Memoria y educación, a propósito del 68 Por Miguel Ángel Murillo Gudiño1
La memoria, a la que atañe la historia, que a su vez la alimenta, apunta a salvar el pasado sólo para servir al presente y al futuro. Se debe actuar de modo que la memoria colectiva sirva a la liberación, y no a la servidumbre de los hombres. Jacques Le Goff
Si nos valemos
de la aguda declaración de Aurelio Agustín del siglo IV (San Agustín) que en sentido estricto el único tiempo que realmente existe es el presente, porque el pasado ya no es y tampoco el futuro porque no ha llegado, y si este presente es totalmente fugaz y efímero porque ha tardado en llegar pero una vez que llega se va pronto, parecería que los humanos estamos ante una gran paradoja y un flujo del cual lo único que nos queda es la pasmosidad. No obstante, para salir del atolladero, el propio Agustín declara que los humanos no nos limitamos al presente sino que usamos dos artilugios: la memoria para rescatar el pasado y la imaginación para adelantarnos al presente; de ahí que sea posible articularlos con el presente deviniendo diferentes combinaciones: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. Roger Chartier, ilustre historiador contemporáneo, recuperando este germen Agustiniano ha hablado recientemente de los presentes del pasado. Hoy que se conmemoran 40 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, asistimos a un acto de rescate de la memoria, una memoria colectiva y una memoria social vehiculizada mediante la narración, la cual es uno de los más importantes recursos de actualización. Así, memoria y lenguaje se mezclan para configurar un complejo cuya objetivación es la educación, no sólo en su sentido escolar sino en su más amplio espectro. Quisiera esbozar en este brevísimo escrito dos conmemoración del movimiento del 68.
ideas en torno a la
1. La memoria colectiva Jacques Le Goff en su libro El orden la de la memoria. El tiempo como imaginario. Publicado en español por Paidós, nos ofrece un capítulo específico sobre la memoria colectiva. Sabemos, sobre todo los psicólogos, que la memoria, desde un punto de vista individual, ha sido estudiada 1
Docente de la Facultad de Psicología de la UAQ.
desde los clásicos como Ebbinghaus hasta nuestros días por Lieury. Se le ha entendido como <>. Así, la memoria tiene su propia historia y también hay una memoria histórica, según la lúdica expresión de Jean Pierre Vérnant, quien declara lo siguiente respecto de la memoria: “Bajo tal denominación englobamos múltiples actividades mentales, diversas operaciones intelectuales cuya finalidad y modos de funcionamiento no son idénticos, pero que, en general, pueden describirse como procesos dirigidos a actualizar en nuestro pensamiento informaciones que no se hallan presentes en la conciencia. […] Como toda actividad humana, la habilidad para realizar tales operaciones se adquiere y modela gracias al aprendizaje, aun adiestramiento mental que, con el objeto de orientar la atención del espíritu hacia aquello que no está presente, utiliza técnicas, referencias y marcos conceptuales que varían en función de las herramientas mentales propias de cada cultura.” Págs 20-21
Los medios que como cultura echamos mano para evocar lo acontecido son muchos, sobre todo ahora en nuestra época en la que los soportes se multiplican (monumentos, estatuas, fotos, cine, audio, narraciones orales de testigos presenciales y sobre todo, lo escrito), todos ellos cumplen una función central en la conservación de lo acontecido. Lo que sucedió en 1968 en México, es crucial, pero muchos de nosotros sólo lo conocemos justamente por las diversas narraciones que otros han hecho. No hay una sola versión en estas narraciones, es decir, cualquier narración está hecha desde un ángulo de lectura o desde una perspectiva particular. Al respecto, también sabemos que existen mecanismos que atrofian la memoria. La amnesia no sólo es un trastorno biológico de tipo natural, sino la amnesia es un mecanismo de control político para echar a la borda lo acontecido. El Estado Mexicanos con su tradicional rostro represor se ha empeñado en desarrollar acciones tendientes a la negación de lo acontecido (archivos eliminados o no dados a conocer; la propia inconsciencia, la ignorancia o la simple dejazón). Frente al olvido, sea por razones del desuso o simplemente por caer en las fuerzas que lo procuran, está precisamente la narración basada en un principio de recencia, es decir, darle presencia al pasado, una presencia vital porque es la que nos da identidad y permite también contravenirse a que no vuelvan a suceder las mismas cosas, o por lo menos, no sin resistencia.
Dice Le Goff que la memoria es <>, esta conservación no es un acto mecánico u orgánico (a la manera de las informaciones que se van integrando al código genético), sino se da por actos intencionales de conmemoración, como es el caso que nos ocupa. Pierre Janet, citado por Le Goff, sostiene que <<el acto mnemotécnico fundamental es el “comportamiento narrativo”, que él caracteriza ante todo basándose en su función social puesto que es una comunicación de una información, hecha por otros a falta de acontecimientos o del objeto que constituye el motivo de éste […] aquí interviene el lenguaje, también producto social…” Pág. 132 La pérdida de la actividad narrativa, contribuye a la consolidación de la amnesia, del olvido que, como lo señala Le Goff: “… la amnesia no es sólo una perturbación en el individuo, sino que determina perturbaciones más o menos graves de la personalidad y, del mismo modo, la ausencia o la pérdida, voluntaria o involuntaria de memoria colectiva en los pueblos y en las naciones, puede determinar perturbaciones graves de la identidad colectiva.” Pág. 133
La memoria colectiva, mediante el poder narrativo, tiene un nexo vital con la lucha por el poder ejercido por las fuerzas sociales por ello: <<Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de estos mecanismos de manipulación de la memoria colectiva>> Pág. 134 En otro lado, declara Le Goff <>. Pág. 181 2. La educación como acto político La segunda idea que quisiera poner a su disposición, atendiendo a la petición de asomarme desde la ventana de la psicología de la educación para ver desde este ángulo la conmemoración del movimiento del 68. No pocas veces se tiene una idea muy reducida de la educación en el sentido de restringirla al ámbito escolar o al ámbito del la influencia del hogar sobre las personas. La educación a lo largo de la historia ha transitado en el vaivén de dos polos: o se la concibe desde la óptica sustancialista a la manera del naturalismo pedagógico de Jean Jacques Rousseau en su novela del Emilio o de la Educación, en cuyo caso las personas ya contienen en sí mismas los
patrones de su desarrollo y lo único que demandan es una protección externa que quite los diversos obstáculos que incidan en este desarrollo natural; en el otro extremos, se encuentra la perspectiva de la educación entendida como proceso de socialización; el caso más ejemplar lo constituye Emil Dukheim y su ya clásica definición de educación, citada por Mariano Fernández Enguita (2006: 263-264) <>. Ninguna de estas dos visiones integra la dimensión política de la educación, entendida la política, no sólo en su sentido de participación en programas partidarios, sino también en su dimensión ética como capacidad de los individuos de decidir su propio destino, pero sobre todo de decidir en las cuestiones de la polis, es decir, en las cuestiones de la ciudad.
La noción de ciudadanía es central en la educación como acto político, porque educar no se limita a la transmisión o creación de contenidos curriculares y disciplinarios, sino educar alude a las finalidades y a las nociones de humanidad hacia las que se pretende incidir en su formación. Educar por lo tanto, desde la perspectiva política es participar activamente dentro y fuera del salón de clases; no se limita al espacio académico, sino que lo académico está indefectiblemente ligado a lo social y a lo que compete a la ciudadanía. En este sentido, lo que pretendieron los estudiantes mexicanos, y de muchas otras partes del mundo en 1968, fue poner de manifiesto su crítica a los poderes públicos y sus decisiones respecto al tipo de país que se modelaba en ese entonces: actividad educativa y política a la vez; ejercicio consciente de la ciudadanía, que no está limitada al plano de la vida privada sino que se compromete con los asuntos sociales en su conjunto. Por desgracia asistimos a la escuela a un proceso de despolitización y de divorcio entre lo que significa lo académico y lo que significa lo social, de ahí nuestra desmovilización frente a los acontecimientos que hoy por hoy están sucediendo en nuestro país. Se dice: “Ustedes estudien y quítense de grillas” “Se va a la escuela a prepararse, pero no a participar activamente en la dimensión política” Expresiones que ponen de manifiesto una “supuesta educación neutra” y una línea de demarcación entre lo que es un “buen estudiante” y lo que es “un grillo que ha perdido la brújula inmiscuyéndose en asuntos que sólo competen al gobierno”.
Este mecanismo de control, despolitización y divorcio entre educación y participación en los asuntos de la polis (ciudadanía) ha tenido mucha efectividad; cuando ha fallado y los estudiantes se han colocado en oposición a este control, no le ha temblado la mano al gobierno, y a muchas más autoridades para reprimir, incluso hasta matar, como es el caso del 68 y muchos más que se han sucedido en la historia y se seguirán sucediendo. Frente al empoderamiento de las conciencias educadas que se manifiestan interesadas por el rumbo de sus países, el poder irracional de quienes se ostentan como los “guardianes de la justicia” optan por la represión: las más de las veces abierta, aunque también operan muchos mecanismos de sometimiento soterrados. Al respecto, el control ideológico cuenta con el recurso educativo, usándolo para sus fines; pero también el mismo recurso es posible utilizarlo para crear consciencia; he ahí el papel paradójico de la educación: o libera o embrutece, en cualquiera de los dos casos se alimenta de lo político, porque le es esencial; no obstante, bien se podría decir que la educación no es domesticación, aunque se emprenda para someter: eso no es educación eso es tontería humana; la educación ennoblece, no denigra.
Por lo tanto, se podría decir que de forma sistemática se ha denigrado nuestra educación mediante mecanismos de socialización cuyo perfil de ser humano es de fachada pero que está hueca de humanidad; por el contrario, que la auténtica educación conlleva fines que permiten el despliegue de todas las capacidades humanas conseguidas a lo largo de la historia, pero a la vez, aquellas que están en espera de nuevas creaciones de humanidad, alejadas de lo que hoy por hoy impera en nuestro presente. Un presente atroz que reclama el rescate de nuestra memoria histórica que se confronte con todas aquellas actualizaciones de barbarie que hoy imperan; una consciencia que se indigne frente a datos como los que Zygmunt Bauman (2008), sociólogo polaco, expone en su libro Tiempos líquidos, que a decir de muchos de nosotros, llevando la metáfora al extremo, serían tiempos gaseosos listos a la explosión, Bauman citando a Jacques Attali dice: “… en sólo 22 países (en los que se acumula apenas el 14 por ciento de la población humana total) se concentra la mitad del comercio mundial y más de la mitad de las inversiones globales, mientras que los 49 países más pobres (en los que habita el 11 por ciento de la población mundial) reciben en conjunto sólo el 0.% por ciento de la producción global, casi lo mismo que los ingresos de los tres hombres más ricos del planeta está en manos de sólo el uno por
ciento de sus habitantes. Y no se distinguen en el horizontes escolladeras que puedan detener la marea global de la polarización de las ganancias, que continúa creciendo de manera amenazadora.” Págs. 14-15 Hoy día de conmemoración y de actualización de lo acontecido, es imperativo constatar no sólo la actualidad de los reclamos hechos hace 40 años, sino también la actualidad de la represión activa y pasiva; nomás hay que constatar que más de una tercera parte del presupuesto para el ejercicio fiscal del próximo año será destinado a la “seguridad” ¿de quién?; en contraste, que el presupuesto dedicado a la investigación científica será del 0.5 %. La política del actual gobierno federal es prometedora para las fuerzas de represión, en lo inverso, el conjunto de decisiones referidas a la educación son: mayores restricciones presupuestarias, cierre y modificación sustantiva de las normales del país mediante una Alianza para la Calidad de la Educación (ACE) que sólo tiene oídos para sí misma; el permanente desmantelamiento de la educación pública devenida en su permanente privatización. Por todo ello, el dos de octubre no se olvida, no debe caer en la amnesia, pero sobre todo debe oponerse a quienes hacen todo lo posible por trastornar la memoria mediante poderes fácticos como los medios de “desinformación”, muchos empresarios, la jerarquía católica y sus personeros. ¡Dos de octubre no se olvida: la sangre de los caídos retumba hoy mediante la actualización de nuestras narraciones en un aula que no divorcia lo educativo con lo político! Muchas gracias.
Referencias Bauman, Zygmunt (2208) Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. México: CONACULTA y Tusquets. Chartier, Roger (2005) El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito. México: Universidad Iberoamericana. Fernández Enguita, Mariano (2006) Educación. En Diccionario de Sociología de Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres (eds. ) Madrid: Alianza, 2ª. Edición. Le Goff, Jacques (1991) El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelona: Paidós.
Popp, Manfred (1980) Los conceptos fundamentales de la psicología. Barcelona: Herder Vernant, Jean-Pierre (1999) Historia de la memoria y memoria histórica. En ¿Por qué recordar? Foro Internacional Memoria e Historia UNESCO, 25 marco, 1998, La Sorbonne, 26 marzo, 1998): Barcelona: Granica.
Artículo leído en la “Mesa de Análisis sobre el Movimiento del 2 de octubre de 1968” organizada por estudiantes de la línea Social de la Facultad de Psicología de la UAQ. Con especial aprecio para mis estudiantes del primer semestre de la licenciatura en educación especial que tuvieron su primera marcha en defensa de la educación pública, el día 2 de octubre por la tarde.