Columna: De la mano de Dios Artículo para el domingo 12 de julio de 2009 P. Miguel Arce Sacerdote El Año Sacerdotal El día 19 de este mes ha comenzado el Año Sacerdotal en la Iglesia Católica, convocado por el Papa Benedicto XVI con ocasión del 150º aniversario del Santo Cura de Ars. Tan capital es el sacerdocio para la Iglesia, que su eclesialidad misma depende del ministerio sacerdotal: a él está vinculada la Eucaristía, que actualiza la obra redentora de Nuestro Señor Jesucristo. Sin la presencia del sacerdocio ordenado y, por tanto, sin celebración eucarística, ninguna comunidad cristiana puede ser Iglesia, aunque tenga algunos elementos que deriven de Nuestro Señor. A los sacerdotes este Año les proporciona una oportunidad para crecer en su identificación con Cristo, en cuyo nombre y persona ejercen el ministerio. Esta identificación se favorece con la Eucaristía diaria, la Confesión frecuente, la oración, la lectura de la Palabra, la piedad mariana, los retiros y ejercicios espirituales, el estudio de la ciencia divina y la dirección espiritual. Y todo esto junto con la comunión reforzada con el propio obispo, con sus hermanos sacerdotes y con todos los que trabajan por Cristo, que lleva a una alegre promoción de candidatos al sacerdocio. Pero este Año también afecta a los fieles laicos. Por ejemplo: - Rezar diariamente por las vocaciones y fomentarla entre los jóvenes de su familia y otros; ayudar a los seminarios diocesanos con oración y limosnas. - Pedir cada día a Dios por la santidad de sus pastores. - Ayudar a los sacerdotes con apoyo material personal y parroquial. Sugerirles y corregirles con amor filial en su ministerio pastoral. - Darles trabajo sacerdotal: pedirles administración de los sacramentos, predicaión, catequesis, atención de enfermos y dirección espiritual. - Ponernos a su disposición como médicos, abogados, ingenieros, etc. Son unos ejemplos, pero si todos –sacerdotes y laicos- aprovechamos este Año, se apreciará un notable enriquecimiento en la vida católica.