Loth, Pornografia, Erotismo Y Literatura.pdf

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Mundo Moderno

.

PAIDOS

DAVID LOTH

PORNOGRAFIA EROTISMO YLITERATO RA ·

BIBLIOTECA MUNDO MODERNO

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I

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1- H. M. Ruitenbeek: EL INDIVIDUO Y LA MUCHEDUMBRE. ldentidod y sociedod de mosos 2- Erich Fromm: Y SEREIS COMO DIOSES 3- O. J. Vogelmonn: EL ZEN Y LA CRISIS DEL HOMBRE 4- L. Volpicelli: INDUSTRIALISMO Y DEPORTE 5- H. M. Ru itenbeek y otros: DILEMA DE LA SOCIEDAD ORGAN I ZAC ION 6- Dante Panzeri: FUTBOL. DINAMICA DE LO IMPENSADO 7- Juliette Alvin: MUSICOTERAPIA 8- Narman L. Farberow: TEMAS TABU 9- Not Hentoff y Albert J. McCarthy: JAZZ, PSICOLOGIA y SOCIOLOGIA 10- David Loth: PORNOGRAFIA, EROTISMO Y LITERATURA 11- Ala in 8osquet, DALI DESNUDADO 12- Robert Theobald: EL SUELDO ASEGURADO 13- Michei·Antoine Bournier: LOS EXISTENCIALISTAS Y LA POLITICA 14- Michael Volin y Nancy Phelon: SEXO Y YOGA 15- D. Meiklejhon: LOS INTERESES PRIVADOS Y LA LIBERTAO 16- Erich Fromm: (.PODRA SOBREVIVIR EL HOMBRE? 17- A ldo Pelleqrini: PANORAMA DE LA PINTURA ARGENTINA CONTEMPORANEA 18- Rollo May: El DILEMA EXISTENCIAL DEL HOMBRE MODERNO 19- V. E. Wolfenstein: LOS REVOLUCIONA RIOS, LENIN, TROTSKY, GANDHI 20- H. M. Ru itenbeek: El MITO DEL MACHISMO 21- Jock Vernon, DENTRO DEL CUARTO NEGRO 22- E. Wiesel: LOS JUDIOS DEL SILENCIO 23- D. Riesman y otros: LA MUCHEDUMBRE SOLITARIA24- P. Bridg ham y E. F. Vogel: LA REVOLUCION CULTURAL DE MAO TSE-TUNG 25- luis Mercier Vego: LAS GUERRILLAS EN AMERICA LATINA 26- Eduardo Goligorsky y Marie Langer: CIENCIA-FICCION . REALIDAD Y PS ICOA NALISIS 27- Karen Horney: LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE \ NU ESTRO TI EMPO 28- A. Dook Bornett: CHINA DESPUES DE MAO 29- H. Gambini: El CHE GUEVARA 30- A. Ribicoff y J. O. Newmon: EL ESTILO POLITICO NORTEAMERICANO 31- A. Montagu: (.QUE ES EL HOMBRE? 32- G. Kosice: ARTE HIDROCINETICO 33- A. Ellis: El ARTE MODERNO DE SEDUCIR 34- G. F. Hudson y otros: EL CONFLICTO CHINO.SOVIETICO

PORNOGRAFIA, EROTISMO Y LITERATURA

YOLUMEN

10

DAVID LOTH ~

-J ó

PORNOGRAFIA, EROTISMO · V LITERATU

PAI DOS

Buenos Aires

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I NDICE

Tftulo del origino! lnglés THE EROTIC IN LlTERATURE

A historicol survey of pornography as delightful os it is indiscreet

I. La selva de la censura

Publicado por

li. La pomografía aquí y ahora Ocho maneras de descubrir lo obsceno ... tal vez Su propio criterio de obscenidad "No hay alegría en Sexvilla" El mercado de la pornografía El pornógrafo como artista Las defensas contra la obscenidad

JULtAN MESSNER, Inc.

Nueva York Versi6n costellana de FERNANDO LIDA GARCIA

lmpreso en la República Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley N9 11.723 © Copyright de todas las ediciones en castellano by EDITORIAL PAIDOS S.A.I.C.F.

III, La pornografía en el mundo antiguo El amor y la lírica en la edad dorada de Grecia La pornografía en la Tierra Sa_!lta La Jatinidad sicalíptica La pornografía sin genios Renace la pornografia

Defensa 599, 3er. piso Buenos Aires

I!

IV. El comienzo de la censura Pornografía para todos los gustos Recién llegada d e París

v.

La pornografía se hace clandestina La época erótica Los límites de la tolerancia

11 22 27 34

41 43 47 .'52 66 67 72 75 81 88 96 99 112 117 120 126 7

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Más aliá dei límite El pornógrafo como historiador La vergüenza entra en la pornografía

134 139 143

VI. La pornografía se convierte en negocio

147 150 154 161 167

La ley descubre la pornografía Clásicos de la pornografía La pornografía descubre América

VII. La pornografía de los victorianos Los frutos de la prohibición El despertar en Estados Unidos El florecimiento de la literatura erótica victoriana La pornografía en su apogeo Las primeras leyes antiobscenas La censura dei sexo se impone El comstockismo sobre Estados Unidos La censura dei sexo comienza a ceder

VIII. El sexo pecaminoso IX. Las barreras comienzan a caer La guerra y Ia pornografía Batallas en torno a los libros La pornografía entre la gente Las f:nanzas de Ja pornografía La literatura y 'los cambiantes hábitos sexuales

X. La pornografía de las perversiones La homosexualidad La flagelación El incesto La desfloración y otros vícios

XI. Hechos, fantasías

y remedios

La pornografía y el comportamiento 1.200 mujeres 13.528 jóvenes La pornografía y ·el delincuente

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8

Varones y mujeres 309 Un estudio de los estudios· 310 Se necesita conocimiento 312 Qué hacer con la pornografía ahora 317 La censura previa 317 La estricta aplicación de las leyes vigentes 318 Un código modelo 321 Un informe provisional 322 No basta la ley 323 Ninguna ley 324 Un programa del pueblo para la pornografía 325

168

171

175 182 188 192 204 210

FUENTES

336

BIBLIOGRAFÍA

337

BmLIOGRAFÍA EN CASTELLANO

343

217 232

239 244 260 266 269

273 276 281

287 290

I

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298

299 300 303 304



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11 lA PORNOGRAFIA AQUI Y AHORA

La literatura actual está obsedida con el sexo hasta un punto y con una explicitez desconocidos desde hace un par de siglos. Vivimos por ello en un mundo cada vez más pornográfico, y nuestros escritores francos hacen más que reflejar estos valores cambiantes: han ayudado a ponerlos en vigencia. Como lo ha sefialado Abram Kardiner en Sexo y moralidad, los censores no blln podido impedir que todos nuestros medios de comunicación se unieran para favorecer los objetivos sexuales como "una búsqueda legítima y vital". No son la única influencia que nos hace tan conscientes del sexo que los visitantes provenientes de otras civilizaciones a veces nos creen !ocos por él Industrias enteras, ·como dice Kardiner, están dedicadas a estimular o a calmar nuestros temores acerca de nuestra condición de sexualmente deseables. Menciona "ropas, cosméticos, jabones, peinados, desodorantes para distintas partes del cuerpo, internas y externas, dentífricos y demás". No menos importante, si bien indirectamente, ha sido el cambio de status de la mujer en las últimas décadas: su mayor participación en empleos y actividades profesionales, la mayor movilidad de las famílias, la declinación del hogar como centro para todos sus integrantes. Estos cambios se han sumado para 22

liberar la conducta sexual de los hombres y las mujeres de hoy de las viejas restricciones aun más que lo que las novelas populares han liberado ~ sus personajes. . . Ello no implica que las generacwnes mode.rn~ se comporten como si no existiesen normas. S1 as1 fuese, sería algo poco común que un m~chacho llegase a los dieciséis aõos sin haber expenmentado el coito. El hecho es que la mayor parte de los no~­ teamericanos de esa edad son vírgenes. El lns~­ tuto de Investigación dei Sexo ( Sex Research lnstitute) organiza?o por el dif_unto doctot ~lfred C. ~ recopilo las más vahos~s estadtShcas sobre lãCõilducta sexual de nuestro hempo, y él estableció que el 58 por ciento de los muchachos norteamericanos mejor educados, l?s que cursaban ~stu­ dios universitarios o los hab1an cursado, segu1~ a los veinte aõos sin haber experimentado el cmto. y son ellos, precisamente, los que ~odríamos suponer más influídos por la lectura. Solo del 15 al 25 por ciento de, sus co~táne~s n? tan instr~idos eran vírgenes, segun las mvest1gacwnes de Kmsey. Estas mismas encuestas revelan que las muchachas siguen aun más ajustadamente las normas que regian antes. . . Aquellas que no lo hacen no siempre se lim1tan a desafiar las normas morales. Las cartas a los encargados de las columnas periodísticas especializadas en consejos sobre problemas personales revelan las dudas de las adolescentes acerca de si "las relaciones" como ellas suelen llamarlas, son dei todo repren;ibles o no. Casi siempre "este I?uchacho simpático" resulta insistente: e,debe la chlCa ceder 0 arriesgarse a perderlo? Hace dos generaciones la pregunta nunca se Jmbier~ formulado, y, de haberlo sido, no se la habna publicado. Cosa curiosa las normas morales de hoy son menos eficaces e~ la supresión de prácticas condena23

das más enérgicamente. La estimulación oral de los genitales es un pecado más horrendo que la simple fornicación. Kinsey comprobó que constituye la técnica de estimulación a la que la mayoría de los norteamericanos recurre en últimõ lugar, pero agregó que casi la mitad de las mujeres experimentadas sexualmente la ha practicado. . . y también la ha disfrutado, si nos guiamos por la opinión y propia confesión de un experto: Frank Harris. Pocas personas en la actualidad perdonan al homosexual, aunque una única aventura podría ser excusada. No obstante, diversos estudios realizados por distintas personas y organizaciones indican que cuatro de cada cien hombres p ertenecen a este llamado "tercer sexo" y tal vez la mitad de esa proporción de mujeres. Las actitudes con respecto a las carícias amorosas ( petting) también han variado. Se p ermiten abiertamente, públicamente, en automóviles, cines y parques. Algunos estudiosos serias de la adaptación sexual opinan que tales prácticas poseen un valor positivo en la ensefianza de los pasos preliminares y en la elección de la pareja. Tal actitud dista muchísimo de aquella que hizo incluir en los códigos penales de muchos Estados disposiciones que condenao las carícias bucogenitales como crímenes contra natura punibles hasta con cinco afios de cárcel, aun si los cometen marido y mujer en la intimidad de su alcoba. Lo cual no significa que las viejas costumbres se hayan extinguido. Kinsey comprobó que entre los hombres que nunca terminaron la escuela primaria aun las carícias sexuales más simples solían ser tenidas por reprobables perversiones. La obsesión con el sexo y el cambio en nuestras actitudes bacia las que consideramos prácticas sexuales normales se han combinado para promover dos manías hasta otorgarles una importancia q_ue 24

jamás tuvieron antes en la civilización occidental. Una es la de la potencia masculina y la otra la del orgasmo femenino. Aquélla y éste p arecían antes mucho más sencillos. Los antropólogos comprueban que, entre los pueblos que no se preocupao mu. ho por la potencia, esta se da por existente y la impotencia es virtualmente desconocida. Aun entre nosotros, hace ciento cincuenta afios otros valores pesaban más que la capacidad sexual. No concebimos hoy que un prohombre como John Randolph, de Roanoke,1 se atreviese a replicar a un colega legislador que se había mofado durante un debate de la escasa virilidad de aquél con esta tajante respuesta: -No competiria yo con el caballero en un terreno donde cualquier negro es su igual y cualquier macho cabrío su maestro. E ste cambio se ha producido en la gente. En la literatura el destino de una obra en este sector de la cond~cta humana dependerá de la manera como cultive el actual frenesí de potencia y orgasmo antes que de su asunto. Si una novela trata sobre eso en una atmósfera de vergüenza o culpa, miedo o frustración, se dice que "ahonda en las profundidades dei alma". Será exhibida abiertamente en tapas duras, y su edición en rústica podrá ser defendida con buen éxito en la mayoría de las p oblaciones. Si se refiere a esos dos fenómenos sexuales con ánimo provocativo, y todos los personajes del libro son capaces de desplegar una intensa actividad sexual en todo momento y hay un clímax exaltado en cada página, está condenada ai mercado ilegal. Las novelas dei primer tipo, aunque las leen muchos hombres, las comprao sobre todo las mujeres, pero pocas lectoras 1 Célebre parlamentario y trihuno norteamericano residente de Roanoke, Virgínia ( 1773-1833). [T.]

25

disfrutan con el incansable atletismo sexual dei segundo grupo de obras. Estas se escriben para los hornbres y las comprao casi exclusivamente ellos. No deberia asombrar a ningún estudioso de nuestra cultura que el material que gusta a las mujeres sea generalmente tolerado, en tanto que se condena la pornografía ''sólo para hornbres". Las diferencias entre una cornunidad y otra se manifiestan principalmente en las actitudes bacia las revistas "con chicas" ["girlie" magazines] o las novelas con tapas rnorbosas, así corno en las acciones dirigidas contra esos tipos de publicaciones. Las ciudades y pueblos reaccionan en estos casos en relación directa con el grado de tolerancia que brinden a los tradicionales espectáculos de variedades con strip-tease y a la prostitución femenina. Esta relación no es la que uno podría sospechar. Allí donde el teatro de revistas y los prostíbulos no son molestados, o lo son apenas, es donde uno encuentra las campanas más severas contra la pornografía en los quioscos. Allí donde las variétés audaces han sido proscritas y la prostitución acosada hasta la clandestinidad es donde las publicaciones prohibidas por las comunidades "tolerantes" se exhiben libre y aun ostentosamente. Detroit y Nueva York constituyen buenos ejemplos. En la época en que el Departamento de Polida de Detroit, por rnedio de su Oficina de Censura, amenazaba con arrestar a cualquiera que vendiese libros o revistas por ella prohibidos -incluso novelas tales corno Ten North Frederick, ganadora dei Premio Nacional dei Libro [National Book Award]-, no era desusado ver taxis alineados a la salida de los más picantes espectáculos de variedades y a sus conductores ofreceries ,a los ocupantes de sus vehículos transportarias a los burdeles famosos de la ciudad. En Nueva York esos espectáculos de variedades habían sido prohibidos va26

rios afios antes y la prostitución se mantenía rigurosamente en la clandestinidad, pero ningún libro se excluía de la venta, salvo aquellos declarados obscenos por alguna sentencia judicial. Parece existir también cierta relación entre las rapas que un~ mujer puede ponerse (o quitarse) con propiedad en una playa y las palabras que puede leer. Cuanto más breve sea su indumentaria tanto más explícitas serán las palabras gruesas. En todas partes las modas actuales en ropas de bafio y novelas habrían sido consideradas transgresoras de los lírnites que recuerdan las personas de edad mediana. Donde los modelos de bikini suscitao protestas es probable que encontremos organizaciones o funcionarias que tratao de prohibir los best sellers o las revistas con mujeres desnudas, publicaciones ambas que no son perseguidas en las zonas donde hay más tolerancia para la desnudez femenina. Otro síntorna de la idea que cualquier grupo humano tiene de lo que constituye el estar expuesto a literatura indecente, consiste en su actitud bacia las relaciones sexuales premaritales. Entre aquellos que las deplorao porque creen que carcomen la fibra moral de la sociedad hay poca tolerancia por el sexo en la literatura de ficción. Los que creen que una mayor experirnentación por parte de la juventud es un signo de libertad con respecto a una rnojigatería trasnochada están dispuestos a p ermitir libras mucho más sinceros. De rnanera que el primero, y uno de los más difíciles, de los problemas de la pornografía radica en identificaria.

Ocho maneras de descubrir lo obsceno . . . tal vez Cualquier lector puede distinguir la obscenidad dei resto de la literatura a su propia satisfacción. Pero no puede, con igual facilidad, explicarle a otra persona cómo la distingue, porque la pornografía, como 27

la belleza, está por entero en los ojos dei que Ia contemp!a..E!>ta no .es .una guía muy clara para ofrecer s1qmera un cnteno válido que permita decidir qué debería prohibirse. Lógicamente, .a~o.nde primero se recurre en procura de una defm1c1ón autorizada es ai diccionario y ést~ nos informa que es la "descripción de la~ prostitutas y de la prostitución en relación con la higiene pública". Si no nos desanimamos demasiado pronto, podemos seguir la búsqueda hasta la acepc:ión secundaria: "La expresión o sugestión de lo obsceno en el habla, la escritura, etc.· arte o literatura licenciosos." No obtenemos ma~or informadó~, a medida ~u~ _proseguimos este tipo de indagacwn de los s1gmhcados de obsceno, licencioso y , todos los demás sinônimos. Muchos hombres competentes estudiosos han propuesto explicaciones más esp~cíficas. ser'ía un alivio poder aceptar sus versiones, pera, por des~racia, se c~n.tradicen los unos a los otros dogmática y categoncamente. Y no siempre en el sentido que cabría esperar. Por ejemplo, una opinión digna de respeto es Ia de D. H. Lawrence, que fue perseguido durante casi toda su vida activa porque, según las opiniones de muchos de sus contemporâneos, era un proveedor de ob'scenidad. Y bien, Lawrence habría prohibido novelas dei sigla diecinueve, tales como ]ane E yre porque las consideraba pornográficas. También estaba dispuesto a proscribir el Ulises de su contemporáne? !ames Jolce. 2,Por qué? Sostenía que la pornografia entra en o que se escribe cuando hay en ello "excitación sexual con el deseo de ofender el sentimiento sexual de humillarlo y degradaria". Tanto Joyce como Charlotte Bronte -decía- eran culpables de eso, cada uno a su modo, no obstante ser éstos tan diversos. Un argumento literario más popular sostiene que 28

la obscenidad existe sólo cuando el autor se lo propane, aunque generalmente se lo enuncia al revés diciendo que si un escritor tiene buen.:ts intenc.iones no se lo debería calificar de obsceno. George Meredith expresó sucintamente este punto dê vista cuando dijo: "Si ha sido concebido profundamente no puede ser inmoral." Algunas gentes agregarían que también la realización debe ser artística. En cualquiera de los dos casos ninguna obra de genuíno mérito literario podría ser pornográfica. El doctor Kinsey se atuvo a esta orientación cuando definió la pornografía como '1iteratura o imagen cuyo objetivo deliberado y primordial o único es excitar eróticamente al lector u observador". · Esta· corriente de pensamiento la contradice en forma tajante un crítico muy dotado, Clifton Fadim~n1 quien afirma que sólo las obras · de verdadero menta literario pueden jactarse legítimamente de ser pornográficas. "La pornografía es una de las artes !iterarias más restringidas, y aun estaba por decir una de las más puras -escribe-. Es trabajo estrictamente para profesionales. Su finalidad es sencilla: proporcionar el placer peculiar e inerradicablemente humano que brinda la contemplación vicaria de imágenes las• n c1vas. El difunto George Orwell sostenía que la pornografía es virtualmente sinÓnimo dei sadismo, y un jurista noruego más culto que lo corriente, el juez Thrap, de la Corte Suprema, expresó la opiniÓn de que un libro podría ser obsceno aunque "satisficiese completamente los criterios !iterarias y artísticos". Y explicá: "Estoy pensando sobre todo en los libras cuyo contenido y tendencia son marcadamente perversos y sádicos." Para contribuir a la confusipn, el profesor y fil6sofo. Abraham Kaplan, ai escribir sobre "La obscenidad como categoria estética" [Obscenity as an

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Esthetic Category], declara que la pornografía nunca es arte,1>ero dice que la obscenidad a menudo sí lo es, porque ella puede ser "la sustancia ,. misma de la imaginación". "La pornografía -asegura- es seria y vehemente · y sólo se nutre de la frustración." Los antropólogos saben que entre cualquier grupo de gente, en cualquier época, una obscenidad no es otra cosa que un simple artefacto más, urio de esos objetos producidos artificialmente que revela algo de la cultura que lo produjo, como una olla o un vaso adornado. Ninguno de los conceptos, vocablos o situaciones que para nosotros han sido tabú lo son universalmente ni mucho menos. Los pueblos para quienes hablar dei' sexo o mostrar el cuerpo desnudo o aun practicar públicamente el coito resulta .perfectamente lícito tienen sus propias ideas acerca de lo que es vergonzoso: para unos, ser vistos mientras comen; para otros, sonarse la nariz; para los de más aliá, sacarse los zapatos. Los japoneses consideraban el besarse como mucho más obsceno que la exhibición dei cuerpo desnudo, e'n tanto que las mujeres esquimales en el interior de sus iglúes visten modestos taparrabos en presencia de extrafios, sin sentir vergüenza, mientras conserven puestas sus botas. Entre los baga1ülâ de Africa las mujeres pueden hallarse desnudas en cualquier compafiía, pero los hombres debeu permanecer cubiertos desde el cuello hasta las rodillas, aun en compafiía exclusivamente masculina. Algunos malayos consideran que mostrar el pene es sumamente incorrecto, pero exhiben los testículos con toda naturalidad. Y así, casi ad infinitum. Para muchos de estos pueblos resulta sencillo determinar lo que es obsceno: lo es todo aquello que sus antepasados tenían por tal. Pero como han intervenido tantas culturas diferentes y tantos estadios de cultura en la formación de nuestros usos sociales, nos 30

sentimos bastante incapaces de decidimos firme y unánimemente por ningún criterio. Los jueces de los tribunales inferiores · por lo común se enfrentan con una definición más precisa de pornografía que nadie. Deben ventilar causas, dictar fallos e instruir a los jurados acerca dei significado de "obscenidad" aquí y ahora. A ellos ( y a mucha otra gente) les gustaría que la Corte Suprema dictase una sentencia inequívoca. Pero en su único enfrentamiento serio con el problema (caso Roth contra Estados Unidos, 1957) 2 los nueve jueces salieron con cinco opiniones. Decidieron prudentemente no aclarar la cuestión. Un dictamen mayoritario suscripto por .el juez Brennan, de la Corte Suprema, admite francamente que la terrible palabra puede ser definida de diversas maneras, por lo cual propone una nueva definición: "material obsceno es aquel que trata de lo sexual de manera que atraiga un interés morboso". Y aquí estamos de nuevo: "morboso" en este contexto 3 significa "impuro de pensamiento y deseo; que abriga apetitos o deseos lujuriosos". Puesto que el más alto tribunal se ha expedido con tan paladina ambigüedad, los jueces de las instancias inferiores pos han brindado un sinnúmero de opiniones muy diversas igualmente autorizadas. Una que ha atraído mucha atención y admiración se debe a un juez federal Frederick vP. Brvan, quien revocó en la ciudad éte Nueva York Ias decisiones de toda una generación de funcionarias al dictaminar que El amante de Lady Chatterley, de Lawrence, no es "obscena" en el sentido de las 2 Roth vs. U. S., 1957. a Si bien Ia palabra empleada por Brennan es prurlent (de la misma raíz latina que la voz espafiola prurito, comezón), que equivale a lascivo, luiurioso, lúbrico, hemos preferido traducirla por morboso en este contexto, aun forzando un tanto su significado. [T.)

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ordenanzas dictadas y vigentes para impedir que la literatura de ese tipo llegue a las manos dei público lector. En mayo de 1959, apenas unos dos meses antes de ese fallo, el juez Bryan había instruido de cargos sin mayor trascendencia, a un jurado en un juicio criminal (caso Estados Unidos contra Gilbert Fox1 Ediciones Vixen y ·otros) 4 que implicab a a cuatro libras bastante "subidos de tono". La legislación federal prohíbe el envío por correo de escritos "obscenos, lujuriosos, lascivos y sucios". El juez Bryan sefialó que la causa giraba en torno dei significado de esos términos y que, como los redactores de la ley no lo habían aclarado, le tocaba a él explicaria al jurado. Tuvo que ir más allá que la Corte Suprema y explicar también el significado de "morboso". "Para decidir que un libro es obsceno -Ies dijo-, deberán determinar que su tema predominante es una incitación a los intereses y deseos sexuales morbosos que va mucho más aliá de las normas toleradas por el conjunto de la comunidad en estos tiempos actuales. " 'lncitación a los intereses y deseos sexuales morbosos' no significa simplemente una incitación a Ia imaginación sana y natural corriente. Significa una incitación a las pasiones y deseos sexuales impuros y lascivos, y dirigida a despertarlos. En este sentido, para ser obsceno debe corromper y rebajar premeditadamente Ias mentes y la moral de sus lectores."

Learned Hand, uno de los jueces más sabias de la Corte Suprema en toda su histeria, dio en 1913 una definición que todavia se cita con aprobación. Sugirió (caso Estados Unidos contra Kennerley) 5 que 4 U. S. vs. Gilbert Foxf Vixen Press, et al., 1959. d. U. S. vs. Kennerley, 9!3.

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la "palabra 'obsceno' se utilice para indicar el actual punto crítico en la conciliación entre la franqueza y eJ pudor a que pueda haber llegado la comunidad aquí y ahora". Esta definición tiene la ventaja de poder aplicarse en diversas épocas y regiones, de acuerdo con los criterios locales. La Corte Suprema de Justicia de Massachusetts (caso Massachusetts contra Isenstadt, 1949 ) 6 estableció que "el libro, en su conjunto [ . .. ] contiene muchas cosas que, aun en esta época posvictoriana, tenderían a alentar p ensamientos lascivos y a excitar deseo' lujuriosos en las mentes de una buena parte dei público a cuyas manos llegará probablemente este libro, destinado obviamente a venderse sin restricciones". El libro juzgado obsceno según esta definición era Strange Fruit [Fruta extrafia] y los jueces hicieron un recuento de las escenas de cópulas ( cuatro, o tal vez cinco: no estaban seguros de una) y de los episodios de ultrajes a nifiitas, masturbación, excreción y referencias a senos y traseros (cerca de cincuenta). Uno podría pensar que a este método estadístico se debió el fallo dei tribunal, p ero peco después uno de los jueces salió de vacaciones a Nantucket, donde Morris L. Ernst, un abogado de enorme experiencia en estes casos, también suele pasar sus vacaciones. Ernst no había estado presente cuando se ventilá la causa y expresó cierto asombro por las conclusiones dei tribunal. "Mire -terminá por decirle el juez-, equé quería usted que hiciésemos si e! propio abogado defensor nos dijo que había una palabra en el libro que no queria repet'r en voz alta? [La palabra era coger (fuck) y aparecia dos veces.] Si él mismo no se anima a decir algo ante un estrado de hombres grandes endurecidos, no seremos nosotros, ciertati

Commonwealth vs. Isenstadt, 1949.

33

mente, quienes digamos que es apto para ser· Ieído por cualquiera."

Su propio criterio de obscenidad

Entre todas estas sutilezas verbales puede fácilmente perderse de vista la distinción entre obscenidad prohibida y erotismo permitido. Tal confusión crea una extensa zona de sombra en Ia que ciertos libros son proscriptos por algunas autoridades y por otras no, condenados por unas y elogiados por otras. Para mostrar cuán difícil resulta identificar lo ilícito, consideremos unas pocas obras contemporâneas y veamos si podemos decir a cuáles se permite generalmente circular. . . y si las dejaríamos en circulación si ello dependiese de nosotros. Primer caso

Las aventuras sexuales dei personaje central de esta novela, un hombre de buena posición y jerarquía, se describen con bastante detalle, tanto las conyugales como las extraconyugales. Su historia se desarrolla paralelamente a la de los sórdidos amores de un joven cuyos ayuntamientos con una muchachli en el fondo de un auto y con otra en un sofá 'dela casa de ésta se narran en términos que nadan dejan librado a la imaginación. En los argumentos secundarias hay varios episodios en los que muchos otros personajes se apartan de la mono7

34

State vs. Lemer, 1948.

gamia estricta. Los que podrían llamarse pasajes lujuriosos, junto con sus complementos esenci~les, abarcan casi la mitad dei total de palabras dellibro. El autor no se priva de emplear las expresiones gruesas más vulgares cuando éstas se ajustan al habla probable de sus personajes. Por el contrario, sus propias versiones dei acto sexual ~s~án relatadas con cierta delicadeza, aunque exphc1ta y rebuscadamente. Su descripción de la unión de un hombre con una mujer concluye así: "Y, acuciado el instante incontinente, no bien fue de él el objeto mismo, el máximo de él, el pararse-y-entregarse de la carne deshecha, el confundido verterse de los sentidos desquiciados, que -puestos fuera de sí, alcanzados en sus secretas carnes vivas, provocados por ese repentino toque insoportable- los grupos de músculos profundos llegados a su vórtice, se convulsionaron súbitamente en espasmos que se sucedían irreprimibles, contracci6n tras contracci6n tras contracci6n: 1de ellal De ella, también; Jde ella, de ella, de ellal" 8

A través de este libro, la relación entre la intriga principal y las intrigas secundarias, por una parte, y el significado de la vida y el mundo, por 1~ otra, es implícita y explícita en más de un pasa)e elocuente, El Íector aprende algo de la filosofía dei autor y de sus personajes. No hay ideas poco convencionales; si bien las normas morales de los personajes descriptos pueden no ajustarse a las de la s "And the incontinent instant brought to pass, no sooner hls the v~ry article his uttermost, the stand-and-deliver af the undome flesh, the tottered senses' outgiving of astoundment than-put beside themselves, hit at their secret quick, prov~ked by that sudden touch beyond any bearing-the deep muscle groups, come to their vort.ex, were in a flash convulsed; in spasms unstayably succeedmg spasms, contraction on contraction on contraction- hersf Hm, too; hers, hers, hersr'

35

comunidad, todas las transgresiones son debidamente castigadas por la conciencia del infractor o por la sociedad. Esto supone un castigo considerable.

y entonces llegó, con un temblor autoexcitado que a mí me

pareció curiosamente moderado para una mujer de su positiva energia." lO

tNo obstante sus elegantes giros de lenguaje, esta narración no examina para nada filosofías de la existencia, con todas esas palabras, ni se hace ningún intento de expresar juicios morales sobre las transgresiones de los personajes. Tampoco se somete a éstos a remordimientos de conciencia o a sufrimientos más materiales; hasta la gonorrea es tratada a la ligera.

Tercer caso Este lo presenta el ·editor como "una novela que trasciende los límites de la moralidad convencional". Responde, por cierto, a esta perspectiva fascinante, aunque debe decirse que también traspone los límites de lo verosímil y dei arte de escribir. La narración lleva a un hombre y a una mujer a través de un "enganche, en un bar y una relación lujuriosa, casi siempre en la cama del primer marido de la mujer, hasta el matrimonio de aquéllos, un conflicto y una reconciliación. Por medio dei racconto se revela el pasado de ambos, tan nutrido de actividad sexual como su presente. La mujer es una viuda con una criatura y ~ madre a cuyas existencias se recurre para imponer a la pareja cierta dosis de secreto. El hombre, soltero, posee una energía sexual infatigable, tanto de hecho como de palabra. La relación entre ambos

así: "Su botoncito estaba tan hundido que apenas to aba parte en el juego, y ella me hizo detener mi movim1 to mientras hacía algo especial y suave, que sin embargo no tocó ese punto, frotándose de alguna manera contra mí .. • 9

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En inglés, guión largo: -ing por fuckin g. [T.]

lO "Her little bud was so deeply embedded that it was hardly involved in the play, and she made me arrest. my movement u;hile she did something special and gentle that did not, however, press on this poi~t, rubb'ng he:self somehow against me -and then carne, W1th a self- exc1ted tremor that appeared to me curiously mild for a w oman of her positive energy."

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se desarrolla acompafiada de relatos retrospectivos, intercambios de reminiscencias sexuales y episodios adicionales en los que cada uno experimenta con otros compafieros de cama. El ritmo de estos episodios es tan movido que ha dejado atrás al propio autor, que ofrece algunas versiones contradictorias sobre sus dos personajes principales. El hombre pierde su virginidad dos veces con sendas mujeres en el intervalo de unas cincuenta páginas. A la mujer, cuyas orgías juveniles se describen en un pasaje como tan voraces que no podía precisar _ cuántos hombres gozaron de ella en una determinada noche, se le reconoce después púdicamente el haber conocido sólo a dos hombres antes de su casamiento. Hay escenas de violencia sexual que hacen juego con las de placer. El hombre golpea a su amada, la viola sobre la tumba de su difunto esposo y finalmente la envía ai manicomio al forzar el ataúd y colocar en la mano de ella la dei muerto. AI final ella se recupera de repente, da a luz la criatura de su hombre y los dos pareceo hallarse en paz, pues el hombre ya no corre tras las mujeres y ella se convierte en una madre feliz. En los intervalos dei acto carnal el hombre, especialmente, se da a perorar sobre filosofía y sobre el remordimiento. Las muestras siguientes, en las que trata de explicarse ante ella, son buenos especímenes de la habilidad literaria dei autor cuando no está describiendo senos o piernas, o de los pensamientos de sus personajes mientras se acercao o llegan ai orgasmo: "Un acto o un estado pueden emocionarte, pero no te harán necesariamente feliz [ ... ]. Mi compulsión no me prepara con antelación al respectivo deseo [ ... ]. A menudo me pregunto desesperadamente lo que es no ser como soy."

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Estos pasajes son penosos; los episodios de acci6n están escritos mucho más sencilla y gráficamente. A lo largo dei libro abundan las descripciones de la mujer desnuda. Se nos la exhibe delante dei espejo, en el bafio, en la cama. Pero no las hay tan detalladas dei hombre desnudo, aunque él lo está en la novela tan a menudo como ella.

Cuarto caso Este es un tomo de una serie que se dice en su mayor parte autobiográfica. El oficio literario está muy por encima dei comentado en el caso anterior. En cambio, la promiscuidad de los protagonistas se detalla aun más gráficamente recurriendo con mayor frecuencia a las palabras básicas de cuatro letras.U Dos temas se desarrollan ai mismo tiempo a través de esta novela. Uno relata el progreso de los amores dei narrador con una muchacha a quien acaba de conocer antes de comenzar el libro, y por la que deja a su mujer e hijo. El otro refiere sus comienzos como escritor, su pugna por liberarse de un empleo aburrido que lo frustra, y expone su filosofía de la vida. Logra con suma facilidad y naturalidad la transición desde las escenas más escabrosas, de acoplamientos casi bestiales entre las plantas o sobre el piso sucio de una casa de inquilinato, hasta delicadas especulaciones sobre el significado de la existencia, o rapsodias sobre las bellezas dei lenguaje. M uchos de los episodios sexuales se narran en racconto, como en el tercer caso, pero resultan más creíbles. Hay también vívidas estampas de la vida 11 Se suelen llamar así en inglés Ias palabras vulgares ( en su mayoría breves y de origen anglosajón) que designao las funciones y los órganos sexuales y excretores, en contraste con los sinónimos polisilábicos (de raíz griega o latina) dei lenguaje culto o científico. [T.]

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en una gran ciudad y de las personalidades ciudadanas, pera no introspección. No se plantea I~ cu~s­ tión de la moralidad, aunque figuren ep1sodws homosexuales -por lo menos uno de los ejercicios dei protagonista con dos mujeres al mismo tiempoy muchos más de fellatia, cunnilingus y masturbación recíproca. . En este libra, como en el dei caso antenor, lo sexual forma una parte tan integral de toda la obra que no tiene sentido tratar de establec~r qué pr?porción ocupa. Sin embargo, el autor d1scurre mas · que en los otros casos sobre la naturaleza de nuestra civilización, sus males y sus posibles curas. Es obvio que los cuatro libras examinados se ajustan a una definición de pornografía u obscenidad que la mayoría de la gente acept~ría. L~ ~re­ gunta es cuál de ellos par~ce transg:fldlr los h,mites permitidos por nuestra soc1edad. ~Como vota_r1a usted si le tocase decidir? Para ayudarlo a 1uzgar, debería indicarse que la ley ha prohibido, de hecho, dos de ellos; los otros dos, aunque criticados, han circulado sin interdicción judicial ni oposición formal en la mayor parte dei país. . Si sobre la base de estas síntesis ha decidido usted que permitida circular libremente los, libras dei primero y dei tercer caso, pera que habna prohibido los dei segundo y dei cuarto, habrá usted coincidido con la sociedad norteamericana en general y con sus tribunales en particular. Los cuatro libras son: . El 19: Bu Lave Possessed, el best seller de 1957, de James C ould Cozzens, una novela que recibió más elogios de la crítica que los que suelen otorgarse a novelas de tal popularidad. El 29: . Memairs af Hecate Count~, de Edmund Wilson, condenada por los tribunâ es de Nueva York prohibición confirmada por la Corte Suprema de Estados Unidos ( en votación empatada de cua40

tro votos contra cuatro), condenada en Los Angeles, absuelta en San Francisco y juzgada no obscena por resolución de la Aduana. El 39: This Woman de Pietro Di Donato, novela publicada en 1958, atacada en varias lugares, pera no prohibida por ninguna decisión legal. El 49: ,Sexus, el primer tomo deC'T he Rosu Cruci. fixian, de Henry Miller, prohibida en Estados Unidos; la única edición legítima en inglés fue publicada en París. "No hay alegría en Sexvilla"

Por qué se prohíbe un libro mientras que otro -no menos explícito en materia de actividad sexual ni menos liberalmente surtido de groserías de cuatro letras cada vez más difundidas- circula sin restricciones, es un misterio. Pera dei caos de aparentes contradicciones surgen algunos pocos principias orientadores. Para usarlos, debemos mirar más aliá dei contenido de los libras ai de las mentes de los Iectores y las actitudes de los autores. Como lectores, la mayoría de nosotros desaprueba (para consumo de los demás) a los personajes de ficción que disfrutan dei sexo o de sus perversiones franca y entusiastamente sin vergüenza ni dolor. Queremos que éstos sufran en cuerpo o alma (o en ambos) antes de la última página. Si son abrumados por sentimientos de culpa como lo es ~ en This Waman, o castigados ai ser descubiertos, como .Ralph en By Lave Passessed, sentimos de alguna manera que el código moral ha sido defendido. Pera si los pecadores no se golpean el pecho angustiados, ni lo hace el autor por ellos, ni les reserva un castigo severo, entonces nos sentimos ultrajados. Dentro de estos límites, demostramos mayor to41

lerancia por el arte que por la literatura de pacotilla. Un relato con mucho sexo, sancionado respetablemente como buena literatura, como lo fue By Love Possessed, puede estar seguro de su inmunidad. Las novelas sin pretensiones literarias -Carnal ~ [Cargamento carnal] o Girls' Dorm [Dormilonooe muchachas], dos de las pro<.esadas por el juez Bryan- son hostigadas igualmente por los funcionarios y por el público. Esto es evidentemente ilógico: si la pornografía es una amenaza, debe ser más grave cuando está hábilmente escrita que cuando se la perpetra en forma torpe. Los enemigos de la censura nunca se cansao de sefialar cuán tonto es dejar que la gente susceptible (si es que la hay) sea seducida por maestros que saben exactamente cómo excitar y conmover a los lectores, mientras se condena a los artesanos inexpertos que producen , American Aphrodite [Afrodita norteamericana] o Sodom in Union Square [Sodoma en Union Square]. Luego está el hecho ae que nos mueve la intención que le atribuímos al autor. Si sus propósitos nos pareceo puros, aunque su lenguaje y sus situaciones sean viles, es más probable que admitamos su libro en nuestro hogar que si sospechamos que lo escribió solamente para hacer dinero con nuestro "interés morboso". Estas actitudes gobiernan la pornografía de hoy mucho más que lo que lo hacen la ley o el modo en que se la aplica. Circulao, sin ser molestados o con protestas meramente ocasionales, libras sin felicidad ni alegria. Tienden a la tristeza, la frustración y la culpa, en el mejor de los casos, o a la violencia y el sadismo, en el peor. Reflejan dos actitudes importantes de aquí y ahora con respecto ai sexo: Ia persistencia de un temor de que el placer repre. senta un pecado mortal y la ansiedad de que resultemos incapaces de disfrutarlo. Fadiman llama a los autores de estas obras, "los actuales Chicos y

Chicas de Alcoba". 12 Explica de esta manera la descolorida perspectiva de ellos: "El hecho escueto es que la mayor parte de estos escritores en realidad no están interesados en absoluto en la actividad sexual considerada como un placer, según la opinión ortodoxa tradicional. A algunos les interesa como enfermedad; a otros, ·como tormento; a otros más, como sucedáneo de la religión. Y hay algunos para quienes constituye seocillamente una obsesión: no escriben sobre otra cosa porque no pueden pensar en otra cosa. En todos estos casos los pasajes eróticos quizás ofrezcan interés por otras razones, pero no como pornografía [ .. . ]; no son traviesos ni alegres, y, según los criterios ordinarios, ni siquiera eróticos en el sentido de referirse sensualmente a las actividades amorosas entre hombres y mujeres."

Fadiman tarnbién objeta esta escuela de ]a moderna literatura erótica porque incurre en "tanta maldita charla". 13 Y concluye así: Oh! Somewhere in thís favored land the sun ís shining bright; The band ís playing somewhere, and somewhere hearts are light; . And somewhere men are laughíng and somewhere children shout, But there is no ioy in Sexville where the novelists hang out.H El mercado de la pornografía

Dos fuentes principales de abastecimiento surten la industria pornográfica !iteraria. Una Ia forma Ia 12 13 1 .•

The current Bedroom Bovs and Bedroom Girls "So damn much tãlk." · jOh! En algún lugar de esta tierra favorecida brilla rad1ante el sol; I la banda toca en alguna parte, y en alguna parte están alegres los corazones; 1 y en alguna parte ríen los h~mbres y e~ alguna parte gritao los niíios, 1 pero no hay alegrta en Sexv1lla donde se refugian los novelistas.

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corriente de libras y revistas que los tribunales y las poblaciones toleran. en grado diverso, c.~n· ·sus relatos habitualmente planados de frustrac10n sexual vergüenza y dolor, junto con el deleite. La otra 'se compone de obscenidad prohibida en todas partes que glorifica una potencia casi anim~l .e n un ambiente donde todos los varones son sat1ros y todas las mujeres ninfómanas, unos y otras llenos de insaciable lujuria. Desde luego, la _primera categoria varía ~e un lugar a otro, dependiendo de las normas Y. actJtudes de Ia población. Incluiría ciertamente rev1stas tales como ~Sedosa], Adam [Adán], etc., cuya circulacion postal está prohibida, pero que so~ pachadas sin dificultad como carga y exhlb1das en los quioscos de revistas. Incluiría novelas como Peyton Place [La caldera del diabloL Lolita, Ten North Frederick, etc., que los editores tienen q~e defender ~e ataques oficiales y de boicoteos pnvados. Pera s1 se extendiera a productos literarios tan estimados como By Love Possessed o las versiones comúnme_nte truculentas de crímenes y delitos sexuales en la prensa diaria. . . bueno, es cuestión que depende ,o~a vez de los ojos dei que mira. ,El monto d~l traf1~0 en este género de pornografia aument~na .o ~~~­ minuiría de acuerdo con el punto de v1sta mdiVl· dual más bien que con las cifras de ejemplares vendidos de ningún editor. La segunda categoría d~ obscen~dad .r~sulta generalmente mucho más facil de 1dentJhcar, pero no es mucho más fácil estimar su volumen. Abarca lo que está prohibido en ~o?as parte~ -por las autoridades Jederales, la pohcta, los tnbunales y Ia costumbre- sin que casi nadie se ofrezca a defenderia. No es siempre lo que está escrito con más grosería. Acaso el best seller pornográfico de todos los tiempos sea una obra maestra de dos-

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cientos afias llamada Fanny Hill, or Memoirs of a Lady of Pleasure [Fanny Hill o Memorias de una dama dei placer]. Ha gozado de un favor perenne compartido por poquísimos libras en idioma inglés: la Bíblia, Pilgrim's Progress, Shakespeare, pera por ninguna otra obra erÓtica especializada. Además, está tan libre de malas palabras como Mother Goose.1G Sin embargo, ha sido vendida sÓlo por homõres dispuestos a correr el riesgo de ir a la cárcel por hacerlo, a veces en hermosas ediciones ilustradas por artistas famosos, otras en encuadernaciones miserables pobremente impresas. Y también en este comercio clandestino hay una ciencia expurgatoria: por lo menos uno de los libras de Henry Miller fue cortado por un ingenioso pirata literario de manera que sólo quedaran los episodios sexuales descriptos con mayor vividez. La piratería es práctica bastante frecuente en este negocio. Antes de un mes de haber publicado privadamente en Florencia El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence vio tres ediciones no autorizadas en los Estados Unidos y s.upo de una cuarta, todas ellas fotografiadas dei original. Después de todo, un editor que arriesga ir a la cárcel por la ganancia que pueda obtener de un libra, dificilmente tendrá un escrupuloso respeto por los derechos de autor. Es imposible apreciar la magnitud de este mercado clandestino de libras y revistas. Una estimación de la Oficina Nacional Católica Pro Literatura Decente NODL: Catholic Nationrtl O ice Decent Literature , a eleva a mi mi ones e ares al a,iio. Esta cifra comprende también las láminas obscenas, que por lo general se cree que representao una mayor tJroporción dei total que el material escrito. Pero de todos modos equivale a un 15 "Mamá la Gansa'': colección de inocentes rimas infantiles muy difu:~didas en los países de habla inglesa. [T.]

promedio de 25 d6lar~s por cada f~milia norteamericana contra 950 millones de dolares correspo~­ diente~ a todo el mercado legítimo del libro, inclwdos libros en rústica, textos, libros técnicos y demá~. El director general de Correos de Estados Umdos Arthur E. Summerfield calculaba el monto bru'to en 500 millones de dórares a fines de la ~é­ cada de 1950. Esta cifra proviene de una apreclaci6n efectuada en una de las audiencias de la. Comisión Kefauver del Senado, y se la cons1dera exageradamente elevada en los círculos. edito~i~les. Representaría más que todo el comerc1o leg1tim0, excluídos los libras de texto. No obstante, la Cornisión Kefauver poseía antecedente~ de. un a~as­ tecedor de la costa occidental del pa1s que realiZaba negocias por varias millones de dólares anuales y que había comenzado con una inver~ión de unos pocos miles. Se afirma que un traficante de la costa oriental embolsa un millón y medio anual con la venta de tal mercadería. . Ha resultado casi tan difícil y controvertlble la identificación de los clientes del mercado pornográfico como la de las ~e~cancías .. I:os editores opinan que el material erohco perm,lhdo lo co~­ pran principalmente las mujeres, segun he~o~ VlSto. La obscenidad ilícita, aunque los pnnc1pales coleccionistas son por lo general hombres de mediana edad o ya mayores, se cree comúnmente. ~ue Ia leen los jóvenes. El motivo de esta supos1~16n parece ser meramente el temor de que pud1ese resultar cierta. Las cifras que se dan se basan en conjeturas más bien aventuradas o en . extrapolaciones de pequenas muestras sin relac16n dlscernible con la realidad. . La convención de 1959 de la Federac1ón General de Clubes de Mujeres demostr6 c6~o .se extiende esta creencia. La presidenta, senonta Chloe Gifford, propuso en su discurso inaugural

que las adherentes a los clubes de mujeres adoptaran como proyecto fundamental la supresión de la obscenidad. Repiti6 la estimación de 500 rnillones de dólares obtenida por el director general de Correos Summerfield, de la ComisiÓn Kefauver, pero agregó que ese total se difundía entre la juventud, y luego afiadió que si no hacíamos algo al respecto esa suma probablemente se duplicaría en cuatro afios, una inspirada predicción, tal vez, o un paso bacia la aceptación de la cifra de la NODL. El Departamento de Correos es responsable de la estimación de que casi un millón de muchachos figura en listas de distribución postal del desecho más repugnante. Se dice que muchos de ellos quedaron registrados al responder a anuncias de gangas en materia1 de equipos para deporte o de publicaciones perfectamente respetables. Trátese ya de jóvenes o de adultos, este tráfico se realiza principalmente por vía postal. En el proceso a Samuel Roth, en 1956, cuyo fallo dio a la Corte Suprema el pretexto para su definici6n de "interés morboso", . el fiscal dijo que Roth, solo, había despachado por correo diez millones de circulares obscenas, es decir, un promedio de cuatrocientos mil por afio durante veinticinco afi.os. Esta clase de envío postal de pornografía no pedida, generalmente torpe, parece hallarse en aumento, aunque las cifras son, en el mejor de los casos, estimaciones aproximadas.

El pornógrafo como artista El público que sólo tolera una literatura con sexo cuando ésta trata sus temas como "una problemática" ha expulsado la alegría de este medio casi por completo. Los escritores capaces de crear cuentos o versos alegres raras veces son cruzados fanáticos de la libertad de expresi6n. Cuando se

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nografía. Sus medios le permitían comprar cualquier libro, lámina o folleto que desease sin regatear, y de sus excursiones por el mercado literario regresaba ai hogar con volúmenes bellamente ilustrados por los cuales había pagado muchas guineas, y con viejas baladas callejeras recogidas por un penique o dos. La suya fue una vida dei todo placentera y tranquila, propia de un caballero. Cuando falleció, un amigo escribió una decorosa nota necrológica para una revista !iteraria, en la que el único indicio sobre la naturaleza de los libros legados al Museo Britânico eran las palabras "incluso aquellos que nunca figurarán en 'el catálogo". El amigo mencionaba también que el coleccionista había sido "un padre abnegado e indulgente ( ... ], rodeado de una esposa y una família encantadoras y cultivadas". En realidad, según lo reveló una disputa no muy agria planteada en torno de su testamento, Ashbee fue un típico padre "cargoso" de novela victoriana, así como un típico coleccionista victoriano de literatura erótica. Dispuso que cada una de sus tres hijas podría recibir cuarenta chelines (menos de diez dólares ) por semana, siempre que lo solicitase expresamente ai albacea y que demostrase que no podía ganarse su propio sustento. El comstockismo sobre Estados Unidos

Hasta mediados dei siglo XIX poco hicieron los Estados Unidos para proteger a sus ciudadanos de los escritos supuestamente peligrosos referidos al sexo. Nunca hubo gran diferencia entre ambos lados dei Atlântico acerca de lo que se toleraba entre la gente bien educada, pero los norteamericanos tardaron más en decidirse a poner en línea a la gente incorrecta. La primera ley federal contra la obscenidad, sancionada en 1842, estaba ente204

ramente dirigida contra las láminas importadas, porque el mercado para la pornografía escrita era pequeiio, si uno no cuenta libros como La letra escarlata, de Hawthorne, y Hojas de hierba, de W alt Whitman. La ley federal primitiva, que autorizaba a la Aduana a decomisar las ilustraciones obscenas, fue reforzada en 1857 para abarcar los libros. En esos aiios de 1850 a 1859 la educación obligatoria êsta,ba haciendo grandes progresos y se estaba creando todo un nuevo público lector. No se creía que estos nuevos lectores estuviesen amenazados por la literatura erótica nativa, porque no había mucha. La enmienda a la ley dejó afuera, o trató de dejar afuera, las francas novelas românticas de George Sand, los Cuentos estramb6ticos de Balzac, las versiones ilustradas de Boccaccio, Rabelais y Casanova, Fanny Hill y la nueva sensación francesa, Las . flores dei mal, de Baudelaire, tan perversa que ãiiD en su país natal le costó una fuerte multa a su editor. En el siglo diecinueve la reputación de Francia en materia de vicio y obscenidad sin ocultamiento se hallaba en su punto más alto: el material vedado en París tenía asegurado un público enorme en el mercado ilícito. La Guerra de Secesión produjo la primera cantidad significativa de pornografía doméstica. Los soldados alejados dei hogar demostraron ser susceptibles a los atractivos de los libros obscenos, y la mejor manera de 1legar hasta ellos era a través dei correo. En 1865 el Congreso se decidió a hacer algo al respecto. Se aprobó entonces la primera legislación federal acerca dei despacho de pornografía por correo, que convertía en delito el envío postal de publicaciones obscenas. Sin embargo, no confería ai Correo poderes para detener el tráfico, sino que se limitaba a establecer penas post facto. No hizo nada para impedir la distribución local

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ni la piratería de obras extranjeras. Como la mayoría de los editores norteamericanos de pornogragrafía operaban fuera de los límites de la tolerancia pública, se hallaban poco inclinados a prestar mucha atención a los derechos de propiedad literaria. Robaban las publicaciones extranjeras mucho más des:ergonzadamente que sus colegas más respetables, quienes estaban tan poco dispuestos a respetar a los autores extranjeros que cuando uno de ellos procedió realmente a pagar regalías, Robert Browning se refirió ai hecho como üiiã "cosa buena, recta, nada norteamericana" [good, straightforward, un-American thing] . Las traducciones eran raras; sin duda resultaban demasiado costosas a menos que el autor fuese realmente escabroso: Balzac o Baudelaire. Era más fácil piratear Una noche en un harén morisco, o La autobiografía de una pulga o alguna obra inglesa semejante. Estos editores crearon también una nueva forma de expurgación: tomaban las obras ya traducidas de Boccaccio, Brantôme, Casanova, etc., y eliminaban todo con excepciÓn de las aventuras sexuales. Estos artículos, junto con unas pocas revistas baratas, burdamente ilustradas, se vendían bastante Hbremente en las ciudades norteamericanas. Comenzaron a ser objeto de preocupación cívica en 1866. cuando la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA: Young Men's Christian Association) de Nueva York realizó un estudio de los problemas que afectaban su propio distrito. Aparte de tabernas, prostíbulos, salas de biliar y de juego, que parecían ser los únicos lugares en donde podían disfrutar de su ocio los solteros de medianos recursos, el estudio reveló la difusión de "periódicos viles y . [ ... ] libros licenciosos" a precios que variaban desde treinta y cinco hasta sesenta centavos.

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"No puede sobreestimarse la influencia envilecedora de estas publicaciones sobre los hombres jóvenes: dan alimento a lo~ prostíbulos", decía el informe que describía la encuesta. LA YMCA decidió exigir una ley estadual para "la supresión de la literatura obscena", y con tal fin realizó activas gestiones ante la legislatura en Albany. La legislación se sancionó en 1868. Prácticamente la primera persona en recurrir a ella fue un empleado de veinticuatro afios de una tienda de ropa que se creía encargado de la misión de erradicar el pecado aunque no era miembro de la YMCA. Anthony Comstock había emprendido intermitentemente campafias privadas desde los dieciocho afios, cuando, furioso con un hombre que trocaba bebidas alcohólicas por 00mestibles, irrumpió en el negocio de éste por la noche y derramó las bebidas por el suelo. Comstock había participado en la Guerra de Secesión, aunque no combatió; se desempefió en diversos empleos en Connecticut, su Estado natal, y luego vino a Nueva York, donde consiguió trabajo como empleado. Sus pergefios juveniles muestran que padecía un angustioso sentix,n~ento de culpa? pero poseía una confianza de fanatico en su prop1a. r~,c­ titud. Sus lecturas se limitaban a obras de rehgwn y, ai parecer, aun de é~tas leía poc~. Una d~ l~s pocas referendas a los libros que registra su dmno por ese entonces dice: "Pasé parte del día tontamente", porque había leído algo de una novela. Según lo relató él en forma más o menos oscura, descubrió que un amigo había sido "extraviado y corrompido y enfermado''. Comstock culpaba a 1!!!,. librero aunque no sabemos en qué pruebas se basaba'. Aprovechando la nueva ley, logró inducir ai hombre, llamado . Charles Conrot, a que le vendiese un libro erótico, y entonces o hizo arrestar.

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Así comenz6 su carrera el más famoso cruzado norteamericano contra el vicio. Durante los que siguieron hizo arrestar a docenas de otros libreros o vendedores de revistas. AI dirigir su atención a los editores, llegó a la conclusión de que ha,bía cuatro productores principales de pornografía, cuyos catálogos sumaban en total 165 títulos. Uno de los acusados se suicidá: Comstock se jactá en una oportunidad de haber sido responsable de por lo menos quince suicídios durante sus anos de actividad. A comienzos de 1872 escribió a la YMCA para pedir su apoyo y ofrecerle poner a disposición de ella sus conocimientos y su ceio. El ofrecimiento fue aceptado, y ese mismo afio la YMCA formó una Comisión (más tarde Sociedad) para la Supresión del Vicio, con Comstock como represent ante. Antes que transcurriesen doce meses se había convertido en su principal gestor parlamentario, hasta el punto de que la ley federal que califica de delito el envío de material obsceno por correo es conocida desde entonces con el nombre de Comstock. Se lo designá agente especial d ei Correo para que colaborase en su aplicación, y cuando poco después se constituyó indep endientemente la Sociedad para la Supresión dei Vicio, ésta pudo informar ( el 1 Q de enero de 1874 ) que hasta entonces Comstock había secuestrado y destruido 61.000 kilos de libros, 194.000 láminas, 6.500 kilos d e est ereotipas, 5.500 naipes indecentes, 31.150 cajas d e píldoras y polvos y 60.300 artículos de goma (la ley Comstock también prohíbe los anticonceptivos). Merced principalmente a su actividad se eliminá de los periódicos la publicidad franca de falsos afrodisíacos, prostírlmlos y abortadores. Los tribunales norteamericanos adoptaron con rapidez la regia de Hicklin, de Cockburn. Se la utilizá para procesar no sálo a los editores de los clásicos sino también a los transgresores dellenguaje 208

decente y de la ortodoxia religiosa: los partidarios dei control de la natalidad y de los derechos de la mujer, los librepensadores y los ateos. Como Comstock y la sociedad a la que bien representaba eran absolutamente incapaces de distinguir las impropiedades de Una noche en un harén morisco de las que preconizaban la emancipación de las mujeres o el empleo de la ducha, sin duda se ha exagerado algo la can tidad de pornografía cuya circulación se registra entonces. Era ésta la época d e un punto de ebullición sexual tan bajo que los muchachos y los jávenes consideraban que valía la pena pasarse las horas en las esquinas, especialmente en los días ventosos, ·a la espera de poder echar una mirada a un tobillo femenino cuando una mujer subiese al cordón de la acera. Cuando Comstock contemplaba tales escenas vociferaba en un libro llamado Frauds Ex!ifsed [Enganos denunciados] : ' ste maldito negocio de las obras de literatura obscena bajo la superfície, y como un gusano canceroso, carcome en secreto la vida moral y la pureza de nuestros jóvenes, y ellos se agostan y marchitan ante los ojos de sus padres." s1 Aunque éste no fuese un preciso diagnóstico médico, era creencia difundida entre los contemporáneos de Comstock. Nadie se levantá a defender las "postales francesas" ni los libros escritos apresuradamente con títulos tales como Ra~ed on the Elevated Railway [Violada en el tren ê evado] y Sodama en Umon Square. Las procacidades de Boccaccio y de Chaucer; de Rabelais y de C asanova, de Shakespeare y de Smollett, eran platos literarios reconocidamente inadecuados para todos, excepto varones adultos de probada moralidad. 31 This cursed business of obscene literature works beneath the surface, and like a canker worm, secretly eats out the moral life and purity of our youth, and they droop and fade before their parents' eyes.

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La Sociedad para la Supresión dei Vicio pronto pudo informar sólo de pequenas cantidades de pornografía secuestrada y confiscada. Los traficantes de libras sucios se habían vuelto más cautelosos. Las acciones judiciales emprendidas por la Sociedad contra la Liga de Estudiantes de Arte [Arte Students League], contra un cuadro llamado "Amanecer de septiembre", contra los peligros de la Feria Mundia de Chicago y contra los librepensadores disconformistas servían en realidad de pantalla tras la cual los edito,res de obsce~ida~es !iterarias producidas en el pais operaban silenciOsamente y casi sin molestias. El espíritu de la época sostenía que un mal que no era visto ni oído, ni se exhibía provocativamente, no existia. Los traficantes de material erótico sólo necesitaban de discreción para sobrevivir. La censura del .sexo comienxa a ceder

Después de baber empujado a la pornografía cruda a seguros refugias clandestinos, a veces en el formato más barato, otras en ediciones espléndidas -como una de Las mil ~ una noches adornada por el lápiz de Auorey Bear sley, el más talentoso ilustrador de la época-, la censura dei sexo victoriana buscó nuevas conquistas. En 1888 fue encarcelado por tres meses Henry Vizetelly, el editor inglés de las novelas de Zola, por haber impreso lo que resultó ser una versión expurgada de La tierra. Las bibliotecas circulantes se negaron a recibir Jude el oscuro, de Tbomas Hardy, .y Esther Waters, de George Moore. Un editor b ostoniano retiró en 1881 una nueva edición de Hofas de hierba, de Walt Wbitman. El fiscal de distrito amenazaba con procesarlo aunque los poemas babían estado circulando desde 1855, no obstante la escandalizada indig- , nación que suscitaban. En 1890 el Correo de Nueva

York excluyó La sonata a Kreutzer de Tolstoi, con la aprohación de un comisionado àel servido civil llamado _Theodore Roosevelt, g,ue consideraba al escritor ruso "un ervertido sexual moral . Estos critenos e pureza 'terana se exten ieron a la Europa continental, y si bien Madame' Bovary, de Flaubert, fue absuelto en Francia, Baudelaire fue declarado culpable y multado en trescientos francos por Las flores del mal. Los franceses denominan este delito ultraje a las buenas costumbres, no obscenidad. No obstante, la misma sociedad que llevaba la censura a tales extremos estaba produciendo escritores que se rebelaban contra el concepto vigente de que el impulso sexual dehia ir acompafiado de sentimientos de vergüenza y de culpa. También produjo pensadores que se preguntaron qué era realmente ese impulso y cómo funcionatba. Cualquier cosa que escribieran estos bombres y mujeres era calificada en seguida de pornografia. En la actualidad sus obras pueden encontrarse clasificadas con mucbo menos sensacionalismo como literatura, ciencia y educación. Pocos libras ban modificado tan profundamente la actitud de un pueblo bacia el sexo y aun bacia la conducta como los siete tomos de los Estudios en la psicología del sexo [Studies in the Psychology of Sex], de Havelock Ellis. Sin embargo, Ellis babía nacido en 1859 y se babía criado en la época de más estricta repugnancia victoriana por el lenguaje franco. Se recibió de médico, aunque ejerció por poco tiempo; la idea para su obra capital surgió en él mientras ensefiaba en un colegio en Australia. En 1897 la comnletó en parte con la avuda de un amigo, John Addington S~onds, un crítico de arte que había reunido abunãlltes datas sobre las inversiones sexuales. A pesar de que no se seguía exactamente el orden en que él babría preferido 211

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publicado, Ellis aceptó que éste fuese el primer tomo en editarse. Tuvo que imprimirselo en alemán, y además en Alemania, porque ninguna empresa británica osó arriesgarse con un libro tan francamente sexual. Por fin en 1898 Ellis conoció a un encant ador y al parecer rico doctor De Villiers, quien se comprometió a publicar la obra con el pie de imprenta de The University Press of Watford [Prensa Universitaria de Watford]. El doctor De Villiers poseía una espléndida mansión en Londres con muchos sirvientes, y Ellis qued6 impresionado al conocer ahí a las mujer~s e hijas de diplomáticos, estadistas y otras celebndades. Los huéspedes eran sirvientes disfrazados ex profeso, pero de esto Ellis sólo se e~teró ~ucho después. El anfitrión y su esposa teman ab1ertas no menos de treinta cuentas bancarias, y él usaba tantos alias que llevaba una lista de ellos prolijamente tabulada con una muestra de la firma correspondiente a' cada nombre al lado de éste. Su verdadero nombre era Georg Ferdinand Springmuhl von W essenfeld. Aunque en Watford no había universidad y la editorial era imaginaria, De Villiers publicá verdaderamente el líbro y éste se vendí.~ modestamente en los círculos médicos y especializados, cuando otra empresa a la que estaba vinculado el editor fue objeto de la atención policial. De Villiers publicaba una revista llamada The Adult Review [La revista adulta], que era el órgano de cierta IJgã'Pro Legitimación [Legitimation League]. Este grupo atrajo a tantos miembros anarquistas que se sospechó que ocultaba fines violentamente subversivos con el propósito ostensible de acabar con el estigma que marcaba a los hijos ilegítimos. Pero la única falta visible que pudo comprobarse fue que tenía en existencia varios ejei?plares dei ,HJ;>ro de Ellis para venderlos. Un detechve de la Secc16n 212

Anarquista de Scotland Yard compró uno y procedió a detener al secretario de la liga, Geor1e Bedborough, que fue procesado en seguida bajo a acusación de haber "vendido y puesto en circulación cierto libelo lascivo, perverso, indecente, escandaloso y obsceno en la forma de un libro titulado Estudios en la psicología del sexo: la inversión sexual." s2 De Villiers cerró inmediatamente su casa de Londres y desapareció, aunque no parece que justamente en ese momento nadie lo estuviese buscando. El proceso a Bedborough se prolongá durante seis meses. A Ellis no se le permitió ofrecer ninguna explicación ni defensa dei carácter científico de su libro; las acusaciones estaban plagadas de referendas, no pertinentes, a los anarquistas y al destino de los hijos ilegítimos. El magistrado que presidí.a la causa, un \)ez de alzada de la ciudad de Londres cuyo nom re, sir Charles Hall, es recordado sobre todo por su indignante conducta antijurídica en este proceso, llegó a d ecide a Bedborough en pleno tribunal: "En un principio quizá pudo usted haber sido inducido a creer que alguien podría decir que éste es un libro científico. Pero es imposible que alguien que t enga la cabeza bien puesta sobre los hombros abra el libro sin ver que es un pretexto y un engaiio, y que ha sido emprendido meramente con el propósito de vender la sucia publicaci6n." 33

Sold and uttered a certain lewd wicked bawdy scanobscene libel in the form of a book entitled Stud1es m the Psychology of Sex: Sexual Inversion. 33 Y ou might at the outset perhaps have been gulled into the belief that somebody might say that this was a scientific b ook. But it is imposible for anyone with a head on his shoulders to open the book without seeing that it is a pret ence and a sham, and that it is merely entered into for the purpose of selling the filthy publication. 82

dalo~ ~nd

213

Ante tales asertos, no puede sorprender que Bedborough se haya decidido a cambiar su declaración de inocencia por la de culprubilidad, sin con· sultar al autor, y la obra de Ellis fue condenada. Pero los hombres como Ellis, sin embargo, no se desaniman fácilmente, y éste completá su segundo tomo. De Villiers se puso en contacto con él y se ofreciá a publicado en inglés eJ;l Europa continental. En realidad lo editá en Inglaterra con un pie de imprenta falso que decía "Leipzig". Finalmente, cuando la policía dio con él en Cambridge, oculto bajo uno de sus alias, se suicidá con veneno que llevaba en una sortija. Ellis consiguiá que una editorial de Fi delfia que se es · · aba en obras médicas e ditase esos dos t mos y os. otros cinco, a ed · a que él los iba te inando I Hu o tros_c~ de d'ferencias ngl err y ~a os Un' 1 os ace la ina r nog 'fico Co s t ly 1 a a ca procediá , s comienzos de cuya carrera transcurrieron en lo ue desde el punto de ··sta pornográfico fue ind dablemente la época v' toriana ( aunque la rein muriá cuando e con a a·· sólo dieciséis afios), ejem 'fic6 la extrafia co tradicción. Aunque su educacion 6 la marca d la tolerancia extremadamente limitada por el sexo en la literatura, él luchó toda su vida contra el ac so de los criterios SOibre la pornografía permitida s tenidos por la opinión pública y por los tribunales. Ya con su primera novela,EZ pavo real blanco [The White Peacock], se le hizo notar el cmdado con que un -escritor debía escoger sus palabras, no por arte sino por vergüenza. En 1911, después que había sido compuesta y corregida y que se habían 214

sacado pruebas de página, de repente el editor se alarmó m~chísimo por un pasaje de ]a página 230. Se lo te~1a por uno de los más audaces de plaza, pero le mform6 a Lawrence que su lenguaje era demasiado peligroso: , "[Dios! Eramos una pareja apasionada, y ella soha ten~rme en s~ alcoba mientras dibujaba estatuas gnegas de m1 [ . . . ] . Le llevó tres afios darse una verdadera panzada de mí." 34 Lawrence cedió: no es fácil para un autor novel hacer lío por una queja semejante por razones de principio. Sumisa y económicamente con el fin de que hubi~~e, que recomponer sólo I~ mínimo posible, mod1hco las frases ofensivas de esta manera · "iD~os! Eramos. una pareja enamorada, y ell~ prefena verme baJo una luz estética. Yo era estatuas griegas para ella [ .. . J. Le llevó tres afi.os hartarse verdaderamente de mí." 35 Pero cuando escrrbiá El arco íris, otro editor estuvo menos atento o el autor fue más decidido· sea como fuere, las autoridades britânicas califica~ ron de obsceno ellibro y el editor aceptá una orden d~ destruido sin darle a Lawrence una oportumdad de defenderia. En Estados Unidos El arco íris no fue molestado, pero Mujeres enamoradas [Women in Love], contra el que nada se hizo en Inglaterra, fue procesado y tuvo la distinción de hab~r dado origen a un nuevo grupo de presión la L1ga. Pro ~ibros Limpios [ Clean Books League]: AI m1smo hempo, la gazmofi.ería victoriana estaba p~oduciendo los instrumentos de su propia destrucClán. En esa sociedad curiosamente estirada se esta34 God!-we were a passionate couple-and she would have me in her bedroom while she drew Greek statues of m~s lt took her three years to have a real bellyful of me. . Lordt-u:e were an infatuated couple- and she chose to vtew me m an aesthetic light. I was Greek statues for her. . . lt took her three years to be really glutted with me.

··

215

I

"'' I ban moldeando los escritores que iban a liberar la literatura de las ataduras victorianas, los jueces que iban a reinterpretar las leyes, los educadores que iban a desbrozar un nuevo camino para la verdad y los científicos y filósofos que iban a echar por tierra los errores de una época.

VIII EL SEXO PECAMINOSO '

"Sólo para hombres" bien podría ser la divisa de los que redactan, ilustran, revisan originales, publican y distribuyen pornografía que saben prohibida por la ley. Con raras excepciones, del sexo masculino proceden el público lector del material erótico ilícito, quienes lo escriben y aun -de acuerdo con una teoría plausible- las cruzadas que contra él se emprenden. Estos hechos han sid·o observados por muchos comentaristas, y éstos son casi siempre masculinos también. Algunos de ellos han supuesto galantemente (o irreflexivamente) que el hombre es, por la índole dei animal, una criatura más lujuriosa, inclinada a babearse morbosamente por la sexualidad sugestiva que la feminidad, más pura, rechaza con virtuoso desprecio. Después de todo, es un hecho que los varoncitos (de todas las edades hasta los ochenta) garabatean palabras sexuales groseras en las paredes y escriben obscenidades en los bafios públicos. Las ninas casi nunca lo hacen. Pero uno no puede decir realmente que la grosería y la pureza se deban a las hormonas sexuales masculinas o a las femeninas. Hay ciertamente una diferencia en los estímulos que producen excitación erótica. Sin duda intervienen factores tanto físicos como psicológicos; los bombres de ciencia no se han puesto de acuerdo 2T6

217

FUENTES Muchas autoridades en la materia me han ayudado extraordinariamente a aumentar mi comprensión del papel de la pornografía en nuestra sociedad, aunque ninguna de ellas es responsable de mis opiniones o de mi manera de presentarlas. Quedo especialmente agradecido a Morris L. Ernst y Philip Wittenberg, veteranos de las guerras de la censura, por información, guía y aliento; al juez Frederick P. Bryan, por haberme explicado varias puntos legales y jurídicos; a Dan Lacy y Roland L. Burdick, del Consejo Norteamericano de Editores d e Libros, por muchos datas oportunos; a Trygve Hirsch, de Oslo, por material sobre el caso Sexus en Noruega y sobre la censura europea en general; a los diversos funcionarias superiores de la Biblioteca del Congreso, el Museo Británico, la Bibliotheque Nationale y la Biblioteca Vaticana, que hallaron tiempo para decirme cómo se ha procedido con la pornografía en sus instituciones. Los antecedentes de cualquier libra sobre un tema literario tienen que provenir obligadamente de las lecturas generales del autor a lo largo de su vida. Pero las autoridades más específicas y las fuentes impresas sobre las cuales se basa el texto de éste se citan en la lista siguiente. En cada caso he indicado el lugar y la fecha de publicación de la edición utilizada, aunque para cierta literatura "clandestina" tales datos son dudosos o desconocidos. Algunos de estas libras fueron consultados en las bibliotecas privadas de dos coleccionistas. Otro material valioso me fue accesible en el Museo Británico, la Biblioteca del Congreso, la Biblioteca Pública de Nueva York y la Biblioteca de la Sociedad de N ueva York [New York Society Library].

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