50 El Camino Del Conocimiento De Sí Mismo.docx

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EL CAMINO DEL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO (publicado en revista Somos, Santiago, Enero 2015)

Alejandro Celis H. En general, los seres humanos creemos que nos conocemos a nosotros mismos, pero ése es un profundo error. Conocemos la cáscara: nuestros datos biográficos, nuestra forma física, nuestras opiniones, nuestro estado de ánimo favorito, nuestros gustos… y no mucho más. La mayor parte de la Humanidad se queda aquí y no avanza más en su auto-conocimiento, esencialmente porque no lo siente necesario y/o no ve el posible beneficio que esto aportaría. El enorme beneficio que puede aportar es superar nuestras trabas y limitaciones, pero la mayoría se ha resignado a ellas y no lo cree posible. Un paso más allá es, entonces, desarrollar nuestra consciencia de nosotros mismos. Lo primero es contactar nuestro cuerpo, que no es sólo un medio para transportarnos y hacer cosas. Es una máquina extremadamente sensible. Imagine la precisión y delicadeza necesaria para enhebrar una aguja, o quitarse una minúscula espina del dedo. Más allá de eso, el cuerpo nos hace tomar consciencia que quiénes somos, aquí y ahora. ¿Por qué digo “aquí y ahora”? Porque por sorprendente que parezca, no somos una identidad fija, no somos siempre los mismos. Lo que “somos” cambia de un instante a otro, y “eso” lo contactamos en el cuerpo. Un pequeño paréntesis: nuestro condicionamiento –es decir, todo aquello que nos enseñaron, todo aquello que experimentamos en la niñez, todo lo que nos transmitieron en nuestro medio socio-cultural- nos mantiene en un estado de semi-hipnosis, en que creemos ser siempre los mismos, en que opinamos, sentimos y actuamos de modo predecible, automático. Y esto es lo que encontramos en la superficie de nuestro cuerpo, mente y emociones: todo automático, todo programado. Siempre nos enojamos/entristecemos/alegramos por las mismas cosas. Creemos que “somos” así. La interminable repetición automática que todos escuchamos en nuestras mentes es efecto del condicionamiento y lo que lo mantiene en pie. Una y otra vez, las mismas frases, repetidas año tras año, oídas a quién sabe quién y aprendidas de memoria. Se sorprenderá si pone atención a lo que piensa. Entonces… la idea es bypassear esta radio interna, y la forma es poner atención al cuerpo. Atención a los sentidos, sensaciones físicas, sonidos, tacto, gusto, kinestesia… y no poner atención al loro interno. Si hacemos esto, poco a poco nos tranquilizamos y comienzan a aparecer en la consciencia sensaciones más sutiles del cuerpo… y seguimos poniendo consciencia allí y no a los pensamientos. Ni siquiera intente detener los pensamientos, porque es inútil; basta con no ponerles atención. Entonces, al tomar un contacto más sutil con nuestro cuerpo, tendremos mayor consciencia de reacciones sutiles que aparecen momento a momento. Ya no saludamos a nuestro conocido de la misma manera que siempre lo hemos hecho, porque sentimos lo que nos pasa en el cuerpo cuando lo vemos aparecer… y siempre habrá un matiz diferente. Lo mismo con personas de nuestro círculo más íntimo, con lo que deseamos hacer con nuestro tiempo libre –puede que

descubramos que ya no queremos hacer las mismas cosas-, con nuestra experiencia de trabajo, con todo. Nuestra vida se llenará de matices y ya no seremos tan predecibles como antes. No tendremos las mismas opiniones siempre, no reaccionaremos siempre del mismo modo ante los mismos estímulos. Todo como resultado de mantener un contacto sensible con nuestro cuerpo, momento a momento. Si logramos esto, habremos dado un enorme salto evolutivo, nos acercaremos más a ser personas y a dejar de ser máquinas. El mundo sería diferente si suficientes de nosotros lográramos esto: no habría guerras estúpidas, porque las personas –en contacto con su sensibilidad- se preguntarían, “¿Realmente quiero odiar y matar a esta persona sólo porque nació en un país diferente y porque mi gobierno me lo ordena?”. Éste es el primer gran, gran salto. Todos podemos entender lo escrito en los párrafos anteriores, pero eso es definitivamente diferente de hacerlo. La diferencia entre sólo entenderlo y pasar a llevarlo a la práctica implica una diferencia del cielo a la tierra: no hay que engañarse. Si practicamos todo esto hasta convertirlo en nuestro estado habitual y no sólo en un episodio aislado, nos transformaremos en personas más sensibles y humanas. Por supuesto, hay que asumir que a veces caeremos en los viejos hábitos y nos convertiremos momentáneamente en un robot… así son las cosas: mantener este estado de mayor presencia exige atención continua. El proceso no termina, porque seguimos y seguiremos tomando consciencia del grado en el que fuimos condicionados: nos iremos liberando poco a poco de nuestras propias ataduras y sabotajes, de nuestras limitaciones auto-impuestas. Hasta aquí, sólo hemos incursionado en el desarrollo personal, sin tocar siquiera el tema espiritual. Éste se abre cuando contactamos lo trascendente a través de una experiencia. La religión establecida no es verdadera espiritualidad: es otro conjunto de creencias que se nos entregó, y da lo mismo si creemos o no en sus dogmas. La verdadera espiritualidad es una experiencia directa que nos deja anonadados, en éxtasis, sin palabras… puede que algunas de ellas hayan quedado olvidadas en la infancia, pero cuando esta ventana se abre en la adultez… no la cerremos. Atesoremos la experiencia, valorémosla como un atisbo de aquello que nos muestra nuestro Origen y Esencia. ¿Cómo ocurren? A veces de modo espontáneo y otras, porque las estamos buscando, en la meditación, la contemplación o algún taller de trabajo interno. Podemos vernos transformados por ellas. De nosotros depende, sin embargo, lo que hagamos a continuación. Si dejamos que esta experiencia de éxtasis marque un norte para nuestra vida, nos reoriente respecto al sentido que ésta tiene, nuestra existencia se verá transformada. Ya no nos limitaremos a buscar la satisfacción del cuerpo –lo que, por lo demás, está perfectamente bien- sino también buscaremos una satisfacción más sutil y trascendente. Y estaremos recién comenzando a completar nuestro camino.

Una cosa más: este camino es individual. Será inútil intentar convencer a otros de sus bondades, e incluso puede ser frustrante intentar comunicar estas experiencias a quienes eran nuestros cercanos, porque puede que no las comprendan. Cada uno debe emprenderlo y recorrerlo por sí mismo y para sí mismo. Sólo la experiencia directa transforma. Y, además, son pocos los que se interesan de verdad en esto. No sé si esto es lamentable o no: es sólo como son las cosas.

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