El Negro

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  • Pages: 14
EL NEGRO Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos". Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2005-05-17

EL TRIPLE FILTRO DE SÓCRATES En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: - ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo? - Espera un minuto - replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro. - ¿Triple filtro? -Correcto -continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? - No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y... - Bien -dijo Sócrates. Entonces realmente no sabes si es cierto o no. - Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo? - No, por el contrario... - Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?

- No, la verdad que no. - Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni

bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo? Usa este triple filtro cada vez que oigas comentarios sobre alguno de tus amigos cercanos y queridos...

COMO EL LÁPIZ El niñito miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado le preguntó: - ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, por casualidad, una historia sobre mí? El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto: - Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas. El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó: - ¿Qué tiene de particular ese lápiz? El abuelo le respondió: - Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una persona en paz con el mundo. Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad. Segunda cualidad: De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.

Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia. Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior. Quinta cualidad: Siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso intenta ser consciente de cada acción. CUANDO SEA VIEJO La edad trae una etapa en la vida que no siempre es fácil de llevar, y donde tenemos que ser más comprensivos que nunca. El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas. Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño(a) para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos. Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño(a) te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo. No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora. Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona.

Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti. Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento. Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir. Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas. Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir. Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo. No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.

Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2005-02-22

LA TETERA Érase una vez una tetera muy arrogante; estaba orgullosa de su porcelana, de su largo pitón, de su ancha asa; tenía algo delante y algo detrás: el pitón delante, y detrás el asa, y se complacía en hacerlo notar. Pero nunca hablaba de su tapadera, que estaba rota y encolada; o sea, que era defectuosa, y a nadie le gusta hablar de los propios defectos, ¡bastante lo hacen los demás! Las tazas, la mantequera y la azucarera, todo el servicio de té, en una palabra, a buen seguro que se había fijado en la hendidura de la tapa y hablaba más de ella que de la artística asa y del estupendo pitón. ¡Bien lo sabía la tetera! «¡Las conozco! -decía para sus adentros-. Pero conozco también mis defectos y los admito; en eso está mi humildad, mi modestia. Defectos los tenemos todos, pero una tiene también sus cualidades. Las tazas tienen un asa, la azucarera una tapa. Yo, en cambio, tengo las dos cosas, y además, por la parte de delante, algo con lo que ellas no podrán soñar nunca: el pitón, que hace de mí la reina de la mesa de té. El papel de la azucarera y la mantequera es de servir al paladar, pero yo soy la que otorgo, la que impero: reparto bendiciones entre la humanidad sedienta; en mi interior, las hojas chinas se elaboran en el agua hirviente e insípida.» Todo esto pensaba la tetera en los despreocupados días de su juventud. Estaba en la mesa puesta, manejada por una mano primorosa. Pero la primorosa mano resultó torpe, la tetera se cayó, rompióse el pitón y rompióse también el asa; de la tapa no valía la pena hablar; ¡bastante disgusto había causado ya antes! La tetera yacía en el suelo sin sentido, y se salía toda el agua hirviendo. Fue un rudo golpe, y lo peor fue que todos se rieron: se rieron de ella y no de la torpe mano. -¡Este recuerdo no se borrará nunca de mi mente! -exclamó la tetera cuando, más adelante, relataba su vida-. Me llamaron inválida, me pusieron en un rincón, y al día siguiente me regalaron a una mujer que vino a mendigar un poco de grasa del asado. Descendí al mundo de los pobres, tan inútil por dentro como por fuera, y, sin embargo, allí empezó para mí una vida mejor. Se empieza siendo una cosa, y de pronto se pasa a ser otra distinta... Me llenaron de tierra, lo cual, para una tetera, es como si la enterrasen; pero entre la tierra pusieron un bulbo. Quién lo hizo, quién me lo dio lo ignoro; el caso es que me lo regalaron. Fue una compensación por las hojas chinas y el agua hirviente, por el asa y el pitón rotos. Y el bulbo depositado en la tierra, en mi seno, se convirtió en mi corazón, mi corazón vivo; nunca lo había tenido. Desde entonces hubo vida en mí, fuerza y energías. Latió el pulso, el bulbo germinó, estalló por la expansión de sus

pensamientos y sentimientos, que cristalizaron en una flor. La vi, la sostuve, olvidéme de mí misma ante su belleza.¡ Dichoso el que se olvida de sí por los demás! No me dio las gracias ni pensó en mí; a él iban la admiración y los elogios de todos. Si yo me sentía tan contenta, ¿cómo no iba a ser ella admirada? Un día oí decir a alguien que se merecía una maceta mejor. Me partieron por la mitad; ¡ay, cómo dolió!, y la flor fue trasplantada a otro tiesto más nuevo, mientras a mí me arrojaron al patio, donde estoy convertida en cascos viejos. Mas conservo el recuerdo, y nadie podrá quitármelo. HANS CHRISTIAN ANDERSEN, Cuentos completos LA PELEA DE LOS HIJOS DEL LABRADOR Los hijos de un labrador estaban peleados. Éste, a pesar de sus muchas recomendaciones, no conseguía con sus argumentos hacerles cambiar de actitud. Decidió que había que conseguirlo con la práctica. Les exhortó a que le trajeran un haz de varas. Cuando hicieron lo ordenado, les entregó primero las varas juntas y mandó que las partieran. Aunque se esforzaron no pudieron; a continuación, desató el haz y les dio las varas una a una. Al poderlas romper así fácilmente dijo: «Pues bien, hijos, también vosotros, si conseguís tener armonía seréis invencibles ante vuestros enemigos, pero si os peleáis, seréis una presa fácil.» La fábula muestra que tan superior en fuerza es la concordia como fácil de vencer es la discordia. Entre los antiguos había un hombre muy viejo que tenía muchos hijos. Cuando iba a terminar ya su vida les pidió que le trajesen, si la había, una gavilla de finos juncos. Uno de ellos se la trajo: «Intentad, hijos, con toda vuestra fuerza, romper los juncos así entrelazados unos con otros.» Pero ellos no podían. «Intentadlo ahora de uno en uno.» A medida que los rompían con toda facilidad, les dijo: «Hijos míos, de igual manera si convivís todos unos con otros, nadie podrá haceros daño, por mucha fuerza que tenga. En cambio, si cada uno toma una decisión al margen del otro, os pasará lo mismo que a cada uno de los juncos. » La hermandad es el mayor bien de los hombres: incluso a los humildes los eleva a las alturas. ESOPO, Fábulas

SOLIDARIDAD CON LOS DESCENDIENTES El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir encuentran a un campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene al verlo y le pregunta asombrado. -¡Oh, cheikk (anciano)!, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto... muchos años necesita para que madure, y tu vida se acerca a su término. El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta: -¡Oh, sultán! Plantaron y comimos; plantemos para que coman. El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata, que el anciano toma haciendo una zalema, y luego dice: -¿Has visto, ¡oh, rey!, cuán pronto ha dado fruto la palmera? Más y más asombrado, el sultán, al ver cómo tiene sabia salida para todo un hombre del campo, le entrega otras cien monedas. El ingenioso viejo las besa y luego contesta prontamente: -¡Oh, sultán!, lo más extraordinario de todo es que generalmente una palmera sólo da fruto una vez al año y la mía me ha dado dos en menos de una hora. Maravillado está el Sultán con esta nueva salida, ríe y exclama dirigiéndose a sus acompañantes: -¡Vamos..., vamos pronto! Si estamos aquí un poco más de tiempo este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza de ingenio. CAROLINA TOVAL, Los mejores cuentos juveniles de la Literatura Universal

EL ZORRO MUTILADO

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito. » Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: « ¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado.»

Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo? » Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: «Ciertamente que he hecho. Te he hecho a ti. » ANTHONY DE MELLO, El canto del pájaro

LOS POZOS Era el país de los pozos. Cualquier visitante extraño que llegara a aquel país no vería más que pozos: grandes, pequeños, feos, hermosos, ricos, pobres... Alrededor de los pozos apenas se veía vegetación; la tierra estaba reseca. Los pozos hablaban entre sí, pero a distancia; siempre había tierra de por medio. En realidad, lo único que hablaba era el brocal: lo que se ve a ras de tierra. Y daba la impresión de que, al hablar, sonaba a hueco. Porque claro, procedía de lugares huecos... Como el brocal estaba hueco, en los pozos se producía una sensación de vacío, vértigo, ansiedad... Y cado uno tendía a llenarlo como podía: con cosas, ruidos, sensaciones raras, y hasta con libros y sabiduría... Entre los pozos los había con un gran brocal en el que cabían muchas cosas. Otros tenían un brocal pequeñito, pero también cabían cosas. Las cosas pasaban de moda: entonces los pozos las cambiaban, y continuamente estaban llenando el brocal de cosas nuevas, diferentes... Y quien más tenía era más respetado y admirado... Pero, en el fondo, no estaban nunca a gusto con lo que tenían. El brocal estaba siempre reseco y sediento... ¿He dicho “en el fondo”? Bueno, sí: la mayoría, a través de los entresijos que dejaban las cosas, percibían en su interior algo misterioso... sus dedos rozaban en ocasiones el agua en el fondo. Ante aquella sensación tan rara, unos sintieron miedo y procuraron no volver a sentirla. Otros, encontraban tanta dificultad a causa de las cosas que abarrotaban el

brocal, que se rindieron pronto, y optaron por olvidar aquello que había “en el fondo”. También se hablaba –en la superficie– de aquellas “experiencias profundas” que muchos sentían... Pero había quien se reía, bastantes, y decían que todo eso eran ilusiones... que no había más realidad que el brocal y las cosas que entraban en el hueco. Pero hubo alguno que empezó a mirar hacia dentro... y, entusiasmado con aquella sensación que experimentaba en su profundidad, trató de calar más. Como las cosas que había ido acumulando le molestaban, prefirió librarse de ellas, y las arrojó fuera de sí. Y el ruido lo fue eliminando, hasta quedarse en silencio. Entonces, en el silencio del brocal, oyó burbujear el agua allá abajo... y sintió una paz enorme, una paz viva, que venía de la profundidad. Y ya no eran sólo las manos, sino los brazos, y... todo el pozo, el que se refrescaba y saciaba su sed en el agua. Entonces el pozo experimentó que “aquello” justamente era su razón de ser; allí, en el fondo, se sentía él mismo. Hasta entonces había creído que el ser pozo era el tener un gran brocal, muy rico y adornado, bien lleno de cosas. Y así, mientras otros pozos trataban de agrandar su brocal, para que el hueco fuese mayor y cupieran más cosas, éste, buceando en su interior, descubría que lo mejor de sí mismo estaba en la profundidad, y que era “más pozo” cuanto más profundidad tenía... Feliz por su descubrimiento, intentó comunicarlo, y comenzó a sacar agua de su interior, y el agua, al salir fuera, refrescaba la tierra reseca y la hacía fértil y pronto brotaron las flores alrededor del pozo. La noticia cundió enseguida. Las reacciones fueron muy variadas: unos se mostraron escépticos ante el descubrimiento; otros sintieron la nostalgia de algo que, en el fondo, también ellos percibían. Otros despreciaron aquel “alarde de poesía”, como lo llamaron. Hubo a quien le pareció una pérdida de tiempo aquel trabajo de sacar agua de su interior...

Y la mayoría optó por no hacer caso, pues la verdad es que estaban muy ocupados rellenando de cosas el brocal, y ya se habían acostumbrado a la satisfacción que el tener les producía, y se sentían a gusto en el ruido, y estaban contentos con las sensaciones que experimentaban desde fuera... Sin embargo, algunos intentaron la experiencia, y, tras liberarse de las cosas que les rellenaban, encontraron también el agua de su interior. A partir de entonces las sorpresas para éstos fueron en aumento: comprobaron que, por más agua que sacaban de su interior para esparcirla en torno suyo, no se vaciaban, sino que se sentían más frescos, renovados... Y, al seguir profundizando en su interior, descubrieron que todos los pozos estaban unidos por aquello mismo que era su razón de ser: el agua. Así comenzó una comunicación “a fondo” entre ellos, porque las paredes del pozo dejaron de ser límites infranqueables. Se comunicaban “en profundidad”, sin importarles como era el brocal de uno o de otro, ya que eso era superficial y no influía en lo que había en el fondo. Eso sí: en cada pozo el agua adquiría un sabor, incluso unas propiedades distintas: era lo característico del pozo. Pero el descubrimiento más sensacional vino después, cuando los pozos que ya vivían en su profundidad llegaron a la conclusión de que el agua que les daba la vida no nacía allí mismo, en cada uno, sino que venía para todos de un mismo lugar... y bucearon siguiendo la corriente del agua... Y descubrieron... ¡el manantial! El manantial estaba allá lejos: en la gran Montaña que dominaba el País de los Pozos, que apenas nadie percibía su presencia, pero que estaba allí, majestuosa, serena, pacífica... y con el secreto de la vida en su interior. La montaña había estado siempre allí: unas veces apenas visible, entre brumas; otras veces radiante, siempre vigilante y dándose

cuenta de todo lo que ocurría en torno suyo... Pero los pozos habían estado muy ocupados en adornar su brocal, y apenas se habían molestado en mirar a la montaña. La montaña también había estado siempre aquí, en la profundidad de cada pozo, porque su manantial llegaba hasta ellos haciendo que fueron pozos. Desde entonces, los pozos que habían descubierto su ser, se esforzaban en agrandar su interior y aumentar su profundidad, para que el manantial pudiera llegar con facilidad hasta ellos... Y el agua que sacaban de sí mismos hacía que la tierra fuera embelleciendo, y transformaban el paisaje... Mientras allá fuera, en la superficie la mayoría seguían ocupados en ampliar su brocal y en tener cada vez más cosas. ACTIVIDADES PARA NIÑOS Y JÓVENES

1. ¿Qué significa esta parábola para ti? 2. Busca el significado de los distintos elementos: pozo, brocal, tierra seca, profundidad, vacío, cosas para llenar, corriente interna, sabor del agua, manantial, montaña, agua, flores. 3. ¿Qué significan las siguientes actitudes que se manifiestan en la parábola: Vivir dentro...vivir fuera Tener...ser. Sentirse hueco...sentirse yo Ruido...silencio. Mirarse a sí mismo...mirar la montaña.

DOS VASIJAS

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación. Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al cargador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías." Éste le dijo compasivamente: "cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino". Así lo hizo la tinaja. y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar. Él entonces le dijo: -¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza. Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

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