El Amor

  • Uploaded by: Martín Soria
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ARTICULO 51 El AMOR Por Martín Soria Tradicionalmente hablando, se entiende al amor como a la fuerza que une. Une al hombre y a la mujer, al padre y al hijo a hermanos y a amigos. Pero también une al creador con su obra, a la intención con el logro de su consecuencia. Cuando hacemos algo es porque queremos hacerlo y en ese grado, es un querer. Amar es querer a alguien o a algo. Querer es pretender estar con ello, pretender tenerlo, sentirse en posesión de ello, en otros términos, es buscar la unidad completa con algo o con alguien. Queremos aquello que nos proporciona un bien. Queremos comer cuando sentimos hambre, queremos dormir cuando sentimos sueño, queremos beber cuando sentimos sed. Queremos, cuando sentimos la necesidad de algo. Queremos a la pareja cuando sentimos la necesidad de estar con ella. El amor para que exista, exige de la necesidad de ser satisfecho. En el amor se concentran dos dualidades imprescindibles para que se establezca. La primera dualidad es la de intencionalidad y consecuencia, y la segunda dualidad es la de sujeto y objeto. En la experiencia del amor se unen perfectamente la necesidad y su consecuencia, puesto que sin necesitar al otro es imposible amarlo y la dualidad entre sujeto y objeto, puesto que sin un contenedor de la intencionalidad y un contenido u objeto, no puede establecerse el amor. Existe la tendencia a pensar que el amor es algo sensual, emocional, sentimental y es cierto, el amor contiene aspectos emocionales en su demostración, pero también existe una dosis de validez contenida en el amor. Se siente amor de aquello que vale. Para reconocer algo como válido es preciso aceptarlo como cierto. Si es verdad es aceptable. Pero es más aceptable aquello que es siempre y para todo válido. Se siente amor por aquello que concuerda con nosotros en algún sentido. El amor no solo es sentimental. Algunos hombres de ciencia, se enamoran del conocimiento hasta tal grado que son capaces de olvidarse de su familia, de sus afectos, en fin, de todo aquello que pareciese ser más atractivo para amar que el conocimiento. Sin embargo prefieren estar enamorados del conocimiento. También existen hombres de negocios que aman su trabajo por encima de a sus seres queridos. Esto no es extraño en nuestro ambiente actual. A pesar de esto, el verdadero amor es la experiencia de unidad emocional, cognoscitiva y volitiva. Cuando se encuentra la

experiencia de unidad incondicional entre un padre y un hijo, se establece la experiencia del verdadero amor. Amor es una palabra plural puesto que involucra la unidad entre un ser y otro, además de la unidad entre la intención y su consecuencia. Querer a otra persona es pretender establecer un vínculo de unidad con ella, para unirte con ella necesitas satisfacer esa intención, por lo mismo la unidad entre tu intención y su consecuencia posibilita la unidad entre la persona amada y tú. Amor es por lo mismo una doble dualidad. La unidad entre intencionalidad y consecuencia se hace posible mediante la unidad entre sujeto intencional y objeto intencionado. Amor es la fuerza que une, fuerza es una intención en acción. Fuerza implica dirección. Dirección es una opción selectiva. Ninguna dirección es posible sin excusar otras opciones, lo que implica que la dirección, sea cual sea, implica selectividad. Intencionalidad y selectividad son requisitos necesarios para toda dirección. La dirección de la fuerza intencional es sólo una, satisfacer a la intención que la motiva. Toda fuerza intencional opera en función de la unidad. Unidad es el vínculo que absorbe las diferencias. Por lo visto, se nos inserta el amor y la fuerza en el mismo propósito intencional, la unidad. La fuerza para existir precisa de la compensación entre dos direcciones, la centrífuga y la centrípeta. El amor para que exista necesita de la compensación entre dos direcciones, el cumplimiento del propósito de conjunto y el cumplimiento del propósito personal. La unión del todo siempre, con el yo y ahora, establecen el amor. Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, dice el cimiento del cristianismo. Si por amar a Dios, se entiende unirse con aquello que es siempre y para todos válido, estamos diciendo que debemos de priorizar el amor por el conjunto, por sobre el amor por mi persona; el amor por lo que es siempre válido, por sobre el amor por lo que me es válido a mí ahora. Este tipo de amor es absolutamente válido. Este es el amar a Dios. No debemos confundir el amar a Dios, con el amar a una imagen, ya sea esta virtual o representativa. Dios no es imagen, Dios es valor. El valor que es siempre y para todos válido es Dios, ese es nuestro estándar paradigmático, con el cual podemos comparar nuestra realidad y nuestro desarrollo. Amor es fuerza, la fuerza que une. Fuerza es acción en dirección. Toda acción en dirección implica intencionalidad y significado. Acción en dirección es fruto de un proceso selectivo. Selectividad existe en toda acción en dirección. Acción en dirección, responde a una diligente intencionalidad. Acción en dirección es fruto consecuente de poder. Poder implica dominio en dirección. Dominio selectivo intencional existe contenido en toda fuerza. Dirección es por lo tanto fruto del dominio. Intencionalidad es acción en dirección. Fuerza es una intencionalidad en acción. Fuerza es por lo tanto movimiento. Movimiento es una constante universal, existe siempre y en todo. El movimiento opera de acuerdo a un orden, al orden de la compensación armónica entre las fuerzas centrífugas y centrípetas. A toda acción se le opone una reacción de iguales proporciones. La reacción desgasta la acción. Para posibilitar el movimiento constante, es preciso de intencionalidad diligente también constante. Movimiento es impulso “ un pulso in” Movimiento es un constante y continuo impulso. Impulso es movimiento intencional diligente y autónomo. Impulso es intención dirigida, y movimiento es producto del impulso. Todo impulso contiene una intención dirigida. Dirección implica selectividad. Todo impulso contiene selectividad e intencionalidad. Selectividad e intencionalidad existen en todo acto. Nada es causal. La casualidad existe mientras se ignora su origen. Diligencia intencional opera en toda acción. Toda diligencia intencional busca ser satisfecha. Busca lo que concuerda, lo que reconoce y

lo que establece una base correlativa con la intención. Se busca lo que uno es. La unidad busca unirse, la verdad busca reconocimiento y la responsabilidad busca lo completo. El origen de toda acción es la unidad absoluta y completa. La unidad absoluta y completa es el estándar paradigmático de todo lo creado. Todo lo creado existe para satisfacer al paradigma original. El paradigma absoluto del valor es el referente para comparar nuestro estado de desarrollo. El estándar insuperable de la intención, está en lo pleno. Nada satisface más que el estado de plenitud. El estándar insuperable del conocimiento está el la Ley, en aquello que es siempre y para todo válido. No hay nada más verdad que la ley. El estándar insuperable de la responsabilidad reside en lo completo. Nadie es más responsable que quien cumple completamente. Frente a dicho paradigma, solo nos queda una pregunta que formularnos: ¿Cómo obrar correctamente? Cumpliendo con nuestra responsabilidad de hacer lo que es válido siempre y para todos. Para determinar la prioridad de estos actos, es necesario discernir. Discernir es analizar y comparar alternativas para saber optar por la que es prioritariamente válida, siempre y para todo. Una vez optada la alternativa válida y cumplida de forma diligente, se celebra su logro, ofreciéndolo al todo y siempre válido. La persona que opera de esta manera, obra en consonancia con lo absoluto. El precepto del cristiano es amar a Dios y amar al prójimo. Para amar a Dios hay que sentirlo, para sentirlo, hay que reconocerlo. Para reconocerlo es necesario que exista y que concuerde con nosotros. Dios se hace presente en la experiencia de lo completo, de lo absoluto y de lo pleno. La plenitud del hombre sólo se siente en el momento de completar su propósito de la creación. El propósito de la creación del hombre se establece en la unidad con el amor universalmente incondicional, en la unidad con el ser siempre y para todo válido y en el completar responsablemente con la satisfacción plena en el amor. La realización completa y responsable del hombre lo establece como ser a quien el Creador puede reconocer como válido. En esta unión se establece el verdadero amor. El verdadero amor es leal y obediente completamente a aquello que es siempre y para todo válido. Por lo mismo es universalmente incondicional. Se da siempre por el beneficio del todo. Esa es la condición que debe contener el amor para ser perfecto. www.martinsoria.cl comparte este artículo con tus amigos, te lo agradecerán

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