Eliar Y Alba

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  • Words: 833
  • Pages: 2
Eliar y Alba …“Y los niños, Elíar y Alba, tiernos mozuelos que llegaron cabalgando por los aires con sus plumas suaves y blanquecinas, se posaron alrededor de la cama de Cesia, una mujer sumida en el dolor de la pérdida de sus hijos. Alba, la niña de piel rosada y cabellos de oro, tomó una mano de la desdichada mujer mientras esta dormía y la llevó hasta su pecho, mientras que Elíar, el pequeño de piel canela y cabellos azabaches, tomaba la otra mano y jugueteaba con sus pequeños dedos. El sueño aparente en el que yacía Cesia, se esfumó como el vapor por las ventanas y una sonrisa sosiega se dibujó en su mustio rostro” Los ojos de la mujer se detuvieron en los pequeños, eran hermosos y tenían un parecido sorprendente a sus hijos, se incorporó de su posición y con una mirada llena de sorpresa, les preguntó. -

¿de donde han venido?, ¿Cómo se llaman?, ¿Por qué se parecen tanto a mi Myron y

a Astrides, mis hijos?- Los niños sonrieron y luego de mirarse el uno al otro, Alba en un suave ademán con sus manos le indicó apuntando un retrato que estaba sobre el velador; -

Ellos están muy bien y nos pidieron que le dijéramos que el lugar donde se

encuentran es lo más hermoso que jamás habían visto y que están felices de vivir allí, y que pronto se iban a juntar en un fuerte abrazo -

pero… ¿porqué se fueron de mi lado?, yo los amo mas que a nada en esta tierra, yo

los necesito -

Lo que sucede es que usted debe olvidar ese rencor que siente por haberlos perdido,

resistiéndose a amar lo que tiene por delante, su esposo la necesita y la necesita mas que a nadie ese bebé que usted tiene consigo -

Pero ya nada va a ser lo mismo sin Myron y Astrides

Sus hijos están bien, ellos esperan que cuando sea el tiempo de su partida se puedan abrazar todos juntos, La mirada de Cesia parecía de incredulidad, pero algo dentro de ella le decía que podía confiar en que todo saldría bien. La habitación estaba iluminada de una refulgente luz azulina que bañaba de índigo todos los muebles y paredes de la habitación. Alba se acercó a Cesia y mostrando en una de sus manos unos crayones, que habían pertenecido a Myron y en la otra, una pequeña caja musical que había pertenecido a Astrides. Le declaró:

1

- recuerde lo que ya no está con nosotros no tiene porqué seguir carcomiéndonos en el presente - luego interrumpe Eliar -

Si, es verdad y nunca olvide que usted debe mirar lo que tiene y no lo que tuvo o lo que podría tener, fije sus ojos en su esposo y en ese pequeño, que ha sido formado en su vientre por la mano de Dios mismo.

-

Es que fue para mi muy dolorosa su pérdida, yo los amaba mas que a nada en esta tierra

-

Eliar continúa - Busque a su esposo y dígale que lo ama y que ya nunca más el pasado va a interrumpir su felicidad, piense, ya han pasado varios años y ese hijo… en realidad debo decirle… - Alba interrumpe al impetuoso Eliar, que estaba desprendiendo de sus alas un polvillo dorado al agitarlas y que estaba a punto de revelar lo que tendría que ser una sorpresa al momento de nacer.

-

Eliar, recuerda que tu problema es que hablas más de la cuenta y que eso te ha perjudicado, no hables más ¿quieres? - Alba se elevó por los aires moviendo en suaves vaivenes sus alas para quedar al otro lado de la cama y así volver a la conversación

-

Eliar ¿qué me querías contar?- interrumpe Cesia

-

Nada, solo le cuento lo que se me está permitido contar, nada más

Los niños se alejaron por la misma ventana en que habían descendido y sus aleteos a medida que se alejaban iban dejando una estela de polvillo dorado por todo el cielo. Cesia, se incorporó y mirando su vientre, pensó que era lo mejor seguir el consejo de los angelitos, puso sus manos abiertas como intentando sostener su vientre y elevó una oración de agradecimiento a Dios por la bendición que significaba tener la oportunidad de volver a criar y en un gesto delicado, puso su mano sobre el hombro de su esposo que dormía a su lado sin percatarse de nada de lo que había pasado momentos antes, y solo pudo repetir una oración de agradecimiento por los dos. Ahora, ese pasado no la volvería a atar, porque su mirada estaba puesta en el presente, en los que amaba y que amaría hasta su muerte. Al cabo de unos meses, en la sala de partos, nacían dos pequeños que llevarían el nombre de Eliar y Alba llenando de alegría los rostros de Amahro y Cesia, los padres más felices de ésta Tierra.

Pablo Arestizabal 2

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