VIOLENCIA MORFOLOGÍA DEL HUMOR JORNADAS DE ESTUDIO Y ANÁLISIS DEL HUMOR DESDE LA ANTROPOLOGÍA, LA PSICOLOGÍA, LA FILOSOFÍA Y LA COTIDIANIDAD Días 16, 17, 18 y 19 de mayo de 2006 EDIFICIO EXPO ISLA DE LA CARTUJA - SEVILLA
Puede visitarnos, contactar y seguir nuestro trabajo en: www.corchea69.com
Morfología del humor..., pág. 1
MORFOLOGÍA DEL HUMOR
MORFOLOGÍA DEL HUMOR JORNADAS DE ESTUDIO Y ANÁLISIS DEL HUMOR DESDE LA ANTROPOLOGÍA, LA PSICOLOGÍA, LA FILOSOFÍA, Y COTIDIANIDAD
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Producidas en su totalidad por A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES y realizado bajo convenio con la Universidad de Sevilla (U.S.). Días 16, 17, 18 y 19 de mayo de 2006 Edificio Expo (Isla de la Cartuja, Sevilla)
Padilla Libros Editores & Libreros Sevilla
© De los autores © De la presente edición: A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES D.LEGAL SEISBN 10: 84-8434-384-7 ISBN 13: 978-84-8434-4 PADILLA LIBROS EDITORES & LIBREROS C/ Feria no 4 –local uno– 41003 Sevilla (España) Impreso por Publidisa
SALUDO A LOS CONGRESISTAS
Querido/a amigo/a:
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ESDE La Organización de las Primeras Jornadas Morfología del Humor te damos la más sincera bienvenida y nos sentimos tremendamente honrados de poder contar con tu presencia. Para los pocos que nos dedicamos a este dudoso arte de la difusión de la cultura y la creación de foros públicos donde se pueda venir con total libertad a hablar, opinar, reflexionar y criticar, es en momentos como este en los que encontramos el único sentido de nuestros esfuerzos. Nuevamente vosotros habéis dado respuesta a la llamada que desde A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES os habíamos hecho, y quizá está vez con más fuerza que nunca. Más de 500 personas no se reúnen todos los días y menos para sentarse a escuchar, pensar, interiorizar y algunas veces reír o llorar. La aceptación que nuestras actividades van recibiendo año tras año, congreso tras congreso, es cada vez mayor y supone para nosotros un verdadero reto el estar a la altura de lo que se espera que hagamos, tanto por aquellas instituciones que confían en nuestra buena gestión y profesionalidad como por los miles de asistentes que adivinan en nosotros la posibilidad de saciar sus necesidades intelectuales, académicas, personales o su simple curiosidad por saber un poquito más de alguna cosa. –5–
En cada actividad reafirmamos nuestro compromiso con todos los que confían en nosotros y les recordamos nuestro lema; Audax sed cogita, sé valiente y piensa, por que sólo así podremos ser un poco más personas, un poco más compañeros, un poco más ciudadanos del mundo que nos ha tocado vivir. A todos decirles que es para nosotros un orgullo, y una enorme responsabilidad, darles nuevamente la bienvenida. Por todo, muchas gracias.
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NORMAS GENERALES
L
A Organización de este evento se sitúa dentro de la línea de trabajo que, A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES como productora de actividades culturales, tiene programada para esta temporada. Las características de este evento, como todo acto que sume más de 500 personas, nos hacen exponer, para su obligado y riguroso cumplimiento, una serie de normas que habrán de ser observadas y respetadas por todos los asistentes: • La Organización se reserva el derecho de alterar o cambiar el programa. No se admiten devoluciones o cambios en la inscripción. • La Organización podrá denegar el acceso o expulsar del recinto a aquellas personas de las que pueda racionalmente presumirse, que van a crear una situación de riesgo o peligro para él mismo u otros congresistas, de alboroto, o aparenten estados de intoxicación o conmoción, o que incumpla esta relación de normas. • Cualquier daño o desperfecto ocasionado por un asistente en el Edifico Expo conllevará la denuncia del mismo por La Organización a la Dirección del Edificio Expo para que esta inicie los trámites pertinentes, no haciéndose La Organización responsable del mismo ni del daño cometido. • El uso de la placa acreditativa es obligatorio. Por motivos de seguridad no se permitirá el acceso al auditorio a quien no la presente o le sea requerida. Si se –7–
olvidara, o perdiera, acudan a La Organización para solventar el problema lo antes posible. • Está terminantemente prohibido fumar, beber o comer dentro de las instalaciones del Edificio Expo salvo en los sitios debidamente especificados para ello. Les recordamos que el Edificio Expo es una edificación en régimen de propiedad privada estatal, esto incluye escaleras y jardines exteriores como zonas propias del inmueble de carácter privado. • Queda prohibida cualquier filmación, grabación o reproducción en el interior del recinto salvo autorización expresa de La Organización (esto incluye cualquier soporte de reproducción de música, radio, videojuego o similar). • Rogamos desconecten sus teléfonos móviles durante las conferencias, comunicaciones, mesas redondas u otras actividades. • Se ruega silencio durante las exposiciones. • Se ruega máxima puntualidad a los asistentes para no interrumpir el desarrollo de la actividad congresual. • Toda conferencia, debate, charla o mesa redonda no termina hasta que concluya el turno de preguntas y respuestas. • Todo asistente tiene la obligación de respetar estas normas para el buen funcionamiento del evento. Control de asistencia LA asistencia a las jornadas no es obligatoria salvo, lógicamente, para aquellas personas que deseen recibir un certificado de asistencia. Aquellos que deseen recibir el certificado de asistencia y así beneficiarse de la convalidación del mismo por 3 créditos de libre configuración reconocidos por la Universidad de Sevilla, tendrán que demostrar su asistencia a un mínimo, del 80 % de las jornadas tal y como exigen dicha entidad (6 medias jornadas de las 7 medias jornadas totales). –8–
El sistema de control de asistencia redunda en el propio interés del asistente por demostrarla. Cada asistente se responsabiliza de demostrar su asistencia a las jornadas. A cada asistente se le ha entregado una placa acreditativa con un código de barras personalizado la cual tendrá que llevar siempre consigo y en lugar visible, durante los 4 días de actividad. En la entrada de la sala se dispondrán lectores de códigos de barras. El registro de su código de barras por un ordenador hará las veces de firma. Siga las indicaciones de la Organización para agilizar esta operación. Al termino del congreso, previo a la entrega de certificados un programa informático hará el recuento de la asistencia de cada cual y dispondrá quienes de ellos son aptos para recibir el certificado de asistencia y cuales no. La organización tendrá preparado además el clásico sistema de firmas que será usado si aparece algún problema técnico. Todo asistente que habiendo sido declarado no apto desee inspeccionar su computo de asistencia deberá dirigirse a La Organización durante la entrega de certificados. Para retirar el certificado de asistencia debe entregarse a la Organización la placa acreditativa y la respuesta a una pregunta que se hará pública mediante carteles en la tarde del Jueves 18 y en la pagina web www.corchea69.com. Esta pregunta forma parte de un sistema de evaluación que nos solicita la Universidad de Sevilla. Esta entrega se hará el día y hora fijado en el programa, no pudiéndose solicitar con anterioridad o posterioridad a esta fecha (salvo por causa “muy justificada”). Ante cualquier duda consulte con el personal autorizado.
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PRESENTACIÓN
MORFOLOGÍA DEL HUMOR JORNADAS DE ESTUDIO Y ANÁLISIS DEL HUMOR DESDE LA ANTROPOLOGÍA, LA PSICOLOGÍA, LA FILOSOFÍA, Y COTIDIANIDAD
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UÉ es el humor? ¿Qué es la risa? ¿Qué es ese extraño reflujo de sensaciones que nos acompañan en los momentos de felicidad, bienestar o euforia? ¿Es el humor una sensación aislada, un estado general, un chispazo? ¿Es el humor un rasgo distintivo del ser humano o lo compartimos con otras especies? ¿Puede el humor hacernos más felices, integrarnos y jugar un papel importante en nuestro desarrollo o es algo arbitrario y superfluo? ¿Realmente es el humor un modo de terapia o un nuevo invento del marketing? Preguntarnos sobre el humor es adentrarnos a simple vista en una búsqueda infructuosa sin saber bien hacia dónde encaminarnos. Pareciera que los que saben, los eruditos, sienten cierto escozor en reflexionar sobre el humor y prefieren volcarse en cuestiones aparentemente mucho más serias y sesudas. Las obras que sobre el humor encontramos no lo tratan en sí más que como una herramienta, como artificio, y así grandes nombres de todos los tiempos juguetean con el arte de la risa (ejemplos pueden ser los poemas sátiros de Catulo o el Candido de Voltaire) pero pocos, o casi ninguno hasta finales del XIX y el siglo XX sobre todo, –11–
le entran al trapo, la gran incógnita es qué habría pasado si no hubiera desaparecido el supuesto libro que Aristóteles escribió sobre la comedia, ¿habría creado escuela? ¿Habría escrito San Agustín sobre esto posteriormente, y Descartes, y Kant? Difícil de creer, ¿verdad? Hoy pensamos que el humor y la risa son actitudes que nos separan a los humanos de los animales. Aquella definición del ser humano como animal racional puede colmatarse hoy con la de animal racional y con capacidad de reírse de los demás y de si mismo. Por ello el humor lo asociamos hoy en día con valores tan universalmente reconocidos como la humildad, o con el sentido crítico y la inteligencia. Claro que no es igual reírse uno de su sombra que ante una reflexión aguda sobre el talante de uno u otro político. Hay tantos modos de entender el humor como culturas hubo y habrá sobre la tierra. Es de tal modo la cosa que las expresiones sociales paganas, donde la fiesta, la algarabía, el exceso y las risas eran el motor de las mismas que, pasados los siglos y milenios, aún hoy se siguen celebrando y deseamos que así siga sucediendo, hablamos de los carnavales como es lógico. El humor es el respiro que nos sirve de puente entre el mundo real, racional y cuadriculado y la interioridad propia de cada cual, o a caso nadie se ha reído de algo que no es capaz de explicar y sólo tiene lógica dentro de su cabeza. Pero la risa también nos salva de la zozobra, del tedio y de la rutina de los días, o de los nervios y las tensiones acumuladas. Por todo, es necesario que paremos nuestras miradas en el humor. Que lo estudiemos y analicemos como lo que es, uno de los rasgos que nos hacen ser humanos, que nos hacen ser únicos y tan iguales los unos a los otros. Humor, violencia, empatía, racionalidad, ¿qué es realmente lo que nos hace llamarnos humanos? Objetivo de las Jornadas Religiones mitos e ídolos, el sentido de las ideas, vio–12–
lencia o morfología del humor no son mas que piezas de un ambicioso e ilusionante proyecto donde de la forma más humilde, pero constante, tratamos de aportar a la sociedad mas próxima, dentro de nuestras posibilidades, voces, que debidamente fundamentadas en la experiencia y la sabiduría simplemente sean escuchadas. En una mundo donde el ruido no permite oír a los que no necesitan gritar para ser escuchados, aspiramos a crear pequeños espacios de silencio donde se sucedan estos pequeños milagros. Está claro que el humor es patrimonio del hombre ya que sólo nosotros somos capaces de percibirlo y desarrollarlo. Adquiramos las herramientas necesarias para saber qué tan necesario es, y en qué grado podemos usarlo como utensilio beneficioso en nuestra vida y en la de los que nos rodea. Los objetivos de estas jornadas, como viene siendo nuestra labor, no son otros que los de ayudar de alguna forma a proporcionar parte de esas herramientas a un auditorio que, presumiblemente, ha se ser hábil en el manejo de estas para considerarse ciudadanos integrados del siglo XXI. A.C. Corchea 69 Producciones
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PARTICIPANTES EN EL PROYECTO
Organización La preproducción, producción y postproducción de las jornadas corre a cargo de A.C. Corchea 69 Producciones. Así como la elección del tema, la disposición de los bloques temáticos y la elección de los conferenciantes. Las Jornadas MORFOLOGÍA DEL HUMOR es una actividad que se acoge a convenio con la Universidad de Sevilla, reconociendo esta a los asistentes que así lo demanden y acrediten su asistencia a las Jornadas con tres créditos de libre configuración curricular. Patrocinio El principal patrocinador de las Jornadas MORFOLOGÍA DEL HUMOR es la empresa estatal AGESA, la cual gestiona, entre muchos más inmuebles, el salón del edificio Expo. El pasado seis de octubre de 2005 tuvo a bien firmarse un convenio de mutua colaboración entre AGESA y A.C. Corchea 69 Producciones, el cual asegura la pervivencia de nuestras magníficas relaciones en el futuro. Así pues es de obligado merecimiento celebrar la buena disposición y el buen talante de AGESA a la hora de apoyar las iniciativas culturales que modestamente A.C. Corchea 69 Producciones presenta. En otro orden, pero no menos importante, debemos destacar las enormes facilidades que desde la Universidad de Sevilla se nos brindan y la generosa ayuda que siempre nos dan a la hora de publicitar nuestros eventos, y aún más estas –15–
Jornadas MORFOLOGÍA DEL HUMOR. Siendo los alumnos de la misma los que en su casi total mayoría copan el aforo del congreso nos sentimos en la obligación de reconocer a la Universidad de Sevilla, si no bien patrocinador directo del evento, sí copatrocinador y agente propiciador del mismo. Colaboración A.C. Corchea 69 Producciones, en su esfuerzo por mantener los máximos de calidad que en otras actividades pasadas se marcaron, ha puesto todo su interés, y mejor hacer, en la producción de las Jornadas MORFOLOGÍA DEL HUMOR consiguiendo nuevamente dar a los asistentes una herramienta única de estudio y trabajo y de memoria de todo lo que pase. El libro que tienes entre tus manos es el trabajo de meses de antelación a la inauguración de las jornadas para poder ofrecer un testimonio de primerísima mano sobre lo que durante estos días sucederá, sobré qué se dirá y cómo. Pero esta labor habría sido del todo imposible sin la inestimable colaboración de la editorial Padilla Libros Editores y Libreros y su principal responsable el Maestro Editor Manuel Padilla Berdejo. Esperamos que siempre podamos contar con sus inestimables conocimientos en el mundo del libro y la cultura y con su desinteresada amistad, y que Sevilla siempre pueda beneficiarse de la existencia de personas como él y su familia.
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COMITÉ CIENTÍFICO
Presidente DAVID PASTOR VICO Secretario Francisco Anaya Benítez Vocales Francisco Lira Manuel Padilla Berdejo Eva González Lezcano Susana Martínez Reséndiz
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PROGRAMA
Martes 16/V/2006 9.30-10.30h. Acreditaciones. 11.00-11.30h. Acto inaugural Inauguración a cargo del presidente de las Jornadas, Representantes de los patrocinadores, Representantes de las instituciones. 12:00-13.30h. Conferencia JAVIER SÁDABA “Filosofía y Humor” 16.30-18.00h. Diálogo JAVIER SÁDABA y FRANCISCO ROBLES: “Ética y Humor” 18.30-20.00h. Conferencia JOSÉ ANTONIO CALDERÓN: “La risa, un fino abrelatas para el espíritu” Miércoles 17/V/2006 10.00-11.30h. Ponencias. LUIS NÚÑEZ HERNÁNDEZ “Humoresque: la música como contaminante social” MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ “Aproximaciones a una noción del humor como estrategia de sostenibilidad” –19–
12:00-13.30h. Conferencia JOSÉ Mª ROMÁN SÁNCHEZ “Sentido del humor y educación” 16.30-18.00h. Conferencia JOSÉ MANUEL PADILLA MONGE “Humor y literatura” 18.30-20.00h. Conferencia FRANCISCO AGUILAR “El humor como muleta” Jueves 18/V/2006 10.00-11.30h. Ponencias JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ “Filosofía y humor, la filosofía como actividad poco recomendable” JUAN ANTONIO CAMPOS GONZÁLEZ “La otra filosofía marxista del s. XX.” 12.00-13.30h. Conferencia MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ “Ontología del Humor; reflexiones en babuchas” 16.30-18.00h. Proyección académica de la película: La última noche de Boris Grushenko (Woody Allen, 1975). 18.30-20.00h.Comentarios y reflexiones: JOSÉ ORDÓÑEZ “La última noche de Boris Grushenko. Homo hilarans o fenómeno de un criminal de tercera”
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Viernes 19/V/2006 10.00-11.30h. Conferencias VÍCTOR HERNÁNDEZ ESPINOSA “El sentido del humor en el quehacer psicoanalítico y psicoterápico” 12.00-13.30h. Conferencia JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO “En clave de humor” 14.00-15.00h. Entrega de certificados de asistencia.
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CONFERENCIAS
EL HUMOR COMO MULETA por FRANCISCO AGUILAR
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El humor como muleta (Resumen)
FRANCISCO AGUILAR (PACO AGUILAR), es un artista muy conocido en el mundo del espectáculo. Desde muy joven ha trabajado en grupos musicales, entre los que podemos destacar a Yerbabuena, donde participaba como cantante. También es compositor. De su actividad musical pasó a la de guionista y humorista, cuyas actuaciones hemos visto en infinidad de ocasiones en las pantallas de TV. Debido a su profesionalidad y popularidad es invitado con frecuencia a pregonar fiestas, carnavales y otros eventos. Siempe ha sido un viajero incansable y retoma el gusto yendo y viniendo a Sanlúcar, para no perder la costumbre. Actualmente conduce un programa de Radio (RTVA) para discapacitados. Es socio de honor de la Asociación Andaluza de Esclerosis Múltiple.
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RESUMEN
E
L humor es una risa que ha ido al colegio” Esta frase que a mí se me antoja ocurrente y certera no es mía por desgracia, sino de aquel genial humorista gráfico y autor teatral de los años treinta, llamado Miguel Mihura. Esta definición del humor debería figurar en los libros de texto y, sobre todo, en los libros de estilo de determinados medios de comunicación. El humor positivo y el humor negativo El humor positivo es cuando nos reímos con alguien y no de alguien, en cuyo caso sería humor negativo. Para reírnos de algo o con alguien, con un mínimo de elegancia y savoir faire, tenemos que empezar por saber reírnos de nosotros mismos. El humor propio tiene muchísimo que ver con el amor propio. La propia aceptación de nuestras carencias y limitaciones de ese techo de felicidad del que la vida nos provee por medio del humor... ¡Ay de aquél que no lo consiga! Según la definición de los señores de la OMS, a los que naturalmente yo no voy a llevar la contraria, la Salud es la ausencia de enfermedad y de males. Pues muy bien; desde mi punto de vista, el humor –como ustedes se estarán figurando–, es la aceptación de la enfermedad, porque a ver, si no, qué le vamos a hacer...
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El miedo y el humor El miedo, algunas veces, nos hace bromear... incluso de forma exagerada. En el mundo de los toros y los toreros se han dado situaciones jocosas sobre todo para explicar el miedo: Rafael El Gallo, Belmonte, etc. La muerte siempre ha sido una fuente de chistes, chascarrillos y anécdotas cuyos mejores viveros han sido los duelos, entierros y velatorios, sobre todo en Andalucía. Los que, como yo, pertenecemos a asociaciones de discapacitados y, además, ejercemos de activistas en este terreno, buscamos ciertas vías de entretenimiento, escape y divulgación como festivales cinematográficos, donde se exhiben películas de nuestra cuerda. Los humoristas gráficos siempre se parecen a sus monos y dibujos: Gila, Chumy Chumez, Mingote, Forges... Velázquez pintó a los acondroplásicos de la Corte, todos con cara de listos, porque lo eran... y al Rey con un caballo gordoy una mirada de... ¿inteligencia? Refranero y discapacidad Bromas y chistes que soportan los discapacitados
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LA RISA, UN FINO ABRELATAS PARA EL ESPÍRITU
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Por JOSÉ ANTONIO CALDERÓN
JOSÉ ANTONIO CALDERÓN, después de estudiar Arte Dramático, Mimo y Pantomima en el Instituto del Teatro de Barcelona, realiza cursos de perfeccionamiento en Wroclaw (Polonia), sobre las técnicas de Tomaszwskis y la pantomima clásica reelaborada por la escuela polaca. En 1978 funda MIM-GEST, y más tarde, el Teatro de la Bohemia junto a Jordi Fábregas, estrenando más de veinte espectáculos de creación propia que han girado por todo el país y han participado en distintos festivales nacionales e internacionales. Paralelamente, ha colaborado como actor en montajes puntuales de otras compañías como Akelarre de Bilbao, Vol-ras y El Joglars de Barcelona, con apariciones esporádicas en algunas series de televisión y cine. Participa en varios festivales internacionales de mimo y pantomima en Polonia, Francia y Barcelona, y en múltiples festivales teatrales nacionales, consiguiendo un premio “Círculo de las Artes Mágicas” y dos premios “Aplaudiment” a la innovación teatral, otorgado por el Jurado del Premio Sebastià Gasch de Barcelona. En su trayectoria profesional no sólo ha ejercido como actor, paralelamente a esta función, ha impartido clases en el Instituto del Teatro de Barcelona y de Vic, y de forma continuada sigue con su labor pedagógica en centros y academias teatrales de Barcelona, al mismo tiempo, que dirige talleres y montajes. En esta línea de dirección, ha participado en distintos proyectos y durante tres años dirigió La Cuina de les Arts, una pequeña sala anexa al Instituto del Teatro de Barcelona; colaboró con distintas propuestas –que monta y dirige– en varias Fiestas de la Merced, de la misma ciudad y, durante dos temporadas, diseñó y dirigió la línea de espectáculos del Royal Cabaret, un espacio dedicado a las artes para-teatrales y a nuevas tendencias, ubicado dentro del Centro de creación contemporánea Tecla Sala de Hospitalet (Barcelona).
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Q
UE entre la risa y el llanto sólo hay un paso, es una frase hecha, pero muy posiblemente acuñada por los griegos; y si ellos ya lo decían, no debe ser una simpleza pensar que eso de la risa es algo más serio de lo que a simple vista puede parecer. Y digo esto, porque en la antigua Grecia, la tragedia y la comedia eran consideradas como la doble máscara de una misma realidad. En esta línea de argumentación diré, que para algunos eruditos del tema, el origen de esa dualidad, está en esos primeros enfrentamientos del hombre a los enigmas del mundo y de su existencia; confrontación que generó desde el principio de los tiempos dos actitudes pensantes: la mirada constructiva del pensamiento serio, frente a la deconstructiva del pensamiento cómico. Para los estudiosos del humor, lo único que separa a la tragedia de la comedia es ese paso, pero dado hacia atrás, de forma que permita un cierto distanciamiento de los hechos, y éstos –por muy trágicos que sean–, siempre contienen el germen de alguna minúscula semilla de la que puede brotar el humor. Otro de los aspectos esenciales que mantienen en común, la tragedia y la comedia, es: de un lado, la caída trágica; y, de otro, el batacazo cómico. En la tragedia la intensidad de la catarsis se mide por la altura desde la que cae el personaje. Cuanta más consideración social haya conseguido éste, más dramatismo contendrá su desplome. En la comedia ocurre lo mismo, pero su catarsis es un estallido jocoso. Ante el temor de caer en el aburrimiento, un riesgo que también comparten ambos géneros, permítanme la ironía –31–
de afirmar que el nacimiento del pensamiento más serio del hombre, la filosofía, estuvo precedida de una caída y un chiste, cuyo protagonista, según las fuentes más respetables fue Tales de Mileto, uno de los grandes presocráticos. Cuéntase que estando ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, un día cayó en un pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu despierto y burlón, se rió, diciendo que quería saber lo que pasaba en el cielo y que se olvidaba de lo que tenía frente a sí y antes sus pies. Esta anécdota, que puede servir para subrayar algunas de las formulaciones ya enunciadas, abre un nuevo aspecto de la risa: la de su apego a la realidad como referente. De la lectura de las comedías, podemos sacar una visión más amplia de la vida y las preocupaciones cotidianas de los griegos, que leyendo las tragedias, centradas en reflexiones sobre los grandes temas del hombre. El humor necesita de un referente real al que satirizar o parodiar y, cuanto más se adentre en ese mal o esa realidad a destripar, y más conocida sea ésta por los espectadores, mayor y más sonoro será el efecto de su risa. Es evidente que todo artista necesita partir de algo, pero, a los autores trágicos, les ocurre con frecuencia que, partiendo de un problema real, tienden –como le ocurrió a Tales de Mileto–, a elevar la mirada y perder el sentido más nimio de realidad, vuelo mental que no puede permitirse el autor de comedias ya que ésta es su materia esencial. Sí Aristófanes hubiera abordado el tema edípico, seguramente, la culpa trágica de Edipo no estaría en el cúmulo de circunstancias que los Dioses mueven: el abstracto destino, sino en la idiotez de Edipo. Es posible que, además de dejarlo ciego –por no ver lo que todo el mundo veía–, le hubiera cortado las orejas por no oír lo que era vox populi en los corrillos de mujeres tebanas: “pero ese hombre no ve que esa mujer puede ser su madre”; tan evidente, que así fue. Conociendo, como conocemos a las hembras mediterráneas –baste recordar Lisístrata–, alguien con una mirada có–32–
mica no se explica cómo en el coro de Sófocles, en ningún momento, alguna de las señoras no exclame algo parecido. Si el tema de Edipo hubiera sido tratado por Aristófanes, posiblemente, la culpa edípica no existiría y en nuestra infancia nos hubiéramos dedicado a idealizar a las vecinas jóvenes que, sin lugar a dudas, todas estaban mucho mejor que nuestras madres. Pero como en la vida, en el arte, primero están los que construyen las teorías de las grandes preocupaciones del hombre y, después, van quienes deconstruyen o, para aligerarnos de su peso, las minimizan. En toda creación, divina o humana, el principio es el caos. Lo que entendían los griegos por el arte de la comedia englobaba todas las artes del humor y, la comedia antigua, era una extraña mezcla de todos los tipos de géneros: desde la lírica más refinada a las bufonadas de más baja estofa; al lado de la ironía podía aparecer lo más grotesco; lo lascivo o lo vulgar junto al ingenio más agudo y punzante; el graznido de una urraca, el rebuzno de un asno, el último chisme de la ciudad, aspectos políticos o filosóficos dichos con ingenio y agudeza por personajes grotescamente vestidos, todos portadores del indecente phallus, falo que colgaban de su cintura como emblema de fertilidad. Tuvieron que pasar siglos para que la comicidad desarrollara y delimitara sus distintos estilos, que a pesar de su variedad, podríamos dividirlos en dos estructuras básicas: de un lado, las rupturas de la lógica; y, de otro, la de los desvelamientos. En la quiebra de la lógica estarían los siguientes hilos narrativos: el del absurdo, el del surrealismo y el de la locura. En la segunda –la reveladora de los verdaderos espíritus y vicios de lo público–, se mostraría a través de los finos rasgos de la alta comedia, la comedia de enredo, de situaciones o de costumbres hasta llegar al trazo caricaturesco de la sátira o la farsa. En un abanico amplio de registros –33–
que irían desde la popular mofa o burla, la parodia, la frase ingeniosa y el chiste –con sus rupturas finales absurdas, locas o irónicas–, hasta llegar al arte supremo y exquisito de la risa: la ironía. Dentro de las posibilidades del arte de la risa, está su capacidad corrosiva para dañar y herir. Ese uso del ingenio como arma afilada, junto con la peculiaridad de su mirada, son los dos elementos más importantes a la hora de condicionar las características de sus personajes, a la vez que marca algunas de las estrategias del arte de la risa. Ese arma afilada que puede ser el humor. Desde las dos actitudes pensantes se puede ejercer la crítica, pero mientras que, la del pensamiento serio es razonada y admite la réplica y la contrarréplica; la cómica posee armas como la mofa, la burla, la farsa, la sátira y la parodia, que le permiten entrar a cuchillo, y de forma pasional, sobre el objeto de sus críticas sin necesidad de esperar respuesta. No hay nada más frágil que la risa, la más leve inquietud en el otro es suficiente para quebrar el nacimiento de un reír sincero: una elevación de la mirada o una actitud de mínima autosuficiencia en el ejecutante, puede convertir una ironía en un sarcasmo y colocar en actitud defensiva al oyente o al espectador. De una manera u otra, todos desde nuestra más tierna infancia conocemos el doble efecto del humor: el gozoso y el hiriente. ¿Quién de pequeño en el colegio no ha sufrido la burla de otros niños o ha presenciado la sangrante mofa de alguien?, ¿quién no ha visto el retrato satírico o la parodia de algún personaje público hasta su ridiculez? Como hemos visto, conciente o inconscientemente, todos sabemos que cuando el humor se gira hacía nosotros, puede convertirse en un arma mortífera para nuestra auto estima. Ante ese temor, no dejamos que quien nos haga reír en la calle o desde un escenario sea cualquiera, le exigimos que sepa manejar los resortes que mueven a la risa, esos que hacen que una broma no se convierta en pesada o una –34–
ironía en sarcasmo que pueda herirnos. Esa posibilidad de dañar que contiene el humor, hace que al menor signo del mal uso de sus recursos, nos cerremos y sólo nos abramos ante alguien que domine estos mecanismos: alguien con bis cómica. ¿A quienes dejamos que nos hagan reír? El arte de la risa suele tener tres tipos de ejecutantes: el amigo que todos conocemos y que tiene gracia para contar anécdotas y chistes; el profesional: actor de comedia o cómico; y el tercero, de forma esporádica y fortuita podemos ser cualquiera de nosotros, siempre que un día caminando pisemos una piel de plátano y nuestra caída haga reír a otros. Los dos primeros han de estar dotados de ese don natural que llamamos bis cómica. El ejecutante fortuito, posiblemente carezca de ella, pero la situación en la que se ve envuelto sí la tiene. Cuando nos referimos a alguien con bis cómica o –en tono coloquial: una persona con gracia–, nombramos ese don innato que poseen algunos individuos en el manejo de las distintas formas y miradas cómicas, que en cada uno se muestra y se manifiesta con peculiaridades, acentuaciones y variaciones muy diferentes y distintas, que le dotan de esa chispa para sacar humor de donde los demás a penas pueden verlo. Como tanto las personas con gracia como los cómicos, cada uno poseen características propias, configuradas mediante la mezcla de los distintos estilos y personajes humorísticos, difíciles de definir en un concepto que englobe tanta diversidad en las maneras de hacer humor, me centraré en los profesionales y, dentro de estos, en dos de los caracteres con más entidad propia dentro de lo cómico: el irónico y el excéntrico. La máscara irónica La máscara cómica del irónico está en el juego lúdico de su mente. Desde su propia personalidad irónica, el “personaje”, subrayará su ingenio con una mirada, con la cadencia –35–
de su voz o valiéndose de un sutil gesto o de un cambio tonal, y bosquejará una caricatura o insertará una sonrisa en el punto justo de su discurso; todo servido de su oratoria irónica que es la esencia de su naturaleza y el carácter de su máscara. En su ataque, al irónico, le exigiremos que como en los combates de esgrima, con el florete de su ingenio sólo marque la estocada, sin el efecto hiriente de lo sarcástico. El peso específico de las formas irónicas cómicas dentro del humor, le ha llevado a desarrollar por separado sus propias estructuras formales y constituir carácter y estilo propio. Si bien la ironía está dentro del humor o, a la inversa, muchos aspectos del humor contienen ironía, los enmarcaré por separado ya que, su forma de afrontar el objeto de su crítica y el uso de su ingenio, también son distintos: en el irónico el efecto de su ironía es desvelador y, en el humorista, en ocasiones hiriente. En su comicidad el irónico apela a la razón del espectador para que éste le siga, mientras que el humorista apela más a los sentidos y a los sentimientos: uno, busca la sonrisa de la mente; y, el otro, el estallido jocoso de los sentidos. La ironía es un juego lúdico del intelecto, un ejercicio dialéctico que intenta explotar las posibilidades del contraste y la contradicción, desvelando indirectamente el objeto de su ironía. El humor no merodea, va directo al objeto y lo hace estallar en una carcajada en ocasiones hiriente. Estas dos actitudes vienen marcadas por como cada uno de ellos confrontan la realidad y sus referentes. El irónico es un idealista que trata de armonizar lo real con lo ideal, lo que es con lo que debiera ser, fingiendo creer que lo que debería ser es. El cómico va directo al objeto de su crítica y se adentra en él, aparentando creer que es así como las cosas deberían ser. Para ilustrar la mirada irónica, recurriré a un ejemplo de ironía popular que Pierre Shoentjes incluye en su libro La poética de la ironía: «Dice una madre que ve entrar en –36–
casa a su hijo perdido de manchas de barro: “Así de limpio me gustan los niños”». “Incluso en los casos más triviales, como este” –nos dice Shoentjes– “la ironía se expresa refiriéndose a un ideal moral. Al mismo tiempo que ella le hecha la reprimenda, se da el gusto de imaginarse un mundo perfecto en el que los niños serían como ella piensa que tendrían que ser: limpios y obedientes”. Para que pueda verse un mismo hecho tratado desde la otra perspectiva, he recurrido a la invención de una posible salida humorística del niño, que respondería: “Mamá, sí yo me lavo, lo que pasa es que nací sucio”. En la respuesta humorística inventada del niño, él aparenta creer que es así como nacen y son los niños: sucios. La máscara excéntrica Dentro del humor, he seleccionado el personaje del excéntrico, porque, junto con el irónico, la configuración de su carácter me parecen uno de los más interesantes, ya que permite explorar los aspectos del humor más rompedores: el absurdo, el surrealismo o la locura. En el mundo del humor, el excéntrico, nace a principio de 1900, tras una fuerte crisis en Europa de los circos. Obligados por estas circunstancias, algunos payasos buscan refugio en el cabaret y en los teatros de revistas y, en esa adaptación: de los grandes espacios del circo al pequeño cabaret; del público familiar al adulto; algunos deciden salir sin el disfraz de sus pinturas, lo que en el argot se denomina: a cara limpia. Esa desnudez de su máscara externa, fuerza la búsqueda de una máscara interna –que exige mayor contención gestual–, al mismo tiempo, el público adulto condiciona el contenido de su discurso. A esos aspectos modificadores, habría que añadir las influencias de las vanguardias culturales centro europeas, que a principio de ese siglo toman el cabaret como centro de sus proclamas: el movimiento Dadá y el cabaret literario. Todos estos condicionantes, moldean y modulan a los viejos payasos, ayudándoles a adquirir agudeza y sutilidad –37–
en sus maneras de expresar el humor; formas, que acaban configurando la caracterología del excéntrico. Si bien es verdad, que algo de esa excentricidad ya la poseía el clown, ésta se regía por imitación de ciertas reacciones infantiles, y es en estas circunstancias, cuando se convierte en excentricidad adulta y se configura como carácter y un estilo dentro del humor. La inmensa mayoría de los actores cómicos del cine mudo, provienen de esta hornada de artistas de variada gama: de las melodramáticas y poéticas pantomimas de Chaplín a la verborrea absurda y desbordada de los hermanos Marx. Del excéntrico, me limitaré a transcribir la definición del Diccionario: “Extravagancia o rareza de carácter. De carácter raro. Que está fuera de su centro o que tiene un centro diferente. Pieza que gira alrededor de un centro que no es su pieza de figura; tiene por objeto transformar el movimiento circular continuo en rectilíneo o alternativo”. En contraposición, sobre el vocablo serio el Diccionario dice: “Que carece de frivolidad; grave, severo en sus acciones y en el modo de proceder. Contrapuesto a jocoso o bufo”. La gravedad y severidad del semblante siempre fueron vistas por la iglesia como propias de “almas profundas”. No digo que no sea preocupante eso de no estar centrado, sobre todo para quienes lo padecen, porque al resto de los humanos el que estén descentrados nos causa risa. Desde mi punto de vista, el estar muy centrado es mucho más preocupante y peligroso para los demás, que el estar descentrado. Un exceso de centralidad puede llevarte, como la historia ha demostrado, a girar sobre un punto fijo, como suele ocurrirles a esas “almas profundas”. Y, en esos casos, llegas a creer que todo gira alrededor de nuestro eje de creencias, incluso negarnos a admitir que existan otras órbitas. Algo que ya sufrió Galileo y, si se salvó, fue porque cuando afirmó “pero se mueve”, lo hizo con voz bajita. Aún estando fijada sobre un punto falso, la centralidad siempre ha estado mejor vista que lo descentralizado. Al–38–
guien erradamente centrado, vivirá tranquila y equivocadamente centrado toda su vida o, al menos, quinientos años, que es lo que tarda en verificar las centralidades erróneas el Vaticano. Si un hombre centrado y serio criticara el centro de otro hombre serio y centrado, ese acto sería considerado por quien lo recibe, como un ataque destructivo a sus referentes y su lectura subliminal sería: “éste quiere eliminar mi centro, para en su lugar poner el suyo”. En una situación como ésa, nadie oiría a nadie y, si ésta se diera en un teatro, un gran número de público se marcharía. Cosa que no ocurriría con un excéntrico, ya que al ser considerado como raro y descentrado, sitúa al espectador en un estatus intelectual superior, permitiendo éste, que el cómico en la búsqueda de su centro ataque el suyo propio, a sabiendas de que el humorista no tratará de imponerle centro alguno, ya que sabe que no lo tiene. Esa condición de que el cómico quede por debajo del público ya lo tenían claro los reyes, por eso todos los bufones eran enanos. Actualmente, esta diferencia entre el personaje y el receptor se ha acortado y ya no es necesaria que, como en la corte, la distancia sea tan baja, bastará con que el bufón aparente tener unas cuantas neuronas menos que el rey, para que sus chanzas no se trunquen en el camino. Como conclusión, decir que en las artes escénicas, un cambio en el discurso y las formas de un personaje, exige de una adecuación en su interpretación. En el arte interpretativo, como en todo arte, las formas y el contenido son esenciales. En la interpretación, lo que debe decirse marca el carácter formal del personaje. El discurso del que se nutre el humor, como ya vimos en párrafos anteriores, proviene de una mirada y un pensamiento distintos a la lógica común y, esta particularidad en las formas de ver el mundo y la existencia, se han de expresar de manera creíble. Esa anormalidad en el contenido discursivo, requiere de una adecuación en el carácter del personaje, lo que obliga a dotarlos de –39–
una cierta singularidad, más o menos acentuada, de acuerdo con el grado de ruptura de su alocución. Las dos actitudes pensantes arrancan de una misma imagen primigenia: la del hombre frente al mundo tratando de explicárselo; pero, mientras la del uno, es un asombro trágico, la del otro es un asombro perplejo. Esa perplejidad, de una forma u otra, ha de reflejarse en los caracteres de los personajes cómicos. Esa extrañeza en el procesar de su mirada, necesariamente, configura la óptica de un pensamiento diferente y dota al personaje de un contenido discursivo también distinto, fuera del razonamiento común. Ese raciocinio en otras lógicas, le dotan de esa singularidad que, en el argot teatral, denominamos excéntrica. Acabaré con una frase hecha: “es de bien nacido ser agradecido”, para las neuronas es un descanso. Quiero felicitar a los organizadores de estas jornadas, por el acierto de dedicarlas al digno arte de la risa, una manifestación que libera al hombre de los fundamentalismos, y le confieren esa distinción expresiva que nos diferencian de otras especies. Eso es así, a pesar de que algunos ecologistas digan que no sólo ríe el hombre, que también lo hacen las hienas. Como hasta la fecha nadie sabe de qué ríen esos bichos, a excepción de esos agoreros, el resto de los humanos podemos afirmar que la risa es un modo de expresión que nos pertenece. Espero y deseo que después de ver mí actuación y de oír mi charla, el público asistente salga con una idea más amplía del arte de la comedia, aunque dudo que los puntos de vista de alguien como yo, que nunca he sido persona seria, sean opiniones para ser tenidas muy en cuenta.
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EL SENTIDO DEL HUMOR EN EL QUEHACER PSICOANALÍTICO Y PSICOTERÁPICO
Morfología del humor..., pág. 41
Por VÍCTOR HERNÁNDEZ ESPINOSA
VÍCTOR HERNÁNDEZ ESPINOSA, psiquiatra, psicoanalista y psicoterapeuta. Ex presidente de la Sociedad Española de Psicoanálisis. Miembro de Honor de la Asociación Catalana de Psicoterapeutas. Ex profesor de la Universidad de Barcelona. Profesor del Master de Psicoterapia de la F.V.B. (Univ. Ramón Llull). Supervisor clínico en varias Instituciones de Asistencia Pública.
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EL SENTIDO DEL HUMOR EN EL QUEHACER PSICOANALÍTICO Y PSICOTERÁPICO
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(RESUMEN A DESARROLLAR)
N un debate que se celebró en Barcelona hace un par de años con el título de “Hablando de cosas serias: el humor y el psicoanálisis” se comentaba cómo el humor permite abordar temas delicados y cómo se le llega a asimilar a un sentido (el sentido del humor), que sería un sentido metafórico en relación a los sensoriales, pero que, como los otros sentidos, contribuiría a proporcionarnos los datos necesarios para formarnos una idea más o menos precisa del mundo en que vivimos, especialmente del mundo relacional y de las emociones. En este sentido, el sentido del humor –y perdonen la redundancia– sería como un sexto sentido que se constituiría reuniendo la capacidad de intuición –clásicamente considerada como sexto sentido– con el sentido del humor y con el tacto personal, entendido como “la percepción delicada de qué decir y hacer sin ofender”. El sentido del humor y lo que podríamos llamar sentido del tacto serán pues, elementos de gran importancia en el mundo de las relaciones personales y, muy especialmente, en el de las relaciones terapéuticas. Revisando la escasa literatura psicoanalítica sobre el sentido del humor, llama la atención que más de un autor destaque como función importante del humor en los tratamientos psicoanalíticos la de facilitar el trabajo con temas y –43–
ansiedades de fondo narcisista. La utilización adecuada del humor (o sea, el humor usado con tacto humano) evitaría que los especiales sentimientos de humillación que produce la concienciación de estas ansiedades narcisistas sean una amenaza para la preservación del vínculo terapéutico (la tan traída y llevada, y a veces injustamente denostada, alianza terapéutica) y pongan en peligro el proceso mismo del psicoanálisis o la psicoterapia. Visto así, el humor favorecería la alianza terapéutica y reforzaría la capacidad para soportar la ansiedad y el dolor mental. En efecto, los sentimientos propios de lo que llamamos “herida narcisista”, como la vergüenza, la humillación, el ridículo, etc., son unos temas “delicados”, puesto que son vividos como una amenaza para la consistencia del propio self porque, disminuyendo el amor propio y la propia dignidad por debajo de los niveles necesarios para conservar la autoestima, ponen en peligro la consistencia y la coherencia del individuo y estimulan movimientos defensivos, generalmente de tipo esquizoide. El individuo que se siente humillado quisiera desaparecer, que se le tragara la tierra (“tierra trágame”), como el paciente que se siente humillado en el análisis puede desaparecer de la terapia y, de rebote, dejar humillado al terapeuta con la fantasía de que le ha pasado su sentimiento de humillación y que así el humillado ya no es él, sino el terapeuta. Y la verdad es que el paciente, aunque haga una identificación proyectiva, no deja de tener razón, ya que todo psicoanalista o psicoterapeuta que pierda a un paciente, debiera quedarse si no humillado sí por lo menos doblemente preocupado: preocupado por el paciente, a quien no ha podido ayudar mejor; y preocupado por sí mismo, que no ha podido o no ha sabido ayudar mejor. A la lista de los temas clásicos del humorismo crítico o mordaz: el marido cornudo, la incompetencia de los médicos (en nuestro caso particular, la de psiquiatras y psicoanalistas), las irregularidades de la vida clerical y de la política, temas todos ellos asociados a la vergüenza y el ridículo, habría que añadir el tema de las actitudes y funcionamientos –44–
mentales derivados del narcisismo, como los sentimientos y fantasías –conscientes o inconscientes– de omnipotencia y omnisciencia, de arrogancia y soberbia, de altanería y desprecio, a veces grotescamente manifiestos, pero también en ocasiones disimulados tras apariencias más humildes. Precisamente, hoy en día no resulta muy difícil encontrar entre los personajes del mundo de la política y de la iglesia, como también en el de algunos profesionales, remedos de caricaturas vivientes de aquellas actitudes, tan recientes algunos que todavía nos tienen “azorados” (de los azores, aves de presa; y las Azores, unas islas del atlántico, creo). Azorados estábamos ya hace muchos años bajo la amenaza de un régimen dictatorial cuando La Codorniz (“la mejor revista humorística para el lector más inteligente”, como rezaba su propio slogan) publicó un parte meteorológico informando a sus lectores de que “reina en España un fresco General procedente de Galicia”. Al igual que los humoristas gráficos actuales nos muestran con sus ocurrencias gráficas la actualidad en sus aspectos más delicados, aquella era una manera de denunciar por vía humorística una realidad “delicada” que, caso de denunciarla directamente, hubiera podido irritar–calentar al fresco General desencadenando una tormenta más peligrosa que la gota fría. Tomando ejemplo de los humoristas, algunos psicoanalistas creemos que un cierto sentido del humor, dosificado con oportunidad y tacto y transmitido a lo largo de la experiencia terapéutica como una actitud respetuosa, puede ser beneficioso en el curso del proceso psicoanalítico facilitando el abordaje de temas delicados, como las fantasías narcisistas de superioridad y autosuficiencia, sin desencadenar tormentas excesivas que pongan en peligro el tratamiento si el paciente se siente ofendido y huye o interrumpe la terapia. La huída del paciente puede ser en algunos casos una medida de autoprotección comprensible, pero, en buen sentido común, siempre es un fracaso del tratamiento. Un factor del humor, del chiste por ejemplo, es la expectativa de algo inesperado que, al final, es compartido –45–
agradablemente, sonrientemente, por ambos interlocutores con satisfacción y con alivio: el uno porque ha hecho reír o sonreír al otro y éste porque al final ha compartido con aquél el sentido “secreto” del chiste (como si se dijera “ahora ya lo sabemos los dos y podemos reír juntos”). Recuerdo que nuestro malogrado Eugenio empezaba los chistes diciendo: “saben aquel del psicoanalista que...”). Igualmente, en el diálogo psicoanalítico existe una tensión entre alguien que necesita saber y alguien que se supone que sabe o se espera que sepa; entre alguien que, aunque en algún lugar oculto de su ser albergue la fantasía omnipotente de saberlo todo o casi todo, se encuentra en situación de tener que reconocer que no sabe ante alguien de quien debe reconocer que sabe más que él, y alguien –el profesional– que, aún aceptando la situación de ser el que se supone que sabe más, ha de tener una noción realista de que, en el fondo, sabe todavía poco y nunca llegará a saber bastante. Es una tensión narcisista en la que el paciente, para seguir adelante en su proceso terapéutico, tendrá que pasar por el dolor de una renuncia: o renuncia a su fantasía omnipotente o, en caso contrario, renuncia a la ayuda que puede prestarle el tratamiento. Como nos decía Antonio Calderón Willy, por este camino el paciente narcisista puede llegar a narcisista retirado, que es, en menor o mayor grado, a lo que ya llegó el terapeuta, que en su día tuvo que renunciar a sus fantasías de omnisciencia; de no haberlo hecho en la medida de lo posible, no sería un buen terapeuta o, por lo menos, no sería un terapeuta con sentido del humor. Siempre es una situación dolorosa en la que un cierto sentido del humor puede tener efectos mutuamente balsámicos que ayuden a soportar el proceso curativo de la herida narcisista. Como en la sorpresa del chiste, que conduce a la risa compartida cuando quien lo escucha acaba sabiendo su sentido, la tensión narcisista va cediendo a la satisfacción del trabajo compartido de la sesión psicoanalítica si se da ese sentido del humor en el seno de lo que Poland llama el “tacto” psicoanalítico, que, según el diccionario, es la “habilidad y cuidado para conducir un –46–
asunto delicado o para tratar a las personas en casos delicados sin ofenderlas”. Sin tacto y sin sentido del humor, sin el “sexto sentido psicoanalítico”, puede que el diálogo psicoanalítico vaya bien, pero también puede ser que acabe como el rosario de la aurora, con ambos interlocutores fracasados y doloridos y con pocas posibilidades de aliviarse con el cervantino bálsamo de Fierabrás que sería el sentido del humor. Parodiando una frase que se cita de Moratín (“el buen humor es el único bálsamo que dilata la vida”), podríamos decir que el buen humor es el único bálsamo que alivia el dolor narcisista del orgullo herido, el único y verdadero bálsamo de Fierabrás, aunque como éste alivie el orgullo herido pero nada más. Quisiera acabar recordando, con Chaplin, el mayor genio del humor entrañable, tan entrañable como el de Willy, que “El humor nos permite ver lo irracional a través de lo que parece racional. Además, refuerza nuestro instinto de conservación y preserva nuestra salud de espíritu. Gracias al humor, las vicisitudes de la existencia se vuelven más soportables. Desarrolla nuestro sentido de las proporciones y nos revela que lo absurdo siempre gira alrededor de la exagerada gravedad”. En fin, puesto que toda intervención psicoanalítica, al igual que las humorísticas, tendría que ser concisa, breve y balsámica, pongo punto final a ésta para que sea, si no concisa, por lo menos breve y espero que algo balsámica.
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LA ÚLTIMA NOCHE DE BORIS GRUSHENKO. HOMO HILARANS O FENÓMENO DE UN CRIMINAL DE TERCERA
Morfología del humor..., pág. 49
Por JOSÉ ORDÓÑEZ GARCÍA
JOSÉ ORDÓÑEZ GARCÍA, nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1957. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla se doctoró en la Filosofía en la Universidad de Granada. Actualmente es profesor de Estética e Historia de la Filosofía en la Universidad de Sevilla, orientador Filosófico y Psicoanalista. Es miembro de la Sociedad Española de Fenomenología, de la Sociedad Andaluza de Filosofía y de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Fue fundador de la Asociación de Estudios Humanísticos y Filosofía Práctica X-XI y el Grupo E.T.O.R. Entre sus obras y colaboraciones destacan: Luis Goytisolo: El espacio de la creación (Barcelona, 1995). Destino y Poesía: la encrucijada del hombre moderno (Sevilla1996). La voluntad de conservación: (Notas sobre Estética contemporánea) (Sevilla,1996). La memoria romántica (Sevilla, 1997). Variaciones sobre el cuerpo (Sevilla, 1998). La filosofía a las puertas del tercer milenio (Sevilla, 2005). Heidegger y la crisis del nihilismo contemporáneo (Sevilla, 2005).
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FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA Título: La última noche de Boris Grushenko (1975) Dirigida por: Woody Allen Interpretes: Woody Allen, Diane Keaton, Georges Adet, Frank Adu, Edward Ardisson, Féodor Atkine, Albert Augier, Yves Barsacq, Lloyd Battista, Jack Berard, Eva Betrand, George Birt, Yves Brainville, Gérard Buhr y Brian Coburn. Guión: Woody Allen Productor: Charles H. Joffe Sinopsis argumental Woody Allen vuelve a reinventar de nuevo la sátira épica e histórica en esta maravillosa farsa sobre el espíritu literario ruso. Esta película, que la crítica ha calificado como una de sus obras más visuales, filosófica y elaborada, es un puente entre las primeras películas de Allen y sus comedias autobiográficas más oscuras como Annie Hall. Boris Grushenko es un cobarde colegial que se enamora de la bella Sonja que está a punto de casarse con un mal oliente comerciante de arenques. Desolado por la situación, Boris decide enrolarse en el ejército para volver más tarde convertido en todo un héroe (si es que se cuenta con algún golpe de suerte para ello). Al final Sonja decide casarse con él llevando una vida rica en filosofía, celibato y... nieve, montones de nieve... Pero decidido a cambiar su monótona vida, Boris trama un plan para asesinar a Napoleón, aunque hay algo en lo que no había pensado: la posibilidad de fracasar y acabar con sus huesos en la tumba.
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1. EÍRSE. ¡Qué cosa! En la celebérrima novela de Umberto Eco El nombre de la rosa no está bien vista la risa. Un monje guarda celosamente documentos antiguos, entre ellos uno de Aristóteles sobre ella. También se cuenta que Platón reía poco y que la carcajada le parecía un exceso reprobable. A lo largo de la Edad Media la iglesia vaticana veía con malos ojos eso de reírse, y toda una pedagogía se empleó en la represión y domesticación de las pasiones. ¡Qué infante no ha conocido ese “niño, no te rías”! Si nos fijamos, a la risa le ha ocurrido como a otras muchas capacidades innatas nuestras: que ha sido negada. Y todo sistema educativo no es sino una forma entre otras de conductismo, un modo de negar, con mayor o menor intensidad y fortuna, aquello que es en aras de un deber ser. Se ha intentado o bien modular o bien reprimir radicalmente nuestra facultad para detectar y constituir situaciones hilarantes. ¿Por qué nos reconocemos sin problemas en unas facultades y no en otras? El idealismo, en la medida que supone una actitud correctiva hacia lo que es, va contra el innatismo, contra lo natural, contra el cinismo y hace una lectura del sujeto en clave de mejoría, lo cual no es más que otro modo de una autoconciencia de imperfección. La risa traiciona todo ideal, lo pone en evidencia. El mundo perfecto, ése del verum, bonum y pulchrum, ha de rechazar cualquier fenómeno crítico, cualquier cosa que muestre la imposibilidad de educarlo todo en el ser humano. Para los grandes señores del Ideal el mundo es el sitio de la risa, y ésta, a su vez, una prueba de nuestra naturaleza, de nuestra ineducabilidad, no de nuestra mala educación. No –53–
hay buena o mala educación. Lo que hay es o bien una educación absoluta (el hombre que no ríe), bien una educación relativa (el hombre que ríe cuando es menester), o bien una falta de educación (el hombre que se pasa el día riendo). Y, efectivamente, la falta de educación significa que a uno le falta la educación, que no la tiene, como le ocurre al niño. Resulta interesante observar cómo queremos a nuestro hijos de escasos meses o años, unos seres faltos de educación, ajenos al ideal. Cómo los padres, que ya somos el ideal a pesar nuestro, nos deshacemos en atenciones con esos hijos naturales −y que siempre son naturales– pero que, sin embargo, los convertimos en una materia proyectual. No han de ser lo que son sino lo que van a llegar a ser conductual y comportamentalmente a raíz de la intervención educativa. Ellos son el testimonio de lo imperfecto, de lo real, de los que reaccionan y no deciden porque aún no han asumido ese aprendizaje de la represión a través de la decisión, son los que son porque ríen sin pudor. Ellos ni siquiera están en el mundo, somos nosotros los educados quienes los vemos en el mundo. Más allá de éste se encuentra o bien la naturaleza a carcajadas o bien la ultrametafísica de la radical sobriedad, nuestro mundo de todos los días, el del padre y el del hijo, es el de la metafísica de la risa. También del llanto, es cierto, pero este mundo nuestro de la civitas constituye precisamente ese espacio medio entre la carcajada y el grito de la selva y ese otro platónico de la seriedad y el susurro. En este mundo sonreímos y reímos, lloramos y nos quejamos, pero cuando la contención educativa se relaja entonces nos carcajeamos, gritamos y dejamos de ser mundanos para ser reactores afectivos. El mundo nos puso a salvo del grito y el descojonamiento hilarante. ¡No te rías, niño, que es una falta de respeto! Así interviene el Ideal como un guarda de las buenas manera. Y, sin embargo, ese niño que se troncha de risa ante el tropiezo del otro, o de su batacazo, es el que, al más puro estilo heideggeriano, realiza la correspondencia en su sentido más puro. Del mismo modo que cuando uno llora le echamos una mano emotiva o un rato de consuelo, –54–
porque es lo que corresponde, de la misma manera hacemos con lo hilarante. Una situación es risible no porque un determinado sujeto la decida sino porque el sujeto se ríe, y no tiene tiempo para otra cosa, ni se trata de hacer otra cosa. La reacción es lo natural, mientras que lo cultural es la represión. Cuando vemos cómo Boris Grushenko reacciona ante determinadas situaciones de forma totalmente distinta al ideal nos reímos: nos reímos de su cobardía, de su pragmatismo sexual, de su descarado temor a la muerte. Es un niño rodeado por el Ideal. Todos esos otros convencidos de lo que no puede ser posible del todo. Pero Boris no se ríe sino que provoca risa. Y sólo por él podemos reírnos de Napoleón, sólo por la presencia de Boris se nos manifiesta el emperador bajo un aspecto hilarante. 2. Aguantar la risa, mearse de risa, hartarse de reír, morir de la risa. Son éstas expresiones extremas. Y lo son debido a su emergencia incontrolable, porque se trata de un fenómeno que resulta de la reacción a una excitación involuntaria. Extremo, por tanto, quiere decir aquí límite, la racionalidad es incapaz de ponderar y, así, de llevar a cabo su trabajo desde esa libertad de opción. No se trata de que consideremos, entonces, a la risa como algo irracional sino más bien como algo a-racional, imponderable. Cuando se dice de alguien que tiene o no tiene sentido del humor parece que se deja caer con ello que eso del humor es algo gratuito, un don que se recibe o no. Pero también hemos de tener en cuenta otra cuestión, la de la relación entre sentido del humor y risa. Sentido del humor es como decir sentido de la vista o del olfato, y efectivamente, dicho así el humor se tiene o no se tiene, pero en cualquier caso ni se adquiere ni se decide tenerlo o no tenerlo. Otra cosa es la risa. Parece más que cierto y suficientemente comprobado, que todos reímos de pequeño, y sin embargo no sabemos si el infante que ríe tiene o no sentido del humor. ¿Por qué? La sonrisa –55–
o la risa también se deben a una sensación placentera, a una manifestación de nuestro bienestar interior, no se trata aquí de límite que nos hace reaccionar más allá de lo ponderable. El sentido del humor se pone en juego gracias al otro y, además, a consecuencia de algo que hace ese otro, puede que incluso el sentido del humor no nos provoque risa siempre. Es el otro, Grushenko, quien, haciendo gala de un sentido del humor formidable, nos muestra situaciones que nos resultan graciosas por el modo de desenvolverse en ellas. Así comprobamos que es el sentido del humor del otro lo que nos hacer reír. Por tanto, llegamos a esta afirmación: la facultad de reír parece innata en todos los individuos, pero no el sentido del humor; no todos tenemos sentido del humor. Hay muchísima gente que no se ríe con las películas de W. Allen ni con los gags de Mr. Bean, otras se ríen con W. Allen pero no le ven la gracia a Mr. Bean por lado alguno. Hay quienes disfrutan con los chistes que les cuentan y otros que no los soportan porque les supone una dejación de funciones de su voluntad. El sentido del humor es un sentido muy peculiar. Es una provocación, un ejercicio de provocación, de reto a la voluntad y a la inteligencia, porque no hay sentido del humor sin inteligencia. Lo que el otro nos provoca con su sentido del humor es una trasgresión, un ponerse al margen de todo lo previsible y al lado de otra visión de la cosa. No es una simple sensación de placer, de bienestar orgánico, como la risa infantil o la sonrisa del adulto tras la desaparición del picor después de rascarse. El sentido del humor, en tanto que sedición, invierte los valores, y da validez sobre todo a la posición del sujeto. La carcajada ante la autoridad es justamente su desautorización, de hecho de la misma forma que la autoridad se concede, se da, y no es posible exigirla más que por la fuerza, del mismo modo se quita, se le retira al que se le concedió. Comprobamos, por tanto, que ese sentido del humor, cuando ríe, está reivindicando la convencionalidad de todas nuestras costumbres y creencias, la subjetividad en que se funda toda posición de valores, toda convicción. Cuando uno le –56–
dice a otro: “¡No se ría Usted de mí!”, lo único que está haciendo es mostrar la relatividad de su posición y el hecho meridiano de que cualquiera se puede reír de cualquiera, de ahí el “¡como te rías, te castigo!”. Al poner en solfa los valores establecidos, el sentido del humor va contra la generalidad −el “Das Man” que diría Heidegger−, contra la falacia que supone la aplicación de la generalización a lo concreto. Cuando Boris Grushenko sube al carro que le llevará a su pesar tanto a él y como a sus hermanos a la guerra, y vemos a continuación que cuando parte él aparece en tierra al otro lado del carro despidiendo a sus hermanos, asistimos a esa negación de la generalidad a favor de la individualidad. Boris afirma su posición singular negando el Ideal, lo común, la alineación, al salir por la otra puerta del carro y dejar claro que eso no va con él. De otro modo se puede afirmar que asistimos a una ruptura de los códigos, el humorista los rompe a la vez que, con su actitud, señala la artificialidad de todo código. En ningún caso se niega al código, a lo que se opone es a la absolutización o inamovilidad de un código cualquiera. No olvidemos que el código del honor, por el cual los padres de Grushenko le obligan a ir a la guerra, se relaciona íntimamente, como cualquier otro código ligado al Ideal, con el principio de placer y con la pulsión de muerte. Mientras que nuestro héroe defiende su derecho al principio de placer, según el cual hay que evitar toda excitación que nos produzca malestar, el código le invita a ir contra ese principio y ubicarse en el goce característico de la pulsión tanática. Está claro que Boris no se lo pasa bien cuando lo ponen en peligro, y es lógico, pues sólo se lo pasa bien en el peligro aquel que se pone en peligro porque disfruta con ello. El sentido del humor no llega a tanto en nuestro personaje. Otra cosa es que, viéndose arrastrado al peligro de forma inevitable, sea capaz de tener sentido del humor, como cuando quiere derribar a Don Francisco de un botellazo en la cabeza y, al ser descubierto por éste, comienza a darle botellazos en la cabeza también a Sonia, como si sólo se tratase de un juego. –57–
3. El humor negro, tan característico de la cultura judía, y presente en esta película, supone un intento para soportar con elegancia el miedo a la muerte. El desarrollo del filme, cuyo título verdadero es Love and Dieth (Amor y muerte), se sustenta en la diatriba entre la pulsión de muerte y la pulsión de vida. El freudismo de W. Allen resulta aquí más que evidente, por ortodoxo y elemental. Existir es amar y morir, aunque en esta obra amos van íntimamente ligados. Grushenko se arriesga a morir por amor y sólo ama bajo la presión constante de la muerte. Esos diálogos filosóficos con Sonia, en las circunstancias menos adecuadas, son el ejemplo de cómo la seriedad de la existencia puede tornarse patética. No es lo mismo hablar de temas trascendentales en una clase de filosofía, o en una tertulia, que en plena batalla o en el encuentro fortuito con otra persona. El uso de la descontextualización o de la improcedencia situacional se hace maestría en esta obra como en otras de Allen. Hablar de Spinoza, Kant o Kierkegaard, no es algo raro para muchos de nosotros, y sin embargo no podemos evitar la carcajada cuando lo hace Grushenko. ¿Por qué? Porque la seriedad del tema en la circunstancia menos proclive para hablar de él es la condición de nuestra risa o nuestra carcajada. Así aprendemos algo sobre uno de los fenómenos singulares del humor: presentar lo serio en circunstancias jocosas o lo jocoso en circunstancias serias. En ambos casos es lo serio lo que sale mal parado, dicho de otro modo: se trata de la relatividad de toda seriedad. La insoportable gravedad de lo serio es la risa, y el sentido del humor no es otra cosa que el sentido poco fiable de todo aquello que pretende alzarse como único y exclusivo. Riendo, uno se excluye de ese muermo que consiste en tomarse la vida en serio, porque la paradoja es que sólo se ríe, y a carcajadas, aquel que se toma la vida en serio. Una vida seria es aquella íntimamente ligada a la muerte. ¿Por qué no se ríe Boris Grushenko mientras nosotros sí nos reímos de él, o del cuadro formado por él y el –58–
contexto? ¿Por qué provoca risa sin reírse? Uno de nuestros humoristas más serios ha sido Gila. Así pues, nos reímos del otro, de lo que hace o dice el otro, y sólo por ello nos reímos o podemos reírnos de nosotros mismos. Nunca nos reímos primero de nosotros y después del otro, sino que es al revés. Porque la risa, como se ve venir, es una reacción y, en consecuencia, un fenómeno relacional. Sin embargo, no es decidible, tenemos la capacidad de reír, como la de rascarnos, pero no decidimos reírnos o rascarnos, a no ser de forma inauténtica. Podemos asistir a una situación en la que sabemos que vamos a soltar la carcajada pero in ningún caso decidimos cuándo. 4. Nos reímos de lo inevitable. De este modo podemos establecer una relación entre el sentido del humor y lo real. No obstante, utilizo aquí la palabra real para aludir al límite, y a éste, el límite, como la imposibilidad para el sujeto: la imposibilidad de poder con todo, de decirlo todo, de someterlo todo, de educarlo todo... en definitiva un encuentro subjetivo con el no. Este realismo tiene mucho que ver con el deseo, porque se funda precisamente en lo que sólo se puede desear pero nunca conseguir. Así pues, realismo, límite y deseo componen una secuencia para aludir a lo que no se somete a la voluntad, al sujeto. ¿Qué le resta a uno sino aprovecharse del sentido del humor que tiene para soportar lo que no se soporta, lo que es indestructible? Amor y muerte o La última noche de Boris Grushenko, es la película donde Woody Allen trata de hacer algo con los dos fenómenos reales más básicos y originarios. La sexualidad y la muerte son indecidibles. No nos debe extrañar, entonces, que el nexo de unión que permite aceptar esos dos componentes cruciales de nuestra existencia como seres humanos sea el sentido del humor. Y aunque se dé como algo ciertamente obsesivo en Grushenko no dejar de ser, por ello, algo auténtico. –59–
¿Queda otra salida? ¿Qué nos cabe esperar ante lo real? Llorar o reír, también ignorarlo... o hacer como si no supiésemos de ello. No querer saber de lo que de hecho sabemos resulta curioso. Sin embargo, entre no querer saber de lo que ya sabemos y pasarnos el día lamentándonos por lo que sabemos y no podemos olvidar ni destruir, hay esta tercera vía del sentido del humor. Es la vía practicable sustentada en la coherencia, la conciencia y el bienestar. Todos hemos visto cómo la angustia se nos cuela en nuestra vida a la menor oportunidad, todos hemos comprobado también cómo algunos sujetos hacen de esa experiencia un aprendizaje para subsistir, y aquí es donde el sentido del humor ofrece sus dotes para seguir adelante. No cabe duda de que estamos hablando del fármaco o la defensa que encuentra el sujeto para soportar una relación que nunca pudo decidir, una relación por lo demás constitutiva del existente. ¿Cómo puedo odiar a lo que me constituye? ¿Cómo puedo vivir sin ser eso que soy, una conciencia de lo real que me revela mi absoluta vulnerabilidad? El bienestar que aporta el sentido del humor contra la excitación producida por lo real se apoya en dos cosas: primero, no lo soslaya; segundo, no sucumbimos por él. Ni alienados ni angustiados, esto es: enajenados de lo real o masoquistas por lo real. El disfrute a pesar de lo real es el horizonte del bienestar implícito en el sentido del humor. Nada en exceso, decían los clásicos, por eso a mayor hundimiento mayor carcajada, pero también a mayor alineación mayor imbecilidad. A un poco menos de una y otra vive el sujeto sensato, ese que cuando estalla la guerra huye, que cuando no representa el ideal del amante para su amada espera su oportunidad para, aunque sea a desgana y por error, lograr disfrutar de su cuerpo. En fin, tal vez el sentido del humor y el cinismo estén más cerca de lo que parecen y no habiten en montañas tan separadas.
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HUMOR Y LITERATURA
Morfología del humor..., pág. 61
Por JOSÉ MANUEL PADILLA MONGE
JOSÉ M. PADILLA MONGE es Licenciado en Arte Dramático, y trabaja actualmente en la preparación de una tesis doctoral sobre el monólogo dramático. Como director de teatro ha dirigido obras de Cervantes, Chejov, Pirandello, Casona y G.Lorca. Como actor de Teatro: durante más de veinte años en diferentes compañías interpretando papeles en obras de autores españoles y extranjeros, como Zorrilla, Valle, Gala, Shakespeare, Dragún, etc. Ha trabajado como actor en películas dirigidas por Olea, Chavarri, Bollaín y J.L.Sánchez y M.Rodríguez. Conferencias y cursos impartidos: en Granada (ciclo: Teatro juvenil), Sevilla (Escribir en Sevilla); ponente en las I Jornadas de Autores andaluces teatrales (CAT); ponente como autor dramático en el Ciclo de lecturas dramatizadas: “La creación dramática” y estreno de una obra dramática original (Universidad de Málaga). Miembro de jurados literarios y teatrales: entre otros: Teatro Juvenil (Sevilla 1991); Internacional UNESCO (Sevilla 1992); Teatro Joven (Granada 1992); Teatro de Andalucía (Sevilla 1993); Teatro Universidad de Sevilla (Sevilla 1995). Libros pblicados: Breviario sobre mónita con que ha de cuidarse el trato a las sobrinas carnales (Sevilla 1993); Cinco monólogos para lectores activos (Sevilla 1994); Dos monólogos para lectores con acompañantes (Sevilla 1994); Diez monólogos breves para meritorios. Precedido por un estudio sobre los monodramas (Sevilla 1994).; ¡Sigue, truhán, sigue! Relación de las aventura eróticas vividas en menos de 20 días por Don Manuel de Grosso y Mal-Lara (Sevilla 1994); Diálogos dramáticos (Sevilla 1997); . Lapidario para gente non sancta (Sevilla1997); Diccionario de la sangre, en colaboración con la Dra. INMACULADA DELGADO COBOS (Universidad Complutense (Reedición Sevilla 2001); Índices y glosarios de Bosque de Doñana: DEMOSTRACIONES QUE HIZO EL DUQUE VIII DE MEDINA SIDONIA A LA PRESENCIA DE S. M. EL REY FELIPE IV EN E L BOSQUE DE DOÑANA por Pedro de Espinosa. Estudio preliminar de MANUEL BERNAL RODRÍGUEZ (Sevilla 1994); Alberto Durero, La pequeña Pasión (1511) (Sevilla 2000); Santa Librada, que la salida sea tan dulce como la entrada. Sobre el parto y postparto (Sevilla 2002); El culo, taxonomía sobre el trasero (Sevilla 2005) Como crítico teatral: desde 1991 hasta su desaparición en Diario 16 (más de 300 críticas publicadas). Como editor-impresor: ha publicado más de 500 títulos (catalogados en ISBN), tambien como corrector y maquetador de los mismos.
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RESUMEN
P
ARA desarrollar el contenido de esta intervención y llegar una conclusión aceptable es necesario comenzar por el principio. Me refiero, lógicamente, al principio del individuo como componente de una sociedad organizada, llámese ésta familia, tribu, grupo humano o conjunto de pueblos. Estas organizaciones sociales basan su relación en instrumentos de comunicación que les permita un desarrollo acorde para satisfacer sus necesidades más inmediatas y otras relativas al rango, jerarquía o posición que cada individuo disfruta dentro de la organización. Las pautas de su comportamiento no se producen por generación expontánea, sino a través del conocimiento y la experiencia acumulada. Las costumbres y prohibiciones, condensando siglos de experiencia acunulada y trasmitida por la tradición oral, ocupan el lugar de los instintos heredados, facilitando la supervivencia de nuestra especie. 1
A pesar de este refinamiento del individuo para superar la carga animal de los instintos más primarios, necesita de referentes externos a su propia organización social para dar un sentido superior a su existencia y prolongarla. Lo más inmediato es la propia Naturaleza como fuente de sus recursos 1 GUY DE BOSSCHÈRE: De la tradición oral a la literatura. El imperialismo blanco contra la cultura original africana. B.Aires, l973, p. 7.
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y en cuyo medio vive pero de la que no puede evadirse. Se encuentra en un universo cerrado que se pliega sobre sí mismo y al cual debe domeñar y aliarse. Tiene que luchar contra el medio pero al mismo tiempo sacar de él los mayores beneficios tanto para él como para su prole. Y es este universo cerrado y confundido, donde el hombre y la Naturaleza; donde la vida y el mito; donde lo sagrado y lo profano se encuentran indisolublemente ligados, en el cual la oralidad tendrá el privilegio de divulgar.2
La transmisión oral es la primera vía vertebradora para la difusión de los conocimientos adquiridos ya sean artesanales, de supervivencia, de sentimientos, costumbres, de historia mágica, mitos, etc. También de sus sentimientos religiosos. Las primeras manifestaciones de religiosidad animista se verán pronto enriquecidas con el antropoformismo, adquriendo una extraordinaria fuerza la representación para los muchos dioses creados. [...] uno para cada ser y fenómeno natural importante, más uno para cada necesidad y temor. Lógico era que al puntos se les diese nombre; pues si se les había personificado para poder verlos y rendirles tributo, no menos necesario era denominarlos para poder diferenciarlos con comodidad.3
Todos los aparatos religiosos creados como consecuencia de esta extraordinaria proliferación de deidades obligaban al hombre a una profunda sumisión del orden superior que sus administradores (sacerdotes, meidums, chamanes, etc.) se dedicaban a trazar mediante doctrinas, ritos, ceremonias y demás teologías. Ya no bastaba la transmisión oral para perpetuar los mandamientos de estos seres extraordinarios, sino que fue necesario grabarlos en tablillas o escribirlos más tarde sobre papiros, pieles curtidas y finalmente en forma de libros cuyos contenidos, lógicamente, se conside2 G. DE BOSSCHÈRE: De la tradición... op. cit., 23 3 JUAN B. BERGUA: Historia de las religiones, t. II, 11-12.
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raban y aún se consideran sagrados. La aparición de otros dioses menores, uno para cada arte, labor agrícola, desgracia, enfermedad, etc., la desaparición de otros menos generosos o impropios del lugar, prudujo una elevado trasiego de deidades, mayores o menores, imposible de controlar. Las religiones monoteístas vinieron a solucinar este problema, y los estados de las antiguas cilivizaciones abrazaron sin el menor pudor para mejor control de sus ciudadanos. Actualmente seguimos creando dioses. El dinero bien pudiera ser el nuevo dios que está esperando su lugar privilegiado en la Mito-logia. Aunque como lo domina todo, poca falta le hace. Una suma considerable en manos de alguien le confiere un poder desmesurado. Hoy modernamente también tenemos otros dioses menores: tecnología, propiedades, combustibles, etc., que ya tienen su propia teología a través de leyes locales o estatales, mientras que el dinero adquiere cada vez más universalidad en forma de estampas llamadas dólares o euros. Dicen que son milagrosas, es decir que hacen milagros. A pesar de que “el hombre es ciencia”,4 no se puede sustraer a su historia, por muy tecnificada que se encuentre la civilización. Somos lo que somos y venimos de donde venimos, y un puñado de miles de años de historia es apenas nada en el conjunto de la historia de la Humanidad. Este maremagnun de deidades de la antigüedad propicia la aparición de autores como Aristófanes que se planta ante el Olimpo y arremete contra él y sus moradores, contraponiendo problemas terrenales en los que se ven involucrados dioses mayores y menores en cuyos enredos salen mal parados. La crueldad, prepotencia, narcisismo y sadismo de estos dioses es rechazado a través de argumentos jocosos. Hablamos de 350 años antes de nuestra era y ya empieza a manifestarse de una manera sistemática en la literatura el enfrentamiento entre la cultura mítica y la racional. 4 Así lo afirma KARL PEARSON, cit. por V.GORDON CHILDE en Los orígenes de la civilización. México 1982.
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Una historia oral o escrita que contenga ambas formas de pensamiento conducen a un final humorístico. El pensamiento mítico, queramos o no, conforma nuestra cultura y no elegimos conscientemente su utilización, aflora de manera natural. Así, creemos en la Diosa Fortuna (suerte) y confiamos a ella nuestros ahorros para verlos crecer o apostar en quinielas o loterías; acudimos a afamados curanderos en casos de enfermedades extremas de familiares o amigos u ofrecemos misas y oraciones para su pronto restablecimiento, hacemos estaciones de penitencia u otros sacrificios para liberarnos del pecado; acudimos a echadores de cartas; creemos en el Horóscopo; pedimos ayuda a santos para conseguir trabajo, novio, imposibles, etc.; nos colocamos collares o anillos para atraer la buena suerte; sabemos que no se debe abrir un paraguas dentro de la casa, ni dejar unas tijeras abiertas; no pasar por debajo de una escalera de mano; utilizamos el refranero popular para justificar nuestras acciones: “Más vale pájaro en mano...”, “Dime con quién andas...”, “Quien a buen árbol se arrima...”, etc.; y todo aliñado con el Dios Dinero y otros dioses menores, como antes se ha explicado. Con los materiales del pensamiento mítico subyacente en nuestros genes culturales se construyen nuestras neurosis. Nos transformamos por imperativos sociales en padres serios, políticos solemnes, administradores corruptos, santurrones abnegados, liberadores de esclavos, sádicos o masoquistas. Llegado a este punto es preciso detenerse un momento ante la figura de Karl Horney y su trabajdo sobre Neurosis y madurez. Mi buen amigo Miguel Vázquez, piscólogo clínico y gran conocedor de Horney me ha facilitado la información precisa y metódica para distinguir los trastornos de la personalidad que Horney especifica. Para no hacer muy larga esta parte podría resumirse en el siguiente cuadro:
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TRASTORNOS DE PERSONALIDAD CONTRA Imagen idealizada
↓ PODER Prepotente Perfeccionista Narcisista Sádico
HACIA Imagen idealizada
↓ AMOR Modesto
LEJOS DE Imagen idealizada
↓ LIBERTAD Escapista
Masoquista
La personalidad neurótica es incapaz de expresarse con humor ni tener sentido de él. Estos tres tastornos conforman un amplio panorama de nuestras penurias intelectuales y anímicas creyéndonos y ejercitando como si fuéramos, y nos creemos que lo somos. Muchos arquetipos literarios están fundamentados en estos trastornos de personalidad, desde el dictador salvapatrias, el avaro, coleccionista, racista, hasta el que enarbola la bandera de la liberación arropando a un grupo y luego lo abandona apenas empieza a coexionarse, pasando por los humanitarios sacrificados que llegan al masoquismo místico. La figura neurótica del avaro está recogida en infinidad de obras de Shakespeare, Goldoni, Lope de Vega, Moliere, etc. Siempre resulta engañado y la mofa no va más allá del enfrentamiento entre la figura del Ser Todopoderoso que puede administrar vidas y bienes ajenos desde su hierática postura (pensamiento mítico) incapaz de enfrentarse a la realidad (pensamiento racional). La literatura oral o escrita5 recoge infinidad de estos enfrentamientos imposibles de enumerar en estas líneas. El choque cultural entre lo mítico y lo racional es, bajo 5 Adoptamos y aceptamos la conocida definición de RAFAEL LAPESA: «Obra literaria es la creación artística expresada con palabras, aun cuando no se hayan escrito, sino propagado de boca en boca».
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mi punto de vista, el origen de lo que llamamos humor, que no tiene que ser, necesariamente provocador de risas. La comicidad busca otros enfrentamientos más sencillos, con grandes contenidos de contradicciones, absurdos, retruécanos en el lenguaje y situaciones límites provocadoras de risa, pero siempre subyace el contenido racional frente o otros no tan racionales.
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EN CLAVE DE HUMOR
Morfología del humor..., pág. 69
Por JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO
JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO, nació en Montellano (Sevilla) el 12 de abril de 1945. Licenciado en Lengua Moderna, se dedicó por más de treinta años a la docencia en distintos pueblos como Catedrático de Bachiller de Lengua y Literatura. Apegado a sus raíces y a las de su tierra tuvo siempre cadencia al estudio y análisis de las costumbres, labores, modos y voces de su entorno destacando, por ejemplo, como uno de los mayores especialistas en orquídeas de España. Dentro de su amplísima trayectoria dedicada al mundo de la cultura popular y flamenca destacó su labor como director en la IV Bienal de Flamenco de Sevilla y sus constantes trabajos para televisión; recordemos la serie Caminos flamencos (para TVE) o El arriate y Las Andalucías (para Canal Sur). Algunos de sus libros más destacados son La poesía flamenca, Lírica en andaluz, Coplas de clase o Joyero de coplas flamencas.
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Y
A de mozalbete empecé a dudar de ese tópico cabalgante, tan extendido como descabellado, de que “los andaluces hablamos mu’ malamente”; la duda se acrecentaba a medida que me iba iniciando en los dobles sentidos y en la fluidez y eficacia comunicativas de las formas orales empleadas por mis paisanos, tanto los académicamente instruidos como muchos de los considerados (erróneamente) analfabetos. Luego se asentó en mí el convencimiento íntimo de la verdad contraria, a saber: que los andaluces hemos usado y seguimos usando la lengua de muchas maneras extraordinarias; quizás radique ahí la mayor habilidad comunicativa y artística en la que hayamos destacado a lo largo de la historia. Si esa ya firme convicción arraigó en mí sin ninguna base científica, cuando después ingresé en la Universidad para especializarme en estudios de Lenguas, ¡ya fue la reoca! Supe allí que los más grandes maestros conocedores de la Lingüística y la Literatura españolas (Alarcos Llorach, Dámaso Alonso, Manuel Alvar y un largo etcétera) incidían y coincidían en esa misma idea y, además, naturalmente, aportaban miles de argumentos metodológicamente indudables, que abocaban a conclusiones indiscutibles. Los dos registros lingüísticos y literarios en que se concentran la mayor cantidad, densidad e intensidad de recursos estilísticos son el Humor y la Poesía. Ahí se dan cita los más rápidos, efectivos y fecundos hallazgos, que conforman y –71–
constituyen el óptimo climácico de la recreación lingüística de la realidad que supone el hecho comunicativo. Si nos referimos a la Poesía, aparte de la indudable preponderancia de la presencia andaluza a largo y ancho de la Historia de la Literatura española, nadie podría dudar el favorable “reparto estadístico” de grandes poetas en estas tierras. Podríamos recordar, además, que la Poesía lírica europea en lengua romance comienza con las jarchas mozárabes, compuestas alrededor del siglo IX en Andalucía. Y, por si fuera poco, nos queda la mayor: el más ingente patrimonio poético vivo del mundo es la Poesía flamenca: un corpus de más de doscientas mil coplas (unos ochocientos mil versos), presentes y activos todavía en la memoria del pueblo andaluz. Un buen porcentaje de esas coplas (líricas o narrativas, sobre todo) vienen cifradas en clave de humor: miles de coplas exploran los recónditos vericuetos del laberinto virtual del Humor, que ha venido acreciendo ese inmenso abanico de palabras sin medida y sin control posible. Desde las descripciones perplejas o inocentes, hasta las actitudes más escatológicas o groseras, los andaluces han practicado de continuo el tráfico oral de chascarrillos, chistes, ocurrencias o coplas; la ceremonia de la comunicación se basa aquí, de principio, en un clima que permite que buena parte de nuestra vida la hagamos en la calle, juntos; a la par, hay una voluntad ancestral que multiplica y estimula los intercambios. El “entrenamiento lingüístico” es impresionante y la diversidad de los resultados es pasmosa: he aquí algún ejemplo de la “guasa inocente” y de “la que roza los tabúes”, sin exagerar en ningún extremo. Tu ma’re no dice ná’: Tu ma’re es de las que muerden Con la boquita cerrá’. Me dicen que yo me case Con una mujer de cuarenta –72–
Yo prefiero dos de veinte, Que sale la misma cuenta. La mujé’que, meando, No hace “joyo”, Es porque le han quita’o La cresta al pollo. El hombre que, meando, No hace espuma, Es porque ya no tiene Fuerza en la pluma. Por supuesto, no faltan ejemplos de un Humor trágico, que no conduce a la risa, precisamente; más bien parecen una tácita y despreocupada comprensión y aceptación de lo irreparable: Cada vez que yo me acuerdo ‘que me tengo que morí’, Echo mi manta en el suelo Y me “jincho” de dormí’. Para encauzar nuestro tema falta avistar algunos de los sentidos que impregnan tradicionalmente el concepto de “fiesta”. Y es que la fiesta debe de ser tan antigua como la Humanidad o, quizás mejor, como la misma Vida. Las primeras fiestas de que tenemos noticia han coincidido en celebrar acontecimientos importantes para la supervivencia, conectadas con la Rueda del Año: es natural, pues, que la llegada cíclica de la primavera (del latín prima y ver, primer verano ) y el verano. Se celebraba la explosión de la naturaleza, la abundancia, la alegría de vivir... y todo lo relacionado con la fertilidad. A fuer que las comunidades humanas iban asegurando su subsistencia, las fiestas se extendieron a lo largo de todo el año. Algunas de las más antiguas, como la de los Santos –73–
Inocentes, celebraban irónicamente el invierno. Griegos y romanos adoptaron y potenciaron estas fiestas antiguas (Lupercales, Saturnales, etc.) y las dedicaron a distintas divinidades que, a lo mejor, fueron creadas ad hoc. Así, ya Dionisos en Grecia representó una actitud vital enfrentada o, quizás complementaria con la de Apolo: lo apolíneo implicaba la mesura, el orden y el equilibrio. Lo dionisíaco, vino mediante, suponía el desenfreno, la ruptura y la exaltación. Y aún hay un grado más en esa exaltación, que roza el absoluto despendole, en la encarnación de Pan, aquel semicabrito satirón con flauta que desmantelaba lo apolíneo desde la raíz: lo que podríamos llamar “sin rey ni roque”. Formal y aparentemente, todo esto desapareció con la llegada al Mediterráneo de las nuevas creencias y cultos monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islam), que comienzan a enfocar y entrever la vida con un sentido muy diferente. En el caso que nos afecta más directamente, la Iglesia católica llego a prohibir la risa, argumentando, que ningún Evangelio “ortodoxo” contaba que Cristo se hubiera reído jamás (recordemos qué bien noveló UMBERTO ECO las repercusiones de esa creencia en El nombre de la Rosa). Y, así, a la chita gritando, las fiestas de la celebración de la Primavera, se convirtieron en la Semana Santa: una semana de dolor... pero, además, precedida por cuarenta días de recogimiento, penitencia, abstinencia y ayuno: es la Cuaresma. Pero las tendencias del esoterismo que, al fin y al cabo, son muchas de ellas expresiones de la antigua sabiduría tradicional, no remitieron ante la fuerza telúrica de la alegría, el desenfreno, y el humor por parte de todo lo que está vivo. ...Y renació la Antítesis. Dentro de la férrea disciplina que imponía Doña Cuaresma, aparecía siempre Don Carnal (ya veremos si esta espléndida disputa poética medieval de gran Arcipreste tuvo influencia en la propia denominación del Carnaval ). La excelente excusa de la autodisciplina –74–
“exigía” la compensación ancestral del disfrute y el humor. Ahora, a vuelapluma, es necesario apuntar que, si hay algún enclave que se pueda considerar “zumo de la cultura tradicional de Andalucía“, ese lugar es, sin duda,...Cádiz: EL ENCLAVE DEL HUMOR. Es muy posible que la actual fiesta de los carnavales tenga raíces en la actitud vital de los goliardos medievales, una espléndida y divertida recua de clérigos renegados, que le ponían la cruz a la cara aparente de la realidad. Eran clérigos dionisiacos, desprendidos de la Comunión oficial de los Santos; los conocemos por sus imponentes escritos poéticos, como los Carmina Burana o los Carmina Catuli; sólo hay que recordar un versiculillo para retratar su concepción de la vida y su escala de valores: “meum est propositum / in taberna mori...” ( tengo la intención / de morirme en la taberna... Lo cierto y lo fijo es que el Carnaval se consolidó como una inversión de los valores de la Cuaresma. Un extraño amasijo, una especie de contubernio consentido, con el pretexto de que, de inmediato, entraríamos, en la oscuridad del oscurantismo (ojalá sirva la redundancia). No sabemos cómo ni cuándo, pero en algún momento (un momento puede ser un día, un año, un lustro o un siglo) se juntaron la habilidad andaluza para la Poesía y el Humor, el Carnaval y... Cádiz; llegaron a construir una enorme maquinaria artística, festiva y comunicativa, con la finalidad de reciclar y “poner a punto” nuestra vida, para recordarnos con mucho humor pero de una manera “perfectamente seria” que no hay nada seguro, que tampoco nada es “perfectamente serio”, salvo un golpe de ataúd en la tierra. He conocido varias celebraciones de Carnavales, con muy diversa índole: por ejemplo, en un pueblo de Córdoba, donde viví algunos años, los Carnavales, desde los disfraces hasta los rituales de comportamiento, eran marcadamente tétricos, más parecidos a la Santa Compaña que a una celebración orgiástica: otra forma de entender “el enfrentamiento con lo oficialmente establecido”. Frente a –75–
otros Carnavales, que inciden más en lo estético o lo espectacular, el Carnaval de Cádiz, ha sido construido como uno de los mecanismos más ajustados y equilibrados para conseguir y conquistar el desequilibrio: hay una perfecta mezcla de rebeldía, de pacífica subversión de valores, de estética visual, auditiva y vital: todo ello revuelto con una definitiva salsa de Humor, que, probablemente, sea la piedra fundamental que sostiene, empapa y engrasa todo este gigantesco y antiguo edificio cultural. Siento que el Carnaval de Cádiz, es Humor y sólo Humor. Todo lo demás no es más que la apoyatura coyuntural que ha cuajado para que el Humor, con mayúsculas, sea posible. Mi recordado y querido amigo Fernando Quiñones (otro trozo de Carnaval) me contó un día que en el Teatro Falla de Cádiz, siempre era Carnaval, aún durante los años que estuvo cerrado, Refería el asunto a un recital con poesías de García Lorca que se celebró allí, todavía vigente la dictadura. Casi todo el público en consecuencia, pertenecía a “la progresía”. Cuando llegó el clímax escénico del recital, un actor vestido de riguroso luto, bajo una luz cenital, comenzó a declamar el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”. Imaginaos aquella voz campanuda: “A las cinco de la tarde,/ eran las cinco en punto de la tarde./ Todos los relojes se pararon a las cinco de la tarde,/ las cinco en sombra de la tarde...”A mitad del reiterativo poema, surgió una voz del gallinero, siempre ocupado por la claque de Cádiz, que interpeló al recitador, diciéndole : “Oye, titi, ¿a qué hora dijiste que era eso?...”. Todo el teatro rompió en carcajadas, incluido el recitador, y, según mi amigo Quiñones, si el propio Lorca hubiera estado presente, no habría tenido manera de evitar darse a la risa, porque, decía Fernando... “¡la gracia de Cádiz no se puede aguantar!”. Esta anécdota no supone sino un botón –muestra de la concentración de humores que encuentran en el Carnaval de Cádiz su máxima expresión–. La clave del Carnaval es –76–
la Risa. Es posible que sean el Amor y la Risa las dos armas más poderosas con las que la Creación dotó a ser humano. Si no hay defensa contra el Amor, ítem más ocurre con el Humor. La Risa, eso que nadie ha podido explicar nunca, ni medianamente, es la más potente palanca revolucionaria que conozco. No hay nada ni nadie que pueda rebelarse ni revolverse contra la Risa. Esa Risa que contagia, descoloca, alegra, enseña, divierte, desaprende, transgrede y nos hace más sanos y más libres, nos acerca a la adopción temporal del “otro yo”, nos impregna del espíritu pánico, y nos entusiasma (del griego enthousiasmos yo estoy en ti). Nada hay sagrado pero, a la par, nada se queda sin cariño en el entramado poético de las chirigotas o las comparsas. Os traigo un curioso ejemplo de esa “irreverencia reverente” que nos puede ilustrar la doble o triple o cuádruple cara con que se manifiesta la libertad irredenta e irreductible que campea en ese espíritu indomable del Carnaval gaditano. Una de las primeras veces que acudí a la Plaza del Tío de la Tiza, tuve la oportunidad de escuchar una chirigota que hacía referencia al accidente que sufrió Don Juan Carlos, cuando todavía no era nuestro Rey. El hombre bueno y sencillo Que quiere ser el Rey nuestro Ha empezado en cabestrillo Y terminará en cabestro. Al lado de esta “broma cuasi real”, apuntaba otra copla seguida que, en mi opinión, reforzaba el tono cariñoso con que se cantaba la primera y que daba por supuesto que Don Juan Carlos iba a ser, de seguro, el Rey de España: De los árboles frutales Me gusta el melocotón Y de los Reyes de España, Don Juan Carlos de Borbón. –77–
Bueno, por acabar, acabo ya; pero no se debe pensar que hemos empezado siquiera. E, intentando seguir el tonillo menor de los tanguillos carnavaleros, os comunico que no estoy nada seguro de que lo que venga a decir en la próxima charla (de la que este texto no es ni aproximado resumen) pueda o no pueda coincidir en algo con lo que acabo de pergeñar...porque, sencillamente, es que... ¡Esto es Carnaval! ¡Risa y salud!...
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ONTOLOGÍA DEL HUMOR; REFLEXIONES EN BABUCHAS
Morfología del humor..., pág. 79
Por MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ
MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, conocido por “El Sevilla” nació en Sevilla el 10 de junio de 1970. Es el cantante y líder de los Mojinos Escozíos, banda de rock creada en 1994 en España, caracterizada por sus letras humorísticas. Además, es humorista y especialista en monólogos. Asimismo, ha participado frecuentemente en diferentes emisoras de radio a nivel nacional, por ejemplo en el programa La jungla de José Antonio Abellán. También colaboró en televisión con Andreu Buenafuente para TV3, con Jesús Vázquez para Antena 3 y con Manel Fuentes en La Noche con Fuentes y Cía. Telecinco. Escribió artículos de humor en la revista El Jueves durante varios años. Su faceta como cantante y actor de monólogos la ha ido solapando con el cine y con la escritura; siendo autor de dos libros de monólogos y reflexiones con más que buena acogida por parte de público y crítica. Libros: Memorias de un Homo Erectus (2002) Diario de un Ninja (2003) Películas: Tu-no (1999) El Cid, la leyenda (2003) Isi & Disi, amor a lo Bestia (2004) Sinfin (2005) Isi & Disi, alto voltaje (2006) El camino de los ingleses (2006)
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CONFESIONES DE UN CONFERENCIANTE
Y
o, Miguel Ángel Rodríguez El Sevilla, soy un mamarracho. Hablo en primera persona, no por egocéntrico, que posiblemente, también lo sea, sino por ignorante. No sabría hablar de la historia del humor, ni de su repercusión social, ni sabría citar a nadie que haya escrito acerca del tema. Sólo sabría dar mi punto de vista, mi opinión. No he leído lo suficiente como para estar a la altura de un conferenciante. Ni siquiera sé si está bien dicho “conferenciante” o “conferenciador”. Ni lo sé, ni existe en mí la preocupación de mirarlo en el Diccionario. Soy un ignorante que da charlas y conferencias por lo mamarracho que es. O porque a veces, hasta la opinión de un ignorante, es interesante. Esto me lo dijo mi padre, del cual ignoraba que era más ignorante que yo. Lo único que me parece interesante de mi relación con el mundo de la risa, es el abanico de medios de comunicación en los que he trabajado, y mi experiencia en ellos. He hecho radio, cine, televisión, tengo un par de libros publicados, y he escrito en diferentes revistas, siempre en clave de humor. Cuando le preguntan a mi hija: “A qué se dedica tu padre”, ella dice: “Mi padre es El Sevilla”. Cuando me lo preguntan a mí, digo que soy un mamarracho. Filósofos sin Fronteras: Dónuts para empezar Una persona que lleva dos días sin comer, verá en un dónut ese alimento que le puede aliviar el hambre. Alguien que lleva un tiempo sin hacer el amor, al meter el dedo por –81–
el agujero del mencionado dónut, puede recordar la última vez que tuvo relaciones sexuales, e incluso puede excitarse. Un estudiante, puede ver en el rosco, el último “cero” que le pusieron en matemáticas. Sin embargo, lo realmente ridículo es pararse a observar un dónut. Hay personas que necesitan comerse un rosco de reyes para saciar el hambre. Hay estudiantes que han sacado tantos “ceros”, que los aros olímpicos le recuerdan a su boletín de notas. Hay quien siente tanta pasión por las mujeres de raza negra, que incluso se excita cuando ve un dónut de chocolate (yo, antes de comerme uno, siempre meto la puntita de la lengua por el agujerillo). Si es ridículo reflexionar tras observar un dónut, recrearse con el resultado de la reflexión, lo es aún más. Para la gente seria y comprometida, esto son cosas de gilipollas. Para mí, con todos los respetos, ellos son muy aburridos, pues la seriedad y el aburrimiento, siempre han sido hermanos. Yo opino que una persona que se dedique a la ciencia que estudia la esencia de las cosas sin importancia, no es un gilipollas, es un mamarracho, un payaso, un bufón: un humorista. Observar y luego reflexionar sobre lo observado, es la base de la Filosofía. Quien ejerce este oficio, es el filósofo. Observar y recapacitar sobre las cosas más insignificantes y ridículas, es lo que hacemos algunos. Incluso, vivimos de ello. Sin embargo, no somos considerados filósofos. Ni queremos. Un filósofo es más inteligente, pero gana menos dinero. El mejor de los Mamarrachos Están los que prefieren presumir de nivel cultural, y quienes preferimos hacerlo del tamaño de nuestros huevos. Filosofando, tu mente trabaja, y riendo, se relaja. Ambas cosas son necesarias en la vida. Está demostrado por señores que han estudiado, que reír es muy sano y ayuda a mantenerse joven. Aunque también está comprobado, que la sociedad avanza más y mejor si tiene más cultura. Siempre –82–
he defendido que es necesario tener una buena educación, para valorar si quieres ser o no un maleducado. Por lo tanto, defiendo que hasta para decidir ser un mamarracho, hay que tener ciertos conocimientos. Hay que conocer la trayectoria de la persona más digna, para luego ser un indigno. Para ser ateo, es imprescindible conocer las doctrinas de las diferentes religiones. Hasta para ser un payaso, hay que tomárselo en serio. El Marogia, un personaje de mi pueblo que en paz descanse, decía que prefería ser el mejor de los barrenderos que el peor de los políticos. Fue incluso portada de la prensa, donde salió una fotografía suya barriendo la Avenida de la Palmera a las tres de la madrugada: decía que no podía dormir tranquilo, sabiendo que Sevilla estaba sucia. Sin embargo, jamás un político ha aparecido en la prensa de una forma tan digna. En mi caso, prefiero ser el mejor de los mamarrachos. Los graciosillos La popularidad de un humorista depende siempre de la cantidad de gente que se ría con él. Con esto, no estoy diciendo que sea necesario tener público para hacer humor. A veces, pensamos cosas que nos hacen reír, y no las contamos porque, posiblemente, no se ría nadie más con ellas. Estamos ejerciendo de humoristas para nosotros mismos. Es un ejercicio mental muy egoísta, pero también muy habitual. Es como masturbarse, que a veces, es más placentero que hacer el amor. Puedes ser el personaje más gracioso de la historia, y no haber tenido la oportunidad de que la gente lo sepa. En cada reunión de amigos, siempre está el que anima la fiesta. En cada comunidad de vecinos, en cada peña, en todos los gremios, hay un graciosillo. Nadie se sabe más chistes de guardias civiles, que ellos mismos, ni hay nada más auténtico que escucharle un chiste a su protagonista. Incluso en un cuerpo tan serio, existe el que hace de payasete con sus compañeros. En el mundo de la comunicación, ocurre –83–
lo mismo. Entre los locutores serios, entre los presentadores, entre artistas y actores, siempre están los graciosillos, los que se dedican a hacer reír. Sin embargo, no es tan fácil abrirse camino. A la hora de dar una noticia, no hay que renovarse, a la hora de hacer un chiste, es fundamental. Tener éxito en el mundo del humor, es muy complicado, mantenerse, aún más. Un humorista tampoco será reconocido, dentro del gremio, como el resto de sus compañeros. Es mu difícil que le den el premio a la mejor película a una de humor, o que el mejor actor del año sea un humorista. Sin embargo, este tipo de eventos, siempre se presentan en clave de humor: ¿Os imagináis la fiesta de la entrega de los Premios Goya, presentada en plan dramático? Aunque no hace falta, pues ya es dramático ese humor con el que cada año, premian las películas más aburridas y menos populares. No existe la libertad de expresión, (aunque mejor, me callo) No es lo mismo hacer humor en radio, que en televisión. Tampoco es igual contar un chiste de curas en la COPE, que en la Cadena Ser, ni tendrá la misma repercusión si te ríes del Rey en Tele 5, que si lo haces en Televisión Española. Al público le puede hacer mucha gracia. Lo malo es que no le guste a tu jefe. Con esto sólo quiero decir que la libertad de expresión, a mayo del 2006, no existe en España, y esto al humor le afecta directamente. Hay que conocer perfectamente dónde estás trabajando, para saber cómo has de hacerlo. Tu permanencia en el mundillo, dependerá de qué forma hagas tu trabajo, y tu éxito, de la cantidad de gente a la que le guste. El humor, es algo muy complejo. ¿Quién sabe dónde? Antiguamente, sabías que en España, no se podían hacer chistes de Franco ni de su entorno, pero en la actualidad, has de saber que: en Galicia, Fraga es intocable; en Cataluña, si te metes con Pujol, aún puedes tener problemas y no –84–
aparecer en ciertos medios de comunicación; en Asturias, no hagas un chiste ni de Fernando Alonso, ni de doña Leticia; en Televisión Española, no puedes criticar ni al Presidente, ni a las comunidades donde gobierne el partido del Presidente, ni a la forma de actuar del Gobierno central, ni a Iberia, ni a Radio Nacional, ni al País, etcétera, etcétera, etcétera. Fue precisamente en un programa de Televisión Española donde un compañero contó un problema que había tenido con Iberia, y tardaron dos segundos en darle la orden al presentador, para que dijera que la dirección del programa, no se hacía responsable de la opinión de sus colaboradores. Además, el compañero se vio obligado a pedir perdón públicamente. Si yo personalmente, cuento en un monólogo que Fernando Alonso es un gilipuertas, los Mojinos Escozíos no tocamos más en Asturias, no volverían a sonar mis canciones en las emisoras asturianas, bombardearían la página web de mi grupo con todo tipo de insultos y amenazas, y serían muchos, los aficionados a la Fórmula 1 que romperían mis discos, o dejarían de venir a ver a mi grupo. Una de mis experiencias más positivas en los medios de comunicación, fue trabajar en Cadena 100, la emisora musical de la Cadena COPE, que a su vez, pertenece a la Iglesia. Tenía que escribir y narrar un monólogo a diario, y la primera semana, casi me despiden por cambiar el final del cuento de la Heidi. Me dijeron que no podía hablar ni de preservativos, ni del aborto, ni de la Iglesia en general. De las relaciones sexuales en la tercera edad, tampoco podía hablar. Esto no me lo dijeron, pero lo supuse, pues al final del cuento, el abuelo de la Heidi, terminó acostándose con todas las viejas del asilo donde se internó. Lo de no tirarte piedras a tu propio tejado, siempre lo entenderé. Es normal no morder la mano del que te está dando de comer. Como dije antes, todo esto va en contra de los principios de la Libre Expresión, pero es lo más razonable del mundo: –85–
si tú me pagas, tú pones las reglas, o lo que es igual, si quiero ganarme la vida con esto, hablo de lo que tú me digas, y tal vez, no pueda expresarme libremente, pero sí que tengo la libertad de quedarme a trabajar contigo, o de coger la puerta. Cuidado con el perro, que es mariquita En la dictadura, no se podían hacer chistes ni de la Guardia Civil, como colectivo, ni de curas, ni de militares. Si lo hacías, eras un rojo y un hereje. Hoy día, no se puede hacer humor ni de homosexuales, ni de mujeres, ni de negros, etcétera, y simplemente por hacer este comentario, ya habrá quien me haya tachado de homófobo, de machista o de racista. Hay que andarse con siete ojos a la hora de hablar en público, y mirar con lupa cada una de las palabras que has de decir. Hace algún tiempo, observando un encendedor, deduje que era homosexual, pues se recargaba por el culo. Esta teoría, nos puede resultar graciosa, pero no fundamental. Se supone que a nuestra sociedad, lo que le importa del tema de la homosexualidad, es la evolución e integración del colectivo gay, y agradece que los pensadores contemporáneos, aporten sus teorías con el fin de ayudar a comprender los nuevos tiempos. Lo que a nadie le importa, es que un encendedor, sea mariquita. A fin de cuentas, esta teoría tuvo trascendencia social, que era lo que más ilusión me hacía, pues tuve que disculparme ante cierto grupito gay. Sin embargo, mi único objetivo a la hora de escribir, siempre fue, y será, el de hacer reír, y jamás, el de ofender a nadie. He escrito en varias ocasiones acerca de la homosexualidad, con el fin de ayudar a los que me rodean, al igual que han hecho algunos filósofos serios, y en vez de obtener el reconocimiento de mi entorno, he sido incluso denunciado. Ni siquiera sé si es correcto decir mariquita, o gay, (la palabra maricón, ni se me pasa por la cabeza, entre otras cosas, porque no quiero que me la corten). Es un tema tabú, del que es mejor no hablar, y mucho menos, hacer chistes. Los –86–
mariquitas, en particular, tienen mucho sentido del humor, pero en general, ninguno. Hoy día, tiene más sentido del humor un guardia civil o un cura. Por cierto, los teléfonos móviles, también son homosexuales, pues al igual que los encendedores, se recargan por el culo. Además, son más sensibles, pues oyen, hablan, vibran... Si haces un chiste de Mahoma, se te echa encima toda la comunidad musulmana, pero si lo haces de homosexuales, se te echa la comunidad gay mundial. Si haces un chiste de curas, no se queja la Iglesia, se queja si lo haces de curas mariquitas. Esto de que la Iglesia no se queja, tampoco es del todo cierto: se queja, pero no denuncia. O sea, que da igual que se queje. Es como el perro que enseña los dientes, pero nunca muerde. Aunque en este caso, estamos hablando de un perro muy grande y con los dientes muy afilados, por esto, mejor ni acariciarlo. Además, si te metes con un cura, todo aquel que es católico, ya no se ríe, ni con ese chiste, ni con ninguno de los que cuentes hasta el día que te retires. Ocurre igual con los monárquicos. Hay mucha gente que cree en el Rey, en la Reina y en toda su real familia, y cada vez son más los humoristas que insultan a la Monarquía. Que por cierto, es otro perro de dientes afilados, y al igual que la Iglesia, te dicen que se sienten ofendidos, pero no denuncian. Las que denuncian son las comunidades organizadas como las de homosexuales, o las asociaciones de féminas. De las mujeres, también hay que tener cuidado con lo que se dice, pues las feministas están muy organizadas, tanto o más que los gays, aunque como colectivo, tienen el mismo sentido del humor: ninguno. Si en un monólogo, o en una canción, dices que las mujeres son estúpidas, se enfadarán todas, incluso algunos hombres, pues es de mal gusto hacer chistes machistas. Sin embargo, si dices que las mujeres rubias son tontas, se ríen todos los hombres, todas las morenas, y la mayoría de las rubias, dejando de ser una expresión machista. –87–
Si cuentas tus problemas cotidianos con tu mujer, siempre has de terminar siendo un calzonazos, pues si la tonta es ella (y no es rubia), te conviertes en un humorista machista. Con una suegra, es diferente. También es mujer, pero es diferente. Yo nunca me propuse hacerle gracia a las suegras, pues considero, que simplemente por su condición de madre política, ya no tienen sentido del humor, sobre todo, cuando están sus hijas de por medio. Sin embargo, a base de insultarlas, soy un tipo que les cae en gracia. A veces, cuando llevo algún tiempo sin meterme con las suegras, la mía me dice que si ya no la quiero. Contra más radical seas en esto del humor, menos éxito tendrás. Lo que a unos les hace mucha gracia, a otros les ofende enormemente, y es muy difícil saber cuándo se va a acertar, y muy fácil equivocarte. Con todo esto, no quiero decir que haya que hacer humor para que se rían los católicos, los homosexuales, o para que no se enfaden los monárquicos, ni las feministas. Cada uno hace lo que le parece, o como diría en términos coloquiales, lo que le sale de las pelotas. Un humorista, no tiene por qué ser un personaje querido, pero personalmente, para mí es tremendamente reconfortable y gratificante, que se rían con mi trabajo los niños, sus abuelos, sus madres, y las amigas lesbianas de sus padres. Es sólo una opinión, pero considero más difícil, hacer reír a cien mil personas que a cien. Si eres humorista de profesión, son cien mil las personas que disfrutan con tu trabajo. Por esto considero fundamental, y casi imprescindible, el apoyo de los medios de comunicación para su difusión. Jefes, suegras, funcionarios y otras malas hierbas Sabiendo de antemano de qué cosas no debemos reírnos, es también importante conocer cuáles son los temas que no sufrirán el rechazo de nadie. El principal recurso de todo humorista es auto-insultarse. Si eres feo, presume de ello. Si eres calvo, cuentas tus problemas con la alopecia. Incluso puedes insultar a los –88–
vendedores de productos para la caída del cabello, que no se van a enfadar. Y si se enfadan, que se jodan. No gustarles, no tendría mucha repercusión en tu popularidad como humorista, pues más que un colectivo, son una minoría que se dedica a timar y engañar a las personas que no tienen pelo. O por lo menos, eso es lo que piensa la gran mayoría de la gente, que es hacia la que tú te diriges. El público se siente identificado contigo cuando hablas de tus desgracias. Todos estamos cansados de hombres y mujeres perfectos, que tienen cumplidos todos sus sueños. Contra más desgraciado seas, más éxito tendrás en el mundillo del humor. Los más graciosos son los feos, los gordos, los desaliñados, y los que cuentan que son cornudos, borrachos, o que no hacen apenas el amor. Particularmente, yo cumplo todos estos requisitos, y lo peor de todo: la gente se lo cree cuando lo cuento. Suegras, funcionarios, jefes, inspectores de hacienda, son gremios a los que se pueden insultar, pues socialmente, cada uno tiene aceptado su condición, y la costumbre de ser atacados. El personal que trabaja en la Administración, tiene tanta fama de no hacer nada, que por no hacer, ni se enfadan. En Lepe, están súper-orgullosos de ser mundialmente conocidos por los chistes con denominación de origen, donde el lepero, es el más bruto de la historia. Tal vez con los funcionarios, ocurra lo mismo, que cuando el río suena... Aunque lo más importante, es que se tomen con sentido del humor esa fama que tienen. Sólo el que sea realmente bruto en Lepe, se ofenderá, y sólo se molestará aquel que haga el vago en la administración. Otro refrán: será por eso de que se pica, quien ajos come. A los “Jefes”, también se les puede “dar caña”, pues los que se portan bien con sus empleados, se reirán, pero los demás, son tan cabrones, que no tienen ni sentido del humor. Todo el mundo odia a un jefe cabrón. Y todo el mundo maldice a Hacienda cuando tiene que hacer la declaración, o a un Guardia Civil cuando le pone una multa. –89–
A modo de conclusión Lo mejor en la vida, no es trabajar, pero ya que hay que hacerlo, es muy bonito poder dedicarte a lo que más te gusta. Además, la satisfacción personal que supone que la gente se ría contigo, es impagable. Te sientes como si estuvieses haciendo el bien por y para los demás. Sin duda, el humor es algo muy serio, y sólo “hacer el amor”, es más relajante y gratificante que “hacer el humor”. El mundo sería diferente si no existiesen los malhumorados.
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SENTIDO DEL HUMOR Y EDUCACIÓN
Morfología del humor..., pág. 91
Por JOSÉ MARÍA ROMÁN SÁNCHEZ
JOSÉ MARÍA ROMÁN SÁNCHEZ, es Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Valladolid. Director del Grupo de Investigación Reconocido en “Psicología de la Educación” dentro del cual lleva una línea de investigación, iniciada en 1998, sobre “Sentido del Humor y Educación”. Con catorce años de docencia en la Universidad de Barcelona y dieciocho en la de Valladolid, actualmente imparte clases de “Psicología de la instrucción”, “Psicología de la educación familiar” y “Estrategias cognitivas de aprendizaje”. Como investigador principal (o como investigador) ha participado en doce Proyectos de I+D sobre: “metodologías de enseñanza en educación secundaria y universidad", “estrategias de aprendizaje en superdotados”, “educación familiar” y “sentido del humor y educación”. Concretamente en este último campo: Programa para el desarrollo del “sentido del humor” en el profesorado (2001-03) y El “sentido del humor” como estrategia de afrontamiento del estrés en el profesorado (2004-06). La “producción científica” derivada de esos proyectos es (como autor o coautor) es: 5 tests, 16 libros, 48 capítulos de libro, 44 artículos de revistas y otras publicaciones. Dentro de ese mismo marco ha dirigido 21 tesis doctorales. Son relevantes sus aportaciones al campo de la tutoría La tutoría: pautas de acción e instrumentos útiles al profesor tutor (Ediciones Ceac), La tutoría en educación secundaria (Ediciones Ceac) o “El Modelo CARI de tutoría de alumnos en la universidad” (capítulo de libro)–, * al de la estrategias de aprendizaje -ACRA: Escalas de Estrategias de Aprendizaje (TEA ediciones) o, entre otras, Aprendo si relaciono: Programa de entrenamiento en estrategias de aprendizaje (Editorial Aprendizaje Visor)–, * al de la educación familiar -PEF: Escalas de identificación de prácticas educativas familiares (Editorial Cepe) o, entre otras, Educación familiar y autoconcepto en niños pequeños (Ediciones Pirámide)–, * y al ámbito del sentido del humor: “Modelo dimensional del sentido del humor” (capítulo de libro), CASH: Cuestionario Auto-observacional del Sentido del Humor (test), Programa de desarrollo del Sentido del Humor en el profesorado y otros artículos. Ha sido –o es– miembro: de Comisiones de Evaluación de Proyectos de I+D para el MEC y para la ANEP, y de la Comisión de Expertos que elaboró el Libro Blanco de los Grados de Magisterio para la ANECA. Finamente, para terminar, poner a la consideración de ustedes “dos datos” más: ha trabajado como Consejero ECTS en las siguientes universidades: La Rioja, Las Palmas de Gran Canaria, La Coruña, UAM, UCM y UEMC. Y, desde junio de 2001, es Decano de la Facultad de Educación y Trabajo Social de la UVA.–
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(RESUMEN)
E
L “sentido del humor”, como constructo psicológico, es considerado tanto un componente de la personalidad, dentro del Factor I: “extraversión” también llamado energía, urgencia o asertividad por el Modelo de los Cinco Grandes Factores de la Personalidad (COSTA Y MCCRAE, 1992: CAPRARA et al. 1993), como un componente de la inteligencia, p.e. en la Teoría del desarrollo de la inteligencia por acumulación de habilidades (Secadas, 1996) o en la Teoría triárquica de la inteligencia (Sternberg, 1997). Es un fenómeno enormemente complejo y multidimensional, y por ende difícil de estudiar científicamente. Como objeto de estudio científico, tiene que ser acotado para poder ser analizado empíricamente, por lo que hasta el momento lo que tenemos son sólo visiones parciales del mismo: fragmentación de los conocimientos científicos disponibles. Dada la complejidad del SH (Sentido del Humor), los distintos grupos de investigación (por ejemplo: en Inglaterra, THORSON, 1993; en Alemania, RUCH, 1996; en España, GARCÍA LARRAURI, 1998; en Bélgica, Saraglou, 2002; en USA, MARTIN, 2003; en Grecia, ANTONOPOULOU, 2004) que lo abordan científicamente lo hacen desde puntos de vista también distintos. Con lo que nos puede ocurrir como en el cuento de la sabiduría milenaria hindú “Los ciegos y el elefante”. Estaban tan ansiosos por conocerlo que cuando se chocan con él cada uno hace una generalización excesiva de su visión parcial y sensorio-motriz del elefante. –93–
La investigación científica es humilde, prudente y parsimoniosa para no caer en la generalización excesiva de los ciegos del cuento (que, a fin de cuentas, eso somos los investigadores). Por tanto lo que digamos del SH, lo diremos de aquello concreto que hemos acotado y no más. Porque todavía falta una “definición conceptual” integradora. Falta más trabajo racional y empírico de integración, de síntesis superadora de las distintas dimensiones del SH. Y sin ella, tampoco podemos disponer de una “definición operativa” que permita medir o manipular con rigor las variables. Falta rigor en la aplicación de los criterios psicométricos. Por ello en el ámbito de la psicología se considera al SH, más que un constructo científico, un fenómeno de estudio racional cuando no folklórico. Hay importantes preguntas por responder: ¿Cuál es su grado de estabilidad temporal? La respuesta condiciona p.e. la construcción de instrumentos de medida ¿De tipo autoinforme? ¿De tipo conductual? Con las visiones parciales de cada grupo de investigación (acumulación de conocimientos científicos sobre el SH), otros investigadores que vendrán detrás, realizarán síntesis integradoras y comprensivas, provisionalmente verdaderas, que avanzando en espiral permitirán conocerle cada vez mejor e intervenir preventiva, correctiva u optimizadoramente sobre el SH que es lo que a la postre importa. Pues bien, en esta conferencia, vamos a abordar el concepto que del SH tienen los profesores, bien en formación bien en activo. De ahí el título “Sentido del Humor y Educación”. Explicaremos cómo hemos identificado los componentes del sentido del humor e este sector de la población española. Y cómo hemos llegado a un concepto empírico del SH que gira en torno a cuatro dimensiones o factores: modelo multidimensional del sentido del humor. Una vez elaborado el modelo, describiremos el instrumento construido para medirlo (definición operativa). Para terminar la conferencia con una descripción de lo que se puede hacer para mejorar el grado de SH que cada uno po–94–
sea. Porque el SH es mejorable. En una escala centil, una persona puede puntuar 23 y con entrenamiento puede llegar a mejorarlo posiblemente hasta 31. O tener 82 y con trabajo y entrenamiento puede desarrollarlo hasta 89. Todos podemos mejorar algo nuestro SH entendido –por supuesto– según las dimensiones y componentes del modelo multidimensional del sentido del humor. Algunas cuestiones que (¡posiblemente!) abordaremos en esta conferencia (no todas ¡faltaría más!). DE QUÉ SENTIDO DEL HUMOR HABLAMOS Aproximación al concepto de SH: Algunas propuestas de definición. Un modelo multidimensional del SH. Por qué mejorar el SH y reír más: Beneficios del SH y la risa en la salud. SH y flexibilidad de pensamiento. SH y efecto emocional (El humor negro: desafío ante el temor. Reírse de uno o una misma: la esencia del humor). SH y función social e interpersonal (Poderoso recurso en las relaciones interpersonales. El humor como elemento de crítica social). Cuándo el humor es oportuno. Dónde ubicar el SH. Una llamada de atención al hemisferio derecho. Dada la complejidad y riqueza del concepto, hoy en día no parece haber otra posibilidad que la de considerar múltiples dimensiones para definirlo. De este modo, según nuestro modelo, se puede considerar que una persona con SH es aquella que tiene, en mayor o menor grado, estrategias, habilidades y automatismos para percibir relaciones de forma insólita mostrando el lado divertido o cómico de las situaciones; para apreciar lo que es y tiene, y disfrutar de ello; que se ríe frecuentemente y busca y valora lo que le produce humor; que utiliza el humor para hacerle frente a las adversidades y en las relaciones interpersonales. Diferentes trabajos de investigación confirman la contribución del SH y de la risa a una mejor salud física y mental. El SH supone un factor de resistencia ante el estrés y las adversidades, tiene una acción positiva contra la ansiedad –95–
y la tristeza. Da salida a la hostilidad de manera más sana y adaptada, en definitiva, permite un mayor control sobre nuestras vidas y unas relaciones más satisfactorias con los demás. En resumen, podríamos decir que el SH y el optimismo son fuerzas capaces de transformar nuestras vidas en algo verdaderamente agradable y no meramente soportable. El uso del humor tiene sus riesgos cuando no se tiene en cuenta al otro como persona, cuando se utiliza el humor para reírse de..., ridiculizar a..., o en general cuando no hay una buena relación en el grupo. Los datos de que disponemos parecen indicar que la ubicación cerebral de los mecanismos neuronales del SH estarían en una zona de confluencia en la corteza pre-frontal del hemisferio derecho. Barreras para el sentido del humor Tres tipos de obstáculos: provenientes de la sociedad; que aluden al tipo de personalidad y de estrés y situaciones que no se saben manejar. El estrés, enemigo número uno del SH. Podemos afirmar que según se va creciendo, la risa y el humor se van perdiendo bajo capas de seriedad, autocontrol, inhibición, responsabilidad, miedo e inseguridad. Algunos de los obstáculos para ir relegando el SH y la risa provienen de las presiones sociales a las que consideramos hay que plegarse para mantener una buena imagen. Tampoco favorece el SH el bombardeo permanente de catástrofes y noticias negativas a las que nos encontramos sometidos a través de los diferentes medios. Otros obstáculos provienen de nosotros o nosotras mismas, nos solemos referir a ellos como rasgos de personalidad o “de carácter” y el mayor inconveniente, es que se consideran tan arraigados y estables que se tiene la falsa convicción de que es imposible hacer nada por erradicarlos, aunque nos perjudiquen. –96–
Enemigo número uno: el estrés, las preocupaciones, los problemas de relación y de todo tipo que se van dando en la vida. En realidad, la forma en que evaluamos las situaciones y lo que lo que nos decimos a nosotros o nosotras mismas, así como las estrategias de que se dispongan para hacerles frente, son factores que están influyendo en la cantidad de ansiedad que experimentamos. Disposición mental y expectativas de autocontrol ante las situaciones, tienen que ver en el éxito para alcanzar una meta o superar un problema. Este tipo de obstáculos para el SH es tan habitual, que es necesario comprenderlos para facilitar una disposición favorable al SH y la risa. Las personas han de ser sensibles al lenguaje de su cuerpo, a los indicios que avisan del estrés y poner los medios para remediarlo. Son importantes las atribuciones, y las consecuencias para sentimientos y conductas, de las personas optimistas y pesimistas ante los sucesos positivos de su vida, y sobre todo ante los acontecimientos negativos, que es cuando más se requiere disponer de un pensamiento racional y sensato sin dejarse llevar por las emociones. Es menester cuestionarse a fondo las creencias irracionales ante una situación y hacerlo de modo que se pueda tomar distancia, único modo de poder introducir un poco de humor en ella. Como vemos, esta conceptulización del SH, supone una propuesta muy diferente a la basada tan sólo en provocar la risa (estrictamente lo que se considera risoterapia), o en repetirse sin más, delante o no de un espejo, consignas del tipo “estoy bien, me siento tranquila o tranquilo”, “soy capaz de hacerlo”, “nada me debe perturbar”, etc... Si no le sigue un trabajo personal de rebatimiento de ideas irracionales y de acción efectiva sobre las causas y su resolución, creemos que de poco sirven estas consignas. Promover el sentido del humor El mejor regalo: educar desde la infancia el SH; Cultivar la sonrisa y la risa desde los primeros meses de vida; enseñar optimismo y buen humor; favorecer un entorno salu–97–
dable. Posteriormente: qué hacer para mejorar el SH y reír más: Intención de mejorar el sentido del humor; Comportarse como una persona con SH; Importancia de la práctica continuada. El mejor regalo que los padres y las madres pueden hacer a sus hijos e hijas es promover su SH. Los efectos beneficiosos sobre la salud, la flexibilidad del pensamiento, el equilibrio emocional y la resolución de conflictos les serán de gran utilidad a lo largo de la vida. Desde el nacimiento, con los primeros intercambios, se puede favorecer la sonrisa y posteriormente la risa. Ahora bien, lo importante es promover estas conductas no sólo cuando son bebés, que resulta más sencillo, sino a lo largo de todo su desarrollo, y sobre todo en situaciones de conflicto, en medio de las frustraciones y cuando las cosas no van como se preveían. Los niños y niñas aprenden y sacan conclusiones acerca de la naturaleza del mundo y de las personas a través del comportamiento de sus padres y madres, de lo que ven y experimentan. Es pues importante ofrecer la posibilidad de observar el comportamiento de ambos como personas alegres, divertidas y optimistas a la par que reforzar las muestras de humor oportuno y la conducta alegre y juguetona de los niños. Estas habilidades constituirán una herramienta muy poderosa para sus aprendizajes futuros y para afrontar situaciones estresantes. Los padres y las madres alegres y divertidas, van a crear lazos más sólidos con sus hijos e hijas y van a ser más atractivos como figuras de imitación. Y esa actitud no sólo es compatible con la disciplina y las normas, sino que favorece su mejor aceptación y cumplimiento. Si bien el ideal es aprender las habilidades que integran un buen SH desde la infancia, el buen SH se puede retomar o mejorar en cualquier otra etapa de la vida. En cualquier momento es posible iniciar la práctica de las estrategias y habilidades que componen el SH. Para ello es importante tener la intención de mejorar el SH y abrir –98–
mente y cuerpo a ello. En este sentido sugerimos empezar por reflexionar y autoevaluar el actual SH y fijar los objetivos a los que queremos dirigirnos. Se requiere además el renovado compromiso diario de aprender a pensar en positivo y comportarnos consecuentemente a pesar de lo que nos suceda o de las circunstancias: Y, por último, el empeño para persistir en ello de modo que se convierta en un hábito de comportamiento. Referencias: CARRETERO, H. (2005). Sentido del Humor: Construcción de una Escala de Apreciación del Humor. Universidad de Granada. Tesis doctoral. GARCÍA LARRAURI, B. (2006). Programa de Mejora del Sentido del Humor. Madrid: Ediciones Pirámide. GARCÍA LARRAURI, B. MONJAS, I. ROMÁN; J.M. y FLORES, V. (2004). “Sentido del humor: Delimitación conceptual, evaluación y propuestas de intervención”, en M.I. RUIZ y otros (eds): Aportaciones psicológicas al desarrollo difícil (pp. 387-430). Badajoz: Edita Psicoex. GARCÍA LARRAURI, I. FLORES, V. MONJAS, I. y ROMÁN, J.M. (2002). “Sentido del humor y variables sociopersonales”, en I. MONJAS (comp.): Habilidades sociales: La competencia personal y social (pp. 175-177). Valladolid: Edita Angelma. GARCÍA LARRAURI, V. MONJAS, I. ROMÁN, J.M. y I. FLORES, (2002). “Sentido del humor, rasgos de personalidad y variables situacionales”, en I. FAJARDO y otros (comps.): Necesidades educativas especiales: Familia y educación (pp. 463-478). Badajoz: Edita Psicoex. ROMÁN, J.M. GARCÍA LARRAURI, V. MONJAS, I. y I. FLORES (2000): “Componentes del sentido del humor según futuros profesionales de la educación”, en C. MARCHENA Y R. ALCALDE (coords). La perspectiva de la educación en el siglo que empieza (pp. 819-827). Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad. –99–
FILOSOFÍA Y HUMOR
Morfología del humor..., pág. 101
Por JAVIER SÁDABA
JAVIER SÁDABA, filósofo español, nació en Portugalete, en 1940 y realizó estudios de Teología en Roma antes de optar por la filosofía, que le llevó a las universidades de Tubinga (Alemania), Columbia (Nueva York, Estados Unidos) y Oxford (Reino Unido). En la década de 1970 sus artículos suscitaron un gran interés por su carácter lúcido y antiautoritario, tanto contra la dictadura franquista como, más tarde, al plantear una intensa crítica del régimen democrático. Primero profesor de Ética y más tarde catedrático de Ética y Filosofía de la Religión en la Universidad Autónoma de Madrid, ha publicado numerosos ensayos y su firma aparece con frecuencia en diversos medios de comunicación. La controversia que mantuvo a finales de la década de 1980 con el filósofo y escritor Fernando Savater en torno al independentismo y la violencia en Euskadi le proporcionó celebridad como polemista. Colabora asiduamente con periódicos, revistas y en la radio, ha intervenido en todo tipo de debates, y trabaja siempre por defender los derechos de los más débiles Obras destacadas: • 1977.– Lenguaje religioso y filosofía analítica. • 1978.– Qué es un sistema de creencias. • 1979.– Filosofía, lógica y religión. • 1980.– Conocer a Wittgenstein. • 1984.– Saber vivir. • 1984.– Lenguaje, magia, metafísica. El otro Wittgenstein. • 1987.– Las causas perdidas. • 1988.– El amor contra la moral. • 1989.– Lecciones de filosofía de la religión. • 1989.– La filosofía analítica actual: de Wittgenstein a Tugendhat. • 1991.– Saber morir. • 1993.– Dios y sus máscaras. • 1997.– Diccionario de ética. • 1977.– Amor diario. • 2001.– La vida en nuestras manos. • 2002.– Filosofía contada con sencillez.
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A risa es mucho más seria de lo que parece. La risa, que es la expresión más palpable del humor, no es el cachondeo por el cachondeo o el divertirse sin más, por importantes que sean el cachondeo y la diversión. La risa, como emoción limpia y que sale, liberada, de nuestro interior, tiene el don de colocar las cosas en su sitio. ¿Y cuál es su sitio? El de la fragilidad, lo vulnerable, lo que está sujeto no tanto a nuestra voluntad sino a las mil y una vueltas que da este mundo, que nos ofrece, a su vez, la espalda. La risa, como sugirió bien el filósofo Bergson en un admirable libro, es el reconocimiento de lo que es la vida; en otros términos, el reconocimiento de que no somos como las piedras o como los árboles. Podemos cambiar, estamos expuestos a cualquier vaivén y, más que seres trágicos, somos, por el contrario, ridículos. En otros términos, que este mundo tiene mucho de circo, como bien lo supo captar Fellini. Cabe preguntarse, inmediatamente, qué es el humor. Y las respuestas son múltiples. Se encuentran en diccionarios, obras literarias, estudios sobre el humor, y concretamente, en varios filósofos. Schopenhauer, en concreto, sobresale a la hora de hacer distinciones entre el humor, la ironía, la sátira y otros parientes de la risa. Y etimológicamente sabemos que el término “humor” tiene su lejano origen en Grecia. Los médicos de la antigua Grecia pensaban que una buena distribución de los fluidos, llamados “humores”, hacía de nuestro cuerpo algo armónico. Esta concepción se mantuvo hasta hace poco. Ya en nuestros días, con los avances –103–
de la genética y, muy especialmente, de las ciencias del cerebro se vuelve a tener presente que el humor está ligado a ciertas disposiciones de nuestro genoma, a hormonas y, sobre todo, a determinados neurotrasmisores. Pero a fin de cuentas no es necesario andar, como Diógenes con la linterna, buscando por todas partes una definición de humor que nos satisfaga. Es cierto que no es el mismo humor el que se celebra en todas las culturas. Un chiste de Jaimito es probable que deje indiferente a un japonés. Y una gracia japonesa es también más que probable que no provoque en nosotros mueca alguna de reconocida gracia. A pesar de todo, sí que poseemos una concepción incuestionable de que existen cosas, situaciones y palabras graciosas mientras que otras nos dejan indiferentes. Por eso, y ciñéndonos a nuestra cultura, todo el mundo entiende qué es tener “sentido del humor”. De la misma manera que se entiende qué es eso de ser un aburrido, un “muermo” o alguien que con su sola presencia crea ambiente de funeral. Por muchas que sean, repito, las clases de humor, todos poseemos el olfato suficiente como para distinguir al que realmente nos va a hacer reír del que se comporta como si fuera un mueble. Y, junto a ello, estamos seguros de que los primeros nos van a proporcionar algún gozo o alegría mientras que los segundos no van a conseguir siquiera provocarnos melancolía; sencillamente nos dejan fríos, sin ganas de continuar en su presencia y con muchas ganas de que desaparezcan de nuestra vista. Una vez dicho lo anterior, se hace presente la siguiente pregunta: ¿Es lo mismo una filosofía del humor que filosofía y humor? Ciertamente no. Lo poco que hemos expuesto en las líneas que anteceden es un esbozo de una filosofía del humor; en otros términos, una reflexión sobre lo que es el fenómeno humano por excelencia: la risa. Recordemos que Nietzsche, citando a San Juan Crisóstomo, insistía en que Cristo, según los Evangelios, no se rió nunca. Y le parecía una objeción letal a dichos Evangelios. Porque, para él, bien en tono de desprecio o de exaltación vital, la risa era fundamental. Sin tener que tomar al pie de la letra al filósofo –104–
alemán (mal que le pesara a él), podemos afirmar que un estudio mínimamente serio sobre el humor se hace eco de una característica esencialmente humana que, cuando está ausente, muestra alguna deficiencia del individuo en cuestión. Homo risibilis est no es sólo un ejemplo que se utiliza en lógica o una manera de diferenciar a los humanos de los animales (una manera, digámoslo de paso, no del todo correcta puesto que los animales sí se ríen) sino que toca uno de los aspectos más importantes de la existencia humana. Y es que la risa, como exponente del humor, no sólo nos hace más sociables, nos aparta de la violencia, como observaba acertadamente el etólogo Lorenz, sino que, cuestión decisiva, nos humaniza. La risa es una emoción, un afecto, un sentimiento y una actitud en la que el ser humano se recrea como individuo consciente del mundo y autoconsciente de su propia naturaleza. De ahí que el humor consista en estrujar la inteligencia, sacarle su jugo, sugerir sin hablar, buscar complicidad sin necesidad de rodeos, tener la posibilidad de una expansión sin estar obligado a dar explicaciones o, en fin, comprender que el sentido de la vida es insondable y que, por lo tanto, más que tirarse de los pelos, lo mejor es reír. Se ha llegado a afirmar que una sonrisa (que viene de subridere o “reír sin grandes carcajadas”) podría parar una guerra. Sin duda. Y es, sobre todo, el comienzo y la consumación del amor, el reconocimiento de los demás como colegas que, iguales por naturaleza, no sabemos bien qué rumbo tomar pero sí sabemos que estamos juntos en el laberinto de la existencia. Una filosofía del humor, en suma, se detiene en los detalles que acabamos de esbozar. Y finalizaría diciendo que el humor es, en buena parte, la cúspide de la vida. El poeta escribió que sólo nos queda la palabra. Podríamos corregirle: sólo nos queda el humor. ¿Qué sería, por el contrario, Filosofía y Humor? Se trataría, en este caso, de meterse en las entrañas de los filósofos, en hurgar en su capacidad o incapacidad para el humor. Digamos, de entrada, que la empresa parece titánica. Porque la imagen habitual del filósofo es la de una persona –105–
introvertida, que se pasa todo el día pensando y para la que una broma sonaría a profanación. Si uno contempla una estatua, fotografía o dibujo de los filósofos que han poblado nuestra cultura se encuentra con rostros adustos, concentrados, alejados del ruido de la calle, ajenos a la risa cotidiana. Es ésa, además, la idea habitual que se tiene del filósofo. Cuando alguien comenta que se dedica a la filosofía, se le suele mirar de arriba abajo como si fuera un bicho raro. Y si un joven se atreve a decir a sus padres que quiere estudiar filosofía, no sólo oirá todo tipo de admoniciones sobre la inutilidad de tal disciplina sino que le llenarán la cabeza hablándole de los abstrusos, peculiares y parásitos que son unos seres cuyo cometido consistiría, sin más, en pensar. Scharfstein, en un interesante y poco leído libro, escribió sobre los filósofos y sus vidas. En un cuadro poco reconfortante para los que nos gusta esta fascinante profesión muestra que casi el ochenta por ciento de los filósofos más prestigiosos de lo que entendemos por Occidente o no se casó o no tuvo una relación estable con mujer alguna. Este hecho invita poco a pensar que tales individuos fueran muy sociables, prontos a enredarse en los laberintos de los afectos y apasionados con el sexo; y, en consecuencia, es fácil deducir que de humor, nada o casi nada. No es extraño, después de lo que venimos diciendo, que algunos hayan tratado de suplir la supuesta falta de humor filosófico aportándoselo desde fuera. Y así, nos encontramos con más de un manual que busca enseñar la filosofía con humor. Es, incluso, una especie de moda. Dentro de esta tendencia sobresale el ya antiguo y breve libro de DUFFY quien, con ironía, nos descubre las doctrinas de los grandes filósofos. Otros han tomado un camino distinto. BARRÉRE y ROCHE, por ejemplo, en El estupidiario de los filósofos nos quieren hacer graciosos a los filósofos, a pesar de ellos. Por eso, toman frases sueltas, tonterías que se le escapan al genio más consumado. Sólo una a modo de ejemplo. Escribe KANT: “Las mujeres y los judíos son más bien dados al vino”. Es para reír, o para llorar. Pero en ocasiones la –106–
gente de talento tiene salidas de tono de este tipo o comete verdaderas estupideces. Y, rizando el rizo, nos encontramos con el libro de PERRYMAN, titulado La filosofía del fútbol. El autor compone el equipo con once filósofos (aunque incluye también a Bob Marley). Como a uno le gusta no sólo la filosofía sino también el fútbol (y que sería un tema por sí mismo), no puede por menos que detenerse en uno de los filósofos más grandes de este último siglo. Me refiero a WITTGENSTEIN y no me resisto a citar lo que de él escribe. “El enigmático defensa central, Wittgenstein, frustró a muchos con sus acertadas reflexiones, que nunca parecían llevar exactamente donde él se proponía. Una y otra vez recorría todo el campo hacia delante en una nueva dirección. Por desgracia, nunca llegaba a completar del todo la acción con un último pase definitivo que diera la victoria final a su equipo. Arquitecto de la defensa, Ludwig también podía ser en ocasiones un rudo destructor de juego. Nunca le gustó aceptar una derrota y sus entradas al choque hacían que al delantero más valiente le corriese un escalofrío por el espinazo. Pero lo que más le preocupaba era la estructura del equipo. En sus primeros años intentó construir el equipo en torno a su mentor mediocampista, Bertrand Russell, pero con el tiempo llegó a encontrar deficiente el juego de Russell. Su distribución del balón era demasiado general y el resultado era que el juego se desarrollaba por todo el terreno sin ningún efecto práctico. Ludwig llegó a pensar que la clave estaba en la posesión del balón y, con ello, proporcionó al equipo el necesario sentido del orden”. He de confesar, y lo digo con toda la seriedad del mundo, que es una de las mejores descripciones que he leído de la filosofía de Wittgenstein. En el párrafo anterior hemos contemplado cómo algunos han intentado poner ciertas gotas de humor dentro del campo (esta vez ya no de fútbol) del filosofar; y, más concretamente, del filosofar de algunos filósofos puesto que, en un sentido muy lato, filósofos lo somos todos. Pero, ¿hay realmente, y es ésta la última consideración, humor en la misma –107–
filosofía, sin que tenga que acudir una mano salvadora para que haga más legibles, humanos y graciosos a los filósofos con los que nos topamos en las historias de la filosofía al uso? Creo que sí. Existen lógicos que en su habilidad para enseñar cómo es el razonamiento lógico recurren a ejemplos vivos, llenos de fuerza cómica, convirtiendo el arte de razonar en un juego divertido. Es lo que le sucedió a ese extravagante personaje que conocemos como Lewis Carroll. Y esto puede aplicarse a cualquiera de las muchas áreas que componen la república filosófica. Si ahora nos detenemos en algunos de los filósofos el humor, en una segunda visión de su obra que supere el miedo iniciático, salta a la vista. Quien haya leído los Diálogos de la Religión Natural de Hume no sólo gozará con su estilo y reflexionará sobre lo divino y lo humano. Notará, sobre todo, una leve pero constante ironía. Se ha asegurado que la ironía es el sello de lo británico. Y se ha definido la ironía de mil maneras. Schopenhauer, por ejemplo, consideraba que era “la broma oculta dentro de la seriedad”. Por mi parte yo me quedaría con lo que nos enseña la etimología del término “ironía”. Ésta nos retrotrae hasta un verbo griego relacionado con un raro preguntar. Y es que en la ironía dejamos al otro en la perplejidad; una perplejidad que le lleve a notar que está siendo ridículo en lo que hace o en lo que dice o que ha preguntado más allá de lo que se puede responder. Hume es un maestro en este juego. No es extraño que afirmara que le gustaría que le leyeran en los salones (yo, una vez, imitándole, escribí que a mí me gustaría que me leyeran en las peluquerías y casi todo el mundo se me echó encima, lo cual demuestra muy poco sentido del humor). El mismo Kant, en uno de sus libros más ágiles y frescos, dedicados a la ética, no sé si nos hacer reír pero, sin duda, poco tiene que ver con la prosa adusta e intratable que se le achaca en general. Y nada digamos de Schopenhauer. Aunque fue un gruñón y un solterón egocéntrico nos ha trasmitido aforismos y sentencias agudas, certeras y con gracia. Otro tanto habría que decir el antes citado Nietzsche. Lástima que ambos, cuando –108–
se refieren al amor y a las mujeres, pasan la línea roja de la provocación y rozan la grosería. Y ya más cerca de nuestros días, Bertrand Russell, incluso en sus iniciales libros de lógica matemática (y nada digamos de sus obras posteriores de divulgación), nos entrega una literatura plena de encanto y con aquel fino sentido del humor que veíamos también en Hume. Podíamos continuar con más ejemplos pero basten éstos como botón de muestra. Escribió otro filósofo, éste más desconocido, M. Schlick, que no hay ética sin humor. Y la ética, recordémoslo, es el núcleo del filosofar. En efecto, quien es como una bola de billar, sin poros, sin matices y sin aristas, será incapaz de moverse y de conmoverse, de cambiar cuando los argumentos o las situaciones le deberían llevar a ello. Dios nos libre de tales individuos. Tampoco deseo mandarles al infierno pero estoy seguro de que, si la Iglesia se esmera y vuelve a poner en su sitio el purgatorio, mucho tiempo tendrían que padecer en ese fuego purificador. El humor, se ha asegurado, es la sal de la vida. No se puede vivir sin él. Y no se debe. Por eso, en una ya tercera lectura estoy seguro de que quien se acerque a los libros de filosofía que sean tales y no meros remedos o repeticiones de lo ya dicho, se reirá. Y se reirá como la persona madura que llora cuando lee el Quijote. Esta última, por una especie de melancólica benevolencia. Aquélla, porque descubre que luchar contra el misterio y a favor del sentido de la vida no puede por menos de tener como aliado el humor.
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Morfología del humor..., pág. 111
PONENCIAS
LA OTRA FILOSOFÍA MARXISTA DEL SIGLO XX
Morfología del humor..., pág. 113
Por JUAN ANTONIO CAMPOS GONZÁLEZ
JUAN ANTONIO CAMPOS GONZÁLEZ, Licenciado en Filosofía en la Universidad de Sevilla
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J
ULIUS Henry Marx, también conocido como “Groucho” nació en Nueva York en 1890 en el seno de una familia inmigrante de origen alemán. Fue el tercero de un total de cinco hermanos. Con él se encontraban: Adolph, Leonard, Herbert y Milton. Según el propio Groucho en su autobiografía nos dice que se llama Julius en honor a un tío suyo que sus padres creían que era rico y que para ablandar su corazón llamarían a su hijo con su nombre y le harían su padrino. Con tal gesto lo único que consiguieron es que el tío Julius se instalara en la casa y que las sospechas de que no era rico se confirmaran cuando no sólo no aportaba dinero, si no que además pedía prestado. El tío Julius permaneció en casa hasta que murió, poco antes de que Groucho se casara, dejando una deuda de 84 dólares y como herencia a su sobrino Julius, único heredero, una bola de billar de marfil y una cajita de píldoras para el hígado. Su segundo nombre, Henry, también según Groucho, se debe a otro tío suyo que le prestó un billete de cinco dólares a su madre y viendo que sería más fácil sacar sangre de un rábano que recuperar su dinero decidió que le perdonaría la deuda si ponía su nombre al hijo que inminentemente iba a nacer. Así concluye esta historia diciendo: Algún día deberán establecerse nuevas reglas respecto a eso de poner nombres a los bebés indefensos y cálidos. Incluso los caballos y los perros son bautizados con más lógica.
Tanto sus abuelos paternos como maternos fueron emigrantes alemanes que huyeron de Europa buscando un futuro mejor. Su familia paterna al llegar al Nuevo Mundo cambió su apellido Marrix por Marx puesto que parecía más –115–
americano. El padre de Groucho fue Simon, al que sus hijos siempre quisieron pero nunca respetaron, de ahí el apodo que le pusieron y con el que lo llamaban siempre, “Frenchy” (francesito) debido a su acento francés puesto que nació en la parte francesa que tras las guerras napoleónicas adquirió la naciente Alemania. Frenchy, estudió sastrería consiguiendo, según su hijo, ser el peor sastre de toda la ciudad de Nueva York debido a que Frenchy insistía en que él no necesitaba cinta métrica ya que gracias a su destreza y experiencia podía tomar las medidas del cliente con un simple vistazo. Así, al pasear por la calle podías identificar perfectamente a sus clientes ya que siempre llevaban una manga más larga que otra. Por suerte Nueva York era muy grande y no lo conocían en todos los barrios. Cuando no estaba cosiendo pasaba el tiempo jugando al pinacle. La familia Marx siempre fue muy humilde. Groucho recuerda con humor lo pobre que eran al decir que de pequeño cuando los niños veían al basurero le decían a la madre: “Mamá, viene el señor de la basura” ella les respondía: “Decidle que venga la semana que viene que ya tenemos”. Sus abuelos maternos fueron artistas. Él, Levy Lafe Schoemberg y ella Fanny dedicaron su vida a ser feriantes ambulantes hasta que comenzó a gestarse en la recién creada Alemania un clima de antisemitismo animado en parte por la tolerancia posnapoleónica instaurada cuando la derrotada Francia cedió los terrenos de Alsacia y Lorena a Alemania, un país que se gestaba. Previendo el desenlace que acaecería años después decidieron emigrar a los Estados Unidos de América, principalmente por estar lejos de Europa. Así, en 1870 parte el matrimonio Schoemberg con sus ocho hijos desde Bremen con rumbo al número 376 de la calle 10 Este de Nueva York. En Alemania él era mago sablista y ventrílocuo y ella cantante de ópera y arpista. Tocaba la misma arpa portátil que décadas después encontraría uno de los hermanos de Groucho y con la cual se haría famoso. Ya en América, los artistas decidieron ganarse la vida con su oficio pero no lograron el menor éxito y es –116–
que, en palabras de Groucho: “Por alguna razón curiosa, parecía que no existiera ningún interés por ver actuar a un ventrílocuo alemán y una arpista que cantaba en idioma extranjero”. El señor Levy Lafe tuvo que cambiar de oficio y encauzó su carrera al sector de la reparación de paraguas con un resultado final de haber arreglado siete paraguas en toda la ciudad de Nueva York el primer año y haber ganado la suma de doce dólares y medio. Ante tal éxito y en palabras de su nieto “Lafe decidió retirarse del negocio de la reparación de paraguas y emprender una nueva carrera. La nueva carrera consistió en no trabajar ni un día más en su vida, hasta que murió, cuarenta y nueve años más tarde”. Pero no sólo los abuelos fueron artistas, Albert, un tío de Groucho, hermano de Minnie, su madre, había conseguido hacer carrera en Estados Unidos como cantante en un trío vocal (agrupaciones de moda a principios de s.XX). Minnie, viendo cómo su hermano se hacía rico decidió que sus hijos deberían de ser aristas ya que veía cómo no sólo fracasaban en la escuela si no que en pocos años estos pasarían de pillos a gamberros y de gamberros a delincuentes. El fracaso escolar no era únicamente porque no quisieran estudiar, en el caso de Harpo se debió al acoso y palizas que sufría por parte de sus compañeros de clase. Un día en que lo tiraron por la ventana de un primer piso de la escuela se levantó, se sacudió el polvo de la ropa y se encaminó a su casa con la firme idea de no volver jamás a la escuela. Tal y como hizo. Groucho. En su caso, más que una decisión propia fue una decisión de la madre al ver que la escuela no le proporcionaría la cantidad de dinero que podía ganar con el talento que ella veía en él. Así, obligado por la madre, en parte, y por su apasionado amor a los escenarios se centró más en esa faceta y se olvidó de los estudios, pero siempre, incluso en su infancia, se preocupó por aprender y estudiar. Aficiones que mantendría hasta el final de sus días. Tanto Groucho como Harpo consiguieron tener entre sus amigos más cercanos a los artistas e intelectuales más importantes del panorama norteamericano y europeo. –117–
Con el afán de la madre de hacer de sus hijos unos artistas, al menos de alguno de ellos, y con el poco interés que mostraba el padre por la familia pronto se centró esta en torno a la figura materna. Auténtico motor y guía de la familia. Todas las personalidades de sus hijos, y en especial de la de Groucho, fueron afectadas profundamente por su relación con la madre. En total Minnie tuvo cinco hijos varones (Julius Henry, Adolph, Leonard, Herbert y Milton), que artísticamente llegarían a conocerse como: Groucho, Harpo, Chico, Zeppo y Gummo. Los Hermanos Marx. Minnie comenzó preocupándose por Leonard, el hermano mayor, el más gamberro de todos. Chico, como llegó a conocerse más tarde, pasaba el día robando y gastándose el dinero apostando y jugando. Al final de su vida llegó a admitir que en total se había gastado más de dos millones de dólares en el juego, debemos de recordar que hablamos de dos millones de dólares de mediados del s.XX. Sólo había una cosa que le gustase tanto como el juego. Eran las mujeres. Todos los hermanos fueron mujeriegos pero Chico era especial. Porque no sólo se sentía atraído por todas las mujeres, sino que además le resultaba atractivo a ellas. Don y virtud que gozaron en gran medida el resto de los hermanos menos Groucho, quien fue un asiduo cliente de bourdeles a lo largo de todo el país. En el plano artístico no destacó Leonard. Precisamente fue Groucho quien mostró más aptitudes artísticas. Tanto es así que con tan sólo catorce años en 1905 su madre lo metió en un coro de una iglesia episcopal para que cantara por un dólar a la semana. Es ese año en el que realiza su primer casting para trabajar en el llamado “Trio Leroy”. Tras competir con una treintena de candidatos consigue el papel como cantante, junto con un rudo muchacho de 14 años que será bailarín. Leroy y los muchachos realizan una gira veraniega de diez días por dos ciudades. El resultado no puede ser más desalentador. Leroy de unos cuarenta años, el dueño del trío, se fuga con el otro joven miembro del grupo dejando a Groucho abandonado a 500 Km. de su hogar –118–
sin dinero y con deudas en el hostal donde se hospedaban. Su segundo contrato no fue más exitoso. Ya que aunque la gira era más larga y ganaba más dinero al final también le robaron el dinero. En este caso la ladrona fue la cantante principal de las agrupación, conocida por Lily Seville, que aprovechando que Groucho se enamoró de ella le confesó dónde guardaba el dinero y en un momento que Groucho se distrajo le robó el dinero para fugarse con Renaldo, el domador de animales. Pero este tropiezo no le hizo dejar su carrera, al contrario, se había acostumbrado demasiado a los aplausos como para dejarlos por buscarse la vida de una forma más “normal”, como hacían sus hermanos. Chico era recadero y acompañante de películas mudas al piano en un pequeño cine. Harpo aprendiz de carnicero. Aunque Groucho durante un tiempo, en su adolescencia fue secretario de una oficina y empleado en una fábrica de pelucas, a medida que iba actuando cosechaba cada vez mejores críticas y su nombre iba apareciendo en la prensa escrita con más frecuencia. Esta fama le permitió formar la agrupación “Los tres ruiseñores” bajo las pertinente reformas y cambios hechos por su manager, que por aquel entonces era su madre. Pasó de ser un trío a un cuarteto (“Los cuatro ruiseñores”) y pronto todos los miembros fueron Marx así que el cuarteto no tardó mucho en cambiar su nombre por el de “Los cuatro hermanos Marx”. El personaje que hoy conocemos como icono del s. XX, el hombre pegado a unas gafas, escondido tras un bigote de betún y con un humeante puro en la boca es en esta época cuando comienza a gestarse y su personalidad irá arrastrando al resto de sus hermanos. Groucho y el resto de Marx no serán unos artistas de variedades como el resto de compañeros de profesión ya que ellos, pese a ir vestidos como adultos, no se comportarán como adultos. En esta época tienen los hermanos una media de diecinueve años y, aunque aún no los tiene el joven Groucho ya lleva varios años unido a uno de sus, ya mencionados, símbolos más característico. El puro. Al principio, cuando tenía unos doce o trece años, –119–
nos dice, fumaba puros de Pittsburg ya que daban tres por cinco centavos. Según Groucho: “Eran largos delgados y negros como el alquitrán y el parecido con este no acababa sólo en el color”. A medida que pasaban estos años de duro comienzo en el mundo de las variedades iba aumentando su nivel adquisitivo. Así, con quince años dejó los puros de Pittsburg, antes de que acabaran con él, para fumar cigarros de cinco centavos y por último ascendió a la marca “La preferencia”, que le atrajo por su slogan: “Treinta minutos en la Habana por quince centavos”. Los compró y tras comprobar que no sólo no llegó a la Habana, ni tan siquiera a Florida y que el viaje no había durado ni veinte minutos fue al estanquero a que le devolvieran el dinero porque se sentía estafado. No consiguió que le devolviesen sus quince centavos pero siguió fumando esa marca ya que era lo mejor que había probado hasta entonces. Al pasar estos primeros años los miembros del grupo ya no tenían edad para ser una formación de tenores infantiles. Se dieron cuenta de que eran graciosos ya que, entre número y número, algún miembro hacía algún comentario para entretener al público y así dar tiempo a algún cambio de decorado o vestuario. Es en estos momentos cuando Groucho se animó y comenzó a escribir un gag cómico “Fun in HiSkool” donde él hacía el papel de maestro y el resto de alumnos. Este sería el comienzo de uno de los gags más aplaudidos de toda la historia y el comienzo de una de las películas más famosas y divertidas de los hermanos. Pero aún debían de pulirlo, mejorarlo y ampliarlo. De ello se encargó el tío Al. Al final se hicieron unos cambios que afectarían a todo el futuro del grupo. Chico decidió ponerse un gorro acabado en pico e imitar el acento italiano de su peluquero y Harpo decidió usar una gabardina ya que en un momento del gag se le debería de caer una cubertería de la manga que previamente había robado. Junto con la gabardina se coloca una peluca rizada pelirroja para imitar a un inmigrante irlandés. La primera representación oficial de su estreno como humorista el grupo tuvo buenas críticas en general, pero hubo una revista que en su opinión –120–
el único defecto de la representación estaba en las frases de Harpo. Enfurecido, Harpo decidió que su personaje no hablaría nunca más. Fue en Galesburg, Illinois, donde tras una representación, mientras jugaban a las cartas, con Lou Fisher, un comediante ambulante decidieron cambiar sus nombres por los apodos que hoy conocemos, el encargado de hacerlo fue Lou. Así, Julius se pasó a llamar “Grouch” debido a su carácter (mal humor en inglés), Leonard por perseguir a las chicas se llamó “Chick” (muchacha en inglés), Adolph, por estar siempre con su arpa se llamó “Harp” (arpa en inglés) y Milton, el hermano débil e hipocondríaco se llamó “Gummo” (debido a las botas de goma que usaba para no resfriarse cuando llovía). Todos los apodos acabaron en “o” debido a unas famosas tiras cómicas de la época llamadas “Sherlocko the Monk”, en aquella época familiarmente todos los nombres acababan en “o” entre los amigos así, los apodos se transformaron en: Groucho, Chicko, Harpo y Gummo. Posteriormente se uniría el hermano restante que se llamaría Zeppo, llamado así, se supone, por cómo se quedó absorto viendo volar un zeppelín de niño. El nombre de Chico se transformaría definitivamente cuando una mecanógrafa sin querer olvidó la letra “k” y su nombre quedó como hoy lo conocemos ya que a Leonard le gustó cómo resultaba fonética y visualmente. En los últimos años de su vida Groucho confesó que nunca le había terminado de gustar su apodo ya que: “Le daba la impresión de ser una persona que va pegando a los niños por la calle”. Es en estos años cuando conocerán en Winnipeg a un cómico inglés que estaba apunto de dar su salto al mundo del cine, lo cual le hacía estar aterrado ya que iba a cobrar quinientos dólares y pensaba que era mucho dinero para él. Estaba tan asustado que estuvo apunto de desistir si no es por los ánimos que le daban estos cuatro hermanos que acababa de conocer. Este humorista se llamaba Charlie Chaplin y fue un gran amigo fiel de todos los Marx desde el mismo día que los conoció hasta que con el tiempo fueron –121–
desapareciendo. Cuando coincidían los cinco humoristas se divertían como niños, recuperando la infancia que nunca tuvieron ya que todos eran artistas desde pequeño y habían perdido esos años de inocencia y juegos. Tras el trabajo iban juntos a las distintas casas de cita de la ciudad en la que trabajaban y alborotaban las calles jugando a altas horas de la noche. La carrera del grupo sufrió un brusco frenazo debido a la entrada de Norteamérica en la I Guerra Mundial. Minnie, no sólo no quería que sus hijos fueran alistados, sino que no quería que lucharan contra el país del que ella venía y del que tan buenos recuerdos tenía. Aunque ahora se encontraba inmerso en un ambiente de fascismo y antisemitismo. Para evitar el reclutamiento obligatorio la familia decide comprar una granja y dedicarse al cuidado de aves de corral. Ya que había una ley gubernamental que eximía a los granjeros de entre diecinueve y treinta años solteros de la obligación de alistarse. Paradójicamente ese año se casa Chico por primera vez ante la sorpresa de su familia, principalmente de su madre. Esta sería la primera de una serie de mujeres que sufrieron y padecieron a un Marx como esposo. En el caso de Groucho fueron tres. Gummo sí decidió hacer el servicio militar ya que lo prefería antes que actuar, trabajo que detestaba y que le aterrorizaba. Nunca más volvió a actuar aunque con los años volvió al mundo del espectáculo en forma de representante de artistas en asociación con su hermano Zeppo. Siendo ellos los últimos representantes de los hermanos Marx. Pero es en ese momento en el que se alista al ejército cuando la madre y manager del grupo recurre a Zeppo y le obliga a sustituir a su hermano. Sin saber que en ese momento estaba salvando a su hijo de la cárcel o de la muerte ya que la noche en la que sustituyó a su hermano, obligado por su madre, sus amigos iniciaron un tiroteo en una pelea dando como resultado final varios muertos y detenidos. Por supuesto Zeppo alejado de los ojos de su madre, centrada en el resto de hermanos, se convertía por momentos en un delincuente cada –122–
vez más peligroso. Por suerte su carrera criminal se detuvo cuando se inició la artística. Al acabar la guerra ocurren dos cosas fundamentales en la vida de Groucho que ya había adoptado para sus actuaciones su gran bigote de betún. La primera fue su primera boda con Ruth. Esposa que tendría en común con el resto de esposas el ser cristiana, joven y amante de la vida nocturna. Vida que Groucho no compartía ya que después del ruido del teatro prefería la tranquilidad de la casa y además que no le gustaba el alcohol. Cosa que tendría en común con el resto de sus hermanos. El segundo de los hechos fundamentales para los hermanos fue el empuje que iba logrando el cine. Por lo que decidieron saltar a este medio animados en gran parte por el incremento económico que suponía para sus bolsillos. Debemos de recordar que siempre amaron el dinero y Groucho fue recordado por muchos como un inmenso tacaño. Pero no era el único que sentía fascinación por el dinero. A medida que fueron ganándolo Chico fue abandonando los billares para acercarse a los hipódromos. Esta conducta ludópata hizo que Groucho tuviera muchos y muy duros enfrentamientos con él debido a su indisciplina y a los líos en los que se metía debidos a su falta de autocontrol. La primera película del cuarteto nacería a raíz de una noticia que hablaba del creciente negocio inmobiliario en Florida y cómo era nido de muchos estafadores. Llevó por título Los cuatro cocos. La dirigió y escribió George S. Kaufman afamado dramaturgo y admirado por Groucho. Fue uno de los más importantes amigos y colaborador del cuarteto. Este sería el guionista elegido por los hermanos unánimemente, junto con Ryskind, para ser los encargados de escribir las mejores películas de los Marx. A lo largo de la relación que mantuvieron los cómicos con Kaufman se fue perfilando y limando el estilo del cuarteto. Kaufman para esta película contrató la que sería conocida como “La hermana Marx” Margaret Dumont quien era una conocida actriz de teatro en la época. A lo largo de su vida colaboró con los hermanos Marx en sus principales películas y en muchas temporadas –123–
de teatro que servían para presentar y mejorar los gags que aparecerían en sus próximas películas. Les gustaba conocer la opinión y respuesta del público. Como curiosidad decir que antes de rodar la película la representaron 377 veces en Broadway para limar todos sus sketches. Su segunda película, El conflicto de los Marx (1930) también fue un rotundo éxito. En esta ya la productora les dio un presupuesto más amplio y mejores medios. Tanto es así que contaron con la orquestación del mejor músico de la época y del que Groucho era gran admirador, Irving Berlin. En estos momentos Groucho ya es padre de dos hijos, Arthur y Miriam, y es esposo de una mujer a la que detesta. La relación ten tensa hizo que Ruth se convirtiera en una alcohólica y en una comedora compulsiva. Debido, posiblemente, al carácter y aplastante personalidad de su esposo. La mejor persona que definió a Groucho fue, sin duda, Susan, la que llegaría a ser esposa de Harpo. Susan dijo: “Destruye el ego de la gente. Si eres vulnerable, no tienes ninguna protección contra Groucho. Sólo se controla si te tiene respeto. Pero si lo pierde estás muerto”. La debilidad era lo que encontraba intolerable. Él mismo había sido un niño débil, tuvo miedo a sus vecinos más fuertes, fue incapaz de superar que su madre lo sacara del colegio o de resistirse a las personas que hicieron de sus primeros años profesionales años tan duros. Igual que trataba de suprimir su fragilidad interior, trataba de destruir a quienes se la veía. Así, las mujeres más importantes de su vida, las que intentaron agradarlo, ya fuera en el papel de esposas o de hijas, fracasaron y se convirtieron en adictas, casi todas cayeron en el alcoholismo. Esta era la careta más dura del payaso y la que no se podía quitar. Groucho admitió una vez que ni él había tenido suerte con las mujeres ni ellas con él. Su relación con ellas estaba marcada por la contradicción. Era un marido fiel y a la vez despectivo. Era un padre amante y a la vez insensible. Quizás, la relación que mejor funcionó fue la que mantuvo con Margaret Dumont en las películas y simplemente porque se trataba de eso, películas. –124–
Debemos de suponer que Groucho entendió lo que significaba ser cómico pero no llegó a comprender completamente lo que significaba el ser persona tras la cámara y compartir tu vida con otros. Groucho se encerró en su rol de actor de ácidos diálogos y escasa moral. Ese personaje que todos querían por reírse con él en la pantalla del cine, el Groucho que se convertía en el centro de atención de todas las fiestas de Hollywood aunque él prefiriese pasar una velada tumbado en la cama leyendo el Times o el New Yorker. Groucho suele recordar la historia de una hombre que va al psicólogo por estar deprimido. Este, al verlo le dice que la risa es el mejor remedio para la tristeza y que vaya al circo que ha llegado a la ciudad porque actúa el gran “Charletto”, el mejor payaso del mundo. Al acabar la sesión se va el pacienta en silencio, cabizbajo y con el gorro entre las manos y en la puerta el doctor le pregunta su nombre. Este girándose le dice: “Charletto”. Quizás este sea el mal de los actores. El no poder separarse de su personaje y sin duda esta enfermedad la padeció Julius. En parte por la fama mundial que le aportó el cine a su personaje y por otra parte como autodefensa ante el mundo hostil que le rodeaba. Debemos de recordar que Groucho fue un niño débil, no de salud, sino de espíritu. Amenazado por los otros niños del barrio y quizás debido a la sobreprotección materna y la falta de haber completado su infancia y adolescencia de un modo normal Julius entendió que Groucho, aunque fuera sólo una ficción era mucho más fuerte y estaba mejor preparado para enfrentarse al mundo. Es más, posiblemente el mundo estaba más preparado para aceptar a Groucho que a Julius. Quizás, cuando Groucho se quitaba el maquillaje delante del espejo del camerino era Julius, el gran Charletto el que aparecía reflejado, para dolor de su personaje. Es con el éxito de El conflicto de los Marx cuando muere la madre del grupo. El New York Times se hará bastante eco de la desaparición de la auténtica fundadora del grupo de artistas. Pero no sólo este fue el mayor golpe que se llevaron los hermanos y principalmente Groucho. Uno de sus –125–
temores se había hecho realidad y es que debido al crack de la bolsa de 1929 perdió gran parte de la fortuna que había ahorrado. Groucho por aquella época se había deslumbrado por la facilidad en la que se ganaba dinero invirtiendo, sin darse cuenta que era aún más fácil perder el dinero invertido. Este hecho le marcó. Pero más profundamente le marcó el ver cómo compañeros suyos de profesión se habían arruinado ya que el teatro y las variedades estaban pasando de moda debido al auge del cine. Debemos de hacer mención a la obsesión compulsiva que tuvo por el dinero siempre. Obsesión que le hizo padecer de insomnio gran parte de su larga vida. Tal fue el insomnio que padeció que escribió una pequeña obra titulada Camas (1930). Lo que Groucho no podía sospechar era que su estilo personal, sus diálogos inverosímiles y continuamente cargado con una crítica social se convertirían en un “himno a la anarquía y a la revolución absoluta” que se reía de la pretenciosidad y presunción norteamericana. Estilo que perduraría después de su muerte. Es más, el propio Groucho Marx fue el símbolo de las protestas juveniles universitarias en contra de la guerra del Vietnam y la presidencia de Richard Nixon. Debido principalmente a un comentario irónico mal entendido que el ya octogenario cómico (recordamos que hablamos de los 70) hizo a un periodista sobre el presidente Nixon. Debido a este comentario el FBI. lo investigó bajo el delito de atentar en potencia contra la vida del presidente (el número de expediente del caso es el CO-1297009205). Del grupo de hermanos, J.B. Priestly diría: “Karl Marx nos mostró cómo los desposeídos acabarán por tomar posesión de todo. Pero yo creo que los Hermanos Marx lo hacen mejor”. Con su tercera película Pistoleros de agua dulce los Marx adquirieron definitivamente la fama mundial que no perderían jamás convirtiéndose definitivamente en estrellas de cine. Pero sería su cuarta película Plumas de caballo la que cerraría el primer ciclo cinematográfico de los Marx. Entre otros motivos es cuando planea su retirada del cine –126–
Zeppo, puesto que aunque se veía con talento entendía que sobraba en el grupo cómico. Nunca se apartó del espectáculo ya que se hizo representante teatral y pronto adquirió fama y prestigio. En esta película, Plumas de caballo, Groucho define a su personaje y hace que este tome como carácter propio el mirar a la cámara y hablar con los espectadores. Como hace en esta película cuando Chico toca una pieza al piano y mirando a la cámara nos dice: “Yo tengo que estar aquí. Pero no hay ninguna razón para que ustedes no vayan al vestíbulo hasta que se acabe este rollo”. La película se desarrolla en una universidad siendo Groucho el nuevo rector de esta (El precedente de la película lo marca el gag ideado por Groucho, anteriormente mencionado, “Fun in HiSkool”). Se aprovecha la situación para hacer una crítica, intencionada o no, en la que metafóricamente se trata el mundo norteamericano de los negocios en el que lo importante es ganar a cualquier precio y la crítica al sistema educativo. Reflejo de este último aspecto lo podemos leer en este fragmento de diálogo: GROUCHO.— ¿Tenemos estadio? CLAUSTRO.— Sí GROUCHO.— ¿Tenemos residencia? CLAUSTRO.— Sí GROUCHO.— Bueno, pues no podemos permitirnos las dos cosas. Mañana empezaremos a derribar la residencia. CLAUSTRO.— Pero, profesor, ¿dónde van a dormir los estudiantes? GROUCHO.— Donde siempre han dormido. En las aulas. Entre la cuarta y quinta película Gummo había sido una víctima más de la depresión y su negocio había quebrado por lo que decidieron llevarlo a California, donde ya residían todos los hermanos por motivos laborales. También fue cuando murió Frenchy. La quinta película que harán será la más famosa y recordada y la que marcará el segundo breve y resplandeciente –127–
ciclo cinematográfico del grupo. La película llevará por título Sopa de ganso y para ella contarán con la dirección de Leo McCarey, descubridor de Laurel y Hardy y contarán de nuevo con Margaret Dumont. Sopa de ganso por su mensaje antifascista se ha convertido en uno de los clásicos antibelicistas en los que se retrata el sin sentido de las guerras en diálogos como estos: GROUCHO.— (Disparando una ráfaga con una ametralladora.) Mira cómo corren. Ahora se enteran de que están en una guerra. ZEPPO.— Excelencia... GROUCHO.— Huyen como ratas. ZEPPO.— Pero señor, tengo que decirle... GROUCHO.— Recuérdeme que me otorgue la medalla Firefly por esto (Dispara otra ráfaga). ZEPPO.— Pero, excelencia, está disparando contra nuestros propios hombres. GROUCHO.— Aquí tiene cinco dólares. Guárdelos en el sombrero. No se preocupe, los guardaré en mi sombrero. O bien en este otro casi al final de la película: GROUCHO.— (Dirigiéndose a Harpo que ha sido nombrado para atravesar el campo de batalla con la misión casi suicida de destruir el cuartel general enemigo.) Es usted un valiente. Vaya y atraviese las líneas (pone una mano de ánimo en el hombre de Harpo.). Y recuerde, mientras esté ahí fuera arriesgando la vida y sus miembros, entre disparos y obuses, estaremos aquí pensando en lo imbécil que es. En esta película se ocupan del patriotismo, de los ejércitos, los aliados, la diplomacia, la nobleza, el sacrificio y hasta de la convención de Ginebra. La película paradójicamente les valió el rechazo de la crítica, el recelo y escepticismo de los presidentes de los distintos estudios de cine y el reconocimiento unánime de todo el público. No –128–
importaba la edad o clase social del espectador. Siempre se reía. Es tras esta película la que el presidente Roosevelt decide nombrar a Harpo embajador americano en el primer viaje oficial de los Estados Unidos a la U.R.S.S. para entablar relaciones de amistad con el nuevo país reconocido por Norteamérica. Allí, Harpo, para ganar el aprecio de los rusos dirá que es primo de Karl Marx lo que le valdrá la admiración de estos consiguiendo que le presten absoluta atención. Allí en Rusia una de sus misiones será representar un espectáculo que simboliza la amistad entre los dos países. En su primera actuación en el Music Hall de Leningrado logra tal éxito que fue aplaudido durante más de veinte minutos. Allí conoció a Maxim Litvinov, el segundo en la presidencia tras Stalin. La sexta película del grupo marca un giro en las carreras de todos los componentes. Colaborarán con Irving Thalberg, productor de los estudios MGM y que en los 17 años que trabajó para esta compañía produjo éxitos tales como: Ben-Hur, La viuda alegre, El jorobado de Notre Dame, Rebelión a bordo, Gran Hotel y Romeo y Julieta (ante tales logros unos de los edificios de los estudios lleva su nombre). Groucho narra su primer encuentro con especial cariño. Recuerda que al conocerse Thalberg les dice a los Marx que a partir de ese momento harán películas de verdad, películas en las que no necesitan tantas risas. Es más, decide que acortará las risas a la mitad y para suplir esta falta introducirá una historia verosímil con argumento y les promete que con esa fórmula obtendrán el doble de beneficios que con Sopa de ganso. Con este propósito nació Una noche en la ópera (1935).Calificada como la más brillante obra de los Hermanos Marx. Película en la que no sólo consiguieron los objetivos económicos augurados por Thalberg, si no que además llegaron al público femenino, público que se le resistía por el tipo de humor que hacían. Este acercamiento se debió a que el trío protagonista ya no se comportaba como uno grupo de bufones desquiciados, –129–
sino que ahora eran unos personajes con sentimientos que ensalzaban al amor. En lugar de convertirlo en un chiste ahora lo fomentan intentando unir como si fueran cupidos a la joven y enamorada pareja protagonista. Para esta película Thalberg contó con el joven Sam Wood como director, ayudante de Cecil B. De Mille y contó, además, con un equipo de seis guionistas y un experto en gags. Thalberg consiguió realizar la comedia más divertida y vigorosa de la temporada. Logrando crear la película más coherente, divertida, sátira y cómica de los hermanos Marx. El trío cómico se convirtió en el primer equipo de humor del cine sonoro. A Thalberg se le deben los diálogos, posiblemente, más brillantes, no sólo de los Marx si no de la historia del cine en general. Diálogos que todas las personas han oído y conocen, o deberían de conocer: DUMONT.— Señor Driftwood, hace tres meses me prometió presentarme en sociedad. En todo ese tiempo no ha hecho otra cosa que cobrar un sueldo fantástico. GROUCHO.— Usted cree que no he hecho nada, ¿eh? ¿Cuántos hombres supone que cobran un sueldo tan fantástico en nuestros días? Porque puede usted contarlos con los dedos de una mano, mi buena mujer. DUMONT.— ¡No soy su buena mujer! GROUCHO.— No diga eso, señora Claypool. No me importa un comino su pasado. Para mí, siempre será usted mi buena mujer. Porque la amo. No quería decírselo, pero usted, usted me lo ha arrancado del fondo de mi corazón. La amo. DUMONT.— Es difícil de creer cuando me lo acabo de encontrar cenando con otra mujer. GROUCHO.— ¿Esa mujer? ¿Sabe por qué me senté con ella? DUMONT.— No. GROUCHO.— Porque me recuerda a usted. DUMONT.— ¿De veras? GROUCHO.— Por supuesto. Por eso estoy aquí sentado con usted. Porque usted me recuerda a usted. Sus ojos, su –130–
garganta, sus labios. Todo cuanto hay en usted me recuerda a usted. Excepto usted. O bien el más famoso de todo los diálogos del grupo cómico: GROUCHO.— (Tras una negociación con Chico el representante de un cantante de ópera, refiriéndose al cantante.) ¿Podría embarcar mañana? CHICO.— Si le paga suficiente dinero, podrá embarcar ayer. ¿Cuánto le va a pagar? GROUCHO.— Bueno, no lo sé... Vamos a ver, mil dólares la noche... Yo tengo derecho a una pequeña comisión... ¿Qué tal diez dólares por noche? Ambos negocian el contrato GROUCHO.— (Leyendo el documento.) “La parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato como la parte contratante de la primera parte y la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato”. Miré, ¿porqué vamos a pelearnos por una cosa así? Mejor la cortamos, ¿de acuerdo? CHICO.— Sí. De todas formas es demasiado larga. (Ambos cortan la parte superior de los contratos.) ¿Qué nos queda ahora? GROUCHO.— Bueno, todavía me queda medio metro. Dice así: “La parte contratante de la segunda parte será considerada en este contrato como la parte contratante de la segunda parte”. CHICO.— Bueno, no estoy seguro. GROUCHO.— ¿Qué le encuentra? CHICO.— Nunca segundas partes fueron buenas. GROUCHO.— Bueno, debería de haber venido al partido del otro día. La segunda parte fue mejor que la primera. CHICO.— Escuche. ¿Por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte? Así tendría algo. –131–
GROUCHO.— Bueno, mire, ¿para qué vamos a seguir con esto otra vez hasta el final? ¿Qué dice usted? CHICO.— De acuerdo. (Rompen una segunda parte del contrato). GROUCHO.— Aquí tengo algo que le gustará un montón. Lo volverá loco. CHICO.— No, no me gusta. GROUCHO.— ¿Qué es lo que no le gusta? CHICO.— Sea lo que sea. No me gusta. GROUCHO.— Bueno, no vamos a romper nuestra vieja amistad por una cosa sin importancia. ¿Listo? CHICO.— De acuerdo. (Rompen otra parte del contrato.) En cuanto a la siguiente parte, no creo que vaya a gustarle. GROUCHO.— Bueno, su palabra es suficiente para mí. (Rompen otra parte.) Pero ¿es mi palabra suficiente para usted? CHICO.— Yo diría que no. GROUCHO.— Entonces esto nos quita dos cláusulas más. (Que rompen.) Ahora, “la parte contratante de la octava parte...”. CHICO.— No, no me gusta. (La arrancan.) GROUCHO.— “La parte contratante de la novena parte...”. CHICO.— No, tampoco me gusta. (Lo arrancan. Ya sólo quedan dos delgadas tiras de papel.) Oiga, ¿cómo es que mi contrato es más flaco que el suyo? GROUCHO.— No lo sé. Debe de ser porque es usted más chico que yo. De todos modos, ahora ya estamos de acuerdo, ¿no? CHICO.— Desde luego. GROUCHO.— (Le ofrece su pluma) Ahora, ponga su nombre aquí abajo y el contrato será legal. CHICO.— Se me olvidó decirle que no sé escribir. GROUCHO.— Bah! No importa, la pluma no tiene tinta... CHICO.— Oiga, espere, espere. ¿Qué es lo que pone aquí? GROUCHO.— Oh, es la cláusula acostumbrada. Está en –132–
todos los contratos. Sólo dice: ”Si cualquiera de las partes que participan en este contrato no se encontrara en plenitud de sus facultades mentales quedará automáticamente anulado en todas sus cláusulas”. En esta época Groucho ya se ha separado de su primera esposa Ruth y es padre de dos hijos. Arthur y Miriam. Cada uno de ellos escribió una biografía de su padre y aunque coinciden al describirlo como un padre preocupado y cariñoso también coincidieron en describirlo como déspota y frío. El cambio gradual se produjo a medida que estos iban creciendo. En esto coinciden sus dos hijos con su hermanastra Melinda. Hija de su segundo matrimonio. La relación paternal de Groucho se enfriaba y endurecía a medida que sus hijos dejaban de ser niños. En el plano social los hermanos iban ascendiendo, principalmente la de Groucho. Era uno de los personajes más famosos de Estados Unidos y por su amor a la música, al arte y a la cultura en general se rodeó de amigos tales como los escritores T. S. Elliot y George Bernard Shaw con quien mantuvo una gran relación de amistad y admiración mutua por carta. El escritor dijo de Groucho que era el mejor actor de la historia. Otro amigos del actor fueron el pianista Arthur Rubinstein, el guitarrista Andrés Segovia y el pintor Salvador Dalí. De quien dijo que estaba “delicadamente enamorado” de su hermano Harpo. Razón por la que, posiblemente, el pintor surrealista español realizó varios cuadros de él. El español excéntrico que había encandilado a directores como Walt Disney y Alfred Hitchcock fue el que más se prendó de los Marx. Tanta fue la admiración de Dalí hacia ellos, y en especial hacia Harpo, que intentó escribir un guión para una posible película, con matices surrealista, por supuesto, para ellos. El intento fue un fracaso y nunca llegó a materializarse. Es entre la sexta y la séptima película en la que suceden dos hechos importantes en la vida de los artistas. Harpo sorprende a sus hermanos y se casa con la que será su única esposa, Susan, y a lo largo de los años adoptarán cuatro hijos –133–
demostrando Harpo sus grandes dotes como padre lo cual supuso la secreta envidia de Groucho ya que él veía cómo se deterioraba cada vez más su relación con los suyos. El otro hecho es la muerte de Thalberg a la edad de treinta y cinco años. Desaparecía el productor que descubrió la fórmula mágica de los Marx. Siempre que habla de él Groucho utilizará unas palabras cargadas de emociones y confesará que desde que su amigo murió su interés por las películas decayó. “Aparecía en ellas, pero mi corazón estaba muy lejos. Ya no me divertía el rodaje. Yo era como un perro viejo que seguía haciendo películas, pero sólo por dinero” Groucho dirá de la séptima película Una tarde en las carreras que era una copia de la anterior. Ambas tenían un cruel y cómico villano, una lacrimosa heroína, una relación de amor entre bondadosos amantes, una dama rica que en ambas películas era Margaret Dumont y a los hermanos Marx correteando de un lado a otro haciendo de locos cupidos. No obstante, fue la película más taquillera de los Marx llegando a ganar sólo en su exhibición americana cinco millones de dólares. El declive llegó con las siguientes películas en las que la falta de talento detrás de la cámara mostró cómo la repetición de la fórmula de Thalberg sin más originalidad y talento resultaba estéril. Las principales películas de este período fueron: El hotel de los líos (1938) y Una tarde en el circo (1939). De esta última en su biografía Groucho rescata una anécdota. En la película tenía que aparecer un gorila y en Hollywood, afiliado al sindicato de actores, sólo había una persona que podía hacer de gorila y sólo otra que tenía una piel de gorila. Al comenzar el rodaje, el actor que hacía de gorila se desmayaba cada cierto tiempo debido a la asfixia producida por la falta de ventilación del traje. Para solucionar el problema el actor abrió sin permiso agujeros en la piel del animal, por lo que el dueño de esta agraviado abandonó el rodaje. La única solución posible fue continuar la película con la piel de un orangután. Piel en la que no cabía el actor que hacía de gorila por lo que tuvieron que –134–
buscar a uno nuevo. Así en media película aparece un gorila y en la otra media un orangután. Al final nos dice Groucho cómo cobraron tanto los dos actores como los dos dueños de la pieles. A la falta del talento de Thalberg se le unió que el estudio M.G.M. se llevara del equipo de guionistas a los dos mejores, Harold Arlen y E. Y. Harburg, ya que les trasladaron a un nuevo proyecto con más presupuesto que serviría para lanzar la carrera de una joven actriz llamada Judy Garland, El mago de Oz. La caida de los Marx continuaba y así nos encontramos con dos nuevos proyectos Los Hermanos Marx en el oeste (1940) y Una tienda de locos (1941). Ambas parecen recordar a las mejores películas de los Marx. En las dos encontramos gags y diálogos dignos de épocas pasadas. Así, en la primera de ellas, tenemos la escena final del tren en la que necesitan madera como combustible para que este vaya más rápido y así alcanzar al villano. Lo consiguen desmontando y destrozando todo el tren al grito de “¡más madera!” y en la segunda de las películas el número musical protagonizado por Groucho y homenajeado décadas después por Woody Allen, gran amigo y admirador, en su película Everyone says I love you. Groucho dijo de Allen que por su talento podía haber sido el sexto hermano Marx. Los homenajes de Allen a Groucho no acabaron aquí. Lo homenajea además en Toma el dinero y corre y Hannah y sus hermanas. Volviendo a Una tienda de locos. Esta película supondría su primer intento de retirada del cine, aunque fallido. No obstante, cada hermano ya tenía sus propios proyectos; Así, Harpo se dedica a su familia, Groucho realiza un acercamiento a otros proyectos como escribir columnas en periódicos, dirigir un programa de radio de humor o participar en uno junto a actores como Cary Grant en el que comentaban las noticias de la semana. Todos estos fueron proyectos que fracasaron. Pero con el tiempo llegarían a triunfar. Chico se dedica a hacer giras con una banda en la que toca el piano como solista y se gasta el dinero ganado en las actuaciones en el juego y en mujeres. Vicios que le llevaron a deber –135–
grandes cantidades de dinero a la mafia. Esta circunstancia hizo que tuviera problemas con sus hermanos ya que debido a la adicción al juego de Chico ellos le habían guardado 300.000 dólares para que tuviera un dinero para su jubilación. Chico amenazó con llevarlos a juicio si no le daban ese dinero que era suyo. Accedieron a la petición y no le volvieron a administrar dinero. Eran malos tiempos para los hermanos Marx, eran malos tiempos para los Estados Unidos. Era, en general, malos tiempos para el mundo. Recordemos, era el año 1941. Año en que Pearl Harbor es bombardeado por los japoneses. Lo que supone, de nuevo, la entrada en guerra por parte de los Estados Unidos. Harpo, preocupado por la situación del país decide actuar para los soldados haciendo una gira por distintas bases militares de la nación. 1941, además, es el año en el que un pequeño actor con carácter llamado Humphrey Bogart protagoniza El halcón maltés y al año siguiente rodará la que supondrá su mejor actuación y su mayor logro profesional. La protagonizará junto a Ingrid Bergman y la película llevará por título Casablanca (1942). Cinco años después Los Hermanos Marx vuelven a las pantallas para actuar en la película Los Hermanos Marx en Casablanca (1946). Debido a la semejanza entre títulos el estudio Warner Brothers decide interponer una demanda a los estudios M.G.M. Este acto será el comienzo de la más grande lucha epistolar de Groucho. (Hay que decir que Groucho a lo largo de su vida mantuvo relación por carta con las personalidades más importantes de la cultura americana y europea. Muchas de esas cartas se conservan como tesoro nacional la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos). En la primera de las cartas que manda a los estudios Warner Groucho dirá: «Querido Hermanos Warner. No tenía ni idea de que la ciudad de Casablanca perteneciera en exclusividad a la Warner Brothers. Sin embargo, sólo unos días después de que nuestro anuncio apareciese recibimos –136–
su amenazador y largo documento legal advirtiéndonos de no usar ese nombre [...] No entiendo su actitud. Incluso aunque pensaran en relanzar su película, estoy seguro de que la mayoría de los seguidores de la película sabrán distinguir a tiempo entre Ingrid Bergman y Harpo. Yo no estoy seguro de poder hacerlo, pero por supuesto que me encantaría intentarlo. [...] Ustedes reclaman su propia Casablanca y que nadie utilice ese nombre sin permiso. Y ¿el de “Warner Brothers” también les pertenece? Probablemente tengan derecho a usar Warner, pero qué pasa con “Brothers”? Profesionalmente, nosotros ya éramos Brothers antes de que lo fueran ustedes [...] Incluso antes que nosotros ha habido otros hermanos, los Smith Brothers, los Hermanos Karamazov y Brothers. Can you spare a dime? (“¿Hermanos, pueden darme una limosna?”)». Continúa la carta hablando de los nombres de los hermanos Warner, Jack y Harry y cómo antes de ellos hubo un Jack “el destripador” y un Harry Appelbaum que era vecino suyo cuando era niño que vivía en la 93 con Lexington. Groucho dirá que recibió una carta carente de humor del departamento legal de los estudios Warner en la que se le pedía el argumento de la película. A lo que Groucho respondió en otra carta: «No hay mucho que contar sobre la historia. En ella hago de Doctor de la Divinidad que atiende a los nativos y, como negocio extra, vende abridores de latas y cáscaras de guisantes a los salvajes. Cuando conozco a Chico, está trabajando en una taberna y vende esponjas a los parroquianos incapaces de hacerse con la bebida. Harpo es un cadí árabe que vive en una pequeña urna griega en las afueras de la ciudad. Paul Hangover, nuestro héroe, enciende constantemente dos cigarrillos [...] podría contarles muchas más cosas, pero no quiero echársela a perder. Todo esto ha –137–
sido aprobado pos la Oficina Hays y los supervivientes de las huelgas del Haymarket de Chicago en 1886». Los abogados de la Warner, sin darse cuenta de la tomadura de pelo pidieron un esbozo más concreto de la película. A lo cual respondió Groucho con una tercera carta: «Desde la última vez que les escribí, siento comunicarles que ha habido algunos cambios en el argumento (...) Hago de Bordello, el novio de Humphrey Bogart. Harpo y Chico son vendedores ambulantes de alfombras y entran en monasterios para gastar bromas [...] Al otro lado del monasterio hay un hotel lleno hasta los topes de damiselas [...] En la quinta bobina, Gladstone hace un discurso que alborota la Cámara de los Comunes y el rey rápidamente pide la dimisión. Harpo se casa con un detective de hotel, Chico explota una granja de avestruces. Bordello pasa sus últimos días en la casa Bacall. Esto como puede ver es un escueto esquema». Las tres cartas tuvieron una gran difusión y los hermanos Warner fueron el hazmerreír del mundo del cine. Esto aumentó la popularidad de Groucho y aprovechando las mieles del triunfo se casó con una joven de veinticuatro años, llamada Catherine M. Ditting, llamada familiarmente Kay. Que al igual que Ruth, su primera esposa, le dio su juventud y una hija, Melinda, y él, a cambio le dio, posición social, solvencia económica y una relación enfrentada que, al igual que a su primera esposa, la llevó al alcoholismo. Groucho tenía cincuenta y cuatro años. Ella casi treinta menos. La película se hizo y estrenó al fin. Tras verla Groucho sólo pudo decir: «El arreglo es malo, la dirección putrefacta y la fotografía, más vale así, es oscura». No obstante la película recaudó bastante dinero y las críticas de publicaciones de prestigio como Variety, Times, Newsweek y The New York Times fueron buenas, y en el peor de los casos, benignas. Esa película sí supuso su retirada, momentánea, –138–
del cine. Según él, el último día de rodaje acabó tan destrozado, tanto psíquica como físicamente, que cuando se descolgó de una cuerda al acabar la última escena se irguió, limpió el polvo de la ropa y anunció que lo dejaba. Ninguno de sus hermanos se sorprendió de la noticia ni le pidió que reconsiderase sus palabras. Aunque ninguno supuso en ese momento que aún no habían acabado su carrera en el cine. Groucho apareció en la película Copacabana con Carmen Miranda, famosa por sus gorros con frutas. Y dio comienzo a su larga trayectoria en radio y posteriormente en televisión con su programa concurso de entrevistas llamado Apueste su vida gracias al productor Jhonn Guedel que depositó en él su confianza, y una importante suma de dinero para realizar el proyecto. Con este programa, cuya mascota era un pato, se alzó con uno de los premios más prestigiosos. El premio Peabody, al mejor artista de 1949. Ese año, además, fue elegido como Mejor Presentador de las Ondas. El formato del programa era muy sencillo. Groucho sentado en una silla entrevistando a una persona normal y si esta decía una palabra oculta aparecía el pato “volando” llevando dinero en el pico. El programa logró fama gracias a comentarios como el que le hizo a una mujer que decía que el amor que sentía por su marido era tan grande que por eso había tenido diez hijos con él. A tal explicación Groucho le dijo: “A mí me gusta mucho este puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca”. Es en estos años cuando Groucho termina de escribir una obra de teatro titulada A time for Elizabeth, alejada de la comedia, y comenzada doce años atrás en un intento de superarse a sí mismo y demostrar al mundo que era algo más que un artista. Un autor. Pese a dedicarle gran esfuerzo y verter en ella muchas ilusiones la obra no tuvo todo el éxito que él imaginaba. Este fracaso se vió reflejado y trasladado a su ya maltrecha relación Kay. Ese año se divorciaron. Paralelamente a su carrera radiofónica realizó la última película con sus hermanos. Pese a que él no tenía interés en participar en ella, como lo demuestran las escasas –139–
escenas en las que aparece y cómo lo hace (en la mayoría sólo lo hace hablando ante la cámara, lo que quiere decir que no rueda con sus hermanos). En esta película se ve ya las secuelas de la edad en todos los hermanos levantando en el espectador más penas que risa. Esta película, Amor en conserva supuso el ocaso de unos artistas y el nacimiento de una nueva estrella, una muchacha que se daba a conocer con el nombre de Marilyn Monroe. A la cual seleccionó el propio Groucho para el papel cuando en un casting para un pequeño papel secundario le preguntaron que escogiera entre las distintas candidatas. Groucho sólo las miró, vio el escote de Marilyn y dijo: “coge a la rubia”. La película fue una idea original de Harpo que la escribió en colaboración con Ben Hetch, famoso guionista en la época por escribir la película de Hitchkock Recuerda. Aunque finalmente y para desastre de la película no terminó su colaboración y ni siquiera aparece en los títulos de crédito. Amor en conserva fue un completo desastre, que en palabras del propio Groucho no se debería de haber hecho nunca. Intervino en dos películas más sin sus hermanos. Ambas de 1950, Mr. Music con Bing Crosby y Don Dólar con Frank Sinatra, a quien definió como una persona que se pavoneaba ante los demás por creer tener importantes amigos (la mafia) y que se imponía su propio horario de trabajo interrumpiendo y retrasando los rodajes varias horas al día. Un Groucho Marx, abuelo desde hacía varios años, decide casarse por tercera vez. La “afortunada” será un joven llamada Eden. El actor iba envejeciendo mientras que sus esposas siempre se mantenían en la misma edad. Casi medio siglo era lo que diferenciaba al matrimonio. Pese a su edad las características del actor que lo habían hecho famoso alrededor del mundo: Ingenio, sagacidad, ironía, rapidez mental y fluidez verbal aún se mantenían frescas y en forma. Aún tendría ocasiones en los que demostrarlo. Como cuando la revista sensacionalista Confidential se lanzó a su caza acusándolo de dirigir un concurso amañado, ser un “viejo verde” que sólo se entretenía persiguiendo a –140–
jovencitas y que su carácter lo hacía un hombre intratable y desagradable. Ante tales afirmaciones en lugar de reclutar un ejército de abogados como pretendía la familia. Groucho mandó una carta al director en la que decía: «Si continúan publicando artículos difamatorios contra mí, me veré obligado a cancelar mi suscripción». La revista jamás publico nada más sobre él. En la década de los 50 Apueste su vida ya había dado el salto a la televisión siguiendo la misma fórmula que le había servido en radio y que parecía que en la televisión seguiría funcionando. El único cambio fue que ahora usaba peluquín, debemos de recordar que el actor ya había superado la barrera de los sesenta años. El programa se consolidó superando a importantes concursos de la época y superando importantes crisis como las investigaciones del FBI. Que inició investigaciones a varios programas televisivos al descubrir fraudes en diversos concursos televisivos como el famoso en la época Question (suceso llevado al cine en la película Quiz Show). La década termina con otros dos hechos relevantes en la vida artística de los Marx. La última intervención del trío en un programa hecho para la CBS titulado El increíble robo de las joyas. Esta obra consistía para la televisión de treinta minutos de duración consistía en que los Marx robaban joyas y huían de la policía. La única frase que se pronunció en todo el programa fue al final de este y la dijo Groucho cuando los apresa la policía. “No hablaremos antes de ver a nuestros abogados”. Los índices de audiencia fueron catastróficos. El otro hecho es la publicación por parte de Groucho de su autobiografía, Groucho y yo, después de que otros como su hijo Arthur ya escribieran obras sobre la vida del actor. Obra que le supuso grandes e importantes problemas con su padre por algunos duros pasajes en los que su hijo habla de la personalidad del actor detrás de las cámaras. El libro de Groucho, que era más una recapitulación de anécdotas y edulcorados pasajes de su vida, fue un éxito a lo largo del país. Desbancado únicamente por la obra ¡Harpo –141–
habla! escrita por su hermano. La década de los 60 es la década final del trío. Chico, a quien ya hacía tiempo le fallaba la memoria y al que se le había diagnosticado una arteriosclerosis muere en octubre de 1961. Sólo se hace auténticamente eco del suceso el New York Times, quién dirá: «Los estadounidenses han tenido que aceptar otro hecho devastador. Los Hermanos Marx nunca volverán a actuar como banda de bufones irreverentes (...) La troupe de charlatanes más graciosa del siglo se ha roto y ya no hay nada que hacer... Pobre Chico. Pobres de nosotros». Por su edad y enfermedades Groucho deja la televisión para dedicarse a su vida y a hacer apariciones esporádicas en programas como The Tonight Show. Donde conoció a escritores como Truman Capote, al que le propuso matrimonio y a cómicos como Dick Cavett y Woody Allen. Con quien trabó una gran amistad que duraría hasta el final de su vida. Las desgracias no se quedaron sólo en la muerte de Chico y en 1964 muere Harpo. Muere el hermano que fue envidiado por los otros miembros del trio. Chico lo envidió por ser un marido fiel y Groucho por ser un padre ejemplar. Al año siguiente, en 1965, muere “la hermana Marx”. Margaret Dumont de un ataque al corazón pocos días después de haber colaborado con Groucho en televisión. Profesionalmente Groucho escribió otra obra Memorias de un amante sarnoso (posiblemente escrita por un “negro”) y Las cartas de Groucho, una recopilación de sus cartas más importantes, debemos de recordar que estas estaban catalogadas como tesoro nacional en la Biblioteca del Congreso. En el cine Federico Fellini le ofreció un papel en su Satyricon, que rechazó, y Otto Preminger en su Skidoo, que sí aceptó. Durante el rodaje Carol Chaning, que también actuaba, dijo que se debería de contratar a alguien para disparar fotos sobre Preminger para retratar su forma de dirigir. Groucho previendo el desastre dijo: “alguien debería de disparar a Otto y punto”. –142–
La dura década termina con el abandono de su tercera esposa. Aunque no acabaría ahí sus relaciones con las mujeres. Aún debería de conocer a la que él consideró su cuarta esposa y auténtico amor, aunque nunca llegó a casarse con ella. Y ella, casi seguro, nunca llegó a amarlo. Ella, Erin, era una bella y joven caza fortunas que se acercó a un hombre que tenía más de sesenta años que ella. Se acercó a un hombre que cada vez estaba más senil y solo. No porque lo odiaran, sino porque la mayoría de sus amigos se habían muerto y las nuevas generaciones no lo conocían o sólo conocían su imagen televisiva y ya no era lo suficientemente famoso ni importante para ellos. Ya no conectaba con ellos ni con sus preocupaciones. Su relación con Erin le trajo bastantes problemas con su familia, sobretodo con Arthur, su hijo, y muchas rupturas amistosas. Erin, por su parte se convirtió en su representante haciéndole trabajar hasta la extenuación a veces, dando conciertos y recitales a lo largo del país, (el más famoso de ellos el recitado en el Carnegie Hall), y apareciendo en programas televisivos. Por estas intervenciones y junto a declaraciones a revistas y a la reposición de sus primeras películas en universidades Groucho, en sus últimos años, no sólo vio como su fama volvía a crecer si no que además se convirtió en un símbolo de rebeldía cultural ante la política de los Estados Unidos llevadas por la presidencia Nixon. Los jóvenes lo veían como un Don Quijote de la comedia en perpetua lucha y oposición al sistema. Una lucha contra unos modernos molinos. Groucho dijo una vez: “Ya no hay películas de los Hermanos Marx porque nos dedicábamos a la sátira y la sátira está prohibida hoy. Las restricciones-políticas, religiosas y de todo tipo han acabado con la sátira (...) Mucha gente no parece darse cuenta de que lo primero que desaparece cuando un país se está convirtiendo en totalitario son la comedia y los cómicos”. En 1976 la Academia de Cine Americana decidió otorgarle un oscar por “la brillante actividad y los inigualables logros de los Hermanos Marx en el arte de la comedia –143–
cinematográfica”. Se lo otorgó su amigo Jack Lemmon y agarrándola con fuerza dijo: “Ojalá Harpo y Chico estuvieran aquí... y Margaret Dumont... y me gustaría darle las gracias a mi madre porque sin ella hubiese sido un fracaso”. El resto de sus hermanos, Zeppo y Gummo ya habían muerto. El sabía que ya era su turno y así, el 19 de agosto de 1977 murió Groucho Marx. Su muerte, como si de una broma suya se tratase apenas tuvo eco ni trascendencia, porque por causas del destino tan sólo tres días antes había muerto un joven cantante llamado Elvis A. Presley. Tan sólo el New York Times, al igual que en otras ocasiones, le dio a la noticia gran relevancia, sin quitar protagonismo al cantante. Groucho fue incinerado y sus restos descansan en el Eden Memorial Park del valle de San Fernando, California. Y aunque su lápida es muy austera seguro que él a todos sus visitantes les dice: “Perdonen que no me levante”. Las obras de los Marx han sido interpretadas como sátiras sociales cómicas en las que se criticaban todos los estamentos y pilares que sostenían a una gran nación. Como son la política y la economía. Posiblemente llegaron más lejos de lo que ellos jamás quisieron hacer. Este estilo característico de hacer cine de comedia, el absurdo, ha hecho que la obra de estos hermanos sea recordada eternamente y que el estilo tan burlesco e iconoclasta que Groucho manifestó ante las cámaras se haya convertido en sí mismo en un estilo propio de vida. Especialista en el caos, lengua suelta y rápida, sin miramientos morales, avaro hasta el límite con el dinero, amante apasionado de todas las mujeres e irrespetuoso ante cualquier estamento social o persona que lo represente. Groucho ha sido imitado por muchos y ha servido de inspiración a muchas creaciones de ficción, como puede ser el caso de los personajes Bugs Bunny y Krusty el payaso. Personaje cómico que siempre que aparece en un programa de entrevistas como artista invitado lleva el mismo vestuario que Groucho cuando iba a The Tonight Show. Pantalón bombacho de golf y boina a cuadros acabada en un pom-pom de lana a juego con los pantalones. –144–
En 1970 aparece la primera tesis dedicada al grupo cómico: Los Hermanos Marx: Un estudio de sus películas como sátira social. En la que se afirma que pese a la sátira visual la importante en ellos es la verbal y que establecen una perfecta relación entre realidad y sátira. Posiblemente los hermanos se verían como el músico español Falla al escuchar como un grupo de estudiantes interpretaba una obra suya. Ante tantas opiniones distintas y tan serias y rigurosas sólo pudo decir humildemente que la compuso porque sonaba bien. Así respondería Groucho, el portavoz del grupo, lo hicimos simplemente porque hacía reír y a eso nos dedicamos. Pese a haber sido el grupo cómico más importante de la época, con fama a nivel mundial y haberse convertido Groucho en un icono del pasado s.XX ellos no pensaron jamás que podrían cambiar el curso de la Historia con su humor. Pero quizás sí lo hicieron gracias a películas como Sopa de Ganso en la que la censura eliminó un diálogo por considerarlo peligroso ya que en la época un grupo importante de la sociedad pensaba que la Gran Guerra había sido conspirada por los fabricantes de armas para aumentar sus beneficios. GROUCHO.— Caballeros. ¿Se dan cuenta que la munición nunca había sido tan barata? Ahora se pueden comprar dos balas del calibre dieciséis por el precio de una y disparar el doble de lejos por la mitad de precio. Por cada cinco mil dólares de compra regalamos un cañón alemán. Quién sabe si sólo fueron un grupo de cómicos afortunados por decir los chistes adecuados en el momento preciso o si por el contrario fueron unas personas conscientes de la época en la que les había tocado vivir y se comprometieron con esta aprovechando el arma tan poderosa que puede ser el cine. Nunca se aclarará realmente, pero la verdad es que si los Marx, Groucho y Harpo principalmente, se caracterizaron por algo estando fuera de pantalla. Siendo ellos mismos fue porque en sus grupos de amigos más íntimos –145–
estaban los artistas y los intelectuales más importantes del momento. Lo cierto es que todos los Marx han sido admirados y queridos por millones de personas de varias generaciones en distintos continentes y así lo demuestra Groucho cuando concluye su autobiografía narrando un encuentro que tuvo, en sus últimos años de vida, con una pareja que se cruzó en Chicago mientras paseaba. Nos cuenta cómo la pareja se le quedó parada mirándolo en silencio. De repente la mujer le dijo: “Es usted, ¿verdad? ¿Es usted Groucho?”. Cuando asintió con la cabeza la mujer lo cogió del brazo y le dijo: “Por favor, no se muera. Siga viviendo siempre”. Concluye Groucho la anécdota y su libro diciendo: “¿Quién podría pedir más?”.
* Nota del Autor: Todas las referencias literales hechas a diálogos, cartas o sucesos narrados en este ensayo han sido extraídos de la bibliografía empleada: MARX, GROUCHO: Groucho y yo. Ed. Tusquets. Barcelona. 2005. —Camas. Ed. Tusquets. Barcelona. 2005. —Historias de un amante sarnoso. Ed. Tusquets. Barcelona. 2005. KANFER, STEFAN: Groucho. Una biografía. R.B.A. Ed. Barcelona. 2006. –146–
HUMORESQUE: LA MÚSICA COMO CONTAMINANTE SOCIAL
Morfología del humor..., pág. 147
Por LUIS NÚÑEZ HERNÁNDEZ
LUIS NÚÑEZ HERNÁNDEZ, profesor de Piano Acompañante del Conservatorio Superior de Granada
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PRESENTACIÓN
M
ÁS que respuestas busco preguntas. La respuesta produce una sensación placentera en parte por el objetivo alcanzado, también por el reconocimiento al trabajo, y, en resumidas cuentas, por la vuelta al estado de reposo intelectual inmediato el acierto. La pregunta, sin embargo, la duda, genera movimiento, posibilidad de cambio, y se convierte, por tanto, en la esencia del progreso. Ahora bien, el que interroga debe saber de la existencia de una respuesta, eso sí, porque lo contrario conduce directo al desánimo y a la deriva. Se presenta la ocasión de buscar, Dios nos libre de encontrar, la relación entre dos conceptos ubicados, aparentemente, en planos distintos: el humor y la música. Es seguro que, según por dónde empecemos a esculpir, y como no somos escultores, vayamos improvisando una forma sobre la marcha a partir del bloque de mármol con que vamos a trabajar. La divagación se me antoja como la mejor forma de discurrir por el espeso bosque de mi ignorancia. El lector decida si se adentra en él conmigo, provisto con linternas de curiosidad y machetes de inconformismo. Siempre será bien aceptada la compañía, aun sabiendo de un final incierto y una pronta despedida. –149–
INTRODUCCIÓN La música y el humor Los conceptos música y humor guardan entre sí una estrecha relación que heredamos desde tiempos remotos; se puede decir que desde las primeras manifestaciones humanas con una mínima intención comunicativa. Viendo el humor como la actitud, positiva o negativa, de una persona, la música siempre se presenta como la más eficaces de las herramientas para influir en dicha actitud. No es la intención de éste que os habla entrar en datos concretos sobre el tema. No se trata de hablar de la teoría del Ethos griega, ni exponer la de los Afectos del Barroco. Ni siquiera pretendo discurrir por momentos concretos de la historia de la música en que tan unida se nos presenta ésta al humor, como podría ser en la ópera bufa o cómica, o incluso en el cine de nuestros días. Sí es mi intención hacer de éste un trabajo práctico, útil, que lleve a la reflexión, a cerca de cómo la música es tan decisiva en el desarrollo del individuo en la sociedad actual y cómo este dato aparece totalmente descuidado en cualquier plan educativo de los que diseñan y con el que de vez en cuándo nos atacan nuestros gobernantes. Y es que mirando el humor como un estado de ánimo no tenemos más que reconocer en nosotros mismos cómo determinadas, según un sinfín de rasgos, los cuales no pasaré a analizar pormenorizadamente por no desviarme de la dirección real de este escrito, pueden alterar dicho estado anímico hasta transformarlo radicalmente. Oyendo tal o cual estilo, autor o tipo de repertorio entraremos en un proceso de adaptación de nuestro tono anímico e incluso de nuestra personalidad. Como he adelantado el fenómeno musical pone en juego unos parámetros, ya sean determinadas sonoridades, como escalas (horizontalidades) y armonías (verticalidades), o determinadas formulas métricas y un largo etc, hasta llegar al mundo inabarcable de la tímbrica. Pues todos estos –150–
elementos, a veces en su conjunto a veces por separado, vienen a introducir un mensaje en nuestra conciencia. A lo largo de la historia las diversas corrientes estéticas musicales, sometidas en ocasiones por algún criterio extramusical, ya sean credos religiosos, o políticas nacionalistas entre otros, han sabido usar los elementos anteriormente citados para canalizar el ánimo (humor) del oyente en una dirección deseada. Desde el redoble de tambor que mantiene el paso firme y el valor del combatiente en el frente hasta la bella línea horizontal gregoriana que eleva el alma hasta las cumbres del misticismo religioso, sin obviar los cantos populares que desde tiempos inmemoriales nos han llevado a bailar, a cantar heroicidades, a cortejar a la dama, a jugar o burlarnos de la suerte, de la muerte, de reyes y hasta de nosotros mismos. Si bien es verdad que en nuestro tiempo la llamada música culta tiende a la deshumanización, es decir, a prescindir radicalmente de la valoración subjetiva del oyente, existe otra tendencia, que emana de brotes de expresión popular, desde las primeras formas jazzisticas ramificándose en los años sesenta a través del Pop en un sin fin de corrientes, encasilladas bajo las denominaciones validas, o no de música ligera, moderna, o popular; tendencia esta que es la que interesa en este estudio por dos motivos principales, por ser decisiva en la formación del individuo desde la adolescencia hasta la madurez; y por ser este estilo musical aceptado por los grandes medios de comunicación como principal forma de persuasión atendiendo a diversos fines, casi siempre consumistas. Pasemos a analizar esta nueva música que a fecha de hoy ha eclipsado el trabajo de grandes intelectuales del lenguaje de los sonidos, relegándolos a pequeños salones, y se ha impuesto al grueso de la población en una perfecta aplicación según edades, sexos, grupos étnicos, sociales, y hasta ideológicos; a base de una rítmica incisiva y formulas melódico-armónicas sencillas y pegadizas. –151–
EXPOSICIÓN Está todo perfectamente estudiado. Todos los parámetros que entran en juego en el proceso de realización de la obra musical se tratan convenientemente para obtener el producto deseado. Y, además, sobran algunos ingredientes; Es decir, para que sirve toda la ciencia musical que los tres últimos siglos nos ha legado. Para que todas esas doctrinas sobre la estética. Rancias teorías acerca del ordenamiento de los sonidos en base a una interválica, a una tímbrica, a un discurso melódico, etc. Pues, todo eso, para nada. La música nueva no se oye, si acaso se esnifa por los oídos, hace vibrar al tímpano de forma brutal, y toda esa cadena de huesecillos que aprendimos de memoria en el colegio terminan por excitar el nervio auditivo. Ahí empieza todo y termina lo que en un principio podría llamarse música. Pero, como decimos, está todo estudiado. Vemos como los pastores de este rebaño llamado mundo civilizado, coloca en las ondas piedras con nombres propios ya sea Estopa, Mecano o Melendi, y con qué tino la sitúan en el entrecejo de las pobres criaturas que, cegadas por el impacto van acorralándose en el ámbito de la pereza, la desidia, la dejadez, la falta de interés por todo lo que no sea una buena bacanal, un buen partido de fútbol, un ímpetu consumista descontrolado o unas ansias irracionales por todo lo que apesta a violencia. Ese producto adulterado al que malintencionadamente se llama música actual no es más que la moraleja de ese cuento que llaman modernidad. La Historia del hombre se divide en periodos alternativos, en unos no se puede hablar, en otros no se puede llamar a las cosas por su nombre, no se sabe que es peor, o si los dos son igual de malos. Pero, bueno, ya toca hablar; que bien poder opinar, poder equivocarse. Que placer poder meter la pata, si eso te excluye de aquel rebaño, o mejor, de aquella piara que se dirige al acantilado. Y no es que este que os habla se sienta como un demonio gadareno, ni que –152–
sufra algún tipo de esquizofrenia, o sí; es simplemente que no me da la gana de bailar al son que marcan los “señoritos del imperio” mientras pueda elegir sentarme ante mi piano y sacar a pasear eso que tan poco conviene al sistema: Mi pensamiento. DESARROLLO Pensar. Ahí está. Lo hemos encontrado. Ese es el verdadero problema. ¡Que coño hacen ustedes pensando! ¡Hagamos ruido para que estos infelices dejen de pensar! Pensar... pensar... pensar. Entonces eso que disfrazan de música no es más que el antídoto contra el pensamiento. ¡Claro! Quien puede pensar escuchando una secuencia rítmica capaz de retar a un reactor militar en intensidad sonora. La mente se queda como la famosa tábula rasa. Si además mezclamos un mensaje y algunas imágenes de señoritas dispuestas a todo porque consumas tal o cual producto tenemos el resultado deseado, violencia, consumismo, enfermedades relacionadas con el sedentarismo, alcoholismo, drogadicciones, anorexias. Ahora si, el féretro avanza al son de la marcha fúnebre de Chopín. ¡Si por lo menos muertos conserváramos el oído...! REEXPOSICIÓN El humor y la música. Amigos, ni una cosa ni la otra existen ya. Porque ya no oímos al mirlo en el alba, ni sentimos la luz ambarada de la tarde en nuestro rostro. Porque ya no encontramos placer en el paseo, ni en las letras, porque ya no queremos, ni amamos; porque nos molesta nuestra sombra. Porque reímos por no llorar, y eso no es humor, ni del bueno ni del malo, y porque lloramos por no reír y eso no es música, ni de la buena ni de la mala. ¡Pensar! ¿Buscamos un culpable? ¡Para qué! Si lo mismo resulta que la culpa fué del Cha Cha Chá...! –153–
Lo malo no es que existan cosas malas. Lo malo es que gusten, eso huele a fondo de pozo, a fin, o quien sabe, la idea de no poder caer mas bajo se presenta como un finísimo haz de luz que algún día pudiera atraer nuestra atención. Ese día pensaríamos. Y pensando hallaríamos la rendija por la que entra tan bello hilo luminoso. Rezaríamos porque no fuera un foco de luz eléctrica. Eso querría decir que la bestia aguarda, sentada en una roca, nuestra salida del pozo abandonado. El mito de la caverna pierde encanto si en vez de una hoguera colocamos un foco de esos enormes que destruyen el cielo. Prefiero el fuego. Prefiero el chispeante crujir del madero incandescente. Prefiero el crujir del mástil del violonchelo cuando hace sonar Bach. Qué placer. Cuando Bach escribía música diseñaba una melodía en el registro grave que hacía las veces de cimiento, y a partir de la cual se edificaban aéreas formas a base de líneas melódicas en los registros medio y agudo que se alternan y entrelazan en un sensual baile que acaba en sedosas cadencias después de las cuales empezaba esa gran sinfonía que es el pensamiento humano. La meditación. Ahora así oigo al mirlo, y él no huye ante mis pasos, porque son ingrávidos, como el pensamiento, como la verdad, como el concepto de bien, como el amor. El amor y la música. Amigos, por ahí vamos bien. El amor y la música. Pensar. ¿Y el silencio? Callado, apocado en un rincón, con miedo a hacerse notar en demasía. El silencio pone nervios al rebaño y a los pastores. Se presenta como un lobo. Pero este lobo parece asustado, como con miedo a aparecer, furioso, en la escena. Silencio es sinónimo de quietud en la misma medida que música es sinónimo de movimiento. Entonces, de qué silencio hablamos. Cual es ese silencio que debería presentarse como redentor ante tanto caos y tanta opresión. No puede tratarse solamente de falta de sonido o ruido, no debe ser –154–
un efímero momento de reposo de las moléculas del entorno. El silencio debe no ser , por su puesto. Pero su efecto ha de resultar purificador en una atmósfera contaminada. Digamos que el silencio es el sonido del tiempo, es decir, la manera en que el tiempo actúa sobre nosotros, sobre las partículas que nos rodean y a modo de un eco transparente y puro se transforma en energía generadora de orden. Ante la presencia del silencio cualquier argumento contaminante, cualquier discurso dañino, cualquier tentativa de destrucción queda carente de sentido, hueca y se hace frágil ante la fuerza Áurea de la proporción y de la natural tendencia del número a restablecer los cauces desviados con tan malévola osadía. De esta forma, en el fondo maloliente y oscuro de nuestro pozo, junto al haz de luz que representa esa triste idea de máxima degradación de nuestro espíritu, encontramos ese gran aliado que es el silencio. Vemos aquí qué preciado tesoro podemos aún encontrar después de haber caído mortalmente herido aquejado de esa enfermedad que es la mal llamada música moderna. En la verdadera música debemos reconocer necesariamente orden, proporción, luz, silencio, amor, y pensamiento. De esta manera deducimos que música es el propio individuo, el cual busca la verdad como única forma de conseguir la libertad. CADENCIA Y es con este nuevo concepto, el de libertad, con el que entramos de lleno en la cadencia final de este primer movimiento de sonata. La ejecución de las cadencias de los conciertos clásicos suelen demandar una interpretación ab libitum, es decir, con cierta libertad, no sometido a la tiranía del compás ni a la presión del metrónomo. De hecho, en sus orígenes la cadencia la improvisaba el ejecutante dando rienda suelta a su capacidad creadora y fantasía. La única concesión ofrecida –155–
al interprete consistía en dejarle tomar elementos anteriormente expuestos y desarrollados para jugar con ellos sin intervención de ningún otro instrumento. Así el músico, que es hombre, como el hombre que no podrá jamás no ser músico, debe haber aprehendido, tras una intensa tarea de estudio que llamaremos vida, conceptos como los que nos condujeron a esta cadencia, es decir, orden, proporción, luz, silencio, amor, y pensamiento para llegar ese estado, tan perjudicial para el sistema moderno, que conocemos como libertad. Solo desde la perspectiva de la libertad el individuo se hace dueño de su propio ser, de su alma, de su ánima, de su estado de ánimo, de su humor. CODA El humor es música, y la música en estos días es un llanto reprimido porque ni siquiera se nos permite llorar. Cuando nacemos somos como una gota de vida que cae en un océano putrefacto por el residuo que dejó ese viejo petrolero que se llamó progreso. Ahora toca pensar. Hasta cierto punto es saludable pensar que todo es una gran falsa. Pero solo hasta cierto punto. Aquí, en este punto debemos empezar a apreciar las aguas cada vez más claras, porque hemos contrarrestado tanta contaminación con una fórmula mágica, capaz de depurar toda la podredumbre del entorno. Esta eficaz receta la llamaremos educación. De esta forma aún consigo extraer algún concepto que ayude a comprender el problema que me ocupa. El de la descontaminación, claro está. Pero, por qué sale este nuevo elemento tan avanzada ya esta sonata. Muy sencillo. Porque pienso, con perdón, que esta divagación musical no ha de tener un final conclusivo, sino que ha de quedar como una obra abierta. Schönberg decía que ninguna composición musical estaba definitivamente concluida, que todas eran susceptibles de ser continuadas. De la misma manera, –156–
aunque con más humildad, creo que debo poner el punto final a esta aventura con una duda que espero sea, al menos para el lector, de fácil aclaración. ¿Es la música, como movimiento generador de orden, al humor, como estado de ánimo, lo que la educación a la vida?
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FILOSOFÍA Y HUMOR, LA FILOSOFÍA COMO ACTIVIDAD POCO RECOMENDABLE Por JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ
Morfología del humor..., pág. 159
filósofo muy a su pesar
JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ, licenciado en Filosofía en la Universidad de Sevilla. Profesor de secundaria
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ADVERTENCIA PRELIMINAR
P
ERMÍTANME advertirles, antes de que sigan con la lectura que tienen en sus manos, que este ensayo, si es que se puede llamar así, dirigido a Morfología del humor, las Jornadas de estudio y análisis del humor desde la antropología, la psicología, la filosofía y la cotidianidad, que ya de suyo se nomina con cierta irreverencia, al menos en mi humilde opinión, nace con la sana intención de animar a filosofar o alimentar la filosofía, según dicen algunos ya bastante animada o definitivamente forense, nunca deprimir y convencer del abandono del pensamiento, contradictoria afirmación esta sobre todo en una sociedad donde la teletontería es el pan nuestro de cada día y el fútbol el único dios verdadero junto con el dinero. Pensar en este paisaje después de la batalla más que una heroicidad es un acto de quintacolumnismo, así que no descarten que mientras leen esto o asisten al susodicho congreso, la policía o los bomberos de Ray Bradbury derriben la puerta y traten de apresarlos por desestabilizadores. La filosofía tiene mucho que ver con la diferencia y con sentirse diferente; por una parte el objetivo primordial de todo filósofo es asumir la diferencia en un sistema de pensamiento o lo que es lo mismo, explicar la realidad cambiante con una razón única e inamovible, al menos de momento para él. Luego, claro está, se demuestra que no, que la realidad es capaz de cambiar más rápidamente que evolucionan lo paradigmas filosóficos. No sólo la filosofía asume la diferencia sino que hace que el filósofo se transforme en alguien diferente del resto. El padre –161–
(putativo, dicen las malas lenguas) de la filosofía, el santo patrón Tales, se cayó en el pozo observando las estrellas, con el consabido cachondeo de su esclava que, lejos de ser azotada (al menos eso dicen los mentideros que tratan de arrojar una imagen del filósofo amable, ideal y manipulada), fue objeto de una lección filosófica donde intervenían aceitunas, tinajas y el lucro. Naturalmente la esclava, que sabía en su interior que lo que le correspondía tras reírse de su amo era el castigo público, no logró entender nunca la lección del filósofo y sus comentaros contribuyeron a empeorar la ya peculiar reputación del pensador de Mileto. Ya pueden comprobar que la risa está hermanada con la filosofía desde sus inicios, no sabemos muy bien quien rió el último y mejor, si Tales o la esclava, el caso es que la espontánea e irreflexiva reacción de la segunda tanto como la calculada y especulativa respuesta del primero nos hacen esbozar en nuestros instrumentalizados rostros una sonrisa. Y de eso va esto. Como materia prima para la redacción he usado y abusado de mis experiencias, que a nadie han interesado nunca, en el ámbito de la filosofía y la enseñanza (espero que mis días sean mucho más largos y que este ensayo no constituya más que un ebrio y absurdo arrebato autobiográfico que sólo trate de hacerles reír), las personas que he conocido en estos años de triste imitación de filósofo que creo que soy después de todo (pues ya hay quien en su academicismo sólo reconoce como auténticos filósofos a los “pensadores” que aparecen en los curricula académicos y estudiantiles) y las situaciones que me ha regalado el Hado en mi devenir especulativo, desde mi formación hasta la formación de otros. Naturalmente el texto tiene una fuerte carga subjetiva, lo que hace que su valor epistemológico sea nulo. No sé si para el lector esto es bueno o malo o simplemente una nueva violentación falogocéntrica de otro tipejo que dice ser un intelectual. De cualquier forma no encontrarán aquí una nueva y escandalosa tomadura de pelo del tipo caso Sokal o la mala leche pedagógica del Schopenhauer de –162–
“Los fragmentos para la historia de la filosofía”. Sólo pienso en voz alta, con todo lo absurdo y humorístico que tiene esto cuando se hace delante de un docto parnaso de lectores como ustedes o frente a un atento auditorio de impenitentes seguidores de una zona del conocimiento tan general y exclusiva al mismo tiempo que apenas llenarían un campo de fútbol. Somos profetas que clamamos en un desierto lleno de ciudadanos sordos. Por que en ocasiones lo gracioso también tiene su matiz trágico. Y pienso en voz alta para pasar un buen rato y cumplir sonriendo con dos de los principales mandamientos de la filosofía, pensar y comunicar mis pensamientos. Aquí sólo encontrarán mi valoración sobre lo que hago, con más o menos optimismo y la narración de cómo me sumergí en el turrón filosófico. Gracias de antemano a mis amigos y enemigos. Seguro que tras esta lectura el número de estos últimos aumentará aritméticamente. FILOSOFÍA Y HUMOR La filosofía nace de la carencia. Si recurrimos al mostrenco y reductivo método de las etimologías para definir eso tan poco susceptible de ser definido como la filosofía, vemos que el término “filósofo”, usado inauguralmente por el tal vez nunca existente Pitágoras, o eso promete con los dedos cruzados a la espalda Diógenes Laercio, lo que no es precisamente garantía de seriedad, viene a significar “amante de la filosofía”. Cuenta la leyenda que fue el torero Guerrita al que, en una de esas tertulias míticas que se formaban en el café Gijón, que está en Madrid por supuesto, le fue presentado Don José Ortega y Gasset, de profesión “filósofo”. “¿Qué le parece, maestro? A lo que el egregio matador respondió: “que hay gente pa tó”. Personalmente desde que me dedico a esto de pensar, escribir y compartir lo que se piensa con otros que piensan, he escuchado esta misma anécdota con una larga lista de diferentes toreros. Seguro que ustedes también. De este dialogo a una sola tronera han sido –163–
protagonistas Joselito el Gallo, el Bombita, Manolete, el antes mencionado Guerrita, incluso Belmonte. El filósofo, siempre circunspecto y un poco sorprendido por el quite del torero sea quien fuere, siempre estuvo encarnado por Don José Ortega y Gasset y este no ha cambiado en el anecdotario filosófico que muchos manejan. Yo me inclino por Belmonte, quizás por que este hombre, de gesto serio y a ratos difícil, se rozó con la intelectualidad de su época antes de su trágico desenlace, pero vayan ustedes a saber. La verdad es que Ortega no se esperaba una definición del filósofo tan certera y tan clara en si misma, “en tanto que sí”, diría algún pedante, pero conociendo su retórica inflada, seguro que recibió “a porta gayola” el comentario del maestro lidiador. Los filósofos son gente “pa’ tó”, no solo por que uno se los encuentra en los escenarios mas variopintos o por que protagonizan las acciones más insospechadas. Ser gente “pa’ to” conlleva vivir y ese el punto de partida de cualquier pensador que se precie. Primero es el vivir y luego el filosofar y les animo ambas cosas. Decía el filósofo francés Henri Bergson que cualquiera de ustedes puede llegar a tener una idea aproximada de cómo es París. Mediante un plano pueden conocer cada esquina, cada recoveco, cada calle y cada plaza. Mediante una colección de postales pueden “poner cara” a esa calles y plazas y a los nombres que las adornan. También pueden coleccionar testimonios de aquellos viajeros que han estado en la capital del Sena. Pues bien, si cogen todo este conocimiento y lo asimilan pueden “hacerse una idea” de París; sin embargo nunca sabrán como es París hasta que lo vivan, hasta que lo experimenten. No sabrán lo que es París hasta que pisen sus calles y huelan el aroma de las flores de los Campos Elíseos. Tras la experiencia, tras el hecho de vivir vendrán la reflexión, el pensamiento, si quieren ustedes la filosofía. La cosa prometía en mi juventud cuando la palabra “amantes” y “saber” se entrecruzaban tan inesperadamente; ocurrió que eso de filosofar, y creo que muchos coincidirán –164–
conmigo, nada tenía que ver con perseguir a las chicas a sabiendas o con alguna arcana y esotérica técnica de ligoteo porque cada vez que sacaba el tema de la filosofía con mis amigas, a los pocos minutos me encontraba en la más absoluta de las machadianas soledades. El que ligue gracias a la filosofía que sepa que no es por la filosofía. Y de la definición ¡ni hablamos! Cada vez que durante mis años universitarios (ya lo evito, sí puedo) me enfrentaba a un texto titulado “¿Qué es filosofía?” (v. Heidegger, Ortega, Deleuze) terminaba con una confusión si cabe mayor que la que traía conmigo... aunque la hermenéutica termina por imponerse, pero es agotador penetrar en la oscuridad de un texto incomprensible y alumbrar al final que aquello que dice lo podía haber dicho con otras palabras más simples. En fin, hay mucho posmoderno por ahí dando rienda suelta a su máxima “si no somos complejos, seamos oscuros”. Hasta aquí nada que un lector avispado no sepa desde la escuela secundaria. Pero volvamos a la carencia. Todo lo que necesitas es amor, decían Lennon y McCartney, filósofos a su manera. El amor, decía San Agustín, es “caritas”, es decir, carencia, lo que falta. Es porque no tenemos conocimiento que lo buscamos con cierta desesperación, a veces con cabezonería. Cuando sentimos carencia buscamos saber. Ocurrió también que en mi maltrecha y absurda juventud, cuando sentí la carencia, no era capaz de distinguir muy bien que podía llenar el hueco que nace de la nada del adolecer a los 17 años, el momento de las primeras y jodidas preguntas sin respuestas. El humor es tan carente como la filosofía. Emmanuel Kant, el filósofo con menos sentido del humor del mundo y el más puntual, y el más ordenado, y, dicen, el más avaro, en su obra “Crítica del juicio”, alumbraba con la frialdad del pensador ilustrado pietista que desmonta un tinglado, cargándose el encanto del mundo weberiano, prisioneros de la famosa “jaula de hierro”, que el humor es un sentimiento estético que nace ante la conciencia de percibir una ruptura en la cadena de causalidades. Dicho así nada tiene ni tendrá –165–
nunca gracia, la verdad. Ante una causa dada (por ejemplo un tipo rechoncho y gordote que va a sentarse en una silla), un efecto contingente a ésta (sigue el ejemplo, alguien aparta la silla y nuestro rechoncho protagonista se cae de culo) despierta en nosotros la sonrisa, la sorna, incluso la guasa. Yo no sé a ustedes pero a mí Kant siempre me recordó al inspector Javert, el implacable policía que persigue cual “terminator” ilustrado al bueno de Jan Valjean, personajes ambos de la inmortal obra “Los miserables” del egregio e ínclito Víctor Hugo. El típico individuo cuadriculado hasta los calzoncillos. Baste echar un vistazo al índice de la “Crítica a la Razón Pura”. Imposible perderse... salvo en la lectura para el neófito; aquí tienen ustedes el primer ejemplo de oscuridad posmoderna, para que vean que Adorno y Horkheimer tenían razón en eso de que en la modernidad se encuentran los gérmenes del retroceso en que vivimos y de los males que sufrimos. ¿Qué es la ironía sino una contingencia entre referente y sentido buscada y consciente? Si la contingencia es pura carencia (ya que el ser en su plenitud no es contingente y por lo tanto carente), entonces no hay nada más humorístico que lo filosófico ni nada más filosófico que lo humorístico. Sino fíjense en Sócrates, a base de ironía y sarcasmo con el tribunal decide cumplir con la condena que se le imputa, desechando la evasión y el soborno de sus guardianes, e ingerir finalmente la cicuta que le arrebataría su virtuosa vida. La monda. Y lo más irónico, a todos nos enseñan que eso, desde la coherencia más absoluta, es lo que debemos hacer. Gracias a la providencia, con el paso del tiempo y las lecturas uno aprende que Platón, el que narró este episodio, no se revela como el padre del espíritu democrático y que su propuesta política tiene inquietantes matices totalitarios. Frente al intelectualismo moral de Sócrates se impone el “aquí corrió ante que el aquí lo mataron”. En estos días que tanto se especula burdamente con la figura de Leonardo da Vinci, María Magdalena y la supuesta figura de un Jesús que sobrevivió a la crucifixión dejando tras sí descendencia, no –166–
estaría de más que uno de esos delirantes nuevos escritores de novela pseudohistórica escribiera un “código Sócrates”, donde un especialista en filosofía clásica descubre un manuscrito perdido en un ánfora enterrada junto a un templo perdido en Tracia, que cuenta como la noche antes de la ejecución Sócrates se escapa con Critias y tiene una vida plena en Éfeso, lejos de todo el mundanal ruido ateniense y entregado a la corrupción de los jóvenes. Naturalmente una secta milenarista apocalíptica de profesores de filosofía de inspiración platónica, con la intención de mantener el paradigma socrático y platónico como incuestionable, lo perseguirían con la intención de asesinarlo, a él ya la atractiva traductora de copto que conoce durante la peripecia. Imaginen los documentales en Discovery Channel, “El pasado secreto de Sócrates”. Imaginen las ventas ¡Tiembla, Dan Brown! Conviene recordar a los sesudos académicos, que ya combatiera Santo Tomás de Aquino, que el humor es una poderosa arma crítica que ya se usaba desde la sofística contra el envaramiento dogmático de Platón, pasando por el descaro prematuramente “hippie” del cínico Diógenes de Sínope y su tonel contra la avasalladora koiné helenística de Alejandro Magno, desde el Elogio de la locura de Erasmo de Rótterdam hasta la martilleante aforística nietzscheana. Nunca abandoné mi capacidad de sonreír y de reír, ni en mis años de educación secundaria, ni en la universidad, ni mientras preparé una oposición, incluso cuando me planté por primera vez frente a un aula llena de adolescentes. LA LLAMADA Todo filósofo, antes de serlo, decidió en algún momento cometer el error irreparable de dedicarse al noble arte de la filosofía, el traspié de sentir la llamada, la desafortunada decisión de escoger el camino equivocado, de meter el dedo en el enchufe con corriente. Un día tenebroso y lluvioso, típico del “Sturm und Drang”, que despeinado y agitado nuestro corazón por el rasgar el cielo gris de los –167–
rayos decidimos gritarle al mundo que íbamos a tratar de conocerlo y comprenderlo. Tratar de calmar la sed de saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Esta llamada varía según la edad y el lugar, cada uno ha tenido la suya propia, intransferible, personal, en ocasiones incomunicable y en la mayoría de ocasiones no consiste en ningún arrebato místico ni en el rapto del interesado por un carro con caballos alados que te llevan ante la presencia de la diosa que te muestra las dos vías. Cuando comencé la carrera me encontré con un alto porcentaje de compañeros que comenzaba los estudios de filosofía porque no había sitio en las carreras que ellos tantos deseaban, la inmensa mayoría de estos rebotados desapareció al año siguiente después de catar las delicias ofrecidas por Deleuze, Gehlen, Zubiri, Arellano, Kant o Tarsky. En esos primeros días compartieron aula conmigo periodistas frustrados, sociólogos frustrados, médicos frustrados, enfermeras frustradas, abogados frustrados. Su frustración se disipó en cuanto se alejaron de la facultad. No recuerdo a ninguno que dijese en quinto año, “yo vine aquí porque iba estudiar derecho y al final me quedé”. Si los había que estudiaban dos carreras al mismo tiempo. No sé si eso todavía se hace pero lo que si es seguro es que estos alumnos tienen todo mi respeto por su amplia capacidad de estudio y sufrimiento. No sé si reirán mucho, lo que si comprendo es por que la fiesta dela primavera se pone como se pone. Acto místico o rebote probabilístico, pregunte a su amigo el filósofo de la cola del pan qué le inspiró a seguir esta senda perdida de bosque y su respuesta será distinta, contraria y opuesta a la del otro filósofo que conoce en el bar que visita cotidianamente para aligerar penas. La llamada suele ser una lectura o un profesor o profesora que provocan esta invocación de la selva jacklondiana del filosofaje. En mi caso fue un profesor que tal vez algunos lectores conozcan. En realidad más que un docente era más parecido a Leo Bassi, el performance italiano, permítanme pues omitir su identidad aunque ésta quedará más que patente en sus métodos de enseñanza. –168–
Cierren los ojos, imaginen la situación y déjense llevar momentáneamente. Fue una mañana de enero en un aula de 3º de bachillerato en un centro de provincias de cuyo nombre no quiero acordarme. Se presentó un profesor de filosofía nuevo que, por oscuras razones administrativas no había llegado a tiempo de comenzar el curso académico en septiembre como mandan los cánones. Lo habitual, pues la lechuza de Minerva levanta el vuelo al atardecer. Entró en el aula como un huracán, dando voces, haciendo aspavientos, asestando puñaladas con la mirada, sonriendo de costado con una ironía que se insinuaba insoportable, asediándonos a preguntas sin, entonces, respuestas. “¿Sabe usted qué es un esquizofrénico?¡Dime el nombre de un filósofo vivo! ¿No? ¿Y de un filósofo muerto? ¿Y el existencialismo, sabe usted qué es el existencialismo?” Como nadie era capaz de contestar, petrificados por la curiosidad y la ignorancia, en la pasividad típica del chaval que está a la expectativa de lo que se está desarrollando en clase sin que quiera que le toque, el tipo se plantó en el pasillo, se clavó de rodillas y comenzó a gritar “¡Otra clase de imbéciles no, por favor! ¡Dios, otra clase de imbéciles no!”. La carcajada fue general. Nos reíamos de nosotros mismos, los ignorantes, pero él se reía de nosotros, me consta. En ese momento pensé que si eso era la filosofía, yo quería ser filósofo. Y no era tanto lo que hacía como lo que decía. Años después me encontré con alumnos de este profesor que estaban realmente resentidos con su metodología, la catarsis no tiene por que ser agradable y efectiva por que estos resentidos odiaban la filosofía con todas sus fuerza y, por extensión, a los filósofos, esos extravagantes docentes que están locos. Prefiero al “filósofo-docente-happening” que al “profesor-somnífero”. Yo fui alumno que repetí curso, se ve que me gustaba el ambiente del instituto, y esperé con impaciencia al nuevo profesor de filosofía que nada tenía que ver con el teatro al aire libre y con pintarse la cara con camuflaje. Este nuevo docente nos mostró el lado más academicista de la filosofía y nos aburrió in extremis. A principio –169–
de curso tomó un ejemplo material que abría de extenderse en el espacio y el tiempo de la toda explicación filosófica, se trataba de “la mesa”. Nunca una mesa dio tanto de sí, la mesa, según Tales era todo humedad, según Anaxímenes era aire en su mayoría, según Parménides no era más que una ilusión de los sentidos que quedaba al margen gracias a la acción de la razón. Naturalmente existía una mesa ideal en el mundo de la Ideas de Platón aunque a juicio de Aristóteles la mesa era la perfecta prueba empírica para demostrar el paso de acto a potencia o el producto de la técnica, la mesa era fruto del libre albedrío que explica San Agustín por que, uno puede hacer o no, incluso puede o no pecar sobre una mesa, en fin, la mesa es noúmeno pero nosotros percibimos el mero fenómeno, diría Kant, por lo que nunca conoceremos la “mesa en sí”. Podría seguir pero no quiero dormirles. Naturalmente también he encontrado docentes que nada más ver la clase ha tratado de hacernos llorar. Así ocurrió en mi primer día de facultad. Si de algo sirve la Universidad es para saber que te queda mucho por leer y aprender. El que acuda a una facultad y se queda satisfecho se engaña a sí mismo. Es sólo un trampolín. Pero cuando uno llega novato no espera que le digan lo que nos dijo un taciturno catedrático que aseguraba “que en toda nuestra vida no tendríamos nunca una idea original, que tal vez no publicásemos nunca y que realmente eso de la filosofía no servía para nada, lo práctico es estudiar derecho o medicina, así que no sabía qué hacíamos allí...”. Yo tampoco lo sabía muy bien, estuve a punto de salirme del aula, pero lo pensé más detenidamente. Seguramente era un discurso que poseía un oculto sentido del humor que tendría que esforzarme por descubrir. Tenía que ser eso o tendría que sopesar seriamente la posibilidad de hundirme en mi propia miseria. No había ironía en esa palabras, eso es lo malo. Pero me lo tomé como un desafío. No me iría de allí sin aprender algo y sí él no sabía que hacíamos allí pues era su problema encontrar la respuesta a nuestra presencia por que yo lo tenia claro. –170–
Y sobre lo de tener alguna idea original, bueno, eso estaba por demostrar. Puede que no llegue a ser un filósofo conocido, de esos que publican un par de ensayos al año y los llaman para participar en congresos pero al menos nos encontramos entre Heidegger y la nada. Ignoro si el catedrático que sigue en activo continua motivando así a los alumnos de primer año. Muchos han sido mis docentes y muchas sus estrategias pedagógicas, desde profesores que usaban un micrófono con un pequeño amplificador de bolsillo como los animadores de hotel, hasta profesoras que llevaban a los exámenes relojes de cocina con su “tic-tac” y su alarma incorporada, hasta aquel que nos hizo realizar un autorretrato a todos aquellos que no habíamos pegado una foto a la dichosa fichita de las aulas. En fin, de todo un poco, basta con que examinen sus propias biografías. EL PRIMER LIBRO Pero la llamada también tiene lugar mediante la lectura. Si en estas páginas hay alguna verdad incuestionable es el destino encadenado entre el filósofo y los libros. Tres fueron mis primeras lecturas filosóficas de adolescencia. Claro está que luego tuve que releerlas porque muchas de sus ideas pasaron sobre mi cabeza sin siquiera plantearse entrar en ella. Las dos primeras fueron novelas filosóficas y la tercera fue un ensayo filosófico tan puro y duro que al día de hoy sigo sin poder asimilarlo plenamente. La primera novela fue Por el camino de Swam, primer volumen del ciclo En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Fue una lectura sugerida por el antes mencionado “filósofo-fura-del-baus”que consiguió transportarme. Aquello de la magdalena , el té y esa catarata de la memoria me impresionó sobremanera en una adolescencia donde me cuestionaba mi condición de ser-arrojado-quiensabe-donde. Hoy en día sigue arrebatándome la lectura de Proust, sobre todo tras completar el ciclo de sus volúmenes, y conservo el asombro de aquellos primeros días que me –171–
movieron a la filosofía y lo disfruto de un modo furtivo, como si sospechase que esa sensación pudiera desparecer de un momento a otro. La segunda novela fue La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, por entonces campaba a mis anchas ignorante de los retruécanos verbales de Parménides y Heidegger sobre el ser, también que su autor vivía en el pueblo de al lado, tertuliano habitual en la casa de Juan Diego, el actor. Tal fue la sensación que me despertó este libro que deje de ir a clase todo un trimestre para sumergirme en su lectura compulsivamente. Suspendí todas las asignaturas, claro está. Entonces como no estudiaba nada, aprendía mucho. Esta novela es el mejor ejemplo del círculo hermenéutico del que hablan Heidegger y Gadamer. No sé cuantas veces la habré releído, el caso es que siempre saco algo nuevo que no había visto antes, una interpretación que permanecía escondida. En el fondo estas lecturas para lo único que me han servido es para mantener guardada un poco de mi juventud perdida, no reconocer que me hago viejo y que cada día es más difícil encontrar ese asombro que define al filósofo. Dice Alex de la Iglesia, cineasta licenciado en filosofía por la Universidad de Deusto, que la vida del estudiante de filosofía consiste en leer los libros de algunos tipos que ha tratado e comunicar algo, darles más importancia es tontería. Y llegamos al ensayo. En este caso el libro es el Tao Te Ching de Lao Tsé. El libro me lo regaló amigo que había sido comunista en la clandestinidad de los 70. El ejemplar estaba publicado por una de esas editoriales obreras innominadas. La vida de Lao Tsé me fascinó. Un filósofo legendario del que no había constancia histórica registrada y donde el mito y la realidad se daban la mano. Tardé en saber que eso no eran tan bueno como mi intuición me indicaba, aun así, como le ocurre a los patitos cuando perciben la impronta de su madre, sea quien sea el primer ser vivo que ven, el orientalismo y la mitología se grabaron a fuego en mi mente y tal vez por eso encaminé mi actividad filosófica ha–172–
cia la hermenéutica comparada de los mitos y los símbolos. Durante años he estudiado este texto extraño y fascinante y he leído miles de interpretaciones sobre sus enigmáticos versos, sin embargo el día que más aprendí sobre Lao Tsé fue el día que una alumna china de 4º de la ESO, a la que enseñaba a hablar español en los recreos, me explicó qué significan “Lao Tsé” y “Tao Te Ching”. La alumna me comentó que “Lao Tsé” viene a significar “El maestro” y que “Tao Te Ching” significa “La ética” o “Libro de ética”. La verdad es que se trata de una traducción poco erudita y cotidiana, pero la grandeza está en lo simple. Muchos lectores sabrán que, en lo referente al nombre del filósofo chino, la primera traducción es la más aceptada por el colectivo académico, siendo su nombre de pila el término “Tsé” colocado en segundo lugar, y su “apellido” el primer término “Lao”. Sin embargo sobre la traducción del título de la obra existe diversidad de opiniones. La traducción más aceptada es la de “Libro para adaptarse al camino”, siendo “Tao” el camino, siendo “Te” la adaptación y “Ching” el libro. El problema irremediablemente está en ese “camino”. La metafísica occidental ha mirado continuamente a esta antigua obra, igualable es su complejidad a los Upanisades hindúes. Se ha comparado el “Tao” o camino con el logos o el Ser en el sentido parmenídeo; sin embargo ese día mi alumna china me dio una clave hermenéutica que nunca había probado, hacer una lectura estricta del texto como si fuese un libro de ética. Quien se haya atrevido a probar esas arcanas líneas chinas se dará cuenta que en muchos de sus párrafos o versos hay indicaciones para mejorar las pautas de acción, sin embargo en otros la cosa no está tan clara. No obstante enfrentarse a esa complejidad desde el ámbito de la acción me llevó a la comprensión y explicación de fragmentos que hasta entonces no entendía. La verdad gusta de esconderse, decía Heráclito, y la verdad estaba escondida en la cotidianidad de una niña china que apenas sabía español, trabajaba hasta 12 horas al día en la tienda de veinte duros de un padrastro que no quería que estudiase porque lo veía una –173–
pérdida de tiempo y que tuvo el regalo de señalarme y llamarme “maestro” cuando le pregunté por el significado de los términos “Lao Tsé”. ¡ATLETAS DE LA VIDA! Filósofos peculiares hay y habrá muchos. El mejor piropo que he recibido en todo los días de mi vida fue el siguiente: “cuando me dijiste que eras un filósofo me temí lo peor, ahora veo que eres una persona como otra cualquiera”. Sinceramente me alegré por que junto a la condición de filósofo parece ir anexa la condición de extravagancia, cuando no la de psiquiatra de urgencia. Les cuento un chiste: “Un tío que va por la calle y se encuentra a otro. ¡Qué mala cara traes! –le dice. Y el otro responde: es que me he encontrado con un amigo y le he preguntado cómo estaba... tres horitas me ha tenido de pie”. En nuestra sociedad casi nadie escucha y todos cuentan sus peripecias, vivimos en la sociedad del desahogo y del descargue. Cuando unos amigos quedan es probable que todos cuenten sus problemas y que, en consecuencia, nadie los recuerde luego por que nadie escucha. Durante mis años en la filosofía me han confundido con cura, psiquiatra, psicólogo o gurú de la autoayuda. No sabía que un filósofo se pareciese tanto a Paulo Coelho. El filósofo más peculiar lo conocí mientras trabajaba en televisión. Se trata de Liberto, Liberto Jimeno, que se presentaba como escritor científico, diplomado por el Instituto Valme de Sociología, de la escuela crítica del cinismo que trata de contestar a los filósofos cínicos. Decía que no sería hombre sino se interesase por los problemas económicos. Un tipo extraño y coherente con sus pensamientos que, lejos de ser un pedante, decía lo que pensaba sin querer violentar con sus ideas a nadie. Liberto tiene la misma pinta que esas ilustraciones de la escuela de Atenas, es uno de esos filósofos anónimos que se encuentran en segundo plano, todo presencia e identidad –174–
desconocida. Cuando hablaba su calva despejada se perlaba de gotas de sudor. Miraba iracundo el horizonte y en voz alta exhortaba: “¡Atletas, atletas de la vida, defended vuestras alas, el derecho es la guerra del ser, el derecho es más útil a la sociedad en la medida que somos libres para hacer fluir la razón desde nuestro conciente frente a todo inconsciente, no se trata de andar por la vida reclamando ni tampoco exigiendo, se trata de andar por la vida posibilitando el florecimiento del hombre como ser libre! ¡Atletas, atletas de la vida, defended vuestras alas!” –al mismo tiempo que levantaba el dedo índice derecho como un juez levanta un martillo para poner orden en la sala. Cuando se le preguntó por una solución para acabar con el paro dijo que era necesario “abrir la dinámica de esa propia lucha...¡Guerra técnica-económica, guerra técnico-económica y guerra técnico-económica! ¡Saber defender los negocios, saber defender los negocios y saber defender los negocios!”. Creía tener las claves biogenéticas de la humanidad y que su obra rebosaba amor. En su tarjeta de visita decía ser “Filósofo Liberto, liberador de mercados, por la cultura que ofrecía para obtener un arsenal de datos de cobertura y poder hacer frente a los contingencias hostiles al interés pecuniario de cada negocio”. Ahí queda eso. Si no les parece bastante peculiar recurramos a los clásicos y es ahora cuando les recuerdo la figura de Heráclito, un filósofo que fue un sieso y que dio mala prensa al triste colectivo de los filósofos. Hosco, misógino, elitista y narcisista en extremo, Heráclito de Éfeso era ese yerno que ninguna suegra hubiese querido sentado a la mesa de la cena de Pascua. Hijo de Blisón, nació el año de la 69ª Olimpiada (así contaban los griegos los años) en Éfeso, ciudad situada en la costa noroeste de Turquía. Allí nació una joyita que ya de infante ejercía de niño repelente. En su infancia admitió “no saber nada pero que iba aprendiendo inexorablemente”, sin embargo cuando terminó su formación reconoció “saberlo todo”, siendo autodidacta puro y duro. No iba a necesitar una abuela que lo –175–
alabase ante los dioses. Su única obra, Sobre la naturaleza, de la que se conservan fragmentos poco claros, fue escrita adrede incomprensible para que sólo la entendiesen unos pocos. Esto le costó el mote de “ el oscuro”, no por su tostado tono de piel sino por lo incomprensible y lo enigmático de sus palabras. Carne de cuplé chirigotero. La doctrina filosófica de Heráclito se resume en estas sentencias, “Todo fluye. Todas las cosas provienen del fuego y en él se resuelven, se hacen según el logos, la razón, y en la tensión de contrarios se ordenan. Todo está lleno de almas y demonios”. Ya ven que tiene cancha interpretativa. Sólo les diré que contempla la realidad como un ente en continuo cambio y sólo podemos conocerla gracias al uso del logos o razón. Lo demás todavía hoy en día lo discuten los especialistas. Debido a su carácter misógino y misántropo, elitista y aristocrático, estaba convencido de que la gente apestaba y que todos somos ignorantes que no merecemos oportunidad alguna. Haciendo amigos. Nadie escapaba de la crítica, sino vean la opinión que tenía del padre de la cultura occidental, “Homero es digno de ser echado de los certámenes y ser abofeteado”. Tampoco triunfó con la sutileza que exige la vida política, sobretodo cuando admitía que “todos mis conciudadanos efesios deberían morir y los niños ser expulsados de la ciudad” o “prefiero jugar a los dados que gobernar la república con vosotros”. No era un hombre popular aunque tampoco fomentó lo contrario, preguntado “¿Por qué calláis, Heráclito?” éste respondió “Porque vosotros habláis”. Rehusó la invitación del rey Darío de Persia diciéndole que “no le acomodaba” la vida cortesana que le ofrecía. Chúpate esa. Demetrio en su obra Colombroños asegura que no quiso viajar a Atenas debido a la alta opinión que de sí mismo tenía. Fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas, pero afectado de hidropesía (retención de líquidos) regresó a la ciudad donde preguntó enigmáticamente a los médicos “si podrían de la lluvia –176–
hacer sequía” pero no entendieron su demanda. Finalmente se fue a vivir a un estercolero convencido, si era cubierto de heces de vaca, de que el calor del estiércol le absorbería las humedades. No fue así y murió al día siguiente, ya ven, en la contradicción del convencimiento de que el logos era seco mientras que él estaba hasta las trancas de humores... y estiércol. Aún así no ha sido el filósofo más odiado. Después de todo sus ideas han servido de base para el progreso del hombre y así se ha reconocido. No obstante Sócrates, siempre irónico y elegante en la crítica dijo de su obra que “es necesario de un nadador delio para no ahogarse en ella”. Como para meterse en el agua. Otro ejemplo. El término “cínico” es un vocablo que se usa para designar aquella persona de dudosa posición, que dice digo donde quiso decir diego y además de jacta con sorna de una situación que no resulta cómoda para su interlocutor. Hoy por hoy el cínico es un individuo poco popular. Para qué engañarnos, es el típico tío que camina por la calle pensado que dispone de licencia para pisar el cuello de los demás. Sin embargo los filósofos cínicos son otra cosa. El término “cínico” viene del griego “Cynikós”, que significa “perruno” o las cualidades de la condición de ser perro. Los más académicos dicen que estos filósofos se reunían en el gimnasio de “Cynosarges” o del “perro blanco”. Y como es habitual ustedes se estarán preguntando ¿qué tiene que ver la perrunez con la filosofía? Pues mucho. Es el historiador Carlos García Cual el que ha llamado por su nombre a este nutrido y peculiar conjunto de filósofos griegos que vivieron, en su mayoría, allá por los años en los que Alejandro Magno hacía temblar al mundo. Su nombre, la “Secta del perro”. Fueron, sin lugar a dudas, los primeros “hippies” de la historia. Para que vean que ya está todo inventado. El pensador cínico no llevaba una vida encadenada a las posesiones materiales, al contrario confiaba en lo que da la tierra, no tenía ni poseía objetos, no usaba dinero, –177–
mendigaba el favor de los conciudadanos, criticaba todo estilo de vida que conllevase no disfrutar de los dones que da la naturaleza y que la vida diaria y estresante nos arrebata, tales como un amanecer o un atardecer (espectáculos diarios a los que casi nadie asiste) el olor de las flores y del resto de la naturaleza (encorsetado en un universo de desodorantes y colonias), pasear con tranquilidad y perderse rumbo a ninguna parte (ajenos a esa obsesión tan nuestra de llegar cuanto antes no se sabe bien por qué), en fin, aceptar la vida conforme a la naturaleza, despreciando las normas sociales establecidas con el optimismo y la indiferencia crítica que tienen los perros. Como podemos ver, ir contra lo establecido ha sido casi una constante en la historia de la humanidad y el primer filósofo que adoptó esta posición del modo más llamativo y divertido fue Diógenes de Sínope o el cínico. Este peculiar personaje iba contracorriente en todos los sentidos como lo refleja sus anécdotas cada cual más divertida; jamás tuvo posesión alguna y trató siempre de hacer comprender a los demás de la inutilidad de estar amarrado a los objetos. No tenía casa, vivía de aquí para allá, refugiándose de las inclemencias del tiempo cuando no eran soportables pero, por ejemplo, aprovechando la lluvia para mejorar su higiene personal cuando otros corrían a resguardarse. Solía reflexionar en el interior de un tonel que, dicho sea de paso, nunca consideró de su propiedad, tal es así que cuando el tiempo y la circunstancia lo destruyó, ni se desanimó ni lo lamentó, ahora que tampoco buscó otro. Cuentan los cronistas que disponía de una sencilla toga como única y exclusiva prenda de vestuario; un día al entrar en un baño público la dejó colgada en la entrada, con toda la suciedad y los piojos imaginables. Pues bien, un filósofo rival suyo, Calicles, se la cambió por una rica toga con bordados de oro. Cuando Diógenes salió del baño y no encontró el trozo de trapo que le servía para cubrir su desnudez, ni que decir tiene que se fue desnudo a la calle. También cuentan de que disponía de un cuenco de madera para comer el alimento –178–
que los ciudadanos le daban cuando mendigaba, pero cuando vio como un niño usaba la palma de su mano para beber, decidió tirarlo. No es la anécdota más escatológica, dicen que un día vio a un muchacho masturbarse y comentó “¡Ah, si frotándome el estómago consiguiese aliviar el hambre!” Incluso cuenta la leyenda que Alejandro Magno fue a visitarlo para conocer al famoso filósofo que, en esa ocasión, estaba tomando el sol. “¿qué es lo que quieres, Diógenes?, el hombre más poderoso de la tierra te concederá lo que le pidas”, le dijo Alejandro al filósofo. “Pues apártate que me estás tapando el Sol”. Como pueden ver otro mundo es posible desde la filosofía, incluso hacer ver al más pintado que todos estamos hechos del mismo lodo perruno. LA FILOSOFÍA COMO PROFESIÓN POCO RECOMENDABLE. ¿Nunca han tenido que dar explicaciones por su condición filosófica? Porque como adelantaba en el título del texto, la filosofía es una profesión poco recomendable. Yo tengo que dar explicaciones al menos dos o tres veces al día. Todos el mundo me pregunta por qué ser filósofo, por qué me metí por esa senda escondida, abrupta y llena de malos momentos. Si les dijese que por vocación, algunos de ustedes ya comenzará a pensar que estoy loco. La verdad es que en casa la decisión de estudiar filosofía se tomó de un modo bastante escéptico. Otro capricho descabellado de un adolescente sin rumbo fijo ni norte definido. Con lo rentable que es la fontanería, un oficio con futuro asegurado. Pero ¿Filósofo? ¿Y para qué sirve? ¿Se gana dinero? Quizás de todas de todas las ciencias, por llamar al conocimiento de alguna forma, la filosofía es la ciencia más inútil y la mas perjudicial. Veamos una vez más a los clásicos. Para empezar en la antigüedad no estaba nada claro quién era el padre de la filosofía y sus destinos resultan tan inciertos como el de todos su herederos. Así uno de los padres apócrifos de la filosofía es Orfeo Tracio, de muerte incierta –179–
ya que se duda sobre si fue despedazado por una horda de mujeres o destrozado por un rayo tal y como aseguraba su epitafio. Tales, nuestra mejor opción para el inaugural pensamiento especulativo, formó parte de los siete sabios de Grecia que al parecer eran catorce por que al consultar las listas vemos que el número es demasiado plural. En una primera lista aparecen Tales, Solón, Periandro, Cleobulo, Quilón, Biante y Pitaco. Sin embargo algunos añaden a Anacarsis, Escita, Misón, Queneo, Ferecides, Siro y Epiménides Cretenseo, Pisistrato Tirano. Con el mismo Tales no estaba la cosa tampoco tan clara ya que existieron cinco Tales en la antigüedad dignos de mención. De cualquier forma dejemos a un lado a los apócrifos, contraviniendo la ola que nos invade y recordemos un situación chistosa protagonizada por Tales, antes de narrar su triste final. Entre sus muchas sentencias atribuidas, está esta: “Entre la muerte y la vida no hay diferencia alguna”, a lo que un contertulio añadió: “¿Pues, ¿Por qué no te mueres tú?”, a lo que Tales respondió: “ pues porque no hay diferencia”. Y a eso vamos, al parecer murió mientras asistía como espectador a unos juegos gimnásticos, quizás debido a un golpe de calor y a su avanzada edad. Cuando la multitud se disipó trataron en vano de despertarle. Nadie había reparado en su agonía. No fue el único. Biante, uno de los presuntos siete sabios de Grecia, murió tras el acaloramiento de un pleito que naturalmente ganó. La truculenta muerte de Periandro es digna de referir. Mandó a dos jóvenes que le quitaran la vida durante la noche y que lo enterrasen donde lo encontrasen. Tras estos envió a cuatro sicarios que acabasen con la vida de los dos primeros y finalmente contra estos cuatro envió a un tercer grupo. La verdad es que fue individuo de dudoso calaje moral, acabó con la vida de su esposa mientras estaba en cinta, animado por cuatro amantes que luego quemó vivas. No toda muerte es tan planificada, de esta forma, Anacarsis Escita falleció de un flechazo asestado por su hermano durante una cacería. No sabemos si tras este accidente de caza se escondía alguna secreta discusión filosófica. Tampoco es –180–
el caso de Ferecides del cual se duda si se despeñó por un volcán o si murió comido por los piojos, tal vez no pudo soportar el picor y se tuvo que arrojar al interior de la tierra. Cuenta la leyenda que Pitágoras acudió a verlo por que se encontraba enfermo y a través de una rendija de la puerta, le enseñó un dedo y le dijo “deduce a partir de esto mi estado”. La enfermedad también acabó con Pitágoras que expiró sobre un banal de habas, toda una tragedia para aquel que sostenía que se trataba de un fruto de la tierra impuro. Como comentamos antes el de Heráclito es un caso igualmente trágico desde lo filosófico, que murió de hidropesía ante el convencimiento de que el logos era seco. La falta de popularidad o la depresión parecen constantes en los filósofos antiguos, no hace falta recordar el aprecio que despertaba entre sus conciudadano el “tábano” de Atenas, Sócrates, condenado a beber cicuta; siempre me he preguntado cómo sería la idiosincrasia de ese pueblo griego que tras una condena a muerte tan chapucera conseguía conciliar el sueño la noche siguiente. Jenófanes, padre de la escuela de Elea, tuvo una vida novelesca, fue capturado y vendido como esclavo y fue rescatado por Parmenisco y Orestades en la recompra, su popularidad fue tal murió pobre, viejo y en el más absoluto de los abandonos. Empédocles fue acusado de ser un charlatán y un nigromante; existen seis versiones sobre su muerte, el autoestrangulamiento a los sesenta años, muerto durante el exilio, suicidio por ahorcamiento, atropellado por un carro a la edad de setenta y siete, despeñado en un acantilado y, la más conocida, tras resucitar a una mujer y convencido de su condición divina, se arrojó al interior del volcán Etna, que unos instantes más tarde expulsó sus famosas sandalias de bronce. Se ve que existe una desconocida conexión entre los filósofos y los volcanes. Cualquiera sabe qué ocurriría con un individuo tal que dijo haber hablado con un hombre que había caído de la Luna. Para que vea que Sócrates tenía razón, Anaxágoras también fue juzgado por impiedad y condenado a muerte. Cuando le comunicaron el veredicto dijo.-“¡Desde hace tiempo la –181–
naturaleza ha condenado a muerte a mis enemigos”. ¿Se quedó a esperar su sentencia? ¡No! ¡sobornó a sus carceleros antes de ser leída la sentencia! ¿Le fue bien? En absoluto, hubo un segundo juicio y contó con la defensa del mismísimo Perícles, a pesar de su apasionada defensa, fue condenado al ostracismo; el destino inexorable propició su muerte en el exilio, dicen que humillado por la condena, se dejó morir de hambre en Lampsaco. No sería justo escribir un ensayo sobre el trágico (y en ocasiones cómico) destino de los filósofos sin mencionar a uno que, esta vez sí hay constancia histórica, sonreía muy a menudo. Se trata de risible Demócrito. Viajero incansable, astrónomo, médico y taumaturgo, su conocimiento y su forma de reír eran tan conocidos en Grecia que sus coetáneos lo apodaron “el guasón” o “la sabiduría”. Tan desmesurada era su carcajada que los envarados académicos de la época lo llamaban a sus espaladas “el idiota”. Dicen que el objeto de sus chanzas solía ser Anaxágoras que, cansado de tanto chiste le negó la entrada en la escuela de Atenas que éste había fundado. Dice que tenía u poder de deducción que rayaba lo paranormal, por ejemplo decía: -“esta leche que bebo ha sido ordeñada de una cabra negra, nacida del primer parto”, ¡Y así era! Cuentan que también un día saludó a una amiga de Hipócrates diciéndole: “¡Buenos días, muchacha!”. A la mañana siguiente le dijo: “¡Buenos días, mujer!”, y en efecto esa noche había perdido la virginidad (no sabemos si a manos de Hipócrates). Tomen nota de uno de sus consejos médico para la impotencia masculina: “restregar la verga con pimienta verde molida, miel y leche de cabra y así obtendréis una erección a voluntad” (y la viagra sin inventar). Cuenta Tertuliano que, ante su decrepitud física, se cegó para siempre contemplando el sol en un escudo plateado, y no tener que soportar la visión de la belleza femenina (se ve que la pimienta, la leche y la miel ya no surtían efecto). Finalmente, y cansado de vivir, fue reduciendo paulatinamente su ración de comida y murió de hambre. Los grandes satanizados de la filosofía socrática son, sin –182–
duda, los sofistas. Hay quien ha dicho que se merecían todo aquello que les pasase tras su enfrentamiento con San Sócrates. Pues contentos estarán los que conozcan la peripecia de Protágoras. Paradójicamente sufrió la condena de impiedad, debido a su agnosticismo, y fue condenado a muerte, pero como no quería seguir el ejemplo de Sócrates, huyó por mar perseguido por un trirreme ateniense, naufragó y murió ahogado cerca de Sicilia. No es el caso de Gorgias, que murió a los ciento un años, ¡también de inanición provocada. El no ya tan joven Platón fue vendido como esclavo cuando trata de poner en práctica uno de sus descabellados proyectos políticos, al parecer su amigo Dión lo compró y le salvó la vida y la reputación. La historia de la filosofía está llena de cazas de brujas y sin sabores para los filósofos. Dejando atrás la antigüedad vemos por ejemplo que los gnósticos, en un pronto de popularidad, terminaron por enterrar sus escritos casi dos mil años, San Agustín murió amargado por lo aldabonazos que daban los bárbaros a la puerta de su ciudad, no hace falta recordar la tragedia que se dio entre Abelardo y Eloisa, tampoco hace falta recordar lo popular que era Guillermo de Ockham y el resto de nominalistas. Copérnico tuvo que disfrutar de su pensamiento revolucionario en silencio ¡Qué decir de Giordano Bruno! Y olisqueando la pira, Galileo, que al final tuvo que genuflexionar ante la autoridad eclesial. El aristotelismo vendería caro su pellejo. Incluso la enseñanza, ya lo demostraremos más tarde, es mala para la salud, sino que se lo pregunten a Descartes, muerto por pulmonía por las clases que tenía que darle a la Reina María Cristina de Suecia en plena madrugada. Leibniz, querido sobre todo por amargar la victoria infinitesimal de Newton en querellas de derecho de autor, murió en el más absoluto de los abandonos, nadie fue a su entierro. Spinoza fue un desarraigado toda la vida, rechazado por unos y por otros. Rousseau, paranoico enfermo mental, víctima de sus propios pensamientos, ¿Qué me dicen de Sade? Sin comentarios. Kant, un triste y hosco paseante que odiaba al mundo, –183–
suspiraba por su condición de relojero frustrado. Nietzsche, muerto por el sentimiento atronador del superhombre que llega o una sífilis mal curada (nunca se sabe), cualquier forma víctima del flaco favor de su puñetera hermana que cobraba entradas para que lo vieran postrado y vegetando y por mutilar sus texto para la gloria del III Reich. ¿No fue un indeseable Malthus? Muchos economistas de la actualidad lo siguen a pies juntillas. Russell acusado de polígamo y de tener una dudosa moral al mismo tiempo que los frankfurtianos cogían todos el tren rumbo a cualquier lugar fuera de su crematoria Alemania, y Benjamin perseguido hasta quedar exhausto no encuentra otra salida que descerrajarse un disparo en la cabeza. Sartre muere en una decrepitud existencial tal que no para de beber y de recibir jóvenes amantes y doña Simone de Beauvoire se pone a escribir un libro para contarlo, toda una celebración del adiós ¿Quién no ha pensado que Freud, el padre del psicoanálisis no es más que un enfermo después de lo que cuenta del complejo de Edipo y de Electra? Wilhelm Reich murió apuñalado en la cárcel de San Quintín, Teilhard de Chardin excomulgado, Unamuno muerto en el exilio y menos mal por que si el pobre, tras vivir el desastre, vive la guerra civil... Heidegger ya saben ustedes, en extremo germanófilo, me pregunto que si la condición filosófica otorga cierta bondad, por qué no defendió a Husserl y se hubiera marchado al exilio quitándose de la solapa la esvástica. Si esto es así, virgencita que me quede como estoy. Y todo por unas ideas y una coherencia. EN LAS FRONTERA EDUCATIVA. Pocas son las salidas laborales, cada vez menos, a las que el filósofo puede optar. La enseñanza es la más recurrente, aunque al paso con que están acribillando a las humanidades, los filósofos terminaremos en las esquinas, sobre un cajón de madera, enarbolando un discurso a los viandantes que hacen oídos sordos. Además el filósofo también es –184–
percibido con incomodidad y sospecha en una sociedad cada vez más idiotizada, donde lo contemplativo no es un valor en alza, somos individuos inquietantes, que provocamos recelos, sembramos la duda, cuando no te confunde con un cura o un psicólogo. Cuantas veces tendré que decirle a los amigos que no soy un aljibe de lágrimas, problemas y neuras, “pero tú eres un filósofo, estás acostumbrado a escuchar”. Ojalá no tuviese orejas. Las salidas laborales de un filósofo son realmente limitadas, lo que hace que nos preguntemos de qué vivían los clásicos. Cuando miramos en retrospectiva las distintas biografías de los pensadores de la historia de la filosofía vemos que o el sablazo al mecenas de turno o la enseñanza son las principales actividades desplegadas. Además de los pensadores aristócratas con esclavos a su servicio resulta demasiado increíble que figuras como Sócrates o Platón no sacasen partido crematístico a su conocimiento y sus capacidades filosóficas, a pesar de sus continuas acusaciones contra la sofística asalariada. De la aclamada Academia algo se sacaría en claro. En la actualidad las posibilidades no han variado demasiado. Salvo que el filósofo se dedique profesionalmente al ensayo o la novela, lo que ya sería un logro de dimensiones épicas en una sociedad donde la falta de cultura es un valor reivindicado por la masa, la educación es la única salida. Dos son los ámbitos genéricos, la enseñanza secundaria y la universidad. Las aspiraciones universitarias son tan limitadas como utópicas, básicamente el becario se mantiene a la espera de un puesto docente que tiene una categoría casi vitalicia y toda beca es limitada en el tiempo y el espacio. La educación secundaria es casi una locura. En la mayoría de ocasiones hay que defender la filosofía ante los alumnos y el resto del profesorado. Los docentes no filósofos piensan que los filósofos no tiene nada que enseñar o en el mejor de los casos dan asignaturas flojas de contenido, esta opinión se contagia como el resfriado. Tomen por ejemplo una signatura tan necesaria como la ética en el último año –185–
de la educación secundaria obligatoria, lo primero que dicen los alumnos es “no iremos a hacer un examen ¿verdad?”. Aunque no soy muy partidario de los exámenes, estos son necesarios por varias razones, en primer lugar por que sin una prueba objetiva que bareme el conocimiento del alumno y si se propone n trabajo como alternativa, los alumnos son muy hábiles fusilando trabajos de internet. Casi ningún alumno lee los libros que se proponen y en clase desprecian abiertamente los contenidos de las asignaturas amparándose en la promoción automática que tanto daño ha hecho en las dinámicas escolares. Durante años se han ido facturando generaciones de analfabetos funcionales desde las escuelas y los institutos. Este horror instrumental que ha sido denunciado por muchos filósofos en los claustros de profesores ha sido tomado con el cinismo del que ve en el filósofo a un alarmista inoportuno. El panorama no mejora en el bachillerato. En el primer curso los alumnos se ríen del profesor abiertamente ya que están dispuestos a pasar parte de su juventud repitiendo curso, en el segundo año están tan agobiados que engullen los contenidos sin meditar sobre su significados y retienen conceptos como: Tales, el del agua o Marx, el comunista. La enseñanza de la filosofía, como de cualquier otra disciplina, puede ser peligrosa. El piropo más trabajado y conseguido que he recibido de un alumno es “todos los filósofos sois unos malparidos”. Como ustedes comprenderán tuve que acompañar al angelito al despacho de jefatura de estudios para que reconsiderase el significado de tan nobles palabras. Durante mis guardias de recreo que quitado de las manos de los alumnos palos, piedras, tenedores incluso algún cuchillo que, tras cortar el pan para el bocadillo era usado como material de prácticas de esgrimas. Fue en un instituto de una provincia fronteriza donde el hijo de un conocido camello local, al iniciar un examen de ética, colocó una navaja sobre el pupitre, y mientras, divertido, observaba mi reacción, me dijo que reconsiderase mi opción de suspenderlo. Sospecho que era el mismo que asediaba los coches del parking del –186–
profesorado, destrozando espejos retrovisores (sin atisbo de superstición) y pinchando ruedas. Es para pensarlo. Sin embargo esta resistencia al conocimiento tan neta no es nada comparada con la resistencia mental. Aún recuerdo divertido el día que un orientador de centro, psicólogo, benditos sean, me llamó a su despacho para recriminarme que mi explicación del mundo de las ideas estaba traumatizando a una alumna y no era tanto mi forma de explicar (ya me estaba preocupando) como su contenido. “¿Cómo podía Platón pensar una cosa así? ¿De qué iba ese tío? Es un argumento intragable”. Hasta ahí habíamos llegado. “¿Y la psicología orientativa y terapéutica, querido amigo? ¿Quién les autoriza a meter baza en la mete del hombre? ¿El conductismo? ¿La teoría psicoanalítica?, sepa usted que Walden 2 de Skinner es una obra muy cercana al fascismo y que si usted comparte algunos de los conceptos de Freud o cualquiera de sus seguidores le diré que estaban seriamente influidos por los materialistas dialécticos y los evolucionistas, por lo que su modo de análisis ha apoyado y fomentado el colonialismo, el imperialismo y una visión antropológica etnocéntrica. ¿Cómo puede usted dedicarse a orientar y a coartar el libre albedrío?”. Donde las dan las toman. Y aquí es donde surge el tópico. Puede que tras lo contado muchos piensen que la filosofía arrastra tras sí una maldición como la del faraón Tut-hamkamón, pero no. No cambiaría la filosofía por nada y muchas han sido las sonrisas que han acontecido a mi asombro filosófico. Y tal vez sea mejor, a pesar de que en ocasiones uno se torne pesimista. Si me tiene que pillar el fin, que sea riendo.
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APROXIMACIONES A UNA NOCIÓN DEL HUMOR COMO ESTRATEGIA DE SOSTENIBILIDAD
Morfología del humor..., pág. 189
Por MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ
MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ, arquitecto por la ETSA de Sevilla
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S
SINOPSIS
I la naturaleza es, como dicen, sabia, el humor entonces presenta un fin». Una reivindicación del humor como fundamento de la supervivencia del ser humano, que sirvió en el pasado, sirve en el presente y servirá en el futuro hacia un tema tan candente y tan necesario como es la sostenibilidad. A través de distintas concepciones culturales y de las diversas formulaciones del humor, obtener nociones acerca de lo que éste supone para la vida del ser humano y para su relación con un entorno del cual procede, depende y debe proteger, hasta concluir que parte de la fracción del éxito del hombre como especie, descansa en esta cualidad que le ha permitido mantenerse flexible e inédito ante los constantes vaivenes de la incertidumbre y del devenir, puesto que como se termina “el humor es, ante todo, herramienta del desequilibrio”. APROXIMACIONES A UNA NOCIÓN DEL HUMOR COMO ESTRATEGIA DE SOSTENIBILIDAD. Si la naturaleza es, como dicen, sabia, el humor entonces presenta un fin. Como parte integrante de la socialidad de los seres humanos facilita las relaciones, como función corporal es expresión de alegría, tonifica los músculos y alivia las tensiones producidas en el día a día. Incluso lo encontramos cual alternativa medicinal si somos fervientes de la risoterapia. Podemos decir entonces que el humor, la risa, es beneficiosa, sin embargo no dejamos de concebirla como un maravilloso añadido resultado del algo, objeto secundario, que alegra la existencia, sí, no obstante prescindible. –191–
Y a pesar de ello nos es especial porque nos distingue, porque nos es única, patrimonio exclusivo del ser humano, tanto que en algunas culturas indígenas americanas no se considera al recién nacido una persona, un miembro pleno de la sociedad, hasta que no esboza la primera sonrisa. Para estas culturas la respuesta está clara, reímos porque tenemos alma, el humor es patrimonio diferenciador del animal divino, y la divinidad es misterio, por lo que el humor es misterio. Apartándonos del camino de la cuestión sin respuesta la pregunta es si el humor además de diferenciarnos podría detentar la función de componente fundamental de nuestra supervivencia, de nuestra sostenibilidad en un entorno que muchas veces nos es ajeno. El humor como sentimiento que configura, o como opción vital: amar, odiar, crear, destruir, replegarse, luchar,... reír. A menudo identificamos la risa como proyección de la alegría que nos desborda en una determinada situación, al amar, al crear algo, al afrontar con éxito una situación; la risa como un posible resultado de amar con intensidad, crear con intensidad, luchar con intensidad,... Y si la risa hace que nos sintamos bien desearíamos continuar esa situación que la produce siempre. No obstante no es conveniente amar eternamente, ciega la vista, ni alargar un momento creativo hasta el infinito, agota el entendimiento, ni luchar indefinidamente, abona la crispación. Recordamos la imagen del Buda que sonríe, Siddharta no elige vivir con intensidad sino adoptar la vía del medio, eliminar el deseo como fuente de sufrimiento. Y sin embargo sonríe, esto es, el humor de repente se independiza de la necesidad de la intensidad. No es necesario amar con intensidad para reír, y de igual modo, porque también reímos como consecuencia de odiar, destruir o replegarnos, no es imprescindible sufrir para reír. Si el sufrimiento es consecuencia del deseo, su opuesto, la alegría, la risa, no depende de él. Obviando al deseo podríamos integrar todos los sentimientos en una línea única y definida alcanzando un punto medio para todos del tal modo que sea imposible distinguir entre origen, trayecto y destino, y seguir manteniendo el humor intachable. –192–
El humor por tanto puede ser entendido como respuesta, alternativa y opuesto a una noción del deseo, al menos independiente de él. Al fin y al cabo el deseo parece proceder de una necesidad externa, de un estímulo inducido, de una abducción del individuo. Pero en la falta de la creencia, porque al fin y al cabo el hombre no es un sujeto puramente pasivo, de que el deseo surja exclusivamente de un estímulo externo, recuperamos la idea deleuziana de que éste surja por la propia idiosincrasia del sujeto humano; esto es, deseamos porque somos, porque después de todo el deseo nos es natural, al menos tan natural como el humor, de tal modo que podríamos pensar que podemos pasarnos la vida amando u odiando; y sin embargo intuimos que esto no puede ser así. Todo sentimiento y acción debe abrirse al resto para no degenerar en un ente obsesionado incapaz de cualquier relación con el entorno. Al final llegamos a otra posible vía del medio: la de agotar todo sentimiento con intensidad conformando ciclos de amor-odio, creación-destrucción, lucha-repliegue, alegría-tristeza, humor... bucles en el tiempo y en el espacio que nos hacen retornar a un origen que a la vez es punto de destino. Dice una antigua creencia china que a los espíritus malignos sólo les gusta moverse en línea recta, de este modo se comprende que los tejados de las casas chinas sean curvos, o que los puentes adopten trazados zigzagueantes en planta o en sección, para evitar que estos penetren en los hogares o en las ciudades. La línea recta conforma la distancia más corta entre dos puntos, es más rápida, más directa, se tarda menos tiempo, resulta más eficaz, así como cualquier punto en su trazado es indistinguible del resto. Sin embargo errar resulta más humano, caminar dando tumbos, creando bucles y nodos en el trayecto, puntos de concurrencia, puntos de singularidad, puntos de relación con la naturaleza circundante,... en definitiva errar, pero llenando de contenido el camino. Al final el espíritu maligno no es maligno porque camine en línea recta sino porque muestra una total indiferencia hacia lo que le rodea, indiferencia que se perfila hacia la completa –193–
apatía de dicho espíritu, una apatía que arrastra a lo que toca hacia el caos, la tristeza y la autodestrucción. El espíritu maligno no es maligno porque tome el camino corto, sino porque se insolidariza con el entorno, no es capaz de tomar un desvío para ayudar a un congénere o para regar a una planta, o tomarse el tiempo necesario para disfrutar de una taza de té, para admirar un paisaje, o para disfrutar de la compañía de un semejante. El espíritu maligno no es maligno porque camine con rectitud, la línea recta sería coherente si tuviésemos la paciencia de detenernos ante un obstáculo hasta que éste desaparezca por si solo, sino porque no tiene en cuenta el tiempo y el espacio que se ha necesitado para conformar ese obstáculo, el espíritu maligno simplemente avanza, arrasa, como un elefante en una cristalería. Finalmente la malignidad desde este punto de vista de comprensión de la filosofía oriental consistiría en la determinación del tiempo y del espacio, la violencia de un proceso que tiene predefinidas tanto la distancia entre origen y final del proceso como tiempo de duración del proceso sin atender a las necesidades de un medio que late a su alrededor. Esto es, frente a la línea recta la filosofía oriental propone el andar sinuoso, el hombre como componente de la naturaleza, desde lo global conformamos lo local con el eterno mutar como única certeza, inmerso en un campo de dualidades, el ying y el yang, porque no sólo reímos también lloramos, de tal modo que la risa es entendida como un feliz encuentro tras una curva del camino, la maravillosa posibilidad que surge como proyección de una emocionalidad sinuosa. En cambio, occidente parte desde la posición del observador, en un entendimiento de la concepción griega de la piedad: que aquello llegue a ser lo que tenga potencia de ser; no obstante entendimiento sesgado y antropocentrizado. Al contrario que oriente que supone lo maligno en toda trasgresión del eterno mutar, occidente lo percibe en aquello que amenace con menoscabar la potencialidad del individuo. Es un paradigma totalmente opuesto, conformar lo global desde lo local, la potencia del individuo como –194–
punto de partida y base de la transformación del mundo, la naturaleza puesta al servicio del hombre. De este modo se comprende que se opte por la línea recta en vez del camino sinuoso y que lo maligno no sea un hecho objetivo sino subjetivo. El sujeto, en pos de una determinación del tiempo y del espacio, gestiona los medios, los instrumentos y los recursos necesarios que le permitan llegar al objetivo propuesto por su individualidad. Y todo lo demás es rechazado por superfluo. Llega un momento en que incluso el cuerpo, origen de debilidad y de degradación, es rechazado, se imponen como virtudes cualidades morales como la sabiduría, la templanza, la fortaleza y la justicia, y como defectos todas aquellas funciones que nos son naturales, factores del deseo, que descansan en el bajo vientre. Dentro de esta subjetividad los sentimientos entran en la cuestión con intermitencia, unas veces son denigrados, otras son asimilados puesto que su intermediación permite determinar en un primer instante la dirección a la que debe encaminarse la potencialidad, no obstante una vez hecho esto son apartados en pos del objetivo. Y el humor,... si el amor o el odio permiten vislumbrar caminos, el humor es un accidente, no hay nada lógico en el humor, nada que permita a continuación determinar el siguiente paso a dar, reír forma parte del bajo vientre, todavía peor, surge como el producto de un absurdo, lo jocoso, de un hecho inesperado, fuera de control y por tanto vilipendiado, que se sale de la lógica del camino recto. En definitiva, retomando, por un lado tenemos el humor como proyección de una emocionalidad sinuosa, por el otro como producto de un absurdo. Sin embargo no más que nociones anticuadas y que no responden a la verdadera realidad. Ni las sociedades orientales llegan al extremo de dejarse llevar por el eterno fluir, ni las occidentales de forzar denodadamente la realidad a sus requerimientos. Existe un elemento de incertidumbre, una realidad inmanente desconocida que ha conllevado que en numerosas ocasiones tanto el andar sinuoso como la línea recta entren en crisis, –195–
a lo que el humor curiosamente ha salido reforzado. Al fin y al cabo es patrimonio constituyente del tal modo que se percibe e intuye que no es únicamente una simple proyección, y que detenta algo más que ser consecuencia de una reacción ante un absurdo. No olvidemos una cuestión, el humor no ostenta la exclusividad de las exclusividades del hombre. La facultad de canalizar objetos y usos para esos objetos es, para muchos estudiosos, lo que verdaderamente nos caracteriza respecto del resto de los seres vivos. Adquirir conciencia sobre los objetos del mundo, adquirir conciencia sobre el propio mundo, finalmente adquirir conciencia sobre nosotros mismos, sobre un ser, el sujeto propio individuo que se ve inmerso en una naturaleza que le amenaza y, si aceptamos la definición de hombre de Ortega y Gasset, le acaba siendo ajena, por lo que el hombre pasa a ser un extrañado del medio que le vio nacer; o, si preferimos la noción de Heiddeger, le sigue resultando propia y madre, y como enraizado busca el medio de saberse y realizarse diferente sin separarse de un entorno del cual depende. En cualquier caso, ya sea como extrañado o enraizado en la naturaleza tal cambio fundamental no puede entenderse sin compañeros en el tránsito. En algún momento el hecho de adquirir conciencia de sí mismo, del entorno, de sí mismo inmerso en el entorno, de la realidad del entorno, de las aposturas de la propia naturaleza que le constituye, significaría que llegado un nivel el hombre podría extrapolarse a todo esto para comprender la futilidad de todo acto ante la muerte como única certeza. Hemos hablado de los griegos, de la piedad en su concepción original tal como estos la entendían, podemos hablar de su concepto de la esperanza, o del deseo. El mito de la “Caja de Pandora” por ejemplo, cuando se abrió la caja y todos los males acometieron a los seres humanos, cuando estos no vieron otra posible postura que morir para dejar de sufrir de la caja surgió la esperanza que les insufló ánimos para soportar todas las contrariedades por duras que fuesen. La esperanza de un mañana mejor ¿o más bien el deseo de –196–
esperar a un mañana mejor? El deseo como constitutivo del ser humano, de algún modo como componente que acogió para compensar la mengua del instinto ¿Y el humor? ¿Sería el humor otro compañero acogido durante el tránsito desde la pérdida del instinto a la conciencia de sí mismo? Hemos hablado del humor como independiente del deseo, como proyección de una emocionalidad sinuosa o como producto de un absurdo. No hemos hablado del humor desde sus distintas formulaciones: la ironía, el sarcasmo, la sátira, el chiste, el escarnio, la fanfarronada,... la felicidad. La primera acepción de la palabra felicidad en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española indica que ésta es “el estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien” ¿de un bien que se ha deseado? La risa entonces cuando se produce a causa de la felicidad no es independiente del deseo, o más bien es un apoyo del deseo, porque si el deseo también puede desembocar en sufrimiento y tan terrible es esta realidad que precisamente necesitamos del deseo para afrontarla, el estado de felicidad, la risa proveniente del estado de felicidad, sirve para afirmarnos en el objeto del deseo, más bien para reafirmarnos que no todo es necesariamente fútil ¿Es entonces la risa –si atendemos desde un punto de vista nihilista– un engaño? ¿Un opiáceo? Si la ironía es una figura retórica que da a entender lo contrario de lo que se dice, el deseo y el humor “no” son funciones de un organismo formulado para entablar relaciones con el entorno, y de este modo llegamos de paso al sarcasmo. La crueldad con que acomete el sarcasmo contra algo, la ofensa que supone contra la vida de otro, la esencia de otro, el deseo de otro,... un humor mordaz que se ríe de la existencia misma o del proceder mismo en la existencia de otro ¿es expresión de un deseo de dañar? Y este deseo ¿provendrá de una necesidad intrínseca del individuo o de una instancia externa? Lo que sí es que este deseo parece ir más allá de lo que la mera necesidad instintiva requiere, dañar el deseo de alguien o la potencia de algo, comportarse como un extraño ante ese alguien o algo; de nuevo estamos ante el hombre –197–
como extrañado de Ortega y Gasset, que canaliza objetos y usos en pos de objetivos que van más allá de la necesidad inmediata; esto es, la línea recta del paradigma occidental de satisfacción de la potencia individual, una línea recta que gestiona medios y procesos, la tecnología como un interfaz que le permite llegar a los objetivos del buen vivir sobrepasando las necesidades primarias. Ante esta perspectiva es normal que se rechace al cuerpo como fuente de posibles errores, y es normal que la naturaleza, más que actor de una experiencia común, se vea como escenario de una experiencia propia del sujeto, o incluso teniendo a veces que expulsarla pues sus designios nos son contrarios. Un camino en definitiva restrictivo, y arbitrario en parte, pues procede de la subjetividad del individuo, de tal modo que no es de extrañar que una frase irónica, tratando del procedimiento de la línea recta, exprese en realidad la posibilidad de una vía contraria a la elegida. Nueva perspectiva ésta. Podría aun ser que occidente rechace al humor no porque sea el producto de un absurdo, sino porque ridiculiza lo subjetivamente necesario de la línea recta. Como la sátira de costumbres, tan tradicionalmente temida, buen ejemplo tenemos en el “Elogio de la Locura” de Erasmo, que se ríe de las vanas glorias autonombradas de las distintas naciones. Y no obstante, el fenómeno contrario, la fanfarronada, también adquiere rasgos de humor cuando ésta es exagerada y llega a resultar jocosa. Hay por tanto una contradicción aparentemente intrínseca, decimos de la risa en la felicidad que afirma el deseo, en la ironía que ridiculiza las imposturas, de la sátira que se burla de las imágenes autonombradas en pos de esa impostura, de la fanfarronada que precisamente apoya esas imágenes. Y del sarcasmo, que es la expresión de un deseo de dañar hasta llegar incluso al escarnio o a la difamación; no obstante ¿con qué intención? Si la fanfarronada afirma una cualidad que se quiere hacer inherente sobre uno mismo o sobre el grupo social o étnico al que se pertenece, del escarnio, razón de sentido común es entender que se realiza –198–
sobre una cualidad o una forma de actuar del otro que uno no posee o no realiza en el presente. Si esto es así estaríamos hablando de una noción del humor como diferenciador, como afirmador de la diferencia a través de la exageración de una cualidad tras el límite del absurdo. De nuevo el absurdo: reacciones inesperadas que resultan jocosas, indumentarias ridículas, formas de actuar que se salen de una regla consabida, ordenación de la información de una manera diferente a la normal haciendo lo cotidiano absurdo, o lectura desenfadada de tabúes no obstante aceptados, como el humor escatológico o aquel referente a lo sexual. De nuevo una rotura de la línea recta, pero esta vez mediante un traer a colación de costumbres y posibilidades novedosas, porque tiene que ser espontáneo e inesperado para producir la risa, el fin del chiste o del monólogo humorístico al fin y al cabo es sorprender al interlocutor, aunque sea a base de obviedades. Estamos parece pues, ante un paradigma, el del humor que tanto niega como llega a confirmar los devenires de una línea recta. Estamos pues, parece, ante un paradigma más relacionado con el andar sinuoso, con el eterno mutar. No obstante el campo del humor tanto comprende la espontaneidad como lo imperecedero, tanto la diferenciación como la ridiculización de las vanas glorificaciones nacionales o sociales. Esto es, tanto apoya el eterno mutar como la búsqueda de una situación estable. Se ha mencionado anteriormente la posibilidad del humor como un engaño, un opiáceo; es posible en tanto que en los últimos tiempos se ha llegado a la conclusión de que el cerebro no se limita a mostrarnos la realidad tal como es, sino que nos la deforma en tal modo como estrategia de supervivencia. Esto es, volvemos al mito de la “Caja de Pandora”, a lo largo de los siglos se han acogido dos interpretaciones; la primera: “y menos mal que al final salió la esperanza porque sino los hombres se habrían suicidado”; y la segunda, que no obstante es la original: “y al final salió el peor de todos los males, la esperanza, que hizo que el sufrimiento mellara –199–
sobre los hombres engañados en la posibilidad de un mañana mejor”. Cual sea la interpretación que prefiramos dependerá de cómo veamos el vaso, medio lleno o medio vacío, o de cómo detentemos el humor, si como opiáceo o como fundamento de la supervivencia. No nos engañemos, ninguno de los seres vivos de este planeta se deja arrastrar por el eterno mutar, cada cual lo que pretende o lo que el instinto indica es someter el entorno a sus requerimientos siendo la competencia exacerbada lo que nos ha dado la apariencia de que la única certidumbre es el cambio, cuando lo que en realidad debe acoger esta posición es el “desequilibrio”, siendo el cambio, la mutación, reacciones necesarias ante la competencia. De este modo se comprende por qué la línea recta tampoco es un paradigma loable, puesto que aquello que nos sirve hoy, las reacciones del entorno propondrán como obsoleto mañana. Y el humor, ante este modo de comprender la realidad en el desequilibrio y la competencia, confirma actuaciones de éxito en la felicidad, propone absurdas y arbitrarias determinadas posiciones aceptadas acríticamente en la ironía y en la sátira, acentúa diferencias entre personas y grupos sociales mediante la fanfarronada, el sarcasmo o el escarnio, y propone nuevas soluciones que aunque hoy sean inviables albergando motivo de chiste o de broma, en el futuro pueden ser reglas y conformar protocolos de actuación. Finalmente, el objeto del humor como instrumento de supervivencia es la producción de ambigüedad, en pos de una multitudinariedad de identidades y posibilidades, no hacia la confusión, sino hacia la flexibilidad. Sin embargo, entender que la única certidumbre es el desequilibrio perpetuo, incita a discurrir y debatir acerca de la supervivencia, y de la situación a alcanzar en la que los medios y gobiernos actuales teorizan para su consecución: esto es, la sostenibilidad, el desarrollo sostenible. Ahora bien ¿Por qué desequilibrio perpetuo? Entramos en una contradicción con lo dicho anteriormente puesto que si hablamos de desequilibrio hablamos también de cambio, ya que los cambios producen desequilibrio y viceversa, tan–200–
to es cierto lo uno como lo otro. No obstante transformar el paradigma de cambio permanente a desequilibrio perpetuo acentúa el sarcasmo, en tanto que la única posibilidad que los gobiernos y medios contemporáneos intuyen para la supervivencia es la sostenibilidad. Fíjense en el informe Brundtland1: “el desarrollo sostenible consiste en solventar las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras de desarrollar las suyas”. Lo cual llevado a sus máximas consecuencias indica que ninguna sociedad ni humana ni animal ha logrado un desarrollo sostenible en la historia puesto que no se ha conseguido nunca solventar completamente las necesidades que se exigían en cada momento; esto es observable en la misma definición de desequilibrio y de cambio. Entonces ¿quiere decir que nunca podremos llegar a una situación de sostenibilidad? No necesariamente. Si algo ha conseguido el humor es llevar la ambigüedad a las definiciones de las cosas y de los procesos; mediante metáforas, una palabra acoge connotaciones que no le eran propias antes. Si algo puede conseguir el humor es levantar y poner en duda las imposiciones férreas aceptadas acríticamente sobre las tendencias de actuación para llegar a un hipotético desarrollo sostenible; como la imposibilidad de llevar a cabo el concepto que de él se hace en el informe Brundtland. Si de algún modo va a funcionar el humor, será, de manera espontánea, a transformar el concepto de sostenibilidad de situación estable a disolución de componentes y de lógicas que rigidizan e imposibilitan la afirmación del desequilibrio; como la arbitrariedad de ciertas tendencias de consumo. De tal manera que, finalmente, la sostenibilidad, con el humor como estrategia y fundamento de su esencia, contendrá un matiz irónico que cuando se hable de sostenibilidad en verdad signifique ambigüedad y disolución. 1 Informe de la “comisión Brundtland” (encabezada por la primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland) ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en otoño de 1987.
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En conclusión, el humor, como estrategia de sostenibilidad, afirmará posiciones, confirmará identidades, pondrá en duda imposturas, y sobre todo, seguirá siendo fundamento y base de supervivencia ya que el humor, ante todo, es herramienta del desequilibrio.
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ÍNDICE
SALUDO A LOS CONGRESISTAS................................................................................ NORMAS GENERALES............................................................................................................. PRESENTACIÓN................................................................................................................................. PARTICIPANTES EN EL PROYECTO........................................................................ COMITÉ CIENTÍFICO.................................................................................................................. PROGRAMA............................................................................................................................................
5 7 11 15 17 19
CONFERENCIAS EL HUMOR COMO MULETA FRANCISCO AGUILAR...................................................................................................................... 25 LA RISA, UN FINO ABRELATAS PARA EL ESPÍRITU JOSÉ ANTONIO CALDERÓN......................................................................................................... 29 EL SENTIDO DEL HUMOR EN EL QUEHACER PSICOANALÍTICO Y PSICOTERÁPICO VÍCTOR HERNÁNDEZ ESPINOSA............................................................................................. 41 LA ÚLTIMA NOCHE DE BORIS GRUSHENKO. HOMO HILARANS O FENÓMENO DE UN CRIMINAL DE TERCERA JOSÉ ORDÓÑEZ GARCÍA.............................................................................................................. 49 HUMOR Y LITERATURA JOSÉ MANUEL PADILLA MONGE.......................................................................................... 61 EN CLAVE DE HUMOR JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO.................................................................................................. 69 ONTOLOGÍA DEL HUMOR; REFLEXIONES EN BABUCHAS MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ.................................................................................................... 79 SENTIDO DEL HUMOR Y EDUCACIÓN JOSÉ MARÍA ROMÁN SÁNCHEZ............................................................................................. 91 FILOSOFÍA Y HUMOR JAVIER SÁDABA.................................................................................................................................. 101
–203–
PONENCIAS LA OTRA FILOSOFÍA MARXISTA DEL SIGLO XX JUAN ANTONIO CAMPOS GONZÁLEZ.............................................................................. 113 HUMORESQUE: LA MÚSICA COMO CONTAMINANTE SOCIAL LUIS NÚÑEZ HERNÁNDEZ........................................................................................................ 147 FILOSOFÍA Y HUMOR, LA FILOSOFÍA COMO ACTIVIDAD POCO RECOMENDABLE JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ....................................................................................................... 159 APROXIMACIONES A UNA NOCIÓN DEL HUMOR COMO ESTRATEGIA DE SOSTENIBILIDAD MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ................................................................................ 189
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Preguntarnos sobre el humor es adentrarnos a simple vista en una búsqueda infructuosa sin saber bien hacia donde encaminarnos. Pareciera que los que saben, los eruditos, sienten cierto escozor en reflexionar sobre el humor y prefieren volcarse en cuestiones aparentemente mucho más serias y sesudas. Las obras que sobre el humor encontramos no lo tratan en sí más que como una herramienta, como artificio, y así grandes nombres de todos los tiempos juguetean con el arte de la risa ( ejemplos pueden ser los poemas sátiros de Catulo o el Candido de Voltaire) pero pocos, o casi ninguno hasta finales del XIX y el siglo XX sobre todo, le entran al trapo, la gran incógnita es qué habría pasado si no hubiera desaparecido el supuesto libro que Aristóteles escribió sobre la Comedia, ¿habría creado escuela? ¿Habría escrito San Agustín sobre esto posteriormente, y Descartes, y Kant? ¿Difícil de creer verdad? Hoy pensamos que el humor y la risa son actitudes que nos separan a los humanos de los animales. Aquella definición del ser humano como animal racional puede colmatarse hoy con la de animal racional y con capacidad de reírse de los demás y de si mismo. Por ello el humor lo asociamos hoy en día con valores tan universalmente reconocidos como la humildad, o con el sentido critico y la inteligencia. Claro que no es igual reírse uno de su sombra que ante una reflexión aguda sobre el talante de uno u otro político.
VIOL
Hay tantos modos de entender el humor como culturas hubo y habrá sobre la tierra. Es de tal modo la cosa que las expresiones sociales paganas, donde la fiesta, la algarabía, el exceso y las risas eran el motor de las mismas que, pasados los siglos y milenios, aún hoy se siguen celebrando y deseamos que así siga sucediendo, hablamos de los carnavales como es lógico. El humor es el respiro que nos sirve de puente entre el mundo real, racional y cuadriculado y la interioridad propia de cada cual, o a caso nadie se ha reído de algo que no es capaz de explicar y sólo tiene lógica dentro de su cabeza. Pero la risa también nos salva de la zozobra, del tedio y de la rutina de los días, o de los nervios y las tensiones acumuladas. Por todo, es necesario que paremos nuestras miradas en el humor. Que lo estudiemos y analicemos como lo que es, uno de los rasgos que nos hacen ser humanos, que nos hacen ser únicos y tan iguales los unos a los otros. Humor, violencia, empatía, racionalidad, ¿qué es realmente lo que nos hace llamarnos humanos?
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