Desde mi punto de vista, y ante este problema manifiesto, nos encontramos con dos posturas que parten de estaciones diferentes, con un notorio riesgo de confrontación y que queremos considerarlas y tratarlas como iguales, la educación y la socialización. Con la primera y partiendo de la premisa de que educamos para algo, esa no neutralidad de la educación, y el hecho de que eduquemos para algo a nuestros futuros ciudadanos, establece el término imposición (aunque no nos guste), mientras que, desde la socialización, y en un estado democrático, el respeto a la identidad de un pueblo no puede verse afectado. Está claro que Nawja pone el hiyab como elemento de identidad personal, porque ella quiere ser ella misma, desde su creencia, a la contra de estos nuevos personajes “virtuales” que se disfrazan con las gorras de marca X, o sin marca X, boinas, sombreros, etc… producto de la moda del momento en una sociedad “cambiante” (ajena a la tradicionalidad de las culturas) No obstante, el respeto que tenemos hacia la multicultaridad propia de nuestro país, bien sea por nuestras raíces históricas por las que nada tenemos que ver los gallegos con los andaluces (cómicamente las muñeiras con sevillanas por ejemplo) sirvan para avanzar en una mayor integración en ese largo camino que todavía queda, y por el que el fin, todo siempre desde el respeto es conocer nuestra/su cultura y conseguir que se integre en la nuestra, ya que significativa es la posición del padre con una visión integradora, aconsejando un uso distinto y en un momento distinto de su vida. Y, por último, dejo en el aire la siguiente cuestión, ¿podemos considerar que se generaría el mismo debate si en vez de una alumna, fuera una profesora musulmana afincada en nuestro país la que actuara así? ¿Adoptaríamos la misma resolución e imposición?