Escuchar La Verdad

Escuchar la Verdad

“Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida” (Jn. 14, 6)

Camino que conduce al Padre; Verdad que nos revela al Padre y Vida porque la Vida Eterna es conocer al Padre en el Hijo.

Verdad, que sólo fue revelada a los humildes y sencillos de corazón y no a los poderosos y dueños del mundo. Por eso se entiende lo que ocurrió cuando Jesús compadece ante Poncio Pilato. Ante el interrogatorio sobre si era o no rey, el Señor responde: “Yo soy rey y para esto he nacido y he venido al mundo. Para dar testimonio de la Verdad. El que es de la Verdad, escucha mi voz” (Jn. 19, 37). Instantáneamente Pilato pregunta lleno de intriga: “¿Qué es la Verdad?”. Y Jesús calla, no porque no supiera, sino porque si se lo explicaba, no lo iba a entender porque no era sencillo de corazón. Y quizá esta sea lo que ocurrió, ocurre y seguirá ocurriendo en todo la historia de la humanidad: el mundo no conoce la verdad. És más hasta la ha matado: “Dios ha muerto”, proclamaba Nietzsche, los judíos la crucificaron, ante la indiferencia del pueblo pagano. Diferentes filosofías intentaron buscar la Verdad, pero se quedaban en el camino: llegaron a descubrir a un motor inmóvil (Aristóteles), a un demiurgo (Platón), a un mundo Ideal (Platón), a un Uno (Plotino) o a un Espíritu que todo lo envuelve (Hegel), pero no pudieron dar el paso fundamental.

“Y la Verdad se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14). La Verdad para poder ser conocida, tuvo que venir a nosotros. Pero el mundo no la recibió.

El mundo necesitaba conocerla, el Padre la envió y reveló a los hombres: “Este es mi hijo muy amado: escuchadle”(Mt. 17, 5) Mandato del Padre, que hoy más que nunca reclama una respuesta.

Pero ¿cómo hay que hacer para escuchar al Hijo y, entonces, conocer la Verdad. La consigna anterior rezaba: “Un silencio hecho Palabra de Dios” Esto quiere decir que en el

silencio habita esta la Palabra de Dios y esta Palabra de Dios es la Verdad. Con razón el antiguo refrán dice: “Cuando el hombre calla, Dios habla”. Porque si la Palabra está en el silencio, tenemos que callar para que pueda hablar en nuestro interior. Ahora se explica el sentido trascendente de nuestros horarios de silencio. ¡Vaya paradoja!, este hermoso tiempo comienza con el toque de la campana ¡igual que en el momento de la consagración! Las campanadas anuncian a Dios presente entre nosotros. Y si Dios está presente entre nosotros, no podemos hacer otra cosa más que contemplarlo, adorarlo y escucharlo.

Y a este Dios presente en el silencio, hay que escucharlo. Pero para poder escucharlo hay que saber descubrirlo. Y hay dos caminos para llegar a la Verdad: la vía intelectual y la vía de la fe. Por medio de la inteligencia lo hacemos con nuestro estudio y por medio de la fe por nuestros actos de piedad. Y todo ello en un clima de absoluto silencio que favorece nuestra búsqueda de la Verdad, que está presente entre nosotros.

“Este es mi hijo muy amado: escuchadle”(Mt. 17, 5)

Por eso propongo como consigna de este período del año:

“Escuchar la verdad”, que es nuestro modo de responder al pedido del Padre Celestial