A Celis Sentirse Solo.docx

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LA SENSACIÓN DE SOLEDAD (revista Somos Nº 39, Noviembre 2013)

Alejandro Celis H. Esta sensación es muy frecuente y es motivo de mucho sufrimiento. ¿Qué es? ¿Qué se siente? ¿Cuándo y cómo ocurre? La sensación es de tristeza, añoranza, melancolía, de que “algo me falta”. ¿Qué imaginamos? Que la sensación se irá si aparece un compañero(a) adecuado, “si alguien me quiere”. Examinemos el asunto, porque la solución no es tan simple; en realidad, es aún más simple que lo que imaginamos, pero no es lo que nos enseñaron. ¿Qué aprendimos cuando niños? Walt Disney y una tonelada de condicionamiento que nos convencen de que solos no valemos nada, que estar solo es terrible. Llego a mi casa y, si no hay nadie para recibirme, me entristezco y siento que mi vida –y yo- no valemos nada. Finalmente, aparece el hada o el príncipe, y todo parece solucionarse… ¡Grandes expectativas! “Y vivirán felices para siempre”… Quizás un matrimonio, quizás una convivencia… decidimos tener niños, para ampliar el supuesto éxtasis. Dicho sea de paso, uno de mis maestros, Paul Lowe, decía que el “enamoramiento químico” –la fascinación producto de grandes cantidades de secreciones glandulares- tiene fecha de vencimiento… Tal cual, luego aparecen las diferencias, las peleas. Siento que me estafaron, me siento más sola(o) que nunca. Anhelo la presencia de alguien “que sí me entienda”, con quien “sí nos llevemos bien”. Aparece el o la amante para compensar… o bien una nueva pareja que reemplaza a la anterior, y lamentablemente el ciclo suele repetirse. ¿Cuál es el problema? Esperamos que alguien “allá afuera” compense nuestra sensación de soledad, que nos haga sentirnos queridos, valorados, apreciados. El problema es que la otra persona espera lo mismo. Y lo triste es que ninguno de los dos sabe hacer eso, porque no sabemos hacerlo con nosotros mismos. Sí, tal como lo lee: debemos aprender a apreciarnos, querernos, valorarnos a nosotros mismos antes de saber hacerlo con otra persona. Veamos en detalle: ¿cómo me siento cuando estoy solo(a) o paso un fin de semana solo(a)? ¿Cómo me trato y qué me digo cuando me siento mal por estar solo? Me siento poco valioso, poco querible, “nadie me va a querer porque no lo merezco”. Y creemos que de lo que se trata es de hacerse “más querible”: lograr más status, aparentar seguridad, mejor apariencia física –dietas, cirugía, etc-, usar trucos para atraer. Nada de eso funciona en lo profundo, es sólo cosmética que no repara las carencias afectivas que me hacen sentirme mal conmigo mismo. Debo dejar de azotarme, debo aprender a no criticarme tan despiadadamente, debo aprender

a valorar lo que pienso, lo que siento, lo que hago… todo lo que conozco de mí mismo. Especialmente las mujeres: se miran al espejo y se destrozan, y eso ni siquiera tiene alguna objetividad. He conocido mujeres bellísimas que no se sienten bien consigo mismas, que se sienten feas y poco atractivas. Observa lo que te dices a ti mismo(a) internamente. Observa tus comentarios internos respecto a lo que sientes, piensas, cómo actúas, o cuando pasas ese fin de semana sin compañía. Hay personas que lo dicen en voz alta: “¡Qué estúpida!”, cuando cometen un error. Eso refleja lo poco que se quieren, y es lo que debe cambiar. ¿Cómo se hace? Pues nos acompañamos de corazón en cada cosa que siento, hago o pienso. Dejo de criticarme constantemente, de ser mi propio y despiadado juez. Por supuesto, seguimos teniendo autocrítica: no se trata de persistir en un curso de acción si vemos que no está funcionando. Pero nos apoyamos continuamente, incluso en nuestros “errores” de aprendizaje. Si por ejemplo, nos sentimos atraídos a una persona, nos acercamos a ella y no nos va bien… no ha sido “un error”, no es motivo para castigarnos y decirnos, por ejemplo, “¡Hiciste el ridículo! ¡No lo hagas más!”. No hacemos eso: valoramos y apoyamos el haber corrido un riesgo –siempre lo es el exponer nuestros sentimientos-, el habernos atrevido, el habérnosla jugado por nuestra atracción. No fuimos correspondidos, es cierto; pero eso no significa que no nos puede ir bien la próxima vez. Tenemos que ver también a quién nos acercamos: ¿es alguien adecuado para nosotros, de buen corazón, o es alguien lleno de vanidad que ni siquiera se ha dado cuenta de nuestra existencia? Entonces, nos apoyamos, como lo haría un muy buen amigo; apoyamos nuestro acto, nuestra expresión, nuestra valentía. Y lo mismo en todos los ámbitos. Si analizamos nuestro aspecto, no lo hagamos como un Inquisidor: hagámoslo amorosamente, apoyando, buscando cursos de acción saludables, y no basados en alguna disciplina de faquir. Está bien verse delgado y saludable, pero eso debe corresponder a nuestra realidad –nuestra edad, nuestra contextura-. Creo que el auge de los injertos de silicona y de todo tipo de intervenciones en la piel es para llorar, por la falta de aceptación de su cuerpo de quien se las hace –y es triste ver a alguien de 50 intentando parecer de 17-. Las pechugas grandes o chicas siempre tienen sus adeptos, y no es necesario alterarlas. Tiene su sentido estar en pareja, por supuesto. Puede ser una preciosa e invaluable experiencia, pero la mejor versión de la pareja se da cuando los dos ya se quieren a sí mismos. De otro modo, el otro es usado como bastón compensatorio; y eso nunca es satisfactorio, porque hay una tarea que debemos emprender antes, por nuestra cuenta.

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