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  • Uploaded by: Marcela Corbalan
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la le cuenta cosas de la madre. «Anabcl liiiiiliiéii se sentaba a esta mesa cuando tenía tu edad». Vicente se queda boquiabierto: «¿Mamá se llamaba Vicente cuando era pequeña?», pregunta sumamente sorprendido.

Cuántas veces oímos a los niños poner peros a sus padres y poner en duda la sabiduría de éstos: «Pues el maestro dice otra cosa...».

El desarrollo de la motricidad de los niños se dispara entre los cuatro y los seis años. Los niños juegan de buena gana en la calle y desarrollan sus capacidades físicas, desde trepar hasta montar en bicicleta. Empiezan a aprender códigos sociales, por ejemplo, la diferencia entre «pelear de verdad» y «pelear jugando».

El desarrollo lingüístico está en pleno auge. Los niños saben pronunciar la mayoría de las palabras y pueden formar frases gramaticalmente correctas. Eso no significa que comprendan el significado de lo que dicen, n i que sean capaces de formular todo lo que desean saber o todo lo que les pasa.

Víctor, de cinco años, vuelca la agresividad que ha acumulado durante la clase de judo sobre Sergio. «Víctor, no debes agarrar a Sergio, él no sabe cómo defenderse, porque él no va a judo y tú sí, y le haces daño. El judo es para aprender a defenderse y no para hacer daño.» «Eso no es verdad», contesta Víctor indignado, «a mí siempre me hacen daño cuando voy a judo».

El pensamiento egocéntrico del niño, que consiste en considerarse a sí mismo como centro del m u n d o y tener poca idea de lo que les pasa a los demás, disminuye a partir de este período rápidamente; aunque no llegará a desaparecer nunca del todo, porque los adultos no están exentos de ello. Participando en las vivencias de sus compañeros de edad el niño aprende a ponerse en el lugar de otros. SuUivan (1953) afirma que el niño aprende la empatia, es decir, a ponerse en el lugar de otro a través de las amistades con otros niños. Gracias a la amistad el niño aprende a conocer el m u n d o del otro.

Los niños con problemas de contacto social también suelen tener una motricidad deficiente. A menudo los problemas sociales graves están ligados a una motricidad no fluida (HaddersAlgra, 1997). Esto concierne sobre todo a niños con problemas de autismo (Delfos, 2001-2008); por esta razón sufren u n retraso a la hora de tener contactos sociales con niños de su edad. Además, poder participar en actividades físicas va tomando cada vez más importancia a partir de los cuatro años. Esto es aún más apreciable en los chicos, que se inclinan más por las actividades físicas en grupo que las chicas. Los niños con dificultades en la interacción social y con motricidad deficiente sufrirán u n retraso a la hora de establecer contactos, siendo más fácil que sean rechazados por otros niños. Los niños con disfunciones del espectro autista, como la disfunción de Asperger, tienen dificultades para la adaptación en la interacción social. A partir de cierta edad tendrán problemas en el trato con coetáneos, especialmente en lo que se refiere a mantener el contacto. A los padres y a las personas que cuidan al niño, se suma a partir de los tres años otra figura adulta importante: el maestro del colegio. Los conocimientos de los que dispone el maestro hacen que los padres del niño se sientan u n poco desplazados. OJOS SOUARES

La empatia se conftmde a menudo con la sensibilidad. Una persona sin empatia suele ser considerada erróneamente como insensible. Wispe (1986) y Gruen y Mendelsohn (1986) diferencian en este contexto entre el concepto de empatia y el de simpatía. Empatia significa poder ponerse en el lugar de otro e imaginarse los sentimientos de éste. Eso no significa que se compartan o se sientan las mismas emociones o que se quieran mitigar (simpatía). La empatia se hace evidente cuando se intuyen sentimientos de otro, aunque vmo mismo los desconozca. La incapacidad de intuir lo que siente otro no significa que la persona en cuestión no tenga sentimientos; simplemente significa que la escala de sentimientos se limita a los que ésta conoce y experimenta. El pensamiento animista, que otorga vida a todas las cosas, y el pensamiento mágico, que contempla el m u n d o como regido por fuerzas mágicas, siguen vigentes durante este período (Fraiberg, 1978). Un bonito ejemplo de pensamiento animista es el de Electa, de seis ¡años. Le han comprado zapatos nuevos, pero aún no se ha acostum-

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