Doctrina Social De La Iglesia(corpus)

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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA(CORPUS) 1. Formación del corpus de la Doctrina Social de la Iglesia Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que «la doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX, cuando se produce el encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para producción de bienes de consumo, su nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad. El desarrollo de la doctrina de la Iglesia en materia económica y social da testimonio del valor permanente de la enseñanza de la Iglesia, al mismo tiempo que del sentido verdadero de sus Tradición siempre viva y activa»(1). Este encuentro entre Evangelio y sociedad moderna supone una respuesta histórica a un problema histórico que va evolucionando en el tiempo de manera que los principios evangélicos se encarnen en los concretos condicionamientos históricos a los que dichos principios se refieren. Vamos a exponer ordenadamente la forma en que se van manifestando las enseñanzas de la Iglesia en materia social desde el siglo XIX hasta nuestro tiempo. En esa evolución podemos reseñar distintas etapas(2): Primeros planteamientos: Desde la Rerum novarum (1981) hasta la crisis de 1929. Conforma un período apologético-demostrativo frente al mundo. La crisis de los sistemas económicos y condena de los totalitarismos (1929-1937). La Segunda guerra mundial y la “guerra fría”. Condena del comunismo (1939-1949). Comienza una apertura dialogal de la Iglesia con el mundo en orden a una cooperación. El optimismo ambiental: la década de los años sesenta. Prosigue la apertura de la Iglesia al mundo, pero a partir del Concilio Vaticano II se incrementa la actitud misionera para insertarse en el mundo y trasladar a éste la conciencia cristiana. De la sociedad opulenta a la crisis de la sociedad y de la Iglesia. De la Humanae vitae (1968) a la “Perestroika” (1990). Un “nuevo orden internacional”: Desde la caída del “muro de Berlín” hasta la IV Conferencia de la CELAM en Santo Domingo (1992). Con el pontificado de Juan Pablo II se acentúa un período de búsqueda de identidad en la Doctrina Social de la Iglesia. El tema clave es la especificidad de la vida cristiana en torno a la ética, el compromiso, la Iglesia, la teología y la enseñanza social(3). 1.1. Período apologético-demostrativo 1.1.1. León XIII (1878-1903)(4)

Antes de ser elegido Papa ya se ocupaba de los problemas de su tiempo con la doctrina de la Iglesia. Una vez entronizado adopta una actitud de presentación positiva de la doctrina de la Iglesia, intentando mostrar la concepción católica en el orden social y político por dos vías: la diplomática y la doctrinal. León XIII se encaró con los problemas nuevos surgidos desde la Revolución francesa, especialmente con el tema de los sistemas políticos, intentando establecer una nueva relación teológica y jurídica entre el orden espiritual y material. La respuesta a esos problemas viene dada en seis encíclicas: Diuturnum allud (1881) sobre el origen del poder, Humanum genus (1884) que condena a los francmasones, Inmortale Dei (1885) sobre la constitución cristiana de los Estados apoyada en el pensamiento cristiano, Libertas praestantissimun (1888) sobre la libertad humana y los problemas del liberalismo, Sapientiae christianae (1890) y Au milieu des sollicitudes (1892) que procurará la paz entre los católicos, divididos entre conservadores y liberales. En el año 1891 se proclama la encíclica Rerum novarum. Existe un acuerdo general en considerar que este documento inaugura de manera nueva y especial el pensamiento social católico. Sin embargo, la encíclica es deudora del pensamiento social anterior. El socialismo en este tiempo se presenta ya como la solución alternativa a la situación deteriorada de las clases obreras. La Iglesia, no obstante, se opone tajantemente a esta pretensión y promulga frente al socialismo el derecho de propiedad privada como elemento fundamental de todo orden social recto, rechaza la lucha de clases y opta por la armonía de todos los grupos sociales. Pero el socialismo no es la única ideología con la que se enfrenta la encíclica. También lo es el liberalismo al que responsabiliza de muchos de los males sociales de su tiempo. Crítica su concepción de la propiedad como derecho absoluto, denuncia su concepción simplista de la sociedad en relación con la reducción de las funciones de los poderes públicos. Acepta como derecho natural el de asociación. Se opone con vigor a la pretensión del socialismo y del liberalismo de marginar a la Iglesia del orden social y de limitar la influencia del cristianismo en la construcción de la sociedad. 1.1.2. Pío XI (1922-1939)(5) En 1929 se produce una profunda crisis económica en medio del sistema capitalista que amenaza con arrastrar al sistema democrático en que se sustenta. Comienzan a abrirse camino ideologías autoritarias. Ya en 1917 se había impuesto la revolución socialista en Rusia, también como alternativa al capitalismo. a) En este contexto de amenaza totalitaria, fascista y comunista, aparece la encíclica de Pío XI Quadragesimo anno (1931). En su primera parte analiza los frutos de la Rerum novarum en el cuarenta aniversario de la misma. La segunda parte se destina a considerar el derecho de propiedad, el capital y el trabajo, la promoción del proletariado, el salario justo, la restauración del orden social. Propone una reforma de las instituciones y estudia el Estado. Emerge aquí el principio de subsidiaridad, la búsqueda de una nueva organización social y la justicia social. En la tercera parte se ofrece una alternativa corporativa en el orden social, buscando sistemas intermedios entre el socialismo y el capitalismo. Termina diagnosticando

dos males: «la descristianización del orden social» y «la apostasía de gran parte de los trabajadores». Y ofrece dos remedios: la moderación cristiana que valora lo económico como un medio y la caridad cristiana como virtud de la que deriva la justicia como instrumento para conseguir la unidad de la familia humana. b) Coincidiendo con otras condenas del totalitarismo aparece la encíclica Divini Redemptoris (1937) que trata sobre el “comunismo ateo”. Tiene dos claras vertientes: una social y otra política. Afirma que el comunismo es intrínsecamente malo por su concepción materialista de la vida y de la historia, convirtiéndose en una filosofía radicalmente contraria al cristianismo. Condena a los defensores del comunismo y salva a los pueblos que sufren su opresión. c) Mediante la encíclica Non abbiamo bisogno (1939) se condena el fascismo con su idolatración del Estado y hace una apología de la Acción Católica. El nazismo es condenado en la encíclica Mit brenneder Sorge (1937) advirtiendo a los alemanes sobre la manipulación propagandística de los conceptos cristianos. También, sin oponerse a la Republica española, critica en su carta Dilectissima nobis las acciones que ésta viene realizando contra la Iglesia. 1.2. Período de diálogo y cooperación de la Iglesia con el mundo 1.2.1 Pío XII (1939-1958)(6) Seis meses después de su elección papal se inició la Segunda guerra mundial. La guerra ya no se limitaba a los ejércitos sino que afectaba a las poblaciones civiles. El armamento es más destructivo y la crueldad de la guerra produce más de 35 millones de muertes. Ocurre un fuerte desplazamiento de poblaciones y minorías étnicas son exterminadas. Este nuevo tipo de guerra engendrará una fuerte conciencia de la necesidad de establecer un orden mundial pacífico, basado en principios éticos universales y en normativas eficaces. La reconstrucción de Europa se sustentará en el Plan Marshall y será dirigida por la Democracia cristiana y después por la Socialdemocracia. Se instaura un sistema económico mixto de tipo keynesiano, consiente en el liberalismo y un correlativo intervensionismo estatal para suplir las deficiencias del mercado. Es el origen del llamado “estado del bienestar”. A este capitalismo moderado se enfrenta el comunismo, que pretende controlar los territorios ocupados durante la guerra. Con estos países formará un bloque antagónico ideológica y políticamente al bloque occidental. Entre ambos se instaura la llamada “guerra fría”, que se ejercita “por poderes” en campos de batalla reales como Corea o Vietnam. En 1945 nace la ONU, cuya pretensión es regular las relaciones entre todos los países. Pronto se promulgará la Declaración de los Derechos humanos como base para una convivencia universal. Pío XII no prestó atención a esta Declaración, al considerar que no daba cabida a la dimensión trascendente de la personal y al estimar que el orden moral era

objetivo –fundado en la revelación de Dios y en la ley natural- y no dependía del consenso político. Pío XII no ha dejado tratados doctrinales sistemáticos, como los anteriores papas. Él aportó precisiones concretas evitando errores o confirmando nuevos horizontes. Su meta fue la instauración de la paz entre los pueblos. Su pensamiento social lo expone mediante los discursos y los mensajes radiados. Entre los de contenido social cabe indicar los siguientes: In questio giorno (1939) sobre la paz fundada en las justas exigencias de los pueblos, Grazie (1940) sobre las bases de un nuevo orden internacional, Nell’alba (1941) donde fija los presupuestos de ese orden internacional, La solennità (1941) sobre la cuestión social en el cincuentenario de la Rerum novarum, Con sempre (1942) sobre el orden interno de los Estados, y Begninitas et humanitas (1944) donde opta por la democracia como régimen más adecuado para los Estados. Merece reseñarse el apoyo que Pío XII dio al nacimiento de la unión de los estados europeos, respaldando a los grandes estadistas católicos como Adenauer, De Gasperi y Shumann. 1.2.2. Juan XXIII (1958-1963)(7) Con las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963) se contempla por primera vez la cuestión social en su dimensión mundial. a) Mater et Magistra: Conmemora el sesenta aniversario de la Rerum novarum. Sintetiza la Rerum novarum, ampliándola y actualizándola con las aportaciones de Pío XI y XII. Renueva temas antiguos como el salario, las estructuras de producción, la justicia, la propiedad privada y aborda un tema nuevo: el proceso de socialización. Analiza los desequilibrios sectoriales de la economía mundial (agricultura, industria, servicios, países subdesarrollados) e invita a la colaboración mundial. Estimula finalmente a vivir la Doctrina Social porque es parte integrante de la concepción cristiana de la vida. b) Pacem in terris: Se ofrece a todos los hombres de buena voluntad, no sólo a los católicos y constituye un gran documento sobre la política de su época dirigido a construir un orden mundial basado en la paz y en el respeto a los derechos humanos. Las principales cuestiones que trata son: los derechos y deberes de la persona humana, la naturaleza y función de la autoridad en las comunidades políticas, las formas de gobierno, el bien común y el comportamiento ciudadano, la necesidad de una autoridad política mundial establecida por acuerdo entre las naciones y la necesaria actuación del cristiano en todos los campos de la vida pública. El recibimiento de la encíclica mundial fue excelente. 1.3. Período de inserción en el mundo y de concienciación cristiana de la sociedad. La Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II(8)

El Concilio Vaticano II amplía la Doctrina Social de la Iglesia con su forma de tratar los problemas del mundo moderno. El Concilio se convoca para renovar la vida de la Iglesia católica. Trata de estudiar la Iglesia ad intra y ad extra. La consideración ad intra dará lugar a la Constitución Lumen gentium, la consideración ad extra a la Gaudium et spes. Con la Constitución pastoral Gaudium et spes es la primera vez que la Iglesia se expresa tan ampliamente sobre aspectos directamente temporales de la vida cristiana. Es una teología de lo concreto que utiliza la inducción como método: parte de la realidad, profundiza en ella y busca la luz. En su introducción se subrayan las tensiones que afectan al hombre contemporáneo, con sus afanes y fracasos, con su anhelo de sentido y su deseo de realización. Ante este misterio del hombre, la Iglesia ofrece lo que tiene: a Jesús, el Señor y Salvador de la historia. La primera parte se destina al análisis de la dimensión trascendente de la persona, el sentido de la vida y la realidad del pecado. Presenta el trabajo como colaboración con el Creador y ofrece ante el ateísmo y el pecado la propuesta del “hombre nuevo” en Cristo. En la segunda parte la Constitución se fija en los problemas más urgentes de la sociedad: el matrimonio, la familia, el fomento del progreso cultural, aspectos diversos de la actividad económica, la vida en la comunidad política, el fomento de la paz, la promoción de los pueblos, etc. Concluye recordando a cada cristiano su obligación de iluminar en su ambiente concreto y de culminar en Cristo la obra de la Creación. 1.4. Periodo de crisis en la sociedad y en la Iglesia(9) Después del Concilio la Iglesia vive varios desafíos, nacidos unos en el interior de la misma y otros relacionados con el mundo en que trabaja y vive. Un primer reto consiste en que el cristianismo debe buscar lo específicamente cristiano en la vida personal y comunitaria y hacerlo presente en la actividad de los creyentes y en las tareas de la Iglesia. Un segundo reto consiste en la construcción de la paz en el mundo, la cual no podrá implantarse sin un desarrollo paulatino y concorde de todos los pueblos. La primera dificultad para este progreso se asienta en la ingente disparidad entre los países ricos y los pobres y la segunda consiste en el alto crecimiento demográfico de los pueblos del Tercer Mundo. El desarrollo de las naciones más pobres se ve impedido por los mecanismos del comercio internacional (los países industrializados emplean materias primas de los países pobres, las elaboran añadiéndole su valor de producción y los pobres no pueden disfrutarlos por tener precios inasumibles) y por los mecanismos financieros (la inversión extranjera terminan apropiándose de la riqueza que se genera en el país subdesarrollado). En este contexto surgen la encíclica Populorum progressio (1967) y la Carta apostólica Octogesima adveniens (1971) de Pablo VI. a) La Populorum progressio trata todos estos problemas: Va dirigida a toda la humanidad y pretende dar una visión ética y cristiana del desarrollo como base para la acción solidaria. Hace una llamada urgente para atender a la postración socioeconómica de los pobres y ofrece unas características del desarrollo cimentadas en la vida humana en cuanto humana. Para esa existencia humana se requiere: cultura, el derecho de propiedad, el reconocimiento de otros derechos, la consideración de los valores religiosos, etc. En la segunda parte se

invita a la reflexión teológica acerca de la liberación justa y de los valores que fundamentan la vida social. Las exigencias de la igualdad humana y de la paternidad divina nos conducen al reconocimiento de la solidaridad, la justicia social y la caridad universal. b) La Octogesima adveniens se ha volcado en los problemas de las sociedades industriales avanzadas. Pablo VI quiere ampliar la forma de la presencia de los cristianos en la historia y les impulsa a que se comprometan con los movimientos sociales, aún a sabiendas del peligro de contaminación ideológica que eso implica. En la primera parte ofrece un elenco de problemas que afectan al mundo: las macrociudades, los emigrantes, la situación de los trabajadores, el medio ambiente, los medios de comunicación. Ante esto el Magisterio de la Iglesia no tiene por misión la de proponer soluciones universales; las deben proponer las iglesias locales y los cristianos en cada ámbito. En la segunda parte se ofrece una alternativa a la sociedad científico-técnica, critica la ideología liberal y la marxista como incompatibles con la fe cristiana y opina sobre las utopías y en cientismo. En la tercera parte se ocupa del cristiano en su situación presente. Analiza el pluralismo en la acción y el compromiso social como opciones diversas desde una misma fe. Y termina ofreciendo la acción de la Iglesia para buscar caminos de justicia. 1.5. Periodo de búsqueda de identidad en la Doctrina Social de la Iglesia ante un “nuevo orden internacional”(10) La Iglesia se siente conmocionada por la modernidad y la secularización. El Concilio fue convocado para dar respuesta a estos dos factores. Pero en el post-concilio se confirma que el camino del reencuentro con el hombre moderno y su mundo es aún largo y lleno de sobresaltos. Juan Pablo II tiene, además, la inquietud de la posible pérdida de identidad de los creyentes en su compromiso temporal. Por esto insistirá en aquellos elementos que refuercen la cohesión de la fe y de la comunidad eclesial. Tres son, hasta el momento, sus encíclicas sociales: la Laborem exercens (1981), la Solicitudo rei socialis (1987) y la Centesimus annus (1991). a) En la Laborem exercens el ser humano está definido por su dimensión trabajadora, que es la clave de la cuestión social, y se abandona el tema de la propiedad como eje prioritario. La encíclica nace en medio de las consecuencias producidas por la crisis económica de 1975 ocasionada por la elevación de los precios del petróleo a causa del temor a su agotamiento y con el fin de distribuir la renta mundial. En los países pobres la mano de obra barata tiene la oportunidad de alcanzar los mercados internacionales; aparecen las compañías transnacionales. En los países ricos el valor de la energía se pasa al capital, que busca lugares con costes más baratos, incluida la mano de obra, provocando un inmenso paro en los países industrializados. El trabajo se convierte en un bien escaso. En los países del Este el sistema comunista ha fracaso y se anuncia su derrumbamiento. En este marco la encíclica presenta una revisión profunda del sentido del trabajo al entenderlo como un valor en sí mismo, como un medio de conexión entre Dios y el hombre. El capitalismo y el colectivismo son tratados en pie de igualdad desde una actitud crítica. Se invita a todo creyente a comprometerse en la transformación de los sistemas económicos, indicando que el trabajo tiene prioridad sobre el capital. Pide respeto por los principios y valores

fundamentales insustituibles, como la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social. Ofrece, por último, la espiritualidad conciliar al mundo del trabajo. b) En la Solicitudo rei socialis Juan Pablo II recoge y actualiza el mensaje de la Populorum progressio. El mundo empieza a salir de una profunda crisis económica y parece mantenerse un precario equilibrio entre los bloques que dificulta el desarrollo de los pueblos pobres. Resalta la perenne validez de la Doctrina Social de la Iglesia, así como su continuidad y constante renovación. La primera parte la dedica a repasar la Populorum progressio. Después analiza el mundo contemporáneo donde la esperanza de progreso ha menguado respecto de la década de los sesenta. Estudia los signos negativos de nuestro tiempo (abismo Norte-Sur, la venta de armas, limitación de los derechos humanos) y atisba signos positivos de esperanza (conciencia de la propia dignidad, de la solidaridad, de la preocupación por la paz y la ecología). Define el auténtico desarrollo: el hombre debe crecer como imagen de Dios, por eso el desarrollo abarca la vertiente política, económica, religiosa y ecológica. En la cuarta parte analiza la realidad presente con una mirada teológica desde los conceptos de conversión y solidaridad. En la última parte propone reformas estructurales que favorezcan el desarrollo. c) La Centesimus annus conmemora el centenario de la Rerum novarum, de la que hace una nueva lectura en tres dimensiones: profundiza, en primer lugar, en los principios y soluciones del texto de la Rerum novarum; en segundo lugar, mira alrededor para ver las “cosas nuevas” de finales del siglo XX y se detiene especialmente en el fracaso del socialismo; en tercer lugar mira al futuro, cargado de incógnitas y de promesas. Habla de la tierra, del trabajo y de la nueva propiedad: el conocimiento y la técnica. Invita a superar los vicios de la economía capitalista. Afirma que la Iglesia no tiene un modelo que proponer; éste surgirá de la realidad histórica y de la responsabilidad social, económica, política y cultural. Insta a que predomine el ideal democrático fundado en la verdad y se interesa por los derechos humanos. Renueva la doctrina de la Iglesia sobre el Estado y lo conecta con la dignidad del hombre. La Iglesia está convocada a la tarea de la cultura de la paz y de las naciones, porque el Evangelio no es una teoría sino un fundamento y una motivación para la acción en la búsqueda de la caridad y en la promoción de la justicia.

2. Naturaleza de la Doctrina Social de la Iglesia Juan Pablo II afirma en la Centesimus annus que el juicio de la Doctrina Social es un deber pastoral pronunciarlo, pero no pretende ser un juicio definitivo «… ya que de por sí no atañe al ámbito específico del Magisterio» (CA 3). Con esta afirmación queda reflejado que la Doctrina Social no pertenece en su totalidad al Magisterio, sino que es un discernimiento técnico, un examen de las nuevas exigencias de la evangelización que subyace a los medios humanos que el Magisterio utiliza. Por tanto, la Doctrina Social «aplica la luz de los principios evangélicos a la realidad en cambio de las comunidades humanas, interpreta con el auxilio del Espíritu de Dios los signos de los tiempos e indica proféticamente las máximas necesidades de los hombres hacia donde camina el mundo» (1). El Magisterio de la Iglesia ha convertido, por tanto, la Doctrina Social en un método de evangelización. Con anterioridad al Concilio la Doctrina Social se incluía en el ámbito de las ciencias de la sociología. Pero en la actualidad se inserta en el ámbito de la teología y de la moral social específicamente. Así queda excluida del campo de la ideología para trasladarla al marco de la moral. 2.1. Definición Dos son las definiciones que se han dado sobre la Doctrina Social de la Iglesia: La más clásica afirma que es el conjunto de enseñanzas de la Iglesia sobre los problemas de orden social o el conjunto de conceptos que el Magisterio escoge de la ley natural y de la revelación y que adapta a los problemas sociales de su tiempo con la finalidad de ayudar a los pueblos y a los gobiernos a organizar una sociedad humana y más conforme con los designios de Dios sobre el mundo (2). Otra definición más actual la encontramos en el número 45 de la Solicitudo rei socialis de Juan Pablo II. Aquí se define la Doctrina Social como «la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial». En el mismo sentido se expresa el Catecismo de la Iglesia Católica en el canon 2422: «La enseñanza social de la Iglesia contiene un cuerpo de doctrina que se articula a medida que la Iglesia interpreta los acontecimientos a lo largo de la historia, a la luz del conjunto de la palabra revelada por Cristo Jesús y con la asistencia del espíritu Santo. Esta enseñanza resultará tanto más aceptable para los hombres de buena voluntad cuanto más inspire la conducta de los fieles». Y continúa en canon 2423 con la exposición de la misión, metodología y finalidad de la Doctrina Social: «La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio, da orientaciones para la acción». 2.2. Fuentes

Las fuentes de la Doctrina Social se encuentran en el derecho natural y en la revelación. Así lo recuerda los papas Pío XII y Juan XXIII. También los Santos Padres y los concilios. El derecho natural es el lugar de encuentro de todos los hombres. Todo hombre es persona, y de esa naturaleza personal nacen los derechos y deberes que son a su vez universales, inviolables e inalienables. El derecho natural podría entenderse «como el conjunto de instancias fundamentales de las personas que crean una plataforma de encuentro entre todos los hombres» (3) La revelación es la segunda fuente que impulsa y orienta la Doctrina Social hacia la comunión y la disponibilidad. Las disposiciones bíblicas de alteridad, fraternidad, comunidad, sociabilidad, generosidad, así como las exigencias de justicia, de misericordia, de gratuidad y de sinceridad orientan un nuevo humanismo en el que el hombre se comprende a sí mismo y a sus demás hermanos. Con estas dos fuentes – revelación y derecho natural- la Doctrina Social evita, por una parte, convertirse en pura ética y, por otra, reducirse a ideología y praxis relativa. El Catecismo de la Iglesia Católica lo fundamenta de la siguiente manera: «La Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, “cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (GS 76). En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro último fin. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas» (canon 2420). 2.3. Sujetos (4) El primer sujeto activo de la Doctrina Social de la Iglesia es el Espíritu Santo. Su acción se concreta en el momento del discernimiento de la fe, pues la Doctrina Social es una experiencia de fe que luego se proyecta en la acción social. En segundo lugar actúa la jerarquía de la Iglesia en su papel de indagar las realidades de las vida y de pastorear al pueblo de Dios. En tercer lugar, el diálogo con los demás cristianos y con los hombres de buena voluntad se convierte en sujeto agente. En resumen, sujeto activo de la Doctrina Social es toda la Iglesia, iluminada por Dios. El papa con la autoridad universal que le viene de Cristo interviene en la fijación de la Doctrina Social con sus proclamaciones en las encíclicas sociales y en otros documentos de diverso rango. Todos los cristianos, guiados por sus pastores, están implicados en la tarea de discernir y proclamar la enseñanza social, pero son los papas los responsables directos de la Doctrina Social. Por otra parte ha de distinguirse la doctrina del Magisterio de otros estudios que expertos y teólogos hacen sobre la realidad social o sobre la propia Doctrina Social. A esos otros estudios se les llama doctrina social católica. 2.4. Destinatarios (5) Los documentos oficiales por los que se exhibe de manera oficial la Doctrina Social van dirigidos a los Pastores de la Iglesia y a todos los fieles del orbe católico. Sin embargo, desde la Pacem in terris es habitual dirigir estos documentos a “todos los hombres de buena

voluntad”, porque se tiene el convencimiento de que el compendio de Doctrina Social es eminentemente razonable y pertenece al mundo de la verdad humana. Así pues, la Doctrina Social de la Iglesia se ha hecho también ecuménica. La dimensión antropológica que Juan Pablo II ha impregnado en la Doctrina Social se ha centrado en la búsqueda de la dignidad de la persona humana, imagen de Dios. Por esto, la Solicitudo rei socialis dirá en su comienzo que «la preocupación social de la iglesia se orienta al desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, que se respete y promueva en toda su dimensión la persona humana». Es significativo, no obstante, que, cuando el Magisterio de la Iglesia amplía los destinatarios de sus enseñanzas, se va omitiendo el empleo al recurso de la ley natural y se va fundamentando con más firmeza en la revelación, porque se entiende que ésta es un elemento imprescindible para abordar en profundidad la cuestión social. En esta dirección el Catecismo de la Iglesia Católica dice en su canon 2419: «La revelación cristiana […] nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social (GS 23). La Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina».

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