INTRODUCIÓN El centralismo es un fenómeno que se da especialmente en los países con in menor desarrollo, pues estos están centrados solo en las ciudades grandes, sin importar lo demás, en el Perú como en los otros países del mundo este fenómeno ha alcanzado un gran rango, el centralismo estatal es una herencia colonial, que ha permitido organizar la sociedad y la economía peruana a partir del Estado central, asentado en Lima. Este centralismo nace de manera funcional a la recaudación de impuestos para la corona española, en un territorio cuya economía era esencialmente descentralizada, pues era básicamente agropecuaria y minera, con un uso intensivo de mano de obra. En efecto, esto es algo constatable sin mayor dificultad: Lima concentra un tercio de la población nacional, así como un porcentaje significativo de la actividad económica y de los servicios, y centraliza en gran medida las decisiones políticas. Así, centralismo es vistos como un factor más adverso para la consecución de objetivos de desarrollo, y su vigencia continúa a pesar de la implementación de políticas descentralistas durante las últimas décadas. Es por ello que la facultad del gobierno central es promover el proceso de descentralización, el cual comienza con la elección de los presidentes regionales y sus consejos regionales, es decir la facultad que éste tiene para transferir funciones a los gobiernos locales y regionales para la ejecución de obras públicas y nacionales. Es necesario que, a través de la distancia, las funciones sean repartidas con equidad, para que haya una buena base de organización política y social. Esta reforma es una de las más importantes del Estado, ya que ha permitido la integración efectiva entre regiones, es por ello que es necesario hacer una evaluación a cada uno de los partidos políticos, cuáles son sus propuestas al querer alcanzar el poder y así poder evaluar el cambio de nuestro país en cuánto a los fenómenos de centralización, concentración, desigualdad, y pobreza regional. . EL CENTRALISMO El centralismo es la doctrina política que propugna la centralización política o administrativa. Un estado centralizado es aquél en el que sólo el gobierno central tiene el poder de tomar decisiones políticas. Esta forma de gobierno está en declive en el siglo XXI. definición del término "centralismo", según Contreras, C. (2002) nos dice que el centralismo es como un régimen político y económico en el cual se produce una jerarquización del territorio y de sus autoridades, y donde es dicha jerarquización es la que da forma y articula al país. En estos países hay entonces un lugar «central», a partir del cual se irradia la nación (o al menos así se lo considera): la cultura y los valores que la encarnan, incluyendo el idioma y la religión, y espacios «periféricos», más bien pasivos, donde si bien existe una cultura propia y eventualmente distinta a la irradiada desde el lugar central, ella se ve subordinada a esta última, ya sea por decisión propia o impuesta. Al respecto, me agrada apoyarme en la sabia sentencia del profesor Gellnef según la cual "sería un requerimiento absurdo restringir la interpretación sociológica a conceptos claros y distintos. Históricamente, ellos constituyen una rareza y no hay nada que a uno pueda llevarlo a negar que nociones vagas y amplias, cuyas inferencias
lógicas para la conducta están mal determinadas, de hecho, pueden tener un impacto poderoso y específico en el comportamiento actual 1. El Centralismo en el Perú El centralismo y cambios en el espacio social urbano. El Perú ha sido históricamente un país eminentemente centralista, cuyos resultados se expresan en que en la actualidad un tercio de la población se encuentra en la capital de la República; asimismo, la mayor parte de las actividades productivas y comerciales se encuentran en Lima. En la ciudad de Lima se concentra el 86% de la recaudación, el 57% de la actividad industrial, el 62% de la actividad comercial, el 46% de la PEA y el 53% del PBI. Esto ha permitido un conjunto de problemas de carácter estructural, señalemos sólo algunos: El 55% del ingreso nacional se concentra en Lima metropolitana. Según datos de 2006, el gobierno central controla el 72.7% del gasto público y los gobiernos sub nacionales el 27.3% (las municipalidades 11.4% y los gobiernos regionales 15.9%). El año 2000 la figura era otra: el gobierno central gastaba el 92% del total y las municipalidades el 8%. Por el lado del gasto ha habido un progreso descentralizador, por lo menos en las estadísticas y en las responsabilidades del gasto. Esto es un avance. Por el lado de los impuestos la descentralización casi no ha variado la estructura prevaleciente el 2000, es decir, el gobierno central cobra el 95% de los impuestos y tributos, los gobiernos municipales el 5% y los gobiernos regionales nada. Aquí no hay avances. Los partidos políticos y las instituciones del Estado encargados de velar la cosa pública se han convertido en una fuente de inseguridad y temor para la mayoría de los peruanos, y ¿qué se debe hacer para que recuperen su verdadero papel de garantes en el adecuado manejo de la cosa pública y la seguridad ciudadana? Las instituciones encargadas de distribuir la justicia, la salud, la educación y la seguridad en cada una de las regiones del país han perdido una total credibilidad. Los partidos políticos como organización casi han desaparecido, dando cabida a agrupaciones que no tienen estructura ni programa. Así es difícil que cumplan su función de mediadores entre la sociedad y el Estado, por cuanto de por medio están sus intereses personales o de grupo. Durante el siglo XX, sobre todo después de la segunda guerra mundial, la economía peruana se comenzó a centralizar al compás de la industrialización y de la urbanización de Lima, mientras que el centralismo estatal y fiscal no había variado mucho. Así hemos llegado a la situación actual, en la que se combina centralización económica con centralismo estatal, pero sobre todo a una situación en la que el centralismo económico ha generado un círculo vicioso: a más centralismo estatal.» conformismo religioso y el latitudinario centralismo provocado por la religión dominante; el tercero es la ausencia de algún suceso o circunstancia que a lo largo del tiempo pueda ser razonablemente considerado como una contrapartida de la revolución industrial europea; el cuarto es la ausencia de aquellos sucesos ideológicos, sociales y políticos asociados con la Revolución Francesa, que transformaron de manera tan dramática el carácter de la sociedad europea occidental durante el último siglo y medio. Esos son factores negativos que, si bien apoyan firmemente el argumento que se presenta en este trabajo, pueden ser insuficientes para explicar las características especiales de la América Latina moderna.
Notablemente en los países pertenecientes a la corriente cultural de Europa noroccidental, están asociados con las consecuencias de la Revolución Industrial, pero que aquí tienen un claro origen y orientación preindustrial. Estas consisten en una tradición burocrática y racionalizaste de cuño preindustrial en la cual se funda el centralismo que ha conformado los procesos de cambio y de continuidad de esos países, y una cultura urbana preindustrial sui generis dentro de la cual se ha desarrollado un vasto sector terciario, íntimamente inseparable de las instituciones y hábitos burocráticos. Las provincias, condenan el centralismo, sus métodos y sus instituciones, denuncian una organización que concentra en la capital la administración de la república. Si la descentralización no sirve sino para colocar, directamente, bajo el dominio, la administración regional y el régimen local, la sustitución de un sistema por otro no aporta ni promete el remedio de ningún mal profundo. De mentalidad centralista por parte de los gobiernos que no quieren desprenderse del poder de manejar el destino de la patria desde sus escritorios en la capital, pero también de mentalidad centralista por parte de los funcionarios del interior del país que muchas veces pierden el poder no por invasión o absorción, sino por deserción de sus propias responsabilidades, por no asumir sus responsabilidades frente a su propio destino y al destino nacional. La creación de elites internas en el interior del país. Ganar conciencia nítida y clara del propio destino, afirmar la identidad y la personalidad de las regiones es fundamental como ingrediente para asegurar el desenvolvimiento de cualquier proceso de descentralización. LIMA La crítica se centra en la realidad, es poco probable que los poderes tecnológicos puedan independizarse del poder político o económico en cuanto a la determinación de las finalidades sociales. Primero que nada, porque las técnicas no poseen ni pueden poseer intereses económicos o políticos y los tecnólogos, especialistas en producir medios, tienden naturalmente a servir a los intereses de los empresarios y los políticos (que poseedores y/o representantes de intereses particulares y colectivos), sí están continuamente proponiendo finalidades. Claro que algunos tecnólogos pueden desarrollar estos intereses, pero, inevitablemente, lo harán en tanto se transformen en empresarios o políticos que, por algo será, pocas veces pueden exhibir en sus respectivos currículos un pasado dedicado a la ciencia. Podríamos sostener con certeza que el mayor problema del país no es económico sino político y administrativo, ya que el centralismo que ha sido la forma de gobierno y de distribución de las actividades económicas exageradamente concentradas en Lima y en algunas pocas ciudades del Perú, La capitalidad del Perú, es incuestionable; pero no queremos que Lima sea solamente la capital, por representar la tradición, por representar la mayor economía y por representar el centralismo político; queremos que Lima sea realmente la capital de la República por su efectiva atracción de las provincias y por una especie de irradiación de vida y de cultura a todos los pueblos del Perú para que estos se desarrollen y crezcan a semejanza de ella. La formación de toda gran capital moderna ha tendido un proceso complejo y natural con hondas raíces en la tradición. La génesis de Lima, en cambio, ha sido un poco arbitraria. Fundada por un
conquistador, por un extranjero, Lima aparece en su origen como la tienda de un capitán venido de lejanas tierras. Lima no gana su título de capital, en lucha y en concurrencia con otras ciudades. Criatura de un siglo aristocrático, Lima nace con un título de nobleza. Se llama, desde su bautizo Ciudad de los Reyes. Es la hija de la Conquista. No la crea el aborigen; la crea el colonizador, o mejor el conquistador. Luego, el Virreinato la consagra como la sede del poder español de Sudamérica. Y, finalmente, la revolución de la Independencia, movimiento de la población criolla y española, -no de la población indígena- la proclama capital de la República.
En los momentos de crisis social, cuando el temor invade a una colectividad y desdibuja los límites de la personalidad individual masificando a las personas, la retroinformación positiva crea gigantescos efectos de bola de nieve que permite a un personaje, hasta entonces poco importante, convertirse en un líder carismático cuyo ascenso promete orden y seguridad. Pero, mientras las situaciones extremas que masifican a los ciudadanos y los subordinan a un líder salvador ocurren extraordinariamente, la masificación que nos hace parte permanente de la opinión pública es cotidiana. Sólo que en este caso nuestro raciocinio, o si se prefiere, nuestra voluntad de comprender, queda supeditada a ciertas verdades incontrastables, peticiones de principio cuya puesta en cuestión coloca al osado pensador en la precaria posición de ser considerado o como un tonto o como un aliado del mal. La formulación de una parte importante de las hipótesis, científicas o políticas, han debido pasar primero por la prueba del coraje (consciente y hasta inconsciente) de quien las formuló.
1. Ha crecido demográfica, económica y territorialmente
La tasa de crecimiento demográfico ha declinado tanto por la menor inmigración provinciana como por la emigración de limeños al exterior, esto es relativamente sorprendente en la medida que la economía de Lima ha crecido de manera sostenida y como consecuencia debería haber ocurrido el fenómeno contrario. Sin embargo, la falta de «chorreo» ha hecho que la pobreza no retroceda proporcionalmente, lo que ha generado tendencias migratorias negativas
Otra consecuencia de este mismo fenómeno ha sido el crecimiento territorial de Lima urbana, que se ha fundado sobre la urbanización espontánea o informal (por invasiones) ganándole terrenos al desierto, antes que sobre una urbanización formal (por el mercado).
2.La consolidación de cuatro centros urbanos 3.La mejora de la infraestructura Urbana
El centro político (Lima cuadrada), el centro financiero (San Isidro), varios centros comerciales (Jockey Plaza, San Miguel, Cono Norte) y el Callao como el centro internacional
Estos centros son los que organizan las actividades económicas y burocráticas de Lima.
Pistas, alumbrado público, jardines, parques y escaleras como producto del incremento de los ingresos tributarios de las municipalidades
Además, el boom de la construcción de edificios, de vivienda y de servicios, que ha permitido reducir el déficit de vivienda para las clases medias.
CONCLUSIÓN En resumen llegamos a saber que el centralismo es un fenómeno o un tipo de gobierno con varias distorsiones, dictado por algún partido político, pues este fenómeno trata de abarcar solo lo principal, cuando hablamos de centralismo hablamos de las grandes cosas que hace el estado pero solo en un lugar o en las ciudades más grandes, ya que en las ciudades grandes encontraremos las mejores cosas, la ¿mejor tecnología, la mejor medicina, la mejor comunicación, etc. Lo que se ha hecho es beneficiar solo a un grupo sin tomar encuentra que las regiones, las provincias y distritos también forman parte y tienen derecho a tener las mismas oportunidades.
BIBLIOGRAFÍA Vargas, Z (2008) Centralismo, descentralización y expectativas de la ciudadanía, Lima, editorial Universitaria. Castiglioni, J (2007) “El centralismo”, Lima, editorial Horoldo Dilla. Adrianzén, A; Azpur, J; Eguren, F y García L (2010) Perú Hoy, Centralismo y concentración. Lima: desco, 327 p. Contreras, C. (2002). El centralismo peruano en su perspectiva histórica. editorial IEP, Perú.