El Opusculo Borrajo

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EL OPÚSCULO BORRAJO

EL OPÚSCULO BORRAJO por

RAMÓN BORRAJO DOMARCO

PRÓLOGO de JAVIER SÁDABA

© Ramón Borrajo Domarco © de la edición: CSNueve Producciones S.L.N.E. DEP. LEGAL: ISBN: 978-84-936484-0-4 Edita: CSNueve Producciones S.L.N.E. http://www.cs9.info Maquetación: Instituto Tipográfico del Mediodía. Imprime: Publidisa

A todos aquellos que creyeron que esto no era posible.

Hay libros nuevos y originales, lo malo es que los nuevos no son originales y los originales no son nuevos. CHUFO LLORENS

PRÓLOGO

C

ONOCÍ a Moncho Borrajo hace ya unos años en Bilbao. Mi conocimiento no fue directo sino a través del escenario. Estuve presente en una de sus funciones. Asistimos prácticamente todos los hermanos porque teníamos una idea, un tanto confusa he de confesarlo, de que se trataba de un espectáculo con interés y en el que nos íbamos a divertir. Y, efectivamente, fue así. Gozamos durante la representación y salimos contentos. Mantengo vivo el recuerdo de lo que allí vi y oí. Una sola persona llenaba la escena, cambiaba con una facilidad extraordinaria de actividad, hacía reír, incitaba a pensar y todo lo envolvía en una mezcla de magia y cercanía que acababa por seducirte. Mucha imaginación y no menos talento son el resumen de aquel primer contacto, indirecto, con Moncho Borrajo. Recientemente he hablado bastante con él. Y lo que entonces vi y ahora he oído, ya sin la distancia que se da entre el actor y el público, no ha hecho sino confirmar lo que siempre sospeché. Se trata de una persona inteligente, original, que se basa en ella misma y que no depende ni de la moda tonta ni de las costumbres inertes ni de qué dirán los que normalmente no dicen nada. Y, por último, ha llegado a mis manos este libro. Lo he leído con gusto y me han pedido un prólogo. Lo hago con no menos gusto. Porque el libro enseña y hace gozar, que es precisamente la conjunción que pedían los clásicos a la hora de comunicarnos con los demás. Lo más sencillo y práctico sería invitar a todos a que se zambullan en lo publicado por Moncho Borrajo. Y es que se lee con soltura, se pasa bien, es ágil y, repito, se aprende. Me voy a permitir, sin embargo, fijarme brevemente en varios aspec-

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tos que me han llamado la atención de manera especial. En primer lugar, en el tipo de protesta que respiran sus páginas y que ya anuncia el título. En segundo lugar, en el humor que, en buena parte, es la esencia de su obra. Y, finalmente, en lo que supone que una persona que, con mayor o menor precisión, es calificada de cómico nos obsequie con un libro como el que tenemos entre manos. Moncho Borrajo hace una protesta interminable. Más que protesta, podríamos afirmar que la suya es una crítica clara y sin restricciones, aunque nunca huya de un sano sentido común, a nuestra sociedad; de modo muy especial, a aquella parte de la sociedad que, al amparo del poder político, medra sin miramientos. Y, cosa más importante, medra y se arrastra sin capacidad intelectual. En esa combinación de mediocres políticos y aduladores se teje todo lo que es la tela de araña que ahoga lo que sea excelencia; y, sobre todo, aquello que es realmente independiente. Alguno podría objetar que este tipo de críticas es harto conocido y que, por lo tanto, no se ve una especial originalidad. Y no es así. Porque Moncho Borrajo no recurre a lugares comunes, no desvela lo que todos sabemos ya, no acumula los tópicos de aquellos que, después de ser en tertulia críticos ad nauseam del poder, son, a la hora de la verdad, sus mayores cómplices. Nuestro autor se fija en los pequeños detalles, pero sumamente reveladores, que componen el entramado para silenciar al que es independiente y hace un trabajo digno, premiando, por el contrario, al que nada hace si no es obedecer. Su palanca de análisis, además de tocar los diversos campos de la sociedad, se centra, algo que no suele ser habitual, en el terreno del arte. Ahí el más anodino es encumbrado por sus padrinos, mientras que quien realiza un trabajo serio y con honestidad intelectual o pasa desapercibido o se minimiza su obra. En algún momento, y ésta sí que podría ser una objeción, alguno acusará a Moncho Borrajo de ingenuo. Es como si hubiera esperado con un entusiasmo desmesurado la llegada de la democracia, pensando que ésta, con una savia poderosa, iría regando nuestro país hasta convertirlo en un jardín. Él mismo confiesa que en este punto creyó demasiado, se encantó, por decirlo en términos weberianos y que, en consecuencia, ha quedado desencantado. Otros, desde el principio y viendo cómo se gestaba lo que

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actualmente tenemos, fuimos más escépticos. No es cuestión de ir de listos por la vida. Se trata, más bien, de constatar una realidad. Y en ella la actitud de Moncho y la mía no coinciden. Como no coinciden, aprovecho la ocasión para decirlo, en la crítica que hace al fútbol. Es verdad que su rico análisis de los nuevos dioses, de las aparentes diversiones que, en vez de enseñar y espabilar, atontan, nos inundan con una falsa protección. Es verdad, como escribe Moncho Borrajo, que todo contribuye a que se viva a lo avestruz, sin enterarse de casi nada y al son de quien mejor engañe. Y en ese mercado el fútbol jugaría un papel alienador semejante a lo que sucedió en la época franquista. Estaría dispuesto a concederle que el negocio y el espectáculo del fútbol se inscriben en esa perversa zona de la sociedad que únicamente mira al propio beneficio y que explota los instintos más bajos de las personas. Lo que rodea al fútbol puede ser deleznable y un campo de fútbol puede convertirse en el mejor ejemplo de lo que es la masa en su sentido más necio y, por cierto, bien estudiado por Freud. Pero eso le sucede a cualquier deporte o a cualquier actividad. El ajedrez en manos de unos mafiosos respirará mediocridad y vaciedad. Pero de ahí no se sigue que el ajedrez no sea un modelo de inteligencia. Otro tanto, y con las debidas analogías, habría que afirmar del fútbol. A algunos nos parece un juego sumamente interesante. Se ha llegado a afirmar que consiste en hacer pensar a los pies, que no es poca cosa. Todo ello no impide, repito, que nos encontremos ante una protesta que podría continuarse, que exige un mundo mejor y que lo hace desde una perspectiva original, con mucho, muchísimo buen sentido común y con gracia. Una gracia que se refleja a veces en la creación de palabras bien escogidas, como es la de “machosaurio” para designar uno de los males que, nunca mejor dicho, nos matan. Y esto nos lleva al segundo punto, al humor. El humor es la esencia del libro de Moncho Borrajo. Lo describe con detenimiento y lo valora como se merece. Sobre el humor y la falta de humor se ha escrito hasta la saciedad. No es fácil, sin embargo, atar todos sus cabos, no perderse en las distinciones o no caer en análisis tan certeros como sospechosos. Julio Caro Baroja, con el ingenio que le caracterizaba, nos habló del gamberro como una de las for-

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mas de humor, con una ambigüedad que a algunos nos suena inadecuada. Los de Bilbao, según él, seríamos gamberros. Yo lo dudo. Aunque, añado, los gamberros suelen ser los que cuentan chistes de Bilbao, algunos, por cierto, bastante buenos. Moncho Borrajo se sitúa, y es una afirmación tal vez arriesgada, entre lo que nos enseñó Freud sobre el chiste y Bergson acerca de la risa. Según el primero, en el chiste, una de las formas más típicas y populares del humor, afloran nuestros deseos, nos liberamos, ejercemos una función catártica. Y si hablamos caso al filósofo francés Bergson, en la risa la vida se mofa o deja en ridículo a lo inerte, a lo que actúa mecánicamente. El humor, en consecuencia, es lo opuesto a lo estirado, rígido, reprimido o muerto. Tres son, por otro lado, los aspectos que desearía destacar en la obra de Moncho Borrajo en su referencia al humor, aparte, naturalmente, de matices o detalles muy propios de quien ha sido y es un maestro en dicho arte. El primero tiene que ver con la ironía político-social. La ironía, lo observó también Ortega, deja desnudo al ironizado, lo reduce a lo que realmente es, más allá de lo que quiere aparentar ser. La ironía tiene todo su sentido cuando nos enfrentamos a un poder político, a una institución social o a un entontecido individuo y los hace caer de su inmerecida posición. Es, entonces, cuando el humor cumple una función contrapolítica fundamental, especialmente en días en donde la tontería se reviste de genialidad. Ante un sistema corroído por la imbecilidad, nada mejor que tomarse en serio la realidad, no tomándose en serio a los que dicen estar en ella. En segundo lugar, el humor tiene una función terapéutica o medicinal. Creo que son unas páginas excelentes las que dedica Moncho Borrajo al humor para contemplarlo en su aspecto curativo. Porque riendo y con la sonrisa, acompañamiento inteligente de la risa, relativizamos todo y nos relativizamos a nosotros mismos. No nos creemos el centro del mundo, no dejamos que el enigma de nuestra existencia nos lleve a la locura y hacemos que la vida discurra de modo menos acelerado y acerado. Saber reír es saber gozar. Finalmente, el humor tiene una tarea que podríamos llamar moral. No se trata de afirmar, sin más, que quien carece de humor es un inmoral. Es lo que escribió un filósofo importante del siglo pasado. A M. Schlick, que así se

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llamaba el filósofo, macabras paradojas de la vida, le mató un estudiante al salir de clase. Sin ser tan rotundos como el filósofo en cuestión, sí se podría sostener que el humor es un excelente compañero de la moral. Porque nos hace receptivos, se opone radicalmente al dogmatismo y, en su desvelamiento de la fragilidad humana, nos llena de comprensión. Y, así, se convierte, como diría el clásico, en promesa de felicidad. Acabo con una observación sobre el autor del libro. No es mi intención recordar ahora su vida artística. Es de sobra conocida. Pero es de interés poner de manifiesto cómo alguien que ha escrito para el teatro, pinta y canta, nos ha entregado un libro con sus reflexiones sobre una vida política insatisfactoria, sobre una profesión, la suya, que está lejos de la trivialidad y con una reflexión honda sobre el humor. Esto supone que las experiencias vividas, cuando se nos muestran con claridad e ingenio, nos enriquecen y nos enseñan a vivir. Es lo que tenemos que agradecer a Moncho Borrajo. El lector tiene en sus manos una obra seria. Por eso podrá reír también en serio. JAVIER SÁDABA

PREACTO

LA PROTESTA INTERMINABLE

T

REINTA años de contacto directo con el público pueden ser pocos para aquellos que nunca valoran el trabajo ajeno pero, para mí, ha sido la mejor escuela que hubiera podido desear. Durante estos años los acontecimientos fueron sucediéndose de forma rápida y continuada, dejando en mí grandes dudas y una protesta interminable. Una protesta interior, y exterior a la vez, que ha conseguido que, durante este tiempo, las viejas y eternas controversias se fueran acrecentando en mí como si de un pozo se tratara; pozo que no quiero que se sedimente en mi corazón sin antes darle un pequeño repaso para luego volver a llenar el vaso con agua nueva.

 “Por los servicios prestados a la nación”, así reza la gran patraña política de este país cuando se quiere justificar un derroche innecesario de dinero en sueldos a aquellos que han ocupado un puesto político durante un cierto periodo de tiempo. No me he parado a calcular el número de ellos que han pasado por dichos cargos desde la muerte del dictador, pero puedo imaginar la cantidad de millones que se dedican a este menester anualmente sólo para tapar bocas o aliviar heridas, pero lo cierto es que siguen ejerciendo el viejo arte del chuleo, siendo los proxenetas de la sociedad. ¿Realmente han hecho tanto por la “Patria” que estamos obligados a reconocerle de por vida su gran labor?

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Si analizamos lo realizado en estos años por los llamados padres de la democracia, a un servidor le parece más bien poco comparándolo con lo conseguido por la sociedad en su conjunto. Somos nosotros y no ellos los que hemos hecho la transición política. Nosotros hemos sufrido en nuestros bolsillos sus teorías económicas como si fuéramos ratas de laboratorio en manos de unos ineptos ensayistas de un curso acelerado de economía. Somos nosotros, y no ellos, los que nos enfrentamos diariamente con la inseguridad que ellos tanto utilizan en sus discursos vacíos de ética y de contenido. Somos nosotros los que cargamos con una serie de leyes de educación que más parecen pensadas por un terrorista cultural que por un ministro de educación claro que, ese título tan rimbombante, se ha dado más al amigo de partido que al hombre o mujer capacitado para ello. Podría estar enumerando de forma continuada cientos de datos que están en la cabeza de todos, pero para nada servirían, tan sólo para hacer más extenso este escrito y no es esa mi intención. Es curioso comprobar, por los discursos y opiniones vertidas en los cientos de tertulias que hemos tenido que soportar en todos los medios de comunicación durante estos años, cómo son ellos, y sólo ellos, los que han hecho algo por nosotros y no viceversa. No deja de ser menos curioso el concepto que tienen de las gentes del mundo artístico: pintores, actores, cantantes, músicos. Parece que sólo les somos útiles cuando de sus campañas electorales se trata. Contando con que algunos no jugamos a ese juego y pagamos cara nuestra libertad, parece ser, que esa es la única utilidad que podemos tener. Nadie dice de darle una pensión vitalicia a un actor o a un cantante o a un músico por su aportación a la nación y al bien social. Nadie propone que, por los servicios prestados a la sociedad, se le asigne un sueldo al payaso del circo que animó nuestra infancia, no, eso sería tomado como un insulto a la democracia. La democracia; curioso concepto que desde los griegos ha evolucionado de tal forma que ni ellos la conocerían si la pudieran ver en nuestros días. Ella es la panacea de los mediocres y los torturadores, la madre del despotismo populista y la viuda de la solidaridad. Es en su nombre que se cometen las atrocidades económicas del mercado de valores. Es por ella que la ley pierde fuerza a favor de los desmanes sociales. No se puede vivir en democracia

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cuando los participantes de ella son sus propios demoledores, cuando es ella el escudo de una ley amañada y descalificada por sí misma en su aplicación partidista según sean quienes sean los acusados y de donde vengan las presiones. Ellos, los jueces, dirán que no son presionados, pero en la calle el sentimiento es otro y muy diferente al que todos ansiábamos en los años de la dictadura. Para nada nos sirvieron las manifestaciones prohibidas y las carreras delante de la policía. Para nada la cárcel y la autocensura castradora. Para nada los ideales de igualdad, cuando la Ley –esa gran transformada– es el reducto de las leyes a medias y las resoluciones sin fuerza por temor a las represalias, en algunos casos hasta económicas. Una gran ira se apodera de mí cuando escribo estas líneas, pero como siempre, es una ira contenida por educación, contenida por un respeto al equilibrio social y sobretodo, contenida por un tremendo respeto a algo que me hizo soñar en mis años de juventud: la democracia. Sé que no se pueden meter a todos los políticos en el mismo saco, pero no es menos cierto, que el silencio de muchos de ellos es a la vez cómplice de los desmanes de sus compañeros de partido. Dicen en su defensa que nada pueden en contra de la burocracia del partido o de “la mayoría”, pero lo cierto es que no quieren ir a contra corriente por temor a quedarse fuera de la merienda. Ese reparto unilateral de vienes y de riquezas, del festín constitucional del que se sabe poseedor de la seguridad diaria, del plato lleno y la cama caliente, sin pararse a pensar que todos esos lujos, vienen del sudor cotidiano de aquellos que, inocentemente, le dimos el voto soñando con la ética de los votados. Soy consciente de que no es lo mismo la política de bar, o de la calle, que la “gran política”, pero no es menos cierto que algunos de nuestros dirigentes se acercan a la política con el alma ya contaminada por el dinero y huérfana de todo sentimiento solidario. ¿Qué distintas las ideas en contra de la OTAN de los socialistas iniciales y la postura que tuvieron que tomar al entrar en el poder?, eso era algo que debería haber estado en sus propuestas iniciales. Todos hablan de país, patria, estado, pero sólo se hacen apuestas en contra, no a favor de, porque vivimos en una po-

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lítica destructiva, no constructiva. Todo lo que hacen los oponentes, es siempre malo, nefasto, contraproducente, no así lo que ellos realizan. No se busca el bien general, sino un general bien alimentado, siempre y cuando pertenezca a nuestro ejército particular. Aquellos que se reunieron en los años de transición en busca de unas líneas de conducta y unas pautas sociales democráticas, son hoy dinosaurios de un parque jurásico. Parque en donde se les alimenta para ser visitados en el museo de la hipocresía política, para complacer los egos más desaforados de su clase, si es que la palabra clase tiene sentido en dicho entorno. Quizá piensen, que no nos damos cuenta de la estratagema, pero hay veces que los ciudadanos nos vemos inmersos en una película que podía ser perfectamente la continuación del planeta de los simios. He de reconocer que conozco personas en política dignas de todo merecimiento, pero hay veces que dudo si no estarán congeladas para no perturbar el ambiente general. Cuando uno los escucha hablar se da cuenta de que sólo hay palabras, y muy pocos conceptos, por lo que se pasan todo el día corrigiendo palabras, interpretaciones de algo que no se puede interpretar porque no tiene una base ideológica consistente, sólo meras anécdotas de unas teorías ya caducadas por el tiempo y la propia sociedad. Son eternas discusiones bizantinas sobre lo que ya saben que no encontrarán solución, pero disfrutan con el orgasmo verbal de quien conoce la masturbación de los ideales. Somos huérfanos de ideologías, porque no hay madres que paran nuevos conceptos en función de los nuevos tiempos. Pretenden seguir engañándonos con relaciones incestuosas que sólo nos llevan hacia la deformación de los ideales. Juegan a un reformismo cutre y mal alimentado que porta en sí mismo la enfermedad de la decadencia. Unos y otros juegan al juego del “te ataco pero no me mates”, son como pequeños pasatiempos de palabras cruzadas que saben que, unas sin las otras, no pueden formar el crucigrama. Esto no es una descarga de rencor contenido, sino la resaca de una borrachera de ideales que, en la tienda de la vida, han sido descentralizadas por el tendero para que no se note, a primera vista, lo que realmente ha pasado. De forma que el

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ladrón, o los ladrones, que desvalijan los valores y las riquezas de una década, a la que tengo el orgullo de pertenecer, tengan tiempo para poder hacer su función. Yo, por ejemplo, fabricante de esperpentos, aplaudido cuando lo criticado está en carne del enemigo, nunca en la mía, sé que la tragedia no está cuando lo contado en primera persona, sino cuando que es el reflejo de un espejo que devuelve la imagen de una parodia nacional entre reuniones parlamentarias y recepciones de mediocres encorbatados. No piensen que por esto, ellos desconocen las soluciones del problema, ¡nada más lejos de la verdad! También es cierto, que no quieren tomar soluciones que les puedan perjudicar ante lo que ellos dan en llamar electorado, un sin fin de cabezas con banderitas que se agita al ritmo marcado por el marketing más frío y devorador. Conocen todos los vericuetos del laberinto y tienen muy presente en cada uno de sus actos la opinión de los grandes artífices del país: los banqueros. Los ocultos reyezuelos que juegan su propia partida de ajedrez sin pararse a pensar en quién es el comido, mientras no sea él el devorado, cosa que nunca ocurrirá, porque antes de que eso suceda se fusiona con otro monarca de las finanzas y, cambiando el nombre del dragón, la princesa no se da cuenta que es devorada por el mismo del cuento anterior.

 La política, ¡esa gran transformadora de personas!, hace el milagro de convertir en lobo al más humilde de los corderos, tan sólo, con tomar posesión de un sillón. ¿Cómo puede ser que todas las buenas intenciones se esfumen con tan sólo tomar contacto con él? El afán de protagonismo de los mediocres es una de las causas del cáncer que invade la vida política. Casi todos los que se dedican a este viejo “arte” salen de la nada más absoluta, salvo honrosas excepciones, pasan del anonimato más silente a la popularidad más arrolladora, según ellos, si se entiende por arrollar pisotear todas las libertades ajenas. ¿Es posible, que los grandes de la patria no se den cuenta de la mediocridad que les rodea? ¿Están tan

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ciegos y borrachos de gloria que no pueden ver el peloteo tan asqueroso del que son víctimas? ¿Será que disfrutan con ese comportamiento servil de sus gentes más allegadas por el sólo hecho de sentirse halagados? Si así fuera, o fuese como lo es ya, sería más que preocupante vernos en manos de tales personajes. La teoría de que todos somos iguales es eso, una teoría, que no deja de ser hermosa para soñar. Pero son ellos, los políticos, quienes dentro de su mismo partido jerarquizan los cargos marcando, ya en el interior de sus formaciones, las primeras diferencias de una falacia situada en el trono de la estupidez. No deja de ser curioso su comportamiento ante los fotógrafos. Parecen niños pequeños asomando la cabeza para ser vistos con el ganador de turno. Me gustaría poder verlos por un agujero en sus despachos ordenando a su secretaria, o secretario, que les recojan todo lo que sobre ellos salga en la prensa, como acto de reafirmación personal. Sus egos alcanzan grados insospechados cuando la noticia sale en primera página, es entonces cuando el espejo refleja su ego durante el máximo tiempo que permite un espejo enmohecido y sin posibilidades de ser traspasado, tal como hiciera Alicia. Nos cansamos de escuchar las críticas a los jóvenes por sus modas y formas de vestir, pero no deja de ser curioso el análisis de cualquiera de los grupos políticos, por su vestimenta. Desde el pijo imitador de gemelos y corbatas de seda hasta el progre de meticulosa despreocupación, podemos encontrar una gama de características comunes fácilmente parodiables por un imitador no necesariamente muy avispado. Es triste poder comprobar cómo han ido desapareciendo de la vida política las intervenciones ocurrentes e ingeniosas de otros tiempos no muy lejanos. Hoy todo va escrito, pero lo malo no es eso, lo malo es que lo escriben otros por temor a que puedas pensar por tu cuenta, error que se puede pagar muy caro. La oratoria a dejado paso a la lectura monótona y cansina de páginas faltas de ideas e imaginación dejando las bases programáticas como referencias lejanas, que sólo conocen ya algunos soñadores que quedan arrinconados en los despachos de las centrales de los partidos, mientras viven de los recuerdos de otros tiempos que, por cierto, no fueron mejores.

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Durante la época electoral es difícil encontrar la más mínima diferencia entre los programas de cada partido, por mucho que ellos digan que son notorias. Lo único notorio es el incumplimiento de todo lo prometido durante la campaña. El mitin, que tenía por finalidad captar adeptos, se ha convertido en una reunión de adictos que van a escuchar lo que quieren oír sin el menor deseo de plantear dudas a lo que les dicen. Nadie que no sea afín a la “ideología” de un partido va a escuchar un mitin. El mitin es sólo la demostración del poder que el político tiene sobre la masa haciendo de ésta su circo, allí donde tenía que haber una exposición de planes a seguir e ideas básicas de dicha ideología, si es que existe tal cosa. Estamos pasando un momento en el que la apatía política está tomando asiento en nuestros hogares. Y algo peor, la juventud está dejando de lado cualquier planteamiento político que no sea el de su propia comodidad. Sé que algún político me dirá que hay jóvenes en los partidos, es más les llaman juventudes... pero lo cierto es que comparados con el número de jóvenes que no participan es notoria la diferencia. Los sindicatos, nacidos para la defensa de la causa obrera, se han convertido en corporaciones pagadas por el Estado, es decir, que entran en los presupuestos del mismo, por lo que yo me pregunto cómo estando pagado por el gobierno se puede criticar o luchar en contra de él. Todo esto huele a manutención y burocracia burguesa de conformismo laboral. Lo cierto es que en estos últimos años la clase obrera ha evolucionado hacia una “burguesía acomodada” que se olvida con facilidad de la solidaridad y que sólo busca la realización de sueños consumistas, pero no intelectuales. Uno de los grandes errores de la política del Estado ha sido la eliminación paulatina de los oficios como medio de vida, amen del desprestigio al que se ha sometido por promocionar los estudios superiores sin medida ni concierto. Carpinteros, fontaneros, sastres, costureras, etc., han pasado a ser profesiones sin futuro por no haber aprendices, al tiempo que han convertido a la pequeña empresa en la sufridora de los males económicos del país al promocionar, con desmesura, las grandes empresas internacionales que reciben todas las ayudas que el pequeño y mediano empresario ni vislumbra.

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Una de las cosas que sigue sin resolverse es la participación de la mujer en la vida pública y sobre todo en la política. Parece como si el “hombre” temiera la entrada masiva de mujeres en la vida política, al comprobar, cómo en el aspecto social son ellas las que están tomando las riendas de muchas empresas teniendo soluciones acertadas a los problemas que se les plantean. El machismo sigue siendo, de una forma soterrada e hipócrita, el mal más difícil de poder atajar dado que no aflora a la superficie social si no es para dar muestras de su existencia de la forma más cínica. Esto, que parecería característico de las ideologías de derechas, es en nuestros días moneda de cambio de todos los partidos siendo los de izquierdas, los que se comportan de forma más hipócrita. En el caso de entrar la mujer en el cerrado mundo de la política aparecen los tantos por cientos obligatorios que no dejan de ser una ironía de la democracia española, es decir: entrad, pero con cuidado. Durante los movimientos de ideología fascista la mujer fue utilizada como referencia separada de la vida política, y en caso de serlo, de participar de ella, tenían muy definido él puesto que debían desempeñar; siempre labores sociales, meras comparsas de la auténtica vida política, siendo utilizadas para los desfiles y las presentaciones propagandísticas de la nación ante el exterior. Muchos dicen que hemos adelantado en ese terreno, pero lo cierto es que son pasos de tortuga, ante el dinosaurio “macho”: EL MACHOSAURIO.

 Creo que ha llegado el tiempo de eliminar de nuestro vocabulario político las palabras derecha e izquierda, dado que ya no representan los comportamientos ideológicos de nuestros políticos. Es como utilizar los términos conservador y progresista. Hay muchos mal llamados progresistas que se comportan como auténticos conservadores y ciertos conservadores, que tienen ramalazos de progresismo, pero no dejan de ser sólo eso, ramalazos.

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Es cierto que hemos ganado en libertad de expresión, pero en verdad, es que teníamos tan poca, que nada que nos han dado ya nos parece la gloria. Hoy, los que queremos hablar sufrimos todavía la dictadura de los poderes, entendiendo por poderes todo aquello que maneja los hilos de nuestro país; llámese televisión, prensa, economía de mercado, banca, etc. No son los gobiernos quienes nos manejan si no las medusas ocultas en sus guaridas debidamente protegidas, las que con sus cabellos de serpientes, hacen y deshacen a su antojo. No es cierto que en la televisión se pueda hablar de lo que uno quiera, eso es una falacia programada, para hacer creer que nada pasa. Las cadenas de televisión son sólo el soporte monetario de los nuevos magnates de la sociedad de consumo y las armas manipuladores de los mass media. Son las que dirigen las modas y los mini ideales que hoy se manejan en los mercados de poder. Curiosa palabra la de “cadena” para definir a una empresa televisiva. Pero lo cierto es que hacen la labor de lo que define tal palabra, atar y encadenar palabras, personas e ideas, porque los ideales ya se han perdido en los pasillos de tales entidades. Son las audiencias las que definen la calidad de un programa y no la calidad del programa quien marca la audiencia. Curioso que algo tan sencillo les cueste tanto de entender, o lo entiendan tan bien, que uno sea el inocente del programa de turno al pensar que no lo tiene previsto. Todo está masticado y pasado por el pasa-puré de la censura para que no haga falta utilizar el cerebro ante el menor encuentro con algo duro o difícil de entender. Nunca hay que crear dudas al espectador ¡Jamás, sería peligroso, muy peligroso que las tuvieran!, eso haría que pensaran y ante todo, es eso lo que no pueden ni deben hacer, pensar. ¡Qué triste, ver que hasta nos dicen cuándo nos tenemos que reír! Son carcajadas falsas que no concuerdan con el humor presentado o con el chiste contado. Suenan tan lejanas a la realidad que ya nadie las tiene en cuenta. ¡Qué distintas esas otras que salen fluidas y espontáneas durante las actuaciones en directo, cuando el público no es manejado por nada ni por nadie!

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El humor en televisión no es la espuela que ha de despertar al caballo dormido, ni la aguja de acupuntor que pretende sanar la apatía diaria de una sociedad aburguesada en su aspecto más demoledor. El ingenio fue sustituido por la mala imitación de los estereotipos sociales más tristes. La recurrencia en los temas en que se tratan las vidas privadas de los ciudadanos, como confesiones públicas de una congregación de frustrados, llega a tales niveles que uno comprende que el psicólogo en este país no ocupa el puesto social que debe desempeñar en una sociedad seria y responsable. La televisión es la madre de la gloria efímera y el éxito transitorio, el mismo que acarrea a muchas personas a pensar que por salir en ella ya han cumplido con su papel en el mundo. Pasan del anonimato a la prepotencia más inaudita desconociendo, que sí son conocidos, pero no reconocidos. Ninguna de esas personas deja nada para una historia colectiva, sólo cientos de fotos y papel de revistas que acaban siendo el triste final de una sociedad de consumo, como en la que vivimos. Sólo la radio se salva de una quema total, y lo logra con la frescura de lo cotidiano. Pero no por ello deja de caer en el sectarismo político de quienes la maneja. Alguna vez dejan que un loco, o loca, haga un programa en una hora de poca audiencia para tapar las bocas y las conciencias de quienes luego aprovecharán tal circunstancia para presumir de su independencia, pero nada más alejado de sus ideas. Quieren que hagas programas ingeniosos pero no libres. ¡Ni que el ingenio pudiera vivir divorciado de la libertad! Si es cierto que fue la radio la que dio el grito de libertad el 23-F, pero también es cierto que ahora vive de unas rentas que se están acabando por su ansia personalista y no por la necesidad de la comunicación en libertad. Hay voces que por las ondas parecen hijas de la libertad, pero salen de corazones dominados por el dinero y el ansia de poder en cualquiera de sus vertientes. Engatusadores de la inocencia colectiva y de la incultura alimentada por el poder. Si la televisión está manipulada la prensa diaria es eso: una prensa de todo aquello que no sea conducido por los pastores del rebaño. Es tan descarada su apuesta política que ya

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no es un “tufillo” lo que desprende al abrir sus páginas, sino más bien un hedor pestilente de corrupción desenfrenada. La defensa del amo sobre todas las cosas... y todas las cosas es el pueblo.

ARTE Y CULTURA ¿EXISTEN?

E

LLOS manejan las directrices “culturales” menospreciando de forma totalitaria las opiniones de otros que apuestan por unas miras más amplias en el mundo del arte y de la cultura. Crean pequeños dioses que, al tener los pies de barro, caen en poco tiempo sin dejar rastro. Pero entonces no asumen el fracaso, lo achacan a circunstancias externas e ellos y sobretodo a algo a lo que son muy adictos “LA INCULTURA GENERAL”. Sólo es cultura, cultural o culto, lo que ellos proclaman, no lo que el pueblo y la sociedad aplauden o admiran. Para ellos el pueblo siempre va atrasado, son ellos y sólo ellos, la avanzadilla cultural, los progresistas, las antorchas que dan luz a la oscuridad reinante, los padres de una cultura maniatada y dirigida que camina hacia un monopolio cerrado y poco aperturista. Un ejemplo en el mundo del arte, es ARCO, que dentro del arte español es el ejemplo más sangrante de lo anteriormente dicho. Sólo unos pocos deciden quién puede y quién no, participar en dicha feria. Pero no lo hacen siguiendo unos criterios lógicos para tales eventos como serían: la calidad de las obras propuestas, el historial de la galería, la aportación al arte que su artista pueda hacer... sino los caprichos personalizados de aquellos que dirigen el “cotarro” comprobando año tras año que no es lo último que se hace en el país, sino que es lo que ellos creen más apropiado según sus favores. Es cierto que el concepto de arte evoluciona y que las nuevas técnica son difíciles de asumir, pero lo más difícil es hacer comulgar con ruedas de molino a los que aman el arte al presentarles auténticas tomaduras de pelo bajo el nombre de “arte contemporáneo” o la temida “vanguardia”.

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Entre una instalación concebida bajo el rigor estético o la anarquía del mismo, y la colocación de objetos sin ton ni son, hay tal diferencia que sólo los que están ciegos por su ego no pueden diferenciarlos. Del minimalismo riguroso a la nada conceptual, o al vacío de gusto estético, hay un paso tan grande que uno no puede darlo sin caer en el vacío cultural al que estamos asistiendo. Es triste ver cómo las tendencias artísticas creadas por gente seria del arte son copiadas y desvirtuadas por aprendices mediocres que pretenden ser la avanzadilla de nuestro arte, pudiendo comprobar que tienen que recurrir a la explicación escrita o verbal de la obra, ante la falta de consistencia de la misma. Falta de consistencia que es apoyada por otros no menos farsantes y conocedores del “arte” actual, personas que se atribuyen capacidades que desconocen y que, muchas de las veces, sólo es un juego social de alto estanding, o otra forma de prostitución pero dentro de las normas sociales. En lo referente a la literatura no nos escapamos de otro tanto viendo cómo el marketing más sutil, puede hacer vender las cosas más mediocres, y cómo auténticas obras literarias de calidad, pasan desapercibidas. Es curioso ver su sorpresa al comprobar que el público hace de algo que a ellos no le parecía genial un best seller, y asistir a todos sus intentos por desprestigiar lo ocurrido alegando que el pueblo, los lectores, no tienen criterio. Es cierto que lo que la mayoría aplaude no ha de ser siempre lo bueno, pero es tanto o más peligroso afirmarlo como decir que siempre es malo lo que la mayoría aplaude y añadirle el adjetivo “popular”, para así, alejarlo del concepto cultura, divorciando algo que no se puede divorciar. A Mozart le aplaudió el pueblo antes que la corte y, los llamados “cultos” son, la mayoría de las ocasiones, esclavos de un esnobismo enfermizo y malsano. Muchas de las veces, por no decir casi siempre, tiene que ser el reconocimiento en el exterior el que haga que los padres de la “Cultura” recapitulen. Pero eso sí, siempre diciendo que ellos ya lo habían pronosticado, cosa totalmente falsa pero no demostrable, dado que ellos nunca son claros apostantes de nadie ni de nada, siempre nadan en la ambigüedad de la palabra y la niebla del concepto.

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 Esta protesta, que se me hace interminable, no puede dejar a un lado la crisis por no decir, el hundimiento de las religiones. Y digo religiones para que no se crean que hay en mí un acto anticlerical católico, cosa nada de extrañar, siendo como he sido católico practicante y ahora, un ser religioso que nada en la laguna de la gran duda: la existencia. De lo que los libros religiosos ponen, hasta lo que las religiones proclaman y defienden, ¡hay tal distancia! que uno no puede recorrerla sin quedar sumido en un mar de dudas que nadie puede resolver de una forma coherente y sensata. La utilización de la ignorancia de los pueblos por las cabezas visibles de las Iglesias es tan demencial, por no decir más, que la que hacen los políticos de ese mismo pueblo. Las religiones están en seria decadencia al ver cómo no son ellas las favorecedoras del entendimiento entre los pueblos, sino más bien, en algunos casos, las promotoras de esas luchas que hoy en día masacran a la humanidad. No sólo no facilitan la solución de los problemas entre los seres humanos, si no que confunden las pocas luces que poseemos al querer capitalizar toda nuestra atención en sus fines personalistas, tanto de poder terrenal como del más peligroso, el poder sobre los miedos y los temores que todo ser humano posee en cuanto empieza a plantearse la eterna pregunta: ¿De dónde vengo y a dónde voy? Todos los puntos en común que las religiones tienen, que son muchos, se quedan empequeñecidos por la avaricia de sus cabecillas y por la triste jerarquía creada al más puro estilo militar. La aparición de las sectas no es más que la demostración de que en las “grandes religiones” no se encuentran las soluciones esperadas, o al menos las opciones para poder encontrarlas. Desde pequeños caemos en las redes del papanatismo y hacen de nuestra inocencia el campo de cultivo de unas retrógradas creencias que, más tarde, nos dejan sumidos en el abandono más total al comprender que del dicho al hecho hay mucho más que un trecho: hay un abismo.

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Nadie nos dice que la solución está en nosotros mismos, porque de esa forma perderían el control de lo que ellos más desean; nuestras conciencias individuales y, a la vez, la tristemente desvaída conciencia colectiva tan cacareada en los sesenta. Las religiones se han convertido en dinosaurios culturales de un mundo que no necesita de los temores si no de las mejoras de las realidades sociales, de las que estamos tan necesitados. Pero la creación de las ONG’s es sólo la respuesta perentoria a los vacíos creados por las religiones y los estados. No existe conciencia de planeta, si no de barrio, y depende dónde se encuentre ese barrio existe un tipo de conciencia adaptada y adaptable según las necesidades de sus habitantes. Sin embargo el fútbol se ha convertido en una nueva y demoledora religión. Las masas son manejadas por los gurús de este deporte para que olvidándose de los problemas reales de la sociedad en la que viven, permanezcan absortos por el mal llamado “deporte” del fútbol y, así, dejar en sus manos el dominio de las emociones y sus comportamientos sociales. Sólo ellos, los futbolistas, son deportistas. Ninguno de los que ganan medallas en las olimpiadas son tenidos en cuenta. Sólo los divinos nuevos sacerdotes del fútbol son dignos del elogio la estima y la consideración social. Ellos, los adinerados sacerdotes del fútbol, son tratados como auténticos dioses de un Olimpo creado para, como en todas las religiones, manejar al pueblo en su estado más primario, otorgándole al equipo, el sentido patrio, o de nación o país que no poseen otros deportes y mucho menos los intelectuales del país en cuestión. Muchas veces, por no decir siempre, las banderas de los clubes sustituyen a las de la nación para ser enarbolas por hinchas, que más parecen fanáticos religiosos, que sólo consienten la existencia de su correligionarios, siendo el dinero, nuevamente, el motor y el fin de todo ello, más que simples aficionados a la contemplación de la práctica de un deporte. El impulso vital, que es consustancial con la juventud, es utilizado como elemento agresor entre los correligionarios de cada una de las sectas creadas por cada equipo. De hecho, la aparición de grupos numerosos de jóvenes que entremezclan los símbolos de su equipo con emblemas fascistas en las gra-

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das de los estadios, es uno de los ejemplos más tristes de esta nueva religión. Canalizan toda su agresividad en el insulto y la agresión a los equipos rivales, llegando, como se ha dado tantas veces, a la muerte de algunos de ellos. El negocio del fútbol mueve miles de millones de euros haciendo de ello un poder fáctico raramente reconocido como tal, al tapar sus manejos bajo la bandera del deporte. Los gobiernos, lejos de paralizar la ascendencia de esta religión, coopera con ella regocijándose al ver cómo la preocupación del pueblo por el comportamiento de sus equipos de fútbol absorbe toda, o casi toda, la atención de lo cotidiano, alejando al pueblo de los problemas diarios, sociales y políticos, así como de los económicos. No digamos el alejamiento que produce de los aspectos intelectuales del país, ya que el tiempo dedicado a esta religión, llamada fútbol, ocupa una gran parte del tiempo libre que en otras circunstancias podría, y debiera, dedicarse a otras actividades; entre ellas el deporte propiamente dicho. La realización de los actos litúrgicos de esta nueva y expansiva religión mundial, es decir los partidos de fútbol, ocupa los horarios centrales del tiempo de ocio de los ciudadanos, siendo una competencia “ilegal” de otras actividades que quedan relegadas a un plano secundario, alegando que somos libres de escoger. Pero lo cierto es que el bombardeo de la televisión y de los medios de comunicación, con referencia a las actividades de esta religión, es de tal magnitud que transforma la libertad individual en una mera falacia dialéctica. Desde muy pequeños, como se ha hecho siempre para poder tener atado y bien atado al neófito, se introduce al inocente en la religión del fútbol para que desconozca otras opciones de ocio, centrando su vida en el equipo al cual se le ha asignado. Como en el caso de las religiones, los pertenecientes a ésta llegan al insulto, la lucha, el enfrentamiento entre familiares y amigos por la defensa de sus equipos, llegando a auténticos problemas familiares y de amistad por culpa de esto. Las concentraciones en los campos de fútbol, sus templos, o la reclusión en casa de alguno de sus adictos, hacen de la contemplación del partido de fútbol un ritual que adquiere la rigidez estructural de los ritos de las religiones más instauradas en el mundo. Por ello se desatienden las relaciones matrimoniales, personales o de cualquier

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otro tipo en favor de la contemplación de uno de los partidos, como se hace en las religiones clásicas. El radicalismo fanático de alguno de sus correligionarios hace de ellos un peligro dentro de la sociedad, digno de estudio por los psicólogos más prestigiosos. Sólo falta que se cree una Inquisición para depurar a los que falten a las reglas de esta religión y sean castigados públicamente para escarmiento de los demás. Ya me puedo imaginar antes del encuentro de un partido de fútbol, el centro del campo ocupado por personas que han faltado al sagrado vínculo del fútbol atados a unos postes y quemados públicamente. Ya escucho los gritos jubilosos de quienes aprueban enardecidos ese castigo ejemplar a quienes no saben respetar las normas de esta nueva religión: el fútbol. Veo, como en una película sobre la Edad Media, cómo el padre explica complacido a su hijo, el claro ejemplo que ha podido vivir esa tarde gloriosa, ya sólo queda que gane el equipo de casa y el día será para recordar en la mente infantil como uno de los días más importantes de su vida. Ese, y el día en que le dieron el carné del equipo de fútbol. Su primera comunión con las masas y los dioses de esa nueva religión.

 ¿Exagerado? Puede ser. Pero el tiempo dirá si tenía o no razón. Nadie dio un duro, o un euro, por Copérnico y .... Ya sé que no soy Copérnico, ni Julio Verne. ¡Faltaría más! Sólo soy un loco que cree en la raza humana y se ha decidido a escribir esta protesta interminable que bien pude haberla empezado el día de mi nacimiento o cualquier otro día de mi vida. Pero he dejado pasar el tiempo para permitir que se remanse el poso de la envidia y la incomprensión, para dejar escapar un susurro de insatisfacción personal, que sólo me tenía el “alma” un poco asfixiada por el ansia de libertad. Y yo me pregunto, ¿si yo me encuentro en esta tesitura personal, que harán todos aquellos que no han podido, o no les han dejado, expresarse a lo largo de todos los años de su vida? ¿Todos aquellos que han tenido que guardar un silencio impuesto por las dictaduras, tanto políticas como religiosas de estas nuestra sociedad? Me aterra pensar en ello. Me duele eso que

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llaman corazón, y que no sé por qué, le han dado a esta víscera del cuerpo tanta importancia dentro de los sentimientos del ser humano. ¡Cosas de ese ser humano! Del mismo que mata, destruye, asesina, manipula, difama, hurgue maquiavélicas fórmulas de destrucción e inventa fórmulas químicas para destruir a sus propios hermanos. La misma raza a la que pertenezco y no comprendo aún del todo el porqué. Ésta es una de las razones de esta protesta interminable que todos llevamos dentro y que dejamos que se acueste en nuestro “corazón” para despertar, o no, un día de soledad aterradora, la misma a la que nos han enseñado a emborrachar para que no hable. La misma que callamos de forma constante y cotidiana, para que no rompa los esquemas establecidos por ésta, nuestra sociedad de consumo. La misma soledad que alimenta las discotecas donde esta misma soledad se combate con pastillas de diseño para acallar la falta más perentoria de raciocinio y reflexión personal ante una avalancha constante de recursos faltos de sinceridad y que sólo valen para alimentar las ansias de dinero de unos pocos que manejan lo que se da en llamar este “cotarro”. La mal llamada fama es una meta engañosamente impuesta, como al burro la zanahoria para que camine. Algo que nos hacen creer necesario es triunfar, pero no nos dicen cuál es el precio de ese triunfo, ni sus consecuencias. He de aclarar que no soy yo precisamente uno de esos a los que yo llamo famosos, no. Mi fama es tan sólo un conocimiento de mi trabajo y mi persona dentro de lo que yo mismo he dejado entrever, o quizás para alguno, el reconocimiento de lo realizado en estos años a nivel público. La fama de la que yo hablo es esa otra fama más perentoria, ficticia y que sólo deja un ligero manto de color en la superficie de las personas y que se desdibuja en el mismo instante en que uno se da cuenta que le huele el sobaco o que necesita ir a váter de forma urgente. Es triste poder comprobar todos los días cómo se aprovechan de la inexperiencia o la ilusión de triunfar de los jóvenes para ofrecerles el oro y el moro, resultando al final que nada les interesan los sentimientos de esta gente si no lo que pueden sacar de ellos dejándolos después en el vacío más absoluto, cuando ya nada más pueden sacar. Es verdad que hemos hecho de esta vida una competencia sin límites y que en rea-

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lidad no tiene sentido esa situación entre los seres humanos, pero aunque fuera algo innato al ser humano una cierta necesidad de competencia personal, ésta se ha dirigido hacia la adquisición de dinero y no hacia la satisfacción personal por el hecho en si de mejorar personalmente. Es totalmente falsa la tan escuchada frase en el mundo de los Estados Unidos: “Has nacido perdedor”, o “Eres un perdedor”. Nadie nace perdedor ni ganador. Nacemos, eso si, en mundos diferentes y con posibilidades muy dispares y no me refiero claramente a las diferencias existentes entre norte y sur, o entre países ricos y pobres, ese es otro tema. Me refiero a nuestra sociedad de consumo.

 Nadie puede negar que unos nacen con más ventajas que otros, pero también es cierto que no se corresponden con las situaciones posteriores de la vida. El que se emperren en que nos sintamos perdedores no es más que una táctica de esta sociedad, para que no intentemos lograr esa superación personal a la que todos estamos encaminados desde el momento en que nos paramos a pensar un poco sobre los porqués que siempre han hecho desarrollarse al ser humano. El perdedor no es más que una necesidad del mal llamado “ganador” para marcar así las diferencias entre uno y otro. La marca del coche, el apartamento en una u otra zona de la ciudad y todas esas cosas que nos restriegan por las narices, no son más que la demostración de su pobreza interior. Esa imperiosa necesidad de enseñarnos todo lo que poseen, y compararlo con los demás, no es más que la demostración de su falta de riqueza interior o, peor aún, de su infelicidad por poseer tales cosas y haber perdido el sentido de las mismas. No es difícil encontrarse con que la casa más grande pertenece al más pequeño, o que el hombre que está más solo, es el que más terreno posee. La felicidad no está en proporción directa con la cantidad de cosas poseídas, si no más bien, con la relación entre las cosas necesarias y las suficientes.

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Difícil esta matización entre necesaria y suficiente muy dada entre los matemáticos, pero poco corriente entre los demás mortales. Según esta sociedad de consumo necesarias serían todas las cosas, y todas insuficientes. Pero esa no es la verdad. Miguel Gila, en uno de sus encuentros con quien escribe, me dijo algo que desde entonces no me ha dejado ni un solo momento: “Siéntate en el salón de tu casa y mira cuántas cosas innecesarias tienes”. Yo añadiría, con su permiso, y piensa que pocas de ellas son suficientes en sí mismas. La diferencia entre necesario y suficiente, depende de cada uno de nosotros pero nunca a de serlo de los demás. Ahí comienza uno de los problemas más importantes de esta sociedad consumista en la que vivimos, que nos dejamos influir por los demás siendo ellos los que determinan nuestras necesidades y aquello que nos es suficiente haciéndonos una escala de valores sólo en función de su conveniencia, casi siempre monetaria o empresarial. Uno se revela ante tanta hipocresía asumida como algo natural en la sociedad. Damos por hecho que ha de existir y que es condición del ser humano el mantener una doble o triple moral, si es que ésta existe. Vivimos en una sociedad discriminatoria con todo aquello que nos supera, que nos asusta o nos hace pensar fuera de los cauces habituales. Entendamos por habituales aquellos que nos son ordenados, o marcados por los medios, el marketing, o todo ese mundo subliminal en el que estamos inmersos de la mañana a la noche y la noche también. Se han cansado de llamar ñoño, a lo familiar, a la ternura, a los sentimientos que afloran de forma espontánea, haciéndonos parecer ridículos a todos aquellos, que pensamos que no es posible que a si se puedan definir las cosas más hermosas que tiene el ser humano. Sin embargo les parece de lo más natural la masiva propaganda de la agresividad en el ámbito infantil y juvenil. La importancia exacerbada que al sexo se le está dando y del amor al cuerpo en su forma externa y meramente muscular. La propaganda reiterada de lo “hermoso” que ellos manipulan y venden de una forma descarada produciendo necesidades falsas y ansias de cosas no alcanzables en la mayoría de los casos. Todo esto dentro de una norma sagrada que parece ser el caldo de cultivo de todo lo anterior-

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mente citado: “El pánico atroz al silencio”. Parece que fuera necesario estar constantemente enchufado a algún aparato que produzca sonidos, sea música, radio o televisión para que nuestro cerebro no tome contacto con el mundo interior del ser humano, para que así no piense en lo que está haciendo. Sumado todo esto a una tremenda prisa constante para todo y en todo. Una perentoria necesidad de estar ocupado constantemente, como si la inactividad fuera una enfermedad peligrosa. Hablan de la era del ocio y son los promotores de la negación del mismo, llamando inútil a quien lo practica. Si analizásemos el tiempo que dedicamos a nosotros mismos nos daríamos cuenta que es tan mínimo, que raramente podríamos conocer a nadie si le dedicásemos ese espacio. Desde pequeños nos educan en un desconocimiento total de nuestro interior, del nuestro ser más íntimo, dejando sólo tiempo para el estudio de lo superficial, la anécdota. El aprendizaje de una historia de la humanidad mal contada o desfigurada según quién la cuente o en donde lo haga. Pasamos la infancia aprendiendo datos, números, nombres, pero casi nunca conceptos o formas de enfrentarse a los problemas que se nos plantearán más adelante. Pasamos la juventud, como si nos persiguiera alguien, sin saber la mayoría de las veces dónde vamos y mucho menos de dónde venimos. Participamos de la manada y como ella nos comportamos, temiendo salirnos de su contexto, por temor a ser rechazados por ella, sin darnos cuenta que el mero hecho de pertenecer a ella ya es un acto de cobardía. Se nos educa para no romper los esquemas de la misma, y si lo hacemos, que sea dentro de las normas anteriormente marcadas por los que dirigen la manada. La libertad individual es en nuestros días uno de los pecados que menos se perdonan dentro de nuestra sociedad. El no depender de nadie políticamente correcto es intolerable, y por lo tanto, no debes de asustarte si utilizan el silencio para combatir todo lo que uno hace fuera o dentro de la sociedad en la que vives. Nada es creíble si no está admitido previamente por el poder establecido, pero no piensen en el poder de nuestro país, que no deja de ser un grano de arena en el desierto del mundo, si no en ese otro poder sin cara y, claro está, sin sentimientos, que rige y dirige el mundo. No son los presidentes ni las instituciones internacionales las que

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manejan el “cotarro”, es un monstruo de unas pocas cabezas y sin ninguna cara que hace que nos creamos que son otros los que mandan para así pasar ellos desapercibidos dentro del contexto mundial. ¡Inocentes! Aquellos que luchan contra la globalización atacando a los estados o a sus dirigentes oficiales porque sólo luchan contra la puesta en escena y no contra el director de la misma. El hambre en el mundo, ciertas enfermedades, los golpes de estado, las guerras... están calculadas y pensadas para enriquecer cada vez más a esos pocos que forman parte del monstruo anteriormente citado y que sólo se conocen entre si por siglas comerciales o números de cuentas corrientes en bancos suizos o en cualesquiera de los paraísos fiscales creados por ellos mismos, según sus necesidades. Por todo esto, uno no puede luchar contra todo en general y ha de centrarse en uno mismo, para empezar, si aún no lo ha hecho, con su propia guerra personal. Guerra que nadie puede hacer por uno y que sólo en silencio y de una forma continuada ha de llevarse a cabo si no quieres caer en las redes de todo aquello que se nos dice ser lo correcto, lo necesario y lo suficiente. Una lucha que no tiene armas, ni campo de batalla, y que sólo conduce a la victoria y nunca a la derrota del ser humano. Una lucha personal e intransferible que sólo es conocida por el individuo que la practica y que, poco a poco, aflorará sin darse cuenta, haciendo que los demás noten por su comportamiento que algo le está ocurriendo en tu interior, que transforma su exterior dándole una belleza que no está en los cánones políticamente correctos. Una lucha, que empieza por asumir los propios defectos y virtudes sin despreciar ninguna de ellos, dándoles la misma importancia. Asumir los defectos no es sólo reconocerlos o admitirlos, si no ser conscientes de que tanto pueden acrecentarse como irse reduciendo dependiendo de nuestro comportamiento, pero nunca realizado por un premio o el temor a un castigo, como dicen algunas religiones, si no por el placer personal de su superación, aún sabiendo que en cualquier momento se puede retroceder en ese camino y tener que volver a empezar, pero siendo siempre consciente, de que ya no se empieza donde la primera vez. Es una lucha donde la comprensión del comportamiento de los demás, es tan necesaria como la del comportamiento de uno mismo. No es tolerancia. No somos nadie para tolerar a otro.

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Es muy diferente tolerar, que comprender. La diferencia es tan abismal como que la primera te sitúa por encima de los demás en una postura casi prepotente y, la otra, te hace caminar al lado de ellos compartiendo problemas y luchas. Vivimos en una sociedad que habla de interior y se refiere solamente al oficio de decorar los edificios en su interior para que las vean los demás, pero no para que el individuo tenga un lugar para acceder a su interior. Todo aquel que plantea una vida religiosa, interior, de una forma pública es tomado como un loco, o por lo menos mirado con el recelo que da el miedo a lo desconocido. Es tanta la necesidad de encontrar soluciones a las cosas más elementales de la vida que estamos asistiendo a un renacer explosivo de videntes, curanderos, magos, brujas, echadores de cartas... y un sin fin de cosas que parecían estar muertas o al menos olvidadas en baúl de los tiempos. Cosas estas todas florecientes en las épocas de más incultura en nuestra historia. Creo, que el ser humano tiene poderes maravillosos que no ha descubierto, pero no puedo por menos que desconfiar de aquellos que venden y trafican con ellos, si es que en verdad los poseen. El problema, es cuando las personas se creen tocadas por la mano de Dios de una manera especial y diferenciada, cuando en realidad, somos todos los privilegiados dado que todos tenemos esos dones en nuestro interior pero los hemos tapado cada día más con el consumismo desmesurado, un EGO pantagruélico, y una prepotencia sobre la naturaleza que nos conduce hacia nuestra propia destrucción como raza.

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Nos han manipulado y lo siguen haciendo de una forma descarada e inmoral. Ninguno de los poderes fácticos pretende la igualdad del ser humano, ni su paz interior, o su tranquilidad anímica. Sólo utilizan nuestros miedos más ancestrales para podernos manipular y dirigirnos hacia donde nuestros comportamientos les sean más rentables, haciéndonos creer que todo está pensado y realizado para y por nuestro bien.

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Es alarmante poder comprobar cómo la venta de cualquier producto necesita ser anunciada con la utilización de referencias sexuales, sea el producto que sea, y creando en el individuo frustraciones de tipo personal al verse despreciado por no cumplir los cánones estipulados por la marca en cuestión. El colmo es cuando un ser humano, en este caso un hombre, es cambiado por otro al no saber poner una lavadora. Hemos pasado de la utilización de la mujer como objeto en la propaganda a que sea el hombre el utilizado como si fuera un imbécil descerebrado que no vale nada más que para cumplir unas necesidades fisiológicas, casi siempre sexuales. Es curioso poder comprobar cómo aquellas que ponían el grito en el cielo al ver un anuncio de ropa interior para la mujer, callan ahora ante estos anuncios que denigran al hombre. Ni el machismo de antes ni este “feminismo”, machista en sí mismo, hacen nada bueno por el ser humano. La Ética, esa vieja amiga de las culturas más importantes de la historia de la humanidad, es ahora una desconocida y arrinconada dama que pulula por los lugares más oscuros de nuestra sociedad. Las normas de comportamiento personal, han pasado a ser cosas de caducos y vejestorios. La moral sólo tiene referencias religiosas y no sociales, dándole así un sentido pobre y deteriorado al ser las religiones actuales dinosaurios fosilizados. Uno, en su utopía constante e interminable, como esta protesta, sueña en que los seres humanos rompamos las cadenas con las que estamos sujetos, para poder liberarnos de todos los lastres a los que hemos sido atados y poder tomar otros caminos que nos conduzcan a un mundo diferente. Muchas son las personas que esperan un nuevo líder, pero no saben, o no quieren saber, que sólo uno puede ser el conductor de su propia vida y es en el interior de sí mismo, donde están las respuestas a todas las preguntas que nos atormentan desde el principio de los tiempos. Esta protesta no es contra los demás, sino contra mi mismo, por no haber puesto más medios en esta lucha interminable que me hace sentir, muchas veces, como algo inútil y superfluo. Todos y cada uno de nosotros tenemos una protesta interminable que anda por nuestro interior, pero también es

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cierto que con el bullicio que nos rodea e inunda, pocas veces somos capaces de escucharla. Cuando escribo estas últimas opiniones afloran en mí nuevas protestas que se hacen interminables. Es cada uno de nosotros el que ha de encontrar soluciones a ellas dependiendo del lugar en el que se encuentre, y de una forma personal e intransferible. No son los demás, sino todos y cada uno de nosotros, los que debemos encontrar el camino o los caminos, que nos conduzcan hacia una sociedad equitativa y respetuosa con el otro, sea cual fuera su raza, color o sexo. No es fácil que una persona tan dada a la palabra como yo, haya sido capaz de ser tan escueto en temas que darían cientos de páginas por sí mismos. Pero este ejercicio me ha valido para darme cuenta de que los sentimientos más auténticos son los que ocupan menos espacio, tanto en los libros, como en el interior de cada uno. Sólo lo superfluo es barroco, y lo intrascendente ampuloso. A quien lea estas páginas le deseo que encuentre el silencio preciso y precioso, para poder empezar su propia PROTESTA INTERMINABLE. Una protesta que sólo se puede hacer desde el humor y con humor, porque es la única arma que no mata, pero despeja la mente o deja fuera de combate a todos los que quieren manejarnos como marionetas. Su ego es tan grande que les tapa todos los puntos de referencia y les dejan en la oscuridad de la estupidez más preocupante, que es la de aquel que no se sabe estúpido. O peor aún, cree ser el mesías que todos esperamos sin saber que lo tenemos dentro de nosotros encerrado en una cárcel que hemos permitido que nos fabriquen los que dicen hablar en nuestro nombre y por nuestro bien. Muchos de ustedes se preguntarán ¿qué tiene que ver el humor con este vómito de ira contenida? Todo y nada a la vez. Todo porque el humor es la pomada y el arma que puede curarnos y hacer que matemos la estupidez ajena, si no es que tenemos que empezar por la propia, algo que sería muy recomendable desde todos los puntos de vista.

ACTO PRIMERO

DIOS MÍO, ¿QUÉ ES EL HUMOR?

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EFINIR el humor, o el humorismo es tan difícil como cortar un rayo de luna con unas tijeras o atraparla en un estanque. Lo que si puedo afirmar, o acercarme a un dato certero, es que la risa es de las pocas cosas que nos diferencia de los animales, aunque hay veces que llegué a ponerlo en duda durante los 38 años que me dediqué a esto del humor. ¿En verdad he sido humorista? Yo creo que no, pero así me catalogaron los que todo lo catalogan: Los catalogantes. El Diccionario de la Lengua Española dice: Humor: Facultad del humorista. Humorista: Persona que se expresa con humorismo. Humorismo: Manera de enjuiciar, afrontar y comentar las situaciones con cierto distanciamiento ingenioso, burlón y aunque sea en apariencia, ligero. Linda a veces con la comicidad y la ironía, sin que se confunda con ellas; puede manifestarse en conversaciones, en literatura y en todas las formas de comunicación y de expresión. Comicidad: Cualidad del cómico, vis cómica. Cómico: Capaz de divertir o de excitar la risa. Ironía: Burlas fina y disimulada. Figura que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Contraste fortuito que parece una burla. Burla: Acción o palabras con que se procura poner en ridículo a personas o cosas. Sarcasmo: Burla sangrienta o ironía fuertemente mordaz. Befa, escarnio: son afrentosas.

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Chiste: Dicho agudo y gracioso. Suceso gracioso y festivo. Estas son las definiciones oficiales que el Diccionario de la Lengua Española nos da, para definir lo indefinible o encasillar lo que no puede encerrarse en casillas o definiciones. Pero dado que ellos lo hacen, yo en mi pedantería estúpida, también voy a dar mis propias definiciones para así liar más el ovillo del humorismo, mal llamado humor. Humor: No sé lo que es. Me nace, lo siento y lo propago de forma que los demás dicen que tengo y hago humor. Tener humor: Capacidad de la persona para enfrentarse a las situaciones cotidianas o imprevistas, con ironía y sentido crítico, dándole la vuelta a éstas para sacar de ellas la parte graciosa, utilizando el ingenio para ello. Algunas veces se hace banal lo profundo e, intranscendente lo serio, con el ánimo de conseguir la risa o el esbozo de la sonrisa en otra u otras personas. Al que se dedica a ello como oficio, cobrando por ello, se le llama: humorista. Al que lo hace de forma altruista se le llama filósofo. La función del humorista, según el que escribe estas palabras, es ante todo divertir, al tiempo que dejar en el espectador la semilla de la duda sobre lo dicho o la intencionalidad de ello, haciendo que recapacite sobre lo contado o narrado, bien sea con palabras, gestos o canciones. Esto último suele hacerse una vez pasado el momento en el que transcurre dicho acto. Cuando el humor se utiliza como arma va dirigido a aquellos que no quieren ver la realidad, siendo el humorista el espejo fiel de la misma. Si se usa como medicina, va dirigido a aquellos que padecen soledad o depresión, o sencillamente apatía ante lo que ocurre diariamente (esto lo ampliaremos más adelante). El mundo del humorismo (humor) es tan amplio que es muy difícil hacer una catalogación exacta de los tipos de humorismo. Pero sí lo intentaremos hacer por el tipo de humorista, aun sabiendo que las diferencias entre ellos pueden ser sutiles, o que en uno de ellos se conjuguen distintas formas de hacer humor.

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A PARTIR DE AHORA AL HABLAR DE HUMORISMO DIREMOS HUMOR, DADO QUE TODOS ASÍ LO ENTENDEMOS DE FORMA COTIDIANA Y COLOQUIAL. Tipos de personas dedicadas a esto del humor. Bufón:1 Truhán que se ocupa en hacer reír. (Del DRAE) Persona ingeniosa que, aprovechándose de una anomalía física, hacía reír en las cortes a los reyes y cortesanos de él mismo, con sus gracias y ocurrencias, diciendo la mayoría de las veces lo que otros no podían decir delante del rey. Bufo: Cómico que raya en lo grotesco y lo burdo. Persona que hace el papel de gracioso en la ópera italiana. (¿Puede ser que esto esté en el Diccionario?) Humorista: Persona que se dedica al humor sin ningún artilugio o disfraz. Cómico: Persona que hace gracias en las comedias. Puede utilizar ropas y disfraces para conseguir su fin. Caricato:2 Imitador cómico de algunos personajes frente al público, que exagera el tic y defectos del imitado sin llegar al esperpento. Imitador: Persona que posee facilidad para reproducir fielmente voces y gestos de otras personas; casi siempre célebres, famosas o populares. Con o sin elementos externos (gorros, pelucas, etc). Ejemplo: Carlos Latre. Charlista: Persona que sentada detrás de una mesa, o de pié, hace verbalmente el desarrollo de un tema con toques de humor a lo largo del mismo. Pronuncia charlas. Ejemplo: Javier de Campos, Paco Gandía o Eugenio. Cómico de la espalda: Se le llama a la pareja de cómicos, o humoristas, en la que uno de ellos, sirve el chiste al otro. Ejemplo: Tip y Coll, Dúo Sacapuntas o los Hermanos Calatrava. Pareja cómica: Se llama al conjunto de dos personas que se Muchos bufones fueron consejeros reales y pintados por pintores famosos, el más destacado de ellos fue Velásquez. 2 Por mi experiencia sé que muchas veces el imitado es más exagerado que el imitador. Raphael, Rocío Jurado, Julio Iglesias. 1

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unen con el fin de divertir a los demás usando el humor con historias cortas. Las más frecuentes son las formadas por un hombre y una mujer, para poder parodiar a ambos sexos. Ejem.: Juanito Navarro y Lina Morgan. Payaso: Artista de circo que hace de gracioso, con trajes, ademanes, dichos y gestos apropiados. (Del Diccionario). Artista de pista, sea o no de circo, que se maquilla y disfraza de forma exagerada para provocar la risa con sus gestos y situaciones. Puede ir en pareja, solos o en grupos. Si lo hacen en pareja se llaman, Augusto, el de cara blanca y culto y .... el estrafalario, aparentemente tonto, pero listo, muy listo. Yo personalmente a este último los adoro. ¡Gracias, Tonetti! Esperpento: Decimos que es esperpéntico cuando raya en el mal gusto, por lo exagerado y ridículo, tocando casi lo ofensivo y el insulto, sin llegar a ello. El esperpento raramente alcanza el escenario y se queda en la calle como motivo de chanza y de burla, no quiero olvidarme de la genialidad “esperpéntica” de Valle Inclán, pero eso es otro mundo. Humor de provocación: Es aquel que pretende mover, o zarandear, los ánimos del espectador paseándose constantemente por la cuerda floja, entre lo correcto y lo incorrecto, en los límites de la llamada educación, con el deseo de hacer reflexionar al público sobre el tema escogido y en clave de humor. Es un juego intencionado para poner al límite al espectador. Ejemplo: Pedrito Ruiz. Mimo: Persona que con su cuerpo y sin utilizar palabras, aunque sí sonidos, cuenta historias que mueven a la sonrisa. Utiliza objetos, muchas de las veces dándole una utilidad que no es la acostumbrada, para demostrarnos su ingenio y capacidad creativa. Ejemplo: Pepe Villuela. Humor musical: El que se realiza teniendo la música como medio de expresión o base del mismo. Suelen realizarlo personas muy duchas en el manejo de los instrumentos musicales. Entre las personas dedicadas al humor que utilizan este método destacan entre otros, son los payasos. Ejemplo: Los payasos de la Tele. Humor gráfico: Es el realizado con dibujos, con o sin palabras, siendo uno de sus exponentes más corrientes la caricatura.

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Caricatura: Dibujo realizado de una o varias personas, bien sea sólo de cara o de cuerpo entero, donde se exageran sus facciones o se le metamorfosea con animales o plantas, para provocar risa. Humor escrito: Es el realizado por medio de la escritura, bien sea en forma de novelas o narración corta. La aceptación del humor que el humorista nos propone, es aprobada por el espectador, por medio de la risa o la sonrisa. Risa: Manifestar alegría y regocijo mediante ciertos movimientos de la boca, la mirada y otras partes del rostro, acompañados de la emisión de una serie de sonidos explosivos e inarticulados. Acción de reír. Pero limitar la risa a una simple definición de diccionario no hace del todo honor al sinfín de formas que tenemos para expresarnos sobre los tipos y niveles de risa, por ejemplo ahí van esas perlas: Risa falsa: la que uno hace fingiendo agrado. Partirse de risa. Destornillarse de risa. Morirse de risa. Reventar de risa. Mearse de risa. Cagarse de risa. Partirse el culo de risa. Sonrisa: leve y sin ruido que sólo se manifiesta por los movimientos de los labios. Carcajada: risa ruidosa y con ímpetu. Descojone: risa exagerada con cierta burla de algo o de alguien. Descojone general: todo el mundo asistente al evento. He de aclarar que hay una risa provocada y otra espontánea. La primera la consigue el humorista o la persona capacitada o preparada para ello, por métodos aprendidos, tanto empírica como académicamente. Es muy distinto reírse cuando una

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persona tropieza o se da contra un cristal que no vio, que hacerlo cuando alguien se lo ha propuesto, o nos responde de una manera ingeniosa que nos sorprende y nos conduce a la risa. ¿Que por qué nos reímos cuando alguien tropieza con una farola? He de serles sincero y reconocer que nunca lo he entendido, como no entiendo que el interfecto acelere el paso, sin pararse para ver porque ocurrió y con qué. Como tengo que dar mi opinión, les diré que yo pienso que nuestro cerebro lo usa como escapatoria a una situación imprevista, en la que nos quedamos sin saber qué hacer en ese momento. La risa no la podemos manejar a nuestro antojo, es el resultado “de” no el acto para llegar “a”. La risa es contagiosa, de tal forma que una persona riendo puede provocar en otros la risa sin motivo alguno, como también puede hacerlo por medios mecánicos, pero esa risa no viene del humor. De ahí que tengamos que aclarar que el humor no tiene por finalidad la risa, si no que es el resultado de un sin fin de situaciones que el humorista provoca en el tiempo de su actuación. Si la meta del humorista sólo fuera conseguir que riamos con ponernos un disco de risas, ya lo conseguiría. Esto ha hecho durante muchos años que sesudos estudiosos del humor, y otros no tanto, entendieran que el humorista que provocaba sonoras carcajadas nada tenía de intelectual, y sí aquel que sólo conseguía sonrisas o esbozos de la misma. La intelectualidad del humorista no depende del volumen de las carcajadas o la duración de las mismas, si no de la utilización de su intelecto para interpretar situaciones difíciles, cotidianas o extrañas, para darle un sentido cómico a las mismas. Todas estas definiciones anteriormente citadas no dejan de ser pequeños apuntes para intentar definir el mundo mágico y sorprendente del humor. Definiciones estas que cualesquiera puede cambiar o corregir según su punto de vista dado que cada ser humano tiene un humor diferente, que a veces por convivir o trabajar juntos, consigue unificarse en una forma de humor que puede variar según la cultura, la clase social o el país en el que se viva, región o provincia. El estado de ánimo en el que uno se encuentra es una variante más del humor,

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ya que no reaccionamos igual ante un mismo chiste o gag dependiendo de nuestro estado de ánimo o situación. Para hacer humor no hay una norma, ni unas pautas predeterminadas, por las que al utilizarlas tengamos asegurado el éxito, es decir la risa o la sonrisa, de aquellos a los que va dirigido. Una misma circunstancia, situación o hecho, puede ser contado de miles de formas diferentes dentro del humor. El humor podría clasificarse en función de que medios se utilizan y a quien va dirigido. Es cierto que hay un tipo de humor del que sólo se ríen algunos, pero no es menos cierto que existe un humor válido para todos. Hay personas que pretenden que el humor los diferencie o marque distancias sociales, pero he de decir que la falsa educación, la hipocresía y la mal llamada clase son enemigos del humor. El humor puede ser una catarsis, es decir, por medio de él podemos eliminar recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso de forma pasajera, aliviando de cargas nuestro cerebro. De ahí que últimamente se le considere una buena terapia para el mal de este siglo: el estrés. El físico en el humor Uno de los puntos importantes en el humor es que el que lo practica ha de saber reírse de sí mismo primero, haciendo de esa manera un ejercicio mental saludable para poder posteriormente hacer humor, o parodiar lo que ve u oye. Hay algo curioso que podemos apreciar en todos aquellos que se dedican al humor, y es el hecho de que todos ellos, hayan tenido problemas en su infancia o podamos decir que no son muy agraciados físicamente, comprobando que aquellos que se pueden considerar “guapos”, hacen todo lo posible por no parecerlo, por medio de artilugios como pelucas, gafas, bigotes postizos, etc. Puede ser que el hecho de superar las críticas durante la infancia o en la juventud, les hagan ver la vida de otra manera y desde otro punto de vista. Si retrocedemos en el tiempo no nos es difícil darnos cuenta que los bufones en las cortes de los reyes, desde la edad me-

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dia hasta el siglo XVIII, fueron los encargados de divertir, pero también de procurar enseñar la cruda realidad a los poderosos por medio del ingenio y del humor. Algo parecido hicieron posteriormente los petimetres, personajes, estos, que no son el mejor ejemplo del buen humor. Aunque sí cumplieron el papel de divertir a ciertas clases sociales más por sus extravagancias que por su ingenio. Muchos de ellos se camuflaban bajo este disfraz para no ser centro de la ira de los poderosos al tomarlos por estúpidos o meramente snobs. Es raro el humorista que no haya hecho una parodio o monólogo sobre su propia vida, exagerando sus defectos, para ser el espejo viviente de los demás, que no quieren verse reflejados en sus críticas. El mundo machista en el que vivimos puede ser una de las razones por las que no existan muchas mujeres en el mundo del humor, y también porque lo anteriormente dicho no es fácil para una mujer poco agraciada físicamente, algo que no es cortapisa ni valladar para que existan mujeres con gran ingenio en el mundo del humor, pero son minoría en comparación con los hombres. Los años que yo he vivido en el mundo del espectáculo era muy difícil ver a una mujer en una sala de fiestas por la noche actuando sin que se le catalogara de mujer de vida dudosa. Casos tan geniales como Mari Sampere o Mari Carmen la de los muñecos, son claros ejemplos de ello. En otros países como los Estados Unidos es más fácil encontrar casos de mujeres dedicadas al humor con verdadero éxito. Pero confieso que el concepto del humor de ese país sería para hacer un análisis más profundo, tanto el de sus primeras influencias europeas de la emigración como del humor actual típicamente americano, que se aleja mucho del que practicaron los hermanos Marx o Chaplin, el Gordo y el Flaco o Buster Keaton. He de reconocer que en mi caso, mis gafas y mi bigote fueron en un principio un punto de referencia en mi humor y, claro está, los problemas en la juventud fueron el punto de partida de mi humor como defensa y como arma, así como de medicina para mis frustraciones, ¡que de todo tiene uno! Recuerdo que mi primera presentación decía: Con ustedes Moncho Borrajo. Gallego, feo y bajo. Siempre se encuentra uno en la vida con personas caritativas que te dicen que no

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eres ni tan bajito ni tan feo, pero nadie se ha atrevido a decir que no soy gallego. ¡Por desgracia! los defectos físicos siempre han sido motivo de escarnio y de burla y esto ha creado en muchas personas el ansia de venganza, pero es el humor, sin duda alguna para el que escribe, el arma más poderosa para combatir las burlas y salir victorioso del escarnio. Miguel Ángel Rodríguez en su conferencia dada en las Jornadas de Estudio y Análisis del Humor en mayo del 2006 en Sevilla dijo: «El público se siente identificado contigo cuando hablas de tus desgracias. Todos estamos cansados de hombres y mujeres perfectos, que tienen cumplidos todos sus sueños. Contra más desgraciado seas, más éxito tendrás en el mundo del humor. Los más graciosos son los feos, los gordos, los desaliñados, y los que cuentan que son cornudos, borrachos, o que no hacen a penas el amor. Particularmente, yo cumplo todos esos requisitos, y lo peor de todo: la gente se lo cree cuando lo cuento».3

Por todo esto siempre he pensado que: EL HUMOR ES UN FRONTÓN DONDE REBOTA LA ESTUPIDEZ Y EL ESPEJO DONDE NO SE QUIEREN VER LOS PREPOTENTES. Decir que existen distintos tipos de humor es caer en la trampa más antigua del mundo, la de querer clasificar todo aquello que por sí mismo no es clasificable. Pero como uno pertenece a esto que se da en llamar género humano, pues haremos lo posible por no desmerecer tal honor, e intentaremos hacer un sesudo y concienzudo análisis del mismo aún a sabiendas de que siempre habrá alguien que nos recrimine el haberlo intentado, o que nos eche en cara el habernos olvidado de algo o de alguien. Para empezar a clasificar el humor, deberíamos decir que cada edad tiene o disfruta de un tipo de humor, así como cada 3

“Ontología del humor: reflexiones en babucha” por Miguel Ángel Rodríguez, en el libro de las jornadas Morfología del Humor I (Sevilla, 2006).

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clase social, raza o tribu, sea o no urbana. No se ríe de lo mismo un niño de siete años que uno de doce y mucho menos uno de catorce que uno de dieciocho, pues a medida que su cerebro se desarrolla y su inteligencia se ejercita en el Arte del humor, va evolucionando su forma de entenderlo y disfrutarlo. Esto no implica que no existan personas que se queden en un estado inicial del humor, no sólo porque su intelecto no se desarrolla, si no porque no se mueven de un entorno social primario o por el contrario son víctimas de un entorno social esnob y minoritario, de forma que su sentido del humor queda relegado a un tipo concreto del mismo y a una función meramente social de salón, o de club, sea o no deportivo. El humor no es un oficio, es un Arte con mayúscula, el único defecto que se le puede achacar es que no es minoritario, y eso le resta mucha importancia en aquellas sociedades como la nuestra en la que lo exclusivo alcanza grados de importancia cultural. El Humor es ante todo libertad y si hay algo que molesta a los seudo elitistas o seudo cultos, es precisamente el desarrollo libertario y libre del Humor. Uno se ha visto más de una vez relegado en el podium de los reconocimientos precisamente por practicar esta libertad y ser aplaudido por la mayoría y no por una minoría pedante y amante de lo privado para dárselas de entendidos, cuando en realidad se ríen de lo mismo que los que ellos desprecian, y muchas de las veces no les llegan al forro de las criadillas, por dar un ejemplo taurino y gastronómico. Tanto en el humor verbal como gráfico, si nos decidimos a hacer una clasificación diríamos que puede ser:4 Blanco. Negro. Sexual o verde. Escatológico. Racista. Homófogo. Machista. Feminista. 4

Todos estos tipos de humor, pueden entremezclarse entre si, algo que ocurre con frecuencia en mi caso y en el de otros muchos que se dedican al humor.

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Absurdo. Social. Político. Religioso o anticlerical. Autonómico o entre países. Humor blanco: Es aquel que se basa en cosas o actos inocentes y que no encierran maldad alguna, pero no por ello falto de ingenio y gracia. El ejemplo más reciente de este tipo de humor en España fue el realizado por Eugenio. Imagínense en pleno mes de diciembre en el polo norte, más exactamente, en lo alto de un iceberg plano como un plato que con las arremetidas del viento, que lo azota a más de 180 kilómetros por hora, golpea el inicio de la plataforma de hielos perpetuos del ártico. Luego hace frío, mucho frío, un frío de cagarse. Y sobre este iceberg se encuentra una pareja de osos polares; mamá osa y bebita osea-zna (es que es un poco pija). —Mamá, ¿tú estás segura que mis abuelos eran polares... o sea polares polares? —Sí, hija, los yayos eran polares polares de pura raza de osos polares. —Y, mamá, ¿tú y papá soy polares, lo que se dice polares, pero polar polar polar, vamos que super requetepolares de los más polares del polo polar? —Y tan polares que somos, sólo hace falta vernos. —Y, mamá, ¡¿tú dirías que yo soy una osa polar, pero super-mega-requete-conseguidísimaultra-plus-polar polar, pero de lo más polar que puede existir en el polo polar del polo?! —Hija, más osa polar que tú es imposible ser. —Entonces mamá, ¿tú me puedes explicar por qué coño tengo tanto frío?

Humor negro: Es el basado en la muerte o actos referentes a ella, o que contadas y contempladas desde otras perspectivas suscitarían piedad, terror, lástima o emociones parecidas. En el humor gráfico destacó Chumi Chumez. En la actualidad de nuestro país humor negro es hacerlo el

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mundo del terrorismo, la muerte de Lady Di o la emigración en pateras. Humor sexual: El basado en los actos sexuales de las personas en todas sus formas. Por la actitud social ante el sexo suele ser tomado como chabacano y vulgar, pero no ha de ser así forzosamente. Muchas veces las metáforas utilizadas para representar el sexo masculino o femenino hace que el ingenio de quien lo cuenta supere el efecto social de mala educación. Estos mismos que llaman vulgar a quien hace este tipo de humor son los que luego en privado lo utilizan. Suele ser característico de ciertas edades jóvenes en las que provoca una gracia especial. Humor escatológico: Es el referente a los excrementos: culo, caca, pedo, pis. Humor racista; machista; homófogo; feminista: Distintos tipos de humor en el que se trata como centro de atención para la burla, o la chanza, a otras razas, hombres, mujeres, homosexuales etc. basado en conceptos machistas, homófogos o racistas. Humor absurdo: Es el que basa su actuación en cosas, actos, ideas, que no permiten un razonamiento dentro de las normas de la lógica. Contrario a la razón. Ejemplo claro de ello fueron Tip y Coll y los hermanos Marx Humor social: Todo aquel que tiene como fin hacer una crítica de todo lo que sucede o acontece en la sociedad actual. Humor político: Es aquel que tiene a la vida política, y a los políticos, como elemento central de su actuación. Podía considerarse dentro del humor social. Humor religioso: Todo aquel que basa sus elementos como tema central del mismo, en las distintas religiones del mundo, en sus libros sagrados, ministros o seguidores. Caen muchas veces en el anticlericalismo. Humor nacionalista: Es el humor que tiene como base la burla, el desprecio o el menosprecio de otros países que no es el propio. También ocurre entre autonomías, provincias, pueblos. El monólogo:5 Palabra formada por mono y logo, uno y palabra en griego. También llamado soliloquio. El monólogo 5

Conjunto de chistes monotemáticos, unidos entre si, con cierta gracia y ocurrencia, de forma coloquial, con el ánimo de hacer reír.

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es algo que se viene realizando desde los griegos y posiblemente fuera el comienzo de los humoristas de hoy en día. Últimamente debido a la influencia inglesa se le ha dado en llamar “comedia” del inglés comedy. Es una actuación unipersonal y monotemática. El chiste: Dentro de los chistes existen distintos tipos de ellos que se encuadran en los tipos de humor anteriormente citados, y también en nuestro país existen catalogaciones de chistes según el tema que traten o cómo se planteen o a quién se les adjudiquen. Algunos ejemplos entre mil: Chistes de Jaimito. ¿Qué le dice...? Se sube el telón, se baja el telón. ¿En que se parece...? Chistes de putas. Chistes de maricones. Chistes de la mili. Chistes de cada profesión. Chistes sobre personas o colectivos tratándolos como tontos: gallegos en América. Lepe en España. La gomera en Canarias. Los belgas en Francia. Chistes de Jaimito:6 Chistes que se le atribuyen a un personaje imaginario de corta edad. Travieso y muy ingenioso para salir de entuertos y aprietos ante sus padre o profesores, o de la vida en general. Chiste escenificado: Es aquel que partiendo de un chiste sencillo, o anécdota corta, toma cuerpo por medio de añadidos referentes al mismo que son en sí mismos pequeños chistes que le dan cuerpo al primero, pudiéndolo convertir en un monólogo. En el humor hablado es tan importante 6

Jaimito fue una revista española de historieta infantil, editada por Editorial Valenciana, que se publicó entre 1945 y 1979. Jaimito fue un personaje de Karpa en esta revista. Posiblemente de ahí saliera su popularidad y se atribuyeran más tarde los chistes que de él se contaban en todo el país.

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lo contado como la forma en que se hace. Por lo que el lenguaje y la forma de utilizarlo es fundamental para el resultado. El mismo chiste contado por distintas personas da resultados tan dispares que pensaríamos que no es el mismo chiste. La gracia personal, o la peculiaridad, del que hace humor son fundamentales para este viejo y legendario arte. Palabro: Palabra inventada que en sí misma no se refiere ni define nada. Por la forma de decirla, o el entorno en la que se introduce, puede tener un significado, erótico, sexual o político, que son los más corrientes. Muchas veces el humorista utiliza palabras conocidas para darles otro significado en función de cómo las pronuncia o en que entorno las sitúa. La deformación, o cambio de algo conocido por todos o por una gran mayoría, nos da un punto de referencia de los conocimientos de los que nos escuchan. Ejemplo con el Teorema de Arquímedes: Todo cuerpo sumergido en un líquido, experimenta un empuje de abajo a arriba igual al peso del agua que desaloja. TODO CUERPO SUMERGIDO EN LA PRENSA DEL CORAZÓN, EXPERIMENTA UN EMPUJE HACIA LA ESTUPIDEZ, IGUAL AL PESO DE LAS NEURONAS QUE DESALOJA EN EL INTENTO. Si esto lo firmara Pocholo Martínez-Bordiú el resultado sería de un compendio de formas de humor, entre lo social, lo absurdo y casi lo esperpéntico, con un toque de pedantería cultural ¡Un lujo! Breve ejemplo con productoras cinematográficas: “Yo ni me la Paramount ni me la Movirecord, pero por Tewnty Century se la Metro Goldwing Mayer o se la Fox”.

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Ejemplo no tan breve con nombre de literatos: “A mí no me la Quevedo nadie porque me lo Benavente. Pero si me la Cernuda, me la Lope de Vega. ¡Y no se le ocurra hacerme el Unamuno porque me lo Vargas Llosa, pero bien! Así que vaya se usted que se la San Juan de la Cruz a otra parte o se la Teresa de Jesús si lo prefiere, pero a mí no me la Góngora nunca más. Si usted no me Rosalía de Castro me la deja Bécquer y por tanto no me la Calderón. Gala no me la Pardo Bazán, y si me la de Prada, me la Espido a lo Garcilaso de la Vega”.7

7

El lector puede continuar este ejercicio dependiendo de sus conocimientos literarios.

NOTAS SOBRE EL HUMORISMO (HUMOR) Y EL HUMORISTA8

E

N el humor hablado no sólo se ha de tener en cuenta lo que se dice, si no también cómo se dice y qué gesto se utiliza en cada momento. Muchas veces el gesto y la palabra no van al unísono, o con la misma intención, si no que son contrapunto uno del otro para así hacer que el espectador se fije más en lo dicho o en lo hecho, depende de la intencionalidad del humorista. Cada humorista ha de encontrar su propio lenguaje, tanto físico como de signos o gestual, para expresar con claridad lo que pretende. Han existido cómicos que han recurrido a la negación, o a la casi inexistencia de gestos, para dar más importancia a lo dicho. El énfasis, la desgana, la alegría o la apatía que se ponga al decir una cosa cambian por completo el mensaje que recibe el espectador. Existen humoristas que utilizan la agresividad para atraer la atención del público para que así presten más atención a lo que está contando. Hay quien hace de la participación su elemento conductor. En estos casos hay países, zonas o regiones, donde es más fácil lograrlo. Uno de los puntos fundamentales para que esto suceda depende del sentido del ridículo que se posea. España no es un país que de muchas facilidades, todo lo contrario que el mundo anglosajón. Existe una frase muy característica que define este 8

Estas son opiniones que han surgido de mis 38 años de contacto con el público como humorista. Cosas sin importancia.

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comportamiento: “Yo he venido a que me diviertan, no ha ser la diversión”. Frase ésta curiosa, cuando al público español le agrada en sobremanera que el humorista haga blanco de sus burlas y chanzas sobre alguno de los presentes así como en personas públicas de todos conocidas. Son los niños los que participan con más facilidad, pero también son un público más difícil ya que no mienten en sus gustos y reacciones y nunca aplauden o ríen por compromiso. De los catorce a los dieciocho años el público, al estar pasando por un momento de asentamiento de su personalidad, suele ser difícil pues es fácilmente manejable por el jefe del grupo, siguiendo las pautas que él marca y no por su gusto personal. El miedo a poder hacer el ridículo les retrae en sus comportamientos. Al ser unas edades en que empiezan a despertar a la sexualidad y al amor, tienen miedo a perder los favores de las personas que pretenden. En esta edad y en todas, siempre hay entre el público personas con ansias de notoriedad, lo que hace que pretendan llamar la atención de los presentes para así dejar al humorista en un segundo término. Es vital para el humorista ganar esa batalla, o bien haciéndoles partícipes del número, o ganarles en ingenio y rapidez, ridiculizándolos delante de los demás. Sábete que habrás ganado un enemigo, pero esa batalla no. Si el humorista al terminar la función pide un aplauso para el colaborador y le da las gracias, es casi seguro que el enemigo se diluya ¡Ay el ego! El mayor enemigo de un humorista en el escenario, es la falta de seguridad en lo que cuenta o hace. También es cierto que la excesiva seguridad del humorista puede producir un distanciamiento con el público, tan peligroso como el anterior. Pero hay que recordar que uno raramente hace reír a quien no quiere. Una cosa es el humor que nace espontáneamente durante una conversación y otro, el que se prepara para un espectáculo. Para la risa hay que prepararse. No es que tengamos que hacer ejercicios de preparación como para una carrera, pero si una cierta predisposición para reír. Un ejemplo claro es cuando alguien antes de contarte un chiste te prepara para el

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mismo diciéndote: “Te voy a contar un chiste buenísimo que me contaron ayer”. Es una forma de decirte que te prepares para escuchar una cosa que tiene gracia. Hay personas que por aparentar delante de los demás una cultura superior o por distanciarse de la mayoría optan por no reír de lo que ríen los demás y dicen: A mi no me hace gracia. Ante esto pueden pasar tres cosas: 1) Que, efectivamente, lo dicho carezca de gracia o ingenio. 2) Que no sea capaz de encontrarle la gracia a lo contado, aún teniéndola. 3) O que sea esa persona la que no tiene sentido del humor y achaque su falta a los demás. A una sesión de humor hay que ir libre de prejuicios. Hay personas que no soportan la alegría ajena, alegando no entender ¿De qué se ríen los demás? Sin darse cuenta, o no lo quieren reconocer, que sí le hace gracia lo dicho pero le gustaría reírse él solo y no compartirlo con los demás. A estas personas les recomiendo muy seriamente: • Leer atentamente las instrucciones. • Consultar al farmacéutico. • Acudir al médico más cercano. Es muy difícil conseguir que se apeen del burro, pues parece que si lo hicieran perderían algo fundamental para sus vidas, sin darse cuenta de que ya lo han perdido: La capacidad de reír. La fama que antecede al cómico, ya predispone al espectador a tener una postura receptiva ante lo que se avecina. El disfraz, puede ayudar en el humor, pero la mayoría de las veces es una tapadera de la falta de ingenio. El disfraz es al humorista como la salsa a la carne. Es muy distinto el disfraz para crear un personaje, que el que se hace para crear un esperpento de una situación que carece de gracia Hay gente negada para el humor, mientras otros con su sola presencia mueven a la risa. Pero es distinto tener gracia

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que ser gracioso. Hay humoristas que no tienen humor, pero son graciosos. El humorista ha de recurrir a temas sencillos y cotidianos, para llegar al mayor público posible, sin que con ello tenga que vender sus ideales o ideología personal. Las vivencias que ha tenido el que hace humor, son casi siempre puntos de partida para un espectáculo. El humor, en estado puro, es una filosofía de vida.

ACTO SEGUNDO

EL HUMOR COMO ARMA

S

IEMPRE el humor se ha utilizado para atacar a los poderosos o, al menos, para decirles de forma graciosa y sin temor a ser castigados por ellos todo aquello que nos parece mal de su gestión o de su comportamiento. Desde los griegos a nuestros días, hay ejemplos claros de esto, pero quizás fueran los bufones de la edad media, y posteriormente en los siglos venideros, los que utilizaron el humor para hacer de este un arma no sólo arrojadiza si no también un escudo que protegiera sus vidas. Podríamos hacer un estudio sociológico y político en función del humor que se ha practicado en cada país y nos daría una definición muy aproximada de los momentos sociales, culturales y políticos por los que pasaron los mismos, en función del humor que se practicaba en cada momento. Es claro y evidente que en épocas de dictadura los payasos han sido los recomendados por su aparente inocencia, aunque ha habido payasos políticamente incorrectos y también aquellos mal llamados humoristas, que vendiéndose al poder fueron y siguen siendo los “graciosillos” de turno. El humor en épocas de dictadura ha sido casi siempre, por no ser afirmativo y tajante, un humor machista, racista y evidentemente homófogo y xenólogo. Las ideologías de los dictadores en todas sus direcciones, izquierda o derecha, han sido siempre la pauta que el graciosillo (permítanme que no les llame humoristas) utilizaba y utiliza, porque existen para hacer reír a sus señores todopoderosos. Al mismo tiempo que estos seudo humoristas vivían en la opulencia y la popularidad existieron, y existen, otros que de forma valiente han hecho y hacen un humor en contra del poder establecido sea la época que sea

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o mande quien mande, siendo muchas veces encarcelados. Ramper en la España de la república y durante los primeros años del franquismo fue un ejemplo claro de esa lucha armada con el arma del humor. En cada país podríamos encontrar personas que han utilizado el humor y lo siguen haciendo como elemento de protesta y repulsa. No es menos cierto que los dictadores en su afán de alimentar su ego han sido, y son los primeros, que ante el ingenio del humorista ceden un ápice de su rigidez mental para permitirse la gracia de reírse de ellos mismos con el único fin de demostrar a los demás su espíritu abierto y su tolerancia, algo que no existe en ellos ni de forma somera. Es en ese momento cuando el humorista debe y tiene la obligación de aprovechar el momento que le brindan para ser sutil y hacer que su humor sea un arma de doble o triple filo, de forma que el poderoso en su Olimpo no pueda ver lo ocurrido al serle tapadas por las nubes de su ego las demás referencias a su persona o gobierno; de tal forma que los demás puedan captar las demás lecturas que el humorista plantea sin que el entorno del poderoso sea capaz de captarlo. Superar la censura es uno de los elementos básicos de cualquier humorista. No sólo superarla, sino hacer que ni el propio censor pueda darse cuenta de lo ocurrido delante de sus narices. Puede parecer peligroso lo que opino a continuación, pero lo he vivido en mis propias carnes, por lo que nadie podrá decir que no es cierto. La época de la dictadura de Franco quizás fuera una de las más fructíferas de este tipo de humor-arma puesto que el ingenio tenía que superar con creces las cortapisas impuestas por la dictadura. Muchos pensamos que cuando llegara la democracia todo cambiaría, pero no ha sido así. Si es cierto que existe libertad de expresión, pero me gustaría que me contestaran ¿De qué tipo de expresión? Los gobiernos llamados democráticos han utilizado el silencio informativo para intentar acallar las voces de aquellos que con el humor han intentado desenmascarar la corrupción y las corruptelas de los gobernantes. ¿Qué es más peligroso, el silencio impuesto por la dictadura de una forma tajante o la soterrada manipulación, para que no sea conocido el trabajo del humorista? Las dos son una enfermedad pero personalmente creo que la segunda actitud

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es repugnante, ya que utilizando la democracia, o en nombre de ella, se abren puertas al humor que más tarde son cerradas cuando lo dicho o expresado no está en la línea política de los que nos gobiernan. La televisión como elemento mayoritario de comunicación de masas es manipulada por los poderes fácticos para silenciar aquellos humoristas que son considerados políticamente incorrectos. Más de uno hemos sido censurados en estos años de la tan cacareada democracia por una palabra malsonante (taco) y sin embargo se han dejado pasar actitudes moralmente peligrosas para los niños y los jóvenes bajo el pretexto de la “modernidad” mal entendida. El alcohol, las drogas y el sexo como arma de ventas y consumo son, y han sido, permitidas por los gobiernos democráticos ante unas suculentas ganancias que la mayoría desconocemos y nadie quiere investigar. Sin embargo el humor pasa una criba constante por parte de los políticos que supera con creces la ejercida por la Iglesia católica en otros tiempos no muy lejanos. Los humorista políticamente incorrectos son relegados a espacios de actuación reducidos, salas de fiesta, clubes, o pequeños teatros, en espera de que al no poder ser vistos por la cantidad de público que puede hacerlo en las televisiones pasen sin pena ni gloria, pero no saben los gobernantes que la semilla plantada en el silencio y el anonimato suele ser más fuerte y duradera que la que se hace a bombo y platillo. Piensan de esa manera que el “humor” de los que ellos promueven es más popular o admitido, pero lo cierto es que sólo es reído por una masa que no quiere más problemas de los que tiene, no sólo familiares si no económicos y sociales. Cierto es también que nadie quiere ver sus problemas reflejados en una pantalla y menos los gobernantes que tienen como arma pública la perfección de sus imperfecciones personales, que no sólo les atañen a ellos si no que nos alcanzan a todos los que estamos “bajo su protección”. Estos mismos que se conforman con ese tipo de humor, el consentido, luego se maravillan cuando comprueban que si entienden otro tipo de humor y que además no es, ni intelectual ni minoritario. Siempre me ha hecho reír cuando he escuchado decir de mí que hacía un humor inteligente, o que lo hacía Tip y Coll por poner un ejemplo. El humor no es inteligente, en cambio

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sí lo es quien lo hace y quien lo recibe. Sé que esta afirmación hará que más de un petimetre cultural diga que yo nunca he hecho un humor así catalogado, que mis tacos y mi vocabulario no han estado a la altura de ese tratamiento, pero lo cierto es que lo que más les molesta es saber que otros, por ellos despreciados por su falta de cultura, si han disfrutado de mi humor políticamente incorrecto, asumiendo en mi, un papel de Pepito Grillo o mosca cojonera y siendo la voz de quienes no pueden hablar, o no se han atrevido a hacerlo. Siempre que escucho la frase de: No cambie, o no tenía que morirse nunca, veo algo que me indica lo necesitada que está la gente de un humor independiente, ácrata e irreverente, sin que el insulto o la humillación sean utilizadas para ello. Desde el púlpito que el público me ha otorgado durante treinta y seis años puedo y debo gritar: Arriba el humor, abajo el terror. El terror de la manipulación consentida, el terror de lo políticamente correcto, el terror de come y así no hablarás, el mismo terror del tiempo de Roma cuando con el pan y circo se tapaban las necesidades y los ideales del pueblo. Un terror consentido y consensuado por todos los grupos políticos de este país, a sabiendas que al proteger del humorista al contrincante político, se están haciendo un escudo para ellos mismos cuando asuman el poder. La derecha ha tolerado al humorista, pero la izquierda lo ha dejado morir en el silencio mediático de hoy en día. Sólo el humor que ataca y puede dañar al enemigo político es admitido por esta izquierda que no soporta la crítica ni en clave de humor. Sé que con esto me estoy ganando más enemigos de los que ya tengo, pero no puedo tenerlos más grandes, y digo grandes y no mayores, porque no tienen la mayoría de edad mental para entender el HUMOR. Ejemplos hay de quienes pensaron estar protegidos por los cabezas de partido y han muerto en el olvido de aquellos que el humorista pensaba entendían y compartían su humor. En el deporte no hay humor, y el billar es un deporte. Yo mismo he sido tentado por el poder para pertenecer o participar de un juego político en detrimento del partido opositor pero superó mi independencia a mis ansias de dinero y honores y así puedo escribir lo que escribo sin el miedo a que me pasen la factura por los servicios prestados.

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El arma del humorista es la palabra, el lápiz, el gesto. Cosas tan sencillas que están al alcance de todos y que por su sencillez, el poder cree que es fácil de destruir, pero no hay nada más fuerte que la palabra bien dirigida y perfectamente lanzada en la dirección precisa. Que decir del lápiz, estilete capaz de matar al mediocre y al cretino que se encierra en la torre de su ego. Mingote, Forges, Castelao, Maside, Chumi Chumez y toda una Codorniz que nos alimentó en momentos de carestía. La Codorniz vivió en tiempos más difíciles que los que ahora vivimos y sobrevivió a una dictadura cruel, pero enfermó en una democracia donde los avestruces han ocupado el puesto de las codornices. El humorista lanza la palabra acompañada del gesto, unas veces para reforzarla y otras para suavizarla, según sea más necesaria una u otra cosa. El guiño que el humorista hace al público, nunca es gratuito, él conoce muy bien cómo utilizarlo y en qué momento, para hacer que el arma llegue a su destino o destinatario. La falta de la presencia del interfecto es casi siempre motivada por un falso orgullo y el no reconocimiento de pertenecer a una misma sociedad que la que el cree gobernar. Casi siempre el político deja que le cuenten lo que dijo o hizo el humorista en referencia a su persona, dejándose manipular por el lame-culos de turno, el pelota o el arribista, que piensa y no anda muy equivocado, que será creído, aunque que cuente una versión totalmente falsa de lo sucedido por el sólo hecho de agradar a su señor. No es menos cierto que les encanta y encandila ser el centro de atención del humorista, pero lo que parece aprobar públicamente, lo repudia en privado y hace todo lo posible para que el humorista sea silenciado de forma políticamente correcta. Lo que no sabe él es que cuando el humorista ha lanzado su arma ya nada puede frenarla y va poco a poco de boca en boca, cercándolo en su torre de marfil, y cuando menos se lo espera alguien le recuerda que hay un chiste en la calle que ya nadie puede prohibir porque él es un demócrata y no puede prohibir. ¡Qué ironía! Cuentan de Quevedo algo de lo que no puedo afirmar su certeza, que le hicieron una apuesta haber si era capaz de llamarle coja a la reina. Dicen que tomando en su mano un clavel y una rosa se dirigió a la reina y le preguntó: “¿Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja?”.

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A mí no se me prohibió nada, pero no gustó tampoco nada que un día en Cleofás, catedral del humor de los años ochenta en España, al ver que había un político de relevancia en al sala y siendo del gobierno en el poder, en este caso en PSOE, tomé una rosa y me dirigí a él, diciéndole: “Tome un capullo de parte de otro”. No lo entendió, no se dio cuenta que era yo el que me llamaba capullo, pero él lo tomó como que él era un capullo, algo que debía ser cierto, dado que lo tenía tan asumido o temido que no escuchó lo que dije, si no lo que él se temía que le dijera. Eso me ha costado ser considerado un “FACHA” por el entorno de dicho político. No importa su nombre, es sólo un ejemplo sin mayores consecuencias, tan sólo las de cargar durante estos años con una fama que no se corresponde con mis ideas políticas en absoluto. El tiempo es el asesino de los mediocres y he de reconocer que dicho personaje, ya no está en el cargo tan importante que ostentaba en los días en que ocurrió lo que he contado. El arma del humorista no mata, pero carcome las columnas de los semidioses políticos cuando son de madera mala. Mientras escribo esto por mi mente ha pasado una pregunta sencilla ¿Qué es un arma? Según el diccionario que tengo más a mano la define como: «Instrumento para atacar o defenderse. Es entonces, después de leer esta definición que me reafirmo en decir que el humor es un arma, puesto que cumple las dos premisas del enunciado de la misma, vale pata atacar y para defenderse». ¿Ustedes se preguntarán cómo se defiende uno con el humor? Yo nunca me lo he preguntado pero no porque supiera la respuesta, si no porque lo utilicé como tal desde joven para defenderme de todo aquello que quería hacerme daño, o yo pensaba que podía hacérmelo. Siempre ha habido acoso en los colegios aunque no lo entendiéramos así y nos dijeran que eran cosas de niños. Yo como todo el mundo me he pegado con un compañero de clase pero nadie nos grababa con un teléfono móvil. Todos, o al menos yo sí, me he sentido solo o, a veces, dado de lado, y posteriormente tuve que enfrentarme con problemas personales tanto religiosos, sociales o sexuales, y puedo afirmar que fue el humor quien ha hecho que pudiera ir superando muchos de los problemas que tenía y que por supuesto aún tengo. La actitud ante las cosas que pasan

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por medio del humor, hacen que tus puntos de vista cambien, si no de una forma radical y tajante, sí de manera paulatina y tranquila, como creo que son las buenas medicinas. El humor usado como defensa es un perfecto escudo contra la estupidez, el intrusismo y la prepotencia de quien quiere humillarte. La persona que se enfrenta a sus enemigos con humor tiene mucho ganado, tanto, que su enemigo desconoce el poder del mismo. De tal manera es el humor una defensa que cuando pierdes una batalla de la vida, sólo el humor puede hacer que pases de vencido a victorioso con el sólo ejercicio del humor, dejando descolocado al contrincante de tal forma que aún victorioso no sabe si ha ganado o le has dejado ganar para poder reírte un poco de sus ansias de victoria. El humor sitúa al individuo en una posición de privilegio ante los avatares de la vida dándole un cierto tiempo para enfrentarse a la realidad desde otro punto de vista. ¿Sé que algunos se estarán preguntando si todo esto que estoy contando es cierto y lo podemos encontrar en el humor o es sólo una teoría más o menos curiosa y pedante del que les escribe? Esto no está en un chiste más o menos bien contado o en un momento de risas, no, estamos hablando del humor con mayúsculas, del sentido profundo del humor, donde también entran todos esos pequeños momentos de chistes y de risas pero que es un estado o postura ante la vida y sus realidades más profundas. Es cierto que el humor mal utilizado hace que el sarcasmo y la ironía malsana aniden dentro del gracioso dando paso a un cínico o a un hipócrita social, haciendo que el humor se transforme en algo zafio y rastrero dado que no tiene como fin divertir, curar o ser el aguijón de los poderosos, si no que se transforma en un arma para humillar, despreciar o ridiculizar a otro ser humano con el sólo pretexto de ser el centro de atención de la reunión o el aplaudido ante la gracia de mal gusto del pedante de turno. Esto último se da mucho en círculos sociales cerrados, donde la existencia del gracioso oficial es siempre aplaudida por los componentes del grupo que, por otra parte, carecen del más mínimo sentido del humor. Esto no es humor, o al menos yo no lo entiendo así. Este imbécil, que se cree gracioso y presume de sentido del humor, algo de

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lo que carece, suele ser persona que admite mal las bromas y puede ser que no encuentre gracia en otros que si la tienen por el mero hecho de que le rían las suyas. No tiene una localización fija y puede existir en distintas capas sociales adaptándose al entorno como un camaleón, sólo por el mero hecho de ser el centro de atención el grupo. Les ruego encarecidamente por el bien de su salud mental que no le llamen humorista a este espécimen social, podrá ser gracioso para usted, pero carece de todo sentido del humor más elemental. Nunca el humor ha de hacerse para humillar a nadie. Es distinto cuando los ataques, pullas o aguijonazos se hacen para despertar el ánimo o el espíritu de quien te escucha y hacer de esa manera que salga del letargo en el que se encuentra. En este punto podemos decir que estamos ante el humor de provocación. Un humor que camina por la cuerda floja entre el insulto y la gloria, entre la humillación y la adoración, pero sabedor siempre de que no puede caer en el lado oscuro, porque entonces deja de ser humor para convertirse en otra cosa muy distinta. En este punto he de decir que hay personas que no van preparadas para ver y escuchar al humorista, pendientes sólo de la risa que le pueden provocar y no de lo que les puede pedir a cambio el humorista. ¿Qué les puede pedir a cambio el humorista, se preguntarán ustedes? El humorista ha de pedirles atención, distanciamiento, complicidad, no ponerse nunca en la piel del criticado si no es dirigido hacia él, no asumir culpas ajenas y sobretodo no ponerse a la defensiva y mucho menos hacer de paladín de los atacados o los que son motivo de las bromas del humorista. Yo, personalmente, les pediría que dejaran en la puerta los complejos, las envidias, y las cosas que ocurrieron en ese día. Sé que es mucho pedir pero he comprobado que cuando vienen con esa actitud todo funciona mejor y en el espectáculo ocurre una catarsis que los propios médicos recetan a los pacientes con depresión o estado de ansiedad o estrés, haciendo que el humorista se comporte como un director en una terapia de grupo. ¡Dejemos la medicina y volvamos a las armas! Una de las mayores preocupaciones que ha de tener el humorista, es saber que su arte para la manipulación no puede

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ser utilizado en función de ninguna causa que no sea la del humor en sí mismo. Es una pena que a lo largo de la historia no conozca un sólo presidente de gobierno que saliera de las filas del humor. Todos salen de puestos y cargos donde el escalafón es importante o vital. En el humor no existen primeros ni últimos, es la gente quienes en su afán por clasificar nos dan puestos pero lo cierto es que podemos estar hoy el primero y mañana el último sin apenas darnos cuenta. La sociedad es desagradecida con los cómicos, y no lo digo porque yo me sienta defraudado, es sólo contemplando los monumentos en los parques, las enciclopedias, y demás archivos histórico-sociales, que uno se percata de la soledad del humorista. Tampoco quiero darles pena ¡Dios me libre como a los taxis! Pero no deja de ser una realidad fácilmente demostrable. En nuestro país, en los prestigiosos premios Maite, nunca se ha premiado a un humorista y no será porque no hacemos teatro. Hay algo que no acabo de entender del mundo de la política actual, ¿cómo los partidos políticos no contratan a un humorista para su partido? Sería maravilloso poder ver sonrisas en las amargadas caras de los que se presentan a las elecciones. Yo un día de ocurrencia senil propuse que al congreso de los diputados fuera un humorista cada mes para así poder desoxidar los cerebros de los diputados y poder conseguir sonrisas verdaderas en sus rostros y no las fingidas risas de los hipócritas petulantes y lame-culos de los cabeza de partido. He de aclarar que existen políticos que tienen sentido del humor, pero pueden contarse con los dedos de una mano y no suelen ser muy bien acogidos entre sus correligionarios, salvo si es la cabeza del partido, cosa poco probable. “LA POLÍTICA ES UNA COSA SERIA”, dicen ellos ¡Qué peligro! “EL HUMOR PRODUCE EN LOS PODEROSOS MAL HUMOR” El problema hoy en día del arma del humor, son los silenciadores. Cuando hablamos de poder no sólo nos referimos al político, no, en ese poder entran otros de todos conocidos, más manipuladores que los anteriores. Televisión, prensa, radio etc. Uno de los miedos del poder con respecto al humor es

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que sabe que no tiene clase social, lo que le hace peligroso si es bien utilizado. No hay cosa más doliente que todo un país tenga en sus bocas chistes de tontos basados en un ministro de cultura. El humor no mata, pero sí parece que es apetecible el morir por el arma del humor cuando en la voz popular puede escucharse en una actuación de un humorista aquel que dice: “Me he muerto de risa” Nunca lo había contado, pero un servidor tiene entre sus anecdotario que, actuando en los casinos de Barcelona, allá por el año 1986, uno de los espectadores murió de risa, como lo leen, le dio un infarto de tanto reír ¿Qué felicidad poder morirse riendo! Después de este suceso, no se me pasó ni por la cabeza la idea de usar esto como reclamo publicitario ¿Se imaginan? MONCHO BORRAJO, EL HUMORISTA QUE LOS MATA DE RISA. Esto sí que sería humor negro. Siempre he pensado que el humorista con mayúsculas es el que deja huella sin pisar. Es como la bofetada sin mano o el río sin cauce, algo que parece tomado de la filosofía zen, pero es algo que forma parte la filosofía de la vida. A lo largo de la historia podemos comprobar que todos los grandes humorista han sido personas reflexivas, pero también podemos afirmar, que no todos los seres humanos reflexivos tienen sentido del humor. Si lo que nos gusta es la sociología nada mejor que el humor para tener conocimiento de cómo eran los seres humanos de determinada época por medio del humor. Si conocemos de quién, con qué y con quién se reían, podremos conocer muy acertadamente cómo eran. Si tuviera que definir qué es el humor, diría sin temor a duda que es el basureo del cerebro, es decir, el humor cumple en los seres humanos la labor que los basureros tienen en la sociedad actual; retirar la basura de nuestras vidas cotidianas. Después de una sesión de humor, el cerebro queda preparado para otro ataque de estupidez diaria: Propaganda, anuncios, trabajo, y todo aquello que nos atasca y atora nuestras neuronas. Sé que posiblemente los neurólogos no estén de acuerdo con lo que digo pero les abro una puerta para que lo investiguen de forma sesuda.

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Desde muy pequeños el humor es un arma utilizada de forma consciente ya por los niños para intentar desmoronar el orden reinante en su entorno. El chiste prohibido, de culo, caca, pedo, pis, es lanzado a la cara de los progenitores en plena visita para dejar constancia de su existencia, no de la del chiste, que lo conocen todos, si no de la del niño o la niña que de esa manera protesta de la falta de atención. Arma sutil que es desarmada por las risitas de quienes quieren quitarle importancia o al revés, hacer como los grandes almacenes con la moda rebelde, que al venderla ellos, pasa de protesta social a última moda. Ya desde pequeños utilizamos el chiste para revelarnos en contra del poder establecido y algo debe de dejar en nuestras mentes aquello que nos prohíben que pasados los años nos seguimos riendo con lo escatológico con el mismo desenfado y desinhibición de cuando éramos niños. Es patético comprobar que en ciertos círculos sociales lo escatológico sigue siendo algo tabú es como si al no nombrarlo dejaran de excretar, mear o eructar, cuando es algo que todos hacemos, si no estamos enfermos, claro estás. Volvemos con las normas más retrógradas, con las prohibiciones sociales para las que el humor es un arma que hay que utilizar de forma segura y constante. Para que esto no ocurra están los poderes y los poderosos a los que el humor molesta en sumo grado. Aunque en realidad si lo analizamos no es molestar, es posiblemente algo que les incomoda especialmente, el sentirse no partícipes del humor de los demás, ellos que todo lo controlan se dan cuenta que el humor es incontrolable, es como el agua en un cesto que no puedes retener. Y en estas como en otras muchas cosas el poder no puede hacer nada, sólo cambiar de recipiente, pero lo malo del caso es que no quiere hacerlo, el quiere el cesto y no otro ¡Cosas del poder! No crean que porque hablamos del poder sólo lo hacemos de forma referente a nuestro país, no, durante los años del poder del comunismo en la Unión Soviética los humoristas libres y libertarios dejaron de existir, para dar paso a los payasos, de humor blanco y nada comprometido. Al revés que en los EEUU donde ya bastante payasos son para que, aún encima, los humoristas no sean punzantes y agudos, para despertarlos del letargo mental a que están acostumbrados. La tradición europea ha dejado honda huella en el pueblo esta-

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dounidense ¡Gracias a Dios! A uno le tiemblan las carnes de pensar con quién se reirá el señor Buch, o el gobernador de California Schwarzenegger, o Rocky I, II, III, IV y todos los Rockys del mundo mundial, hijos de Superman y Batman. En el cabaret alemán de 1930 el humor tenía el papel de ser el revulsivo social y la crítica diaria de lo acontecido en el país. Pero el tan admirado humor inglés muchas veces no deja de ser un compendio hipócrita de una sociedad que lo es y presume de ello. Casos como los Monty Python son casos dignos de encomio, su humor crítico y muchas veces destructivo es el reflejo y el ejemplo de que el humor es un arma. Las religiones, uno de los poderes más importantes a lo largo de la historia, no se escapan del aburrimiento general. Yo siempre he pensado que una religión no puede ser verdadera si es una religión triste y sin humor. El que les escribe tembló de miedo al leer El nombre de la rosa de Umberto Eco, y comprobar que la risa era el tema central de discusión de aquellos sesudos católicos. Uno tiembla de pensar que Jesús no se reía o que jamás tuvo sentido del humor. No puedo pensar en doce hombres sin contar un chiste o sin reírse, durante sus largas caminatas. Qué pena que en los Evangelios ninguno de los apóstoles nos cuente que Jesús soltó una tremenda carcajada o sencillamente sonrió levemente ante Magdalena o ante una ocurrencia de Juan o de Judas. ¿Me pregunto qué haría Teresa de Jesús sin una sonrisa o la madre Teresa de Calcuta ante tanta pobreza sin una risa en sus labios? No creo en un santo que no se ría o no sepa contar un chiste porque entonces uno no entiende que es “la gracia de Dios”. Ya sé que no es la que entendemos por gracia andaluza, pero no puedo imaginarme a un Dios sin gracia porque no tendría gracia. “Dejad que los niños se acerquen a mí” ¿Para qué, para reñirles? Mejor para sacarles una sonrisa. Yo pondría una nueva bienaventuranza que dijera: Bienaventurados los payasos, porque ellos hacen reír a los niños. Siento tristeza de haber sido educado en una religión que no me enseñó a reír si no a ver el pecado y el infierno. Tiemblo al pensar en un cielo lleno de gente seria, porque es entonces cuando pienso que el infierno ha de ser de puta madre. Bromas aparte, es triste comprobar que las religiones basadas en el cristianismo dejan el humor y la sonrisa relegada a los humanos pecadores. Tampoco el islam tratan

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el tema en su libro sagrado, y el budismo Zen no entra ni sale en estos términos, aunque admite la risa como algo humano y por lo tanto divino ¡Bien por los budistas!

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¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm!

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¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm mmmmmmmmmmm! ¡Ommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm!

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Relajémonos un momento para continuar empuñando el arma del humor. Siempre desde tiempos muy remotos y, muy frecuentemente en nuestra literatura, nos hemos encontrado con grandes defensores del humor y grandes amargados. Ejemplo claro de esto fueron Quevedo y Góngora, dos personajes unidos por el humor de uno y la falta de humor del otro. No hace falta poner dos versos de ambos para demostrarlo, más bien recomendaros la lectura de sus obras y disfrutar del humor de Quevedo, que claro está, terminó como terminó por no estar de acuerdo con el poder. ¡Siempre el poder! Plumas que han sido armas y armas que tienen pluma sería un magnífico eslogan para una campaña a favor de la lectura por parte del mundo homosexual, que últimamente se dedica más a la moda que a la literatura. El humor sutil de muchos de nuestros literatos ha sido claramente un arma que no ha pasado desapercibida por los poderes del momento, y muchos han cargado con el peso de la mal llamada justicia. El exilio no era lo peor, lo peor era y sigue siendo el silencio. Por eso el humorista sale muchas veces a las plazas para dejar que se escuche su grito de libertad, y ahí es donde el poder se siente tocado en su orgullo al ver que aquellos que le votan o le apoyan, ríen las gracias del humorista en un ejercicio de libertad. Maldito el día que el señor feudal dejó entrar a los cómicos en palacio, ese día perdimos un puesto privilegiado: la calle. En los días en los que escribo estas notas sobre el humor son elecciones en España, y uno puede contemplar atónito cómo el humor ha sido borrado de las campañas electorales de todos los partidos. El insulto sustituye a la ironía y existe un cabreo general básico por todas partes. Ante un ataque personal ya nadie responde con ingenio o ironía, es decir con humor. Como aquella famosa anécdota de las Cortes españolas cuando un diputado dijo que otro usaba calzoncillos largos y de lana a lo que el intercepto contestó: “Señoría, dígale a su esposa que no sea tan indiscreta”. ¡Tiempos de otro humor nacional! No crean los que lean estas líneas que porque me retiro de los escenarios dejo el humor, nada más lejos de mi intención. El humor no es un traje que se quita y se pone a voluntad. El

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humor cuando anida en el espíritu de un ser humano ya no le abandona y forma parte de él para siempre y por siempre. Los cementerios están llenos de tumbas donde rezan epitafios repletos de humor y muchos de personas anónimas alejadas del mundo del mismo.

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Yo he pedido que me incineren y que echen mis cenizas en el mismo río en que deposité las de mi madre, por aquello de que: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”. Motivo por el cual les pido de todo corazón que: no me jodan el mar echando mierda, ¡So cabrones! Más que nada por mi madre que no soportaba la suciedad. Y que conste que no pertenezco de forma oficial a los verdes ni a ningún partido ecologista, se da por sentado que un humorista es ecologista, de lo contrario no tendría humor. Z

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J’ai demandé d’être incinéré et que mes cendres soient jetées dans le même fleuve où le furent celles de ma mère, rappelant que: “nos vies sont des fleuves qui vont mourir dans la mer”. C’est pourquoi je vous prie du fond du coeur: ne salopez pas la mer en y jetant de la merde, espèces de cons! Et ça surtout parce que ma mère ne supportait pas la saleté. Et notez que je ne milite pas officiellement chez les Verts ni dans aucun parti écologique, mais il est reconnu qu’un humoriste est écologique si non il n’aurait pas d’humour.

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En cada país existen individuos que conociendo lo que sucede en el mismo toma partido con su humor y se deciden a ser lo que muchos hemos sido, los políticamente incorrectos. Cada país tiene su propio lenguaje no sólo verbal, si no de humor, aun sabiendo que entre todos ellos existe un nexo de unión que les hace pertenecer a la misma familia y con la misma madre: la Libertad. Curioso, pero no falso, que se trate al humorista con distancia y una falta de respeto casi flagrante, y a los que no se lo hacen, teman porque están siendo manipulados por alguna facción del poder, o a punto de ser absorbidos por el mismo que critica. Nadie sienta a su lado a un humorista por temor a que piensen que es como él. No he visto jamás una cena oficial donde un humorista ocupe un lugar preferente al lado de los intelectuales del país. Son graciosos, piensan, ¿pero de qué se puede hablar con un humorista? Pues, de casi todo. Se sorprenderían algunos intelectuales al ver que no estamos cerrados ni encerrados en la casilla del humor, como lo hacen otros que pertenecen en cuerpo y alma a una profesión y que al sacarlos de su entorno son como patos fuera del agua. No hay cosa peor para un humorista que tener que actuar ante un público que pertenece por entero a una profesión o ideología. Las tan famosas convenciones son el terror de cualquier humorista serio ya que no sólo has de ser gracioso y ocurrente si no que, además, tienes que hacer gracias con el nombre de un producto que en sí mismo no tiene ninguna. 1) No meterte con el director de la empresa. 2) Decir que su mujer es la más guapa. 3) No pasarse, ni quedarse corto. Y todo esto te lo dice el esbirro de turno que te ha contratado porque estás de moda. Yo nunca he cumplido estas normas. Primero porque no estaban en el contrato por escrito y segundo, porque es mejor para la salud de todos el no hacerlo. Al final, cuando el director te felicita y su mujer te da un beso de euforia, el lameculos9 de turno se olvida de todos los sufrimientos que pasó 9

Nota terapéutica: pon a este “jefecillo” nombre :

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durante la actuación y se auto convence de que el éxito de la velada es suyo. ¡ODIO LAS CONVENCIONES! El humor como arma no se vende en las armerías, ni necesita permiso de armas, ni hay que enseñarlo en las aduanas. El humor es un arma que no ocupa espacio, es fácil de manejar. Lo malo es que crea adicción, pero no encierra ningún peligro si no es el de no gustarle al poder, pero con eso ya contábamos. Sé que más de uno, después de leer estas páginas, me diría que él conoce muchas más formas de explicar que el humor es un arma, cosa que le agradezco, porque eso implica que me ha leído y le he hecho dar vueltas a su cerebro, cosa que no es tan corriente hoy en día. A lo mejor no se ha reído como esperaba al ver quién lo escribía, pero es que el humor es muy serio. Si tuviéramos que compararlo con un arma yo lo compararía con el arco: certero, unipersonal, muchas veces silencioso, necesita del esfuerzo de quien lo dispara, concentración, relajación, buena respiración, y un punto de mira concreto. Ahora ya saben por qué me gusta practicar el tiro con arco. En la mitología antigua los arqueros eran poderosos y en el Señor de los Anillos parte fundamental de la batalla. Los humoristas podemos decir que somos los arqueros de todos los tiempos y de todas las batallas, donde se necesite el ingenio y por supuesto el humor, allí estaremos, batallas que han sido, son y serán muchas.

ACTO TERCERO

EL HUMOR COMO MEDICINA

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FIRMAR que el humor es una medicina no es descubrir nada nuevo en nuestros días, pero así como todos sabemos que no se vende en las farmacias, muy pocos saben en que dosis hay que tomarlo, cuándo y cómo. Algo que parece fácil a simple vista, pero hay mucho ciego, con perdón de los de la ONCE, que suelen tener un sentido del humor excelente, tanto es así que se han creado su propio humor de ciegos y para ciegos con el sano propósito de inmunizarse de la caridad ajena, tan proclive en nuestros días, por hipócritas, santurrones y beatas. Sabemos por puro empirismo que el humor ha sanado a muchos y de diferentes males, aunque también podemos afirmar que no es la purga de Benito, que todo lo curaba antaño. El humor es una medicina que no tiene para todos el mismo tratamiento ni en la mismas cantidades. Como toda medicina que se precie depende del grado estupidez en que se encuentre el enfermo, o en qué nivel de intoxicación se encuentre de ego, autocompasión o autosuficiencia. El peor enemigo del humor y del humorista es el ego desmedido del enfermo. El ego, enemigo y virus de nuestro tiempo, es una enfermedad muy contagiosa sobretodo en empresas internacionales y en los poderes de todo tipo. No se sabe cuándo empieza a dar muestras de su existencia porque lo hace poco a poco o, por lo contrario, de una forma tan rápida y progresiva que deja al enfermo en un estado de endiosamiento muy peligroso y traumático.

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¿Por qué el ego es el peor enemigo del humor? Porque hace, al individuo que lo padece, sentirse superior a los demás, con el consabido endiosamiento y falta del humor necesario para admitir sus propios defectos, sólo encontrando en sí mismo virtudes y méritos. El ego como enfermedad hace que el humorista tenga que luchar denodadamente para que el enfermo empiece a admitir las críticas de otros sin saber que aquellos son sus defectos más sangrantes. El tratamiento ha de ser lento y paulatino, no se puede enfrentar a un ególatra con un humorista y creerse que será cosa de un día o de unos segundos la curación del interfecto. El ególatra no confiará en el humorista si este no hace antes un tipo de humor que le satisfaga sobre sus enemigos o sobre temas que a él personalmente no le incumben para, poco a poco, irlo introduciendo en el mundo de la autocrítica de forma lenta y sosegada. El ególatra tendrá que tomar la medicina del humor lenta y sin prisas, sin saber que lo está haciendo, por lo que necesita a su lado alguien que lo quiera pero que no le adule o se rebaje ante él, alguien en quien confíe seriamente. Los ególatras no sólo pertenecen a las clases elevadas como se podría pensar, no. La egolatría enemiga acérrima del humor es una enfermedad social que afecta a todas las esferas de la misma. El ególatra, o la ególatra, padece el síntoma del anti-humor de forma paulatina. Nada le hace gracia si no son aquellas cosas que le hablen de él positivamente. El humorista a de ser cauto con el o la ególatra, porque este no entenderá el porqué le llevan a un humorista si él no necesita nada de eso para saber todo lo que vale. Si se puede, es mejor que el ególatra vea al humorista en un grupo reducido para que no se sienta vigilado y si protegido, porque en el fondo la egolatría produce soledad, otra gran enemiga del humor. Como pueden ver hablamos de dos enfermedades típicas y características de nuestro tiempo: la soledad y la egolatría. El tan traído y llevado estrés no es más que la conjunción de estos dos males de nuestro tiempo, y otras muchas más cosas que los psícólogos les pueden explicar mucho mejor que yo. El humor no es una medicina fácil de tomar, recuerda un

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poco al famoso aceite de ricino, pero todo es cuestión de acostumbrarse a él. Cuando el ególatra escucha por primera vez una sutil referencia a su persona, a sus actos, espera el aplauso o la complicidad de la gente, pero pronto cae en la cuenta de que se están riendo pero no de él, como él piensa, sino de lo que ha dicho el cómico y cómo lo ha dicho. Sí, es cierto que se refiere a él, al ególatra, pero no para humillarlo si no para que admitiendo lo dicho y tomándolo en clave de humor, reconozca que los demás estamos al tanto de lo que pasa. Si el ególatra se ríe, porque en realidad le ha hecho gracia lo dicho por el humorista, podemos decir que está empezando a curarse de su enfermedad. Si por el contrario falsea la risa y sólo lo hace para que los demás digan de él, que es tolerante y que tiene sentido del humor, estamos ante un ataque de cólera contenida a la que dará rienda suelta cuando encuentre el momento oportuno, es decir, nada más salir del espectáculo y se encuentre con su esbirros en petit comité. Por mucho que le expliquen que lo dicho tuvo gracia, que no era para tanto, que tiene que pensar que es una persona pública, y todos los argumentos que ustedes quieran, él se cegará y no querrá ver la gracia por ningún lado sin darse cuenta que ya está en la calle y en su trabajo y que aunque él no lo quiera cuando no esté presente, esa broma tomará más fuerza que antes, porque no le gusta, porque la habrá prohibido de forma delicada.

El humor y la depresión En el depresivo el humor tiene dos vertientes muy diferentes, dependiendo de cómo lo tome y en que cantidad. Hay veces que es necesario una sobredosis para que reaccione al ver que no es el único al que le ocurren esas cosas y comprobar que al igual que él o ella, todos necesitamos de los demás de una o de otra forma. El depresivo debe de comprender que no es un bicho raro y que los demás no están pendientes de él porque bastante tienen con lo propio.

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El depresivo va a ver al humorista porque quiere reírse pero en su interior se dice a sí mismo que no lo va a conseguir. Es más cuando esboza la primera sonrisa piensa que no ha ocurrido y mira para su acompañante para que le confirme que si es cierto que se ha sonreído. Su incredulidad es tan grande que hace un esfuerzo para que no vuelva a ocurrir pero ocurre, y es entonces cuando piensa que el milagro puede suceder. La risa, esa maravilla muscular que deberían recomendarla desde los colegios a las oficinas, es una manipuladora de músculos, no sólo faciales si no de todo el cuerpo, llegando a producir al día siguiente agujetas comparables a las del deporte más fuerte. La falta de costumbre de reír, hace que éstas, las agujetas, aparezcan como cuando no estamos acostumbrados al deporte y un día nos pegamos un partido de tenis para fardar delante de los amigos. Con la risa el cuerpo se relaja y el depresivo que vive en una tensión interior que no asoma jamás, nota que algo pasa por su interior y comprueba que en su cerebro empieza a trabajar el barrendero: el humor. Cuando el depresivo se da cuenta que se ríe como los demás y de las cosas de las que lo hacen los demás empieza a comprender que no es tan raro ni tan distinto a los de su entorno, algo fundamental para la curación. Cuando termina la sesión el enfermo se percata de que algo ha cambiado dentro de él o de ella, sin saber a ciencia cierta cuándo empezó el cambio. La risa es un espanta demonios, esos que nos encierran entorno a la muerte y el qué hacemos aquí, y el porqué de ello. La soledad interior, alimento fundamental de la depresión, se esconde cuando aparece la risa porque sin darnos cuenta cuando reímos nos comunicamos con el de al lado para hacerle partícipe de nuestra alegría, y eso no le gusta nada a la soledad. Un codazo a nuestra pareja o acompañante, un intercambio de sonrisas, hace que la soledad se retire a sus aposentos más íntimos, en espera de un momento mejor. El chiste para el depresivo no tiene una función curativa directa dado que la duración del mismo es corta y casi siempre en un entorno reducido. El enfermo necesita un espectáculo de larga duración para que pueda entrar en el juego que el humorista le propone, al tiempo que ha de buscar un tipo

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de humor fácil y asequible sin caer en lo vulgar o chabacano. No podemos pedirle que se enmarañe con un humor sesudo o “intelectual” porque sería perjudicial para él o ella. Le crearía nuevos complejos y es lo que le faltaba. Después de la función el enfermo se sentirá aliviado por unos momentos, pero es cuando necesita más de la persona o personas que le han acompañado para que no baje de golpe de la nube en la que le ha puesto el humorista. Las personas que no puedan ir acompañadas se darán cuenta que no son las únicas, algo positivo en el enfermo, pero también posiblemente entablen conversación con la persona de al lado y facilite una comunicación hasta hora impensable. Las personas enfermas de depresión o cercanas a ello, son posiblemente las más agradecidas con el humorista porque notan de forma directa los beneficios del humor. Persona distinta es la que asiste a una función de humor y toma la postura de no reírse de nada para dar a entender o superioridad, o que no le interesa lo que allí está pasando. El humorista cuando se encuentra con uno de estos personajes, sabe muy bien que es una persona necesitada de atención, la que busca diferenciándose de los demás para que el humorista se fije en él y le haga el centro de atención de la sala, de no hacerlo, tomará una postura incómoda haciendo notorio su desagrado e intentando que los de su entorno le apoyen en su intento de chafar al humorista. La ternura y el ingenio los mata. Recuerdo un día que trabajando en Don Chufo en Barcelona, sala difícil donde las hubiera, llegaron un grupo de personas que fueron acomodadas en un sillón grande que estaba situado enfrente del escenario y en una zona privilegiada. Serían unas doce personas. Enseguida me di cuenta que era un cumpleaños o una fiesta similar puesto que todos estaban pendientes de una señora en concreto, señora que no se reía de nada de lo que decía o hacía. Al no reírse ella, la homenajeada, todos fueron dejando de hacerlo, para agradarla. Desde el escenario pude ver que llevaba un brillante de un tamaño que se salía de lo corriente, algo que aproveché inmediatamente. Paré el espectáculo y dirigiéndome al grupo les comenté que me tenían preocupado ya que eran los únicos que no se reían en la sala. Hice como que pensaba en una solución ante la

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atenta mirada del resto de los asistentes. Bajé hacia ella. La interfecta y tomándole la mano en la que llevaba el macro brillante dije en voz alta: —He aquí el culpable –señalando el brillante en la mano de la señora–. Claro, ahora lo entiendo. Miren cómo la luz del cañón pasa por encima de esta mesa y como esta señora lleva un brillante tan grande, éste, el brillante, absorbe la luz del foco y la gente de esta zona no puede verme. La señora se deshizo en justificaciones, diciendo que el brillante no era tan grande, que se lo había regalado su marido por su aniversario, que era lo que estaban celebrando ese día. Le pedí que le diera la vuelta y lo escondiera en la palma se su mano durante la actuación si querían verme. A partir de ese momento todo cambió, y fue aquella mesa la que más me aplaudía, y hasta me llegaron a invitar después de la actuación algo que en Don Chufo no estaba permitido, pero insistieron tanto que tuve que hacerlo. Esa noche el humorista hizo algo que ella necesitaba y que por lo visto durante la noche no había ocurrido. Su enfermedad tenía cura, no necesitaba brillantes, tan sólo atención y un poco de cariño. Lo de todos. El humor puede volver generoso al tacaño al menos en un par de ocasiones; no les pidan más. Puede hacer que el alcohólico deje de beber, o el fumador deje de fumar. Que el áspero se torne tierno o que el enfado de la tarde se olvide, salvo si la enfadada es una mujer, en ese caso, sólo lo guardará hasta mejor ocasión. Al trabajar el humorista, sin grandes artilugios escénicos, hace necesaria la atención de los espectadores, lo que facilita mucho el olvido de los problemas leves o de situaciones incómodas. La complicidad de los que contemplan al humorista, hace que se incrementen las afinidades entre personas que no se conocían. El humor tiene otra vertiente curativa que se refiere a la utilización del humor en carne propia o cerebro propio. Es decir el humor hecho por uno y para uno mismo. Con o sin los demás. Tomar el humor como norma de vida puede ser, y en efecto lo es, una de las mejores medicinas para los problemas de esta vida. Cuentan que a un lord inglés, habiendo preparado su ma-

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yordomo las maletas para marcharse de fin de semana le llegó un telegrama urgente, en el que le comunicaban que la bolsa le había arruinado. Le cambió el rostro por un momento ante la noticia, lo cual hizo que el mayordomo le preguntara qué había sucedido; a lo que el lord respondió: “Nada, que el lunes cuando volvamos de la Riviera francesa, estaremos arruinados”. Ya no tenía arreglo, mejor tomarlo con humor ¿No creen? Cuando uno se enfrenta con su propio humor ha de tener en cuenta que los demás a lo peor, no están preparados para tal derroche, o que su sentido del humor es demencial, que todo puede ocurrir en la viña del Señor y en los campos del terrateniente. El humor propio en la vida cotidiana no debe repercutir negativamente en los que nos rodean, si así fuera deberíamos de pensar en replantearnos nuestro sentido del humor antes de continuar con ello ya que el humor mal utilizado puede ser muy perjudicial para el que lo hace. Cuando el humor personal sirve para sacarnos de situaciones difíciles en beneficio de los demás, o en beneficio de nosotros mismos sin que afecte a los otros, es cuando debemos tener claro que tenemos un buen sentido humor, un humor beneficioso y saludable. Buscar la parte graciosa de las cosas y de las situaciones, que todas la tienen, es un arte que nos ayuda a vivir como se dice ahora, “con calidad de vida”. La estupidez nunca se ha considerado una enfermedad, como no se ha hecho con la prepotencia, pero lo alarmante es que se comporta como tal la mayoría de las veces. Lo malo de todo esto es que también se contagia como si de una enfermedad se tratara. Es terrible ver cómo un estúpido puede contagiar a todo un grupo o cómo un prepotente hace lo mismo en otro. El humor es una medicina que puede paliar estos males, pero hay que darle un tiempo y una continuidad al tratamiento del humor. Con visitar de cuando en cuando al humorista no podemos recuperarnos de una estupidez o de una prepotencia que ya esté arraigada en nosotros.

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LOS HUMORISTA DEBERÍAMOS ESTAR PAGADOS POR LA SEGURIDAD SOCIAL. No tardaremos mucho en que la risoterapia entre en los tratamientos pagados por dicho organismo. Eso demostraría la existencia de una auténtica calidad de vida sanitaria. En los hospitales debería de haber salas preparadas para las visitas del humorista y, si me apuran, yo por pedir pediría la existencia de los humoristas de guardia y de urgencias. Puede ser que más de un científico, se sorprendiera de lo necesitada que está la gente de reír y de reírse. Algo que parece lo mismo pero que no lo es en absoluto. Reír es un acto físico, reírse una necesidad mental. Hay una frase muy popular y admitida por todos como algo cierto y es la que dice: los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Dicen su verdad, la que ellos conocen, porque toda la verdad y nada más que la verdad, es un tópico legislativo. El humorista es como estos dos anteriormente mencionados, también dice la verdad, pero la verdad de los otros camuflada en la suya propia de forma que se sientan identificados pero no protegidos de lo que él dice o cuenta. El humor no es una panacea que todo lo cura, pero sí podemos decir que al menos no hace daño. Algo imprescindible en el humor es la sorpresa. Sí, es cierto que en algunos casos la repetición de un chiste, o de un monólogo puede volver a hacernos reír: El vaso de agua de Tip y Coll, las empanadillas de Martes y Trece o los monólogos de Gila, o el monólogo del váter de un servidor, cosa que he comprobado en mi última gira. Pero no es menos cierto que nunca la segunda vez es mejor ni igual que la primera que lo escuchamos o vemos. ¿Es quizás lo sorpresivo, lo que hace que el humor sea imprevisible o, al menos, no previsible del todo? Si no lo es, he de comentar, que al menos forma parte importante del humor. Sobre el humor se ha escrito mucho pero, como siempre que se pretende explicar lo inexplicable, nunca llegamos a poder definir lo intangible. El pensamiento humano siempre ha ido acompañado por el humor pero no siempre este hecho ha sido reconocido por todos. Es triste pensar que el hu-

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mor tiene mala imagen en las esferas llamadas superiores. Es como si el hecho de tener humor o sentido del humor, fuera una lacra para otro tipo de investigaciones. Sólo Darío Fo, Nobel de Literatura, nos ha dejado una rendija en la puerta de los intelectos superiores para poder otear de forma recatada una sonrisa entre los sesudos Premios Nobel de nuestro tiempo. ¡Perdonen la inmodestia pero, ese día, también me sentí premiado! ¿Se han dado cuenta?, ¡no hay un premio Nobel del Humor! MONCHO BORRAJO

T

ERMINADO de escribir en un día de reflexión, antes de unas elecciones en España. España es un sitio lleno de turistas, donde vivimos algunos que no tenemos vacaciones. Los humoristas somos como los ginecólogos, trabajamos donde los demás se divierten. Sé más cosas de estas, pero no tengo tiempo; me están llamando para salir al escenario.

TODO ESTO QUE TE HE CONTADO ES MI VERDAD, NO LA VERDAD. SI DISIENTES CUÉNTAMELO, SI ASIENTES EVANGELIZA.

BONUS EXTRAS

Caballero flaco y criado gordo, Uno a caballo y otro en asno, Recorren la Mancha entre alucinaciones No provocadas por ninguna droga, Sino por leer libros de caballerías. La muerte del caballero remata el libro Escrito en letra castellana del Siglo de Oro.

Glosario mínimo:

Barataria, molinos, bacía, pellejos de vino, venta, batanes, Rocinante, rucio, Dulcinea o Aldonza, Avellaneda, Roldán y Tirante el Blanco. Con esto y cara dura pasarás de curso. ¡Suerte!

ÍNDICE

ÍNDICE PRÓLOGO

7 PREACTO

LA PROTESTA INTERMINABLE ARTE Y CULTURA ¿EXISTEN?

15 27 ACTO PRIMERO

DIOS MÍO, ¿QUÉ ES EL HUMOR? El físico en el humor NOTAS SOBRE EL HUMORISMO (HUMOR) Y EL HUMORISTA

43 49 59

ACTO SEGUNDO EL HUMOR COMO ARMA ¡Dejemos la medicina y volvamos a las armas!

65 72

ACTO TERCERO EL HUMOR COMO MEDICINA ¿Por qué el ego es el peor enemigo del humor? El humor y la depresión

89 90 91

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