LICEO CAMPESTRE, LA MESA CUNDINAMARCA TALLER EN CLASE, GRADO 9° 27 DE FEBRERO DE 2019 1) Lea el siguiente texto y subraye las palabras desconocidas. AGAMENÓN ESQUILO (458 a.C.) PERSONAJES: Guardián Coro de ancianos (de Argos) Agamenón (rey de Argos, que regresa de la guerra de Troya) Clitemnestra (esposa de Agamenón) Casandra (prisionera que Agamenón trae como botín de guerra, profetiza el futuro) Egisto (amante de Clitemnestra y primo de Agamenón) Mensajero La escena representa el palacio de los átridas, en Argos. Delante hay varios altares y estatuas de los dioses. Es de noche y en la azotea del palacio hay un guardián. GUARDIÁN: A los dioses solicito el fin de esta tarea, la vigilancia de un largo año en que, tumbado, a manera de perro, en lo alto del palacio de los atridas, he llegado a conocer la asamblea de los astros nocturnos y los que traen a los hombres el invierno y el verano, poderosos luminares que brillan en el éter, con sus ocasos y salidas. Y ahora espero la señal de la antorcha, el resplandor del fuego que nos traiga desde Troya la noticia de su conquista: así lo manda un corazón esperanzado de mujer de varonil propósito. Pero, cuando tengo el lecho húmedo de rocío que me inquieta durante la noche, sin visita de sueños - pues el miedo, en vez de sueño, me acompaña y no me deja cerrar sólidamente los párpados- cuando, digo, quiero cantar o silbar y conseguir así con el canto un remedio contra el sueño, entonces lloro lamentando la desgracia de esta casa, no dirigida sabiamente como en el pasado. ¡Ojalá venga ahora una feliz liberación de estos trabajos, apareciendo en la noche el alegre mensaje de fuego! (Se ve de pronto lucir, a lo lejos, la llama de un fuego.)
¡Oh salve, luminaria de la noche, que anuncias una luz diurna y la celebración de numerosas danzas en Argos, en gracia a este suceso! ¡Iú, iú! Estoy anunciando claramente a la esposa de Agamenón que se alce rápidamente de su lecho y eleve en la casa, con motivo de esta antorcha, un grito de alegría, si en verdad ha sido conquistada Ilión, como la hoguera proclama con su brillo. Y yo mismo bailaré el preludio, pues voy a mover mis fichas de acuerdo con la jugada de mis amos: tres veces seis me proporciona en suerte esta hoguera. ¡Ojalá que pueda, al volver el señor de este palacio, aguantar con mi mano la suya querida! Lo demás callo: un buey enorme pesa sobre mi lengua; pero el palacio mismo, si voz tuviera, hablaría con claridad. Pero yo, de grado, me explico para los que saben y me olvido del ignorante. CORIFEO: Este es el décimo año desde que el gran aniversario de Príamo, el rey Menelao, y Agamenón, coyunda poderosa de atridas, honrada por Zeus en un doble trono y cetro, sacaron de esta tierra una expedición argiva de mil naves. Con fuerza, de su pecho gritaban la guerra, a manera de buitres que en extremo dolor por sus polluelos revolotean por encima del nido, bogando con los remos de sus alas, tras perder el trabajo de empollar sus crías. Pero alguien -quizá Apolo, o Pan, o Zeus-, oyendo en las alturas el graznido agudo de estas aves, vecinas de su reino, envía a los culpables una Eridnis, tardía vengadora. Así también el poderoso Zeus hospitalario manda contra Alejandro a los hijos de Atreo: y por culpa de una mujer de muchos hombres impone luchas numerosas y extenuantes -la rodilla hundida en el polvo y rota la lanza en combate preliminar- a dánaos y troyanos por igual. Las cosas permanecen donde ahora están, pero se cumplirán en el tiempo marcado por el destino; ni con sacrificios que arden ni con libaciones de no quemadas ofrendas aplacarán la inflexible ira de los dioses. Mas nosotros, incapaces por la carne vieja, excluidos de esta empresa, aquí permanecemos, guiando con el bastón nuestra fuerza de mitos. Porque la joven médula que reina en los pechos es igual que la de
un viejo y Ares no habita en ellos. ¿Y qué es un hombre en su extrema vejez, marchito ya su follaje? Anda sobre tres pies, y no más fuerte que un niño camina errante cual sueño aparecido en pleno día. Pero tú, hija de Tindáreo, reina Clitemnestra, ¿qué sucede?, ¿qué noticias hay? ¿Qué sabes? ¿En virtud de qué nuevas, enviando avisos por todas partes, mandas hacer sacrificios? De todos los dioses protectores de la ciudad -supremos, subterráneos, domésticos, placeros- los altares arden de ofrendas. Aquí y allá, larga hasta el cielo, sube la llama animada con los dulces estímulos, sin engaño, de un aceite puro, sacado del fondo del palacio. Relátame de esto lo que puedas y debas; hazte médico de esta inquietud, que unas veces me llena de tristes pensamientos, y otras, a la vista de los sacrificios que haces brillar, una esperanza aleja de mi corazón la congoja insaciable, este sufrimiento que me destroza la vida. CORO: Soy dueño de cantar el mando de feliz agüero de los caudillos de la expedición, pues mi vieja existencia por voluntad de los dioses todavía me inspira la persuasión, fuerza de los cantos. Diré cómo el poder de doble trono de los aqueos, autoridad concorde a la juventud helena, envía con lanza y mano vengadora un presagio impetuoso a la tierra: dos reyes de las aves contra dos reyes de las naves, una negra, otra blanca por la espalda. Aparecieron cerca del palacio, del lado de la mano que blande la lanza, en lugares bien visibles, devorando una liebre madre, cargada con su preñez, frustrada en su última carrera. Canta un himno lúgubre, lúgubre, pero que triunfe, al fin, lo mejor. Y el sabio adivino del ejército, al ver a los valerosos atridas dispares en carácter, en las aves devoradoras de la liebre, reconoció a los caudillos de la guerra y dijo así, interpretando el prodigio: «Con el tiempo, esta expedición conquistará la ciudad de Príamo, y una Moira aniquilará con violencia a todos, junto a la muralla, como ovejas numerosas de un rebaño, sólo que alguna envidia de los dioses, anticipando el golpe, no ensombrezca cl gran bocado bélico forjado para Troya. Porque Artemis, la pura, por compasión está irritada contra los perros alados de su padre, que antes del parto inmolan con sus crías la liebre desgraciada, y aborrece el festín de las águilas.» Canta un himno lúgubre, pero que triunfe, al fin, lo mejor. «Ella la Hermosa, tan amiga de los tiernos cachorros de feroces leones y tan grata para los retoños
deseosos, aún de la teta, de las fieras silvestres, pide que se cumplan los presagios de estos hechos y las visiones favorables y a la vez acusadoras de las aves. Pero yo invoco a Peán, el sanador, para que la diosa no proporcione a los dánaos una larga demora en el puerto, en las naves retenidas por vientos contrarios, provocando un nuevo sacrificio sin flautas ni festines, artífice familiar de discordias que no respeta ni al esposo. Pues aguarda un terrible, traidor, infatigable intendente, el rencor memorioso que toma venganza de los hijos.» Estos fueron los destinos fatales que, junto a los venturosos, sacados de las aves agoreras proclamó Calcante para la casa de los reyes. Y de acuerdo con ellos canta el himno lúgubre, lúgubre, pero que triunfe, al fin, lo mejor. Zeus, quienquiera que sea, si quiere ser designado así, así te invoco. Nada puedo, por más que todo lo pondero, comparar con Zeus, si es que en verdad hay que arrojar el peso vano de la cavilación. El que antes era grande, rebosante de audacia, invencible, nadie habla de él, ya existió; y el que vino después, halló un vencedor. Mas, el hombre que con fervor hará resonar epinicios en honor de Zeus alcanzará la suprema sabiduría. Él condujo a los hombres al saber, estableciendo como ley: «el aprender sufriendo». En vez del sueño destila el corazón un dolor por males pasados, y a los rebeldes llega incluso la sensatez. Sin duda un favor violento de los dioses sentados cabe el timón augusto. De este modo el caudillo superior de las naves aqueas, sin censurar al adivino, cedió a los vientos del destino adverso cuando por la calma y el ayuno el pueblo aqueo sufría detenido enfrente de Calcis, en medio de las agitadas aguas de Áulide. Pues los vientos venían del Estrimón, trayendo funestos descansos, hambres, peligrosos anclajes, dispersión de hombres, ruina de naves y jarcias; y prolongando más la demora consumían con la tardanza la flor de los argivos. Y cuando el adivino, invocando a Artemis, anunció a los jefes otro remedio más penoso que la amarga tempestad, los Atridas golpeando la tierra con sus báculos no pudieron contener las lágrimas. Y así el rey más anciano habló de esta forma: «Penoso es mi destino si desobedezco, pero penoso también si doy muerte a mi hija, orgullo de la casa, mancillando ante el altar mis manos paternas con arroyos de sangre virginal. ¿Cuál de las dos acciones está libre de males? ¿Cómo voy a dejar las naves, faltando a mi alianza? Porque si el sacrificio y la sangre virginal calman
los vientos, es lícito desearlo apasionadamente. Sea para bien.» Y después que su cuello fue uncido al yugo del destino, y sopló en su mente un viento contrario, impío, impuro, sacrílego, desde entonces cambió de opinión hasta resolver un acto de increíble audacia. Porque a los mortales enardece la mísera demencia, torpe consejera, causante de desgracias. Él, pues, se atrevió a hacerse verdugo de su hija, para ayudar a una guerra en venganza de una mujer, y como ofrenda propiciatoria por las naves. Las súplicas, los clamores a su padre, la edad virginal, en nada lo tuvieron los jefes deseosos de guerra. Después de la plegaria, al ver a la muchacha asida con toda su fuerza a los vestidos de su padre, ordenó éste a los siervos que, a manera de cabra, inclinando su cuello hacia adelante, la condujeran en vilo sobre el altar y ahogaran todo grito de maldición para la casa amordazando su hermosa boca con la violencia y la fuerza muda de un freno. Hasta el suelo se desliza su túnica teñida de azafrán y de sus ojos lanzaba dardos lastimeros a cada sacrificador. Parece por su porte una imagen que
quiere hablar, ella que tantas veces en los banquetes suntuosos de los Atridas había cantado y entonado amorosamente con voz pura y virginal, en la tercera libación, el feliz peán del padre querido. Lo que después sucedió ni lo vi ni lo digo, pero las artes de Calcante no fueron vanas. Justicia otorga, a los que han sufrido, conocimiento; el futuro, cuando suceda, lo oirás. De momento déjalo correr, no llores antes de hora, pues claramente llegará con los rayos de la aurora. Y en adelante salgan tan bien las cosas como las desea la que, aquí presente, es el único baluarte que defiende la tierra de Apis. (Sale Clitemnestra.) CORIFEO: Vengo, Clitemnestra, a rendir homenaje a tu poder, pues es justo honrar a la esposa de un príncipe, cuando el trono carece de varón. Pero ya sea que sacrifiques por haber recibido alguna buena noticia, ya sea por gratas esperanzas, te escucharía con gusto; pero no me ofenderé si callas. Esquilo. Agamenón. Edit. Gredos. Madrid, 1986.
2) Una vez leído el texto, realice una lista con las palabras desconocidas y busque su significado. 3) En la escena leída, el Vigía, el coro y el corifeo, cantan un lamento. En sus propias palabras elabore un resumen en el que explique el porqué del lamento, qué personajes se enumeran y en qué escenario se desarrolla la escena.
El trabajo se realizará de manera individual y se entregará en las hojas que sean necesarias para su desarrollo, con buena ortografía, cohesión y caligrafía.
LICEO CAMPESTRE, LA MESA CUNDINAMARCA TALLER EN CLASE, GRADO 8° 27 DE FEBRERO DE 2019 1) Lea el siguiente texto y subraye las palabras desconocidas.
Primera Parte Capítulo Primero Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxá-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo. Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y
amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento. - ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: -- ¡Tierra! -- dijeron, y al instante fue hecha. Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie. Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: - ¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, ¡RaxáCaculhá! -Nuestra obra, nuestra creación será terminada- contestaron. Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas. Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua. De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación. Capítulo II Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, cantiles [víboras], guardianes de los bejucos. Y dijeron los Progenitores: -- ¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien los guarde.
Así dijeron cuando meditaron y hablaron en seguida. Al punto fueron creados los venados y las aves. En seguid pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros [seres] que sean obedientes. Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será. Esta será vuestra suerte--. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales pequenos y grandes que hay sobre la faz de la tierra. Luego quisieron probar suerte nuevamente; quisieron hacer otra tentativa y quisieron probar de nuevo a que los adoraran. Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por esta razón fueron inmoladas sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados los animales que existen sobre la faz de la tierra. Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores. - ¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora; ¡hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos. Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten-. Así dijeron. Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. Y dijeron el Creador y el Formador: -- Bien se ve que no podía andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron. Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida dijeron: -- ¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien nuestros adoradores, nuestros invocadores?- Así dijeron cuando de nuevo consultaron entre sí. -Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú : ¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! -- Así dijeron entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Ixpiyacoc e
Ixmucané. En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres eran Ixpiyacoc e Ixmucané. Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al agorero, al formador, que son los adivinos: -- Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros. -- Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga. -- Da a conocer vuestra naturaleza, Hunaphú-Vuch, Hunahpú-Utiú, dos veces madre, dos veces padre, Nim-Ac, Nimá-Tziís, el Señor de la esmeralda, el joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos platos, el Señor de la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro Toltecat, la abuela del sol, la abuela del alba, que así seréis llamados por nuestras obras y nuestras criaturas. - Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera--. Así les fue dicho a los adivinos. A continuación, vino la adivinación, la echada de la suerte con el maíz y el tzité. ¡Suerte! ¡Criatura!, les dijeron entonces una vieja y un viejo. Y este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y la vieja era la adivina, la formadora, que se llamaba Chiracán Ixmucané. Y comenzando la adivinación, dijeron así: - ¡Juntaos, acoplaos! ¡Hablad, que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la madera y que sea labrada por el Creador y el Formador, y si éste [el hombre de madera] es el que nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando amanezca! Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura; ¡uníos! le dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. ¡Ven a sacrificar aquí, Corazón del Cielo; no castiguéis a Tepeu y Gucumatz! Entonces hablaron y dijeron la verdad: -- Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán vuestros muñecos hechos de madera, hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra. -¡Así sea! -- contestaron, cuando hablaron. Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra.
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni
gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos. Estos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra.
Popol Vuh. Edit. Panamericana, Bogotá 2003.
1) Una vez leído el texto, realice una lista con las palabras desconocidas y busque su significado. 2) Elabore un comic en el que recree cada uno de los momentos de la primera parte del relato leído. 3) Siendo el Popol Vuh un texto que relata el mito de creación de los mayas Quiché, argumente porqué el texto leído es un mito y no una leyenda.
El trabajo se realizará de manera individual y se entregará en las hojas que sean necesarias para su desarrollo, con buena ortografía, cohesión y caligrafía.