Ejercicios Espirituales Principio y Fundamento II ‘Un fuego que enciende otros fuegos’. Redescubrir nuestro carisma Romanos 8, 38-39
1. Método: Adiciones [76-77] – Saber comenzar, estar, terminar y examinar Oración preparatoria: Lucas 11, 1-4 : Demandar lo que quiero: Lucas 11, 9-13: Cuarta adición: Mateo 26,39: Santa Teresa:
Coloquio: Lucas 11, 5-8:
Quinta adición: Juan 20,18:
“(…) en servicio y alabanza de su divina majestad” [46] “Cuando oren digan: Padre, santificado sea tu nombre” “Demandar a Dios (…) lo que quiero y deseo” [48] “Pidan y Dios les dará; busquen y encontrarán…” “Entrar en la contemplación, cuándo de rodillas...” [76] “Postrado rostro en tierra, oró así” “No zambullirse, ni menearse... ni resollar”. Quietud. Importancia de la postura corporal, de la quietud “(…) así como un amigo habla a otro” [54] “Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo…” “Después de acabado el ejercicio...” [77] “He visto al Señor y me ha dicho esto...” Importancia del examen o la re-visión de la oración, para detectar las mociones (Racionales, afectivas y sensibles).
2. Tema: Principio y Fundamento [23]. Decreto 2 – CG 35ª. Muchas llamas, un solo fuego: muchos relatos, una sola historia: Percibir la fuerza de nuestra vocación es aprender a ver al mundo como lo hizo Jesús y redescubrir nuestro ‘modo de proceder’ como la mejor manera de responder con docilidad a la orientación fundamental que Dios le da a nuestra historia. Como cuando entramos en un río y somos capaces de percibir la dirección de la corriente, así, percatarse de la acción creadora de Dios es entender el sentido último de los acontecimientos de nuestra historia personal, institucional y colectiva, para colaborar con Dios. La experiencia fundante: Toda experiencia espiritual tiene su fundamento en un encuentro con Dios cara a cara: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona (…)” (Deus caritas est, No. 1). El Principio y Fundamento es el horizonte hacia el cual se dirige toda la experiencia de los Ejercicios Espirituales y la utopía que nos jalona desde el futuro soñado y anhelado desde lo profundo de nuestros corazones. Eso es lo que vivió Ignacio de Loyola en Manresa y en la visión de la Storta, donde su vida fue configurada como seguimiento del Señor, en la Iglesia y para el mundo, y donde nació la Compañía de Jesús como una comunidad religiosa apostólica. 3. Puntos Textos bíblicos: Romanos 8, 28-39: “(…) nada podrá apartarnos del amor de Dios” Filipenses 4, 12-13: “A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo…” Hebreos 11 – 12, 12: “Tener fe es tener la seguridad de recibir lo que se espera” Preguntas y sugerencias: Desde la lectura del decreto 2 de la CG 35ª., ¿cuál es nuestro PyF? ¿Dónde está el sentido último de nuestra vida?
¿Cómo formularíamos el fin último para el cual Dios nos creó?
Reflexiones de un joven al elegir profesión “Al animal se encarga la misma naturaleza de trazarle el radio de acción dentro del que ha de moverse y en el que se mantiene tranquilamente, sin salirse de él ni sospechar siquiera que exista otro. También al hombre le ha trazado Dios un fin general: el de ennoblecer a la humanidad y ennoblecerse a sí mismo, pero encargándole al mismo tiempo de encontrar los medios para alcanzarlo; dejando que sea él el encargado de elegir el puesto que dentro de la sociedad considere más adecuado para su persona y desde el cual pueda elevarse mejor él mismo y elevar a la sociedad. Esta posibilidad de elegir constituye un gran privilegio del hombre con respecto a los demás seres de la creación, pero es, al mismo tiempo, algo que puede destruir su vida entera, llevar sus planes al fracaso y hacerlo desgraciado. De ahí que la elección seria de una profesión sea el primer deber del joven que inicia su carrera en la vida y no quiere encomendar al azar sus asuntos más importantes. Cada cual tiene ante sus ojos una meta que a él, por lo menos, le parece grande y que lo es, siempre y cuando que su convicción más profunda, la voz más recóndita del corazón, la considere así, ya que Dios no deja nunca al hombre sin consejo y, aunque hable en voz baja, su voz es siempre segura. Sin embargo, esta voz es ahogada, a veces, por los ruidos de fuera y lo que se nos antoja entusiasmo puede ser un capricho del momento, que el momento mismo se encargue también de disipar. Puede ocurrir que nuestra fantasía se sienta inflamada, que nuestros sentimientos se vean estimulados, que se proyecten ante nuestros ojos imágenes engañosas y nos precipitemos afanosamente hacia una meta que creemos nos ha sido trazada por Dios, para ver luego que lo que habíamos abrazado tan apasionadamente nos repele, y toda nuestra existencia amenaza con derrumbarse. (…) Pero la gran preocupación que debe guiarnos al elegir una profesión debe ser la de servir al bien de la humanidad y a nuestra propia perfección. Y no se crea que estos dos intereses pueden ser hostiles o incompatibles entre sí, pues la naturaleza humana hace que el hombre sólo pueda alcanzar su propia perfección cuando labora por la perfección, por el bien de sus semejantes. Cuando el hombre sólo se preocupa de sí mismo, puede llegar a ser, sin duda, un famoso erudito, un gran sabio, un excelente poeta, pero nunca llegará a ser un hombre perfecto, un hombre verdaderamente grande. Los más grandes hombres de que nos habla la historia son aquellos que, laborando por el bien general, han sabido ennoblecerse a sí mismos; la experiencia demuestra que el hombre más dichoso es el que ha sabido hacer dichosos a los demás; y la misma religión nos enseña que el ideal al que todos aspiran es el de sacrificarse por la humanidad, aspiración que nadie se atrevería a destruir. Quien elija aquella clase de actividades en que más pueda hacer en bien de la humanidad, jamás flaqueará ante las cargas que puedan imponerle, ya que éstas no serán otra cosa que sacrificios asumidos en interés de todos; quien obre así, no se contentará con goces egoístas, pequeños y mezquinos, sino que su dicha será el patrimonio de millones de seres, sus hechos vivirán calladamente, pero por toda una eternidad, y sus cenizas se verán regadas por las ardientes lágrimas de todos los hombres nobles”. KARL MARX, Obras fundamentales de Marx y Engels, Tomo I, FCE, México, 1987, 1. Trabajo presentado como examen de grado de Bachillerato en 1835.