezar una tercera fase, llamada de mantenimiento. Además, a algunas personas que padecen de leucemia linfocítica aguda, puede ser necesario administrarles quimioterapia en el líquido cefalorraquídeo para prevenir la propagación al cerebro o a la médula espinal. La quimioterapia, junto con otros tipos de tratamiento, también se utiliza para la leucemia crónica, pero los planes y medicamentos terapéuticos empleados son diferentes a los que se usan para la leucemia aguda. Puede encontrarse información detallada acerca de estos tratamientos en el documento de la Sociedad Americana del Cáncer titulado "Leucemia crónica en adultos." Solicítelo llamando al 1-800-227-2345. Trasplante de células madres Como se señaló anteriormente, la quimioterapia puede dañar las células normales, al igual que las células cancerosas. El trasplante de células madres permite a los médicos utilizar las altas dosis de quimioterapia necesarias para lograr un tratamiento eficaz. Aunque los medicamentos destruyen la médula ósea del paciente, las células madres trasplantadas pueden restaurar las
células madres de la médula ósea productora de sangre. He aquí cómo: Las células madres para el trasplante se toman de la médula ósea o de la sangre (mediante un proceso llamado aféresis). Estas células madres pueden obtenerse del propio paciente o de un donante compatible. Seguidamente, se administran al paciente dosis muy altas de quimioterapia para destruir las células cancerosas. El paciente también recibe radiación total en el cuerpo para destruir cualesquiera células cancerosas remanentes. Después de la terapia, las células madres almacenadas se administran al paciente en forma de transfusión de sangre. Entonces comienza el período de espera, mientras las células madres se asientan en la médula ósea del paciente, y empiezan a crecer y a producir células sanguíneas. A las personas que reciben células madres de un donante se les administran medicamentos para prevenir un rechazo. Por lo general, en un período aproximado de 14 a 21 días después de la infusión de las células madres, éstas comienzan a producir glóbulos blancos. Luego empiezan a producir plaquetas y, por último, glóbulos rojos. Los pacientes que reciben un trasplante de células madres tienen que mantenerse alejados de los gérmenes (en aislamiento protector) lo más posible hasta que su nivel de glóbulos blancos alcance un punto seguro. Los pacientes permanecen hospitalizados hasta que el nivel de glóbulos blancos llegue a cierto número, por lo general, unos 1,000. Una vez que han regresado al hogar, serán examinados casi diariamente en la clínica para pacientes ambulatorios durante varias semanas. El trasplante de células madres constituye aún un tratamiento relativamente nuevo y complejo. Si los médicos consideran que este tratamiento puede ayudar a una persona con leucemia, es importante que el mismo se lleve a cabo en un hospital donde el personal tenga experiencia en este procedimiento. Es posible que algunos programas de trasplante no tengan experiencia en ciertos tipos de trasplante, especialmente en los que proceden de donantes ajenos. El trasplante de células madres es muy costoso, y requiere una estadía prolongada en el hospital. Debido a que algunas compañías de seguro lo ven como un tratamiento experimental, es posible que no lo paguen. Los efectos secundarios del trasplante de células madres pueden dividirse en efectos tempranos y a largo plazo. Los efectos tempranos son, básicamente, los mismos que los de cualquier tipo de quimioterapia en altas dosis, y son causados por el daño a la médula ósea, así como a otros tejidos del cuerpo de rápida reproducción. Los efectos secundarios pueden durar largo tiempo. A veces, no se manifiestan hasta años después del trasplante. Entre los efectos secundarios a largo plazo se encuentran los siguientes:
Daños a los pulmones por la radiación, que causan falta de aire Enfermedad de injerto contra huésped, que sólo se presenta en los trasplantes de donantes (este grave efecto secundario se produce cuando las células del sistema inmunológico del donante atacan los tejidos de la piel, el hígado, la boca u otros órganos del paciente. Los síntomas incluyen debilidad, cansancio, resequedad de la boca, erupciones, infecciones y dolores musculares). Daños a los ovarios, que causan esterilidad y suspensión de los períodos menstruales (la regla) Daños a la glándula tiroides que causan problemas con el metabolismo Cataratas (daños al cristalino del ojo) Daños a los huesos; si son graves, el paciente deberá someterse a un reemplazo de parte del hueso y de la articulación
Radioterapia La radioterapia, que se refiere al uso de rayos X de alta energía para destruir las células cancerosas, desempeña un papel limitado en el tratamiento de las personas con leucemia. En el caso de niños y adultos con leucemia aguda, la radiación pudiera emplearse para tratar un cáncer que se ha propagado al sistema nervioso central o a los testículos. En un caso de emergencia, también puede utilizarse, aunque con poca frecuencia, para tratar la presión ejercida sobre la tráquea. Incluso en este caso, está siendo sustituida por la quimioterapia. Las personas sometidas a un trasplante de células madres también reciben radioterapia a todo el cuerpo, a fin de destruir las células cancerosas remanentes. Por lo general, la radioterapia no es el tratamiento principal para aquellas personas que padecen de leucemia crónica. Pudiera emplearse para reducir un bazo aumentado de tamaño, si la quimioterapia no ha servido de ayuda, o bien para aliviar el dolor en los huesos causado por el crecimiento de las células cancerosas en la médula ósea. Cirugía A diferencia de la mayoría de otros tumores cancerosos, por lo general, la cirugía no se utiliza para tratar la leucemia. Esto se debe a que la leucemia es una enfermedad de la sangre y de la médula ósea, por lo que no se puede curar mediante una operación. No obstante, la cirugía puede utilizarse para ayudar a administrar el tratamiento mediante la introducción quirúrgica de un tubo plástico en una vena mayor. Este tubo, llamado dispositivo de acceso venoso, permite la administración de medicamentos quimioterapéuticos o de otro tipo, así como la toma de muestras de sangre, sin necesidad de pinchar al paciente con la aguja varias veces. En algunos casos de leucemia crónica se emplea la cirugía para extirpar el bazo. Terapia de interferón Los interferones son un grupo de sustancias que el cuerpo produce normalmente, y que a veces se utilizan en el tratamiento de la leucemia crónica. Actúan mediante la desaceleración del crecimiento de las células leucémicas, ayudando al sistema inmunológico del cuerpo a combatir la enfermedad. El interferón se administra en forma de inyección, por lo general, una vez al día. Entre los posibles efectos secundarios se encuentran los dolores musculares, dolores en los huesos, dolores de cabeza, problemas mentales, cansancio, náuseas y vómitos. Estos problemas suelen mejorar una vez finalizado el tratamiento. Entretanto, existen medicamentos que pueden reducir estos efectos. ¿Qué sucede después del tratamiento de la leucemia? Una vez concluido el tratamiento de la leucemia, es necesario hacerse exámenes de seguimiento durante varios años. Estas consultas de seguimiento son muy importantes, ya que el médico podrá seguir buscando señales de recurrencia del cáncer, así como efectos secundarios a corto y largo plazo. No deje de informar de inmediato al médico la aparición de cualquier nuevo síntoma, de manera que se puedan tratar la recaída o los efectos secundarios. Los niños con leucemia requieren de cuidadosos exámenes físicos, pruebas de laboratorio y, en ocasiones, radiografías. Por lo general, estos exámenes serán mensuales durante el primer año, en meses alternos durante el segundo año, cada tres meses durante el tercer año, y cada seis meses hasta transcurrir cinco años del tratamiento. Después de este tiempo, es buena
idea que el niño sea visto por el médico anualmente para examinarlo. Si la leucemia recurre (vuelve), suele ocurrir mientras el niño está en tratamiento, o inmediatamente después de finalizado el mismo. Es poco frecuente que la leucemia mielógena aguda o la leucemia linfocítica aguda recurra, si no se manifiestan señales de la enfermedad durante los primeros dos años después de terminado el tratamiento. En el caso de los niños que han tenido leucemia, entre las posibles complicaciones del tratamiento a largo plazo se encuentran el daño cardíaco, el pobre rendimiento escolar, la posibilidad de desarrollar un segundo cáncer y problemas con la capacidad para tener hijos en el futuro. Estudios clínicos Los estudios de nuevos tratamientos prometedores se conocen como estudios clínicos. Un estudio clínico se lleva a cabo solamente cuando existe algún motivo para creer que el nuevo tratamiento puede ser valioso para el paciente. Frecuentemente, se comprueba que los tratamientos utilizados en los estudios clínicos tienen beneficios reales. Las preguntas fundamentales a los que los investigadores quieren dar respuesta son las siguientes:
¿Es eficaz este tipo de tratamiento? ¿Es más eficaz que el que estamos utilizando ahora? ¿Qué efectos secundarios produce? ¿Son más los beneficios que los riesgos? ¿En qué tipo de pacientes es más probable que el tratamiento resulte eficaz?
Durante el tratamiento, es posible que el médico le sugiera que considere la posibilidad de participar en un estudio clínico. Esto no significa que se le pida que sirva de conejillo de Indias humano. Un estudio clínico sólo se realiza cuando existe alguna razón para creer que el tratamiento que se está estudiando puede ser útil. Tampoco significa que el suyo sea un caso perdido, y que su médico esté sugiriendo un último esfuerzo desesperado. Los estudios clínicos se llevan a cabo por etapas llamadas fases. Cada fase tiene el objetivo de responder a ciertas preguntas. Pregúntele a su médico si hay algún estudio clínico que pudiera resultar adecuado para usted, y luego infórmese lo más que pueda sobre el mismo. Pueden haber riesgos, al igual que beneficios. Nadie sabe con anticipación si el tratamiento será más eficaz que los tratamientos estándar, ni exactamente qué efectos secundarios pudieran presentarse. Usted decide si desea participar, e incluso después de haberse inscrito, puede abandonar el estudio en cualquier momento y por cualquier motivo.