Violencia Desenfocada Ii

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VIOLENCIA DESENFOCADA

Puede visitarnos, contactar y seguir nuestro trabajo en: www.corchea69.com

II JORNADAS DE ESTUDIO REFLEXIÓN Y OPINIÓN SOBRE VIOLENCIA

VIOLENCIA DESENFOCADA SEGUNDA EDICIÓN DE LAS JORNADAS DE ESTUDIO, REFLEXIÓN Y OPINIÓN SOBRE VIOLENCIA Producidas en su totalidad por A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES y realizado bajo convenio con la UNIVERSIDAD DE SEVILLA (U.S.). Días 21, 22, 23 y 24 de noviembre de 2006 Edificio Expo (Isla de la Cartuja, Sevilla)

Padilla Libros Editores & Libreros Sevilla

© De los autores © De la presente edición: A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES D.LEGAL SEISBN 10: 84-8434-408-8 ISBN 13: 978-84-8434-408-7 PADILLA LIBROS EDITORES & LIBREROS C/ Feria no 4 –local uno– 41003 SEVILLA (ESPAÑA) Impreso por:

SALUDO A LOS CONGRESISTAS

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ESDE CORCHEA 69 PRODUCCIONES y en nombre de todas aquellas personas que componen el equipo de trabajo y la secretaría técnica de las Jornadas Violencia Desenfocada, te damos la bienvenida y te agradecemos habernos confiado un pequeño porcentaje de tu formación académica. Esperamos sinceramente que esta aportación te resulte gratificante y productiva, y que contribuya, aunque sólo sea también en una pequeña porcentualidad, a tu crecimiento y evolución como ciudadano crítico e independiente.

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A MODO DE INCITACIÓN

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URANTE cuatro días vamos a desarrollar una idea nacida de un papel en blanco hace ya varios meses. Un término: “violencia desenfocada” de nuevo cuño, pero que estamos convencidos se hará hueco en nuestra sociedad en no demasiado tiempo. La importancia que tiene a nuestro entender su comprensión e identificación por parte del ciudadano, situará este neologismo en el lugar que debe estar. En la llamada “sociedad de la información”, difundir información con contenidos violentos de forma adulterada para saciar intereses particulares, es un severo ejercicio de violencia sobre el que la consume, si bien no solemos identificar ésto como tal. En la mayoría de las ocasiones el receptor o consumidor de información no dispone de los elementos necesarios para contrastarla o comprenderla, por lo que a diario estar informados se convierte en un ejercicio de fe en los emisores. La “violencia” no deja de ser una especie de azucarcillo informativo que se nos hace apetecible consumir. La desgracia y el sufrimiento con todo el morbo, y cuales quiera reacciones químicas y psíquicas que producen en nosotros, siempre ha causado más interés que la “felicidad”, al menos en cuanto a “venta” de información. Por otra parte, la violencia no deja de ser una herramienta eficaz para el poder (político, económico...), mientras la masa esté preocupada por los peligros y la violencia que le rodea, confiará ciegamente en el “pastor” de turno que les guíe. No deja de resultar sorprendente, y triste a la vez, comprobar cómo este mismo verano los informativos locales de una ciudad como Nueva York agotaban su tiempo día tras día en “contar” —7—

qué les pasaba a sus chicos en Irak. Uno tiene la sensación que en una ciudad de diez millones de habitantes no ocurre nada malo –ni bueno– en una ciudad como Nueva York, sencillamente no ocurre nada, aparte de la siempre recurrente “ola de calor” que también sirve para rellenar minutos de forma económica. Es curioso si no te informan, no importa. Pero lo peor es el efecto contrario, ¿y si te informan mal a sabiendas? Destruir el Amazonas es destruir el pulmón de la Tierra Todos hemos escuchado esta frase, y nos hemos preocupado, concienciado, y muchos organizado, para no perder “nuestro pulmón”. Recuerdo haber encabezado a edad escolar iniciativas para luchar contra la tala de árboles del Amazonas, o incluso una “campaña” puerta a puerta para informar de los peligros de los aerosoles con CFC (bendita inocencia). No es difícil imaginar qué me pasó por la cabeza cuando descubrí que lo del Amazonas1 y los CFC eran sencillamente mentira.2 He de confesar que me siento más cómodo “desenmascarando” este tema, un claro ejemplo de violencia desenfocada (al fin y al cabo los verdes son gente pacífica), que otros temas más espinosos donde la información se adultera con violencia para conseguir objetivos generalmente relacionados con el dinero y el poder (género, inmigración, menores, sequía cuando no llueve, inundaciones cuando lo hace, cambio climático, etc.). Aunque me gustaría hacer, si se me permite, un par de reflexiones corriendo el sempiterno riesgo de ser malinterpretado y prejuzgado, y todo por manchar un papel con ideas que se salen de lo establecido, de lo que habita en la idea colectiva de lo bueno, lo malo, lo justo y lo que “debe de ser”. 1 Un árbol sólo consume cierta cantidad de CO2 cuando crece y lo transforma en materia leñosa, en edad adulta el consumo de oxigeno de noche y de CO2 de día es prácticamente el mismo, por lo que el amazonas junto al resto de la biomasa terrestre no aporta mas de 7% del oxígeno de la tierra. El responsable del equilibrio terrestre en este sentido es el fitoplacton que vive en los océanos. 2 Resumiendo bastante los CFC pesan más que el aire por lo que permanecen en la superficie de la tierra, y difícilmente alcanzan los niveles atmosféricos donde se encuentra el ozono. —8—

Critíquenme. Desgraciadamente, y ésto es vox populi, todos los años mueren en España más de 60 mujeres por “violencia de género”, y cada año el Estado invierte más recursos técnicos, económicos y humanos para luchar contra esta “lacra”, aunque lamentablemente las cifras lejos de disminuir se mantienen o aumentan (¿ineficacia?, ¿problemas de enfoque?). La dimensión del problema va mucho más allá que el mero recuento de víctimas, obviamente, pero vemos cómo estas cifras son usadas casi de manera impúdica por medios, políticos, asociaciones e interesados en general, para conseguir cada uno sus propios objetivos particulares, de muy distinta índole. Y vemos también cómo las cifras que abanderan y justifican inversiones, subvenciones, leyes y puestos de trabajo, se muestran descontextualizadas, sin escala. Si nos dijeran que mueren la misma cantidad de niños ahogados en piscinas en verano, o accidentados en ascensores al año, que mujeres maltratadas, es posible que la “lacra social” perdiese algo de fuerza. Si en el total de muertas al año nos desglosaran las ocurridas en el seno de parejas inmigrantes y formadas en una cultura distinta, generalmente más violenta, y por tanto no reflejando un “fallo” de nuestro sistema educativo y/o de valores; si nos desglosaran los casos donde el homicida tiene algún tipo de demencia o disminución psíquica, y si nos indicaran los homicidas que se suicidaron después; me niego a creer que un maltratador “tipo”, ese que está en el imaginario colectivo, tantas veces retratados en cine, documentales, etc., sea el mismo que se quita la vida si no tiene algún tipo de patología diagnosticable y que “explique” el homicidio, evidentemente no que lo justifique; si estos datos se ofrecieran a la opinión pública tendríamos unos mínimos elementos para emitir juicios más certeros, y no limitarnos a repetir consignas más o menos interesadas. En mi modesta opinión, por efectista o demagogo que pueda parecer, el refranero popular tiene una definición de lo que supone el asunto del mal afrontado tema de la “Violencia de Género” y es que parecieran que están matando moscas a cañonazos. Queda con este pequeño texto inaugurada la polémica, te invitamos a discrepar de todo lo que te cuenten en estos días, te invitamos a participar activamente en los debates, ruegos y —9—

preguntas, y te invitamos, si no te resulta suficiente, a preparar una comunicación para unas próximas jornadas. Cualquier cosa menos agotar las pilas del móvil con el solitario, dormir en la sala (o soñar que es más bonito) o limitarte a calentar el asiento durante treinta horas. No tenemos que recordarte que el tiempo es tuyo, y puedes perderlo o rentabilizarlo a tu antojo, pero eso ya depende de ti. Audax sed cogita. Saludos cordiales. FRANCISCO ANAYA BENÍTEZ A.C. CORCHEA69 PRODUCCIONES

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NORMAS GENERALES

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A Organización de este evento se sitúa dentro de la línea de trabajo que, A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES como productora de actividades culturales, tiene programada para esta temporada. Las características de este evento, como todo acto que sume más de 500 personas, nos hacen exponer, para su obligado y riguroso cumplimiento, una serie de normas que habrán de ser observadas y respetadas por todos los asistentes: • La Organización se reserva el derecho de alterar o cambiar el programa. No se admiten devoluciones o cambios en la inscripción. • La Organización podrá denegar el acceso o expulsar del recinto a aquellas personas de las que pueda racionalmente presumirse, que van a crear una situación de riesgo o peligro para él mismo u otros congresistas, de alboroto, o aparenten estados de intoxicación o conmoción, o que incumpla esta relación de normas. • Cualquier daño o desperfecto ocasionado por un asistente en el Edifico Expo conllevará la denuncia del mismo por La Organización a la Dirección del Edificio Expo para que esta inicie los trámites pertinentes, no haciéndose La Organización responsable del mismo ni del daño cometido. • El uso de la placa acreditativa es obligatorio. Por motivos de seguridad no se permitirá el acceso al auditorio a quien no la presente o le sea requerida y no estuviese en posesión de ella. Si se olvidara, o perdiera, acudan a La Organización para solventar el problema lo antes posible. • Está terminantemente prohibido fumar, beber o comer den—11—

tro de las instalaciones del Edificio Expo salvo en los sitios debidamente especificados para ello. Les recordamos que el Edificio Expo es una edificación en régimen de propiedad privada estatal, esto incluye escaleras y jardines exteriores como zonas propias del inmueble de carácter privado. • Queda prohibida cualquier filmación, grabación o reproducción en el interior del recinto salvo autorización expresa de La Organización (esto incluye cualquier soporte de reproducción de música, radio, videojuego o similar). • Rogamos desconecten sus teléfonos móviles durante las conferencias, comunicaciones, mesas redondas u otras actividades. • Se ruega silencio durante las exposiciones. • Se ruega máxima puntualidad a los asistentes para no interrumpir el desarrollo de la actividad congresual. • Toda conferencia, debate, charla o mesa redonda no termina hasta que concluya el turno de preguntas y respuestas. • Todo asistente tiene la obligación de respetar estas normas para el buen funcionamiento del evento. Control de asistencia La asistencia a las jornadas no es obligatoria salvo, lógicamente, para aquellas personas que deseen recibir un certificado de asistencia. Aquellos que deseen recibir el certificado de asistencia y así beneficiarse de la convalidación del mismo por tres créditos de libre configuración reconocidos por la Universidad de Sevilla, tendrán que demostrar su asistencia a un mínimo, del 80% de las jornadas tal y como exigen dicha entidad (7 medias jornadas de las 8 medias jornadas totales). El sistema de control de asistencia redunda en el propio interés del asistente por demostrarla. Cada asistente se responsabiliza de demostrar su asistencia a las jornadas. A cada asistente se le ha entregado una placa acreditativa con un código de barras personalizado que tendrá que llevar siempre consigo y en lugar visible, durante los cuatro días de actividad. En la entrada de la sala se dispondrán lectores de códigos de —12—

barras. El registro de su código de barras por un ordenador hará las veces de firma. Siga las indicaciones de la Organización para agilizar esta operación. Al termino del congreso, previo a la entrega de certificados un programa informático hará el recuento de la asistencia de cada cual y dispondrá quienes de ellos son aptos para recibir el certificado de asistencia y cuales no. La organización tendrá preparado además el clásico sistema de firmas que será usado si aparece algún problema técnico. Todo asistente que habiendo sido declarado no apto desee inspeccionar su computo de asistencia deberá dirigirse a La Organización durante la entrega de certificados. Para retirar el certificado de asistencia debe entregarse a la Organización la placa acreditativa y la respuesta a una pregunta que se hará pública mediante carteles en la tarde del Jueves y en la página web www.corchea69.com. Esta pregunta forma parte de un sistema de evaluación que nos solicita la Universidad de Sevilla y que acredita el aprovechamiento de la asistencia. Esta entrega se hará el día y hora fijado en el programa, no pudiéndose solicitar con anterioridad o posterioridad a esta fecha (salvo por causa “muy justificada”). Ante cualquier duda consulte al personal autorizado.

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PRESENTACIÓN

II JORNADAS DE ESTUDIO, REFLEXIÓN Y OPINIÓN SOBRE VIOLENCIA

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UÉ es violento? ¿Podemos considerar violento lo que va a suceder? (Cartel de las jornadas). ¿Podemos considerara violento el juzgarlo? ¿Es violento emitir un juicio de valor con los datos que nos proporciona una simple foto? ¿Se puede manipular la información para hacer de un hecho objetivamente inocuo algo subjetivamente violento? ¿Es la violencia, una herramienta de poder? Quedó claro en la anterior edición de las Jornadas Violencia, que el hecho en sí de la violencia es indiscutible, pero sí lo es el resto de connotaciones y epítetos que gustamos colocarle antes y después de la palabra. La violencia es, y esto es irrefutable, una acción puramente humana en cuanto apreciamos en ella animosidad y dirección. Pero no todos los modos de violencia son claros y distintos. La violencia puede ser tan sutil como la caricia de una madre, o una mirada mal intencionada, o tan obvia como una bofetada en la cara o el acoso de los poderes fácticos a un chivo expiatorio para desviar la atención de algo realmente grave, pero, como en todas las cosas, sólo aquellas personas debidamente preparadas estarán en plenitud de facultades para poder diferenciar lo uno de lo otro. Muchas cosas se amontonan en el subconsciente colectivo al tratar el tema de la violencia, pero de eso no nos ocuparemos en esta ocasión como ya hiciéramos en la anterior edición. Esta vez pretendemos adentrarnos en un campo mucho más inseguro e —15—

indefinido, en un terreno muchísimo más pantanoso si cabe, en los dominios de la Violencia Desenfocada. Violencia desenfocada El ensombrecimiento se define en la psicología convencional como aquella capacidad de, no ocultando información, si hacerla parecer irrelevante ante la importancia de un hecho, acción u objeto que se antepone entre esta y el receptor de la misma. Esto es, uno ensombrece al otro sin necesidad de hacerlo desaparecer. Es como obligarnos a contestar a un test de inteligencia mientras nos colocan sobre los oídos unos auriculares con el desconsolador llanto de un bebe de pocos meses. Muchos son los temas que reclaman de nuestra atención y que diariamente nos asaltan: la violencia en las aulas, el maltrato a los inmigrantes, la violencia de género, la destrucción del concepto de familia clásica y la perdida, por ende, de los valores tradicionales, la problemática de los “jóvenes”; alcoholismo, bandas callejeras, etc... Pero son todos estos temas abordados desde la objetividad y el rigor, son ciertamente analizados de forma positiva o en algunos casos adolecen de amarillismo y oportunismo. ¿Son ensombrecidos o útiles para el ensombrecimiento de otras cuestiones y problemáticas? ¿Qué pasaría si desde los medios o desde una plataforma mucho más poderosa se intentara ensombrecer la realidad? ¿Qué tácticas usarían? ¿Qué noticias esgrimirían, y qué argumentos, para desviar la atención de la población hacia asuntos aparentemente mucho más importantes y relevantes pero en el fondo conocidos, tratados y estudiados? ¿Podríamos definir a esta acción como violencia? Creemos que sí, y a esto lo vamos a dar a llamar en estas Jornadas Violencia Desenfocada. Objetivos del proyecto Intentemos aportar ejemplos y argumentaciones bajo los que estudiar, reflexionar y opinar sobre las diferentes manifestaciones de la VIOLENCIA y, sobre todo, las formas en las que estas manifestaciones nos son presentadas o simplemente llegan a nosotros o nosotros llegamos a ellas. Ser meros espectadores pasivos no deja de ser un divertimento —16—

fútil para mentes poco propicias a pensar, al igual que las vacas ven pasar el tren junto a su pastizal sin capacidad ninguna de especular o decir nada más sofisticado que un mugido, se nos invita a ser meros espectadores de la locomotora de los hechos. Invitemos a pensar, invitemos a criticar y a ser capaces de juzgar, ante nosotros mismos primero qué papel queremos adoptar para luego, con plenitud de capacidades, decidir en conciencia. Los objetivos, pues, de las jornadas VIOLENCIA no son otros que los de ayudar de alguna forma a proporcionar parte de esas herramientas y útiles necesarios a un auditorio que, presumiblemente, ha se ser hábil en el manejo de estas para considerarse ciudadanos integrados, pero críticos, del siglo XXI. A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES

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PARTICIPANTES EN EL PROYECTO

Organización La preproducción, producción y postproducción de las jornadas corre a cargo de A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES. Así como la elección del tema, la disposición de los bloques temáticos y la elección de los conferenciantes. Las Jornadas VIOLENCIA DESENFOCADA es una actividad que se acoge a convenio con la UNIVERSIDAD DE SEVILLA, reconociendo esta a los asistentes que así lo demanden y acrediten su asistencia a las Jornadas con tres créditos de libre configuración curricular. Patrocinio El principal patrocinador de las Jornadas VIOLENCIA DESENFOCADA es la empresa estatal AGESA. Debemos destacar también las enormes facilidades que desde la Universidad de Sevilla se nos brindan y la generosa ayuda que siempre nos dan a la hora de publicitar nuestros eventos. Siendo los alumnos de la misma los que en su casi total mayoría copan el aforo del congreso nos sentimos en la obligación de reconocer a la UNIVERSIDAD DE SEVILLA, si no bien patrocinador directo del evento, sí copatrocinador y agente propiciador del mismo. Colaboración A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES en su esfuerzo por mantener los máximos de calidad que en otras actividades pasadas se marcaron, ha puesto todo su interés, y mejor hacer, en la producción de las Jornadas VIOLENCIA DESENFOCADA consiguiendo nuevamente dar a los asistentes una herramienta única de —19—

estudio y trabajo y de memoria de todo lo que pase. El libro que tienes entre tus manos es el trabajo de meses de antelación a la inauguración de las jornadas para poder ofrecer un testimonio de primerísima mano sobre lo que durante estos días sucederá, sobré qué se dirá y cómo. Pero esta labor habría sido nuevamente imposible sin la inestimable colaboración de la editorial PADILLA LIBROS EDITORES Y LIBREROS y su principal responsable el maestro editor MANUEL PADILLA BERDEJO. Esperamos que siempre podamos seguir contando con sus inestimables artes en el mundo del libro y la cultura y con su desinteresada amistad, y que Sevilla siempre pueda beneficiarse de la existencia de personas como él y su familia.

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COMITÉ CIENTÍFICO

Presidente DAVID PASTOR VICO Secretario FRANCISCO ANAYA BENÍTEZ Vocales FRANCISCO LIRA DIEGO SALOMÉ GÓMEZ EVA GONZÁLEZ LEZCANO SUSANA MARTÍNEZ RESÉNDIZ

PROGRAMA

Martes 21/XI/2006 9.30-11.00 h. Acreditaciones. 11.30-13.30 h. Acto inaugural Inauguración a cargo del presidente de las Jornadas, Representantes de los patrocinadores, Representantes de las instituciones. Conferencia inaugural: JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS: “La nueva política criminal española”. 16.30-18.15 h. Proyección académica de la película: Conejo en la Luna (México, 2004). 18.30-20.15 h. Reflexión y debate: ISABEL RAMÍREZ LUQUE Tema: “Falso culpable: reflexiones sobre la película Conejo en la Luna”. Miércoles 22/XI/2006 10.00-11.45 h. Conferencia: JORGE CORTELL ALBERT Tema: “Lo que no quieren que sepas de Internet y de tu ordenador”. 12:00-13.45 h. Conferencia: EVA ALANDRO VICO Tema: “Violencia y medios: distorsiones y adicción”. 16.30-18.15 h. Ponencias. MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ Tema: “Un discurso subversivo”. —23—

ISAAC OLIVA BALLESTER Tema: “Cuestiones: Sobre la estructura metafísica de la violencia”. FERNANDO CREVILLÉN LOMAS Tema: “Ideología fácil”. 18.30-20.15 h. Conferencia: ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ Tema: “Toda ley demasiado trasgredida no es buena”. Jueves 23/XI/2006 10.00-11.45 h. Proyección académica de la película-documental: La vendedora de rosas (Colombia, 1998). 12.00-13.45 h. Conferencia: LUIS MARTÍN VALVERDE (Asoc. Entre Amigos). Tema: “La automarginalidad de la violencia”. 16.30-18.15 h. Conferencia: JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA Tema: “Violencia en el menor”. 18.30-20.15 h. Conferencia: DAVID PASTOR VICO Tema: “La realidad de una mentira: Ciudad Juárez”. Viernes 24/XI/2006 10.00-11.45 h. Proyección académica de la película: Asesinos Natos (EE.UU., 1994). 12.00-13.45 h. Conferencia: JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ Tema: “Violencia enfocada, la estética de la violencia de Oliver Stone”. 16.00-17.45 h. Conferencia: JESÚS GARCÍA CALDERÓN Tema: “Sociedad Occidental y Violencia Diferida”. 18.00-19.30 h. Entrega de certificados de asistencia.

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CONFERENCIAS

VIOLENCIA Y MEDIOS: DISTORSIONES Y ADICCIÓN por EVA ALANDRO VICO

EVA ALANDRO VICO, nacida en Madrid en 1963. Doctora en Periodismo en 1991. Profesora titular de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Madrid desde 1996. Ha ejercido la docencia en Madrid, en la Facultad de Ciencias de la Información, y esporádicamente en Salamanca (Universidad Pontificia) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Ha publicado diversos artículos y libros sobre temáticas de las materias Información, Comunicación, Periodismo Profesional, Medios de Masas, Ética Informativa, epistemología y crítica de la materia en revistas profesionales del sector, como Cuadernos de Comunicación e Información (Universidad Complutense de Madrid). Por su conocimiento de lenguas ha elaborado traducciones de textos originales de autores prestigiosos en el campo de las Teorías de la Comunicación e Información, que han sido publicadas por la revista CIC de la Universidad Complutense, de la que es actualmente la coordinadora. También ha ejercido la traducción literaria. Ha publicado los dos libros Teoría de la Información y la comunicación efectiva (Madrid, Fragua, 1998) y Comunicación y retroalimentación (Madrid, Fragua, 2004). Así como diversos artículos y colaboraciones en el ámbito de la universidad, con alguna colaboración en publicación internacional.

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A relación entre medios de comunicación y violencia es una relación muy larga en el tiempo. Los medios de comunicación de masas, herederos de la prensa popular y de los buhoneros y voceros medievales, usaron siempre, para atraer la atención, de las representaciones de hechos violentos, truculentos o morbosos, como recurso barato y de efectividad inmediata. La violencia en las historias relatadas o retratadas por los medios está directamente relacionada con el realismo y con la capacidad de reflejar la realidad tal cual es, por parte de los medios de comunicación. Desgraciadamente el ser humano asocia la violencia y el crimen con lo innegable, con lo insoslayable, con la muerte, y de ahí, con la realidad última, la materialidad de nuestra existencia. La representación de la muerte y la violencia se convierte en el sello de los informadores, como mensaje de lo real, de lo que no se puede negar ni evitar. Las primeras formas de sensacionalismo recurrieron en seguida, además de a la intromisión en la intimidad o el cotilleo inmoral, a la violencia en la representación informativa. Los medios descubren, a comienzos del siglo XX, que para atraer la atención de los lectores de periódicos es necesario recurrir a la foto del crimen o a la entrevista con el criminal. Hay ejemplos en todos los países de cómo los casos más tenebrosos de violencia son usados para atraer interés, pero sobre todo también, para distraer ese interés de otros temas importantes y polémicos, y así, desde el sensacionalismo de Randolph Hearst, para azuzar la venta de su diario, hasta el seguimiento exhaustivo de la crónica de sucesos en la dictadura franquista, son ejemplos de cómo la presentación de la violencia es rentable periodística y políticamente en esas situaciones. —29—

Si nos acercamos en el tiempo, veremos que con la llegada de los medios audiovisuales la competencia por captar la atención es cada vez mayor, y cuanto más crudas y violentas las informaciones, más realistas y cercanas parecen ser. Así los nuevos medios empiezan a mostrar sus posibilidades en la captación y representación de la violencia en una carrera que continúa en la actualidad. Si los medios más arcaicos, como la prensa, los semanarios y la radio, son los más acostumbrados a estos contenidos, los nuevos medios como la televisión, el cine y el vídeo, y los últimos sistemas como los móviles o las cámaras digitales, descubren su capacidad, no solamente de representar la violencia, sino de provocarla o producirla con su acción. Esta carrera, desgraciadamente, hacia la violencia, tiene unos efectos sociales enormes que vamos a describir. Dos tipos de violencia en medios: activa y pasiva Podríamos distinguir dos tipos de violencia mediática: la violencia pasiva, por decir así, en la que los medios se limitan a presentar la violencia existente y beneficiarse de sus efectos, y la violencia activa, en la que son los medios los que provocan la violencia, la ejercen o la fabrican en sus estudios y eventos mediáticos, de modo que redoblan su peso y sus efectos. En los dos casos, los medios que muestran o ejercen violencia utilizan con ella su poder, su legitimación por ese poder ejercido. Se trata de un modo de imponer su presencia que es también un arma de doble filo, pues los profesionales violentos o que juegan con la violencia adquieren gran atención, pero también pierden credibilidad y prestigio social en su función. Este segundo tipo de violencia activa incluye no solamente la violencia física, sino también la violencia psicológica. El asalto o la intimidación de los informadores a los particulares, es una forma de esta violencia. Incluye la violación de la intimidad y la ruptura de los códigos de cortesía y respeto a la persona. Incluye la provocación y confabulación para producir violencia, por ejemplo a través de la elección del tema de un debate o de los contertulios de un programa. La violencia representada se acompaña de la violencia en el modo mismo de representar. —30—

Así nos encontramos con fenómenos como la realización de programas en los que se reúnen a una serie de caracteres conflictivos para ver cómo chocan entre sí, bajo la idea de que lo que se ofrece es la realidad de las relaciones humanas, o esos otros programas en los que se ofrece como habitual y natural conductas violentas como el insulto, la difamación o el linchamiento de víctimas. La fabricación activa de violencia en los medios ha llegado al máximo en el género de ficción cinematográfica en el que las snuff movies presentan muertes reales producidas para ser filmadas, o en las grabaciones de muertes o palizas a mendigos hechas por particulares a través de móviles con cámaras para ser colgadas en Internet. En el caso de la violencia producida por agentes externos a los medios, al comprobar este fenómeno de la escalada de violencia en los medios, la propia mente criminal se ha especializado en representaciones violentas e impactantes, y así tenemos el tremendo hecho de que los terroristas se inspiren en el cine o que realicen sus atentados y ejecuciones expresamente para ser emitidos en los medios, vistos los ejemplos que los propios medios ofrecen. Éste ya puede considerarse un efecto terrible de la violencia creada por los medios. Si éstos no hubieran inventado el reality show o las filmaciones en directo de ejecuciones autorizadas, las ejecuciones filmadas ante los medios no se hubieran producido. Si no hubiera existido el cine de catástrofes, muchas catástrofes reales no se hubieran dado. (El mismo 11-S se inspiró en un filme de ficción basado en un relato de Stephen King). El contagio y la imitación de la violencia, y sobre todo, la imitación de una comunicación violenta, se extienden por todas partes, recordemos el reciente caso de los escolares del Colegio Suizo de Madrid, filmando su propio acoso a un compañero. Efectos clave de la violencia en medios: escalada, distorsión y adicción La imitación y el contagio son tremendamente graves. Pero aún lo es más la dinámica exponencial que la violencia en la comunicación impone, y que ahora vamos a explicar. —31—

El uso de la violencia en los medios de comunicación siempre fue un recurso de atracción de interés. Su efectividad se basa en el impacto sobre la sensibilidad, que produce una atención alarmada sobre algo. El problema es que los medios, al recurrir a este sistema, necesitan impactar la sensibilidad cada vez más para producir el mismo interés o atención. Así, hoy nos parecen inocentes las fotografías de crímenes mafiosos de principios de siglo, o los relatos truculentos de El Caso en los años 50. Para impactar la sensibilidad, hoy los medios tienen que ofrecer algo realmente violento y perverso. Se trata de una huida hacia delante, que como hemos visto, debe ofrecer siempre más violencia en imágenes o relatos para producir el mismo efecto, igual que en una adicción a una sustancia como una droga o un calmante, se necesita subir la dosis para producir efecto constante. Los medios comenzaron a producir y fabricar violencia para poder impactar más la sensibilidad, y así llegaron a las aberraciones de las que hemos hablado antes. Hay una perversión en el derecho que los medios tienen a representar y a exponer la violencia o la muerte. Se llega a diseccionar esos fenómenos en todos sus componentes, a hacerlos interactuar en directo, a repercutirlos de mil maneras, fragmentándolos, poniéndolos a cámara lenta, mostrando sus lados menos vistos y más secretos, en una especie de obscenidad de la mirada. Así, un rasgo común une los programas médicos que nos muestran operaciones de cirugía en directo o cadáveres desnudos de las guerras en los periódicos, y es la violencia en el trato de enfermedad o muerte, es decir un grado de violencia que une la indefensión y la debilidad con el poder de intromisión de los medios. Ciertamente no hemos visto lo peor en esa carrera. Podemos esperar cualquier cosa por parte de los medios, y últimamente, en la interacción entre medios, particulares, terroristas o criminales de todo tipo. Un efecto temible de este proceso es lo que se llama la normalización de la violencia en nuestra sociedad. Dado que vivimos un bombardeo constante de violencia activa y pasiva, psicológica y física, para los espectadores la violencia es algo natural y cotidiano. Las mismas series de ficción han convertido los guio—32—

nes en guiones violentos sistemáticamente, y las relaciones de pareja, de familia, o primarias de cualquier tipo, siempre vienen teñidas de violencia. Este efecto se conoce desde hace décadas. Incluso se sabe que un visionado constante de violencia, sea real o ficticia, conduce a una percepción muy negativa del entorno que vivimos, exagerando el aspecto violento y desaprensivo de la sociedad, y creando miedo, lo cual redunda también en reacciones agresivas, aunque sólo sean ideológicas, contra ese mundo distorsionado por la violencia mediática. La misma información acerca de la violencia de pareja, normaliza las cifras de muertes como si se tratara de las muertes por accidentes de tráfico, también normalizadas. Se consideran los sucesos violentos como algo característico de la vida actual. No se resalta en los medios suficientemente el hecho de que la violencia no solamente no es algo consustancial a la vida o natural, sino que se puede evitar y se puede vivir sin violencia. Hemos llegado a un punto, tal y como se representan las relaciones en las series de ficción, y tal y como se informa de la violencia real en las familias, en que se considera o se trata la violencia como algo normal. Es completamente anómalo el pensamiento de que la no-violencia es posible. Así las terapias y tratamientos contra la violencia y el conflicto se encuentran con que las personas no tienen preparación alguna para luchar contra esa idea normalizada de la violencia. Es necesario concienciar a las personas de que una relación no se beneficia del conflicto y de que la violencia no es un ingrediente emocional necesario en las relaciones humanas. Conseguir que las personas definan sus relaciones en términos de paz, armonía o amor, es la gran tarea pendiente de las terapias de relación, a las que se recurre todavía muy poco. Hay sin duda una perversión en la moral de los medios a la hora de representar violencia o comunicar hechos violentos. La denuncia o la repulsa de la violencia se hacen, desde los medios, repitiendo esa misma violencia, por ejemplo, cuando unas imágenes violentísimas se emiten para ser criticadas o denunciadas por un medio. No existe aquí tampoco una clara conciencia de la inmoralidad de la violencia pasiva, de la complicidad o indife—33—

rencia con la que se tratan y difunden imágenes o informaciones que en sí mismas perjudican gravemente nuestra sensibilidad. No digamos cuando así ocurre en horarios infantiles. Todos los intentos de remediar esos graves daños están siendo bastante inútiles hasta el momento en nuestro país. Vamos a ver dos efectos más, de importancia mayúscula. La violencia es, como hemos dicho antes, un mecanismo censor. La violencia oculta más que revelar. Distrae nuestra atención y enceguece, como saben los psicólogos bien. Cuando los medios, en su carrera comercial por atraer el interés, empiezan a ejercer violencia y a convertirla en su mensaje fundamental, se produce una reducción de los temas e intereses tratados. La sociedad se banaliza, se hace primitiva, escabrosa, sensacionalista. Las cosas más inefables, más cargadas de valor, como la muerte, la enfermedad, son ventiladas en los medios con total inanidad y superficialidad. Se comercia con la muerte y con la enfermedad, pero también con la violación de la intimidad, con la perspectiva de las relaciones humanas siempre dudosas e inmorales. No hay períodos más oscuros en cuanto a lo que realmente sucede y lo realmente público en su interés, que aquellos de extremo sensacionalismo y violencia en los medios de comunicación. Las épocas de auge del cotilleo y del sensacionalismo, del terror y de los espectáculos violentos, son épocas en las que pasan desapercibidos los verdaderos asuntos de interés de la vida social: la política, la educación, las infraestructuras, la cultura. Todo esto es dejado de lado. En su lugar, el país vive hipnotizado por la violencia en los medios, o por asuntos completamente insustanciales relacionados con esa violencia. Las dos cosas van unidas en ese proceso. El mecanismo de la adicción y la falta de resistencia a la violencia Pero ¿cuál es sin duda uno de los efectos más mortíferos para la reducción de la violencia en la vida social? La adicción y la incapacidad de resistencia de los ciudadanos a estos contenidos, y por tanto, la escalada de la violencia en la vida social colectiva y privada. Vamos a explicar este mecanismo por su importancia capital. —34—

La recepción de violencia por parte de los espectadores, lectores u oyentes de medios de masas es en sí misma un perjuicio por todos los efectos que estamos viendo. Impide discernir bien la realidad, normaliza la agresividad como algo necesario en las relaciones y en la vida social, embota la sensibilidad humana y la capacidad de sentir y ser responsable de esos sentimientos y desarrolla una escalada en la que se necesita más violencia para llamar la atención cada vez, y sobre todo, hace descender la autoestima de los telespectadores o lectores de modo que el consumo de medios se convierte en algo infame, vergonzoso y degradante. La llamada comunicación basura que televisión, cine o revistas propagan produce sobre todo una mala conciencia en el receptor de la misma. Dicha culpa y mala conciencia, en un ciclo bien estudiado por los psicólogos cognitivistas, conlleva un descenso de la estima personal del espectador, que se entrega a estos espectáculos, del cotilleo al morbo o a la desvergüenza, con sentimiento de muy bajo amor propio. Ese remordimiento por el consumo de violencia mediática le conduce, en muchos casos, a un nuevo consumo de estos programas y productos, en una huida hacia delante propiciada por la incapacidad de resistir a los mismos. El ciclo de culpa y de debilidad que conduce a un mayor consumo y a mayor culpa y debilidad hace que los espectadores se enganchen, como en las adicciones a sustancias determinadas, a estos contenidos virulentos, y que no sean capaces de suspender ese consumo. Solamente cuando se consigue la abstinencia se desarrolla resistencia y fuerte autoestima para luchar contra la atracción de la violencia en los medios. Este efecto se ha probado en situaciones en las que, al eliminar los programas de las parrillas de los medios, cuando desaparece esta oferta la demanda también disminuye y decrece. Es visible el cambio de gustos y tendencias tras las pausas vacacionales en las que los espectadores desarrollan capacidad de elección y decisión sobre lo que quieren o no quieren ver. La sensibilidad de los públicos crece con la ausencia de violencia mediática, una vez que puede refinarse y desarrollarse dirigida por la conciencia del espectador o receptor. Así, cuando —35—

no se emiten contenidos nefastos, los públicos demandan más calidad en los productos de los medios, y al revés, cuanto peor cualitativamente es la oferta, más incapacidad de exigencia y más pasividad se da en los espectadores y audiencias. El consumo de violencia en medios, considerando como tal no solamente la violencia pasiva, ajena a los propios profesionales, o la física y material, sino también la activa y provocada por los medios, y la psicológica, en la que son maestros, produce una auténtica adicción y escalada en su consumo y en sus dosis. Si se perpetúa y continúa su oferta, los espectadores demandan más y de mayor intensidad. Si no hay la posibilidad de desarrollar resistencia a través de la abstención de consumo, los gustos y elecciones son cada vez de peor calidad y tipo. Así se puede llegar a cualquier aberración a través de medios o en interacción con ellos. Los consejos que pueden darse son claros. En primer lugar, explicar y difundir todos estos efectos psicológicos y sociales producidos por la violencia en los medios: la censura, la distorsión, la merma de la capacidad de juicio y de sensibilidad, la destrucción cultural de la sociedad. En segundo lugar, es necesario concienciar a los ciudadanos de que el daño psicológico es tan grave como el daño físico, y que la comunicación dañina es tan perniciosa como cualquier otra acción humana dañina. Que la comunicación violenta no sea palpable o material no significa que no sea importante, sino al contrario. Es necesario mostrar, a través de los propios medios, lo negativo que es el chantaje, el acoso, el ataque, el impacto sobre la sensibilidad, y sus terribles consecuencias para la vida social: la escalada de violencia, el contagio de la violencia, la pérdida de sensibilidad. Por último, es necesario concienciar a ciudadanos y medios de que la abstención en el consumo de comunicación violenta no es algo extraño sino que es necesario para generar resistencia en los públicos a esos contenidos, particularmente en el caso de la juventud y la infancia. Como en el caso de las adicciones a sustancias alucinógenas, los ciclos de dependencia pueden hacer que la persona sea incapaz de elegir libremente y destruyan su capacidad de juicio. Simplemente difundiendo los resultados de —36—

esas investigaciones que muestran el cambio de actitud con la abstinencia en el consumo de violencia en los medios podríamos avanzar en el control de la comunicación humana y su uso beneficioso para la vida.

BIBLIOGRAFÍA ABRIL, GONZALO: “La TV hiperrealista”, en Teoría general de la Información. Madrid. Cátedra, 1998. ALADRO VICO, EVA: “TV y realidad: formas de adicción a programas de intimidad vulnerada”, en M. RENERO, y G. GÓMEZ, TV Global y espectáculos locales. México, Universidad de Guiadalajara, 2003. BURNS, DAVID: Feeling Good. New York, Harper Collins, 1980. DIEZHANDINO NIETO, PILAR, et al.: La élite de los periodistas. Bilbao, Universidad del País Vasco, 1990. GANDHI, M.: El alimento del alma. Madrid, Indica Books, 2002. GERBNER, GEORGE: “The violence profile”, trad. sel. en R. RODA FERNÁNDEZ Medios de comunicación de masas. Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1987. IMBERT, GÉRARD: “Publicidad-privacidad en la prensa española contemporánea: la intimidad a debate”, Cursos de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial, julio de 1991. — Los escenarios de la violencia. Barcelona, Icaria, 1999. —La tentación de suicidio. Representaciones de la violencia e imaginarios de muerte en la cultura de la postmodernidad (Un acercamiento comunicativo). Paidós. Barcelona, 2000.

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VIOLENCIA EN EL MENOR por JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA

JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA, licenciado en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Diplomado en Biblioteconomía por la Ciudad del Vaticano. Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada. Tesina de Licenciatura y cursos de doctorado en la Universidad de Cádiz. Nacido en Los Barrios, Cádiz, el 16 de agosto de 1949, realizó estudios primarios en Los Barrios y durante el curso 1959-60, comenzó el Bachillerato en el Colegio Salesiano de Ronda (Málaga). Continuó el Bachillerato en Algeciras y posteriormente ingresó en el Seminario de Cádiz en 1967. Al curso siguiente, comenzó los estudios de filosofía y teología en Sevilla. Al concluir los citados estudios, marchó a Roma donde se especializó en Historia de la Iglesia, carrera que cursó en la Pontificia Universidad Gregoriana (1976). El año anterior había concluido en la Ciudad del Vaticano sus estudios de Biblioteconomía y archivística (1975). Durante los años 1975-1977 publica en diversas revistas de carácter científico: “Liberales españoles en los Estados Pontificios”, publicado en la revista Anthologica Annua. En la misma revista publicó: “Dificultades que frustraron la entrada del duque de Rivas en los Estados Pontificios”. En la revista Hispania Sacra publicó: “Católicos sociales españoles”. Para el I Congreso de Historia de Andalucía presentó la siguiente comunicación: “Los Consulados Pontificios en la Andalucía del siglo XIX”. El ocho de octubre de 1978 fue ordenado sacerdote en Los Barrios por el obispo Dorado Soto. Fue destinado a la parroquia de Nuestra Señora de la Palma de Algeciras. Durante estos años fundó junto a Juan José Téllez el Colectivo del Sur, cuyo órgano de expresión fue la revista Cucarrete. Colaboró como escritor en la revista Flor de Tintero (Los Barrios) y en diversos periódicos. En 1982, fue trasladado como párroco a la Estación de San Roque-TaraguillaMiraflores.

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En 1983 publica junto con Lola Medina el libro de poemas Aunque es de noche. En 1984 obtiene el título de Licenciado en Historia por la Universidad de Granada. En el mismo año presenta en la Universidad de Cádiz la Tesina de Licenciatura sobre Fray Féliz Obispo de Cádiz. En 1985 publica el libro de poemas Plaza Alta. Su actividad teatral se inicia a finales de los años setenta en el Teatro Estable de Algeciras. Con posterioridad, en el año 1983, funda el grupo de Teatro Mejorana, con el que representa distintas obras de teatro firmadas por él. Publica el guión de una de sus obras de teatro Arquetipos en 1987. Desde 1986, de forma organizada comenzó a trabajar en el tema de las drogodependencias, si bien el inicio de estos trabajos se produjeron en Algeciras en 1977. Ha sido presidente de la Federación Comarcal de Asociaciones y Coordinadoras de Lucha contra las Drogodependencias del Campo de Gibraltar; presidente de la Federación Provincial de Cádiz y vicepresidente por Cádiz de la Federación Andaluza “Enlace”. En 1993 compareció en el Parlamento Europeo y asesoró a los parlamentarios de esta institución en materia de lucha contra la droga en el marco de la iniciativa “Mujeres de Europa contra la Droga”. En 1994 la Junta de Andalucía le concedió la Medalla de Plata. El mismo año el Ayuntamiento de los Barrios lo nombra Hijo Predilecto de la ciudad, en ambos casos, en atención a su labor social con sectores de población más desfavorecidos. Ese mismo año participó como coordinador de área en el proyecto Andalucía Solidaria que culminó en las 1ª Jornadas Andaluzas de Voluntariado. En 1996 publicó en la Revista Hispania Sacra un estudio sobre el obispo gaditano Félix Mª de Arriete y Llano. Hasta 1996 desempeñó en el movimiento asociativo los siguientes cargos: Como fundador y presidente: Federación Provincial de Asociaciones y Coordinadoras de Lucha contra la Drogodependencia “Redein” (Cádiz) Federación Comarcal de Coordinadoras “Alternativas” (Campo de Gibraltar). Coordinadora de lucha contra las Drogodependencias “Abril” (Estación de San Roque). Asociación Andaluza para la Acogida de Menores “Vínculos”. Asociación Gaditana para la Atención a Reclusos y Exreclusos “Indigentes”. Como presidente: Asociación de Vecinos “San Bernardo de Guadarranque”, Estación de San Roque (Cádiz). Como cofundador y vicepresidente: Federación Andaluza contra las Drogodependencias “Enlace”. Asociación para la Ayuda a enfermos de Sida “Gerasa” (Cádiz). Como cofundador: Asociación para la Ayuda de enfermos de Sida “Siloé” (Jerez). Proyecto Madrugador para toda Andalucía (proyecto de varias Asociaciones). Federación de Mujeres “El despertar”. Coordinadora “Barriovivo” Coordinadora “Camina” Coordinadora “Hozgarganta” Asociación lucha cotra las drogas de Los Barrios En la actualidad ocupa el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz, por elección del

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Pleno del Parlamento Andaluz, en sesión celebrada el 17 de julio de 1996 y ha sido reelegido para un segundo mandato el día 28 de noviembre de 2001. En los años que lleva al frente de la Institución del Defensor del Pueblo Andaluz ha desarrollado una intensa labor de protección, defensa y fomento de los derechos constitucionales de los ciudadanos, priorizando la salvaguarda y disfrute de estos derechos por las personas y colectivos sociales más vulnerables y desprotegidos. En el desarrollo de estas actuaciones cabe destacar: Elaboración y presentación al Parlamento de Andalucía de 16 informes especiales que afectan a la protección de derechos sociales de estos sectores de población más desfavorecidos (menores, discapacitados, enfermos mentales, presos, drogodependientes, prostitutas, inmigrantes, trabajadores temporeros, personas con problemas de inmovilidad...). Elaboración de resoluciones dirigidas a las Administraciones Públicas para corregir actuaciones, proponer la adopción de medidas y sugerir cambios normativos que permitan garantizar el efectivo ejercicio de los derechos que constitucionalmente tienen reconocidos los ciudadanos y ciudadanas, especialmente en el ámbito de los colectivos sociales más excluidos (entre otros, podemos citar a: enfermos de sida, para garantizar su derecho a la percepción de prestaciones económicas básicas; enfermos mentales, para la creación y adecuación de los medios y recursos necesarios para su atención; presos, en orden a garantizar su rehabilitación y reinserción social; menores, proponiendo medidas para evitar el absentismo escolar en los sectores más marginales y la adecuada protección de los mismos por las Administraciones Públicas; mujeres maltratadas, sugiriendo la adopción de medidas y la implicación de recursos públicos para prevenir y evitar estas situaciones; en el ámbito de la vivienda y alojamiento, recordando y urgiendo a los poderes públicos sobre la necesidad de arbitrar medidas que den respuesta a los graves problemas que en esta materia se plantean en las zonas urbanas y en relación con determinados colectivos (jóvenes, madres solteras, inmigrantes...; en el ámbito sanitario, proponiendo la adecuación de los recursos y aplicación de las últimas técnicas para solventar problemas sociales no atendidos por el sistema sanitario público; cambio de sexos, fecundación asistida...; en materia de drogas, advirtiendo de la problemática expansiva de las patologías duales en esta materia y reclamando la adopción de medidas paliativas y preventivas para evitarlas...). Presencia en múltiples foros para disertar y debatir sobre diferentes aspectos que afectan a los derechos sociales, entre los que podemos destacar: En 1997: Mesa redonda sobre “inmigración”, en los cursos de verano de la Universidad de San Sebastián; conferencia inaugural “La ciudad de al lado” de los cursos de verano de la Universidad de Cádiz; clausura cursos de otoño de la Facultad de Jerez sobre “el papel de la Administración ante la inmigración”; conferencia sobre “Las dificultades en la reinserción”, en las Jornadas organizadas por la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Sevilla; conferencia sobre exclusión social organizadas por la E.U. de Trabajo Social de Córdoba. En 1998: “La salud como demanda social de los andaluces” en la Universidad de Jaén; conferencia sobre “drogadicción” en el Centro Universitario San Pablo de Valencia; “La realidad del chabolismo en Andalucía” en la E.U. Arquitectura Técnica de Granada. En 1999: Inauguración curso experto en discapacidad en Cádiz; conferencia sobre “Exclusión Social” en la Facultad de Ciencias Políticas de Granada; conferencia sobre “Los problemas de la inmigración” en la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela.

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En 2000: Conferencia sobre “inmigración” organizada por la Facultad de Derecho de Jerez de la Frontera (Cádiz); conferencia sobre “Los derechos humanos en Andalucía”, organizada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Jaén; curso de verano en El Escorial; conferencia “La situación de los menores en Andalucía”; conferencia inauguración curso en la Facultad de Derecho de Algeciras; conferencia sobre “la Institución del Defensor del Pueblo ante el siglo XXI”, en el Foro Encuentros 2000 de Sevilla; conferencia sobre “menores” organizada por la E.U. de Trabajo Social de Granada. En 2001: Conferencia sobre “los derechos humanos y la infancia” en la E. de magisterio “La Inmaculada” de Granada; conferencia sobre “vivienda e inmigración” en la Facultad de Derecho de Granada; conferencia cursos de verano en San Roque. “El adolescente ante el consumo de alcohol, droga y tabaco”; conferencia sobre “Menores, la defensa de su bienestar”, congreso de Enfermería de la Infancia, organizado para la Escuela de Enfermería de la Universidad de Sevilla; conferencia inauguración curso “Inmigración e interculturalidad”, en el Rectorado de la Universidad de Granada; conferencia sobre las viviendas de los inmigrantes en las provincias de Huelva y Almería, en la Facultad de Ciencias de la Información de Huelva. En 2002: Conferencia sobre “La ley de responsabilidad del menor” en la E.U. Trabajo Social de Murcia; conferencia Inaugural curso sobre “violencia familiar y social”, organizada por el Ayuntamiento de Vigo; mesa redonda sobre “marginación e inmigración” en el Congreso Internacional de Derecho Penal organizado por la Universidad de Salamanca; conferencia inauguración curso sobre inmigración en el Campus del Carmen de Huelva; conferencia sobre “Educación social e inmigración”, Congreso Internacional de Pedagogía de la Inmigración organizada por la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Sevilla; conferencia sobre “inmigración” organizada por la Universidad Nacional a Distancia en Ceuta; conferencia sobre “La emigración en Andalucía”, cursos de verano de la UNED, celebrados en Sanlucar de Barrameda (Cádiz); mesa redonda “El fenómeno de las migraciones”. Cursos de verano de San Roque de la Universidad de Cádiz; conferencia inaugural sobre “inmigración” de los cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía en Baeza. Publicaciones en libros y revistas especializadas sobre estas problemáticas sociales, entre las que cabe citar: “Drogas: un problema social”; “La atención de las personas mayores en Andalucía”; “La defensa de los derechos humanos por el Defensor del Pueblo Andaluz”; “Medidas de los Defensores del Pueblo ante la falta de colaboración de las Administraciones Públicas”; “Los problemas concretos en la inserción de los inmigrantes en el Derecho a la no discriminación por motivos de raza”; “Aproximación al fenómeno de la inmigración”; “Los derechos humanos en Andalucía”; “Bioetica, Política y Salud”; “El alojamiento de inmigrantes en la provincia de Almería”; “Voluntariado y Sociedad”. En estos años, como reconocimiento a la labor desempeñada en defensa de los derechos de los diferentes colectivos sociales se le han concedido los siguientes premios y distinciones: En junio de 1997, recibió el Premio Séneca, otorgado por la Casa de Andalucía del Prat de Llobregat, y la Fiambrera de plata otorgada por el Ateneo de Córdoba. En diciembre de 1999 recibió el premio “La Buena Uva” otorgado por la Cadena SER. En este mismo año, la CAMF le designó como persona destacada del año en la defensa de los derechos de los discapacitados físicos.

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Asimismo, en agosto de 2000 el Pleno del Ayuntamiento de Almería, le concedió el Escudo de Oro de la ciudad; en ese mismo mes el Ayuntamiento de Trebujena le otorgó el Racimo de Oro. En diciembre del mismo año la asociación La Voz del Inmigrante le otorgó el premio a la tolerancia. En este mismo año, la FOAM le concedió la Insignia de Oro de la entidad por su labor en la defensa de los derechos de las personas mayores. En febrero de 2002 la Federación de Asociaciones Andaluzas en Cataluña le designó “Andaluz del Año”. En el año 2002 la Asociación Coral, le concedió el premio Coral de Plata en atención a su labor en defensa de los Derechos de la Mujer.

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LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS DE INTERNET Y DE TU ORDENADOR por JORGE CORTELL ALBERT

JORGE CORTELL, estudió informática en la Universidad de Oxford, empresariales (Magna Cum Laude) en Kellogg Community College, y cursos de postgrado en distintas universidades (Harvard, UPV, UB, UPC, y UCM). Ha recibido el premio Wall Street Journal al logro académico, y figura en el National Dean’s List (los 500 mejores estudiantes de EE.UU). Ha sido durante cinco años profesor de Propiedad Intelectual, de Gestión de Proyectos, y de Diseño Multimedia en el Master de Aplicaciones Multimedia para Internet de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia, hasta que se vio forzado a dimitir por dar una conferencia sobre redes P2P. También ha sido miembro del proyecto de docencia colaborativa H2O de la Universidad de Harvard. También ha sido durante varios años Director de Presval (empresa de comunicación del Grupo Porcelanosa). Ha impartido conferencias en universidades de varios países (como Stanford, Harvard, Oxford, Oslo) así como a lo largo de toda la geografía nacional. Es el impulsor de varios movimientos activistas (como La Resistencia Digital, el HackLab de Valencia, o la difunta Democracia Directa), y es miembro de Hispalinux, de la Free Software Foundation, de la Asociación de Internautas, y de la Electronic Frontier Foundation. Además ha colaborado activamente con Creative Commons, y con la FFII haciendo lobbying contra la patentabilidad del software ante la Comisión Europea en Bruselas. Entre su experiencia profesional figura el asesoramiento a la Bolsa de Nueva York, el Gobierno de los EE.UU, o el diario Financial Times. Actualmente es socio fundador de Kanteron Systems (empresa de software libre) y miembro del Consejo de Administración de MusicQuariuM. Colabora habitualmente con varios medios de comunicación, y es Presidente de la Oxford University Society de Valencia.

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RESUMEN DE CONFERENCIA

G

OBIERNOS y grandes corporaciones forman una extraña (y en ocasiones involuntaria) alianza para tergiversar la realidad y ocultar de la atención del ciudadano tanto el verdadero poder como el verdadero peligro de Internet y la Sociedad en Red. Por un lado se nos bombardea el mensaje de los peligros “oficiales” que acechan tras la red Internet, como virus, spoofing/phising, correo basura, spyware/malware, ataques de denegación de servicio, fraude financiero, robo de identidad, sniffing, accesos no autorizados, pornografía infantil, o incluso ciber-terrorismo. Si bien es cierto que los mencionados representan un verdadero peligro para los usuarios de la red, ¿por qué no nos hablan de los demás peligros (mucho más fundamentales)?: desde el seguimiento y grabación del ciudadano en lugares públicos, hasta flagrante invasiones a la privacidad e intimidad, pasando por el uso de las tecnologías públicas para beneficio particular, las restricciones al cifrado, los códigos y creaciones privativas que limitan nuestros derechos, productos defectuoso que cuestan billones a los gobiernos y ciudadanos, el código opaco que pone en peligro el funcionamiento de las instituciones, la restricción a las libertades básicas (de información, de expresión, de libre asociación, etc)... Existe un interés perverso fundamentalmente imbricado en el sistema (capitalismo-consumismo-de “libre mercado” y democracia-representativa-por sufragio universal), ya que la ley —47—

del mínimo esfuerzo le ofrece incentivos para convertir a todos sus miembros en consumidores, votantes, contribuyentes... PASIVOS. Y es a través de la abstracción cómo se consigue una alienación que parece perfecta para el sistema y muy perjudicial para el individuo. No obstante, la endogamia simbiótica que produce tal estructura tiende al estancamiento y el inmovilismo, los cuales han demostrado ser un evidente síntoma de cambio evolutivo latiente: o evolucionamos o desaparecemos. Pero, ironías de la vida, es en el mismo sistema descrito donde podemos encontrar una alternativa viable y revolucionaria que nos permitiría romper el círculo vicioso, y de un modo nada (o poco) traumático: a través de la libertad de la información, la participación individual-comunitaria, y el uso responsable de las tecnologías.

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LA NUEVA POLÍTICA CRIMINAL ESPAÑOLA por JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS

JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS, doctor en Derecho. Licenciado en Psicología. Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Málaga. Director del Instituto andaluz interuniversitario de Criminología (sección de Málaga). Profesor invitado en Rechtswissenschaftliche Fakultät. Universität Freiburg. Suiza, 1997, Boalt Hall School of Law. University of California at Berkeley. Estados Unidos 2001 y Johannes Gutenberg Universität. Maguncia. Alemania, 2002. Publicaciones destacadas: I. El Derecho penal ante el sexo. Contenidos, límites y criterios de concreción del Derecho penal sexual. Bosch Casa editorial, 1981. II. Exhibicionismo, pornografía y otras conductas sexuales provocadoras. La frontera del Derecho penal sexual. Bosch Casa editorial, 1982. III. Die erfolgsqualifizierte Delikte und das Schuldprinzip”. Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft, 1984. IV. “La huelga de hambre en el ámbito penitenciario”. Cuadernos de política criminal, 1986. V. “Principles of a new drug policy in Western Europe from a spanish point of view”. En Drug policies in Western Europe. Albrecht and van Kalmthout editors. Max Planck Institute for Foreign and International Penal Law. Freiburg i.B, 1989. VI. Los delitos relativos a drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Estudio de las modificaciones introducidas por la L.O. 1/1988 de 24 de marzo. Tecnos. 1989. VII. Los elementos subjetivos del delito. Bases metodológicas. Tirant, 1990. VIII. “La categoría de la antijuricidad en Derecho penal”. Anuario de Derecho penal y ciencias penales, 1991.

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IX. “El blanqueo de capitales procedentes del tráfico de drogas”. Actualidad penal, 1994. X. “Eutanasia y Derecho”. En Díez Ripollés-Muñoz Sánchez El tratamiento jurídico de la eutanasia. Una perspectiva comparada. Tirant, 1995. XI. Delincuencia y víctimas. Encuestas de victimización en Málaga. Tirant lo blanch, 1996. Coautor. XII. “Comentarios al Código penal. Parte especial. I y II”. En Díez Ripollés-Gracia Martin- Romeo Casabona coords. Tirant lo blanch, 1997, 2004. XIII. “Una interpretación provisional del concepto de autor en el nuevo código penal”. Revista de Derecho penal y Criminología. 1998. XIV. Los delitos contra la seguridad de menores e incapaces. Tirant, 1999. XV. La atención a los enfermos terminales. Una investigación multidisciplinar. Tirant, 2000. Coautor. XVI. “El derecho penal simbólico y los efectos de la pena”. Actualidad penal, 2001. XVII. La racionalidad de las leyes penales. Trotta, 2003. XVIII. Las drogas en la delincuencia. Tirant, 2003. Coautor. XIX. Prácticas ilícitas en la actividad urbanística. Un estudio de la Costa del Sol. Tirant, 2004. Coautor. XX. El nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana. Jueces para la democracia, 2004. XXI. “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfocado”. Revista electrónica de ciencia penal y criminología. 2005. XXII. “El control de constitucionalidad de las leyes penales”. Revista española de Derecho constitucional. 2005. XXIII. “La evolución del sistema de penas en España: 1975-2003”. Revista electrónica de ciencia penal y criminología. 2006. Dirección de proyectos de investigación: I. “Los delitos contra la libertad y seguridad”. II. “Tasas de victimización en la provincia de Málaga”. III. “La expansión del concepto de peligro en Derecho penal”. IV. “Riesgos de victimización, delincuencia urbana y medidas de prevención”. V. “Conductas irregulares en la Administración pública. Algunos aspectos penales y criminológicos de la corrupción administrativa”. VI. “Teoría y práctica de la legislación penal”. Financiación: Ministerio de Educación y Ciencia. Convocatorias 1989, 1991, 1993, 1995, 1998. VII. “Las drogas en la delincuencia: su tratamiento en la Administración de Justicia”. VIII. “La aplicación de la LO 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de los menores”. Financiación: Consejo general del poder judicial. Convocatorias 2000, 2001. IX. “Prácticas ilícitas en la industria de la construcción: Vulnerabilidad a la delincuencia organizada y agentes corruptores en la construcción y planeamiento urbano”. Financiación: Comisión europea. Programa Falcone. Convocatoria 2001. Otras actividades. Consejero electivo del Consejo consultivo de Andalucía. 1993-2005. Codirector del Grupo de estudios de Política criminal. 1989-2003.

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I. LA CRISIS CONTEMPORÁNEA DE LOS MODELOS

E

DE INTERVENCIÓN PENAL

N la interpretación de la reciente evolución de la política criminal española, tan pródiga en reformas penales, procesales y penitenciarias, los penalistas, en la universidad y en la jurisdicción, muestran un cierto desconcierto a la hora de abordar su análisis crítico. Pareciera como si los acontecimientos que se están produciendo no formaran parte del acervo de actuaciones sociales cuya posible aparición, al margen de su plausibilidad, habían sido anticipadas por los juristas. Esto genera una extendida actitud de despectivo rechazo hacia lo que se califica sumariamente como una política criminal oportunista. Sin echar en saco roto este último calificativo, conviene, sin embargo, que nos preguntemos por las razones de esa incapacidad que los expertos de la política criminal tienen para analizar con la necesaria ecuanimidad unas decisiones y actuaciones que, por muy imprevistas que sean, no se puede negar que gozan de un generalizado respaldo popular y de un impulso político de amplio espectro ideológico. Creo que la explicación de semejante perplejidad se debe en buena medida a que los penalistas están analizando las transformaciones jurídicopenales en curso desde un modelo analítico equivocado o, por mejor decir, en trance de superación. Me refiero al modelo penal garantista. En efecto, conocido con diferentes denominaciones a lo largo del pasado siglo XX, este modelo se caracteriza en todo momento por desarrollar una estructura de intervención penal autolimitada, hasta el punto de que se ha llamado a sí mismo “derecho penal —53—

mínimo”, girando en torno a unos pocos principios que, a riesgo de simplificar demasiado, podríamos enumerar como sigue: 1 La atribución de una eficacia limitada a sus genuinos instrumentos de intervención, la norma y la sanción penales. Éstos sólo desarrollarían efectos sociales perceptibles en la medida en que se encuadraran en un contexto más amplio, el del control social en general. Sólo en tanto en cuanto el subsistema de control penal coincidiera en sus objetivos con los pretendidos por el resto de los subsistemas de control social –familia, escuela, vinculaciones comunitarias, medio laboral, relaciones sociales, opinión pública...– y en la medida en que interaccionara recíprocamente con ellos, habría garantías de que la intervención penal pudiera condicionar los comportamientos sociales. De ahí que se desconsiderara su posible uso como ariete promotor de transformaciones en los valores sociales vigentes. 2 Deliberada reducción de su ámbito de actuación a la tutela de los presupuestos más esenciales para la convivencia. Frente a las tendencias expansivas de otros sectores del ordenamiento jurídico, singularmente del derecho administrativo, el derecho penal garantista considera una virtud, además de un signo inequívoco de una sociedad bien integrada, que su área de intervención sea la mínima imprescindible. En esa actitud ha jugado usualmente un papel importante la constatación de la naturaleza especialmente aflictiva de las sanciones que le son propias, que estima superior a la de cualquier otro medio de intervención social, lo que justificaría un empleo muy comedido de ellas. Se convierte en lugar común que el derecho penal sólo debe actuar frente a las infracciones más graves a los bienes más importantes, y ello sólo cuando no existan otros medios sociales más eficaces. Ello conlleva el olvido de todo tipo de pretensiones encaminadas a salvaguardar a través del derecho penal determinadas opciones morales o ideológicas en detrimento de otras.

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3 Profunda desconfianza hacia un equilibrado ejercicio del poder sancionatorio por parte de los poderes públicos. El derecho penal de este modelo se sigue declarando orgullosamente heredero del liberalismo político, y en consecuencia estima una de sus principales tareas la de defender al ciudadano, delincuente o no, de los posibles abusos y arbitrariedad del estado punitivo. De ahí que coloque la protección del delincuente, o del ciudadano potencial o presuntamente delincuente, en el mismo plano que la tutela de esos presupuestos esenciales para la convivencia acabados de aludir. Ello explicará las estrictas exigencias a satisfacer por los poderes públicos al establecer los comportamientos delictivos y las penas para ellos previstas, a la hora de verificar la concurrencia de unos y la procedencia de las otras en el caso concreto, y en el momento de la ejecución de las sanciones. El temor a un uso indebido del poder punitivo conferido al estado, que pudiera terminar afectando al conjunto de los ciudadanos, permea todo el armazón conceptual del derecho penal garantista, desde los criterios con los que se identifican los contenidos a proteger a aquellos que seleccionan las sanciones a imponer, pasando por los que se ocupan de estructurar un sistema de exigencia de responsabilidad socialmente convincente. 4 Existencia de límites trascendentes en el empleo de sanciones penales. Así, los efectos sociopersonales pretendidos con la conminación, imposición y ejecución de las penas, por muy necesarios que parezcan, en ninguna circunstancia deben superar ciertos confines. Uno de ellos es el de la humanidad de las sanciones, que viene a expresar que determinadas sanciones, o determinadas formas de ejecución de sanciones, son incompatibles con la dignidad de la persona humana, por lo que no pueden imponerse, cualquiera que sea la entidad lesiva del comportamiento o la intensidad de la responsabilidad personal. Otro de los confines a no superar es el de la proporcionalidad, en virtud del cual la pena debe ajustarse en su gravedad a la del comportamiento delictivo al que se conecta, debiendo mantener una correspondencia sustancial con él. Finalmente, la pena debe fomentar o, al menos, no —55—

cerrar el paso a la reintegración en la sociedad del delincuente, idea ésta que se configura como un derecho de todo ciudadano y se nutre tanto de una visión incluyente del orden social como del reconocimiento de la cuota de responsabilidad de la sociedad en la aparición del comportamiento delictivo. Pues bien, la tesis que quisiera exponer a continuación es la de que este modelo ya no nos da las claves para interpretar los recientes cambios político-criminales, por la sencilla razón de que éstos obedecen a una nueva forma de configurar y modelar el control social penal. De ahí que las críticas que se hacen desde el garantismo a recientes decisiones legislativas penales se pierden en el vacío de la incomprensión social. No son, sin embargo, objeto de una cumplida réplica por sus promotores porque el nuevo modelo está carente todavía de una suficiente estructuración conceptual y principial, la cual terminará llegando tarde o temprano y, con ella, el modelo antagonista al del derecho penal garantista.3 Un autor británico, Garland, ha intentado identificar un conjunto de rasgos que responderían a esos cambios en las actitudes sociales y que constituirían al mismo tiempo un buen compendio del nuevo modelo de intervención penal en curso.4 Sus reflexiones nos van a ser de utilidad en el análisis que sigue. II. A LA BÚSQUEDA DE UN DIAGNÓSTICO 1. Protagonismo de la delincuencia clásica La delincuencia clásica, esto es, la que gira en torno a los delitos contra intereses individuales, especialmente los de la vida e integridad, propiedad, y libertad en sus diversas facetas, que durante dos siglos ha constituido el grueso de los asuntos abordados en la jurisdicción penal, ha superado el riesgo de pérdida de protagonismo que en algún momento se pensó que iba a sufrir. En efecto, durante las últimas décadas de la segunda mitad del 3 Apunta igualmente a la emergencia de otro modelo, CANCIO MELIÁ, en JAKOBS/CANCIO: Derecho penal del enemigo, Thomson/Cívitas, 2003. págs. 59-60. 4 Véase GARLAND. The culture of control, The University of Chicago Press. 2001. passim, y sintéticamente págs. 6-20. —56—

siglo XX parecía asentarse la idea de que el derecho penal debía extender su ámbito de aplicación a la criminalidad propia de los poderosos, y ciertamente se produjeron en el ámbito legislativo avances muy significativos en ese sentido, de entre los que es singular ejemplo el renovado catálogo de delitos introducido por el código penal de 1995. También se han registrado esfuerzos por parte de determinados sectores judiciales para tomarse en serio las antiguas y nuevas previsiones legales que penan comportamientos delictivos habitualmente llevados a cabo por sectores socialmente privilegiados.5 Sin embargo, sólo unos pocos años más tarde predomina en la opinión pública una actitud resignada frente a los obstáculos con que ha tropezado el intento de asegurar la operatividad sin excepciones del catálogo de delitos del código penal. Las causas de tal pesimismo son diversas: Por un lado, se tiene la impresión de que los poderosos, mediante asesoramientos técnicos sólo accesibles a personas con su nivel económico o respaldo político, han sido capaces de explotar hasta límites abusivos las garantías del derecho penal y procesal penal, logrando así eludir en gran medida la persecución penal, la condena o el cumplimiento de las sanciones. En segundo lugar, se ha generado la percepción social de que en todas esas intervenciones penales resulta difícil eludir el aprovechamiento sectario del asunto por parte de los agentes políticos; el fenómeno de la judicialización de la política termina dejando en segundo plano la verificación de la realidad y la valoración de la gravedad de las conductas enjuiciadas, sepultadas bajo acusaciones recíprocas de conductas semejantes. Un factor adicional, en absoluto desdeñable, ha sido la actitud contemporizadora de la doctrina penal con los obstáculos surgidos en la persecución de este tipo de delincuencia: Lo que comenzó siendo una preocupación por las dificultades conceptuales encontradas a la hora de encajar las nuevas formas de delincuencia propias de los poderosos en los modelos de descripción legal y de persecución del derecho penal tradicional, 5 No creo que la extendida persecución de los delitos relacionados con drogas deba incluirse entre la criminalidad de los poderosos, dado el ambiente socialmente marginal en el que se mueve y sin perjuicio de los importantes beneficios que ciertos sectores de tal delincuencia obtienen. —57—

ha acabado dando lugar a propuestas que conducen a una rebaja significativa en la intensidad de persecución de esa criminalidad. Resulta sintomático que la discusión teórica sobre la indebida “expansión del derecho penal” no verse, como pudiera imaginarse un profano, sobre las continuas reformas legales encaminadas a endurecer el arsenal punitivo disponible contra la delincuencia clásica sino que, muy al contrario, tenga como primordial objeto de reflexión la conveniencia de asegurar a la nueva criminalidad una reacción penal notablemente suavizada en sus componentes aflictivos. Ello se pretende legitimar mediante la contrapartida de un incremento de la efectividad del derecho penal en ese ámbito, a lograr mediante una disminución de las garantías penales, nunca suficientemente concretada, tampoco justificada y mucho menos creíble.6 Frente al desdibujamiento que los problemas antedichos parecen crear sobre la criminalidad de los poderosos,7 la delincuencia clásica está más presente que nunca en el imaginario colectivo. 2. Prevalencia del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana La consolidación de la delincuencia clásica encuentra un apoyo inestimable en la generalización del sentimiento colectivo de inseguridad ciudadana: Como consecuencia de una diversidad de factores, algunos de los cuales serán aludidos más adelante,8 6 En la discusión española, y probablemente en la europea en general, ha formulado la propuesta más perfilada SILVA SÁNCHEZ. La expansión del derecho penal. Aspectos de la política criminal en las sociedades postindustriales. Civitas. 2ª edición. 2001. 7 Que tal difuminación de los perfiles de este tipo de delincuencia empieza a tener consecuencias prácticas es algo evidente si se analizan ciertas medidas pretendidamente encaminadas a mejorar la efectividad de su persecución, como es el caso de la recientemente introducida obligación del ministerio fiscal de poner en conocimiento de los sospechosos el contenido de las diligencias de investigación a ellos afectantes o la limitación de la duración de tales diligencias a seis meses salvo prórroga acordada por el fiscal general del estado –reforma del Estatuto orgánico del ministerio fiscal por LO. 14/2003. 8 Entre los cuales no puede ser el más importante el efectivo incremento de la tasa de criminalidad en España, que pese al aumento, ya frenado, de los últimos años, sigue estando por debajo de los países de nuestro entorno. —58—

se han incrementado desde hace unos años en la población tanto la preocupación en general sobre la delincuencia como el miedo a ser víctima de un delito.9 Tales actitudes se producen además en un contexto peculiar, con dos rasgos especialmente significativos: Por una parte, la extendida sensación en la sociedad de que las cosas van cada vez peor en temas de prevención de la delincuencia, sensación que se proyecta en una escasa confianza en la capacidad de los poderes públicos para afrontar el problema. Por otra parte, ha desaparecido la actitud de comprensión hacia la criminalidad tradicional, en especial hacia la pequeña delincuencia, actitud muy difundida en los años 70 y 80, y que se fundaba en una comprensión del delincuente como un ser socialmente desfavorecido y marginado al que la sociedad estaba obligada a prestar ayuda; ahora los delincuentes son vistos, sin que procedan distinciones según la gravedad o frecuencia de su comportamiento delictivo, como seres que persiguen sin escrúpulos y en pleno uso de su libre arbitrio intereses egoístas e inmorales, a costa de los legítimos intereses de los demás. Se han puesto de moda calificaciones como las de “predador sexual”, “criminal incorregible”, “asesino en serie”, “jóvenes desalmados”... que reflejan acertadamente el nuevo estatus social, deshumanizado, del delincuente. Por lo demás, esa preocupación o miedo por el delito ya no se concentran en los ámbitos sociales más conscientes o temerosos de la delincuencia, sino que se han extendido a sectores sociales antes relativamente distanciados de tales sentimientos. La 9 Si la delincuencia y la inseguridad ciudadana eran mencionadas a mediados de 2001 como uno de los tres problemas principales de España por el 9% de los españoles, lo que les colocaba en quinto o sexto lugar de la lista de preocupaciones de la comunidad, durante la mayor parte del año 2003 se referían a ellas porcentajes iguales o superiores al 20%, habiéndose consolidado como la tercera preocupación más importante. De modo equivalente, a mediados de 2001 el miedo a sufrir un delito era uno de los tres problemas personales más importantes mencionado por alrededor del 9% de los encuestados, ocupando el cuarto o quinto lugar en el catálogo de problemas personales de los españoles, mientras que bien entrado 2003 lo consideraban uno de los tres primeros problemas personales entre el 15 y el 20% de los encuestados, ocupando entre el segundo y tercer puesto en el listado de problemas personales. Véase CIS. ”Barómetros mensuales”. —59—

preeminencia de los espacios dedicados a la crónica criminal en los más diversos medios de comunicación, donde ya no es extraño que ocupe los primeros titulares, tiene que ver sin duda, aunque no exclusivamente, con el eco que tales informaciones suscitan en capas amplias de la población. Ello ha permitido que el miedo o la preocupación por el delito se hayan afincado en la agenda social entre los asuntos más relevantes y, lo que es aún más significativo, que la persistencia y arraigo de tales actitudes se haya convertido en un problema social en sí mismo. En efecto, resulta fácil apreciar que un buen número de programas de intervención penal son diseñados, no tanto para reducir efectivamente el delito cuanto para disminuir las generalizadas inquietudes sociales sobre la delincuencia. 3. Sustantividad de los intereses de las víctimas Durante mucho tiempo los intereses de las víctimas han quedado subsumidos en los intereses públicos. Su tutela se obtenía en la medida en que la incidencia del delito sobre determinados ciudadanos suponía un perjuicio a los intereses de la sociedad en su conjunto. De hecho, este requisito sigue fundamentando la caracterización del derecho penal como un sector del derecho público, diferenciado del derecho privado. Parecía, pues, evidente que un correcto entendimiento de la utilidad pública impedía contraponer toscamente los intereses de las víctimas con los intereses de los delincuentes por un juicio justo y por una ejecución penal atenta a sus necesidades de reintegración social. Sin embargo, la plausible atención a los intereses de las víctimas ha adquirido en los últimos tiempos algunos sesgos novedosos: Ante todo, son las demandas de las víctimas reales o potenciales, cuando no de unas víctimas arquetípicas sin existencia real ni posible, las que guían el debate políticocriminal, arrumbándose reflexiones más complejas, atentas al conjunto de necesidades colectivas. En segundo lugar, el protagonismo de los intereses y sentimientos de las víctimas no admite interferencias, de manera que la relación entre delincuente y víctima ha entrado en un juego de suma-cero: Cualquier ganancia por parte el delincuente, por ejemplo, en garantías procesales o en beneficios penitenciarios supone una pérdida para la víctimas, que lo —60—

ven como un agravio o una forma de eludir las consecuencias de la condena; y, en menor medida, lo mismo vale a la inversa, todo avance en la mejora de la atención a las víctimas del delito es bueno que repercuta en un empeoramiento de las condiciones existenciales del delincuente. Y es que, finalmente, lo que se ha producido es una inversión de papeles: Es ahora la víctima la que subsume dentro de sus propios intereses a los intereses de la sociedad, son sus sentimientos, sus experiencias traumáticas, sus exigencias particulares los que asumen la representación de los intereses públicos; éstos deben personalizarse, individualizarse, en demandas concretas de víctimas, grupos de víctimas, afectados o simpatizantes.10 4. Populismo y politización Los agentes sociales que resultan determinantes en la adopción y contenido de las decisiones legislativas penales han sufrido modificaciones de gran calado. Ante todo, los conocimientos y opiniones de los expertos se han desacreditado. Ello reza, desde luego, para las aportaciones procedentes de una reflexión teórica que, paradójicamente, ha logrado en el ámbito de la interpretación y sistematización de la ley penal niveles de precisión y rigurosidad conceptuales inalcanzados por otros sectores del ordenamiento jurídico; sus disquisiciones han dejado de ser, no ya sólo comprensibles, sino dignas de comprensión para influyentes sectores sociales. Pero la reputación de los especialistas insertos en la práctica judicial 10 Un ejemplo bien ilustrativo de hasta dónde se puede llegar por este camino lo constituye una práctica que se ha asentado en EE.UU en relación con la aplicación de la pena de muerte: A efectos de decidir si en un caso de asesinato se debe imponer la pena de muerte o basta con una pena privativa de libertad, la fiscalía puede fundamentar su petición de pena capital, al margen de en la gravedad del hecho cometido, en los graves sufrimientos que la pérdida del ser querido ha causado entre sus parientes y allegados y en las dificultades que están encontrando para la superación de tal trauma. Eso lo materializa mediante la presentación de una “declaración de impacto sobre las víctimas”, donde recoge los testimonios y dictámenes pertinentes, y que suele tener una influencia muy significativa en la decisión finalmente adoptada. Véase ZIMRING. The Contradictions of American Capital Punishment. Oxford University Press. 2003. pp. 5164. —61—

o de la ejecución de penas también se encuentra malparada; los jueces son vistos como un colectivo poco fiable, que adopta con frecuencia decisiones alejadas del sentido común, y a los funcionarios de ejecución penal parece sólo preocuparles el bienestar de los delincuentes. Sólo la pericia policial, en su doble faceta preventiva de delitos y perseguidora de los ya cometidos, sigue siendo considerada imprescindible; en este caso, sus eventuales insuficiencias no llevan a cuestionar la utilidad de sus conocimientos, sino a proponer su perfeccionamiento y mejora11. En contrapartida, la experiencia cotidiana del pueblo, su percepción inmediata de la realidad y los conflictos sociales han pasado a ser un factor de primera importancia a la hora de configurar las leyes penales, y pugna por serlo también en la aplicación legal. Lo novedoso, sin embargo, no es que tales experiencias y percepciones condicionen la creación y aplicación del derecho, algo legítimo en toda sociedad democrática, sino el que demanden ser atendidas sin intermediarios, sin la interposición de núcleos expertos de reflexión que valoren las complejas consecuencias que toda decisión penal conlleva. Los portadores de esos nuevos conocimientos son la opinión pública creada por los medios populares de comunicación social, las víctimas o grupos de víctimas y, en último término, el pueblo llano. Para que estos últimos agentes sociales puedan asentar su relevancia es preciso que los agentes institucionales directamente vinculados con la creación del derecho otorguen a las demandas populares un acceso privilegiado, mediante el que puedan eludir los habituales controles burocráticos que en toda democracia velan por el fundamento de las iniciativas legislativas. A esta labor se aplican en los últimos tiempos con extremado celo fuerzas políticas de todo el espectro ideológico. Las vías para su éxito transitan, de forma singular aunque no exclusiva, por la aceleración del tempo legiferante y la irrelevancia, cuando no eliminación, del debate parlamentario e incluso del gubernamental; se

11 Según una encuesta del Instituto Opina para el diario El País, realizada a fines de 2003, las cinco instituciones mejor valoradas por los españoles son, por este orden, la guardia civil, la monarquía, la policía nacional, las comunidades autónomas, y la policía municipal. El sistema judicial aparece en el último lugar de las instituciones listadas en la pregunta, en el puesto número 14. Véase diario El País, 6-12-03. —62—

trata de que los políticos puedan justificar la omisión de aquellas fases procedimentales en las que el protagonismo corresponde a profesionales expertos en virtud de la urgencia o del carácter indiscutible de las decisiones a tomar, se revistan tal urgencia e inapelabilidad del concepto de alarma social, de perentoriedad del problema, de consenso social, o de cualquier otro recurso retórico. Ello permite a las fuerzas políticas establecer una relación inmediata entre las demandas populares y la configuración del derecho penal, y recolectar, ello mediante, los importantes réditos políticos que esta pretendida democracia directa12 suministra. Esta dinámica populista y politizada tiene una serie de rasgos entre los que quizás convenga destacar ahora dos de ellos. El primero pondría de relieve que el descrédito de los expertos ha pasado de las palabras a los hechos: Al inicial distanciamiento o incomprensión hacia sus propuestas o modo de proceder ha sucedido una activa política encaminada a privarles del margen de discrecionalidad que, debido a su pericia, gozaban en su correspondiente ámbito decisional. Ejemplos al respecto sobran en estos momentos, especialmente en el campo de la determinación de la pena y de su ejecución: Es el caso de la reducción del arbitrio judicial a la hora de sustituir la pena o medida de seguridad, o el resto de pena por cumplir, impuestas a un extranjero residente ilegal por su expulsión del territorio nacional, o las restricciones en la aplicación del tercer grado, la libertad condicional, 12 “Democracia directa” que abusa de las tramitaciones urgentes, que busca premeditadamente introducir importantes reformas del código penal en los últimos trámites parlamentarios –léase Senado–, o que aprovecha leyes, penales o no, con objetivos muy precisos para colar de rondón reformas penales cuya discusión parlamentaria se quiere evitar. Véanse las importantes reformas de la ley de responsabilidad penal de los menores que se incluyeron en las leyes orgánicas 9/2002, de reformas de los códigos penal y civil en materia de sustracción de menores, y 15/2003, de modificación del código penal; o las irregularidades procedimentales legislativas que han acompañado la incorporación al código penal de los arts. 506bis, 521bis y 576bis, relativos a la convocatoria de referenda ilegales y de allegamiento de fondos para asociaciones y partidos políticos ilegales, entre otros supuestos. Véase también GONZÁLEZ CUSSAC, “La contrarreforma penal de 2003. Nueva y vieja política criminal”. Revista xuridica galega. nº 38. 2003. pp. 19-21, 32. —63—

los permisos de salida o los beneficios penitenciarios, introducidas, respectivamente, en las LLOO. 11/2003 y 7/2003. El segundo rasgo se enuncia con facilidad: el manejo excluyente por la plebe y los políticos del debate políticocriminal ha conducido a un marcado empobrecimiento de sus contenidos. Frente a la mayor pluralidad de puntos de vista que hubiera cabido esperar de la directa implicación de esos nuevos agentes sociales en la discusión sobre las causas y remedios de la delincuencia, lo que ha sobrevenido es un debate uniforme y sin matices, en el que se descalifican cualesquiera posturas que conlleven una cierta complejidad argumental o distanciamiento hacia la actualidad más inmediata. 5. Revalorización del componente aflictivo de la pena La preeminencia obtenida por los intereses de las víctimas y el populismo han dado respetabilidad social a ciertos sentimientos cuya demanda de satisfacción en otros tiempos se comprendía pero no se atendía; me refiero a los sentimientos de venganza tanto de las víctimas y sus allegados como de la población en general. A este factor se han añadido otros dos que han terminado de reforzar una transformación significativa del conjunto de objetivos a satisfacer por la pena: Así, la resocialización del delincuente, pese a su soporte constitucional, ha dejado de tener los apoyos sociales suficientes para constituirse en un objetivo destacado de la ejecución penal. Ciertamente su cuestionamiento se inició entre los expertos, y tuvo una notable influencia en la reestructuración del modelo jurídicopenal en ordenamientos que habían apostado casi en exclusiva por el efecto resocializador de la pena. Pero la formulación de tales objeciones se inició hace ya más de dos décadas, y desde entonces se ha matizado notablemente la percepción experta sobre el tratamiento de los delincuentes. Ahora predomina una aproximación más realista y menos ideologizada a los frutos que pueden ofrecer las diversas técnicas disponibles, con ámbitos de intervención, como el relativo a desintoxicación e inserción de delincuentes drogadictos, que han mostrado sobra—64—

damente su efectividad.13 En el actual estado de cosas resulta, pues, injustificado colocar a la resocialización en un segundo plano frente a otros efectos sociopersonales de la pena como la inocuización, la prevención general o la reafirmación de valores sociales. Sin embargo, la opinión pública tiende a valorar las medidas que, con las miras puestas en la reinserción social del delincuente, flexibilizan la ejecución penal como un conjunto de favores inmerecidos que se hace a los delincuentes.14 A esta idea va estrechamente asociada otra, en virtud de la cual ha quedado arrumbada dentro del acervo de explicaciones sociales de la delincuencia aquella que la consideraba en gran medida una consecuencia de las desigualdades sociales, sea a la hora de interiorizar las normas sociales sea a la hora de disponer de los medios para desarrollar el plan de vida personal. Desde una visión marcadamente consensual de la sociedad, que minusvalora las diferencias de oportunidades entre sus miembros, la delincuencia se percibe como un premeditado y personalmente innecesario enfrentamiento del delincuente con la sociedad, que exige una respuesta que preste la debida atención a la futilidad de las motivaciones que han conducido a ella.15 El conjunto de los tres factores ha fomentado una serie de modificaciones sustanciales en el sistema de penas y su ejecución que en buena parte se inspira simplemente en el deseo de hacer más gravosas para el delincuente las consecuencias derivadas de la comisión de un delito. Baste con mencionar la introducción de penas de privación de libertad cuya duración práctica se acerca, en contra de una tradición bisecular en España, a la reclusión de 13 Véase una revisión empírica de la eficacia de los tratamientos, moderadamente optimista, en REDONDO. “Criminología aplicada: Intervenciones con delincuentes, reinserción y reincidencia”. Revista de derecho penal y criminología. 2ª época. 1998. nº 1. pp. 189 y ss. 14 Sólo el tratamiento en general de los drogadictos delincuentes, así como los tratamientos que no conllevan una flexibilización significativa del régimen de cumplimiento de la pena, se aceptan sin reticencias por la población. 15 A ello no es obstáculo el estatus deshumanizado que el delincuente adquiere en el imaginario social, precisamente y de forma paradójica debido a su previa consideración como un ciudadano que, como cualquier otro, ha disfrutado de igualdad de oportunidades. Véase al respecto lo que ya mencionamos en el apartado II.2. —65—

por vida,16 el notable endurecimiento del régimen penitenciario mediante el establecimiento de condiciones más estrictas de acceso al régimen de cumplimiento en tercer grado o a la libertad condicional,17 el renacimiento de las penas infamantes, como es el caso de la publicación de listas de maltratadores o delincuentes sexuales,18 o el aseguramiento de una efectiva persecución de determinados delincuentes mediante el compromiso de ejercicio de la acción popular por órganos del poder ejecutivo de las comunidades autónomas. 6. Redescubrimiento de la prisión El que la prisión es una pena problemática se ha convertido en un tópico, en el moderno doble sentido de la palabra, que ha estado presente en la reflexión políticocriminal desde hace bastantes décadas. En especial durante la segunda mitad del siglo XX se convirtieron en lugar común una serie de consideraciones bien fundadas sobre los efectos negativos del encarcelamiento sobre los directamente afectados y sobre la sociedad en general. Ello fomentó, en especial en los países que más habían avanzado en el modelo resocializador, un fuerte movimiento favorable a buscar penas que pudieran sustituir total o parcialmente con ventaja a la pena de prisión. Es el momento de desarrollo de sistemas efectivos de penas pecuniarias, de la aparición de las penas de trabajo en beneficio de la comunidad, de arrestos discontinuos, de libertades vigiladas o a prueba en sus diversas modalidades, 16 Véanse los nuevos arts. 76 y 78 del código penal, tras la redacción derivada de la LO. 7/2003. Es cierto que en otras épocas, sin ir más lejos durante el franquismo, existían penas de prisión hasta de 40 años, pero la institución de la redención de penas por el trabajo las reducía de forma prácticamente automática en una tercera parte, lo que ahora ya no es posible. Los cambios que se han producido en el modelo penal han llevado en otros países a la reintroducción o expansión de la pena de muerte, o a la readmisión de penas corporales. Véanse referencias en GARLAND. op.cit. pp. 9, 142, 213, 257. 17 Véanse referencias supra. En otros países se han restablecido las cuerdas de presos. Véase GARLAND. Ibídem. 18 Véanse referencias en SILVA SÁNCHEZ. op. cit. p. 147. En ciertos ordenamientos se ha recuperado la obligación de los reclusos de portar uniformes infamantes –a rayas...–. Véase GARLAND. Ibídem. —66—

de la revalorización de la reparación del daño como sustituto de la pena, y de los regímenes flexibles de ejecución penitenciaria. Es cierto que en España el escepticismo hacia la pena de prisión sólo fue capaz de superar el ámbito teórico o académico cuando se iniciaron los trabajos de elaboración de un nuevo código penal, pero, aunque tarde, el nuevo código penal de 1995 constituyó una aportación significativa en ese sentido. Junto a la trascendente decisión de eliminar las penas de prisión inferiores a los seis meses, y la búsqueda de la efectividad en la penas pecuniarias mediante la adopción del sistema de días-multa, se integraron en el sistema de penas nuevas sanciones como la de trabajo en beneficio de la comunidad o los arrestos de fin de semana, directamente encaminados a eludir desde un principio, o mediante su papel como sustitutivos, a una pena de prisión cuestionada. No se olvidó tampoco de potenciar la institución de la suspensión de la ejecución de la pena de prisión, ni de flexibilizar el régimen penitenciario, en especial en lo relativo a la obtención del tercer grado o la libertad condicional. Sin embargo, la mayor parte de esas medidas destinadas a ser una alternativa a la pena de prisión nacieron huérfanas de los medios materiales y personales necesarios para su efectivo desarrollo. Hoy por hoy, el sistema días-multa no ha impedido que las cuantías de las multas se sigan calculando de modo semiautomático, sin atender apreciablemente a la diversa capacidad económica de los culpables, las penas de arresto de fin de semana y trabajo en beneficio de la comunidad continúan vírgenes, a falta de una red de centros de arresto o de los correspondientes convenios con las instituciones que pudieran acoger a los trabajadores comunitarios. Las posibilidades de un tratamiento en libertad propias de la suspensión de la ejecución de la pena, el tercer grado o la libertad condicional no se han aprovechado más allá del ámbito de la drogodependencia, y la indudable mejora de la infraestructura penitenciaria, ahora de nuevo superada por el incremento de ingresos, se ha centrado en las condiciones de habitabilidad, descuidando la dotación de medios personales y materiales para las metas resocializadoras inherentes al régimen penitenciario.19 19 Sobre la limitada aplicación de las penas alternativas a la prisión en los juzgados de lo penal, véase el ilustrativo estudio empírico coordinado —67—

Mientras todo este frustrante proceso sucedía en nuestro país, en naciones de nuestro entorno cultural en las que estaba bien asentado el sistema de penas alternativas a la prisión se estaba produciendo un acelerado proceso de recuperación del prestigio de las penas privativas de libertad, lo que estaba dando lugar a las correspondientes reformas legales. Su reacreditación no tiene que ver con una mejora de sus potencialidades reeducadoras, que siguen considerándose escasas o negativas, sino con su capacidad para garantizar otros efectos sociopersonales de la pena: En primer lugar, los intimidatorios y los meramente retributivos, que con la adquisición por el delincuente del estatus de persona normal y el ascenso de los intereses de las víctimas han pasado al primer plano; en segundo lugar, los efectos inocuizadores, en virtud de los cuales se responde con el aislamiento social y reclusión del delincuente al fracaso de la sociedad en la resocialización de sus desviados y, sobre todo, a su negativa a asumir los costes económicos y sociales vinculados al control de la desviación en sus orígenes mediante las correspondientes transformaciones sociales.20 Dada la inestable evolución española, no es de extrañar que ese movimiento pendular haya encontrado campo abonado en nuestro país en cuanto se han producido unas mínimas condiciones favorables, como un transitorio incremento de la criminalidad y un gobierno y oposición mayoritaria que pugnan por destacar en su lucha contra el crimen. Los frutos ya están en nuestras manos: Sin haberse llegado nunca a ensayar seriamente las penas alternativas a la prisión, las reformas de 2003 han recuperado las penas cortas de prisión de tres meses en adelante en paralelo a la supresión del arresto de fin de semana, se ha incrementado la duración de las penas largas de prisión, se han introducido importantes rigideces en el régimen penitenciario.

por CID/LARRAURI. Jueces penales y penas en España (Aplicación de las penas alternativas a la privación de libertad en los juzgados de lo penal). Tirant, 2002. passim. 20 Véanse las referencias en GARLAND. op. cit. pp. 8-9, 175-179, 148-150, 154-165; SILVA SÁNCHEZ. op. cit. pp. 141-147. —68—

7. Ausencia de recelo ante el poder sancionatorio estatal El derecho penal moderno se ha ido construyendo desde hace algo más de dos siglos dentro de un cuidadoso equilibrio entre la debida consideración del interés social en la protección de ciertos bienes fundamentales para la convivencia, y la persistente preocupación por evitar que ese logro conlleve una intromisión excesiva de los poderes públicos en los derechos y libertades individuales de los ciudadanos. Esa doble orientación ha originado que los modelos de intervención penal contemporáneos, cualesquiera que estos fueran, estuvieran siempre refrenados en su tutela de los intereses sociales por una nunca ausente desconfianza de la ciudadanía hacia la capacidad de los poderes públicos para hacer un uso moderado de las amplias posibilidades de actuación que les otorgaban los instrumentos de persecución delictiva y ejecución de penas. Pero las actitudes sociales están experimentando en estos momentos un cambio que, a mi entender, no tiene antecedentes en las sociedades democráticas modernas: Se está generalizando la idea de que hay que renunciar a las cautelas existentes encargadas de prevenir los abusos de los poderes públicos contra los derechos individuales, a cambio de una mayor efectividad en la persecución del delito. Y esa disponibilidad no se confina a ámbitos criminales bien delimitados, sino que se extiende al control de la delincuencia en su totalidad, sin que la mayor visibilidad que, a no dudar, tiene la que hemos llamado delincuencia clásica deje fuera de este modo de proceder la delincuencia de cualquier signo. Dicho de otra manera, los ciudadanos no delincuentes ya no temen a los poderes públicos en el ejercicio de sus funciones represivas, no se sienten directamente concernidos por los excesos que con este fin puedan llevar a cabo. Y esto sí que es una alarmante novedad en las sociedades democráticas. Esa progresiva falta de recelo hacia el uso del instrumental punitivo está permitiendo, en primer lugar, reformas impensables hace poco tiempo. Basten como ejemplo la paulatina generalización de la vigilancia de espacios y vías públicas mediante cámaras y otros artefactos de control visual y auditivo, la simplificación de los procedimientos de adopción de medidas —69—

cautelares penales y aun civiles,21 la facilitación de la prisión preventiva22 y la disminución del control judicial de los procedimientos penales mediante los juicios rápidos.23 8. Implicación de la sociedad en la lucha contra la delincuencia Durante mucho tiempo el epígrafe precedente significaba que la comunidad asumía su responsabilidad en la génesis de la delincuencia, y que se aprestaba a estimular y desarrollar iniciativas dirigidas a eliminar la exclusión social de ciertos ciudadanos. Se trataba de brindar apoyo familiar, laboral, asistencial, a los delincuentes o a las personas en trance de convertirse en tales. La meta era anticiparse a la intervención de los órganos formales de control social –policía, administración de justicia...– mediante el reforzamiento de los vínculos sociales de esas personas. Ahora los mismos términos significan otra cosa, cómo mejorar la colaboración con la policía en la prevención del delito e identificación y detención de los delincuentes. En nuestro país apenas se ha desarrollado lo que en otros países se ha llamado prevención comunitaria, correlato de la prevención policial: En último término todo se reduce a que la comunidad, mediante una estrecha colaboración con la policía, aprenda y acepte poner en práctica por sí misma técnicas y habilidades que permitan sustituir o incrementar la eficacia de las intervenciones policiales para prevenir o perseguir el delito. De esos afanes han surgido valiosos programas de diseño urbanístico o viario anticrimen, útiles programas de difusión de técnicas de autoprotección de las víctimas o de demanda de intervención 21 Como en el caso de la reciente regulación de la orden de protección de las víctimas de la violencia doméstica, contenida en la L. 27/2003 de 31 de julio. 22 A partir de las LLOO 13/2003 y 15/2003. 23 Dada el protagonismo adquirido por el impulso policial del procedimiento, así como el incremento de las conformidades. Véase LO 8/2002. Según datos facilitados a la prensa a comienzos de 2004 por el Consejo general del poder judicial, en alrededor de un 50% de los casos tramitados por el procedimiento de enjuiciamiento rápido se dicta sentencia de conformidad. —70—

inmediata,24 pero también programas de control vecinal que capacitan a los residentes de un barrio para informar de cualquier ciudadano desconocido y de aspecto inusual que transite por sus calles lo cual, en aras a su mayor eficacia intimidatoria, se recuerda mediante los correspondientes indicadores callejeros,25 o policías de proximidad una de cuyas funciones específicas es recoger la mayor cantidad posible de información vecinal en principio delictivamente intrascendente. Pero la directa implicación de la comunidad en la persecución del delito no queda limitada a tareas de colaboración con la policía, sino que cada vez más los poderes públicos fomentan el desempeño por la propia comunidad de las funciones propias de los órganos formales del control social. La expansión de la seguridad privada en nuestro país y en los países de nuestro entorno supone una dejación generalizada de responsabilidades por parte de los poderes públicos en relación con uno de sus cometidos fundamentales, la salvaguarda del orden público. La asunción del control social penal por parte de la sociedad civil se extiende asimismo a fases ulteriores a la de prevención o persecución policiales: Es conocido que países cercanos a nosotros han desarrollado un sistema privado de establecimientos penitenciarios, lo que no ha dejado de sorprender en amplios sectores sociales. Pero deberíamos de ser conscientes de que España ya ha entrado decididamente en esa dinámica: El sistema de ejecución de las medidas imponibles a menores responsables de delitos descansa ya en gran medida en una red de centros e instituciones privadas, concertadas con la administración pública competente, en la que agentes privados ejecutan, entre otras, medidas de internamiento prolongadas y aplican el régimen disciplinario legalmente previsto. En el ámbito de la ejecución de penas de adultos, tampoco pueden pasarse por alto los ingresos de drogedependientes con pena suspendida o en libertad condicional en centros cerrados de desintoxicación regidos por agentes privados. 24 Es el caso de las diversas actuaciones españolas de mejora de la prevención y persecución de la violencia doméstica. 25 Conocidos en los países anglosajones como “Neighbourhood Crime Watch” o términos equivalentes. —71—

Sin necesidad de entrar ahora en consideraciones sobre la legitimidad o la eficiencia de todas estas actuaciones comunitarias, lo decisivo a nuestros efectos argumentales es la constatación de que todo este fenómeno de implicación de la sociedad en el control de la delincuencia ha desplazado las energías de la comunidad del afán por lograr la inclusión social de los desviados, al interés por garantizar la exclusión social de los delincuentes. Lo que constituye un cambio en las actitudes sociales ante la delincuencia de primera magnitud. 9. Transformación del pensamiento criminológico A los embates que está recibiendo el control experto de la criminalidad, y que ya señalamos más arriba,26 hay que añadir una profunda transformación del abordaje de la delincuencia por uno de los sectores expertos más relevantes, la criminología. Durante las décadas de los 50, 60 y parte de los 70 del siglo pasado, el estudio empíricosocial del delito y del delincuente se centró en un enfoque etiológico que percibía la mayor parte de la delincuencia como un producto de la marginación y privación sociales. Los 70 y los 80 presenciaron una acentuación de esta aproximación metodológica, cuando desde la teoría del etiquetamiento y los más amplios enfoques de la criminología crítica las instituciones sociales que tenían encomendadas tareas de integración y de control sociales pasaron a ser consideradas factores directamente configuradores y generadores de la delincuencia. Desde los 90 del pasado siglo la criminología ha experimentado un profundo cambio de perspectiva: Ya no son la marginación o exclusión sociales ni siquiera las instituciones de integración y control sociales las que crean delincuencia, sino que la delincuencia surge por defecto, es la consecuencia de la ausencia de un suficiente control social, y lo que procede es incrementar este último. Acomodadas o no dentro de lo que se ha venido en llamar la criminología administrativa o la criminología actuarial,27 predo26 Véase apartado II.4. 27 Véanse referencias en LARRAURI PIJOAN. La herencia de la criminología crítica. Siglo XXI , 1991. pp. 143 y ss; GARRIDO/STANGELAND/REDONDO. Principios de criminología. 2ª edic, 2001. Tirant. pp. 384-390. —72—

minan orientaciones que niegan o se abstienen de resaltar el pretendido trato desigual de la sociedad o de sus instituciones hacia los que terminan convirtiéndose en delincuentes. En contraste, los delincuentes serían personas normales, bien integradas o integradas aceptablemente en la comunidad, que actúan de modo racional y que se limitarían a aprovechar las oportunidades de delinquir que se les ofrecen. Las soluciones a tales tentaciones han de transitar por dos vías fundamentales: Por una parte, reforzando los efectos reafirmadores de la vigencia de las normas e intimidatorios, propios de penas suficientemente graves; dado que estamos ante ciudadanos que se comportan racionalmente, incorporarán fácilmente a su proceso motivacional tales costes, y terminarán desistiendo de realizar comportamientos delictivos. Por otra parte, hay que desarrollar políticas de prevención situacional, que desplazan la atención desde el delincuente al delito, y se centran en reducir las oportunidades para delinquir; ello exige hacer menos atractivos los posibles blancos delictivos mediante la introducción de medidas de seguridad de todo tipo, algunas de mero sentido común, las más incorporando medios técnicos, unas a ejecutar directamente por la comunidad, otras a desenvolver en el nivel de control social institucional, todas ellas expresivas de una opción de lucha contra la delincuencia que ha decidido detenerse en el plano más superficial del comportamiento delictivo, sin interesarle las causas profundas de él. Tampoco han faltado orientaciones, como la criminología feminista, que, sin desconocer las causas profundas de determinados comportamientos delictivos, ha dado la primacía a las intervenciones penales frente a otro tipo de intervenciones sociales y, en consecuencia, ha sido una de las principales impulsoras de lo que podríamos denominar el bienestarismo autoritario. En efecto, esta corriente de pensamiento ha puesto acertadamente de manifiesto la necesidad de desmontar la sociedad patriarcal, la cual ha sido capaz de superar, apenas alterada, las profundas transformaciones sociales que han tenido lugar en el siglo XX y de mantener, consiguientemente, insostenibles desigualdades sociales entre los géneros. Pero, además, la mayoría de las perspectivas feministas, a la búsqueda de una enérgica reacción social ante tal estado de cosas, han tenido éxito en extrapolar —73—

la significativa presencia en esa actitud patriarcal de conductas violentas hacia las mujeres, al conjunto de comportamientos sociales lesivos de los derechos individuales de éstas, de forma que se ha generalizado la imagen social de que la violencia es el vector explicativo de la desigualdad entre los géneros. Así ha conseguido que esta desigualdad se perciba indiferenciadamente como un problema de orden público, para cuya solución los mecanismos preferentes han de ser los penales. Ello origina que el discurso se centre, en primer lugar, en asegurar una punición suficientemente grave de un número significativo de comportamientos patriarcales, ya no necesariamente violentos,28 mediante una entusiasta reivindicación de la pena de prisión y un paralelo desprecio de las pretensiones resocializadoras hacia los delincuentes, consideradas inútiles e indebidamente detractoras de recursos hacia las víctimas. En segundo lugar, asegurado el castigo, la ineludible transformación de las pautas y actitudes patriarcales difundidas por todo el tejido social encuentra de nuevo en el derecho penal un instrumento técnico privilegiado, dada su pretendida capacidad para promover cambios sociales a través de sus efectos simbólicos: ello le otorga una función pedagógica superior a la de cualquier otro tipo de intervenciones sociales, las cuales, sin desaparecer, quedan en un segundo plano ante la potencia socialmente transformadora del derecho penal. III. POSICIONAMIENTO Y ESTRATEGIAS Una vez identificado ese conjunto de actitudes sociales, deberíamos evitar la tentación de limitarnos a reiterar el desdén hacia 28 Véase, por ejemplo, el nuevo estatus penal otorgado a las amenazas en el marco de la denominada violencia doméstica mediante su incorporación al delito de lesiones, sea de forma directa a través de la transformación de las faltas en delito, sea mediante la incorporación a él de la violencia psíquica. Un fenómeno semejante se ha producido con la autonomía adquirida por el concepto amplio de amenazas que ha dado lugar al delito de acoso sexual y con el que se anuncia respecto al acoso laboral. Cfr. arts. 153 y 184 del código penal, tras las reformas de 2003 y 1999, respectivamente.

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la mayor parte de estas evoluciones sociales. Propongo que no olvidemos intentar comprender la postura del otro y su solidez, antes de plantearnos qué procede hacer y qué estrategias hay que desarrollar para conseguirlo. 1. Los errores del garantismo Ese intento de comprensión debiera comenzar por reconocer los errores cometidos por un pensamiento penal férreamente anclado en el modelo garantista. Pecado original del garantismo ha sido su inmovilismo. La defensa de ciertos principios considerados intocables le ha llevado a convertirse en un peso muerto, en una fuerza negativa, a la hora de abordar cualesquiera iniciativas de control social dirigidas a resolver nuevas e ineludibles necesidades sociales. Eso se puede ejemplificar, por el momento, en tres aspectos: El primero podría ser su olímpico desprecio hacia todo lo que suponga abandonar el cómodo hogar de los principios. Su descuido de las aproximaciones empíricas a la realidad del delito y del delincuente ha permitido que su discurso políticocriminal se haya mantenido inmune a los cambios sociales que se han ido sucediendo. No se trata tanto de recordar una vez más la incomprensible desconsideración por su parte del estatus científico que se merece la criminología, sino de llamar la atención sobre la capacidad del modelo garantista para ignorar ciertas realidades que contradicen sus orientaciones políticocriminales: La insensibilidad hacia la degradación de la convivencia en determinados barrios en los que se concentraba el tráfico y consumo de heroína durante la pandemia de los años 80 y 90, y hacia las iniciativas vecinales al respecto, es un buen ejemplo. A estos últimos efectos, el garantismo se ha servido machaconamente de un principio tan poliédrico y confuso como el de intervención mínima29 para descalificar un buen número de iniciativas de activación del derecho penal que luego, sin embargo, han mostrado una eficacia o efectividad aceptables sin que, por lo demás, hayan puesto en peligro principios básicos. Pensemos en las reticencias a las reformas penales encaminadas a una 29 Véase una crítica a su misma formulación en DÍEZ RIPOLLÉS. La racionalidad.... op. cit. pp. 143-144. —75—

mejor persecución del terrorismo callejero o de baja intensidad, y en las objeciones de principio a una utilización del derecho penal para afrontar la violencia doméstica. El que ahora tales actuaciones no sean objeto de crítica por el garantismo no nos exime de recordar lo que se dijo en el momento de su implementación. Por último podríamos citar la incomprensible, cuando no irresponsable, actitud según la cual la reflexión jurídicopenal se debe concentrar en una correcta interpretación de las leyes, ya que es mediante el aseguramiento de una aplicación judicial del derecho acorde con los principios garantistas, salvaguardada en último término por el tribunal constitucional, como se satisfarán las aspiraciones del derecho penal mínimo. Encerrados, consecuentemente, en la torre de marfil de la dogmática, desdeñosos de los vaivenes políticos, se ha dejado que los encargados de elaborar las leyes operen sin el apoyo de elaboraciones teóricas y sin estar sometidos a constricciones normativas dignas de consideración. 2. El discurso de la resistencia Quizás, de todos modos, no haya que perder los nervios. Podemos estar ante un fenómeno pasajero. Para nadie es un secreto que todo el mundo occidental desarrollado está registrando en las dos últimas décadas un generalizado reflujo del estado del bienestar que, además de hacer difícil en ocasiones la distinción entre políticas conservadoras y progresistas, ha hecho que en nuestra sociedad haya arraigado un individualismo exacerbado, en el que cualesquiera explicaciones de la delincuencia que aludan a factores estructurales tengan dificultades para abrirse paso frente a las más simplistas referencias al libre arbitrio del delincuente. Pero las negativas consecuencias sociales de tales programas de actuación ya son manifiestas en muchos países y es previsible que sigan incrementando su visibilidad en éstos y en otros países. España no es una excepción, y el ya prolongado ciclo conservador en el que nos encontramos está haciendo sentir claramente sus efectos sobre el modesto estado de bienestar laboriosamente construido en los años 80 y comienzos de los 90; y es de es—76—

perar que también entre nosotros se acumulen los datos sobre las nefastas consecuencias sociales a que tal política está dando lugar.30 De todas formas, a la espera de la reversión del fenómeno, no debiéramos olvidar el pavor electoralista de una parte de la izquierda. La adhesión de los socialistas a la política de ley y orden permite augurar que no saldremos tan fácilmente de ese ciclo en lo que se refiere a materias afectantes a la seguridad ciudadana. Con cierto retraso respecto a sus homólogos británicos o franceses, la izquierda moderada española parece haber abrazado los postulados de la llamada criminología de la clase obrera o de los nuevos realistas de izquierda,31 y ha convertido la seguridad ciudadana en objetivo prioritario de la lucha contra la delincuencia, abandonando su tradicional aproximación a la criminalidad desde las causas y no desde los síntomas. Ante esta situación, el discurso de la resistencia tiene dos tareas delante de sí. Por un lado, reaccionar enérgicamente ante las propuestas entreguistas que, dentro de la propia reflexión jurídicopenal, propugnan legitimar la reciente evolución políticocriminal, vista como un fenómeno inevitable. Por otro lado, contraatacar plantando cara a los agentes sociales responsables de este estado de cosas políticocriminal. En cuanto a lo primero, hay que rechazar aquellas posturas que pretenden dar carta blanca a los poderes públicos en su lucha contra la delincuencia. Así, la tesis conocida como el “derecho penal del enemigo”,32 que propugna la creación de un derecho represivo excepcional, aligerado de garantías y usuario de penas extremadamente duras, para determinadas formas de delincuencia que van desde la terrorista, pasando por muy diversos tipos de delincuencia organizada, hasta la delincuencia clásica 30 Una sugerente –¿y consoladora?– interpretación de las recientes reformas penales como desarrollo de la política criminal de la derecha en el poder, sin dejar de reconocer, con todo, la deriva socialista, se encuentra en GONZÁLEZ CUSSAC. op.cit. pp. 13-19, 22, 24, 28. 31 Véase lo dicho supra en apartado II.9. 32 Actualmente su defensor más decidido es JAKOBS, cuya última formulación al respecto parece estar en JAKOBS/CANCIO. Derecho penal del enemigo. Thomson-Cívitas, 2003. pp. 21-56. Véase su aceptación, aunque más matizada, en SILVA SÁNCHEZ, La expansión.... op. cit. pp. 163-167. —77—

o callejera habitual o profesional, constituye una defección en toda regla, con armas y bagajes, al campo de la ideología de la seguridad ciudadana. Su pretensión de fundamentar los excesos de intervención penal propuestos en el dato de que estamos ante individuos que han decidido autoexcluirse de los valores y normas de la sociedad en la que viven, lo que justificaría su consideración como extraños a la comunidad, muestra un sinnúmero de incongruencias, que no es éste el lugar para destacar.33 En cuanto a lo segundo, procede ahora desenmascarar a un conjunto de agentes sociales que se han convertido en los portaestandartes de la nueva ideología de la seguridad ciudadana. Ante todo, los medios de comunicación social: Su avidez lucrativa en unos casos, su sesgo ideológico en otros, la lucha por los lectores o la audiencia en casi todos, les ha hecho apurar al máximo las innegables potencialidades mediáticas de la criminalidad, a la que mantienen una y otra vez en sus portadas. No importa, a tales efectos, que la imagen social que se transmita de la delincuencia y de su persecución se asiente sobre anécdotas y sucesos aislados descontextualizados, que se incremente sin fundamento real la preocupación y miedo por el delito y las consecuentes demandas sociales de intervención, o que se haya de ocultar la ignorancia y falta de preparación de sus profesionales a la hora de entender los complejos conflictos sociales que están narrando. En segundo lugar, la propia comunidad, asustada de lo que le cuentan y, a veces, de lo que directamente experimenta, y halagada hasta el hastío por todo tipo de agentes sociales ocupados primordialmente en exculparle de toda responsabilidad. Ella ha acabado creyéndose que una aproximación vulgar –en términos positivos, “de sentido común”– a la criminalidad, compuesta sustancialmente de mano dura y de amplias dosis de incomprensión e incomunicación intersubjetivas, es la única receta capaz de frenar el inminente caos social, siempre anunciado. Su desinterés por las aportaciones expertas en este campo no deriva 33 “Críticamente sobre el derecho penal del enemigo”, CANCIO MELIÁ. op. cit. pp. 78-102; LAURENZO COPELLO. Recensión a SILVA SÁNCHEZ. “La expansión del derecho penal”. 2ª edic. En Revista de derecho penal y criminología. nº 12. pp. 455-456; Maqueda Abreu. op. cit. pág. 11; Muñoz Conde. “¿Hacia un derecho penal del enemigo?”. Diario El País, 15-1-2003. —78—

sólo de la frecuente incompetencia de esos expertos, sino que en buena medida arraiga en el progresivo engreimiento de la plebe en las sociedades de masas,34 que le ha llevado a pensar que es ella la que debe tomar directamente minuciosas decisiones para el abordaje de muy diferentes y complejos problemas sociales, en lugar de dejarlas en manos de los expertos y exigir luego, eso sí, responsabilidad por los errores cometidos. Pero esta situación sería poco menos que inimaginable si la política profesional no hubiera abandonado desde hace ya algún tiempo una de sus máximas de actuación irrenunciable: aquella que establece que los políticos son creadores de opinión, y no meros transmisores de las opiniones originadas en la comunidad. Sus desvelos por no permanecer en la oposición les llevan con demasiada frecuencia a olvidar, o al menos a arrumbar temporalmente, sus creencias antes que soportar las consecuencias electorales de mantener opiniones en algún momento minoritarias. Poco más merece decirse de un fenómeno tan conocido. 3. El reconocimiento del terreno Ahora bien, si no nos conformamos con resistir, y queremos avanzar en la acreditación de un modelo de intervención penal distinto al de la seguridad ciudadana, debemos reconocer bien el terreno. Y para ello conviene que evitemos descalificaciones ideológicas apresuradas, que nos crean la ilusión de vivir en un mundo simple, dividido entre buenos y malos. Citemos algunas. La idea de que garantizar la seguridad ciudadana es un objetivo cuya consecución beneficia de modo singular a las clases media/baja y baja de la sociedad, fue un acertado descubrimiento de las corrientes criminológicas que, desde aproximaciones progresistas a la delincuencia, huían de los excesos de la criminología crítica.35 La incorporación de este pensamiento a los 34 Un sugestivo ensayo sociológico sobre el papel de la masa como actor social en las modernas sociedades lo constituye la obra de SLOTERDIJK, El desprecio de las masas. Pretextos, 2002, en especial pp. 9-29, 71-99, donde, entre otras cosas, sostiene que la sociedad de masas democrática persigue ante todo obtener la autoestima de la propia masa, lo que exige despreciar las diferencias individuales, sólo admisibles en cuanto artificialmente creadas y revocables. 35 Véase supra apartado II.9. —79—

programas políticos de la izquierda satisface justificadas demandas de su electorado: En ellas se aúnan la realidad de los colectivos víctimas de la delincuencia y desorganización social callejeras, con el imposible mantenimiento por más tiempo de una concepción ingenua del delincuente como mera marioneta de los condicionamientos sociales. Que ello haya dado lugar a propuestas de intervención centradas en los síntomas, y que la lucha contra las causas sociales de la delincuencia se haya quedado en una mera referencia retórica, sin autonomía programática ni contenido presupuestario dignos de mención,36 es una contingencia que no tendría por qué haberse producido. El descubrimiento por algunos movimientos sociales de la fuerza expresiva e integradora del derecho penal, y su uso inmoderado, hasta el punto de que en sus programas las propuestas de intervención punitiva arrinconan a aquellas de naturaleza puramente social no puede hacernos olvidar que tales organizaciones sociales son alimentadas por corrientes ideológicas que luchan por consolidar y profundizar un estado del bienestar para el que corren malos tiempos. Que sus meritorios esfuerzos concluyan en demasiadas ocasiones en lo que hemos venido en llamar un 36 Un buen ejemplo de lo que digo se encuentra en el programa electoral del partido socialista para las elecciones generales de 2004: El apartado dedicado a la delincuencia y la seguridad ciudadana ocupa 10 páginas, en las que, tras criticar la política del partido popular, describe la estrategia socialista en torno a dos pilares: El primero son las políticas de solidaridad y cohesión social, y el segundo un sistema público de seguridad eficaz. Sin embargo, al primer pilar dedica escasamente una página, con seis propuestas de las cuales sólo las dos primeras atienden propiamente al fomento de la inclusión social, y sin que ninguna de las dos contenga una sólo propuesta concreta más allá de la puesta en marcha de un Plan nacional de prevención de la delincuencia. El segundo pilar ocupa al menos cuatro páginas y media, y está trufado de todo tipo de medidas y compromisos concretos para el desarrollo del modelo policial preconizado. En los pasajes adicionales dedicados a la política penitenciaria, pese a una decidida apuesta por la resocialización, sólo cuatro de las diez medidas propuestas tienen que ver directamente con programas de tratamiento, sin que haya una sola mención al fomento de penas alternativas a la prisión. La misma orientación se aprecia en el apartado específico referido a la lucha contra el tráfico de drogas. Véase Partido Socialista Obrero Español. “La democracia de los ciudadanos y ciudadanas. La España plural. La España constitucional”. 2004. —80—

bienestarismo autoritario, de cortas miras, dudosa eficacia y escasa legitimación, es algo ciertamente a lamentar. En cualquier caso, ni un análisis realista de la delincuencia, ni las pretensiones de progresar en la construcción del estado del bienestar, son actitudes ajenas al desarrollo de un modelo alternativo al de la seguridad ciudadana. Por mucho que en estos momentos, y en demasiadas ocasiones, estén contribuyendo justamente a su consolidación. 4. Las explicaciones estructurales A la búsqueda de explicaciones que ahonden en las transformaciones sociales que han llevado a este repentino cambio en el paradigma sancionador penal, pienso que la ideología de la inseguridad ciudadana es en gran medida una liviana cortina que vela un conjunto de malestares sociales que se han asentado firmemente entre la población en los últimos años. La relevancia otorgada a la delincuencia y a su control oculta, mediante una sencilla explicación, fenómenos sociales de mayor fuste y complejidad. Permítaseme aludir a dos de ellos especialmente significativos: Estamos pagando las consecuencias derivadas del desmantelamiento del estado del bienestar o, si se quiere, de su incipiente consolidación en España. Acontecimientos sociales de primera fila, como las reformas laborales que han conducido a la precariedad en el empleo, el deterioro de servicios sociales básicos como la sanidad y la educación, las dificultades para el acceso a la vivienda, la progresiva pérdida de generalidad de las obligaciones fiscales y de su carácter distributivo, entre otros fenómenos,37 han hecho que las legítimas aspiraciones de am37 Se pueden mencionar algunos datos significativos: Según Eurostat, España era en 2000 el penúltimo país de la Unión europea en porcentaje de PIB dedicado a gasto social. El empleo precario supone ya, tras unos pocos años de vigencia de las nuevas normas de contratación laboral, más del 30% de todo el empleo y, para hacerse una idea de su evolución, baste decir que en la provincia de Málaga el 92% de todos los contratos firmados en 2003 fue temporal, con una duración media de 80 días. Por lo que se refiere a la sanidad, España ocupa, según la OCDE, el penúltimo lugar de la UE en gasto de salud por habitante. El gasto público estatal destinado a la vivienda ha pasado del 1% de 1993 al 0’5% en 2004, y si la —81—

plios sectores sociales a desarrollar un proyecto vital coherente y con proyección en el tiempo se estén viendo frustradas. Ello da lugar entre las capas sociales perjudicadas por esta evolución a una sensación de inestabilidad personal que no favorece la comprensión hacia los comportamientos delictivos, los cuales se perciben en buena medida como actuaciones ventajistas, que pretenden beneficiarse del respeto a las normas por los demás a la hora de lograr los mismos objetivos sociales; por su parte, los sectores sociales que están sacando provecho de toda esta desregulación no ven motivos para aportar comprensión hacia un tipo de comportamientos, los de la delincuencia clásica, que sólo reflejan un insuficiente esfuerzo de ciertos sectores sociales para ajustarse a las nuevas realidades sociales.38 Tampoco hay que olvidar el extendido desconcierto personal que está originando un mundo cada vez más complejo y en rápida transformación: La sensación de que la sociedad evoluciona espontáneamente, sin ninguna dirección previsible y menos controlable, la consciencia de que las exigencias de la mundializavivienda protegida constituía el 30% de las viviendas iniciadas en 1996, ahora, en 2003, apenas llega al 7%; el porcentaje de ingresos destinado por las familias a pagar la hipoteca se aproxima al 50% en 2003, cuando en 1996 apenas superaba el 30%. La APIFE, asociación que aglutina a más del 90% del colectivo de inspectores que trabaja en la Agencia tributaria lleva meses denunciando el sesgado control del fraude tributario que se lleva a cabo, centrado casi de modo exclusivo en los que ya declaran, y que está dando lugar a graves lagunas de inspección en el ámbito de la actividad financiera e inmobiliaria, llegando a afirmar que pareciera que las últimas reformas han ido encaminadas a facilitar la evasión fiscal de tales colectivos. Véanse informaciones, y referencias adicionales de la fuente, en diario El País, 25-1-2004, 26-1-2004, 27-1-2004, 30-1-2004, 31-1-2004, 12-2-2004 (País Andalucía). 38 En un sentido cercano, a la hora de interpretar las causas de las últimas reformas penales, SÁEZ VALCARCEL. “La inseguridad, lema de campaña electoral”. Jueces para la democracia. nº 45. 2002. passim.; MAQUEDA ABREU. op. cit. passim; ZUGALDÍA ESPINAR, Seguridad ciudadana y estado social de derecho (en prensa). Ejemplar mecanografiado. pp. 1-2, 4, 9. Una contundente explicación del modelo de seguridad ciudadana en EE.UU desde la perspectiva de un estado económicamente desregulado y socialmente desmantelador o condicionador de las políticas de asistencia social, se encuentra en WACQUANT Las cárceles de la miseria. Alianza editorial, 2001. passim. —82—

ción superan con creces las capacidades individuales, el recelo ante una inmigración desbordada,39 extraña y recipiendaria de todo tipo de actitudes prejuiciosas, por no citar más que algunos hechos, originan ciertamente un replegamiento hacia identidades colectivas que parecen ofrecer un suelo firme sobre el que caminar. Pero también fomentan visiones de exclusión social, que buscan a través de la estigmatización de ciertos colectivos sociales la confianza perdida en uno mismo y en los más cercanos. El modelo de seguridad ciudadana satisface muchas de las necesidades antedichas: Se asienta sobre un conjunto de valores que se estiman incuestionables, distingue nítidamente entre ciudadanos y delincuentes, preconiza la dureza frente a intrusos y extraños, ignora las desigualdades sociales... Suministra, en suma, certezas en extremo convenientes para desenvolverse en un mundo desregulado e imprevisible. 5. El modelo a promover Tras todo lo que llevamos dicho, algo creo que ha quedado claro: El debate social y jurídico sobre la política criminal contemporánea no oscila entre los polos de más o menos garantismo, sino sobre los modelos más eficaces de prevención de la delincuencia. En ese sentido, la alternativa al modelo de la seguridad ciudadana no es el modelo garantista, sino un modelo penal bienestarista, que anteponga una aproximación social a una aproximación represiva hacia la delincuencia. Y los términos del debate se desenvuelven, en consecuencia, en el campo de la racionalidad pragmática, esto es, en el de la efectividad y eficacia de las medidas de intervención social a tomar.40 La contraposición entre estas dos perspectivas, sin perjuicio de que ninguna renuncie plenamente a contenidos de la otra, refleja el contraste 39 Se ha pasado de una tasa de inmigrantes ajenos a la UE de un 1’5% en 1999 a otra cercana al 6% en 2003, o lo que es lo mismo, a un ascenso de 600.000 a dos millones y medio en cuatro años, lo que es sorprendente aun contando con el significativo afloramiento de la inmigración irregular a través de las cifras de empadronamiento. Se calcula que en 2010 podrán ya suponer el 14% del total de la población. 40 En mucha menor medida, también tiene lugar en el ámbito de la racionalidad teleológica, a saber, el de los objetivos sociales a conseguir. —83—

entre un afrontamiento ingenuo, tosco, de la delincuencia, centrado en los síntomas e incapaz de ver más allá del corto plazo, y un abordaje de la criminalidad experto, consciente de la complejidad del fenómeno, centrado en las causas y dispuesto a dar su tiempo a las modificaciones sociales. Pero la efectividad y eficacia del modelo penal bienestarista hay que demostrarlas, o al menos hacerlas plausibles, y eso no se logra reclamando adhesiones ideológicas ciegas en una sociedad cada vez más desideologizada. Hay que documentar las consecuencias negativas del modelo de la seguridad ciudadana y su previsible, si no ya presente, fracaso. Para ello es preciso abandonar la argumentación en el mero terreno de los principios, y descender a discursos en los que las alternativas defendidas estén bien apoyadas en datos empírico-sociales. Sólo así, por otra parte, recuperará la pericia políticocriminal su fuerza de convicción y el lugar del que ha sido desalojada. Que el debate no pueda eludir, o incluso deba centrarse, en la racionalidad pragmática no quiere decir que hayan de arrumbarse imprescindibles referencias valorativas. En este sentido, hay que retomar con decisión los esfuerzos a favor de la “modernización” del derecho penal, esto es, de una ampliación de la intervención penal a ámbitos socioeconómicos y de interés comunitario hasta hace poco considerados ajenos a la política criminal. El carácter esencial de los intereses protegidos y la exigencia constitucional de igualdad de trato de todos los ciudadanos obliga a incorporar la criminalidad de los poderosos al acervo de conductas objeto de consideración del derecho penal. Esta es la genuina tarea expansiva de la criminalización que corresponde al modelo penal bienestarista: Ha de liberar al derecho penal del estigma de ser el derecho de los pobres, y ha de asegurar que cumpla realmente su función, la de ser un derecho orientado a la salvaguarda de los presupuestos esenciales para la convivencia. Se impone, por tanto, una contundente reacción ante aquellas propuestas que, con mejor o peor intención, proponen una reducción significativa de la aún incipiente punición de conductas socialmente muy perturbadoras pero realizadas en nichos sociales acomodados. En cualquier caso, debe reiterarse que tanto las nuevas decisiones de criminalización como las clásicas, por muy relevantes —84—

que sean los intereses que tutelen, deben someterse en el modelo penal bienestarista al contraste de su efectividad y eficacia. Ello obliga a un análisis cuidadoso de todos los recursos sociales disponibles, de forma que cualquier intervención penal habrá de acreditar su utilidad o el plus de utilidad que le hace preferible a otro tipo de intervenciones. Se ha de estar, en consecuencia, dispuesto a que un uso consecuente de esta pauta decisional contradiga asentados lugares comunes en el ámbito del principio de subsidiariedad penal. ¿Y qué hacemos con el sistema de garantías tan trabajosamente construido? Mantenerlo o, mejor dicho, convencer a la sociedad de que no puede prescindir de él. Para ello hay que procurar, en primer lugar, que el garantismo deje de ser entendido como un modelo global de intervención penal. Esta caracterización, que en buena parte le hemos venido atribuyendo por defecto, condicionados por la ausencia de auténticos proyectos políticocriminales, no responde a su naturaleza. Pues su función no es elaborar programas de actuación políticocriminales, sino constituirse en un baluarte, una trinchera, frente al posible abuso de los poderes públicos al desarrollar tales programas. Aclarado esto, y en segundo lugar, hay que hacer creíble a la sociedad que estos abusos existen, y que se pueden incrementar. Sólo cuando suficientes sectores sociales comprendan los riesgos que implica el desmantelamiento del sistema de garantías se estará en condiciones de revertir el fenómeno social antes aludido, por el que se está dispuesto a sustituir garantías por efectividad en la persecución del delito. De nuevo convendría que descendiéramos de los principios y las abstracciones a casos concretos, a la descripción de abusos efectivos sobre potenciales y reales delincuentes. Por lo demás, el sistema de responsabilidad penal será tanto más sólido cuanto mejor exprese, de forma depurada pero comprensible, las ideas sociales vigentes sobre cuándo alguien debe responder por sus actos y en qué grado. Allí está su fuerza, y no en refinadas e inaccesibles construcciones conceptuales. Y algo parecido sucede con el sistema de verificación de la responsabilidad, en el que, por ejemplo, la actividad probatoria no debería —85—

ver obstaculizada su aproximación empírica a la realidad, ni su uso de reglas lógicas o argumentativas ampliamente compartidas, por frenos garantistas negadores de la evidencia.41

41 Sin perjuicio de las reacciones, enérgicas, que debieran incidir sobre quienes lleven a cabo prácticas de investigación y prueba prohibidas. —86—

SOCIEDAD OCCIDENTAL Y VIOLENCIA DIFERIDA por JESÚS GARCÍA CALDERÓN

JESÚS GARCÍA CALDERÓN, nacido en Badajoz, en 1959, curso estudios de Derecho en la Universidad Hispalense de Sevilla, especializándose en Derecho Público en 1981. Ingresó en la Carrera Fiscal en 1985, cubriendo su primer destino en la Audiencia Provincial de Huelva y, en 1986, fue nombrado Fiscal de la Audiencia Territorial de Sevilla. En 1995 fue nombrado Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Lugo y en 2001, Fiscal Superior de Andalucía, siendo renovado para el cargo el pasado mes de septiembre, por unanimidad de todos los miembros del Consejo Fiscal. Consejero Consultivo de Andalucía, ha promovido desde el año 2003 la creación de las primeras redes especializadas de fiscales en materia medioambiental, de lucha contra los siniestros laborales y para combatir la violencia de género. Ha publicado más de una veintena de trabajos jurídicos y ha desarrollado actividades docentes en varias universidades españolas y extranjeras. Desde 2001 ha desarrollado trabajos como Consultor Internacional para la protección legal del Patrimonio Histórico en Colombia, Bolivia, Ecuador, Argentina, Méjico y Uruguay. También ha desarrollado funciones de apoyo institucional al Ministerio Fiscal en las repúblicas de Honduras y Panamá, donde recientemente ha elaborado un informe sobre la situación de la justicia juvenil. Es autor, además, de nueve libros de poesía y prosa, diversos textos sobre literatura española contemporánea y de otras publicaciones.

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RESUMEN DE CONFERENCIA

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AS reflexiones que desarrollan anualmente las instituciones policiales y judiciales en España no suelen incidir en el análisis y examen acerca de cuales sean las causas generadoras de la violencia. Se alude –en todo caso– al incremento o descenso puramente numérico de los actos delictivos y, con una cierta timidez y reserva, a las causas genéricas que pueda presentar la evolución de la criminalidad, así como a las dificultades que comporta su adecuado tratamiento jurisdiccional, proponiendo algunas reformas legislativas o algunas nuevas formas de organización y coordinación institucional. Lo cierto, como acabamos de señalar, es que no hay alusión alguna para el examen científico de sus fuentes por parte de quienes tienen en sus manos, precisamente, el grueso del material empírico almacenado oficialmente sobre los actos relevantes de violencia social. La materia que pretendo abordar en mi ponencia es la que se refiere a la que podríamos llamar algunas formas recientes de violencia social que se encuentra relacionada con algunos fenómenos criminales abordados por la doctrina penal. Por violencia social, aunque todas las violencias cuentan con esa condición, podemos entender, entre otras, aquella que, de una forma injustificada, se dirige al entorno próximo y urbano del agresor, no a las personas, con la finalidad de exponer una protesta difusa y relacionada con las dificultades que —89—

sufre el agente para el ejercicio cotidiano de sus derechos fundamentales. La falta de vivienda, el trabajo precario, la falta de adaptación de colectivos relativamente marginados, la elevación abusiva de precios, la asistencia social como remedio ingrato a la continuidad de una vida familiar, son algunas de las razones que se esgrimen por estos grupos para justificar sus excesos. Esta forma de violencia social no suele encontrar arraigo en las zonas rurales y cuenta con un habitual ingrediente juvenil, aunque el límite de juventud en todas las sociedades occidentales y, muy especialmente, en la sociedad española, se encuentra con magnitudes cada vez más preocupantes, porque preocupante es tener jóvenes de cuarenta años que no quieren serlo o, mejor dicho, que quieren serlo desde una perspectiva biológica pero no desde una perspectiva social y profesional. En principio, la tradición judicial española ha sido la de considerar que este examen ha pertenecido de forma exclusiva al ámbito académico, olvidando que la atenta observación de la realidad y su análisis nos permitiría entablar un diálogo enriquecedor con la comunidad científica y encontrar un cúmulo de razones para avanzar en la persecución legal de los actos violentos y en su erradicación. Es preciso llevar a cabo un análisis actualizado de la relación que pueda existir entre la sociedad occidental y estos nuevos brotes de violencia social. Uno de los fenómenos recientes que contempla el jurista comprometido, el que analiza con una mayor preocupación el respeto necesario para nuestros derechos, es la explosión frecuente de lo que podríamos llamar formas de violencia social injustificada y sorprendente. Han tenido lugar en zonas de relativa marginalidad pero no son, en modo alguno, problemas que aparezcan en lugares de no derecho, se podrían considerar, incluso, que son lugares, aunque con severas limitaciones plenamente integrados. Ya he tenido oportunidad de señalar que el origen de estas formas de violencia puede encontrarse en lo que he venido llamando violencia diferida, una formula de violencia social mediante la que responden a destiempo algunos colectivos sociales que han visto vulnerados sus derechos más esenciales pero que no han podido responder por una permanente situación de inferioridad. —90—

No incurrimos en ninguna exageración si comentamos que la respuesta ordinaria de las autoridades ante estos estallidos de violencia diferida es una respuesta insuficiente por elemental. Al margen de la intervención policial para reponer el orden y la detención de los responsables, poco se desarrolla para el análisis de las raíces profundas de estas formas de violencia. Con ello no formulamos una crítica indiscriminada a las instancias oficiales: El problema afecta a la propia estructura de nuestra sociedad. No cabe señalar que asistimos a la contemplación de ninguna especie de rencor social. Muchas veces, el ciudadano agredido acepta la gravedad de la situación y reclama un reacción moderada desde el poder. No quiere vengarse, quiere obtener una completa satisfacción moral y una incompleta satisfacción económica. Le basta con saber que la razón asiste a sus intereses y que la norma y el derecho siguen imperando con cierta comodidad en la sociedad en la que vive. Lo que realmente teme no es el estallido puntual de la violencia sobre las cosas, sino la certeza de un caos, la convicción de estar definitivamente indefenso, lo que realmente teme es un salto cualitativo de la violencia hacia el daño personal. El ciudadano, por tanto, cuando es respetuoso con la ley comprende que el problema –quizá– no pueda resolverse de una forma definitiva pero sí mitigarse con un razonable ejercicio de la autoridad que no se limite a sancionar y que busque una solución estructural al problema. La inmigración puede promover un ejemplo paradigmático de la llamada violencia desenfocada. Lo hace en numerosos sentidos, mostrando de una forma engañosa toda la intensidad y complejidad del problema. Los ciudadanos europeos sienten temor de algunas imágenes que debieran promover un sentimiento de piedad, aunque ya no sea la piedad el motor que deba guiar el impulso institucional para el respeto de los derechos fundamentales sino el sentimiento de igualdad. Un grupo de inmigrantes irregulares sobre un cayuco puede asustar pero no asustan a la ciudadanía, con las naturales excepciones, iniciativas legislativas foráneas, francamente preocupantes y que pueden suponer un serio recorte para nuestras libertades. —91—

El análisis de la violencia diferida, algunos recientes ejemplos de violencia desenfocada y su relación con nuestra sociedad actual es la materia de esta ponencia que será publicada en breve en el copioso acervo documental que La Carbonería viene sirviendo a la sociedad de Andalucía.

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LA AUTORMARGINALIDAD DE LA VIOLENCIA por LUIS MARTÍN VALVERDE

LUIS MARTÍN VALVERDE, abogado, teólogo y profesor. Secretario de la Asociación “Entre amigos”.

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FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA Título: La vendedora de rosas (Colombia, 1998) Dirigida por: Víctor Gaviria. Guión: V. Gaviria, Carlos Eduardo Henao, Diana Ospina Fotografía: Rodrigo Lalinde. Música: Luis Fernando Franco. Intérpretes: Lady Tabares, Marta Correa, Mileider Gil, Diana Murillo, Liliana Giraldo, Álex Bedoya, Yuli García, Elkin Vargas, John Fredy Ríos, Robinson García. Sinopsis argumental Mónica tiene trece años y se ha rebelado contra todo. Ha creado su propio mundo en la calle. En la noche de Navidad, vende rosas para ganarse la vida, pero el destino le depara una nueva cita con la sociedad, la pobreza, la droga y la muerte.

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PRESENTACIÓN DE LA ASOCIACIÓN “ENTRE AMIGOS”

A asociación “Entre amigos” fue fundada en octubre de 1985 por escritura pública ante el notario D. Rafael Leña Fernández (Número de protocolo 2.035). Está registrada en el Registro General de Asociaciones con el número 2.331 y declarada de Utilidad Pública por el Ministerio del Interior con el número 68.649 y con CIF G-41.155.797. Tiene su domicilio social en la C/ Escultor Sebastián santos, conjunto 4, bloque 4, bajo. Su representante legal es Dña. Victoria E. Domínguez Cerrato con DNI 31.202.182-Z. Desde sus comienzos, la asociación ha llevado a cabo diversos trabajos encaminados a la mejora de las condiciones de vida de la población de los barrios que componen el Polígono Sur de Sevilla, concretamente la barriada Murillo y la barriada Martínez Montañés. Entre estos proyectos destacamos los siguientes: • La atención a familias desestructuradas y en riesgo de exclusión que se lleva a cabo desde el año 1992 a través del Servicio Atención al Menor (SAM). • Proyectos encaminados al control y reducción del absentismo escolar en centros de primaria y en institutos de secundaria de la zona: Proyecto Abanico. • Proyecto el Puente que, a través de educadores de calle trata de recuperar adolescentes y jóvenes procedentes del fracaso escolar construyendo con ellos unos itinerarios personales para acceder a talleres ocupacionales, a escuelas taller o talleres de empleo. • Proyecto Sevilla Solidaria para la gestión de recursos sociales y formación del voluntariado. —97—

Proyectos de inserción laboral: Operación Claveles todo el año y Operación Mejor con Verduras. La asociación Entre Amigos adquirió en 1987 una finca aledaña en el término municipal de Alcalá de Guadaira, con una extensión de tres hectáreas. En ella se cultivan, en régimen intensivo de invernadero, flores ornamentales y plantas en maceta. Este trabajo ha dado lugar a la conocida operación “Claveles todo el año” que en la actualidad cuenta con unos 1.500 socios que reciben semanalmente en su domicilio un ramo de flores, abonando mensualmente una cuota de 12 euros. Gracias a ello se consiguen mantener un total de once puestos de trabajo. Siguiendo la misma filosofía que el proyecto “Claveles todo el año”, la Asociación ha puesto en marcha en mayo de 2005 el proyecto “Mejor con verduras”, el cual en la actualidad cuenta con unos 200 socios. Estos abonan mensualmente una cuota de 15 euros a cambio de recibir semanalmente en su domicilio una bandeja de hortalizas de temporada. Análisis de la realidad El Polígono Sur es una amplia zona inmersa en el Distrito Sur de la ciudad de Sevilla, compuesta por diferentes barrios: • Barriada Nuestra señora de la Oliva (2.744 viviendas). • Las Letanías (1.500 viviendas). • Avenida de la Paz ( 820 viviendas). • Barriada Murillo (3.000 viviendas). • Barriada Antonio Machado (760 viviendas). • Barriada Martínez Montañés (1.424 viviendas). Durante la década de los 60 existía en la ciudad de Sevilla una deficiente planificación urbanística y la ciudad se enfrentaba a dos grandes problemas: el éxodo del campo a la ciudad y la desaparición de la infravivienda y el chabolismo. El Plan General de Ordenación urbana del año 1962 intenta remediar estos dos problemas y diseña un modelo urbano consolidado a través de un mosaico de polígonos de bloques abiertos en los que un número variable de pastillas residenciales de cuatro plantas o algunas en altura de doce plantas definen su propio y exclusivo —98—

ámbito. Este es el modelo que existe en todas las zonas periféricas de las grandes ciudades. Es en la década de los sesenta cuando se inicia la ocupación de la zona con la construcción de la llamada “Barriada de la Paz” que era una Unidad Vecinal de Absorción (UVA) integrada por mil albergues provisionales de mala calidad, casas prefabricadas o “casitas bajas” (como se las conocía popularmente que se construyeron para absorber a numerosas familias afectadas por las frecuentes inundaciones del arroyo El Tamarguillo, o familias desahuciadas de viviendas muy antiguas del centro de la ciudad o del barrio de Triana. En la década de los setenta se construye la barriada de Las Letanías (viviendas construidas por el instituto Nacional de la Vivienda en régimen de alquiler) y, posteriormente la barriada Nuestra Señora de la Oliva, construida por el Patronato Municipal de la Vivienda en régimen de propiedad y otros grupos vecinales adyacentes construidos por distintas cooperativas: Giralda Sur, Nueva Europa, Getsemaní, Edificio Siderominero, San Cristóbal, San Antonio, Cielo Azul o Rocío Sur. Entre los años 1978-1977 se inicia la entrega de los pisos de la barriada Murillo; estos pisos son ocupados por personas que vivían en las antiguas “casitas bajas” o procedían de otros barrios como Triana, Candelaria, Madre de Dios, Los Pajaritos... o refugios como “La Corchuela”. Entre los años 1978-1979 se entrega las viviendas que conforman la barriada de Antonio Machado y en el mismo año 1979 se inicia la entrega de las viviendas que conforman la actual barriada Martínez Montañés: dos núcleos vecinales de 624 y 800 viviendas acogidas a dos fases de la Ley de la Vivienda de Protección Oficial y que fueron entregadas en régimen de alquiler, razón por la que estos pisos han sido frecuentemente vendidos por los inquilinos y ello unido a la escasa atención de la Administración Pública ha facilitado un elevado deterioro en las condiciones de vida de la población: es posiblemente el barrio de mayor nivel de conflictividad y marginalidad de la ciudad de Sevilla. A comienzos de los ochenta se inicia la entrega de las viviendas de las 820 viviendas que conforman la barriada de Paz y —99—

Amistad que se caracteriza por ser una población más normalizada y con menor conflictividad. Características de la población Resulta muy difícil definir de manera unitaria las características de una población próxima a los 60.000 habitantes que viven en esas diez mil viviendas que componen el Polígono Sur: muchas de estas personas no están censadas o registradas oficialmente o es población flotante. Hecha esta salvedad, las características principales de esta población podría resumirse en los siguientes apartados: 1. Alta densidad de la población, referida a metros cuadrados por persona en la vivienda, dándose hacinamiento y dificultad en la convivencia familiar. 2. Una gran mayoría de la población pertenece a la cultura gitana. 3. La población procede, fundamentalmente de suburbios, desahucios, lo que provoca problemas de desarraigo, inestabilidad e inadaptación al medio social. 4. Las relaciones intepersonales, son en muchos casos conflictivas en el seno del ámbito familiar (agresividad en forma jerarquizada, mínimas actuaciones en común, desorganización, resentimiento, frustración) y en el ámbito vecinal (agresividad hacia el entorno próximo). 5. Alto índice de paro en la población joven y adulta; profesiones sin cualificar y ocupaciones marginales, lo que conlleva un bajo poder adquisitivo y situaciones de pobreza, llegando hasta la falta de medios materiales necesarios para la supervivencia. 6. Deficiente escolarización con un alto índice de fracaso escolar, absentismo y deserciones de la escuela. 7. Elevado número de menores cuyas familias se encuentra en dificultad social: menores jóvenes no escolarizados o con asistencia muy irregular cuyas edades están comprendidas entre los 4-14 años. Se constata un elevado número de menores con dificultad de aprendizaje y con problemas de adaptación en el aula y fuera de ella. 8. Analfabetismo y mínimo acceso a niveles básicos de ense—100—

ñanza, bajo nivel de instrucción y bajo nivel de información en la población más adulta. 9. Inseguridad ciudadana: delincuencia, consumo y tráfico de drogas significativo. 10. Insuficiente conciencia higiénico-sanitaria que conlleva graves problemas de salud. Para completar este análisis y no pecar de reduccionismo negativista en la descripción de la zona, también debemos señalar algunos elementos compensadores de la situación antes descrita. Estos elementos son los siguientes: 1. La propia infraestructura del barrio: las viviendas, en su gran mayoría están alineadas en torno a una gran zona común: plazoleta o patio que permite la convivencia entre los propios vecinos. 2. Existen en el barrio diversas asociaciones y entidades, desde donde se intenta canalizar inquietudes y esfuerzos por transformar las condiciones de vida de los propios habitantes. 3. Cuenta la barriada con instalaciones deportivas, sociales y sanitaras; fruto de las primeras reivindicaciones de lo distintos barrios en la década de los setenta son los diversos centros públicos que atienden la Enseñanza Primaria y Secundaria Obligatoria y Postobligatoria. También son muy importantes los dos centros de Salud que existen en la zona y que satisfacen la demanda de la población en materia de salud. 4. El Centro Cívico “Esqueleto”, instalación municipal, canaliza algunas de las aspiraciones de la población. Incluye, entre sus instalaciones, una unidad de Trabajo Social y la escuela e adultos, así como una Biblioteca y diversos programas de formación y Empleo. Del análisis de estos datos, negativos y positivos, presentamos estas conclusiones: 1. La relación con el barrio y, en concreto con las familias, está muy mediatizada por las circunstancias socioeconómicas y culturales. El hecho de ser en su mayoría de etnia —101—

gitana, da lugar a que exista una cierta desconfianza hacia la cultura “paya” y hacia los payos, en general. 2. El hecho de la existencia de un gran comercio y consumo de droga provoca la escasa o nula disponibilidad de muchas familias para una participación real y cercan en la educación de sus hijos. 3. Nos encontramos ante una situación que podemos calificar de “desorganización social”. En este contexto muchos de los valores culturales se desmoronan, los controles colectivos se desintegran y la cultura pierde su función reguladora de la sociedad. 4. En este contexto los menores y los jóvenes con los que trabajamos presentan unos rasgos característicos que podrían resumirse así: - Desorden y desorganización general. - Vulnerabilidad en todos los aspectos. - Destructividad y autodestrucción. - Necesidad de reconocerse y de autoestimarse. - Problemas graves de agresividad y disciplina. - Inseguridad: necesidad constante de atención y apoyo. - Falta de límites, desconocimiento de hábitos y normas. - Problemas frecuentes de salud e Higiene. - Léxico limitado y, en muchas ocasiones, distorsionado.

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LA REALIDAD DE UNA MENTIRA: CIUDAD JUÁREZ por DAVID PASTOR VICO

DAVID PASTOR VICO, Filósofo. Presidente de A.C. Corchea69 Producciones y presidente de las JORNADAS VIOLENCIA DESENFOCADA.

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ENSAR en encontrar una explicación fácil a los problemas de Ciudad Juárez es como pensar que el mundo del Hampa de Estados Unidos de principios del s. XX fue una leve escaramuza fortuita donde algunos ítaloamericanos se dedicaron a cometer delitos menores en los barrios bajos de forma localizada y sin mayor trascendencia cultural, social o política. Las repercusiones de lo que supuestamente está ocurriendo ha traspasado con creces las fronteras del estado de Chihuahua para llegar a convertirse en un híbrido entre leyenda urbana, fenómeno de la telebasura-pseudocientífica y ejemplo panfletario de los horrores de la violencia de género. Sea como fuere, en el imaginario colectivo se ha colocado el tan nombrado binomio “las muertas de Juárez” como única referencia común de todos aquellos que a duras penas son capaces de colocar a esta ciudad en el mapa mundi, y no nos engañemos, de esos somos muchos. Pero cualquier explicación que pretenda ser mínimamente coherente requiere de un desarrollo histórico, político y cultural que nos brinde una mejor perspectiva y nos facilite ver con mayor objetividad la situación de una ciudad enclavada en el extremo de uno de los desiertos más míticos que existen tanto desde el punto de vista cinematográfico como geo-social, y de mayor impacto para el viajero desprevenido. Quizá mi aproximación a la temática juarense peque de excesos literarios y parezca adolecer de rigor científico, pero nada más alejado de la realidad, simplemente, a lo largo de las páginas se descubrirá el por qué de la no concreción en algunos datos, nombres, fechas o cifras, ya que no debe de ser este artículo una mala carta de presentación para su autor si pretendo volver a Ciudad Juárez, y sí, un elemento de reflexión para el lector. —105—

Viajando a Juárez Las formas de ir a Juárez pueden ser tan diversas como la imaginación lo permita, pero al viajero convencional sólo se le ofrecen un par de posibilidades; por tierra o aire. Sea como fuere el viajar a Juárez desde el punto que sea de la geografía nunca dejará de ser una pequeña aventura, o una gran y peligrosa contienda si el viajero no está versado en el arte del callar, entender y después hablar o, sabiamente, preferir seguir en silencio. Dos horas y media separan a México Distrito Federal de Ciudad Juárez, casi dos horas y media sobrevolando desierto. Un desierto que pareciera casi infinito, inhóspito, árido, sin apenas una o dos carreteras que lo cortan cuando se vuela a varios miles de metros sobre él. Un desierto mezcla de rojos y ocres donde casi no se intuye vida más que la de algunos tipos arbustos bajos, serpientes de cascabel y escorpiones, pero donde dicen los expertos que abunda una fauna sorprendente y donde, según las autoridades gubernamentales, no paran de robar cactus para adornar las casa o los negocios de los ricos de toda la república. Al ser Ciudad Juárez una ciudad situada sobre la misma frontera de México con Estado Unidos, o lo que es lo mismo; el estado de Chihuahua y el estado de Texas, el régimen de control policialmilitar se presenta al poco de llegar en avión o aproximarse por carretera. Si se llega por carretera desde Chihuahua pocos kilómetros antes de divisar la periferia de la ciudad un piquete del ejercito detiene a los viajeros, los inspecciona, o si cree que pueden ser vecinos de otros países del sur de México que quieren emigrar a los EE.UU, les piden que se identifiquen. Si por el contrario deseas salir de Juárez hacia el resto de la república el piquete es el mismo e intentarán controlar que no trafiques con mercancía comprada en el Paso (ciudad vecina de Juárez en territorio norteamericano). Si el viajero llega en avión el recibimiento es similar aunque algo más sofisticado. Tras revisar que la documentación del viajero esté en orden le obligan a pasar todo su equipaje por los scaners de rayos X, pero es nuevamente el ejercito quien lo controla, y de ver algo que no sea de su agrado no dudaran en obligar al viajero a abrir las maletas a punta de metralleta. Lo primero que uno ve al bajar del avión y entrar en las instalaciones del modesto y moderno aeropuerto internacional Abraham —106—

González es un gran letrero en una de las paredes que reza: BIENVENIDO A CIUDAD JUÁREZ, LA CIUDAD DE LOS NEGOCIOS. Ciudad Juárez, la ciudad más prospera de México. Pocos saben, cuando nos presentan la problemática de las mujeres asesinadas de Juárez en los medios de comunicación europeos, que Ciudad Juárez es una de las ciudades más prosperas de la república mexicana. Más de quinientas fábricas maquiladoras (maquiladoras son aquellas fábricas que se dedican al ensamblaje tanto de piezas para motores de coches como camisetas de algodón) componen el tejido industrial de una ciudad de poco más de dos millones de habitantes donde, milagro de los milagros del tercer mundo, no hay paro, o si lo hay, es eso que llaman paro técnico. Casi 250.000 personas trabajan en estas fábricas en turnos de ocho horas que no dejan de producir ni de día ni de noche. Y donde, riámonos de las leyes del primer mundo sobre tasas de participación femenina, el 49% de los trabajadores son mujeres. Mujeres que trabajan en las fábricas, que cotizan en el seguro social y que aseguran sus pensiones. Estos 250.000 mal contados puestos de trabajo fijo generan un enorme movimiento del sector servicios, y derivados de la actividad industrial un inabarcable reguero de empresas más pequeñas de puro capital autóctono desarrollan una prospera actividad. Sólo en Juárez, en proporción con el número de sus habitantes, hay más variedad de supermercados y centros comerciales (llamados allí con el termino anglosajón de Mall) que en el propio distrito federal... o Sevilla, aquí en la todo creída madre patria. Ciudad Juárez descuella fácilmente en las estadísticas de rentas per capita de la república. El parque automovilístico de esta ciudad se está convirtiendo en un problema para la misma urbe ya que es tan numeroso que las ciclópeas avenidas juarenses, de cinco y seis carriles para cada sentido, llegan a colapsarse en los horas de entrada y salida de las maquiladoras. Pero creemos que Juárez es un polvoriento villorrio en el desierto donde los mexicanos descalzos se quitan los mocos de la cara a bofetones y las mujeres no pueden aspirar a ser más que peleles en brazos de sus maridos o meretrices de los gringos. —107—

Paso del Norte, como se la llamó hasta 1888, fue fundada por los españoles que en 1569 plantaron la que sería la primera piedra del primer edificio de la ciudad; la misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Paso del Río del Norte, este es; el famoso Río Bravo o Río Grande según desde la orilla que se nombre. En 1882 ya el ferrocarril unía a esta ciudad con la capital de la república y con el “amigo” gringo. Siendo este ferrocarril, que aún transita por la ciudad, y el gusto de los vecinos del norte por entrar en guerras multimillonarias con potencias de todo el orbe mundial, lo que impulsó a Juárez a convertirse en la prospera e industriosa ciudad que hoy podemos conocer si no nos fiamos de lo que los medios de comunicación se empeñan en enseñarnos como única realidad, pero eso lo dejaremos para otro momento. Es cierto que el grueso de la industria maquiladora es de capital extranjero, norteamericanas o japonesas fundamentalmente. Empresas que cierran sus fábricas en sus estados y países de origen para reabrirlas en México donde en comparación el salario de los trabajadores, las prestaciones sociales y los impuestos a pagar al gobierno local es sensiblemente inferior. Siempre habrá patriotas de todas partes que se rasguen las vestiduras por entender que invaden el país de capital extranjero y que los beneficios de estas empresas no redunda en el propio país, pero eso, lo sabemos todos, no es del todo cierto. España hasta los años 80 fue el lugar donde las empresas de toda Europa invertían en fábricas como las automovilísticas francesas o alemanas, y todos recordaremos que este irrumpir de la industria extranjera en España trajo una subida en los salarios y un aumento exponencial de las empresas derivadas de estas industrias así como un mayor crecimiento del sector servicios y vías de comunicación. Así pues, si aún no nos atrevemos a darle a Juárez el dudoso honor de llamarlo “primer mundo” si al menos debemos reconocer que está en buen camino, por lo menos en lo que toca al tejido industrial. El cáncer de la frontera norte de México. Pero todo no va a ser mostrar una realidad positiva y optimista, que la hay, y este es en parte el propósito de esta reflexión, México también adolece de un mal gravísimo. Un mal que en los —108—

últimos 30 años a minado el ánimo de la población fronteriza y a castrado las esperanzas de muchísimas familias. El narcotráfico es, obviamente, ese mal al que nos referimos y que siempre se toma como algo colateral a una problemática mayor, pero creo que se trata del único y más real y concreto problema de la frontera norte de México, problema sobre el que se vertebran otros muchos. Ciudad Juárez y Tijuana son, sin dudarlo, los bastiones del narcotráfico en el continente americano. Por estas dos ciudades circulan el total de la heroína y la cocaína que se consume en los Estados Unidos de Norteamérica, sin nombrar por ser algo ya extremadamente mundano y obvio la siempre cantada marihuana. Siendo además el vecino gringo, el mayor consumidor de droga del mundo. ¿Qué no pasará entonces en la frontera de estos dos países tan dispares? Este colosal mercado ha sido copado por los cárteles más famosos del mundo, el Cártel de Juárez y el Cártel de Tijuana pero ¿quiénes lo componen? ¿Cómo consiguieron tanto poder? ¿Cómo es que sólo en las películas norteamericanas sean capaces de acabar con los malos y en la vida real parece que los malos son todos? ¿Cómo no hace nada el gobierno mexicano para frenarlo, y el gobierno norteamericano? ¿Cómo es que hacen milicias los conciudadanos del tío Sam (veáse la vergonzosa asociación Minute Man) para denunciar a los indefensos espaldas mojadas que intentan entrar por el desierto pero no hacen milicias para acabar con la venta de drogas en sus calles? ¿Será que gobiernos y narcotráfico van de la mano? ¿Pero quiénes son los cabecillas de los cárteles? ¿Se generaron de la nada o ya eran miembros de las familias importantes y relevantes de ambas ciudades? ¿No será que los prohombres de las ciudades de la frontera son los mismos que componen los gobiernos endogámicos que se repiten una y otra vez y los que también controlan el narcotráfico? ¿Quién sabe? Yo, porque pretendo volver a Ciudad Juárez y pasear tranquilo sin tener miedo a una bala perdida dejaré estas preguntas en el aire y el que tenga conocimiento que entienda... además, ¿quién podría probarlo... quizá dos millones de personas con miedo que lo ven todos los días? —109—

El pueblo mexicano es orgulloso, gente de raza y de patria. Un pueblo que siempre ha luchado por su libertad y que tristemente ha sido, una y otra vez, traicionado por los dirigentes que les prometieron el pan y la sal. Y aún así los mexicanos levantan orgullosos su bandera allí donde van y si alguien tiene derecho a criticar a su país es sólo un mexicano, por que nadie extraño debe ensuciar el nombre de su país. Pero un servidor de estas letras ha estado más de tres veces en tierras de Pancho Villa, y me he tomado una cerveza allí donde se la tomó él, en la Avenida Juárez, la calle más antigua de la ciudad que lleva su nombre. Allí los secretos se dicen a gritos. Todos, y digo todos, saben los nombres de los asesinos que están acechantes en los cruces de las calles de colonias como la Altavista o la Bellavista. Todos, y digo todos, saben qué familia se dedica al narcotráfico, qué político está corrupto hasta las orejas, o más bien cuales son los pocos de los que no se sospecha esa corrupción. Y todos dicen sus apellidos en voz baja, pero gritan su indignación. Un día, paseando con un buen amigo de más de cuarenta años, alguien que había vivido desde niño en Juárez y recordaba los días en los que se dejaban las puertas de las casas abiertas y se dormía en las azoteas en las noches de verano, me dijo que si alguien con voz firme y mano en el cinto se decidía a acabar con la corrupción al modo de Emiliano Zapata él sería el primero en empuñar las armas y seguirlo, y seguro, afirmaba, que yo no soy el único que piensa así. ¿Será esa la solución? ¿Quién sabe? Las muertas de Juárez Ahora ya sabemos algo más de Ciudad Juárez. ¿Pero, y hace quince minutos? Hace quince minutos, salvo los pocos afortunados que tenían algo más de información que la bombardeada por los medios, todos teníais en la cabeza una imagen de una ciudad compuesta de casas pobres de una o dos habitaciones a lo sumo, calles de tierra sin más comodidades que las conseguidas con el esfuerzo y el sudor de una vida de miseria. Una ciudad donde las mujeres desaparecen y aparecen asesinadas a cientos en el desierto y donde el hombre es el gran ogro del imaginario machista. El que vive de la mujer y además tiene el derecho sobre su existencia, y donde la incultura y el analfabetismo es lo común. —110—

Evidentemente hay núcleos de pobreza en Ciudad Juárez, colonias donde llegar a fin de mes es muy difícil y donde las vacaciones brillan por su ausencia, ¿pero no os suena conocido? Es cierto que existen núcleos de viviendas precarias, más que en Sevilla, o en Málaga seguro, pero aquí tampoco estamos libres de no toparnos nunca con el Vacie o con las Vegas o con otros núcleos de miseria dentro de nuestras propias ciudades. En Juárez hay cuatro grandes universidades y la enseñanza primaria y secundaria es obligatoria y laica desde tiempos del general Lázaro Cárdenas allá por 1934, mientras en España se cocía lo que después sería nuestra guerra fraticida; nuestra vergüenza de cuarenta años. Pero eso no lo dicen los noticiarios ni los periódicos por que aquí aún estamos cuestionándonos si es lícito o no eliminar la asignatura de religión de las escuelas. Pero entonces ustedes me preguntarán, y las mujeres que desaparecen ¿Acaso nos vas a decir que son una ilusión, una falsedad, un engaño, quién puede tener tan pocos escrúpulos de utilizar semejante desgracia y para qué? Y harán bien en preguntarme por que así me darán pie a adentrarme en el asunto en sí de todo este artículo. Las diferentes asociaciones que trabajan en el tema de los feminicidios de Juárez (“Casa Amiga”, “Juárez contra el Crimen”, “Justicia para Nuestras Hijas” o “Nuestras Hijas de Regreso a Casa” asociaciones de más renombre de la ciudad) no son capaces de ponerse de acuerdo con el número de mujeres desaparecidas-asesinadas en los últimos diez o quince años. Unas dicen que 400 otras 500, las cifras más alarmantes las sitúan en 600 y la Fiscalía Especial para la atención de delitos relacionados con los homicidios de mujeres en el municipio de Juárez, Chihuahua, creada para el estudio de los casos de feminicidios de Ciudad Juárez no denuncia más de 340 casos desde 1994 hasta 2004 (año de publicación de sendos informes especiales sobre el caso). En contra de la creencia común de esos 340 casos más del 70% son casos de muertes por causas comunes, crímenes pasionales o de “violencia de género”, asesinatos producidos a consecuencia de agresiones por robo, violaciones, o asesinatos puros y duros sin más causa que la del dolor y en casi todos los casos los cadáveres han aparecido en el entorno natural de la víctima... —111—

pero, ¿y las mujeres en el desierto? La Fiscalía Especial para la atención de delitos relacionados con los homicidios de mujeres en el municipio de Juárez, Chihuahua, cifra en no más de 40 las mujeres desaparecidas según las denuncias efectuadas por su familiares, ¿habrán sido todas asesinadas y enterradas en el desierto? Es totalmente cierto que aparezcan cadáveres de personas en el desierto, mujeres y hombres, aunque de los hombres hablaremos luego. El desierto, más concretamente las lindes de colonias como Lote Valdío o Rancho Anapra, o las zonas de dunas llamadas los Arenales a escasos kilómetros de la ciudad en dirección a Chihuahua, es el vertedero habitual de las vergüenzas de la frontera. Me contaban algunos vecinos de Juárez que en ocasiones han aparecido cadáveres con más de 50 años de antigüedad, vestidos y ataviados aún con las ropas de la época. Pero no nos engañemos, no son cadáveres reconocibles y jugosos precisamente lo que aparecen si no osamentas limpias y mondas, huesos pelados. El desierto es como un gran organismo vivo, los cadáveres se descomponen y las temperaturas extremas (tanto de calor como de frío) reducen la carne de los cadáveres a mínimas hebras deshilachadas. Es pues el desierto un magnífico cómplice para cualquier felonía y no es de extrañar que a través de los años se utilizara con los más diversos e impíos usos. Y es en esos lugares donde han ido apareciendo los cadáveres de mujeres. Cadáveres a los que se querido relacionar de una y otra forma en busca de un modus operandi de él, o de los asesinos. Pero no se han encontrado estos nexos de unión nos digan lo que nos digan, y decir nos dicen muchísimo. Tantas son las cosas que se dicen y mal-dicen sobre los casos de Juárez que la leyenda urbana no hace más que acrecentarse día a día. Las teorías se amontonan en las portadas de la prensa de todos los países del “primer mundo” que ávidos de sensacionalismos esputan las más rocambolescas teorías. Teorías, en todos los casos, fruto de mentes excesivamente aburridas. He aquí cuatro de los más destacados y extendidos ejemplos: • Película Snuff es el término con el que se definen aquellas grabaciones de actos violentos donde se infringe dolor (tortu—112—

ra, amputación, violación) a una persona sin su consentimiento pudiendo llegar, incluso, a la filmación de la muerte del sujeto. Algunos medios de comunicación han señalado hacia la posibilidad de que el motivo de la desaparición de las mujeres es el de la grabación de este tipo de películas macabras. Pero el sentido común se impone y, si esto fuera así, sería casi imposible no toparse con esas grabaciones en cuanto pusiéramos en un buscador de internet o en algún programa de descargas P2P, palabras como Juárez, Snuff, mujeres, etc... Por todas partes se filtrarían esas películas y de un modo u otro sería público y notorio. Nadie puede decir a ciencia cierta “de esta agua no beberé” y quién sabe si en algún caso se llegara a grabar una de estas cintas en Juárez, pero lo que si es seguro es que ese no puede ser el móvil exclusivo de las desapariciones. • Otra teoría absurda que lo único que consigue es aumentar el maldito mito de las muertas de Ciudad Juárez es el móvil del satanismo y los ritos de adoración al maligno. Dos de los cuerpos encontrados en el desierto tuvieron como nexo la amputación de un pezón y unas marcas en forma de triángulo sobre el pecho de ambas víctimas. La prensa más amarilla reinterpretó los símbolos como arcanos satánicos y marcas de rituales de sacrificio en misas negras. Indudablemente eso vende muchísimo más que decir que el asesino fue el mismo en ambos casos o que el segundo imitó al primero, y que uno u ambos eran personas desequilibradas con algún trastorno mental. Pero claro, tratar la noticia así es mucho menos atractivo por que a quién le interesan dos asesinatos cuando pueden vender dos sacrificios a Satanás. • Un lugar destacado en las múltiples interpretaciones y asunciones de estos asesinatos ocupa el tráfico de órganos. Para el que no lo sepa, o lo ignore, hay que recordar que para que un órgano, una víscera, sea transplantada de un sujeto a otro hay que comprobar su compatibilidad (tamaño, edad, grupo sanguíneo, calidad del órgano del donante, etc...), hay que efectuar su extracción en un lugar que asegure la supervivencia del órgano extraído (altas condiciones de asepsia en la extracción, temperatura, traslado, etc...). Y ahora imaginémonos a una organización —113—

que secuestra a sus victimas con tan buen ojo clínico que sabe perfectamente su peso, los órganos que tiene en buen estado, su grupo sanguíneo, y que acto seguido la eviscera con maestría de cirujano la arroja en el desierto pero no deja ni una sola marca de intervención quirúrgica ni en los tejidos blandos ni en los huesos... ¿absurdo verdad? • La trata de blancas es el cuarto pilar sobre el que se sustenta este extraño monstruo. Las voces más desinformadas de fuera de México se rasgan las vestiduras pensando que las mafias de esclavas sexuales de México se está nutriendo de estas desdichadas chicas para sus maldades. Lo que quizá desconozca mucha gente es que las prostitutas en México reciben el nombre de sexo servidoras, y estas, se acogen a las leyes fiscales y laborales, esto es, tiene lo que allí se llama la hoja rosa (la formula que el seguro social sella reconociendo que estás dado de alta y gozas de los beneficios del mismo). Siempre existirán las mujeres que ejerzan esta profesión fuera de la ley, no nos cabe duda, pero el supuesto de la trata de blancas en este caso también se tambalearía penosamente. Quizá las chicas son raptadas para ejercer la prostitución en Estados Unidos, quién sabe, es posible, pero las hipótesis siempre van relacionadas con la miseria de la población mexicana y la impunidad con la que obran los malos, sean quienes estos sean. Quizá en esto último no falte la razón... ¿Qué es lo que está pasando entonces en Ciudad Juárez? Si nos acogemos a lo aparente, según aquí estamos narrando, nos encontramos con una situación quizá de excepcional violencia hacia la mujer si hablásemos de ciudades en países de Europa, pero si comparamos las estadísticas con las de ciudades como Nueva York quizá no estén muy separadas las unas de las otras... ¿o sí? Hacernos una idea real del número de mujeres desaparecidas ya hemos visto que es posible siempre y cuando nos creamos los números oficiales. Pero todo nos apunta a creer que las cifras dadas por las organizaciones no gubernamentales han sido infladas y trastocadas una y otra vez. No hay claridad, no hay facilidad de acceso a datos, personas, testimonios elocuentes que nos mues—114—

tren otro camino que el que ya antes insinuamos, pero lo que si hay es miedo. Un miedo que se palpa cuando se tocan ciertos temas, cuando se mira a cierta gente a la cara. ¿Qué es realmente lo que está pasando en Ciudad Juárez? Nuevamente la pregunta que todos se estarán haciendo y que de seguro no tiene fácil respuesta. Violencia desenfocada: Juárez, ejemplo de libro. Todos, absolutamente todos, hemos llegado a asumir conciente, o inconscientemente, que la desaparición y asesinato de más de 600 mujeres en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez es el mayor ejemplo mundial de Violencia de Género que conozcamos. Los documentales, noticias en los telediarios, especiales informativos, periódicos y números especiales dedicados a este asunto así nos lo han hecho pensar. Además tenemos la clara convicción de que Juárez es un reducto de la miseria y la pobreza de México, donde todo lo malo habita junto y nada bueno puede salir de allí, y esto en el mejor de los casos, en el peor, sólo nos suenan las palabras “las muertas de Juárez”. Pues todo esto es producto de la manipulación, todo lo que hemos llegado a saber de esta ciudad, sus gentes, su forma de vida, todo, absolutamente todo lo referente a este caso es falso. Cuando hablamos de violencia desenfocada, pues ese es el problema real, hablamos de varios conceptos en sí mismo trabajando. Violencia desenfocada en un primer nivel, como literalmente nos da a entender, es una violencia que a perdido su foco de acción y que aparentemente actúa sobre un lugar diferente al predeterminado. Pero también puede entenderse el término desde el punto de vista de la acción total, esto es, donde cada uno de los elementos de la acción se vean involucrados. Al espectador se le muestra la acción desenfocada, y aquí quiero decir falseada, y no sólo se está actuando de forma violenta sobre el objeto de la misma (las mujeres muertas en este caso) si no sobre el espectador, sobre ti y sobre mi que consumimos la noticia, por que de forma contraria a nuestra voluntad, que sería la de recibir una información fidedigna y que se acoja a la realidad, se nos está deformando deliberadamente nuestra posición ante el hecho utilizando una falacia informativa que nos posiciona allí —115—

donde el emisor de la noticia quiere. En este tripartito que forma el término violencia desenfocada (agente violento, el objeto de la violencia, y el espectador pasivo) es precisamente el agente el que no sufre cambio, el que es sigue siendo, aunque el resto de la ecuación no lo sepa. ¿Quién será, pues, en este caso el agente violento? Un poco más arriba esbozamos una posible solución a esta pregunta. El verdadero y real problema de Ciudad Juárez es el narcotráfico. Pero no debemos ser tan simplistas, por que de este pastel mediático que es “las muertas de Juárez” muchos tienen los hocicos llenos. ¿Pero quién puede sacar partido de los muertos? En un brillantísimo artículo titulado “Juárez, el mito mundial del crimen” publicado el pasado 15 de junio de 2006 en el periódico El diario de Juárez las periodistas Gabriela Minjáres y Sandra Rodríguez nos regalan estas perlas en relación al abuso mediático de los casos de las muertas de Juárez: Algunas organizaciones no gubernamentales y derechohumanistas hicieron eco de esta campaña desproporcionada, más para lucrar con el dolor de los familiares de las víctimas que para buscar la reparación del daño, según han denunciado repetidamente los deudos de mujeres asesinadas. Hubo periodistas buenos y malos, algunos no tenían ninguna fuente de información y su única finalidad era magnificar el tema para crear morbo y que su trabajo tuviera más impacto en sus lugares de origen, lo que hicieron fue atizar lumbre a la pólvora hasta hacer el problema más grande e identificar a Juárez como la ciudad del crimen, de la perdición, de la inseguridad de la mujer y así se han ido añadiendo conforme a sus intereses.

Por una situación similar pasaron algunos fotógrafos de medios escritos locales, quienes con los crímenes de mujeres también encontraron una forma de obtener ganancias al ofrecer guías o tours a periodistas extranjeros a cambio de una cuota que iba de los 100 a los 150 dólares. De acuerdo con testimonios de fotógrafos, su trabajo con—116—

sistía en llevar a los reporteros de fuera a los lugares en donde fueron localizados los cuerpos de las víctimas y a los domicilios de las familiares para que los pudieran entrevistar. Así pues, como nos plantean estos fragmentos, es como entendemos que las imágenes de Juárez siempre sean las mismas, las familias que lloran la perdida de sus hijas siempre son las mismas, y el mensaje que finalmente nos hacen llegar siempre es será el mismo. De una forma u otra, toda esta maraña nos hace pensar que, sea como sea, las muertas existen, pero ya vemos que las cosas no están tan claras en cuanto al número, el por qué de tales muertes y el tratamiento del fenómeno. Si hacemos caso a las cifras paralelas a las oficiales, hasta este verano ya se sumaban más de 50 mujeres muertas, pero la policía de Juárez sólo contabilizaba 9. ¿Y a quién debemos creer? Si creemos a las ONG’s lo mejor que puede hacer una mujer en Juárez es salir corriendo como alma que lleva el diablo, pero, y si ponemos en entredicho a estas asociaciones, ¿qué ocurrirá? El caso se radicaliza aún más cuando nos adentramos en los aspectos más crematísticos de estas asociaciones sin ánimos de lucro: «¿Dónde empieza el lucro? Pues por ejemplo un caso: en la obra de Los Monólogos de la Vagina, durante muchos años se ha estado pidiendo dinero para las familias de las víctimas», refiere. Sobre este caso, una investigación de este medio documentó que, por el “boteo” entre los asistentes a esta obra en todo México se recaudaron 74.296 dólares, de acuerdo con lo que informó la oficina de prensa de Eve Ensler, autora de la obra y participante en una marcha de artistas de Hollywood realizada aquí el 14 de febrero de 2004. El dinero de la obra, informó la misma oficina, fue canalizado a una organización local llamada Casa Amiga, en la cual, según la directora, Esther Chávez Cano, se atiende a mujeres víctimas de violencia, pero hasta entonces a ningún familiar de alguna mujer asesinada, como se sugería durante el boteo por todo el país. Siempre existirá en México la sensación de impunidad ante el delito, la fácil corrupción policial es aún una realidad, y es más que presumible que algunos casos sobre “las muertas de Juá—117—

rez” se cerraran de forma turbia o no se aclarasen lo suficiente. Pero la animosidad de las asociaciones que trabajan para aclarar dichos casos y luchan por tan nobles principios y su interés pecuniario ha quedado más que de manifiesto y no pocas veces ha sido denunciado. La realidad de una mentira. Y en este punto es en el que empieza todo a hacer aguas. Sinceramente, y esto no es más que una opinión personal, creo mucho más fidedignas las cifras oficiales que las esputadas a los medios por la oficiosidad no gubernamental y por la propia imaginación ansiosa de share de los medios o, mejor dicho, “miedos de comunicación”. Que existe un problema de violencia en Juárez es evidente, pero violencia hacia el ser humano. No creo, sinceramente, que exista una persecución de la mujer por el simple hecho de ser mujer y no creo, después de pasar bastantes meses viviendo allí, que ninguna mujer de Juárez acepte la distorsionada versión de la realidad que se está dando al mundo de su ciudad desde hace años. Es raro que en un día normal los noticiarios locales de televisión no informen de un asesinato, de una balacera entre narcos, de un levantón (un secuestro) o la aparición de algún encajuelado (cadáver aparecido en el maletero de un coche). Los índices de criminalidad son enormes, y no los disparan precisamente los asesinatos de mujeres. Según me contaban, sólo en la ciudad vecina del Paso están consiguiendo arrancar un proyecto asociativo de estudio sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, pero ¡ojo!, asesinatos de ambos sexos porque, y esto son cifras tan poco fiables como todas las anteriores, dicen que son más de 3.000 los hombres asesinados en los últimos 15 años. Y este es el problema real de Ciudad Juárez. Los “Feminicidios” (neologismo hondeado por los colectivos pro-derecho-humanistas como último y más aberrante paso del machismo) de Juárez están siendo usados como ejemplo de referencia en los núcleos de defensa de los derechos de la mujer y protección de la mujer ante la violencia de género. El fin es más que justo, es noble y razonable, pero el ejemplo es maniqueo y —118—

pervertido y sólo consigue cegar a la población con cifras disparatadas. Es un insulto a la inteligencia y a la verdad lo que están haciendo con la imagen de Juárez como ciudad prospera que intenta descollar y desmarcarse de la lacra del narcotráfico. Y todos somos víctimas de esta violencia informativa del desenfoque, por que muchos habrá aún que nieguen con la cabeza todo lo que he ido presentando. Son muchos años usando a Juárez como ejemplo del machismo más macabro y primitivo. ¿Por qué Juárez? Porque desgraciadamente está muy lejos, nadie sabe dónde está, nadie sabe cómo son realmente sus gentes, sus costumbres, sus vidas. Es un sitio que se está fabricando desde el imaginario más morboso, películas, libros, y documentales a montones hechos por persona que en el mejor caso han pasado allí un día o dos y ha sido manipulados, previo pago y aceptación, para mostrar una realidad concreta y distorsionada, marginal y sucia que no corresponde a la generalidad ni a la cotidianidad de la vida en Ciudad Juárez. Han elegido a Ciudad Juárez porque bien puede pasar por un lugar tercermundista donde, como dicta el estultecido sentido común de los que se creen primermundistas, allí es donde pasan esas cosas que son tan malas, porque aquí en el primer mundo estamos libres de eso. Han elegido Ciudad Juárez pero podrían haber elegido cualquier otra que reuniera los mismos requisitos: un problema real que conviene no airear mucho, que maquillado convenientemente se torne en la lucha y la denuncia social de moda que llene de titulares espectaculares los periódicos y las avanzadillas de los telediarios de aquel “primer mundo” que necesita ser embrutecido y narcotizado a golpe de basura informativa. Víctimas somos todos entonces de violencia desenfocada. ¿Cómo se enmienda esto? ¿Cómo decir la verdad? ¿Y todo lo que ya se lleva dicho, escrito y filmado, lo vamos a tachar de falso? ¿Cómo reconocer que no era “exactamente” así? La maquinaria es muy pesada de frenar ya que no es una sola máquina, sino un compendio de ellas que tiran cada cual en su propia dirección con un fin concreto aunque el resultado sea el que es, y además, reconozcámoslo, a nadie conviene que se frene. Los medios siempre preferirán la sordidez de una noticia macabra donde se unan sexo, asesinato y marginalidad a un estudio se—119—

rio y quizá carente de tirón mediático. Los lobbys feministas tienen su zanahoria y su palo con el que amenazar a la sociedad; ¡cuidado con la violencia de género o acabaremos como Juárez!, las asociaciones y medios de comunicación locales tienen su sustento más que asegurado con el continuo flujo de curiosos y estudiosos del tema. Al gobierno, el gran ausente del discurso, estará del lado de aquel que jale más de la opinión pública para asegurarse la permanencia en el puesto, y si tiene que negar las evidencias de la fiscalía así lo hará, y si tiene que ir a sembrar de cruces el desierto para asegurarse la foto también allí estará el primero. Y, finalmente, los grandes narcos tienen su cortina de humo para campar a sus anchas, por que mientras existan mujeres asesinadas y muertas en el desierto, a quién le interesan las trifulcas y las reyertas de los narcotraficantes. Qué medio los va a tratar si además peligra la vida del periodista cada vez que nombra la palabra droga en Juárez. ¿Y nosotros? Bien, gracias. El ser humano tiene infinidad de recursos para salvarse de la hoguera de la realidad. Antes de pensar en todo lo expuesto seguro que nos lamentaremos de lo mal que va el mundo, de lo mala que es esta sociedad capitalista que nos oprime, y después nos daremos palmaditas en los hombros felicitándonos por que Sevilla está a más de diez mil kilómetros de Ciudad Juárez y aquí esas cosas no pasan... Y vuelta a empezar, y esa es precisamente la grandeza de la jugada, esa es la cadencia perniciosa en la que estamos metidos. Nuestra ceguera, que a veces nos permite ver a lo lejos y descubrir injusticias donde parece ser que no las hay, y si las hay no son las que denunciamos, se trueca muro opaco y denso ante nuestros propios ojos. La violencia desenfocada no es patrimonio exclusivo del norte del desierto de Chihuahua, ni se ha inventado allí, ni tiene denominación de origen mexicana. Pero para descubrirla hay que situarse allí donde precisamente ni te dejan estar, ni está bien visto que estés y donde precisamente si estás hasta dudas de que estés haciendo bien en estar allí. El límite, el limes romano, esa franja de tierra de nadie entre un mundo y otro es donde deberíamos intentar situarnos aquellos —120—

que deseamos saber qué nos cabe esperar. Pero habrá quien elija seguir durmiendo, ¡y menos mal! Por que tal y cómo están las cosas, si todos desearan emigrar a los limes de lo establecido la agencia de viajes de El Corte Ingles ofertaría viajes con tarifa especial para familias numerosas. Quizá nunca seamos realmente concientes del grado de manipulación al que estamos expuestos de forma constante, es posible. Pero investigarlo ya dependerá de la opción personal de cada uno. Habrá quien prefiera torturarse diariamente con la eterna diatriba de qué pantalones llevo hoy al trabajo o qué perfume usaré, y habrá aquellos que prefieran golpearse cada mañana con la realidad, enseñarle los dientes y sufrir de úlcera de estómago con cuarenta años. Ya la pelota está en el tejado de cada cual. Pero, por favor, que nadie nos despierte del todo, y así podremos seguir creyendo, algún tiempo más, que vivimos en el mejor de los mundos posibles, ¿no es cierto, mi querido Cándido?

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FALSO CULPABLE por ISABEL RAMÍREZ LUQUE

ISABEL RAMÍREZ LUQUE, es profesora Titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Sevilla. Sus intereses se han centrado en la comprensión de la experiencia estética y la creación artística en el contexto de la cultura de la sociedad industrial, desde sus orígenes a su actual transformación. Sus publicaciones están dedicadas a la Estética hegeliana y adorniana, pero muy especialmente a las vanguardias y al arte contemporáneo, es decir, a la transformación de la Estética y las Artes en el siglo XX, atendiendo sobre todo al ámbito de las artes plásticas, el cine y la arquitectura. Desde hace varios años su investigación aborda la transformación de las formas artísticas en relación con las del espacio sociocultural, fundamentalmente en lo relacionado con la configuración de la cultura y el arte a partir de las nuevas tecnologías, que han constituido el tema principal de su participación en congresos nacionales e internacionales, así como de sus publicaciones en obras colectivas y en diversas revistas especializadas. Ha realizado estancias de investigación en las Universidades de Glasgow y Roma, así como en L’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, ha participado en varios proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia, y ha formado parte del equipo que ha desarrollado dos proyectos del Plan Nacional de I+D+I, “Teoría de la racionalidad tecnológica” y “Ciencia, tecnología y sociedad: valores,y antivalores de la red de Internet”, financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, en los que se ha ocupado de los aspectos relacionados con la realidad estético-artística.

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FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA Título: Conejo en la Luna (Mexico-UK, 2004) Dirigida por: Jorge Ramírez-Suárez Guión: Jorge Ramírez-Suárez Fotografía: Luis Sansans Arnanz Música: Eduardo Gamboa Intérpretes: Bruno Bichir, Lorraine Pilkington, Jesús Ochoa, Adam Kotz, Álvaro Guerrero, Rodrigo Murray, Emma Cunniffe, Reece Dinsdale, Carlos Cobos, Ricardo Blume, Adalberto Parra Sinopsis argumental La joven inglesa Julie vive en México D.F. con su esposo mexicano Antonio y su hija de cuatro meses. Son una pareja común y corriente que desea comprar un departamento. Terminan comprando un terreno que hará sus vidas miserables. Al dar un cheque de enganche al hombre que coordina el asesinato del Dr. Parra, un poderoso político, ella y su bebé son detenidas ilegalmente en una cárcel clandestina. La orden la ha dado el mismísimo ministro del interior. A Antonio lo acusan, a sabiendas de que es inocente, de haber asesinado al Dr. Parra usando el cheque como prueba. Creyendo a su esposa y bebé a salvo en la embajada británica, Antonio logra huir a Londres usando el pasaporte de su amigo Alfredo. Se refugia en casa de Ian Bower, amigo de Julie y agente especial de la agencia de inteligencia británica MI5. Las autoridades inglesas buscan a Antonio. Él huye de la casa de Bower y busca a su vez a uno de los causantes de sus males: el nuevo embajador mexicano en el Reino Unido, un criminal-político experto en lavar dinero y delincuente organizado con el ministro del interior. Bower hace su propia investigación creyendo que Antonio es realmente un criminal y preocupado por el paradero de Julie en México. Aprovechándose de su cargo, el embajador hace negocios con un oficial corrupto del gobierno británico. A pesar de que —125—

Julie es aislada y seducida por un procurador de justicia maniático sexual, logra contactar a la cónsul británica y un escándalo internacional se desata, dando vueltas a todo.

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APUNTES SOBRE: FALSO CULPABLE; REFLEXIONES SOBRE LA PELÍCULA CONEJO EN LA LUNA NOTA DEL EDITOR: El texto que a continuación se presenta es el resultado del compendio, más o menos acertado, de las notas y apuntes que sobre la conferencia de la profesora ISABEL RAMÍREZ LUQUE hemos podido recoger. Por razones de salud la profesora no pudo presentar un texto de su puño y letra y, razón de esto, y de una larga conversación telefónica se deriva el siguiente texto. Queda así excusada de cualquier error que, por nuestra torpeza, cometiéramos en la redacción del mismo.

L

A primera referencia que tenemos sobre la película Conejo en la Luna es, obviamente, su título. Título que pareciera jugar al despiste con el espectador que esperara, conociendo ligeramente el tema de la película, algún epígrafe del tipo El fuego de la venganza, Sed de mal, o algo más rimbombante que el ya nombrado Conejo en la Luna. Pero quién conozca un poco sobre la mitología y las leyendas precolombinas mexicanas la relacionará perfectamente. Narra un cuento azteca que el dios Quetzalcóatl (representado a veces como un hombre barbado y blanco) decidió convertirse en mortal y recorrer el mundo. El primer día de su marcha, al atardecer, tuvo hambre y cansancio. Sin embargo, continuó caminando hasta la llegada de la noche, de sus estrellas y de la gran luna llena. Fue entonces cuando descansó sentándose en la orilla del camino por el que había caminado todo el día. De pronto saltó un conejo de su agujero en busca de alimento y comenzó a roer las raíces y hierbas que crecían en el lindero. Quetzalcóatl, maravillado por lo que comía el animal le preguntó que qué —127—

era eso que tragaba con tantas ganas. El conejo, mostrándole las raíces, se las ofreció, pero el dios, agradeciéndole el gesto, rehusó explicándole que él sólo comía carne. El conejo le preguntó entonces que de qué se alimentaría y el díos reconoció que se moriría de hambre sin remedio. Al oírlo el conejo le dijo: “yo sólo soy conejo, pero me puedes comer. Aunque no tengo mucha carne al menos calmarás tu hambre y así continuarás tu ruta.” Complacido por su nobleza, Quetzalcóatl lo acarició con ternura y le dijo: “No serás más que un conejo, pero demostraste gran valentía. Por ello te prometo que desde ahora, serás como una estrella y todo el mundo te admirará”. Alzó al animal entonces hasta el mismísimo cielo, tanto que dejó su silueta marcada en la Luna. Y así todos, cada vez que miran al cielo las noches de Luna llena recordarán el noble gesto de tan insignificante animal. Esta leyenda del Conejo en la Luna es el reverso de una realidad mucho más dura, menos noble y menos poética. La realidad de la película es la realidad de México. Y mientras que la Luna aparece furtiva durante toda la película dándonos a veces esperanzas, la realidad nos golpea una y otra vez. Corrupción. Ese sería un título menos romántico pero más acorde con la verdad que nos narra. Pareciera que la corrupción en México fuera algo endogámico, como una mala enfermedad. Pero la realidad puede analizarse fríamente, aunque quizá este no sea ni el momento ni el lugar más apropiado. Pensar que la situación política y social del México precolombino estaba exenta de corrupción es presuponer demasiado. Pero deberíamos, haciendo un ejercicio de reconocimiento crítico, asumir que el problema real de la corrupción en la mayoría de los países latinoamericanos es herencia directa de los conquistadores. Imaginémonos por un momento lo que supuso la irrupción de los españoles en el modo de vida de los pueblos aztecas o toltecas. Pero no pensemos en unos españoles educados, cultos, respetuosos y bien intencionados, pensemos mejor en hombres iracundos y pendencieros que pretendían medrar a costa de los que fuese; saqueos, esclavitud, traición, cualquier método era lícito con tal de retornar a la madre patria cargados —128—

de nobleza y títulos de nuevo cuño. El legado de los primeros conquistadores ha sido casi imposible de limpiar, conquistadores, no lo olvidemos nunca, alejados del todo de las ideas que la modernidad promulgó. Ya Kant apuntaba que habría que cumplir obediencia a las leyes y no a los hombres. Y son ampliamente conocidos por todos los escritos de los reyes españoles mandando a los virreyes de las indias que dispensaran un trato justo, noble y generoso a los indígenas, recomendando el uso de la religión como modelo de moral y virtud... ¿hicieron caso los virreyes de aquellos apercibimientos reales? El gran conflicto que se nos presenta constantemente en la película es la existencia de dos mundos completamente diferentes. Un México premoderno (que no quiere decir atrasado ni subdesarrollado) y una mentalidad que no piensa con el mismo código: la nuestra. Pensar desde la corrupción es darse cuenta que lo mejor es sobornar al policía para que te quite la multa por que la burocracia oficial está tan mal articulada que acabarás antes dando unos billetes al policía. Policía que sabe perfectamente que eso es lo mejor, “lo que siempre se hace”. México no pasó por una revolución francesa, no sufrió los cambios de las revoluciones industriales, las revoluciones allí las promovió la oligarquía criolla con el único fin de afianzarse aún más en el poder y no permitir a nadie que mordiera su pastel. A eso nos referimos con el término premoderno, o sea, un México que no compartió de los valores de la modernidad, que no derrocó a sus reyes para instaurar democracias y donde el valor de un hombre siempre estará por encima del de todos los demás por una estúpida cuestión de nacimiento en un determinado entorno. Así pues en Conejo en la Luna se nos plantean dos respuestas completamente diferentes ante un mismo problema. Pero mientras en un mundo se castiga al culpable en otro la maquinaria está perfectamente articulada para oscurecer la verdad, para culpar al otro. A aquel pobre desgraciado que se cruzó en el peor de los momentos posibles, por que el poder nunca pierde ni cambia de manos. Y nuevamente la reflexión sobre el pobre conejo que ofreció su carne al dios y recibió el agradecimiento divino de inmorta—129—

lizar su silueta en la Luna. En la vida real nunca un gesto semejante estará suficientemente reconocido, por que no interesa, por que es mejor no recordarlo, por que esto no es ningún cuento.

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VIOLENCIA DESENFOCADA. LA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA DE OLIVER STONE por JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ

JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ llegó a esta, en ocasiones triste, realidad ontológica, una tarde de abril de 1970, en la más que dudosa, volteriana y maniquea ciudad mariana de Sevilla, hecho el cual le sirvió de condición de revulsiva posibilidad existencial para moldear un carácter contestatario que lo impulsó al estudio de la filosofía y la antropología. Admite que se destetó intelectualmente con el taoísmo de Lao Tsé y el metarrelato de Milán Kundera durante una adolescencia más que reprobable. Se licenció licenciosamente en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, evitando, como peatón atónito, la lluvia constante de prejuicios germanófilos, metafísicos y camineros que pudiera haberlos habido, aprovechando aquello que menstrualmente le daba alas para volar con el maltrecho pensamiento. Amplió sus estudios con la licenciatura de Antropología Social e inició un sisífico estudio de doctorado sobre la estimulante figura de Carl Gustav Jüng. Participó con la comunicación La emergencia de los nuevos mitos en la sociedad eléctrica en el XL Congreso de jóvenes filósofos celebrado en Sevilla y en las Jornadas de reflexión sobre la violencia, también en esta ciudad y repitió estrado con la comunicación La filosofía como profesión poco recomendable en las Jornadas sobre Morfología del humor. Trabajó durante una exhausta década en diversos medios de comunicación radiados e irradiantes a nivel local y nacional, ganándose casi el ostracismo con los espacios de reflexión crítica El hombre silencioso y El bombero del atardecer en la utópicas y desaparecidas Radio América, Radio España, y como asesor musical del programa El lobo estepario de Jesús Quintero para Onda Cero Radio. Ha publicado asiduamente en las revistas Engranajes y Bóreas, evocando estudios sobre M. Foucault, W. Reich y E. Swedenborg. Es miembro fundador y forma parte del consejo editorial de la revista para la quimérica difusión de la cultura Al-marchar donde publica habitualmente crónicas sobre el pasado clásico del pueblo y el Aljarafe en general, en un arrebato histórico-museístico-monumental (¡Si Nietzsche levantara la cabeza!). Colabora con la emergente publicación Lepe urbana, con un espacio sobre filosofía aplicada a la vida cotidiana, de ímprobo e ingrato nombre, “Filosofía para todos”. En la actualidad, y mientras se cuestiona su condición de ser-arrojadoen-el-mundo ejerce como profesor de filosofía, ética e historia para las bases, en el agitado y alienante mundo de la educación secundaria, además dirige como puede, en su inexistente tiempo libre, un taller de creación literaria y de técnicas de estudio en Umbrete, la ciudad del mosto.

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FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA Título: Asesinos Natos (E.E.U.U., 1.994) Dirigida por: Oliver Stone Guión: Oliver Stone, Quentin Tarantino (historia), David Veloz, Richard Rutowski Fotografía: Robert Richardson Música: Trent Reznor, Brent Lewi, Tomandandy (adicional), Peter Gabriel. Intérpretes: Pruitt Taylor Vince, Juliette Lewis, Richard Lineback, Robert Downey Jr., Tom Sizemore, Steven Wright, Tommy Lee Jones, Rodney Dangerfield, Woody Harrelson, Ed White Sinopsis argumental Una bella pareja, brillante, sexy y completamente psicópata esta provocando la histeria colectiva con sus asesinatos en masa. Un reguero de sangre salpica a todos aquellos que se cruzan en su camino. La sociedad les ha convertido en carniceros sanguinarios que matan despiadadamente por placer. A medida que van esparciendo su violencia se convierten en auténticas celebridades y en la noticia más morbosa del momento. Oliver Stone ha conseguido crear un estilo visual que rompe con todo lo visto hasta el momento. Un despliegue de técnica inimaginables y un montaje espectacular, convierten a esta sátira de la prensa sensacionalista en un film completamente revolucionario e innovador.

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«Condenaron mi mente a una interminable tumba cuando apartaron de mí a mi único hijo. Sé que es cierto, muy cierto, por que lo vi en la TV...». “I Saw On Tv”, (Lp. Centerfield) JOHN FOGERTY. «Como un monumental templo, el gran supermercado induce al recogimiento. El primero incita, hasta lo más hondo del alma, a orar. El segundo, hasta lo más hondo del bolsillo, a consumir...». Cien consejos prácticos para el ama de casa, de ANNETTE WINTER. «El asesino se despertó antes del amanecer, se puso las botas, utilizó un rostro de la antigua galería, y bajó al vestíbulo. Fue a la habitación donde vivía su hermana, y luego hizo una visita a su hermano, y luego bajó al vestíbulo. Llegó a una puerta y miró en su interior. –¿Padre? –¿Sí, hijo? –Quiero matarte. –¡Madre! quiero... [...] Este es el fin, mi bello amigo, El fin de las risas y las dulces mentiras, el fin de las noches en las que hemos intentado morir. Este es el fin». “The End”, THE DOORS.

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INTRODUCCIÓN

A hace algunos años que asistí con cierta ansiedad al estreno del film de Oliver Stone Asesinos natos. Me resultó chocante que, transcurridos los primeros veinte minutos del metraje, muchos de los espectadores que estaban en la sala de proyección se levantasen entre sonoras protestas y se —135—

marchasen con la opinión negativa de asistir a un espectáculo de inaguantable violencia fílmica. Siempre pensé que el espectador de cine, el buen espectador, era un individuo tolerante que, antes de opinar a favor o en contra del film, terminaba de ver la película, como el que tiene que contemplar un cuadro en profundidad o acabar de escuchar una sinfonía, pero no es así. Uno puede hacerse una idea y desertar. Sobre esto no puedo estar más en desacuerdo ya que sostengo que para conocer el mal hay que enfrentarse a él en su totalidad. El caso es que yo me quedé y la película me gustó. Pero el episodio de contestación por parte de los otros espectadores me llevó a pensar detenidamente en lo violento del film de Stone. Nuestro director retrata la violencia en varios niveles: el hecho violento, la reproducción del hecho violento y el lenguaje empleado para describir lo violento, que es igualmente violentador. Es necesario enfocar los factores estéticos que contribuirán a realizar un análisis de esta violencia que puede parecer desenfocada y gratuita, casi caótica, cuando no lo es en absoluto. Para un estética de la violencia fílmica se deben tener en cuenta los siguientes factores: el fenómeno violento del que no es posible abstraerse y que terminará por ser objeto de la acción artística. El retrato de la violencia en sí, es decir, la reproductibilidad técnica del fenómeno violento siguiendo una motivación dramática. El desarrollo del drama y su propia articulación ligüística también puede ser igual mente violentos. Nada mejor que un lenguaje violentador para describir lo que es la violencia y como la narración de la reproducción de lo violento puede ser igualmente violencia. Aunque tendremos tiempo de analizar en profundidad el film de Stone, tomen por ejemplo la secuencia de Asesinos natos donde se narra el primer encuentro entre Micky y Mallory Knox. El desarrollo de la historia con cargados tintes trágicos y llenos de violencia (véase, un padre pederasta que viola a su hija, una madre sometida al maltrato físico y psicológico de su marido, y el totalitarismo familiar de este último conforme al resto de los miembros) se resuelve en la pantalla de un modo aparentemente falto de violencia como es la estructura narrativa de la “sitcom”, la comedia de situación televisiva con risas pregrabadas en los momentos adecuados de los diálogos. ¿Cabe —136—

mayor violencia? En este tipo de comedias, lo más dramático y espeluznante pierde su matiz con sólo el estruendo de las carajadas pregrabadas. El mayor merito del diablo fue hacernos creer que no existía. El mayor merito de la violencia es hacernos creer que no se ejerce, cuando en realidad nos está golpeando en la cara. En los films de Stone nada es gratuito y en el aparente caos de Asesinos natos, el orden fílmico que describe la violencia, ontológica y narrativa, se nos aparece casi en un orden fractal, que se hace chocante al espectador acostumbrado a ser víctima y no individuo creativo. En estas líneas vamos a hablar de violencia, de sus estructuras y matices narrativas, igualmente violentas, e incluso de la interpretación violenta del espectador, que como factor creativo de la ecuación en el proceso de lo audiovisual, tiene el deber de responder y contestar a lo que ve. Para ello seguiremos la carrera fílmica del realizador y director Oliver Stone, cuyas obras sirven como ejemplo de cómo la violencia deja de ser protagonista de lo que se cuenta para ser aquello que cuenta. Parafraseando a Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”. Tal vez sería mucho suponer, y muy pretencioso por nuestra parte admitir que con el cine se alcanza el punto máximo de la expresión artística teniendo en cuenta la doble naturaleza del hombre: la visual y la verbal. Una naturaleza “audiovisual”. Este “audiovisualidad” del hombre, que usa como piedra de toque la sensación, se torna despliegue metafísico, no solo de las posibles concepciones de la imagen del mundo, sino también de las tensiones y las definiciones del alma humana. El cine es una obra de arte. Y no una obra de arte cualquiera, en el sentido que podemos colgarla de una pared o hacer que invada una espacialidad vacía que hasta entonces solo era soporte de la nada. Más allá de la materialidad de la pantalla blanca que sirve de lienzo a un golpe de luces que en movimiento que se suceden unos tras otros, más allá de la persistencia retiniana que con la magia de la biología ocular crea la ilusión de lo que pasa ante nuestros ojos, más allá de la descomposición de las gamas de colores en un vértigo de frecuencias luminosas que son repelidas por la naturaleza desconocida de los objetos, más allá de todo eso está el —137—

hecho retratado, imaginario o real, la narración, el pensamiento y la voluntad del artista. Más allá está el milagro de la comunicación de una mente a otra, el milagro descifrado, e indescifrable a la vez, del lenguaje. Más allá sigue estando el “territorio de la idea” al que tenemos acceso gracias a una “ventana indiscreta”. Visto así, cámara en mano, reconocemos con el espanto de un impedido Jim Steward y desde la soledad de nuestra posición de “voyeures” que el juego al que somos sometidos desde la pantalla, fuera de ella y dentro de ella, no es más que un ejercicio sensu estricto de pensamiento filosófico (no es descartable una interpretación cinematográfica basada en la “ventana indiscreta”, donde la contemplación del Mundo de la Ideas platónico resulte igualmente problemática para el personaje) . Tanto para el peatón común como para el espectador, nunca estuvimos más cerca de la filosofía gracias a la expresión artística del cine. Y en el cine está Oliver Stone. No es necesario justificar qué elementos posee Oliver Stone como cineasta (o pensador) para que se haya convertido en el objeto de un trabajo como este. A nuestro modo de ver posee tres elementos fundamentales en todo discurso filosófico: narración de una idea o ideas, evolución en su forma de narrar y capacidad de crear polémica. En lo que a la narración de una idea, Stone cumple, como casi todos los directores de cine, en lo que se refiere a comunicar una idea que se trata de expresar en una película. Nadie llega a la industria desde la narración heterodoxa sino más bien al contrario. Tanto el cineasta como cineasta-filósofo o simplemente filósofo (el hombre en tanto que hombre después de todo) argumentan una idea para comunicarla a otros y tras el acto de comunicación, y más allá de él, está la voluntad de crear y de saber. Naturalmente se puede ser más o menos explícitos: mientras el montaje clásico de un John Ford puede identificarse con el racionalismo geométrico de Descartes, el oscuro discurso heideggeriano sobre el Ser puede muy bien parecer la narración que se sostiene en la Nada de un David Linch. Stone, al igual que los pensadores más radicales, supo imprimir a su carrera, y a su modo de narrar cine, un giro casi “copernicano” que parte de una primera etapa de formalismo correcto y clásico (reconocido y premiado con el —138—

premio Oscar) que evoluciona hacia una innovación que reproduce no solo el carácter instrumental de nuestros días sino que, a la vez, lo vuelve como una “teoría crítica” que mina los pilares del sistema de producción que lo ha formado (y del que forma parte) para trasmitir al espectador, no solo una idea, sino la capacidad de crítica y de radicalidad necesarias para vivir. Muy bien podríamos definir a Stone como la “oveja descarriada” de lo que se ha dado en llamar la “generación de la televisión”, de la que forman parte directores de cine como Steven Spielberg, Joe Dante o Robert Zemekis; ha partido de una ortodoxia fílmica formal, narrativa y de guión, para afrontar proyectos realmente incómodos para la industria, por ejemplo Comandante. Sin embargo resulta curioso y contradictorio a la vez que, habiéndose formado este grupo bajo la sombra del televisor de válvulas en un tiempo donde se estaba creando un nuevo concepto del lenguaje audiovisual con Sergei Eisenstein y David Wark Griffith como pilares, haya sido Stone el único que en su evolución narrativa haya bebido de los conceptos de ese nuevo lenguaje condenado por los puristas del celuloide. Para Stone, la TV se convierte en su objeto para narrar, en su nueva gramática de narración, en la ventana por la que se asoma la sociedad de su país y que constituye el cadáver descompuesto y retorcido a diseccionar en la mesa de operaciones del forense en forma de cineasta, en el leitmotiv que se repite constantemente en su obra. Sería más justo admitir que, más que “oveja descarriada” (una etiqueta colgada por un sistema que ya lo ve como un narrador excesivamente crítico, ácido y peligroso no solo en la temática sino también en la estética rauda y sangrante de sus montajes), es el único de su generación (de esa “generación de la TV”)que ha sido consecuente con la evolución del medio cinematográfico y de los medios de comunicación de masas en su utilización. La TV es protagonista en JFK, The Doors, Asesinos natos, Nixon, Un domingo cualquiera y World Trade Center, en todos los formatos y diseños, dándose un curioso efecto de ojo que mira al ojo, cuando el cuadro cinematográfico centra su atención sobre el cuadro televisivo. Por primera vez no interesa las evoluciones del actor en la pantalla sino las evoluciones de una imagen y un medio. —139—

Más que objeto fotografiado por su filmografía, la historia contemporánea de los Estados Unidos es el vehículo perfecto para la comunicación de un ideario que muy bien podríamos reducir a la capacidad de crítica despiadada o a un ejercicio metódico de duda en la sociedad donde nos movemos y de la que formamos parte. La economía liberal y los iconos de la actualidad como nueva pseudo-mitología creados por el hombre de la instrumentalidad del siglo XX son los items que se muestran en la pantalla: el horror de las guerras que seguimos reproduciendo de un modo industrial e irracional (Platoon), la apariencia como moneda de cambio de la realidad alienante (JFK), la cultura y la contracultura de las drogas y su efecto liberador y destructor en la mayoría humana desengañada del capitalismo (The Doors), el político profesional y burócrata destruido y cuestionado como engranaje de la “megamáquina”de la que no es elemento controlador ni es responsable (Nixon), el individualismo y el nihilismo extremo del hombre manipulado por los medios de comunicación de masas (Asesinos natos), el macabro juego económico y la deshumanización en el deporte (Un domingo cualquiera), la brutalidad humana y la complejidad psicológica de los individuos enquistados en su propio egoísmo (Giro al infierno) o la tribalidad del homo homini lupus como filosofía oculta desde el individuo como monada del grupo social hasta la corporación saturnal que devora a sus propios hijos (World Trade Center). Da la impresión que exprime al hombre que surge tras la Segunda Guerra Mundial y cataliza un elixir malsano que se despliega ante el espectador como un mapa de obscenidades que sólo crea inquietud (como la primera etapa de la fotografía de Anne K). Stone nos provoca la inquietud que hay tras la Nada de la era del vacío. Stone evoluciona en su forma de hacer cine desde la objetividad clásica del cine industrial de Hollywood hacia la subjetividad de la narración innovadora donde todos los medios a su alcance participan, aunque nos consta que su último proyecto, World Trade Center, vuelve “respetuosamente” sobre la ortodoxia para mostrar una herida abierta en el costado de la moral estadounidense, evitando así herir sensibilidades. Tendremos que esperar unos lustros para otro JFK del 11-S. —140—

Stone en un principio parte de la fotografía correctamente iluminada, de los movimiento de cámara sobrios y canónicamente correctos y de una linealidad y continuidad de la iluminación, las secuencias en el montaje y los personajes. Pero en su evolución los ángulos de cámara empiezan a cambiar y moverse, la fotografía sufre mutaciones inesperadas en la pantalla, la iluminación gira mientras el espectador accede a decenas de puntos de vista que provocan un malestar y una inquietud sin precedentes, los elementos cotidianos se tornan vertiginosos. Este vértigo es la crítica de la hipervelocidad de nuestro tiempo, son ventanas que se abren y cierra, son cambios de color y texturas, son flashes de luz y sonido. Es la crítica de la instrumentalidad desde la instrumentalidad misma y, usando términos del psicoanálisis, el “desvelamiento” no es un ejercicio agradable para el enfermo. Stone hace las veces de psiquiatra y el espectador es el individuo alienado, preso de la neurosis de los técnicos. Tal vez aquí reside la falta de popularidad del director norteamericano, en la brutalidad de expresión de esa antropología fílmica que ha creado y del modo de crearla. Se trata de una narración del hombre, o lo que queda de él, a golpe de imagen. Stone trabaja en la fragua de Hefestos donde se moldea una imagen del hombre a martillazo de “videoclip”, el nuevo lenguaje de la imagen de nuestro tiempo, incomprensible para el pasado. Esta velocidad “ametrallante” crea una nueva subjetividad por encima de las posibilidades del plano subjetivo, que muestra impotente lo que el personaje ve pero no va más allá. Oliver Stone nos mete en el “otro” con la catarsis de la imagen, mediante el bombardeo masivo y casi subliminal en la impresión sensible del ojo para formar en nosotros una sensación o un sentimiento, recrea el caos con una unidad que sugiere el caos y al abstraernos de la unidad nos la define. Tal vez en la frontera de lo subliminal se encuentre el encuentro definitivo con el espectador, la comunión total donde se reconoce la creencia de las actitudes violentas del ser humano a través de una apoteosis fílmica de la violencia, reconociendo la materialidad del mal y el afán de lucro como alma del espíritu del capitalismo. Este trabajo trata sobre el cine de Oliver Stone. No sobre su cine, sino sobre el modo en que se expresa artísticamente con —141—

su cine y el ideario que puede canalizar con su manera de hacer. Pensamos que la idea es adecuada por la forma novedosa de su factura fílmica y de la actualidad de su obra, actualidad que nos ha obligado a extender este trabajo tras el estreno de World Trade Center, film que nos servirá de excusa para desarrollar las conclusiones de un seguimiento global de la obra de Stone, desde el ámbito del guión , la dirección e incluso la producción televisiva. Para ello desarrollaremos una breve teoría explicativa de su obra basada en la tesis en la que el director trata de mostrar una unidad narrativa desde elementos caóticos y violentadores con la intención de narrar la violencia misma. Partiremos de la idea en la que vemos que la narración es la crónica de una unidad, ya sea relato mitológico, cuento popular o narración fílmica. En todo relato de la narración se plantea una idea de orden o cosmos que es asaltado por un elemento de entropía; entonces la narración se convierte en la crónica del devenir provocado por el caos hacia una solución de unidad que busca el espectador en un desenlace adecuado, desenlace que en ocasiones no lleva o termina de llegar. Precisamente es en la unidad o en la esperanza de una unidad donde se esconden las resoluciones fácticas y morales. La narración fílmica es articulación gramatical del devenir hacia la unidad ideal en la cabeza del creador y del espectador. Como vemos, se trata de la clásica delimitación del relato en la tríada de “planteamiento-nudo-desenlace” pero con el despliegue de la idea de unidad frente al caos, conceptos necesarios en el cine de Stone ya que son los elementos disgresores de la narración (enfrentados al clasicismo cinematográfico) que describen ese estado de entropía para provocar la catarsis del espectador. Stone altera con una entropía o un devenir propios de un nuevo lenguaje de la imagen la narración del devenir interno de la historia que se cuenta, incluyendo en su estética narrativa la disgresión como elemento independiente, (podría decirse que los saltos en la narración del film Pulp Fiction de Quentin Tarantino son elementos de disgresión narrativos. Oliver Stone va más allá por que la entropía la lleva al formato, la fotografía, las texturas, la iluminación, etc., además de la formalidad narrativa que también se ve afectada). —142—

Naturalmente esta voluntad de incluir la entropía como elemento de la narración dentro de la narración de la entropía no se produce en la obra de Stone de modo espontáneo, sino que avanza de modo gradual y en un comienzo apenas si es perceptible. En films como Platoon o Wall Street lo entrópico está materializado en la narración del guión en forma de drama, aunque sus facturas resultan correctas con relación a lo que vendrá después. La entropía narrativa y estética comienza a hacerse patente ya en JFK (con saltos cronológicos y un caos de “flashbacks”, además del juego continuo de cambios plásticos y de formatos de fotografía) y Asesinos natos (donde el mismo caos de los personajes se narra y se plasma en una serie casi infinita de juegos de entropía donde la imagen televisiva de la comedia narra el horror de la violación o la subjetividad se forma a base de impresiones cuasi subliminales, sugiriéndose una tímida unidad solo en la mente del espectador) constituye toda una apoteosis de la violencia como símbolo claramente representado por una violencia audiovisual si cabe. Stone consigue así narrar la unidad desde el caos con los elementos clásicos totalmente alterados: cronología cambiada, flashbacks desordenados, alteración del formato, uso de la textura y el grano de la película fotográfica, uso de técnicas ajenas al cine, uso de animación, movimientos de cámara inusuales y raudos, planos alegóricos y simbólicos, deformidades de la imagen, planos “irónicos” (que definiremos más adelante) y una nueva enunciación de la subjetividad cinematográfica, basada en la catarsis visual, que supera la inoperancia del plano subjetivo. Es a este pandemonium donde dirigimos nuestra investigación. 1. La aceptación formal de la narración: Platoon Probablemente la película que encabeza el hit parade del ridículo en la historia del cine bélico sería sin duda Las boinas verdes, donde un más que maduro John Wayne cerraba todo un ciclo de épica bélica entregada a la propaganda en el cine que se iniciara con Objetivo Birmania. A pesar de lo reaccionario que pudiera parecer el género bélico, este se inició con cierto aire crítico como lo muestran obras clásicas del cine mudo de la talla de ¡Armas al hombro!, El gran desfile, Sin novedad en el fren—143—

te o Alas. Sin embargo estos aires cambiaron para empujar las velas de la propaganda de la maquinaria de la Segunda Guerra Mundial. No fue hasta los años 70 cuando se recogió el testigo crítico de un cine que movido por la inquietud social frente a las guerras de Corea y Viet-Nam hacía de nuevo frente al problema moral del hombre y la guerra. John Wayne cavó su propia trinchera para dar paso a los antihéroes del celuloide que cuestionaron el ámbito humano de lo bélico en film como Senderos de gloria, La cruz de hierro, M.A.S.H., El regreso o El cazador. Este último film, de Michael Cimino, constituía la entonación de un mea culpa sobre una guerra, la del sudeste asiático, que se eternizaba en la década de los 70. Apocalypse Now de Francis Ford Coppola mostraba de un modo entre lo documental y el cine subjetivo y demente ciertos aspectos del confrontamiento que resultaban llamativos y tremendistas conforme a la narración bélica al uso. Ambos films resultaron comprometedores, el primero por la tragedia de los desaparecidos en combate y la reivindicación política de los veteranos de guerra y el segundo por la descripción de la locura teleológica de la guerra, marcando de modo definitivo al cine bélico que vendría después. Platoon es heredera directa de estas últimas y la sociedad americana asumió la tragedia histórica, tragedia en la que participó como soldado el mismo Oliver Stone, con el reconocimiento de la academia de ciencias cinematográficas con cuatro oscars: mejor película, mejor director, mejor montaje y mejor sonido. A pesar de ello, Stone, que había entrado en la élite de Hollywood tras dedicarse a escribir guiones y dirigir un primer film titulado Hablando con el miedo, de escasa repercusión (aunque en él abordaba el mundo de la comunicación radiofónica y del peligro de la manipulación de los mass-medias, temas recurrentes en su obra), admitió que la dramatización de la masacre de Mai-Lai (sin duda uno de los momentos más violentos de la película) tenía que haber conmocionado la opinión pública y no haber sido asumida como un episodio del pasado remoto. Por esta razón, Stone, volvería al tema de la guerra del Viet-Nam en dos ocasiones más, cierto es que desde otras perspectivas. De cualquier manera quedaría decepcionado por no haber alcanzado el halo de antibelicismo de sus predecesoras tal vez por lo explícito. —144—

Desde la propia experiencia personal del director, Platoon podía haber sido la más subjetiva de las películas, ya que el mismo Stone participó en la contienda, y sin embargo es quizás la más narrativa, quizás también resulte que Stone sea casi documental y más objetivo fílmicamente que otros compatriotas suyos precisamente por eso. Platoon (pelotón) contiene un tratamiento fotográfico claroscuro, de luminosidad cerrada y ambiente claustrofóbico, lejos del tratamiento fotográfico convencional del cine documental pero que le da el matiz de teatralidad dramática que posee la selva y esta es el entorno cerrado contrapuesto radicalmente al hombre. Hombre y selva están enfrentados en la luminosidad, una luminosidad que se abre paso en los rostros, en los perfiles, buscándose las formas en la intuición y no en la claridad perfecta de lo iluminado, consumando el “desgarro” romántico entre naturaleza infinita y hombre posmoderno que, entregado a la locura de la guerra, es incapaz de volver sus ojos hacia el seno de la madre tierra. El hombre ya se asemeja como el protagonista de una instrumentalidad científica que resuelve sus conflictos en lo aséptico de lo ajeno, litigando en un ambiente controlado que no es el suyo y que resulta descontrolado después de todo. A pesar de que no son explícitas, las lecturas ecologistas sobre el impacto de la guerra en el medio ambiente quedan de fondo. Entroncando con lo anterior vemos que la película está compuesta por tres partes y cada una de estas partes posee su propio tratamiento visual. Estas tres partes obedecen a la planificación clásica de “planteamiento-nudo-desenlace” que posee toda unidad narrativa lineal, sin saltos temporales y con un clímax dramático. Stone parece aceptar sin tapujos y de una forma virtuosa una formalidad narrativa impuesta por la industria sin añadir matices novedosos. El planteamiento es casi documental, lo que supone aceptar en diversas secuencias el uso de la cámara al hombro. Paradójicamente esta situación tan objetiva de lo narrado, al encontrarse en una narración de ficción, consigue acercas más subjetivamente al espectador, ya que se transmite la inseguridad, la inestabilidad y, por lo tanto, la subjetividad, apoyada en todo momento por la narración en “off” del protagonista, Charlie Sheen. Esta inestabilidad de los planos de cáma—145—

ra al hombro, sobre todo en secuencias de batalla en la jungla, “suspende” sobre sus propios píes al espectador que termina por integrarse como un miembro más del pelotón protagonista. Este tratamiento ha sido utilizado por la mayoría de directores que han abordado el género bélico, recordemos el impresionante tratamiento de la escena del desembarco en la playa de Dog Green Uno en Normandía en el film Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg. El tema de la inestabilidad acerca más los contenidos subjetivos que el tratamiento de un eje inamovible en un plano y es que esta inestabilidad es más cercana a la reproducción de las posibilidades somáticas del hombre, última referencia de los que se trata de reproducir. Efectivamente, desde el punto de vista fisiológico, nuestro campo de visión queda entregado a la inestabilidad de los hombros y la inestabilidad de nuestro caminar y nuestro movimiento corporal. Claro está que este tratamiento, aunque original, puede llegar a marear al espectador, un ejemplo de este tratamiento “in extremis” lo tenemos en el reciente film El proyecto de la bruja de Blair, donde se pretende que el tratamiento estético del movimiento de la imagen acentúe la angustia subjetiva del espectador sobre el horror experimentado por los personajes. En la narración aparecen tres escenarios que sirven de vehículo al tratamiento de la imagen, son: la llegada, la jungla y el campamento. Cada uno de ellos tiene un tratamiento fotográfico específico con un significado concreto. Así tenemos que en el escenario 1, que denominaremos “llegada/campamento”, posee un tratamiento de luz directa, claridad y sombras difuminadas hasta casi extinguirlas; se trata de un tratamiento que en la pintura podría compararse con la claridad de Velázquez a la hora de “pintar el aire”, lo que lleva a plasmar perfectamente el ambiente de nubes de polvo levantadas por los helicópteros o gotas de sudor en el rostro y el cuerpo de los protagonistas. Este escenario está retratado en planos generales, enteros o medios, proporcionando a la narración una estabilidad precisa para situaciones en las que se describe a los personajes o estos expresan su opinión, este tipo de narración inspira seguridad y estabilidad, la cámara no —146—

suele estar al hombro del realizador sino sujeta a la firmeza del eje que es a la vez firmeza en la narración. La escena de la llegada del protagonista ya nos introduce de lleno en una narración de planos viajeros que hacen flotar al espectador como un ojo privilegiado en la narración. Así la mirada entre Charlie Sheen y un veterano soldado queda plasmada en un juego de contraplanos de travelling que muestra la subjetividad de las miradas, todo en una armonía de movimiento de cámara, personajes y el “leifmotiv” del adagio para cuerda de George de la Rue. El tema de retratar la mirada de los soldados que había entrado en combate preocupó a Stone desde un principio ya que esta poseía una profundidad sin igual que encarnaban la desesperación del luchador que no sabe muy bien por que lucha y ha tenido que mirar a la cara a la muerte; estas cualidades le hicieron valer la denominación de “la mirada de los cien metros” (según el alcance máximo de los fusiles M16). El personaje protagonizado por Sheen sufre una transformación interior y exterior cuando finalmente adquiere esa mirada. Se cierra un círculo. La escena del campamento está deliberadamente quemada en tonos amarillos que se adecua con la iluminación solar, antítesis de la iluminación de la selva. Es una iluminación que otorga seguridad, cotidianidad y convencionalidad al escenario y a los personajes en contrate con la tensión y la oscuridad de la jungla. Esto refleja la dualidad a la que están sometidos los personajes: las cualidades apolíneas de la racionalidad expresadas en el orden del campamento militar enfrentadas a las cualidades dionisiacas de la lucha pulsional por la supervivencia del campo de batalla que es la jungla. El campamento es el territorio de la reflexión por parte de los personajes, quizás por que lo apolíneo es el marco adecuado para la crítica aunque no el dogmatismo. En estas dos corrientes se alinean los personajes: un grupo que sigue al sargento Elías, encarnado por Willen Dafoe, donde se critican abiertamente las dotes de mando instrumentales y teleológicas. Este grupo posee unas características más dionisiacas en lo que se refiere a su necesidad por sobrevivir, haciendo de la integración (ya no solo de soldados de color en el grupo sino de latinos, además del uso de drogas, algo tan corriente en esa época, —147—

como forma de esparcimiento) una herramienta de su humanismo. Este grupo representa las actitudes dionisiacas del hombre como salida a la situación desesperada en la que viven, donde la reflexión y el cuestionamiento de lo que ocurre son la respuesta. El otro grupo está encabezado por el sargento Barnes, encarnado por Tom Berenger, un militar profesional con el rostro desfigurado, cruel en sus métodos y en el trato, su grupo está integrado por soldados blancos y de ciertas actitudes racistas y violentas. Barnes es el rostro teleológico e instrumental de la guerra que ha perdido su humanidad. El grupo de Barnes es el que protagoniza la dramatización de la masacre de Mai-Lai, donde parte del pelotón ejecuta a las mujeres y niños de un poblado. El rostro desfigura do de Barnes es el rostro desfigurado de Glauco, incapaz de reconocerse como hombre en plena barbarie de la razón, sirviendo a los intereses imperialistas de ultramar; se trata de un personaje consumido por el odio interior que ha hecho de la guerra el único horizonte vital. Ambos grupos gozan de un espacio dentro del campamento y es retratado en la fotografía de un modo diferente. El grupo de Barnes se encuentra en un barracón bien iluminado con colores claros, donde se bebe cerveza y se escucha música “country” (nada menos que a Merle Haggard, un pilar del puritanismo del country musical del sur de los Estados Unidos), es más social, más convencional y políticamente correcto, es el lugar de los patriotas y los instrumentales que creen saber por que hacen la guerra. Es el lugar de los dogmáticos. El grupo de Elías está en un barracón subterráneo iluminado por una luz roja, donde se consume marihuana y se escucha música “hippie”(en contrapartida al grupo Jefferson Airplane), es el lugar dionisiaco e iniciático, donde el protagonista se inicia en las drogas a través del cañón disparado de un fusil M-14 (ya que, según se comentaba, los restos de pólvora quemada potenciaban el carácter psicotrópico de la droga), en un magnífico plano subjetivo. Si Barnes daba forma al rostro de Apolo, Elías posee una actitudes “crísticas” que lo hacen merecedor de una muerte retratada de forma bastante épica: no solo comprende las inquietudes del protagonista, en la piel de Charlie Sheen, ayudándolo a sobrevivir y comprender de forma vital el entorno donde se encuentra, una —148—

actitud mucho más universal y humanista, sino que también es objeto de la traición y el asesinato a manos de Barnes (que cree dejarlo muerto en la jungla); Stone retrata la muerte de Elías a cámara lenta (de las pocas relentizaciones que tiene el largometraje) justo en el momento en que es abatido a disparos por el viet-cong, en una posición que recuerda la iconografía cristiana de la expiración de Cristo (algo casi profético en la carrera de Dafoe ya que interpretaría a Jesús de Nazaret en el soberbio film de Martin Scorcese La última tentación de Cristo. La muerte de Elías es la muerte de las esperanzas de todos los personajes, desamparados y condenados a un caos total en la batalla final del escenario 3, impotencia manifiesta por uno de los personajes en una frase referida a acabar con la vida de Barnes como venganza: «Lo único que mata a Barnes, es Barnes». El escenario 2 constituye un cambio de planteamiento radical conforme a la escena anterior, lo denominaremos “jungla/patrullas”, y en ellos se narra toda la parte de la historia que ocurre en el exterior del campamento, describen la acción militar y posee un tratamiento de la imagen fotográfica de claroscuros en la iluminación y gran profusión de sombras, son el retrato de un ambiente claustrofóbico y asfixiante que envuelve a los personajes sin que estos puedan evitarlo huyendo a terrenos del fotograma más iluminados; en la gramática narrativa, Stone, opta por el uso de una óptica de ojo de pez, en ocasiones, y gran angular para retratar de forma bastante artística la imagen deformada. Este efectismo le da a la imagen cierto halo de incredulidad, incredulidad por la situación de “hombre-arrojado-en-el-mundo” que poseen los personajes que luchan en la jungla. De esta forma la continua pregunta del cine anti-bélico, “¿qué hacemos aquí?”, se remarca no solo en la voz de los personajes sino también en las propiedades sensibles de la imagen captada por la cámara. Stone abusará en esta escenografía del plano en picado y contrapicado (siempre respetando el eje narrativo, hecho que no produce ningún sobresalto), escorzos o planos zenitales, destacando el plano contrapicado de la luz intentando penetrar el tupido techo de hojas de la selva vietnamita, incapaz de llegar a iluminar las acciones de los personajes. Esta discontinuidad del tratamiento del espacio narrativo es algo recurrente en las películas de Sto—149—

ne, incluso en las que los esquemas tradicionalmente narrativos son asaltados descaradamente; si el tratamiento en la escena 1 era de color amarillo, en esta escena 2 el tratamiento es verde y azul, en una gama de tonos difícil de degradar. Stone huye de las tonalidades cálidas del lenguaje del color clásico para expresar el peligro y la pasión de los personajes, por el contrario disfraza el peligro de color azul lo que hace de este más repentino e inesperado. El color verde de la jungla se cala en el fotograma como la humedad en el uniforme de los personajes, un verde pesado y azul que causa repulsión, un sentimiento de horror siniestro. En este espacio del escenario 2, el grano fotográfico también se “hincha” ya que al trabajar en espacio de escasa iluminación sin recurrir a artificios debe optarse por películas de más alta sensibilidad de impresión, lo que le da a la imagen una calidad de “collage” o dibujo en movimiento que acentúa la impresión documental y realista del film. Stone por un lado nos da un tratamiento que empuja a la subjetividad con intención de acercarnos a las sensaciones de los protagonistas y por otro lado nos da realismo en la fotografía para acercarnos aun más a la situación. Ambas intenciones hacen del producto final una sensación de angustia y claustrofobia que potencian el contenido dramático de la historia. La jungla, fotografiada de esta forma, no posee arriba y abajo, es un todo homogéneo. Si la luz del Sol normalmente en una referencia por las sombras que arroja, en un terreno donde no existe esa referencia no cabe un eje de coordenadas y esto es aprovechado por Stone para realizar panorámicas de seguimiento de abajo a arriba buscado la poca luz que entra por el techo de la jungla Willen Dafoe penetra en un túnel del enemigo con una linterna y una pistola automática como única arma (se trata de un “rata de túnel”, especialistas que “cazaban al enemigo oculto en una intrincada red de túneles muy habituales en VietNam); el espectador sólo ve lo que ve la linterna y en ocasiones no se sabe muy bien si nuestro protagonista repta por el suelo o por el techo; así las coordenadas espaciales quedas subvertidas pero dentro de una narración clásica, cosa sugerente sobretodo en este director. —150—

Otro modo de acentuar estas líneas de subjetividad hacer “oír el sonido”. Esto que puede parecer una perogrullada no está tan claro en cine. Normalmente un sonido en una película acompaña a la imagen que lo ha provocado. Esto es una redundancia. Stone tiene durante toda la película a incluir, no solo la narración en off del personaje, sino también del sonido que está fuera de plano para volver a hacernos sentir el ambiente. Esta falta de redundancia forma parte de un tipo de narración social en la que se hacen exteriores la narración interior, una narración que se comparte con el espectador. El escenario 3 lo constituye la “batalla final”, donde se alcanza el clímax narrativo de la historia y se resuelve el desenlace. Este posee un tratamiento próximo al 2 pero quizás más sumido en el caos narrativo en el que va a derivar el trabajo de Stone. A pesar de narrar una acción nocturna, las pocas imágenes iluminadas lo son de forma directa y con colores descriptivamente vivos, ya que Stone, muy certeramente, utiliza el efecto estroboscópico de las descargas de las armas como recurso en la iluminación. Esto sumado a un constante movimiento de cámara en todas direcciones (como cabría esperar del espectador si se encontrase en el lugar de la acción) y la fragmentación racional de las secuencias según los personajes, hacen de esta secuencia una de las mejores donde se palpan las aptitudes animales del hombre conforma a la guerra. Sin duda esta era la pretensión de Stone, mostrar la guerra como una acción de plena desorganización donde se patentiza la violencia, violencia que en el caso de este director se plastifica en cierta desorganización narrativa. En los momentos previos a la batalla se celebra una narración lineal que plasma, a través de los diálogos, el espíritu de la instrumentalidad como un acto de asumir lo inevitable, lo causal. De ahí se pasa en una continuidad fotográfica, que muy bien podría ser la caída de la noche sobre los hombres, de la luz a la oscuridad, de la iluminación fija al movimiento de luces y sombras, del estatismo a la celeridad del plano, la luz de las balas trazadoras como única referencia de la profundidad del entorno y su perspectiva. Aquí es donde comienza Stone a narrar el caos desde la formalidad, a través de juegos de sombras en la selva iluminada a fogonazos y sobresaltos sonoros. Es este tratamiento —151—

formal del caos lo que Oliver Stone irá cambiando a lo largo de su obra. 2. Inicio del “giro stoniano”: Nacido el 4 de julio; JFK, caso abierto; El cielo y la tierra y The Doors. Tras el éxito de Platoon, gracias a sus cuatro premios oscars de la Academia de Hollywood, todo el mundo esperaba la siguiente puesta en escena de Oliver Stone. Wall Street, a pesar de ser nominada a los oscars y contar con estrellas en alza (Michael Douglas), constituyó una seria decepción desde el punto de vista creativo y parecía más un paso atrás. Un film como este, que no parecía aportar nada, nos ha impulsado a dejarlo en suspenso en el presente trabajo. Con un amplio horizonte de posibilidad crítica, el guión de Wall Street terminó por adolecer terriblemente. Sus siguientes trabajos si gozaron de una frescura creativa considerable y los analizaremos cronológicamente ya que ellos forman una serie en si mismos en lo que se refiere en el progreso de técnicas de narración del caos desde el caos narrativo en si, una idea que forma lo que hemos denominado “giro stoniano”. Tras Wall Street, Stone pasa a narrar su cine en el formato panorámico máximo que antes no había utilizado, haciendo de sus obras auténtica epopeyas panorámicas (ocurre que en el mercado del vídeo las películas de formato panorámico son recortadas por los bordes extremos del formato, particular de la industria que no podían controlar los directores y que llevó a algunos a centrar los encuadres a pesar del formato panorámico exigido por la industria del cine). Stone ignoró esto desde un principio y protestó enérgicamente al respecto. Sólo en Giro al infierno, un film hasta cierto modo más intimista, no volvió a recuperar un cuadro más mesurado. Nacido el 4 de julio es una de esas epopeyas americanas. En ella se narra la historia de Ron Kovic, en la figura del actor Tom Cruise, un joven convencido de los valores patrióticos que marcha a la guerra del Viet-Nam y vuelve en una silla de ruedas totalmente transformado. Se reproduce una transformación parecida a la que sufre el personaje de Charlie Sheen. La historia de Kovic, un personaje de la vida real, constituye todo un viaje en la metamorfosis de los valores, del dogmatismo al cuestionamiento y a una actitud crítica, más cercana al ideario pionero de los demócratas. —152—

Nacido el 4 de julio, debido a sus matices biográficos, posee una formalidad fílmica apoyada en la cronología que describe; así, Stone, escenifica la infancia del personaje, casi de modo consecutivo la juventud, la guerra, el periodo donde el personaje está en el hospital de veteranos del Bronx, el regreso a casa y su cambio de mentalidad y finalmente el desenlace donde el personaje encabeza la reivindicación sobre los veteranos de guerra. Seguiremos esta cronología en el análisis del film. El primer espacio escénico y cronológico es la infancia y en consecuencia narrativa la juventud. Ambas secuencias poseen una sobria narración en la gramática de los planos, una corrección en el plano para retratar de un modo políticamente correcto a la típica familia americana entregada al “American Way of Life” promovida por el gobierno de J.F. Kennedy. Stone no deja de retratar al televisor como centro de atención del nuevo núcleo familiar. El espacio familiar ha cambiado desde que el televisor se ha introducido en nuestras vidas y se ha convertido en eje indiscutible. El retrato de Stone sobre la televisión, sus efectos y continuos juegos en torno a ella es un ejercicio recurrente en toda la obra de Stone desde esta película. La corrección narrativa en esta escena y el “leitmotiv” musical de John Williams contribuyen poderosamente a un efecto idealista de la descripción que flota sobre ella. Se describe un mundo donde la instrumentalidad merece la pena, el argumento político tiene sentido para el ciudadano motivado, la competitividad del individuo en su entorno (Ron Kovic practicaba la lucha libre en su instituto), y los símbolos sociales (el presidente, el béisbol, la bandera...) gozan de una salud envidiable. Stone comienza en este espacio una serie de retratos que repite a lo largo de la película: se trata del retrato del desfile del cuatro de julio al que asiste el protagonista y en el que desfilan los veteranos de las guerras. Este desfile aparece de modo casi poético en su continuo repetir narrativo y muestra no sólo la evolución del personaje, sino también de su entorno social. Como recurso dramático Stone abusa de la cámara lenta relentizando el tiempo para hacer “masticar” al espectador el contenido dramático e ideológico de los personajes En lo referente al colorido y la textura de los planos, Stone opta por una iluminación clara y directa para una imagen descriptiva. —153—

El papel de la música en esta película es decisivo. Además de la partitura de Williams, Stone abusa de la música pop de los años en los que transcurre la historia. Aunque esto constituye una simple ilustración musical que apela a la nostalgia comercial del espectador, como ya hiciese en Platoon, ilustración que han usado la mayor parte de los directores de la generación de la televisión (sobretodo Coppola en Apocalypsis Now, Scorcese en Uno de los nuestros o George Lucas en American Graffitti), la industria ha enfocado en ocasiones esto en un ejercicio de violencia musical con vista a vender bandas sonoras originales. Stone muestra con esto una narración historiográfica; ignoramos si escondía alguna intención comercial. Con la secuencia de la guerra, donde se describe la entrada en combate de Ron Kovic, la cosa cambia de modo total. Aquí Stone coge la cámara al hombro de un modo casi más radical que la narración bélica a la que nos tenía acostumbrados en Platoon. Se trata de una entropía narrativa mucho más próxima a la antes citada secuencia de Salvar al soldado Ryan. Se trata de una iluminación amarilla que usa las aberraciones ópticas de la cámara para crear un efecto de “deslumbramiento” en la imagen y el espectador, deslumbramiento que será la causa de que posteriormente el protagonista acabe con la vida de un compañero de armas. Stone desconcierta al espectador con continuos seguimientos y barridos de cámara, llegando a ser molesto no mostrar directamente las imágenes. Produce un efecto eufemístico en las imágenes al no mostrar lo que ven los personajes (Kovic entra en un poblado que ha sido objetivo del fuego de la infantería y todas las mujeres y niños han sido asesinados, esto no se muestra salvo en plano brevísimos, casi subliminales). Es aquí donde se expresa el Stone que está por venir. Hay un caos narrativo o una pluralidad de planos que corresponde al espectador montar una unidad en su cabeza. La entropía está en la gramática, en la iluminación (a veces difusa, a veces siluetas a contraluz, a veces claroscuros, incluso de la rapidez de los barridos de cámara o el desenfoque se pasa a la filmación en cámara lenta del momento en que Kovic es herido). Desde este momento el eje de la cámara se pondrá a la altura de la silla de ruedas del protagonista, cortando sin ningún tipo de acritud el torso de los personajes que siguen de pie. —154—

Aunque Stone no abusa de los efectismos de sus montajes raudos, en Nacido el 4 de julio, la cámara solo parece ponerse nerviosa en los momentos en los que el personaje está preso de una tensión exterior que no puede manejar. Así en la secuencia de la discusión en la silla de ruedas con otro veterano, interpretado por Willem Dafoe una vez más, o en la secuencia de las manifestaciones de Washington, la cámara vuelve a navegar entre la coralidad de los personajes de fondo, tan importantes para Stone en lo que se refiere al retrato de la América de primero de los setenta. Como retrato, esta película es también una película coral como lo era Platoon. Todo un universo de personajes gira alrededor de Kovic para la foto de familia de la sociedad americana: los padres desengañados de la política por el hijo mutilado de guerra, el hermano objetor de conciencia, los amigos de la infancia que han sido engullidos por el sistema, el sargento que consigue que Kovic de aliste (una vez más Tom Berenger, conectando su personaje con el desfigurado Barnes de Platoon), los enfermeros de color, la droga, la psicodelia... todo cabe en este viaje de Stone a las sensaciones del pasado. A pesar de lo patriótico del título hay que entender que el sentido del patriota norteamericano no está enraizado en sentimientos rancios como puede parecer la de una España predemocrática, la comparación aquí no es aceptable. Stone defiende un patriotismo liberal que explota la idea de libertad y oportunidad frente a las decisiones instrumentales del sistema. Stone reflexiona sobre el individuo y sus calidades de individualismo, su posibilidad de libertad. En Stone el uso de la cámara lenta, no muy frecuente en su filmografía demuestra esa invitación a la reflexión tras exponer la fuerza dramática de las imágenes que poseen más movimiento. Con JFK: caso abierto Stone comienza a transmitir sensaciones con las imágenes. Se trata de hacer saltar al espectador a golpe de montaje, creando un collage en su percepción que a veces sale malparada. Stone ya hace explícito su sistema de montaje con planos breves y rápidos, con movimiento de cámara raudos, con imágenes desenfocadas, cambios de formato, de color, de textura, incluyendo imágenes reales en su formato original (la famosa película Suprader que en su momento se ocultó a la —155—

opinión pública americana) reproducciones de imágenes reales y sus correspondiente cambios de formato, saltos de eje... la pantalla va saltando de un sitio a otro con la idea de transmitir una idea, no de narrar linealmente una historia. Ya no importa tanto la continuidad fotográfica, de iluminación, narrativa o sonora como la continuidad hacia una sensación en el espectador. ¿Por qué esta entropía cinematográfica hace de JFK un producto interesante que el espectador asimila casi sin pestañear? El film de Stone era ante todo una denuncia (aunque este tema no era el primero en la historia del cine, recordemos el film Acción ejecutiva) y tal denuncia necesitaba de un sistema complejo de montaje que hasta la fecha nadie hubiese practicado para tal evento. Se trataba de narrar un hecho supuestamente histórico, el asesinato de un presidente y un golpe de estado oculto, apelando a la subjetividad de la recepción del espectador que en última instancia decide si la denuncia de Stone es válida o no. La trama es extremadamente compleja y la cantidad de imágenes por analizar tremenda. La película tiene una trama acogida en una cronología precisa que narra la investigación del fiscal general de Nueva Orleans, en la piel de Kevin Costner, y como en la mejor tradición del cine negro (no olvidemos que la película además de ser crónica histórica contiene una fuerte dosis de intriga y misterio) recurre continuamente al flashback, recurso que por supuesto es alterado en las calidades de la película fotográfica y la rapidez de los planos. Como medida general el flashback es impresionado en blanco y negro, con película de grano hinchado. Este particular revela cierto carácter documental y realista a algunos planos que dan legitimidad a todo el film. Sin embargo ya Stone está entregado a las contramedidas visuales e introduce flashbacks en color y formato panorámico, lo que hace que el espectador dude también de la validez de los testimonios desde una duda ontológica con ellos mismos, se trata de flashbacks que no parecen flashbacks al uso. La narración está apoyada en una cronología, eso es cierto, pero esta cronología es continuamente asaltada no sólo desde el flashback y el flashforward sino desde el mismo metacine ya que en la escena del juicio al principal sospechoso al complot —156—

del asesinato de Kennedy se reconstruye el crimen “fotograma a fotograma” con respecto de la película Suprader. Esta narración dentro de la narración sirve de vehículo para mostrar lo que no es. Todo está sometido a cambio y todo transcurre ante los ojos del espectador, desde los pensamientos de los personajes, sus recuerdos y las expectativas (flashforward). Es aquí donde Stone presenta lo que hemos denominado “planos irónicos”. Son unos planos, normalmente flashbacks sobre recuerdos de personajes que están siendo interrogados por otros que muestran exactamente lo contrario a lo que estos describen desde el diálogo, así, por ejemplo, cuando el personaje interpretado por Tommy Lee Jones, el magnate Clyde Bertrand, es interrogado sobre que hizo la noche en que se asesinó a un soplón de la mafia, responde que estuvo cenando en casa solo, sin embargo Stone presenta la imagen de una orgía gay. El plano irónico posee unas connotaciones hasta ahora no explotadas en exceso en el cine y es un nuevo recurso para mantener el tipo de suspense en la pantalla que informa absolutamente de todo al espectador mientras el protagonista ignora lo que ocurre en su ámbito ontológico. En este tipo de montaje el espectador en un ojo omnipresente en la ontología del desarrollo narrativo ya que nada ocurre sin que salga , aunque sea un instante, en el marco de la pantalla. Como contrapartida al plano irónico tenemos la presencia del “plano reiterativo” que reproduce exactamente lo que expresa a la voz del hablante, normalmente en off, ya que se trata de la narración de una narración, casi una metanarración por que se refiere a la narración misma (aunque no metacine en el sentido de que la película entabla un diálogo supuesto con el espectador donde se reconoce la misma técnica del cine, por ejemplo en El club de la lucha de David Fincher). Una vez más Stone retrata de nuevo la televisión, quizás JFK sea el film que más veces recurre a un plano de las imágenes televisiva. Sin lugar a dudas la imagen de la televisión para Stone es la del nuevo notario que levanta acta de la realidad. Nada es real si no aparece en televisión, esa es la nueva directriz pública, naturalmente las imágenes de la televisión caen en la ironía narrativa antes descrita y Stone vuelve a la denuncia acusando a los mass-medias de su carácter manipulador. La realidad ya —157—

no es lo que solía ser. La revolución no será televisada... o tal vez si, como demostrará Oliver Stone desde la producción televisiva Wild Palms. La ironía del plano creada por Stone parece apoyar la idea de la manipulación, mientras todo un país veía el asesinato de presidente, nadie parecía darse cuenta de que se retransmitía en directo un golpe de estado. Pero el escenario es demasiado grande para ser consciente de ello y la coralidad del reparto los asume dentro de una alienación histórica y social que solo es superada por un montaje total desde la virtud ontológica que posee el director. La narración de Stone es un auténtico desvelamiento psicoanalítico, explora todas las posibilidades del lenguaje audiovisual para traernos a la conciencia la alienación de la que somos presos, un proceso que muy pocos espectadores consideran agradable y que no soportan. Otro elemento novedoso es lo que hemos denominado la “iluminación Stone” que se debe a la dirección en la fotografía de Robert Richardson, fotógrafo que lo acompañará hasta Giro al infierno (en Un domingo cualquiera es sustituido por Salvatore Totino). La “iluminación Stone” supone una iluminación cenital sobre el personaje iluminado sobre un fondo en penumbra o total oscuridad. Esta iluminación “quema” la imagen iluminada haciendo que las zonas iluminadas blancas de la fotografía brillen en exceso de un modo especial. Stone usa esta iluminación de un modo puramente subjetivo para expresar momentos en los que el personaje está sometido a una tremenda presión psicológica. No es una iluminación realista, en cualquier caso. A pesar de trabajar también en un formato panorámico máximo, muchos de los planos tienden a un encuadre central para parecer más televisivo, aunque esto contradiga las normas del encuadre clásico. Esto corre sobretodo en los primerísimos primeros planos, de este modo la cámara se vuelca sobre la psicología del personaje, no basta con mostrar la pluralidad de alrededor, hay que ver la porosidad de su piel y sus gotas de sudor. Stone reproduce de forma casi clónica, en un ejercicio de reconstrucción de la imagen que haría palidecer al Stanley Kubrick o Ridley Scott, las imágenes más representativas del siglo XX como el momento del asesinato en Dallas o el asesinato de Lee Harvey Oswal a manos del mafioso Jack Ruby. Tal recons—158—

trucción da cierto aire teatral a las reproducciones que muestra a los protagonistas (como admite el mismo fiscal Garrison, en la piel de Costner, que por cierto, realiza un papel en la película, se trata del juez Warren) como Hamlets, hijos de un padre asesinado por el lado oscuro del sueño americano. Una vez más el valor patriótico del liberalismo y la oportunidad del individuo desbancado por la microfísica del poder. Con El cielo y la tierra Oliver Stone vuelve por última vez al Viet-Nam y cierra una trilogía donde muestra el combate bélico (Platoon), la vuelta a casa de los veteranos (Nacido el 4 de Julio) y en esta ocasión la perspectiva de los vietnamitas. Sin ser una película tan problemática como lo fueron El cazador o Apocalypsis Now conforme a la problematicidad de la intervención americana en el Viet-Nam, esta historia no sentó muy bien a la opinión pública y comenzó una seria escalada de opiniones encontradas hacia Stone, que espaciaba más sus proyectos y además se tornaba crítico en sus narraciones y críptico a la hora de articularlas en imágenes. El malestar se debía tal vez a que la épica de la historia, con tintes de metarrelato romántico, recaía sobre el bando del “enemigo” y mostraba el sistema norteamericano atado sin remedio a las fluctuaciones irracionales del mercado continuo de valores. Stone pretendía mostrar lo absurdo del encuentro forzado de dos culturas tan dispares, donde por un lado se reivindica la “cultura del arroz” asiática frente a la “cultura del supermercado” estadounidense (es memorable la escena en que la protagonista del film entra acompañada de su marido en un supermercado norteamericano y, presa de la excitación y el asombro, comienza a tocar los productos que está a la venta). Stone aprovecha la presencia real o de una cultura distinta, que solo conoce por encima, para sacar los colores de modo freudiano al “malestar” de la propia. Esta película está montada en su narración sobre un continuo discurso en off de su personaje femenino principal, inspirado en el más puro estilo oral de la tradición taoísta y oriental. Resulta un contraste curioso la serenidad del tono del discurso de la protagonista. La simbología taoísta del Cielo y la tierra queda explicada en el hexagrama nº 12 “Pi” o “El estancamiento”, donde lo creativo queda sobre lo receptivo. El “Cielo” es la —159—

imagen de lo que se aleja (en referencia al mundo de la cultura nativa de la protagonista), mientras que la imagen de la “Tierra” es la imagen de la profundización de lo inmediato (en referencia a las vicisitudes materiales en la que nos vemos mezclados). Otro elemento cultural de Oriente es la banda sonora del japonés Kitaro, un músico de la música New Age que ha recuperado sonidos tradicionales asiáticos sintetizados con la música electrónica y que resulta adecuado para el efecto de transgresión que pretende Stone en este encuentro cultural. Lejos de las partituras de orquesta que posee el cine convencionalmente y que reviste de romanticismo al celuloide, la música electrónica con armonías étnicas da un giro a la calidad de la banda sonora que nos hace alejarnos de las posibles implicaciones de espectador e imagen. Al contrario de lo que Stone pretendía con la música en The Doors (una comunión total), la música separa al espectador para una mejor reflexión desde “afuera”, para una concienciación del mensaje que se da en el film. Tal vez sea debido al aire oriental que intenta mostrar el sentimiento de la tierra vietnamita, la narración de Stone en este film parece sufrir una regresión en lo que a la entropía narrativa se refiere. Al igual que el alejamiento de la música es posible una “masticación de lo que ocurre”, la mesura narrativa de los planos tiene el mismo impacto. Aun así Stone usa la cámara lenta como recurso dramático, además de la recreación de la fotografía fija sobre un paisaje detenido y colorista, que en ocasiones recuerda a un cuadro en movimiento o alguno de los planos mejor conseguidos de Akira Kurosawa, con un tratamiento de la imagen propio de Asia: personajes bien iluminados, inmersión en una perspectiva donde se detecta profundidad, colores llamativos y definidos y una composición armónica conforme al formato empleado que resulta ser la composición cinematográfica por antonomasia (pintura japonesa o la cartelería de Toulouse-Lautrec). En ocasiones la imagen fija sobre el paisaje, lleno de colores y de contrastes naturales, tan de la iconografía asiática, recuerda a los cuadros de Gaspar David Friedrich, ya que los personajes se integran en el y nos hacen sentir que forman parte de él. Esta estética de la imagen apoya las cualidades de metarrelato romántico de la historia. La llegada del viet-cong y de las tropas —160—

americanas al espacio de los personajes principales introducen cierta disgresión estética en la filmación (como el aumento de la temperatura del color, normalmente a temperaturas cálidas, en detrimento del tratamiento del color contrastado y vivo) pero no en la narración. En muchos aspectos es una historia romántica en el sentido de un “desgarro” o separación del personaje con el entorno al que pertenece y la crónica de ese regreso y aceptación; un viaje de contrastes provocados por la entropía de la guerra en la experiencia vital del hombre. Si El cielo y la tierra constituía un paso atrás en las tendencias a la disgresión narrativa de Stone, con The Doors da un paso adelante que va incluso más allá de las disgresiones narrativas de JFK. Sin lugar a dudas que este film es el que más lecturas estéticas puede arrancar, ya que en él convergen música, poesía, imagen hipnótica, crónica histórica, psicodelia, cultura chamánica y del peyote, etc... Todo tiene cabida en él, desde la crítica contracultural de los setenta y el retrato de la factoría Warhol hasta la filosofía antropológica de Carlos Castaneda. The Doors es un ejercicio de metacine de principio a fin. El comienzo del film es casi hipnótico cuando la voz de Jim Morrison (casi clónico en el cuerpo de Val Kimer, en uno de los papeles más logrados de su carrera) se dirige al público de la sala en la oscuridad de la ausencia de luz del fotograma negro. En la sala, uno tiene la mágica sensación de estar en diálogo con el personaje de la película. En realidad no es así, ya que se trata de la grabación del último trabajo de Morrison, An american prayer, un disco sin los Doors grabado en París en los días antes de la muerte del artista, se trata de una grabación de un recital poético, donde Morrison hace explícita su faceta de poeta fracasado mientras se arropa con la música pregrabada del grupo. Es durante la grabación objetiva de este recital sobre el que se desarrolla un enorme flashback (flashforward de su muerte, incluido) que cogerá toda la película. Este film ante todo está construido para los fans del grupo, no sólo es una crónica de un período de la historia americana como las otras películas. Stone requiere constantemente la participación del espectador a llenar su retina del festival dionisiaco que expone. —161—

Aunque podría pensarse que la música ocupa un papel predominante en esta película, eso es falso. Sin duda, en su momento, Stone, recordó la película como una de las más ruidosas que había hecho, pero es la suma de la imagen con la música (que muchas veces describe las sensaciones de los personajes) lo que hace de este film un “viaje de ácido sin LSD”. La “iluminación Stone” es el vehículo perfecto para expresar el efecto del ácido; es una amplificación de los sentidos a través de una saturación, las calidades de la película fotográfica se aprovechan al máximo y se fuerzan en su resultado hasta entonces no creado. Normalmente la fotografía no aprovecha todo el potencial químico de la película donde se recibe la impresión y una vez más el trabajo de Richardson es definitivo en ello. La línea argumental vuelve a ser un collage de recuerdos en la misma línea argumental que JFK, quizá aquí una línea más difusa aun, ya que la falta de continuidad podría evocar las mismas lagunas de las experiencias cercanas a lo dionisiaco de la desmesura del alcohol y las drogas. Si se escenifican los momentos míticos dentro de la historia del grupo: como la creación de la canción “Light my fire”, la recreación del televisivo Show de Ed Sullivan (una breve incursión del leitmotiv preferido de Stone) o la detención de Morrison por exhibición. La narración resulta en estas ocasiones épica y, desde muchos aspectos, deformantes conforme a la realidad, de este modo, los miembros vivos de los Doors protestaron contra el film de Stone. La fotografía en The Doors es una fotografía de tonos cálidos que no decrece en ningún momento, ni siquiera en la escena de la muerte de Morrison. Continua la iluminación Stone apoyando el brillo de la saturación de las drogas. El colorido rojizo continuo en el film lo hace un ente vivo que crece en los momentos que el argumento crece o el clímax musical crece, dando respiros extáticos al espectador que cree que el film termina y recomienza varias veces. Incluso la escena final de los créditos, donde aparece Morrison cantando la canción “L. A. Woman”, transcurre tras el final con la muerte del cantante y se asume como un elemento continuo, tal vez por que sabemos que Morrison “sigue vivo” a través de la música. —162—

La cultura chamánica flota como un espíritu continuamente en el film de Stone, representada por un actor calvo que acompaña continuamente en incesantes “cameos” a los personajes de la historia. Las enseñanzas de don Juan es el escenario de fondo para la cultura chamánica del peyote que exhibe la película. Morrison pensaba que estaba poseído por el espíritu de un brujo indio que había visto morir en un accidente de automóvil cuando era niño, de modo que los poderes de chamán habían pasado a él. Stone nos repite este concreto a lo largo del film continuamente, no solo con la presencia del espíritu del chamán (el actor calvo antes mencionado) que lo entrega a una continua pretensión de lo dionisiaco (citas de Nietzsche incluidas) sino con los fundidos de bailarines indios en diversos momentos de la historia. El desierto o la ciudad terminan en la amarillez de la luz y los tonos rojizos del fotograma. Las disgresiones del montaje no son tan patentes ya que Stone se recrea en un fluir de los planos de movimientos de cámara que en los momentos de éxtasis “navega” con los personajes y hace navegar al espectador. Es necesario que el espectador se deje llevar para integrarse en la avalancha de sensaciones que pretende Stone, la cámara pierde la referencia imaginaria del trípode donde se sostiene (al igual que el espectador pierde la referencia de sus hombros) para presenciar en primer termino todo lo que ocurre, abandonando la posición tradicional de relación director-espectador. Vuelve a ser una película coral (algo muy berlangiano). Un collage de imágenes debe estar correspondido, para una visión total y una comunicación de la sensación, de una pluralidad. Si en el sistema de Stone de explicar el orden a través de una disgresión del orden de la imagen no hubiese una pluralidad de personajes, podría parecer contradictorio. La coralidad tiene un sentido historiográfico, ya que nadie recuerda una historia sin una multitud de rostros ante sí, y eso hace Stone, el protagonista es protagonista dentro de un universo, que da parte de su circunstancia y que refleja al “otro” con elemento disgresivo ante lo “mismo”, representado por el protagonista y objeto de identificación del espectador. Una pluralidad de personajes refleja un sentido social de la historia , que un ser social termina por —163—

identificar. la identificación conlleva un concepto de unidad abstracto. Si El cielo y la tierra es más próxima al metarrelato romántico en la descripción del desgarro, The Doors es un film “heideggeriano”, por continuar con el juego de símiles filosóficos, en lo que se refiere a la angustia (a ritmo de blues) de Morrison por reivindicar el papel de su poesía como vehículo expresivo del sentido de la vida Esta es la razón por la que tanto Stone emplea cierta “poética” de la imagen en este film. 3. La apoteosis de la violencia: Asesinos natos, Nixon y Giro al infierno. Asesinos natos era una película que nadie esperaba. Era una película que problematizaba sobre los mass-medias y eso no era ni siquiera un asunto original en el cine de Stone (tema ya abordado en Hablando con el miedo). Los actores no habían sobresalido excesivamente en sus campos de acción, Stone contaba con su habitual equipo de trabajo y tal vez solo destacaba el guión del nuevo “enfant terrible” de Hollywood, Quentin Tarantino (que por cierto renegaría del producto final de la pantalla, desquitándose con el guión de Amor a quemarropa, filmada por Tony Scott). En ocasiones se estrena una película y la gente no es consciente de lo que puede aparecer en la pantalla. Asesinos natos consiguió el gran premio especial del jurado en el festival de Venecia en 1994 y en la exhibición de las salas comerciales la gente se marchaba por que no podía soportarla. ¿Qué tenía este film? ¿Qué había conseguido Stone con esta película? La respuesta es sencilla y no gusta por que es lo contrario que siempre ha buscado el hombre: la transgresión. 1) Transgresión en el guión que no tiene la estructura común de planteamiento-nudo desenlace, el film no tiene desenlace, incluso no parece tener comienzo ni final lógico, es difícil identificar la estructura del recuerdo de un flashback. Incluso hay una historia en los títulos finales de crédito que continua la historia de los personajes. —164—

2) Transgresión en el registro de la imagen que no está desarrollada en un sólo formato de película, saltando incongruentemente del color al blanco y negro, de una sensibilidad a otra y desde un formato a otro. Stone lleva y recrea el efectismo digital televisivo que estaba por venir al ámbito vanguardista de la pantalla de cine, mostrando matices, fundios y barridos que hoy asombran a pocos. 3) Los personajes son dos elementos entrópicos puros, dos seres asociales que asesinan en el mismo sentido que respiran, es decir, como un proceso natural. La circunstancia posee la misma transgresividad que los medios que los entronizan ya que su dinámica interna es pura instrumentalidad deshumanizada que nada tiene que ver con el sujeto y nada tienen que ver con los mensajes falsos de humanidad que promulgan. Este es el mensaje de Stone: los mass-medias mienten, por lo tanto su lenguaje es violentador. 4) Transgresión en el montaje, muchas veces la continuidad entre imágenes es un auténtico desafío a la capacidad de visionado. Para retratar la violencia es necesario un montaje violento, molesto, provocador. Sinceramente esperamos realizar en este apartado del escrito una exposición lo suficientemente transgresiva para comunicar la transgresión que contiene este film. Sin embargo, y si eso fuera así, para comunicar algo tendríamos que estar sujetos a unas reglas gramaticales dentro de un orden y esto es precisamente lo que hace Stone con la imagen. Mantiene un orden tradicional solo hasta cierto punto... lo demás es caos. 5) El mensaje captado por el espectador es terrible: si la filosofía ha tratado de convencernos durante tres mil años de que la apariencia del devenir obedece a un orden, Stone nos dice que ese convencimiento es una patraña y la historia de Mickey y Mallory Knox lo demuestra. En el fondo se nos está avisando del engaño ontológico, de la angustia de la nada y de las mentiras que la historia de la filosofía nos ha transmitido. Son los Ídolos de Bacon pero en el plano cinematográfico. La violencia tenía que ser un vehículo a conducir en esta locura de celuloide, ya que inevitablemente, eufemismos e hipocresías a parte, pertenece a nuestro mundo real en el que vivimos. —165—

Como es habitual en este film, la violencia no usa un solo canal sino varios al mismo tiempo: es patente desde el inicio del film en el asesinato en masa en una cafetería de carretera (un espacio típico y tópico del universo norteamericano) o de cualquier otra escena violenta que aparece en el film (Stone no distingue claramente entre la violencia física de los personajes y la violencia domestica de las continuas violaciones “domesticas” a las que ha sido sometida la protagonista del film, Juliette Lewis). Un botón de muestra: La narración en los primeros quince minutos del film puede parecer más o menos “extraña”, pero en un flashback que narra como se conocieron los protagonistas, Stone se “sale” del cine y comienza la narración de una Sit-com (comedia de situación) donde se plantea la tragedia doméstica en la clave manipuladora de las comedias de la televisión (cada medio interpreta en una clave de mensaje y Stone declara esto a los cuatro vientos) haciendo de la reproductibilidad el sujeto de las ideologías que se muestran al espectador. Esta escena es un guiño sobre el espectador (que conoce perfectamente ese medio expresivo de la televisión, por cierto que un medio bastante sádico y retorcido, como la telenovela o culebrón típico sudamericano) y sobre los mismos actores que TODOS los que participan en la escena, participaron en comedias televisivas de televisión (Juliette Lewis en Los problemas crecen, Woody Harrelson en Cheers y Roger Dangerfield en Roger Dangerfield Showtime), lo que constituye toda una ironía visual que se construye en la falta de credibilidad del actor. Si el actor está construido sobre un registro y este registro resulta irónico sobre el registro expuesto, es inevitable por el espectador una continuidad “kantiana” de lo que se expone en la pantalla. La televisión es el protagonista de este film. Lo demás son meras comparsas en el teatro del mundo. La televisión sale por activa y por pasiva en el montaje, su presencia está en el guión, situaciones se presentan al espectador a través de imágenes de televisión. Stone vuelve una y otra vez hasta el cansancio visual para, a través del cansancio recordarnos que los medios son la “sangre” del hombre posmoderno, el opio del pueblo que se inyecta a través del tubo catódico y que está plenamente aceptado desde lo social. La reflexión sobre los medios es una “inflexión”: —166—

no somos los medios, son algo ajeno a nosotros y por lo tanto no podemos “volver” sobre ellos; de esta manera nos volcamos sobre ellos con una mirada inocente y virgen por que no sabemos cómo vamos a reaccionar en nuestra convivencia con ellos (nadie podía imaginar que la gente creería la emisión radiofónica de Orson Welles sobre la “invasión” marciana de la Guerra de los mundos de H. G. Wells, nadie podría imaginar que un adolescente, influenciado por los videojuegos, “pasase a cuchillo” a sus padres); la convivencia con los mediass es algo radicalmente novedosa, aunque pensemos que nosotros estamos tras ellos, en ocasiones parece que tienen vida propia. El estado liberal donde vivimos es el escenario de un estado de la reproductibilidad del arte tan acelerado que haría palidecer a Walter Benjamin. Stone mezcla imágenes en cinemascope, cinemascope en blanco y negro, dieciséis milímetros blanco y negro y color hinchado en pantalla, ocho milímetros, imagen de video y televisión, dibujo animado, aberraciones de la óptica de la cámara, deformaciones digitales... la paleta gráfica se magnifica para el director con un solo propósito: explorar la narración de un orden a través de la exposición del caos, lo que antes constituían pequeñas pinceladas de transgresión, ahora es discurso disgresivo en descripción de lo dionisiaco. No sabemos si tras la sucesión de imágenes hay una pretensión siquiera de narración, pero si hay sucesión de cultura de videoclip y planteamientos narrativos de televisión mezclados con todo tipo de vanguardias. Un ojo curtido y formado en la época de la imagen termina cansado de un ataque así... por que el ataque mismo es el mensaje. A modo de conclusión diremos que Asesinos natos no sólo es el film con más fuerza, más crítico y más descriptivo de Stone sobre esa escenografía que es su obra sobre la sociedad americana (que es, por mucho que nos duela mucho) el modelo social que se ha impuesto en Occidente; es el film con una estética más fuerte y agresiva, todo un retrato del hombre deshumanizado que en su animalidad, fabricada a base de instrumentalidad, se reencuentra con la naturaleza que había perdido con el ejercicio de la razón. Podría parecer que tras Asesinos natos Stone no tendría nada que decir y de hecho tardó varios años en rodar. En ese “impás” produjo la serie de televisión Wild Palms, una historia de —167—

cuatro capítulos (emitidos en España por la recién estrenada cadena de televisión Antena3) donde se contaba la historia (ficticia, por supuesto) del impacto social que producía el lanzamiento de la televisión tridimensional. Estaba claro que la televisión era un medio que había impactado seriamente en este autor. La historia estaba basada en un comic de éxito de la editorial, vinculada a las empresas de Playboy, Darkhorse Comics (en España, Norma Editorial) y su eslogan echaba por tierra el eslogan tan de moda en mayo del sesenta y ocho: “Decían que la revolución no sería televisada... estaban equivocados”. El tema entroncaba directamente con los fantasmas stonianos en su estado puro: los “mediass”, la manipulación (esta vez a través de una secta muy parecida a la Cienciología), la coralidad de personajes y la ironía entre la realidad y la ficción que superaba la realidad virtual de los ordenadores. La partitura musical volvía a estar en manos de un japonés (Richie Sakamoto), esta vez más moderno y menos tradicional para el tratamiento de una historia que supuraba instrumentalidad. No hemos hablado del “Stone productor y guionista” y este es el momento. Stone casi siempre ha guionizado y producido sus películas, lo que explica su espacialidad y su carácter de “autor”. Un productor ejerce una influencia “platónica” sobre la obra en tanto que crea y maneja todo un mundo de ideas que van implícitas en el film (una película de Spielberg está cargada de un profundo sentido del patriotismo y contendrá profundas connotaciones religiosas), lo mismo ocurre con Stone. Nixon y Giro al infierno podrían aparecer como obras menores ya que es difícil llegar a la apoteosis de la violencia fílmico-descriptiva de Asesinos natos, pero como ocurre en el cine de Stone, las apariencias engañan. Nixon, muy en la línea de la crónica política de JFK presenta un collage de la personalidad controvertida y retorcida del primer presidente que tuvo que dimitir. Stone gira transgresivamente en torno a la crónica de un engaño, de una transgresión y su modo de narrarlo es la transgresión misma, una vez más. Aquí pervive el estilo de multiplicidad de formato, la coralidad de personajes, los continuos movimientos de planos, la iluminación “tipo Stone” y un salto en la cronología como elemento descriptor de la cronología mis—168—

ma. Este modo de narrar las cosas resulta muy heideggeriano en el sentido de la descripción del ser escondida en el “silencio de la palabra del poeta”, no se trata de un narrar negativo, sino de sostenimiento sobre el caos, es este sostenerse lo que muestra lo que quiere mostrarse. Giro al infierno resulta solo un “giro” en las cualidades intimas de la historia y en cierto sentido es un film que, aunque cuenta con todos los elementos técnicos y descriptivos que ya hemos descritos de la “paleta stoniana”, se presenta como alienado en su filmografía. Si algo define toas las películas de Stone es un cierto aire épico preso o deudor de la historicidad de sus narraciones. Esta película se presenta como una anécdota localista donde la manipulación sobrevive a nivel puramente humano y la televisión es solo un recuerdo. La moral, que se trataba de un argumento ambiguo en otras de sus películas, llega a sugerirse como alternativa y solo permanece fiel la transgresión gráfica de la imagen que goza de una salud perfecta. 4. Un domingo cualquiera Otro film y otro giro sobre lo último. Si nos quejábamos del giro intimista del Stone de Giro al infierno y de su falta de épica (que más de un crítico le achaca al abuso de la cocaína), nuestro autor recoge uno de los temas, uno de los grandes temas, de la cultura americana: el deporte. El deporte simboliza todo lo tribal y lo primitivo adaptado a los tiempos modernos, se trata de una mirada a lo dionisiaco del héroe desde la instrumentalidad del liberalismo capitalista, una mirada llena de crítica y “mala leche”, con perdón. La conclusión sobre esta estética de Stone en el cine tiene un punto adecuado en este film, un punto medio casi aristotélico. Continua la coralidad artística como retrato de lo social o de la circunstancia, (circunstancia cada vez más próxima en las inquietudes de la historicidad registrada por Stone) y continua la pasión obsesiva por lo televisivo que está presente en la narración por partida doble: lo formal narrativo y lo argumental (Stone sabe que el último “pase” de la película cinematográfica está condenada al “pase” televisivo y esa plasticidad acabará por imponerse). Stone está anunciando con su transgresión el fin del —169—

cine, del cine como proceso donde está inscrito el registro de la imagen con el proceso de muestreo ante el espectador. En una sociedad donde el individualismo se ha impuesto como alternativa a la disolución del sujeto (en la filmografía de Stone el sujeto es pura letanía de sus cualidades subjetivas ante la llegada irrefrenable de lo social como disuasión en pro de valores instrumentalizados que terminarán por aniquilarle), el cine ya no va a ser ese producto de masas compartido como un evento social de la masa. La reproductibilidad, en un proceso de mejora técnica sobre la misma técnica, terminará por convertir la expresividad del invento de los Lumiere en el nikelodeon de Edison, o sea, una experiencia personal e intrasferible del individuo con su carga subjetiva extirpada. Stone nos ha avisado. Post escriptum. Comandante, Alejandro Magno y World Trade Center Los tres últimos trabajos de Stone son tan plurales como él mismo, sin embargo se adivina, bajo la fachada azarosa de los temas, que subyace cierta atracción por el caos, ya sea para asistir documentalmente al caos contenido del castrismo, para desplegarlo en el metarrelato histórico, subjetivo y desenfocado de Alejandro o para lamentarse coralmente por las victimas de una barbarie que tal vez el director imaginara en una de esas noches entregadas a la transgresión y los excesos, particular este que tantos quebraderos de cabeza le ha dado y que ha deteriorado su imagen pública. De cualquiera de las formas y con tres estéticas diferentes, una clásica, otra propia y otra romántica, Stone juega a violentar al espectador con el retrato de la violencia histórica real, documental y recreada, usando tres criterios de montaje que contribuyen a este despliegue de violencia desenfocada. Stone ha reconocido siempre cierto fetichismo conforme a los personajes históricos, fetichismo que, si es propio del periodista no constituye para este ningún problema, para Stone ha sido una constante fuente de reprimendas y de explicaciones exigidas. Partidario abierto de las biopics o filmes biográficos, Stone a puesto su foco sobre un catálogo de personajes (y sus —170—

obligados secundarios) irremplazable e inevitables. Por la pantalla han sido retratados JFK, Morrison, Nixon y, claro está, Fidel Castro y Alejandro Magno, pero no se olviden de Allan Dulles, J. Edgard Hoovert, Robert Kennedy, Lee Harvey Oswall, Jack Ruby, hasta Filipo de Macedonia o el alcalde de New York City Rudoph Juliany. Mientras que Michael Moore se mueve en un falso puritanismo demócrata que, a fin de cuentas, sólo se traduce en una crítica despiadada al partido republicano y a la saga Bush, Stone es el paradigma, poco común, de americano crítico que trata de interpretar la historia. Dejando a un lado los prejuicios propios del pueblo americano medio, Stone afrontó la tal vez entrevista más exhaustiva realizada a Fidel Castro, no sólo con la intención de explicar en qué consiste un bloqueo naval estadounidense, sino también tratar de arañar la realidad social cubana. Este trabajo, rodado y montado dentro de los esquemas clásicos del documental de entrevistas con un protagonista como eje fundamental, fue recibido de manera desigual tanto por los norteamericanos como los cubanos en el exilio, siendo Europa el único lugar donde el film tuvo cierto reconocimiento. Como era de esperar el tiempo bruto de rodaje excede en varias oral al montaje final, algo lógico, siendo Fidel Castro el entrevistado. Ya no es cómo se narra o cómo está planificado el rodaje y el montaje sino lo que se dice. La importancia de las palabras se convierte en el arcón donde reposa el significado que es traducible en violencia. Muchos seguidores del “Stone patriota” se vieron violentados a ver el film, tratando de comprender dónde residía la curiosidad del director. Tras el éxito europeo de Comandante, la entrevista en profundidad con Fidel Castro, Stone vio como la industria hollywoodense le daba la espalda a su proyecto de rodar Alejandro Magno, según un guión escrito por él mismo hacía más de una década. Stone pagó el precio de apoyar al sector político demócrata y la candidatura de John Kerry, el candidato a presidente de los EE.UU también veterano de guerra como él. Muchos productores temían que la imagen de Alejandro aportada por Stone terminarse por ser interpretada como una crítica feroz al imperialismo desquiciado. Aunque esta interpretación es plausible, Stone, —171—

amante de las figuras históricas, antepuso un exquisito trato a los personajes y dejó la exégesis sobre el imperialismo totalitario a juicio del espectador que, deslumbrado por el montaje, podía renunciar a él. El problema le llegó a Stone desde la crítica republicana conservadora cuando inflaron las diatribas de que el film plasmase un Alejandro homosexual. Afortunadamente cuando el sabio señala la Luna, el tonto mira el dedo. Pocas películas de Stone rebosan tanta ironía y mensaje crítico. Las campañas de Alejandro, batalla de Gaugamela incluida, sólo comprensibles en la globalización se revelan como violentas metáforas de acciones bélicas contemporáneas como la Tormenta del Desierto o la campaña militar de Afganistán. ¿Llegará un día en que los maltrechos soldados de Bush dejen de luchar como las tropas de Alejandro? A Noah Chomsky le encantaría esta posibilidad. Una vez más Stone carga las tintas creativas en las escenas de violencia para recrear necesariamente el caos como alternativa viciosa al orden. La guerra, cualquiera, ya sea eco de la más remota antigüedad o mensaje hertziano televisivo, no es más que la victoria del caos obre el orden, no es la imposición de un orden ya que se revela como orden que se destruye así mismo, es la victoria del no-ser frente a la unión del ser y por lo tanto un error del que tenemos que aprender. Para desplegar esta explicación filosófica en imágenes sólo queda la violentación focal más transgresora. Esto lo sabe Stone y, antes que él lo sabían Stanley Kubrick y Arthur Penn. World Trade Center retoma el tono de metarrelato con el que Stone bañara Nacido el 4 de julio. Dejando a un lado compromiso político personal y teorías de la conspiración, Stone aborda la historia con un respeto histórico, con el preciosismo de la reconstrucción a cámara lenta y cumpliendo con esa voluntad tan americana de hacer de la Historia una movie. Después de ataque japonés a Pearl Harbour, la industria cinematográfica tardó casi veinte años en retratar para los espectadores de cine aquel día. La película fue De aquí a la eternidad y en la pupila histórica todos recuerdan el revolcón en la playa de Burt Lancaster con Lana Turner, el blues de trompeta de Frank Sinatra y la muerte trágica del soldado Pruit, materializado en la pantalla por Montgomery Clifft. Dejemos que los espectadores conserven en este caso lo que quieran. ¿Cabrá mayor violencia desenfocada? —172—

TODA LEY DEMASIADO TRANSGREDIDA NO ES BUENA por ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, nació en 1942 en una chabola de Salamanca, donde su madre sordomuda lo parió mientras su padre estaba en la cárcel. Se crió en un ambiente de extrema pobreza, y a los siete años cometió su primer delito «le robe el bocadillo a un niño que iba a mi lado, de muy buen aspecto, para intentar aplacar mi hambre insaciable». Después de eso, pasó por un reformatorio, le echaron dos años de carcel por robar dos gallinas, estuvo en un campo de trabajos forzados, y tras el sonado atraco a una joyería de Madrid en el que murió el vigilante, fue condenado a muerte –sin haber derramado una gota de sangre– por un consejo de guerra en el que no contó con defensa, pena que se le conmutó por cadena perpetua a treinta años. Según Eleuterio «el sistema venía a por mí, como a por los miles de Lutes que había entonces... Pero era una justicia clasista que buscaba eliminar a una clase social». Asegura El Lute que a él no le interesa la parte de aventura que tiene su vida, sino la de antropología social. En su mensaje a la sociedad señala «quiero que vean cómo, por mucho daño que se haga al ser humano, con conciencia crítica y motivación se puede alcanzar cualquier meta». Cuando entró con 22 años a la cárcel, firmaba con el dedo, y allí no sólo aprendió a leer, sino que se convirtió en licenciado en derecho, ejerció como abogado penalista en el bufete de Tierno Galván, y escribió cinco libros. Pero no aguanta oír hablar de reinserción, de la que opina que «es la hipocresía del sistema», prefiere citar el tesón. Dieciocho años en la cárcel no le han hecho un hombre mejor, pero sí le abrieron la puerta de la cultura. «La vida es cuestión de motivaciones. Cuando el pueblo está preparado, no hay dictadura. Sin libertad no servimos para nada», sentencia. Preguntado por el actual sistema carcelario, asegura verlo muy mal, marcado por la masificación y lleno de gente que está enferma y no debería estar en la cárcel. Y añade que «el sistema judicial, por desgracia, se sigue cebando en las clases menos favorecidas. Los jueces no están muy concienciados desde el punto sociológico». Eleuterio escribió Camina o revienta en 1977, cuando era ya un mito y su libro se convirtió en un best-seller. Este hombre que entró en la cárcel analfabeto, protagonizó sonoras fugas, desafió al aparato del Estado y finalmente se convirtió en abogado, vive en Sevilla, ejerce de padre de familia y dice haber dejado muy atrás el personaje de El Lute: «se sobredimensionaron los hechos que yo protagonicé. Para unos, fui un héroe; para otros, una bestia. Yo no deseaba la fama. No la acepto, no me gusta. Pero con mi historia salieron a la luz muchas cosas ocultas. Creo que sigue vigente por los valores humanos de los que habla». Eleuterio Sánchez habla de El Lute en tercera persona, como si de otro hombre se tratara, porque considera que esa denominación corresponde a la leyenda que parte de hechos ciertos, la historia de un rebelde con causa y en la actualidad un personaje absolutamente kafkiano, impensable hoy, afortunadamente. (Fuente: conferenciantes.net)

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D

ESDE el último percance que me ha tocado vivir sobre la mal llamada “Violencia de Género”, de la cual, ciertos medios de comunicación quisieron nutrirse como cuervos al despojo, no paro de recibir llamadas, cartas y correos electrónicos de tantas y tantas personas de uno y de otro sexo (sí, también mujeres cuyos hijos o hermanos han sido victimas de esta fallida ley que aún mantenemos). Son legiones. Y he llegado a la siguiente conclusión: la violencia y los malos tratos son comunes; hay tantos maltratadores como maltratadoras. Ocurre, sin embargo, que la aplicación de esta malhadada ley es netamente favorable a la mujer. Y no cabe argumentar que ello es debido a que son las mujeres las que mueren a manos de sus parejas, porque siendo cierto, no deja de ser una verdad a medias, dado que no es menos cierto que también mueren muchos hombres. Pocos ciertamente a manos de sus parejas, pero sí una cantidad sobrecogedora debido a la presión y el desequilibrio que les ocasiona la aplicación de esta desventurada ley. Más adelante llegaremos a ese espantoso apartado. Unos me escriben desde la cárcel; otros, son libertos encausados. Pero la mayoría la constituyen aquellos que viven el “via crucis” de ser expulsados de sus casa, tan sólo con lo puesto; de tener que pasar pensiones escandalosas (compensatorias para la mujer, de alimentos para los hijos, hipoteca de la vivienda, de la que ya han sido expulsados por orden judicial, etc.), mientras ellos malviven en una yacija en el hueco que les ha cedido en su casa un amigo. Es el caso de Juan, en libertad pero con proceso penal y civil pendiente. O el de Antonio, que me escribe desde la cárcel, animándome a seguir: «a no huir de los medios tan olvidados de nosotros...». Nunca me gustó erigirme en bandera de nadie. —175—

No tengo madera de líder. Pero en este caso lo haría, si este sórdido y sangrante asunto se abordara con la seriedad y el rigor que merecen tanta desgracia y dolor. Lo triste de todo ello es que ciertos medios lo suelen frivolizar, especialmente en aquellos casos que aparecen personajes famosos. Ni jueces, ni abogados, ni intelectuales, nadie parece querer entrar en esta lacra social que a todos, sin excepción, nos vincula y compromete. Considero sin embargo que todos somos responsables –y en cierta forma culpables– de estos desafueros al menos por lo que toca a nuestra inanidad y culpable silencio. Los medios de comunicación nos informan, de manera casi matemática, de al menos la muerte de una mujer por semana a manos de su pareja. Esto es un hecho terrible que salpica semanalmente a cualquier sensibilidad social. En consecuencia, hacemos los primero que se nos ocurre: aprobar una ley excepcional. Y ya está, que la ley lo resuelva todo. Y la sociedad descanse en paz. Personalmente he de señalar que bien poco sabía de esta ley de nuevo cuño. O conocía de ella lo mismo que el ciudadano medio; o sea, nada: que se aprobó en 2004 por mayoría absoluta, con votos del PP y del PSOE, de manera urgente y un tanto expeditiva, porque mientras nuestros legisladores discutían la referida ley, tenían en la puerta del Congreso de los Diputados, un nutrido grupo de mujeres radicales (“lobby” de poder lo llaman ahora) que clamaban pidiendo reparaciones inmediatas. Es decir, nuestros legisladores salieron precipitadamente del paso aprobando una ley para aplacar las iras de las alborotadoras que tenían en la puerta. El resultado no podía ser otro que el que fue. La Ley Sobre la Violencia de la Mujer o Violencia de Género que se aprobó es una ley destinada, por unilateral, a ser anticonstitucional en cualquier país democrático. Se la cree a la mujer bajo palabra, sin más que su versión personal de los hechos. Una vez más hemos caído en el mismo error que tantas veces reprochó y denunció con acritud Ortega y Gasset a los políticos, juristas y demagogos de su época: «Aprobar leyes, sin la calma y el sosiego debidos y sin el consenso real del pueblo, es tanto como poner la carretera delante de los bueyes...». No hemos de olvidar que la principal generadora de violencia es, en muchos casos, la propia ley cuando no se ajusta al Derecho. —176—

Esto es, cuando se aplica de manera injusta y torticera. Por fortuna el espíritu de la Ley no es así en la mayoría de los casos. De los contrario, el ciudadano no recurriría a los casos. De lo contrario, el ciudadano no recurriría a los Tribunales de Justicia a dirimir sus cuestiones, sino que optaría por la Ley del Oeste o por la Ley del Talión (es lo que viene ocurriendo, créanme, y no en pocos casos, en la práctica real de la aplicación de esta desacertada ley). La aplicación de las leyes ha de sustentarse sobre la base de justicia y equidad. Y en todos los casos ha de practicarse de manera bilateral. Es decir, escuchar a las partes litigantes con la misma imparcialidad. Los hechos constatables (“hechos probados”) son los que deben inclinar la balanza de uno u otro sentido. Cuando el hombre denuncia a su pareja, constituye una falta. Pero al contrario, cuando es la mujer la denunciante, eso mismo constituye un delito penal, por el cual –ya sean verdaderos los malos tratos o no– puede entrar en la cárcel y cumplir una condena de hasta varios años de prisión... y, repito, no hacen falta pruebas. (Es acaso lo más irritante). Tan sólo es preciso el testimonio personal de la “víctima”. Esto es posible porque las avala únicamente la estadística cierta de que, al menos una mujer por semana muere a manos de su pareja. Con ser éste un hecho terrible, socialmente inaceptable, no por ello, la ley debe olvidar el principio de equidad, que es su fundamento. Y no caer, a priori, en el maniqueísmo. Más que aprobar leyes destinadas a salir del paso habríamos de tratarlo desde la perspectiva sociológica, cultural y educacional en profundidad. Creo que es ahí donde el problema hunde sus raíces más profundas. Las leyes, en general, constituyen materia inerte, papel mojado, si el pueblo no está educado y preparado para entender y respetar esa norma. El comportamiento machista (que también lo tienen las mujeres) no se erradica por DecretoLey ni metiendo a todos los hombres en la cárcel. ¿Por qué los legisladores y magistrados no estudian mas sociología...? Pues primero es la sociología y segundo la criminología, no lo olvidemos. La sublevación del hombre es –a veces– tan brutal como inútil. Es también, aunque parezca contradictorio, la fuerza del —177—

débil. El varón cuando incurre en violencia, ya sea física o psíquica, está mostrando su debilidad. Ciertamente, ello no disculpa sus actos ni le exime de responsablilidad penal. No obstante, es improcedente, desde cualquier punto de vista legal, la promulgación y aplicación de esa desatinada ley sobre la Violencia de Género, porque no se atiende a los principios jurídicos legales y colisiona con los más elemental que tiene el Derecho. ¿Y qué decir de la presunción de inocencia? La referida ley no la recoge en ninguno de sus apartados. Razón de más para insistir en su carácter de inconstitucional. Que no haya más denuncias de hombres, víctimas de malos tratos, nos significa, que no haya mujeres maltratadotas. Bien al contrario, las hay. Y muchas. Más de las que el ciudadano medio pueda imaginar. Ocurre que el hombre se siente “incómodo” y no suele denunciar estos hechos ante la policía, porque cree hacer el ridículo. Pero la mujer no tiene habitualmente esas limitaciones. Ellas son mas sutiles y sibilinas. Más persistentes y constantes en su encono. Por lo demás, las mujeres que forman al menos la mitad de la humanidad, son fuertes y valerosas. No necesitan la tutela (¿machista?) hasta extremos jurídicos sonrojantes. Pues, la situación de las mujeres se ve determinada por extrañas y contradictorias condiciones: sometidas y protegidas a la vez, débiles y poderosas, despreciadas y respetadas... En este caos de hábitos y contradicciones lo esencial se superpone a lo natural, y no es fácil distinguirlo. En general, las mujeres son lo que quieren ser: o resisten a los cambios, o los aplican a sus mismos y únicos fines. El respeto y la equidad de las leyes corresponde a lo que la Humanidad tiene de más hondo. No hemos de olvidar, que las leyes, tanto civiles como penales no serán nunca lo suficientemente flexibles para adaptarse a la inmensa y fluida variedad de los hechos y las personas. Éstas cambian menos rápidamente que las costumbres. Por ello, el legislador puede quedar, en ocasiones, descolgado y fuera del sentir social. Toda ley demasiado transgredida es mala. Y la que nos ocupa es, acaso, la peor. ¿Discriminación positiva...? Sería un desatino. Pues las mujeres actuales no la necesitan. Las leyes deberían —178—

diferir lo menos posible de los usos. La violencia legal es tal vez más repugnante que cualquier otra. La fuerza de la mujer se pone de manifiesto –sobre todo– en su formación académica y en el sentido de la responsabilidad que ejerce en el mundo laboral, así como en mil cosas de índole privado, donde el poder que ejerce es casi ilimitado. Raras veces he visto familias en cuyas casas no reinara la mujer. En general, el matrimonio es muy importante en su vida. Justo es que ellas lo defiendan según su voluntad. Por ello, cuando les falla “se emplean a fondo”... La mujer está mejor dotada para la adversidad que el hombre. Sobrevive, por ejemplo, a la viudedad mejor que su compañero. Este hecho cierto es una prueba más de su fortaleza psíquica. Los datos que arrojan las estadísticas abundan en la misma dirección. A saber, el hombre puede llegar a ser ten suicida como homicida. Cuando acaba, como en tantos casos terribles, con la vida de su pareja, acto seguido pone –en no pocas ocasiones– fin a la suya. Y es que, por su fragilidad, el hombre propende a hundirse sin remedio, en aplicación de esta norma legal, cuando se le tira a la calle, despojándosele de su casa y de sus seres queridos. Observen, si no, la naturaleza de los homicidios y suicidios, cuándo y cómo se producen en la mayoría de los casos: 1) cuando la pareja ya está rota; 2) cuando ha habido denuncia por medio y se ha decretado alejamiento judicial. Las leyes, ciertamente, no pueden resolver todos los problemas que aquejan a la sociedad. Habría que desviar más recursos económicos, invertir e insistir más en educación cívica desde edad temprana, como señalé antes. He aquí un extracto de la carta que me envía Juan, imputado en causa penal por “malos tratos reiterados”: ...Había desavenencias entre mi mujer y yo... Un día supe la verdadera razón: La pillé con su amante... Se entendía con él desde hacía algún tiempo... Creo que yo era un estorbo... Me puso la denuncia porque quería deshacerse de mi... Me han echado de la casa. No puedo ver a mis hijos. Entre pensión para ella, alimentos para mis hijos, pago de la hipoteca de una casa que no puedo pisar, no me queda ni un euro con que vivir... me han despojado de —179—

todo... Estaría tirado en la calle si no fuera por la solidaridad de un amigo... Creo que es peligroso vivir en un país que aprueba una ley de esta naturaleza... A veces la veo desde lejos que entra y sale en mi casa con su amante... Tengo pensamientos homicidas...

Es probable que no pocos de los homicidios que se producen actualmente guarden relación con la aplicación de esta desatinada ley. Internet informa de las mujeres que mueren a manos de sus parejas y de los hombres que se suicidan a diario, así como de una sobrecogedora cantidad de niños que quedan huérfanos al año. Y nadie apunta solución a esta gangrena social. ¿Hay –por desventura– un mundo de hombres y otro de mujeres? No por cierto. Basta ya. Hemos de poner fin a esta dramática situación social. Es preciso abolir o derogar la referida ley, porque no se atiene a lo más elemental y reverente del Derecho, si queremos evitar que los procedimientos judiciales puedan convertirse en un espantoso matorral.

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PONENCIAS

UN DISCURSO SUBVERSIVO por MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ

MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ, arquitecto por la ETSA de Sevilla y alumno del curso de doctorado “Ciudad y arquitectura sostenibles para un futuro europeo”.

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C

SINOPSIS

ÓMO expresarlo? ¿Cómo decir que tanta lágrima amarga, tanto duro esfuerzo, tanta sangre derramada, fue en vano? ¿Cómo señalarles a aquellos que dejaron la vida, que sufrieron cárcel y penurias, incomprensión y escarnio, que lo que hicieron no fue de ellos el provecho? ¿Cómo rubricarles a aquellos que heredaron su discurso que toda lucha resulta inútil cuando el enemigo es capaz de incluirlos entre sus propias armas? ¿Cómo expresar, cómo convencer, cómo adoctrinar,... cómo promulgar que la “idea de la victoria social” es el nuevo opio del pueblo? Y sobre todo, ¿cómo hacerlo sin caer en el error de culpar a alguien o algo por la situación en la que nos movemos? Ante un sistema cuyo cometido es absorber todas las reacciones que se le enfrentan para acogerlas como algo propio, el individuo en la nueva era de la información se ve irracionalmente consciente de una especie de claustrofobia o nueva clase de violencia que se ejerce sobre él, invisible, imposible de identificar su origen hasta caer en la cuenta que procede de sus propios actos, de la noción de que posee un nombre, un origen y unos deseos que son la medida de una nueva realidad cuyo paradigma es la anulación de la historia. Por ello quizás ser subversivo no signifique ya ser rebelde o contrario al sistema, sino seguirle la corriente no obstante con una condición: la de no poseer nombre, mantenerse inédito hasta conformar un discurso de su propia historia exclusivo a su persona, un discurso subversivo. —185—

Un discurso subversivo ¿Cómo expresarlo? ¿Cómo decir que tanta lágrima amarga, tanto duro esfuerzo, tanta sangre derramada, fue en vano? ¿Cómo señalarles a aquellos que dejaron la vida, que sufrieron cárcel y penurias, incomprensión y escarnio, que lo que hicieron no fue de ellos el provecho? ¿Cómo rubricarles a aquellos que heredaron su discurso que toda lucha resulta inútil cuando el enemigo es capaz de incluirlos entre sus propias armas? ¿Cómo expresar, cómo convencer, cómo adoctrinar,... cómo promulgar que la “idea de la victoria social” es el nuevo opio del pueblo? ¿Cómo expresar esto? ¡Cuán atrevimiento es éste ante tanta cabezonería! Contemplo movimientos sociales, gente con banderas republicanas, con el puño en alto o entonando “A las barricadas”, manifestaciones humanitarias y conciencias ecológicas y solidarias, seguidores de Che Guevara o de Karl Marx, existencialistas lectores de Sartre o fanáticos de John Lennon, inspiradores de las culturas alternativas o adalides de la sostenibilidad... sin saber que sus ideologías llenan las arcas de los entresijos del capital, que hoy en día “Che Guevara” es un valor en alza en la bolsa, o que la nostalgia por los Beatles vende discos a millones ¿Cómo enfrentarse ante eso cuyo objeto son las reacciones contra sí mismo? ¿Cómo luchar ante el único sistema de la historia cuyo alimento es la traición puesto que es capaz de transformar ideal alternativo en sujeto propio? ¿Cómo frenar aquello que es ante todo ambigüedad y disolución? Si el HipHop o el arte graffiti pasa a ser cultura de masas, o si la ecología es excusa para urbanizar el monte con el sello de “sostenible” ¿qué nos queda? O mejor dicho ¿cómo discernir el límite de lo que ha tomado el capital como propio? ¿Cómo no traicionar? ¿Cómo luchar contra el capitalismo cuando el sistema hace tiempo que lo absorbió, regurgitó y superó? ¿Cómo saber quién es el enemigo cuando ni siquiera sabemos qué de nosotros mismos se ha consentido como instrumento del sistema? Los parámetros han cambiado, las condiciones ya no son las mismas, la rebeldía y la reacción ya no resultan suficientes. Es tan tonto como que hasta ahora hemos pretendido ser rebeldes e independientes a algo que sin embargo siempre nos ha contenido, puesto que conoce y se aprovecha de la condición de que tene—186—

mos un nombre, una posición, unos sueños y un origen. De este modo ni siquiera cuando reaccionamos le podemos ser ajenos, el gran hermano se hallará siempre ahí, agobiándonos en la imposibilidad de sentirnos alguna vez completamente solos. Avanzamos hacia una nueva realidad cuyo fundamento es absorber a cualquier posible contendiente, un nuevo paradigma totalmente distinto del anterior. Antiguamente, en realidad no hace mucho, la humanidad se veía inmersa en una lucha de civilizaciones. No existía una única historia, cada contendiente escribía la suya. No existía imparcialidad, el sujeto tenía a la fuerza que entrar dentro de una de las civilizaciones entre las cuales se disgregaba el conflicto. Desde que nacía, dentro de una determinada sociedad y casta, su vida quedaba prefijada a unos parámetros concretos. La sociedad le daba la vida, le proporcionaba alimento y sustento, le otorgaba una posición, una credibilidad y como tal, la persona estaba obligada a devolver lo mucho que de ella había recibido siguiendo un sendero cultural preestablecido: “estudiar, trabajar, luchar contra los enemigos del clan, casarse, tener hijos, cuidar de esos hijos, disponer una herencia”. Senderos rígidos, restrictivos, excluyentes, que definían la vida de las personas miembros tal que hay actos admitidos y otros no admitidos de acuerdo con lo exigido por dicho camino y por dicho entorno cultural. La violencia estaba a la orden del día, eso sí, se castigaban los crímenes y los delitos pero existía una violencia aceptada en cuanto permitía vincularse con ese sendero sin perjuiciar, aún más, a veces alentando, el sentido o conciencia de pertenencia al sendero por parte de otra persona. Sin embargo, ¿qué pasaba con el individuo que se percibía contrario a tal actitud? ¿Qué sucedía con aquella persona cuya naturaleza le hacía proclive a rechazar los condicionantes del sendero? Si el sendero cultural tenía que englobar la vida de los individuos, el mayor pecado debía ser a la fuerza sin duda el mostrarse contrario a tales disposiciones de tal modo que enseguida era excluido y condenado al ostracismo y a la soledad. En estas condiciones se podía argumentar que “la soledad del individuo comenzaba cuando éste se percibía contrario a la inercia de la historia”, la historia de lo que le rodeaba, de la sociedad de la cual formaba parte. Sin embargo, los exiliados, lejos de mostrarse miserables, se reconocían en —187—

esta postura: la búsqueda de un nuevo tipo de libertad supracultural, no tener porqué seguir los requisitos necesarios para ser un conciudadano correcto. De este modo, tradicionalmente, frente a una sociedad entera que comprendía la existencia de dicho personaje como la de un bicho raro, éste se refugió en la constatación y en la afirmación orgullosa de la soledad y de su exclusión: los incomprendidos, los ermitaños, los monjes de clausura, los intocables, los marginados, los rebeldes, los traidores, los herejes,... Sin embargo no es oveja negra aquella que es indeseable sino aquella que resulta diferente. Esto se empezó a ver a finales del siglo XVIII y evolucionó hasta tal punto que estas personas, que hasta entonces se las había obligado a exiliarse, de repente resultaron mitificadas: la casta de los librepensadores, de los espíritus libres, de los espíritus indómitos, aquellos a los cuales la historia había tratado de ocultar hasta aquel momento. De haber nacido en el medioevo, de haber sido mujer se la habría tachado de bruja y quemado en la hoguera al negarse a someterse a los designios del varón; de haber sido hombre se le habría asesinado en un callejón oscuro ante el miedo que sus ideales pudieran socavar los cimientos del poder de otros hombres. Sin embargo a partir de finales del XVIII y con la revolución francesa fueron necesarios y se les mitificó ante la encrucijada que la nueva historia disponía ante los ojos del pueblo. Libertad, igualdad, fraternidad. Democracia, sufragio universal, emancipación de la mujer, socialismo, comunismo, anarquía,... en un empuje de tal fuerza y envergadura que ha llegado hasta nuestros días: el librepensador sigue siendo un ser mítico que clama en las entrañas de esta civilización con una virulencia que a menudo nos hace temer. No obstante ¿a quién hacen temer? Desde luego no al sistema el cual precisamente se ha servido de ellos. La historia, que antes parecía pertenecer en exclusiva a cada contendiente del gran juego, ante el nuevo paradigma tiende a disolverse; si bien como único aliento antes del estertor se mantienen ciertos aspectos de la lucha de civilizaciones, no obstante llegará un momento en el que esta lucha, esta discrepancia entre culturas, no será más que otro aspecto dentro de la complejidad interna del sistema. La casta de los librepensadores ha ejercido un papel fundamental en —188—

este proceso al acelerar el “fin de la historia”. Para Fukuyama, en su famoso artículo publicado nada más entreverse la noticia del fin de la Guerra fría, auguraba una nueva era de esplendor y felicidad basada en el triunfo de la democracia, una situación en la que el ser humano sería satisfecho en todas sus necesidades básicas, haciendo innecesaria la lucha, por lo tanto la historia. Un siglo antes, el francés Cournot definía el fin de la historia como el final de una tendencia que hace a los seres humanos discurrir por senderos cada vez más encauzados por lo que sus actos acabarían siendo perfectamente previsibles. Aproximadamente por la misma época Karl Marx señalaba que el final de la historia no podía ser otro que el triunfo final del proletariado sobre el estado del capital. Quizás sea éste último quien más se acerca al concepto de final de la historia que aquí vamos a presentar. Sea dicha, la historia se define por un objetivo, antiguamente por el objetivo de la supremacía sobre el resto de las civilizaciones, el relato de los héroes y de los reyes que permitían a los pueblos considerarse grandes ante el resto de la creación. Cuando los librepensadores salieron del anonimato para ejercer su influencia en el mundo, siendo los habituales excluidos de la historia, apostaron por el otro gran excluido de ésta, el pueblo, abogaron por la idea de la victoria social, siendo el objetivo de la nueva era la satisfacción de todas las reivindicaciones sociales. El primer paso lógico para la consecución de esto consistía en la disolución de los senderos culturales, la ruptura con los condicionantes sociales que hacían del pueblo un esclavo primero de su nacimiento, y segundo más adentrados en el siglo XIX, de su clase. Prácticamente fue un movimiento a escala mundial, aunque su evolución vivió contrastes, en algunos lugares la idea de la victoria social se convirtió en el nuevo hito del poder, en otros llegó a enfrentamientos ideológicos que desembocaron en guerras civiles, y en los terceros se aliaron con las estructuras del poder monetario básico, el capitalismo, conformando posiciones socialdemócratas. De estos posibles paradigmas, el único que a la larga ha sobrevivido ha sido el tercero, la alianza con el capitalismo que sin embargo ya no podía ser llamado de esa manera, desde el momento mismo en el que las estructuras del poder acogieron la idea de la victoria social. En el concepto de —189—

que el conjunto es mucho más que la suma de las partes no podía denominarse ya capitalismo, tampoco socialismo. Se trataba del comienzo incipiente de una nueva realidad, el sistema, o lo que de momento hemos llamado de modo reduccionista como sistema, puesto que no puede recibir nombre. Desde su inicio el sistema se conformó en la integración en sí mismo de múltiples realidades diversas, y a menudo contradictorias: disolver los senderos culturales, aunar la historia de los pueblos en una sola,... sin embargo sin obviar los enfrentamientos naturales que entre personalidades puede haber. A menudo se ha identificado el sistema con el proceso de globalización, lo cual es un error, puesto que dicho proceso no es más que un aspecto como otro cualquiera, quizás más relevante, de su lógica interna. El sistema acoge tanto las tentativas globalizadoras como los movimientos a favor de la identidad particular, tanto las opciones capitalistas como las reacciones subversivas, ya sean comunistas, ecologistas, socialistas o anarquistas. De esta manera el final de la historia consistirá en la integración de todos los valores de la humanidad en una única realidad de tal modo que la complejidad que acogerá llegará a un punto que ya ni siquiera podrá recibir nombre, ni podrán distinguirse sus reglas puesto que su flexibilidad será tal que una vez se logra reconocerlas cambiarán para no dejar frente por el que acometer. Es el nuevo Innombrado, el nuevo Omnipotente, el monstruo de infinitas cabezas, y del que sin embargo podemos discernir sus características y efectos, su extraordinaria adaptabilidad ante cualquier situación, su capacidad para transformar la victoria de otros en suya propia, de aprovecharse de cualquier coyuntura, hasta conseguir cambiar intenciones profundas en mera superficie. De este modo su único enemigo es el fanatismo, el único arredro que le queda a la historia para sobrevivir, puesto que cuando incluso éste sea absorbido no habrá un discurso lineal, sino un conjunto de contradicciones ilegibles, sin objetivo definido a no ser otro que la ampliación del propio sistema. Ahora bien, es la historia global de la humanidad, la historia de lo colectivo, la que disuelve, en su lugar queda la perspectiva de lo individual. Frente al sendero cultural rígido, encauzado y restrictivo que las tradiciones imponían, incluso ofreciendo una —190—

explicación y una salida para el gravoso asunto de la muerte, el nuevo sistema se contrapone violenta y radicalmente en la ausencia del sendero, en la crucial relevancia del presente frente a cualquier otro momento, ya sea pasado o futuro, en la afirmación de la idea de la libertad absoluta. Esto es, lo colectivo deja de ser importante en la medida que el mercado parte de la voluntad y de pequeños actos del individuo particular, a fin de cuentas la cultura de masas no es más que una cultura basada en el consumo masivo de intereses afines de individuos concretos. De algún modo remarcar la importancia que frente a la visión de lo holístico, del sistema al completo, toma un pequeño actor, de tal manera que es el individuo y no la sociedad la medida del nuevo sistema. Esto se ve en la disyuntiva que se nos ofrece a continuación, ya no hablamos de senderos culturales comunes a todo un pueblo, sino de perspectivas individuales. Una perspectiva es un paisaje que se observa, no sólo un paisaje que se observa, también una previsión de lo que algo puede llegar a ser. Una perspectiva, dentro de los infinitos límites entre los que se desarrolla el sistema puede ser algo que creemos lo correcto, que deseamos, o que pensamos que es lo más sensato para realizar, una opción personal. En cualquier caso por esto mismo pensar con perspectiva es crear enfrentamiento, puesto que se trata del producto de un deseo, individual, surgido de una premisa interior de la persona, que puede ser perfectamente independiente de cualquier rasgo cultural o colectivo heredado, por lo cual nos define en contraposición al resto de los miembros de la sociedad. Llegados a este punto podríamos pensar que una perspectiva es un sendero cultural que nosotros mismos nos imponemos. En realidad existe una sutil diferencia, los senderos culturales son excluyentes y remiten a todo un pueblo; como hemos señalado, admiten determinadas acciones y otras las rechazan tajantemente, son el medio por el cual una civilización se asegura el compromiso de sus miembros a la hora de oponerse al resto de las civilizaciones. La perspectiva en cambio se conforma en base a los datos que están presentes en el interior del sistema y que son elegidos por un único individuo. Por explicarlo de algún modo es como un dibujo no terminado de un paisaje en el que se va seleccionando la información que a continuación se representa. —191—

Esto es, una perspectiva no se cierra, es tan sólo una previsión realizada a partir de los datos que hemos ido acogiendo y seleccionando. De otra manera también se la puede comparar con un diccionario, una palabra acoge significado en oposición al significado del resto de las palabras, sin embargo sólo puede ser definida mediante el uso de éstas, de tal modo que según evoluciona el lenguaje también cabe la posibilidad de acoger nuevas palabras para la definición. De este modo el capitalismo es una perspectiva que se podría, llegados a cierto punto, definirse con las palabras socialismo y anarquía, así viceversa podría ocurrir con las perspectivas de la sostenibilidad o de la ecología. Es decir, el sistema se inclina por la completa mezcolanza de las realidades que ha absorbido, esto es otro dato que nos avisa del final de la historia, la imposibilidad de hablar de una manera pura de los objetos a nuestro alrededor. En contra de esto se opone la perspectiva individual, no obstante su manera de ser, abierta, así como el haber sido constituida dentro del sistema le supone un problema, el no negar tajantemente admite la posibilidad de acoger nuevos nombres para la definición, el ser seducido por fragmentos de información a menudo polifacéticos hace que llegue un momento en el que la perspectiva acabe contradiciéndose a sí misma, cayendo el sujeto en el desánimo y en el sinsentido. Sentirse contrario a la inercia de su propia historia. Quizás el paso definitivo para la instauración del sistema fue la crisis energética de 1973. Este hecho significó un antes y un después, el mundo necesitaba otros mesías diferentes de los de la industrialización y el bienestar; la economía de mercado, tal como era concebida tenía que cambiar, no sólo debía basarse en la relación producto-consumidor, se hacía necesario reflexionar acerca del asunto de la materia prima, por primera vez en la historia, agotable, así como en la concienciación del consumidor con respecto al problema. Aparecen nuevos conceptos acerca del capital: capital natural, capital tecnológico, capital humano, capital institucional, capital cultural,... el mercado debía expandirse no sólo con valores cuantitativos, también con ideales. La constatación del problema, al igual que sucedió con los utopistas del siglo XIX, permite a los del siglo XX soñar con nuevas perspectivas de solidaridad, ecología y progreso: la emancipación —192—

de la mujer, la resolución del problema del hambre en el mundo, la aceptación de las minorías, “salvad a las ballenas”,... El capitalismo, el ancestral enemigo de la victoria social, en este momento de crisis es señalado de nuevo como el culpable de la situación, se le cree débil, necesita transformarse ante una reducción de sus emolumentos que destruiría sus estructuras basadas en un volumen de negocio que necesariamente ha de tender a ampliarse; o reconvertirse o morir, desde la idea de la victoria social se aplaude cualquier atisbo de éxito, cualquier resquicio que deje ver que el capitalismo ha acogido tintes de solidaridad, o un compromiso serio con la ecología o con la sostenibilidad; esto podría haber significado un cambio de rumbo de la humanidad, hacia una conciencia menos depredadora y más ecológica, o quien sabe hacia una tercera guerra mundial. Pero lo que sucedió en cambio fue que el mercado en ese proceso supo absorber estos ideales como valores de consumo. El sistema comenzó de este modo a consolidarse, acababa de acoger en su seno todos los ideales de las revoluciones de los años sesenta y setenta. Acababa de absorber como valor propio la idea de la victoria social. Esto indujo una complejidad sin precedentes. El poder monetario ya no era suficiente para explicar la realidad puesto que no se trataba únicamente de productos, también de ideales, había que buscar una nueva moneda de cambio y ésta no era otra que la información. El individuo, dentro del mercado, se halla sumergido en el interior de un mar de información del cual forma parte. Los medios analizan hasta el más ínfimo detalle de su vida con el fin de averiguar su nombre, sus aficiones, sus gustos,... su perspectiva, y bombardea constantemente con información de diverso tipo para intentar formar parte de ella; el nuevo objetivo que ha permitido al capital sobrevivir es la seducción, el consolidarse dentro de las perspectivas individuales. Por consiguiente, llega un momento en el que el sujeto no sabe lo que en realidad desea, ha acogido tanta información que le es imposible distinguir qué verdaderamente conforma su persona. Se siente violentado, si en el anterior paradigma la violencia era evidente (o estar dentro del sendero cultural o estar fuera), en el nuevo pudiera parecer loco si pensase que la violencia parte de sí mismo. Frente a un —193—

sendero cultural en el que el individuo rebelde es excomulgado sin más del colectivo, nos movemos hacia una nueva realidad en la que la persona individual es la medida del sistema, por lo que éste considera en el hecho que un solo hombre o una sola mujer se le enfrente una crisis en potencia, un contendiente que si resulta carismático/a y convincente puede llegar a crear un movimiento que se oponga con fiereza a sus pretensiones. De aquí que la respuesta sea inmediata: dirigir el caudal de información, la atención de las masas, del público en general, hacia él/ella de tal modo que lo termina convirtiendo en héroe o maldito, según la ideología del individuo dentro del sistema, creando en cualquier caso toda una lógica de mercado a su alrededor. Es cierto, la rebelión se convierte en movimiento pero este movimiento desde el principio está abocado al fracaso ya que rápidamente es absorbido como fragmento de información, por tanto susceptible de ser manipulado o tergiversado. En este caso no hay excomunión pero la violencia se ejerce en la imposibilidad de poseer la exclusividad de la identidad personal: serán otros los que nos definan, los que digan qué debemos hacer basándose en la información que disponen sobre nosotros. Estamos pues ante un nuevo tipo de violencia que se expresa ante todo en la contradicción que sufre el sujeto entre lo que es real –lo que hace o acomete– y lo que es importante- lo que opina que debería ser–, el ideal. Finalmente la nueva violencia se define como una violencia psicológica: “la soledad del individuo comienza cuando se percibe contrario a la inercia de su propia historia”, cuando la perspectiva por la que ha optado se vuelve confusa y más que ser una fuente de perfeccionamiento personal se transforma en una manera de encadenarse. Hemos dicho que la idea de la victoria social es el nuevo opio del pueblo. Esto es así porque la idea de haber sido vencedores en el pasado nos engaña respecto a lo que significa el sistema, principalmente por dos razones: 1º puesto que nos hace pensar que siguen siendo los gobiernos, el capital, los causantes de todos los males, incitándonos a reaccionar en la seguridad de la nueva victoria de tal modo que lo que en verdad hacemos es expandir el sistema; y 2º porque si bien algunos pensadores y activistas comienzan a reconocer la realidad del asunto, el hecho de que —194—

fuera una victoria, es decir, el resultado de una lucha contra algo, nos induce a pensar que el sistema es el resultado de una conspiración, de un engaño por parte de las autoridades. Kim Stanley Robinson habla de la teoría de la conspiración diciendo que desde el asesinato de Kennedy lo importante no es el hecho en sí sino el número de explicaciones paralelas que se pueden ofrecer sobre ese hecho: el gobierno, los rusos, las mafias, etc.; esto es, más que la verdad lo que prevalece es la narrativa. Esto llevado a nuestra línea sería decir que los males del mundo se deben a una conspiración de los poderes fácticos, de tal modo que impide hacernos entender la verdadera realidad: que nadie propuso esta situación en la que nos encontramos inmersos, sencillamente sucedió como resultado de una evolución por selección natural. En realidad fue una simbiosis, nunca hubo una conspiración, no se puede achacar a un nombre o serie de nombres que la historia haya evolucionado de la manera como lo ha hecho. Sencillamente la lógica interna del sistema ha sido más fuerte que todos estos nombres, una situación de complejidad imposible en cualquier caso de determinar o de manipular. Como si de un acto de evolución natural se tratase asistimos al parto de una nueva criatura surgida de la autoorganización de cientos de miles de células o criaturas menores que no tienen conciencia de lo que en verdad están conformando; una criatura que no tendría que esclavizarles, sin embargo lo hace. El sistema se deslocaliza a sí mismo, no posee nombre, no posee perspectiva, no presenta un fin claro, no tiene porqué responder de nadie ni excusarse ante nadie, pero necesita al individuo al que categoriza y que como ente que se hace preguntas se convierte en movilizador de la información. Finalmente se trata del individuo y de información. La sociedad actual permite encaminarnos hacia lo que deseamos, intentamos llevar una vida tal como la hemos elegido, y aunque no deja de resultar difícil, el estudiar, el trabajar, el poder divertirse, el llegar a ser alguien,... lo cual nos obliga a luchar y a esforzarnos, siempre queda un momento en el que preguntarse ¿por qué? De alguna manera éste es un momento en el que la idea de la victoria social, la perspectiva, no aguanta más, se exigen respuestas, se percibe que la narrativa no es una opción y se busca la verdad. Sin embargo el sistema, en contra de los senderos culturales, —195—

no puede ofrecer la verdad, una verdad, ya que su objeto es la narrativa, el final de la historia; más que el flujo monetario o de poder, lo que alimenta al sistema es el movimiento perpetuo de la información, la mezcolanza absoluta entre perspectivas, una contaminación entre todos los nombres de tal modo que los hace totalmente dependientes entre sí. Y de este modo, al no haber fin, el individuo al preguntarse por el por qué de la finalidad de sus acciones lo único que obtiene es vacío. Mientras que los senderos culturales proponen soluciones para todo tipo de problemas, incluso para el de la muerte (cielo, infierno, reencarnación, etc.), el sistema falla, sin embargo el individuo que ha descubierto el vacío no puede olvidarlo, y por ello busca fervientemente alternativas. Quizás la gran coyuntura que ha permitido la instauración del sistema pudiera tener su clave en haberse ofrecido una perspectiva tan terrible al final del camino, la muerte, el vacío, que todo dispositivo que se dispone alrededor hasta que llegamos es aceptado y acogido sin remisas. Quizás el éxito de su implantación es el haber conseguido la incapacidad del individuo de responder a las grandes preguntas hasta llegar a concluir en la inexistencia relativa del final de la propia existencia. Sin lugar a dudas su mayor valor es llenar de contenido hasta el más insignificante de los instantes de nuestras vidas puesto que eso significa movilización de la información y por tanto expansión. La moneda de cambio del sistema es el trasiego del individuo, su estado de permanente mudanza entre perspectivas. De aquí que la idea de la victoria social, el hecho que hoy en día vivamos en una situación de bienestar, de aparente libertad sin imposiciones culturales, sea el nuevo opio del pueblo. No obstante no tendría porqué haber sido así, en realidad fue una simbiosis, la idea de la victoria social no tenía porque ser el opio del pueblo, pero lo acabó siendo, debido a que esta simbiosis no era paralela. Sobre todo por la manera de realizarlo, el sistema no es capaz de responder a las grandes preguntas, no existe una ética para el individuo, es mucho más fácil caer en la tentación que soportarla, es más sencillo corromperse que mantener el compromiso. De esta manera que parezca que es el capitalismo y la globalización lo que en realidad prevalece en la sociedad actual. De esta modo se comprende que los grandes —196—

ideales se disuelven espontáneamente en negocios secundarios, tal que los propósitos iniciales acaban siendo la perdición de lo que trataban de salvar. De la solidaridad consigue un negocio de fármacos contra el SIDA en África que acentúa aún más la pobreza y la miseria de este continente; de la ecología tecnologías cuya aplicación supone un aumento significativo del precio de los productos de tal modo que la impopulariza al convertirla en sólo accesible para unos pocos; de las manifestaciones contra la guerra un nuevo mercado que se nutre de símbolos no obstante arbitrarios cuya renuencia dicen ensalza el carácter de la protesta pero que a larga alimentan al sistema que produce las guerras; del amor por la naturaleza urbanizaciones en contacto con ella que sin embargo no hacen otra cosa que degradarla;... ¿Cómo luchar contra aquello que no tiene nombre pero que sin embargo se sirve de todos los nombres? ¿Cómo vencer eso que se alimenta de la traición, de la tentación que supone el buen vivir? Parece imposible puesto que toda reacción resulta encaminada a la absorción por parte del sistema. Pero... ¿y si la cuestión no descansara en la reacción? De aquellos que reaccionan se dicen que son subversivos, pero si subvertir significa trastornar, las reacciones entonces no son subversivas puesto que son enseguida absorbidas. Como se suele decir, con gritarle al mar sólo gastamos saliva. No obstante siendo como el mar construimos barcos de tal modo que éste adquiere tintes de habitabilidad hasta llegar a diluir su significado: no sólo es un enemigo, sino también un medio. Entonces quizás sea tan simple como reconocer que formamos parte del sistema y que vivimos conforme a sus reglas. Quizás sea tan sencillo como asimilar en nosotros mismos esa lógica que nos lo hace tan inescrutable ¿Y si la verdadera subversión, más que ser diferente, más que demostrar rebeldía contra las imposiciones, consistiera en mostrarse permanentemente deslocalizado? No poseer nombre, no vivir en un lugar, no pertenecer a una comunidad, ni país, ni credo, ni jerarquía social; acentuarnos en la ambigüedad y la disolución propias del sistema puesto que al igual que la bruja de El viaje de Chihiro su forma de englobarnos es poseer nuestro nombre, o mejor dicho, de conseguir clasificarnos, de categorizarnos con el fin de transformar un —197—

ideal que poseamos en producto, en una debilidad como necesidad acuciante para el consumo ¿Y si la verdadera subversión en vez de ser diferente fuera no tener nombre? Nombre en la connotación de identidad propia e identificatoria. No estar ubicado en ninguna tendencia, no admirar a ningún héroe, ni seguir ninguna doctrina; no crear una referencia ¿y si la verdadera subversión fuera estar desubicado? Aquellos a los que decidamos seguir no poseerán nombre, de aquellos movimientos que decidamos pertenecer ningún símbolo ni consigna reconocerán a sus miembros, jamás saldremos del anonimato y todo aquello que se produzca no tendrá autoría, hasta revelar un cuerpo amorfo cuya esencia no podrá ser reconocida puesto que cuando los instrumentos clasificatorios del sistema le otorguen categoría mutará ¿y si la verdadera subversión no surgiera con una voz que mueve a las masas sino con cientos de miles de voces sin nada en común a priori? Y no obstante formarán un cuerpo, como un atractor extraño, o como un fractal, abarcable en su área pero inabarcable en su contenido, se reconocerán en un discurso, un discurso subversivo, subversivo porque nadie dispondrá de él, ya que a cada cual le resultará diferente, y por ello trastornará las estructuras de un sistema cuyo poder es la categoría, y cuyo paradigma el aprovechamiento de la reacción. Esto es, hacia un cambio de paradigma, un nuevo paradigma para un nuevo mundo, un nuevo mundo que necesitará nuevos modos de concebirse la rebeldía. Las nuevas revoluciones no se realizarán de manera premeditada sino que surgirán de manera espontánea, ni responderán ante una determinada situación externa de injusticia o sencillamente inaceptable, sino como floración de un deseo interno de un individuo, ni tampoco su morfología será un estallido que cambiará las reglas de la sociedad anterior, sino que por sinergia entre varios individuos responderán con lógicas que más que continuar conformarán nuevas realidades interiores al sistema y que no obstante éste no podrá abarcar; ni su acción momentánea, sino que dependerá su éxito de la persistencia sobreponiéndose a la rápida caducidad que imponen las modas. El objetivo, finalmente, no es la destrucción del sistema, sino su sustitución progresiva por una realidad que funcionará del mismo modo que —198—

él pero que no obstante le supondrá contraria puesto que si su origen se halla en el impulso del solventar una insatisfacción externa, el nuevo paradigma responderá con la voluntad de ser; si su concepto del poder reside en la información, éste se verá obsoleto ante la exaltación de la espontaneidad; si su garantía de pervivencia se halla en la categorización de sus individuos componentes, el de la nueva realidad consistirá en la disolución de ésta en la garantía de que cada cual poseerá en exclusiva el nombre, la referencia que le define.

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CUESTIONES: SOBRE LA ESTRUCTURA METAFÍSICA DE LA VIOLENCIA por ISAAC OLIVA BALLESTER

ISAAC OLIVA BALLESTER, Filósofo. —202—

L

A violencia no existe. Su carencia de “”, de sustancia, o de “”, figura, está emparentada con la de la muerte. Nadie las ha visto nunca, las ha oído, las ha palpado, las ha olido, las ha gustado. No hay empiria posible que las sancione o las acredite. No hay un sistema teórico formal del que sean axiomas o de cuyos axiomas se puedan deducir. Lo que sí existe son los golpes entre los cuerpos, los movimientos humanos o inhumanos súbitos, bruscos, de partículas cuantificables por la ciencia. Aunque la brusquedad tampoco existe, e incluso los corpúsculos que componen la materia son tan sólo un constructo de la Física. Aquí se acaba la andadura de la ciencia en torno a este tema: no se trata de lo que no hay. Cualquier disciplina (y permítasenos usar esta terminología germánica que consolidó Dilthey) que pretenda ser científica no puede comprender (verstehen), ni tan siquiera explicar (erkleren), la violencia. Afortunadamente, las ciencias no son tan científicas como se ha querido que sean, y sí mucho más filosóficas en cambio. Porque la frase con la que hemos abierto este introito tiene una cierta pretensión de violencia detrás, esperando que lo haya sido al menos para alguien, al menos de algún modo; y esto ya sería bastante (de muestra un botón) para hacernos caer en la cuenta de lo que ya sabíamos: que la violencia existe, tan cierto como la muerte. Esta dialéctica no nos sirve únicamente para justificar la irrupción de la filosofía en la temática que se trata (y más que eso, decir que el pensamiento filosófico es el más autorizado para tratar de cualquier cuestión, por ser el pensamiento verdadero, —203—

el profundo, o, dicho de otro modo, el pensamiento-pensamiento); también y, sobre todo, tiene como misión hacer notar que estamos hablando de una construcción o una intuición (aquí la disyunción es, en principio, excluyente) de carácter metafísico. Además nos vamos acostumbrando a hablar contradictoriamente para acercarnos al pensamiento paradójico, el más adecuado para la comprensión de lo incomprensible. Lo que ahora está sobre el tapete es la consideración del hecho metafísico mismo. ¿Esto qué es? ¿De qué se habla? Estas preguntas son normales cuando la filosofía quiere ser clara, exotérica, y se pasa de la meditación ontológica, abstracta, del ensimismamiento en la problematicidad fáctica o existencial (que no teórica) al discurso prosaico. La experiencia filosófica interna, acaecida en el alma (y vamos a ver hasta qué punto no consustancial al alma misma), es virtual, subjetiva, inmediata, un conglomerado casi inefable, y por tanto duramente racionalizable (aunque esto quizás sea la propia razón). Conglomerado de intuiciones, concepciones, discursos, imágenes, sueños, esperanzas, memorias... que siempre remiten a otras cosas, que remiten consiguientemente a un perpetuo más allá de la experiencia. Conglomerado simbólico que se precipita hacia un más allá eternamente, dando lugar a la experiencia misma, el tiempo del que está hecho el hombre. No es de extrañar por esto que la eternidad (duración absoluta) sea identificable con el ser puro o la nada pura, lógicamente lo mismo, paradójicamente lo mismo, dialécticamente lo mismo. No es de extrañar que el yo metafísico se confunda con lo que está detrás del mundo, y se pueda hablar de la experiencia íntima de la divinidad. No es de extrañar que la eternidad inefable (sin el casi) sea condición de posibilidad del tiempo, de lo que somos y no somos, de las distinciones entre los seres, del logos (como principium individuationis), la razón. Así el origen del mundo no es racional pero tampoco irracional. Podríamos llamarlo “metarracional”, pero el corpus histórico-filosófico nos ha legado términos más brillantes. Nicolás de Cusa, por poner un ejemplo y sin ir más lejos, distingue las facultades cognoscitivas como sensus (sentido), ratio (razón) e intellectus (intelecto). La primera sería la propia del hombre —204—

exterior, la segunda del hombre interior, inmensamente mayor que el otro, la tercera abraza al absoluto, al ser, la nada o a Dios. Cuando la razón quiere dar cuenta de su background, llamémosle así, intelectual (en sentido fuerte), lo tiene dificilísimo para salirse de un lenguaje esotérico de difícil acceso, pues el continente no cabe en el contenido aunque esté (o precisamente porque está) dentro de él, en su más profundo interior, en la raíz misma del mundo. El intelecto (el “” aristotélico) es el sitio donde está el mundo, y ese sito no tiene aquí ni allá, ni antes ni después, porque no es mundo justamente. Bien se podría decir desde este ángulo que el mundo es el pensamiento de Dios, su explicación (volvemos al cusano). La refutación que el sofista pretende hacer de Aristóteles cuando pregunta a dónde llegaría el cayado del pastor, si éste perforara la última de las esferas cósmicas, está bien, pero la pregunta por la finitud del universo requiere un pensamiento sobre la infinitud. Y no se perfora a la infinitud con un cayado. “¿Esto qué es? ¿De qué se habla?” nos hemos preguntado al principio. Vayamos al ejemplo aparentemente sencillo: cuando uno se enamora ¿qué es lo que enamora? ¿Cuál es la causa del enamoramiento? ¿Qué es el enamoramiento mismo? ¿Enamora un cuerpo lindo que se adecua a los cánones de belleza vigentes? ¿O el discurso pronunciado por el objeto de la pasión, que indica inteligencia o finura? O mejor ¿Una mirada, un gesto, la forma de caminar, dejar caer la mano, emitir un ruidito nasal, la apostura o arrogancia al expresarse? ¿Y qué son todas estas cosas? El problema de las entidades físicas es que no aportan sentido ninguno. Todo esto nos puede hacer fijarnos en lo que está detrás, en lo que se cree vislumbrar tras la maleza de las percepciones. Así en el amor, en la identidad o en la violencia. Siempre cabe entender al cuerpo como señal del alma (no como tumba: el “” pitagórico contiene un “” que significa “señal”, como en “semántica” o “semáforo”, y que es por extensión el indicador del sitio del entierro): el cuerpo, el “físico”, del hombre empírico, el hombre exterior o del mundo mismo; el alma concreta, el hombre interior, o el hálito que mueve la tierra. Demos entrada al neoplatonismo de Ibn Hzn de Córdoba cuando habla, en El Collar de la Paloma, de la comunión entre —205—

almas símiles como estructura del amor: el enamoramiento es una tensión simbólica hacia el “más allá” de otra persona. El enamoramiento y todo amor. De ahí que el amor sea “alma pura” como decíamos antes: experiencia filosófica interna, virtual, inmediata, casi inefable, difícilmente racionalizable y, más aún, proceso simbólico-místico de apertura a la eternidad, originante de vida, entendida ésta como tiempo. Dentro de este parámetro intelectual (en sentido débil) quizás no se sentiría muy incómodo Erich Fromm: amor, “”, así entendido, y sabiduría, “”, como el “más allá” al que tiende simbólicamente el alma, como puro ser o pura nada (que es lo mismo, decíamos), como condición de posibilidad de cualquier fenómeno. Se sitúa así la filosofía de la que hablamos del lado del Meister Eckhart, que entiende al alma como templo semejante a Dios, templo que espera ser vaciado en virtud del amor divino, cuando el lebemeister comenta un pasaje de las Escrituras. Cuanto menos queda la filosofía entendida como estructura antropológica, no como constructo histórico y por tanto coyuntural. *** Llegados a este punto parece oportuno explicar por qué no se ha dado respuesta a las preguntas expuestas más arriba. Ante todo, parece que una pregunta no tiene más sentido que su respuesta. Así es como, aparentemente, surge la pregunta en la mente del niño, y así se sitúa en la perspectiva de nuestra sociedad. Sin embargo, sostiene gente como Fernando Savater que hay dos tipos de preguntas: las que sí pueden ser validadas por su respuesta inmediata y se cancelan sin más, y las que no, que son constitutivas del hombre, y que caso imposible de ser anuladas por su hipotética respuesta cancelarían consigo al hombre. En principio parecen tener razón: no es igual un “¿qué hora es?” a un “¿quién, qué o cómo soy?”. Aceptamos por tanto que de la pregunta no se infiere una respuesta. No hay que ir muy lejos en este razonamiento. Basta preguntarse cuál es la solución de la raíz cuadrada de dos para que se desborde la razón. En verdad que ésta se desborda a cada paso si la fuerza un poco, muy poco. Pero olvidando tipologías preciosistas, podemos entender la pregunta, cualquier pregunta, desde el ángulo del déficit —206—

ontológico que arrastramos. Se ven entonces como mundo, como tiempo, o como historia. Como su origen, pues son, al igual que decíamos antes, alma pura, búsqueda continua, proceso ininterrumpible que lleva a otra cosa, y a otra, y a otra. ¿Hay algo aquí del perpetuo deseo insatisfecho en Schopenhauer o de la noción del Atman que tienen los budistas? Con Nietzsche, este deseo, esta voluntad será siempre positiva, afirmativa, ascendente: es amor fati, un querer vivirlo todo de nuevo eternamente, sin hastío y sin condena, lo bueno y lo malo. Pero volvamos atrás: la pregunta constitutiva ontológica (y cualquier pregunta que se haya formulado tiene cabida en el ser), yergue al hombre en la existencia, lo sostiene en el mundo, hace hombre, hace mundo: dónde ir y para qué, cómo sobrevivir, sacar provecho de las situaciones, y un más que largo etcétera. Ésta es la ruta del hombre entre las cosas, los asuntos, las cuestiones. Las cuestiones. Por esta suerte de sinonimia se titula así este texto: no preguntas sino cuestiones. Antes del mundo no había cuestiones, preguntas, allá en la pura nada o el puro ser de antes del tiempo. Y como son alma pura tienden simbólicamente a dicha nada, a dicho ser de después del tiempo. Antes y después del tiempo, es decir, no tiempo, quietud, quietud absoluta, condición de posibilidad del movimiento. La pregunta, la cuestión, nos dejó del otro lado de Dios. Adán fue expulsado del paraíso por comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Podemos llamar a esta ciencia Ética, por darle un nombre. El hermoso retorno al Uno plotiniano sólo vale para el que está fuera de éste, disperso, o sea, para todos. Tristemente fuera. ¿Cuál es la diferencia entonces entre retorno y expulsión? Más acertada que la línea recta con la que representamos el tiempo en occidente (y de izquierda a derecha por supuesto), pudiera ser la línea curva, metáfora de Rilke, por ejemplo (Ich kreise um Gott), o de los pitagóricos. O el movimiento circular de los astros de Aristóteles que son el propio tiempo en su Física. Retomando: la pregunta nos resquebraja del ser (o la nada) de modo violento. Y comienza el tiempo y los asuntos que son. Porque es violencia. La pregunta es la violencia. Ya comienzan a aparecer expresiones del tipo “resquebrajamiento del ser”, “desbordarse la razón”, “déficit ontológico”. —207—

Quisiéramos dar cuenta ahora de esto: Del carácter dramático de la vida no nos cabe duda. Pero ojo, que decimos dramático y no trágico. “” es simplemente acción, negocio, asunto. No se presupone así un final triste para la vida, o la conclusión de la carencia de sentido. Ni tampoco lo contrario. Tan sólo hacemos hincapié en que la vida es temporalidad, distensión o desgarro. O que es la tensión del hombre enfrentándose a la naturaleza (incluida la naturaleza social) con el fin de ir consiguiendo supervivencia primero, felicidad después, unidas estas dos implacablemente. Como en cada drama, la persona, la máscara, el “” pretende algo y lucha por ello. Sea lo que sea. Y mantenerlo, naturalmente, en el caso de que sea bueno. Entonces es protagonista, se ha erigido en protagonista. O muy al contrario pretende impedir algo a alguien o al curso de los acontecimientos. Entonces es antagonista. Pero, desde luego, en ambos casos es agonista, y “” es en griego encuentro con el otro y sus pretensiones, por eso es lucha, asamblea, certamen, contienda. Así queda la vida entera regida por el concepto de la agonía, del combate, del encaramiento con el mundo. Por eso en todo este discurso entero no hay nada de original, ni se pretende. ¿No decía ya antiguamente Heráclito que el padre de todas las cosas era el “”? No hemos salido de la misma escena semántica, y aunque siempre varía el guión, nunca varía el argumento. En la enseñanza secundaria nos enseñan por pedagogía lingüística la diferencia entre “actitud” y “aptitud”. Más tarde el universitario medio reinterpreta la diferencia en clave psicológica ¿nos será posible establecerla metafísicamente? Parece que la actitud depende de la voluntad, es cuestión ética, de la psicología de la conciencia. La aptitud en cambio es un hecho natural, físico o genético, es cuestión antropológica, relacionada más bien con la psicología del inconsciente. Pero antes hemos confundido a propósito lo natural con lo humano al hablar del “interior” del hombre y del “exterior” del mundo. Aquí está el quid de la cuestión. Dejaremos fuera el concepto de violencia de la noción de actitud. Y al estar en relación con esta noción todavía, no le llamaremos “violencia” sino “agresividad”. Nos centraremos en la violencia entendida desde la óptica de la ap—208—

titud. Esto será a partir de ahora estrictamente la violencia: una aptitud del ser. Ya la cuestión no es si matar a Claudio o no, si casarse con Ofelia o no (variantes concretas de la vida práctica que deben ser resueltas más o menos agresivamente): hemos dado el salto metafísico y ahora la suma de todas la cuestiones arroja un resultado ontológicamente común a todos los hombres (por eso podemos comprender perfectamente a Hamlet, que ni siquiera es alguien sino persona ficticia de un drama literario), pero resultado epistemológica y éticamente negativo: “To be or not to be. That is the question”, nótese que algunos traductores de Shakespeare prefieren, para ayudar al actor en la interpretación de este dificilísimo monólogo, no la fórmula más literal “ésta es la cuestión”, sino un más prosaico “¿qué hago?”. Esto es: “¿qué diantre digo ahora? ¿Qué rayos pienso ahora? ¿Qué voy a atreverme a vivir ahora, cuando el alma está perpleja, sumida en una tensión existencial abismática?”. Y es que si Hamlet interpreta tan bien la locura se debe a que, como mínimo, se desliza a su lado, está afectado por ella, arquetipo del hombre ante el suicidio: Porque ¿quién soportaría el denigrante azote de los tiempos, el mal del opresor, la ofensa del soberbio la angustia del amor menospreciado, la tardanza en la ley, el poder arrogante, pudiendo con un simple puñal liquidar cuentas? ¿Quién llevaría el fardo de una cansada vida de sudores sin el temor a lo que puede haber tras la muerte –el salvaje país de cuyos límites ningún viajero vuelve–, que hace que soportemos los males conocidos antes que perseguir los que desconocemos? El raciocinio nos hace a todos cobardes, y así el color natural de la audacia queda ensombrecido por los tintes oscuros del pensamiento, y proyectos de altura y magnitud por estos miramientos pierden el curso y dejan de llamarse acciones...

Pero esa tensión existencial se presenta como la originaria de la vida del alma. Y no sólo la muerte es condición de posibilidad de la vida, sino que el pensamiento filosófico tanatológico conlleva una tensión vital atroz, una tensión insufriblemente violenta. Tensión que, curiosamente, es lo que realza o vitaliza al personaje. Por eso Sartre dice que los franceses nunca fueron tan libres como durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra —209—

Mundial. Así con Agustín de Hipona de fondo, recordamos que “tempus ist distentio animi”, la distensión del alma. Distensión esta que puede ser un aflojarse, abandonarse o relajarse de las filosofías más optimistas que podamos sacar de aquí, o peor y muy al contrario, un desgarrarse del alma, para filósofos terroristas o lógicos de lo peor (siguiendo la terminología de Clement Rosset). Ésta es la violencia, la violencia verdadera, la profunda, la que podríamos llamar violencia-violencia. A la otra nos hemos atrevido líneas más arriba incluso a despojarla del nombre. Pero claro, las dos están tan unidas como el hombre interior al hombre exterior, como el “” del que hablábamos. Porque vista así la metafísica, como scientia generalis, carece de un objeto de estudio propio, puesto que abarca la totalidad. Se diría que lo único que hace es ahondar donde los otros razonamientos categoriales (las ciencias), o ser el terreno de donde brotan y al que, finalmente, se dirigen. Así sólo tenemos diversos lenguajes que tratan de lo mismo, y la metafísica es la condición nuclear de estos lenguajes. Con esto, un hombre golpeando a su esposa, la barbarie de una guerra civil, la desazón de Dante Gabriel Rossetti ante la muerte de Elisabeth Siddal, o lo que llevó a ésta a ingerir una sobredosis de láudano acuciada por el fantasma de su bebé nacido muerto, la Gran Depresión después del Jueves Negro de octubre del 29, la destrucción de Persépolis, el bombardeo de Guernika, los campos de internamiento de Guantánamo, Buchenwald o Auschwitz, el asesinato de Ifigenia, el de Agamenón, el de Clitemnestra, las Furias persiguiendo a Orestes, la Peste Negra del siglo XIV, el terremoto de Lisboa, el genocidio de los Araucanos, el de los Mohicanos, la toma de Jerusalén por los cruzados contada por los árabes, los medios de información masiva que son a la democracia lo que la porra a la dictadura, las guerras del Golfo, un animal de mal agüero cruzando hacia la izquierda, la Santa Inquisición, una jovencita metiéndose el dedo en la orofaringe cuando sus padres no la ven, un joven escolar bajo la rueda del sistema académico... todo esto con su interminable etcétera, es la carne agresiva de la que se viste el alma violencia. Pero esta enumeración ya es insuficiente desde el punto de vista alcanzado antes, porque tiene un denominador común: la visión moral de la aptitud del ser, que hemos —210—

denominado violencia, que ha escogido elementos de la realidad histórico-cultural mal considerados. Podríamos atrevernos a considerar violentas las mitosis siguientes a la fusión de los pronúcleos en el óvulo fecundado, o los procesos de diferenciación celular hasta el parto doloroso. O también material agresivo el deambular a la madurez, la búsqueda de amor, su encuentro, la producción de obras del espíritu, la toma de decisiones, el rencor del cuerpo que ha recorrido veinticinco kilómetros a pie, la necesidad de hacerlo, la fiebre, el deporte, el aprendizaje... ¿Agresión o violencia? En cualquier caso hablar de cualquiera de las dos es tarea sin término, pero de lo que se trata es intentar (repito: intentar) deshacer el nudo gordiano de lo que está escondido tras todo lo que la ética, la política, la psicología, el periodismo no logran explicar ni comprender. Tarea hercúlea por supuesto, de la que nos limitamos en este artículo establecer un breve esbozo, o débiles pinceladas. Lo que estamos haciendo en este discurso es suspenderles cautelar y temporalmente el crédito, primero a las ciencias naturales y después a las sociales (que no se ocupan de la violencia sino de la agresividad), con el fin de que quede el fenómeno de que se trata lo más desnudo posible. Así, si tratamos de enfocarlo desnudo, la violencia terriblemente desnuda, con toda nuestra intensidad para ver qué es o de dónde viene, pasará lo que pasa siempre: que al cabo no podremos distinguir concretamente sus contornos, como cada vez que se clavan las pupilas en un objeto singular y terminan llorando los ojos. Volvemos al principio: si nos retrotraemos del “”, de la figura, si saltamos por detrás o por delante de toda ciencia consolidada, por parecernos insuficiente, estaremos mucho más cerca de reconocer nuestra ignorancia, de la sabiduría socrática, de la comprensión pura, de lo inefable. Porque ciencia es “Scientia”, es categorizar, emitir juicios (urteilen, muy expresivo el alemán), cortar la realidad (y la raíz latina de la palabra ciencia es la misma de scissors en inglés). Con esto volvemos la expulsión de Adán del paraíso por causa diabólica, por causa de la dispersión de lo real. Y al tiempo y al espacio que son el alejamiento del Adán arquetípico, el hombre, cualquier hombre, del instante que es diminuto e insignificante. —211—

Presentando a la metafísica como quehacer originario del hombre, hemos entendido el cuestionar mismo como violencia, y la filosofía como el continuo retorno al templo del alma y su continuo desalojo, o el acallarse de las preguntas. Bajo estos patrones intelectuales se puede entender, a su vez, como una búsqueda constante del “”, el momento oportuno, la oportunidad, el instante que se revela sobre los demás, la epifanía del instante que ya no es ni diminuto ni insignificante. Búsqueda soteriológica contra la dispersión violenta de lo real. El “” del que hablamos es el símbolo sufí del grano de sésamo que, ante la palabra privilegiada (el “incantamentum”), se abre para dar sus tesoros. Es también el “granun sinapis” de los poemas del Meister Eckhart. Es el momento de la no acción (o de la máxima acción concentrada), del no pensamiento (o justo quizás el más intenso), de las místicas del budismo Zen o neoplatónicas. Es, por usar libremente las palabras de más arriba, la cancelación del hombre (o la contemplación total del “), la anulación del deseo de respuesta. Es la “”. Es el final de la violencia. Dejarse llevar la mirada por la pura simplicidad, plotinianamente, es llegar a no entender nada. Pero si la mirada se arrastra tras la multiplicidad, llega al azar y al caos y con esto tampoco entiende nada. La razón entiende simbólica y diabólicamente en continua dialéctica. Más allá de la razón el intelecto no entiende nada pero lo comprende todo cuando la simplicidad de la mirada tiene la primacía. El escollo que nos plantea el terrorismo filosófico, volviendo a Rosset, aparece cuando se pierde la mirada en lo múltiple y el mundo es terrible en esa nada. Es como si dijéramos que antes del mundo, antes de los patrones y los cánones, todo era monstruoso, puesto que los vemos del otro lado del tiempo, en el mundo de las cuestiones, del cómo ser, y por tanto de las formas. Tenemos así una mirada que tranquiliza, que reconcilia al hombre, y otra que lo destroza. Pero ¿de qué depende la optimicidad o la pesimidad de lo real? ¿Acaso sólo del optimismo o del pesimismo de la mirada? Estamos preguntando si es meramente un acto volitivo el que relaja al hombre, el que lo ancla a la armonía, el que hace cosmos en vez de caos. ¿No es bastante inquietante esta pregunta por si sola? Claro. Nunca —212—

ha resultado agradable que las cosas dependan de uno (aquí se cruza no casualmente el tema de la muerte de Dios y la orfandad del hombre), sino que es más agradable que estén bien remachadas en el ser del mundo. El problema es cuando fluctuamos las fronteras entre el ser del mundo y el alma pura. En la República, 509 B, Platón pone la Idea de Bien como “”, más allá de las esencias, esto es, del ser: «Y sin embargo, el bien no es esencia, sino que está todavía por encima de aquella en cuanto a dignidad y poder.» (de la traducción de José Manuel Pabón y de Manuel Fernández Galiano). Por encima del ser ya sólo la nada, pero la nada amable, la nada-bien. Justificar esto de una manera positiva se puede hacer diciendo que antes del mundo (en contra de lo dicho arriba), precisamente por no haber patrones o cánones, nada era monstruoso, puesto que lo vemos desde el mismo lado del tiempo, y hablamos de cuando no había paradigmas que censuraran para bien o para mal la realidad. La manera negativa, curiosamente, y como dándole una respuesta afirmativa a la cuestión de si la mirada depende de un acto volitivo, es que debe ser así para evitar la locura. Locura no entendida de un modo psicológico por supuesto, como falta de raciocinio, sino como falta de razón, de “ratio” en el sentido latino de solar, de suelo (grund en alemán), de tierra, de fundamento. Locura como abismo (abgrund), como rotura del ser, como un no ir muriendo hasta la muerte sino peor, un ir muriendo perpetuo, una desintegración del yo en el más terrorífico caos, en el más duro infierno. Para ir más allá en esta cuestión cabe considerar las alegorías apocalípticas, el momento de eclosión brutal, apabullante, desmedida del ser en toda regla, con su juicio naturalmente. Jean Paul Sartre, en A Puerta Cerrada, señala que el infierno son los demás, que la condena son los demás. Y nosotros podemos concretar a poco que sepamos de Sartre, que más bien la mirada de los demás. O yendo más allá (o más acá), acaso la propia mirada. En ese caso también la salvación es la capacidad de cambiar la mirada libremente. Dios está en la mirada... Es decir, la función soteriológica, su fin o meta, está en lo más invisible de uno mismo, en la mirada que ve y no puede ser vista (un límite del mundo, como dice Wittgenstein). Salvarse o condenarse del juicio sólo depende, —213—

bajo este supuesto, del acto de voluntad de la propia mirada que abraza, desde dentro, a Dios (ahora agustinianamente hablando), sin engañarse a sí misma, como decisión que se toma y basta. La mirada, que es alma pura, se nos aparece ahora de nuevo como síntesis dialéctica y superación entre el conflicto antagónico del desgarro entre el yo y el mundo. Por otro lado, aceptar la paradoja de un fundamento abismático parece un tremendo acto de integración de la muerte o la finitud en la vida misma. Pero esto, repetimos, es una posible justificación negativa de la preeminencia del bien sobre la esencia. La justificación positiva y lógica del asunto pasa por una comprensión de la quietud de la nada, y su conexión estructural con la “” del espíritu. *** Ya está más que dicho a estas alturas del artículo que no consideramos las categorías morales al uso. Estas valen para el concepto de agresividad: en la ética, en la moral, en la política, en la comunicología, sean académicas o no. Pero no valen para la violencia, no para una estructura metafísica o una aptitud del ser. Porque ahora no estamos contemplando al ser desde este lado del orden, sino que estamos en el momento en el que todo anda por detrás de las esferas eidéticas. ¿Pero no está esta idea en contra de un neoplatonismo en el cual los “” tienen preeminencia ontológica sobre la materia? Recordemos que según este sistema filosófico la materia es un cierto no ser, es un mundo de sombras. Parece que al hablar de un ser en estado puro, que estuviera por encima del ser de las esencias, estamos hablando de la materia informe. Así tenemos de nuevo que distinguir a la nada ataráxica, el sumum de la pura paz, que es condición de posibilidad del ser, del sustrato material de la realidad, que se presenta como el mundo máximamente desenfocado, como violencia constitutiva del ser. Ahora bien, para no caer en una visión radicalmente anticosmista, siguiendo este esquema de razonamientos, habría que justificar el cuerpo, o la corporeidad. Desde el punto de vista expuesto más arriba, el “” integrador de lo exterior en lo interior, la materia en el sentido, no parece tan difícil. Pero cabría preguntarse, para evitar rein—214—

cidir siempre en dicotomías irresolubles, si no sería más prudente dejar de considerar al “” platónico, del que hablábamos antes, como una última escala a la que se puede llegar, ese fin absoluto de la violencia. Todo este escollo metafísico hunde tal vez sus raíces en el terreno de la moral: existe el mal porque existe el bien, en correcta dialéctica de contrarios. Por eso absolutizar el bien puede llegar a parecer incluso peligroso. En la simbología mística del I Ching, el Libro de las Mutaciones, podemos encontrar una posible solución al problema. Este libro sapiencial no opone la paz a la violencia como su contrario, sino al estancamiento. Esto indicaría que la paz de lo que es uno, es una cierta quietud en el movimiento, o un equilibrio mejor, que se da en el proceso. Al pensamiento occidental contemporáneo le cuesta salirse de un esquema metafísico muy rígido e inflexible: es el de la sustancia eidética. Así todo tiene un valor predeterminado que no depende de la subjetividad. Podemos poner ejemplos concretos: hay un programa televisivo con algunos años ya que se llama “el precio justo”, en donde el concursante tiene que averiguar el valor subyacente del objeto, como si eso no fuera algo fluctuante que depende de las leyes del mercado. Y hablamos de estas “leyes del mercado” con total naturalidad, como si de las de la física habláramos, que tampoco se entienden como constructos, sino como valores subyacentes. Toda la arquitectónica de la sociedad industrial, tecnológica y de consumo se puede comprender heideggerianamente desde este ángulo, como un olvido del ser en pos de la metafísica del ente. Así también la consecución de la felicidad (o “” o budeidad o santidad) es vista a menudo como el final de un proceso rectilíneo, sea posible o imposible. Ejemplos de esto pudieran ser algunas de las “novelas de formación” de Hermann Hesse. Con esto diríamos que el final de la violencia no es un estado al que se llegue, en contra de esta visión que hemos considerado como prioritaria en occidente (pero no privativa de la filosofía europea, ni tampoco, ni mucho menos, única en los parámetros occidentales) sino el principio de alegría que requiere la vida a cada instante para renovarse. Usando la metáfora de Rilke que más arriba citábamos, podríamos decir que no se trata de dejar el —215—

movimiento giróvago en torno a Dios, pues es imposible negar el tiempo, sino aceptarlo siempre buscando lo inencontrable: el mismo centro inmóvil del movimiento.

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IDEOLOGÍA FÁCIL por FERNANDO CREVILLÉN LOMAS

FERNANDO CREVILLÉN LOMAS, Filósofo. —218—

INTRODUCCIÓN

L

O que en un principio pretendía ser un sesudo estudio de filosofía política en sentido kantiano, es decir, racional, se ha transformado, como por arte de magia, en un relato fantástico de héroes y monstruos. Y no es porque la razón cree monstruos, como aquellos de los grabados del genial pintor; los engendros con los que tiene que combatir la razón son los del más irracional egoísmo disfrazado con los ropajes de la racionalidad, no ya sólo crítica sino hipermegacrítica. En este sentido estoy más que convencido de que se está haciendo un gran esfuerzo por parte de la academia burguesa para imposibilitar la articulación de un verdadero discurso moral, sabiendo que lo que se está minando es la posibilidad de maduración de un sujeto revolucionario. La pregunta en torno al agente revolucionario capaz de tener éxito en el escenario del orden capitalista cada vez más totalizado y global y todo eso, ha tenido en vilo a gran parte de la reflexión marxista contemporánea. Famoso es el lamento de Marcuse en El hombre unidimensional sobre la imposibilidad profética de la crítica negativa de alumbrar el aspecto de un sujeto revolucionario en el porvenir. El proletariado, consumista y despolitizado y desconcienciado, no tenía buena pinta; los intelectuales son pocos y cobardes; y para colmo de males, la suma de ambos no era menos estéril. En conclusión, que lo que nos queda, como opción más digna, es la histeria colectiva: quejarse y demandar como locos. Tal y como comentaba, la idea primera de acudir a esta convocatoria de reflexión sobre la violencia, no era para insistir en el tópico tema del agente de la revolución. Iba a tratar de —219—

estudiar lo que Luis Martínez de Velasco (La Melancolía de la Razón, Ed. Fundamentos, Madrid, 1995) llamaba la “crítica de la razón política” kantiana (obra nunca escrita y sólo legible a un nivel “subtextual”). Esta reflexión contendría una idea pragmáticamente regulativa, sin valor epistemológico, como la de posibilidad histórica. Este concepto vendría a cuestionarse el cuándo de la revolución. La revolución, en la teoría kantiana, se comprende a través de la tensión histórica entre legalidad y legitimidad. Sobra decir que la legalidad se refiere al Estado de Derecho efectivo y la legitimidad a las leyes morales de la razón cosmopolita. Esta razón cosmopolita, como sabe cualquier bachiller, tiene como fin no tomar al hombre más que como fin y nunca como medio. Como es de esperar, la idea de posibilidad histórica sólo pretende evitar, mediante el consejo, un predecible e inútil derramamiento de sangre; es decir, la condición de posibilidad de la revolución es que vaya a tener éxito. Así es como desde la idea de posibilidad histórica se comprenden dos tipos de discurso: un discurso heroico basado en la deseabilidad política, y otro prudente que tiene en cuenta la posibilidad política. Y si bien lo deseable no ha de anularse en lo posible, Kant estaría totalmente de acuerdo con el doctor House en que «no se muere con dignidad: se vive». Vamos a tomarnos muy en serio el llamado desafío de Hume, como también hizo el que aquí es nuestro maestro: Kant, y nos convenceremos de la imposibilidad de formular un discurso legítimo que infiera las normas éticas de unas premisas cognoscitivas. Lo cual nos lleva a comprender que no hay un bien (fin deseable) al que se pueda subordinar la buena acción. El objeto de nuestro estudio sobre la buena práctica será la bondad misma de la voluntad. Apelando de nuevo a lo que cualquier bachiller sabe de Kant, recordaremos que el problema de la ilustración no era cognoscitivo (la gente no sabe pensar por sí misma), sino práctico (no le da la gana): La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpa—220—

ble porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración. ¿Qué es la ilustración?

Con esto no se entienda que estamos oprimidos, por decir algo, porque nos da la gana; o que tenemos los gobernantes que nos merecemos. No en vano, con una organización social más justa no tendríamos que ser necesariamente menos inmaduros. Cabe imaginar que: Mediante una revolución acaso se logre derrocar el despotismo personal y acabar con la opresión económica y política, pero nunca se consigue la verdadera reforma de la manera de pensar; sino que, nuevos prejuicios, en lugar de los antiguos, servirán de riendas para guiar al gran tropel (Obra citada).

Vamos; que la revolución no garantiza el progreso (idea moral), ni soluciona la necesidad de ilustración. Hace poco un camarada y este de aquí, llegamos a una conclusión: en una sociedad comunista, planificada racionalmente, no puede haber prostitución; en cambio, el grado de puterío era algo que no entraba en los cálculos. Pero no estamos aquí para hablar de economía política ni para hacer cálculo alguno. En verdad os digo que nuestra ideología fácil se puede asimilar mejor con el discurso heroico, del que hablábamos arriba, que con el discurso político prudente (sensatamente calculado). Todos conocemos el tópico de la defensa kantiana de un despotismo ilustrado que gobernara en republicano pero sin democracia. A esta defensa se la ha querido dignificar con la exigencia de una moralización de la política. Nosotros cortaremos con estas sabidurías kantianas y nos atendremos al sujeto moral de su sabiduría práctica. De este modo tendremos una politización de la ética y no una moralización de la política, en una especie de “al César que le den lo suyo”. Para estos efectos políticos de la ética nos interesa sobremanera lo que Kant llamaba un uso público de la razón. Recordemos que estaba el uso privado y el uso público, que se —221—

expresaban en el lema: razonad libremente (todo lo que queráis), pero obedeced. El mejor modo de malinterpretar estos términos es relacionando lo privado con lo más individual y lo público con lo más social, por decirlo de algún modo. En realidad, el ámbito privado es el de nuestros lazos sociales-institucionales que nos identifican particularmente; mientras que el uso público de la razón apela al desarrollo de nuestra razón cosmopolita e internacional. Nada de “objeción de conciencia”. Un farmacéutico que no venda condones porque sepa que es lo mejor para todos, no esta haciendo uso de la razón pública, sino desobedeciendo en tanto que súbdito (ámbito privado). Lo que más me sorprende de la petición de obediencia privada es cuánto facilita el uso de la verdadera razón práctica. Una de sus funciones es no llevarnos a engaños; es decir, sabernos en tanto que seres racionales: internacionales; y como miembros de nuestra sociedad: súbditos. Aunque el mayor valor regulativo de esta obediencia lo veo en no permitir que se hagan extrañas violencias a la voluntad libre y racional. Por muy extraño que parezca no puedo dejar de leer el ¡obedeced! como: bebe coca-cola, come hamburguesas del Mc Donals, compra deportivas de esas que cosen los niños de por ahí. No se me ocurre mejor ejemplo contrario al uso de la razón cosmopolita que la ética-política del consumo responsable. En lugar de desarrollar un ámbito de verdadero uso de la razón universal, el consumo responsable le pide al ciudadano (universal cliente) que se oponga a la injusticia a partir de conocimientos estratégicos que le permitirían poder hacer algo bueno dentro de sus posibilidades. Frente a este utilitarismo, Kant sí que exige que se actúe en consecuencia. El uso público de la razón exige la participación en un verdadero ámbito que se relacione con el todo, de todos los pueblos. No se trata de pensar en tanto que humanos en general, lo cual sería absurdo. La razón no se relaciona con el todo de la especie en cuanto tal. Quizá el mayor problema de la pregunta por el sujeto revolucionario no sea otro que el del miedo a tener éxito, más que el miedo al fracaso. La lección de Lenin es no tener miedo a tener éxito. —222—

ÉTICA Y JUSTICIA La distinción entre ciencia del ser (ontología) y ciencia del deber ser (deontología) es un buen punto de partida para muchas reflexiones. Disciplinas cognoscitivas como la biología o la antropología se comprenderán como ciencias de lo que es; mientras que la ética o la ciencia jurídica habrán de investigar lo que debe ser. La deontología partiría de la distinción del bien y del mal, lo que implica la introducción de un sujeto del discernimiento. En las pelis sobre juicios no se dice que el acusado es libre y racional, sino que sabe discernir el bien del mal. Pues bien, nosotros aquí vamos a defender una idea de ética como ciencia material que estudia las leyes de la libertad desde su parte pura (no empírica). Como sabrán, el famoso formalismo moral kantiano no hace una psicología de las cosas del querer en general, sino que parte de la idea de una voluntad pura posible. ¿Pero la moral no es la ciencia de lo que está bien y lo que no, de lo que tiene valor moral y de lo que es, por el contrario, inmoral? Para irnos aclarando es mejor que escuchemos al profesor: «En realidad, es absolutamente imposible señalar por experiencia con completa certeza un solo caso en el que la máxima de una acción, conforme por lo demás al deber, haya descansado exclusivamente en fundamentos morales y en la representación del propio deber. Pues, ciertamente, es a veces el caso que en la más aguda introspección no encontramos absolutamente nada, aparte del fundamento moral del deber, que hubiese podido ser lo bastante poderoso para movernos a esta o a aquella buena acción y a sacrificio tan grande, pero de ahí no podemos inferir con seguridad (...), porque, cuando se trata del valor moral, no importan las acciones, que se ven, sino aquellos principios interiores de las mismas, que no se ven.» (Fundamentación de la metafísica de las costumbres, 407) No es de extrañar que ante esta quimera inútil, por muy racional que sea, se prefiera vender, y se venda mejor, una sabiduría cualquiera sobre el bien y el mal. Incluso es comprensible que se comprenda el aspecto penal de las ciencias jurídicas como más motivado por la conciencia del daño que por la de la responsabilidad, aun cuando explícitamente ellas legitiman la pena por —223—

la culpa. Ante los ojos de nuestro deseo los asesinos son antes unos indeseables, por usar un eufemismo, que culpables. Tampoco debe extrañar que se haya calificado el análisis kantiano como hipócrita filosofía burguesa legitimadora y conformista de la libertad subjetiva. Y los que mejor la han comprendido la han censurado como terrorismo de las buenas intenciones. Kant responde en su teoría moral a la objeción de no poner el concepto del bien antes que el principio moral. Esto se demuestra desde una geometría del deber que sea previa a su topología, único modo de distinguir el mandato moral de cualquier tipo de norma práctica. Este apartado podría haberse titulado: No hay física en metafísica, pero quizá no se pueda partir de una idea de justicia en ética. La idea de todo esto viene de un estudio que hice hace muchos años sobre el deseo primordial que nos abre al mundo, lo que yo llamaba (desafortunadamente) nuestro anclaje erótico en la tierra, que resultó a partir de una crítica de la vieja teodicea. De fondo estaba, además, la crítica de Lévinas a la crítica de Heidegger de la voluntad de poder nietzscheana. Teodicea significa justificación de Dios, y trata de eso mismo. Nace con la crítica agustiniana al pensamiento maniqueo. El dualismo maniqueo establecía un principio bueno y otro malo de la naturaleza e inferían de eso que Dios no podía ser la causa de toda la naturaleza. El problema de fondo en estas disputas especulativas era cómo explicarse la omnipotencia y omnibondad divina y encajarla con la experiencia del mal. La teodicea es así una defensa de las blasfemias maniqueas. La teodicea aparece como nombre con el tratado de Leibniz Teodicea, ensayos sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal, pero, como hemos visto, es un tema muy antiguo. Una tradicional definición del mal es la de ausencia de un bien debido; es decir, la naturaleza del mal no es positiva sino negativa y sólo el bien (del cual debemos dar gracias a Dios) es positivo. Me acuerdo que leí un ejemplo de esto en un ensayo de teodicea en el que se comentaba como los bacilos de Koch (una incontestable realidad positiva –se decía–) no eran ningún mal. Si se los observa en un preparado adecuado son un admirable bien; ahora, si se los instala en un pulmón, el mal empieza, privando un orden —224—

debido. El misterio del mal es, según esta especulación, el de la destrucción de las postulaciones del ser. Como decía Santo Tomás, la vida del león no se conservaría si no se matara al asno. Mi reflexión llegaba a la conclusión de que estas especulaciones no explicaban la esencia del mal; además, tampoco suponían ningún consuelo. Cito aquí lo que escribió aquel alumno de segundo de filosofía: “Y ahora digo yo: las cosas son perfectamente tal y como son, y cualquiera puede pensar que no cupiese que fuesen de otro modo. Así, si no es positivamente feo que un bicho se coma el pulmón de alguien, tampoco será admirable que el científico pueda dominarlo para conseguir una vacuna, por ejemplo”. Estas críticas me parecen simplemente lógicas. Por lo que recuerdo este escrito es por el patético relato con el que termina: «Imagino uno que va por la calle y es golpeado mortalmente por un pedruzco caído del cielo. Otro que paseaba por el lugar, al ver la roca en lo alto, presintió, gracias a sus conocimientos, que aquella cosa golpearía en la cabeza del otro. Sintiéndose este último impulsado al auxilio del otro corrió a empujarle para desviarle de la trayectoria del objeto agresor. No llegó a tiempo y el prójimo murió a sus pies. Sintió que debía haber fumado menos y ninguna explicación podía consolarle. Lloraba». Por aquella época había escrito un poema inspirado en una noticia de la tele en la que se mostraba a unos japoneses intentando empujar a una ballena para salvarle la vida. Daba la impresión de que la ballena sentía una pena enorme por ser una carga imposible para los desquiciados que la empujaban. Era una especie de patética piedad invertida. Aquel escrito sobre el mal llevaba anexado un artículo de José Antonio Mendez Sanz, sobre “un bien inmune a la lógica del mal”, titulado No hay física en metafísica. La orden que leemos en el rostro del otro: no matarás, es previa a cualquier por qué. Una ética heterónoma (frente a la autonomía de la buena voluntad) que parta de una bondad que pueda preceder a mi conciencia libre. Es fácil comprobar que hemos de suponer, en este sentido, una especie de pasión por la justicia previa a la voluntad del verdadero agente moral. No en vano, como bien decía Kant, el filántropo no tiene por qué tener un temperamento bondadoso. Ser bueno no es bueno sin restricciones, sólo la buena voluntad es en sí buena. —225—

Podemos imaginarnos en esta contraposición entre Kant y Lévinas la tristemente tópica disputa entre cristianismo y judaísmo; o mejor dicho, la censura de los cristianos a los judíos. La Ley judía sólo pide su cumplimiento en cuanto a la letra (conforme a la ley), mientras que el cristiano se exige el actuar en consecuencia con el espíritu (por mor de la ley). El verdadero pecado es el de la intención: pensamiento, palabra, obra y omisión; los judíos son unos hipócritas que con su rigor legal lo único que pretenden es burlarse de la Ley; los judíos, al poder mantener lo que desean al margen se burlan de Dios. No nos damos cuenta de que la grandeza de la prohibición judía es que es una prohibición sin más. No hay posibilidad de que genere lo que los freudianos llaman el suplemento obsceno del super-yo. Tal y como el propio Lévinas dice, el judaísmo es terrenal en tanto exige ser, sin ser un asesino. Nada de separar la justicia de la salvación (al Cesar lo suyo), no hay más reino que la Ley. En este autoritarismo no cabe la posibilidad del totalitarismo del super-yo y su mandato: ¡goza! El super-yo invierte el kantiano “puedes, porque debes” en “Hazlo (tienes que hacerlo), porque puedes”. Napoleón decía que lo difícil se hace y lo imposible se intenta. Existe una visión pagana del cristianismo en la que este es visto como el introductor del desequilibrio en la fuerza cósmica. Frente a la armonía del mundo feliz antiguo greco-romano, el cristianismo intoduciría el mal radical que era necesario para el desarrollo del curso del mundo. Frente a la exuberante e inocente vitalidad antigua, el cristianismo habría sumergido al mundo en un oscuro valle de lágrimas, paso necesario para la superación de occidente. No es de extrañar que el joven Anakin Skywalker sea una especie de parodia de Cristo. Para terminar con lo del judaísmo voy a citar al comprometido ideólogo Slavoj Zizek: Marx decía que en el pequeño-burgués ve en cada objeto dos aspectos, el malo y el bueno, y trata de mantener el bueno y combatir el malo. Habría que evitar el mismo error al abordar el judaísmo: el judaísmo bueno, levinasiano, de la justicia, el respeto por el otro y la responsabilidad hacía él, etcétera, contra la tradición mala de Jehová, sus arrebatos de venganza y violencia —226—

genocida contra los pueblos vecinos. Esta es la ilusión que debe evitarse: habría que afirmar una hegeliana identidad especulativa entre estos aspectos y ver en Jehová el soporte de la justicia y la responsabilidad. El judaísmo es, como tal, el momento de la contradicción absoluta, insoportable, lo peor (violencia monoteísta) y lo mejor (responsabilidad hacia el otro) en tensión absoluta; los dos son lo mismo, coinciden y, simultáneamente, son incompatibles. El cristianismo resuelve la tensión introduciendo un corte: lo “Malo” (finitud, ruptura, gesto de diferencia, diferenciación, como solían decir los comunistas, “la necesidad de diferenciación ideológica”) es la fuente directa de Dios. (Violencia en acto, Paidos, Buenos Aires, 2004., p. 102).

Lo que más me sorprende de mi antigua piedad, en la analítica que hacía del deseo, es el fondo de fascinación por el mal desde el que se levantaba. Mi primera disposición a la investigación metafísica era kantiana en todo su sentido de racionalidad moral comprometida con una idea de filosofía cosmopolita. Pero he tenido que volver tras el paso por una pseudoprofunda sabiduría compasiva. La paradoja del método de “las más altas indagaciones morales” (Crítica de la razón práctica. A 110), consiste en que el concepto de lo bueno y lo malo no ha de quedar determinado antes de la ley moral que autodetermina a la razón práctica; la ley no puede estar mediada por un objeto. La determinación de una voluntad pura (lo cual es una pura tautología) no puede presuponer una ida de justicia. Por eso decía Kant que la ética se encontraba sin un apoyo en el cielo ni en la tierra; ni se pueden derivar las leyes de la libertad de una supuesta naturaleza humana, ni la razón puede suponer unas normas de origen divino previas. Nuestro objeto es el sujeto moral, no una determinación específica de los deberes. ES FÁCIL SER UN HÉROE Hans Blumenberg (en Trabajo sobre el mito) distingue la potencialidad explicativa de lo humano por parte del mito, en contraposición a la oscuridad del dogma, poniendo como ejemplo el inexplicable dogma del Espíritu Santo. Teniendo esto en cuenta se me ocurre proponer la defensa de un heroísmo dogmático. —227—

Por supuesto, nuestro héroe no es el ciudadano que tiene que hacer milagros para llegar a fin de mes. Nuestro héroe es ese extraño monstruo que hemos venido llamando agente moral, y que nos recuerda que no debemos desterrar al héroe que todos llevamos dentro de nuestro corazón. Lo más fascinante de esta criatura es que no tiene por qué hacer nada especial, nada que se salga de lo normal, pero necesariamente ha de ser un héroe que salga victorioso del conflicto íntimo con sus disposiciones patológicas. Sólo tiene que hacer lo que verdaderamente quiera (voluntad), aunque no hay que presuponer que tenga que hacerlo de buena gana. Sus armas no son el coraje, la fuerza, el autodominio y la tenacidad. Como lanza tiene el respeto por la ley moral y como escudo la verdadera autoestima. Desde el punto de vista de la razón humana, teniendo en cuenta que todo ser racional que supongamos será en este sentido, el de humano, racional (otra razón distinta a la nuestra, alienígena, nos sería, en cuanto tal, absolutamente desconocida), nuestra humanidad: cualquier disposición, sentimiento, talento, sensibilidad, deseo, es patológica. ¿Significa eso que nuestra libertad es inhumana? ¿Actuar libremente significa necesariamente una voluntad determinada por la pura razón? La idea de una buena intención, implicada en el concepto de una acción realizada por deber, así lo requiere. Precisamente la idea del deber conlleva un conflicto de un ser finito con sus inclinaciones o disposiciones patológicas en general. De este modo podemos calificar de divina nuestra disposición moral en contraposición a la meramente patológica. Es un tópico de la interpretación sobre la moral kantiana, el aceptar la validez de la autofundamentación racional del imperativo categórico, subrayando la problematicidad de su anclaje motivacional. Se acepta que el mandato ético deba ser racional, pero se cuestiona que exista un motivo para actuar éticamente. Siempre se dice algo así como que es una teoría admirable, pero que no es capaz de motivarnos a la hora de actuar. Cabe suponer que las lúcidas mentes capaces de adentrarse en estas complicadas teorías, digan eso porque les convenga que así sea. Yo, en cambio, siempre he visto el lado subjetivo de la investigación (el de la motivación y sus vicisitudes) como el más sólido e incues—228—

tionable; mientras que el aspecto objetivo (la ley) me parecía más problemático. Ni siquiera veía el problema en el de una aplicación política de lo ético, sino que no era capaz de suponer unas normas enteramente racionales y autoimpuestas. Quizá el kantiano sea, además de verdadero, el sistema de reflexión sobre la ética que sea más moralizante. Existen muchos mensajes moralizadores ejemplares, pero pocos tan moralizantes. Con esto me refiero a que eleva la moral, el ánimo, el soplo de exceso de vida que supone nuestra libertad. Cuando era un niño, jugaba a un videojuego basado en la película Platoon (sobre la guerra de Vietnam); tú eras, por supuesto, un soldado americano que tenia que cargarse a un montón de “charlies”; pero también podías matar a civiles desarmados (que aparecían por cualquier lado sin avisar, aunque eran perfectamente identificables), que te quitaban moral; como es lógico, si se te acababa la barra de vida o la de moral: game over. Pues creo que la desmoralización a la que estamos expuestos hoy día es mucho mayor que la de los matachinos esos, que tan poco podían hacer. La mejor filosofía kantiana de hoy en día ha preferido optar por la fundamentación “racional” de la madurez y el consenso. Dejando de lado gran parte de la metodología kantiana de la introspección y la delimitación de lo racional y lo patológico. Todavía no veo muy bien por qué, pero creo que mejor habrían hecho en resaltar el verdadero respeto por las personas que implica la ley de la razón, en vez de acudir a cualquier enredo liberal. Como decía el actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela: si nos adversan, pues que nos adversen. Volvamos a lo nuestro que es hacer ideología fácil. Si fuera barata, sería porque tenía un precio. Pero es fácil, porque en ella nos va lo que no tiene comparación utilitaria: nuestra dignidad. Si hay algo que nos hace dignos, y no meramente admirables o meritorios, es nuestra incomparable disposición moral. Fácil en inglés es easy, difícil es hard. Pero hard también significa duro, que ofrece una gran resistencia. Lo difícil es duro de llevar. Tragarse una misa en latín de tres horas (sobre todo si no se entiende nada) puede resultar mecánicamente fácil, al no tener que combatir con ninguna inclinación que nos tiente a no poder soportarlo (si a la vez de escuchar al cura hablando en —229—

latín, nos dieran de palos unas criaturas voladoras terroríficas, seguramente nos entregaríamos a la inclinación patológica de salir corriendo). Pero lo mecánicamente fácil, puede ser moralmente harto gravoso para un ser racional. La razón sólo exige de nosotros cuanto esté en nuestras manos, y por eso su ley es la más fácil. A decir verdad, actuar por deber no tiene merito. Más difícil es procurarse la felicidad: «Satisfacer el mandato categórico de la moralidad se halla siempre a nuestro alcance, mientras que hacer lo propio con la prescripción empíricamente condicionada de la felicidad sólo resulta posible muy de vez en cuando y con respecto a un único propósito.» (Crítica de la razón práctica, A 64-65) Para que no confundamos esta facilidad moral con una facilidad mecánica, desmentiremos dos refranes populares: la paciencia da sus frutos; y el hábito hace al monje. La paciencia, si supone un sacrificio que espera recibir un beneficio, no es más que una inclinación egoísta; si se trata de un acostumbramiento a una situación, de por sí indeseable, que de otro modo sería más dolorosa, no puede ser nunca ordenada moralmente, sólo será aconsejada como una regla pragmática. El joven Anakin, en el episodio segundo de Star Wars, se presentó ante el canciller antes de irse con la niña, y este le dijo: «por fin tu paciencia a dado sus frutos, te han asignado tu primera misión». Resulta ridículo pensar al elegidísimo y responsabilísimo currándoselo para ganárselo. El hábito del que vamos a hablar es el del habituarse, no el del vestir. La obra más famosa de la filosofía práctica kantiana se llama Fundamentación de la metafísica de las costumbres; es metafísica porque sólo se basa en conceptos de la razón, que no se pueden derivar de la experiencia. ¿Pero una costumbre no es precisamente una regularidad empírica? No en vano, la cultura es nuestra segunda naturaleza; las leyes de la cultura no son las de la pura libertad. Kant en su obra más variopinta dijo: Pero la habituación (assuetudo) es una necesidad física interna de seguir procediendo de la misma manera que se ha procedido hasta el momento. La habituación quita incluso a las buenas acciones su valor moral, precisamente por suprimir la libertad del —230—

espíritu y conducir encima a la repetición inconsciente del mismo acto exactamente (monotonía), con lo que se hace ridícula. [...] Por lo regular debe rechazarse toda habituación. (Antropología en sentido pragmático, Alianza, Madrid, 2004).

Los humanos no somos dioses ni titanes, y la santidad no puede suponernos más que un ideal que nada tiene que ver con nuestra constitución moral: El escalón moral en que se halla el ser humano (y alo que sabemos también cualquier criatura racional) supone respeto hacia la ley moral. La intención que le obliga a seguir dicha ley es cumplirla por mor del deber, no en base a una espontáneasimpatía, ni tampoco por un afán autoasumido con gusto al margen de cualquier mandato, y el estado moral que le cabe hallarse es la virtud, o sea, la intención moral en combate, no la santidad basada en una presunta posesión de una pureza concerniente a las intenciones de la voluntad (Crítica de la razón práctica, A151).

Este conflicto entre las facultades humanas es el que no se debe perder de vista si se quiere comprender correctamente la analítica kantiana. El enemigo moral está en casa. Si ser un héroe no tiene mérito, es porque no puede haber una valoración comparativa de ningún tipo. Cosa que no legitima a los que procuran minusvalorar los temperamentos nobles y los actos meritorios, movidos por el resentimiento (la zorra que no puede alcanzar las uvas, dice que están verdes). Aunque el acto hecho por deber se puede ejemplificar y matizar eficazmente. La sublimidad del heroísmo moral implica una necesaria humillación. En realidad no es una humillación de nuestro héroe, sino de nuestro amor propio y vanidad. No es difícil ver aquí el juego perverso que denunciaba Nietzsche cuando decía que el que a sí mismo se desprecia, continua apreciándose como despreciador. Volviendo a lo que decíamos, el enemigo está en casa. En más de una ocasión repetía Kant cosas como que a las inclinaciones no se las puede someter por la fuerza. Es sorprendente, en este sentido, la prescripción que hace en La Fundamentación de procurar ser feliz para no verse tentado a incumplir con el —231—

deber moral. Recordemos el ejemplo que pone de un gotoso que quizá lo mejor que pueda hacer es hartarse de chuletones, si es que haciendo lo contrario está convencido de que no podrá hacer lo que debe. El ejemplo es patético, y en la Crítica evita este tipo de ejemplos; pero nos da una idea de la complejidad conflictiva de nuestra subjetividad y nos enseña el valor de conducirnos racionalmente. La ética no debe ser un romántico “más difícil todavía”, aun cuando este tipo de disposiciones puedan ser de gran ayuda en un momento dado. El enemigo está en casa. Pero cuando rezamos el Padre Nuestro decimos líbranos del maligno, amen. El problema del anclaje motivacional del deber (apremio moral que supone un sujeto finito con obstáculos) es la búsqueda del interés desinteresado. De un móvil trascendental, no patológico. Este es el especial sentimiento a priori del respeto por la ley y por las personas que son sus fines. Kant dice cosas tan raras como que se trata de un sentimiento que es producido por la razón. No se trata más que de un intento de conceptualización del motivo de una acción verdaderamente libre. Siempre estuve convencido de que la concepción del respeto, como motivación trascendental, y la de la libertad en sí efectiva, no servían para juzgar lo consumado, sólo explican la posibilidad de la acción; el respeto hace patente a uno que actúa. Tampoco puede dar cuenta de la ley. El respeto implica una extraña receptividad de la razón. La ley no es ley porque la respetemos. Kant sólo habla de “personas ejemplares” que inspiran un respeto por la ley y que anulan el propio orgullo (Crítica de la razón práctica, A136). Aunque reconoce una autoaprobación moral y un respeto por sí mismo necesario y no patológico. El mejor ejemplo que he escuchado de esto que llama Kant una persona ejemplar, es de los “unos” dignos de los que hablaban los supervivientes de los campos de concentración nazi. Los Musulmannen eran una especie de muertos-vivos que sobrevivían en los campos de concentración. Por lo visto no eran ni lo menos que se despacha de un ser humano; se describen como figuras terroríficas que han perdido cualquier rasgo que pudieramos asimilar a lo que sea una persona. Lo más alejado de un ser “respetable”. No suscitaban la más mínima simpatía, y ellos —232—

mismos se consideraban indignos de llamarse humanos. A no ser por la figura de ese “uno” que les infundía un mínimo de dignidad ejemplificada en un ser como ellos. Al suponer a este “uno” como un significante amo, tal como hace Zizek, que impone un orden donde no quedaba nada, se está patologizando (pues se trata de una especial transferencia psicológica) este ejemplo moralizante; pero no deja de ser significativo que en la teoría kantiana tengan que caber estos monstruos. La noticia de estos seres la conozco por las obras La suspensión política de la ética (F.C.E., Buenos Aires, 2005) y Violencia en acto (Paidos, Buenos Aires, 2004) de Slavoj Zizek. BAJO LA IDEA DE LA LIBERTAD El concepto de una libertad efectiva no meramente psicológica es la clave de bóveda de la ética. Por supuesto, no se puede relacionar una efectiva libre elección con la indeterminación en el conocimiento del orden causal de la naturaleza. Porque no sepamos para dónde va a soplar, no tenemos derecho a suponer que el viento es libre. ¿Que si podemos? Vamos; por poder... La explicación negativa de la libertad es el de una eficiencia independiente de lo sensible. En este sentido, la voluntad (autodeterminación) no hace más que suponer la libertad. Pero Kant postula también una noción positiva, la de una causalidad según leyes inmutables. El problema de todo esto es que si la libertad no implica una verdadera moralidad (idea de una buena intención que actua por un mandato de su propia razón cosmopolita), se queda en una mera indeterminación psicológica. Si la libertad es la ratio essendi de la ley, y la ley la ratio cognoscendi de la libertad, defender la libertad implica defender un reino de fines racionales. Tenemos que sabernos pertenecientes a otro reino que el sensible. Ser libre en sentido práctico es no poder actuar de otro modo que bajo la idea de la libertad. Frente a la libertad prometeíca (el titán que robó el fuego de los dioses) de las titánicas posibilidades humanas, la libertad efectiva de una voluntad en cuanto tal conlleva una defensa de la razón. La responsabilidad: debes, supone la libertad: puedes. Este poder no puede ser un poder al servicio de las inclinaciones, para —233—

lo cual no hay que suponer la libertad. Las inclinaciones son ya de por sí motoras y sólo habría que suponer como un equilibrio resultante de las distintas tendencias. Este poder supone un conflicto entre la voluntad y las inclinaciones, en otro caso, no tiene sentido. Solemos pensarnos muchas veces como si no fuésemos en absoluto libres, del mismo modo que la expresión especulativa necesita hablar “como sí” la naturaleza actuara con voluntad. Cualquiera puede encontrar ejemplos teleológicos de este tipo en la literatura científica. Así es como nos solemos explicar la naturaleza como guiada por una razón. La evolución se suele pensar como una especie de acción racional. Defender que somos responsables (si no de todo, si de cualquier cosa), y que poseemos una verdadera voluntad, es lo más razonable y legítimo. Querer seguir manteniendo la idea de una responsabilidad, sin necesidad de suponer una verdadera libertad, es también un razonable interés egoísta, pero no hace ningún favor a la ciencia. En un ensayo divulgativo sobre la inteligencia artificial, tema que conozco de buena mano, se proponía una especie de experimento mental que demostrase que nuestra supuesta máquina puede ser tan libre como un ser racional. La extraña e innecesaria astucia del argumento que me conmocionó, consistía en negar la libertad efectiva del sujeto-máquina, pero defendiendo que era imputable. Por supuesto, tal y como definía al cacharro, necesariamente era incapaz de una verdadera decisión, pero era relativamente impredecible. Lo más sorprendente de todo es que: o el tipo es negado para cualquier análisis matemático (lo cual es muy probable); o quiere negar la libertad “kantiana” a toda costa. ¡No necesitaba hacerlo para defender la libertad de su cacharro! Si algún día estuviéramos convencidos de que los peluches con ojos y los perros son personas, pues benditos sean; pero lo que no podemos permitir es que se nos trate como a cosas. Los marxistas decían que se debe pasar de una administración de las personas, a una administración de las cosas. Un último apunte sobre la libertad. La amenaza de nuestros tiempos no es la pasividad, sino la falsa actividad de un sujeto —234—

desquiciado. Los amish americanos, después de educar a sus hijos aislados del mundo inglés que les rodea, los obligan a “liberarse” para que decidan libremente si quieren volver. Después de una vida de desenfreno, vuelven irremediablemente. Esta falsa opción es la que debemos evitar a nuestros hijos. EL DOGMA DEL ESPÍRITU SANTO Para terminar sólo pretendo proponer un pequeño ejercicio de exégesis. Ni siquiera voy a hacer una interpretación, sólo voy a comparar varios textos. Se trata de un pasaje de los evangelios que me parece muy importante para comprender el, como decía Kant, destino universal del cristianismo. El pasaje está en los cuatro evangelios canónigos, oficiales o como se diga. Con Mateo nos basta. En la primera versión que leí, que era una traducción mexicana (Puebla) para las comunidades latinoamericanas, se titulaba “El pecado más grave”:42 Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo. Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el pueblo quedo asombrado y preguntaban: “¿No será este el hijo de David?”. A lo que respondían los fariseos: “Éste echa los demonios por obra de Beelzebú, rey de los demonios.

Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo: “Todo reino dividido en dos bandos está perdido, y toda ciudad o familia dividida se viene abajo”. Si realmente Satanás echara fuera a Satanás, se haría la guerra a sí mismo; por lo tanto, ¿cómo podría durar su poder? Y si yo echo los demonios con ayuda de Beelzebú, los amigos de ustedes, ¿con qué poder los echan? Ellos dirán si estas acusaciones valen. Pero si yo echo los demonios con el soplo del Espíritu de Dios, comprendan que el Reino de Dios ha llegado ha ustedes. ¿Cómo podrá alguien entrar en la casa de un hombre valiente y robarle sus cosas, si primero no lo amarra? Sólo entonces le podrán saquear la casa. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.

42 Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino. Madrid, 1982 —235—

Por eso yo les digo: todo pecado y todo discurso que ofenda a Dios puede ser perdonado. Pero la palabra que ofende al Espíritu Santo no se perdonará. El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado ni en esta vida ni en la otra. Si se planta un árbol bueno, su fruto será bueno; si se planta un árbol malo, su fruto será malo, pues el árbol se conoce por sus frutos. Raza de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas siendo malos? Puesto que la boca habla de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene dentro, y el que es malo saca cosas malas. Yo les digo que en el día del juicio los hombres tendrían que dar cuenta hasta de las palabras ociosas que hayan dicho. «Por tus palabras serás declarado justo, y por lo que digas vendrá tu condenación» (Mateo 12, 22-37). Tengo aquí en mi mano varias versiones del mismo pasaje. Una lo titula: “Calumnia refutada”, otra: “Lo acusan de magia” y la última: “Jesús y Beelzebul”. He leído muchas más, y en ninguna aparece lo de la ofensa a Dios. En algunas ni siquiera se mienta la del Hijo del Hombre. Debe ser una extraña errata. Una vez le comenté esto a un teólogo y me dijo que la blasfemia ya suponía una ofensa a Dios y que era muy grave y se castigaba con la lapidación. Yo le dije que no me había contestado y que ya había visto La vida de Brian.

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ÍNDICE

ÍNDICE SALUDO A LOS CONGRESISTAS A MODO DE INCITACIÓN NORMAS GENERALES PRESENTACIÓN PARTICIPANTES EN EL PROYECTO COMITÉ CIENTÍFICO PROGRAMA

5 7 11 15 19 21 23

CONFERENCIAS VIOLENCIA Y MEDIOS: DISTORSIONES Y ADICCIÓN EVA ALANDRO VICO VIOLENCIA EN EL MENOR JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS DE INTERNETY DE TU ORDENADOR JORGE CORTELL ALBERT LA NUEVA POLÍTICA CRIMINAL ESPAÑOLA JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS SOCIEDAD OCCIDENTAL Y VIOLENCIA DIFERIDA JESÚS GARCÍA CALDERÓN LA AUTORMARGINALIDAD DE LA VIOLENCIA LUIS MARTÍN VALVERDE LA REALIDAD DE UNA MENTIRA: CIUDAD JUÁREZ DAVID PASTOR VICO FALSO CULPABLE ISABEL RAMÍREZ LUQUE VIOLENCIA DESENFOCADA.LA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA DE OLIVER STONE JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ TODA LEY DEMASIADO TRANSGREDIDA NO ES BUENA ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

27 39 45 49 87 93 103 123 131 173

PONENCIAS UN DISCURSO SUBVERSIVO MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ CUESTIONES: SOBRE LA ESTRUCTURA METAFÍSICA DE LA VIOLENCIA ISAAC OLIVA BALLESTER IDEOLOGÍA FÁCIL FERNANDO CREVILLÉN LOMAS

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183 201 217

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¿Qué es violento?, ¿Podemos considerar violento lo que va a suceder? (cartel de las jornadas), ¿podemos considerara violento el juzgarlo? ¿Es violento emitir un juicio de valor con los datos que nos proporciona una simple foto? ¿Se puede manipular la información para hacer de un hecho objetivamente inocuo algo subjetivamente violento? ¿Es la violencia, una herramienta de poder? La violencia es, y esto es irrefutable, una acción puramente humana en cuanto apreciamos en ella animosidad y dirección. Pero no todos los modos de violencia son claros y distintos. La violencia puede ser tan sutil como la caricia de una madre, o una mirada mal intencionada, o tan obvia como una bofetada en la cara o el acoso de los poderes fácticos a un chivo expiatorio para desviar la atención de algo realmente grave, pero, como en todas las cosas, sólo aquellas personas debidamente preparadas estarán en plenitud de facultades para poder diferenciar lo uno de lo otro. VIOLENCIA DESENFOCADA El ensombrecimiento se define en la psicología convencional como aquella capacidad de, no ocultando información, si hacerla parecer irrelevante ante la importancia de un hecho, acción u objeto que se antepone entre esta y el receptor de la misma. Esto es, uno ensombrece al otro sin necesidad de hacerlo desaparecer. Es como obligarnos a contestar a un test de inteligencia mientras nos colocan sobre los oídos unos auriculares con el desconsolador llanto de un bebe de pocos meses. Muchos son los temas que reclaman de nuestra atención y que diariamente nos asaltan: la violencia en las aulas, el maltrato a los inmigrantes, la violencia de género, la destrucción del concepto de familia clásica y la perdida, por ende, de los valores tradicionales, la problemática de los “jóvenes”; alcoholismo, bandas callejeras, etc... Pero son todos estos temas abordados desde la objetividad y el rigor, son ciertamente analizados de forma positiva o en algunos casos adolecen de amarillismo y oportunismo. ¿Son ensombrecidos o útiles para el ensombrecimiento de otras cuestiones y problemáticas? ¿Qué pasaría si desde los medios o desde una plataforma mucho más poderosa se intentara ensombrecer la realidad? ¿Qué tácticas usarían? ¿Qué noticias esgrimirían, y qué argumentos, para desviar la atención de la población hacia asuntos aparentemente mucho más importantes y relevantes pero en el fondo conocidos, tratados y estudiados? ¿Podríamos definir a esta acción como violencia? Creemos que sí, y a esto lo vamos a dar a llamar en estas jornadas Violencia Desenfocada.

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