Cuentos Breves

  • May 2020
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  • Words: 1,072
  • Pages: 14
CUENTOS BREVES

1

El ático Por Reyes Adorna Mis abuelos estaban hartos de advertirme que no fuera al ático, pero nunca me explicaron el porqué. Como soy de naturaleza curiosa, aproveché que no estaban en casa y me dirigí hacia allí algo asustada. Abrí la puerta y sólo vi lo que todo el mundo espera encontrarse en un ático: muebles antiguos, estanterías llenas de cajas y un baúl repleto de polvo. Éste llamó mi atención, y sin pensar demasiado, lo abrí. Me quedé un poco sorprendida al ver que dentro de él sólo había un libro, uno grande y extraño cuyo título era Personajes. Creyendo que era una obra de gente importante, lo abrí con cuidado y rápidamente y sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, fui absorbido por él, tragado sin masticar. Ya me he acostumbrado a vivir en un libro, incluso he asimilado mi condición de personaje de ficción. Lo que sigo sin soportar es haberme convertido en el jefe ambicioso de una gran empresa, porque desde que vivo aquí no hago más que gritar, trabajar y llevar corbata. 2

El DESTINO •

Por Reyes Adorna

La pitonisa me dijo que mi vida cambiaría de forma radical. Pero no me dijo en qué consistiría ese cambio. Viendo que el tiempo pasaba y todo seguía igual, me divorcié de mi marido, aunque en realidad lo quería, me mudé de ciudad, aunque mi ciudad me gustaba y me busqué un trabajo totalmente distinto al que tenía, aunque la verdad es que el trabajo me daba mucha satisfacción. Ahora, cuando veo mi vida tan cambiada, echo de menos a mi marido, a mi ciudad y a mi trabajo, pero he llegado a la conclusión de que qué le voy a hacer, si ese era mi destino.

3

El designio Por Carlos Varela Comencé a sospechar algo cuando yo le pregunté cuál era su signo zodiacal y ella me contestó que caníbal. Desde entonces, semana tras semana, no he hecho otra cosa que yacer bajo sus designios y desaparecer lentamente entre sus dientes. 4

El Jefe Por Victor del Val Cuando Dios hizo La Luz, sorprendió dormida a La Muerte, que yacía en un rincón de La Eternidad cansada de no servir para nada. De inmediato, el Jefe Supremo le diagramó una tarea y la puso a trabajar... 5

El azar y el destino Por LoveSick I Estaba pensando en el azar y en el destino cuando el azar quiso que conociera a una mujer y el destino me unió a ella. II Convivíamos los cuatro: El destino, el azar, ella y yo. El destino Siempre estaba dispuesto a hacer alguna cosa, mientras que el azar se hacía el loco y saltaba por la ventana. Ella y yo contemplábamos estas escenas boquiabiertos. III Al final ella se puso de parte del destino y yo del azar: Ella tenía ganas de que hiciéramos algo y yo salté por la ventana. 6

Fracaso Por Choan C. Gálvez Decidido a acabar con mi vida, me arrojo al paso del tranvía. Un joven se tumba junto a mí, sin pedir permiso, mientras el convoy llega y no llega. Al poco, una pareja se acomoda a nuestro lado. Cuatro personas tendidas son suficientes para alertar al tranviario, que comienza a frenar la marcha del vehículo. Cuando el tranvía se detiene a un palmo de mi brazo izquierdo, los individuos tumbados en el suelo se pueden contar – hay quien lo hace – por docenas. El mundo del arte me loa y me concede el no deseado título de Rey de la intervención urbana y considera la Tumbada sobre las vías como mi primer gran éxito. Yo, que la considero un fracaso, me decanto por el salto al vacío.

7

Planteamiento, nudo, desenlace Por Choan C. Gálvez

Tres náufragos y tres melones en una balsa. El tiempo se agota. Los náufragos son devorados.

8

Odio Por Choan C. Gálvez

Mi odio hacia las gaviotas es profundo y sincero. Es natural, por tanto, que enseñara a volar a mi ejército de gatos, que infundiera en mis tropas el mismo odio asesino, que al fin los mininos dominaran los secretos del vuelo y el gavioticidio. No todo había de ser perfecto: ahora son los gatos quienes cagan sobre nuestras cabezas y nos despiertan chillando al alba. Mi odio hacia los gatos es profundo y sincero. 9

El cerezo Por Vicente Pérez

El genio de las matemáticas cavó el hoyo en el jardín e introdujo dentro el arbolito. Durante años lo regó y abonó con cariño para que creciera alto y robusto, el magnífico cerezo le proporcionaba exquisitos frutos, pero... el genio de las matemáticas no era feliz, su árbol no lo amaba, su raíz no era cuadrada. 10

Qué linda era Por Choan C. Gálvez Ha pasado mucho tiempo, pero ella conserva los mismos ojos negros –quizá incluso más negros–, la misma melena morena y lisa, la misma nariz respingona, idéntica y perfecta dentadura. Veinte, quizá veintidós años que no la veía, pero la he reconocido de inmediato: Ana Clara Rodríguez Sanz, antiguo amor de instituto. Qué linda era, qué linda es. Mas la ciencia forense no admite sentimentalismos ni identificaciones visuales de antiquísimos amantes. He de extraerle sangre, tomar sus huellas dactilares. Analizar, comparar, colocar una etiqueta en el pulgar de su pie izquierdo y muerto.

11

El príncipe azul Por Diago Lezaun El príncipe azul besó a la princesa y se convirtió en rana, hasta aquí todo normal, predecible. El problema es que no sabía usar las branquias. Se tambaleó, cayó de lado y murió de asfixia. 12

Un atisbo de ternura Por Diago Lezaun Sonó por la radio el Cascanueces de Tchaikovsky; lo reconocí porque mi madre lo ponía en el tocadiscos cuando era niño. Confieso que un atisbo de ternura me hizo sonreír, pero seguí apuñalándola. 13

Qué lindos nenes Por Choan C. Gálvez Una marea celeste y rosa de bebés, qué lindos, esperando la visita de su santidad. Ay, pero el santo padre se retrasa, los niños se aburren y nadie les trae la cena. Todavía no hablan, muchos de ellos no tienen dientes o apenas gatean pero... vean, vean cómo se lanzan unos sobre otros, hambrientos, y cómo al celeste y al rosa se suman el rojo de la sangre y el gris, el verde, el marrón el azul y otros colores propios de los ojos que ruedan por el suelo. Qué lindos nenes. 14

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