ABRAHAM VALDELOMAR (Ica, 1888 - Ayacucho, 1919) Narrador peruano que encarnó el tránsito definitivo del modernismo a las vanguardias y que es considerado, junto con los poetas José María Eguren y César Vallejo, uno de los forjadores de la literatura peruana contemporánea. Pocas veces en el Perú un escritor ha merecido como él el calificativo de "integral" con el que lo define la crítica. Ello se debe, fundamentalmente, a la enorme coherencia estética e ideológica que gobierna la totalidad de su obra como narrador, poeta y periodista. Su obra más famosa es el cuento “El caballero Carmelo”, publicado en 1913. BIOGRAFÍA Nació en Ica, el 27 de abril de 1888, Hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de Carolina Pinto, Abraham Valdelomar siguió sus estudios primarios en la ciudad de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de Chincha, y los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe de Lima (19001904), donde fundó la revista La Idea Guadalupana (1903) junto con su compañero Manuel A. Bedoya. En 1905 ingresó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero dejó las clases al año siguiente para emplearse como
dibujante
en
las
revistas Aplausos
y
silbidos, Monos
y
Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde también trabajó como director artístico. En 1909 publicó sus primeros versos (en la línea del todavía triunfante modernismo) en la revista Contemporáneos, Sus primeras novelas fueron: La ciudad de los tísicos (1911) y La ciudad muerta (1911). En 1912, fue nombrado director del diario El Peruano y en 1913 viajó como diplomático a Roma, donde escribió su célebre obra El Caballero Carmelo. En 1914 regresó al Perú y trabajó como periodista en La Prensa con el seudónimo de "El Conde de Lemos".
En 1916, fundó la influyente Revista Colónida. En 1919, sufrió una caída que le provocó la muerte en Ayacucho. Falleció el 3 de noviembre de 1919.
“Yo soy aldeano. Nací y me crie en la aldea, a orillas del mar, viendo mis infantiles ojos de cerca y perennemente la Naturaleza. No me eduqué con libros, sino con crepúsculos. Mi profesor de Religión fue mi madre y lo fue después el firmamento. Mis maestros de estética fueron el paisaje y el mar; mi libro de Moral fue la aldehuela de San Andrés de los Pescadores, y mi única
filosofía
la
que
me
enseñara
el
cementerio
de
mi
pueblo”
Abraham Valdelomar